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EL RITUAL DEL KEMUR

PROEMIO

Cuando anuncié en la revista AQUARIUS del aĄo 1935 que


daría a conocer el Ritual del Kemur, algo ş?Le contuvo, tal vez el
eco sagrado de aquellas viejas letanías egipcias que tanto con-
movieron el alma de los hombres al plasmarse en la esencia
mental de esta dulce evocación. Y las palabras que haba -ían de
conjugar el divino verbo de las cuatro letras, prefiriendo aguar-
da.i- el aseitti2niento de Niris para expresar el pensamiento
inefa-

blemente hermoso que otrora asistiera a las grandes


creaciones
del Genio, poniendo en sus cerentoni0es de ardiente belleza v
luminosidad, el augusto y sublime sello de la insignia solar.
Hoy me llegan con insistencia de in ' finidad de puntos,
los

tiernos mensajes de multitud de corazones reclamando cariĄosa-

mente el cumplimiento de esa promesa que fué tan grata


para
el espíritu.

ícumplir una promesa! şCudn difícil es para los que nc>


poseen la fuerza y el poder para cumplirla! şY cuán dulce y ple-
tórica de amor es la promesa cuando parte de los labios que
saben pronunciarla con la seguridad de convertirla en realidad!

Accedo pues a la 1,u?nilde y justa súplica y ordeno a la


mano
que dé cuerpo a las palabras, trazando sobre el papel los signos
alfabéticos que en frases de amor describirán el antiquísimo y
sagrado Ritual de? @ttzr, 4-ed ahora cĘ,?no e,, líquido brillante
fluye a través de la pluma qegnbrando las blancas hojas de perlas
ş»şciáticas.

INTRODUCCION

Prescindiendo de las tradiciones míticas que siempre aparecen


en
los comienzos de la historia de todos los pueblos para delinear el
carácter
que identifica la cultura de las pasadas civilizaciones, pero sin
omitir
la herencia que las primeras jerarquías trasmitieron a los vástagos
que
habrían de formar más tarde las gloriosas castas de iniciados que
habi-
taron las tierras baĄadas por el Nilo, invito a los que quieran
disfrutar
de una incursión a los lugares que fueron cuna de los más grandes
pa-
"A U ARI US"

triarcas y filósofos que tuvo la humanidad, a detener por un


instante
toda actividad mental, a fin de concentrar la atención en los
detalles más
preciosos del panorama iniciático que surgirá no bien el
pensamiento co-
mience a internarse en los dominios de aquellas dinastías de
iniciad
os

que dieron al mundo sus mejores prendas en el arte, la ciencia y el


culto.

A quien quiera venir conmigo le llevaré hasta esos remotos


tiem-
pos y le haré contemplar aquellas ceremonias en que los mismos
ángeles
parecían mezclarse con los hombres en íntima y sagrada comunión,
para
ayudarlos a realizar ese acto de supremo ofrecimiento a la
divinidad.

Veo a mi alrededor agolparse las multitudes para seguirme..


Quisieran todos asistir a esa sublime fiesta espiritual y se
preparan ufa-
nos y alegres a presenciar el misterioso Ritual del Kemur para
experi-
mentar los encantos de la influencia solar.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
..............................................................

Silenciosamente ha comenzado la marcha hacia Egipto. La curio-


sidad, esa modalidad profana que tanto afecta al corazón humano por
las
zozobras que le depara la mente en trance de averiguar todo lo que
al
momento olvida, ha dejado atrás a muchos. La impaciencia los ha
fati-
gado; dejémoles descansar hasta que los demás vuelvan a contarles
lo
que han visto.

Un poco más y estaremos contemplando sus majestuosas montaĄas


y sus terribles desfiladeros en un contraste tan sugestivo como
impresio-
nante. En verdad, la naturaleza egipcia, ilena de extraordinaria
belleza,
ha influido singularmente en todas las manifestaciones del
espíritu, sien-
do la fuente inagotable de inspiraciones que dieran a ese pueblo de
potente
civilización, un brillo tan deslumbrante que ni aun en nuestros
días,
después de varios milenios, ha dejado de resplandecer en la
conciencia
humana.

Ya llegamos; trasladémonos primeramente a orillas de ese ven-


turoso río en torno de cuyo cauce tantas leyendas tejió la mente de
los
hombres, ansiosa de trasponer los límites de ese mundo de
maravillas
que los iniciados se cuidaron muy bien de revelar a los profanos.
Lecho
de bendiciones, parecería como si el Nilo emergiera del cielo mismo
para
llevar a aquel país, como efluvio divino, algo de ese celeste
brillantina
que tanto ennobleció el sentimiento de sus moradores.

REVISTA DE LOGOSOFIA

Contemplad. En medio de imponentes desfiladeros, entre monta-


iías ya hendidas en originales contornos, ya alzándose en soberbias
cur-
vas sobre bosques y picados macizos, se divisa entre los huecos que
se
abren de tanto en tanto en las profundas y abruptas sinuosidades
del
terreno, la dilatada ribera de ese río sin igual. Se diría que los
hombres
de aquel tiempo carecían de los principios generales de la
arquitectura,
pero ellos sabían a quien recurrir y por cierto no desoyeron jamás
la
sabia voz de la naturaleza cuando les hablaba desde los aposentos
mis-
teriosos de su divina mansión. Allí nacían y crecían las
generaciones
absortas en la contemplación de aquellos lugares de ensueĄo, y el
pensa-
miento corría tras la línea que las posiciones del sol dibujaban en
la
penumbra de los valles o en las encantadoras cimas de tinte a veces
ro-
jizo de sus montes gigantescos. Allí levantaron esos invencibles e
infa-
tigables labradores de la tierra egipcia, sus templos y sus
panteones.
Allí afirmaron sus cielópeas construcciones a prueba de siglos,
reser-
vándose para sí el derecho de conservar intacto el secreto de sus
crea-
ciones. La incógnita permanece aún indescifrable pese a los
inauditos
esfuerzos hechos para descubrir o explicar su misterio.

Isis parecía haberles revelado el modelo de esa original


arquitec-
tura que escondía tras de sus muros de singular resistencia, el
sublime
y simbólico pensamiento de su genial inspiradora. Pero, ante esa
Pro-
mesa de fidelidad ofrecida por los iniciados de aquel tiempo en
holo-
causto a la divinidad que tan pródigamente les brindó los tesoros
de su
sabiduría, pugnaban por manifestarse como en una piadosa expiación,
los sentimientos que hubieron de ser más caros para el espíritu.

No otra cosa parecía advertirse cuando afanosamente construían


sus fastuosas tumbas y sus prominentes templos donde hacían vivir
imágenes, pensamientos, recuerdos y esperanzas, pero en los que no
po-
dían vivir los hombres.

Prefirieron confiar a las entraĄas de la tierra, ya en sus


cuen
cas naturales o socavando su superficie, los cuerpos queridos u
objetos
que fueron para sus sentimientos, motivo de los más delicados
afectos.

Ya estáis en los umbrales del Templo. Permitidme que desapa-


rezca durante el tiempo que permanezcamos en estos valles. En tanto
os dejo en manos del guía que os conducirá por los pasillos
misteriosos
y os hará franquear todas las puertas in-@truyéndoos en la conducta
que
debéis adoptar y el lenguaje que debéis aprender para interpretar Y
comprender las simbólicas expresiones del Ritual del Kemur.

El guía guarda profundo silencio. Ha comenzado la ceremonia.


Se oyen ya los finísimos acordes de una música, por momentos suave,
dulcísima y casi imperceptible, que aumenta luego en rítmicas armo-

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...... ..... ... ..

"AQUARIUS"

nías hasta adquirir una sonoridad atronadora y penetrante que pare-


ceria envolver el alma en una ola de vibraciones, sin duda para
inhibir
los sentidos de todo contacto externo o para preservar la mente de
todo pensamiento ajeno al ambiente plácido y sereno de esos lugares
de paz.

Subterráneos oscuros, pasos en falso, continuos tropiezos


ense-
flan a los neófitos a caminar con cautela y conservar clara la
imagen
de cada experiencia. El guía recomienda poner suma atención en 10
que se les instruye y no descuidar los detalles de la preparación,
para
que el proceso iniciático al cual van a asistir sea debidamente
aprove-
chado, y de los diferentes aspectos que presente, extraer lo
necesario
para recibir la luz de un conocimiento. Cesa repentinamente la mú-
sica que deleitaba el espíritu y tras un breve y sugestivo
silencio, una
voz estruendoso e imponente hace vibrar en el espacio estas
palabras:
şDetenéos impacientes e indiscretas citaturas! ĘQué buscáis en esta
sagrada mansión de luz y de amor?

El gula responde por ellos y los recipiendaríos avanzan un


tre-
cho más hasta penetrar en un espacioso vestíbulo donde deben
esperar.

En el interior del Templo prosigue el ceremonial. Está


ofician-
do el más grande y poderoso de los Hierofantes. Le rodean los
Hiero-
fantes menores, que participan en esa función solemne según las
pre-
rrogativas de su graduación; siguen los iniciados de alta categoría
que
ocupan sus respectivos puestos después de celebrar en las
antecámaras
una reunión secreta y los iniciados menores que van penetrando en
discreta formación. Los coros entonan los himnos y las letanías
elegi-
das, mientras la vibración musical acompaĄa el eco de los mantrams
en medio de un diluvio de notas armónicas hasta extinguirse en las
profundidades del ser. Luces fulgurantes cambiando sus diáfanos
colo-
res semejan resplandores divinos que iluminan el Teml)lo y llenan
el
ambiente de sublimes presencias.

Tras de un pórtico aparece un oficiante que viste los mismos


atavíos que el guía; es el pastóphoro que viene a relevarle y sin
que
apenas tengan tiempo de observarle hace unas seĄas misteriosas que
el
guía entiende, alejándose de allí.

De pronto las luces se van extinguiendo hasta dejar el recinto


en la más completa penumbra. Se oye a lo lejos como un toque de
clarín
que luego acompaĄa un suave y lánguido sonar de campanas.

-Seguidme -dice el pastóphoro a media voz penetrando en un


amplio corredor.

Después de recorrer un trecho aparece ante los sorprendidos


ojos
de los visitantes, con toda la magnificencia propia de esos
solemnes ce-

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remoniales, el Templo de esplendores que tanto había estimulado el


anhe-
lo de conocerlo.
-Sentaos aquí -indica uno de los neocoros que en ese instante
habla llegado empujando una espada en cuya reluciente cruz se veían
grabados los signos del Sol.
A una pregunta de los presentes el neocoro responde prestamen-
te: -No, no cá éste el famoso Templo de Karnac, aun cuando presente
si-
militudes en la construcción de sus imponentes columnas, sus orna-
mentos y esculturas.
-Ya os indicó el gula -prosiguió el neocoro- que al pasar por
entre esas hileras de obeliscos y monolitos gigantescos, fijárais
vuestra
vista en aquella inscripción que dice: "III dinastia-Ramsés II";
también
habéis podido ver grabados en los muros interiores de este monumed-
tal y sagraclo edificio, escenas y pasajes iniciáticos de épocas
que se
remontan a aquellos siglos en que fué instituido el culto solar
entre los
hombres de este mundo. Allí aparecen los primeros rudimentos de la
enseĄanza iniciática y el sistema de sumo original que fué empleado
para transmitir en toda su pureza el conocimiento de las leyes y
las
fuerzas cósmicas que operan incesantemente en la naturaleza.

Varios neocoros precedidos del pastóphoro se acercan


lentamente
a ellos, lo que por cierto les inspira algo de temor, pues en la
semipe,-
numbra, envueltos casi en el suave humo del incienso, T)arecen
sombras
o seres alados más bien que seres vivientes de humana- naturaleza.

Instantes después el pastóphoro lee las siete tablas, une eran


las
leyes o mandamientos de Amon-Ra, y les indica concentrarse.

En la nave central del Templo, el Gran Hierofante imparte ya


las últimas enseĄanzas sobre las imágenes que acaba de revelar. Las
vibraciones aumentan el vedumen de Jas corrientes que ejercen una
dulce presión atmosférica inundando el ambiente de una placidez y
una
paz tan inefable que es necesario estar bien despierto para no caer
en
un profundo sueĄo.
-Ved -les dice uno de los neocoros- cómo las 'luces de los
san-
tuarios de Menfis y de Tebas se refunden en una apoteosis de gran-
deza en el espíritu de los hombres que han escalado los más altos
pelda-
şíos de la sabiduría. Ved cómo las palabras que han sido
consagradas
para expresar los pensamientos, muestran el brillo de la
inteligencia
y formando parte de un idioma común ponen de manifiesto las exce-
lencias de un lenguaje superior que se halla completamente
desvincula-
do de las mentes del vulgo.
El hombre, por lo general huye de la luz porque la teme y rie
o
se mofa de todo aquello que no comprende, refugiado en las sombras

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,A U ARI U SI'

de su ignorancia. El iniciado, para quien podría decirse que cada


pa-
labra es un emblema, si bien atiende en principio lo que ella
sugiere, no
deja por ello de penetrar su triple sentido hierático toda vez que
las
palabras indiquen un origen más allá de la expresión común. Del
mismo
modo, observad los movimientos y aĘremanes y veréis que también en-
cierran un triple significado.
Las figuras jeroglíficos y los signos cabalísticos que a
vuestro
paso véis, tienen estrecho parentesco con el Génesis de Henoch y
los
sabios preceptos de Hermes.
Volviendo al siglo XX, sólo se encuentran entre las ruinas y
es-
combros de los famosos panteones de Psammética y de Ramsés los ves-
tigios de estas realizaciones estupendas.
Pero los iniciados mayores saben evocar las escenas de sublime
belleza que véis, tan sólo pronunciando y haciendo vibrar en la
esfera am-
biente de esa alta cámara los luminosos mantrams que en ese idioma
expresan una ley ternaria de imponderables efectos para el espíritu
que
los escucha.
Ved allá -prosigue el neocoro seĄalando siete arcones que se
distinguen por su tamaĄo y el color de su envoltura exterior.
Repre-
sentan los siete grandes arcanos de la sabiduría; cada uno tiene
siete
llaves y por la combinación antagónica de siete resortes se logra
abrir-
los. Cada llave debe girar siete veces y siete son los secretos que
contie-
ne cada arcano.
Los iniciados construyen ellos mismos las llaves que presentan
luego al Hierofante que les asiste, quien después de probarlas las
de-
vuelve a su dueĄo con las observaciones necesarias que ellos anotan
cul-
dadosamente en sus libros de apuntes.
-He leído -dijo tímidamente uno de los visitantes después de
haber solicitado el asentimiento del guía- a raíz de los hallazgos
ar-
queológicos que en cierto uiodo parecen coincidir con las
narraciones
de Herodoto, que en estos mismos templos se hallaban los sarcófagos
de
los laraones.
-No siendo Herodoto iniciado -respondióle el neocoro- sino
historiador, sus conclusiones se basaban únicamente en cálculos,
apre-
ciaciones líterales e investigaciones que no podían pasar más allá
de lo
que le es permitido a un ser común por ilustrado que sea.
Siempre es prurito característico del profano, inquirir sobre
cuan-
to se vincula a lo que ve u Oye, sin detenerse primeramente a
estudiar,
investigar y conocer aquello que se ofrece generosamente a su
contem-
pla@ión; de accederse a esa curiosidad, implicaría lo que ocurrió
con
los enigmáticos pasatiempos del observatorio del Templo de Tebas.

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REVISTA DE LOGOSOFIA

Los oficiantes del alto ceremonial hacen cambiar de pronto la


escena y aparecen ahora revestidos de una magnificencia
extraordina-
ria, como si resplandecieran tras de cada uno de ellos diáfanas
luces de
precioso colorido.

Como el guía observa que los visitantes se hallan sumamente


impresionados les invita a pasar a las cámaras externas hasta tanto
terminen los oficios divinos.

No obstante, algunos obtienen un permiso especial y el guía,


por
indicación del Gran Hierofante, les explica los detalles más
importan-
tes de ese excelso arte que comprende las más delicadas y elevadas
ma-
nifestaciones del espíritu. Es allí, en esos momentos donde el alma
sien-
te como si se libertara de su envoltura corporal y henchida de un
placer
inexpresable suspira dulcemente entre las brisas perfumadas y las
sua-
ves modulaciones de voces que entonan cantares; tiene la impresión
de sumergirse en las inmensidades de su mundo y el contacto con él,
le mantiene vivo el recuerdo de las promesas que debe cumplir.

Las reliquias que se.conservan en esos misteriosos sagrarios


egip-
cios, testimoniar! la alta cultura y los conocimientos de aquellos
hom-
bres de sangre azul que modelaron el sello que fué para los
profanos
tan impenetrable como indescifrable.

... . .. ... ... ... ... . .. ... . .. . .. . .. . .. . .. . .. ...


... ...

Acabáis de regresar con la seguridad de no haberos conven-


cido de estar bien despiertos, pues las imágenes que se sucedieron
en
torno del Ritual del Kemur fueron de tan deslumbrante luminosidad y
cuanto sentisteis, de tan maravillosos efectos, que bien podéis
pensar
que todo f ué y no pasó de ser más que un hermoso sueĄo.

Para aquéllos a quienes les fué concedido detenerse en la ob-


servación ' de cuanto vieron y recibieron los conocimientos
indispensables
para comprender sin equivocarse las enseiíanias que encubrían los
actos
del Ritual, nada debo agregar, porque ellos saben lo q-úe este
relato
significa y se guardarán muy bien de comunicar lo que cada uno debe
descubrir a través de las palabras escritas.

No dejará pues de ser ameno e interesante para todos, el haber


escuchado algo relacionado con los ritos, los afanes y las
preocupación
nes de aquel pueblo que legó tan brillantes tradiciones.

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