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La emoción en el marketing
Los seres humanos somos “emoción” y “sentimientos”, estamos llenos de sueños, deseos y
anhelos, muchos de ellos “no tan racionales” como nos han acostumbrado a pensar. Tratar de
explicar el comportamiento del ser humano sólo desde una perspectiva clásica y
eminentemente lógica, matemática, o racional, como lo proponen las teorías del
comportamiento humano de Marshal (teoría del hombre económico) o las teorías del
comportamiento de compra del consumidor (necesidad, evaluación de atributos, selección,
compra y reforzamiento del comportamiento cuando hay satisfacción) no son suficientes y es
demasiado limitado.
Por lo expuesto, indudablemente, no sólo somos emociones, sino que además hemos ido
perdiendo la capacidad de ser “eminentemente tan racionales” en nuestras decisiones. De una
ú otra forma, los “puntitos azules” del detergente y las rayitas rojas del flúor en el dentífrico que
bien nos sirvieron en los setentas ya no son atributos “racionales” diferenciadores y
significativos impulsores de compra.
El primer paso es comprender que la satisfacción del cliente es ahora sólo una condición
obligatoria de responsabilidad con el cliente (claro ¡nadie adquiere productos-servicios para “no
ser satisfecho!”). La satisfacción del cliente no garantiza la fidelidad, pero si es una condición
sine qua non para que esta se pueda dar. Por lo tanto las empresas deben brindar algo más
que la satisfacción, es decir agregar un componente emocional dentro de nuestras
prestaciones.
Sin embargo hay que tener cuidado. Agregar componentes emocionales en el servicio y la
relación con el cliente no debe ser el resultado sólo de personas bondadosas sonriendo fingida
o amablemente, con criterio y buena fe; ninguno de estos componentes –todos muy buenos sin
duda– garantizan que la actuación de los colaboradores calcen con las expectativas de
nuestros clientes. Por lo tanto el primero es investigar acerca de estas expectativas, para luego
introducir los comportamientos adecuados que respondan a ellas. A eso le llamamos procesos
y estándares.
Como implementar el marketing emocional en su empresa
Bueno, finalmente si se desea añadir valor emocional en los servicios –incluidos los servicios
que “venden” productos”– será necesario entonces conocer la “ecuación de los servicios”, es
decir, la fórmula y las mediciones que nos permitan verificar que los componentes –tangibles e
intangibles– que hemos decidido incorporar en una determinada actividad estén presentes y en
las magnitudes planeadas (los administradores decimos: “no se puede gestionar aquello que o
se puede medir”).
Como se comprueba se trata pues de “Convertir las expectativas de los clientes –y las
promesas de la empresa– en atributos percibidos por el cliente, de cumplimiento
obligatorio, con el fin de garantizar que estén presentes durante la prestación”, como lo
afirma Juan Carlos Alcaide, director de Tatum, empresa española especializada en marketing
de servicios (www.tatum.es).