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Jorge Eduardo Moncayo Quevedo

“El libro de Jorge Eduardo Moncayo Quevedo El swinger: entre el placer


y el afecto. Rupturas y continuidades en la pareja contemporánea, pudiera
parecer para un lector apresurado que se tratase de una lectura porno,
aunque en realidad es un estudio riguroso desde la sociología y la antropo-
logía de la sexualidad de una de las expresiones contemporáneas de vivir
el placer y el afecto en las parejas heterosexuales a través del ejercicio del
intercambio en el que la pareja por consentimiento mutuo practica sexo
con miembros de otra pareja...

La investigación del autor, de entrada logra como aporte mostrar que en


la sociedad colombiana y caleña se vive este tipo de prácticas eróticas de
manera similar a otras sociedades en el capitalismo contemporáneo, pero
inscritas en el contexto particular del país y la ciudad. Por ello, Moncayo
aborda el tema del placer vía el intercambio de parejas desde el terreno de
las determinaciones y procesos sociales de la modernidad contemporánea,
alejándose de una perspectiva psicológica, aunque entra en diálogo con
disciplinas como el psicoanálisis, especialmente en la dirección lacaniana.
El asunto es la vivencia de la sexualidad como un fenómeno social de orga-
nización del deseo y el placer, sin perderse en los meandros psicologistas o
a partir de valoraciones morales. Podríamos decir que para Moncayo todas
las prácticas sexuales en cualquier sociedad son ante todo hechos sociales
en la más estricta concepción del antropólogo Marcel Mauss. No olvidemos

El swinger: entre el placer y el afecto


que Mauss, a través de su estudio sobre las técnicas corporales, abrió la
puerta para entender que el cuerpo humano se construye socialmente en
todas sus esferas. Al fin y al cabo, las fantasías sexuales son el resultado
de las interacciones sociales”.

Fernando Urrea Giraldo

Universidad de
San Buenaventura
seccional cali ISBN 978-958-8436-68-5

La Umbría, carretera a Pance


PBX: 318 22 00 – 488 22 22
Fax: 555 20 06 A.A. 25162
www.usbcali.edu.co
Los swingers
¿una transformación
de la intimidad?
En concordancia con lo planteado por Osborne y Guasch (2003), se considera
que para definir de manera precisa la intención que desde un principio ha guiado
esta exploración del mundo de las parejas intercambistas desde la sociología, es
necesario comprender que el objeto de estudio de la sociología de la sexualidad es el
sexo; es decir: el sexo en tanto que actividad social. No se trata, entonces, de una
fragmentación de lo sexual del mundo sociológico para reducirlo a lo biológico
o estrictamente psicológico; por el contrario, se trata de la ubicación de todo
acto sexual dentro de las lógicas de las interacciones sociales. Por lo tanto una
lectura de los intercambistas desde de la sociología de la sexualidad “debe ocu-
parse entonces de definir qué es sexo y qué no lo es, describir qué espacios y
tiempos tiene adjudicados, qué actores lo ejecutan y cuáles no, de qué modo lo
hacen y las razones y consecuencias sociales de todo ello” (Osborne y Guasch
2003, p. 106).

Siendo así, cuando se aborda el estudio del sexo humano en Occidente, se


trata del abordaje de una acción cultural en marcada en condiciones simbólicas
que la han regulado durante casi dos siglos a través de modelos biomédicos
en conjunción con las dinámicas políticas, lo “que se traduce primero en una
defensa del matrimonio o pareja estable y de un sexo coitocéntrico y genital;
segundo, en una definición de la sexualidad en términos masculinos que,
además, interpreta la sexualidad femenina desde la perspectiva del varón; y
tercero, en una continua condena de las sexualidades disidentes” (Osborne
y Guasch, 2003, p. 116).

Por lo tanto, discutir actualmente acerca de las parejas intercambistas, o de


cualquier otra práctica sexual, debe comprenderse como un enfrentamiento
o cuestionamiento a una organización de poder heteronormativo que ha
venido regulando históricamente lo sexual en Occidente; pasando por trans-
formaciones históricas y políticas cuyos efectos reflexivos1 en los individuos
actuales ha derivado en el replanteamiento de los paradigmas conservadores
en proporción al debilitamiento del paradigma biomédico: las personas se

1. El término será usado en adelante considerando la acepción propuesta por Giddens.

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El swinger: entre el placer y el afecto

han permitido replantear sus posturas frente al sexo, primordialmente en lo


referente a las “perversiones”2.

Desde finales del siglo xix hasta la actualidad los discursos políticos de tono
pluralista han tenido un efecto reflexivo en la sociedad, pudiendo constatarse
que lo que otrora fuera perverso y necesario de diferenciar de un proyecto
civilizatorio racional, hoy se considera propio de una inherente diversidad
humana; es decir, el concepto de humanidad se define ahora como incluyente
de las diferencias individuales. En la actualidad resulta cada vez más aceptada
o en su defecto menos escandalosa, la posibilidad de una concepción y disfrute
de una sexualidad polimorfa que coexiste con las tradiciones discursivas de
control, mientras se introducen en la sociedad formas inteligibles para quienes
son ajenos a esta perspectiva. Es así que esta concepción lleva a comprender
que “una vez que la sexualidad ha llegado a ser un componente ‘integral’ de las
relaciones sociales (…) la heterosexualidad y su conformación del poder como
la heteronormatividad y por extensión la dominación masculina ya no es un
modelo para juzgarla” (Giddens, 2000, p. 47).

No obstante, esto no implica el fin de las luchas por el respeto a la diferencia


en las prácticas sexuales, pues siendo posible reconocer transformaciones del
discurso político que permean las esferas científicas, algunas esferas sociales aún
evidencian resistencias contra cualquier tipo de práctica sexual distinta en la que
se articule y refuerce el modelo de poder heteronormativo.3 Este estudio de los
intercambistas sexuales implica considerar las distintas formas de resistencias y
rechazo moral a las que la inmensa mayoría de sus practicantes acuden optando
por el anonimato, pues sólo así se puede abordar el isp como acto social, es decir,
articulado a dimensiones sociopolíticas que se evidencian en las luchas que
como cualquier práctica sexual distinta a la heteronormativa, sus practicantes

2. El término perversión proviene del latín perversio, “este apareció en el año 1308. En cuanto al
adjetivo perverso, se halla atestiguado en 1190 y deriva de perversitas y de perversus, participio
pasado de pervertere: volver del revés, volcar, invertir, pero también erosionar, desordenar,
cometer extravagancias” (Roudinesco, 2009, p. 11). En este punto se entiende la perversión
como toda forma de sexualidad que no coincide con la heteronormatividad y por lo tanto
subvierte el orden establecido por ésta.
3. El 11 de febrero de 2004 apareció un artículo en la edición número 48 de la revista colom-
biana Soho (pp. 40 – 60) en el cual se expuso la práctica del swinging en bares swinger de la
ciudad de Bogotá. El artículo realiza una detallada descripción del ambiente, sus normas de
funcionamiento y el testimonio de varios swingers acerca de los cambios que su vida había
tenido, especialmente la relativización de la fidelidad y el sexo grupal, esta información será
detallada en la página 39.

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Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

deben librar con “resistencias” quizás tan profundas como las que continúan
obstruyendo el acceso a la igualdad económica y social” (Giddens, 2000, p. 41).

Esta investigación pretende develar y analizar un estilo de pareja que, al separarse


del modelo dominante, se convierte en resistente, y por ende, rechazado por
un alto porcentaje de la población heteronormativada e incluso por la misma
comunidad lgtb4, lo cual se entiende en relación con su lucha actual por el
reconocimiento social de su opción de formar familias, lo que los ha llevado a
preferir tomar distancia de este estilo de pareja (Roudinesco, 2005).

Se trata de una investigación que busca evidenciar las interacciones que el isp
diagrama con el poder social, con el ánimo de discutir el conjunto de aspectos
sociales que describen y explican este tipo de relación de pareja y las prácticas
sexuales que los caracterizan desde una mirada sociológica.

Como lo plantea Foucault, citado por Giddens (2000), se ha dado el paso de


lo privado al dominio de lo público, ya que el origen de la sexualidad (como
campo de saber) se articula al “poder disciplinar”, un poder que delimita, pero
sobre todo se moviliza a través de las diferentes tecnologías foucaultianas. En
este sentido, Giddens (2000) afirma:

“‘La sexualidad’ no debe ser entendida sólo como un impulso que las fuerzas
sociales deben controlar. Más bien es un ‘punto de referencia especialmente
denso para las relaciones de poder’, algo que puede ser utilizado como un
foco de control social a través de la genuina energía que, infundida con el
poder, genera éste” (p. 28).

La resistencia paulatina de algunos sectores frente al dominio heteronorma-


tivo genera lo que Giddens denomina “cambios en la intimidad de la pareja”,
fundamentalmente en el reposicionamiento de sus miembros o la negociación
transaccional entre iguales. Se trata de una democratización del dominio in-
terpersonal el cual se puede extrapolar al dominio público. Lo que en términos
de Foucault significa que “el hombre no es el representante del Estado para la
mujer. Para que el Estado funcione como funciona es necesario que haya del
hombre a la mujer (…) relaciones de dominación bien específicas que tienen
su configuración propia y su relativa autonomía” (1979, p. 157).

4. LGBT son las siglas que designan colectivamente a lesbianas, los gays, los bisexuales y las


personas transgénero.

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El swinger: entre el placer y el afecto

De esta manera, una sociología sexual de los intercambistas evidencia la lucha


por la restitución del placer que ha sido segado por lo heteronormativo, hecho
que resulta imposible notar sin vislumbrar la lucha por la restitución del placer
femenino en la intimidad y en lo público, del reconocimiento de su condición
de género, aún desde las mismas mujeres. Este estudio del isp se articula con la
trasformación social de la mujer, se ubica entonces desde la puesta en escena
de cambios sociales que evidencian la relación biunívoca entre lo privado y
lo público, pues “la transformación de la intimidad puede tener una influen-
cia subversiva sobre las instituciones modernas consideradas como un todo”
(Giddens, 2000, p. 13).

Esto se presenta como una fractura al monolito androcéntrico y su diagramación


de lo social, un reconocimiento de la divergencia, una “esfera social, en la que
la realización emocional sustituye a la meta del crecimiento económico, sería
muy diferente de lo que hemos conocido hasta el presente. Los cambios que
afectan ahora a la sexualidad son revolucionarios, no en la superficie sino a
profundidad” (Giddens, 2000, p. 14).

Los intercambistas
Los cambios en la dinámica de la intimidad que el isp trae consigo se materiali-
zan en la reunión de parejas en locales comerciales o residencias, en las que se
acepta que cada asistente pueda tener sexo con una o más personas. Aunque
hombres y mujeres solteras toman parte de estos encuentros, el intercambio es
una actividad primordialmente de parejas. Es importante anotar que el espacio
social comercial de esta práctica ha generado una modalidad de consumo en la
que un gran número de clientes simulan o pagan para mostrarse como parejas
estables y así poder acceder a los establecimientos. Para efectos de esta inves-
tigación, el abordaje y descripción que se hizo de los espacios y las prácticas no
permitió identificar y diferenciar esta variedad en los intercambistas. Sin embargo,
en lo que concierne a las encuestas y entrevistas se delimitó la población objeto
a las parejas intercambistas con vínculos afectivos estables.

A toda luz se trata de la subversión de la tradición monogámica, replanteando


el condicionante de la exclusividad sexual recíproca para la conformación y
mantenimiento de la pareja, lo cual pone en evidencia cambios en las lógicas
del compromiso erótico-afectivo y en consecuencia en la distribución del poder
en la intimidad (Kaufmann, 2002). Estos cambios de poder implican replantear
baluartes naturalizados de la tradición heteronormativa como la primacía de la
sexualidad coitocéntrica y el menosprecio de la sexualidad clitorídea.

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Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

Esta investigación no desconoce que aunque la sexualidad “puede aparecer como


matriz original a partir de la cual se engendran todas las formas de unión de dos
principios opuestos (…) está pensada en función del principio de la primacía
de la masculinidad” (Bourdieu, 2000, p. 31); es decir, el lugar de lo femenino
extralimita la práctica sexual para inscribirse en dimensiones simbólicas más
complejas, las cuales son obviadas por la mirada y prácticas androcéntricas.

Gran parte de este reposicionamiento de lo femenino en la pareja, se remonta


históricamente a la aparición del amor romántico y su presuposición de una
naturaleza de los lazos emocionales capaz de proyectarse en el tiempo, como
lo afirma Giddens: “es el amor romántico el precursor de la relación pura”5, el
cual amalgamaría la sexualidad bajo el poder de la devoción a la pareja como
vía de conocimiento, en donde los afectos y los lazos son lo sublime del amor,
predominando sobre el ardor sexual. En términos de Giddens en la relación
romántica “el amor rompe con la sexualidad a la vez que la incluye” (Giddens,
2000, p. 46). La histórica difusión del amor romántico le dio al lazo marital un
significado que trascendió el parentesco y le asignó esa condición de empresa
emocional conjunta, en donde esposo y esposa se unían para llevar adelante su
matrimonio” (Giddens, 2000, p. 34).

Por otra parte, con la llegada de la contracepción en la modernidad, también


aparece la separación del ciclo protagonizado por la mujer entre sexo –embarazo–
parto; lo que permite comprender que “la sexualidad (como campo de estudio)
surgió como una parte de la diferenciación progresiva del sexo, respecto de las
exigencias de reproducción” (Giddens, 2000, p. 35). Hoy esta ruptura se hace
más visible con el desarrollo tecnológico, pues no sólo es posible para la mujer
practicar el sexo sin embarazo (anticoncepción) sino, y de ahí lo novedoso, el
embarazo sin practicar el sexo (in vitro) (Roudinesco, 2005).

Estos cambios transforman la pareja, el matrimonio y los roles de género, aspec-


tos concomitantes que se abordarán en este estudio del intercambio sexual de
pareja, bien sea como su explicación social, o como marcos explicativos de lo

5. Giddens acuña el término “relación pura” bajo dos características fundantes: una pareja que
aspira a la simetría reorganizando las relaciones de poder, y por otra parte una relación de
pareja donde la posibilidad de disolución es una condición que no se niega sino que se articula
a la conformación del compromiso. En este sentido, el compromiso y cualquier condición
de perdurabilidad de la misma son frágiles, lo que lleva a que cualquier proyección en el
tiempo repose sobre la capacidad de cada miembro de la pareja de negociar y mantener los
acuerdos idóneos para este fin.

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El swinger: entre el placer y el afecto

que en este estilo de pareja ocurre con cada practicante, pues no es una expe-
riencia homogénea para todos, ya que las mujeres y los hombres se localizan en
un campo experiencial íntimamente relacionado en condiciones socio históricas
distintas. Es decir, en términos weberianos, el isp se aborda como acción social
y por ende tiene un sentido subjetivo para los agentes que la llevan a cabo si la
orientan hacia un otro.

Por tal motivo, es fundamental aproximarse al isp comprendiendo que las expe-
riencias de cada pareja y persona, aunque se inscriben en una lógica histórica, no
son semejantes, es decir, la sensación de homogeneización histórica planteada
por Giddens, se disipa con la articulación de lo desarrollado por Pierre Bourdieu,
ya que existen diferencias que no se pueden obviar en la medida que los inter-
cambios de pareja como acciones sociales están afectadas por predisposiciones
que Bourdieu (1988) denominó habitus. Estas predisposiciones cognitivas y
afectivas son constitutivas de la persona en virtud de su pertenencia a un es-
trato o grupo social. El habitus es característico del grupo y todos sus miembros
poseen ese conjunto estructurado de predisposiciones.

Es así como los intercambistas, en relación con su grupo de pertenencia social,


poseen un habitus característico, lo que en el desarrollo social de Bourdieu no
es más que una relación estrecha con las clases sociales; es decir, la experien-
cia intercambista está atravesada de acuerdo con la estratificación social de la
colectividad. En consecuencia, la exploración del isp será abordado como una
nueva forma de negociación en la pareja. En este sentido resulta necesaria una
caracterización sociodemográficas de sus practicantes y su respectiva ubicación
dentro del espacio social, además de la descripción de los lugares de encuentro
y sus prácticas de intercambio sexual.

No se puede obviar que para algunos grupos feministas, el isp es una forma sutil
de violencia simbólica y real en la que las mujeres son intercambiadas entre los
hombres. Gran parte de esta postura reposa en la posición anónima o de some-
timiento asumida por algunas intercambistas, la cual puede ser comprendida en
conjunción con la sociedad androcéntrica y de doble moral, una sociedad en
la que la mujer no puede manifestar abiertamente su placer en las tradicionales
relaciones heterosexuales, ni tampoco como intercambista. En contraste, la rela-
ción pura implica una ruptura con los cánones del amor romántico androcéntrico
al plantear una relación en condiciones de relativa igualdad. O sea, el reposi-
cionamiento de la mujer replantea el proyecto de pareja, el cual históricamente
se identifica como una doble moral de favorecimiento masculino.

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Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

En términos de Giddens, se trata del camino hacia el amor confluente que:

“Se desarrolla como un ideal en una sociedad en la que casi cada uno tiene
la posibilidad de quedar sexualmente satisfecho y presupone la desaparición
del cisma entre mujeres ´respetables’ y las que de alguna forma quedan
fuera del ámbito de la vida social ortodoxa. A la inversa del amor román-
tico, el amor confluente no es necesariamente monógamo, en el sentido de
exclusividad sexual. Lo que la pura relación implica es la aceptación –por
parte de cada miembro de la pareja hasta nuevo aviso– de que cada uno
obtiene suficientes beneficios de la relación como para que merezca la pena
continuarla” (2000, p. 63).

Es posible señalar hasta este momento que las diferentes formas de resistencia a
la tradición sexual heteronormativa se articulan en algunos aspectos. En lo que
respecta al isp se le puede considerar una forma de pareja que intenta distanciarse
y plantear otras alternativas frente a la tradición sexual. En cercania pero no
igual, con las propuestas lgtb, los discursos queer, las prácticas sadomasoquistas,
y de forma muy particular con algunos discursos feministas. Siendo esta doble
condición lo que insta a indagar por la realización de los valores de igualdad
de género sin que esto se entienda como una emancipación absoluta de las
mujeres como lo plantean los discursos de algunos especialistas en el tema, ni
como una dominación masculina total,según lo planteado por algunos teorías
feministas. Se procura corroborar si las propuestas mediáticas de igualdad de
género asociadas al isp tienen un correlato empírico.

Retomando lo anterior, es posible descubrir un panorama contemporáneo para


la aparición del intercambismo sexual de pareja: en primer lugar, se trata de
un paisaje social en el que, gracias a procesos históricos, algunas mujeres han
puesto en remojo las denominaciones simbólicas masculinas, configurándose
por fuera del representativo significado de reproductoras. Esto ha implicado
un cambio en su sexualidad exigiendo igualdad afectiva-sexual. La pareja que
otrora fuera constituida para la procreación hoy no se articula necesariamente
alrededor de ésta. Es decir, el isp emerge en condiciones donde históricamente se
han transformado condiciones de género más que de sexo, en donde la ruptura
entre sexo y reproducción deja un intersticio que da cabida a la emergencia de
lo que Giddens define como sexualidad plástica:

“Una sexualidad descentrada, liberada de las necesidades de reproducción.


Tiene sus orígenes en la tendencia, iniciada a finales del siglo xviii, a li-
mitar estrictamente el número familiar; pero se desarrolla posteriormente,

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El swinger: entre el placer y el afecto

como resultado de la difusión de la moderna contracepción y de las nuevas


tecnologías reproductivas. La sexualidad plástica puede ser moldeada con
un rasgo de la personalidad y se une intrínsecamente con la identidad, al
mismo tiempo –en principio– libera la sexualidad de la hegemonía fálica,
del desmedido predominio de la experiencia sexual masculina” (Giddens,
2000, p. 12).

Se trata de la fractura de la relación entre sexo –procreación– matrimonio, de


la paulatina emergencia del sexo sin una necesaria dependencia de relación o
compromiso, y por extensión del sexo como consecuencia incuestionable del
amor.

En este sentido, la propuesta del intercambio resulta a primera vista como una
democratización de lo íntimo, la negociación de la satisfacción sexual, equipa-
rada y respetuosa; es decir, sería la relación pura por excelencia. No obstante,
si bien es creciente la tendencia de igualdad sexual, aún en el contexto local,
esta no es muy notoria. No se puede perder de vista que se trata de que los
dos sexos deben hacer cambios en sus conductas y perspectivas de los antiguos
roles a los nuevos. Ya no se trata del deber, ahora se trata del compromiso y de
la intimidad de la relación entre las prácticas cotidianas y los cambios sociales
más amplios. El intercambio sexual puede ser promovido por sus practicantes de
forma idealista, no obstante, son sus prácticas las que definirán la validez de su
propuesta como “relación pura” en términos de igualdad, o una mera condición
de reproducción de un sistema de poder heteronormativo.

Es por esto que uno de los aspectos a considerar frente a los intercambistas es si sus
prácticas sexuales son evidencia de esta “sexualidad plástica”, del desligamiento
entre sexo y reproducción, dando paso a una sexualidad aislada de lo afectivo,
meramente recreativa, como la plantean los blogs intercambistas.

Los detractores de las prácticas intercambistas asocian este tipo de sexualidad con
el desenfreno, y hallan en este el mismo temor que generó el antecesor del amor
romántico: el amor pasión, que propugnaba la libertad y la procura de placer
sexual, causando rechazo en la estructuración heternormativa del momento:

“En el nivel de las relaciones personales, el amor pasión es especí-ficamente


desorganizador, en un sentido similar al carisma; desarraiga al individuo
de lo mundano y genera un caldo de cultivo de opciones radicales así como
de sacrificios. Por esta causa, enfocado desde el punto de vista del orden
social es peligroso. Resulta muy sorprendente que el amor pasión no haya

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Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

sido reconocido en ningún lugar ni como necesario ni como suficiente para


el matrimonio y en la mayor parte de las culturas ha sido considerado como
subversivo” (Giddens, 2000, p. 44).

Se trataba de una propuesta de amor condenable asociado a la locura, acusado


de no regirse moralmente, amenazante para el ejercicio del poder y su regulación,
y especialmente peligroso para el matrimonio, pues se afirmaba que cualquier
unión sustentada en el amor pasión a diferencia del romántico, no perduraría:
“el amor pasional siempre ha sido liberador, pero sólo en el sentido de generar
una ruptura con la rutina y el deber” (Giddens, 2000, p. 46).

En resumen los planteamientos de los promotores intercambistas lo configuran


como una opción sexual que permite liberarse de parámetros sociales que
desde su perspectiva obedecen a una doble moral, dándole rienda suelta a la
condición lúdica del sexo, dejándose llevar en una entrega a la pareja de turno
como el principio organizador del ritual isp. Aunque no se trata de un amor
dirigido a una persona específica como el amor pasión, sí condensa el principio
pasional que desdibuja las condiciones morales de la sociedad, que cuestiona los
deberes, que a diferencia del amor romántico no prevé un lazo intra-psíquico
de cuestionamientos acerca del ser amado, e inter-psíquico en la medida que
se supone debe haber un sentimiento que una a las dos personas.

Paradójicamente resulta llamativo que esta misma dimensión de lo romántico


se constata en el intercambismo, pues si bien la propuesta contempla la permu-
ta sexual pasional, esta no amenaza el amor de la pareja; es decir, la relación
intercambista como la romántica asocia amor y libertad, dicho de otra forma
libertad y autorrealización.

Es necesario entonces retomar la idea de amor confluente expuesta por Giddens


como referente interpretativo de la tendencia de pareja actual, teniendo en
cuenta que recupera el amor pasión en la medida que, a diferencia del román-
tico, ubica el erotismo en el centro de la relación y problematiza los ideales
tradicionales de mantenimiento en el tiempo, la connotación de carácter único
de la pareja y la posición pasiva de la mujer.

La experiencia individual de la pareja cede espacio a la relación, que como se


anticipó líneas atrás, se fundamenta en dos personas que están en capacidad de
exigirse y darse placer recíprocamente. Aquí lo interesante para esta investiga-
ción, considerando que “la exclusividad sexual tiene aquí un papel en la relación,
en el grado en que los emparejados lo juzguen deseable o esencial” (Giddens,

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El swinger: entre el placer y el afecto

2000, p. 64), es decir, se trata de una tendencia en la que se reunifica un cisma:


el de la mujer respetable y la meretriz del romanticismo, a la vez que se procura
sobrepasar al hombre adusto e inexpresivo del romance por uno con capacidad
de expresar, en tanto que el amor confluente se apoya en una sociedad donde
cada miembro tiene igualdad de compromiso:

“El amor confluente es un amor contingente, activo y por consiguiente,


choca con las expresiones de ‘para siempre’, ‘sólo y único’ que se utilizan
por el complejo del amor romántico. La ‘sociedad de las separaciones y de
los divorcios’ de hoy aparece como un efecto de la emergencia del amor
confluente más que como una causa. El amor más confluente tiene la
posibilidad de convertirse en amor consolidado; cuanto más retrocede el
valor del hallazgo de una ‘persona ideal’, más cuenta la relación especial”
(Giddens, 2000, p. 63).

Una aproximación al intercambio de pareja


desde la sociología
Considerando que el isp como hecho social se distribuye en diferentes formas
de relaciones objetivas, es importante retomar el concepto de campo desde
Bourdieu (1988), pues lo que existe cuando se habla de isp es un entramado
de relaciones interpersonales que configuran un espacio social en donde se
ofrecen alternativas de intercambio que arraigan las relaciones objetivas entre
posiciones diferenciadas, socialmente definidas y en gran medida independientes
de la existencia física de los agentes que las ocupan.

El isp puede considerarse parte de un campo social-sexual6 relativamente au-


tónomo, que circunscribe el desarrollo de los conflictos específicos entre los

6. Martin y Matt en su texto “Theories of sexual stratification: Toward an analytics of the sexual
capital”, plantean como a partir de los diferentes desarrollos de la teoría sociológicade Talcot
Parson y el aporte de Weber aparece toda una reflexión sobre la relación entre sexualidad y
estructura social, pero el aporte fundamental de estos autores es la posibilidad de construir
una categoría dentro de la teoría sociológica recurriendo a la categoría de capital de Pierre
Bourdieu. Los autores sostienen que la sexualidad en la contemporaneidad se construyen
como un campo. Un campo es un espacio social donde domina un tipo de capital, cuando
hablamos del campo económico hablamos del espacio social que existe en el Estado de bienes
y servicios, cuando hablamos del capital cultural nos referimos al espacio social en donde los
diferentes accesos a gustos conforman recursos diferentes. Lo que sostienen estos autores es
que en las sociedades contemporáneas la sexualidad después de la Segunda Guerra Mundial

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Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

intercambistas involucrados en una búsqueda por obtener mayor beneficio e


imponer como legítimo aquello que los define como grupo. La posición que los
intercambistas ocupan en este campo social depende del tipo y la legitimidad
del capital y del habitus que han adquirido a lo largo de su trayectoria y de la
manera que varían con el tiempo. De ahí que para este capítulo los conceptos
de campo, espacio social, capital y habitus sean conceptos para abordar.

Se entiende por habitus los “sistemas de disposiciones duraderas y transferibles,


estructuras predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir,
como principios generadores y organizadores, de prácticas y de representaciones
que pueden ser objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propósito
consciente de ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias
para alcanzarlos, objetivamente ‘reguladas’ y ‘regulares’ sin ser para nada el
producto de la obediencia a determinadas reglas y por todo ello, colectivamente
orquestadas sin ser el producto de la acción organizadora de un director de
orquesta” (Bourdieu, 2007, p. 86). El habitus permite una lectura de los indi-
viduos sin desvincularlos de las condiciones socioculturales que constituyen el
campo, permitiendo que ésta descripción de los intercambistas se logre dentro
del marco de referencia de las condiciones sociales y culturales colombianas.
Es preponderante comprender que a través de un proceso de internalización
de las estructuras sociales es que se hace posible pensar en el habitus, y en
consecuencia en la forma que opera, decide, configura el cuerpo y los procesos
mentales de los individuos.

Ahora bien, si el habitus configura las condiciones constitutivas del individuo,


es el capital aquello que pone en evidencia los tipos de relaciones sociales a
partir de sus intercambios. “El concepto de capital añade la idea de que en la
práctica cotidiana de las personas, los intercambios sociales no son nunca des-
interesados” (Tenorio Tovar, s.f; p. 3), mas no por esto son siempre mercantiles.
Bourdieu analiza todos los intercambios sociales valiéndose de conceptos como
capital económico “directa e inmediatamente convertible en dinero y resulta

se va a configurar más como un campo autónomo, –Bourdieu nos muestra la posibilidad de la


autonomía de los campos– en ese sentido podemos decir que hay un espacio social donde los
cuerpos, el componente erótico es lo que define ese espacio social, la existencia de un campo
implica a la vez un capital o sea el campo del dominio de lo sexual plantea la exigencia de
unos capitales sexuales o una teoría de un capital sexual. Se entiende por capital sexual: la
apropiación de un espacio social de un poder erótico que es negociable en el campo y esta
incorporado en los cuerpos, pero no opera con las misma lógica del mercado que se da en
lo otros capitales (Martin y Matt, 2006: 128).

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El swinger: entre el placer y el afecto

especialmente indicado para la institucionalización en forma de derechos de


propiedad” (Bourdieu, 2001, p. 135). Asimismo, está el capital cultural, de tras-
misión familiar, hereditario y social, a saber: se trata de un capital en relación
con un grupo, una clase o una sociedad determinada.

El capital no se reduce a la educación formal escolar, pues abarca en gran parte


los aprendizajes informales que desde la infancia se reciben en los contextos de
crianza familiares. Finalmente Bourdieu considera el capital social como recursos
potenciales basados en la pertenencia a un grupo, es decir la “posesión de una
red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y
reconocimiento mutuos” (Bourdieu, 2001, p. 148). En el caso muy particular
del capital social resultan determinantes los procesos de institucionalización
social mediante ritos; basta con observar los matrimonios como actos de unión
de dos familias que tienden a ser casi siempre actos colectivos.

Ahora bien, algunos autores como Gil (2009) han continuado un desarrollo
de los postulados de Bourdieu planteando que existe la posibilidad de una
conceptualización de otros tipos de capital, para este caso una derivación del
capital social que se denomina el capital sexual, el cual“implica tanto capital
físico (carnalidad, tecnología, performances) como capital simbólico (crédito,
prestigio, influencia, autoridad)” (Gil, 2009, p. 107).

El capital es un bien (valor de uso) que sirve para producir otros bienes (Gil,
2009). En este sentido el capital sexual no se agota en sus utilidades inmediatas
como lo son el placer, el orgasmo y la satisfacción libidinal, toda vez que produce
una serie de efectos deseados y subproductos imprevistos, entre los que destacan
la estrategia matrimonial (emparejamiento), la movilidad ascendente, la filia-
ción progenitora, el éxito personal y el capital social. Distintos son los aspectos
asociados a la producción, apropiación, control y uso del capital sexual, pues
aún hoy están distribuidos de forma inequitativa en función del género, edad,
clase social y grupo racial.

Para Gil Calvo, el capital sexual es “la capacidad potencial de establecer com-
promisos incondicionales fundados en la vinculación corporal (psicosomática).
En su sentido más restringido, el capital sexual se refiere a la oferta y la deman-
da de relaciones sexuales cualquiera que sea su duración esperable, desde la
masturbación específicamente y los servicios de pornografía y prostitución al
emparejamiento vitalicio. Pero en un sentido amplio, el capital sexual se refiere
a la doble capacidad de seducir y de desear (de convencer y de ambicionar) que
incorporan inherentemente los seres humanos” (Gil, 2009, p. 114).

32
Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

Desde esta óptica, el intercambio de capitales, entre ellos el sexual, hace inte-
ligible la manera en que las personas se encuentran mutuamente atraidas, se
enamoran, forman una relación de pareja y optan por el intercambio sexual. Es
decir, estos procesos son un acoplamiento de los habitus que rigen los parámetros
de valoración de los capitales y su incidencia en cada pareja. Es por medio de
la compatibilidad de los habitus que se asegura la incorporación de las disposi-
ciones sociales, la generación de prácticas y de pautas de acción similares que
derivan en la capacidad para reconocer al otro como potencialmente atractivo
para entablar una relación con él, si el juego de capitales, entre los cuales el
sexual tiene un papel importante en la relación entre la pareja desemboca en
una vida afectiva relativamente continua y estable.

El efecto de las configuraciones del habitus en las personas termina por diagra-
mar dentro de un mismo espacio social un “conjunto de posiciones distintas y
coexistentes, exteriores las unas de las otras, definidas las unas en relación con
las otras, por relaciones de proximidad, de vecindad o de alejamiento y también
por relaciones de orden como debajo, encima y entre” (Bourdieu, 2007, p. 30).
Dentro de este espacio son las condiciones de proxemia las que incrementan o
disminuyen las posibilidades para que las personas se conozcan y se relacionen,
es muy posible que los individuos que no pertenecen al mismo espacio social
aminoren sus posibilidades de conocerse.

Es claro que los resultados obtenidos dan cuenta de esta condición de interacción
espacial, no sólo en los establecimientos o domicilios donde se llevan a cabo los
intercambios (idea que se desarrollará más adelante) sino también en un espacio
que en lo contemporáneo genera una masificación de las opciones de interacción
como lo es la internet a través de blogs, chats, correos y websites de clubes de
intercambio, los cuales fueron identificados como espacios de encuentro por
excelencia. La inmensa mayoría de neófitos han comenzado su acercamiento al
mundo del isp a través de este medio, puesto que garantiza anonimato, control
en la transformación de la identidad y control de la aceptación de las ofertas.
Es por esto que se decide abordar la población intercambista en la internet, pues
en definitiva es su medio de contacto más común.

Tanto en los espacios no virtuales como virtuales es posible apreciar cómo los
habitus organizan las prácticas y percepciones, las cuales terminan convirtiéndose
en “estilos de vida” particulares, lo que los constituye en habitus de clase que
corresponden a cierto consumo cultural de bienes y prácticas, en el espacio vir-
tual y social los capitales, bienes y disposiciones se distribuyen entre los agentes
por medio de sus habitus, que los seleccionan y clasifican.

33
El swinger: entre el placer y el afecto

Ahora bien, entre todos los capitales disponibles en los espacios de intercambio
de pareja, sólo algunos son funcionales o deseables para las parejas dependiendo
de su habitus, clase y espacio social. Resulta entonces claro que para efectos de
esta investigación se considera la elección e intercambio de pareja un proceso
posible de racionalizar toda vez que los individuos seleccionan: “Dos personas
no pueden darse mejor prueba de la afinidad de sus gustos que el gusto que
tienen la una por la otra, (…) el amor es así una manera de amar en otro el
propio destino y de sentirse amado en el propio destino” (Bourdieu, 2003, p.
240). Mediante los resultados de la encuesta y las entrevistas esto se pudo co-
rroborar; las parejas intercambian capitales similares y se encuentran próximas
en el espacio social, es decir, las parejas están conformadas por personas de la
misma clase, posición similar en el espacio social y habitus.

En términos de Bourdieu (2003), la importancia radica en que compartan el


interés o el desinterés por situaciones afines y no en que el tipo de consumo
cultural sea idéntico. No es tan importante ver el mismo programa de televisión
o escuchar los mismos grupos musicales, basta con tener interés por la música
o por la televisión. Aquello que resulta decisivo no es el intercambio con un
mismo tipo de disfrute, sino que ambos individuos estén dispuestos a transgredir
los límites de la sexualidad conservadora de pareja hacia los intercambios.

Se trata entonces de parejas que han sido permeadas por otras lógicas amorosas
de tal manera que al margen del aspecto generacional transforman la valoración
del intercambio de capitales y tal como lo plantea Bejin (1987) “se conceden
mutuas libertades: toleran algunas infidelidades pasajeras o se entregan a formas
fuertemente ritualizadas de infidelidad dentro de la fidelidad, como los son los
intercambios de pareja” (p. 227).

Lo desarrollado por Bourdieu complementado por los aportes de Giddens, per-


mite plantear el intercambio de pareja como una manifestación de los cambios
que ha traído la “modernidad tardía” en la conformación de la pareja, la cual
se configura dentro de la radicalización de los procesos modernos como la in-
dustrialización, el desarrollo del capitalismo y la formación del Estado nación,
así como en un alto dinamismo, la separación tiempo-espacio, los cambios de
las instituciones, la reflexividad, la influencia en la vida cotidiana de sistemas
expertos y de señales simbólicas.

Es así que en este momento histórico se genera lo que Giddens define como la
reflexividad de los agentes; es decir, en la modernidad tardía los agentes se ven
obligados a tomar un gran número de decisiones, ejerciendo su reflexividad en

34
Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

una “compleja diversidad de opciones y posibilidades” en donde la confianza


(trust) y el riesgo “son de esencial aplicación en circunstancias de incertidumbre
y elección múltiple” (Giddens, 1998, p. 11). La modernidad es una época en la
que las relaciones sociales se desarrollan en ámbitos de oportunidad, riesgo y
una consecuente búsqueda de confianza, produciendo paradójicamente opor-
tunidades de intimidad y expresión del yo que no existían en otro momento
histórico, pero al mismo tiempo trayendo consigo consecuencias arriesgadas y
peligrosas (Giddens, 1998, p. 26).

El riesgo como concepto central en la modernidad, en contraste con las socieda-


des tradicionales en donde el destino tenía mucho peso, supone el conocimiento
de que “ningún aspecto de nuestras actividades se atiene a una dirección deter-
minada y que todos son susceptibles de verse afectados por sucesos contingentes.
La noción de “sociedad de riesgo” de Ulrich Beck se refiere a algo más que al
hecho de que la vida social moderna introduce nuevas formas de peligro que
debe afrontar la humanidad. Vivir en la sociedad del riesgo significa vivir con una
actitud de cálculo hacia nuestras posibilidades de acción, tanto favorables como
desfavorables, con las que nos enfrentamos de continuo en nuestra existencia
social contemporánea individual y colectivamente” (Giddens, 2000, p. 44).

La aproximación a los espacios de intercambio da cuenta de esta condición de


riesgo continuo que altera a la fidelidad sexual y asumir la subversión del orden
tradicional como nuevo pilar de sostenimiento de la relación de pareja, por
lo que es en sí misma una actitud arriesgada. No obstante, la racionalización
encuentra a través de los rituales asociados al intercambio una forma de evitar
la fractura afectiva de la pareja en medio de diferentes niveles de práctica.
No se puede negar que optar por el intercambio evidencia un proceso de la
negociación mutua de un estilo de vida como consecuencia de la construcción
reflexiva de cada yo.

La identidad del yo ya no es compatible con definiciones de agrupación de


rasgos distintivos, o colección de rasgos poseídos por el individuo. La reflexi-
vidad implica un yo referenciado reflexivamente por la persona en función de
su biografía. “Aquí identidad supone continuidad en el tiempo y en el espacio:
pero la identidad del yo es esa continuidad interpretada reflexivamente por el
agente” (Giddens, 1998, p. 72). La identidad de una persona se ha de encontrar
en la capacidad para hacer una crónica particular de su vida cuyo contenido
varía social y culturalmente.

35
El swinger: entre el placer y el afecto

Es así como se hace comprensible, porque para la mayoría de intercambistas es


posible disfrutar de sus experiencias ya que se encuentran rodeados de otros,
que como ellos, comparten este estilo de pareja y están reunidos dentro de es-
tablecimientos destinados para esto. En contraste, en los contextos familiares
y laborales optan por el silencio, en parte como condición de protección de la
intolerancia de otras personas, pero también como efecto de la posibilidad de
poder afrontar múltiples opciones de “ser” sin que esto represente una pato-
logía, por el contrario representa una condición de auto-referencia en la que
la posibilidad de interpretarse en relación con su historia de vida, les permite
oscilar también en los espacios sin entrar en conflictos psicológicos.

El peso que la modernidad comporta para el individuo es un mayor número de


decisiones sobre su vida y su futuro, que son independientes de ritos, de rela-
ciones de parentesco, o de agentes externos a su mismidad. Esta pluralidad de
elección se extiende a las relaciones con los otros y a la transformación de la
intimidad. Una de las principales características de la sexualidad, la amistad y el
amor es que los compañeros y compañeras se eligen entre diversas posibilidades.

En conclusión, los referentes teóricos de Bourdieu permiten identificar cómo


los factores estructurales incorporados al habitus deciden en gran parte el inicio
y mantenimiento de las relaciones de las parejas intercambistas. Su enfoque
permite saber de qué manera se reproducen las relaciones sociales, pero no
de qué manera se transforman. Giddens, en su apuesta por la distinción entre
modernidades, propone como tema central la reflexividad en las relaciones
interpersonales y la democratización de las mismas. Asimismo, profundiza en
la construcción de relaciones de pareja que ahora incorporan la satisfacción
sexual mutua, la negociación de las tareas, las responsabilidades y las decisiones
en todos los rubros de la relación. No obstante, Giddens homogeniza a todas
las parejas modernas en un mismo modelo, lo que conlleva el riesgo de idealizar
los comportamientos sexuales contemporáneos. Por ello se hace necesario el
uso de ambas teorías con el objeto de describir los datos obtenidos en ambos
contextos: el de las dinámicas de los intercambios sociales de los individuos en
diferentes momentos históricos.

Las prácticas swinger una intensificación del placer


Es significativo el aporte que puede hacerse para el isp desde la teorización
filosófico e histórica (arqueológica) que Michel Foucault configuró alrededor
de la sexualidad. Su posicionamiento refractario a la tradición clásica lo llevó

36
Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

a asumir posturas de mayor profundidad cultural, alejándose de los supuestos


epistemológicos convencionales de las ciencias sociales y atreviéndose a otras
miradas disidentes. Uno de los aspectos que se retoman en este trabajo es lo
relacionado con su discusión constante con el psicoanálisis freudiano, y de
algunos postfreudianos, frente al deseo, discusión sustentada en la insistente
diferenciación foucaultiana entre deseo y placer.

Ya se ha aludido en líneas anteriores la importancia del disfrute, la desinhibición y


la posibilidad de subvertir las normas en el isp, ya que cada actividad relacionada
con esta práctica sexual conlleva una serie de circunstancias que exceden al
simple desacato de las tradiciones heterosexuales y monogámicas para ingresar
en dimensiones del placer, que aunque relacionadas con lo sexual, lo rebasan
porque aluden a otros órdenes que no necesariamente son inherentes al acto
sexual. Para Foucault el placer no se reduce a la disminución de la tensión
freudiana, sino a algo que rebasa la simple búsqueda de la homeostasis. Se trata
incluso de la contemplación de estados intensos de satisfacción que lejos de
buscar el equilibrio o la tranquilidad, se acercan a situaciones potencialmente
dañinas pero satisfactorias para quienes las experimentan, como el disfrute de
una relación sadomasoquista.

En este sentido el isp como práctica se sustenta en el desacato y su efecto sub-


versivo del orden naturalizado de lo sexual, la pareja, el amor y todos los frag-
mentos institucionalizantes que se han construido como basamento de la familia.
Precisar cuáles son los aspectos subvertidos conllevará a una mejor comprensión
del isp a la luz de lo foucaultiano, pues justamente son estos elementos los que
resultarán fundantes para la acentuación del placer en la actividad intercambista.

Preguntarse cuál es el fundamento del swinging no alude a lo formal, alude a los


aspectos foucaultianos, al contenido o significación de los intercambios en rela-
ción con el orden social naturalizado, el interrogante pretende la identificación
del aspecto del swinging que sea insustituible, y que de afectarse desmoronaría la
práctica. Tal como se ha expuesto a lo largo del trabajo son muchas las prácticas
que identifican y diferencian el isp, pero ninguna como: atestiguar a la pareja
teniendo placer sexual con un tercero sin que esto genere ruptura de la relación
afectiva, de hecho para algunos la afianza.

En términos concretos esta condición decisiva del swinging se fundamenta en


una tensión, tensión que en sí misma es la contestación al orden tradicional, a
la universalización de las normas sexuales y por ende de la pareja convencional,
la familia, etc. La pareja que practica el isp que se juega en la tensión de pre-

37
El swinger: entre el placer y el afecto

senciar a su pareja traicionándolo sin que esto llegue a ser tan decisivo como
para poner fin a la relación, es decir, la pareja intercambista ha transformado
algunos aspectos de la fidelidad sexual, especialmente los relacionados con la
pertenencia del cuerpo como cimiento de la unión de pareja, ha transformado
la mirada de ver y ser visto por su pareja teniendo sexo con terceros,ya no es
considerado traición, no debe implicar sufrimiento, no significa desamor; es una
subversión del orden tradicional gracias al acuerdo de la pareja en un contexto
en donde la generalidad está en su contra. El éxito de toda traición reside en
no ser descubierta, por lo tanto, la sociedad occidental se ha caracterizado
especialmente por mujeres que se saben traicionadas pero que a la mirada de
los demás se muestran como si no lo fueran, es decir, la mirada se fundamenta
en des-creer lo que se ve o lo que se sospecha.

Por el contrario, el isp es una confrontación con la tradición, ya que lo que


está frente a los ojos del amante intercambista se cree, no hay intención de
traicionar o engañar, pues se está exponiendo y jugando en medio de la tensión
ver-permanecer; de la permanencia o el abandono del amante: es un placer
relacionado con el reposicionamiento de la verdad. Los amantes intercambistas
no sólo hacen un replanteamiento de la monogamia, se trata de un reposiciona-
miento frente a todas las tradiciones y tecnologías de poder heteronormativas
que producen algunas características de los sujetos actuales: mujeres sexual-
mente inhibidas, insatisfechas y dominadas por lo masculino versus hombres
homofóbicos, falocéntricos, misóginos e infieles.

El replanteamiento de los aspectos disciplinares deriva en lo que se desarrollará


en este trabajo como formas de placer intercambistas: mujeres que dan en mayor
o menor intensidad libertad a su sexualidad clitoridea, polimorfa, distinta y
mucho más intensa que la de la mayoría de sus compañeros, hombres y mujeres
que presencian a sus parejas disfrutar del sexo con otros y otras amantes sin
poner fin a sus relaciones; grupos de hombres que incluyen en su sexualidad
otros más, distanciándose de la homofobia; hombres y mujeres que se atreven
a experiencias homosexuales sin entrar en crisis con su identidad sexual, etc.
Se trata entonces de parejas heterosexuales que han replanteado la verdad de
lo sexual y disfrutan, sienten placer de la libertad que han conquistado en estos
espacios de ruptura. Son estas particularidades las que llevan a una intensifi-
cación del placer en la medida que son contrarias a las identidades históricas.
Ellas son como tal una ruptura, un quiebre.

Como lo explica Allouch (2001), apoyándose en Foucault:

38
Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

“... la fórmula cristiana, por último, pone el acento sobre el deseo intentando
suprimirlo. Los actos deben volverse neutros: el acto tiene como único fin
la procreación o el cumplimiento del deber conyugal. El placer, tanto en la
práctica como en teoría, queda excluido (…) Diría que la fórmula moder-
na es el deseo – subrayado teóricamente y aceptado en la práctica puesto
que debemos liberar nuestro deseo; los actos no son muy importantes, y en
cuanto al placer, nadie sabe lo que es” (p. 204).

Es posible afirmar que justamente el isp es una de las alternativas en las que se
evidencia una reacción frente a una moral cristiana supresora del deseo, sus
prácticas pueden ser vistas como distanciamiento al acallamiento del deseo que
ha sido útil para el sostenimiento de la sociedad, el matrimonio, etc. De ahí que
en la medida que el deseo se libera la ignorancia frente al placer disminuya, no
obstante la posición moral de la sociedad en general frente a estas formas de
placer swinging, son la muestra clara del temor que se experimenta frente a las
formas de placer desconocidas.

Resulta pertinente extrapolar lo afirmado por Foucault citado por Allouch


(2001), acerca de la subcultura sadomasoquista cuando describe las prácticas
intercambistas: “Las personas inventan nuevas posibilidades de placer utilizando
determinadas partes extravagantes de su cuerpo erotizando ese cuerpo. Pienso
que allí tenemos una especie de creación, de empresa creativa, una de cuyas
características principales es lo que yo llamo la desexualización del placer. La
idea de que el placer físico siempre proviene de placer sexual y la idea de que
el placer sexual es la base de todos los placeres posibles, pienso que verdadera-
mente es algo falso” (p. 211).

No obstante, el isp en sí mismo no representa una solución a un problema, o una


respuesta a la insatisfacción de la pareja contemporánea, se trata de una nueva
manera de continuar dentro de la configuración de los placeres en Occidente con
una carga significativa de subversión del orden tradicional, que si bien no resulta
antisocial dentro del campo jurídico-normativo, sí resulta lo suficientemente
desestabilizador para instaurar otras formas de placer y disfrute. Sin embargo,
todo esto dentro de un marco normativo que si bien permite oscilar entre pa-
rejas y entre las normas, no se ubica por fuera ni en contra de lo existente, el
isp se pretende como posibilidad de placer alternativo, de intensificación de lo
placentero en un juego que desajusta y genera nuevas formas de poder y resis-
tencias, trastrocando las situaciones y posiciones de los agentes que participan
en él. Como afirma Foucault (1999) citado por Allouch (2001): “Esa mezcla
de reglas y de apertura tiene como efecto intensificar las relaciones sexuales

39
El swinger: entre el placer y el afecto

introduciendo una novedad, una tensión y una incertidumbre perpetuas, de lo


que está exenta la simple consumación del acto” (p. 208).

La reflexividad en los discursos intercambistas


de los blog: un ideal de hacer pareja
Teniendo en cuenta lo hasta ahora planteado, es posible afirmar que en lo
reflexivo cohabitan lo cognitivo y lo práctico, en donde pensamiento y acción
no son procesos aislados en la cotidianidad de las personas; es decir, se actúa
porque se piensa y es posible pensar gracias a que las acciones suministran datos
para la reflexión, es un actuar-pensar que constituye la capacidad reflexiva del
individuo. Por esto se debe considerar de importancia todo proceso o elemen-
to generador de representaciones en relación con su incidencia en el proceso
reflexivo del individuo, tal como lo hacen los medios de comunicación. En
este sentido, la revisión de la literatura swinger que se ha realizado dista de
una intención propagandística de este estilo de pareja sexual, toda vez que se
inscribe en el reconocimiento de la incidencia de los medios en los procesos de
reflexividad del sujeto contemporáneo.

Es así como se revisan las cinco publicaciones impresas más representativas de


la tradición investigativa swinger anglosajona (Bartel, 1971; Jenks, 1985; Jenks,
1988; Bunk y Van Driel, 1985 y Curtis, 2000) así como veinte websites de los que
se seleccionan diez artículos por su reconocimiento en el medio intercambista.
Lo anterior con la intención de identificar, por una parte, las definiciones que
circulan y se construyen acerca de los intercambistas a través del análisis de la
producción investigativa norteamericana acerca del isp; complementariamente
los blog swinger tienen un valor referencial y reflexivo para todos los que se
interesan por conocer estas prácticas, que inciden de una u otra forma en la
concepción de pareja, amor y sexualidad.

La producción escrita y la generación de saberes acerca de la sexualidad


son elementos referenciales como lo señalan Bejin (1987), Foucault (1984)
y Giddens (1998). Ellos tienen un efecto sobre el yo, permitiéndole auto-
referenciarse reflexivamente. Para esta investigación no sería otra cosa que un
proceso de revisión y redefinición de su biografía, o de los aspectos sexuales
en la misma.

40
Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

Se debe precisar que el swinging7 es aún considerado por la mayor parte de los
grupos de opinión en Colombia y latinoamericana como un tema tabú a pesar
de una abundante difusión virtual.

Como ya se mencionó la divulgación del isp es hoy preeminentemente virtual,


siendo la incidencia de la internet notoria en las interacciones y prácticas sociales
porque construye y difunde representaciones, destacándose la proliferación de
información acerca del mundo swinger publicada en blog, páginas web, redes
sociales, gracias a la cual es posible estructurar en adelante un relato histórico
del swinger desde la perspectiva de sus promotores. Vale la pena aclarar que
este trasegar no se limita a lo anecdótico sino que articula aspectos académicos
en los relatos.

En la década de los 70 del siglo xx surgen en la sociedad estadounidense movi-


mientos intelectuales que reivindicaron las relaciones extramaritales en la pareja
cuestionando la monogamia como condición constitutiva del compromiso de la
misma (Los swingers, s.f.). Aunque esta tendencia resultaba en sí misma trans-
gresora para la moral dominante, pudo encontrar acogida en algunos círculos
intelectuales como lo evidencian los planteamientos de Lake y Hill (1975 citados
en Los swingers s.f.): “no hay duda que la vida de una alta proporción de hombres
y mujeres casados se ha visto enriquecida y ha cobrado sentido gracias a relaciones
sexuales secretas”, así como los de Nena y George O’Neill (1972 citados en Los
swingers s.f.): “la fidelidad sexual es el falso dios de los matrimonios tradicionales”,
reafirmando que era posible comprometerse en una “unión abierta” en la que
la escala de fidelidad permitiera a cada miembro de la pareja compartir, admitir
y realizar sus fantasías sexuales manteniendo relaciones sexuales con otras per-
sonas, las cuales no eran necesariamente conocidas, pero era sobreentendida
su posibilidad en la construcción de este tipo de parejas.

Un grupo de parejas siguió (con algunos cambios) esta tendencia auotodesig-


nándose “swinger”, cuya traducción y definición lingüística proviene tanto del
verbo anglosajón “to swap”, que significa cambiar o intercambiar y del verbo “to
swing” que significa balancearse, oscilar (Los swinger, s.f.).

7. Vale la pena diferenciar que el término swinger o swinging usualmente es asociado al cumpli-
miento de características específicas en el isp, lo cual de entrada sesga o delimita los posibles
resultados de la investigación, de ahí que se optará por la sigla. No obstante, en consideración
de que el término es usado popularmente en las publicaciones, se usará este para la revisión
de los escritos.

41
El swinger: entre el placer y el afecto

Bracamonte8 define como swinger el miembro de la pareja que oscila, que


cambia o se balancea de un lugar a otro; cuyo sinónimo swimming identifica al
matrimonio oscilante con intercambio de parejas limitadas a una minoría que
integran los Swap Clubs, en español Clubes de intercambio. El autor señala que
entre la década del 70 y 80 las parejas swinger se proyectaron hacia la sociedad
con una imagen de libertad: “como los nuevos paladines de una era carente de las
restricciones y represiones de la sociedad tradicional” (Bracamonte, s.f. a).
En este sentido resulta de interés identificar cómo se fundamenta una propuesta
de un aspecto no identitario, a favor del swinging. Es una actividad de parejas
estables con el fin de permitir un proceso de exploración de las fantasías sexuales
de ambos miembros, siendo requisito la construcción de altos niveles de con-
fianza así como el replanteamiento de los prejuicios personales que impidan la
posibilidad del sexo lúdico grupal (Bracamonte s.f. a).
Vale la pena señalar el énfasis que el autor hace en dos condiciones: la estabi-
lidad de la pareja y el carácter lúdico de las prácticas sexuales, conceptos que
se articulan y aclaran mutuamente. Se trata de una estabilidad afectiva que
garantiza la permanencia en pareja, o por lo menos, el no rompimiento a causa
de la actividad swinger:
“En todo este tema debemos tomar algo en cuenta como ley mayor: el swin-
ger es oscilar. Es decir, pasamos fugazmente por la cama de los otros, no nos
quedamos en ella ni buscamos más atención que la genital en ese momento
concreto. Si esto se respeta –y la mayoría de los swinger lo hacemos–, no
hay otras historias que lamentar. Cuando, por el contrario, nos aferramos
a otra pareja o a uno solo o sola en el caso de los tríos, la cuestión comienza
a tener sus riesgos” (Bracamonte, s.f. a).
Siendo así, no se trata de un juego en el sentido inocuo del término, a saber: no
es un simple intercambio de pareja o de una mera exploración de fantasías por
fuera de la disposición heteronormativa, lo lúdico implica acatar reglas precisas
para proteger la unión de las parejas.
Ahora bien, afirmar que se denominan parejas swinger a aquellas que inter-
cambian o integran a su intimidad sexual a otra pareja u otras personas, hace
énfasis en la primacía de la pareja, pues, es a la pareja que se integra un tercero

8. Daniel Bracamonte y su esposa son activistas swinger de gran reconocimiento en Argentina y


países como Chile, Inglaterra y Estados Unidos. Su promoción y defensa de la opción swinger
les ha valido ser reconocidos y valorados por los neófitos y practicantes del isp.

42
Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

con la condición de realizar las fantasías de uno o ambos miembros. Como lo


señalan Bunk y Van Driel (1985), si bien las personas solteras son aceptadas de
forma activa en el swinging, las investigaciones indagan en los matrimonios que
intercambian sus parejas por propósitos sexuales. En palabras de Bracamonte:
“el hecho es que la igualdad de entrega es vital para completar la fantasía vibrante
del swinger: yo lo hago con el ser que tú amas y tú lo haces con el que yo amo”.
Según lo anterior no sólo se reduce el swinger a una actividad sexual sino a un
replanteamiento de la forma de asumirse en la pareja para el hombre y la mujer.

La regulación
La incidencia social del swinging en los Estados Unidos llevó a la creación de la
North American Swing Clubs Association –Nasca– entidad que regula y con-
trola el swinging en los EE.UU. a través de la difusión de diferentes documentos
en los que, sin hacer referencia precisa a resultados investigativos, se definen
distintos aspectos acerca de la práctica del isp. Considerando la naturaleza del
ente que publica estas definiciones en contraste con la ausencia de respaldo
investigativo, es posible comprender cómo los discursos sexológicos al margen
de su validez científica terminan por incidir en los procesos reflexivos sociales
debido a su supuesta verosimilitud.

Es así como la Nasca define el swinging:

“Un encuentro social y sexual con alguien que no es su enamorado, novio


o novia, muy diferente de la tradicional relación de pareja de uno a uno
y donde el objetivo principal es el sexo recreacional. Puede definirse como
sexo social recreativo. La actividad puede ocurrir en una fiesta swinger, en
un encuentro de pareja a pareja o con una tercera persona en un trío. Sin
embargo, que los hombres y mujeres solos y solas también están incluidas,
es principalmente una actividad de parejas” (s.f.).

Su director, Tony Lanzaratta, afirma sin referencia teórica alguna que “ el swin-
ging es un estilo de vida donde no existe la inhibición sexual, donde las parejas son
emocionalmente monógamas pero se interrelacionan sexualmente con otras parejas”
(s.f.)). Los swinger provienen de todos los niveles económicos, profesiones,
razas y nacionalidades; sin embargo, es notoria la presencia de la clase econó-
mica media y superior y de las parejas casadas. Además, “los swingers, casados
y solteros, tienden a ser aventureros, emocionalmente maduros y tienen relaciones
excelentes con sus compañeros y amigos”. Es de importancia resaltar la insistencia

43
El swinger: entre el placer y el afecto

en la descripción del swinging no sólo en el ámbito sexual sino social, aunque


lo sitúa fijado en la clase media.

Hasta lo recorrido, se esboza una condición swinger esencialmente de pareja,


cuyos miembros no conciben la monogamia sexual como exclusividad sexual
mutua, toda vez que están dispuestos a permitirse el uno al otro la satisfacción
de sus fantasías sexuales sin censura alguna, asumiendo una actitud de compli-
cidad de la cual es posible intuir que emerge lo placentero de la lúdica swinger.

Ahora bien, además de los efectos normativos que la Nasca pueda tener, existen
prácticas de control internas en cada pareja tanto en sentido negativo como
positivo. Como lo indica Bracamonte: los swinger, de común acuerdo, renuncian
a la exclusividad sexual, lo cual plantea una resignificación de la pareja y por
ende del amor. Para el autor no hay una relación directa entre los comporta-
mientos posesivos y la perdurabilidad del amor, por el contrario hay mucho de
individualismo: “Podemos gozar con otros sexualmente y amar en exclusividad,
esto es así, podemos aceptarlo o mirar para otro lado. Y si es así, ¿por qué no
dejar que esa capacidad fluya y no mentirnos con la idea de que somos los únicos
que excitamos a nuestra pareja?” (Bracamonte, s.f. e).

Los swinger transforman el miedo en confianza, haciendo que la observación


de la pareja gozando con otros sea una forma de compartir fantasías y placer
mutuo. Y es que para Bracamonte (s.f.) b) el swinging no debe dejar de ser una
actividad sexual, en la que sólo se establece una amistad entre parejas, en donde
a diferencia de los compromisos liberales no se trata de experiencias sexuales
individuales que podrían, en su concepto, deteriorar la unión de pareja.

Se trata, entonces, de una restricción fundamental, para los swinger: “no debe
haber relaciones sexuales con otras personas fuera del juego. Ni tampoco vín-
culos afectivos o emocionales más allá del encuentro sexual. Toda prolongación
del contacto que se produjo en público hacia un ámbito privado es considerada
infidelidad”.

En este sentido, el swinging puede extenderse por muchos años siempre y cuando
permanecer juntos sea aquello que le da sentido:

“Llegar cada noche después de un encuentro y hablar con nuestra pareja


sobre lo vivido, excitarse con los recuerdos, internalizarlos en el lecho, es
abonar la intimidad de la pareja, hacer crecer la convivencia ¿Qué sería
del swinger fuera de la pareja? Nada. ‘Superación’, esa es la palabra que
define ese estado, donde el amor no es afectado por el sexo compartido,

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Los swingers ¿una transformación de la intimidad?

donde la institución ‘pareja’ se preserva sin problemas aunque la cama se


amplíe a algunos visitantes más” (Bracamonte, s.f. d).

A manera de síntesis
La pareja intercambista como referente de reflexividad
El discurso swinging que se difunde a través de la internet por distintos autores
autodenominados swinger, insiste constantemente en que se trata de una activi-
dad de pareja, la cual debe sustentar sus niveles de compromiso en lo afectivo y
no en la exclusividad sexual o monogamia, ya que se renuncia a esta condición
de la pareja tradicional occidental con el convencimiento de que el isp, antes
que promover el detrimento o la ruptura de la pareja, refuerza los lazos afectivos
y eróticos de la misma.

La actividad sexual swinger debe enmarcarse dentro de una condición equitativa


de placer y satisfacción consensuada, la cual debe garantizar goce recíproco
tanto de lo que acontece en el propio cuerpo como en el de la pareja, se trata
de un acuerdo en el que ninguno intercambia de pareja sin el consentimiento
y presencia del otro.

Si bien el swinging incorpora un tercero, es claro que es hacia la pareja que se


dirige el acto de inclusión de ese otro, dándole esa condición de dominio a la
estructura “pareja”, y no un trío sexual espontáneo carente de un sentido de
compromiso afectivo entre dos de sus miembros.

En lo que respecta a la jerarquía de los valores de la pareja swinger, la impor-


tancia de la exclusividad sexual es reubicada con respecto a la otorgada por el
concepto de la pareja tradicional. Para los swinger, la confianza de la pareja se
construye a partir del acuerdo mutuo en el intercambio, es decir, el swinging es
una actividad reducida a la experiencia de diferentes formas de goce sexual,
lo cual la sitúa como una mera experiencia lúdica, recreativa y socializadora.

El swinging está desarticulado de cualquier posibilidad de relación afectiva, no


se trata de un acto sexual que crea compromisos afectivos que se proyectan en
el tiempo, pues de ser así se estaría comprometiendo la unión de la pareja por
tratarse de una experiencia individual que traicionaría el pacto swinger. Para la
pareja swinger es claro que la prolongación del contacto sexual público hacia
un ámbito privado es infidelidad. Es decir, según estos discursos existiría una
supuesta monogamia swinger de naturaleza afectiva.

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El swinger: entre el placer y el afecto

Los swinger abrogan la tradicional postura en la que el amor de pareja se ca-


racteriza por una posesión física del otro, por un dominio de lo corporal de la
pareja, pues para el swinger su propuesta es alternativa a la oculta y engañosa
infidelidad, se trata de un acto de autonomía sexual que legitima el placer y la
fantasía de la pareja en complacencia, se trata en sus términos de una “supera-
ción”, donde se trascienden los modelos de pareja en los que el amor se afecta
por el sexo infiel.

En los discursos swinger, el valor de la posesión monogámica es subvalorado


pues sólo se fundamenta en criterios biológicos, los cuales son desestimados a
la luz de las diferencias sexuales entre hombres y mujeres, pues estas últimas
están en capacidad de sostener múltiples relaciones sexuales.

El análisis de los estudios anglosajones y websites permiten ratificar el carácter


seductor de esta resignificación de la fidelidad sexual, pues entre las razones
más importantes para practicar el swinging está la posibilidad de acceder a una
variedad de parejas y de experiencias sexuales además del placer y la excitación
(Ver anexo 4).

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