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Maestría Musicoterapia

Asignatura: Psicología I
RESUMEN INTEGRADOR DE:
Psicoanálisis y Primera Generación; Conductismo, Segunda Generación; Cognitivismo, Enfoque Humanista
(Tercera Fuerza), Tercera Generación; Aceptación y Compromiso y Enfoques Sistémico e Integracionista

Elaborado por Ana María Rodríguez Barreto

Quisiera comenzar este resumen integrador abriendo con una pregunta que quizá sea difícil
de contestar y es ¿Qué es la psicología?, difícilmente haya una única respuesta unificadora, pues
también dependiendo de la postura del autor(a) y del momento temporal en que se conteste,
tendrá diversas respuestas.
Aunque desde la época de Aristóteles y Platón hay planteamientos en torno al alma, el cuerpo
y el comportamiento de las personas, aspectos que se han planteado relacionados a la psicología;
es a partir del año 1879 que se constituye propiamente como una rama autónoma, año en el que
Wilhelm Wundt fundó el primero laboratorio de psicología en la Universidad de Leipzing en
Alemania. En sus estudios, dio prioridad a procesos en relación a la atención y los motivos e
intenciones que las personas tenían hacia esta. De sus estudiantes se destacaron posteriormente
las ideas de Titchnner, quien buscaba los “átomos” del pensamiento; él consideraba que el papel
de la psicología era buscar los elementos más pequeños y estudiar cómo su combinación e
integración darían origen al ser humano, así, su enfoque se conoció como estructuralismo.
Posteriormente, el académico William James comenzó a cuestionar los planteamientos del
estructuralismo argumentando que los “átomos” del pensamiento no existían en la vida real, y
que de igual forma no se pude hacer una fragmentación hasta buscar lo más básico, sino que más
bien se debe pensar la psique como un corriente continua, planteando lo que se conoce como
teoría funcionalista, que es una teoría de la vida mental y de la conducta que se interesa en la
forma en que un organismo emplea sus habilidades perceptuales para funcionar en su ambiente.
Como era de esperar con los avances científicos y las nuevas demandas del medio social,
estas teorías comenzaron a ser cuestionadas, y aquí aparece uno de los pioneros en el campo de
la psicología: Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, cuyos trabajos iniciales en medicina lo
convencieron de que muchas de las enfermedades nerviosas eran de origen psicológico más que
fisiológico. Freud cuestionaba algunos de los planteamientos del estructuralismo de Wundt en
relación libre albedrío, argumentando que realmente el ser humano se mueve por unas fuerzas
psicológicas que estarían en su inconsciente, es decir, que no estarían disponibles desde la parte
racional y que el acceso a estas profundidades sería un trabajo exhaustivo.
El énfasis que Freud colocó en la sexualidad fue lo que hizo que durante los inicios de su
planteamiento hubiera tanta controversia, sumando además el planteamiento de que no tenemos
control sobre nuestros verdaderos motivos, pensamientos y comportamiento. A la par, la
novedosa idea del inconsciente y de los conflictos internos que cada quien tiene que lidiar parecía
ser atractiva en muchos círculos académicos.
Sin embargo, para la comunidad científica estos planteamientos no eran más que
afirmaciones sin sentido, pues el inconsciente u otros atributos como el alma, la mente, las
emociones, no eran algo digno de llamarse ciencia, de ahí que, si la psicología quería entrar en
el club de las “ciencias duras”, tendría que establecer sus planteamientos en relación al método
científico. Esto ha sido un gran tema de discusión puesto que si definimos a la psicología como
el estudio de la conducta, podríamos decir que efectivamente esta se puede describir, entender y
predecir, por tanto, se puede tener control sobre el objeto de estudio y sí entraría en el campo de
lo científico, pero los aspectos mentales no. Esto era, generalizando, el pensamiento de la
corriente conductista. Al inicio del siglo XX, John B Watson argumentaba que la vida mental
era una superstición, y que aquello que no podía medirse o localizarse, no era objeto de estudio
científico, es decir que pasaría a ser “pseudo ciencia”, de ahí que la psicología fuera el estudio
de la conducta observable y medible. Su visión estaba basada en los trabajos de Pavlov, quien
llamó condicionamiento a las respuestas determinadas ante cierto patrón de estímulos. Así
mismo, otras personas como B.F. Skinner creían que la mente era una “caja negra” invisible y
por tanto no había que ocuparse de su estudio sino centrarse en la conducta, que era aquello de
lo cual sí teníamos control. Así, Skinner aporta a las teorías conductuales el concepto de
refuerzo, que consistía en recompensar o castigar los sujetos por la forma en la que él esperaba
o no lo hicieran, llamándose esta forma condicionamiento operante.
Alrededor de la década de los 60, las teorías del conductismo comienzan a perder fuerza ya
que investigaciones en torno a la percepción, la personalidad, el pensamiento, las motivaciones,
el desarrollo infantil y otros temas que el conductismo había ignorado completamente comienzan
a tener mayor sentido en la comunidad de investigadores, atendiendo además a las necesidades
mismas del medio de poder entender aquello que no era posible de ver y que no por esto, no
existiera; por ejemplo, el hecho de que una persona además de cambiar su conducta frente a una
fobia darse debía no solo a su comportamiento, sino también a la re significación que hacía en
su pensamiento de esta fobia. Así, la idea de que es posible cambiar las ideas de una persona
acerca del mundo y que dicho cambio tendrá efecto en la conducta fue lo que dio peso a las
ciencias cognitivas.
En relación al aprendizaje, se comenzó a entender que es posible aprender conceptos
abstractos e incluso a partir de situaciones que nunca hemos vivido, y que existe un aprendizaje
latente que no necesariamente se refleja de forma inmediata en la conducta. Se comienza a hablar
de procesos cognitivos y procesos mentales que hacen parte de la configuración del ser humano.
Estos abordajes daban efectivamente una comprensión mayor del comportamiento humano
y enriquecían a la psicología como disciplina de estudio, sin embargo, parecía que había un foco
únicamente en el individuo y algunas dinámicas como el contexto o entorno no se les estaba
dando el peso que merecían, de forma que entre las varias disciplinas que comienzan a tener esto
en consideración, surge el enfoque humanista para dar cuenta de la experiencia humana en su
globalidad, redescubriendo así formas tradicionales occidentales y orientales de conocimiento.
Para este enfoque es necesario entender la diversidad humana en relación a las conductas y
pensamientos, que además van a estar influidas directamente por el género, la raza y origen
étnico y la cultura.
Uno de los autores representativos de este enfoque es Carl Rogers, quien plantea que el ser
humano tiene capacidad de elección (contrario a lo que nos decía el psicoanálisis en relación a
las fuerzas inconscientes que gobernaban al ser), así como la posibilidad de ser un ser creativo y
con autorrealización, aspectos que los otros enfoques no habían nombrado aún, de ahí que se
reconoce al ser humano como un ser con potencialidades, con capacidad de mejora constante a
nivel personal como social.
Este nuevo panorama en relación a la psicología abre nuevamente un entendimiento que
aporta a lo que ya se venía estudiando, introduciendo además un factor en relación a una
dimensión, por llamarlo de alguna manera, espiritual o transpersonal.
A partir de la apertura a poder vincular elementos espirituales en la psicología, surgen
terapias como la de aceptación y compromiso, ACT, la cual se fundamenta en principios como:
Aceptación de la realidad tal cual es, Defusión cognitiva, como la capacidad de observar los
pensamientos sin dejar que tengan mucho peso o control, Yo en perspectiva, que es la invitación
a recordar nuestra parte más esencial. Momento presente: Brindar total atención a la experiencia
en el aquí y en ahora. Identificación de valores: Identificar lo que es más importante y
Compromiso de acción, referido a establecer metas claras para mejorar en la vida.
La terapia de Aceptación y compromiso que invita al “aquí y ahora”, se relaciona con algunas
prácticas de tipo oriental en las cuales ya se nombra incluso desde antes de la constitución de la
psicología, la importancia de centrar la atención en el presente, utilizando terminologías tales
como atención plena, plena conciencia, presencia mental, presencia abierta, entre otras; que es
lo que hoy podríamos denominas prácticas de Mindfulness.
Para mí en lo personal, que la psicología pueda abrirse a integrar conocimientos de
tradiciones milenarias como la oriental que tienen componentes espirituales sólidos, es un gran
paso, esto no es sólo producto de la globalización, sino, a mi modo de ver, de entender que el
conocimiento “certero” no sólo pertenece a un lado del continente. Es más, en el estudio de la
psicología de la forma “tradicional”, es usual remitirse a planteamientos que han sido pensados
en otros continentes y que muchas veces al ser extrapolados a nuestra realidad latina, no aplican
o encajan. De ahí que me parece es un ejercicio interesante poder revisar planteamientos desde
lo local, como lo que se plantea desde la psicología latinoamericana o incluso desde lo que surge
a partir de la psicología comunitaria. Esto extrapolado a la musicoterapia también tendría
sentido, por ejemplo el trabajo con canciones no será igual en Bogotá a hacerlo en Bolivar, la
musicalidad colombiana con certeza será distinta a la canadiense, de ahí que pienso también la
musicoterapia debe de implementarse en relación al contexto.
Vemos de esta forma que hay una disposición de apertura a integrar distintas formas de
conocimiento, surgen enfoques que toman ideas de la biología, de la sociología y hasta de las
teorías informáticas, de ciencia y tecnología. Por ejemplo, el enfoque sistémico se apoya en la
categoría de lo general y lo particular, es decir, del todo y sus partes y se sustenta en el concepto
de la unidad material del mundo. Este enfoque aborda una representación de la realidad vista
desde una perspectiva holística e integradora, donde lo importante son las relaciones y los
componentes que a partir de ellas emergen. De ahí surge la terapia sistémica. Aquí se resalta la
importancia no solo de la persona como un sistema en sí, sino como un ser inmerso en otros
sistemas como los familiares, religiosos, escolares, comunitarios, de salud, etc.
En este rápido y muy breve recuento de parte de la historia de la psicología vemos que hay
algunas posturas que aparentemente son irreconciliables, y tanto en los marcos teóricos como en
los marcos de acción terapéutica sería un sacrilegio combinarlas, sin embargo, hay llamados de
algunas corrientes a poder tomar de cada una aquello que aporta al entendimiento del individuo
y más que hacer un revuelto, optar por la integración, de ahí los enfoque llamados
integracionistas , en los que se buscan puntos de encuentro, por las limitaciones que entraña el
compromiso con un solo marco teórico, ante la complejidad y divergencia del tratamiento
psicoterapéutico. Es decir, considerando las bases epistemológicas de cada corriente, es
importante resaltar que cada una aporta al entendimiento del individuo. La visión integracionista
es holística ya que su fundamenta en la base de los demás modelos, de los cuales toma ayuda
para así juntar ciertos enunciados, teoremas, y partes que serán organizadas y sistematizadas para
utilizarlas ante determinadas situaciones que se presenten en una organización.
Así, considero que todos estos enfoques son valiosos en el momento terapéutico y a la hora
de enfrentar una realidad poblacional. Particularmente como psicóloga creo que cada enfoque
aporta y atiende necesidades específicas, así como da un entendimiento desde una mirada distinta
a un problema determinado. Decir que uno es mejor que otro o que uno tiene más verdad que
otro, no sería sino reflejo del ego académico de querer “tener la razón”.
Incluso pensándolo a nivel de la Musicoterapia, creo que es importante reconocer que esta
misma disciplina toma elementos tanto de la música como del campo terapéutico, y que a su vez
se nutre de los aportes médicos, tecnológicos, artísticos y en general de los avances que se dan
en el mundo en diversos conocimientos.
Quizá pensar en una perspectiva netamente músico centrada sería un paralelo a tener un
enfoque purista psicoanalítico o conductista, o “casarse” con un único enfoque, lo cual restaría
otro panorama de visión que aporta a las problemáticas de estudio. Si bien no se trata de “copiar
y pegar” y hacer un collage sin forma o sentido, sí de poder, como bien lo dice el modelo
integracionista, encontrar los puntos de encuentro.
Por eso creo que también en la musicoterapia no podemos caer en que existe una “verdad
absoluta” cuando nos posicionamos desde determinado enfoque, o decir que un método es mejor
que otro o que una técnica es mejor que otra; creo que sólo desde la experiencia personal
podemos hablar y, sobre todo, desde lo que es más apropiado para el participante o grupo con el
que se trabaja. Es posible que cuando hayamos creído haber encontrado la “receta mágica” a
nivel terapéutico y/o musicoterapéutico y la apliquemos en un contexto diferente, veamos que
tal receta no salió como pensábamos y tengamos que replantearnos nuestro accionar. Con esto
no quiero decir que no haya aspectos que puedan ser estandarizados, por el contrario, creo que
es importante saber qué herramientas podemos aplicar para atender a problemáticas globales y
así darle un carácter más científico a la profesión, sobre todo pensando que la musicoterapia es
una disciplina muy joven.
Para mí es evidente que como humanidad compartimos una estrecha relación con nuestra
vida emocional y la música, y que el trabajo que se haga desde la musicoterapia tomando como
premisa lo anterior, traerá beneficios a diversos niveles para quienes se aplique la intervención;
haciendo un llamado a la humildad en el conocimiento y reconocer que éste está en constante
transformación de ahí que es mejor tener una capacidad de adaptarse, integrar y hasta
replantearse aquello que se consideraba como “verdadero”, tanto en la musicoterapia como en
cualquier saber.

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