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La Resurrección del Padre Wenche Barra

El viernes pasado, solo en una cama de hospital, falleció el sacerdote Osvaldo Wenceslao
Barra Carmona … el Wenche, como se presentaba siempre.
Inmediatamente después de su muerte, se produjo “un hervor” espontáneo, burbujeante
de testimonios y recuerdos, de gente muy diversa. A la hora de escribir algo sobre su vida
y su legado, me pareció que él querría que su vida se construyera en las voces de todos,
como le gustaba celebrar la Eucaristía. Me diría que hay que escuchar la “primera
palabra” que es la Palabra de Dios en la vida nuestra. Aquí va entonces, el burbujear de
los amigos:
Taty: “Recuerdo un tiempo en que queríamos que el Wenche escribiera, que dejara “un
legado”, le hablábamos de un libro o sus memorias y él nos dijo que todo eso éramos
nosotros, nos dijo que éramos sus “memorias vivas” y eso era más que cualquier libro.
Creo que este hombre nos cambió la vida, el encuentro con él marcó un antes y un
después y de alguna manera todos, por ir tras este Jesús Fracasado que nos enseñó,
hemos ido tratando de voltear este mundo hacia ese amor gratuito y en libertad que él no
se cansó de proclamar”
Eduardo: “Aprendí de Wenche el Eneagrama y, por supuesto, el circulo de la interioridad.
Por varios años, en medio de prohibiciones, censuras y asedios ideológicos, Wenche
representó una de las pocas ventanas que tenía a disposición para respirar, al menos,
libertad y autenticidad. En esos tiempos, cualquier cosa que él me aconsejara leer, sabía
que era consejo seguro. Y nunca falló. Sin embargo, lo que realmente me impactó y
rompió mis esquemas fue su imaginación respecto de la Iglesia, de lo que debía ser y
representar. Con él conocí de verdad el Concilio Vaticano y comprendí que era un
itinerario y un referente a seguir. Justo yo era parte de un grupo fraterno en el cual
queríamos soñar y sentir que podíamos hacer algo distinto en la Iglesia, y Wenche vino a
ser esa mano educadora que nos ayudó a dar forma y sentido a esos sentimientos.
Siempre cercano y disponible, nos iba transmitiendo experiencias y ayudándonos a
interpretar lo que nos iba pasando. En él no había barreras intelectuales, hablaba de
filosofía, teología, sociología y psicología con plena comodidad, y más admirablemente
aún, con total simplicidad.
“Wenche cargaba muchas memorias –no solo recuerdos- de una Iglesia crítica, encarnada,
pobre. Pero quizás uno olvida que esas memorias hablan también de abandonos y
soledades. Cuando uno piensa en Wenche, también uno piensa en Reinaldo Orellana,
Pepo, y Alfredo Hudson. Reflejan la Iglesia que nos ha tocado vivir…o más aún, la Iglesia
que hemos dicho que queremos habitar. Iglesia de fracasos y derrotas; Iglesia en
resistencia, pero también en diáspora y en exilio, Iglesia en contradicción, Iglesia que
también necesita ser salvada.”
Ana Luisa y Salvador: “Wenche, buen sacerdote, sencillo, estudioso, abierto, atento a lo
nuevo que venía. Sabía escuchar y dar todo el tiempo necesario. Alegre y profundo, buen
consejero y acompañante, preocupado de los necesitados. Se sentía que Dios estaba
presente en él.”
Sandra: “Son innumerables las anécdotas vividas junto a mi familia y amigos; los
almuerzos, bautizos, matrimonios y las salidas a Punta de Tralca con las familias de la
Pastoral Obrera, entre muchas otras. Quiero recordar especialmente al hombre bueno,
sabio, apañador, con una gran capacidad de escucha , pero por sobre todo, al hombre
comprometido con la lucha por los derechos de las personas y por mostrarnos una Iglesia
cercana y que camina siempre con todos y todas.
Guillermo: “Los meses de pandemia fueron los peores. Aquellos que regularmente íbamos
a conversar con Wenche, siempre sabio, notábamos con desesperación que se sumergía,
por un lado en la oscuridad de noche provocada por la situación actual y por otro lado en
la luminosidad de la nueva vida que sentía que se le aproximaba. Pero nunca quedó solo.
Margarita siempre a su lado, terminó por quedarse encerrada con él cuando se declaró
cuarentena en la ciudad. Ese fue el final. Wenche permitía que Margarita lo bañara y le
pusiera pañales. Tal vez Wenche nunca dependió de otra persona en toda su vida. Éramos
nosotros los que dependíamos de él. Y Wenche nos enseñó nosotros a depender de
Margarita. Wenche quedó huérfano de todo, menos de Margarita. Nada más grande que
depender de un pobre y aún más de una mujer. Así vivió Wenche sus últimos días,
disfrutando como Jesús del abandono, voluntariamente se hizo pobre y dependiente, y
por eso lo recordaré cómo la carta viva que refleja el Jesús mostrado por Pablo a los
Filipenses.”
Hay, desde luego, mucho más. Pero quizás estas pocas pinceladas logren hacer aparecer
una silueta de alguien que no ha muerto, que resucitó en las personas que lo amaron.
Personas que ahora se congregan, se organizan y, porfiadamente, vuelven por los
derroteros del Concilio, a perseguir las mismas utopías de hace 60 años, de hace 2000
años, de siempre … Wenche sigue caminando con nosotros. Como Jesús prometió, ha
resucitado.

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