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Memorables palabras éstas que mucho hemos repetido y mucho nos han
consolado; pero es posible que no las hayamos escudriñado para ver la
profundidad de su significado. Las obras humanas rara vez soportarán un
cuidadoso examen. Tomen una aguja perfectamente pulida, que parece sin la
más pequeña desigualdad en su superficie, véanla con el microscopio, y
parecerá una tosca barra de hierro; pero elijan lo que quieran de la naturaleza,
la corteza o la hoja de un árbol, el ala o la pata de un insecto, y no descubrirán
defecto por mucho que lo aumenten o lo vean. Tomen así las palabras de un
hombre. La primera vez que las oigan les conmoverán; podrán oírlas otra vez, y
aun admirar su sentimiento; pero cansados pronto de su repetición, las
llamarán comunes y estimadas en más de lo que valen. No así las de Jesús,
jamás pierden su frescura ni envejecen. Podrán repetir sus palabras y jamás
agotar su música: podrán meditarlas día y noche sin que la familiaridad sea
causa de menosprecio. Podrán batirlas en el almirez de la contemplación con la
mano de la crítica, y más perceptible será su perfume. Diséquenlas,
investíguenlas y pesen la enseñanza del Maestro, palabra por palabra, y cada
sílaba les recompensará.
Alguien paseaba por la isla de Liddo, cerca de Venecia, y oía el sonido de las
campanas de la ciudad, se le hizo encantadora su música en tanto que flotaba
por la laguna; pero cuando volvió a la ciudad y se sentó en el centro mismo de
la música, en medio de todas las campanas, toda su dulzura se cambió en
horrible estrépito, los dulces sonidos en furioso ruido; ni la más ligera melodía
podía sorprender en ninguna campana, mientras que estaba fuera de duda la
armonía de la ruidosa compañía. Las palabras de los poetas y escritores
elocuentes pueden, como un todo, y oídas de lejos, sonar agradablemente;
pero cuán pocas de ellas pueden sufrir un riguroso examen. Las oyen sonar de
lejos y son la misma dulzura. Cuando como pecador vagabas a media noche
como viajero perdido en los bosques, ¡cuán dulcemente os llamaron al hogar!
Pero ahora han entrado a la casa de misericordia, se sientan y escuchan cada
nota distinta del toque perfecto del amor, y admirados sienten que ni aun arpas
angélicas pueden excederlo.
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Nuestro primer punto es el descanso: «Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, que yo os haré descansar.» El segundo punto es el
descanso: «Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.»
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la carga de trabajo de su propia justicia, viene sobre ellos terrible, tremenda,
abrumadora carga de los pecados asados, y un sentimiento de la ira de Dios
debida a sus pecados.
Un alma que tiene que llevar la carga de u propio pecado y la de la ira divina
está en verdad muy cargada. Atlas con el mundo en sus espaldas tenía carga
ligera comparado con un pecador sobre quien montañas de pecado y de ira
están amontonadas. Tales personas están cargadas, además, de temores y
aprensiones: unos justos, otros sin fundamento; pero como quiera que sea,
diariamente crece la carga. Sus trabajos activos no disminuyen sus
sufrimientos pasivos. La aguda angustia de su alma crecerá en proporción a
sus esfuerzos; y mientras que al principio esperan que si trabajan
industriosamente, disminuirán gradualmente la masa de su pecado, sucede
que su trabajo añade a su cansancio bajo el peso; sienten un triste chasco,
porque su trabajo no les ha traído descanso; y una carga de desesperación,
porque temen que nunca vendrá el libramiento. Pues bien, éstas son las
personas a quienes el Salvador llama así: aquéllas que activamente buscan la
salvación, aquéllas que pasivamente llevan la carga del pecado y de la ira
divina.
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están trabajados y cargados.» Es un «venid» que significa no «venid mañana o
el año próximo», sino ahora, luego». ¡Acercaos; esclavos, huid ahora de
vuestro capataz! Cansados, confiad ahora en la promesa, y venid. ¡Venid
ahora! Por un acto de fe instantánea, que os traerá paz instantánea, venid y
confiad en Jesús, y Él os dará descanso. El descanso seguirá luego al ejercicio
de vuestra fe. Que el Espíritu Santo guíe a alguna alma trabajada y cargada a
Jesús, y que se allegue en este mismo momento a Él.
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vino ese descanso: por su sustitución y vuestra fe en esa situación. Vuestro
pecado no fue perdonado violando la justicia divina; la justicia quedó satisfecha
en Jesús; él os dio descanso. El hecho de que hizo expiación plena es el
descanso de vuestro espíritu esta mañana. Sé que esa profunda calma de
vuestra conciencia proviene de que creéis en el sacrificio vicario de vuestro
Señor. Llevó la inquietud para que pudieseis tener descanso que recibís hoy en
calidad de don suyo gratuito. Ardientemente deseo que muchos que nunca han
sentido ese descanso viniesen por él; es todo lo que hay que hacer para
obtenerlo, venir por él. En su condición presente, si Dios les ayuda a ejercer un
sencillo acto de fe en Jesús Él les dará descanso de todos sus pecados
pasados, de todos sus esfuerzos para aliviarse a sí mismo, descanso que será
para gloria de Él y gozo de ellos.
Ésta es exacta pintura del alma humana. Está bajo el dominio de Satanás, lleva
su terrible yugo, y trabaja para él; lleva su maldita carga y bajo ella gime; Jesús
la liberta, pero ¿tiene por eso un descanso perfecto? Sí, un descanso de pero
no un descanso en. Lo que ahora se necesita es un nuevo gobierno; el alma
debe tener un principio soberano, gobernante, un motivo dominante; y cuando
Jesús ha tomado esa posición, viene el descanso. De este ulterior descanso se
habla en el siguiente versículo. Os daré otro símbolo. Un arroyuelo atraviesa
una ciudad manufacturera; infeliz era, siendo forzado a mover enormes ruedas
y pesada maquinaria, y así siguió su miserable camino atravesando fábricas
donde se puso sucio y negro, llegando a ser una zanja inmunda y repugnante.
Sintió la tiranía que corrompió su misma existencia. Vino un libertador que vio
el arroyo y dijo: «te libertaré y daré descanso». Así que detuvo la corriente, y
dijo: «Permanece en tu lugar, no correrás ya donde eres esclavizado y
manchado». En pocos días el arroyuelo vio que no había hecho más que
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cambiar un mal por otro. Sus aguas se están estancando, haciéndose un gran
charco, y deseaba hallar un canal.
Ahora a vosotros, salvos, que habéis visto a Jesucristo, sea en esta mañana,
sea veinte años atrás, os pregunto: ¿habéis hallado todo lo que hay en el don
que Cristo os ha dado? ¿Habéis ya descubierto el secreto? Os ha dado
descanso, pero ¿habéis encontrado el más íntimo descanso que obra en
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vuestro corazón? Vuestro es, porque está incluido en el único don; pero no
vuestro por haberlo gozado, entendido, apropiado, a no ser que lo hayáis
descubierto, porque el descanso aquí dado a entender es un descanso
después de otro, descanso espiritual experimentado, que viene sólo a los que
lo hallan por la experiencia.
Pero, querido hermano, has de querer también llevar carga de Cristo. Ésta es
su cruz que cada cristiano debe tomar. Esperad reproches, esperad encontrar
al grado del escándalo de la cruz, que su ofensa nunca cesa. Bendita carga es
la persecución y el reproche; amando a Jesús, fácil es sufrir por Él; nunca,
pues, evadáis vuestra participación en esta honrosa carga retirándoos
cobardemente, o rehusando hacer profesión de vuestra fe. ¡Ay! de aquellos que
dicen: «Jamás seré mártir.» Ningún descanso más dulce que el del mártir. ¡Ay!
de los que dicen: «De noche iremos al cielo por un camino secreto para evitar
la vergüenza de la cruz.» No en la cobardía, sino en el valor, se encuentra el
descanso del cristiano; está no en proveer para el caso, sino en sufrir con valor
por la verdad. El espíritu tranquilo cuenta por mayores riquezas el vituperio de
Cristo que los tesoros de Egipto; se enamora de la cruz, tiene por ligera la
carga, y así encuentra descanso en el servicio y descanso en el sufrimiento.
Notadlo bien.
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3. El descanso ante nosotros es descanso por medio del aprendizaje.
¿Dice uno: «No veo cómo puedo jamás hallar descanso trabajando y reposo
sufriendo»? Querido hermano, jamás lo hallarás a menos de ir a la escuela, y
debes ir a la escuela de Cristo. «Aprended de mí -dijo- que soy manso y
humilde de corazón». Y para aprender de Cristo, se da por supuesto que
hacemos a un lado todas las preocupaciones del pasado. Estas cosas mucho
impiden que encontremos paz. ¿Tenéis algunas ideas preconcebidas de lo que
debe ser la religión? ¿Habéis forjado en vuestro propio yunque ideas de lo que
deben ser las doctrinas del Evangelio? Arrojadlas; aprended de Jesús, y
desechad vuestros pensamientos propios.
Nos dice las dos cosas que hemos de aprender de primero de Él, es «manso»,
luego dice que es humilde de corazón. Tomad primero la palabra «manso».
Pienso que se refiere a lo de llevar el yugo, al trabajo activo. Si yo trabajo
activamente por Cristo, sólo puedo encontrar descanso en el trabajo
poseyendo el Espíritu de mi Señor; porque si salgo a trabajar por Cristo sin un
espíritu manso, pronto encontraré que en ello no hay descanso; el yugo
desollará mi hombro. Alguien comenzará objetando que no hago mi trabajo a
su gusto. Si no soy manso se sublevará mi espíritu, estaré por defenderme, me
irritaré, o me desalentaré y me inclinaré a no hacer más porque no me aprecian
como debieran. Un espíritu manso no se irrita fácilmente, no se ofende pronto,
por tanto si otros ponen peros el espíritu manso sigue trabajando y no se
ofende; no oirá palabra áspera, ni replicará a la crítica severa. Si el espíritu
manso se aflige por alguna censura picante y sufre por un poco, siempre está
pronto a perdonar y a borrar lo pasado, y a seguir de nuevo. El espíritu manso
al trabajar sólo piensa hacer él bien a otro; se niega así mismo; jamás esperó
ser bien tratado; no pretende ser honrado; jamás buscó para sí, sólo se
propuso hacer a otros el bien.
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descienda fuego del cielo.» ¡Pobre Juan! Pero Cristo llevó el yugo del servicio
tan bien a causa de su espíritu manso, que no quiso hacer tal cosa. Si una
ciudad no quería recibirle iba a la otra, y así seguía trabajando. Se os facilitará
mucho vuestro trabajo, si vuestros espíritus son muy mansos. El espíritu
orgulloso se cansa de hacer bien al ver que no se aprecian sus trabajos; pero
el espíritu resuelto, manso, encuentra fácil el yugo: «Considerad a aquel que
sufrió tal contradicción de pecadores contra si mismo, porque no os fatiguéis en
vuestros ánimos desmayando.» Si aprendéis su mansedumbre, su yugo será
agradable a vuestro hombro, y nunca queráis que os lo quiten.
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seguiréis hallando. La justificación os dio descanso de la carga del pecado, la
santificación os lo dará de los cuidados molestos; y en proporción a su
perfeccionamiento y de vuestra semejanza al Salvador, vuestro descanso será
más semejante al del cielo.
Deseo llamar vuestra atención a una cosa más antes de hacer una aplicación
práctica del texto, y es que aquí, como en el primer descanso, somos guiados a
adorar y admirar la bendita persona de nuestro Señor. Notad las palabras «que
soy». ¡Oh!, todo viene aún de Él, tanto el segundo descanso como el primero,
la caja y el tesoro escondido en lo secreto. «Que soy»; todo gira en derredor de
esto. Describiendo el segundo descanso, se dice de él más que del primero. En
la primera parte de nuestro texto sólo dice «os haré descansar»; pero en la
segunda su carácter se explica más completamente «porque soy manso y
humilde de corazón»; como para mostrar que a medida que los creyentes
crecen en la gracia y gozan de más descanso, ven más que Jesús y conocen
más de Él. Todo lo que saben cuando el pecado les es perdonado es que El lo
da, tal vez apenas saben cómo; pero después, cuando vienen a descansar en
Él en dulce comunión, saben más de sus atributos personales, y por la misma
razón su descanso es más profundo y perfecto.
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