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UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE

Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

Escuela de Derecho

Principio de legalidad y tipo imprudente

Memoria para optar al grado de Licenciado En Ciencias Jurídicas Y Sociales.


Profesor Patrocinante: Sr. José Angel Fernández Cruz.
Roberto Hernán Villavicencio Vega
Valdivia Chile 2004

Informe Profesor Patrocinante

Señor

Prof. Juan Omar Cofré Lagos

Prof. coordinador del Seminario de Investigación Jurídica.

Presente

De mi consideración,

Por medio de la presente, vengo a informar a Ud. la memoria de prueba realizada por el alumno
D. ROBERTO HERNAN VILLAVICENCIO VEGA que lleva el título: Principio de legalidad y
tipo imprudente.

La presente tesis de licenciatura aborda conjuntamente dos de las cuestiones de Parte General de
Derecho penal mayor actualidad y complejidad. Así, la configuración de la estructura típica de la
imprudencia, por una parte, y la determinación del contenido material del principio de legalidad,
por otra, carecen en nuestros días de una doctrina y jurisprudencia que ofrezca unas mínimas
garantías de seguridad jurídica. Por lo tanto, debido a la anterior consideración una de los
principales problemas de llevar a la práctica el mandato de lex certa derivado del principio de
legalidad radica, precisamente, en la configuración típica de la imprudencia.

Unido a las anteriores consideraciones, debemos valorar positivamente que el citado tesista haya
afrontado un tema de tal complejidad como es relacionar el principio de legalidad y el tipo
imprudente.

1
La sistematización de tesina se estructura en tres grandes apartados: en primer lugar, afronta el
contenido material del principio de legalidad; en segundo lugar, intenta comprender la estructura
típica de la imprudencia; y en tercer lugar, pone de manifiesto los principales problemas de
determinación que plantea el tipo imprudente.

El contenido de la tesina denota que el alumno comprende la problemática jurídico penal que
afronta.

También debemos poner de manifiesto que el alumno ha asistido a todas las reuniones de trabajo
que un inicio acordamos, y además, ha cumplido con los plazos establecidos, así como, ha
tomado en consideración las puntualizaciones y consideraciones propuestas por el profesor
patrocinante.

La bibliografía, teniendo presente la evidente falta de fondos de nuestra biblioteca, resulta


adecuada a la naturaleza y fines de la investigación realizada.

A juicio del profesor que suscribe, el profesor informante propone que la Tesis de Licenciatura
del alumno D. Roberto Hernán Villavicencio Vega, la calificación de 6.

Le saluda atentamente,

2
INTRODUCCION

El principio de legalidad en materia penal, una de las grandes conquistas del pensamiento liberal
ilustrado, ha ido perfilándose claramente como una de las mayores garantías del ciudadano frente
al poder del Estado. Esto ha desembocado en que se ponga cada vez mayor énfasis en la
formulación del Derecho Penal, como un sistema de normas dotadas de la mayor claridad y
certeza posible, de manera tal que, el individuo, a quien va dirigida la norma, sepa
inequívocamente cuál o cuáles conductas son sancionadas penalmente, y de este modo,
informada y libremente, se abstenga o no de realizarlas. Para que este principio de legalidad
garantice efectivamente la protección del ciudadano contra el ejercicio y la extensión arbitrarias
del poder penal estatal, no es suficiente la sola consagración formal de las acciones u omisiones
objeto de punición, sino que es esencial que exista precisión, determinación, certeza o
taxatividad. Esta exigencia de taxatividad, derivada del principio de legalidad, impone que las
leyes penales contengan en la mayor medida de lo posible términos descriptivos a la hora de fijar
los comportamientos prohibidos penalmente y sujetos a una sanción, y que dichos términos sean
lo más precisos, o sea, que la vaguedad que afecta a todos los conceptos generales, incluidos los
empíricos, sea reducida en la mayor medida. Con esto se asegura la exclusividad del legislativo
en la creación del Derecho Penal, y se sustrae al juez de toda posibilidad de innovar en dicha
área.

No obstante lo anterior, existen áreas dentro del derecho penal donde todavía es lícito
cuestionarse si se cumple o no con estos imperativos garantistas, siendo una de las más
interesantes la referente a los delitos imprudentes. El mayor problema respecto a éstos se produce
por el hecho de estar configurados en la ley penal como tipos abiertos, en los que la “apertura”
viene dada por el hecho de quedar abandonada en el juez penal la misión de determinar los
elementos constitutivos de la imprudencia o culpa. Esta situación es considerada por algunos
autores como contraria al principio de legalidad, y en concreto, a la exigencia de determinación o
taxatividad. Luego, el tipo imprudente se analizará preferentemente desde ésta óptica. Lo que se
busca con este ejercicio es determinar si, en la construcción de estos tipos, el legislador ha
respetado las exigencias antes enunciadas. La conclusión a la que se llegue no es inútil bajo
ningún punto de vista. Todo lo contrario, será determinante en lo que se refiere la fase de
aplicación del tipo, pues, a medida que la certeza de la norma se pierde, se va reduciendo la
vinculación del juez a la ley.

Todos los temas referentes al delito imprudente, como tendremos oportunidad de ver, presentan
variados matices, que vienen determinados por la naturaleza eminentemente fragmentaria de la

3
ciencia en esta materia, lo que constituye el contrapunto infaltable al estudiar los diversos
aspectos de nuestro tipo objeto de investigación.

4
CAPITULO I

1) EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD EN MATERIA PENAL


El hecho de que la ley sea la única fuente de Derecho Penal se conoce generalmente con el
nombre de principio de Reserva o Legalidad, y constituye la base fundamental de todo el sistema
jurídico penal. Como en todos los ámbitos del saber, es de suponer que tal postulado no se
configuró “de la noche a la mañana”, sino que fue obra del devenir de la historia, lo que es propio
de todas las instituciones jurídicas. Sólo baste para confirmar esta afirmación el caso de la
Revolución Francesa y las grandes repercusiones que causó en todos los ámbitos del derecho,
dotando de construcciones perennes al mundo jurídico, que aún hoy, transcurridos ya 200 años,
subsisten como tales.

1.1)Origen y significado
a)Origen:

Desentrañar los orígenes históricos de nuestro principio rector es una labor de suyo dificultosa,
toda vez que los diferentes tratadistas citan una considerable cantidad de supuestos antecedentes
en los que en algunos casos, forzadamente, se trata de vislumbrar un germen de tal postulado. Sin
embargo, podemos afirmar inequívocamente que, desde un punto de vista histórico, el principio
de reserva o legalidad ha estado vinculado al progreso filosófico y legislativo del pensamiento
liberal, y que tras un largo periodo de gestación se comienza a perfilar claramente en la
Revolución Francesa. No tiene antecedentes de relevancia en Roma 1, citándose como
consagración primera a la Carta Magna del Rey Juan II de Inglaterra (conocido como Juan Sin
Tierra) del año 1215, no obstante, parecer dudosa esta afirmación en opinión de algunos autores 2.

1
Aunque haya algunos intentos por encontrar en el Digesto de Ulpiano un origen incipiente de
éste principio, esto no es posible, ya que, además de la evidente dificultad interpretativa de tal
documento, existían diversas máximas que reconocían la analogía, además de los crimina
extraordinaria. Márquez Piñero, R. El tipo Penal. Algunas consideraciones en torno al mismo.
Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1986. (p.131)
2
Así, se señala que la Carta Magna no podría ser su fuente, ya que existe una divergencia de
conceptos que no siendo esencial, es considerable, y que surge de la constatación de que este
documento únicamente consagra el régimen del rule of law, siendo éste mas que nada una
garantía jurisdiccional, cuyo carácter eminentemente procesal dista mucho de poder encuadrar en
el sentido de legalidad en materia penal. Jiménez de Asúa. L. Tratado de Derecho Penal. Tomo
II. Editorial Losada S.A. Buenos Aires, 1992 (p.385). En igual sentido, Jescheck, H. Tratado de

5
En lo que sí existe conformidad es que su consagración positiva se realizó en la Constitución
Americana de 1787 y en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. En el
art. 8 de esta última se dice: "La ley sólo puede establecer las penas estrictamente necesarias;
nadie puede ser penado sino en virtud de una ley establecida y promulgada anteriormente al
delito y legalmente aplicada"3. Esta regla fue reproducida en el art. 4 del Código Penal de
Napoleón.

Doctrinalmente se afirma que los creadores de la formulación clásica del principio de legalidad
en materia penal fueron el italiano Beccaria y el jurista alemán Anselm Feuerbach, siendo este
último el que lo plasmó en la célebre fórmula latina “nullum crimen, nulla poena, sine legem”
que ha tenido una receptación prácticamente universal4. Fue la lucha por la seguridad jurídica la
que lo llevó a efectuar dicha construcción, y aunque difiere en algunos aspectos de la
significación actual, se puede decir que en sus notas esenciales se mantiene hasta nuestros días.

Cabe hacer notar que, si bien ambos autores son proclamados por la doctrina como los
responsables de la formulación doctrinal del postulado de legalidad, existe una marcada

Derecho Penal. Editorial Bosch, 1981 (p.177)


3
Ahí están rebosantes, el ius libertatis, la génesis del nullum crimen sine lege y una terminante
limitación al poder de tipificar, de estatuir delitos, que se concede o reconoce al Estado. Este
encierra la ratio de la tipificación y reduce a lo indispensable, por ende, el ámbito de la conducta
incriminada.
4
Dada la importancia del principio de legalidad y la necesidad de su existencia para lograr un
ordenamiento jurídico penal justo, la mayoría las legislaciones contemporáneas lo han adoptado,
salvo contadas excepciones, constituidas por estados que para lograr sus fines políticos han
desconocido dicho postulado. Esto último sucedió en 1926 en la legislación de la Unión Soviética
(Código de Defensa Social), la cual admitió la analogía en materia penal y sostuvo que el
principio de legalidad era un principio «burgués». En Alemania también se desconoció el
principio de legalidad durante la época del régimen nazi (1935/1947). En ese entonces el
Nacional Socialismo derogó conscientemente el principio liberal nullum crime sine lege,
sustituyéndolo por la expresión autoritaria “no hay delito sin pena” en la ley del 28 de junio de
1935. No obstante, los tribunales alemanes interpretaron la ley de un modo tal que, en la mayoría
de los casos, no permitieron que se dejara de lado el ‘principio de legalidad’, siendo restablecido
al término de la Segunda Guerra Mundial por las potencias ocupantes. Gonzalo Quintero
Olivares, en su Derecho Penal Parte General efectúa una interesante afirmación respecto de estos
dos casos. Señala que es de notar que en ambos sistemas haya operado la supresión del postulado
de legalidad a través de leyes, lo que confirma que apoyar por medio de leyes el sistema penal no
es lo mismo que someter el sistema penal al principio de legalidad. Quintero Olivares, G.
Derecho Penal. Parte General. Marcial Pons Ediciones Jurídicas. Madrid, 1989 (p.40)

6
diferencia en cuanto al predominio en sus respectivas exposiciones de aspectos políticos y
científicos.

En Beccaria se observa un predominio del aspecto político,5 ya que su principio de legalidad


aparece como bandera de lucha en contra de la incerteza y la inseguridad que caracterizaba al
antiguo derecho penal. De esta manera, el poder del Estado se circunscribe a límites ciertos,
garantizándose de esta forma los derechos individuales frente a cualquier intervención arbitraria
de la autoridad.

Por el contrario, en Feuerbach existe un predominio del aspecto científico. 6 El principio nullum
crimen, nulla poena, sine lege se vincula con su particular teoría de la coacción sicológica, para
la cual, toda pena jurídica es consecuencia de una ley, que encuentra su fundamento en la
necesidad de resguardar derechos exteriores y que contiene la amenaza de un mal sensible frente
a una lesión del derecho. Fundamental es que sea una ley, ya que ella es la única vía clara y
pública para que la amenaza recaiga sobre la generalidad de los sujetos susceptibles de causar
lesiones jurídicas. De esta manera, Feuerbach dio un fundamento penal específico al principio de
legalidad, entendiéndolo en los siguientes términos:

“Toda aplicación de una pena supone una ley previa anterior (“nulla poena sine lege”); la
aplicación de una pena presupone la realización de la infracción prevista en la figura legal (“nulla
poena sine crimine”); la infracción viene determinada por la pena legal (“nullum crimen sine
poena legali”)”7.

Bajo esta concepción, el principio de la reserva o legalidad se traduce en que el juez no podrá
sancionar como delitos aquellos que no estén establecidos como tales en la ley con anterioridad a
la realización de los hechos, ni aplicarle penas que no estén igualmente determinadas en la ley.

b)Significado:

Como una primera aproximación se puede señalar que en virtud del principio de legalidad en
materia penal “no hay delito, ni es posible la imposición de una pena sino cuando existe una ley
que incrimine el hecho respectivo, estableciendo, además, la clase de castigo a que se encuentra
sometido”8. Hay que agregar además que dicha ley debe ser dictada con anterioridad al hecho
objeto de punición, es decir, se excluye la retroactividad de la ley penal.

5
Rodríguez Mourullo, G. Derecho Penal. Parte General. Editorial Civitas. Madrid, 1978 (p.59)
6
Jiménez de Asúa. L. Tratado de Derecho Penal. Tomo II. Editorial Losada S.A. Buenos Aires,
1992 (p.381) y Rodríguez Mourullo, G. Derecho Penal. Parte General. Editorial Civitas. Madrid,
1978 Pag.59
7
Cobo del Rosal, M.-Vives Anton, T.S. Derecho Penal. Parte General. Valencia, Tirant lo
Blanch, 1996 (p.61)
8
Cury Urzúa, E. Derecho Penal. Parte General. Editorial Jurídica. Santiago, 1992. (p.123)

7
El concepto arriba transcripto constituye el principio de legalidad en sentido estricto, también
denominado principio de reserva. Lo que se busca con su consagración es que sea la ley
únicamente la encargada de la creación de derecho penal. Sin embargo el principio de legalidad
ha logrado alcances mucho más significativos, y que se refieren a aspectos garantistas que son
propios de los regímenes democráticos y liberales.9

Aquí es necesario hacer una prevención: el análisis sistemático de los alcances del apotegma de
legalidad es una tarea que no deja de presentar sus dificultades. No por la inexistencia de un
desarrollo completo por parte de la doctrina, sino más bien porque justamente por su abundancia,
no existe un tratamiento uniforme, además de las evidentes diferencias que existen de un
ordenamiento jurídico a otro. Sin embargo, y como se verá más adelante, los distintos
tratamientos no importan una diferenciación absoluta. Esto debido a que, si bien se usan
nomenclaturas diversas, en el fondo concuerdan en todos los aspectos. Hecha esta prevención, y a
manera meramente ejemplar, veremos sucintamente 3 maneras diferentes de enunciar los
alcances del nullum crimen sine lege, para posteriormente desarrollar un poco más in extenso una
de tales elaboraciones, cuya elección no obedece a un mero capricho, como tendremos
oportunidad de ver.

a) El primero de estos enfoques lo resume con precisión el jurista alemán Claus Roxin. Así,
señala que se puede derivar una serie de prohibiciones que constituirían una consecuencia
inmediata del nullum crimen nulla poena sine lege, y que recaerían tanto sobre el legislador como
sobre el juez. A saber:

La prohibición de analogía;

La prohibición del derecho consuetudinario para fundamentar y agravar la pena;

La prohibición de retroactividad; y

La prohibición de leyes penales y penas indeterminadas.

Las 1) y 2) corresponderían a prohibiciones impuestas al juez. Esto porque al juez le queda


proscrito, en virtud de la exigencia de legalidad, aplicar analógicamente una ley penal, además de
fundamentar su decisión en normas que no sean escritas, o sea, normas de derecho
consuetudinario.

La 3) y 4) recaerían sobre el legislador, quedándole vedada la posibilidad de dictar leyes penales


que regulen situaciones pasadas, y que contengan vaguedades e imprecisiones, tanto en los
elementos constitutivos del delito, como en la naturaleza de la sanción.
9
Basta con recordar que Beling dedujo del principio de legalidad el fundamental concepto de tipo
penal, con todas las consecuencias que esto origina, y que serán objeto de análisis en el capítulo
de las relaciones entre el principio de legalidad y los tipos Penales.

8
b) Por su parte, Jakobs10 habla de efectos del principio de legalidad, señalando que:

La determinación de la punibilidad tiene que llevarse a cabo mediante ley (lex scripta)

La ley tiene que determinar la punibilidad (lex certa), debiéndose entender por punibilidad el
estar un hecho conminado o no con pena, y la medida de ésta; el intérprete está sujeto a la
determinación (lex stricta)

La determinación ha de realizarse antes del hecho (lex previa); la exposición de esta prohibición
tiene lugar en relación con la validez temporal.

No hay que realizar un enorme esfuerzo para darse cuenta de que ambas posturas –y en general
todas las posturas de los tratadistas estudiados- consagran postulados que en el fondo importan lo
mismo. Es así que, tanto para Roxin como para Jakobs, una ley violaría el principio de legalidad
si sancionara con la pena que considere justa el juez aquellas conductas inmorales cometidas en
los 2 años inmediatamente anteriores a su entrada en vigencia.

C)Por último, otros autores prefieren hablar de garantías contenidas en el principio de


legalidad.11 La razón de esto obedece fundamentalmente al sentido actual del Estado de Derecho,
que aleja al postulado de legalidad del anquilosado formalismo, por lo que no sólo se referirá a la
actividad legislativa concreta, primicia afirmada por Feuerbach, sino que abarca en forma mucho
más amplia a todo el complejo aparato represivo desde su base misma. 12 Es decir, “este principio
de legalidad” garantiza la protección del ciudadano contra el ejercicio y la extensión arbitrarios
del poder penal estatal”13.

1.2) Garantías del principio de legalidad


14

10
Jakobs, G. Derecho Penal. Parte General. Fundamentos y Teoría de la Imputación. Marcial
Pons Ediciones Jurídicas, S.A. Madrid, 1997 (pp.88 y ss)
11
En este sentido, Quintero Olivares, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (pp.42 y ss); Mir
Puig, S. Derecho Penal Parte General. Editorial Reppertor. Barcelona, 2002 (pp.77 y ss);
Rodríguez Mourullo, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (pp.60 y ss); Wessels, J.
Derecho Penal. Parte General. Ediciones de Palma. Buenos Aires, 1980. (pp.13 y ss)
12
Quintero Olivares, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.42)
13
Wessels, J. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.13)
14
Respecto de esta materia, se ha optado por utilizar la clasificación efectuada por Santiago Mir
Puig, ya que parece ser el mejor intento de sistematización. Esto porque abarca de manera clara
todos los aspectos esenciales de nuestro apotegma de legalidad. Sin embargo, esto no quiere decir
que nos basemos exclusivamente en este autor, lo que templaría el rigorismo buscado en este
trabajo, sino más bien que se empleara su postura como un criterio rector.

9
Diversos autores entienden al principio de legalidad como la fuente de la cual emanan diversas
garantías. Uno de estos es Santiago Mir Puig, quien enuncia cuatro de éstas, señalando además,
tres requisitos que deben cumplir las normas jurídicas para llevar a cabo estas garantías.

En cuanto a las garantías, éstas serían:

Garantía Criminal: Esta exige que el delito se halle determinado por la ley (nullum crimen sine
lege)

Garantía penal: Requiere que la ley señale la pena que corresponda al hecho (nulla poena sine
lege)

Garantía jurisdiccional: Exige que la existencia del delito y la imposición de la pena se


determinen por medio de una sentencia judicial y según un procedimiento legalmente establecido.

Garantía de ejecución: Requiere que también la ejecución de la pena se sujete a una ley que la
regule.

Sin embargo, para que estas garantías sean efectivas es preciso que la ley penal –fuente
precisamente de éstas- cumpla con los siguientes 3 requisitos, a saber:

Lex previa: Prohibición de retroactividad;

Lex scripta: Que excluye la costumbre como fuente de delitos y penas15. Además, no se refiere a
cualquier norma escrita. Debe tener el carácter de ley emanada del poder legislativo.

Lex stricta: Impone un cierto grado de precisión de la ley penal, y excluye la analogía 16. El
postulado de precisión de la ley da lugar al llamado mandato de determinación, que exige que la
ley determine de forma suficientemente detallada las distintas conductas punibles y las penas que
pueden acarrear.

No obstante estar de acuerdo con esta manera de enfocar el principio de legalidad, creemos que
es posible efectuar una diferenciación conceptual, y separar, de esta manera, dos aspectos
tratados a menudo conjuntamente dentro de la exigencia de lex stricta17. Se trata, por un lado, del
15
“El derecho consuetudinario surge a causa de un largo ejercicio, afirmado por la convicción
jurídica general, de los sectores de la población interesados en la reglamentación jurídica.
Wessels, J. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.15)
16
“La analogía es la extensión de un principio jurídico a un caso similar no previsto en la ley”.
Wessels, J. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.15)
17
Esta exigencia de lex certa suele ser refundida por los autores en la exigencia de lex stricta. Así
Luzón Peña, quien señala que el principio de legalidad penal supone importantes repercusiones
materiales, que se suelen resumir en la triple exigencia de “lex praevia, scripta et sctricta o
certa”. De las exigencias de lex stricta o certa et scripta deriva el mandato de precisión,

10
mandato de precisión o determinación de la ley penal, formulado mediante el aforismo lex certa,
y, por otro, de la prohibición de analogía, correspondiendo ésta verdaderamente al aforismo lex
stricta. Sería realmente la lex certa la que obligaría a que, tanto los hechos punibles, como las
consecuencias jurídicas, deban estar consagrados de manera clara, precisa y determinada en la
ley, reservándose por tanto la exigencia de lex stricta a la exclusión de la analogía en materia
penal. El profesor José Angel Fernández señala respecto de este tema, que la lex certa es un
mandato material dirigido al legislador, teniendo, en un primer momento, una finalidad
preventiva general dirigida a los ciudadanos, para que éstos sean capaces de aprehender el
contenido normativo antes de cualquier pronunciamiento judicial, esto último, al menos en sus
aspectos esenciales, y, en un segundo momento, tiene por objeto cercenar el arbitrio judicial, para
que de esta manera puedan los órganos jurisdiccionales cumplir el mandato de lex stricta o
prohibición de analogía. Desde este punto de vista, el mandato de certeza constituye el
presupuesto básico para llevar a buen fin las exigencias derivadas del mandato de aplicación
estricta de la ley18. Por estas consideraciones, creemos que es más correcto situar a la lex certa
como una de las exigencias materiales de la ley penal para llevar a cabo las garantías enunciadas
al comienzo de este apartado.

No obstante la diferencia en cuanto a los tratamientos doctrinales del principio de legalidad,


importante es recalcar que no es suficiente establecer un principio de legalidad meramente

determinación certeza o taxatividad, por el cual se supone la existencia de un texto escrito


formulado con precisión. Supone que el aspecto de seguridad jurídica del principio de legalidad
se vería conculcado si se utilizan fórmulas vagas, imprecisas o indeterminadas en la descripción
de la conducta típica, o en la definición de los límites de sus consecuencias jurídicas; pues
además ello acaba significando dejar en manos del juez la precisión de los límites, vulnerando así
la exclusividad del legislativo en esta materia. Luzón Peña, D. Curso de Derecho Penal. Parte
General. Editorial Universitas S.A. Madrid, 1996 (p.136)
18
Las razones fundamentales para efectuar esta diferenciación se pueden resumir en las tres
siguientes. 1º De esta manera se pone de manifiesto los estadios temporales en el desarrollo del
principio de legalidad, situándose primeramente la exigencia al legislador de definir de forma
clara y comprensible los elementos del tipo, y en segundo lugar, la sumisión, o mejor dicho, el
punto de partida imprescindible a la hora de interpretar y aplicar el juez estos tipos ya
configurados. 2º Obrando de esta manera se pone de manifiesto la escala jerárquica entre ambas
exigencias, que no es otra que la superioridad de la exigencia de certeza impuesta al legislador, lo
que se conforma al sistema político, donde la ley es la expresión de la voluntad popular. 3º Por
una ratio de garantía, la fundamentación política-democrática-representativa del principio de
legalidad hace necesaria la separación de ambas exigencias. Fernández Cruz, J.A. “La naturaleza
y contenido del mandato de lex certa en la doctrina del Tribunal Constitucional español” Revista
de derecho. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad Austral de Chile. Volumen
IX. Diciembre, 1998 (pp.145 y ss)

11
formal, en el sentido de exigencia de ley que establezca y sancione conductas. No es dable
suponer que con sólo esa exigencia se satisfaga los principios fundamentales de un Estado de
Derecho. Para constatar esta afirmación, sólo baste pensar en las consecuencias que de una
aplicación del nullum crimen nulla poena sine lege en forma estricta nos resultarían, como por
ejemplo, sancionando en el Código Penal de la siguiente manera el homicidio: “Cuando una
persona resulta muerta hay homicidio, y el juez aplicara una pena”. Formalmente se respeta el
principio de legalidad, toda vez que la norma incriminatoria es una ley emanada del poder
legislativo. Además, al no hacer mención expresa del ámbito de validez temporal, rige desde su
publicación, por lo que carecerá de efecto retroactivo. Por último, está establecida su penalidad,
de manera que tenemos tanto un delito como una pena con base y fundamentación legal. Sin
embargo esto no es suficiente para satisfacer todas las exigencias del Derecho Penal. Esto porque
no existe un grado de determinación suficiente que nos permita saber a ciencia cierta cuál o
cuáles son las conductas que van a ser sancionadas penalmente, toda vez que un precepto de tal
naturaleza no da ninguna luz respecto del medio de comisión idóneo, o quien es el sujeto activo,
o algún elemento subjetivo. Por esto la insistencia casi “majadera” en el transcurso de este
trabajo, de reafirmar el aspecto sustancial y garantista de nuestro postulado de legalidad, pues
esto no será infértil a la hora de enfrentarnos específicamente a la regulación que del delito
imprudente ha hecho el legislador chileno.

A manera de conclusión, podemos señalar enfáticamente que la formulación latina “nullum


crimen, nulla poena sine lege praveia, scripta et stricta o certa” constituirá la completación de
la fórmula inicial de Feuerbach, significando lo siguiente:

“No hay delito, ni puede imponerse pena alguna, sin que exista una ley de la República que los
establezca en forma previa a los hechos señalados precisamente en su normativa y que son objeto
de punición”.

1.3) Relaciones con el tipo penal


En cuanto a la relación existente entre el principio de legalidad y el tipo penal, debemos
necesariamente partir por señalar que el principio de legalidad es un postulado. Consiste en una
aspiración guiada por una inconmensurable necesidad de seguridad jurídica. Sin embargo, como
todo principio, requiere de un desarrollo que lo haga apreciable, de manera tal que no sea sólo
una mera proclamación. Es por estas consideraciones que el concepto de tipo penal es
fundamental, ya que siendo éste la descripción legal del hecho punible, se viene a constituir en la
concreción dogmática del nullum crimen sine lege, pasando a ser el vehículo que transporta todas
las garantías derivadas de este apotegma.

Fue Ernst Beling en sus obras Die Lehre vom Verbrechen(1906) y en la tercera edición de su
Grundzüge des Strarechts (1905) el autor que introdujo la tipicidad como categoría autónoma en

12
la definición general de delito e inició, de este modo, la moderna teoría del tipo. “La postura
iniciada por Beling respecto del tipo, podemos escindirla en dos posiciones; la primera no
distingue entre tipo legal y tipo del delito, empleando ambos términos con idéntica significación,
por lo que el tipo era un concepto neutral, ajeno a toda valoración, por lo que comprenderá sólo
los elementos objetivos.

La segunda deriva de la revisión de la teoría en 1930, lo que le permitió distinguir entre tipo
rector o tipo legal y el tipo del delito19, que hasta entonces se empleaban como sinónimos, el
motivo determinante fue asegurar la necesaria congruencia entre el tipo del injusto y el tipo de
culpabilidad, cuya congruencia no se deducía con la necesidad lógica en su construcción de 1906,
es indudable que el carácter delictivo de una acción no podría afirmarse, sino, a condición de que
el tipo de culpabilidad fuera congruente con el tipo delictivo del injusto” 20. Como puede
observarse, en su primera etapa el tipo fue considerado sólo como una mera descripción objetiva
de una conducta determinada.21 Esto fue duramente criticado por los finalistas, toda vez que
desde siempre se le ha reconocido a la conducta criminal una naturaleza compleja, lo que
obviamente repercute en una diferente comprensión de la acción. Toda conducta humana esta
orientada por un fin determinado, lo que lleva necesariamente a que se considere la intención
como integrante de la acción, y por lo tanto del tipo legal. 22 Por lo tanto el tipo penal no puede ser
19
Beling destaca que para el legislador la creación de los tipos de delito no es un mero juego
caprichoso, sino que aquél realiza una valoración en un doble sentido: por un lado, selecciona el
injusto culpable teniendo en cuanta si es de tal modo antijurídico y culpable que resulta oportuna
una pena; por otro lado, dentro del ámbito de lo typische, en la configuración de los Typen el
legislador establece una escala valorativa. Por esta razón, Beling señala que los tipos de delito
son imágenes normativas (Normativgebilde), tan normativas como el injusto y la culpabilidad, en
cuyo dominio se encuentran situados. El tipo legal, por otra parte, es la imagen rectora del tipo de
delito, la imagen conceptual a la que se refieren los distintos elementos del tipo de delito.
Cardenal Motraveta, S. El tipo penal en Beling y los neokantianos. Universitat de Barcelona.
Barcelona, 2002 (p.237)
20
Plascencia Villanueva, R. Teoría del Delito. Universidad Nacional Autónoma de México.
México, 2000 (p.91)
21
Esta concepción fue criticada porque dividía de manera arbitraria y radical el delito en dos
partes contrapuestas. La tipicidad y la antijuricidad no pueden ser, en realidad, caracterizadas sin
considerar ciertos elementos subjetivos. Por ejemplo, el despojo de la posesión, sólo puede ser
descrito cabalmente con la ayuda del fin de apoderamiento que debe inspirar al usurpador. La
antijuricidad de un comportamiento tampoco puede ser determinada sin tener en cuenta bajo qué
impulso actuó el agente (por ejemplo, ánimo de defenderse). Hurtado Pozo, J. Nociones Básicas
de Derecho Penal de Guatemala. Parte General. Guatemala, 2000 (p.120)
22
Por esta razón, los finalistas distinguen, de un lado, el tipo legal objetivo (referido a la acción,
resultado, sujetos activo y pasivo) y, del otro, el tipo legal subjetivo (referido al dolo, móviles).

13
considerado como algo puramente objetivo, “se trata mas bien de una entidad normativa
conformada por elementos de índole tanto material como axiológica”.23

Siguiendo con la relación entre el principio de legalidad y el tipo penal, hay que dejar en claro
que para que se pueda sancionar penalmente a una persona por la realización de una conducta
atentatoria de un determinado bien jurídico, es necesaria la existencia de un precepto legal que
contemple dicha circunstancia, así como que cumpla con el presupuesto de que el sujeto tenga
conocimiento de la conducta prohibida. Ahora bien, la delimitación de las conductas que van a
ser consideradas delito y que por lo tanto van a ser sancionadas como tales se logra a través del
denominado tipo penal. “Tipo es, por tanto, la descripción de la conducta prohibida que lleva a
cabo el legislador en el supuesto de hecho de una norma penal” 24. Y se alude al legislador porque
justamente es éste y no otro poder del Estado el que tiene el monopolio de la creación de delitos,
conforme al principio de legalidad en su faz de reserva. Obsérvese aquí ya una primera conexión
existente entre el nullum crimen nulla poena sine lege y el tipo penal.

Siguiendo la idea anterior, el tipo penal se deduce exclusivamente del principio de legalidad, y
tiene como misión principal la de llevar a cabo las garantías mencionadas, aspecto que ha sido
llamado, función de garantía del tipo25. Esta consiste básicamente en que no sólo se satisface el
principio de legalidad señalando la ley cual es el delito, sino que la conducta prohibida debe ser
descrita exactamente, o sea, precisando todas sus circunstancias en el texto respectivo. En
palabras del maestro Claus Roxin “sólo un Derecho penal en el que la conducta prohibida sea
descrita exactamente mediante tipos se adecua por completo al principio nullum crimen sine
lege”26. Es de vital importancia por tanto, que el tipo penal esté redactado de tal forma que no
quede duda alguna de cual es la conducta que ha sido objeto de punición por parte del Estado.

Además de la de garantía, otras funciones son asignadas al tipo penal, tales como la función
sistemática, la función motivadora, e incluso una función relativa al error 27. Esta última tiene por
23
Hurtado Pozo, J. Nociones Básicas de Derecho Penal de Guatemala. op. cit., (p.120)
24
Muñoz Conde, F. Teoría General del Delito. Editorial Tirant Lo Blanch, 1991 (p.48)
25
La función de garantía se sintetiza en la fórmula belingniana: Keine Verbrechen ohne
Tatbestand. La traducción literal de esta frase es punto menos que imposible. De una manera
aproximada significa lo siguiente: “No hay delito sin una descripción (legal) de aquello en que el
hecho esencialmente consiste”. Cury Urzúa, E. Derecho Penal. Parte General. Editorial Jurídica.
Santiago, 1992 (p.230)
26
Roxin, C. Derecho Penal. Parte General. Tomo I. Fundamentos. La estructura de la teoría del
delito. Editorial Civitas S.A. Madrid, 1997 (p.277)
27
Se ha preferido tocar sólo el tema referente a la función de garantía del tipo penal, sobre la base
de dos consideraciones: 1) Es éste aspecto el que más interesa para el objeto de esta investigación
y, 2) Por motivos de extensión es preferible obrar en este sentido, ya que no obstante existir
conformidad entre los autores respecto a esta triple función, surge la problemática referente a la

14
fin la exclusión de la responsabilidad penal, al configurar el error una causa de atipicidad. Sin
embargo, es precisamente en la función de garantía en donde se puede apreciar de manera más
latente la conexión que existe entre los postulados de legalidad y el tipo penal.

Mario Garrido Montt señala, a propósito de la función de garantía del tipo, que es posible
arrancar tres consecuencias en relación a la tipicidad:

De los múltiples comportamientos antijurídicos que pueden existir, sólo constituyen delitos
aquellos que están expresamente descritos por una ley penal. Los restantes, aunque sean
contrarios al derecho, no constituyen delito; en consecuencia, la función del tipo penal es
seleccionar entre los comportamientos injustos aquel que constituirá delito.

El Estado puede imponer sanción penal exclusivamente a la conducta que se encuentra descrita
en un tipo penal; si la actividad de una persona no calza en esas descripciones, por perjudicial que
sea y a pesar de ser antijurídica, no puede ser castigada penalmente.

El tipo penal tiene una función motivadora preventiva en relación a los miembros de la sociedad;
al señalarles cuales son los comportamientos prohibidos, los induce a abstenerse de realizarlos28.

A nuestro entender, todos estos aspectos están ligados de manera tal que no es posible concebir
uno desvinculado de otro. Esto se puede demostrar efectuando un análisis en cadena. Si dejamos
en claro que la primera condición para que exista un delito es que exista una descripción expresa
en la ley, comprensiva de todos los supuestos necesarios para imponer una pena, y que no se
castigarán por el Estado aquellos comportamientos que no encuadren en dicha descripción,
tenemos que a falta de cualquiera de ellos no puede conseguirse una función motivadora al menos
en un sentido claro, opuesto a una oscuridad que llene de vaguedades nuestro sistema. Si no
existe una descripción precisa, clara, es posible en función de tal ambigüedad que el Estado,
representado por los jueces, penen conductas basadas en un arbitrio totalmente opuesto todo lo
dicho hasta el momento. Si es así, se rompe el sistema de confianza en la ley penal, creándose un
clima propicio para derrocar al principio de seguridad jurídica. Por ejemplo, si en el día de
mañana se establece en una norma penal que los delitos informáticos serán penados con presidio
mayor, sin ninguna consideración mas, tendríamos como resultado una inflación sancionadora,
basada en el gran espacio de discrecionalidad, que no produciría otro efecto que el de conducir a
un abandono progresivo de los medios informáticos, o al menos, a un uso restringidísimo, basado
en el desconocimiento de si al actuar se está infringiendo o no la norma penal. Esto por supuesto
coarta la libertad de las personas, y no se comparece con el principio de mínima intervención del
Derecho Penal.
eventual posibilidad de unificar todos estos aspectos en uno solo.
28
Recuérdese en este punto la vinculación que hace Feuerbach entre el principio de legalidad y su
teoría de la coacción sicológica.

15
1.4) El principio de legalidad en el ordenamiento jurídico chileno
“El principio de reserva, que representa la protección más efectiva de los derechos humanos y un
freno a las extralimitaciones del poder publico, tiene fundamento político y por su trascendencia
ha sido elevado al rango de garantía constitucional”. 29 Dicha consagración la encontramos ya en
la Constitución Política de 1925, que en su artículo 11 consagraba el nullum crimen nulla poena
sine lege en los siguientes términos: “Nadie puede ser condenado, si no es juzgado legalmente y
en virtud de una ley promulgada antes del hecho sobre que recae el juicio”.

En la Constitución Política de la República de 1980 está consagrado en los incisos 7º y 8º del


número 3º del artículo 19, cuyo tenor es el siguiente: “Ningún delito se castigará con otra pena
que la que señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración, a menos que una
nueva ley favorezca al afectado”; y “Ninguna ley podrá establecer penas sin que la conducta
que se sanciona esté expresamente descrita en ella”.

Dos observaciones se pueden hacer respecto de la normativa actualmente vigente en comparación


a la de la Constitución de 1925, y que se refiere, por un lado, al alcance del principio de
irretroactividad de la ley penal, y por otro, a la consagración del tipo garantía.

- Irretroactividad de la ley penal: La ley que establece los tipos penales y fija su penalidad sólo
puede disponer para lo futuro y no tendrá efecto retroactivo. Este principio lo contempló el
artículo 11 de la Constitución de 1925 al señalar que “nadie puede ser condenado, si no... en
virtud de una ley promulgada antes del hecho sobre que recae el juicio”. De esta disposición se
dedujo que una norma con rango legal debía describir el hecho y que para ser condenado por la
conducta descrita, la ley que la contenía debía estar dictada con anterioridad al hecho concreto.
Esto es lo que se denominó irretroactividad de la ley penal. La Constitución de 1980 innovó al
respecto formulando únicamente la irretroactividad de la pena, en el inciso séptimo del número 3º
del artículo 19 (ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una ley promulgada con
anterioridad a su perpetración...) No obstante esto, de todas maneras resultaría contrario al
ordenamiento constitucional, por infringir la norma contemplada en el inciso segundo del artículo
5º de la Ley Fundamental, cualquier intento por alterar actualmente el tipo penal, manteniendo la
pena establecida, por cuanto la Declaración Universal de Derechos Humanos, ratificada por
Chile, dispone en su artículo XI inciso segundo, “nadie será condenado por actos u omisiones
que, en el momento en que fueron cometidos, no hayan sido delito según el derecho nacional e
internacional”, agregando luego el principio de la irretroactividad de la pena: “tampoco será
impuesta penalidad más grave que la aplicable en el momento en que fue cometido el delito”30.

29
Labatut Glena, G. Derecho Penal. Tomo I. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, 2000. (p.39)
30
Muñoz Gajardo, S. “La Técnica Legislativa y la Ley Penal”. Gaceta Jurídica. Año 1996.
Septiembre Nº195 (pp.20-21)

16
- Tipo garantía: Es en este punto donde resulta evidente la superioridad de la norma actualmente
vigente, toda vez que no sólo se reconoce a la ley como la fuente exclusiva de los delitos, sino
que además se consagra el principio de tipicidad y se acoge por tanto en nuestro sistema el tipo
garantía, al señalar que ninguna ley podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona
esté expresamente descrita en ella31. Por lo tanto la ley debe efectuar una descripción específica
de los hechos punibles y de las penas aplicables, aspecto de vital importancia, ya que de esta
manera se lleva a cabo la función de garantía de la ley penal. Sólo conociéndose de manera
detallada cuáles son las conductas sancionadas penalmente se logra demarcar claramente los
espacios de libertad del ciudadano.

Como lo hace notar don Alfredo Etcheverry, una consecuencia vital se produce por la
consagración del principio de legalidad en materia penal con rango constitucional, y es que en
función de este sistema se elimina la posibilidad de que en virtud de un ley posterior de simple
rango se derogue tal fundamental postulado. Con esto se da estabilidad al sistema, y se abre la vía
para que no prosperen leyes penales que no cumplan los requisitos exigidos
constitucionalmente32.

Aparte de la normativa constitucional antes transcripta, tenemos que este principio se repite en
normas simplemente legales, tales como el artículo 18 del Código Penal y el artículo 1 del mismo
código. Este último define lo que es el delito, disponiendo que: “Es delito toda acción u omisión
voluntaria penada por la ley”, con lo que se consagra la legalidad de la pena.

Por su parte el artículo 18 establece que: “Ningún delito se castigará con otra pena que la que le
señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración”, con lo que se repite la
irretroactividad de la ley penal.

Las normas antes señaladas, tanto constitucionales como simplemente legales pueden
considerarse la base sobre la cual se estructura nuestro ordenamiento penal, como un sistema
cuya única y exclusiva fuente es la ley y en el que se encuentran presentes las garantías propias
del principio de legalidad, de manera tal que las notas particulares de nuestro sistema pueden ser
las siguientes:

Solamente la ley puede crear delitos y establecer sus penas. (principio de legalidad en sentido
estricto)

La ley penal no puede crear delitos y penas con posterioridad a los hechos incriminados y
sancionar estos en virtud de dichas disposiciones (principio de irretroactividad)

31
Cury Urzúa, E. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (pp.264-265)
32
Etcheverry, A. Derecho Penal Parte General. Tomo I. Editorial Jurídica de Chile. Santiago,
1998 (p.76)

17
La ley penal, al crear delitos y penas, debe referirse directamente a los hechos que constituyen
aquellos y a la naturaleza y límites de éstas (principio de tipicidad)

18
CAPITULO II

1. TAXATIVIDAD Y TIPO PENAL


Ya se dejó establecido que las consecuencias que se derivan del principio de legalidad son
variadas, y que difieren de acuerdo al autor que se estudie. No obstante esto, es importante
recalcar que en todas las posiciones estudiadas existen elementos que en el fondo son
concordantes. Uno de estos es la exigencia de taxatividad, o como lo llama Santiago Mir Puig,
mandato de determinación.

En virtud del principio de taxatividad o de determinación en la descripción legal del tipo “se
exige que la ley determine de forma suficientemente diferenciada las distintas conductas punibles
y las penas que pueden acarrear. Constituye este un aspecto material del principio de legalidad
que trata de evitar la burla del significado de seguridad y garantía de dicho principio, burla que
tendría lugar si la ley penal previa se limitase a utilizar cláusulas generales absolutamente
indeterminadas”33.

Ahora bien, esta exigencia sólo es constatable de forma material, a través del estudio
pormenorizado de cada uno de los tipos recogidos en un Código Penal, que serán los que
efectivamente pondrán a la ley el cumplimiento o no de esta garantía 34. Esto obedece a una
sencilla razón: el tipo penal es la descripción de las conductas constitutivas de delito efectuada
por la ley, por lo que, si se quiere determinar, si se cumplen o no con las garantías materiales del
principio de legalidad, es preciso analizar el vehículo de expresión de tales garantías, que es nada
mas ni nada menos que el tipo penal. Ya lo decía Beling, si no hay delito sin una ley que lo
establezca, mucho menos puede haber un delito sin un tipo penal35.

Reinhart Maurach señala en este sentido, que el hecho de fijar una amenaza de pena en la ley no
es suficiente para lograr la función garantizadora de la ley penal, sino que es esencial el modo en
que se fija legalmente. Por tanto, la amenaza de pena debe ser expresa y tan precisa que el
ciudadano, como destinatario de la norma pueda prever la conducta que el legislador haya

33
Mir Puig, S. Derecho Penal Parte General. op. cit., (p.78)
34
Quintero Olivares, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.47)
35
“Puesto que no hay delito sin un tipo legal, claramente formulado, es posible, en el sentir de
Beling, llevar mas allá el principio nullum crimen sine lege, diciendo no hay delito sin tipicidad”.
Jiménez de Asúa. L. Tratado de Derecho Penal.Tomo II. op. cit., (p.382)

19
penalizado. La exigencia de la determinación del tipo se dirige al legislador y constituye un hilo
conductor para la técnica legislativa.36.

1.1) ¿Quebrantamiento de la taxatividad? Solución del problema


Los autores mencionan variados supuestos que importarían un menoscabo, o al menos, un
peligro, para el principio de legalidad. Nosotros los resumimos fundamentalmente en 3:

Razones de lenguaje

Para algunos autores, esta aspiración de precisión de los tipos penales, es nada más que un mero
ideal. El argumento principal es de lenguaje. Así, Enrique Cury señala que los progresos de la
lingüística y de las ciencias de la comunicación, han evidenciado que la exigencia de
determinación concebida de esa manera es una utopía. El lenguaje no es, ni puede ser, un
instrumento con la precisión necesaria para realizarla. No hay ninguna posibilidad de que los
tipos tracen descripciones en las que los hechos puedan subsumirse como en un instrumento de
medición matemático. Configuran más bien moldes relativamente toscos37. En igual sentido se
pronuncia José Hurtado Pozo, al señalar que “exigir una total claridad y certeza de la ley significa
no tener presente, en primer lugar, que el lenguaje no es un instrumento exacto que permita
reproducir con fidelidad la realidad de lo que se habla. En segundo lugar, no se tiene en cuenta la
peculiar naturaleza de las normas jurídicas que no son sino fórmulas generales, elaboradas a
través de un complicado proceso de abstracción y concreción. Estas normas permiten reconocer
con relativa facilidad los casos concretos típicos, pero están circundadas por una considerable
zona de penumbra en la que tienen cabida los casos dudosos 38. Ambas posiciones no son mas que
una particularización de la teoría de la norma de Herbert Hart al derecho penal. Sin embargo,
creemos que pensar así y abandonar de tal manera la búsqueda de la determinación es un camino
errado. Lo anterior, porque a medida que se va abandonado esta taxatividad, se va aumentando el
espacio abarcado por la norma (espacio que además va adquiriendo progresivamente límites más
difusos) y se invade de manera poco elegante los ámbitos de libertad de las personas. Con esto se
pasa inadvertidamente de un derecho penal de mínima intervención a un sistema de mínima
intervención sólo formal. Si se dice que la imposibilidad de determinación obedece a cuestiones
de lenguaje, pues hay que buscar en el propio lenguaje un punto de solución, el que podría venir
dado por el abandono progresivo de términos normativos, para reemplazarlos por términos
descriptivos. Winfried Hassemer se pronuncia latamente sobre la vinculación del juez a la ley, y
acerca de las particularidades propias del lenguaje normativo, sosteniendo que es posible lograr
un lenguaje ciertamente claro. En este sentido señala que “si los juristas no saben ya por donde
36
Maurach, R.-Heinz, Z. Derecho Penal Parte General. Editorial Astrea. Buenos Aires, 1994
(p.158)
37
Cury Urzúa, E. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.272)
38
Hurtado Pozo, J. Nociones Básicas de Derecho Penal de Guatemala. op. cit., (p.59)

20
van las líneas ideales entre precisión y flexibilidad, los teóricos del derecho si saben, por lo
menos, algo más concreto sobre las clases de lenguaje legal impreciso, es decir, sobre los tipos
equívocos. A largo plazo quizá sea posible mejorar con este conocimiento el trabajo legislativo y
llevar las posibilidades de vinculación judicial (aunque actualmente los signos parece que
apuntan mas hacia atrás que hacia delante). A corto plazo es posible comprender de un modo mas
preciso y completo los problemas del lenguaje legal, de la comprensión legal y de vinculación del
juez a la ley”39.

b) Uso de cláusulas generales y conceptos normativos

Prácticamente la totalidad de la doctrina señala que con el uso de estas dos técnicas de
tipificación se corre el riesgo de infringir el principio de legalidad.

Las cláusulas generales entrañan cierto peligro para la seguridad jurídica, al dar cabida a una
interpretación multívoca40. Estas, eliminan las diferencias materiales, entre los factores típicos de
cada grupo de casos, y anulan la función garantizadora de la ley penal. El ámbito de lo punible
queda difuminado, y –en este supuesto- de poco sirve la exigencia formal de ley previa, y así su
contenido no permite distinguir, con seguridad, lo delictual, de lo que no lo es. De esta manera,
(con las “cláusulas generales) se lesiona el principio o aforismo nullum crimen sine lege stricta41.

Los elementos normativos se caracterizan no por ser imprecisos, como ocurre en los casos
anteriores, sino por requerir otro procedimiento interpretativo, pues su significado no se averigua
con la mera lectura del texto legal, sino que exige ulteriores indagaciones en otras fuentes42.

Sin embargo, algunos autores afirman que no es posible el efectuar un abandono absoluto
de tales cláusulas o de los conceptos normativos, sino que es necesario encontrar un justo
equilibrio. En este sentido se pronuncia Günther Jakobs: “La ley no puede renunciar a cláusulas
que se adapten elásticamente a los cambios del orden social, permitiendo tener en cuenta
peculiaridades del supuesto concreto. No obstante, a través de estas cláusulas generales la ley no
puede convertirse en una norma en blanco que remita a su vez a las normas necesarias para la
convivencia, sino que ella misma tiene que indicar que elementos (bienes, instituciones) pretende
proteger43.

39
Hassemer, W. Fundamentos del Derecho Penal. Editorial Bosch. Barcelona, 1984 (p.224)
40
Quintero Olivares, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p. 52)
41
Márquez Piñero, R. El Tipo Penal. Algunas consideraciones en torno al mismo. Universidad
Nacional Autónoma de México. México, 1986 (p.137)
42
Quintero Olivares, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p. 52)
43
Jakobs, G. Derecho Penal Parte General. Fundamentos y Teoría de la Imputación. Editorial
Marcial Pons S.A. Madrid 1997 (p.95 )

21
En el mismo sentido se pronuncia Quintero, referente a los conceptos normativos, al señalar que
“lógicamente, los elementos normativos, son necesarios en la técnica de las leyes penales, aunque
no es deseable que se abuse de ellos”44.

c)Formulación de tipos abiertos

Welzel fue quien acuñó la expresión de tipos abiertos, que para él constituyen una
restricción al principio de determinabilidad legal de la punibilidad, en cuanto sólo parte del tipo
esta legalmente descrito y en el resto es necesario su complementación a través del juez. Es decir,
que la situación es semejante a las leyes penales en blanco, sólo que respecto de la materia
prohibida no hay una complementación mediante una regla jurídica de inferior categoría (o bien,
de tipo diferente al exigido), sino que a través de la jurisprudencia, que no es ni siquiera fuente
del derecho45. Estos tipos abiertos se oponen a los tipos cerrados, que “son aquellos que resultan
suficientes en todos y cada uno de sus elementos por sí mismos”46.

“Todo tipo abierto supone una sensible limitación del principio de legalidad. Por eso su
número debe ser reducido exclusivamente a aquellos supuestos en los que la propia naturaleza de
las cosas impide determinar legalmente a priori todas las características del comportamiento
prohibido”47. Por lo tanto, la justificación de los tipos abiertos respecto del principio de legalidad
vendría dada por la naturaleza de las cosas, es decir, por la naturaleza misma de las conductas
descritas en el tipo legal.

1.2) El tipo imprudente no supone una infracción al principio de taxatividad


Es en los tipos abiertos donde situamos al delito imprudente 48, toda vez que éste se ha expresado
de esta manera en los diversos ordenamientos jurídicos. La razón de lo anterior radica en que “el

44
Quintero Olivares, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p. 52)
45
Bustos Ramírez, J. Manual de Derecho Penal. Parte General. Editorial Ariel S.A. Barcelona,
1989 (p.67)
46
Plascencia Villanueva, R. Teoría del Delito. op. cit., (p.101)
47
Rodríguez Mourullo, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.286.)
48
Aunque la mayoría de la doctrina estima que los tipos imprudentes son tipos abiertos, Jakobs
opina en sentido contrario. “Los tipos de los delitos imprudentes no son tipos abiertos, y ni
siquiera están menos determinados que los dolosos. Tanto en el delito doloso como en el
imprudente el autor debe deducir la prohibición del comportamiento causante en concreto a partir
de la prohibición de causar (ej.: Homicidio, la prohibición de matar a golpes o de envenenar).
Hay tantas modalidades de actuar imprudentemente como de actuar doloso, y este
empaquetamiento de lo imprudente en el concepto de lo contrario a cuidado no da por resultado
ninguna precisión de lo prohibido que vaya mas allá de lo que hay que mencionar de todos
modos, es decir, mas allá de la cognoscibilidad de un riesgo ya no permitido.

22
legislador no puede referirse sino en forma general a la imprudencia o negligencia y a lo más
señalar grados (temeraria, simple), pero sin especificar el contenido de la materia de prohibición,
esto es, en que consiste en cada caso la falta de cuidado49, la cual es complementada por el
juez”50.

A decir de Rodríguez Mourullo, estos tipos abiertos serían portadores de elementos normativos o
cláusulas generales51, y ya dejamos establecido, que tanto los elementos o conceptos normativos,
como las cláusulas generales no importan necesariamente una contradicción con el principio de
legalidad. Además, y por si lo anterior no resulta del todo satisfactorio, presentamos una
justificación especial tratándose del tipo abierto. Estimamos, por último, que con especial fuerza
se hace aplicable el argumento de lenguaje tratándose de estos tipos, por la complejidad misma
de la materia regulada. Estas consideraciones pueden estimarse como una primera línea de
argumentación - basada en fundamentos de orden general aplicables en principio a cualquier tipo
abierto- a la hora de afirmar la conformidad del tipo imprudente al principio de legalidad en su
derivado de taxatividad.

Sin embargo, para dotar de fuerza a esta afirmación, hemos querido presentar dos grupos de
argumentos, que son específicamente aplicables al tipo imprudente, y que dicen relación, por un
lado, con fundamentos basados en las necesidades propias derivadas de la naturaleza del tipo, y
por otro, con fundamentos de carácter netamente dogmáticos:

Necesidad derivada de la naturaleza del tipo

Zaffaroni clarifica esta situación de la siguiente forma. Señala que hay casos en que el tipo no
individualiza totalmente la conducta prohibida, sino que exige que el juez lo haga, para lo cual
habrá que acudir a pautas o reglas generales, que están fuera del tipo penal. Cuando en el
homicidio culposo se señala que “será reprimido... el que por imprudencia, negligencia, impericia
en su arte o profesión o inobservancia de los reglamentos o deberes a su cargo, causare a otro la
muerte”, esta exigiéndole al juez que frente al caso concreto determine cual era el deber de
cuidado que tenía a su cargo el autor y, en función del mismo, “cierre” el tipo, pasando después a
averiguar si la conducta concreta es típica de ese modo “cerrado” por el juez mediante una norma
general de cuidado que tuvo que “traer” al tipo de otro lado (a veces de otras partes del mismo
ordenamiento jurídico y a veces de pautas éticas, cuando no se trata de una actividad
reglamentada –encender fósforos, hachar árboles, correr por una acera, subir a una escalera, etc.).
Esta situación no debe considerarse transgresora del principio de legalidad, porque el número de

49
“Muchas veces ese cuidado no estará taxativa y legalmente descrito, aunque a veces así sea (...)
y entonces el juzgador tendrá que determinar los límites de ese deber. Quintero Olivares, G.
Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.352)
50
Bustos Ramírez, J. Manual de Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.76)
51
Rodríguez Mourullo, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.286)

23
variables de conductas que por violar un deber de cuidado pueden causar la muerte a alguien, es
inimaginable, siendo, por ende, imprevisibles para el legislador, por extremado que fuere el
empeño puesto en la fajina de elaboración del tipo52.

Nos adherimos absolutamente a esta posición, porque, es de suyo obvio que es imposible
prever todas las formas en que, por ejemplo, se puede causar a otro la muerte imprudentemente.
Es más, se hace totalmente necesario el incluir fórmulas normativas denotadoras de la
imprudencia, porque ¿de qué otra manera se podría construir un tipo imprudente? En el caso del
delito doloso no hay gran problema, por la coincidencia que existe entre los planos objetivo u
subjetivo del delito. ¿Pero cómo tipificar a un delito consistente en una infracción a un deber de
cuidado sin utilizar estas fórmulas normativas que deben ser llenadas por el juez? Tomemos por
ejemplo la imprudencia temeraria del artículo 490 del Código Penal. Según Mario Garrido Montt
ésta consiste en la “omisión de aquel cuidado que puede exigirse a las personas menos diligentes
al realizar una actividad creadora de riesgos; consiste en la inobservancia de la diligencia más
elemental, y se equipararía al concepto civil de culpa lata, no observar lo que en el caso concreto
hubiere resultado evidente a cualquiera”53. Sería difícil creer que todo lo que importa obrar
imprudentemente pueda ser incorporado de modo satisfactorio al tipo penal.

Razones dogmáticas

b.1) El eminente maestro alemán Claus Roxin también se refiere a estos tipos penales
imprudentes, señalando que, no obstante que puede pensarse que son abiertos (de hecho los
señala como los más abiertos de la legislación), éstos no importarían un menoscabo al principio
de determinación, básicamente por dos razones:

b.1.1)Primero señala que no se necesita cuestionar la suficiente determinación o precisión legal,


pues los tipos imprudentes no exigen del ciudadano el conocimiento inalcanzable de
innumerables “tipos de riesgos” no escritos, sino sólo una evaluación del peligro que se
corresponde con las valoraciones legales; pero esto es por regla general plenamente posible para
el individuo, y el mismo se le facilita además mediante normas jurídicas, normas del tráfico, el
principio de confianza, estándares profesionales e instrucciones de administración, manejo y uso.
Por lo tanto, un profano podrá juzgar la mayoría de las veces con mayor competencia sobre la
cuestión de si una conducta es imprudente, que sobre los límites de la legitima defensa o del dolo.

b.1.2)Señala Roxin además, que se podría estimar que el tipo objetivo del delito imprudente sería
exactamente el mismo que el del correspondiente delito doloso (en el que sólo se añadiría el tipo
doloso). Siendo esto así, sería lógico pensar que en relación con la determinación de la ley no

52
Zaffaroni, E. Manual de Derecho Penal. Parte General. Ediciones Juridicas. Buenos Aires,
1990 (pp.374-375)
53
Garrido Montt, M. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (pp.172 y ss)

24
existe diferencia alguna entre delitos dolosos e imprudentes, y los reparos jurídicos
constitucionales estarían por tanto infundados54.

b.2)Juan Bustos Ramírez apunta que, no obstante ser tipos abiertos, no se altera la taxatividad o
determinabilidad, ya que en estos tipos se parte de un comportamiento que afecta un bien jurídico
(matar, herir, golpear o maltratar, etc.) y por otra parte, se señala el concepto básico a precisar,
que es el de culpa (imprudencia o negligencia), agregando al fin, que en el sistema penal
moderno se dan un gran conjunto de normas, ya sea formales o informales, que buscan
proporcionar elementos para su determinación.

2. TAXATIVIDAD Y APLICACION DEL TIPO PENAL


La exigencia de taxatividad es por una parte una manera de reafirmar el imperio de la ley, pero
por otra, un límite a la actividad judicial, ya que impide que el juez se torne en legislador al
interpretar analógicamente una ley penal. En este sentido, la analogía es someter bajo la norma
penal un hecho que queda fuera de ella, apelando a su sentido o a la semejanza 55. Por lo tanto, es
esta taxatividad la que determina el grado de vinculación del juez penal a la voluntad general
expresada en la ley, la que dependerá de si la obra legislativa representa una regulación taxativa,
y si se prohibe además la nueva creación del derecho por el juez y la completación de lagunas por
la praxis conforme a su sentido jurídico56.

Sin embargo, si se abandona la determinación o taxatividad, se produce un quiebre de dicha


vinculación, lo que es afirmado por la mayoría de la doctrina. Así, por ejemplo, Sergio Politoff
nos dice que “la interpretación de la norma legal y la subsunción de la situación de hecho a la
figura legal se hacen más difíciles en la medida en que el grado de abstracción de la ley es mayor,
y por ende, mayores las dificultades de su adaptación a la vida práctica del momento presente, a
cuyo servicio el juez dispone no sólo de la lógica formal y de la técnica legal, sino de toda la
información que le proporcione la ciencia en sus variadas formas”57.

Interesante es traer en este punto lo dicho por Claus Roxin a propósito de la interpretación y
prohibición de analogía, respecto de lo cual señala que un precepto penal sólo es determinado, en
el sentido de una claridad excluyente de dudas, mediante la interpretación judicial. Pues Roxin se
pregunta cómo se puede conciliar esta forma de entender la aplicación judicial del derecho con la
exigencia de estar determinada legalmente la punibilidad antes del hecho. Para zanjar esta
pregunta se hace eco de la doctrina dominante y señala que el legislador crea con el tenor literal

54
Roxin, C. Derecho Penal. Parte General. Tomo I. Fundamentos. La estructura de la teoría del
delito. op. cit., (pp.1021-1022)
55
Bustos Ramírez, J. Manual de Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.81)
56
Jescheck, H-H . Tratado de Derecho Penal. Parte General. Editorial Bosch, 1981 (p.173)
57
Politoff, S. Derecho Penal.Editorial Jurídica ConoSur. Santiago, 2000 (p.95)

25
de un precepto un marco de regulación que es rellenado y concretado por el juez. En este
respecto, el marco esta delimitado por el sentido literal posible en el lenguaje corriente del texto
de la ley. Mientras el juez efectúe la interpretación dentro de ese marco no existe problema. Sin
embargo, cuando se recurre a una interpretación que esté al margen del marco de la regulación
legal, o sea, una interpretación que ya no esté cubierta por el sentido literal posible de un precepto
penal, constituye una analogía fundamentadora de la pena, y por tanto, es inadmisible. Esta es
una consecuencia directa del principio de legalidad. El legislador sólo puede expresar con
palabras sus prescripciones; y lo que no se desprende de sus palabras, no está prescrito, no rige58.

Sin embargo, Roxin está consciente de que esta postura se aleja en cierta medida de la
total vinculación del juez a la ley, ya que dentro de dicho marco existe más de una posibilidad de
interpretación, pero esto se justificaría por:

La propia naturaleza de las cosas

El principio de vinculación ya se satisface teniendo en cuenta que el juez no es libre en la


interpretación, sino que está vinculado a las decisiones legales, y por encargo de esta misma ley
se limita a concretar, complementando la norma en la interpretación59.

Pero resulta que muchas veces no existe un sentido literal posible de un precepto penal, como en
el caso de la utilización de conceptos normativos y cláusulas generales, y, aunque “la propia
naturaleza de las cosas” imponga esta situación, debemos reconocer que no existiría, o al menos,
seria difícil distinguir una vinculación efectiva del juez a la ley.

En este punto hay que hacer una especial prevención ya en el ámbito específico del tipo
imprudente. Hemos establecido que el tipo imprudente sí se conforma al principio de legalidad en
su derivado de determinación o taxatividad. Lo anterior, no por razones de certeza y claridad,
sino más bien, por el reconocimiento de la imposibilidad de tipificar satisfactoriamente una
conducta de naturaleza tan compleja como la imprudencia. Para confirmar esto, baste con
recordar que no se afirma por la doctrina que los tipos imprudentes sean absolutamente
determinados y precisos. En realidad adolecen de imprecisión, la que aparece justificada por la
propia naturaleza de la conducta prohibida, reconociéndose eso sí, algunos elementos ubicados
fuera del tipo (normas, ya sea formales o informales, que buscan proporcionar elementos para la
determinación del cuidado debido, a decir de Bustos, o pautas éticas a decir de Zaffaroni), que
limitarían en cierta medida su ámbito de aplicación 60. Estas consideraciones son importantísimas,
ya que como se vio anteriormente, la vinculación del juez a la ley está en íntima relación con la
taxatividad, de tal manera que a menor taxatividad, menor vinculación del juez, y mayor ámbito
58
Roxin, C. Derecho Penal. Parte General. Tomo I. op. cit., (p.149)
59
Roxin, C. Derecho Penal. Parte General. Tomo I. op. cit., (p.150)
60
Luego, el problema esencial sigue residiendo en la construcción del tipo, situación que se
mantendrá mientras los esfuerzos técnicos legislativos no logren solucionar el estadio actual.

26
de discrecionalidad de éste. Ahora bien, este problema debemos trasladarlo del ámbito teórico
general desde el que se trató, al ámbito específico del Ordenamiento Jurídico Penal chileno, con
el objeto de saber a ciencia cierta, en primer lugar, si el tipo imprudente chileno se comparece
con el principio de legalidad y su derivado de taxatividad, y, en segundo lugar, si existen
parámetros objetivos a los cuales deba sujetarse el juez penal. Por ser materia de fundamental
importancia, se tratará en un título diferente, luego de analizar los temas correspondientes a los
sistemas de tipificación de la imprudencia - dentro del cual se verá el elegido por el legislador
chileno -, y la imprudencia misma.

27
CAPITULO III

1. TIPIFICACION DE LA IMPRUDENCIA
Al hablar de tipificación estamos refiriéndonos al proceso mediante el cual se describen las
conductas constitutivas de delito en un tipo legal determinado. O sea, por un lado está el delito
propiamente tal, y por otro, el tipo penal en el cual se expresa.

La elaboración de los tipos legales referentes a los delitos culposos presenta muchas dificultades.
En principio, resulta casi imposible, en consideración a la índole misma de los comportamientos
que se busca reprimir, describirlos de manera bastante completa y, por tanto, conforme a las
exigencias del principio de legalidad61.

Lo anterior, sumado a la libertad que tiene el legislador penal para tipificar todas las conductas
imprudentes que estime políticamente necesarias62, produce como consecuencia la existencia de
variados sistemas de incriminación de la imprudencia. Entre éstos se pueden señalar:

- Sistemas cerrados;

- Sistemas abiertos; y

- Sistemas intermedios;

1.1) Sistema cerrado


La técnica legal de número cerrado, o numerus clausus, consiste en establecer
expresamente en relación a cada tipo legal el comportamiento culposo respectivo, así por ejemplo
en el Código Penal Alemán. Esta técnica desde la perspectiva del principio de legalidad pareciera

61
Hurtado Pozo, J. Nociones Básicas de Derecho Penal de Guatemala. op. cit., (p.322)
62
Fernández Cruz, J.A. “El Delito Imprudente: La determinación de la diligencia debida en el
seno de las organizaciones”. Revista de Derecho. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.
Universidad Austral de Chile, Diciembre 2002, Pag.103

28
la más recomendable63, pues obliga al legislador a señalar en forma determinada y precisa qué
situaciones culposas estima punibles64.

Reyes Echandía, por su parte, señala que en este sistema el código respectivo se limita a describir
expresamente en su parte especial las conductas susceptibles de ser cometidas imprudentemente,
pero sin emitir concepto alguno sobre el fenómeno mismo de la culpa. Sin embargo, critícase esta
solución porque, aunque facilita la tarea del juez en el sentido de que los casos de culpa son
taxativos y por eso no generan confusión alguna, deja al arbitrio del legislador la creación misma
del delito culposo sin que exista un criterio jurídico sobre la naturaleza de dicho fenómeno, como
si ocurre con el dolo65.

La crítica anteriormente expuesta parece olvidar dos aspectos fundamentales en torno a la ley
penal: 1) Que dice relación con la creación misma del derecho penal, que única y exclusivamente
le atañe al legislador, basándose en el ya mencionadísimo principio de reserva y; 2) La
vinculación que tiene el juez a la ley penal, que es consecuencia directa del principio de legalidad
con su corolario de taxatividad.

También se critica este sistema por el peligro que encierra, ya que existe la posibilidad de que los
jueces penales, al verse impedidos de sancionar conductas imprudentes especialmente graves,
extiendan el ámbito del dolo para no dejarlas sin sanción 66. Sin embargo, el profesor José Angel
Fernández señala en torno a esta crítica, que “no es admisible que el legislador renuncie a
implantar principios informadores básicos del Derecho, como son los principios de seguridad
jurídica, mínima intervención y ultima ratio, debido a la sospecha de que en el futuro los jueces
no respetarán las decisiones del legislador o pervertirán las reglas generales de imputación. Si los

63
Puede citarse como ejemplo al sistema español, que reconoció la necesidad de acogerse a un
sistema numerus clausus. En el derecho penal español, los Código anteriores al de 1995 acogían
un sistema de incriminación abierta (numerus apertus) de la imprudencia, a través de la
previsión de cláusulas generales que, relacionadas con cada uno de los artículos que definían
delitos dolosos, permitían una punición general de la imprudencia. El Código Penal de 1995 da
un giro trascendental al sustituir el sistema de incriminación general de la imprudencia por el
sistema de tipificación cerrada y excepcional de la imprudencia, según el cual solamente se
castigan los hechos dolosos, salvo los casos en que expresamente se tipifica la comisión
imprudente. Así lo establece el art. 12: Las acciones u omisiones imprudentes sólo se castigarán
cuando expresamente lo disponga la Ley.
64
Bustos Ramírez, J. El Delito Culposo. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, 2002 (p.19)
65
Reyes Echandía, A. Culpabilidad. Editorial Temis. Bogotá, 1988 (p.103)
66
Feijoo Sánchez, B. “La imprudencia en el Código Penal de 1995 (cuestiones de lege data y de
lege ferenda)”. Cuadernos de Política Criminal. Num. 62/1997 Pag.318. Citado por Fernández
Cruz, J.A. “el delito imprudente... op. cit., (p.104)

29
órganos judiciales imputan a título de dolo hechos no conocidos por el autor, sencillamente se
estará infringiendo el principio de legalidad”67.

1.2) Sistema abierto

En este sistema, el código respectivo entrega un concepto sobre la culpa en su parte


general, sin embargo no señala en su parte especial cuales son las figuras delictivas que dan lugar
a comisión imprudente.

Se le anota como aspecto positivo la fijación de un criterio genérico sobre la institución jurídica
de la culpa, y como negativo el abandonar a la jurisprudencia la determinación concreta de los
hechos culposos68.

Respecto a esta fórmula de incriminación de la imprudencia, se señala que en realidad el


número abierto sólo lo es en principio, pues al analizar cada tipo legal respectivo resulta que
muchos no admiten la culpa, ya sea por contener elementos subjetivos del tipo legal
incompatibles con la culpa, como por ejemplo los de intención trascendente (hurto, estafa,
falsificación de moneda, etc.) o bien porque se exige expresamente dolo directo (castración,
mutilaciones, parricidio, etc.).

Este es un sistema diametralmente opuesto al anterior, ya que habiéndose conceptualizado


la imprudencia o culpa, no se señala en qué delitos cabe la comisión imprudente. Este sistema es
el que más recelo produce del punto de vista del principio de legalidad y taxatividad de los tipos
penales.

Diego Manuel Luzón Peña hace notar que tanto el sistema numerus clausus como el de
número abierto presentan ventajas y desventajas. En primer lugar, señala que el número abierto
en cuanto a los posibles delitos susceptibles de comisión imprudente genera una gran inseguridad
y divergencia de interpretación. Es por esto, que se suele considerar preferible el sistema de
numerus clausus de delitos imprudentes. Este favorece la seguridad jurídica, pero además tiene la
ventaja adicional de que, dada la menor gravedad –en desvalor subjetivo y objetivo de la acción-
de la imprudencia frente al dolo, permite adecuarse mejor a los principios de intervención
mínima, ultima ratio y carácter fragmentario del Derecho penal, y seleccionar política-
criminalmente las conductas imprudentes que por su peligrosidad, frecuencia de comisión y
carácter de los bienes jurídicos a que afecten se considere más conveniente prohibirlas
penalmente, separándolas de otras que sean meros ilícitos extrapenales. Sin embargo, el sistema
de numerus clausus tiene también el inconveniente de dejar posibles lagunas de punibilidad ante

67
Fernández Cruz, J.A. “el delito imprudente... op. cit., (p.105)
68
Reyes Echandía, A. Culpabilidad op. cit., (p.103)

30
conductas imprudentes que merecían estar penalmente tipificadas, esto cuando el legislador por
apresuramiento o insuficiente reflexión haya olvidado u omitido hacerlo (peligro en el que es más
fácil caer cuando se pasa del numerus apertus al numerus clausus)69.

1.3) Sistema intermedio


Este sistema se caracteriza principalmente por no circunscribirse en forma absoluta a
alguno de los sistemas anteriores, sino que presenta una mixtura con ambos sistemas.

Puede revestir las siguientes modalidades:

Códigos que dan un concepto amplio de la culpa, no en la parte general, sino que en la especial,
abandonando a la doctrina y jurisprudencia la determinación de las figuras que se acomoden a
tales directrices.

Códigos que en la parte general consagran un concepto de la imprudencia, y en la parte especial


los tipos que admiten la modalidad imprudente. Reyes Echandía señala que “es el sistema más
aconsejable porque templa el rigorismo o la excesiva amplitud de los anteriores, dado que no
solamente el legislador indica un criterio general sobre el fenómeno de la culpa –con lo que
permite la conveniente unidad doctrinal y jurisprudencial sobre esta materia- sino que describe
los comportamientos humanos que admiten esta especie de culpabilidad; de esta manera queda
completamente a salvo el principio de legalidad de los delitos y de las penas”70.

Códigos que no definen la imprudencia en ninguna de sus partes, pero que señalan en general que
los hechos culposos se sancionaran en aquellos casos taxativamente indicados.

Sistemas como el chileno, que contiene numerus clausus respecto de ciertos delitos, pero que
contienen una o más cláusulas generales que afectan a determinados grupos de delitos.

2. SISTEMA CHILENO DE TIPIFICACION DE LA


IMPRUDENCIA
La fórmula elegida por el legislador penal chileno no se circunscribe, exactamente, a un sistema
cerrado o a uno abierto. Se caracteriza esencialmente por ser mixto o intermedio. Lo anterior,
porque en la parte general, en el artículo 10 Nº13, se establece que los delitos culposos van a ser
sancionados en los casos expresamente señalados en la ley. Pero luego en el artículo 490 y
siguientes se establece un número abierto respecto de los delitos contra las personas, número
abierto que como se señaló anteriormente lo es sólo en principio, pues hay tipos legales como la

69
Luzón Peña, D. Curso de Derecho Penal. Parte General. Editorial Universitas S.A. Madrid,
1996 (p.524)
70
Reyes Echandía, A. Culpabilidad. op. cit., (p.104)

31
castración o el parricidio, que, por exigir dolo directo no admiten la culpa. En suma, sólo se
castigaran delitos culposos contra la vida y la salud individual de las personas, y dentro de éstos
sólo ciertos hechos punibles: el homicidio simple y las lesiones graves y menos graves71.

Por lo tanto, los casos de penalidad de la imprudencia son señalados en nuestro Código
Penal de dos maneras:72

Por la tipificación especial de ciertas infracciones en las que se señala como elemento subjetivo la
culpa en vez del dolo: Arts. 224 Nº1, 225, 228, 234, 329, 333. Algunas son paralelas de la
correspondiente forma dolosa; otras son figuras especificas, que sólo existen en forma culposa.

Para los demás casos, el Título X del Libro II señala una reglamentación general bajo el rubro
“De los cuasidelitos73”: los artículos 490, 491 y 492 se refieren a la penalidad de ciertos hechos
culposos, que de ser dolosos, serían crímenes o simples delitos contra las personas.

Del examen de las normas antes dichas, se puede concluir que la ley, en la construcción de los
tipos imprudentes, “elude, por lo general, describir las acciones culposas, limitándose a efectuar
una referencia amplia, que se ejecuta mediante la inserción de un elemento normativo en el tipo 74.
Así, es usual encontrarse con conceptos tales como: imprudencia, negligencia, ignorancia o
impericia. Estos conceptos no están dotados de un contenido específico, en el sentido de que el
legislador en ninguna parte del código ha dicho en que consisten.

Por tanto, y en función de lo señalado respecto del principio de legalidad, se puede concluir que
existen al menos 2 problemas que inciden sobre este postulado:

1) El número abierto respecto de los delitos en contra de las personas.

2) El uso de conceptos normativos para denotar la imprudencia y -al consistir ésta, como se verá
mas adelante, en un quebrantamiento del deber de cuidado- la falta de tratamiento legal del deber
de cuidado.

71
Bustos Ramírez, J. El Delito Culposo. op. cit., (p.19)
72
Etcheverry, A. Derecho Penal Parte General. Tomo I. Editorial Jurídica de Chile. Santiago,
1998 (p.321)
73
Al igual que la voz culpa, el concepto de cuasidelito fue recogido de la tradición romana. Sin
embargo esta expresión sólo es inductiva de error entre los legos. ¿Quién en Chile no ha
escuchado decir? “Lo van a acusar de cuasidelito de homicidio, creyendo que el cuasidelito es un
“casidelito”, y que el cuasidelito de homicidio es “casi matar a alguien”. Preferible es mantener la
voz cuasidelito en el ámbito civil, adoptando definitivamente la expresión “delito imprudente”,
que es la más aceptada actualmente por la doctrina.
74
Cury Urzúa, E. Derecho Penal. Parte General. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, 1992
(p.334)

32
El mayor problema se presenta respecto del artículo 490. Lo anterior, debido a su mayor grado de
apertura respecto de los siguientes 491 y 492, lo que lo convierte en el tipo abierto imprudente
por excelencia en nuestra legislación penal.

El artículo 491 tiene un campo acotado por la misma norma, que se aplica única y
exclusivamente respecto de las actividades ahí mencionadas. De esta manera, respecto del inciso
primero, sólo un cirujano, un farmacéutico, un flebotomiano o una matrona, será el sujeto activo
del delito, debiéndose considerar normas especiales para determinar el cuidado debido (la lex
artis). El inciso segundo establece además, otro sujeto activo, el cuidador de animales feroces, el
que en razón de su oficio debe observar un cuidado especial.

El artículo 492, en su primer inciso, hace una especial mención a los reglamentos, entregando
además, en sus incisos siguientes, reglas especiales tratándose de accidentes ocasionados por
vehículos de tracción mecánica o animal.

Lo anterior contrasta con la norma del artículo 490, que solo hace referencia a la imprudencia
temeraria, mediante la cual se puede cometer cualquiera de los delitos en contra de las personas.

2.1)El número abierto respecto de los delitos en contra de las personas


Como se vio anteriormente, en el Código Penal chileno, además de existir ciertos delitos
tipificados en su forma imprudente, se establecen dos artículos que convierten los tipos dolosos
de su título VIII del Libro Segundo en tipos imprudentes. Dicha remisión hace pensar que se
transgrede el principio de legalidad en un doble sentido. En primer lugar, porque respecto de los
delitos imprudentes en contra de las personas no hay normas específicamente determinadas que
señalen los rasgos básicos de la conducta. En segundo lugar, porque estas cláusulas generales
resultan cuestionables toda vez que no se sabe a ciencia cierta cuáles son específicamente
aquellos delitos en contra las personas que van a ser sancionados a título de imprudencia.

En lo que se refiere al primer punto cuestionable, debemos considerar que en los delitos
imprudentes o culposos el concepto de acción y de omisión es en general el mismo que
corresponde al delito doloso, de tal manera que para saber qué acción u omisión puede ser
cometida a título de imprudencia habrá que analizar el tipo respectivo, ya sea que estemos en
presencia de un sistema cerrado de incriminación –caso en el cual habrá que analizar el tipo
específicamente descrito como imprudente- o se trate de una cláusula general –caso en el cual
habrá que analizar el tipo doloso al que afecta dicha cláusula -. Por tanto, la diferencia entre
delito doloso y delito imprudente no radica en la acción propiamente tal, ya que en ambos delitos
se puede actuar de idéntica forma (apretando el gatillo de un arma por ejemplo), sino más bien en
la coincidencia de lo subjetivo con lo objetivo 75, coincidencia que necesariamente debe darse en
75
“El tipo delito culposo tiene, como sucede con el tipo doloso, dos planos o fases: el subjetivo y
el objetivo. Para algunos autores, la fase subjetiva no tendría relevancia, porque no interesa la

33
el caso del delito doloso, dándose la situación contraria tratándose del delito imprudente76. Por
esto, parece ser que la falta de descripción de las conductas susceptibles de ser cometidas
imprudentemente de que adolece el artículo 490 puede ser salvada por la propia puesta en
relación de éste con los artículos respectivos a los que afecta. Si bien esta no es una situación
ideal, bastaría para saber concretamente qué comportamiento se incluye en la norma. Así, por
ejemplo, el comportamiento en relación con el artículo 490 del Código Penal será en general el de
matar o bien de herir, golpear o maltratar, es decir, hay que recurrir al tipo legal de los artículos
390, o bien, 397 del Código. Y en los supuestos de tipificación especifica imprudente, bastaría la
sola norma, como en el caso del artículo 224 número 1º, cuyo comportamiento consiste en dictar
sentencia manifiestamente injusta por negligencia o ignorancia inexcusables.

Siguiendo con el segundo punto cuestionable, existen fundamentos de orden dogmático que
harían imposible el concebir determinados delitos en contra de las personas como susceptibles de
comisión imprudente, y pese a lo general de los términos, estas reglas de punibilidad
cuasidelictual se aplican sólo a los delitos de homicidio simple y a los delitos de lesiones. Los
demás delitos contra las personas, o son delitos formales o bien exigen por su naturaleza la
concurrencia de dolo77, excluyendo la posibilidad de forma cuasidelictual78. Las razones
doctrinales pueden resumirse en las tres siguientes79:

finalidad de la acción, que (...) queda al margen del tipo al no abarcar el resultado logrado en la
materialidad por el comportamiento”. Garrido Montt, M. Derecho Penal. Parte General. op. cit.,
(pp.164-165)
76
Para castigar a una persona a título de culpa, es de constatar que no ha actuado dolosamente. La
culpa se caracteriza por el hecho de que el agente no quiere realizar la situación de hecho prevista
por el tipo legal correspondiente.
77
Resulta discutible esta posición en opinión de algunos autores. Así, Julio Mazuelos Coello,
comentando aspectos de la imprudencia en el código penal peruano, señala que: “se advierte que,
en algunos casos, el Código Penal vincula, a través de una cláusula general, la tipificación
imprudente a un tipo penal doloso que contiene elementos subjetivos del injusto, como es el caso
del art. 295 con relación al art. 289 y del art. 282 respecto del art. 280, en los que se emplea el
término «a sabiendas». Sin embargo, ello no debe conducir a la exclusión de la modalidad
culposa en estos casos, ya que la expresión «a sabiendas» reafirma el aspecto cognoscitivo del
dolo pero no condiciona la posibilidad de la realización culposa, pues desde una distinción
tradicional entre dolo y culpa, se trataría de supuestos de culpa consciente. Mazuelos Coello, J.
“El delito imprudente en el Código Penal peruano. La infracción del deber de cuidado como
creación de un riesgo jurídicamente desaprobado y la previsibilidad individual” (Disponible en
http://www.unifr.ch/derechopenal/anuario/03/an03.htm ) (p.4)
78
Etcheverry, A. Derecho Penal Parte General. . op. cit., (p.321)
79
Garrido Montt, M. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.175)

34
En aquellos tipos dolosos que requieren de elementos subjetivos del injusto, no puede darse la
forma culposa, precisamente porque en los cuasidelitos falta toda subjetividad dirigida al injusto.
Ello permite excluir los delitos de calumnia e injuria (arts. 412 y 416) en su alternativa culposa,
pues tradicionalmente en ellos la jurisprudencia entiende que debe concurrir el ánimo de ofender.

Tampoco es concebible la culpa en los tipos que requieren el llamado dolo reduplicado; en el
parricidio, por ejemplo, el autor no sólo debe querer matar a una persona viva, además debe
querer matarla porque es su pariente o cónyuge. La intencionalidad que exigen margina la
alternativa de culpa.

El tipo penal, al describir la conducta, emplea a veces los términos “de propósito” o
“maliciosamente”; tal exigencia implícitamente descarta la hipótesis de culpa, pues la figura
exige una determinada dirección subjetiva imposible de concebir en el hecho culposo; es el caso
de los delitos de castración y de mutilación de los artículos 395 y 396.

Así las cosas, el supuesto amplio ámbito de aplicación de los artículos 490 y 492 se ve reducido y
consecuentemente también va disminuyendo su posible infracción al principio de legalidad, el
cual, en nuestra opinión, se resiente al mínimo. Sin embargo es evidente que esta solución no es
enteramente satisfactoria, principalmente porque dicha reducción del ámbito de aplicación de los
artículos 490 y 492 es fruto de una interpretación doctrinal y jurisprudencial, que, aunque
correcta en todas sus partes, no son fuente del derecho penal. La única fuente del derecho penal
es la ley, y sólo ésta debe establecer cuáles acciones u omisiones constituyen delito. Por lo tanto,
se hace necesaria una referencia expresa en este sentido.

2.2) El uso de conceptos normativos para denotar la imprudencia y - al


consistir ésta en un quebrantamiento del deber de cuidado - la falta de
tratamiento legal del deber de cuidado
El problema sólo lo es en apariencia, ya que, como se señaló con anterioridad, estos conceptos
normativos no suponen en todos los casos un quiebre del principio de legalidad (aunque siempre
suponen un peligro más o menos serio) y su derivado de taxatividad o determinación. Los
conceptos normativos y las cláusulas generales que determinan la “apertura del tipo” están
plenamente justificadas respecto de la imprudencia, por las razones ya expuestas. Por ser materia
de fundamental desarrollo, y en vistas de presentar argumentos específicamente aplicables a la
legislación chilena, se va a tratar esto en un apartado diferente, bajo el título de “La imprudencia
en el Código Penal chileno; el problema de los conceptos normativos”.

35
CAPITULO IV

1. LA IMPRUDENCIA
a) Ideas preliminares

A la hora de tratar el tema de la imprudencia, o del delito imprudente, surge de manera


inevitable la confrontación de éste con el delito doloso, pues, supone ésta, la mejor manera de
caracterizar inicialmente un fenómeno jurídico dotado de características tan propias, y a la vez
tan complejas. Esta contraposición por supuesto que no es un medio de explicar científicamente
las particularidades del delito imprudente, no obstante esto, creemos que es un buen punto de
partida para obtener una idea clarificadora.

Siguiendo la idea anterior, podemos decir que, mientras que el delito doloso supone la
realización del tipo de injusto respectivo con conocimiento y voluntad, en el delito imprudente el
sujeto no quiere cometer el hecho previsto en el tipo, pero lo realiza por infracción de la norma de
cuidado (es decir, por la inobservancia del cuidado debido)80. Por su parte Jescheck,
contraponiendo dolo e imprudencia, señala que “dolo es el conocer y querer los elementos
objetivos del hecho que pertenecen al tipo legal. Imprudentemente actúa, en cambio, quien
realiza el tipo de una ley penal a consecuencia de la vulneración no querida de una norma de
cuidado, sin advertirlo pese a que debía, o considerándolo posible pero confiando contra su deber
en que el resultado no se produciría”81.

Por tanto, la diferencia esencial entre el delito doloso y el delito imprudente radica en que en el
primero se requiere una coincidencia entre el aspecto objetivo y el aspecto subjetivo del hecho,
en el sentido que el autor tiene que haber querido lo ocurrido, en cambio que en el segundo esta
coincidencia entre lo ocurrido y lo conocido no se da. “El núcleo del tipo de injusto del delito
imprudente consiste, por tanto, en la divergencia entre la acción realmente realizada y la que
debería haber sido realizada en virtud del deber de cuidado que, objetivamente, era necesario
observar”82.

La imprudencia se configuró inicialmente como una forma de culpabilidad (teoría psicológica de


la culpabilidad) y era entendida como una relación psíquica entre el autor y el hecho dañoso. Esto
se criticó, y con la finalidad de poder comprender dentro del concepto de culpa a la llamada culpa
inconsciente, dicho concepto se estructuró sobre la base de la infracción de un deber de cuidado,
80
Mir Puig, S. Derecho Penal Parte General. Editorial Reppertor. Barcelona, 2002 (p.268)
81
Jescheck, H-H. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Editorial Bosch, 1981 (p.776)
82
Munoz Conde, F. Teoría General del Delito. Editorial Tirant Lo Blanch. Valencia, 1991 (p.74)

36
de esta forma se apartó la doctrina de la mera vinculación psicológica del autor con el hecho
dañoso y pasó a configurar la imprudencia desde una perspectiva normativa. La doctrina final de
la acción fue la encargada, en última instancia, de trasladar a la tipicidad el elemento de la
infracción del deber objetivo de cuidado, dejando en la culpabilidad el análisis de si el autor ha
conocido o podido conocer la contrariedad al deber. De tal manera que la imprudencia es
concebida como una forma de realización del tipo y ya no como una especie de culpabilidad” 83.
Es a partir de las ideas de Engish (1930) que se incorpora a la culpa el deber de cuidado como
elemento integrante, al lado de la conexión causal de la acción con el resultado y la culpabilidad,
destacándose la importancia del deber de cuidado y su observancia como punto de referencia para
la culpa. Este deber de cuidado es aquel exigible a todo ciudadano en los casos en que realiza
actividades peligrosas de las cuales deriva o puede derivar una posible lesión o puesta en peligro
de bienes jurídicos84. Este deber de cuidado se analizará junto con los demás elementos
integrantes del tipo imprudente en un título a parte.

b) Fundamento de incriminación

Hasta hace poco tiempo, el estudio de la dogmática penal se centró en el delito doloso, a
cuya estructura obedecían los delitos más graves y cualitativamente más importantes. Como
consecuencia de esto, el delito imprudente ocupó un “penoso” segundo lugar dentro del Derecho
Penal.

Sin embargo, la Revolución Industrial presentó un nuevo panorama que supuso un


quiebre a la situación anterior. En efecto, las esferas de riesgo empiezan a crecer a niveles
insospechados hasta esos tiempos, gracias a la aparición de nuevas tecnologías y actividades que
hacían del vivir diario un constante peligro, tanto para la vida como para la salud, la integridad
física y el patrimonio de las personas. En la actualidad, esta esfera de riesgo ha crecido en niveles
inimaginables gracias a la velocidad vertiginosa con que se desarrollan las nuevas tecnologías. El
ejemplo paradigmático de esto lo encontramos en el tráfico automovilístico, que conjugando el
progreso tecnológico de los nuevos vehículos, el número creciente de éstos, y el surgimiento de
nuevas supercarreteras ha dado como resultado una de las fuentes principales de peligro para la
vida y la integridad física.

De esta mera observación de la realidad surge el fundamento de la incriminación del


delito imprudente. En efecto, mediante ésta se constata la existencia de numerosas y variadas
actividades que forman parte de nuestra vida diaria, que conllevan un previsible y evidente

83
Mazuelos Coello, J. “El delito imprudente en el Código Penal peruano. La infracción del deber
de cuidado como creación de un riesgo jurídicamente desaprobado y la previsibilidad individual”.
op. cit., (p.6)
84
Plascencia Villanueva, R. Teoría del Delito. Universidad Nacional Autónoma de México.
México, 2000 (p.122)

37
peligro de menoscabo para bienes de gran valor y que el grupo social no está dispuesto a tolerar.
Sin embargo, no es viable (ni aceptable) el establecer una obligación general de evitación de
lesiones o daños a tales bienes jurídicos, bajo la amenaza de reacción penal, puesto que a la larga
esto generaría una paralización de la vida social. Sin embargo, como no es posible renunciar a
mantener la integridad de estos bienes, el legislador impone al ciudadano que inicia la ejecución
de acciones riesgosas, el deber de conducirse con prudencia y cuidado, con el propósito de
conseguir que advierta oportunamente, y evite que el riesgo de esas acciones se concrete en
resultados lesivos para esos bienes jurídicos protegidos. O sea, se admite el desarrollo de
actividades riesgosas, pero dentro de márgenes tolerables 85. Quien actúa conforme a estas pautas
de cuidado no obra antijurídicamente aunque de su actuación se haya derivado casualmente la
lesión o puesta en peligro de dichos bienes jurídicos. Al contrario, para que la ofensa al bien
jurídico se convierta en antijurídica, es preciso que se haya causado mediando infracción a dicho
cuidado86.

c) Concepto y estructura del tipo imprudente

Tratar el tema de la imprudencia y su estructura típica no deja de ser una ardua tarea, esto porque
por una parte se nos presenta la naturaleza compleja de la materia, y por otra, la falta de acuerdo
entre los diversos autores tanto en cuanto a la naturaleza misma de la imprudencia como en lo
que se refiere a sus elementos estructurales. Por esto que no parece ser arbitrario el hecho de
presentar una propuesta de conceptualización y estructuración del tipo formulada por un sólo
autor. Lo arbitrario sería omitir deliberadamente una determinada formulación doctrinal para
sostener una posición en el desarrollo de una investigación, lo que no ocurre en nuestro caso, al
contrario, el reconocimiento de variadas formas de conceptualizar y estructurar el tipo reafirma la
idea de que la naturaleza misma de la culpa impide lograr un tipo legal satisfactorio desde el
punto de vista del principio de legalidad.

No obstante lo anterior, a continuación se presentarán diversos conceptos de imprudencia o culpa,


con la finalidad de mostrar al lector una panorámica más o menos completa, con el objeto de
conocer las diferencias existentes en las elaboraciones de los autores.

Concepto de imprudencia

Un sector de la doctrina define la culpa como “la falta del cuidado objetivo exigido en el ámbito
de relación”87, considerando que los tipos penales expresan formas de comunicación (relaciones
sociales) entre los miembros de la sociedad, por lo cual la culpa no podría concebirse como una

85
Viveros Vergara. M “El deber de cuidado en el delito culposo”. Estudios de Derecho Penal.
Universidad Diego Portales. Santiago, 1994 (pp.31 y ss)
86
Viveros Vergara, M. “El deber de cuidado en el delito culposo”. op. cit., (p.32)
87
Bustos Ramírez, J. El Delito Culposo. op. cit., (p.37)

38
mera contravención del deber de cuidado, ya que lo importante es la exigencia del Ordenamiento
Jurídico en un ámbito social concreto.

Otro sector de la doctrina inspirado en los lineamientos del causalismo valorativo, concibe la
culpa como forma de la culpabilidad (nexo psiconormativo entre el autor y su conducta) y la
define como “la producción de un resultado típico previsible y evitable, por medio de una acción
violatoria del cuidado requerido en el ámbito social correspondiente”. En virtud de su naturaleza
normativa y su ubicación sistemática en el tipo de injusto, la culpa es definida mayoritariamente
por la doctrina como la infracción del deber objetivo de cuidado o diligencia que tiene como
presupuesto la previsibilidad objetiva88. Esta afirmación, sin embargo, no debe conducir a
sostener que como el delito culposo requiere de la infracción de un deber de cuidado se trata de
un delito de infracción de deber ya que todos los delitos (dolosos y culposos) requieren de la
infracción de un deber general de no causar daño a otro.

Concepto que llama la atención es el formulado por Gonzalo Quintero Olivares. Este autor señala
que “el delito imprudente consiste en la realización del tipo objetivo de un delito doloso, a causa
de haber infringido un deber de prudencia o de cuidado, sea por ignorar la concurrencia de ese
deber, o porque, aun conociéndola, el autor creyó que el resultado no habría de producirse” 89.
Este autor parte de la base que el tipo objetivo del delito imprudente es el mismo que el doloso,
residiendo la diferencia en la parte subjetiva, en la cual habría una diversa configuración tanto
del contenido del conocimiento como de la orientación de la voluntad. No obstante que algunos
autores señalan que efectivamente el tipo objetivo de ambos delitos es el mismo, estimamos que
la definición adolece de un error, ya que da a entender que el delito imprudente siempre tiene
como base a un delito doloso, lo que sería correcto únicamente en aquellos sistemas de
incriminación abierta de la imprudencia, en que efectivamente cada delito doloso admite
modalidad imprudente cuando se infringe el deber de prudencia o cuidado, siendo distinta la
situación en aquellos sistemas cerrados, en que se establecen supuestos exclusivos de
imprudencia.

Por último, otro concepto que llama la atención es el construido por Alfredo Etcheverry, el cual
señala que “culpa es la voluntad de obrar, sin atender a las consecuencias típicas previsibles del
acto o confiando en poder evitarlas90. Llama la atención porque no incluye dentro del concepto de
culpa a la infracción del cuidado debido, elemento que ha venido a convertirse en punto principal
de la teoría de la imprudencia, a partir de las ideas de Engish.

88
Mazuelos Coello, J. “El delito imprudente en el Código Penal peruano. La infracción del deber
de cuidado como creación de un riesgo jurídicamente desaprobado y la previsibilidad individual”.
op. cit., (p.6)
89
Quintero Olivares, G. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.351)
90
Etcheverry, A. Derecho Penal Parte General. op. cit., (p.314)

39
No obstante la disparidad de contenido de los conceptos, hay que reconocer que en las diversas
formulaciones de los distintos autores se presentan elementos comunes. Por un lado está la
infracción o lesión del deber objetivo de cuidado, y por otro lado, el resultado que dicha
infracción a determinado91, elementos que forman parte indiscutible de la estructura típica del
tipo imprudente.

- Estructura del tipo imprudente

Consecuencia de la falta de homogeneidad por parte de la doctrina, a la hora de conceptualizar la


imprudencia, es la falta de uniformidad a la hora de establecer los elementos estructurales del tipo
imprudente. Consideramos que por razones de claridad, la propuesta de Santiago Mir Puig es
buen punto de partida para adentrarnos en este terreno.

Así, Santiago Mir Puig señala la siguiente estructura del tipo imprudente92:

1)Parte objetiva del tipo: Comprende la infracción de la norma de cuidado (desvalor de acción) y
una determinada lesión o puesta en peligro de un bien jurídico penal (desvalor de resultado).

2)Parte subjetiva del tipo: requiere el elemento positivo de haber querido la conducta
descuidada , ya sea con conocimiento del peligro que en general entraña (culpa consciente) o sin
él (culpa inconsciente) y el elemento negativo de no haber querido el autor cometer el hecho
resultante.

1) Tipo Objetivo

Infracción de la norma de cuidado:

Actualmente, la doctrina mayoritaria afirma que la imprudencia consiste esencialmente en la


infracción de un deber objetivo – general de cuidado93, se trata de un deber dirigido a todos los
91
Munoz Conde, F. Teoría General del Delito. op. cit., (p.74)
92
Mir Puig, S. Derecho Penal Parte General. op. cit., (p.274)
93
La insuficiencia de la previsibilidad y de la causalidad para configurar la culpa, queda
ampliamente demostrada por Welzel. Aunque este autor se refiere sólo a la voluntad y a la
causalidad (el elemento intelectual lo asocia al deber de cuidado). De todos modos, el ejemplo
que pone es suficientemente válido, porque cualquiera que conduce un vehículo puede prever que
otro viole las normas de tránsito. Así mediando esta posibilidad de previsión, si se produce una
colisión de vehículos y uno de ellos violó las normas de tránsito, ambos son causantes de las
lesiones de los pasajeros (las han causado las conductas finales de conducir de ambos) y a ambos
les era previsible un resultado lesivo (porque el tránsito motorizado siempre implica un riesgo),
pero sólo uno de ellos es el autor de un injusto culposo. Queda así demostrado que asentar la
culpa sobre el mero desvalor del resultado es completamente insuficiente, siendo imprescindible
la complementación de la violación del deber de cuidado (y de la particular relación determinante

40
ciudadanos en la situación concreta y que sea posible de llevar a cabo con relación al baremo del
hombre medio cuidadoso. En el caso de una actuación profesional, el baremo será el cuidado que
debe imprimir a sus actos el buen profesional, cuyo presupuesto es la previsibilidad objetiva:
dicho sujeto ideal ha de ser colocado en la situación del autor real añadiéndosele los
conocimientos de ese autor concreto.

Este deber de cuidado o diligencia en los delitos comisivos se refiere a la adopción de las
precauciones necesarias para evitar la realización de la concreta conducta típica (con todas sus
circunstancias) y con ella la lesión - o, en todos delitos de peligro imprudente, el peligro- para
bienes jurídicos protegidos en concreto; en el caso de los delitos omisivos, cuando admitan la
realización imprudente, el deber de cuidado se refiere a las medidas de precaución necesarias
para no olvidar ni dejar de realizar una actividad de valoración o de apoyo y fomento de bienes
jurídicos94.

Santiago Mir Puig señala que esta infracción de la norma de cuidado deberá entenderse en un
sentido abstracto de inobservancia del cuidado que es exigible en concreto –sólo- si no concurre
una causa de justificación y es posible la imputación personal de la infracción95.

b)Lesión o puesta en peligro de un bien jurídico penal

Objetivamente hablando, no sólo es necesaria esa infracción al cuidado debido, sino que
además se requiere la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico penal, proveniente
justamente de tal infracción. Este resultado puede consistir, tanto en un resultado separado de la
conducta (resultado en el sentido estricto de los delitos de resultado 96, que constituyen la inmensa
mayoría de los delitos imprudentes), como en la parte objetiva de la conducta descrita en los tipos
de mera actividad. En ambos casos, y como bien se señaló, ese resultado debe haber sido
necesariamente causado por la infracción al cuidado debido97.

La producción del resultado es el “componente de azar” de los delitos imprudentes, porque sólo
cuando existe pueden ser éstos castigados, por más que la acción imprudente sea la misma, se
produzca o no el resultado. Pero esto no quiere decir que el resultado sea una pura condición
objetiva de penalidad y que basta que se produzca, aunque sea fortuitamente, para que la acción
de dicha violación con el resultado)
94
Luzón Peña, D-M. Curso de Derecho Penal. op. cit., (p.499)
95
Mir Puig, S. Derecho Penal Parte General. op. cit., (p.285)
96
De aquí surge el interesante tema sobre la extraña dependencia del delito imprudente respecto
del resultado causado, en el sentido de que no habiendo resultado no hay delito imprudente, aun
cuando haya habido una grosera infracción al cuidado debido (como aquel taxista que transita en
su vehículo a 190 kilómetros por hora en un barrio residencial, pero sin llegar a causar un
resultado lesivo contra la vida o el patrimonio).
97
Mir Puig, S. Derecho Penal Parte General. op. cit., (p.291)

41
imprudente sea ya punible. El resultado, para ser imputado al autor de la acción imprudente, debe
estar en una determinada relación con ésta y ser la consecuencia lógica del peligro inherente o
creado por la misma98. Cuando un sujeto circula por una carretera a exceso de velocidad, realiza
exactamente la misma conducta violatoria del deber de cuidado que cuando circula por la misma
carretera y a igual velocidad, pero con la diferencia de que causa una lesión o una muerte. Sin
embargo, en el primer caso la conducta será atípica y en el segundo será típica99.

2)Tipo subjetivo

En lo que se refiere al aspecto subjetivo, éste comprende el contenido sicológico de la


acción imprudente y está relacionado con la previsión y la previsibilidad individual de las
características del tipo legal objetivo. Ese aspecto subjetivo surge o nace, al menos para la
dogmática jurídico penal, de la definición de tipo legal como un perjuicio evitable a un bien
jurídico; lo que no era por lo menos previsible para el autor individual, tampoco puede ser
evitado100.

a)Haber querido la conducta descuidada, ya sea con conocimiento del peligro que en general
entraña (culpa consciente) o sin el (culpa inconsciente)

Tradicionalmente, en la culpa se ha distinguido, sobre la base de este contenido psicológico de la


acción imprudente, entre culpa consciente o con representación y culpa inconsciente o sin
representación.

La culpa consciente o con representación se refiere a aquellos casos en que el sujeto reconoce el
peligro de su acción, pero confía en que no dará lugar el resultado lesivo. El sujeto no quiere
causar la lesión, pero advierte esta posibilidad y, a pesar de ello, lleva a cabo la conducta. Así por
ejemplo, el conductor que transita a 180 kilómetros por hora, por una calle donde existe un jardín
infantil; este conductor reconoce el peligro que hay de atropellar a alguien, pero esta confiado de
no hacerlo, porque cree ser muy buen conductor.

En la culpa inconsciente el sujeto no advierte el peligro de su acción, menos aún quiere el


resultado lesivo, ya que ni siquiera prevé su posibilidad. Así, por ejemplo, en el caso de los
instrumentos no esterilizados debidamente, el médico cirujano no observa su estado y lleva a
cabo la intervención quirúrgica sin conocer el riesgo que conlleva su acción.

No se debe pensar que desde esta clasificación, la culpa consciente represente una mayor
gravedad debido a que el sujeto advierte la posibilidad de peligro de su acción. La culpa
inconsciente podrá ser tan grave o más que la consciente si la infracción del deber objetivo de

98
Munoz Conde, F. Teoría General del Delito. op. cit., (p.76)
99
Zaffaroni, E. Manual de Derecho Penal. op. cit., (p.430)
100
Goessel, K-H. Dos estudios sobre la teoría del delito. Editorial Temis. Bogotá, 1984 (p.26)

42
cuidado así lo denota. Por otra parte, el Código penal [referido al código penal peruano, pero
plenamente aplicable al chileno] no establece una distinción a efectos de la determinación del
quantum de la pena entre las dos formas de culpa, por lo que desde esta perspectiva tampoco
podría afirmarse que una forma de culpa es más grave que la otra. Esta concepción viene siendo
superada en la actualidad, teniendo utilidad sólo para la distinción entre dolo eventual e
imprudencia101.

No haber querido el autor cometer el hecho resultante

Es obvio que el autor no debe haber querido cometer el hecho resultante, pues en ese caso se
trataría de una conducta dolosa. Sin embargo, más que el elemento negativo de no haber querido
el autor cometer el hecho resultante creemos que es más adecuado hablar, tal como lo hace Luzón
Peña, de ausencia de dolo como elemento negativo del tipo subjetivo, pues si hay dolo, o sea,
conciencia y voluntad de realizar la parte objetiva del tipo penal, ya no tiene sentido plantearse y
examinar si la conducta se ha realizado por falta del cuidado debido102.

2. LA IMPRUDENCIA EN EL CODIGO PENAL CHILENO; EL


PROBLEMA DE LOS CONCEPTOS NORMATIVOS
La imprudencia es aludida en la ley penal chilena mediante diversas fórmulas normativas, tales
como “negligencia o ignorancia inexcusables” (arts. 224, nº1; 225, 228, inc. 2º y 229), “abandono
o negligencia inexcusables” (art. 234), “negligencia” (art. 234, inc. segundo), “ignorancia
culpable, imprudencia o descuido” o “inobservancia de los reglamentos del camino, que deba
conocer” (art. 329, inc. primero), imprudencia (art.333), “descuido culpable” (art. 337, inc.
primero), “pudo prever” (art. 474, inc. primero), “imprudencia temeraria” (art.490 inc. primero),
“negligencia culpable” (art. 491, inc. primero), mera imprudencia o negligencia” (art. 492, inc.
primero) etc. Como se puede apreciar, todos los conceptos transcriptos parecen ser claros. Sin
embargo, “el Código Penal chileno, como viene siendo una característica tradicional de los
Códigos españoles desde 1874, no ofrece definición ni dato alguno sobre lo que hay que entender
por imprudencia o imputación a título de imprudencia, ni siquiera hace referencia a alguno de sus
signos distintivos o a su estructura. Por lo tanto, determinar el contenido y requisitos del tipo
imprudente, se convierten en temas centrales a desarrollar por la jurisprudencia y la teoría
jurídica del delito”103. O sea, el tipo imprudente requiere de la consecuente concreción por parte
del juez a partir de la adopción del criterio general del deber de cuidado en el caso concreto, ya

101
Mazuelos Coello, J. “El delito imprudente en el Código Penal peruano. La infracción del
deber de cuidado como creación de un riesgo jurídicamente desaprobado y la previsibilidad
individual”. (p.10)
102
Luzón Peña, D-M. Curso de Derecho Penal. op. cit., (p.497)
103
Fernández Cruz, J.A. “el delito imprudente... op. cit., (p.103)

43
que los deberes de cuidado no serán los mismos según las profesiones, actividades sociales y
situaciones concretas.

En la doctrina chilena existe una elaboración de estos conceptos normativos, o sea, se les dota de
contenido, de manera tal que, al menos entre los autores, parece haber cierta claridad al respecto.
Esto se hace fundamentalmente a través de una interpretación sistemática de las diferentes
normas que sancionan las acciones u omisiones imprudentes. Esto se da, y por eso la importancia
de su mención, tratándose de los conceptos entregados en los artículos 490, 491 y 492, que
parecen ser los más conflictivos104, los cuales serían: imprudencia temeraria, negligencia
culpable, mera imprudencia y negligencia.

2.1) Imprudencia temeraria


La imprudencia en general se entiende como un afrontamiento de un riesgo. Se da ordinariamente
en las acciones, y por excepción en las omisiones. En general, se trata del desarrollo de una
actividad excesiva; el sujeto, como apunta Soler, pudo haber evitado el resultado desplegando
menos actividad que la empleada105. Nuestra ley alude a esta forma de culpa en varias
disposiciones, dentro de las cuales se encuentra el artículo 490 que sanciona “al que por
imprudencia temeraria ejecutare un hecho que, si mediare malicia, constituiría un crimen o un
simple delito contra las personas. Los autores están contestes en considerar que esta forma de
imprudencia es la de mayor intensidad. Esta, “importaría un alto grado de irreflexión o descuido
y una actuación del agente creadora del riesgo”106. Consistiría, en fin, “en la omisión de aquel
cuidado que puede exigirse a las personas menos diligentes al realizar una actividad creadora de
riesgos; consiste en la inobservancia de la diligencia más elemental y se equipararía al concepto
civil de culpa lata, no observar lo que en el caso concreto hubiese resultado evidente a
cualquiera”107.

2.2) Negligencia culpable


La negligencia se traduce en una falta de actividad: se pudo haber evitado el resultado
desplegando “más” actividad que la desarrollada. La inactividad no ha creado el riesgo, pero la
actividad pudo haberlo evitado108. La fórmula empleada por el Código Penal –negligencia
culpable- es denominada por los autores mera imprudencia o negligencia, señalándose que es la

104
En menor medida puede estimarse conflictivo a los artículos 491 y 492, ya que ambos
comprenden algunos elementos que permitirían de cierta manera obtener una mejor
comprensión del fenómeno imprudente, como por ejemplo, la infracción de reglamentos.
105
Etcheverry, A. Derecho Penal Parte General. op. cit., (p.319)
106
Cury Urzúa, E. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p.339)
107
Garrido Montt, M. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (pp.172-173)
108
Etcheverry, A. Derecho Penal Parte General. op. cit., (p.319

44
culpa que sigue en grado, en escala descendente de intensidad, a la temeraria. Se identifica con la
falta de cuidado que el hombre medio emplea en la actividad que desarrolla, es más que una falta
de diligencia elemental. Corresponde a actividades creadoras de riesgo que exigen de quien las
realiza mayor acuciosidad y se equipararía a la culpa leve civil109.

2.3) Mera imprudencia o negligencia con infracción de reglamentos


No es una forma especial de falta de cuidado, sino que sería de la misma naturaleza de la
negligencia del número anterior, sólo que en este caso se hace alusión expresa a la infracción de
una norma reglamentaria.

Alfredo Etcheverry señala que “es necesario también que la infracción reglamentaria
misma sea dolosa o culposa, y que entre ella y el resultado producido haya una relación de
causalidad”110. No bastaría por tanto con la sola infracción reglamentaria para que se configure
una conducta imprudente o negligente.

2.4) Los conceptos normativos empleados por el legislador penal chileno no


suponen un quebrantamiento del principio de legalidad
De manera general ya lo habíamos señalado anteriormente. Nos resta ahora, anotar cuales
son los fundamentos específicos por los que se debe considerar al sistema chileno conforme al
principio de legalidad.

En primer lugar, los diferentes términos utilizados por el legislador son en definitiva
términos equivalentes, en el sentido que todos ellos son denotativos de la falta de cuidado
exigido. Si bien es cierto que dichas expresiones deben ser llenadas por el juez penal, existirían
ciertos parámetros a los cuales recurrir. De esta manera se salvaría la indeterminación del tipo
imprudente. En el caso de la imprudencia, se puede recurrir a reglamentos y a “reglas” técnicas,
asociativas o contractuales. Cuando se trata de negligencia, en cambio, ciertamente no sólo puede
tener en su ayuda disposiciones reglamentarias y “reglas” de cualquier especie, sino que además
normas legales precisas en relación con los deberes que les incumben a los sujetos calificados.
Por último, al hablarse de descuido podrá encontrar seguramente reglamentaciones y “reglas”111.

En segundo lugar, estas expresiones llevan siempre un determinado adjetivo: “temeraria”,


“culpable”, “inexcusable” y “mera”. Estas expresiones vienen a imponer un determinado grado
de exigencia de cuidado112.

109
Cury Urzúa, E. Derecho Penal. Parte General. op. cit., (p. 339)
110
Etcheverry, A. Derecho Penal Parte General. op. cit., (p.320)
111
Bustos Ramírez, J. El Delito Culposo. op. cit., (p.50)
112
Bustos Ramírez, J. El Delito Culposo. op. cit., (p.50)

45
Es posible también, para determinar el cuidado debido que le corresponde a un sujeto en
una circunstancia concreta, acudir al llamado parámetro del hombre medio, al cual alude el
artículo 44 del Código Civil. En este sentido se pronuncia Miguel Viveros Vergara, al señalar
que, como al legislador no le es posible establecer detalladamente los cuidados que deben
observarse al ejecutar cada una de las innumerables actividades peligrosas, el juez cuenta con
diversas herramientas entregadas por precisamente por el legislador, una de las cuales, es el
nombrado parámetro del hombre medio. Por lo tanto, al examinar un caso concreto, el juez debe
determinar el cuidado que habría caracterizado el accionar de un hombre medio cuidadoso o buen
padre de familia al emprender el desarrollo de la misma actividad desplegada por el agente, lo
cual le permitiría resolver si procede o no atribuirle la ejecución de un delito imprudente, según
los resultados de la comparación de su conducta concreta con la forma y cuidados con que habría
sido realizada por el citado hombre medio113.

Por lo tanto, en nuestro sistema se especifica un ámbito de relación determinado en que


actúa la persona y el grado de exigencia de cuidado, con lo cual, se puede concluir
inequívocamente, que el tipo penal se comparece con el principio de legalidad y su derivado de
taxatividad, ya que no obstante existir cierta apertura del tipo, ésta está circunscrita a límites mas
o menos claros.

113
Viveros Vergara. M “El deber de cuidado en el delito culposo”. op. cit., (p.32)

46
CAPITULO V

1. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD EN LA APLICACION DEL


TIPO IMPRUDENTE
Como se señaló en al apartado referente a la taxatividad y la aplicación del tipo, el grado
de determinación fija el grado de vinculación del juez a la ley penal, y, en este orden de ideas, al
existir cierta imprecisión en el tipo imprudente chileno, se podría pensar que no existe tal relación
de sometimiento. Sin embargo, nosotros estimamos que sí existe tal vinculación, al reconocerse
elementos que si bien están fuera del tipo, servirían de parámetros claros a la hora de determinar
el contenido de la imprudencia. De esta manera, quedaría resuelto el problema de la aplicación
del tipo en cuestión, por lo que, a la hora de decidir una caso de cuasidelito, el juez no podrá
hacer uso de una discrecionalidad carente de límites. Siguiendo esta idea, si el sentenciador no se
ciñe a los parámetros señalados, incurrirá en una analogía integradora, y por lo tanto, contraria al
principio de legalidad.

Jurisprudencia nacional

Como bien lo señala don Alfredo Etcheverry, la mayor parte de la jurisprudencia en


materia de cuasidelitos versa sobre la infracción del artículo 492 del Código Penal, ya que es allí
donde se encuadran los accidentes del tránsito, que constituyen en abrumadora mayoría la fuente
mas fecunda de resultados punibles debido a imprudencia y negligencia 114. Esto por el riesgo
inherente que hay en el ámbito del tránsito.

Sin embargo también encontramos situaciones en que se ven aplicados los artículos 490 y 491,
mereciendo expresa mención las siguientes:

- Concepto de delito imprudente

Pocas veces la jurisprudencia nos entrega un concepto de delito culposo. La mayor parte del
tiempo sólo se pronuncia respecto del elemento esencial, o sea, la falta del cuidado debido, sin
embargo, en sentencia de casación, dictada el 17 de julio de 1997 115, la Corte Suprema elabora la
siguiente definición:

114
Eycheverry, A. El Derecho Penal en la Jurisprudencia. Sentencias 1967-1982. Tomo IV
Parte General y Parte Especial. Editorial Jurídica de Chile. Santiago 1987 (p.562)
115
Revista de Derecho y Jurisprudencia. Tomo XCIV. Año 1997, nº2, sección 4º.

47
“Los delitos culposos son acciones u omisiones voluntarias, no maliciosas, penadas por la ley,
ejecutadas sin malicia, pero sin la debida diligencia. Este concepto coincide con el de la doctrina,
que estima que hay culpa en la realización voluntaria de una conducta, sin asentimiento o
aceptación del resultado antijurídico que de ella deriva, pero con violación concreta de un deber
de cuidado, que obliga a abstenerse de una conducta por ser previsible ese ilícito resultado”.

Como se puede ver, la Corte efectúa una definición de delito imprudente relacionando
básicamente tres artículos del Código Penal, el artículo 1 inciso primero, el artículo 2, y el
artículo 490, agregando la nota esencial respecto de estos delitos, cual es, la falta del cuidado
debido, al señalar que son acciones u omisiones ejecutadas sin la debida diligencia. Esto resulta
interesante, ya que, además de apoyar su razonamiento en la ley, premisa que se viene afirmando
a lo largo de toda la investigación, recurre a la doctrina, que si bien, no es fuente de derecho
penal, se podría decir que es el mejor referente a la hora de aplicar el tipo.

- Imprudencia temeraria y determinación del cuidado debido

Por sentencia de la Corte Suprema de 1 de octubre de 1997, que falla un recurso de casación en
el fondo116, se condena al procesado por el delito imprudente del articulo 490 nº1, fundamentando
su razonamiento en el considerando 3º:

3º) Que el hecho de que el procesado no hubiese previsto tales motivos desencadenantes del
accidente o que, habiéndolos previsto, no hubiera adoptado las medidas oportunas y necesarias
para evitarlo, revelan en él una negligencia o imprudencia en extremo inexcusable, máxime si se
toma en cuenta su calidad de ingeniero civil especialista en excavaciones profundas y profesional
responsable de las obras que, en ese momento, se realizaban en el lugar. Tal grado de
negligencia, a juicio de la Corte, es constitutiva de culpa grave de parte del procesado,
equivalente a lo que el Nº1 del artículo 490 del Código Penal denomina “imprudencia temeraria”,
por lo que necesario resulta concluir que el procesado ha incurrido, en calidad de autor, en la
figura penal contemplada en esa disposición legal y así se declarará.

El razonamiento judicial es básicamente el siguiente: la omisión de la previsión del resultado o de


la adopción de medidas para evitarlo revelan negligencia o imprudencia en extremo inexcusable.
Tal grado de negligencia es constitutiva de culpa grave, que equivale a la imprudencia temeraria.
La calidad personal del acusado, su condición profesional, fundamenta también la exigibilidad de
la adopción de medidas de prevención.

La imprudencia, cuando es calificada de temeraria, corresponde al mayor grado de falta de


cuidado. Ahora bien, en cuanto a la determinación de este cuidado debido, debemos señalar que
se recurrió a normas técnicas, para establecer la obligación de previsión del profesional
encausado. Así, se prestó especial atención a informes geológicos evacuados por técnicos del

116
Revista de Derecho y Jurisprudencia. Tomo LXXIX. Año 1982, nº2, sección 4º.

48
área, de los cuales aparece “que el accidente se debió a circunstancias existentes en el mismo
lugar de las obras, que el procesado debió haber previsto si hubiera actuado con el mínimo de
diligencia, cuidado y pericia que su calidad profesional y función que ahí desarrollaba le hacían
exigible”117. Por lo tanto, se reconoce la existencia de “reglas” que sirven de parámetro a la hora
de determinar el contenido del cuidado debido, y, en este caso concreto, de normas técnicas.

- Conducta imprudente

En otras oportunidades, la jurisprudencia ha determinado qué se entiende por la expresión


“causar un mal a las personas” empleada por el artículo 491 del Código Penal. Esto aconteció en
la sentencia dictada por la Corte Suprema el 2 de Julio de 1998 referente al cuasidelito del
artículo 491, señalando lo siguiente:

“Que el artículo 491 del Código Penal sanciona al médico, cirujano, farmacéutico, flebotomiano
o matrona que causare mal a las personas, por negligencia culpable en el desempeño de su
profesión. Pues bien, de los hechos establecidos en la sentencia no aparece que los médicos que
intervinieron en la operación de esterilización tubaria de la paciente, le hayan causado un mal,
entendiéndose por esto que le hayan provocado la muerte o lesiones de tal naturaleza que
hubieren llevado al mismo resultado”118.

En esta sentencia determinan que el resultado comprendido en la norma es la muerte y las


lesiones, por lo que la conducta sería una acción de matar o de lesionar, lo que estaría conforme a
los planteamientos doctrinales relativos a la limitación de los supuestos de imprudencia al
homicidio a las lesiones.

La jurisprudencia muestra un cierto grado de confusión a la hora de aplicar el tipo imprudente.


Esto es lógico, debido a la complejidad de la materia y al estado de desarrollo de ella. Sin
embargo, podemos afirmar que existe una vinculación del juez a la ley, de una manera tal que
impediría una aplicación totalmente discrecional de la ley. Existen parámetros a los cuales de
debe conformar el Juez penal, sobrepasados los cuales importaría una infracción al principio de
legalidad en materia penal, pues supondrían una aplicación analógica.

117
Considerando 5º).
118
Revista de Derecho y Jurisprudencia. Tomo XCV. Año 1998, nº 2, sección 4º.

49
CONCLUSIONES

La naturaleza misma de la imprudencia como fenómeno jurídico, determina la imposibilidad de


tipificarla de una manera totalmente cerrada. Todos los autores, unánimemente, se pronuncian en
este sentido. Esto no podría ser de otra manera - al menos por el estado actual de la ciencia -
puesto que, consistiendo esencialmente estos delitos en una lesión, o puesta en peligro de un bien
jurídico determinado, en virtud de una infracción al cuidado debido, y considerando que la
realidad se impone presentándonos un gran número de variables de conductas que por violar un
deber de cuidado pueden causar dicho resultado, se concluye inequívocamente que son
totalmente imprevisibles para el legislador.

Por la misma razón anterior, es evidente que la abstracción del tipo imprudente es necesaria.
Sería la “propia naturaleza de las cosas” la que justificaría, frente al principio de legalidad y su
derivado de taxatividad, el uso, tanto de cláusulas generales, como de conceptos normativos
constitutivos del tipo abierto. Esta “naturaleza de las cosas”, por un lado, y la existencia de
elementos, normas, o pautas, tanto formales como informales, ubicadas fuera del tipo penal, pero
que servirían para acotarlo, nos hace concluir primeramente, y de manera generalmente aplicable
a todo tipo imprudente, que se encuentran justificados frente a nuestro apotegma de legalidad.

El tipo imprudente formulado en la legislación chilena, se conforma al principio de legalidad y su


derivado de taxatividad. Esto lo concluimos en función de dos líneas argumentales. Una primera,
que es aplicable inicialmente a todo tipo imprudente (la naturaleza de las cosas, y la existencia de
elementos acotadores del tipo). Una segunda, basada en fundamentos específicamente aplicables
a la tipificación imprudente nacional, y que podríamos resumir en tres ideas principales. Primero,
los términos normativos empleados por el legislador son equivalentes, en el sentido de ser todos
denotadores de la falta de cuidado, y existirían diferentes parámetros para su determinación, tales
como reglas, reglas técnicas, contractuales etc. Segundo, todos estos elementos normativos
vienen acompañados de expresiones tales como “temeraria”, “inexcusable”, “mera” etc. que
vienen a imponer un determinado grado de exigencia de cuidado. Y tercero, serviría de
parámetro adicional para determinar la falta de cuidado, el denominado criterio del hombre
medio, cuya fuente sería el artículo 44 del Código Civil.

El número abierto de los delitos imprudentes en contra de las personas, en virtud de las cláusulas
generales de los artículos 490 y 492 no representaría un mayor peligro para el principio de
legalidad, esto, desde una doble perspectiva. En primer lugar, porque al reducir el ámbito de
aplicación de la incriminación a título de imprudencia a los supuestos de homicidio y lesiones, se
sabe a ciencia cierta cuales son los delitos en contra de las personas que admiten dicha

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modalidad. En segundo lugar, es posible determinar los rasgos básicos de la conducta, es decir, la
acción u omisión imprudente, mediante la puesta en relación de las mencionadas cláusulas
generales con los delitos dolosos a que afectan.

Por el hecho de haber elementos que, si bien, están fuera del tipo imprudente, son parámetros
ciertos a la hora de determinar el contenido de la imprudencia, quedaría resuelto –aunque no de
una manera totalmente satisfactoria- el problema de la aplicación del tipo en cuestión, por lo que,
a la hora de decidir una caso de imprudencia, el juez no podrá hacer uso de una discrecionalidad
carente de límites. Siguiendo esta idea, si el sentenciador no se ciñe a los parámetros señalados
incurrirá en una analogía integradora, y por lo tanto, contraria al principio de legalidad.

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