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fe - cultura
La cotidianidad al trasluz

Margarita Saldaña Mostajo


Licenciada en Teología y Periodismo. Trabaja en Pueblos Unidos.
E-mail: msaldanamostajo@gmail.com

Recibido: 9 septiembre 2013


Aceptado: 8 febrero 2014

RESUMEN: No existe vida humana al margen de la cotidianidad. Aunque la filosofía


y la sociología han investigado este fenómeno antropológico de primera magnitud, la
teología apenas se ha detenido aún a describir la relevancia que alberga desde el pun-
to de vista creyente. Sin embargo, el núcleo de la fe cristiana, la encarnación, supone
que Dios ha asumido íntegramente la condición humana, incluida la cotidianidad, que
Jesús experimenta durante los años de la denominada «vida oculta». Al trasluz de es-
te misterio, es posible y necesario leer la vida corriente como lugar privilegiado de en-
cuentro con Dios, de transformación del mundo, de realización humana plena y de
salvación.
PALABRAS CLAVE: cotidianidad, vida oculta, encarnación, transformación, sal-
vación.

1. Experiencias serl considera que la vida cotidia-


de la cotidianidad na es esencial para la construc-
ción del conocimiento, puesto
La cotidianidad es como el aire: que las verdades situacionales
nos abraza de tal manera que que en ella tienen lugar constitu-
ni siquiera la vemos. Ya que ac- yen la base de las verdades cien-
túa como una gran matriz, donde tíficas. Kierkegaard, por su parte,
se desenvuelve inexorablemente hace un elogio de la repetición,
nuestra vida, pensar la cotidiani- dimensión que prefiere, frente a
dad representa un ejercicio inte- categorías como la esperanza o el
lectual interesante. Desde ámbi- recuerdo, al buscar un eje existen-
tos como la filosofía y la sociolo- cial básico.
gía ha habido diversos intentos
de explicar su significado, subra- La riqueza de la cotidianidad se
yando su incalculable valor. Hus- amplía si la colocamos bajo la len-

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te de la sociología. Esta ciencia nos bién de ellas tenemos experiencia.


devuelve la vida cotidiana como Se trata de ir hasta el fondo de lo
delicado telar donde se van tejien- que vivimos a diario, apurando el
do tanto las historias particulares sentido de todo acontecimiento,
como las colectivas, a partir de de toda acción y hasta de toda pa-
magnitudes como espacio, tiempo sión. En perspectiva cristiana, con
y cultura. Fuera de la cotidiani- los acentos propios de la espiri-
dad, con sus inevitables reiteracio- tualidad ignaciana, es la invita-
nes y ciclos, no existen los indivi- ción a buscar y hallar a Dios en to-
duos, las sociedades ni, en defini- das las cosas. Semejante llamada,
tiva, la vida. que al final de los Ejercicios en-
ciende en deseos el corazón del
Parece necesario, pues, detenerse a
ejercitante, se convierte en una ar-
considerar la radical hondura de la
dua tarea al desembarcar en la
vida cotidiana desde una óptica es-
«quinta semana». Hallar a Dios en
trictamente antropológica. Un pa-
so inicial y sencillo en esta ingente todas las cosas no es evidente, co-
tarea consiste en asomarse a la pro- mo tampoco lo es encontrar ale-
pia experiencia de la cotidianidad, gría y esperanza en los rincones
fuente, sin duda, de un cúmulo de más anodinos de nuestras agen-
información. En efecto, los ecos das. Y, sin embargo, estas líneas
que reverberan en la conciencia y grises recorren sin cesar nuestro
en la sensibilidad cuando escucha- tiempo, y es en ellas donde somos
mos la palabra «cotidiano» revelan continuamente desafiados a des-
modos arraigados de afrontar la cubrir la presencia latente de Dios
dimensión más ordinaria de la y el oculto crecimiento del Reino
existencia. No deja de ser curiosa entre nosotros.
la diástasis que advertimos con
Un plus de dificultad, y también
frecuencia entre lo que quisiéra-
de urgencia, viene dado por el
mos vivir y lo que de hecho vivi-
contexto en que nos encontramos,
mos; sabemos que en el día a día
local y globalmente. El rostro
nos jugamos casi todo, pero arras-
amable de la cotidianidad se ve
tramos pesadamente una tediosa
ensombrecido por la realidad de
rutina mientras esperamos con an-
inmensas masas humanas sumi-
sia que el fin de semana o las vaca-
das bajo las consecuencias aplas-
ciones vengan a rescatarnos de la
monotonía del tiempo. tantes de la injusticia. En el norte
enriquecido, las preocupaciones
Ciertamente, hay otras maneras diarias de los individuos y las fa-
de enfocar la cotidianidad y tam- milias han cambiado drásticamen-

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te. Ya no se trata, para muchos, de tar con esperanza la monotonía


pagar una segunda vivienda, de diaria, hallar a Dios en todas las
financiar viajes de placer o de su- cosas y experimentar la cotidiani-
bir la gama del coche; hay que so- dad como lugar de salvación. Se
brevivir a los ERES y a la presión hace ineludible, para ello, aden-
del banco, hay que reajustar con trarse en una lectura teológica de
precaución los niveles de consu- la vida cotidiana que recupere
mo y, si el saldo alcanza, maximi- sus fundamentos cristológicos,
zar la capacidad de ahorro. Sólo muy en particular el misterio de
cuando estas inquietudes nos han la vida oculta de Jesús como su-
afectado en carne propia, convir- perficie a cuyo trasluz la cotidia-
tiéndose en el pan nuestro de cada nidad del cristiano cobra plenitud
día, nos hemos dado cuenta de de sentido.
que los países del sur llevan siglos
oprimidos por el proyecto neoli-
beral de crecimiento del que tam- 2. La cotidianidad de Jesús
bién nosotros, con nuestro estilo
de vida y de consumo, somos El dato de la encarnación, alojado
cómplices. Y así ocurre que, mien- en el corazón del Credo, alberga
tras aquí aún conservamos el há- infinitas posibilidades para ensan-
bito de renovar el ropero casi cada char los límites de la existencia
temporada, los obreros textiles de humana. Confesar la fe en la en-
Bangladesh trabajan en condicio- carnación supone un escándalo
nes infrahumanas durante jorna- para la razón, en tanto que se afir-
das interminables, produciendo ma la perfecta unión de la divini-
mucho más de lo que sensatamen- dad y la humanidad en la persona
te necesitamos. de Cristo. La paradoja es irreduc-
tible: Dios mismo, en su trascen-
Estas son sólo algunas de las dencia, entra verdaderamente en
cuestiones que forman parte de la la condición humana, se ciñe en
cotidianidad como experiencia absoluta libertad a las coordena-
humana. De su entraña brota la das de nuestra inmanencia, y todo
pregunta por la posibilidad real ello movido por el amor a su cria-
de encontrar un horizonte de sen- tura. Así lo confesamos en el Sím-
tido al devenir concreto de cada bolo: «por nosotros los hombres, y
día. Formulando el asunto desde por nuestra salvación, bajó del cie-
el punto de vista creyente, ante lo, y por obra del Espíritu Santo se
nosotros aparece el reto de detec- encarnó de María la Virgen, y se
tar claves que nos permitan afron- hizo hombre».

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Analizada desde nuestro ángulo, quienes somos. También exige,


esta fórmula del concilio de Nicea para Jesús como para cada uno de
(325) despliega un sorprendente nosotros, un espacio concreto, un
abanico de significados. «Bajar del lugar, una familia, un pueblo, una
cielo» es algo muy diferente de lengua, una ocupación, una cultu-
«llegar caído del cielo». Para Dios, ra. En definitiva, «hacerse hom-
bajar del cielo ha implicado reali- bre» es mucho más que «tomar
zar su andadura terrena de mane- carne»; significa dejar que cada
ra idéntica a la nuestra, sin aho- etapa de la vida humana vaya gra-
rrarse ninguno de los pasos que bando en la carne aquellas marcas
conforman la condición humana y aquellos aprendizajes que le son
que ha asumido. Y, como la coti- propios. Podríamos decir en este
dianidad constituye un elemento sentido, con Pedro Casaldáliga
básico de tal condición, Dios la ha que «en el vientre de María el Ver-
hecho enteramente suya en la coti- bo se hizo carne, y en el taller de
dianidad de Jesús de Nazaret. José el Verbo se hizo clase».

Las interpretaciones de la encar- El «reposo del tiempo», en pala-


nación que se circunscriben al he- bras de san Juan Crisóstomo, da
cho de la concepción resultan muy cuenta del realismo de la encarna-
peligrosas, pues pueden incurrir ción. Es legítimo preguntarse qué
en una presentación ahistórica de le ocurrió a Jesús durante esos ca-
Jesús, que aparezca súbitamente si treinta años a los que la Escritu-
en el escenario de la vida pública ra se refiere con enorme parque-
como «caído del cielo». El relato dad. De hecho, las alusiones son
bíblico se cuida de semejante ries- tan escasas que este período de la
go al subrayar con reiteración la vida de Jesús, aunque ocupa nue-
identidad nazarena de Jesús. La ve décimas partes de su existencia
Escritura no permite dudar de es- terrena, lleva sumido en la pe-
te dato: Jesús fue «de Nazaret», Je- numbra teológica durante prácti-
sús fue nazareno. Ahora bien, ser camente dos milenios. Parece que
«nazareno» no es algo que se al- sobre los largos años nazarenos no
cance repentinamente sino que re- se sabe nada ni se puede decir na-
quiere un proceso lento de creci- da, de manera que la vida de Jesús
miento y maduración, mediante el en Nazaret ha venido a denomi-
cual la identidad va fraguando. narse, no sólo a nivel popular, sino
Este itinerario necesita tiempo, incluso en los títulos de sección de
porque sólo a lo largo de los años algunas biblias, «vida oculta». Di-
los seres humanos llegamos a ser cha expresión presupone implíci-

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tamente que esta fase de la exis- a la vida oculta de Jesús. Los deta-
tencia de Jesús es un enigma his- lles que al lector le gustaría descu-
tórico indescifrable. brir son sustituidos por un silen-
cio muy extenso, que deja a Jesús
A pesar de que no podemos dete-
siendo todavía niño y cesa cuan-
nernos aquí a exponer bajo qué
do, ya adulto, es bautizado por
términos estrictos la expresión
Juan e inicia su etapa ministerial.
«vida oculta de Jesús» nos parece
Este silencio puede ser visto como
adecuada, si debemos aclarar que
una piedra de tropiezo o como
esta denominación posee un al-
una piedra preciosa, según se mi-
cance netamente teológico, y no
re –o no– desde la fe en la encar-
debe ser interpretada en sentido
nación. En la Antigüedad, los
histórico o sociológico. A la luz de
evangelios apócrifos pretendieron
la Escritura, en ningún caso pue-
reemplazar un silencio que resul-
de identificarse «vida oculta» con
taba bastante molesto por una na-
«vida retirada» o «vida escon-
dida». La información que nos rración que expresara el carácter
aportan las fuentes canónicas portentoso de Jesús en todos los
acerca de la fase pre-ministerial momentos de su vida. Los relatos
de Jesús no autoriza a pensar que apócrifos se empeñan en que Je-
su existencia transcurriera en el sús, siendo niño y adolescente, ha-
recogimiento de una comunidad ga y diga cosas extraordinarias
observante, ni en el desierto, ni con un poder asombroso. Su ver-
tampoco recorriendo el mundo en dadera humanidad queda grave-
busca de experiencias religiosas. mente dañada, razón por la cual la
Por el contrario, si atendemos a Iglesia primitiva no pudo recono-
las noticias de Lc 2,51-52 observa- cer en estos relatos –aunque valio-
mos que la vida de Jesús se des- sos– la esencia de la auténtica fe.
arrollaba normalmente en el seno Esa misma tendencia a rellenar el
de su familia y siguiendo las cos- silencio con toda clase de prodi-
tumbres de su pueblo; además, gios nos acompaña hasta la actua-
como toda persona, también Él lidad y se aprecia en las novelas
crecía en distintas dimensiones, de cuño esotérico y neo-gnosti-
«en estatura, sabiduría y gracia». zante que pueblan las librerías.
Ello no sucedía a escondidas, sino
La piedra de tropiezo se torna
todo lo contrario, «ante Dios y an-
te los hombres». piedra preciosa cuando desde la
fe afirmamos que Dios se ha he-
En el Nuevo Testamento no en- cho verdaderamente hombre. En-
contramos más alusiones directas tonces el silencio del Nuevo Tes-

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tamento deja de parecer un enig- 3. La cotidianidad del cristiano


ma indescifrable y comienza a
comprenderse como un misterio Los cristianos no habitan en un
de la vida del Señor, en el que la mundo paralelo, sino que se en-
Teología debe detectar su poten- cuentran inmersos en la misma
cial revelador. Ese silencio no re- cotidianidad que el resto de los
presenta un mero vacío de noti- humanos. La Carta a Diogneto, en
cias, ni un accidente en la narra- el siglo II, nos transmite un inesti-
ción de los evangelios, sino que mable testimonio de esta realidad
posee auténtico valor de dato. cuando describe cómo «los cristia-
Que los evangelistas omitan todo nos no se distinguen de los demás
detalle de los treinta años de Je- hombres ni por su tierra, ni por su
sús en Nazaret significa, efectiva- lengua, ni por sus costumbres. En
mente, que «no hay nada que efecto, en lugar alguno establecen
añadir»; y esto es precisamente ciudades exclusivas suyas, ni usan
lo que dicen. No hay nada que lengua alguna extraña, ni viven
añadir porque la vida nazarena un género de vida singular». Lo
siguió los cauces ordinarios y co- que diferencia netamente a los se-
rrientes de cualquier varón judío guidores de Jesús no es construir
galileo del siglo I, sin aconteci- unas condiciones de vida distin-
mientos portentosos ni maravi- tas, sino iluminar esas mismas
llas particulares. Ante este hecho, condiciones desde los valores del
que la mirada apresurada pasa evangelio, dotándolas de un hori-
por encima sin prestar la menor zonte de sentido propio. Por eso,
atención, la fe debe detenerse a el autor de la Carta señala que «se
contemplar con reverencia. El casan como todos y engendran hi-
Dios creador, Señor de toda no- jos, pero no abandonan a los naci-
vedad, se ha sometido libremen- dos. Ponen mesa común, pero no
te, durante treinta años, a la ruti- lecho. Viven en la carne, pero no
na más vulgar que pueda pensar- viven según la carne». De esta ma-
se; esto ha sucedido con un nera, «lo que es el alma en el cuer-
realismo tan acabado que no hay po, eso son los cristianos en el
nada especial que decir. Aquí ra- mundo».
dica la insondable belleza de la
vida oculta de Jesús, en cuya pro- Este primer rasgo de la cotidiani-
fundidad habrá que descubrir los dad del creyente, su cualidad de
desafíos que proyecta para la vi- tierra fértil para el crecimiento del
vencia creyente de la vida coti- Reino de Dios, ha sido puesto en
diana. valor por el Concilio Vaticano II y

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su apelación insistente a transfor- denadas habituales de su exis-


mar las realidades temporales tencia.
desde su misma entraña. «La acti-
vidad humana individual y colec- La vida oculta de Jesús constituye
tiva, o el conjunto ingente de es- un elemento clave, aunque poco
fuerzos realizados por el hombre a tenido en cuenta, a la hora de
lo largo de los siglos para lograr fundamentar la llamada que todo
mejores condiciones de vida, con- cristiano recibe a adentrarse con
siderado en sí mismo, responde a hondura en su propia cotidiani-
la voluntad de Dios. (...) Esta ense- dad. Así lo pone de relieve de
ñanza vale igualmente para los forma muy explícita el Catecis-
quehaceres más ordinarios» (Gau- mo de la Iglesia Católica, en el ca-
dium et spes 34). pítulo que desarrolla el artículo
cristológico del Credo. Por una
Parece conveniente señalar que parte, describe la vida en Naza-
ésta es la vocación más primaria ret como «la condición de la in-
de todo cristiano, y es anterior a
mensa mayoría de los hombres:
la vocación particular de cada
una vida cotidiana sin aparen-
uno. Aunque las formulaciones
te importancia, vida de trabajo
puedan ser muy diversas, el reto
manual, vida religiosa sometida
de fondo para cualquier creyente
a la ley de Dios (cf. Gál 4,4), vida
consiste en «buscar y hallar a
en la comunidad» (CEC 531). Por
Dios en todas las cosas». La espi-
otra parte, presenta este miste-
ritualidad tradicional, al referir-
se a la «santificación en la vida rio como ámbito privilegiado de
ordinaria», ha corrido el peligro identificación con Cristo, pues
de adjudicar esta vía únicamen- «la vida oculta de Nazaret permi-
te a los laicos, como si los religio- te a todos entrar en comunión
sos y los ministros ordenados pu- con Jesús a través de los caminos
diesen hallar la santidad por ca- más ordinarios de la vida huma-
minos «extraordinarios». El tra- na» (CEC 533). En conclusión,
yecto que traemos hasta aquí nos Dios ha asumido en Jesús la coti-
ofrece una perspectiva bien dis- dianidad como condición huma-
tinta para considerar esta cues- na básica, de manera que esta
tión; más allá de la vocación es- realidad se convierte para todo el
pecial de cada uno, todos los cris- género humano en espacio de
tianos, por el mero hecho de ser realización personal y, para los
humanos, están emplazados a cristianos, en lugar de seguimien-
encontrarse con Dios en las coor- to de Jesús.

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4. El descenso como forma y personal la misma llamada que


trastocó la vida de los primeros
La existencia completa de Jesús discípulos. La invitación consiste
lleva la marca del descenso. A pe- en identificarse con Aquel que
sar de ser la Palabra Eterna, «se previamente se ha identificado
hizo carne y habitó entre noso- con nosotros, en dejar que el Espí-
tros» (Jn 1,14). Elige la periferia ritu vaya grabando en nuestra
de una pequeña aldea, a la cual historia las marcas de Aquel que
«bajó con ellos» (Lc 2,51) después ha asumido las nuestras. Esto su-
de haber subido con sus padres a pone entrar en un itinerario de re-
Jerusalén y haber estado «en me- configuración de la propia vida,
dio» de los doctores. Un pueblo en sus dimensiones más funda-
que no aparece en los mapas, y mentales, según la pauta trazada
del que no se espera que salga na- por Jesús. Si toda su existencia fue
da bueno (cf. Jn 1,46), le otorga una historia de abajamiento, la
precisamente sus señas de identi- auténtica existencia del cristiano
dad: Jesús de Nazaret. Toda su vi- no podrá correr por cauces dife-
da es un proceso de despojamien- rentes. Tal descenso no acontece
to, sin «un lugar para reclinar la súbitamente en un momento es-
cabeza» (Mt 8,20). Incluso al final, porádico, al margen de las opcio-
en vez de aferrarse a su condición nes mantenidas a lo largo de la vi-
divina, «se rebajó a sí mismo ha- da. Por el contrario, el silencio de
ciéndose obediente hasta la Nazaret expresa con elocuencia
muerte» (Flp 2,8). Entre los man- que sólo viviendo en profundidad
datos de Jesús, los sinópticos con- lo más ordinario, aquello de lo
servan la exhortación a convertir- que apenas hay que decir nada, el
se en «el último de todos y el ser- ser humano adquiere la capaci-
vidor de todos» (Mc 8,35), a dad de entregarse plenamente y
hacerse pequeño como un niño de asumir las consecuencias, sólo
para ser grande en el Reino de los a veces extraordinarias, de dicha
Cielos (cf. Mt 18,4 y Lc 9,48). Cier- entrega.
tamente, la autoridad de la pala-
bra de Jesús se asienta en la fuer- Los significados de esta identifica-
za de su propio testimonio, sella- ción son amplios, y en absoluto se
do con la ofrenda culminante de circunscriben a actitudes mera-
su vida en la cruz. mente interiores y descomprome-
tidas como podría ser, por ejem-
Cada generación cristiana y cada plo, una interpretación espiritua-
creyente reciben de forma nueva lista de la humildad. En un

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mundo que insta constantemente 5. El Reino como contenido


a subir, ganar y ser competitivos a y misión
cualquier precio, la invitación del
evangelio conduce a asumir cla- A lo largo de los relatos evangéli-
ves distintas y penetrantes, aboca- cos no encontramos ni una sola
das a permear cada estrato de la definición del Reino de Dios y, sin
vida. El cristiano debe emprender embargo, esta es una categoría
día a día una dura batalla que se central en la vida de Jesús. Es cier-
libra en todos los frentes donde se to que el bautismo imprime un
desarrolla su existencia. Por hacer cambio profundo en el proceso de
una sola cala, en el ámbito profe- Jesús, pues a partir de este mo-
sional se trata a menudo de soste- mento deja la vida ordinaria de
ner la bandera de la honestidad, a Nazaret y se embarca en un ritmo
pesar de la impopularidad e inclu- de vida muy distinto y, desde el
so la hostilidad que esta actitud punto de vista creyente, extraordi-
genera. Hay que creer con firmeza nario. Lo que prima durante la vi-
que el bien terminará venciendo da pública es el anuncio del Reino
para perseverar en medio de am- por medio de obras y palabras.
bientes laborales que humillan a Con todo, parece conveniente su-
quien pretende sencillamente ser brayar que la misión de Jesús no
honrado. Esto lo sabe el alto fun- cambia de imprevisto, pues tal mi-
cionario que ve cómo su carrera sión le fue eternamente confiada
no progresa al mismo ritmo que la al Hijo por el Padre; lo que se
de quienes están dispuestos a ha- transforma a partir del bautismo
cer determinados favores, y lo sa- es la forma de actualizarla. Dicho
be también el empleado de la lim- en otras palabras, si en la vida pú-
pieza que se niega a apuntarse ho- blica encontramos a Jesús anun-
ras extras no trabajadas ante la ciando el Reino a las multitudes
incomprensión y las burlas de sus con parábolas, curaciones, exor-
compañeros. Afrontar el trabajo, cismos o controversias, en la vida
como cualquier dimensión de la oculta descubrimos a Jesús vivien-
vida, desde el evangelio implica do el mismo contenido del Reino
enfrentar los costes que el descen- –la buena noticia de la salvación
so como opción supuso para Jesús que alcanza a toda la realidad
al asumir nuestra humanidad, y creada– en las coordenadas más
que fueron experimentados por Él anodinas del diario acontecer. En
no sólo al final de su existencia si- este sentido, la vida oculta es pro-
no durante todos los estadios de la piamente lugar de realización de
misma. la misión, y no mera escuela pre-

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paratoria; con ello no negamos merecer ningún premio nobel, pe-


que el Espíritu imprime en la exis- ro que día a día hacen el mundo
tencia de Jesús una profundidad y un poco más habitable. En medio
novedad singularísimas en el de una cultura que propone el in-
acontecimiento del bautismo. dividualismo como paradigma de
auto-realización, es precisamente
Este hecho alberga una importan- en estos pequeños gestos donde
cia decisiva para la vivencia cris- se verifica la fe y donde se pone
tiana de lo cotidiano, pues trae a en juego la fidelidad al evangelio
un primer plano la vida corriente de Jesús.
como lugar de misión. A partir
del misterio de la vida oculta no
caben rebajas ni concesiones; cada 6. Lo ordinario como cauce
minuto del reloj es tierra que es- de salvación
pera semillas del Reino, a través
de obras, palabras y gestos acaso Toda la vida de Jesús es portadora
imperceptibles. Las omisiones en de la salvación de Dios; cada ins-
este terreno carecen de justifica- tante de su existencia hace patente
ción, toda vez que la calidad de la la voluntad salvífica de un Dios
vida cristiana ya no puede medir- volcado hacia el encuentro con sus
se sólo ni principalmente por criaturas. Los largos años nazare-
prácticas religiosas realizadas nos, que permiten que la salvación
dentro de las puertas del templo o se inserte en lo más concreto y
por actos heroicos puntuales. Si anodino del diario vivir, constitu-
en Jesús se ha rasgado el velo en- yen también una silenciosa de-
tre lo sagrado y lo profano, enton- nuncia de las búsquedas espiri-
ces toda la realidad ha de ser es- tuales que desprecian el compro-
pacio religioso, lugar donde cada miso cotidiano al privilegiar
creyente se re-ligue con Dios ha- entornos espirituales extraordina-
ciendo su voluntad. El samaritano rios.
que se detiene ante el herido que
interrumpe sus planes es un buen Una imagen significativa de la
icono de esta actitud que se des- oferta cristiana de la salvación,
prende de la vida oculta de Jesús; que integra todo lo humano, son
recibir al inmigrante, ofrecer un las manos del Resucitado (cfr.
vaso de agua a quien lo pide o Jn 20,27). Estas manos conservan
compartir los panes que nos que- las llagas de la pasión, pero tam-
dan a altas horas de la noche bién los callos del trabajo realiza-
constituyen acciones que no van a do día tras día, la fuerza sanadora

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La cotidianidad al trasluz

de los milagros y la ternura de corazón. Por otra parte, la libertad


tantos encuentros vividos por Je- y la confianza que se descubren al
sús. Son signo de la corporalidad reconocer que aquí y ahora, en
glorificada, en la cual el espacio y cualquier circunstancia y compa-
el tiempo, los procesos de madu- ñía, es posible experimentar en fe
ración y los ciclos de crecimiento, y esperanza el encuentro real con
no quedan suprimidos sino redi- el mismo Dios cuyo abrazo de
mensionados. Estas manos indi- amor colmado se nos promete pa-
can que toda acción humana, in- ra siempre.
cluido el acontecer gris y rutinario
que atraviesa la vida corriente, po- En síntesis, el misterio de la vida
see una relevancia que puede qui- oculta de Jesús, llevado a su pleni-
zá permanecer inédita en el curso tud a través de la muerte y la re-
de la propia historia, pero que se surrección, inaugura la cotidiani-
revelará en la consumación esca- dad como realidad primaria de
tológica. A través de la humani- realización humana plena, como
dad glorificada de Cristo, nuestra lugar donde se revela la salvación
propia humanidad y todo lo que y donde puede vivirse ya desde
forma parte de ella experimentará ahora el proyecto original de Dios.
el encuentro eterno con Dios, don- La vida corriente fue el ámbito
de hallará su consolidación defini- donde permaneció el Verbo du-
tiva y su sentido completo. rante treinta años, «enseñando lo
que es una vida fecunda» (Justi-
Dos significados fuertes se deri- no). La cotidianidad está llamada
van de esta realidad. Por una par- a ser el espacio donde la existencia
te, la gravedad del presente, la ne- cristiana crece hasta alcanzar la
cesidad de vivir con lucidez cada santidad, y donde todos los seres
momento, cada vínculo y cada humanos pueden desarrollar una
opción, porque en todo lugar Dios vida lograda porque «el Hijo de
nos espera y porque a toda hora Dios con su encarnación se ha uni-
Él nos llama a transformar el do en cierto modo a todo hombre»
mundo según el proyecto de su (GS 22). ■

Razón y Fe, 2014, t. 269, nº 1386, pp. 375-385, ISSN 0034-0235 385
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