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REVISTA COLOMBIANA

DE FOLKLORE
SEGUNDA EPOCA NUMERO 2 JUNIO - 1953

EN EL DIA AMERICANO DEL INDIO

Palabras pronunciadas por el Director del Instituto


Colombiano de Antropología con motivo de la cele-
bración del "Día Americano del Indio", el 19 de abril
del presente año.

U N sentimiento muy íntimo, que hace parte de nuestro ser,


nos congrega en estos momentos. Se celebra hoy en todo el con-
tinente el DIA AMERICANO DEL INDIO. Y ha querido el Ins-
tituto Colombiano de Antropología -como las demás entidades
similares que funcionan en América-, suscitar en esta fecha las
sugerencias que encierra tal motivación, que es noble por ser
americanista, universal por ser humana y transcendente porque
debe llevar sentido cristiano.

No es, pues, esta fecha una festividad más, establecida por los
congresos indigenistas interamericanos. Obedece ella a una reali-
dad sociológica. Un mestizaje acelerado se opera en América.
Tierra impropicia para las teorías racistas, donde la fraternidad
del mensaje evangélico acerca cada vez a los pueblos y unifica a
las razas, si de razas puede hablarse, presenta paralela a este
movimiento como imponderable fuerza espiritual, la conciencia
nítida de su integración étnica y cultural. Porque, en verdad, es-
tamos pasando de la mezcla ineludible o fortuita, a la fusión uni-
ficadora, más que aceptada, consciente de nuestros efectivos hu-
manos, saciando así también nuestras ansias de total ocupación
real del suelo ilímite con que nos regaló la Providencia y nos
conquistó el soldado peninsular.

y es ese afán de integración, de fijación definitiva de nuestra


substancia de colombianos y de hombres de América a la vez, el

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que nos lleva con visión comprensiva hacia lo indígena. Una
nueva jornada se impone en el devenir de estos pueblos, aún en
la misma Colombia, aunque su problema indígena no ofrezca la
intensidad de otras naciones hermanas: incorporar efectivamente
el indio a la cultura. Mas para ello urge levantar todo el conjunto
de sus condiciones de existencia. Estudiar su mentalidad, sus
aspiraciones, sus instituciones, su situación económico-social, su
tipo de vida, sus costumbres, sus distintos grado de cultura. Sólo
así será eficaz este nobilísimo empeño nacional. Sólo así se hará
realidad en el indígena la altísima concepción de la dignidad de
la persona humana, a cuyo servicio se ordena todo, la ley, la
ciencia, la economía, el arte y hasta el mismo universo. Unica-
mente Dios está por encima del hombre.

España, la teológica y la caballeresca, la mística y la militar,


en su gesta conquistadora tuvo en cuenta este ideal, especialmente
la monarquía. Sin embargo, factores de la época que es necesa-
rio pesar honradamente, explican esa contradicción entre el hecho
jurídico y el hecho histórico, entre la intención y la realidad, en-
tre lo que prescribían los reyes y lo que ejecutaban aquellos colo-
nizadores que no supieron responder a esa conciencia misional y
educativa que en todo momento y en toda circunstancia orientó
a la corona contra el interés del mismo conquistador, "espíritu
este que se hizo carne en las Leyes de Indias" y' que, con todo,
contribuyó a que las condiciones de los indios bajo la dominación
española fueran mucho mejor que las de la clase ínfima de Eu-
ropa, como lo expresa y lo cree sinceramente el protestante Ban-
croft y lo aceptan H umboldt y muchos otros escritores, sin que
puedan todos ser señalados de hispanistas. Ni hubo, por otra
parte, selección en las calidades del personal destinado a la tie-
rra descubierta. Pero la hubo en el clero, en ese clero regular de
la Península que era el más indicado del Viejo Mundo, que vivía
tiempos renacentistas. Y su inmensa labor evangelizadora está
patente: toda la América hispana es católica. Tal es el balance.
Fueron, pues, las figuras de la Conquista y Colonización hom-
bres heroicos en los que su sentido cristiano no había alcanzado
a suavizar los grandes vicios. Mas sí se advierte en ellos que a
medida que se sube en la jerarquía de los valores morales, apa-
rece más definido el fin de' su misión y más nítida su idea de la
igualdad y la dignidad de todos los hombres, como anota un cé-
lebre historiador y sociólogo. Bien dijo Vicente D. Sierra en "El
sentido misional de la conquista de América", España trajo al
mundo todo lo que poseía, y de todo ello, su mejor riqueza: su

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fe, su cultura, su estilo. N o regáteó nada. N o trajo propósitos
mercantiles porque ni los tenía, ni los tuvo, ni los tiene. Y de
Maeztu son estas palabras: "Han elaborado los siglos sucesivos
ideal alguno que supere al nuestro? De la posibilidad de salva-
ción se deduce la de progreso y perfeccionamiento. Decir en lo
teológico que todos los hombres pueden salvarse, es afirmar en
lo ético que deben mejorar, y en lo político, que pueden progre-
sar. Es ya comprometerse a no estorbar el mejoramiento de sus
condiciones de vida y aun a favorecerlo en todo lo posible". Con
estas expresiones se dirige Hernán Cortés a los aborígenes meji-
canos: "Dios que hizo el Cielo y la Tierra, os hizo a vosotros y a
nosotros e a todos, e cría lo con que nos mantenemos e si fuéra-
,mas buenos nos llevará al Cielo, e si no al Infierno, como más
largamente os diré cuando más nos entendamos; e yo quiero que
aquí donde tenéis estos ídolos esté la imagen de Dios y de su Ma-
dre bendita ... " y esta semilla fue la que arraigó. N o se frustró.
Fue el germen de las nuevas nacionalidades. Fue un germen
evangélico. Y vibrará más tarde en las clásulas rebeldes de To-
rres.

y para terminar, séame permitido anunciar que la artista ar-


gentina Lisa Marchev pondrá la nota final de este acto con la
interpretación de sus poemas indígenas, en los que se refleja el
lamento prehistórico de nuestra América. Aquí, en esta casa,
donde como en un templo se ausculta y se venera el alma de esa
Pre-Colombia remota, ella encontrará el ambiente propicio para
su arte auténticamente original!

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