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Juana de Ibarborou

Nació en 1892, aunque ella proclamaba haber nacido en


1895. Su nombre era Juana Fernández Morales, pero se
hizo conocida como Juana de Ibarbourou, tomando el
apellido de su marido, el capitán Lucas Ibarbourou, con
quien se casó a los veinte años. Su padre, Vicente
Fernández, español de Galicia, nació en Lorenzana —
provincia de Lugo—, cuya biblioteca municipal lleva el
nombre de la poetisa. Su madre, Valentina Morales,
pertenecía a una de las familias españolas más antiguas
del Uruguay. Vivió hasta los 18 años en Melo. Sobre su
niñez y sus vivencias allí escribió:

Fue mi paraíso al que no he querido volver nunca más para


no perderlo, pues no hay cielo que se recupere ni edén que
se repita. Va conmigo, confortándome en las horas negras,
tan frecuentes (...) Allí volará mi alma cuando me toque
dormir el sueño más largo y pacificado que Dios me
conceda a mí, la eterna insomne (…)

Su primera residencia en Montevideo estaba ubicada en un solar de la calle Asilo Nº 50,


que con los años pasaría a ser el Nº 3621, entre las calles Pernas y Comercio. Allí vivió
entre 1918 y 1921, y escribió sus tres primeros libros: Las lenguas de diamante, El
cántaro fresco y Raíz salvaje. Al comienzo su adaptación fue difícil porque rechazaba vivir
en la ciudad. Con los años, sin embargo, terminó considerando a Montevideo como «su
ciudad».

Sus primeros poemas aparecieron en periódicos de la capital uruguaya (principalmente en


La Razón) bajo el seudónimo de Jeannette d’Ibar, que pronto abandonaría. Comenzó su
larga travesía lírica con los poemarios Las lenguas de diamante (1919), El cántaro fresco
(1920) y Raíz salvaje (1922), todos ellos muy marcados por el modernismo, cuya
influencia se percibe en la abundancia de imágenes sensoriales y cromáticas y de
alusiones bíblicas y míticas, aunque siempre con un acento singular.

Su temática tendía a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad,


de la belleza física y de la naturaleza. Por otra parte, imprimió a sus poemas un erotismo
que constituye una de las vertientes capitales de su producción, la cual se vio
tempranamente reconocida: en 1929 fue proclamada "Juana de América" en el Palacio
Legislativo del Uruguay, ceremonia que presidió el poeta "oficial" uruguayo Juan Zorrilla
de San Martín y que contó con la participación del ensayista mexicano Alfonso Reyes.

Poco a poco su poesía se fue despojando del ropaje modernista para ganar en efusión y
sinceridad. En La rosa de los vientos (1930) se adentró en el vanguardismo, rozando
incluso las imágenes surrealistas. Con Estampas de la Biblia, Loores de Nuestra Señora e
Invocación a san Isidro, todos de 1934, inició en cambio un camino hacia la poesía
mística.

En la década de 1950 se publicaron sus libros Perdida (1950), Azor (1953) y Romances
del destino (1955). En esta misma época, en Madrid, salieron a la luz sus Obras
completas (1953), donde se incluyeron dos libros inéditos: Dualismo y Mensaje del
escriba. De su obra poética posterior destaca Elegía (1967), libro en memoria de su
marido.

Juana de Ibarbourou ocupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores en


1950. Cinco años más tarde su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de
Madrid, y en 1959 el gobierno uruguayo le concedió el Gran Premio Nacional de
Literatura, otorgado por primera vez aquel año. Su obra en prosa estuvo enfocada
fundamentalmente hacia el público infantil; en ella destacan Epistolario (1927) y Chico
Carlo (1944).

Características generales de la poesía de Juana:

1. Poesía hipervital (exaltación de la plenitud de la vida y la belleza).


2. Cultivar las formas heredadas de la literatura española (no manifiesta preocupación por
una ruptura formal).
3. Sencillez estilística, transparencia en el lenguaje.
4. Sensorialidad y sensualidad en las imágenes.

Temas fundamentales en su poesía:

• El amor y la naturaleza;
• Las ansias de libertad;
• Angustia por la fugacidad de la vida;
• La muerte;
• Sobre la etapa final su poesía muestra una tónica más reflexiva y filosófica (ejemplo:
Perdida).

Etapas en su obra poética


Pueden mencionarse en su evolución dos etapas:

1. Sus primeras obras están marcadas por una clara y positiva sensualidad.

2. En sus últimos libros de poemas, los mismos pierden el tono festivo para adentrarse en
temas universales y circunspectos, como la brevedad de la vida, la soledad o la muerte.
Entre estos se encuentran Estampas de la Biblia (1935) y Perdida (1950), en los que
muestra una sólida madurez y un carácter reflexivo. En Azor (1953), Oro y tormenta
(1956) y La pasajera (1967), la obra se hace más apesadumbrada todavía y en ella se
percibe la actitud de su autora a la hora de enfrentarse a la vejez y a la enfermedad.

Obras
En verso

• Las lenguas de diamante, (1919).


• Raíz salvaje, (1922).
• La rosa de los vientos, (1930).
• Perdida, (1950).
• Azor, (1953).
• Mensaje del escriba, (1953).
• Romances del Destino, (1955).
• Oro y Tormenta, (1956).
• La pasajera,(1967).
• Angor Dei, (1967).
• Elegía, (1968).
En prosa

• El cántaro fresco (1920).


• Ejemplario, libro de lectura para niños, (1928).
• Loores de Nuestra Señora, comentarios a los nombres de la Virgen María, (1934).
• Estampas de la Biblia, (1934).
• Chico Carlo, cuentos autobiográficos sobre su infancia, (1944).
• Los sueños de Natacha, teatro infantil sobre temas clásicos, (1945).
• Canto Rodado, libro de lecturas para escolares con J. Pereira Rodríguez, (1958).
• "Diario de una Isleña", prosa poética (1967).
• Juan Soldado, colección de dieciocho relatos, (1971).

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