Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Teresa Sandoz
La intelectual francesa Simone de Beauvoir escribió hacia los años setenta un
excelente libro titulado “La vejez” en donde expresa: “estudiar la condición de los
viejos a través de las diversas épocas no es una empresa fácil” y es categórica
cuando concluye “es imposible escribir una historia de la vejez”.
Con todo, en su libro trae una serie de referencias interesantes que incluso nos
remontan a tiempos antiguos, como a la misma civilización china que fue la que
durante siglos concedió a los viejos una condición singularmente privilegiada.
“China fue una sociedad sólidamente jerarquizada, con un poder centralizado y
autoritario, con una tendencia a conservar para sobrevivir (...) así la administración
se componía de letrados, cuya responsabilidad aumentaba con los años y en la
cima se encontraban los más ancianos” (1). El valor de la vejez se reflejaba en la
familia ya que toda la casa obedecía al hombre de más edad, aunque también la
mujer madura gozaba de privilegios teniendo gran poder sobre sus nietos. “A los 70
años el hombre renunciaba a sus cargos oficiales, conservaba autoridad pero
delegaba al hijo mayor el gobierno de la casa”. Es bueno aclarar que los hombres
de edad avanzada eran poco numerosos ya que las circunstancias y condiciones
sanitarias y de vida no favorecían la longevidad. En la literatura china es frecuente
las quejas de los jóvenes por la opresión de la que eran víctimas por los gerontes
(2).
Un texto imperdible
La Edad Media como la Antigüedad acarició el sueño de una victoria sobre la vejez.
La idea de rejuvenecimiento se hizo obsesiva, pero en la Edad Media los hombres
y mujeres de edad avanzada eran escasos y los campesinos, dadas las condiciones
de vida, cuando alcanzaban los 30 años eran considerados “viejos”. Deberían pasar
siglos para que la población aumente, “rejuvenecida” debido a las mejores
condiciones de higiene y sanitarias.
Hacia el siglo XVIII esas mejores condiciones de vida favorecieron la longevidad
pero ese progreso se dio en las clases privilegiadas (como casi siempre había
ocurrido). Un autor inglés, hablando de los campesinos franceses decía: “Es una
especie de hombres (?) que comienza a decaer antes de los 40 años, por falta de
un descanso, proporcionado a sus fatigas” y otro autor, de los hombres ricos dice:
“A pesar de las enfermedades que les causan los excesos de la buena mesa, la
falta de actividad y el vicio, viven diez años más que los hombres de una clase
inferior, porque éstos están gastados antes de esa edad por el trabajo, la miseria,
la fatiga y porque su pobreza les impide procurarse lo que necesitan, para su
subsistencia” y agrega: “en la medida que los explotados lograban vivir hasta una
edad avanzada, su vejez los condenaba a la indigencia” (7).
Pero ya en Europa central desde el siglo XIV habían aparecido unas sociedades
mutuales de ayuda y previsión para los más pobres y necesitados, que en algunos
casos, como en Francia, trabajaban en forma clandestina hasta que se las prohibió
(la Ley Le Chapelier). De ese modo los ancianos no tenían mas ayuda que de su
familia o los que podía dispensarle la iglesia. Las cosas cambiaron, para mejor,
hacia la segunda mitad del siglo XVIII apareciendo más instituciones de caridad,
asilos y hospitales.
La actualidad de la vejez
Corolario-Sabiduría
Ella había sido invitada a almorzar con la familia para festejar un cumpleaños; varias
veces al año y para navidad y fin de año se reunían y ella era infaltable; el sobrino,
dueño de la casa en el country pasó a buscarla; ella ya no conduce su auto salvo
para dar unas vueltas en el barrio y comprar lo que haga falta; ella vive sola en una
linda casa acompañada de un perrito fiel.
Apenas iniciado el viaje, que llevará unos kilómetros, empieza a hablar, contar
impresiones de las últimas semanas, noticias, etc. y habla, habla. El sobrino la
escucha sin decir mucho, salvo algunas breves interrupciones aclaratorias pero, por
fin, casi llegando al country, estalla: ¡por favor, tía, pará un poco! estoy mareado de
tanta conversación. Ella lo mira cariñosamente porque está acostumbrada: los más
chicos también le dicen que habla mucho; ella en realidad habla con vecinos, por
teléfono con amistades, escucha radio, ve TV y hasta habla sola...
Llegan. Sentados en una mesa amplia, junto a veinte o veinticinco comensales se
siente feliz por la compañía; la dueña de casa se ha esmerado en la cocina y la
comida es deliciosa; las horas pasan plácidas y amenas; escucha las
conversaciones de los grupos que se han formado, todos jóvenes; ella es la más
anciana, poco interviene en la conversación general, los sobrinos la atienden bien,
son cariñosos pero para los mas chiquitos, los nenes menores de 8 años, es
invisible.
Luego en el patio, sentada en un confortable sillón, mira a los diferentes grupos que
hablan entre ellos, no vienen mucho a intercambiar impresiones con ella y se
consuela pensando que a la edad que tienen la mayoría de sus familiares, ella
tampoco se ocupaba mucho de las tías más viejas y piensa con resignación: todo
vuelve...
Y para completar ésto, que no es de ningún modo un reproche a nadie, recomienda
leer la “Carta de una madre” que se publicó en el diario El Litoral del 19 de octubre
de 2012 y que firma Marta Snaidero.
1, 2, 3) Simón de Beauvoir, “La Vejez”, Ed. Sudamericana, 1980. Cap. III
8, 9) Burger R.E. “Quien se ocupa de las personas de edad” artículo de “Saturday Rewiew” 1969, cit. por S. de
Beauvoir en “La vejez” (apéndice).
10) Guardini Romano “La aceptación de sí mismo. Las edades de la vida” Edic. Cristiandad 3º edic. Madrid
1977.