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mundo inteligible, lo primero que hace es el Alma del Mundo, que sería un principio vital
que le dota de un orden. De este modo el cosmos es pensado como una especie de gigantesco
ser vivo, en contraposición a la cosmología atomista de carácter mecanicista.
Argumento del tercer hombre: argumento que aparece expuesto en el Parménides, uno de
los diálogos «críticos» de Platón, que problematiza la tesis de que las cosas sensibles
participan de las Ideas. El argumento es el siguiente: dos cosas son semejantes porque
participan de la misma Idea. Ahora bien, ¿cómo sabemos que una cosa, por ejemplo, un
hombre, participa de determinada Idea (en este caso de la Idea de Hombre), y no de otra?
Pues porque entre esa cosa y esa Idea hay cierta semejanza. Pero sí entre ambas hay
semejanza es que tienen algo en común. Eso común será otra Idea (por ejemplo, la Idea de
Hombre2). Pero esta respuesta vuelve a plantearnos el mismo problema, ¿cómo sabemos que
la Idea de Hombre participa de la Idea de Hombre2, y no de otra? La respuesta tiene que ser,
otra vez, porque hay cierta semejanza entre ellas. Pero entonces es que ambas participan de la
misma Idea (por ejemplo, la Idea de Hombre3). Y así hasta el infinito. Dado que postular un
número infinito de Ideas por cada cosa sensible parece absurdo, la conclusión que hay que
sacar es que las cosas no participan de las Ideas, que entre ambos mundos no hay relación. (O
bien -que es la conclusión que sacará posteriormente Aristóteles- que no existen Ideas
separadas de las cosas sensibles.)
Artes: Platón emplea el término arte (tékhne) para designar a una habilidad, una destreza, una
técnica, para desarrollar algo. Incluye bajo este término tanto ciertas habilidades intelectuales
como manuales. Así son artes: (1) La Dialéctica, esto es, la forma suprema del conocimiento.
(2) Las artes orientadas a la producción y satisfacción de las necesidades inmediatas
(Alfarería, Zapatería, Arte de navegar, etc.). (3) Finalmente, aquellas que tratan de las enti-
dades matemáticas y de aquello que está estructurado según un orden matemático (la
Geometría, la Astronomía e, incluso, la Música). Tales artes emplean la razón discursiva, por
lo que son inferiores a la ciencia (a la dialéctica), que tiene por objeto a las Ideas, pero son
superiores a la mera opinión, que tiene por objeto al mundo sensible.
Conocimiento innato: innato significa «no nacido», lo que ya viene con nosotros al nacer.
Platón defiende la tesis de que los seres humanos poseemos conocimientos innatos, no
aprendidos, aun cuando estos permanezcan ocultos, olvidados. La explicación que da Platón
(explicación de carácter mítico) es la siguiente: El alma es eterna y de la misma naturaleza
que las Ideas, por ello ha podido contemplarlas y conocer el auténtico ser de las cosas, la
auténtica realidad. No obstante, al caer en el mundo sensible el alma olvida tales
conocimientos. En consecuencia, conocer será, a partir de entonces, recordar (teoría de la
reminiscencia).
Hipótesis: Platón denomina así a una «verdad» que se da por supuesta, una verdad de la que
se parte. Ahora bien hay dos modos de emplear las hipótesis: (1) Podemos emplear una
hipótesis para, a partir de ella, buscar su fundamento, su principio. De ese modo podremos,
posteriormente, deducirla a partir de ese fundamento. Con ello la hipótesis queda demostrada,
deja de ser mera hipótesis. Éste es el modo de operar de la dialéctica. Partimos de una Idea
para ascender hasta la cúspide de las Ideas, hasta la Idea de Bien, que es el fundamento de
todo. Después descendemos dialécticamente (diáiresis) hasta deducir la Idea de la que
partíamos, acerca de la cual podemos dar, ahora, una definición precisa. (2) Podemos tomar
la hipótesis como un supuesto y, a partir de ella, sacar conclusiones. Esto es lo que hacen las
artes (la Aritmética, la Geometría, la Cosmología) que emplean la razón discursiva. En este
caso la hipótesis nunca llega a ser demostrada, deducida. Nunca deja de ser mera hipótesis.
Por eso estas formas de saber son inferiores al que proporciona la dialéctica. No son
propiamente ciencias, sino solo artes.
Ideas o Formas: Platón designa con el término Ideas o Formas a las entidades que
constituyen el mundo inteligible. Tales entidades son inmateriales, de naturaleza inteligible o
racional. Las Ideas solo pueden ser captadas a través del nous -el entendimiento, la parte
racional del alma-, pero no a través de los sentidos. Se caracterizan además por ser
universales (cada Idea es una especie), eternas, simples e inmutables. En las Ideas reside el
ser, entendido como esencia, de las cosas; por ello las Ideas constituyen la auténtica realidad,
de la cual el mundo sensible no es más que una imitación -una copia imperfecta-. Las Ideas
está jerarquizadas: en la cúspide está la Idea de Bien (por ser lo que tiene en común todas las
Ideas), aunque a veces es sustituida por la Idea de Uno, de Belleza, de Justicia.
Idea de Bien: en La república la Idea de Bien aparece en la cúspide de las Ideas, y se alcanza
a partir de una ascensión dialéctica. Es la Idea suprema y la que da unidad al mundo
inteligible. La razón de por qué es la Idea suprema se debe a que es aquella de la que
participan todas las demás, y la que, por lo tanto, sirve de fundamento a todo demás. Esto es
así, porque la Idea de Bien expresa aquello que hace a todas las Ideas ser Ideas: que son
perfectamente determinadas, ordenadas. En ese sentido son «buenas». La Idea de Bien
aparece así no como una realidad más del mundo inteligible, no como una cosa inteligible
más, sino como el ser, la esencia, de toda Idea.
Islas de los bienaventurados: se trata de un viejo mito que aparece por vez primera en
Hesíodo. Según este autor se trataría de un lugar paradisíaco donde van a morar los héroes
que vivirán eternamente felices. Píndaro primero, y luego Platón, reelaboran el mito y le dan
una orientación religiosa. Según Platón se trataría de unas islas situadas en un más allá a las
que son llevadas como recompensa las almas de los que han sido justos en este mundo.
Justicia: es para Platón, la virtud por excelencia. Pero tiene un doble sentido: (1) Por un lado
es una virtud del alma. En este caso la justicia se da cuando cada parte del alma cumple con
su cometido, se atiene a su virtud específica. Esto sucede cuando en la parte racional del alma
se da la sabiduría o prudencia, en la volitiva el valor o fortaleza, y en la apetitiva la
templanza. (2) Por otro es una virtud del Estado, de la polis, es el fin de la polis. En este
sentido la justicia se da cuando cada estamento cumple con su cometido, con su virtud
específica: Cuando los gobernantes son sabios, cuando los guardianes son valerosos y cuando
los productores y comerciantes son moderados en sus deseos.
Mito de Er: se trata de una narración que aparece al final de La república. En ella se cuenta
cómo al alma de Er se le permite separarse del cuerpo en vida de éste, para que pueda
conocer lo que le espera en el otro mundo. De es modo Er contempla cómo las almas son
reunidas en una gran explanada para ser juzgadas. A las que han sido justas se les premia
permitiéndoles ascender al cielo, donde reciben todo tipo de bienes durante un tiempo
proporcional a su buenas acciones. Las injustas son condenas a un submundo bajo tierra
donde son atormentadas. Aquellas almas que ya han disfrutado de su recompensa o cumplido
su castigo también son reunidas para que elijan el nuevo cuerpo en el que quieren
reencarnarse. Dado que, de esa elección va a depender tanto su felicidad en la tierra como en
el más allá es fundamental saber elegir bien, cosa a la que ayudará la Filosofía.
Mito del carro alado: es una alegoría empleada por Platón en el Fedro para explicar su
concepción del alma: el alma habita originalmente la región supraceleste, donde tiene la
posibilidad de contemplar las Ideas. Ahora bien, el alma es como un tronco de caballos y un
auriga. Uno de los caballos es dócil y sigue las instrucciones del auriga, pero el otro,
arrastrado por los deseos, se muestra díscolo y, finalmente, hace caer el carro. En este mito
aparece desarrollada en forma simbólica la naturaleza tripartita del alma -que aparecerá
expuesta de modo claro en diálogos posteriores-. (El caballo dócil simboliza la parte irascible
o volitiva del alma, donde radica el valor y la voluntad; el caballo díscolo simboliza la parte
concupiscible o apetitiva del alma, donde radica el deseo de placeres, y el auriga simboliza la
parte racional del alma). Una vez caída al mundo terrestre, sensible, el alma tendrá que
encarnarse en un cuerpo.
Participación: es un concepto empleado por Platón para explicar: (1) La relación de las cosas
sensibles con las Ideas. En este caso no está muy claro cómo deba entenderse dicha
participación. Una posible interpretación consiste en suponer que hay algo de la Idea en cada
cosa sensible (por ejemplo, hay algo de la Idea de caballo en cada caballo sensible). Otra
forma de interpretarlo es considerar que las Ideas son los modelos en base a los cuales están
hechas las cosas. (2) La relación de las Ideas entre sí, cuando no están en el mismo nivel, y
por ello no se excluyen. En este caso la participación constituye la base de la dialéctica.
Razón intuitiva, intuición (noesis): Platón llama así a la captación o conocimiento directo
de las Ideas que lleva a cabo el entendimiento. La razón intuitiva a diferencia de la
discursiva: (1) Parte de hipótesis, las Ideas más bajas, para ascender dialécticamente hasta el
fundamento absoluto de todo. Hecho esto desciende dialécticamente hasta dar un fundamento
de las hipótesis de que partíamos (de tal modo que ya no son meras hipótesis sino verdades
demostradas). (2) Opera con entidades puramente inteligibles (esto es, no sensibles), que son
las Ideas.
Símil de la línea: narración que aparece en La república y en la que Platón parte de una línea
dividida en cuatro partes para simbolizar los diversos niveles de conocimiento: la conjetura o
imaginación (eikasia), la creencia o fe (pistis), la razón discursiva o discurrir (dianoia), y la
razón intuitiva o intuir (noesis).