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Nombre: Joel Higuera Eceverre

Carrera: Criminología
Materia: Criminología
Facilitador: Edwin Costa
Tema: Ensayo: Tratado de criminología
Fecha:
20 de abril del 2019
Grupo:
5to A
Capitulo II: “El objeto de la criminología: delito, delincuente, víctima y control social.

El delito

Uno de los rasgos más acusados de la moderna Criminología es la progresiva ampliación y


problematización del objeto de esta. La Criminología se ocupa del delito. Pero el delito interesa,
también, a otras ciencias, disciplinas y ramas del saber: la Filosofía, la Sociología, el Derecho Penal,
etc. procede, pues, delimitar el concepto de delito que utiliza la Criminología, por dos razones:
porque no existe un concepto único, unívoco, pacífico de delito y porque la autonomía científica de
la Criminología debe permitir a ésta la determinación de su propio objeto, sin someterse a las
definiciones de delito que procedan de otros ámbitos o instancias. Existen, en efecto, numerosas
nociones de "delito". El Derecho Penal. Por ejemplo, se sirve de un concepto formal y normativo,
impuesto por exigencias ineludibles de legalidad y seguridad jurídica: delito es toda conducta
prevista en la ley penal y solo aquella que la ley castiga. La Filosofía y la Ética acuden a otras pautas
e instancias más allá del Derecho Positivo: el orden moral, el natural, la razón, etc. Pero ninguno de
estos conceptos de delito puede ser asumido, sin más, por la Criminología. El juridicopenal
constituye su obligado punto de partida, pero nada más, porque el formalismo y el normativismo
jurídico resultan incompatibles con las exigencias metodológicas de una disciplina empírica como la
criminología. El concepto filosófico de "delito natural" (tanto en su versión positivista como en la
iusnaturalista) tampoco se aviene a las necesidades de la Criminología. Finalmente, el concepto
sociológico de "conducta desviada" adolece de semejantes limitaciones. La Criminología Clásica,
dócil y sumisa a las definiciones jurídico-fórmales de delito, hizo del concepto de delito una cuestión
metodológica prioritaria. No así la moderna Criminología, consciente de la problematización de
aquél, que se interesa sobre todo por temas de mayor transcendencia, por ejemplo, las funciones
que desempeña el delito como indicador de la efectividad del control social, su volumen, estructura
y movimiento, el reparto de la criminalidad entre los distintos estratos sociales, etc.

Hasta tal punto ha pedido interés el debate academicista sobre el concepto criminológico de delito
que un sector doctrinal sugiere utilizar el que más corresponda a las características y necesidades
de la concreta investigación criminológica. Para la Criminología el delito se presenta, ante todo,
como "problema social y comunitario", caracterización que exige del investigador una determinada
actitud para aproximarse al mismo. Es un problema de la comunidad, nace en la comunidad y en
ella debe encontrar fórmulas de solución positivas. Los problemas sociales reclaman una particular
actitud en el investigador, que la Escuela de Chicago denominó Empatía. - Interés, aprecio,
fascinación por un profundo y doloroso drama humano y comunitario. Contraria a la Empatía es la
actitud cansina e indiferente Tecnocrática, de quienes abordan el fenómeno criminal como
cualquier otro problema, olvidando su trasfondo aflictivo, su amarga realidad como conflicto
interpersonal y comunitario. O la estrictamente Formalista que ve en el delito un mero supuesto de
hecho de la forma penal, el antecedente lógico de la consecuencia jurídica. Y por supuesto existe la
respuesta Insolidaria de quienes lo contemplan como un "cuerpo extraño" a la sociedad, producto
de la anormalidad o patología de su autor. El crimen no es un tumor, ni una epidemia o lacra social,
ni un cuerpo extraño ajena a la comunidad, ni una anónima magnitud estadística referida al fictio e
irreal "delincuente medio" sino un doloroso problema humano y comunitario.

El delincuente

La Criminología se ocupa, como es lógico, del delincuente: de la persona del infractor. La persona
del delincuente alcanzó su máximo protagonismo como objeto de las investigaciones criminológicas
durante la etapa positivista. El principio de la diversidad que inspiró la Criminología tradicional
convirtió a éste en el centro casi exclusivo de la atención científica. En la moderna Criminología, sin
embargo, el estudio del hombre delincuente ha pasado a un segundo plano, como consecuencia del
giro sociológico experimentado por aquella y de la necesaria superación de enfoques individualistas
en atención a objetivos político-criminales. El centro de interés de las investigaciones se desplaza
prioritariamente hacia la conducta delictiva misma, la víctima y el control social. Pero más
significativo es la imagen que se profesa del hombre delincuente: con el prototipo de criminal se
opera en la Criminología, porque son muchas y controvertidas las concepciones que se sustentan
sobre el delito y el delincuente. Cuatro respuestas son paradigmáticas: la Clásica, la Positivista, la
correccionalista y la marxista:

El Mundo Clásico partió de una imagen sublime, ideal, del ser humano como centro del universo,
como dueño y señor absoluto de sí mismo, de sus actos. El Dogma de la Libertad hace iguales a
todos los hombres (sin diferencias entre el hombre delincuente y no delincuente) y fundamenta la
responsabilidad: el absurdo comportamiento delictivo solo puede comprenderse como
consecuencia del mal uso de la libertad en una concreta situación, no a pulsiones internas ni a
influencias externas. El crimen, pues, hunde sus raíces en un profundo misterio o enigma. Para los
Clásicos, el delincuente es un pecador que optó por el mal, pudiendo y debiendo haber respetado
la ley.
El Positivismo Criminológico, por el contrario, destronaría al hombre, privándole de su centro y de
su reinado, al negar el libérrimo control del mismo sobre sus actos y su protagonismo en el mundo
natural, en el universo y en la historia. El hombre, según Ferri no es el rey de la Creación, como la
tierra no es el centro del universo, sino una combinación transitoria, una combinación química que
puede lanzar rayos de locura y de criminalidad. El Positivismo Criminológico inserta el
comportamiento del individuo en la dinámica de causas y efectos que rige el mundo natural o el
mundo social: en una cadena de estímulos y respuestas, determinantes internos (biológicos) o
externos (sociales), explican su conducta. Para el Positivismo Criminológico, el infractor es un
prisionero de su propia patología (determinismo biológico) o de procesos causales ajenos al mismo
(determinismo social): un esclavo de su herencia, encerrado en sí, incomunicado de los demás, que
mira al pasado y sabe, fatalmente escrito, su futuro: un animal salvaje y peligroso.

La Filosofía Correccionalista pedagógica, pietista, ve en el criminal un ser inferior, minusválido,


incapaz de dirigir por sí mismo (libremente) su vida, cuya débil voluntad requiere la eficaz y
desinteresada intervención tutelar del Estado. El delincuente aparece ante el sistema como un
menor de edad, desvalido. - El Marxismo, por último, responsabiliza del crimen a determinadas
estructuras económicas, de suerte que el infractor deviene mera víctima inocente y fungible de
aquellas: la culpable es la sociedad.

La victima

Ha padecido un secular y deliberado abandono. Disfrutó su máximo protagonismo durante la justicia


primitiva, siendo después drásticamente "neutralizadas" por el sistema legal moderno. En el
denominado "Estado Social de Derecho", aunque parezca paradójico, las actitudes reales hacia la
víctima del delito oscilan entre la compasión y la demagogia, la beneficencia y la manipulación. La
Victimología ha impulsado durante los últimos lustros un proceso de revisión científica del "rol" de
la víctima en el fenómeno criminal. Protagonismo, neutralización y redescubrimiento son, pues, tres
temas que podrían reflejar el estatus de la víctima del delito a lo largo de la historia. El abandono de
la víctima del delito es un hecho incontestable que se manifiesta en todos los ámbitos: en el Derecho
Penal (sustantivo y procesal), en la Política Criminal, en la Política Social, en las propias Ciencias
Criminológicas. El sistema legal define con precisión los derechos del inculpado, sin que dicho
garantismo a favor del presunto responsable tenga como lógico correlato una preocupación
semejante por los de la víctima. Las siempre escasas inversiones públicas parecen destinarse
siempre al penado (nuevas cárceles, infraestructura, etc.), como si la resocialización de la víctima
no fuera un objetivo básico del Estado "Social" del derecho. El abandono de la víctima del delito,
desde luego, se aprecia tanto en el ámbito jurídico, como en el empírico y en el político. El Sistema
legal (el proceso) nace ya con el propósito deliberado de "neutralizar" a la víctima, distanciando a
los dos protagonistas enfrentados en el conflicto criminal, precisamente como garantía de una
aplicación serena. Objetiva e institucionalizada de las leyes al caso concreto. La experiencia había
demostrado que no puede ponerse en manos de la víctima y sus allegados la respuesta del agresor.
La consecuencia de tal fenómeno es muy negativa y de hecho, ha podido ser constatada en
investigaciones empíricas. El infractor, de una parte, considera que su único interlocutor es el
sistema legal, y que solo ante éste contrae responsabilidades. Y olvida para siempre a su víctima.
Ésta se siente maltratada del sistema legal: percibe el formalismo jurídico, su criptolenguaje y
decisiones como una inmerecida agresión, fruto de la insensibilidad, el desinterés y el espíritu
burocrático de aquél. Tiene la impresión, no siempre infundada, de actuar como mera coartada o
pretexto de la investigación procesal, como objeto y no como sujeto de derecho, lo que ahondará
el distanciamiento entre la víctima y el sistema legal. Tampoco es alentador, finalmente, el
panorama para la víctima en las esferas de decisión política porque el estado "social" de Derecho
conserva demasiados hábitos y esquemas del estado liberal individualista. El crimen sigue siendo un
fatal accidente individual, a todos los efectos: la solidaria reparación del daño y la resocialización de
la víctima, una meta lejana.

La Victimología ha llamado la atención sobre la necesidad de formular y ensayar programas de


asistencia, reparación, compensación y tratamiento de las víctimas del delito. Cuatro de ellos
merecen una mención particular:

1. -Programa de asistencia Inmediata. - Ofrecen servicios relacionados con las necesidades


más imperiosas, de tipo material, físico psicológico, que experimentan las víctimas de
determinados delitos frecuentemente no denunciados. Sus destinatarios son, pues,
colectivos muy específicos (ancianos, mujeres violadas o maltratadas, etc). Corren a cargo,
por lo general, de instituciones privadas (religiosas, de ámbito local) que desarrollan y
gestionan tales programas con plena autonomía e independencia de la Administración, o
bien en un régimen de concierto con ésta.
2. -Programas de reparación o restitución a cargo del propio infractor (restitución). - Tratan
estos programas de instrumentar la reparación del daño o perjuicio padecido por la víctima
a través del pago de una cantidad de dinero, de realización de una determinada actividad o
de la prestación de ciertos servicios por el infractor mismo en beneficio de la víctima.
3. -Programa de compensación a la víctima. - La particularidad de estos estriba en el carácter
público de los fondos con que se financian y el carácter monetario de las prestaciones que,
en forma de seguros o indemnizaciones, ofrecen a las víctimas de ciertos delitos, con el
objeto de satisfacer parte de los costes de dicha victimización. El estado asume unos costes
que tienen su origen en el propio fracaso en la prevención del delito.
4. -Programas de asistencia a la víctima-testigo. - Se dirigen, específicamente, a la víctima que
ha de intervenir como testigo en el proceso, por lo que no solo se orientan en provecho de
la víctima sino en interés propio del sistema que necesita de su cooperación.

Control Social

Todas las teorías criminológicas tradicionales son estáticas por naturaleza y no toman en cuenta el
factor tiempo. El enfoque del curso de la vida en las ciencias humanas sostiene que es un grave error
ignorar los efectos del paso del tiempo, tanto por los cambios que el aumento de la edad mismo
ocasiona en las propias personas como por los cambios estructurales que se pueden producir
durante la vida de estas. La perspectiva del curso de la vida propone que no es suficiente con
estudiar los factores que aparecen muy pronto en la vida de las personas y que influyen en el
comportamiento humano, sino que es también importante seguir a las personas a lo largo de sus
vidas estudiando cómo diversos acontecimientos pueden provocar cambios en su estilo de
comportamiento. Se trata, entonces, de un planteamiento dinámico. En tiempos recientes esta
perspectiva del curso de la vida ha tratado de integrarse con variables biológicas y psicológicas o
con teorías criminológicas tradicionales como la del aprendizaje, la frustración o, sobre todo, el
control social.

El control social puede definirse no sólo como los mecanismos, procedimientos o muros de
contención con que cuenta la sociedad para alinear la conducta de sus miembros, sino como
aquéllos que promueven y garantizan la conducta del individuo a los modelos y normas
comunitarias. Se concibe, además, como la «capacidad de la sociedad para regularse a sí misma de
acuerdo con principios y valores aceptados mayoritariamente.
El control social formal es el que tiene como función principal el cumplimiento de las estrategias de
prevención y represión, es el que está establecido legalmente. Identificado como el establecimiento
de procedimientos públicos que se delega en determinadas instituciones que están en función de
conseguirlo.

El control social informal tratará de condicionar al individuo, de disciplinarlo a través de todo un


proceso que comienza en los núcleos primarios (familia) pasando por la escuela, la profesión y la
instancia laboral, y que culmina con la obtención de una actitud conformista de este ante la
interiorización de las pautas de conducta trasmitidas y aprendidas durante dicho proceso de
socialización que lo llevan a la obediencia.

No cabe dudas que el control social, al ser una tarea de mantenimiento y reproducción de un orden
cualquiera, se vale de medios que la criminología hace suyos en la medida en que lo que se ordena,
planifica o establece es quebrantado de tal forma que afecta las normas y los valores esenciales del
sistema histórico concreto, encargados de garantizar la estabilidad del sistema de dominación.
Capitulo III: “El Sistema de la Criminología y sus relaciones de esta con otras diciplinas”

El Sistema de la Criminología

Actualmente no existe una opinión unánime sobre el sistema de la criminología. Tradicionalmente


existe una pugna entre dos concepciones:

• Pertenecen a la criminología todas las diciplinas que se ocupan del estudio de la realidad
criminal en sus muy diversas fases o momentos, tanto en el estrictamente procesal como el
político-preventivo o el regresivo.
• Algunas diciplinas que la concesión enciclopédica incluye en las ciencias criminológicas
quedan segregadas, excluida.

La relación de la criminología con otras ciencias disciplinarias criminales y no criminales

La criminología mantiene, conceptual y funcionalmente, estrechas relaciones con otras diciplinas,


criminales y no criminales, por razón del principio interdisciplinario que la inspira.

Entre las ciencias específicamente no criminales, relacionadas con la criminología, destacan: la


biología, la psiquiatría, el psicoanálisis, la psicología, la sociología y la etología.

La relación de la criminología con las ciencias criminales es muy estrecha; tienen como objeto
especifico el crimen. De todas ellas cabe destacar al derecho penal y la política criminal.

Ciertamente el método técnico jurídico, el pensamiento sistemático, el razonamiento abstracto-


deductivo y formalista de los penalistas tienen importantes limitaciones y carencias. Sirven para
instrumentar decisiones, pero no para adoptarlas, ni para fundamentar un diagnostico sobre el
problema criminal.

Capitulo X: “Orientaciones biológicas: Antropología criminal, Biotipología criminal y Endocrinología


criminal”

La biología criminal parte de la idea de la predisposición a la delincuencia, esto es, que hay personas
que son criminales porque genéticamente tienen una patología, un desorden fisiológico o una
disfunción que los lleva a delinquir. Al llevarlo en los genes, estas personas no pueden evitar cometer
delitos; es algo que escapa a su esfera de control. Nacieron así y, por ende, no se les puede
resocializar o enseñar que dichos comportamientos o actos no son apropiados, pues no se puede
hacer nada para modificar su conducta innata.
Cesar LOMBROSO, fundador del POSITIVISMO BIOLOGICO, quien desarrolla la teoría del hombre
criminal, estableciendo el concepto de criminal atávico, donde el delincuente regresaba a estados
evolutivos anteriores, caracterizando su conducta como algo innato, este criminal podía ser
reconocido a partir de una serie de estigmas físicos o anomalías, como el excesivo desarrollo del
cerebelo, asimetría del rostro, dentición anormal, y lo que se considera como la característica más
atávica en los criminales el hoyuelo en medio del occipital. Estas características le dieron
fundamento a sus nuevas tesis que explican ciertas similitudes en la conformación morfología del
hombre salvaje. Considerando al criminal como una subespecie anormal del género humano. En
relación con las distintas fases por las que atravesó la criminología, sufriendo un cambio desde la
misma concepción unidisciplinario, hasta la concepción integradora de perspectivas de carácter
social (en lo que representa la interpretación del delito), culminando con la teoría de Lombroso,
donde inicia la etapa más importante, para dejar de lado la idea de la interpretación de delito con
base en lo social, para considerar aspectos individuales de la conducta criminal. Las explicaciones
biológicas de la conducta pasaron a un segundo plano, dándole gran importancia a las teorías
genéticas de Lombroso, que surgieron en el momento de mayor impacto, respecto al desarrollo de
la teoría de Darwin, que llevaba paulatinamente deslizando las explicaciones de las ciencias sociales.

Esta disciplina se desenvuelve bajo la mirada de la observación, y en su evolución se distinguen dos


fases: La lombrosiana y la postlombrosiana; en ésta última a los aportes meramente
antropométricos se añaden las correlaciones biotipológicas; sin embargo, es preciso señalar que al
parecer del propio Kretschmer “la definición del biotipo en un sujeto no puede ser el producto de
una observación artificial y tampoco puede resultar de simples mediciones u operaciones
antropométricas”.

Actualmente se niega la existencia de un “delincuente nato” o “delincuente predeterminado” por


rasgos físicos o fisiológicos, pero no por ello se va a restar importancia a diversos factores biológicos
que pueden influir en el comportamiento social desviado, no como un factor determinante o
predisponente sino como un coadyuvante de alguna conducta desviada, teniendo en consideración
que el ser humano es una unidad biológica cuyas alteraciones o lesiones inciden en el
comportamiento, como es el caso del epiléptico que por trastornos neurofisiológicos tiende a
manifestaciones comiciales de diversa índole, así como alteraciones de carácter psicopatológico.

Por eso, es razonable valorar dentro de un contexto social las bases biológicas que pueden influir
en la conducta humana.
Básicamente la endocrinología criminal intenta descubrir el origen de la delincuencia en el
funcionamiento de las glándulas de secreción interna, trata de demostrar la influencia de las
hormonas en la aparición del delito. Aparece como ciencia en el siglo XX. Intenta descubrir el origen
de la delincuencia en el funcionamiento de las glándulas de secreción interna. Para sus creadores,
Nicolás Pende y Giuseppe Vidoni, el desequilibrio de las secreciones glandulares engendra
trastornos en la conducta humana y motivan al delito.

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