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Universidad de
San Buenaventura
seccional cali ISBN 978-958-8436-68-5
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El swinger: entre el placer y el afecto
Desde finales del siglo xix hasta la actualidad los discursos políticos de tono
pluralista han tenido un efecto reflexivo en la sociedad, pudiendo constatarse
que lo que otrora fuera perverso y necesario de diferenciar de un proyecto
civilizatorio racional, hoy se considera propio de una inherente diversidad
humana; es decir, el concepto de humanidad se define ahora como incluyente
de las diferencias individuales. En la actualidad resulta cada vez más aceptada
o en su defecto menos escandalosa, la posibilidad de una concepción y disfrute
de una sexualidad polimorfa que coexiste con las tradiciones discursivas de
control, mientras se introducen en la sociedad formas inteligibles para quienes
son ajenos a esta perspectiva. Es así que esta concepción lleva a comprender
que “una vez que la sexualidad ha llegado a ser un componente ‘integral’ de las
relaciones sociales (…) la heterosexualidad y su conformación del poder como
la heteronormatividad y por extensión la dominación masculina ya no es un
modelo para juzgarla” (Giddens, 2000, p. 47).
2. El término perversión proviene del latín perversio, “este apareció en el año 1308. En cuanto al
adjetivo perverso, se halla atestiguado en 1190 y deriva de perversitas y de perversus, participio
pasado de pervertere: volver del revés, volcar, invertir, pero también erosionar, desordenar,
cometer extravagancias” (Roudinesco, 2009, p. 11). En este punto se entiende la perversión
como toda forma de sexualidad que no coincide con la heteronormatividad y por lo tanto
subvierte el orden establecido por ésta.
3. El 11 de febrero de 2004 apareció un artículo en la edición número 48 de la revista colom-
biana Soho (pp. 40 – 60) en el cual se expuso la práctica del swinging en bares swinger de la
ciudad de Bogotá. El artículo realiza una detallada descripción del ambiente, sus normas de
funcionamiento y el testimonio de varios swingers acerca de los cambios que su vida había
tenido, especialmente la relativización de la fidelidad y el sexo grupal, esta información será
detallada en la página 39.
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deben librar con “resistencias” quizás tan profundas como las que continúan
obstruyendo el acceso a la igualdad económica y social” (Giddens, 2000, p. 41).
Se trata de una investigación que busca evidenciar las interacciones que el isp
diagrama con el poder social, con el ánimo de discutir el conjunto de aspectos
sociales que describen y explican este tipo de relación de pareja y las prácticas
sexuales que los caracterizan desde una mirada sociológica.
“‘La sexualidad’ no debe ser entendida sólo como un impulso que las fuerzas
sociales deben controlar. Más bien es un ‘punto de referencia especialmente
denso para las relaciones de poder’, algo que puede ser utilizado como un
foco de control social a través de la genuina energía que, infundida con el
poder, genera éste” (p. 28).
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El swinger: entre el placer y el afecto
Los intercambistas
Los cambios en la dinámica de la intimidad que el isp trae consigo se materiali-
zan en la reunión de parejas en locales comerciales o residencias, en las que se
acepta que cada asistente pueda tener sexo con una o más personas. Aunque
hombres y mujeres solteras toman parte de estos encuentros, el intercambio es
una actividad primordialmente de parejas. Es importante anotar que el espacio
social comercial de esta práctica ha generado una modalidad de consumo en la
que un gran número de clientes simulan o pagan para mostrarse como parejas
estables y así poder acceder a los establecimientos. Para efectos de esta inves-
tigación, el abordaje y descripción que se hizo de los espacios y las prácticas no
permitió identificar y diferenciar esta variedad en los intercambistas. Sin embargo,
en lo que concierne a las encuestas y entrevistas se delimitó la población objeto
a las parejas intercambistas con vínculos afectivos estables.
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5. Giddens acuña el término “relación pura” bajo dos características fundantes: una pareja que
aspira a la simetría reorganizando las relaciones de poder, y por otra parte una relación de
pareja donde la posibilidad de disolución es una condición que no se niega sino que se articula
a la conformación del compromiso. En este sentido, el compromiso y cualquier condición
de perdurabilidad de la misma son frágiles, lo que lleva a que cualquier proyección en el
tiempo repose sobre la capacidad de cada miembro de la pareja de negociar y mantener los
acuerdos idóneos para este fin.
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que en este estilo de pareja ocurre con cada practicante, pues no es una expe-
riencia homogénea para todos, ya que las mujeres y los hombres se localizan en
un campo experiencial íntimamente relacionado en condiciones socio históricas
distintas. Es decir, en términos weberianos, el isp se aborda como acción social
y por ende tiene un sentido subjetivo para los agentes que la llevan a cabo si la
orientan hacia un otro.
Por tal motivo, es fundamental aproximarse al isp comprendiendo que las expe-
riencias de cada pareja y persona, aunque se inscriben en una lógica histórica, no
son semejantes, es decir, la sensación de homogeneización histórica planteada
por Giddens, se disipa con la articulación de lo desarrollado por Pierre Bourdieu,
ya que existen diferencias que no se pueden obviar en la medida que los inter-
cambios de pareja como acciones sociales están afectadas por predisposiciones
que Bourdieu (1988) denominó habitus. Estas predisposiciones cognitivas y
afectivas son constitutivas de la persona en virtud de su pertenencia a un es-
trato o grupo social. El habitus es característico del grupo y todos sus miembros
poseen ese conjunto estructurado de predisposiciones.
No se puede obviar que para algunos grupos feministas, el isp es una forma sutil
de violencia simbólica y real en la que las mujeres son intercambiadas entre los
hombres. Gran parte de esta postura reposa en la posición anónima o de some-
timiento asumida por algunas intercambistas, la cual puede ser comprendida en
conjunción con la sociedad androcéntrica y de doble moral, una sociedad en
la que la mujer no puede manifestar abiertamente su placer en las tradicionales
relaciones heterosexuales, ni tampoco como intercambista. En contraste, la rela-
ción pura implica una ruptura con los cánones del amor romántico androcéntrico
al plantear una relación en condiciones de relativa igualdad. O sea, el reposi-
cionamiento de la mujer replantea el proyecto de pareja, el cual históricamente
se identifica como una doble moral de favorecimiento masculino.
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“Se desarrolla como un ideal en una sociedad en la que casi cada uno tiene
la posibilidad de quedar sexualmente satisfecho y presupone la desaparición
del cisma entre mujeres ´respetables’ y las que de alguna forma quedan
fuera del ámbito de la vida social ortodoxa. A la inversa del amor román-
tico, el amor confluente no es necesariamente monógamo, en el sentido de
exclusividad sexual. Lo que la pura relación implica es la aceptación –por
parte de cada miembro de la pareja hasta nuevo aviso– de que cada uno
obtiene suficientes beneficios de la relación como para que merezca la pena
continuarla” (2000, p. 63).
Es posible señalar hasta este momento que las diferentes formas de resistencia a
la tradición sexual heteronormativa se articulan en algunos aspectos. En lo que
respecta al isp se le puede considerar una forma de pareja que intenta distanciarse
y plantear otras alternativas frente a la tradición sexual. En cercania pero no
igual, con las propuestas lgtb, los discursos queer, las prácticas sadomasoquistas,
y de forma muy particular con algunos discursos feministas. Siendo esta doble
condición lo que insta a indagar por la realización de los valores de igualdad
de género sin que esto se entienda como una emancipación absoluta de las
mujeres como lo plantean los discursos de algunos especialistas en el tema, ni
como una dominación masculina total,según lo planteado por algunos teorías
feministas. Se procura corroborar si las propuestas mediáticas de igualdad de
género asociadas al isp tienen un correlato empírico.
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En este sentido, la propuesta del intercambio resulta a primera vista como una
democratización de lo íntimo, la negociación de la satisfacción sexual, equipa-
rada y respetuosa; es decir, sería la relación pura por excelencia. No obstante,
si bien es creciente la tendencia de igualdad sexual, aún en el contexto local,
esta no es muy notoria. No se puede perder de vista que se trata de que los
dos sexos deben hacer cambios en sus conductas y perspectivas de los antiguos
roles a los nuevos. Ya no se trata del deber, ahora se trata del compromiso y de
la intimidad de la relación entre las prácticas cotidianas y los cambios sociales
más amplios. El intercambio sexual puede ser promovido por sus practicantes de
forma idealista, no obstante, son sus prácticas las que definirán la validez de su
propuesta como “relación pura” en términos de igualdad, o una mera condición
de reproducción de un sistema de poder heteronormativo.
Es por esto que uno de los aspectos a considerar frente a los intercambistas es si sus
prácticas sexuales son evidencia de esta “sexualidad plástica”, del desligamiento
entre sexo y reproducción, dando paso a una sexualidad aislada de lo afectivo,
meramente recreativa, como la plantean los blogs intercambistas.
Los detractores de las prácticas intercambistas asocian este tipo de sexualidad con
el desenfreno, y hallan en este el mismo temor que generó el antecesor del amor
romántico: el amor pasión, que propugnaba la libertad y la procura de placer
sexual, causando rechazo en la estructuración heternormativa del momento:
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6. Martin y Matt en su texto “Theories of sexual stratification: Toward an analytics of the sexual
capital”, plantean como a partir de los diferentes desarrollos de la teoría sociológicade Talcot
Parson y el aporte de Weber aparece toda una reflexión sobre la relación entre sexualidad y
estructura social, pero el aporte fundamental de estos autores es la posibilidad de construir
una categoría dentro de la teoría sociológica recurriendo a la categoría de capital de Pierre
Bourdieu. Los autores sostienen que la sexualidad en la contemporaneidad se construyen
como un campo. Un campo es un espacio social donde domina un tipo de capital, cuando
hablamos del campo económico hablamos del espacio social que existe en el Estado de bienes
y servicios, cuando hablamos del capital cultural nos referimos al espacio social en donde los
diferentes accesos a gustos conforman recursos diferentes. Lo que sostienen estos autores es
que en las sociedades contemporáneas la sexualidad después de la Segunda Guerra Mundial
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Ahora bien, algunos autores como Gil (2009) han continuado un desarrollo
de los postulados de Bourdieu planteando que existe la posibilidad de una
conceptualización de otros tipos de capital, para este caso una derivación del
capital social que se denomina el capital sexual, el cual“implica tanto capital
físico (carnalidad, tecnología, performances) como capital simbólico (crédito,
prestigio, influencia, autoridad)” (Gil, 2009, p. 107).
El capital es un bien (valor de uso) que sirve para producir otros bienes (Gil,
2009). En este sentido el capital sexual no se agota en sus utilidades inmediatas
como lo son el placer, el orgasmo y la satisfacción libidinal, toda vez que produce
una serie de efectos deseados y subproductos imprevistos, entre los que destacan
la estrategia matrimonial (emparejamiento), la movilidad ascendente, la filia-
ción progenitora, el éxito personal y el capital social. Distintos son los aspectos
asociados a la producción, apropiación, control y uso del capital sexual, pues
aún hoy están distribuidos de forma inequitativa en función del género, edad,
clase social y grupo racial.
Para Gil Calvo, el capital sexual es “la capacidad potencial de establecer com-
promisos incondicionales fundados en la vinculación corporal (psicosomática).
En su sentido más restringido, el capital sexual se refiere a la oferta y la deman-
da de relaciones sexuales cualquiera que sea su duración esperable, desde la
masturbación específicamente y los servicios de pornografía y prostitución al
emparejamiento vitalicio. Pero en un sentido amplio, el capital sexual se refiere
a la doble capacidad de seducir y de desear (de convencer y de ambicionar) que
incorporan inherentemente los seres humanos” (Gil, 2009, p. 114).
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Desde esta óptica, el intercambio de capitales, entre ellos el sexual, hace inte-
ligible la manera en que las personas se encuentran mutuamente atraidas, se
enamoran, forman una relación de pareja y optan por el intercambio sexual. Es
decir, estos procesos son un acoplamiento de los habitus que rigen los parámetros
de valoración de los capitales y su incidencia en cada pareja. Es por medio de
la compatibilidad de los habitus que se asegura la incorporación de las disposi-
ciones sociales, la generación de prácticas y de pautas de acción similares que
derivan en la capacidad para reconocer al otro como potencialmente atractivo
para entablar una relación con él, si el juego de capitales, entre los cuales el
sexual tiene un papel importante en la relación entre la pareja desemboca en
una vida afectiva relativamente continua y estable.
El efecto de las configuraciones del habitus en las personas termina por diagra-
mar dentro de un mismo espacio social un “conjunto de posiciones distintas y
coexistentes, exteriores las unas de las otras, definidas las unas en relación con
las otras, por relaciones de proximidad, de vecindad o de alejamiento y también
por relaciones de orden como debajo, encima y entre” (Bourdieu, 2007, p. 30).
Dentro de este espacio son las condiciones de proxemia las que incrementan o
disminuyen las posibilidades para que las personas se conozcan y se relacionen,
es muy posible que los individuos que no pertenecen al mismo espacio social
aminoren sus posibilidades de conocerse.
Es claro que los resultados obtenidos dan cuenta de esta condición de interacción
espacial, no sólo en los establecimientos o domicilios donde se llevan a cabo los
intercambios (idea que se desarrollará más adelante) sino también en un espacio
que en lo contemporáneo genera una masificación de las opciones de interacción
como lo es la internet a través de blogs, chats, correos y websites de clubes de
intercambio, los cuales fueron identificados como espacios de encuentro por
excelencia. La inmensa mayoría de neófitos han comenzado su acercamiento al
mundo del isp a través de este medio, puesto que garantiza anonimato, control
en la transformación de la identidad y control de la aceptación de las ofertas.
Es por esto que se decide abordar la población intercambista en la internet, pues
en definitiva es su medio de contacto más común.
Tanto en los espacios no virtuales como virtuales es posible apreciar cómo los
habitus organizan las prácticas y percepciones, las cuales terminan convirtiéndose
en “estilos de vida” particulares, lo que los constituye en habitus de clase que
corresponden a cierto consumo cultural de bienes y prácticas, en el espacio vir-
tual y social los capitales, bienes y disposiciones se distribuyen entre los agentes
por medio de sus habitus, que los seleccionan y clasifican.
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Ahora bien, entre todos los capitales disponibles en los espacios de intercambio
de pareja, sólo algunos son funcionales o deseables para las parejas dependiendo
de su habitus, clase y espacio social. Resulta entonces claro que para efectos de
esta investigación se considera la elección e intercambio de pareja un proceso
posible de racionalizar toda vez que los individuos seleccionan: “Dos personas
no pueden darse mejor prueba de la afinidad de sus gustos que el gusto que
tienen la una por la otra, (…) el amor es así una manera de amar en otro el
propio destino y de sentirse amado en el propio destino” (Bourdieu, 2003, p.
240). Mediante los resultados de la encuesta y las entrevistas esto se pudo co-
rroborar; las parejas intercambian capitales similares y se encuentran próximas
en el espacio social, es decir, las parejas están conformadas por personas de la
misma clase, posición similar en el espacio social y habitus.
Se trata entonces de parejas que han sido permeadas por otras lógicas amorosas
de tal manera que al margen del aspecto generacional transforman la valoración
del intercambio de capitales y tal como lo plantea Bejin (1987) “se conceden
mutuas libertades: toleran algunas infidelidades pasajeras o se entregan a formas
fuertemente ritualizadas de infidelidad dentro de la fidelidad, como los son los
intercambios de pareja” (p. 227).
Es así que en este momento histórico se genera lo que Giddens define como la
reflexividad de los agentes; es decir, en la modernidad tardía los agentes se ven
obligados a tomar un gran número de decisiones, ejerciendo su reflexividad en
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senciar a su pareja traicionándolo sin que esto llegue a ser tan decisivo como
para poner fin a la relación, es decir, la pareja intercambista ha transformado
algunos aspectos de la fidelidad sexual, especialmente los relacionados con la
pertenencia del cuerpo como cimiento de la unión de pareja, ha transformado
la mirada de ver y ser visto por su pareja teniendo sexo con terceros,ya no es
considerado traición, no debe implicar sufrimiento, no significa desamor; es una
subversión del orden tradicional gracias al acuerdo de la pareja en un contexto
en donde la generalidad está en su contra. El éxito de toda traición reside en
no ser descubierta, por lo tanto, la sociedad occidental se ha caracterizado
especialmente por mujeres que se saben traicionadas pero que a la mirada de
los demás se muestran como si no lo fueran, es decir, la mirada se fundamenta
en des-creer lo que se ve o lo que se sospecha.
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“... la fórmula cristiana, por último, pone el acento sobre el deseo intentando
suprimirlo. Los actos deben volverse neutros: el acto tiene como único fin
la procreación o el cumplimiento del deber conyugal. El placer, tanto en la
práctica como en teoría, queda excluido (…) Diría que la fórmula moder-
na es el deseo – subrayado teóricamente y aceptado en la práctica puesto
que debemos liberar nuestro deseo; los actos no son muy importantes, y en
cuanto al placer, nadie sabe lo que es” (p. 204).
Es posible afirmar que justamente el isp es una de las alternativas en las que se
evidencia una reacción frente a una moral cristiana supresora del deseo, sus
prácticas pueden ser vistas como distanciamiento al acallamiento del deseo que
ha sido útil para el sostenimiento de la sociedad, el matrimonio, etc. De ahí que
en la medida que el deseo se libera la ignorancia frente al placer disminuya, no
obstante la posición moral de la sociedad en general frente a estas formas de
placer swinging, son la muestra clara del temor que se experimenta frente a las
formas de placer desconocidas.
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Se debe precisar que el swinging7 es aún considerado por la mayor parte de los
grupos de opinión en Colombia y latinoamericana como un tema tabú a pesar
de una abundante difusión virtual.
7. Vale la pena diferenciar que el término swinger o swinging usualmente es asociado al cumpli-
miento de características específicas en el isp, lo cual de entrada sesga o delimita los posibles
resultados de la investigación, de ahí que se optará por la sigla. No obstante, en consideración
de que el término es usado popularmente en las publicaciones, se usará este para la revisión
de los escritos.
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La regulación
La incidencia social del swinging en los Estados Unidos llevó a la creación de la
North American Swing Clubs Association –Nasca– entidad que regula y con-
trola el swinging en los EE.UU. a través de la difusión de diferentes documentos
en los que, sin hacer referencia precisa a resultados investigativos, se definen
distintos aspectos acerca de la práctica del isp. Considerando la naturaleza del
ente que publica estas definiciones en contraste con la ausencia de respaldo
investigativo, es posible comprender cómo los discursos sexológicos al margen
de su validez científica terminan por incidir en los procesos reflexivos sociales
debido a su supuesta verosimilitud.
Su director, Tony Lanzaratta, afirma sin referencia teórica alguna que “ el swin-
ging es un estilo de vida donde no existe la inhibición sexual, donde las parejas son
emocionalmente monógamas pero se interrelacionan sexualmente con otras parejas”
(s.f.)). Los swinger provienen de todos los niveles económicos, profesiones,
razas y nacionalidades; sin embargo, es notoria la presencia de la clase econó-
mica media y superior y de las parejas casadas. Además, “los swingers, casados
y solteros, tienden a ser aventureros, emocionalmente maduros y tienen relaciones
excelentes con sus compañeros y amigos”. Es de importancia resaltar la insistencia
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Ahora bien, además de los efectos normativos que la Nasca pueda tener, existen
prácticas de control internas en cada pareja tanto en sentido negativo como
positivo. Como lo indica Bracamonte: los swinger, de común acuerdo, renuncian
a la exclusividad sexual, lo cual plantea una resignificación de la pareja y por
ende del amor. Para el autor no hay una relación directa entre los comporta-
mientos posesivos y la perdurabilidad del amor, por el contrario hay mucho de
individualismo: “Podemos gozar con otros sexualmente y amar en exclusividad,
esto es así, podemos aceptarlo o mirar para otro lado. Y si es así, ¿por qué no
dejar que esa capacidad fluya y no mentirnos con la idea de que somos los únicos
que excitamos a nuestra pareja?” (Bracamonte, s.f. e).
Se trata, entonces, de una restricción fundamental, para los swinger: “no debe
haber relaciones sexuales con otras personas fuera del juego. Ni tampoco vín-
culos afectivos o emocionales más allá del encuentro sexual. Toda prolongación
del contacto que se produjo en público hacia un ámbito privado es considerada
infidelidad”.
En este sentido, el swinging puede extenderse por muchos años siempre y cuando
permanecer juntos sea aquello que le da sentido:
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A manera de síntesis
La pareja intercambista como referente de reflexividad
El discurso swinging que se difunde a través de la internet por distintos autores
autodenominados swinger, insiste constantemente en que se trata de una activi-
dad de pareja, la cual debe sustentar sus niveles de compromiso en lo afectivo y
no en la exclusividad sexual o monogamia, ya que se renuncia a esta condición
de la pareja tradicional occidental con el convencimiento de que el isp, antes
que promover el detrimento o la ruptura de la pareja, refuerza los lazos afectivos
y eróticos de la misma.
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