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Antiguamente las leyes empleaban un lenguaje que estaba dirigido a conmover los
sentimientos de las personas para crearles una consciencia colectiva en determinados casos.
Se trataba de un lenguaje legal, que consistía en una oratoria sentimentalista. Un ejemplo
claro se daba en la legislación penal, cuando se utilizaba fuertes epítetos sobre la atrocidad
en ciertos delitos (los de lesa majestad y los perpetrados contra la religión y la moral). De
este modo, el estilo persuasivo que empleaban en los documentos de la antigua legislación
penal, buscaba hacerse respetar recurriendo a la pompa de un lenguaje mayestático
Actualmente el mundo jurídico atraviesa una gran crisis lingüística. Las universidades cada
vez más solo exportan “pseudo-profesionales” del derecho y ya no conocedores de este. La
finalidad de lucrar en el mercado competitivo es tan desmesurada, que muchas veces
olvidan otorgarles una sólida formación profesional y personal. La gran deficiencia que
existe en las aulas universitarias, o hablando estrictamente, dentro del plan curricular, es
que la gran mayoría de universidades no colocan en sus silabus un curso de redacción
jurídica, e incluso las pocas universidades que lo hacen, no le da la correcta seriedad del
caso. Como resultado de este problema, se obtienen abogados que no saben redactar de
manera correcta sus propios escritos y que además, terminan, muchos de ellos, comprando
plantillas.
:: Especialidad penal: Denuncia de parte. Organización del texto para su correcta redacción.