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Garcia de Cortázar- Manual de Historia Medieval

La conformación social y mental de la Europa medieval

Imaginarios y realidades de la sociedad

En los siglos XI a XIII , la fracción de la población europea que poseía medios para
difundir una cosmovisión concibió la sociedad como un mundo armonioso y
funcional.Como producto de un equilibrio entre grupos sociales, necesario para desarrollar
el plan de Dios sobre los hombres, fundamentalmente, su salvación eterna.

Las concepciones orgánicas de la Cristiandad latina

En el imaginario de la sociedad los siglos XI a XIII se caracterizaron por la consolidación


de una doble concepción trinitaria.Según ella, la sociedad se componía de tres órdenes
(oratores, bellatores, laboratores) y la sociedad invisible de otros tres (bienaventurados en
el cielo, purgadores en el purgatorio, condenados en el infierno).En ambas sociedades el
rasgo esencial era su carácter orgánico, la convicción de que cada miembro formaba
parte de un único cuerpo. Esta idea había hallado en las epístolas de san Pablo una
primera formulación en su doctrina del cuerpo místico: Cristo como cabeza y los hombres
como miembros de un cuerpo reunidos en la Iglesia.
Los Padres de la Iglesia habían ido encajando en ese cuerpo místico los distintos grupos
sociales y sus funciones.Su primera distinción, dual (clérigos/laicos), empezó a ser
sustituida en época carolingia por otras más complejas.De todas ellas la que fue
abriéndose paso con mayor aceptación (desde finales del siglo IX) recogía el esquema
trifuncional de las sociedades indoeuropeas, que reconocía la existencia de tres órdenes:
los que rezan (monjes y clérigos consagrados), los que luchan (guerreros) y los que
trabajan (campesinos).
Si el imaginario de la sociedad visible había fortalecido su carácter trinitario, otro tanto
sucedió con el imaginario de la sociedad cristiana invisible.Frente a la primitiva imagen
dicotómica: bienaventurados en el cielo/condenados en el infierno, en los siglos IX a XII
fue afirmándose la idea de un tercer lugar, intermedio entre cielo e infierno, el
purgatorio.La afirmación del concepto de purgatorio estaba en consonancia con la idea de
crédito que se iba introduciendo en la economía,máxime cuando a la vez se difundía la
doctrina de las indulgencias. Éstas podían considerarse como un préstamo que un fiel
recibía con vistas a asegurarse el acceso al cielo.

La configuración de la sociedad

La representación de la sociedad constituyó tanto un instrumento de explicación como de


ahormamiento de esa misma sociedad.Los trazos más gruesos de esa realidad permiten
distinguir sus tres grupos más significativos: los señores, los campesinos, los habitantes
de las ciudades.

Los señores: aristocracias, nobleza, caballería

La voz latina senior, además de su sentido de mayor en edad,incluía un componente de


superioridad en dignidad o poder. Su base radicaba en el reconocimiento de jefatura y
riqueza, cuyos fundamentos se hallaban tanto en los bienes patrimoniales como en el
ejercicio de una autoridad que controlaba hombres y tierras.En definitiva, las bases de
poder de los señores se hallaban en sus respectivos señoríos y, poco a poco, en la
privanza de que podían gozar cerca del rey.
Las aristocracias habían constituido, en época carolingia y poscarolingia, grupos poco
estructurados de poderosos cuyas bases de autoridad y riqueza radicaban en las
posesiones familiares importantes en determinadas comarcas y en el ejercicio de un
poder delegado de una autoridad de carácter público, el emperador.Ambos rasgos
convirtieron a algunas familias en fuerzas regionales significativas, que aprovecharon la
crisis del Imperio carolingio para constituir estructuras de poder territorial.A partir de esa
situación, algunas aristocracias laicas se consolidaron como nobleza a partir del siglo XII.
La nobleza estaba constituida por un conjunto de familias que, a través de la formación de
linajes, consiguieron hacer cristalizar una línea de sucesión y transmisión de apellidos,
riqueza y poder.
La caballería constituyó dos cosas.De un lado, y en su origen, el conjunto de personas
que tenía como género de vida combatir a caballo.De otro lado, más tardío, un conjunto
más amplio de personas que, fueran nobles o caballeros en origen, compartían unos
mismos gestos y similar tratamiento procesal, penal y fiscal, además de una forma de
transmitir poder y fortuna por vía masculina de primogenitura.
Los vínculos de relación entre la nobleza y la caballería se basaron, antes del año 1000,
en relaciones de parentesco.Después, los vínculos parentelares se relajaron y se vieron
duplicados por otros de tipo feudovasallático, fijados en virtud de un contrato de vasallaje.
Éste incluía dos elementos: el homenaje que el vasallo prestaba al señor y el feudo que el
señor otorgaba al vasallo.La ceremonia creaba entre señor y vasallo obligacio-
nes recíprocas. La primera era la fidelidad mutua. La segunda, el conjunto de auxilium y
consilium. El primero incluía un servicio de armas que el vasallo prestaba a caballo y, que,
a fines del siglo XII , podía sustituirse por una compensación económica Por el deber de
consilium, el vasallo debía aconsejar a su señor, lo que hacía tanto deliberando como
administrando justicia con los restantes vasallos en la corte señorial.
El feudo que el señor entregaba al vasallo para que éste pudiera cumplir su servicio de
armas consistía en un conjunto de tierras con los hombres que las trabajaban cuya
actividad productiva se traducía en unas rentas que permitían vivir al vasallo, sus gentes
de armas y sus caballos.Desde la capitular de Quierzy de 877 los vasallos reales
adquirieron el derecho a transmitir en herencia sus feudos y, más adelante, se hicieron
con la facultad de enajenarlos libremente.Ambos factores (herencia, enajenabilidad)
contribuyeron a debilitar los vínculos entre las dos partes del contrato de vasallaje.Y lo
mismo sucedió con los cada vez más numerosos vasallos que prestaban homenaje a va-
rios señores. Ello generó una pluralidad de compromisos. Dentro de ella se estableció un
orden de modo que el vasallo debía su mayor servicio a su «señor ligio», entendiéndose
por tal el que le había dado el feudo más grande.
El modelo caballeresco expresaba valores aristocráticos y guerreros y apenas pudo ser
barnizado por la Iglesia.Ésta lo intentó a través de la creación, ya a finales del siglo X , de
las instituciones de Paz y Tregua de Dios, que pretendían excluir de la guerra a ciertos
lugares (templos), personas (clérigos, viudas), bienes (útiles productivos) y tiempos (con
tres días hábiles por semana para las hostilidades).Y lo intentó, sobre todo, a través de la
elaboración de una doctrina en la que el caballero debía ser una síntesis del guerrero y el
cristiano. El modelo fue el miles Christi, el soldado de Cristo, que se institucionalizó en el
fraile guerrero de las Órdenes Militares creadas en Palestina (Templarios, Hospitalarios) y,
más tarde, en Europa,en especial, en España (Órdenes de Calatrava, Santiago,
Alcántara...).

Los campesinos: libertad, dependencia, enfranquecimiento

La gran variedad de vocablos referentes al campesinado reflejó la diferente


posición ocupada por cada familia en dos escalas: la de su situación jurídica (libertad,
servidumbre, esclavitud) y la de su situación económica (niveles de fortuna).Entre los
años 1000 y 1280, ese campesinado evolucionó de acuerdo con la secuencia siguiente:
esclavitud o servidumbre -libertad - entrada en dependencia - enfranquecimiento
selectivo.
Entre los siglos V y X , los campesinos, en buena parte esclavos rurales, se habían ido
convirtiendo en miembros de comunidades aldeanas libres en razón del conjunto de
procesos que promovieron la desestructuración del sistema antiguo y proporcionaron a los
campesinos la posibilidad de ocupar espacios en un orden disperso. Con el tiempo, la
dispersión fue cediendo paso a una concentración en aldeas pobladas por familias que
participaban en la toma de decisiones, sobre todo, las relativas al aprovechamiento de
bienes de uso colectivo, como aguas, pastos, montes.En los decenios finales del siglo X y
primeros del XI, las aristocracias y su entorno de milites subordinados trataron de
controlar las aldeas y sus gentes. se constituyeron en prestamistas de los aldeanos y se
autoatribuyeron un poder de disposición sobre los bienes de aprovechamiento colectivo.
La aristocracia y los milites se convirtieron en señores y sometieron al campesinado a su
dependencia.
En la segunda mi-
tad del siglo XI , la dominación del campesinado se hizo más rigurosa, afectando tanto a
las relaciones de los campesinos con sus señores como a las relaciones del campesino
con el espacio físico.La creación de los señoríos encardinó a los campesinos
en un marco de encuadramiento que reconocía los poderes jurisdiccionales (dictar la
norma de convivencia, juzgar, recaudar, poseer ejército privado) de los poderosos. En lo
que se refiere a las relaciones del campesino con el espacio físico, también fueron
mediatizadas por los señores a través de los procesos de incastellamento, que combinó la
creación de núcleos aldeanos más agrupados en torno a torres señoriales, y la
construcción de terrazgos más organizados.
El objetivo de todo ello era proporcionar al señor más control de las personas y más
rentabilidad de las tierras. En ese ambiente, las familias aldeanas más pudientes
tendieron a configurarse como pequeñas aristocracias campesinas que trataban de
emular los gestos del señor y acababan siendo sus agentes entre sus convecinos. De esa
forma, la red piramidal de vasallajes entre nobles y caballeros se fue completando con
otra paralela de compromisos y dependencia entre ellos, la aristocracia labriega y los
dependientes más humildes.
Desde finales del siglo XI el movimiento de dominación señorial se vio acompañado por
otro de enfranquecimiento de la población campesina.En un primer momento, fueron las
empresas de colonización en los frentes de expansión europea las que propiciaron la
multiplicación de pequeñas comunidades aldeanas libres.Luego, el movimiento se
difundió en los espacios del interior de Europa.

Los habitantes de las ciudades: conquista de libertades y formación del popolo

Las ciudades de Europa vivieron en los siglos XII y XIII dos procesos. Uno,la adquisición
de autonomía municipal y ciertas libertades individuales por parte de los vecinos. Otro,la
aparición y consolidación del popolo, del pueblo en cuanto masa de población.
La adquisición de la autonomía municipal y de las libertades urbanas dio sus primeros
pasos importantes en el siglo XI en los núcleos de dedicación mercantil. Los pobladores
de los burgos, los burgueses, fueron reclamando de sus señores mayor autonomía. Su
actitudno aspiraba a destruir el orden feudal, sino a integrarse en él en mejores
condiciones, lo que explica que las revueltas urbanas fueran escasas.la dinámica general
en la conquista de libertades urbanas estuvo presidida por los pactos entre el palatium del
señor y el concilium de los vecinos, que, poco a poco, fueron arrancando concesiones
concretas, muchas veces, pagándolas a precio de oro.El resultado de los acuerdos
fue cristalizando en ordenamientos jurídicos específicos de una localidad, los fueros.
En virtud de ellos, cada ciudad disponía de un organismo elegido por los vecinos que
tenía las competencias de todo señorío: administrar justicia, disponer de fiscalidad y
capacidad para organizar sus finanzas y de fuerza militar para defender su término.Al
frente de ese organismo, el concejo, unos magistrados aseguraban el ejercicio de las
competencias reconocidas a cada comuna o conjunto de habitantes de una ciudad.
En el siglo XIII la mayoría de las ciudades experimentó un proceso de oligarquización
institucional: una minoría constituida por el estrato más rico de la población ciudadana se
convirtió en un patriciado urbano que controlaba los resortes del poder y monopolizaba los
puestos de gobierno. En unos lugares (Flandes, Alemania) el patriciado estuvo formado
por grandes mercaderes y maestros de los oficios más importantes.En otros (ciudades del
norte y centro de Italia, Cataluña) la oligarquía municipal estuvo integrada por los linajes
nobiliarios de la región que se habían avecindado en los núcleos urbanos, a los que
fueron añadiéndose grandes mercaderes y maestros de oficios.
La aparición y la consolidación del «popolo» sólo resultaron significativos en los núcleos
más poblados y diversificados en sus actividades (Londres, París,Barcelona, Sevilla,
Colonia, Brujas,los grandes núcleos urbanos italianos).En cada uno de ellos,, la población
llegó a estar constituida por nobles, grandes mercaderes, comerciantes, maestros,
oficiales y aprendices de los gremios, agricultores de las huertas del cinturón de la ciudad,
estudiantes de las escuelas episcopales o urbanas y en algunos lugares, de las nacientes
universidades, clérigos, y, desde comienzos del siglo XIII , frailes de las órdenes
mendicantes. A su lado creció un conjunto de marginados de distinto tipo (desheredados
con escasas posibilidades de trabajo, pobres, enfermos, leprosos,esclavos domésticos,
judíos,etc).
Dentro de ese conjunto, en las ciudades italianas se fue distinguiendo entre el popolo
grasso o de los poderosos y el popolo minuto o de la masa urbana,continuamente
incrementada por los inmigrantes a los que, al cabo de «un año y un día», se les concedía
el derecho de ciudadanía.Los más poderosos mercaderes y maestros establecieron
alianzas económicas y matrimoniales con los linajes nobiliarios, constituyendo la
cima de la oligarquía del patriciado urbano y haciéndose a la vez con el poder de la
ciudad.

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