Sei sulla pagina 1di 8

Apuntes sobre la vejez (a través del tiempo)

Teresa Sandoz
La intelectual francesa Simone de Beauvoir escribió hacia los años setenta un
excelente libro titulado “La vejez” en donde expresa: “estudiar la condición de los
viejos a través de las diversas épocas no es una empresa fácil” y es categórica
cuando concluye “es imposible escribir una historia de la vejez”.
Con todo, en su libro trae una serie de referencias interesantes que incluso nos
remontan a tiempos antiguos, como a la misma civilización china que fue la que
durante siglos concedió a los viejos una condición singularmente privilegiada.
“China fue una sociedad sólidamente jerarquizada, con un poder centralizado y
autoritario, con una tendencia a conservar para sobrevivir (...) así la administración
se componía de letrados, cuya responsabilidad aumentaba con los años y en la
cima se encontraban los más ancianos” (1). El valor de la vejez se reflejaba en la
familia ya que toda la casa obedecía al hombre de más edad, aunque también la
mujer madura gozaba de privilegios teniendo gran poder sobre sus nietos. “A los 70
años el hombre renunciaba a sus cargos oficiales, conservaba autoridad pero
delegaba al hijo mayor el gobierno de la casa”. Es bueno aclarar que los hombres
de edad avanzada eran poco numerosos ya que las circunstancias y condiciones
sanitarias y de vida no favorecían la longevidad. En la literatura china es frecuente
las quejas de los jóvenes por la opresión de la que eran víctimas por los gerontes
(2).

Un texto imperdible

Según Simone de Beauvoir, nuestra principal referencia en esta temática, un poeta


y filósofo egipcio escribió en el 2500 a.C. el siguiente texto, que para ella es el primer
texto de Occidente referido a la vejez:
“¡Qué penoso es el fin de un anciano! Se debilita día a día; su vista disminuye, sus
oídos se vuelven sordos; sus fuerzas declinan; su corazón ya no conoce descanso;
su boca se vuelve silenciosa y no habla. Sus facultades intelectuales disminuyen y
le es imposible recordar hoy lo que fue ayer. Todos los huesos le duelen. Las
ocupaciones a que se entregaba antes con placer solo se cumplen con dolor y el
sentido del gusto desaparece. La vejez es la peor de las desgracias que pueda afligir
a un hombre. La nariz se le tapa y no puede oler nada más”. (3)
La misma Simone concluye: “Esta enumeración desolada de los achaques de la
vejez la encontramos de época y es importante subrayar la permanencia del tema”.
El sentido y el valor acordado a la vejez varía según las sociedades y las épocas
pero produce “cierto número de reacciones idénticas”; es indudable que
orgánicamente representa la declinación del ser humano y de ahí que desde los
egipcios para adelante se tenga la esperanza de vencerla. Hasta nuestros días llega
“este sueño de rejuvenecimiento”; hoy vivimos en una cultura que nos manda
mensajes desde los medios de comunicación, el ámbito laboral, las publicidades,
etc. que exalta la juventud en una sociedad que también destaca la rapidez, el
movimiento y la dinámica. De ahí que todos quieran permanecer jóvenes el mayor
tiempo posible.

La vejez entre los griegos

No se tienen muchas noticias sobre el rol de los ancianos en muchos pueblos de la


antigüedad; para los griegos la “decrepitud era un azote terrible” que superaba a la
misma muerte. La leyenda de Titón es de lo más demostrativa: “Aurora enamorada
del bello Titonos o Titón lo hizo su esposo y rogó a Zeus la inmortalidad para su
amado; Zeus se la concedió; pero Aurora en su entusiasmo se olvidó pedirle que no
envejeciese y así el pobre Titón no pudo librarse de esta fatalidad y el don se
convirtió en desgracia pues cuanto Aurora amaba en él era su hermosura y su gracia
y una y otra fueron desapareciendo, con las arrugas, las canas, los achaques y los
años; pronto el antiguo fuego de la enamorada se extinguió ante la inevitable
decrepitud de Titón, convertido en un pobre despojo humano; se achicó y resecó a
tal punto que Aurora y los dioses misericordiosos lo transformaron en cigarra, cuyo
chirrido recordaría en adelante su eterno lamento” (4).
En la historia o leyenda de Esón se expresa el viejo sueño de la eterna juventud y
es simétrica a la de Titón: la inmortalidad no es nada sin la juventud; de ahí que la
“felicidad suprema del hombre sería eternizar la juventud”.
En Homero la vejez ya se asocia a la sabiduría y según él, en muchas ciudades
griegas tenían a la cabeza un Consejo o Gerusia (según la semántica, en la
antigüedad la idea de honor estaba unida a la de la vejez; “gera, geron” palabras
que designan la edad avanzada lo resaltan); sus miembros ingresaban tarde y
permanecían hasta la muerte. O sea, las personas de edad calificaban pero los
poetas testimonian que no se “amaba la vejez”.
En Esparta la vejez también era honrada; los ciudadanos, que eran a la vez los más
ricos y los de mayor edad conformaban la Gerusía (Consejo de Ancianos) y en
Atenas El Areópago, que se ocupaba de los asuntos públicos, estaba compuesto
de antiguos arcontes. Pero en el Agamenón de Esquilo hay un personaje que dice:
“¿que es un viejo? / su follaje se seca, / camina en tres pies y / sin más fuerzas que
un niño, / como un sueño en pleno día, deambula”...
Pero Eurípides al defender la vejez, dice: “no todo es despreciable en la vejez, /
Etéocles, hijo mío, la experiencia tiene su / palabra que decir, / más sabia que de
los jóvenes”...
En la tragedia el viejo es respetado pero en la comedia la gente celebra y se ríe con
ganas de los actos ridículos de la gente de edad. Sin embargo cuando Platón se
refiere a los viejos insiste en la obligación de los hijos con respecto a sus padres
ancianos: “No podemos poseer objeto de culto más digno de respeto que un padre
o un abuelo. Una madre o una abuela abrumados de vejez” (5).
En Roma la situación privilegiada de las personas de edad se fortalece en la familia;
el poder del “pater familias” es casi ilimitado, pero en la literatura, especialmente en
las comedias, es ridiculizado con frecuencia. “Es sorprendente comprobar que con
la decadencia del sistema oligárquico los privilegios de los viejos disminuyen y luego
se desmoronan. Es con esta realidad en que se da la decadencia del Senado.
Cicerón a los 63 años, siendo senador, compone una defensa de la vejez (De
Senectute) para reforzar la autoridad del Senado”. (6)

En la Edad Media no todos alcanzaban la vejez

La Edad Media como la Antigüedad acarició el sueño de una victoria sobre la vejez.
La idea de rejuvenecimiento se hizo obsesiva, pero en la Edad Media los hombres
y mujeres de edad avanzada eran escasos y los campesinos, dadas las condiciones
de vida, cuando alcanzaban los 30 años eran considerados “viejos”. Deberían pasar
siglos para que la población aumente, “rejuvenecida” debido a las mejores
condiciones de higiene y sanitarias.
Hacia el siglo XVIII esas mejores condiciones de vida favorecieron la longevidad
pero ese progreso se dio en las clases privilegiadas (como casi siempre había
ocurrido). Un autor inglés, hablando de los campesinos franceses decía: “Es una
especie de hombres (?) que comienza a decaer antes de los 40 años, por falta de
un descanso, proporcionado a sus fatigas” y otro autor, de los hombres ricos dice:
“A pesar de las enfermedades que les causan los excesos de la buena mesa, la
falta de actividad y el vicio, viven diez años más que los hombres de una clase
inferior, porque éstos están gastados antes de esa edad por el trabajo, la miseria,
la fatiga y porque su pobreza les impide procurarse lo que necesitan, para su
subsistencia” y agrega: “en la medida que los explotados lograban vivir hasta una
edad avanzada, su vejez los condenaba a la indigencia” (7).
Pero ya en Europa central desde el siglo XIV habían aparecido unas sociedades
mutuales de ayuda y previsión para los más pobres y necesitados, que en algunos
casos, como en Francia, trabajaban en forma clandestina hasta que se las prohibió
(la Ley Le Chapelier). De ese modo los ancianos no tenían mas ayuda que de su
familia o los que podía dispensarle la iglesia. Las cosas cambiaron, para mejor,
hacia la segunda mitad del siglo XVIII apareciendo más instituciones de caridad,
asilos y hospitales.

La actualidad de la vejez

De todos los fenómenos contemporáneos, el menos discutido es el envejecimiento


de la población; en el siglo XVIII todavía la esperanza de vida en Francia era de 30
años (y en otros países también); ya en el siglo XX el envejecimiento de la población
era un hecho. De ese modo, en el mundo, se multiplican las clínicas, pensiones de
ancianos, casas de descanso, residencias; incluso “ciudades y aldeas donde se
paga mucho” y por eso De Beauvoir, sin medias tintas, dice “hoy los adultos se
interesan por el viejo de otra manera: es un objeto de explotación (y lo dice por
Francia especialmente).
¿Cuál es el lugar de las personas de edad? Los norteamericanos consideran en su
gran mayoría probada la hipótesis según la cual las personas de edad se
encuentran mejor cuando están entre ellas; que sus intereses, su sensibilidad están
protegidos cuando se encuentran entre pares y que son felices y viven más tiempo
cuando se alejan de las presiones del mundo, de la juventud y de la competencia.
(8)
Para otros estas hipótesis son erróneas y aseguran que no se ha sido capaz de
ahondar el problema esencial de las personas de edad: la readaptación a los
establecimientos que en nuestro país se denominan “geriátricos” y que según
sostiene esta tendencia, debería ser el último recurso para los ancianos “difíciles”.
Un jefe de servicios médicos del Ministerio de Salud de G. Bretaña aclara: “nuestra
teoría es que las personas quieren quedarse en su casa, en medio de sus bienes y
sus recuerdos; que sea una casa confortable o no, grande o pequeña, no tiene
importancia. Consideramos que ahí es donde deben estar... ahí es donde se sienten
seguros y en confianza” (9)
En un libro de obligatoria lectura para las personas de edad, el filósofo Romano
Guardini dice: “¿En que consiste, pues, el sentido de la vejez? Me parece que en
dos cosas. La vida no es un cauce uniforme sino que se divide en épocas diversas
que, en cada caso, están cerradas en sí mismas... El que envejece como es debido
se hace capaz de entender el conjunto de la vida. Ya no tiene porvenir propiamente
dicho, por eso su mirada se dirige al pasado. Ve las conexiones: reconoce como se
determinan mutuamente las diversas condiciones, logros, ganancias y pérdidas,
gozos y carencias, surgiendo así esa admirable trabazón que llamamos “una vida
humana”; cuando empieza a mirar atrás, ve y comprende las relaciones. Con eso
se adquiere sabiduría”. (10).

Corolario-Sabiduría

Ella había sido invitada a almorzar con la familia para festejar un cumpleaños; varias
veces al año y para navidad y fin de año se reunían y ella era infaltable; el sobrino,
dueño de la casa en el country pasó a buscarla; ella ya no conduce su auto salvo
para dar unas vueltas en el barrio y comprar lo que haga falta; ella vive sola en una
linda casa acompañada de un perrito fiel.
Apenas iniciado el viaje, que llevará unos kilómetros, empieza a hablar, contar
impresiones de las últimas semanas, noticias, etc. y habla, habla. El sobrino la
escucha sin decir mucho, salvo algunas breves interrupciones aclaratorias pero, por
fin, casi llegando al country, estalla: ¡por favor, tía, pará un poco! estoy mareado de
tanta conversación. Ella lo mira cariñosamente porque está acostumbrada: los más
chicos también le dicen que habla mucho; ella en realidad habla con vecinos, por
teléfono con amistades, escucha radio, ve TV y hasta habla sola...
Llegan. Sentados en una mesa amplia, junto a veinte o veinticinco comensales se
siente feliz por la compañía; la dueña de casa se ha esmerado en la cocina y la
comida es deliciosa; las horas pasan plácidas y amenas; escucha las
conversaciones de los grupos que se han formado, todos jóvenes; ella es la más
anciana, poco interviene en la conversación general, los sobrinos la atienden bien,
son cariñosos pero para los mas chiquitos, los nenes menores de 8 años, es
invisible.
Luego en el patio, sentada en un confortable sillón, mira a los diferentes grupos que
hablan entre ellos, no vienen mucho a intercambiar impresiones con ella y se
consuela pensando que a la edad que tienen la mayoría de sus familiares, ella
tampoco se ocupaba mucho de las tías más viejas y piensa con resignación: todo
vuelve...
Y para completar ésto, que no es de ningún modo un reproche a nadie, recomienda
leer la “Carta de una madre” que se publicó en el diario El Litoral del 19 de octubre
de 2012 y que firma Marta Snaidero.
1, 2, 3) Simón de Beauvoir, “La Vejez”, Ed. Sudamericana, 1980. Cap. III

4) Bergua, Juan B. “Mitología universal” edic. Ibéricas tomo 1 pág. 186.

5, 6) De Beauvoir Simone, ob. cit. pág. 131.

7) Idem, pág. 217 y sig.

8, 9) Burger R.E. “Quien se ocupa de las personas de edad” artículo de “Saturday Rewiew” 1969, cit. por S. de
Beauvoir en “La vejez” (apéndice).

10) Guardini Romano “La aceptación de sí mismo. Las edades de la vida” Edic. Cristiandad 3º edic. Madrid
1977.

Potrebbero piacerti anche