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CAPITULO III
LA LEYENDA
Tanto el mito como la leyenda, constituyen dentro del marco de la creencia, un capitulo
de singular importancia, puesto que representan, como dijera el antropólogo Albert
Marinus, una verdadera “actividad psicosocial” del hombre, cuya función consiste en
estructurar un presente con base en los acontecimientos del pasado, y que el
sentimiento popular los considera como claras explicaciones de su proceder actual y,
más aún, necesario resultado de vivencias que no pueden desaparecer, puesto que si
ello sucediera, desaparecería también la razón de su ser actual.
“Esas historias no deben su supervivencia a un interés gratuito: no se las considera
como cuentos imaginados, ni aun relatos auténticos: constituyen…la expresión de una
realidad primordial, superior, más importante, que condiciona la vida presente, el
destino y las actividades de la humanidad y cuyo conocimiento proporciona al hombre
la motivación de sus actos rituales o morales, y, al mismo tiempo, le dan indicaciones
sobre los medios para realizarlos”
La leyenda realiza una labor unificadora dentro del pueblo, identificando sus hombres,
mujeres, paisajes, actitudes, etc., con sus equivalentes del pasado; de un pasado
exaltado, lleno de gloria, que la distancia cronológica no alcanza a opacar, sino que, por
el contrario, eleva y adiciona nuevos elementos acordes con la época. Cada generación
interpreta hechos, realidades anteriores, de acuerdo a sus exigencias psicosociales, por
ello, la importancia de la leyenda no reside en sus características exteriores, sino en sus
verdaderas “esencias culturales”.
El Antón García de Bonilla que ha venido a formar parte de la leyenda ocañera fue,
ciertamente, un personaje histórico, real.
Veamos a través de la pluma del escritor don Ciro A. Osorio Quintero, una versión
particular de esta leyenda:
“ Cuando un día desventurado, en una de sus haciendas, sus hijas y sobrinas cayeron
víctimas de la epidemia, y la ciencia vencida le abrió paso a la muerte inminente, Don
Antón, atribulado, pensó en Santa Rita, la santa milagrosa que se venera en una calle
melancólica de Ocaña. Sin reparar en la hora ni en el mal tiempo, don Antón
emprendió viaje precipitado a la ciudad seguido de sus criados y cabalgaduras de
remuda… hasta que al fin, a la segunda, muy cerca de las doce, llego al santuario y se
echo a los pies de la patrona de los desesperados… hecha la promesa formal a trueque
de la salud de sus idolatradas enfermas, don Antón regresó a su hacienda. Como por
ensalmo, los hermosos luceros de su hogar habianse restablecido notoriamente… paso
el tiempo. Vino la vejez y con ella llegó la muerte. Don Antón no volvió a acordarse de
Santa Rita. Pero Santa Rita no se olvido de Antón…
Y he aquí por qué, cuando aun este lento progreso de que ahora disfrutamos no nos
había iluminado las oscuras noches, don Antón, caballero en veloz potro de fuego,
volvía a cruzar en desesperado galope, al favor de las sombras, las desoladas calles de la
ciudad dormida rumbo al olvidado santuario de la santa abogada de imposibles” .
Don Antón.
ciudadadeocana.com
No cabe duda que esta modalidad de la creencia refleja el espíritu español de Ocaña,
fundamentalmente en cuanto hace referencia al sentimiento de religiosidad.
Los datos recogidos sobre Antón García de Bonilla, nos hablan de él como un personaje
maravilloso, de imponencia física destacable, “hombre de bien”, preocupado siempre
por el bienestar y el progreso de la comarca, poetas, pintores y literatos han realzado su
imagen en diversas formas, como signo evidente de permanencia de la leyenda.
“ A la ruinosa calleja
de la fallada promesa
y artificiales lagos:
Encomenderos y soldados
En suelo americano”
ANA VALIER (1970)
“ Loor eterno, pues, al generoso don Antón García de Bonilla, que amo con el más
puro amor a sus semejantes; que los amo noblemente, divinamente, en sus almas; que
quiso desprenderse de un poco de su bienestar para convertirlo mágico, sublime, en
regueros de luz que les disipasen las densas tinieblas”
ALEJO AMAYA (1938)
la gente sencilla
al filo de medianoche
la calleja bajaba