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Alianza Universidad
Alianza Universidad
William R. Shea
Versión española
de Juan Pedro Campos Gómez
Alianza
Editorial
Título original: The Magic ofNumbers & Motion:
The Scientific Career o f René Descartes
Prefacio.. 11
Capítulo 1. E l jo v e n d e porrou................................ 15
Capítulo 2. E n l o s p r i m e r o s d í a s d e l a f í s i c a .................... 32
Capítulo 3. L a v i c t o r i a m a t e m á t i c a ........................................ 59
Capítulo 4. T r a s l a a r m o n í a m u s i c a l ...................................... 107
Capítulo 5. D e sc a r t e s y l a il u s t r a c ió n d e l a R o sa
C r u z ........................................................................................ 139
Capítulo 6. L a b u sc a d e l m é t o d o y l a s r e g l a s d e d i
r e c c ió n............................................................................... 175
Capítulo 7. EL TRIUNFO ÓPTICO (1625-1628)...................... 212
Capítulo 8. M e d i t a c i o n e s m e t a f í s i c a s .................................... 232
Capítulo 9. D e s t e j e r e l a r c o i r i s ................................................. 265
Capítulo 10. L a a c c i ó n d e l a l u z .................................................. 315
Capítulo 11. L a m a t e r ia y e l m o v im ie n t o e n u n n u e v o
M U N D O .................................................................................. 350
7
g La magia de los números y el movimiento
li
12 La magia de los números y el movimiento
Agosto de 1990.
Universidad McGill.
Montreal.
Capítulo 1
EL JOVEN DE POITOU
1 Frans van Schooten el Joven hizo el retrato en 1644. Quería que se imprimiese
en la primera edición latina de la Geometría, que salió en 1649. Sin embargo, en carta
fechada el nueve de abril de 1649 y remitida a van Schooten, Descartes alababa el
retrato, «aunque la barba y las ropas no guardan semejanza con la realidad», pero
rogaba que no se imprimiese. En caso de que van Schooten insistiese en hacerlo,
debería al menos retirar la inscripción, «Señor del Perron, nacido el último día de
marzo de 1596». Se oponía a las primeras palabras «porque me desagrada todo título»,
y a las demás «porque también me desagradan los autores de horóscopos, cuyos
errores parece que alentamos cada vez que publicamos la fecha de nacimiento de
alguien». (Rene Descartes, Oeuvres, Charles Adam y Paul Tannery, eds., once volú
menes; París: Leopold Cerf, 1897-1913). Esta es la edición de referencia de las obras
de Descartes, que ha sido reeditada con añadiduras (París: Vrin, 1964-1979). En ade
lante será citada como A.T., más el volumen en números romanos y la página en
números arábigos. El párrafo reproducido en esta nota pertenece al volumen V, pá
gina 338, es decir, A.T., V, pág. 338.
15
16 La magia de los números y el movimiento
El Colegio de La Fleche
Educación jesuíta
Descartes, A. T., X, píg. 217. Hay cierta característica de la vida de los estudiantes
que Descartes no menciona, pero sí un edicto real de 1604: -Los taberneros los
tientan, las mujeres de vida disoluta los hacen caer en sus lazos, y los charlatanes los
arruinan con el señuelo de que les van a enseñar la ciencia de la magia». (Rochemon-
teix, Un collége des Jésnúes, vol. II, pág. 90).
El joven de Poiiou 21
El joven abogado
20 Charles Adam, Descartes. Sa vie el ses oeuvres, publicado como volumen XII
de la edición de Adam-Tannery (París: Leopold Cerf, 1910), pág. 39, nota c.
21 Descartes quizá pasase su examen de doctorado el veintiuno de diciembre de
1616, según J.-R Armogathe y V. Camaud, cuyo estudio, no publicado, cita Jean-Luc
Marión, Sur le prisme métaphysique de Descartes (París: Presses Universitaires de
France, 1986), pág. VI, nota a pie de página.
KI joven de Poitou 25
Un reto matemático
estar seguro de que antes olvidaría a las musas que a vos. En verdad,
ellas me han atado a vos eternamente, con lazos de afecto» M. El
veintitrés de abril, la víspera de su marcha de Breda, Descartes re
conocía que Beeckman era «el instigador, el motor primero de mis
investigaciones». Y en un estilo cada vez más apasionado, llegaba a
escribir cosas como ésta: «Habéis agitado a un hombre ocioso, le
habéis hecho recordar la sabiduría que había perdido, habéis ende
rezado sus pasos por caminos mejores que aquellos por los que
erraba; si alguna vez hubiese algo digno de alabanza en mi obra,
tendríais todo el derecho a reclamarlo como vuestro» 3031.
El cálculo de la longitud
lunares, sino en el hecho de que la luna sale cada día unos cincuenta
minutos más tarde, o, en lenguaje astronómico, que se retrasa en su
curso mensual unos 360° h- 30, ó 12°, al día. Esto quiere decir que
la posición de la luna con respecto a las estrellas fijas cambia apre
ciablemente en unas pocas horas, incluso aunque sólo se disponga
para determinarla de instrumentos muy simples. La luna, pues, pue
de usarse como reloj que mide intervalos conos de tiempo. Una vez
se sabe detalladamente cuál es la relación que hay entre el movi
miento de la luna y la rotación aparente de las estrellas fijas, aquél
puede emplearse para comparar el tiempo local con el tiempo de un
observatorio de referencia. Podemos, por ejemplo, medir la distancia
de la luna a una estrella fija dada, calcular su conjunción y compa
rarla con la hora de la conjunción en otro lugar. Este es el método
que se le ocurrió a Descanes. Lo explica en lenguaje cifrado en su
cuaderno de notas; ésta es esa pieza de codificación juvenil:
oc
16 Isaac Beeckman, Journal, fragmento fechado en 1614, citado en ib., pág. 163,
note e.
17 Ib., Isaac Beeckman, Journal, pág. 46.
t i joven de Poitou 31
1 Isaac Beeckman, Journal, A. T., X, pág. 60. Alexandre Koyré analizó brillan-
32
En los primeros días de la física 33
En el primer instante, recorre tanta distancia como puede según la tierra tira
de ella. En el segundo instante, este movimiento persevera, y se le añade
otro nuevo según la tierra tira de ella, de manera que recorre en este segundo
instante dos veces la distancia que recorrió en el primero. En el tercer ins
tante, la doble distancia persevera (dúplex spacium perseverat), y se le añade
por tercera vez el efecto de que la tierra tire de ella, de manera que, en un
instante, recorre tres veces la distancia recorrida en el primero 2.
La interpretación de Beeckman
ADE + (h + 1 + m + n)
ACB + (h + l + m + n + o + p + q + t)
ADE
ACB.
ADE 1/2 AD X D E 50 x 10 1
ACB ” 1/2 AC X CB “ 100 X 20 ~ 4
1 _1_
1+2 3 J
1+2 + 3 + 4 10
1+2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7+ 8- 365
* Véase «Free Fall from Albert of Saxony to Honoré Fabri [La caída libre, de
Alberto de Sajonia a Honoré Fabri]», de Stillman Drake, Stud. Hist. Pbil. Science,
8 (1973), págs. 347-366; y, del mismo, «Impetus Theory Rcappraised [Reconsidera
ción de la teoría del ímpetu]», Journal o f the Hislory o f Ideas, XXXVI (1974), págs.
27-46.
38 La magia de los números y el movimiento
Hace unos pocos días conocí a un hombre muy inteligente que me preguntó
lo siguiente: «Una piedra», decía, «cae de A a B en una hora [véase la
figura 3]. La tierra la atrae con fuerza constante, y no pierde nada de la
velocidad que la susodicha atracción le imprime. Lo que se mueve en el
vacío, se mueve para siempre», afirmaba. La pregunta es: «¿Cuánto tardará
en recorrer esa distancia?» 7
* } i ¿
F igura 4
líneas de, fg, hi, o cualquier otra de las infinitas líneas transversales que
podemos imaginar entre ellas *.
Acertadamente equivocado
Beeckman Descartes
t s í v
1 1 1 1
2 4(1 +3) 2 4(1+3)
3 9(1+3+5) 3 9(1+3+5)
4 16(1+3+5+7) 4 16(1+3+5+7)
La incierta inercia
10 Galileo Galilci, Discursos sobre dos nuevas ciencias. Opere, vol. VIH, pág. 203.
En los primeros días de la física 43
centro del círculo descrito (el hombro del brazo que gira) como si
se ejerce desde un punto que esté por encima de ¿1, las partes del
proyectil más alejadas del centro describirán una trayectoria de radio
mayor que las partes más cercanas al centro. La falsedad del argu
mento de Beeckman salta a la vista si nos fijamos en la figura con
la que él mismo ¡lustra su argumento (figura 6): puede dársele la
vuelta fácilmente de manera que represente, no una esfera que cuelga
del techo, sino una honda abcd que gira impulsada por un brazo
extendido ea, estado de cosas idéntico al descrito en la figura 5.
tuo, del que en la tierra nos dan una idea, nunca perfecta, sólo
aproximada, una bola dura que ruede por una superficie lisa o una
esfera perfecta que rote sin fricción alrededor de un eje.
Según Aristóteles, el movimiento natural y eterno de los cielos
era circular, y el movimiento natural y efímero de los cuerpos te
rrestres era, bien hacia arriba, como hace el fuego, bien hacia abajo,
como ocurre con la tierra. Beeckman ya no creía en la teoría de los
lugares naturales, así que no rechazaba automáticamente que el mo
vimiento rectilíneo pudiese conservarse también, pero en su pensa
miento mandaba la convicción de que las revoluciones de los cuer
pos celestes eran eternas ,3.
En cualquier caso, el movimiento rectilíneo inercial no pasaba de
ser una mera conjetura, aplicable sólo a cuerpos que cayesen en un
inexistente vacío. Beeckman sabía que los cuerpos que caen en agua
o aire alcanzan una velocidad límite y luego se mueven con esa
velocidad uniformemente. Hasta intentó calcular en qué momento
ocurría eso ,4.
Si el área, DBCE (véase la figura 7), que representa el espacio
recorrido por un cuerpo que cae, tiene tal tamaño que el volumen
de aire equivalente pesa tanto como el cuerpo, el cuerpo deja de
acelerarse. Beeckman pensaba en el movimiento en medio de un
fluido, como el agua, y en que el movimiento hacia abajo de un
cuerpo cesa cuando la masa de un volumen de agua igual al del
cuerpo pesa tanto como éste. La analogía es torpe, porque un cuerpo
que cae por el aire no deja de moverse, y sólo cesa su aceleración,
pero también es interesante, porque muestra la facilidad con la que
Beeckman pasaba de una representación de la distancia mediante un
área o espacio, a una representación de la masa por medio del mismo
espacio. La distancia, visualizada como un área, se concibe como una
superficie con profundidad (es decir, como un volumen), ¡y se pre
supone que tiene masa o peso!1
Unidades conservadas
Tiempo
Fuerza atractiva d e movimiento en Suma
(en segundos)
tiempo previo
1 i i i
2 1 + 1 = 2 i 3
3 (1 + 1 + 1) = 3 3 6
4 (1 + 1 + 1) + 1 = 4 6 10
5 (1 + 1 + 1 +1 ) + 1 = 5 10 15
6 (1 + 1 + 1 + 1 + 1 )+ 1 = 6 15 21
“ Ib ., pág. 78, líneas 9-10. Los valores numéricos dados ahí deben invertirse. El
tiempo que se tarda en recorrer ag (la primera mitad de la distancia total) no puede
ser menor que el tiempo que el cuerpo urda en caer a lo largo de gb (la segunda
mitad de la distancia). De ahí que adoptemos la lectura ag= 7 /S de hora y gb~\l% de
hora, lo contrario de lo impreso en la fuente.
17 Ib., Cogitationes Privante, pág. 221.
48 L a magia de los números y el movimiento
C
Figura 8
tanto, ¡una antorcha encendida no caerá tan deprisa como una que
sólo humee, y no digamos que una apagada! '
Pronto se libraría Descartes de cualquier vestigio de la teoría
aristotélica de los lugares naturales; más tiempo le llevaría escapar
del yugo de la teoría del impulso.
Hice una vez el siguiente cálculo: si, midiendo un pie de longitud el hilo,
a la lenteia le lleva un momento ir de G a H , cuando mida dos pies, le
llevará 4/3 de momento, cuando mida ocho, 64/27, cuando mida dieciséis,
256/81, que no es mucho más de tres momentos, y así para los demás hilos l8.
Figura 10
se sigue que el peso recorrerá B C tres veces más deprisa que AB, es decir,
si cae de A a B en tres momentos, caerá de B a C en uno sólo, es decir,
recorrerá en cuatro momentos el doble de la distancia que había recorrido
en tres Jl.
'* Ib., Physico-Mathematica, pág. 68; ib., Cogitationes Privatae, pág. 228.
•’4 Ib., Physico-Mathemalica, pág. 68.
54 La magia de los números y el movimiento
“ Ib ., pág. 70.
En los primeros días de la física 55
sea así, habida cuenta de que el área de la parte de arriba del con
tenedor B sólo es, más o menos, un tercio del área del fondo.
Alivio silogístico
Hay que demostrar que el punto único f presiona los tres puntos g, B,
h con la misma fuerza con que los tres puntos m , n, o presionan sobre í,
I), l. Lo que se logra por medio del siguiente silogismo:
[ M ayor]. Los cuerpos pesados presionan con la misma fuerza sobre todo
cuerpo a su alrededor cuyo lugar pudiesen ocupar sin trabas si fuese expelido.
¡M enor], El punto único / , si pudiese expeler los tres puntos g , B , h,
ocuparía sin trabas el lugar inferior que ocupan éstos, tal y como los tres
puntos m, n, o ocuparían sin trabas la posición inferior de los tres puntos
/, D, I si los expeliesen.
(C on du sión J Por lo tanto, el punto único / presionaría sobre los tres
puntos g, B, h con la misma fuerza con que los tres puntos discretos m , n,
o presionan los tres puntos i, D , / 17.
" Ib.
56 La magia de los números y el movimiento
fuera al mismo tiempo por el peso del agua sobre ellos. Cuando pasa
eso, el flujo que sale de B sólo puede ser igual al que abandona D
si el punto f se mueve hacia abajo tres veces más deprisa que los
puntos m, n, o. La razón, según Descartes, ¡es que el agua sita en
los puntos m, n, o sólo tiene que ocupar el espacio liberado por el
agua expelida de i, D, /, mientras que el punto f debe, en un tiempo
igual, llenar los puntos g, B> hl
Haya lo que haya de bueno en esta hipótesis tan atrevida, tiene
en su contra una objeción muy seria, que no se le escapaba a Des
cartes. Las gotas de agua de tamaño y peso iguales caen a la misma
velocidad. ¿Cómo es posible, entonces, que el agua sita en f «tienda
a moverse» tres veces más deprisa que la que se encuentra en los
puntos m, » , o? Ante semejante problema, lo primero que se le
ocurrió a Descartes durante su conversación con Bccckman era que
el agua de la superficie en / es atraída por el agua que está más abajo.
En el escrito tacha a esta idea de «absurda y extremadamente erró
nea, proferida impulsivamente sin pensar en lo que decía» 28. Des
cartes no da muchas explicaciones de cambio tan radical; nos recuer
da, tan sólo, que es la presión, y no la atracción, lo que nos ocupa.
Es fácil, sin embargo, decir por qué no es buena la hipótesis de la
atracción: ¡el empuje padecido por / sería el mismo que el experi
mentado por los puntos m, n, o, no tres veces mayor!
Arrumbada la atracción, Descartes distingue entre «tendencia a
moverse» y «el moverse mismo», o, si se nos permite una paráfrasis,
entre velocidad «virtual» y velocidad «real», y encuentra en ese ma
tiz la respuesta a la objeción hecha. El cambio de velocidad sólo
cuenta en el estudio del movimiento real, dice Descartes, ya que los
cuerpos que tienden a caer tienen una propensión a llegar a su des
tino «no a tal o cual velocidad, sino tan deprisa como sea posible».
Puesto que el agua sita en / tiene tres puntos por los que fluir (g,
B, h), mientras que el agua de m, n, o sólo tiene uno (i, D, l,
respectivamente), se sigue que / tiene una «tendencia triple» 29.
Parece probable que Descartes sintiese que su explicación era
algo forzada. ¡Pero si hasta niega enfáticamente que las líneas fg ,fB
y mi sean los caminos por los que realmente tendría lugar el des
censo en el mismo párrafo en que afirma que los ha trazado para
hacer más fácil la demostración! Su excusa es bien poco convincente:
u Ib ., píg. 71.
n Ib., pig. 72.
En los primeros días de la física 57
M Ib.
58 La magia de los números y el movimiento
1 Journal de Beeckman, A. T., X, págs. 54-56. Los lectores que prefieran pospo
ner el estudio detallado de las técnicas matemáticas de Descartes pueden saltar a las
páginas 105-106, en las que se expone lo esencial.
• Ib., Cogitationes Privaiae, pag. 223.
59
60 La magia de los números y el movimiento
El compás
YB YC YD YE YF YG
YG “ YD “ YE “ YF “ YG “ YH
dratura del círculo (es decir, hallar un cuadrado que tenga la misma
área que un círculo dado) y la trisección del ángulo. Descartes prestó
atención a los tres problemas, sobre todo al primero y al último.
A Hipócrates de Quíos, del que sabemos que trabajaba a prin
cipios del cuarto siglo antes de Cristo, se le atribuye el descubri
miento de que la solución se reducía a hallar dos medias proporcio
nales entre la longitud del lado del cubo original y dos veces esa
longitud.
Sea a = lado del cubo original, a1 = cubo original, 2a> — tamaño
del cubo desconocido, x = primera media proporcional, y = segun
da media proporcional. Entonces:
a _ x _ y
x y 2a
ay a x y
x* x y 2a
ay _ a
x> = 2a>
No hace falta decir que esto sólo muestra que, dadas dos medias
proporcionales entre a y 2a, podemos duplicar el cubo, pero no nos
enseña qué proporciones son ésas. De ahí la búsqueda de un método
que sirviese para calcularlas y las varias soluciones que se propon
drían en la antigüedad. Las dos que ingenió Mcnecmo fueron de las
más famosas. Como tuvieron mucho peso en el desarrollo de las
ideas de Descartes, las examinaremos más adelante, en este capítulo.
Enfoques contemporáneos
ron dos obras que decían dar a conocer grandes mejoras de los
métodos conocidos. La primera apareció en Alemania: el matemáti
co Molther exponía lo que se había venido intentando al respecto,
y proclamaba con orgullo la superioridad de sus logros; en Francia,
hasta los políticos querían echar una mano: Paul Yvon, alcalde de
La Rochelle, publicó (en latín y en francés) una obra en la que
reclamaba para sí el descubrimiento de la cuadratura del círculo y
la duplicación del cubo 4.
Descartes quizá conociese las soluciones de los antiguos de fuen
tes, si bien menos llamativas, más autorizadas, tales como la Geo
metría Practica de Christoph Clavius, en la que se describían los
métodos conocidos, o la edición de Commandino de las Colecciones
matemáticas de Pappus, que lo hacía al principio del libro 5. Des
cartes estudiaría más tarde esas primeras páginas con detenimiento,
eomo veremos, pero en el invierno de 1618-1619 no le preocupaba
directamente el problema específico de la duplicación del cubo, que
ni siquiera menciona. Creo que la inspiración de Descartes se debe
en realidad a obras de naturaleza muy distinta.
Sabemos que Descartes habió largo y tendido de musicología con
Beeckman a finales de 1618, y que le escribió una sustanciosa mo
nografía, el Compendium Musicae, de la que con el tiempo se mos
traría muy orgulloso, y que examinaremos en el siguiente capítulo.
Una cuestión prominente de la que discutieron los dos amigos fue
la consonancia musical, y, más concretamente, de cómo dividir una
cuerda en dos semitonos iguales. Sorprendería que Descartes no hu
biese buscado la solución en los tratados de los musicólogos con
temporáneos o aún de moda, y había varios. Sin embargo, en el
Compendio de música sólo se cita a uno de ellos, Gioseffo Zarlino.
¡Y Zarlino habla de la división de tonos iguales en música precisa
mente cuando estudia las medias proporcionales!*
EK ^ AE FK Bp
KF ~ BF ' y K G a QrT,
por lo unto,
AE BF
BF CG’
Análogamente,
66 La magia de los números y el movimiento
x* = ± ax ± b 0)
xi = ± ax2 ± b (2)
xi = ± a x 2 ± b x ± c (3)
una curva ante los propios ojos llevaba al ánimo la sensación de que se estaba com
prendiendo la naturaleza de la curva.
La victoria matemática 69
x* = — ax - b (4)
x3 = — ax2 - b (5)
x3 = — ax2 — bx — c (6)
1/7 xJ = x + 2.
ab _ ac _ ad _ ae _ a f _ ag
ac ad ae a f ag ah ’1
11 Carta a Isaac Beeckman del veintiséis de marzo de 1619, A. T., X, págs. 156-157;
la cursiva es mía.
70 La magia de los números y el movimiento
tenemos que
1 _ x _ x1 _ x> _ x* _ xi
x xJ x3 x4 x5 x6 ’
pero
ce = <*e - <tc = x3 - x,
por lo tanto,
x3 = x + ce.
aunque sea sólo con estas líneas, pero espero demostrar qué problemas pue
den resolverse y de qué manera, con lo que apenas quedará algo por descu
brir en geometría. Hará falta un trabajo prácticamente infinito, que no podrá
acometer una persona sola. Es una tarea increíblemente ambiciosa, pero
con la luz que he visto brillar por entre las tinieblas y confusión de esta
ciencia, creo que la oscuridad, aun siendo tan espesa como es, acabará disipán
dose M.
14 Ib., carta a Isaac Beeckman del veintiséis de marzo de 1619, págs. 156-158; la
cursiva es mía.
14 Véase la excelente discusión de A. G. Molland: «Shifting thc Foundations:
Descartes' Transformation oí Ancient Geometry [Cambio de fundamentos: la trans
formación de la geometría antigua por Descartes]», en Historia Mathematica J (1976),
págs. 21-49.
La victoria matemática 73
Movimientos independientes
B__________ a ________ C
____
i-j
5 A
A H M fl 0
F ig u r a 7
Trazan la cuadratriz los sucesivos cortes del radio que rota uni
formemente con una línea horizontal que desciende también unifor
memente de manera que su movimiento se complete justo cuando
el radio termina de recorrer en su rotación un cuadrante de un cír
culo. Pero el movimiento, es decir, la velocidad, de la línea BC no
puede ajustarse a la velocidad del radio para que ocurra lo antedicho
a no ser que sepamos la razón del radio del círculo a un cuarto de
la longitud de la circunferencia. Como la relación de la circunferen
cia al radio es 2jtr, y n no puede expresarse por medio de un número
entero o de una fracción entera de un número, la razón exacta de la
velocidad de BC o AE no se puede determinar (esto es, ;t no puede
representarse de manera corta y precisa, como, digamos, un decimal
recurrente. Nos tenemos que conformar con dar aproximaciones cada
76 La magia de los números y el movimiento
Figura 8
no se deben excluir las líneas más intrincadas antes que las más simples, con
tal de que uno pueda imaginar un movimiento continuo que las describa, o
varios que se sigan los unos de los otros de manera que el último esté
completamente determinado por los precedentes.
La representación de curvas
12 Reglas para la dirección del espíritu. Regla 16, A. T., X, pág. 456.
La victoria matemática 79
que había una estrecha relación entre las cantidades continuas y las
discretas, o, tal y como decía él, entre las operaciones con segmentos
de líneas y las operaciones con números. En concreto, una vez es
cogida arbitrariamente la unidad. Descartes supo interpretar la mul
tiplicación de dos líneas rectas de manera que el producto fuese una
tercera recta y no un rectángulo. Era éste uno de los rasgos de esa
«álgebra general» que tan ansioso estaba de mostrar a Beeckman
cuando se encontraron de nuevo en el otoño de 1628. Este paso fue
fundamental en la simplificación de la representación algebraica de
curvas.
Los antiguos definían las curvas, en particular las secciones có
nicas, por sus propiedades específicas, pero no les daban a éstas la
forma de ecuaciones algebraicas. El caso más simple es el de la pa
rábola. Sea PM un diámetro, con P en la parábola, y tómese PL (el
llamado latus rectum) tal que PL : PA = (BC)2 : BA X AC (véase
la figura 9). Mediante triángulos similares podemos mostrar que para
cualquier ordenada QV del diámetro PM, se tiene que:
(QV)2 = PL X PV
PV = y
QV = x.
Como
AB AC
AC AD’
tendremos,
— = -2-
y *■
y2 — ax.
si
a _ x _ y
T~~J~~b'
entonces
Sean AO y OB las dos líneas dadas entre las que hay que hallar
dos medias proporcionales (y, x), donde AO > OB. Sea AO = b
y OB = a (véase la figura 11).
Coloqúese AO perpendicularmente a OB. Sea O N = x y OM
* y-
Supóngase que el problema está resuelto y halladas las medias
proporcionales OM y O N , tomadas a lo largo de OB y AO.
Complétese el rectángulo OMPN.
Como
AO _ OM _ O N
OM O N OB’
F ig u r a n
tendremos que
AO PN PM
PN PM OB
Un método nuevo
Sean m, n las dos longitudes dadas entre las que hay que hallar dos inedias
proporcionales (véase la figura 13).
AE _ _DI_ _A I_
DI “ Al * EH
El secreto universal
x3 = ± apx ± a1
X* = ± apx* ± alqx ± r
X* = px2 - qx + r 0)
X* = — px2 — qx + r (2)
X* = px2 — qx — r (3)
x3 = a2q («)
a _ x _ y
x ~ y ~
y por lo tanto
x2 = ay, e y2 = xq
luego
• x* = a^y2 = a2xq.
En consecuencia,
x 3 = a2q.
Prueba:
C om o x2 = a y ,
DK = AK - AD
= jc2 - (AC + AD)
= jc2 - (1 / 2 + 1 /2 p)
= x2 - V 2 p - 1/2.
DE = KM - 1/2 q.
y AR = r, AS = 1,
x* = px2 — qx + r.
El Sr. Descanes tiene en tan alta estima su invención que declara no haber
hecho nunca una de más valor, que, de hecho, nadie ha hecho en esta
materia algo tan grande12.*32
YD YC z X
, es decir,
YC YB X a
Por lo tanto
z
a
Como
= £
a
Descanes (París: P. U. F., 1960), pigs. 77-98; de G.-G. Granger, Essai d'une philo-
sopbie du style (París: Armand Colin, 1968), p ig$. 43-70; y de Jean Dhombres, Nom
bre, mesure et continu. Epistimologie et histoire (París: Fcmand Nathan, 1978), págs.
134-147.
La victoria matemática 93
X* = a2 (x2 + y2)
Por las curvas más simples, debemos entender no sólo las que se describen
m is fácilmente o las que facilitan más la construcción o demostración del
problema propuesto, sino, sobre todo, las que son del tipo más simple que
pueda usarse para determinar la cantidad tras la que se anda M.
Simple, pues, quiere decir que es del grado más bajo posible.
Descanes sigue entonces con la aplicación de este criterio a su com
pás en cuanto que generador de curvas. Por un lado, sostiene que
«no hay manera de hallar medías proporcionales que sea más fácil o
cuya demostración sea más evidente». Por otra pane, como las me
dias proporcionales se pueden hallar mediante secciones cónicas cu
yas ecuaciones son más simples que las de las curvas AD, AF o AH,
Descanes ha de admitir que «sería geométricamente erróneo utili
zarlas» ,7. Es tan claro esto, que Descanes habría finalmente de re
conocer la incompatibilidad de sus criterios instrumental y algebrai-367
Si se sabe la relación que cada punto de una línea curva guarda con cada
punto de una recta de la manera que he explicado [es decir, gracias a la
ecuación cuando ésta es conocida], es fácil hallar la relación que guardan
con cualesquiera puntos y líneas dados, y, por lo tanto, hallar los diám etros,
ejes, centros y dem ás puntos o líneas con los que cada línea curva guarda
alguna relación especial o más simple que las que tiene con otros, e imaginar
así distintas form as de describirlas y escoger las m ás sencillas de entre ellas ,8.
El problema de Pappus
19 Cana de Descanes a Mersenne del cinco de abril de 1632, A. T., I, pág. 244.
Dice Leibniz que Claude Hardy le contó en París (donde Leibniz vivió entre 1672
y 1676) que Golius Jak o b Gool, 1596-1667) le planteó a Descanes el problema de
Pappus («Remarques sur l'abrégc de la vie de Mons. des Canes», en D ie Philosop-
hischen Schriften de G. W. Leibniz, edición de C. J. Gerhardt, siete volúmenes (Ber
lín, 1875-1890). Reimpresión (Hildesheim: Olms, 1978), vol. IV, pág. 136) Sobre el
problema de Pappus, véase «On thc Rcpresentation of Curves in Descartes’ Géom i-
tr ie , de H. J. M. Bos, págs. 298-303, 332-338.
40 Cana de Dcscanes a Mersenne, finales de diciembre de 1637, A. T., 1, pág. 478.
41 Geometría, A. T., VI, págs. 377-387; 396-411. Dcscanes cita el problema (págs.
377-379) en latín según la edición de Federico Commandino, Pappt Atexandrmi Mal-
hematicae Colíectiones (Pesaro, 1588), págs. 164 verso-165 verso.
96 La magia de los números y el movimiento
42 En realidad, se necesitan dos ecuaciones del grado dado, pero Descartes creía
que bastaba con una, a causa de las deficiencias de su técnica de manejo de los
cambios de signo. Véase •Shifting thc Foundations: Descartes' Transformation of
Ancient Geometrv», pág. 39, de A. G. Molland.
La victoria matemática 97
Debe tenerse en cuenta que esta forma de hallar varios puntos para trazar
una linca curva es muy distinta de la empleada en la espiral y curvas por el
estilo. Pues en ésta no hallamos indiferentemente (indifférem m ent) todos los
puntos de la línea que se busca, sino sólo aquellos que se pueden determinar
mediante un proceso más simple que el que se requiere para componer la
curva 44.
44 Ib.
La victoria matemática 99
F ig u r a 18
F igura 20
jardinería diciendo que, por «muy burda y poco fiable» que fuese,
no por ello dejaba de «hacer más comprensible su naturaleza que la
sección de un cono o un cilindro» (es decir, las explicaciones habi
tuales) 50. Está claro el desgarro que sufría el pensamiento de Des
cartes, en tensión entre la mayor claridad del trazar con instrumen
tos y el prestigio que la tradición confería a las secciones de los conos.
Geométrico y no geométrico
Pues, pese a que no podamos aceptar que son lineas geométricas aquellas
que, como las cuerdas, son a veces rectas, a veces curvas, ya que la razón
entre las líneas rectas y curvas es desconocida y, según creo, imposible de
conocer, y nada cierto y exacto podemos sacar de ello, sin embargo, como
en esas construcciones usamos las cuerdas sólo para determinar líneas rectas
cuyas longitudes se conocen exactamente, no hay motivo alguno que nos
fuerce a rechazarlas 5152.
107
108 La magia de los números y el movimiento
El problema de la consonancia
dad. Según la tradición, fue Pitágoras quien descubrió que las con
sonancias musicales se producían al dividir una cuerda en partes que
guardasen razones matemáticas sencillas. Si una cuerda se divide en
dos partes ¡guales, y se pinza en primer lugar la mitad y luego la
cuerda entera, se oye la consonancia octava; si la cuerda se divide a
los dos tercios de su longitud, se pinzan los dos tercios y luego la
cuerda entera, se oye la consonancia quinta; si se divide a la cuarta
parte, se pinzan los tres cuartos y luego la cuerda entera, se oye la
consonancia cuarta. En estas consonancias —la octava (1/8),la quinta
(2/3) y la cuarta (3/4), más el unísono (1/1)— se basaba la división
de la escala. La diferencia de la quinta y la cuarta (es decir, do-sol
menos do-fa = 2/3 -r 3/4 = 8/9) daba el valor del tono entero
(ido-re, re-mi, fa-sol, sol-la, la-si), y el tamaño de los pasos más
pequeños o semitonos diatónicos (mi-fa, si-do', donde do' es una
octava mayor que do) se calculaba conviniendo que do-fa es igual
tanto a una cuarta pura (3/4) como al producto de la diferencia entre
do-re, re-mi y fa-sol, es decir,
3 8 8
C — F = — = — x — x semitono,
Figura 1
110 La magia de los números y el movimiento
La escala de Zarlino
Figura 2
El Compendium Musicae
tricas; por eso son preferibles. Sus números aumentan en una can
tidad constante, por lo que «los sentidos no tienen que esforzarse
tanto para percibir nítidamente cada uno de sus elementos» 8. Des
cartes procede a trasladar las razones musicales a segmentos de líneas
para hacerlas visibles por el ojo y, con ello, intuitivamente claras.
La razón de las líneas en la progresión aritmética 2, 3, 4 «la
distingue la vista muy fácilmente» 9, mientras que la razón de las
líneas en la progresión geométrica 2, V g, 4 no es tan clara, ya que
ab y be (en la última línea) son inconmensurables (véase la figura 3).
Como las razones simples son la clave del placer estético, Descartes
presupone que la simplicidad auditiva se corresponde con la simpli
cidad visual, y subordina las razones matemáticas a la percepción
visual de segmentos de líneas.
2 f
2 /T
4 - 4 ■ . - -- .
* • 4
(a) m
Figura 3
La generación de la consonancia
A C G F E D B
F ig u r a 4
14 Ib., pág. 118, donde Descartes da la razón 405 /0 2 ( » . 15/16) para el semitono
mayor en el primer diagrama y 360/384 ( = 15/16) para el semitono menor en el
segundo.
15 Isaac Beeckman, Journal, A. T., X, pág. 348.
14 Compendium Musicae, ib., pág. 97.
17 Ib., págs. 124, 97.
'* Ib., pág. 115. Véanse los Problemas de Aristóteles, Libro XIX, 37, 920bl6-20.
,v Compendium Musicae, A. T., X, pág 136. Véase, de Platón, Timeo, SO4'*1.
20 Dice André Pirro que Descartes escribe «como alguien que nunca ha escuchado
música» (André Pirro, Descartes et la musique París: Fischbacher, 1907), pág. 72).
116 La magia de los números y el movimiento
La nota y su octava
A C
D B
E _ _ _ _ _ _ _ _ _ F
Figura 5
La escala corregida
Este libro es, aún, el estudio mis completo de las inquietudes musicales de Descartes.
Si se quiere algo mis breve pero excelente, véase Quantifying Music [La cuantificación
de la música/, de H. F. Cohén, pigs. 161*177.
11 C ompendmm Musicae, A. T., X , pig. 108.
11 André Pirro, Descartes et la mnsi<¡ue, págs. 37-38.
Tras la armonía musical 117
esto puede concebirse de la misma forma si alguien dice que el sonido golpea
el aire muchas veces, y cuanto más deprisa, mayor el sonido 29301.
La misma persona [es decir, Beeckman] sospecha que las cuerdas de un laúd
se mueven más deprisa cuanto más alto sea el tono, de m odo que la octava
m is aguda hace dos movimientos mientras la más grave hace uno Jl.
D F
F ig u r a 6
Sentimientos heridos
La mediación de Mersenne
En cuanto a vuestra pregunta, ¿cómo casan las virtudes cristianas con las
naturales?, no tengo otra cosa que decir que, así como una vara doblada se
endereza, no ya eliminando sin más su curvatura, sino doblándola en sentido
contrario, así nuestra naturaleza está tan inclinada a la venganza, que Dios
nos ordena, no ya perdonar a nuestros enemigos, sino hacerles el bien 40.
repane más fácilmente por la zona de enmcdio que por las de los
cabos, y adelantaba la hipótesis de que la tensión en éstos debe de
ser doble que en el centro, ya que en las inmediaciones de sus ex
tremos la cuerda sólo puede estirarse por un lado. Descanes se había
percatado a su vez de que si se giraba despacio la clavija, la tensión
se distribuía uniformemente 42. Descanes y Beeckman dejaron pasar
una oponunidad de oro, propicia para la cooperación fructífera.
algo así como una ola permanente, pero no ocurre nada parecido.
Lo asombroso es que Beeckman sabía perfectamente que la analogía
ondulatoria no requería la propagación del aire mismo, sino sólo la
sucesión regular de pulsos de aire comprimido 48. Fue incapaz de
construir sobre los cimientos de su propia intuición.
Mersenne en Holanda
48 Isaac Beeckman, Journal, vol. II, pigs. 37-38; se traduce al inglés en Qaantif-
ying Music, de H. F. Cohén, pág. 121-122.
49 Carta de Descartes a Beeckman de septiembre u octubre de 1630, A. T., I,
págs. 155-156.
126 La magia de los números y el movimiento
vio en él muchas cosas que creía eran vuestras, y (por las fechas que las
datan) empezó a dudar que fueseis en verdad su autor. Le expliqué, quizá
con más desenvoltura de la que habría sido de vuestro gusto o del suyo,
cómo habían sido las cosas de verdad 51.
vuestros alumnos algo más elevado que el alfabeto, habréis hallado en Aris
tóteles justo eso mismo que decís que es vuestro (a saber, que el sonido lo
originan los golpes repetidos de cuerdas u otros cuerpos en el aire). ¡Y os
quejáis de que no os elogie por haber descubierto algo así! ¡Aristóteles es
el ladrón! ¡Llevadle ante los tribunales! ¡Reclamadle vuestra idea, que os la
debe! ¿Y qué es lo que hice yo? Escribir de música y, cuando tenía que
explicar algo que no dependía de un conocimiento preciso de la naturaleza
del sonido, añadir que ésta podía concebirse bien de manera que el sonido
golpease el oído con muchos golpes, bien, etc. ¿O s robé lo que no cogí?
¿O debía ensalzar lo que no decía que era verdad? ¿O tenía que poner bajo
vuestro nombre lo que todos, menos vos mismo, saben por Aristóteles? ¿N o
se habrían reído, con toda la razón del mundo, por mi ignorancia? M
M Ib., p á g s. 162-163.
128 La magia de los números y el movimiento
to, contrasta con la sobria autoestima de Beeckman, tan presto a dar a cada
uno lo que se le debía M.
F ig u r a 7
Sanciones pragmáticas
Armónicos
F ig u r a 8
A
\ -AÁ 6
B
Figura 9
139
140 La magia de los números y el movimiento
1 Id., carta de Descartes a Bceckman del veintisíis de marzo de 1619, págs. 158-159.
3 Los aspirantes al trono de Bohemia eran Federico V, elector del Palatinado,
protestante, y Fernando de Austria, primo hermano del emperador Matías, católico.
El elector del Palatinado fue derrotado en la batalla de la Montaña Blanca, el ocho
de noviembre de 1620. Se retiró a a los Países Bajos, donde murió en el exilio en
1632. Estaba casado con Isabel Estuardo, hija de Jaime I y hermana de Carlos I.
Tuvieron trece hijos, entre ellos la princesa Isabel, que habría de ser corresponsal y
amiga de Descartes.
4 Olympica, A. T., X , págs. 179-188; los discuto más adelante: págs. 167-172.
Descanes y la ilustración de la Rosa Cruz 141
* Adrien Baillet. Vie de Monsieur Des-Cartes, vol. I, pág. 103, ib., pág. 190. Bai
llet se refiere a un fragmento autobiográfico que se titulaba Experimenta y que se ha
perdido (ib., págs. 189-190).
* Ib ., págs. 116-117, vol. II, págs. 459-461 (la estimación de Borel se cita en la
pág. 459.)
142 La magia de los números y el movimiento
Que se dijese que habían llegado a París al mismo tiempo que el señor
Descartes pudo haber tenido consecuencias desagradables si éste se hubiese
ocultado o vivido en soledad, como solía hacer en sus viajes; pero confudía
a todos los que querían echar mano de esta coincidencia para difamarle
dejándose ver por todo el mundo y especialmente por sus amigos, que no
necesitaban de otro argumento a su favor que el simple hecho de que no
pertenecía a la Hermandad o a los Invisibles * *.
Si toda la refutación que necesitaba era «dejarse ver», entonces
¡no estaban las cosas tan mal para Descartes! Sea como sea, no cabe
duda de que era afortunado, pues el jesuíta Fran^ois Garasse creía
que los rosacrucianos merecían «el potro de tortura o la horca» 9.
La escurridiza Hermandad
’ En un exceso de celo, Garasse compara los rosacrucianos a Lutcro, que era «un
ateo perfecto». Fran^ois Garasse, La doctrine atrieuse des beaux etprits de ce tempt
(París: Sébastien Chappelct, 1623). Facsímil en dos volúmenes, pero con paginación
continua (Westmead, Famborough: Cregg Inemational publishers, 1971), vol. I, págs.
91-92, 214.
10 Hay una reimpresión de la traducción inglesa de la Fama y la Confessio de
Thomas Vaughan en 1652 fácil de encontrar, pues es apéndice de The Rosicrucian
F.nlightement, de Francés A. Yates (Londres: Paladín, 1975), págs. 279-306. Lcnglet
de Frcsnoy da una relación de cuarenta y tres obras que tratan del movimiento
rosacruciano publicadas entre 1613 y 1619, todas en Alemania. En 1619-1620 apare
cieron quince más. Las primeras obras francesas datan de 1623-1624 (Htsloirc de la
philosophie hermetique (París, 1742), vol. III, págs. 279-287, números 651-705). Sobre
la relación de estos folletos con el movimiento paracélsico, véase The Chemical Phi-
losophy [L a filosofía química], dos volúmenes, de Alien G. Debus (Nueva York:
Science History Publications, 1977), vol. 1, págs. 211 y siguientes. Acerca del am
biente en Italia, véase, de Cesare Vasoli, Profezia e Ragione (Ñipóles: Morano, 1974).
La Fama y la Confessio fueron muy leídas a lo largo del siglo diecisiete, y Isaac
Newton anotó la traducción inglesa de Vaughan. Véase The Religión o f Isaac Newton
¡L a Religión de Isaac Newton], de Frank E. Manuel (Oxford: Clarendon Press, 1974),
pág. 46, nota 28, y The Foundations o f Newlon’s Alchemy [Los fundamentos de ¡a
alquimia de Newton], de Betty Jo Tceter Dobbs (Cambridge: Cambridge Univcrsity
Press, 1975), págs. 53-62.
M4 La magia de los números y el movimiento
14 Adríen Baillet, Vie de Monsieur Des-Cortes, vol. 1, pág. 87, citado en A. T.,
X. pág. 193.
15 Ib ., pág 90, en A. T., X , pág. 196.
14 Ib ., vol. II. pág. 406. en A. T ., X , pág- 191.
17 Cana de Descanes a Beeckman del veintitrés de abril de 1619, A. T., X , pág. 162.
Kn su carta a Descartes del seis de mayo de 1619, Beeckman le recuerda esta promesa,
(ib., pág. 168). Leemos en un pasaje de las Cogüjtionct Pm /atae: «Terminaré defini
tivamente mi tratado por Pascuas, y si puedo encontrar un editor, lo imprimiré, como
prometo hoy, veintitrés de septiembre de 1620» {ib., pág. 218, nota b). Baillet, refi
riéndose al mismo pasaje, da la fecha del «veintitrés de febrero de 1620» (ib., pág. 187).
146 La magia de los números y el movimiento
El ideal de la simplicidad
«Algo divino...»
Puede sorprender que haya juicios de más peso en los escritos de los poetas
que en las obras de los filósofos. La razón es que a los poetas les mueve a
escribir el entusiasmo y la fuerza de la imaginación. Está en nosotros la
chispa del conocimiento, como en el pedernal [en latín dice «jurar ira nobis
semina sdentiae, ut in sílice», que literalmente significa «están en nosotros
las semillas de la ciencia, como en el pedernal»]; los filósofos la sacan me
diante la razón, los poetas hacen con su imaginación que salte, y brilla más n .
N u n c a p e r d e r í a D e s c a r t e s la c o n v ic c ió n d e q u e la p o e s í a e s s u
p e r i o r a la f i l o s o f í a , s i b ie n n o l o m a n if e s t a r ía e n n in g u n a d e s u s
p u b l ic a c i o n e s e n v id a . E n la s Reglas para la dirección del espíritu,
o b r a p o s t u m a e s c r it a a l r e d e d o r d e 1 6 2 9 , i n s is t e e n e l l o c u a n d o h a b la
d e la n e c e s id a d d e u n m é t o d o c ie n t íf ic o g e n e r a l:
los grandes espíritus del pasado lo percibían de algún modo, aunque sólo
les guiase la razón natural. Pues la mente humana tiene algo de divino que
lleva en sí las primeras semillas de ideas útiles, y aunque se las abandone y
los estudios improductivos las sofoquen, aún así, dan a menudo su fruto 30.
M Ib., pág. 373. Pocas páginas después, Descartes reitera su creencia en que «esas
como semillas primeras de la verdad que están por naturaleza implantadas en las
mentes humanas se desarrollan vigorosamente en esa edad carente de sofisticación e
inocente, semillas que la lectura constante y la escucha de todo tipo de errores sofoca
en nosotros». {Ib., pág. 376). En el Discurso del Método, Descartes afirma que llegó
a los principios generales o causas primeras de todo «a partir sólo de ciertas semillas
de verdad que hay naturalmente en nuestras almas» {ib., VI, pág. 64). Sobre el origen
de la noción de «semillas de verdad», véase Les premieres pensées de Descartes, de
Henri Gouhier (París: Vrin, 1968), págs. 93-94.
31 Carta de Descartes a Mersenne del veinte de noviembre de 1629, A. T., I,
pág. 77. En una cana que escribió en alabanza de su amigo Guez de Balzac, Descartes
expresaba explícitamente su creencia en una sabiduría antigua que el paso del tiempo
había corrompido: «En tiempos pasados y primitivos, antes de que se conociese en
el mundo la discordia, la lengua decía sin trabas y Fielmente las emociones de un alma
pura, y algo asi como una fuerza divina de elocuencia anidaba en las mejores mentes.
Esta fuerza divina, que fluía de un entendimiento fértil y del celo por la verdad, sacó
a nuestros antecesores de la vida salvaje, les dio leyes y les hizo establecer ciudades.
Tenía el poder de persuadir y regir», {id., carta a un corresponsal desconocido escrita
entre enero y marzo de 1628, pág. 7). Las opiniones de Descartes evolucionaron en
lo que a esto respecta, y hasta le escribe a Mersenne en 1640 que nuestras palabras,
«que se inventaron al principio, se han ido, y no cesa la cosa, corrigiendo y puliendo
por el uso, que en tales casos logra más frutos que el mejor entendimiento», ib., caita
a Mersenne del cuatro de marzo de 1640, pág. 126.
Descartes y la ilustración de la Rosa Cruz 151
a Ib .y pág. 81. Sobre la historia de las tentativas al respecto, véanse CUvis Uní-
versalis, de Rossi; Universal Language Schemes in England and Fronte /Proyectas
¡¡ara un lenguaje universal en Inglaterra y Franciaj, de James Knowlson (Toronto:
University of Toronto Press, 1975); Universal Languages and Saentific Taxonomy tn
the Scventeenth Century [Lenguajes universales y taxonomía científica en el siglo
diecisiete/, de Mary M. Slaughtcr (Cambridge University Press, 1982).
13 Olympia, A. T., X, pág. 179. Descartes le decía a BccckpMfTqué'l* música de
los antiguos era «más poderosa que la nuestra» porque les prima «la purafuerzaÜe
la imaginación», aún no corrompida por la teoría (carta ylleepkman del veintiocho'
de diciembre de 1629, A. T., I, págs. 101-102). / \
M Citado en Descartes' Selbstkritik. Untersuchungert -zur Philosophte des- jungeif
Descartes, de Liider Gábe (Hamburgo: Félix Meiner, 1972), pág. 141, n. lO.Npábé
dice que su fuente son las Nachrichten von Celehrten ...1 jwsAJlm (Ulm, 1798), págs;
206-210. Antes de 1613, es decir, antes de que em pezase» mpda rosacruciana, Faul-
liahrr escribía tratados matemáticos cuyos títulos eran un espantables, filosóficamente
152 La magia de los números y el movimiento
Faulhaber y Descartes
Vi un útil instrumento que servía para trasladar todo tipo de dibujos. C on
siste en una base con un compás de dos piernas. O tro para delinear cual
quier tipo de reloj; éste puedo hacerlo yo mismo. U n tercero que mide
ángulos de cuerpos sólidos. Un cuarto hecho de plata que mide superficies
planas y figuras. O tro hermoso instrumento para trasladar dibujos. Otro
inocuos, sin embargo, como Arithmeticus cubicossicus hortus (Tubinga, 1604), Usas
de novo invento instrumenti alicuius Belgae (Ausburgo, 1610), Novae geometriae &
opticae inventiones, aliquot peculiarium mstrumentorum (Frankfurt, 1610), Speculum
mathematicum polytechnicam novum, tribus vistonibas ¡Ilustre (Ulm, 1612). Después
de 1613 nos obsequia con las siguientes publicaciones: Ansa inauditae novae & ad-
mirandae artis, quam Spiritus Dei aliquot propheticis & Biblicis numeris ad ultima
ttsque témpora obsignare & occukare voluit (Nuremberg, 1613), Caelestes arcana ma
gia, sive cabalísticas, novus, artificiosas & adm irandas computas de Gog & Magog
(Nuremberg, 1613), y Mysterium arithmeticum sive cabalística et philosophica inven-
tío, nova admiranda et ardua, qua numeri ratione et methodo computatur. ... Cum
illuminatissimis laudatissimisque Frat. R. C . Famae viris humiliter et sincere dicata
(Ulm, I61S). Esta última es una de las primeras obras dedicadas a los rosacrucianos.
Sobre Faulhaber, véase la Geschichte der mathematik, cuatro volúmenes, de A. G.
Kástner (Gotinga, 17%). Facsímil (Hildesheim: Georg Olms, 1970), vol. 3, págs.
29-35, 111-152. Pierre Cosubel ha dado razones que nos hacen pensar que Descartes
quizá se inspirase en el método del gnomon de Faulhaber para escribir, en algún
momento entre 1620 y 1628, su originalísimo ensayo sobre los poliedros. (Descartes,
Exercices par les élements des solides. De solidorum elementa, ed., Pierre Costabcl
(París: Vrin, 1987), págs. 52-56, 89-90).
15 Lo dice el editor de la Fama Sidérea Nova de Faulhaber (Ulm, 1618), y se cita
en Descartes’ Selbstkrik, de Lüder Gibe, pág. 16. La narración que Daniel Listorp
hace del encuentro de Descartes y Faulhaber en su Specima Philosophae Cartesianae
(Leyden, 1653) se cita en A. T., X, págs. 252-253. Para una consideración crítica,
véase Sur la théologie blanche de Descartes, de Jean-Luc Marión (París: Presses Uni-
versitaires de France, 1981), págs. l%-200.
Descartes y la ilustración de la Rosa Cruz 153
” Véase el capitulo cuatro, «The Challenge of the Comets (El reto de los come
tas]», de Galileo's Intellectual Revolutwn ¡L a revolución intelectual de Galileol, de
William R. Shea (Nueva York: Science History Publications, 1977), págs. 75-108. En
sus Principia Mathematica, publicados en 1687, Newton explicaba la órbita de los
cometas gracias a la atracción del sol, pero no por ello dejaba de reflexionar en sus
escritos privados sobre el significado de 666 en el Apocalipsis, capitulo trece, versículo
18. Véase, por ejemplo, «Fragmcnts for a Treatise on Revelation [Fragmentos de un
tratado sobre el Apocalipsis]», en The Religión o f Isaac Newton, de Frank E. Manuel,
pág. 116.
40 Se lo contó a Kepler, con devastadora ironía, Wilhelm Schickard en una carta
del veintisiete de diciembre de 1618 (Kepler, Gesammelte Werke, eds: Max Caspar,
Franz Hammer et al., veinte volúmenes basta la fecha. (Munich: C. H. Beck, 1938-),
vol. 17, pág. 310. El título original del libro de Hebenstreit es Cometen Fragstuck
aus der reinen Philosophie (Ulm, 1618).
41 Cana de Hebenstreit a Kepler del seis de octubre de 1619, Kepler, Gesammelte
Werke, vol. 17, pág. 404. Hebenstreit publicó un tercer panfleto, De principiis enun-
tiationum Dissertatio Prior en 1619, en el que también ataca la veracidad del vaticinio
de Faulhaber.
Descartes y la ilustración de la Rosa Cruz 155
Un testigo francés
41 Johann Kepler, Kanones Pueriles, id est Chronologia van Adamm biss au ff diss
ten lauffende Jah r Christi 1620 (Ulm, 1620), en Gesammelte Werke, vol. 5, pigs.
173-394.
41 Simbert Wehe, PostuLatum Aequitatis Plenissimum (Ulm, 1619), pág. 36, citado
en Descartes’ Selbstkritik, de Lüder Gabe, pág. 16.
44 Carta de Hebenstreit a Kepler del uno de febrero de 1620, Kepler, Gesammelte
Werke, vol. 17, pág. 416.
156 La magia de los números y el movimiento
Llamar la atención
Tesoro m atem ático de Polibio el C osm opolita. Esta obra expone los verda
deros medios de resolver todas las dificultades de la ciencia matemática y
demuestra que el ingenio humano no puede ir más lejos en lo que a ello
respecta, con el propósito tanto de llamar a la prudencia a los que prometen
enseñamos descubrimientos milagrosos en todas las ciencias como de con
denar su temeridad. Quiere, además, aliviar los torturantes trabajos de todos
los que quedan atrapados día y noche entre los nudos gordianos de esta
ciencia, y pierden el tiempo malgastando su ingenio inútilmente. Una vez
más dedicada a las personas doctas de todo el mundo y especialmente a los
celebérrimos H. R. C [Hermanos de la Rosa Cruz] en Alemania 4S.
mente las progresiones aritméticas que incluyen las bases o los lados de
todos los triángulos de esta naturaleza, a imitación de la Cabala de los
Alemanes 47.
Quizá haya ahí oculta una referencia a uno de los libros de Faul-
haber, el Mysterium arithmeticum sive cabalística et philosophica in-
ventio qua numen ratione et methodo computantur, que, como el
Thesaurus mathematicus de Polibio el Cosmopolita, está dedicada a
los rosacrucianos. Esto explicaría las palabras «de nuevo dedicada»
que aparecen en la última frase del extenso título que he reproducido
más arriba.
Conversaciones celestes
dcdor del uno de febrero de 1629. Tras cavilar sobre las aplicaciones que podrían
tener espejos parabólicos que «ardiesen a una distancia infinita», delta Porta llega a
esta conclusión: «He visto que podemos hacer uso de este artificio para cosas grandes
y maravillosas, entre las que destaca el inscribir letras en la luna llena» (N atural
Magick, Libro XVII, capítulo 17, pág. 376). Agrippa habla de proyectar letras y
leerlas en el disco de la luna, «como hizo Pitágoras», pero no dice que sepa cómo
hacerlo (Henrícus Cornelius Agrippa de Nettcsheim, De Occulta Philosopbia, libro
I, capítulo seis, citado en A. T., X, pág. 347, de la Opera Omnia, Lyons, 1600, vol.
I, pág. 347).
M Isaac Beeckman, Journal, A. T „ X, pág. 347. Ese mismo año, Mersenne le
expresó a Galileo su esperanza de que el nuevo telescopio revelase si hay seres vivos
en la luna o no (carta del uno de febrero de 1629, en Correspondance du Pére Marín
Mersenne, vol. II, págs. 175-176).
** Carta de Descartes a Ferrier del trece de noviembre de 1619, A. T., I, pág. 61.
M Optica, noveno discurso, A. T., VI, pág. 206.
“ Carta de Descartes a un corresponsal desconocido, escrita probablemente en
septiembre de 1629, A. T., I, pág. 21.
160 La magia de los números y el movimiento
Prolongar la vida
que, si no hubiese sido por una causa inusual y violenta (como la que
quebró su máquina en Suecia), habría vivido quinientos años, pues había
descubierto el arte de vivir varios siglos w.
mológico Le Monde por ser fiel a su máxima, *bene vixit, bene qui
latuit (bien vive quien bien se esconde)» 6S.
Las reglas tercera y cuarta ordenan a los miembros reunirse una
vez al año y hallar quienes les sucedan. La quinta regla establecía
que R. C. había de ser el único sello o marca de la Hermandad.
Mucho se ha especulado sobre esto, sobre todo si se tiene en cuenta
al mismo tiempo el siguiente pasaje de la Fama Fratem itatis:
Tras un tiempo habrá una reforma general, de las cosas divinas como de las
humanas ... mientras tanto, unos pocos, que harán público su nombre, po
drán reunirse para confraternizar y desear el inicio de nuestros C ánones
Filosóficos, que nos prescribe nuestro hermano R. C .. w.
La búsqueda de simpatías
colgáis varias pieles unas contra otras ... la piel del lobo devorará la del
cordero *76
47 ■97*
H ay antipatía entre ovejas y lobos, como he dicho a menudo, y perma
nece en cada una de sus partes; así, un instrumento cuyas cuerdas sean de
tripa de oveja y de lobo no hará música, sólo ruido y todo tipo de disonan
cias 17.
El espejo pulido teme la mirada de una mujer inmoral, com o dice Aristó
teles, pues su mirada lo oscurece y le roba su esplendor. Es así por la
condensación del vapor de su sangre en la superficie del espejo *°.
Se exhalan espíritus por los ojos, com o vemos en las mujeres menstruantes,
de cuyos ojos se dice que emiten vapores. El cuerpo entero de la mujer está
lleno de vapores cuando tiene el mes. L os humores más pesados se purgan
por la vagina, los más sutiles, más arriba, a saber, por los ojos
Ecos holandeses
84 F.l autor dice que no cree la imputación porque Descartes es demasiado vani
doso para que aceptase la regla de silencio de la Hermandad (A. T., VIII-2, pág. 142,
nota b).
85 Pierre-Daniel Huet, Nouveaux mémoires pour servir a la histoire du cartisia-
nisme par M. G. de l’A. (iniciales de Gilíes de l’Anuy, el seudónimo de Huet) (París,
1692), pág. 42, citado en Les premieres pernees de Descartes, pág. 128, de Hcnri Gou-
hier.
** A. T „ X, pág. 197, nota a.
168 La magia de los números y el movimiento
181-188. Este pasaje está traducido en New Stadíes in thc Philosophy o f Descartes
[Nuevos estudios sobre la filosofía de Descartes/, de Norman Kcmp Smith (Londres,
Macmillan, 1952), págs. 33-39. Descartes le dio al manuscrito en latín el título de
Olympica. No está claro por qué, pero la palabra pertenece a las tradiciones hermética
y paracéisica. Entre los emblemas populares en los días de Descartes, Olympia sig
nificaba «Solí in Deo Securitas (Sólo en Dios hay seguridad)», según consta en los
Emblemas Moralizados, de Enrique de Soto (Madrid, 1599), pág. 26 b (citado en
Emblemata. Handbuch tu r Sinnbildung des 16. and 17. Jahrhunderts, de Arthur
Hcnkel y Albrecht Schóne (Stuttgart: Metzlcr, 1976, pág. 60). En el Colegio de La
Fléche, los estudiantes hacían e interpretaban emblemas los días festivos. Véase Un
Collige des Jésuiles aux XV I 1‘ et X V llí' Siecles. Le College Henri ¡V de la Fleche,
cuatro volúmenes, de Camille de Rochcmonteix (Le Mans: Leguicheux, 1889), vol.
I, págs. 146-150. El texto empezaba con las famosas palabras, •X Novembris 1619,
cam plenas forem Enthousiasmo, et mirabilis scientiae fundamenta reperirem (Diez
de noviembre de 1619, como estuviera lleno de entusiasmo y hubiera descubierto los
fundamentos de la ciencia que maravilla)». Baillet menciona una nota en el margen
escrita por la misma mano pero con tinta diferente, «A7 Novembris 1620, coepi in-
telligere fundamenlum Inventi mirabilis» (A. T., X , pág. 179; véase también el in
ventario de los papeles e Descartes, ib., pág. 7).
*° A- T., X , pág. 182, cursiva mía, N. Kcmp Smith, trad., pág. 35. En la Optica,
Descartes afirma que fluye luz de los ojos de los gatos, y da a entender que lo mismo
pasa con los de los hombres que se elevan por encima de lo ordinario ... (A. T., VI,
pág. 86). ¿Pensaba en gente excepcional como él mismo? Según Sexto Empírico, el
emperador Tiberio podía ver en la oscuridad (hay traducción al inglés: Outline of
Pyrrhonism [Introducción a l pirronismo). Libro I, capítulo 14, pág. 84, traducción de
R. G. Burv, Loeb Classical Library (Londres: Heinemann, 1976), vol. I, pág. 52).
170 La magia de los números y el movimiento
La voz interior
Hasta me atrevo a creer que la alegría interior tiene una fuerza secreta cuyo
poder inclina más la fortuna a nuestro favor. N o le escribiría esto a gente
de pocas entendederas, no fuese que les llevase a la superstición, pero, en
el caso de vuestra Alteza, más bien temo que os riáis de mí, por crédulo.
Pero he tenido un sinfín de experiencias, y además la autoridad de Sócrates,
que confirman lo que digo. He observado a menudo que las cosas que
emprendo con buen ánimo y sin repugnancia interior suelen salir bien, hasta
los juegos de azar, en los que sólo Fortuna manda
Creo que es una ciencia que está más allá de lo que puede el entendimiento
humano, pero es tan corta mi sabiduría, que no puedo sino soñar con ella,
por mucho que crea que sólo sería una pérdida de tiempo I0°.
’ * Carta de Descartes a la princesa Isabel de noviembre de 1646, A. T., IV, píg. 529.
99 Carta de Descartes a Mersenne del 10 de mayo de 1632, A. T ., 1, págs. 250-251.
Iuu Ib., pag. 252. Obsérvese que Descartes no puede dejar de soñar («je nc Sfau-
rois m ’empecher d ’y resver*). En la octava de las Reglas para la dirección del espíritu
174 La magia de los números y el movimiento
afirma que no tiene sentido hacer horóscopos sin saber antes si la razón humana
puede determinar algo sobre la influencia de las estrellas (A. T., X , pág. 398): en la
quinta regla, condena a los astrólogos, no por el objetivo que persiguen, sino por su
negligencia en el estudio de la naturaleza y movimientos exactos de los cuerpos ce
lestes (ib., pág. 380). N o siempre está claro, a principios del siglo diecisiete, si es la
astrología en sí misma lo que se critica, o sólo su aplicación sin sentido crítico. El
profesor de matemáticas de Descartes en La Fleche, el jesuita Jean-Franfois
(1582-1668), atacaba la astrología en su Traite des influences celestes (Rúan, 1660),
pero, a su vez, tenía lo suyo de superstición. Dice, por ejemplo, que nadie muere por
causas naturnlcs en la costa de Dieppe a no ser que la marea está bajando, y en
Guyana cuando la marea está subiendo [citado en el comentario de Etienne Gilson del
Discurso deI Método (París, 1925); pág. 120],
Capítulo 6
LA BUSCA DEL METODO Y DE LAS REGLAS
DE DIRECCION
Cielos italianos
175
176 La magia de los números y el movimiento
Su carrera en Francia
Intermedio parisino
Con la excepción de algunos viajes que hizo de vez en cuando
al noroeste, Descartes estuvo de 1626 a 1628 en París, donde renovó
sus lazos con Mersenne y Mydorge, y conoció a destacados cientí
ficos, estudiosos, teólogos y gentes del mundo literario, como los
matemáticos Claude Hardy (alrededor de 1605-1678) y Florimond
de Beaune (1601-1652), el ingeniero Etienne de Villesbressieu (vivía
ya en 1626-1653), el artesano Jean Fcrrier, el astrónomo Jaen-Bap-
tiste Morin (1583-1656), el filósofo Jean Silhon (1596-1667, que pu
blicó en 1626 un libro titulado Dos verdades: la primera, sobre Dios
y su providencia, la segunda, sobre la inmortalidad del alma, preci
samente los temas de las Meditaciones de Descartes de 1641), el
sacerdote del Oratorio Guillaume Gibieuf (1591-1650), y especial
mente Pierre de Bérulle, a quien quizá ya conociese de Roma.
El Caballero literario
A Descartes le interesaba la literatura, y entabló amistad con el
crítico literario de moda, Jean-Louis Guez de Balzac (1595-1654).
Pero la figura más brillante y controvertida del periodo fue el poeta
Théophile de Viau (1590-1626), cuyo clamoroso proceso —se le acu
saba de escribir versos obscenos y contrarios a la religión— se ce
7 Ib., vol. II, pág. 501. A Descartes le interesaba tanto la faceta práctica Je los
duelos como la teórica, y escribió por entonces un tratado sobre el Arte de la Esgri
ma, que se perdería. En carta remitida a Mersenne el veintidós de diciembre de 1630,
habla de un libro de Gérard Thibaut en el que se combinaban las matemáticas y el
hermetismo con el propósito de revelar los secretos de la espada esgrimida a pie o a
caballo, Académie de l'épée ou sedémontrent par regles mathématiques sur le fonde-
ment d'un cercle mysténeux la théorie et la pratique des vrais et jusqu'a priscal
inconnus secrets du maniement des armes á pied et a cheval (Leiden: Elzcvier, 1630)
(A. T ., I, pág. 195, véase también X, págs. 535-538).
' En su tratado Sobre las Pasiones del Alma, dedicado a una soltera, la princesa
Isabel, Descartes se expresa como un soltero recalcitrante: «Cuando un marido llora
la muerte de su esposa, a quien (como a veces pasa) no desearía ver rediviva, será
seguramente por el ambiente del funeral y la pérdida de una persona a cuya conver
sación estaba acostumbrado. Puede que una pizca de piedad o amor conmueva su
imaginación y llene de lágrimas sus ojos, pese a que, en el fondo de su corazón, sienta
una secreta alegría- (A. T., XI, pág. 441).
La busca del método y las reglas de dirección 179
recordéis que hay sitio bastante para todos vosotros y madera sufi
ciente para reduciros a cenizas?» 11
Garasse calculaba que los ateos constituían el 0,1 de la población
parisina 1l2. Mersenne, al que esto le debía de parecer poco impre
sionante, sugiere en algunos ejemplares de sus Questiones in Gene-
sim, publicadas en 1623, que podría haber hasta cincuenta mil. Como
quiera que París tenía por entonces unos cuatrocientos mil habitan
tes, el fraile menor no podía pretender que sus cifras se tomasen al
pie de la letra; sin embargo, el inflado número que da algo nos dice
del ambiente que reinaba en París.
Contra Aristóteles
Clitophon o Gersan
El dueño del salón donde los tres radicales deberían haber refu
tado a Aristóteles era Fran^ois de Soucy, sieur de Gersan, hermético
influyente, que pronto habría de ser amigo de Descartes. Sabemos
que se conocían por una carta que Balzac le escribió a Descartes,
que había salido al oeste de Francia el treinta de marzo de 1628:
13 Charles Adam, Descartes. Sa Vie t í ses Oeuvres, pág. 85-87; Frédéric Lachévre,
Le procés du poete Tbéophite de Vían, vol. I, pág. 564, nota t, donde cita del Mercare
Frartfois. Véase también la Correspondente, vol. I, págs. 167-168, de Mersenne. El
proceso tuvo una curiosa secuela. Antoine Villon se describía a sí mismo en el ma
nifiesto como •m iles pbilosopbus», la misma frase que luego diría desdeñosamente de
Descartes Jean de Beaugrand (Paul Tannery, La correspondance de Descartes (París:
Gauthier-Villars, 1893), pág. 44). N o significa otra cosa que «el filósofo soldado»,
pero podría perfectamente ser que se dijese a fin de que se asociara el nombre de
Descartes al de Villon, desterrado por haber osado atacar la filosofía tradicional. Que
esto no es sólo una conjetura demasiado imaginativa puede colegirse de un pasaje de
una carta del medico Christophe Villiers a Mersenne del veinticuatro de noviembre
de 1640: «No creo que M. des C aaes pueda pasarse sin las formas. OS, cuando estaba
yo en el College des Grassins hará unos veinticuatro años [Villiers se refiere en
realidad a ¡624], que el miles pbilosopbus, junto a unos químicos, quería prescindir
de ellas» (A. T., III, pág. 137).
14 Carta de Guez de Balzac a Descanes del 30 de marzo de 1628, A. T., I,
págs. 570-571. Esta caru acompañaba a tres ensayos que Balzac le dedicaba a Des
canes en agradecimiennto a la apología que Descanes había escrito, en latín, defen
diendo las opiniones de Balzac sobre la elocuencia. Descanes alababa la pureza y
naturalidad del estilo de Balzac, pero no sin escapar él mismo de cieno preciosismo,
así, por ejemplo, cuando dice que las «gracias» de Balzac distan tanto del ornamento
vulgar como «el carmín que naturaleza pone en las mejillas de una muchacha pura
dista del rozagante colorete de una vieja rijosa» (A. T,, I, págs. 8-9).
182 La magia de los números y el movimiento
O Beata Solitudo
los ejércitos estacionados en este país sólo parecían servir para que se dis
frutase de la paz con la mayor seguridad. Entre estas gentes cuya preocu
pación por sus propios asuntos es mayor que su curiosidad por los de los
demás, he podido llevar una vida tan solitaria y retirada como si estuviese
en el más remoto de los desiertos, sin que me haya faltado ninguna de las
comodidades que se disfrutan en las ciudades más populosas 21.
Así es, por supuesto, como las cosas salieron al final, pero en
1628 el futuro no estaba tan claro, y Descartes hizo un viaje a Ho
landa para ver si el país era todavía el adecuado para un hombre de
estudios que ponía por encima de todo el encontrarse a gusto y,
sobre todo, que no le molestase nadie. Como ya sabemos, fue a
Middelburg convencido de que vería a Beeckman allí, pero su amigo
había dejado su pueblo natal hacía ya mucho, en 1619. No da la
impresión de que Descartes tuviese especial interés en ver de nuevo
a Beeckman, sino, más bien, en recabar información acerca de algún
lugar en el que trabajar en paz y fuera de la vista de los demás.
Descartes se encontró con Beeckman en Dordrecht el ocho de
octubre de 1628, como sabemos gracias a una anotación del diario
de éste. Descartes le dio a Beeckman la impresión de que planeaba
volver a Holanda, «a fin», escribe Beeckman,
de que pudiese completar lo que queda por hacer en las ciencias. Tras viajar
por Francia, Alemania e Italia, decía que no había encontrado nadie con
quien pudiese hablar tan libremente o de quien pudiese esperar tanta ayuda
en la prosecución de sus estudios 22.
Ib., pág. 165. Batílet dice que su fuente es el manuscrito de una memoria de
Claude Clerselier (ib., págs. 165-166). Cita también una carta de Descartes a Ville-
brcssieu (ib., pág. 163, citado en A. T., I, pág. 213).
í7 lh
M Regulae ad direaionem ingenii, publicada por primera vez en Amsterdam, en
1701, reproducidas en A. T., X, págs. 359-469. Se ha publicado, con el título de
Regles útiles et cintres pour la direction de Tesprit et la recherche de la vérité, una
traducción francesa extensamente anotada por el traductor, Jean-Luc Marión, notas
a las que se suman las de carácter matemático escritas por Pierre Costabel (La Haya:
Martinus Nijhoff, 1977). The Methad o f Descartes. A Study o f the Regulac, de L.J.
Beck (Oxford: Clarendon, 1952), sigue siendo de lectura obligada. La mejor traduc
ción al inglés es la que hay en The Philosophical Writmgs o f Descartes {Los escritos
filosóficos de Descartes, traducidos por J. Cottingham, R. Stoothoff y D. Murdoch
en dos volúmenes (Cambridge: Cambridge University Press, 1985), vol. 1, págs. 9-76.
Esta edición tiene la ventaja de dar las páginas de A. T. con las que se corresponden
La busca del método y las reglas de dirección 187
b» suyas. [Las Regias están traducidas al castellano por Manuel Machado, y aparecen
en un mismo tomo con el Discurso, las Meditaciones y la tabla de los Principios
(México: Editorial Porrúa, primera edición, 1971), y también por Juan Manuel Na
varro Cordón: Alianza Editorial, El Libro de Bolsillo, 1034 (N. del T.JJ.
” Reglas para la dirección del espíritu, regla 12, A. T., X, pigs. 428-429.
188 La magia de los números y el movimiento
La gramática de la ciencia
El ideal de la simplicidad
sino como dictan ciertan reglas» 3I32. El problema era enunciar explí
citamente esas reglas.
31 Descartes, Reglas para la dirección del espíritu, regla 10, A. T., X , pág. 403.
32 Reglas para la dirección del espíritu, regla 8, pág. 398.
33 Reglas para la dirección del espíritu, regla 6, págs. 384-385.
192 La magia de los números y el movimiento
Naturalezas simples
¡luidditas de las cosas, que precede el acto del juicio. En la Summa Theologiae, 1, qu.
H5, a. 6 in corpore, Tomás de Aquino escribe que el intelecto «no puede engañarse
per se por lo que se refiere a la esencia de una cosa, si bien sí puede engañarse per
atadens cuando relaciona esencias, componendo et dividendo*. La fuente es Sobre el
tilma. Libro III, capítulo 6, 430b 27-30, de Aristóteles.
’ 7 Reglas para la dirección del espirita, regla 9, pág. 401. Véase también Optica,
A. T., VI, pág. 164.
** Reglas para la dirección del espíritu, regla 12, págs. 419-420. En la sexta regla
lubia dividido Descartes las cosas en «absolutas» y «relativas», ib., págs. 381-382.
v> Ib., regla 12, pág. 420. La fuerza de esta afirmación se atenúa bastante si tene
l í n » en cuenta lo que Descartes escribe en la sexta regla: «hay muy pocas naturalezas
«imples puras que se puedan intuir directamente y per se» (ib., pág. 381).
194 L a magia de los números y el movimiento
todas las cosas se pueden disponer en una serie, no en cuanto que se las
pueda referir a alguna categoría ontológica (como las categorías en las que
los filósofos dividen las cosas), sino en cuanto que se las pueda conocer a
partir de otras w.
Esta es la razón por la que, como nos ocupamos aquí de las cosas sólo en
cuanto que percibidas por el intelecto, llamamos simples sólo a aquellas que
conocemos tan clara y distintamente que la mente no pueda dividirlas en
otras a las que se las conozca más distintamente. Figura, extensión y movi
miento, etc., son de esa suerte; todas las demás las concebimos compuestas
de alguna manera a partir de ésas 41.
Pensamiento continuo
La maquinaría de la deducción
Ver es creer
No se piense que digo esto a modo de analogía, pues la figura externa del
cuerpo que siente es modificada realmente por el objeto de la misma forma
que la figura de la superficie de cera lo es por el sello *7.
44 Ib ., págs. 440-441.
47 Regías para la dirección del espíritu, regla 12, pág. 412.
“ Ib., pág. 414.
49 Reglas para la dirección del espíritu, regla 14, pág. 441.
198 La magia de los números y el movimiento
50 «En general, no reconocemos los entes filosóficos que no caen bajo nuestra
imaginación» (Regla 14, ib., pág. 442). Cotéjese con el siguiente fragmento dei Journal
de Beeckman, de 1629: «N o admito en filosofía nada que no se pueda representar
como objeto sensible en la imaginación (nihil enim in philosophia adm itió quam quod
imaginationi velut sensible representatur)». Beeckman, Journal, vol. IV, pig. 162.
51 Ib ., pág. 443. En nuestras investigaciones deberíamos (a) seleccionar aquellas
dimensiones «que más ayuden a nuestra imaginación» (Regla 14, págs. 449), y (b)
tener en mente que no podemos prestar atención más que a una o dos de ellas tal y
como se dibujan en nuestra imaginación» (ib., y de nuevo, regla 16, pág. 454).
,J ib ., regla 14, pág. 445. Véase también la regla 16, pág. 454.
L a busca del método y las reglas de dirección 199
El modelo, en marcha
a b
I----- 1----- '----- 1 I----- 1------1
J-------1-------1
b-
y hacemos el rectángulo:
<1
F ig u r a 1
te. Muy bien pudiera ser esta dificultad la causa de que las Reglas
acaben precisamente en la regla decimoctava.
N o se le escaparía a Descartes, seguramente, que de esta manera
se creaba, sin quererlo, grandes dificultades. Podemos sacar a cola
ción el testimonio de Isaac Beeckman, que apuntó en su Journal,
poco después de la visita de Descartes el ocho de octubre, un resu
men de lo que su amigo le había dicho acerca de su método de
resolución de ecuaciones mediante la manipulación de segmentos y
superficies. El caso concreto que apunta es el de la ecuación x2 =
6x + 7, y adjunta un diagrama que muestra las manipulaciones pres
critas por Descartes para su solución (véase la figura 2) 57.
a. ¿f e
— !---- 1----i— !
J ! : j
1 • • Z
1 : : :
í ! • •
i | 1 • •
1
í i i i
cL !
•• •
••:
£ ........................ j
F ig u r a 2
57 B e eck m an , Journal, A . T ., X , p á g s. 3 3 4 -3 3 5 .
La busca del método y las reglas de dirección 203
Explica los números irracionales, que no pueden ser explicados de otra ma
nera, mediante parábolas. Llama además a algunas raíces «verdaderas», a
otras, las menores que cero, «implícitas», y a otras, las que del todo son
inexplicables, «imaginarías» **.
** Ib.ypág. 335.
204 La magia de los números y el movimiento
” Descanes, Reglas para la dirección del espíritu, regla 13, A. T., X, pág. 431.
60 Ib., regla 14, pág. 447.
41 Ib ., regla 9, pág. 403, donde dice en latín «intuebor librum» por «miraré una
balanza».
La busca del método y las reglas de dirección 205
66 Descartes, Reglas para la dirección del espíritu, regla 12, A. T., X, pig. 412.
67 Véase Galileo 's ¡ntellectual Revolar ion, de William R. Shea, segunda edición
(Nueva York: Science History Publications, 1972), págs. 100-106.
** Descartes, Reglas para la dirección del espíritu, regla 12, A. T., X, pág. 412.
208 La magia de los números y d movimiento
Figura 3
Descartes dice que podemos hacer esto con todas nuestras sen
saciones. En la regla catorce reafirma que «la imaginación, junto a
las ideas que existen en ella, no es sino un cuerpo real con extensión
y figura reales». Esta es la garantía que necesita para reafirmar la
reducción del color y el sonido a la extensión:
Se puede decir, por supuesto, que una cosa es más o menos blanca que otra,
un sonido más o menos agudo que otro, y así sucesivamente; pero no po
demos determinar exactamente si el término mayor de la comparación ex
cede al menor en relación de dos a uno o de tres a uno si no es por cierta
analogía con la extensión del cuerpo que se forma 70.
49 Ib ., pág. 413.
70 Reglas para la dirección del espiran, regla 14, pág. 441.
La busca del método y las reglas de dirección 209
quería hacer en realidad. Pero era mucho más difícil cuantificar los
colores de manera parecida, y Descartes mismo confiesa que se pue
de añadir «un número infinito de figuras» a las reproducidas en la
que hace el número tres de este capítulo 71. ¿Qué figuras son perti
nentes, cuáles hay que escoger? Estas preguntas iban a darle qué
pensar a Descartes hasta el punto de que con el paso del tiempo
ofrecería, en su Optica, una solución enteramente diferente, basada
en una hipótesis corpuscular.
74 Ib., pág. 416. Sbre la «incierta» metafísica de las Reglas para la dirección del
espíritu, véase Sur l ’ontologie grise de Descartes, de Jean-Luc Marión (París: Vrin,
1975).
75 Ib., pág. 423.
La busca del método y las reglas de dirección 211
que quiero traer a vuestra atención es que puede no ser lo mismo la sensa
ción que tenemos de la luz (es decir, la idea de la luz que se forma en nuestra
imaginación por mediación de nuestros ojos) y lo que hay en los objetos
que producen esa sensación en nuestro interior (es decir, lo que hay en la
llama o en el sol que llamamos «luz»). Pues aunque todos, normalmente,
estamos convencidos de que las ideas que tenemos en nuestra mente son del
todo similares a los objetos de los que proceden, no veo, sin em bargo, razón
algu n a que nos haga estar seguros de que es a s í 76.
212
El triunfo óptico (1625-1628) 213
Hay acuerdo general en que no pudo ser así, pues Descartes enunció
la ley de la refracción antes de 1628, y no antes de ese año pudo
haber llegado a su conocimiento la diferente ruta que había seguido
Snell para hallarla '. Además, cuando Descartes explicó su ley del
seno al sucesor de Snell, Jakob Gool, en febrero de 1632, Gool no
sólo no le comentó que Snell ya había obtenido un resultado similar,
sino que se comportó como si la ley que Descartes le presentaba
fuese totalmente nueva para él.
La óptica parisina
La anaclástica
Pero permitidme que os cuente con qué cuidado cortó el cristal. En primer
lugar, tenía yo hechos tres pequeños triángulos idénticos. Cada uno de ellos
tenía un ángulo de noventa grados y otro de treinta, así que había un lado
que era el doble de otro. El primero estaba hecho de cristal de roca, el
segundo de vidrio veneciano o cristalino, y el tercero, de vidrio común. Se
construyó un carril reglado de cobre con dos ramas, en el que se ponían
los triángulos a fin de medir las refracciones, como explico en la O ptica.
La medida de la refracción
F ig u r a 1
11 Carta de Descartes a Ferrier del trece de noviembre de 1629, A. T., I, pág. 63.
11 Ib. Se recomienda el mismo procedimiento en la Optica, A. T „ VI, pág. 215.
El triunfo óptico (1625-1628) 219
F ig u r a 5
La ley, disfrazada
15 «Quien quiera que me acuse de haber tomado de Kepler las elipses e hipérbolas
de mi Optica es o ignorante, o malintencionado» (ib., págs. 85-86).
'* Kepler, Dioptrice, en Cesammelte Werke, eds: M. Caspar, F. Hammer, el allí,
veinte volúmenes hasta la (echa (Munich: C . H. Beck, 1938-), vol. IV, pág. 3S5. La
obra apareció por vez primera en 1611. Obsérvese que se llama igual, sólo que en
latín, que el libro del propio Descartes, que en francés se llama L a Dioptrique.
El triunfo óptico (1625-1628) 221
F ig u r a 6
F ig u r a 7
Añádese HO.
'* En la figura dos, los arcos PN y PT son, por construcción, iguales, luego el
ángulo PBH » ángulo PB1, tal y como en la figura tres los ángulos que se corres
ponden con aquéllos, FDC y FDA, son iguales. Sigo aquí una sugerencia de Pierre
Costabel, que desarrolla el argumento a partir de la figura tres, extraída de la cana
de Descartes del trece de noviembre de 1629. Véase Démarches originales de Descartes
savant (París: Vrin, 1982), págs. 68-70, de Pierre Costabel.
El triunfo óptico (1625-1628) 223
sen HOI HI , .
-----Frrjr =
sen OHI OI « decir
sen 180" - r H1
sen r OI
sen» HI . .
----- = 777, es decir
sen r OI
Una vez hallada la ley del seno, el paso siguiente era aplicarla a
la construcción de lentes que hiciesen converger todos los rayos
incidentes paralelos en un foco, hacer, pues, lentes que generasen la
anadástica. Los focos le hicieron pensar en elipses e hipérbolas, que
claramente tienen dos. Cuando visitó a Beeckman en octubre de
1629, le enseñó que las lentes elípticas hacían converger todos los
rayos incidentes paralelos en un foco si se las construía de manera
que (véase la figura 8) 20:
sen i cd . .
------ = es decir
sen r ef
cd OP
= con triángulos similares
ef
sen i st be , ,
a u í “ /\» ® donde
sen OHI OI ae
La lógica de la justificación
Supone que hay agua por debajo de st y que los rayos son qeg y cef.
Parece que éstos experimentan el mismo cambio que los brazos iguales de
una balanza en cuyos extremos se pusiesen pesos, de manera que el sumer
gido es más ligero, y levanta el brazo*27
El orden correcto
la luz, de acuerdo con la séptima regla enumerará todas las demás potencias
naturales, en la esperanza de que el conocimiento de alguna otra potencia
natural le ayude a entender ésta, aunque sólo a modo de analogía — pero
ya se dirá más de esto en adelante. Una vez hecho esto, investigará cómo
pasa el rayo a lo largo de todo el cuerpo transparente. Entonces, seguirá los
puntos restantes en su debido orden, hasta que llegue a la anadástica pro
piamente dicha. Incluso aunque la anadástica haya sido objeto de muchas
investigaciones inútiles en el pasado, no veo nada que impida a quien siga
el método correcto hacerse con un conocimiento claro de ella M.
50 ib ., pág. 395.
51 ib ., pág. 394.
230 L a magia de los números y el movimiemo
Por ejemplo, si muevo el extremo de un bastón, por largo que sea, me será
fácil concebir que es necesario que la potencia que mueve esa parte del
bastón mueva cada una de las otras partes instantáneamente, pues lo que se
comunica es la potencia desnuda, y no la que está encerrada en algún cuer
po, una piedra, por ejemplo, que la lleve consigo , J .
El refugio holandés
I Carta de Descartes a Mersenne del dieciocho de marzo de 1630, A. T., I, pág. 129.
232
Meditaciones metafísicas 233
cuya raíz es la metafísica, su tronco la física y sus ramas, que salen del
tronco, las demás ciencias, que se pueden reducir a las tres principales, a
saber, la medicina, la mecánica y la etica 3.
Creo que todos a los que D ios nos ha dado el uso de la razón estamos
obligados a emplearla principalmente en conocerle a El y en conocemos a
nosotros mismos. Por aquí he querido empezar mi propia investigación, y
puedo decir que habría sido incapaz de hallar los fundamentos de la física
si no los hubiese buscado por ese camino 56.
la más útil de las indagaciones que podamos hacer en esta etapa es la que
se desprende de esta pregunta: ¿Q ué es el conocimiento humano, y cuál es
su alcance? ... Esta es una tarea que todos los que tengan siquiera sea el más
ligero amor a la verdad deberían emprender al menos una vez en su vida 9.
La fuente de la certidumbre
17 Carta de Descartes a Mersenne del quince de abril de 1630, A. T., I, pág. 145.
Véanse también las cartas a Merscnne del seis y del veintisiete de marzo de 1630, ib.,
págs. 149-150, 151-154. Descartes no se priva de concluir que un ateo no puede tener
ciencia genuina: «N o niego que un ateo pueda saber claramente que los tres ángulos
de un triángulo son iguales a dos rectos, pero si asevero que ese conocimiento no es
verdadera ciencia, pues el conocimiento que puede acabar siendo dudoso no debería
llamarse ciencia» (Meditaciones, segundo conjunto de réplicas, A. T., V i l., pág. 141).
Se ha discutido mucho la doctrina de las verdades eternas de Descanes. Los siguientes
estudios me han parecido especialmente útiles: «Eterna! Truths and the Laws of
Nature: the Teológica! Foundations of Descanes’ Philosophy of Nature [Las verda
des eternas y las leyes de la naturaleza: los fundamentos teológicos de la filosofía de
la naturaleza de Descanes}», de Margaret J. Osler, Journal o f the History o f Ideas 46
(1985), págs. 349-362, y Theology and the Scientific Imagina!ton from the Middle
Ages to the Seventeentk Century [L a teología y la imaginación científica de la Edad
Media hasta el sigla diecisiete!, de Amos Funkestein (Princeton: Princeton University
Press, 1986).
240 La magia de los números y el movimiento
Dios y el yo
'* Discurso del Método, Parte II, A, T., VI, pág. 64.
'* Meditaciones, sexto conjunto de réplicas, A. T., V il, pág. 432. Véase también
la carta de Descanes a Mesland del dos de mayo de 1644, A. T., V, pág. 224.
20 Cana de Descanes a Antoine Arnauld, 29 de julio 1648, A. T., V, pág. 224.
Meditaciones metafísicas 241
Quien pueda engañarme, que lo haga. Pero no será capaz de hacerme creer
que soy nada cuando pienso que soy algo, o hacer que sea verdad en algún
instante futuro que yo no he existido si es verdad que yo existo, o que dos
y tres hacen más o menos que cinco, o cualquier otra cosa de ese estilo, en
la que yo vea alguna contradicción manifiesta a .
El convencimiento espontáneo
Tan pronto como pensamos que percibimos correctamente algo, nos con
vencemos espontáneamente de que es verdad. Ahora bien, si ese convenci
miento es tan firme que no podamos nunca tener razón alguna que nos haga
dudar al respecto, entonces no habrá nada más que preguntar: tenemos todo
lo que razonablemente podemos querer. ¿Q ué podría suponer para nosotros
que alguien imaginase que todo eso de lo que estamos firmemente conven
cidos que es verdad es, para Dios o uno de sus ángeles, falso, es decir, que
es, hablando en términos absolutos, falso f ¿Por qué debería preocupamos esa
falsedad absoluta, pues ni creemos en ella ni tenemos siquiera la más ligera
sospecha al respecto? Pues estamos hablando de un convencimiento tan
firme que no pueda ser destruido, y está claro que semejante convencimien
to en nada se diferencia de la certidumbre más perfecta.
" Ib ., págs. 144-145, la cursiva es mía. Cuando escribe a Mesland el dos de mayo
de 1644, hace la misma recomendación: no deberíamos intentar entender esto, pues
está más allá de nuestra naturaleza* (A. T „ IV, pág. 118).
’■* Meditaciones, A. T., VII, págs. 436.
Meditaciones metafísicas 243
La perfección moral
Lo que ahora tomo por norma, a saber, que lo que concebimos clara y
distintamente es verdad, se valida sólo porque Dios es o existe, y es un ser
perfecto, y todo lo que tenemos nos viene de él 2S.
27 Principios de Filosofía, tercera parte, artículo 43, A. T., VIII-1, pág. 99.
2* Ib ., parte IV, articulo 206, pág. 328.
29 Caita de Descartes a Henry More del cinco de febrero de 1649, A. T., V,
pág. 273.
Meditaciones metafísicas 245
Pensemos en esas cosas de las que se suele creer que las entendemos con
más claridad que a cualquiera otra, a saber, los cuerpos que tocamos y
vemos; no los cuerpos en general —pues tales percepciones suelen ser algo
más confusas— sino uno en particular. Tom em os, por ejemplo, este trozo
de cera. Se le ha sacado hace muy poco del panal; no ha perdido aún todo
el sabor a miel; conserva algo del aroma de las flores de las que se lo
recolectó; su color, forma y tamaño se perciben inmediatamente; es duro y
frío, fácilmente manejable, y si lo golpeáis con el dedo, se produce un so
nido; de hecho, posee todo lo que se necesita para que conozcamos un
cuerpo tan distintamente como es posible. Pero ahora, mientras hablo, lo
acercan al fuego: pierde todo su sabor, el aroma se evapora, el color cambia,
su forma se deshace, su tamaño aumenta, se vuelve líquido y caliente, apenas
es manejable, y si se lo golpea en estos momentos, no hace sonido alguno.
Después de todo esto ¿sigue siendo la misma cera? Debe admitirse que sí;
nadie lo niega, nadie piensa lo contrarío.
¿Q ué había en la cera, pues, que se comprendía tan nítidamente? Cier
tamente, nada que se pueda alcanzar con los sentidos; pues todo lo que cae
bajo el gusto o el olfato o la vista o el tacto o el oído ha cambiado, y, sin
embargo, la cera sigue siendo la misma.
Quizá fuese lo que pienso ahora: que la cera misma no era la dulzura
de la miel, ni la fragancia de las flores, ni la blancura, ni la figura, ni el
sonido, sino un cuerpo que poco antes se me hacía perceptible bajo esas
formas, y ahora bajo otras diferentes. ¿Q ué es precisamente, pues, lo que
imagino? Parémonos a pensar, y, retirando esas cosas que no pertenecen a
la cera, veamos qué queda: obviamente, sólo algo extenso, flexible y muta
ble 31.
Debo admitir, pues, que no imagino de ninguna manera qué es esta cera,
que lo percibo sólo con mi mente; y me refiero a este trozo de cera en
particular, pues en cuanto a la cera en general, ello es aún más claro. ¿Qué
es, pues, esta cera que sólo percibe la mente? Es precisamente esa misma
que veo, y toco, e imagino, la misma que yo creía que existía desde el
principio. Pero— y esto es importante— no se la percibe ni con la vista, ni
con el tacto, ni con la imaginación, y nunca fue así, por mucho que lo
pareciera en un principio; se la percibe sólo con la inspección de la mente,*1
Innata y única
Imagino con claridad esa cantidad que los filósofos suelen llamar continua,
o la extensión en longitud, anchura o profundidad de la cantidad o, más
bien, de una cosa que posea esa cantidad. Puedo enumerar varías partes en
ella, y asignar a esas partes varios tamaños, figuras, posiciones y movimien
tos locales, y a esos movimientos varías duraciones M.
i7 Galileo Galilei. // Saggiatore. Opere, vol. VI, pág. 348; citado en The Contra-
versy on the Comett of 1618 (La controversia de los cometas de 1618], de C.D.
O ’Malley (Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 1960), págs. 309-310.
250 La magia de los números y el movimiento
40 Carta de Descartes a Henry More del cinco de/tebrero de 1649, A. T¡, V,-
pág. 275. / '
41 Carta de Descartes a la princesa Isabel del veinttochp dé junio de 1643, A. T.,
III, pág. 692. I-
42 Descartes, Discurso del Método, tercera parte, A\ T.,\V1, pág. 20.
252 La magia de ios números y el movimiento
41 Descartes, Reglas para la dirección del espíritu, regla 14, A. T., X , pig. 447.
44 Gerd Buchdahl, Metaphysics and the Philosophy o f Science, p ígs, 89-90.
45 Descartes. Principios de Filosofía, Parte I, artículo 53, A. T., V1I1-I, pág. 25.
Meditaciones metafísicas 253
Descartes, Reglas para la dirección del espíritu, regla 2, A. T., X , pág. 366.
47 Meditaciones, cuarto conjunto de objeciones. A. T., V il, pigs. 217-218. Sobre
las ideas de Descanes tocantes a la explicación física de la eucaristía, véase Theologia
C artesiana, de Jean-Robert Armogathe (La Haya: Maninus Nijhoff, 1977),
págs. 41-81.
254 La magia de los números y el movimiento
del cielo tan abierto estaba para los ignorantes como para los sabios.
En todo caso, sentía también vivamente que su filosofía era una
salvaguardia, lo mismo para ignorantes que para sabios, contra las
cabalas de los teólogos. El pensamiento recto y la fe verdadera iban
mano con mano. Por eso deseaba «por encima de todas las cosas»,
como lo dijo a Franz Burman, «ver la teología escolástica erradica
da» s*.
El reloj viviente
cañas [véase la figura 1], y si la persiguen, provocarán que Neptuno les salga
al paso y les amenace con un tridente; o si van en otra dirección, a causa
de ello saldrá un monstruo marino y les echará agua a la cara H.
F ig u r a i
“ Ib ., pág. 81.
57 Tratado del Hombre, A. T., XI, págs. 175-176. Descartes había observado la
glándula pineal en animales, pero fue incapaz de hallarla en una mujer, cuyo cerebro
había diseccionado Adrizan van Walckenburg en una clase de anatomía a la que asistió
en Leyden en 1637. Cuando Walckenburg le dijo que nunca había podido verla en
cerebros humanos, Descartes llegó a la conclusión de que se descomponía muy rá
pidamente después de la muerte (carta a Mcrsenne del uno de abril de 1640, A. T.,
III, pág. 49). Sobre la interpretación pre-cartesiana de la glándula pineal, véase la nota
135, págs. 86-87, de la traducción al inglés del Tratado del Hombre de Thomas Steele
Hall.
Meditaciones metafísicas 259
Figura 2
El animal máquina
*° Las Pasiones del Alma [Passions de l'ám e], A. T., XI, págs. 350-331.
61 Víase el Discurso del Método, quinta parte, A. T „ VI, págs. 56-59; la carta a
Reneri de abril o mayo de 1638, A. T., II, págs. 39-41 (acerca de la dirección y fecha,
véase la pág. 728); Meditaciones, cuarto conjunto de réplicas, A. T., VII, págs. 219-221;
la carta al marqués de Ncwcastle del veintitrés de noviembre de 1646, A. T., IV,
págs. 573-576. Cuando Henry More se alista en defensa de cotorras y loros (carta a
Descartes del once de diciembre de 1648, A. T., V, pág. 244), Descartes repite sus
argumentos con una matización importante: admite que no podemos probar estric
tamente que los pájaros carezcan de razón, y que se había limitado a hacer juicios
probables, en este caso el juicio abrumadoramente probable de que los animales no
tienen mentes (carta a More del cinco de febrero de 1649, A. T., V, págs. 276-277).
M Discurso del Método, quinta parte, A, T., VI, pág. 59. Sobre la negación por
Descartes de que los animales tuviesen alma, véase From Beast-Machine to Man-Ma-
cbine [D e la bestia-máquina a l hombre-máquina], de Leonora Cohén Rosenfcld (Nue
va York: Octagon Books, 1968). págs. 4-25. El punto débil de la idea de la bestia-
Meditaciones metafísicas 261
Tendemos a pensar que los animales son algo más que máquinas
porque vemos que realizan acciones parecidas a las nuestras. Así
como atribuimos el origen de los movimientos de nuestros cuerpos
a nuestras mentes, suponemos espontáneamente que los animales
también tienen mentes o algún principio vital. Todo lo que esto
prueba, según Descartes, es que tenemos que embridarnos, y no
precipitarnos a inferir cosas acerca de la supuesta vida animal. Pero
¿cómo sabemos que las personas que conocemos no son sofisticados
robots con forma humana? La prueba a pasar es, cree Descartes, el
uso del lenguaje y la capacidad de crear símbolos. Hasta las personas
más estúpidas, dice, saben ordenar palabras para expresar pensamien
tos, y los mudos pueden aprender o inventar signos con los que
hacerse entender 63.
no hay nada que lleve a los espíritus débiles más lejos del recto sendero de
la virtud que imaginar que las almas de las bestias son de la misma natura
leza que las nuestras, y que, por lo tanto, tras esta vida nada habremos de
temer o esperar, como las moscas o las hormigas. Pero cuando recapacita
mos y vemos cuánto difieren las bestias de nosotros, entendemos mucho
mejor las razones que prueban que la naturaleza de nuestra alma no depende
en nada del cuerpo, y, en consecuencia, que no ha de morir con él. Y como
no podemos concebir otra causa que destruya el alma, nos vemos natural
mente llevados a concluir que es inm ortalH.
M Discurso del Método. quima parte, A, T., VI, págs. 59-60. Liben Froidmont
intentó volver contra Descanes sus propios argumentos afirmando que éstos podían
usarse tamo para demostrar que los animales no tenían alma como para negar que el
hombre la tenga (cana de Froidmont a Plempius del trece de septiembre de 1637, A.
T., I, pág. 403). Descanes replicó diciendo que «las almas de las bestias no son otra
cosa que su sangre», y con dos citas de las Escrituras [Levitico, capítulo 17, versículo
14, y Deuttronomio, capítulo 12, versículo 23) como aval (cana a Plempius del tres
de octubre de 1637, ib., pág. 414).
** Carta de Descanes al marqués de Newcastle del veintitrés de noviembre de
1646, A. T., IV, pág. 573.
Meditaciones metafísicas 263
265
266 La magia de los números y el movimiento
Desde que me marché, he aprendido mucho sobre las lentes, hasta el punto
de que ahora es posible hacer algo que va más allá de todo lo que se ha
visto hasta ahora. Parece tan fácil y tan cierto, que, al contrario que antes,
apenas si tengo dudas acerca del lado técnico del asunto }.
Hay una rama de las matemáticas a la que llamo la ciencia de los prodigios,
pues nos enseña cómo usar el aire y la luz de forma tan admirable que
gracias a ella podemos producir todas las ilusiones que los magos dicen
hacer por medio de demonios. Por lo que sé, jamás se ha puesto en práctica
esta ciencia, y no conozco a nadie que no sea él [Ferrier] que pueda hacerlo.
Sostengo que él es capaz de hacer todas esas cosas, aunque luego no me
quede más remedio que reconocer que no son sino niñerías. N o os ocultaré,
sin embargo, que si le hubiese persuadido de dejar París, le habría dado
empleo aquí, y pasado en su compañía las horas que, si no, pierdo en juegos
o conversaciones inútiles 45.
4 Ib ., pág. 15.
5 Carta a un corresponsal desconocido fechada en septiembre de 1629, ib.,
págs. 19-21. El editor de la correspondencia de Mcrsenne sugiere que el destinatario
era el franciscano, y la (echa, agosto de 1629 (Corresptmdance du P. Marín Mersermt,
vol. II, págs. 250-253).
268 La magia de los números y el movimiento
La soledad en la ciudad
Por encantadora que pueda ser una casa en el campo, siempre le faltarán la
mayor parte de las comodidades de que se disfruta en la ciudad. N i siquiera
la soledad que se busca llega alguna vez a ser completa. Estoy dispuesto a
reconocer que podréis encontrar una cascada que inspiraría hasta a la lengua
más gárrula, y un valle tan retirado que la exaltaría y transportaría, pero no
os será tan fácil escapar de un montón de vecinillos que de cuando en
cuando os molestarán, y cuyas visitas serán más pesadas que las que tengáis
que recibir en París. Pero ahora, en esta gran ciudad en la que vivo, todos,
menos yo, se dedican a sus negocios, y buscan tan fervientemente aumentar
los beneficios, que podría pasarme la vida entera sin que nadie se percatase
de mi existencia 6.
La construcción de lentes
7 Carta de Descartes a Ferrier del ocho de octubre de 1629, A. T., I, pág. 33. Por
qué es más incómodo viajar en octubre que hacerlo a principios de la primavera no
está claro. Pero de lo que se trataba es de que Ferrier leyese entre líneas. Descartes
le escribió a Mersenne ese mismo día para que le encontrase a Ferrier trabajo en París
{ib., págs. 24-25).
270 La magia de los números y el movimiento
F ig u r a 2
* Carta de Descartes a Ferrier del ocho de octubre de 1629, ib., pág. 36.
272 La magia de los números y el movimiento
Me tiene en tan poca estima que no cree que yo sea capaz de entender o
emprender la cosa más simple. ¡H asta llega a decirlo en mi presencia! Re
conozco mis limitaciones, pero es que nadie me ha dado instrucción alguna,
excepto vos, señor, a quien tanto debo, y eso debería excusarme. Este des
precio, sin embargo, no me descorazona hasta el punto de hacerme perder
mi deseo de comprender, de privarme de mi gusto por el verdadero cono
cimiento científico que sólo personas de vuestra excelencia pueden comuni
carme. He hecho mía la ambición de que se me conozca por algo que esté
por encima de lo ordinario 9.
Al hacer, como es necesario, que una sea más rápida y el otro más lento,
podréis lograr formas tan perfectas como sea humanamente posible. Pero la
razón en que hayan de estar dichos movimientos sólo puede llegar a cono
cerse gracias a la práctica; por así decirlo, aunque fueseis un ángel, no lo
haríais tan bien el primer año como lo haréis en el segundo " .
9 Cana de Ferrier a Descanes del veintiséis de octubre de 1629, ib., pág. 51. La
cana va de la pág. 38 a la pág. 52.
10 Cana de Descanes a Ferrier del trece de noviembre de 1629, ib., pág. 54.
Cuando escribió, pocos años después, su Optica, Descanes se dio cuenta de que
Ferrier tenía razón, y modificó la descripción de su instrumento de manera que la
regla atravesase el rodillo y pudiese moverse arriba y abajo. El peso o muelle presiona
ahora contra el rodillo en vez de contra la paleta (Optica, discurso X, A. T., VI,
pág. 217), No se hace mención de Ferrier, cuyo conmovedor deseo de que se le
conociese «por algo que esté por encima de lo ordinario» debía de despenar poca
simpatía en el corazón de alguien a quien semejante deseo no le era extraño.
11 Ib., págs. 59-60.
Destejer el arco iris 273
El artesano recriminado
Sería vergonzoso que, tras haberle retenido aquí dos o tres años, no lograse14*
,s Ib ., pág. 130.
'* Ib ., pág. 132.
17 Cana de Descanes a Mersenne del quince de abril de 1630, ib., pág. 138.
276 L a magia de los números y el movimiento
Yo debería ser quien se quejase, pues yo pagué por ellos, que a ¿I no le han
costado nada. Puede que haya hecho com o que no los había recibido para
no tener que admitir lo que me debe; yo estaba seguro de que la dirección
era la correcta. N o me sentiría infeliz si se supiese que o s dije que no es un
hombre al que tenga en mucha estima. Nunca termina lo que empieza, y es
mezquino l8.
21 Descartes manifiesta este miedo por vez primera en una carta que le remite a
Mersenne el veinticinco de noviembre de 1630 (ib., págs. 178-179), y más explícita
mente en noviembre o diciembre de 1632: «Si Ferrier le ha enseñado mis cartas a
alguien que esté mínimamente familiarizado con las matemáticas, le habrá costado
muy poco entender cómo se mide el ángulo de refracción» (ib., pág. 262). A esta
preocupación se debe, seguramente, que Descartes se decidiese a comunicarle su ley
del seno a Mersenne en junio de 1632: «Por lo que se refiere a la medición de la
refracción de la luz, comparo los senos de los ángulos de incidencia y refracción, pero
me sentiría feliz si no se hiciese saber esto, pues la primera pane de mi Optica no
contendrá nada más» (ib., pág. 225). Mersenne, sin embargo, era la última persona
que guardaría un secreto, e insertó la formulación de la ley del seno en su Harmonte
UnwerseUe, anunciando además que Descartes la demostraría en su Optica. Fue se
guramente esta indiscreción, cometida en 1636, la razón de que Descanes se apresu
rase a completar los tres ensayos que aparecieron con el Discurso del Método en 1637.
22 Descartes le escribía a Mersenne el dos de diciembre de 1639 o alrededor de
ese día (ib., págs. 189-191), y le adjuntaba cartas para Ferrier (págs. 183-187) y Con
dren (págs- 188-189). El trato que Descartes le dispensó a Ferrier es comparable al
que le propinó a Isaac Beeckman (véanse más arriba las páginas 120-129). En 1640, el
científico y artesano francés Florimond de Bcaune se hirió una mano mientras cons
truía una lente ateniéndose a las instrucciones de Descanes. Cuando Descartes se
enteró del accidente, le escribió a Constantin Huygens lo siguiente: «Quizá penséis
que estoy apenado, pero os juro que me enorgullece que las manos del mejor artesano
no lleguen tan lejos como mi razonamiento» (carta del doce d emarzo de 1640, A.
T .. III, pág. 747).
278 La magia de los números y el movimiento
El artesano reivindicado
esperamos ver pronto grandes cosas de la mano del señor Ferrier, que está
dispuesto a trabajar en ello. De hecho, si alguien puede sacar adelante esta
nueva invención, será él. N o sólo es hábil y tiene experiencia; además, está
al tanto de los secretos del autor. N o s podemos hacer una ¡dea de lo que
puede lograr de la muestra que enseñó a sus amigos, que incluía un espejo
con una pequeña lente hiperbólica que descubre y magnifica los más peque
ños objetos 23.
Un signo en el cielo
nimia 3S. Creo que ese discurso octavo es esencialmente la obra que
Descartes había bosquejado en 1629. Si la hubiese revisado antes de
publicarla, habría recalcado seguramente los lazos que la unían a la
Optica; aparece, sin embargo, como un estudio autocontenido sobre
el arco iris, que se pone como ejemplo señero de su método:
F.I arco iris es una m arav illa de la naturaleza tan intrigante, y hace tanto
que ha habido personas capaces que han buscado su explicación con tanto
esmero y tan poco éxito, que no he podido escoger mejor tema para mostrar
que con mi método podemos llegar a saber lo que se les ha escapado a todos
los autores cuyas obras han llegado hasta nosotros
Risner junto con el Opticae Thcsaurus de Alhazen en Basilea, en 1572. Los dos
tratados tienen paginaciones separadas. La referencia a un vaso redondo lleno de agua
por el que pasa la luz del sol está en el Libro X de la Opticae, pág. 474. Los Photismi
de lamine el umhra se publicaron póstumamente en Ñapóles en 1611, y de nuevo
en Lión en 1613 y 1617 con el título de Theoremata de lamine. Hay una traducción
al inglés de Henri Crew, titulada The Photismi de lamine o f Maurolycus. A Chapter
in Late M edieval Optics [Los Photismi de lamine de Maarolico, an capitulo de la
óptica medieval tardía] (Nueva York: 1940); el estudio de la refracción en una esfera
de cristal se encuentra en e s a traducción en las págs. 58-75. Descartes hace especial
mención de Maurolico en su Meteorología (A. T ., VI, pág. 340), y de Witelo en su
correspondencia (A. T ., 1, pág. 239; II, pág. 142; III, pág. 483). También podría ha
berse inspirado Descartes en el siguiente pasaje de la Récréation Mathématiqme de
Leurechon: «Si queréis ver un arco iris más esublc y de colores más permanentes,
tomad un vaso de agua y haced que los rayos de sol que pasen a su través caigan en
una zona sombreada. Disfrutaréis de la visión de un hermoso arco iris» (Récréation
M athimatique, pág. 42). Sobre intentos anteriores de dar con la ley de la refracción,
véase «Ptoiemy's Search for a Law of Refraction: A Case-Study in the Classical
Methodology of ‘Saving the Appearances’» [La busca por Ptoknneo de la ley de la
refracción: estudio de un ejemplo de la metodología clásica de 'salvar las apariencias’],
Archive for History o f Exact Sciences 2 f (1982), págs. 221-240, de A. Mark Smith.
285
Destejer el arco iris
de agua a las que se debe el arco iris. Podía hacerlo así porque
presuponía que había reproducido en su «laboratorio» las condicio
nes experimentales que reinan en la atmósfera.
Como hemos visto, Descartes había dejado sentado que aparecía
una mancha roja brillante en D cuando el ángulo DEM era de unos
cuarenta y dos grados. Si este ángulo aumentaba ligeramente, la man
cha desaparecía, pero si disminuía un poco, no se borraba inmedia
tamente sino que se dividía en «dos bandas menos brillantes en las
que se perciben el amarillo, el azul y otros colores» 39. Descartes
” Meteorología, A. T., VI, pág. 327. Descartes dice que los colores del arco iris
son el rojo, el amarillo, el azul y «otros». Newton escogió como colores más pro-
286 La magia de los números y el movimiento
Pero aún quedaba en pie la dificultad principal: llegar a entender por qué,
aunque hay muchos otros rayos que tras dos refracciones y una o dos
reflexiones pueden dirigirse al ojo cuando la vasija está en diferentes posi
ciones, sólo ésos de los que he hablado hacen que aparezcan de hecho
manchas de color. Para deshacer esta dificultad, miré si había algún otro
fenómeno en que apareciesen de la misma forma, de manera que comparan
do aquél y éste pudiese juzgar mejor cuál era su causa. Entonces, al recordar
que un prisma o un triángulo de cristal hacen que se vean colores parecidos,
centré mi atención en uno que tuviese la forma M N P [véase la figura 5] 40.
Preguntas al prisma
F ig u r a 5
-Y
x
X
-X
Figura 6
45 Ib., p á g s . 3 3 1 - 3 3 2 .
292 La magia de los números y el movimiento
La explicación instantánea
«En todo esto», sigue Descartes, «la explicación (la raison) con
cuerda tan perfectamente con la experiencia que no creo que sea
posible, una vez se haya aprehendido ambas, poner en duda que la
materia es como acabo de explicar». Esto le es evidente por sí mismo
a Descartes porque, según su punto de partida mecánico, «es impo
sible hallar en el cristal MNP algo más que pueda producir color, a
no ser la manera en que emite las pequeñas partes de materia sutil
hacia la pantalla FGH y de ahí a nuestros ojos» 47.
Apariencia y realidad
dos los colores son «apariciones [acto del aparecer]», es decir, res
puestas fisiológicas a los estímulos producidos por las finas partícu
las de materia, con sus velocidades lineales y rotacionales distintas.
En este sentido, «la verdadera naturaleza» de los colores «es», como
él dice, «aparecer», así que sería estúpido decir «que son falsos cuan
do su aparición es real». Sin embargo, las apariciones [actos del apa
recer] han de ser explicadas coherente y consistentemente, y hay
algunas tensiones en la explicación de Descartes que no se pueden
soslayar. Difícil es ocultar los costurones de la vestidura que Des
cartes creía inconsútil de su filosofía natural.
Podemos resumir quizá la naturaleza de los problemas soterrados
como sigue. Descartes efectuaba en un principio su explicación de
los colores a partir de las diferencias entre las velocidades lineal y
rotacional de las partículas esféricas de la materia sutil. Cuando se
dio cuenta de que esas partículas están empaquetadas tan apretada
mente que no puede haber espacio vacío, vio que la luz sólo podía
transmitirse instantáneamente. Atajó esta incongruencia con su des
cripción de la transmisión instantánea de la luz como virtual o «ten
dencia!». Este era el primer gran problema que le salía al paso. El
segundo estribaba en la necesidad que había de reconciliar la ley de
conservación de la inercia rectilínea (a la que volveremos en el ca
pítulo once), con la aparente inercia rotacional de las partículas es
féricas de la materia sutil.
Estas dificultades salieron a luz de una forma u otra en cuanto
las ideas de Descartes llegaron a ser conocidas y discutidas. Esta es
la razón por la que vamos a examinar el tipo de reacción que la
explicación del color ofrecida por Descanes suscitó en sus lectores
cuando se publicó en 1637, antes de dedicamos a examinar los pasos
que da en la Meteorología 50 para explicar por qué vemos sólo un
arco iris compuesto de rayos que hacen un ángulo de cuarenta y dos
ó cincuenta y dos grados con la dirección original.
Al escoger, de los muchos pasajes de mis escritos a los que creéis que andan
faltos de más rigor, aquel en el que intento explicar los colores mediante la
rotación de pequeñas bolas, demostráis que no sois un novato en batallas
de este tipo. Pues si hay en ese escrito una posición mal defendida y ex
puesta al fuego del enemigo, es, lo confieso, la que atacáis S2.
51 Carta de Jean Ciermans a Descartes de marzo de 1638, A. T., II, págs. 55-56.
92 Carta de Descartes a Ciermans del veintitrés de marzo de 1638, ib., pág. 71.
Ciermans, por supuesto, no podía saber que el ejemplo señero de Descartes le había
costado a éste mucho trabajo, y era quizá menos sólido de lo que parecía. En octubre
de 1629, Descartes le confiaba a Mersenne que «la explicación de los colores del arco
iris me ha dado muchos más quebraderos de cabeza que todo lo demás» (A. T., I,
pág- 23).
296 La magia de los números y el movimiento
A favor de la interferencia
T x
•* Fr *'♦ \
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s.
-4
ir*
F ig u r a 7
FG, y elude mencionar que una corriente más intensa que mane de
A interferirá las más débiles que salen de B y F. En su lugar, ofrece
una explicación en la que las velocudades se combinan como si fue
sen magnitudes escalares en vez de vectoriales (es decir, como si se
las pudiese sumar abstrayendo su dirección). Si bien Descartes re
conoce que las partículas de materia fina que se encuentren en el
cruce de los tubos en E no pueden moverse en las tres direcciones
al mismo tiempo, dice que sería suficiente que «algunas se moviesen
hacia C, algunas hacia D y algunas hacia F con una velocidad tres
veces la de las-partículas que están en los tubos» S7*. Queda en sus
penso cómo se aceleran las partículas hasta que adquieren tres veces
su velocidad inicial.
A duras penas podemos reprocharle a Morin que fuese escéptico;
en una segunda cana, se pregunta cómo es posible que una partícula
de materia en E, empujada con igual fuerza desde los puntos dis
tantes A, B y F, se mueva lo más mínimo. ¿N o quedaría, acaso,
inmovilizada bajo la acción de tres fuerzas idénticas e igualmente
distribuidas? Morin sugiere un experimento felino, conforme a la
ciencia del diecisiete, que creía que los ojos de los gatos no sólo eran
57 Carta de Descartes a Morin del trece de julio de 1638, A. T., II, págs. 219-220,
cursiva mía.
Destejer el arco iris 299
El vino que está en C tiende a caer hacia B, pero ello no impide que el vino
en E tienda a caer hacia A, ni tampoco que cada una de sus partes se inclinen
a descender a diferentes partes, aunque sólo puedan moverse a una de ellas
en un momento dado. Ya he dicho en varios sitios que a lo que yo llamo
luz no es al movimiento mismo sino a una inclinación o propensión al
movimiento 6I.
F ig u r a i o
“ Cana de Descanes a Morin del trece de jubo de 1638, ib., pág. 208.
*7 Cana de Morin a Descanes del doce de agosto de 1638, ib., págs. 293-294.
48 Cana de Descanes a Morin del doce de agosto de 1638, ib., págs. 293-294.
Cana de Morin a Descanes de octubre de 1638, ib., pág. 418.
Destejer el arco iris 303
70 Carta de Descartes a Ciermans del veintitrés de marzo de 1638, ib., págs. 75.
71 Meteorología, A. T., VI, págs. 346-347.
72 La Description du Corps Humain, A. T., XI, pág. 256. Descartes iguala su
interpretación de los hechos a los hechos mismos cuando escribe que «podemos sentir
[nous poHVons sentir] dos tipos de movimiento que tienen estas bolas: uno, el que
tienen cuando se acercan a nuestros ojos en línea recta, que nos da la sensación de
luz, el otro, el que tienen cuando giran alrededor de sus centros» (ib., págs. 255-256).
Esta obra se escribió alrededor de 1648.
304 La magia de los números y el movimiento
73 Cana de Descanes a Ciermans del veintitrés de marzo de 1638, A. T., II, pág. 74.
Destejer el arco iris 305
Angulos privilegiados
Tablas elocuentes
lín ea lín ea a rc o á n g u lo á n g u lo
FH C1 FG arco F K ONP SQ R
T abla 2.
verán, cada una de ellas, un arco iris distinto, pues para cada una
de ellas seráp gotas distintas las que estarán en la dirección apropiada
(véase la figura 13). Si están en el suelo, la parte del círculo que esté
sobre ellos quedará conada, pero desde un aeroplano se vería un
círculo completo (véase la figura 14). Mas no parece que Descanes
tomase en cuenta la posibilidad teórica de, digamos, un ángel tum
bado en una nube admirando el arco iris, pues explica los informes
que hablan de arco iris invenidos diciendo que tal fenómeno se debe
a la reflexión de los rayos del sol en la superficie de un lago hacia
las gotas de lluvia, cortados los rayos directos por nubes interpuestas
(véase la figura 15).
F ig u r a 14
F igura 15
el azul 78. La inversión del orden de los colores en el arco iris se
cundario suponía un serio reto a esta intepretación. Descartes lo
encaraba con una mezcla de retórica («no he tenido dificultades») y
manipulación arbitraria de las formas de las partículas invisibles cu
yas propiedades se suponía que eran iguales a las de los cuerpos
macroscópicos:
La nueva alianza
82 ¡liada, V, 350. Virgilio hace que Juno envic a Iris desde los cielos para que
expire dulces vientos sobre la flota de Ilion (Eneida, V, 606-607).
85 Meteorología, A. T., VI, pág. 334.
314 La magia de los números y el movimiento
M John Keats, Lam ia, segunda parte, versos 229-237, en Complete Poems, ed.,
Jack Stillingfleet (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1978), pág. 357.
Capítulo 10
LA ACCION DE LA LUZ
Ahora bien, como la única razón para hablar de la luz aquí es que de ella
315
316 La magia de los números y el movimiento
hay que hablar para explicar cómo entran sus rayos en el ojo y cóm o los
desvían los distintos cuerpos con los que se encuentren, no he de esforzarme
en decir cuál es su verdadera naturaleza. Bastará, pienso, con que haga dos
o tres comparaciones que faciliten la comprensión de la concepción de la
luz más adecuada para explicar todas esas propiedades que conocemos por
experiencia, y deducir todas las demás que no podemos observar tan fácil
mente. En esto imito a los astrónomos, cuyos supuestos son casi todos
falsos o inciertos, pero de los cuales, sin embargo, extraen muchas conse
cuencias verdaderas y ciertas, pues guardan relación con diferentes observa
ciones '.
Modelos y analogías
Si, por ejemplo, quiero saber si una potencia natural puede propagarse ins
tantáneamente a un lugar disunte atravesando todo el espacio interpuesto,
no fijaré inmediaumente mi atención en la fuerza magnética, o en la in
fluencia de los astros, ni siquiera en la velocidad de la luz, para ver si
acciones como ésas pueden ocurrir instantáneamente, pues me sería más
difícil zanjar tales cuestiones que la de partida. Reflexionaré, más bien, sobre
el movimiento local de los cuerpos, pues no hay nada en toda esta área que
los sentidos perciban mejor. Y me daré cuenta de que, mientras que una
piedra no puede pasar instantáneamente de un lugar a otro, pues es un
cuerpo, una potencia similar a la que mueve la piedra ha de transmitirse
instantáneamente cuando pasa, desnuda, de un objeto a otro. Por ejemplo,
si muevo el extremo de un bastón, por largo que sea, me será fácil concebir
que es necesario que la potencia que mueve esa parte del bastón mueva cada
una de las otras partes instantáneamente, pues lo que se comunica es la
potencia desnuda, y no la que está encerrada en algún cuerpo, una piedra,
por ejemplo, que la lleve consigo 2.
quiero que hagáis vuestra la idea de que la luz, en los cuerpos que llamamos
luminosos, no es sino cierto movimiento o una acción muy rápida y viva
que llega a nuestros ojos gracias al aire y a otros cuerpos transparentes de
6 Optica, A. T „ VI, pág. 84. En las Reglas para la dirección del espíritu, Descanes
había ilustrado su idea con un ejemplo aún más chocante: le pedia a su lector que
pensase en el movimiento de una pluma, cuya punta no puede moverse sin que no
lo haga al mismo tiempo el penacho en el otro extremo.
7 Para un breve y excelente resumen del estado de la cuestión antes de Descartes,
véase «The Science oí Optics [La ciencia de la óptica)», de David C . Lindberg, en
Science in the Middle Ages / L a ciencia en la edad media}, cd., David C . Lindberg
(Chicago y Londres: University o í Chicago Press, 1978), págs. 338-368. Hay una
explicación más detallada en Theories o f Vision from al-Kmdi to Kepler fL as teorías
de la visión de al-Kindi a Kepler] (Chicago y Londres: University o í Chicago Press,
1976), del mismo autor. Acerca de la teoría de Aristóteles, véase su D el Alm a, libro
dos, capítulo siete, 4l8a26-4l9a25, y De los sentidos y los objetos sensibles (De Sensu),
capítulos 2-3, 437al8-439bl8; la analogía con el agua que se congela aparece en el
capítulo seis, 447a3 fí. Sobre la estrategia de Descartes, véase «The Cartesian Theory
oí Vision [La teoría cartesiana de la visión]», Ratio XXVII (1986), págs. 149-167, de
John Hyman, y «Model and Reality in Descartes* Theory oí Light [Modelo y realidad
en la teoría de la luz de Descartes]», Synthesis 4 (1979), págs. 2-23, de Peter Galison.
* Johann Kepler, Ad Vitellionem Parahpomena, quibus Astronomiae Pars Optica
320 L a m a g ia d e lo s n ú m e r o s y e l m o v im ie n t o
Etienne Gilson (París: Vrin, 1979), págs. 97-98). Sobre el peso que estos comentarios
de Aristóteles tuvieron en la educación temprana de Descartes, véase más arriba,
págs. 21-22.
" Optica, A. T., VI, pág. 119.
'* Optica, A. T.. VI. pág. 8S-86.
u Véase más arriba, pág. 320.
322 La magia de los números y el movimiento
a 9>
\ i
F ig u r a i
F igura 2
algunos cuerpos, a saber, los que decimos que son blancos, reflejan esos
rayos sin producir ningún otro cambio en su acción, y otros, a saber, los
que decimos que son rojos, amarillos, azules o de algún otro color, produ
cen un cambio similar al que experimenta el movimiento de una bola cuando
la rozamos.
21 Ib ., pág. 92.
22 F.n la Meteorología, se refiere explícitamente a la Optica, p. cj., ib., pág. 331.
328 La magia de los números y el movimiento
Quies Media
Cuando dos bolas de metal chocan, y, como ocurre a menudo, una de ellas
rebota, lo hace en virtud de la misma fuerza que la hace moverse hacia
delante: pues la fuerza y la dirección del movimiento son cosas completa
mente diferentes, como dije en mi O ptica 26.*16
í5 Ib. El problema lo formuló por vez primera Aristóteles, que llegó a la conclu
sión de que el movimiento de un cuerpo que avanza por una línea recta y luego
recula ha de deternerse antes de recular (Física, libro 8, capítulo 8, 262b24-263a4).
Galileo negó esto, y sostuvo que no había un intervalo de reposo (Galilco Galilei,
De Motu, Opere, vol. 1, pigs. 323-328.) Isaac Beeckman muestra en su Journal, vol.
2, pág. 23, su conformidad con Aristóteles, y Marín Mersenne esxpone los argumen
tos a favor y en contra, pero no toma partido, en su Harmonio Unwerselle (París,
1636), facsímil (París: C.N.R.S., 1975), vol. III, págs. 163-165.
16 Carta de Descartes a Mersenne del once de marzo de 1640, A. T., III, pág. 37.
Ames, en 1630, cuando estaba escribiendo la Optica, Descartes ya había expresado
su negación de la existencia de un intervalo de reposo en el caso concreto de una
cuerda vibrante, con el argumento de que nunca podría volver a su posición original
330 La magia de los números y el m ín im um »
si paraba antes de que empezase a volver (cartas a Mersenne del cuatro y veinticinco
de noviembre de 1630, A. T „ I, págs. 172, 181; véase también una caita escrita en
1630, o qui’za m is tarde, A. T., IV, pág. 687).
Carta de Descartes a Mersenne para Hobbes del veintiuno de enero de 1641,
A. T „ III, pág. 289.
!> Carta de Descartes a Mersenne del once de marzo de 1649, ib., pág. 37, cursiva
mía.
” Carta de Descartes a Mersenne del dieciocho de marzo de 1641, ib., pág. 338.
La acción de la luz 331
El análisis de la reflexión
Sobre la refracción
Figura 4
La ley de la refracción
F igura 5
lienzo CBE, para ir, por abajo, de B a cualquier punto del círculo
AFD deberá emplear el doble de tiempo que le llevó el ir, por en
cima del lienzo, de A a B» M. Para ser coherente, Descartes debería
haber escrito que debería emplear el doble de tiempo en descender,
no por la trayectoria real BI, ¡sino por la distancia vertical BL (igual
a HB)!
La geometría, a la palestra
,7 Ib ., pág. 100.
J38 La magia de los números y el movimiento
Figura 8
F ig u r a 9
Por lo tamo,
Figura 11
El golpe de pala
Para que el rayo se doble hacia la normal una vez haya entrado
en el agua, postula Descartes en su analogía que la pelota se golpee
por segunda vez en cuanto pase por la superficie, hacia abajo, y se
la acelere de manera que recorra en dos momentos la distancia que
antes recorría en tres. Esta es, sin duda, la parte menos convincente
de la analogía del juego de pelota. Lo del segundo golpe de pala
parece demasiado forzado, y aunque la pelota se acelerase súbita
mente, no es obvio por qué habría de producirse todo el cambio en
342 La magia de los números y el movimiento
F ig u r a 12
Casi veinte años más tarde, la Optica de 1637 declara que la ley
del seno es una medida de la facilidad de penetración en un medio
denso ° . Sean cuales sean las virtudes de suponer que la bola se
acelera cuando entra en un medio más denso, lo cierto es que no
disipa la sorpresa que nos produce la afirmación siguiente: que la
bola se mueve a velocidad uniforme por el medio. Descartes sabía
tan bien como cualquiera que si se empuja un palo dentro de un
montón de arena, va perdiendo velocidad, y pronto deja de moverse,
y no podía escapársele tampoco que si se disparan flechas contra
balas de heno, éstas las frenan y paran. Creía, sin embargo, como
ya hemos visto, que el agua ofrecía poca o ninguna resistencia al
movimiento *44. Su descripción toma como modelo una bola teórica
a cuyo movimiento no afectan ni el peso, ni el tamaño, ni la forma.
Una vez más volvemos al movimiento instantáneo y diagramático,
que, por lo tanto, no presenta (para Descartes) problema alguno.
F ig u r a 13
Figura 14
47 Cana de Descanes a Mersenne del veintiuno de abril de 1641, ib., pág. 356.
41 Descanes escribió a Constantin Huygens el trece de julio de 1636 que Franz
Van Schooten el joven estaba dibujando todas las Figuras de la Optica a su completa
satisfacción, A. T., I, pág. 611.
49 Cana de Descanes a Mersenne de) veinte de octubre de 1642, A. T., III.
La acción de la luz 347
págs. $89-590. Véase también su carta a Merscnnc del trece de octubre de 1642, ib.,
pág. 583.
348 La magia de los números y el movimiento
aquí ia falacia que los lógicos llaman «argumentar en círculo». Pues como
las experiencias hacen que la mayoría de esos efectos sean bastante seguros»
las causas de las que los deduzco sirven no tanto para probarlos com o para
explicarlos; de hecho, más bien al contrario, son las causas las que son
probadas por los efectos. Y las he llamado «suposiciones» simplemente para
que se sepa que pienso que puedo deducirlas de las verdades primarias que
he expuesto más arriba’, pero he eludido deliberadamente llevar a cabo esas
deducciones para no darles a ciertas personas de ingenio la oportunidad de
construir, a partir de los que crean son mis principios, quién sabe qué ex
travagante filosofía, que se me echará en cara a mí *°.
350
La acción de la luz 351
sobra con un vistazo para darse cuenta de que mueve pequeñas partículas
de esta madera. ... Alguien, si le place, puede imaginar en esta madera la
forma del fuego, la cualidad del color y la acción que la quema como cosas
distintas; por lo que a mí se refiere, que temo engañarme a mí mismo si
supongo que hay ahí algo más que lo que veo que necesariamente ha de
estar presente, me contento con concebir el movimiento de sus partes *4.
J V éase m i s a rrib a, p á g s.
4 El Mundo, A . T ., X I , p á g . 7.
La materia y el movimiento en un nuevo mundo 353
No digo nada sobre la dirección en que se mueve cada pane, pues si caéis
en la cuenta de que la potencia que mueve y la que determina en qué
dirección debe tener lugar el movimiento son completamente diferentes, y
que una puede existir sin la otra (como expliqué en la Optica), entenderéis
sin dificultad que cada parte se mueve como le sea mis fácil dada la dispo
sición de los cuerpos circundantes 5.
Duro y blando
4 Ib., p á g s. 8-9.
7 Ib., p á g s. 8 -9 .
La materia y el movimiento en un nuevo mundo 355
así desplazado expulsa a su vez el siguiente ... todo esto tiene lugar simultáneamente,
como una rueda que gira, pues no hay vacio» (Timeo 79B).
11 El Mundo, A. T., XI, pág. 19-21.
H Carta de Descartes a Rcneri del dos de junio de 1631, A. T., I, pág. 205. El
diagrama está en la pág. 206.
358 L a m a g ia d e l o s n ú m e r o s y el m o v im ie m o
Ib-, pig. 206, cursiva mía. Obsérvese la similaridad con el pasaje del Timco
mencionado arriba, pág. 356, nota doce.
L a m a t e r ia y el m o v im ie n t o en u n n u e v o m u n d o 359
“ / * ., págs. 206-207.
360 La magia de los números y el movimiento
19 «Por ejemplo, el hecho de que los tres ángulos sean iguales a dos rectos "es
inherente a la naturaleza del triángulo; y la divisibilidad lo es a la naturaleza del
cuerpo, o a la de las cosas extensas (pues no podemos concebir una cosa extensa tan
pequeña que no se la pueda dividir, al menos en nuestro pensamiento). Y por esto
se puede aseverar con certeza que los tres ángulos de cada triángulo son iguales a dos
rectos, y que todos los cuerpos son divisibles» (Segundo conjunto de réplicas a las
objeciones a las Meditaciones, A. T., VIII. pág. 163).
20 Principios de Filosofía, Parte II, artículos 33-34, A. T „ VIII-1, págs. 59-60.
362 L a m a g ia d e lo s n ú m e r o s y el m o v im ie n t o
21 Ib ., pág. 59.
La materia y el movimiento en un nuevo mundo 363
nen alguna materia. Ahora bien, como esta materia no puede estar sino en
el mundo, esto muestra que el mundo se extiende más allá de las fronteras
que se le habían asignado. Por lo tanto, como no tengo argumentos que
prueben que el mundo tiene fronteras (de hecho, ni siquiera puedo concebir
que las tenga), digo del mundo que es indefinido. Pero no puedo negar que
Dios pueda conocer algunas por incomprensibles que nos sean, y esto es
por lo qué no digo que el mundo es absolutamente infinito a .
22 Carta de Descartes a Chanut del seis de junio de 1647, A. T., V, pág. 52. Sobre
cómo concebía Descartes el espacio, véase Teoric dello spa/.io da Descartes a Neviton,
de Mauricio Mamiani (Milán: Franco Angelí, 1979).
25 Carta de Descartes a Mersenne del dieciocho de deciembre de 1629, A. T., 1,
pág. 86.
24 «El cardenal de Cusa y algunos doctores más suponían que el mundo era
infinito, sin que la iglesia les reprendiese por ello. Muy el contrario, se cree que es
digno de Dios que se conciba que su obra es inmensa. Y mi opinión es más fácil de
aceptar que la suya, pues no afirmo que el mundo sea infinito, sólo digo que es
364 La magia de los números y el movimiento
tintos. pues Dios no puede abandonar su poder de dividirlos (A. T ., VIH-1, pig. 29).
Véase también su carta a More del cinco de enero de 1649, A. T „ V, pág. 273.
32 El Mundo, A. T., XI, pág. 33; carta a Isabel del veintiocho de junio de 1643,
A. T., III, pág. 694.
33 En el sexto conjunto de réplicas a las objeciones a las Meditaciones, Descartes
rechaza que las partes de la materia se puedan interpenetrar, A. T., V il, pág. 442.
33 Véase, por ejemplo, su carta a Mersenne del veinticinco de febrero de 1630,
La materia y el movimiento en un nuevo mundo 367
Figuras móviles
en la que afirma que la materia fina atraviesa -el oro, los diamantes y cualqueir otro
cuerpo, por sólido que sea» (A. T., I, pág. 119).
** Discurso del Método, cuarta parte, A. T., VI, pág. 36.
54 Cogitationes Privatae, A. T., X, pág. 213.
i7 En la tercera pane del Discurso del Método, antes de embarcarse en la puesta
en práctica de su método. Descanes expone una ética provisional cuya primera má-
368 La magia de los números y el movimiento
xima establece que se obedezcan las leyes y costumbres de la tierra, no se deje de ser
católico, y se sigan las opiniones de los hombres moderados y sensatos (A. T., VI,
pág. 23).
** E l Mundo, capítulo seis, A. T., XI, pig. 31. La idea se le ocurrió a Descartes
a finales de 1629. Alrededor del trece de noviembre le escribió a Mersenne que «creo
haber encontrado una forma de comunicar mis ideas que será del agrado de algunos,
y no ofenderá a nadie» (A. T., 1, pág. 70). La expresión «la fábula de mi mundo»
aparece por primera vez en una carta escrita al mismo corresponsal alrededor del
cinco de noviembre de 1630 (ib., pág. 179).
M E l Mundo, capítulo seis, A. T., XI, págs. 31-32.
La materia y el movimiento en un nuevo mundo 369
40 Ib ., pág. 33.
41 Gottfricd Wilhelm Leibniz, «De ipsa natura sive de vi insita actionibusque
Crcaturanim, pro Dynamicis suis confírmandis ¡Uustrandisquc», en D ie phtloíophts-
then Schriften, ed., C .j. Gerhardt, siete volúmenes. (Berlín, 1875-1890): reimpresión
(Hildesheim: Olms, 1978), vol. IV, págs. 512-514.
4* E l Mundo, capítulo ocho, A. T., XI, pág. 49.
41 «Basta con que sus partes están inmóviles y se toquen, sin que haya un espacio
interpuesto», (ib., pág. 13). En la Meteorología, Descartes introduce la nueva noción
de partes entretejidas. Piensa entonces que casi todos los cuerpos tienen «formas muy
irregulares y burdas, de manera que basta que se entremezclen ligeramente para que
se queden enganchados y unidos los unos a los otros, como las ramas de matorral
que crecen juntas en un seto. Y cuando se unen de esta manera, forman los cuerpos
duros» (A. T., VI, págs. 233-234).
370 La magia de los números y el movimiento
Hágase la luz
Estoy ahora ordenando el caos para que produzca la luz. Esta es una de las
tareas más altas y arduas que yo pueda encarar, pues encierra en sí prácti
camente toda la física. Tengo que pensar en mil cosas diferentes al mismo
tiempo para hallar la manera de enunciar la verdad sin alarmar a alguien u
ofender las opiniones heredadas. Quiero tomarme un mes o dos en los que
no pensaré en otra cosa 4H.
No avanzo deprisa, pero avanzo. Estoy describiendo ahora los orígenes del
mundo, y espero incluir casi toda mi física. Leyendo de nuevo el primer
capítulo del libro del Génesis, me quedé atónito al descubrir que cabe ex
plicarlo por completo gracias a mis ideas, y mucho mejor, me parece, que
con cualesquiera otras. No me había atrevido a esperar tanto antes, y ahora
estoy decidido, una vez expuesta mi nueva filosofía, a mostrar claramente
que todas las verdades de la fe casan mucho mejor con mi filosofía que con
la de Aristóteles 52.
M Ib ., pág. 47. La frase es en sí misma una cita del libro de la Sabiduría, capitulo
II, versículo 21.
11 Carta de Descartes a Mersenne alrededor del veintiocho de enero de 1641, A.
T., III, pig. 296.
M Es incierta ia fecha de esta carta. A. T., IV, pig. 698, da el texto de la edición
latina de 1700. El texto francés publicado por Clerselier, que quizá sea el original,
está impreso en la Correspondance de Marín Mersenne, vol. II, pág. 618, donde se
da como fecha posible la del catorce de octubre de 1630. Etienne Gilson da poderosos
argumentos a favor de que sea de 1641 (Rcné Descartes, Discourse de ¡a mithode,
con un comentario de Etienne Gilson, cuarta edición (París: Vrin, 1967),
págs. 381-382). La otra «verdad de fe» que Descartes tiene en mente es el dogma de
la transubstanciación, «que es perfectamente claro y fácil una vez se le da explicación
con mis principios» (carta de Descartes a Mersenne, alrededor del veintiocho de enero
de 1641, A. T., III, pig. 296).
La materia y el movimiento en un nuevo mundo 373
pero por muchas vueltas que le diese, no pudo hallar nada claro y
distinto, nada clare et distincte que pudiese entender» 53.
En 1648, un admirador de veinte años llamado Frans Burman
visitó a Descartes en Egmond, quien le obsequió con una cena y
respondió abierta y animadamente a sus preguntas. Una de ellas
versaba sobre la cuestión de la concordancia, y Descartes le dijo que
había intentado que su explicación casase con la historia del Génesis,
pero que había decidido renunciar a ello y dejar el asunto en las
manos de los teólogos, pues pudiera ser que la interpretación co
rrecta fuese metafórica, como parecía que ocurría con lo de los seis
días de la creación 5\
estas palabras son tan oscuras que me veo obligado a dejarlas en latín, pues40
volución hacia fuera es lo que Huygens iba a llamar «la fuerza cen
trífuga». Pero en un sistema inercial, la fuerza centrífuga no es física,
es decir, se produce cinemáticamente y no se debe a la interacción
física. Esto fue un problema serio para los newtonianos, pero Des
cartes no se topó con él por la simple razón de que no creía que la
dirección fuese una parte esencial del concepto de movimento. Todo
lo que Descartes veía era que, fuese cual fuese la dirección, el mo
vimiento tendía a continuar en línea recta. Dada la importancia que
tiene el movimiento circular, lo estudiaremos más detalladamente en
el siguiente capítulo, pero hemos de mencionar aquí una cara del
problema a la que Descartes no quiso mirar. El movimiento rectilí
neo que él llama natural sólo puede darse en un vacío perfecto, y
para Descartes un vacío perfecto no es sólo una ficción, es una im
posibilidad. ¿Cómo puede ser un cosmos cuyas leyes básicas no se
pueden realizar un cosmos ordenado? Pero esta objeción nunca hizo
mella en Descartes por dos razones: (a) nunca contempló la posibi
lidad del movimiento en un vacío, y (b) su mayor preocupación era
mostrar que la tercera ley tenía su fundamento en la inmutabilidad
de Dios, como lo tenían las otras dos.
El movimiento cartesiano no es dinámico (no envuelve la inter
vención de fuerzas) y no es cinemático (no envuelve consideraciones
espaciales y temporales), sólo es diagramático (envuelve sólo consi
deraciones espaciales). Dios, que es eterno —por encima del tiempo
y fuera de él—, conserva lo que crea «como es en el mismo instante
en que lo conserva» 69. Este papel que juega la acción instantánea de
Dios nos ayuda a entender por qué Descartes creía que las Medita
ciones, en las que demostraba la existencia de Dios, daban la justifi
cación racional de su ciencia. Le escribió a Mersenne que contenían
«todos los principios» y «todos los fundamentos» de su física 70. Si
preguntamos: ¿qué es lo que se conserva de esa manera, en este
instante?, nos encontramos con que la respuesta de Descartes es
puramente epistemológica, pues lo que se conserva es lo que se pue
de entender clara y distintamente que existe en el instante, y «sólo
el movimiento en línea recta es enteramente simple y tiene una na
turaleza que se puede aprehender completamente en un instante» 7I.
Según esta regla, sólo debe decirse que Dios es el Autor único de todos los
movimientos que en el mundo hay por lo que se refiere a su existencia y
en la medida en que sean rectilíneos, y son las distintas disposiciones de la
materia las que los hacen curvos e irregulares. De la misma manera, los
teólogos enseñan que Dios es el Autor de todas nuestras acciones por lo
que se refiere a su existencia y en la medida en que haya algo de bueno en
ellas, y que son las varias disposiciones de nuestra voluntad las que pueden
volverlas malas 72.
Como una vida puede dividirse en innumerables partes, cada una de ellas
independientes de las otras, resulta que no se sigue de que yo existiese hace
un poco que yo deba existir ahora, a menos que haya alguna causa que, por
así decirlo, me cree de nuevo a cada momento 74.
ron la seguridad que éste tenía en que había hallado la clave del
mecanismo de relojería del universo. En este mundo mecánico, el
movimiento circular desempeña un papel del que se reconoce que es
diferente del que juega en el cosmos geocéntrico de Aristóteles y
Tolomeo, pero que, en todo caso, es esencial. Por eso, hemos de
prestarle nuestra atención al principio del próximo capítulo, antes de
proceder a una descripción más completa del mundo de Descartes.
Capítulo 12
LAS LEYES Y REGLAS DEL MOVIMIENTO
387
388 La magia de los números y el movimiento
Tanto es así, que si suponéis que empieza allí y entonces a salir de la honda,
y que D ios lo conserva como es en ese momento, será cierto que El no lo
conservará con su tendencia a moverse en círculo a lo largo de la curva AB,
sino con una tendencia a seguir en línea recta hacia el punto C 2.
1 Véase The Breaking o f the Circle [L a ruptura del circulo], edición revisada
(Oxford: Oxford University Press, 1960), de Marjorie H. Nicolson.
1 E l Mundo, capítulo siete, A. T., XI, pág. 46.
D
Las leyes y reglas del movimiento 389
F ig u r a 2
4 Principios Je Filosofía, Parte fl!, articulo 58, A. T., VII1-1, págs. 109-111.
s ib ., articulo 59, págs. 111-112.
Las leyes y reglas del movimiento 391
E®
Figura 3
me contentaré con deciros que, aparte de las tres leyes que he explicado, no
quiero presuponer otras que no sean las que se siguen infaliblemente de las
verdades eternas en las que los matemáticos acostumbran a basar sus de
mostraciones más ciertas y evidentes —las verdades, digo, según las cuales
Dios mismo nos ha enseñado que lo ha dispuesto todo con número, peso
y medida. El conocimiento de estas verdades le es tan natural a nuestras
almas que no podemos sino juzgarlas infalibles en cuanto las concebimos
distintamente, ni dudar que si Dios hubiese creado muchos mundos, segui
rían siendo tan verdaderas en cada uno de ellos como lo son en éste. Por
lo tanto, los que sean capaces de examinar suficientemente las consecuencias
de estas verdades y de nuestras reglas podrán reconocer los efectos por sus
En los dos o tres últimos meses, he penetrado tan hondamente en los cielos,
y he llegado a satisfacer en tal medida mis ansias de conocer su naturaleza
y la de las estrellas que vemos (así como otras muchas cosas que ni siquiera
me habría atrevido a soñar hace unos pocos años), que me he vuelto tan
osado como para atreverme a buscar la causa de la localización de cada
estrella. Pues aunque se las vea dispersas al azar por el cielo, no tengo
ninguna duda de que hay algún orden natural, regular, constante entre ellas.
El conocimiento de este orden es la clave y el fundamento de la más alta y
perfecta de las ciencias que los hombres puedan tener tocante a las cosas
materiales, pues gracias a ella podríamos conocer a p rio ri todas las diferentes
formas y esencias de los cuerpos terrestres, mientras que sin ella hemos de
contentarnos con adivinar qué son a posteriori y por sus efectos *9.
El sistema de vórtices
me contentaré con deciros que, aparte de las tres leyes que he explicado, no
quiero presuponer otras que no sean las que se siguen infaliblemente de las
verdades eternas en las que los matemáticos acostumbran a basar sus de
mostraciones más ciertas y evidentes — las verdades, digo, según las cuales
Dios mismo nos ha enseñado que lo ha dispuesto todo con número, peso
y medida. El conocimiento de estas verdades le es tan natural a nuestras
almas que no podemos sino juzgarlas infalibles en cuanto las concebimos
distintamente, ni dudar que si D ios hubiese creado muchos mundos, segui
rían siendo tan verdaderas en cada uno de ellos como lo son en éste. Por
lo tanto, los que sean capaces de examinar suficientemente las consecuencias
de estas verdades y de nuestras reglas podrán reconocer los efectos por sus
En los dos o tres últimos meses, he penetrado tan hondamente en los cielos,
y he llegado a satisfacer en tal medida mis ansias de conocer su naturaleza
y la de las estrellas que vemos (así como otras muchas cosas que ni siquiera
me habría atrevido a soñar hace unos pocos años), que me he vuelto tan
osado como para atreverme a buscar la causa de la localización de cada
estrella. Pues aunque se las vea dispersas al azar por el cielo, no tengo
ninguna duda de que hay algún orden natural, regular, consume entre ellas.
El conocimiento de este orden es la clave y el fundamento de la más alta y
perfecu de las ciencias que los hombres puedan tener tocante a las cosas
materiales, pues gracias a ella podríamos conocer a p rio ri todas las diferentes
formas y esencias de los cuerpos terrestres, mientras que sin ella hemos de
contentarnos con adivinar qué son a p osteriori y por sus efectos 9.
El sistema de vórtices
El sistema solar
'* Principios <U Filosofía, Parte III, artículo 1448, A. T., VIII-1, págs. 196-197.
Sobre el descubrimiento de los cometas, víase Galileo's Intellectual Revolution, de
William R. Shea, edición revisada (Nueva York: Science History Publications, 1975),
págs. 75-108.
13 El Mundo, capítulo diez, A. T., XI, pág. 64.
14 Principios de Filosofía, Parte III, artículo 152, A. T., VIII-1, pág. 198.
15 Ib., artículo 115, págs. 162-163.
16 Descartes dice de la la trayectoria de la luna que está «próxima a una elipse»,
Las leyes y reglas del movimiento J97
Figura 5
La materia en el torberilino
17 Principios de Filosofía, Pane III, artículo 69, A. T., VIII-1, pág. 120.
,B Ib ., artículo 146, pág. 195.
Las leyes y regí»* del movimiento 399
F ig u r a 6
Observamos que las barcas que lleva la corriente no se mueven tan deprisa
como el agua, y las más grandes son las más lentas. D e la misma manera,
aunque la materia celeste acarrea los planetas sin resistencia, y éstos se mue
ven con el mismo ímpetu [se m euvent de m im e branle ], no se puede decir
por ello que se muevan siempre tan deprisa. L a diferencia en velocidad ha
400 La magia de los números y el movimiento
lia
20 Ib ., págs. 70-71.
21 Ib ., capítulo once, págs. 72-80.
402 La magia de los números y el movimiento
Para entender cómo la materia fina que gira alrededor de la tierra empuja
los cuerpos pesados hacia el centro, rellénese una vasija redonda con per
digones de plomo, y entremézcleselos con algunos trozos de madera o de
cualquier otro material más ligero que el plomo. Si giráis la vasija rápida
mente, veréis que el plomo empujará los trozos de madera o de cualquier
otro material por el estilo hacia el centro de la vasija, tal y como la materia
fina empuja a los cuerpos terrestres 22.
La luz a la luz
Ahora bien, deberíais saber que los habitantes de este nuevo mundo tendrán
una naturaleza tal que, cuando se haga fuerza sobre sus ojos de esta manera,
tendrán una sensación que es justo como la que nosotros tenemos de la luz J*.
F ig u r a II
alardeaba. Llama a los matemáticos franceses que critican su geometría «dos o tres
moscas» (caita a Constantin Huygens del diecinueve de agosto de 1638, A. T., II,
pág. 671); dice de Robcrval que es «menos que un animal racional» (carta a Mersenne,
alrededor del veintinueve de junio de 1638, ib., pág. 190); de Pierre Petit, que es «un
perrillo» (carta a Mersenne del veintisiete de julio de 1638, ib., pág. 267, y del treinta
de abril de 1639, ib., pág. 533); y de Hobbes, que es «extremadamente despreciable»
(cana a Mersenne del cuatro de marzo de 1641, A. T „ III, pág. 326). Las cartas de
Jean de Bcaugrad sólo son buenas como «papel higiénico» (cana a Mersenne, alrede
dor de septiembre de 1641, ib., pág. 437), y la obra de Fcrmat es una pura «mierda»,
palabra que apenas si se suaviza por que se la escriba en latín (cana a Mersenne,
alrededor de diciembre de 1638, A. T., II, pág. 464). Manifestaba su desprecio a sus
oponentes haciendo que fuese su antiguo criado Gillot quien respondiese las cuestio
nes que se le planteaban (por ejemplo, ib., págs. 179, 195-1%, 275). Devolvió una de
las grandes obras matemáticas del siglo diecisiete, Isagoge ad locos solidos, de Fermat,
sin haberla leído, porque creía que no podía ser sino una repetición de lo que él ya
había publicado en su Geometría (cana a Mersenne del nueve de febrero de 1639,
ib., pág. 495).
Beeckman llegó a Amsterdam el doce de agosto, sábado, y se marchó el si
guiente lunes por la mañana (véase la Carta de Descartes a Mersenne del catorce de
410 La magia de los números y el movimiento
agosto de 1634, A. T., I, pág. 303). Le escribió a Descartes poco después, y éste
contestó con una carta fechada el veintidós de agosto de 1634, en la que resumía la
discusión y aclaraba su posición (A. T.. II, págs. 307-312). Clerselier, que publicó por
vez primera la carta, no da el nombre del remitente, pero Pierre Costabe! ha demos
trado que el destinatario era Beeckman (Pierre Costabcl, Démarches originales de
Descartes savant (París: Vrin, 1982), pág. 81).
** Carta a Beeckman del veintidós de agosto de 1634, A. T., I, pág. 308. Comelis
de Waard señala que Beeckman solía usar la milla holandesa, que es igual a 7,4074
kilómetros, ó 4,6029 millas. Un cuarto de esa distancia es, pues, poco más de una
milla inglesa (Isaac Beeckman, Journal, ed., C . de Waard, cuatro volúmenes (La Haya:
Maninus Nijhof, 1939-1945), volumen 111, pág. 287, n. 1).
40 Carta a Beeckman del veintidós de agosto de 1634, A. T., I, pág. 308.
41 Ib.
41 5000 pulsaciones por hora son, aproximadamente, 83,3 por minuto, lo que es
más o menos el promedio de pulsaciones por minuto de las mu¡eres.
Las leyes y reglas del movimiento 411
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F igura 12
416 La magia de los números y el movimiento
Discontinuidades radicales
quieto. Pero cuando m, aumenta un poco más (por poco que sea),
y se hace igual a m2, la situación cambia drásticamente, y la sexta
regla es la que vale. £1 segundo cuerpo, m2, ya no resiste más el
movimiento, sino que parte con un cuarto de la velocidad original
de m „ y m, retrocede con el movimiento remanente. Un cambio no
menos espectacular tiene lugar si se hace que m, sea sólo un poco
mayor que m2. Ambos cuerpos se mueven juntos entonces en la
dirección del cuerpo que llega, y ¡tenemos la quinta regla!
Estos saltos cuantitativos fueron una de las razones que hicieron
que Leibniz fuese escéptico acerca de la validez general de las reglas
de Descartes, pero a Descartes mismo no le inquietaban lo más mí
nimo ss. Como hemos visto, su ontología de actos creativos era ra
dicalmente discontinuista, y su oposición a la física aristotélica le
hacía rechazar toda virtualidad, todo dinamismo. El movimiento no
es una continuidad dinámica que fluye. Este rechazo de la virtuali
dad y la insistencia en la actualidad de todo condujo a Descartes a
considerar cada instante de movimiento en el instante en que ocurre,
y a considerar cada instante como autosuficiente. Los instantes in
dividuales de tiempo son relaciones geométricas que definen las po
siciones estáticas instantáneas de unos cuerpos con otros. A cada
instante tenemos un estado geométrico distinto, y el movimiento
instantáneo que este estado define no es (comparado con el anterior)
movimiento en absoluto. Pero, por otra parte, el instante de movi
miento es también la creación instantánea por Dios de este estado.
Dios crea el mundo en cada instante. Los siguientes actos de
creación son idénticos al primero, y sólo difieren en cuanto que
nociones. Pero no hay una relación dinámica e intrínseca entre un
estado y el siguiente. La regularidad que observamos expresa la vo
luntad de Dios, que escogió producir el mundo según regias que nos
ha sido dado poder (gracias, finalmente, a las ideas innatas) inter
pretar. El segundo estado es, como el primero, la expresión del acto
libre de Dios de creación. Pero no hay paso, transición o flujo de
un estado al siguiente. Lo que hay es una serie de nuevas instaura
ciones, una repetición de libres creaciones. Esta es la razón por la
que Descartes creía que Galileo se comportaba como un filósofo*
a pesar de que Galileo y otros digan lo contrario, que los cuerpos que
empiezan a caer, o se mueven como sea, no pasan por todos los grados de
lentitud, sino que tienen una velocidad definida desde el primerísimo instan
te **.
La voz de la experiencia
57 Principios Je Filosofía, Parte II, artículo 54, A. T., VíII-1, pigs. 70-71, cursiva
mía.
58 Ib., articulo 56, pág. 71.
59 Ib., articulo 57, págs. 73-74.
422 La magia de los números y el movimiento
F igura i 3
* ° Aitón, The Vortex Thtory o f Planetary Motions, págs. 40-41. Véase el Timeo
de Platón, 79F.-80A.
Las leyes y reglas del movimiento 423
dos 62. Descartes dio el salto de considerar a estos tubos como ver
daderos tubos o conductos por los que se movía la materia. Pero
¿qué tipo de materia? Las voluminosas partículas de tercer elemento
eran demasiado grandes. Pudiera tratarse de partículas de segundo
elemento, pero Descartes pensaba que era más probable que fuesen
partículas de primer elemento, especialmente si estaban acanaladas o
estriadas. La parte sombreada de las figuras 15 y 16 muestran cómo
se forman «las partes acanaladas», así el tercer elemento se derrama
por entre partículas esféricas del segundo. Como la pasta de dientes
que se exprime de un tubo, las partes acanaladas se retuercen al salir
fuera, y como están estriadas, adquieren la forma de tuercas sin
cabeza estriadas a derechas o a izquierdas 63.
Las partes acanaladas entran en el sol por el eje del vórtice, y se
expelen por la circunferencia del plano del ecuador, donde la fuerza
centrífuga es máxima. Pero lo crucial es que se aproximan al cuerpo
central por el norte o el sur. Como el vórtice entero rota en solo
una dirección alrededor de su eje, «es obvio», escribe Descartes,
«que las que vienen del polo sur deben girar en dirección exacta
mente opuesta a las que vienen del norte» M. Cuando la estrella
central o el sol se enfría y se convierte en un planeta como la tierra,
las partículas acanaladas siguen entrando por los polos norte o sur,
y pasan de un hemisferio al otro por poros que están estriados de
tal manera que permiten el paso de partículas de las de a derechas
o de las de a izquierdas, pero no de ambas. Las partículas acanaladas,
representadas como pequeñas conchas de caracol (véase la figura 17),
atraviesan la tierra, ABCD. Las que entran por el polo sur, A, están
estriadas de tal manera que puedan pasar en línea recta hasta el
hemisferio opuesto, CBD, donde emergen, y vuelven por el aire
hasta el punto de origen, por donde entran de nuevo, creándose así
una especie de vórtice. Las partes acanaladas que entran por B hacen
un viaje similar en la dirección opuesta *65. La interesante conjetura
de Descartes es que las partes acanaladas pasan a través de la tierra
Figura i 5
H
F ig u r a i 7
Figura 18
La revisión de un médico
Siempre se ha sabido que hay más calor en el corazón que en el resto del
cuerpo, y que el calor puede enrarecer la sangre. Por eso me extraña que
hasta ahora nadie haya señalado que la única causa del movimiento del
corazón es la rarefacción de la sangre. Aunque dé la impresión de que
Aristóteles pensaba en ello cuando escribió en el capítulo veinte de Sobre
la respiración: «Este movimiento es similar a la acción de un líquido que el
calor hace hervir» ... es sólo una casualidad que se le ocurriese decir algo
que es casi la verdad, pero de lo que no tenía un conocimiento cieno 7i.
sas con suficiente cuidado» 76. Harvey había argüido que la sangre
se expelía en la sístole (contracción); señalaba que si practicamos una
incisión, la sangre sale disparada cuando el corazón se contrae. Des
cartes sostenía que la prueba no era clara, pero su objeción principal
era filosófica:
Si suponemos que el corazón late como Harvey dice, tendríamos que ima
ginar alguna facultad que causase este movimiento, y la naturaleza de esta
facultad sería mucho más difícil de entender que lo que se supone que
explica 77.*
76 Ib., pág. 242. Descartes hace observaciones similares en otras partes, por ejem
plo, A. T., VI, pág. 340; XI, pág. 654.
77 Descripción del cuerpo humano, A. T., XI, pág. 243.
7* Ib ., pág. 244, cuersiva mía.
79 Discurso del Método, quinta parte. A. T., VI, pág. 54.
Las leyes y reglas del movimiento 433
80 Descripción del cuerpo humano, A. T., XI, pág. 277. El veinte de febrero de
1639, Descartes había informado a Mersenne que creía que iba a poder explicar la
génesis de los cuerpos vivientes (A. T „ II, pág. 525), pero en mayo de 1646 le confesó
a la princesa Isabel que no había ido mucho más allá de los principios meramente
generales (A. T., IV, pág. 407). Véase también la conversación de Descartes con Bur-
man, dieciseis de abril de 1648, A. T., V, págs. 170-171.
81 Véase más arriba, págs. 26-27.
82 Carta de Descartes a Mersenne del catorce de agosto de 1634, A. T., I, pág. 304.
434 La magia de los números y el movimiento
es una cosa que depende de tantas otras, que en una carta no podría daros
una explicación adecuada. T odo lo que puedo decir es que ni Galileo ni
ningún otro podrán determinar algo que tenga que ver con esto que sea
claro o demostrativo a no ser que sepan en primer lugar qué es el peso, y
cuáles son los principios primeros de la física 87.
la velocidad de los cuerpos que caen en el vacío, etc., está construido sin
cimientos, pues debería haber determinado antes de nada qué es el peso, y
si hubiese hecho eso, habría hallado que en un vacío no es nada 92.
90 Carta a Mersenne, alrededor del veintinueve de junio de 1638, A. T., II, pág. 194.
91 Cana a Mersenne del veintitrés de agosto de 1638, A. T ., 111, pág. 336.
92 Cana a Mersenne del once de octubre de 1638, A. T., II, págs. 380, 383.
Las leyes y reglas del movimiento 437
Galileano a medias
94 Ib., págs. 807-808. La demostración de Galileo está en el tercer día de sus Dos
Nuevas Ciencias (Opere, vol. VIH, págs. 208-212).
97 Véase arriba, págs. (16-19).
99 Carta de Descartes a Huygens del dieciocho de febrero de 1643, A. T., III,
pág. 811. Esta es la única mención a Galileo en la carta.
99 «II a tout basti en l’air» (carta a Mersenne, once de octubre 1638, A. T., II,
pág. 388).
Las leyes y reglas del movimiento ♦ 39
100 Carta de Descartes a Huygens del dieciocho de febrero de 1643, A. T., III,
págs. 809-810.
101 Carta de Descartes a Mersenne de noviembre o diciembre de 1632, A. T., I,
pág. 261.
440 La magia de los números y el movimiento
1-lGURA 22
No creo que un cilindro de madera que sea cuatro veces mis largo que otro
caiga a la misma velocidad (suponiendo que se mantienen rectos mientras
caen). Pero como esto puede cambiar en el aire, sería mejor hacer el expe
rimento con dos bolas de madera: una grande y otra más pequeña cuyo
diámetro es un cuarto de la primera, y su peso un sesenta y cuatroavo. Creo
que la bola pequeña tardará el doble de tiempo en caer .
102 Carta de Descanes a Mersenne del veintitrés de 1643, A. T., III, pág. 643.
Las leyes y reglas dei movimiento « I
1 El Diálogo sobre los dos sistemas del mundo más importantes de Galileo salió
de las prensas el veintiuno de febero de 1632, y fue retirado de la circulación en
agosto de ese mismo año, pero no sabemos cuántos de los mil ejemplares que se
habían imprimido fueron realmente confiscados. Descartes se refiere a esta obra como
«el Sistema del Mundo de Galileo», que es el título provisional que Galileo le había
dado en su Sidéreas Nuncios de 1610 (Galileo Galilei, Opere, ed., A. Favaro (Flo
rencia: Barbera, 1890-1909), vol. III, págs. 75, 96) [págs. 60-61 y 90 de la traducción
española de Carlos Sotís, La gaceta sideral, en E l mensaje y el mensajero sideral
(Madrid: Alianza Editorial, 1984)]. Se citó a Galileo en Roma, se le juzgó, se le obligó
a abjurar de sus «errores», y se le condenó a prisión el veintidós de junio de 1633.
2 Carta de Descartes a Mersenne de finales de noviembre de 1633, A. T „ I,
págs. 270-271.
442
Publicar o perecer 443
Por lo que sé, ni el papa ni un concilio han ratificado la condena hecha por
la congregación de cardenales establecida para censurar libros. Me satisfaría
mucho saber qué se opina en Francia, y si su autoridad basta para conver
tirla en un artículo de fe M.
a Mersenne, alrededor de febrero de 1634, ib., pág. 281). Véase también ib., pág. 285;
A. T ., V, págs. 544, 550.
11 Carta de Descanes a Mersenne de finales de noviembre de 1633, A. T., I,
págs. 271-272.
M Cana a Mersenne, alrededor de febrero de 1634, ib., pág. 281. £1 concilio que
Descanes tiene en mente es un concilio ecuménico.
14 Cana a Mersenne, alrededor de febrero de 1634, ib., pág.285. Había sacerdotes,
Fierre Gassendi e Ismael Boulliau (converso del protestantismo) por ejemplo, que
eran copernicanos. En cana remitida a Mersenne el dieciséis de diciembre de 1644,
Boulliau dice que la condena del movimiento de la tierra es un asunto puramente
italiano (Marín Mersenne, Correspondance, volumen XIII, pág. 20).
446 La magia de los números y el movimiento
Otra carta nos muestra que Descartes esperaba también una res
puesta de «un cardenal, amigo mío hace muchos años, que era miem
bro de la congregación que condenó a Galileo» ls. Se refería al car
denal Francesco Barberini, sobrino de Urbano VIII, que había sido
legado papal en Francia durante los años parisinos de Descartes *19.
,s Ib., Parte III, artículo 26, pág. 90. El texto latino dice sólo «un movimiento
oculto» del mar. La versión francesa especifica la acción de las mareas. (A. T., IX-2,
pág. 113).
450 La magia de lo$ números y el movimiento
La fuerza de reposo
La vida en Holanda
56 Carta (le Constantin Huygens a la princesa Isabel del treinta y uno de diciem
bre de 1653, A. T., X, pág. 651.
Publicar o perecer 455
Publicar... un poco
N o puse Tratado del Método sino D iscurso del M étodo, que viene siendo
lo mismo que Prefacio o N o ta tocante a l m étodo, para mostrar que no es
mi intención enseñar un método, sino sólo hablar de un método. Pues,
como se desprende de lo que digo, consiste mucho más en práctica que en
teoría. Llamo a los tratados que lo siguen Ensayos en este método porque
sostengo que lo que contienen no podría haberse descubierto sin él, y nos
permiten reconocer su valor. Y he incluido cierta cantidad de metafísica,
física y medicina en el discurso de introducción para mostrar que el método
se extiende a todo tipo de materias 4S.
arco iris es el único caso concreto en el que Descartes dice que sus
resultados son consecuencia directa de la aplicación de su método.
Descartes pasó la mayor parte de 1636 y los primeros meses de
1637 supervisando el dibujo de las numerosas figuras de los tratados,
y vigilando la impresión del libro. Claude Saumaise, un emigrado
como él, escribía a un corresponsal en París que Descartes se ocul
taba y apenas si se dejaba ver 46. Poco se daba cuenta de que Des
cartes, después de haber enviado finalmente a la imprenta la Optica
en el verano de 1636, todavía tenía que escribir la Geometría y el
Discurso del M étodo*7. En el contrato que firmó con Jan Mane,
Descartes se comprometía a obtener un «privilegio» o copyright para
el libro en Francia 48. El uno de enero de 1637, le pidió a Huygens,
como regalo de año nuevo, que le adelantase algunas galeradas a
Mersenne en la valija diplomática, para que no hubiese retrasos 49.
Todo lo que Descartes quería era proteger los intereses de su editor
holandés, y su intención era que el libro fuese anónimo. Mersenne,
que había hecho ya publicidad por adelantado de la obra en su Har-
monie Universelle, veía las cosas de otra manera, y solicitó un «pri
vilegio» que no sólo nombraba a Descartes, sino que contenía un
empalagoso elogio de sus logros, y en el que se le pedía que publi
case más. Todo esto llevaba tiempo, y se concedió la licencia sólo
el cuatro de mayo de 1637, por lo que el libro, que ya estaba listo
a finales de marzo, salió sólo el ocho de junio de 1637. Descanes
había retirado su nombre de la licencia, y el supuesto anonimato
(por falaz que fuese) se respetó.
Descartes, que tenía por entonces cuarenta y un años, tenía por
fin su primer libro en las manos. Despachó sin tardanza los doscien
tos ejemplares gratuitos que había recibido tanto a dignatarios y
altos cargos como a científicos y filósofos. ¡El cartesianismo se hacía
a la mar! Pero en su navegación no todo iba a ser fácil. Para empe
zar, los jesuitas, de los que Descartes esperaba una cálida aproba
ción, saludaron el libro con un elogio bastante cauto, obviamente
condicionado por el temor a que pareciese que aprobaban todo un
nuevo sistema de filosofía habiendo visto sólo una pequeña parte del
mismo 50. Un librero romano accedió a hacerse con una docena de
ejemplares con tal de que «no se mencionase el movimiento de la
tierra», pero tan pronto como los vio, quiso devolverlos S1. Las ex
pectativas de Descartes habían sido muy optimistas. El contrato es
tipulaba que Jan Marie podía publicar hasta tres mil ejemplares en
dos seríes sucesivas, pero Descartes corría con todos los riesgos,
pues se comprometía a comprar los que no se vendiesen. N o sabe
mos cuántos ejemplares se imprimieron realmente, pero Descartes
tema que reconocerle a Mersenne en enero de 1639 que se habían
vendido muy pocos 52. Había saturado el mercado, seguramente, con
los doscientas ejemplares que repartió. Sin embargo, Etienne de
Courcelles, ministro protestante francés que vivía en Amsterdam, le
tradujo el Discurso del Método, la Optica y la Meteorología al latín.
Sus versiones aparecieron con los Principios de Filosofía en 1644. La
Geometría, traducida por Franz Van Schooten el Joven, se publicó
sólo en 1649.
Odium Mathematicum
54 Stampioen D’Ionghe, Algebra ofte Nieuve Stel-Regel, waer door alies ghevan-
den wordt, inde Wis-Konst, wat vindtbaer ist. Novt door desen bekendt (La Haya,
1639). El libro lo imprimió el autor.
” Descartes estuvo envuelto en el caso Stampioen de octubre de 1639, si no antes,
hasta octubre de 1640 (A. T., II, págs. 611-613, II, pág. 16. y pág. 200, n. b). Huy-
gens, en caru del catorce de 1640, se toma tan en serio el -disgusto* de Dcscancs
que le escribe para suplicarle que no abandone Holanda (A. T., III, pág. 756). El
veintisiete de agosto, Descanes le reafirma su afecto por los holandeses, con quienes
espera pasar no sólo esta vida, sino la siguiente también (ib., pág. 759). Para una
exposición de la disputa de marras, véase Botewstoffen Voor de Geschiedenis der
Wis-en Naluurkundige Wetenschappen in de Nederlanden, de Bierens de Haan, (Ley-
den, 1887), vol. II, págs. 383-433.
** Cana de Dcscanes a Golius del tres de abril de 1640, A. T., II, pág. 58.
57 Der on-wissen Wis-konstenaer /.-/. Stampioenus ontdeckt (Leyden, 1640).
460 La magia de los números y el movimiento
Un nuevo hogar
Amigos y discípulos
Odium Theologicum
** El original en latín está disponible ahora en una traducción francesa junto con
otros documentos relativos al incidente en: Rene Descartes y Martin Schook, La
querelle d'Utrecht, Theo Verbeck, ed. (París: Les impresions nouvelles, 1988).
466 La magia de los números y el movimiento
ñas A7. Por larga que pueda parecer, hay que tener en cuenta que
sólo era la mitad de larga que Espécimen de las afirmaciones un tanto
ambiguas o resbaladizas, un tanto peligrosas que se contienen en un
folleto recientemente publicado por los miembros de la Confraterni
dad de la Señora Bendita, la diatriba de Voetius, que tenía quinientas
once páginas de letra apretada. Voetius solicitó una reparación civil,
y el veintitrés de junio de 1643, los concejales de Utrecht hicieron
que las campanas del ayuntamiento sonasen solemnemente mientras
se citaba a Descartes mediante un bando público a que compareciese
ante ellos. Descartes se negó a acudir, pero el seis de julio de 1643
envió una carta abierta, escrita en holandés, en la que sostenía que,
puesto que no era ciudadano de Utrecht, la ciudad no tenía derecho
a pedirle que se explicase. El trece de septiembre de 1643, el concejo
municipal aprobó un voto de censura contra Descartes, y prohibió
la venta tanto de su Carta a Fr. Dinet como de su Carta a Gilbert
Voetius, motejándolas de libelos 68. Descartes se alarmó. Aunque
vivía en Egmond, en la provincia de Holanda, había un acuerdo
entre las provincias de Holanda y Utrecht por el que un decreto de
una de ellas valía en la otra. Descartes apeló a sus poderosos amigos
de La Haya, y pudo, gracias a los buenos oficios de Constantin
Huygens, conseguir que un secretario del príncipe de Orange escri
biese al ayuntamiento de Utrecht.
También intervino el embajador francés, Gaspard Cognet de la
Thuillerie, y el proceso contra Descartes se detuvo inmediatamente.
Las cosas se hubiesen quedado ahí seguramente si Descartes no hu
biese decidido ir a por su vindicación. El admirable método de la
nueva filosofía de René Descartes había aparecido anónimamente, y
Descartes estaba dispuesto a mostrar que Voetius, y no Martin
Schoock, era el autor. Schoock era profesor en Groningen, y Des
cartes elevó una queja formal ante la universidad. Como ese año el
rector era Schoock, no se podía decir precisamente que la protesta
se hiciese en el mejor momento posible. Además, Desmarets había
sido nombrado hacía poco profesor de teología de Groningen, y se
corría el riesgo añadido de provocar un conflicto entre un profesor*
Un discípulo díscolo
Pasiones francesas
Lisonjas suecas
Aseguro que cuando vino a decirme adiós con su pelo rizado, calzando
zapatos que terminaban en cuerno y guantes adornados con pelo blanco,
me acordé de ese Platón que no era tan divino que no desease saber cómo
era la naturaleza humana, y pensé para mí que la marcha de Egmond sig
nificaba la llegada a Estocoimo de todo un cortesano, vestido como tal de
punta en blanco y no peor calzado 76.
” Carta de Descartes a Brasset del veintitrés de abril de 1649, A. T., V, pág. }49.
n Carta de Brasset a Chanut del siete de septiembre de 1649, ib ., pág. 411.
CONCLUSION
473
474 La magia de los números y el movimiento
cualquier tema del que haya escrito más de tres líneas en mis obras
publicadas es falso, todo lo demás de mi filosofía carece de valor» 5*.
Y lo dice con la intención de que se sepa públicamente, pues las
cartas que recibía Mersenne se copiaban y repartían tan pronto como
llegaban a su destinatario. Escribirle venía a ser como escribir en
nuestros días a un periódico. La afirmación de Descartes es aún más
chocante si recordamos que el descubrimiento de la circulación de
la sangre por Harvey sólo le servía para poner un ejemplo del prin
cipio general que dictaba que todo se mueve en circuito cerrado. Al
estudiar el corazón, se lo imagina, no como una bomba, sino como
una especie de tetera, porque así puede ligar su calor a causas me
cánicas conocidas. Harvey establecía el papel fundamental de la sís
tole; el modelo de vaporización de Descartes, en cambio, le llevaba
a éste a sostener que la sangre sale del corazón en la diástole. Me
canizaba el descubrimiento de Harvey, pero ¡perdía con ello la ex
plicación mecánica del movimiento cardiaco! En arenas movedizas,
en verdad, se asentaba toda su filosofía, pero Descartes estaba con
vencido de que un método fidedigno sólo podía dar resultados se
guros. Se nos viene a la cabeza la radical pretensión de Galileo: que
a él, y sólo a él, le habían sido otorgados todos los descubrimientos
celestes.
Galileo y Descanes tenían una singular noción de la cooperación
científica, que decían alentar. Su actitud se explica en pane por el
hecho de que no se preguntasen, como nosotros hacemos, «¿de qué
trata la descripción matemática de la naturaleza?», sino una pregunta
relacionada con ésa, «¿cómo obtenemos fuera de las matemáticas la
cenidumbre de que gozamos en ellas?» Ambos daban la misma res
puesta, que se basaba en la negación de que existiese esa dicotomía,
en/fuera de. N o hay nada en el mundo real que esté fuera de las
matemáticas. Como decía Descartes: «Toda mi física no es sino ma
temáticas» 7. A la obvia objeción de que si la física es sólo geometría,
entonces no es más que una hábil construcción mental, Descartes
replicaba que el estilo de las matemáticas es precisamente el estilo
de la naturaleza. Pero no cabía reducir toda necesidad matemática a
rigor matemático, así que Descartes tenía que recurrir a otras cosas.
* Cana de Descanes a Mersenne del nueve de febrero de 1639, A. T., II, pág. 501.
‘ Galileo, Opere, cd., Antonio Favaro, veinte volúmenes, (Florencia: Barbera,
1890-1909), vol. VI, pág. 383, n. 13.
7 Carta de Descanes a Mersenne del veintisiete de julio de 1638, A. T., II, pág. 268.
476 La magia de los números y el movimiento
Ahora bien, como la única razón para hablar de la luz aquí es que de ella
hay que hablar para explicar cómo entran sus rayos en el ojo y cómo los
desvían los distintos cuerpos con los que se encuentren, no he de esforzarme
en decir cuál es su verdadera naturaleza. Bastará, pienso, con que haga dos
o tres comparaciones que faciliten la comprensión de la concepción de la
luz más adecuada para explicar todas esas propiedades que conocemos por
experiencia, y deducir todas las demás que no podemos observar tan fácil-
mente. En esto imito a los astrónomos, cuyos supuestos son casi todos
falsos o inciertos, pero de los cuales, sin embargo, extraen muchas conse
cuencias verdaderas y ciertas, pues guardan relación con diferentes observa
ciones *.
De esta manera podemos quizá entender cómo se pudieron hacer las cosas
naturales, pero no debemos concluir que se hiciesen en realidad de esa ma
nera. El Supremo Artesano podría haber producido todo lo que vemos de
muchas maneras. Admito sin reparos que ésta es la verdad, y pensaré que
he hecho bastante si lo que he escrito se corresponde exactamente con todos
los fenómenos naturales ,8.
19 Carta de Descartes a Mersenne del veinte de abril de 1646, A. T., IV., pág. 401.
482 La magia de los números y el movimiento
20 Y» en 1628, Descartes escribía en las Reglas para la dirección del espíritu: «no
hay nada que haya que conocer en el imán que no consista en ciertas naturalezas
simples, conocidas en y por sí mismas» (A. T., X , pág. 411).
21 Meteorología, Discurso VII, A. T „ VI, pág. 321.
22 Principios de Filosofía, A. T „ IX-2, pág. 309.
Conclusión 483
21 Cana de Descartes a Morin del trece de julio de 1638, A. T „ II, págs. 212-213.
** El Mundo, capítulo ocho, A. T., XI, pág. 51.
484 La magia de los números y el movimiento
485
486 La magia de los números y el movimiento
488
Bibliografía 489
Traducciones al inglés
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498 Bibliografía
499
500 Indice temático
150, 153, 156-157, 166, 168, 173, Lovaina, Universidad de, 454, 462
178-179 Louvre, 267
Heuraet, Heinrích van, 103 Luis XIII, 108
Hipócrates de Quíos, 62 Lutero, Martín, 153
Hobbes, Thomas, 330, 345, 409 Llull, Ramón, 71, 146-147
Hogelande, Comelius, 453, 472 magia, posibilidad de, 26
Homero: ¡liad a, 312 magnetismo, 205, 316, 412, 423-424
Hortcnsius, Martin van den Hove, 117, Maire, Jan, 456, 457
443 Maizeaux, A. Des, 161
Huet, Pierre-Daniel, 167 Malapert, Charles, 18
Huygens, Christiaan, 111, 212, 216, 402, Maquiavelo, Nicolás, 108, 462
454 Marión, Jean-Luc, 24
Huygens, Constantin, 19, 112, 120, 161, María, Bendita Virgen, 22
166. 215, 278, 280, 383, 409, 438, 440, matemáticas, 21-22, 25-30, 46-47, 59, 72,
470 108, 112, 119, 134, 178, 187-191,
hidrostática, 41-55, 324, 408 199-202, 206, 209, 215, 227, 236,
Ignacio de Loyola, san, 239-240, 243, 244, 251-252, 268-269,
Ratio Studiorum, 20-21 277, 282, 295, 306, 330-331, 346, 375,
ímpetu, teoría medieval, 40, 47-48 392, 435, 442-443, 453, 458, 462, 476,
inercia, ley de la, 43, 295, 303, 325, 387, 478, 481
392, 412, 417-420, 450-453, 484 medias proporcionales, 59, 61, 64-65,
Isabel, Princesa, 51, 8 6 , 107, 172, 178, 74, 77-83, 87, 92-93, 184-185, 191,
251, 266, 366, 408, 433, 454, 459, 201-202, 252
462-464, 471 materia, 36, 244-252, 260-263, 291-292,
Jans, Hiljena, 455 296-298, 316, 323, 325, 343, 348,
jesuítas, 16-17, 22 350-384, 393, 3%, 402-404, 412, 417,
Johnson, Samuel, 376 420, 424, 426
júpiter, 18, 28 extensión, 100, 109, 192-194, 198-199,
Kant, Immanucl, 252 207, 247-255
Keats, John, 314 figura, 192-194, 199,206.250-251,328
Kepler, Johann, 154-155, 205, 219-220, problema de la qnies media, 329
226, 293, 319-320, 395 Mauricio, príncipe de Nassau, 25
Koyré, Alcxander, 32, 448 Maurolico, Francesco, 283-284
La Fliche, 17-18, 22-23, 107, 168, 349, mecánica, 26, 33, 233, 355, 375-376,
367 430-434, 473, 477, 481-482
La Haye-Dcscartes, 15-16 Médicis, María de, 18-19, 108
La Rochellc, 63 Menaechmus, 62, 81
Lavoisier, Antoine Laurent, 353 Mersenne, Marín, 17, 21, 48, 52, 62,
Leibniz, Gottfried Wilhelm, 95,103, 168, 83-84, 94, 112, 117, 120-125, 128,
214, 237, 369, 418-419 130-137, 142, 146, 150, J58, 163,T 73*
Leurechon, Jean, 281, 284 178, 181, 183, 214-2*5, 21 í . 233-233,
Le Vasseur, Guillaume, 214 237-241, 259-260/269, 273-277, 282,
Le Vasseur, Nicolás, 163, 183, 214-215 296, 324, 329-33^ 039, 345, 349; 355,
Leyden, 24, 164, 212, 259, 453, 455, 461 360, 364, 367-373, 376, 379, 382-383,
Lipstorp, Daniel, 152, 167 393, 402, 404, 410, 420, 429, 433,
lógica, 21-22, 189, 195, 346 434-440, 442-446, 450, 455, 458, 461,
deducción, 244 465-474, 478, 481
longitud en el mar, 28-29 metafísica, 21, 233, 239, 243-244, 266,
504 Indice temático
279, 282, 316, 355, 382, 476, 484 óptica, 142, 182, 213,233,265, 266, 279,
Metius, Ad rilen, 265 316, 478
Metíus, Jacob, 265 arco iris, 268, 280-286, 295, 306-312
Middelburg, 26, 120, 139, 184 parhelios, 233, 279-280, 315
Minerva, iglesia de, 176 prisma, 221, 287-288, 2%, 301, 306
Molland, A.G., 72, 96 Orange, príncipe de, 454, 467
Montaigne, Michel de. Ovidio, Metamorfosis, 19
Ensayos, 262 palanca, 52-53, 57, 383
Montaña Blanca, batalla de la, 140 Pappus de Alejandría, 63, 73, 95-96,
Montmorency, Duque de. 179 105-106, 453
More, Henry, 243, 251, 260, 449-450 Paracelso, 144
Morin, Jean-Baptiste, 178, 215, 268, 273, parlamento de Bretaña, 16
278, 297-302 parlamento de París, 180
m ovim iento, 32-35, 48, 193, 206, Pascal, Blaise, 23, 172, 445, 469
249-252, 292, 298-301, 316-326, 343, péndulo, longitud del, 48
348, 350-385, 387, 390, 396, 407, 412, Petit, Claude, 409
417-420, 447-451, 458, 465, 478-484 parábola cartesiana, 97, 104
música, 27, 63, 107 Picot, Claude, 161, 416, 469
amónicos, 112 Pirro, André, 115
cadencias, 108 Pitágoras, 109-110, 159, 165, 170
consonancia, 26, 31, 63, 83, 109-110, Pitia, 29
112-113, 116, 119-120, 126, 129, Pitius, 29
131, 134, 184 planetas, 393-397
cuerda dividida, 62, 108-115 Platón, 115, 356-357, 422
disonancia, 110, 112, 131 Plempis, Vopiscus-Fortunatus, 164, 262,
escala, 83, 108, 112, 116-117 295, 430-431, 454
intervalos, 108-112, 116-117, 130-133 Plinio, 282
polifonía, 110 Poisson, Nicolás, 167
resonancia, 115, 117 Poitiers, 16, 24, 177
semitono, 109-110, 115 Poitou, 30
solfeo, 117 Polibio, 156
sonido, 111 Profirió, 20
sostenidos, 107-108 Porta, Giambattista delta, 158, 164-165,
temperamentos, 111 280, 313
tono, 132-137 Praga, Defenestración de, 139
tono entero, 108 presión del agua, 31, 52-53, 57
Mydorge, Claude, 84-86, 141, 145, 178, Primerose, John, 464
182, 214-215, 225, 265-266, 271-272, Prodo, 73
277, 282, 339, 347 Rembrantsz, Dirck, 462
naturaleza, poderes ocultos de la, 31 Reneri, Henri, 24, 260, 280, 357, 408,
naturalezas simples, 194-197, 209, 237 454, 461, 463
Naudé, Gabriel, 142, 157, 446 Revius, Jacob, 468
Neil, William, 103 Richelieu, cardenal, 278
Newcastle, marqués de, 161, 260, 262 Rochemonteix, Camille de, 18, 169
Newton, Isaac, 43, 143, 154, 250, 304, Riennes, Jean de, 23
312, 387, 391-392, 413, 452, 473, 484 Rivet, André, 120
Niceron, Fran^ois, 278 Roberval, Gilíes, 84-85, 409, 481
Noel, Etienne, 22 Rosencreutz, Chrístian, 143-144
Indice temático 505