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LA VICTIMA
EL AGRAVIADO
CONCEPTO DE AGRAVIADO
La regla segunda se pone en el caso de que el delito arrojara como resultado la muerte
del agraviado. En este caso, la condición de tal corresponde a los establecidos en el
orden sucesorio previsto en el artículo 816 del Código Civil, que recoge seis órdenes
sucesorios. Esta posición que mantiene la legitimación para pretender una
indemnización basada en el derecho iure hereditatis es objeto de un cambio
jurisprudencial en los tribunales españoles, donde se considera que el derecho de la
indemnización se funda en un derecho propio, dado que el hecho del fallecimiento
impide, por sí mismo, que en patrimonio del difunto pueda ingresar derecho alguno
[SSTSE de 16-03-71 y de 19-12-97]. De esta manera, las personas a quienes
corresponde la indemnización por el fallecimiento de la víctima son los perjudicados y
no los herederos, conforme a las reglas previstas en le Código Civil [ARNAIZ].
La regla tercera está referida al supuesto de delitos que afectan a una persona jurídica
cometidos por quienes las dirigen, administran o controlan, y en ese caso se consideran
agraviados, los accionistas, socios, asociados o miembros, regla que permite un mayor
control social de quien tiene una posición de dominio en la persona jurídica y, por ende,
si la representatividad solo la tiene este último, la defensa de los derechos quienes
tienen intereses legítimos en ella quedaría sensiblemente relativizada.
De tal forma que la satisfacción del fragmento o porción de interés que atañe a
cada individuo, se extiende por naturaleza a todos; del mismo modo que la lesión a cada
uno afecta, simultánea y globalmente, a los intereses de los integrantes del conjunto
comunitario [citado por LLOBET, de FLAH / SMAYEVSKY] será el caso, por
ejemplo, de los delitos ambientales y contra el consumo. La segunda categoría está
referida a los crímenes internacionales, que son aquellos establecidos en tratados
internacionales aprobados y ratificados por el Perú – delitos de genocidio, desaparición
forzada, tortura y otros. En ambos casos, como están más o menos identificadas las
personas individuales afectadas – personas directamente ofendidas por el delito, las
asociaciones pueden intervenir como tales – incluso constituirse en actores civiles, en la
medida en que se cumplan dos presupuestos: a) que estén reconocidas e inscritas con
anterioridad al delito perpetrado; y b) que su objeto social se vincule directamente con
los intereses afectados por el delito. No basta, entonces, que la asociación este destinada
a la protección de estos intereses, sino se requiere que el delito en concreto afecte
intereses colectivos o difusos o integre el listado de los crímenes internacionales
[LLOBET]. (DERECHO PROCESAL PENAL. Cesar San Martin Castro)
El código define al agraviado y dice que es todo aquel que resulte directamente
ofendido por el delito o perjudicado por las consecuencias del mismo. Tratándose de
incapaces, de personas jurídicas o del Estado, su representación corresponde a quienes
la ley designe. También son considerados agraviados los accionistas, socios, asociados o
miembros, respecto de los delitos que afectan a una persona jurídica cometidos por
quienes las dirigen, administran o controlan (art. 94). Se comprenden a las asociaciones
de derechos humanos o de protección ambiental u otras que defienden intereses
colectivos o difusos, siempre que el objeto social que se vincule directamente con los
intereses de la víctima u ofendido y haya sido reconocida o inscrita con anterioridad a la
comisión del delito objeto del procedimiento.
Al lado de los derechos que tiene el agraviado, le corresponde declarar como testigo en
el proceso penal, cuando sea citado. (EL NUEVO PROCESO PENAL. Pablo Sánchez
Velarde)
EL QUERELLANTE PARTICULAR
BASE LEGAL
El Código Penal establece que para uno cuantos tipos legales que su persecución
se insta mediante acción privada (delitos contra el honor, contra la intimidad y lesiones
culposas leves): arts. 138, 158 y 124 CP). En plena correspondencia con el citado
Código, el apdo. 2 del art.1 del Código Procesal Penal, estipula que en los delitos de
persecución privada la acción penal la ejerce el ofendido por el delito, es una simple
restricción en la legitimación, no altera la naturaleza pública de la acción y está
motivada por razones de política criminal en atención a la realidad social [GONSALES
MONTES]; La acción privada se ejerce ante el juez y mediante la presentación de una
querella, es su único modo de personación, que no está sometida a condición de
procedibilidad alguna. A su vez la sección IV del libro quinto del NCPP instaura en
estos casos un proceso especial – proceso por delito de ejercicio privado de la acción
penal, con exclusión del Ministerio Publico, donde la acusación es privada y se aplican
los principios dispositivo y de aportación de parte. El querellante particular es la única
parte acusadora.
PRECISIONES CONCEPTUALES
Para poder participar en el proceso penal, para ser parte, es menester que el sujeto tenga
capacidad para ser parte – puede ser persona física o jurídica, según el delito en
cuestión, capacidad procesal, lo que implica que deberá actuar por medio de su
representante legal si tiene limitada la capacidad de obrar y postulación debida por
abogado [BANACLOCHE]. En los casos de los delitos contra el honor en que el
ofendido haya fallecido o haya presuntamente muerto o exista una declaración judicial
de ausencia o muerte presunta, el art. 138 del Código Penal otorga esa capacidad
procesal para ser parte a su cónyuge, ascendientes, descendientes o hermanos, y por
hechos que, inclusive, pudieron haber sucedido cuando el agraviado hubiera ya
fallecido; formula que difiere a la posición adoptada en el art. 75 del Código Penal
Argentino, donde la ley legitima al cónyuge y sus familiares nombrados a perseguir
hechos punibles contra el honor del ofendido, cuando la ofensa sucedió en vida
[MAIER]. Pero además, junto a lo anterior, ha de concurrir el presupuesto de la
legitimación activa que viene determinada precisamente por ostentar la titularidad de
dicho bien jurídico. El ofendido por el delito es quien ejercita el derecho a la tutela
jurisdiccional (art. 139.3 de la Constitución), que en proceso penal, se manifiesta como
un ius ut procedatur o derecho a que se incoe un proceso penal [GIMENO]. El titular
del bien jurídico, en este caso, comporta en lo procesal el derecho al ejercicio conjunto
de las pretensiones punitivas y de resarcimiento (art. 107 NCPP), de lo que se desprende
que si ejercita la acción civil ex delicto en la vía civil se entenderá extinguida la acción
penal y no podrá intentar posteriormente iniciar ese proceso. La legitimación pasiva en
estos casos corresponde a quien se atribuya la conducta delictiva, a quien se considere
responsable del delito en agravio del querellante particular.
El art. 109 del NCPP reconoce las facultades del querellante particular. Se destaca su
derecho de participar en todas las diligencias, ofrecer prueba, recurrir, e interponer
cuantos medios de defensa y formular requerimientos en salvaguarda de sus derechos.
Un derecho especifico es la facultad de que pueda intervenir a través de un apoderado,
lo que no significa del deber de declarar – el testimonio es una carga publica y, salvo los
casos de excepción (art. 165 NCPP), debe acudirse al llamamiento judicial [D.
ALBORA].
Este sujeto procesal es propio de los procedimientos privados o por ejercicio privado de
la acción penal en donde su ejercicio está reservado exclusivamente al agraviado u
ofendido por el delito. El art. 107 establece expresamente que el directamente ofendido
por el delito podrá instar ante el órgano jurisdiccional, siempre conjuntamente, la
sanción penal y pago de la reparación civil contra quien considere responsable del delito
en su agravio. En estos casos el Ministerio Publico no interviene.
Cabe resaltar que siendo el querellante el único sujeto procesal que puede iniciar el
procedimiento, por el carácter dispositivo del mismo, también puede decidir dar por
concluida su pretensión penal. En este sentido, el nuevo código contempla, establece el
desistimiento que se puede presentar bajo dos formas: a) expresamente, en cualquier
estado del procedimiento, pero sin perjuicio de pagar las costas procesales; y b)
tácitamente, cuando deja de concurrir a las diligencias sin haber justificado su
inasistencia o cuando no presente sus conclusiones al final de la audiencia.
(EL NUEVO PROCESO PENAL. Pablo Sánchez Velarde)