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El bullying o matoneo es más frecuente de lo que imaginas, sucede en muchas partes,

especialmente en los colegios. Para demostrarlo, te voy a contar una historia sobre un niño al que
llamaremos Julián.

Este niño podría ser tu compañero de clases, tu hermano o tu primo. Incluso, tu mismo podrías
estar en el lugar de Julián alguna vez.

Julián iniciaba su año escolar, este prometía ser diferente porque empezaría a asistir a una nueva
escuela, más grande que su antiguo colegio. El día que visitó la escuela por primera vez, Julián
había visto la gran biblioteca y el enorme y moderno laboratorio de ciencias. Estaba emocionado
pensando en que iba a tener un patio de juegos más grande con tres canchas a sus disposición
para jugar futbol durante el descanso. Se imaginaba pasando el tiempo con sus nuevos amigos en
este mega colegio.

Durante un tiempo, todo fue adaptación, aprendió a despertarse más temprano y a correr apenas
sonaba la campana del recreo para tomar uno de los primeros puestos en la fila de la cafetería. Así
el descanso le rendía para un partido de fútbol más largo.

Julián estaba disfrutando esta experiencia pero al mismo tiempo notaba que durante las clases,
cada vez era más frecuente escuchar risas detrás suyo. Él miraba de reojo y descubría a tres de
sus compañeros que murmuraban algo mientras le observaban burlonamente.

Para mitad de año, las risas y el murmullo de aquellos niños se había convertido en una
cancioncilla burlona que ellos repetían cada vez que lo veían. Ahora esos chicos se burlaban
abiertamente porque él tenía la piel más oscura de todo el salón. En esa molesta cancioncilla los
chicos podían agregar insultos sobre el pelo de Julián, su nariz o lo que se les ocurriera ese día.

Julián sufría en silencio. Se sentía confundido y se preguntaba ¿Qué les hice a esos chicos para que
me digan todo eso?. Julián intentaba no darle importancia a estas burlas pero las risas y la mirada
burlona de esos 3 chicos se hacían una carga más grande sobre sus hombros.

Ya no solo estaba triste en el colegio. También al llegar a su casa sentía el mismo peso que lo
entristecía al escuchar el terrible estribillo. Se paraba frente al espejo para revisar su rostro, su
cabello, buscando lo que les causaba tanta risa a esos tres.

Le costaba levantarse en las mañanas, ya no corría al escuchar la campana del recreo porque ni
siquiera tenía ganas de comer. Prefería sentarse en una silla que estaba debajo del último árbol de
la escuela porque ese era un lugar donde esos chicos no lo verían.

Los padres de Julián habían notado que su hijo ya no llegaba contando lo emocionante que era su
nuevo colegio. Si le preguntaban ¿Cómo te fue? Él solo respondía con una “bien” mientras
arrojaba la mochila de la escuela en el piso de su cuarto.

Un día sonó el teléfono de la madre de Julián, la llamaban desde la rectoría del colegio pidiéndole
que ese día, cuando finalizaran las clases, llegara hasta la coordinación de disciplina para recoger a
su hijo quien pasaría el resto del día en detención.
Para ella era muy extraño porque nunca antes había recibido una queja sobre la disciplina de su
hijo. Pero su sorpresa fue mayor cuando al hablar con el coordinador le dijeron que Julián había
golpeado a un chico durante la clase de química.

Para los docentes el comportamiento de Julián también era muy extraño porque hasta ese
momento él había sido un chico amable, educado y respetuoso. Así que le dieron la oportunidad
de explicar por qué lo hizo.

Todos se sorprendieron con la explicación de Julián. Dijo que ya estaba cansado de escuchar las
burlas y risas de sus compañeros. Les contó sobre la canción y como había soportado durante casi
todo el año escolar el escuchar ese sonsonete una y otra vez durante todos los días de escuela.

Comprendieron que la frustración de Julián lo hizo estallar, su enojo y dolor fueron la razón por la
que agredió a aquel chico. Aunque lo entendieron, le recordaron que la violencia no es la
respuesta, que él podía haber pedido ayuda y contar lo que le estaba pasando a cualquiera de los
docentes o directivos del colegio. De esta forma hubieran podido apoyarlo.

La mamá de Julián sintió un gran dolor al conocer esta historia. Le dijo que él no estaba solo y que
si hubiera contado lo que vivía, ella misma hubiera llegado hasta el colegio para dar a conocer la
situación.

Lo abrazó fuertemente y le recordó que nunca estuvo solo. Ella siempre buscó la forma de saber
que le sucedía pero Julián no lo quiso contar. Desde ese momento los padres de Julián estuvieron
mucho más atentos a su estado de ánimo y comportamiento, hablaron más con él y convirtieron el
sábado por la tarde en un espacio para apagar la tele y reunirse en la sala para jugar juegos de
mesa, leer o realizar cualquier actividad que uniera a la familia.

Las directivas del colegio utilizaron las herramientas pedagógicas para intervenir en esta situación.
A los niños infractores se les impuso matrícula condicional y se les inició un seguimiento para
garantizar que su comportamiento no se volviera a repetir.

La Psicopedagoga de la institución jugó un papel importante en el proceso. Atendió a Julián para


fortalecer su autoestima y ayudarlo a superar esta experiencia tan dolorosa. A los infractores les
hizo comprender el daño que puede causar el bullying en una persona. Ellos entendieron que las
burlas y la violencia psicológica pueden arrastrar a una persona a la depresión y al suicidio, por
ello, fueron capaces de pedirle disculpas a Julián y prometer que no volverían a actuar de ese
modo.

Como vez, Julián recibió apoyo de los adultos que le rodeaban. Como él, tu también tienes más
opciones. No te quedes callado y cuéntale a una persona de tu confianza lo que estas pasando.

Nadie tiene derecho de lastimar a otros y menos por nuestras diferencias, eso es lo que nos hace
únicos y especiales.
El bullying o matoneo es más frecuente de lo que imaginas, sucede en muchas partes,
especialmente en los colegios. Para demostrarlo, te voy a contar una historia sobre un niño al que
llamaremos Julián.

Este niño podría ser tu compañero de clases, tu hermano o tu primo. Incluso, tu mismo podrías
estar en el lugar de Julián alguna vez.

Julián iniciaba su año escolar, este prometía ser diferente porque empezaría a asistir a una nueva
escuela, más grande que su antiguo colegio. Estaba emocionado pensando en que iba a tener un
patio de juegos más grande con tres canchas a sus disposición para jugar futbol durante el
descanso. Se imaginaba pasando el tiempo con sus nuevos amigos en este mega colegio.

Durante un tiempo, todo fue adaptación, aprendió a despertarse más temprano y a correr apenas
sonaba la campana del recreo para tomar uno de los primeros puestos en la fila de la cafetería. Así
el descanso le rendía para un partido de fútbol más largo.

Julián estaba disfrutando esta experiencia pero al mismo tiempo notaba que durante las clases,
cada vez era más frecuente escuchar risas detrás suyo. Él miraba de reojo y descubría a tres de
sus compañeros que murmuraban algo mientras le observaban burlonamente.

Para mitad de año, las risas y el murmullo de aquellos niños se había convertido en una
cancioncilla burlona que ellos repetían cada vez que lo veían. Ahora esos chicos se burlaban
abiertamente porque él tenía la piel más oscura de todo el salón. En esa molesta cancioncilla los
chicos podían agregar insultos sobre el pelo de Julián, su nariz o lo que se les ocurriera ese día.

Julián sufría en silencio. Se sentía confundido y se preguntaba ¿Qué les hice a esos chicos para que
me digan todo eso?. Julián intentaba no darle importancia a estas burlas pero las risas y la mirada
burlona de esos 3 chicos se hacían una carga más grande sobre sus hombros.

Ya no solo estaba triste en el colegio. También al llegar a su casa sentía el mismo peso que lo
entristecía al escuchar el terrible estribillo. Se paraba frente al espejo para revisar su rostro, su
cabello, buscando lo que les causaba tanta risa a esos tres.

Le costaba levantarse en las mañanas, ya no corría al escuchar la campana del recreo porque ni
siquiera tenía ganas de comer. Prefería sentarse en una silla que estaba debajo del último árbol de
la escuela porque ese era un lugar donde esos chicos no lo verían.

Los padres de Julián habían notado que su hijo ya no llegaba contando lo emocionante que era su
nuevo colegio. Si le preguntaban ¿Cómo te fue? Él solo respondía con una “bien” mientras
arrojaba la mochila de la escuela en el piso de su cuarto.

Un día sonó el teléfono de la madre de Julián, la llamaban desde la rectoría del colegio. Para ella
era muy extraño porque nunca antes había recibido una queja sobre la disciplina de su hijo. Pero
su sorpresa fue mayor cuando al hablar con el coordinador le dijeron que Julián había golpeado a
un chico durante la clase de química.

Para los docentes el comportamiento de Julián también era muy extraño porque hasta ese
momento él había sido un chico amable, educado y respetuoso. Así que le dieron la oportunidad
de explicar por qué lo hizo.
Todos se sorprendieron con la explicación de Julián. Dijo que ya estaba cansado de escuchar las
burlas y risas de sus compañeros. Les contó sobre la canción y como había soportado durante casi
todo el año escolar el escuchar ese sonsonete una y otra vez durante todos los días de escuela.

Comprendieron que la frustración de Julián lo hizo estallar, su enojo y dolor fueron la razón por la
que agredió a aquel chico. Aunque lo entendieron, le recordaron que la violencia no es la
respuesta, que él podía haber pedido ayuda y contar lo que le estaba pasando a cualquiera de los
docentes o directivos del colegio. De esta forma hubieran podido apoyarlo.

La mamá de Julián sintió un gran dolor al conocer esta historia. Le dijo que él no estaba solo y que
si hubiera contado lo que vivía, ella misma hubiera llegado hasta el colegio para dar a conocer la
situación.

Lo abrazó fuertemente y le recordó que nunca estuvo solo. Ella siempre buscó la forma de saber
que le sucedía pero Julián no lo quiso contar. Desde ese momento los padres de Julián estuvieron
mucho más atentos a su estado de ánimo y comportamiento, hablaron más con él y convirtieron el
sábado por la tarde en un espacio para apagar la tele y reunirse en la sala para jugar juegos de
mesa, leer o realizar cualquier actividad que uniera a la familia.

Como vez, Julián recibió apoyo de los adultos que le rodeaban. Como él, tu también tienes más
opciones. No te quedes callado y cuéntale a una persona de tu confianza lo que estas pasando.

Nadie tiene derecho a lastimar a otros y menos por nuestras diferencias, eso es lo que nos hace
únicos y especiales.
SOLUCIONES

Como parte de la institución yo propondría la utilización de herramientas pedagógicas para


intervenir en esta situación.

Entre otras soluciones para afrontar el problema se encuentran:

Imponer matrícula condicional a los niños infractores e iniciarles un seguimiento para garantizar
que su comportamiento no se vuelva a repetir.

Atender a Julián desde Psicopedagogía para fortalecer su autoestima y ayudarlo a superar esta
experiencia tan dolorosa.

Ampliar la visión de los infractores con un trabajo de investigación respecto al tema. Para ello,
podrían presentarse al finalizar la jornada escolar en la oficina de coordinación para trabajar 2
horas cada día durante una semana en la preparación de una exposición o charla sobre el Bullying
y sus alcances. De esta forma, los infractores pueden comprender el daño que causa el bullying
en la vida de un ser humano, además, pueden evidenciar los casos de depresión y suicidio
producidos por el matoneo.

Con este ejercicio se busca lograr ampliar la visión de los infractores sobre los alcances y
consecuencias del bullying. Del mismo modo, se puede lograr una reflexión profunda de los
mismos para que puedan modificar su comportamiento y procuren no volver a actuar de ese
modo.

Crear un espacio de reconciliación entre quienes cometen el Bullying y quienes lo padecen. Esto
puede darse con la intervención del Psicólogo de la institución, quien puede planear un encuentro
para que ambas partes puedan conversar en un ambiente de tranquilidad. Así l os infractores
pueden ofrecer disculpas a la persona violentada y que ésta a su vez inicie el proceso para
perdonarlos.

Desde coordinación de disciplina, se pueden iniciar campañas contra el Bullying para propiciar
espacios para la discusión del tema, tales como: conversatorios y charlas. Además de la
participación de los docentes también se le puede dar espacio a los estudiantes para que sean
voceros de esta causa y por qué no, podría hacerse la invitación a los padres de familia para que se
unan a estos conversatorios ya sea como audiencia o como ponentes.

La campaña podría complementarse con carteles dispuestos en lugares estratégicos del colegio y
con volantes que entregarían a la comunidad estudiantil y a los padres de familia.

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