Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
HALLER
CONTRADICCIONES
CONTENIDO
PRÓLOGO .................................................................................................................................................... 7
I. SKATERS ................................................................................................................................................... 8
X. EN TI ME DESVANEZCO .......................................................................................................................... 16
XVI. LA BROMA.......................................................................................................................................... 22
Página
XVII. OTRA VIDA ........................................................................................................................................ 23
L. PREGUNTAS A LO INTANGIBLE................................................................................................................ 63
XCI. METUS...............................................................................................................................................148
6
Página
Antes que nada, agradezco a todas las personas que he conocido durante este corto tiempo en que me he dedicado a
escribir, por su paciencia y su apoyo. Esta compilación miscelánea de poemas, relatos y cuentos es bastante inferior, si
se compara al poemario, “La Era de la Nada”. Sin embargo, aquí existe un espacio más personal, donde en su mayoría se
tocan los temas de la soledad, el sentido del absurdo y la desesperación. Lo anterior es por una razón sencilla: estos
escritos reflejan lo que sentí en su momento, en una época específica donde el hecho de escribir era un escape de la
realidad que me aterraba. Ahora sólo son un recuerdo ajeno, que a los ojos del lector podrá ser un pequeño viaje hacia
el calvario de un mártir; a unos les agradará y a muchos otros les aburrirá. Hubo quienes leyeron en su momento mi
autobiografía, así que no entraré en detalles sobre esa vida de malviviente que tuve.
Con esta recopilación y el anterior conjunto de poesía, he alcanzado lo que me propuse cuando comencé a escribir:
dejar una parte de mí vida y de lo que soy, en las letras. Jamás tuve otro objetivo en realidad.
Por mi parte eso es todo. Todo lo que fui, aquí está entre líneas. Gracias por leerme.
I. Skaters
II. A la deriva
Comienzo a acostumbrarme
a ser un extraño sin más.
Sentado y observando,
como la gente viene y va;
cada quien andando,
solo o con su igual,
en familias o en intentos sin remedio.
Muchos no se percatan
de mi insignificante presencia.
Sólo hasta que saco mi pluma,
soy alguien para ellos.
Se siente una calma,
al ser alguien
sin identidad para los ojos ajenos.
10
Página
,
V. Melodías y abismos
Si fueras un instrumento
serias una guitarra eléctrica;
vivaz, potente, con melodías sin igual.
Mientras que yo, sería un melancólico piano
de melodías duras y angustiadas.
Estando juntos,
podríamos hacer una linda “November Rain”
para empezar nuestro concierto.
11
Página
VI. Cubo de rubik
12
Página
VI. Lástima y epifanía
Explican los detalles: Una lágrima y luego un suspiro. Todo había concluido.
los nombres mezclados con apellidos ficticios,
el contenido de aquellos juramentos amorosos,
las vidas de sus respectivos amantes...
y todo encaja.
14
Página
VIII. Caos mental
X. En ti me desvanezco
Estoy contigo.
Tu cuerpo tembloroso está encima mío.
Siento tu húmedo peso, Conserva solamente
el cual me calienta en este día tan frío. la esencia de este encuentro.
Explotaremos en medio
Te conozco, te poseo y te veo. de un sentimiento intenso.
Transmito en cada beso mis sueños eternos. Al final reencarnaremos
Y tú me haces sentir que estoy viviendo. en nuestros desnudos cuerpos.
Dulce y amargo es,
el sentir estas improvistas sensaciones. En tus ojos me desvanezco,
Caigo ante tu placer. entre tus manos me erizo.
Me olvido de lo que fue. Al estar entre tus piernas,
Entregándome a ti, mi sensual juez. siento que existo.
Provocando con ello,
Disfruto del sonido de tus jadeos, una felicidad incontrolable.
de tus entrecortadas respiraciones: Porque te quiero y tú me quieres.
melodías que me llevan a otras dimensiones Y aquí somos testigos
Tuyo es mi lamento. de que no estamos perdidos.
Te obsequio todos mis recuerdos. Entre tu cielo
Avienta mi ser a lo lejos, alegremente me voy muriendo.
más allá del universo.
16
Página
XI. Quiero ser estúpido
18
Página
XII. Bandera blanca
Quien abandona, nunca duerme tranquilo. —Me apena decirlo, pero no puedo.
Siempre persiste el recuerdo embellecido; No hay retorno, es mejor olvidar.
ahí están los años de ausencia, Ella llora y alcanzo a escuchar su última voluntad.
de no caminar adelante,
de no ser libre más. —Sólo deseo volver, al lugar donde yo fui feliz.
—No hay manera. Todos llevamos algún arrepentimiento
Duermes soñando con lo que pudo haber sido. hasta en nuestra otra vida.
Incapaz de cambiar lo escrito. Aprende a ocultar tu aflicción.
Pesadillas que en el presente se vuelven verdad.
Ahora todos esos momentos La hermosa mujer se detiene
no son más que canciones viejas, y emprende su viaje hacia el mundo.
que ahora duelen escuchar. Ver tanto sufrimiento
me orilla a ser su compañero.
Y la bandera sigue esperando a ser izada.
Sigue seduciendo mi debilidad. Por casualidad encontramos un camino:
La angustia de querer rendirse nunca se irá. el de los sueños impropios.
La tela tendrá que esperar Aparecemos cuando duermen;
a que la noche nos proteja, en su mente somos lo que el recuerdo quiere.
para que nadie nos vea.
Entre los vientos nocturnos y las estrellas, En este lugar ha sido posible conocerla mejor.
mi insignia va ondeando Con sorpresa descubro que es ella,
orgullosa mi derrota. la parte que había perdido en la mortalidad.
En los terrenos inhóspitos de Morfeo
Finalmente lo hago. es donde comenzamos a vivir en la muerte.
Me marcho hacia el viaje sin retorno. Habitamos cada cabeza,
Alguien me acompaña, que es un mundo literal para nosotros.
pero su presencia irónicamente
me provoca soledad: “¿Somos reales?”,
la tan conocida sensación Nos preguntamos ella y yo,
de ser sólo uno contra el mundo, entre los paisajes quiméricos de las pesadillas.
Real o no, aquí estoy,
Experimento melancolía por extrañar convencido que lo olvidado,
a mi otra mitad perdida; fue verdad en otro tiempo que ya no es válido.
la que tanta falta me hizo, Ahora la única verdad para mí, es ella
la que nunca podré amar. y para ella lo único que tiene, soy yo.
19
Desleal trashumante
¡muchas felicidades!,
eres un maestro en tu arte.
Permíteme tu mano:
leeré tus trincheras para aniquilarte.
Tu cuento se repite…
Esta voz que te dicta debe tener nombre.
Comparte el manantial de tu amargura;
me alimentaré para aclarar tu anarquía.
Comparte un seudónimo, bautiza pluma blanca;
esta tinta negra desea seguir narrando tu contrariedad.
Ídolos inexistentes,
edificados por una mano oscura arropada de blanco,
comerciando con su otra extremidad
con el amor perseguido por el infausto humano.
Bienaventurados sean en este averno.
Ovejas mansas y cobardes,
22
23
Página
XVIII. Perversidad
Suena el despertador.
Abro los ojos, somnolientos de rencor.
Es un día más, lleno de odio y aburrición. Convivir, hablar y aguantar
a las mismas personas;
Es lo que hacemos: donde el lugar está lleno de hipócritas.
guardar furia del día anterior, Las sonrisas se muestran de frente.
para que al siguiente Los cuchillos se muestran por atrás, cautelosamente.
quede un poco de aquel “dolor”.
La jornada llega a su fin.
Bañarme, vestirme y arreglarme. Es hora de volver a mi hogar,
Aparte, ingerir algún alimento ligero. pero el transporte es difícil de tomar,
Eso lo que termino haciendo. haciéndome enojar sin parar.
Los minutos y los segundos
son más rápidos que yo. La noche avanzada está.
En pocos minutos en mi cama voy a reposar.
Acabo saliendo con prisa de mi casa. Termina otro día.
Ya es tarde para irme a laborar. Por desgracia de forma injusta,
Como cada día que parece el mismo. se repetirá al despertar.
A mí no me sorprende
llegar muy tarde al trabajo, Ese pensamiento me hace enfadar.
por culpa del horrible tráfico A llegado el tiempo de soñar y olvidar.
que hay cada sábado. Pongo música para poderme relajar,
pero es inútil, porque mi ira acumulada
Mi jefe —que es idiota por naturaleza—, nunca me va a dejar descansar.
me reprende con presteza.
Convirtiendo de esa manera a mi mañana El cansancio termina por dominarme.
en un montón de mierda. En otro momento mi vida tendrá que cambiarse,
pero ahora es tiempo de resignarse.
25
Página
XX. Transgresión
Inquieto, insatisfecho;
nauseabundo me revuelco
en esta estadía insignificante y banal.
Inmerso en el mundo atascado
por su propia ignorancia Ser distinto es transgredir las normas.
e ingenuidad superflua. Es violar lo que el resto rinde culto.
Es ir contra la concepción humana
En esta distopía disfrazada tan frívola, tan mezquina, tan superficial y conflictiva,
caminamos sin avanzar, que nos sume en la falsedad y el egocentrismo.
aprendemos sin realmente saber, En esta época no se requieren héroes para salvarnos,
queremos sin necesitar, sino villanos para demostrar realmente
hablamos sin decir algo, la honestidad que se nos ha vedado.
escuchamos sin entender,
pensamos sin motivo; La maldad no existe señoras y señores
sé bienvenido a la era de la ironía y tampoco la sobrevalorada bondad;
y del vacío infinito. detrás de cada acto, —sea bueno o malo—
existirá una razón egoísta
Aquí a nadie le importas un carajo. para satisfacer nuestro propio bienestar.
Llora, desollate, quéjate todo lo que quieras.
Tú eres desechable, Nuestro único dios es el materialismo
la vida seguirá su curso sin tu presencia. y la finalidad de todos es llenarnos de ego,
Ojalá los mensajes dulces no te engañen: para después vomitar arrogancia
el individuo por sí solo, no es nadie. por la erudición, por las metas alcanzadas,
por nuestra imagen,
Somos millones; por nuestras creencias que pensamos correctas.
de entre la bazofia colectiva
es seguro que existe otro como tú: ¿Dejarán de criticar a quien va por sendero opuesto?
más talentoso, más sociable, ¿Trataran de convencerlo a que se una a su mediocre
más inteligente, de mejor aspecto, bando?
con una rutina cómoda ¿Harán un tabú de quien tiene sinceridad?
y con una familia que no está rota; Decir la verdad hoy en día es un pecado
mas no se salva de ser una hueca epifanía, y quedar bien con los demás es lo normal.
neblina pura que rápido se va.
Un año se ha ido.
¿A dónde vamos?
Me iré de tu lado.
Este es el último abrazo.
Occiso falso,
es así como me proclamo.
Camino en tus nubes de ilusión.
Cuando estuve, no aparecía en tu recuerdo.
Pero ahora, será imposible enterrarme con tus anestésicos.
31
Página
XXVI. Levedades
Camino a la perdición,
es ahí a donde voy.
Cayendo en un mar
de levedades sin sentido. He cambiado.
Buscando una luna Soy menos humano.
que no me haga sentir vacío. Nunca sabremos lo que pase en el futuro
y menos aún, lo que pase
Dime, ¿qué es lo que somos? al salir el sol esta mañana.
¿Amigos, novios
o sólo conocidos impropios? Pierdes o ganas, es un juego de azar.
Siempre estamos indecisos. Sin embargo, es mejor no ser adivinos,
Cobardes para tomar un rumbo fijo. de serlo todos, nada tendría sentido.
Presas del destino. Sería el presente algo aburrido.
Debe esto acabar.
El sentimiento es penumbra. Tanta iniquidad hace mal.
Estamos ciegos a la realidad.
Mintiéndome a mí mismo, Mis debilidades serán
encubriendo mi debilidad. mis fortalezas algún día.
Soy uno más que carga con levedad, Mis levedades pasaran a ser
en medio de una espiral. decisiones firmes,
la miseria madurara.
Conflicto de razones. Será sólo una anécdota;
Negociaciones de amores, el día siempre acaba siendo noche.
refugio de dolores; Tal vez lo que siento,
estos pormenores son el resultado dejará de ser un lamento.
de algo que no puede ser salvado.
32
Página
XXVII. Un mal protagonista
33
Página
XXVIII. Réquiem personal
Viviré a tu sombra
hasta que el sol desaparezca.
En la oscuridad soy libre
de hacer cualquier cosa.
He sido un ciego que va a tientas,
experimentando cosas Deseo lo mejor para ti.
sin ver jamás el precipicio No importa que tengas amores de a mil.
que me conducirá tu camino. Siempre estaré ahí.
No pongo condiciones.
Besando sus labios. El romance es liberal,
Perdiéndote entre sus ojos. no una esclavitud inmoral.
Diciéndole “te quiero” a cada momento. Haz conmigo lo que quieras.
Te observo desde lejos, Yo te sigo a ciegas.
celoso de que repites eso conmigo.
No diré nada, debo ser compartido. Podrá él tenerte más tiempo
Después de todo, soy lo prohibido. en sus brazos que yo.
Podrá besarte incluso como un dios.
Dirán que está mal tener a alguien más, Tal vez tu madre ha de adorarlo
en caso de que tu hombre te llegué a fallar. y nombrarlo yerno, sin reparo.
Se equivocan, esa es mi opinión. Podrá hacer eso
La libertad es amor. y un sin fin de cosas mejor que yo,
No te pongo cadenas de innecesaria fidelidad. pero nunca será capaz de asumir
Eres libre de amar a quien tú quieras. el papel de “malvado” que interpreta,
Lo importante para mí es tu felicidad. éste tu amante, con amor y descaro.
Mucho menos sabrá escribirte estás ideas,
Mucho has sufrido. que de mi me mente no se alejan.
Precozmente has madurado.
Te han quitado la inocencia con los años:
rodeada por tu muro de libros,
protegida entre el arte de tus dibujos,
olvidándote y encontrándote a ti misma
con la música que seduce tu alma.
Es como yo te veo, con tu corazón preso
entre recuerdos y lamentos.
Te anhelo sanar con el paso del tiempo.
35
Página
XXX. Sonreír a la existencia
Aprende a perder,
es fácil acostumbrarse ganar.
Estamos en medio de un juego de azar.
Levántate, date cuenta y emprende tu andar.
36
Página
XXXI. El triunfo del dolor
(Calaverita literaria)
Mi película de terror
está por mostrarse ante mis ojos.
Las imágenes aparecen inexplicables.
38
No quiero amores ridículos de película americana. Eso importa más que la inmundicia
Quiero un amor real con sus desgracias y bonanzas. que se acumula con los años.
Algo que sólo tú me puedes ayudar a disfrutar. Al inicio puede ser difícil entendernos,
pero sabes que lo que cuesta siempre es deseado.
Seamos parejos, amar es algo compartido. No me interesa el inicio
Si se transforma en algo solitario sólo quiero que esto nunca tenga un final.
se volverá todo un martirio.
39
Página
XXXIV. Ámala
La despertaste de la pesadilla;
besaste su sueño,
regalaste sinceridad con la promesa
de un romance ilimitado, que nunca sabría
lo que significa “jamás”.
la una de la madrugada.
Es tarde, parece obvio que gozas de la compañía
Página
de tu amante anónimo.
XXXVI. Los rostros de la infidelidad
(Parte II)
Estoy esperando,
nerviosa y un poco temerosa en el parque.
No puedo esconder las alocadas ansias,
de por fin llegar a mirarte.
Vamos a un hotel
donde nuestras caricias se encuentran
y desnudos terminamos.
Había estado con pocos hombres.
Ninguno me ha excitado tanto tú.
Vas y vienes;
tocas y palpas cada rincón
de mi enardecido cuerpo.
¿Qué es un poeta?
¿Es aquel que comercia con la sensiblería,
convirtiéndola en un escenario de versos,
estrofas e ideales que crean necesidad en quien lo lee,
para colmar su avidez de utopías?
¿Hablamos de pastores guiando ovejas,
o de flautistas de Hamelín atrayendo roedores mundanos?
Para mí, sujeto extraviado
y eterno extranjero de su misma tierra,
el léxico es el instrumento
que cualquiera puede convertir en aventura,
amor, pasión, o en un sueño
que siempre tendrá un destinatario
real o imaginario.
No es indispensable ser diestro en la métrica
o un mentor en las letras para crear un poema.
Un consejo: deténganse,
su inspiración que no dura más de una hora
es la culpable de procrear falsa poesía.
Olvídense por unos años de las relaciones imposibles,
de los anhelos congelados,
así como los recuerdos juveniles
y el dolor exagerado.
Bajen de su unicornio,
asomen sus cabezas por encima del arcoíris
y encontrarán lo que en verdad excita a la inventiva:
la implacable realidad.
el infinito de la objetividad.
XXXVIII. Laura
Me encuentro solo.
Mis pensamientos son mis eternos acompañantes.
Levanto la mirada y observo…
Enfrente de mí hay un espejo Conozco todo sobre mí
donde mi persona se refleja: cuando estoy en solitario.
me devuelve la miseria Al estar acompañado y socializando
de mis recuerdos y sueños truncados. me desconozco totalmente.
Porque somos “unos”
La falacia es fácil decirla y hacerla efectiva, al estar con nosotros mismos.
ante cualquier persona desconocida o amiga, Somos “otros” al estar
pero nunca podré engañar con los compañeros y amigos.
al joven que emula de forma exacta
cada uno de mis movimientos, ¿Hipocresía o secretismo en tendencia?
gestos y hasta mis internos lamentos. Un poco de ambas.
El miedo también entra en las razones
”Vivimos en un mundo gemelo al otro”. para ocultar el auténtico “yo”
Esta reflexión de pronto me agobia. al rostro ajeno.
¿Será que el verdadero “yo”, Por el temor a la crítica,
es quien está del otro lado del reflejo? a la burla y a la marginación.
Imposible saberlo. Suspiro. Ante todo somos animales sociales.
Me analizo con la ayuda del inquietante objeto.
El espejo todo de ti lo ve y lo sabe.
Mis ojos me recorren escrutadoramente, Al final quien realmente te observa
como si fueran un par de jueces inflexibles; es tu misma persona,
buscando a toda costa quién sabe toda tu vida pública, privada y secreta…
cualquier señal de debilidad. Tú decides, ¿aceptarte, aborrecerte u odiarte?
Rasgos de imperfección corporal.
50
Página
XL. Mentiras del 2013
Buscas la perfección
que no aparece por ningún lado.
Por mucho esfuerzo que pongas,
es algo inalcanzable
y si lo logras, tendrías la paradoja
de que lo perfecto no se puede mejorar,
porque el defecto del ser
es siempre anhelar más.
No logras ver,
qué verte cerrada a las posibilidades
me crea culpa.
Y tú no buscas ya
que el sentimiento se cultive.
Todo lo que quieres
es el pretexto del profesionista común...
Una fría actitud
56
Página
Sí te mostrara esta confesión,
probablemente te dará desdén.
Verás caracteres inútiles,
no extraviadas emociones.
Lo que conlleva
a que me causes un pequeño mal;
mi hermana separada por el karma,
me aconseja no verte más.
Me das la espalda,
a la vez que mentimos
para creer que todo va bien.
Entenderás que aunque no quiera
y que tus caprichos me hayan corrompido,
la puerta seguirá abierta;
el hogar está destrozado. Tú disculparás.
Sé que nunca te atreverás a entrar,
mas quería expresar
que eres la equivocación
que me dio una respuesta correcta,
y por más oxidada e hipócrita que seas,
yo te quiero.
Son cobardes,
mutilan la esperanza de nuestro pueblo.
Son temerosos,
violentan a los que buscan un futuro.
Nos ven como seres de papel:
frágiles y desechables, sin valía.
¿Seremos cautos
o dejaremos que nos maten? La lucha es obsoleta.
¿Tomarás piedras y las arrojarás No tiene ninguna función,
para evitar que ataquen a tu familia? mas que propagar la desesperación.
¿Imaginas un mundo ideal
La sangre engulle sangre, que esté cimentado por cadáveres?
la violencia es la gula de la injusticia; Sería una mentira,
jamás tendrá suficiente, pero siempre se prefiere por encima
siempre querrá más... de lo que tus ojos miran.
Tardaste en aparecer.
21 años esperé
para por fin conocer
a la persona que siempre querré
y podrá comprender Tienes una innegable influencia.
las contradicciones de mi ser. Has devuelto a mí la capacidad de soñar,
de pensar y de querer abandonar
Como todas las cosas buenas mi laberinto de soledad.
que alegran y cambian los días, Ahora deseo amarte sin parar.
llegaste en forma sorpresiva.
Tu plática fue realmente adictiva; Eres hermosa.
convirtiéndote así No hace falta que uses ropa ajustada.
en una necesaria droga Tampoco la piel maquillada.
para sobrellevar el peso de mi errante vida. Olvídate de cuidar tu apariencia,
a mis ojos tú eres perfecta:
Te llevo conmigo a todas partes, a cada instante. con tus greñas sin peinar,
Creo momentos tus playeras de grupos de rock y metal.
en que estamos felices y anhelantes. Tú me haces suspirar,
En sueños difusos y surreales me acompañas, te quiero abrazar
me tomas, me arrojas, sin importar lo que digan los demás.
haciéndome un mal hábito que nunca te deja.
No importando lo que pase en nuestro viaje. Nunca imaginé encontrar,
a esa persona que sea tan similar
Creas y destruyes. en traumas, gustos y vivencias.
Quiero que me rompas en pedazos. Estoy ansioso de por fin
Hazme olvidar el fracaso. este romance comenzar.
Repárame en tus brazos. Ten por seguro que nunca
Estaré contigo, más allá del tiempo. te voy a dejar de adorar.
Venciendo nuestros miedos.
61
Página
XLIX. Disforia
Queridos todos,
únicos a su manera.
Cada quien besa un fragmento de su persona.
Desean poseerla, sueñan con apropiarse,
pero jamás permanecerán más de un siglo
en el abismo que lleva en su cuerpo
y tampoco el que resguarda
en su psique complicada.
63
Página
LI. El afecto de una madre
Abre la ventana
Mira a la gente pasar.
Son en su mayoría,
decesos en vida. Su piel ya no siente el calor.
Esclavizados por el celular. Nunca sabrán del perfume
que hay en los miles de placeres.
Ciegos ante el sexo opuesto. No es de sorprenderse que nadie
Anestesiados por los recuerdos. se lamente de tantas muertes,
Sin escuchar problemas ajenos. después de todo
hay un sinfín de calaveras sonrientes.
Buscan el sabor del infinito
en botellas de licor barato. ¿Cómo revivir a quien
Esperan en vano un imprevisto nuevo; ya no sabe ni reír?
el catorce de febrero para hacer el amor. ¿Cómo impedir
que este mundo se pudra así?
Viviré en la muerte.
Me tendrás en tu mente. Somos humanos y siempre vamos a sufrir.
Sé que mi pensar es demente. Sólo espero que no comiences a huir.
En verdad no quiero ser Sabes que únicamente te poseo a ti.
un cadáver existente.
Sexo, drogas y My Chemical Romance;
Dime que es lo que soy. ese es el plan,
Dime a donde voy. no tienes por qué dudar.
Dame dirección. Tú y yo nos vamos a abrazar
mientras pasa una estrella fugaz.
Llévame a donde quieras
Todo con tal de no ser Pide un deseo
como esas gente muerta. mientras que te robo un beso.
Nosotros amiga mía,
Sordos al dolor. no seremos como ellos.
Ciegos al amor.
No conocen el sabor Dime que es lo que soy.
de lo que hay a su alrededor. Dime a donde voy.
Dame dirección.
Prostituta de la esquina,
vestida con mini falda y tacón, ¿celebrarás este día?
Amiga de curvas pronunciadas,
acosada en cada avenida,
¿habrá un cambio cuando salgas de casa?
Secretaria honesta y servicial,
humillada por las exigencias de un patán,
¿hoy recibirás rosas, en lugar de violencia verbal?
De ustedes venimos;
no son ninguna costilla
como algunos imberbes las tratan.
Sigan dando la cara, no desistan.
Eviten esconderse detrás de una máscara.
Por ustedes existe nuestro pasado
y son autoras de nuestro mañana.
68
Página
LVI. Irrealidad de mi realidad. (Cien bazofias)
Ella huyó.
Me alejé con la gracia de ser pretendido
por más de una adolescente,
ignorante de que mi merienda
se hallaba tirada en el pavimento.
Me lamenté por ser un mal protagonista:
un idiota actuando en un teatro sin público,
sosteniendo un lazo con el cual me confortaba
sintiendo la sangre que fluye en otra persona.
Yo soy tú, hija ignorante de mis memorias.
Creas y destruyes,
armando sin fin a este loco varado menos humano,
que canta “I got no distance left to run”.
Semanas transcurrieron,
el realista desengañado fue este pseudo-escritor.
Página
Mi cuerpo se tiñe de rojo a causa de su prematura despedida.
La desesperación erigió nuestra guerra,
acompañada por un diluvio arrasador
en diez kilómetros a la redonda.
La ira de nuestros días se extendió.
Pese a ello, en ti me desvanezco,
aunque fuese un culpable momentáneo.
El limbo de la indigencia
produjo cambios de mentalidad.
Aprendí lo siguiente:
lo que es, no será;
tú por tú camino y yo por mi precipicio.
En un intento por sanar
me hice adicto a melodías y abismos.
Coqueteaba con la posibilidad de ser libre:
“Quiero ser estúpido”, argumenté
para ajusticiar a la odiable estupidez.
Encontré un escape,
murió el romance
y trasladé conmigo a los cadáveres del Edén,
para resucitarlos en Tuxtla Gutierrez, Chiapas.
Una mano amiga me ofreció una esperanza, yo acepté.
A mi arribo al Distrito,
conocí el delirio.
Me hallé en la cúspide
y estuve besando la decadencia.
Las preguntas a lo intangible
no tardaron en aparecer,
al igual que la seducción de caer.
Poliamoroso me confieso,
situado en el dilema del erizo.
Tratando de resurgir la repulsión
con el llamado de la incestuosa
que pregona: “Suya soy”.
Rencor profesado;
agradecimiento vedado.
Fingiría si te prodigo amor, Saliste del mar de la costumbre,
amor inmerecido procreador del maligno, en tu arribo al desierto tomaste el cáliz del espejismo,
maligno que blasfemia por ser engendrado. dulce, apacible,
piadosa ficción donde el piso es oro,
Abriste tu llaga, vendiste tu libertad; tu segundo hijo es cristal hermoso
feliz por recibir el esperma y tener posibilidad de una y Buda es tu esposo,
familia asentar. pero, ¿en qué lugar está tu anhelo?
Exiliada a causa de la semilla germinada. En el pasado por supuesto;
Te hubieras deshecho de ese mal, un cruel ayer, pero verdadero.
¡cómo me gustaría ser un fantasma!
y no cargar el peso de tu error. ¿Qué sientes
Fastidiado estoy de nombrarme Bendición, al dar a luz al arrepentimiento?
vergonzoso pretexto de tu ineptidud. ¿Te apena otorgarle la vida
a un bastardo ladrón?
Fui títere desde infante, ¿Lastima la decepción del recuerdo?
manipulado por los hilos Que la buena comida
de aquellos miedos infundados. y el alcohol sea tu refugio.
Protegiste al cordero Que la ilusión donde yo no existo
para sólo arrojarlo al matadero. y el aborto sea tu cariño,
Eterna desconfiada, sean real sentimiento.
sabes que fui honesto en la mentira, Pasarán las décadas,
mas confiada estabas, madre, usted y yo, seremos extraños.
del romance infiel de mi libertino padre.
Dieciséis años transcurrieron.
Me largué, sufriste,
sufriste y entonces abandonaste:
la infidelidad fue la llave de tu jaula.
74
Página
LVIII. Fantasías equivocadas
Ella es oscuridad.
Sus ojos se cierran.
Comienza a pensar:
"¿Valdrá la pena esperar, Los días pasaban sin novedad.
a que la distancia muera ¿Hasta cuándo iba eso a durar?
y nos podamos abrazar?" Era insufrible no estar a su lado,
alejada de los besos de su añorado.
Él está desesperado. No caben todos los sentimientos y recuerdos
Desea romper su maldición en los mensajes del teléfono.
que no deja en paz su amor.
Muchos metros los separan El afecto se demuestra sobre todo
de su ser amado con el roce de las manos y los besos.
y eso no tiene una solución. ¿Dónde están las frases de romance eterno?
No están ya, parece que se fueron.
No caben todos los sentimientos y recuerdos
en los mensajes del teléfono. Hicieron todo por amarse,
El afecto se demuestra sobre todo no verse era inaguantable.
con el roce de las manos y los besos. Tenían que esperar a que el tiempo
caminara más deprisa;
¿Dónde están las frases de romance eterno? procurando que la sonrisa
No están ya, parece que se fueron. no se transformara en ceniza.
Ambos echan de menos
las tardes de verano, Pasaron quince meses.
cuando el desamor parecía algo raro. Las palabras ya no eran las de siempre.
Sus planes del futuro se extinguieron; La vida debe continuar,
la mudanza había empezado. aunque duela y sea difícil olvidar,
aquellas noches donde no se podían separar.
En sus maletas de él no cabían,
todos los momentos de alegría. El romance de lejos es una ligera dicha
Mucho menos y a su vez, una lenta agonía.
los mejores instantes de su vida,
qué pasó con su mujer soñada.
El rompecabezas de mi conciencia
no me dejar dormir.
Paso las noches en vela
y no tengo a donde ir.
No quiero vivir.
Antes quiero terminar de conocerme a mí. Me gustaría decir que siempre estuve ahí para ti.
Después podré morir. Por desgracia no ha sido así.
Soy consciente de que podrás odiarme y aborrecerme.
Algún día escucharás el sonido de mi voz, Mis explicaciones tal vez no serán suficientes,
junto con estos pensamientos cautivos y vergonzosos. mas por favor créeme: no quiero olvidarte.
Puede ser que nunca sepas de mí,
hasta que yo aparezca cerca de ti. Bien podría presentarme de repente
Fui en su momento como tu verdadero padre.
quien te cambiaba los pañales, Sin embargo prefiero esperar,
escuchaba tus llantos en mis desvelos, para que tu pensar sea más capaz
entonces te acurrucaba en mi pecho de asumir la verdad.
y volvíamos juntos a los dominios de Morfeo.
Esperare pacientemente a que llegues
Pasamos unidos poco tiempo. a la complicada adolescencia.
Siempre me dejo llevar por tus recuerdos: Será para ti una sorpresa.
tus graciosos gestos, Te lo contaré todo
la fijación que tenías con los perros, sin borrar detalles,
tu flojera y tu sonrisa coqueta ni eventos importantes.
al despertar cada mañana,
por dormirte hasta las tres de la madrugada. Yo soy tú, tú eres yo.
Además me asombraba tu inteligencia temprana. Dentro de nosotros hay un lazo
que nadie puede romper.
Eras —y sé que sigues siendo—, Aunque tengas a otro padre,
una niña sumamente especial, yo seré el único que pueda
la cual admito que en un futuro, cantarte Lullaby de Billy Joel.
tengo miedo de decepcionar.
79
Página
LXII. I got no distance left to run. (Layla)
83
Página
LXVI. Lápices oníricos
Fastidiante; tratar
de cambiar la mentalidad
de un invulnerable al consejo,
que todo le parece absurdo Analiza su conciencia y encuentra un escape.
y a la vez complejo. Refugiándose de todo contacto
que estimule la voluntad de vivir.
Por más flores, razones, Solo, transformándose en un objeto,
auxilios y delirios que puedan dársele despoja de su faz el sentimiento.
nunca se terminará por convencer; Nada queda. Se convierte en un saco roto.
la negación absoluta a renacer...
Jamás volverá a creer. Todo entra, mas nada permanece.
Destrozados quedaron los sueños,
La expectativa es el disfraz cayeron al suelo
maltrecho de la esperanza. y nadie está para recogerlos.
¡Tan vana, tan patética!
Que dan ganas de vomitarla a toda costa. Aun siendo inanimado
Sin ésta, la sumisión llega es capaz de vislumbrar,
y apacigua al quebrantado: que su cobardía es cierta
intolerable ser sin un inicio verídico, y que sólo le queda esperar.
acompañado de un final predicho.
Abandonando su dirección, Cuando la calamidad agrava,
para permitir que el sol juegue con su cara. la tortura lo humaniza.
Pintando con sus rayos, La caída y el pesar
la negrura interna en su piel escamada. terminan siendo el antídoto.
La fe es devuelta.
Pero, ¿qué acongoja al miserable conformado? El círculo se cierra.
Una y muchas situaciones Interminable acaba siendo su respiro.
ímprobas para él;
rutinas imaginarias, Únicamente la muerte podrá finar el vicio,
insignificantes para la ambición del que nada posee, del que no desea reír sin motivo.
temor a la decepción ajena, La estupidez es el regalo más despreciado,
junto a los problemas que esto acarrea, pero el más valioso:
conflictos eternos con sus deseos y obligaciones. permite subsistir
Sepultando con esto la capacidad de ser libre. sin dejar de abandonar la falsa esperanza.
Y esa es la carencia del indiferente:
La presión de cambiar y de abrirse a los demás, nunca habrá algo suficiente que lo llene.
es descubrir su debilidad.
Estas posibilidades en nada complacen.
Acaban por atemorizar y echar atrás
85
Cris se enfadó
y la tomó fuerte del brazo;
Los huesos de la detenida
enseguida se quebraron.
La Catrina la volteó a ver con furia, y se miraron fijo.
“¿Por qué me agredes?”, arremetió la que sin brazo quedó.
“No lo hice con intención,
sólo quiero saber tu razón”
La flaca al ver la compasión
reflejada en aquellos ojos vivos,
no tuvo otro remedio
86
Ella aprovechó
y exigió estar de nuevo,
con su difunto amado.
De mala gana
hizo traer al joven de cabello largo
y de uñas oscuras.
Ambos se tomaron de las manos y sus labios colapsaron.
Frío y calor; la vida y la perdición
se hicieron uno en ese momento.
87
Página
“Dime tu última voluntad,
así podremos estar en paz”
La aludida contestó sin titubear:
“Quiero estar siempre con él”.
La tramposa tomó al píe de la letra su querencia.
Inmediatamente la tomó del cuello;
su garganta se rompió y Cris muerta quedó.
88
Página
LXIX. Danzantes
Existieron palabras
que ahora no son más que fantasmas.
Casi imperceptibles, casi intangibles. El par de bailarines
Pero la macabra realidad que abusaban de mi inocencia
las ha desmitificado quedaron muertos, sin siquiera culminar su danza.
y las ha borrado de mi léxico diario. Las verdades flotaban en el aire,
maliciosas e incontenibles,
Bailaron en mis ideas, se colaron en mi débil ser.
una pareja llamada "Ilusión" y "Contradicción".
Ellos me contagiaban con sus pasos Intoxicado pernocté más de 360 días.
y yo reaccionaba con sentimientos vagos; Soñé y me negaba mover una sola pestaña;
los antes espectros, corría el peligro de salirme del Edén incierto.
fueron alguna vez aventureras emociones. No fue hasta que mi espalda adolorida me empujó;
fui obligado a enfrentar los lamentos,
Me llevaban de un sitio a otro. a borrar los desiertos
Las distancias no significaban nada: inundándolos con un mar artificial.
todo era en pos del imberbe corazón,
que todo quería y que poco conocía. Sin usar “porqués”,
encontré respuestas para los “cómo”.
Celebraba a la vida con locuras desbocadas. Sin embargo, un dúo de palabras
Confiaba en las sonrisas ajenas quedaron arrasadas.
Di más allá, de lo que realmente poseía, Prohibí proclamarlas,
mas la razón taladraba mi algarabía mental no tenía caso desperdiciarlas.
con lógica pura y absoluta:
Mejor las he de guardar.
“Tú no tienes por qué brindar Cuando la Parca esté a la vuelta de la esquina,
¿Tienes un carro y comes caviar? podré escupirlas con emoción
¿Cursaste carrera? en mi penúltima exhalación:
¿Te acuestas con caras rameras? “Siempre” y “Sorpresa”.
¡Despierta ya? La sociedad te va aplastar.
Ni tus experiencias, ni tu sufrir interesan a nadie.
Abandona, se realista y aíslate”
90
Página
LXXI. En la cúspide
Me encuentro en la cúspide,
tú eres la montaña que me sostiene:
si te vas, yo caeré.
Tal vez suceda,
pero asumo el riesgo.
En el infinito te persigo.
También en este mundo inédito e maldito;
donde bien puedes estar fuera de él Me moveré entre la penumbra
o gobernando tu universo interno. con rapidez apremiante.
El impulso de Eros nos llevará
El dolor es un mal necesario enigmáticamente hacia el terreno Tánatos.
para apreciar lo que se tiene, De la misma forma el amor
lo que se tuvo nos traslada al abismo,
y lo que se añora en lo profundo. y viceversa.
Envidio tu felicidad.
Me declararé sin la necesidad
de beber en la cantina,
para mis falsedades anestesiar
y borrar mi ironía.
La sinceridad emerge
en el acto accidental de ver tus retratos.
La tristeza quiere desertar de mis pupilas
cuando escucho tus empalagosas canciones,
que fueron dedicadas por las fechas de junio.
En el día reciente,
rodeada de esperanza vives,
con el querer novicio
que por el éxtasis te estremece.
96
Página
Padezco fobia de volverme a relacionar,
ya que el veneno que humedece mi boca
podría ser fatal para quien desee pecar.
Es fatigante permitir
la entrada al sentir de ajenos;
ya no confío en ellos.
desconfío, dudo, vacilo
me atemorizo y recelo.
Conozco mis defectos y me distancio
de quien desea quererme,
para no herir sentimientos frágiles.
Sexo en pantalla:
fornicadores entreverados
entre las onomatopeyas
e insultante prosa;
La víctima es la mercancía.
¡Benditas sean las infinitas filias!
¡Gloriosos resultan los alaridos!
¡Contémplame el rostro,
no apartes tus ojos hacia el pavimento! A diario me veo en el menester de mezclarme con ustedes,
Llámame con cualquier desprecio cargando el peso de la deformidad de sus emociones
o con lo que dicte tu repugnancia; [agrestes,
mi abominación no se compara para insensibilizarme, dañarme con sus mofas,
con el monstruo que en ti observo: en mi elegía por llevarme una ración de pan a la boca.
ponzoñoso como la soberbia misma, Sin embargo, la suerte se pierde conmigo en ocasiones;
juicioso desde la primera mirada, forzándome a degustar el sabor de mis heces
egocéntrico como un artista, y de los fluidos que escapan por todos mis orificios.
calumniador, libertino...
Engendras mi lástima. Desertado del placer amoroso.
Despojado del gesto encantado.
¿Humano o animal? Convidado a ser payaso.
Tengo raciocinio, tengo sentimiento, Sólo estoy existiendo, no viviendo.
pero no soy tratado con dignidad.
Enemigo jurado de la belleza. Encuentro una solución en la rama de un árbol.
El arte nos da la espalda a los amorfos, La soga está lista.
por ser el reflejo de su bestialidad intrínseca. El viento me avisa que es el momento.
Mi anomalía danza, la paciencia se agota.
¿Avivo tu miedo? ¿Cuántas temporadas deberé aguantar?
¿Te consideras venturoso por ser normal? Las camelias se abren,
Me consideras una paria sin humanidad, castigada, el calor me abrasa,
grotesca, los sauces pierden follaje,
a causa el milagro mal ejecutado algunos niños juegan con la nieve.
del ADN deficiente de un hombre canceroso ¿Por qué mi decadencia no muere?
y por la clemencia de una joven aturdida por su maternidad. Estoy condenado a la inmortalidad.
103
Página
LXXX. Criminal
Toco miles de puertas.
Ridiculizo mi dignidad
por conseguir pocas monedas;
los hombres de saco y corbata,
se despiden sin atender suplicas.
Surge el remordimiento,
pero la cartera ajena que dará el sustento,
templa el inusitado recelo.
Los niños comen. Regocijados dan las gracias,
convenciéndome para volver
al callejón de los que han de ser infortunados.
Róbame la libertad;
exhausta estoy, no quiero decidir.
Átame, amo del shibari,
sorprende a mis defectos,
liquídalos al poseerlos.
La devoción total es para ti.
Gritaré tu melodía predilecta: desesperación.
Degustable delicia, insania sólo apta para mí.
Obliga, y yo obedeceré.
Daña, y yo gozaré.
Página
Desampara, y yo moriré.
LXXII. Lenguaje amargo
Imposible,
camino por la calle
y nadie me ve,
me he vuelto invisible. Quizá vuelva cazar la realidad.
El color negro de la noche Ojalá regrese a la hilaridad.
me queda bien. Quiero recordar
He perdido la fe. lo que era ser una persona normal.
Lo que fue, ahora no es. Ser irreal me está matando de forma fatal.
Por los cielos más azules, entre las nubes un ave surcaba el horizonte. Sobrevolaba sobre la inmensidad del mar,
poseedora de una intensa claridad zafiro, la cual provocaba la confusión del pequeño animal alado. "¿Vuelo por el cielo
o lo hago en el mar?", se cuestionó al acercarse a su reflejo. Iba solo, —contrario a las costumbres de su especie—.
Prefería la soledad porque deseaba explorar los límites del mundo. Desde pequeño, en su nido imaginaba lo que afuera
pudiese esperarle; las maravillas que pedían ser admiradas, los días que clamaban ser aprovechados en pos de su
hambre de descubrimiento, el cual nunca lo dejaba.
No le bastaba conocer los monumentos hechos por la naturaleza; las montañas frías e imponentes, los bosques
tranquilos y serenos, las playas con sus esplendorosas puestas de sol y las cascadas truculentas. Pese a ver visto todo
aquello, aún exigía conocer más. Por esa razón quiso adentrarse a un universo que le ofrecía con abundancia cosas
nuevas por conocer: el mundo de los humanos.
Pocas veces tuvo contacto con aquello seres, salvo contadas ocasiones en que los vislumbraba encima de construcciones
hechas de madera, sobre el mar .Y en otro momento, cuando descansó en la roca de una montaña, uno de ellos intentó
herirlo con un objeto brillante y que parecía peligroso. Aunque su integridad corrió peligro, no le guardó ningún tipo de
rencor. Aquel sujeto lucia hambriento y débil. Daba compasión verlo, según el ave. Fue desde ese instante en que su
curiosidad le empujó a conocer de cerca a esos animales sin plumaje, sin alas y con extrañas maneras.
Vislumbró a pocos kilómetros un puerto. “En poco tiempo estaría ante lo desconocido”, pensó. Sería el único en su
especie en lograrlo. Nadie salía de la isla donde habitaba su familia. Siempre permanecían juntos y hacían lo posible por
nunca alejarse mucho, por temor a los depredadores. Por consiguiente, no conocían nada en relación al sitio donde
ahora penetraba. Su gozo fue gradual, al ver la numerosa cantidad seres humanos que vivían en esa ciudad atestada de
casas hechas de madera y ladrillo, con una iglesia con arquitectura barroca, un mercado en insalubres condiciones y una
plaza espaciosa donde los niños jugaban sin preocupación. En esa misma plaza vio con sorpresa la presencia de una
parvada de palomas. Eran enormes comparadas con él, que era un pájaro pequeño por naturaleza. Se acercó con
cautela y cuando se sintió seguro, alzó su canto.
— ¿Qué es lo que hacen en este lugar? —Hizo su pregunta, mientras las palomas comían migajas de pan que los
pequeños arrojaban.
—Pensé que era el único que visitaba la tierra de los humanos, pero veo que me equivoqué. Vengo de una tierra lejana,
donde existen aves como yo. Es por eso que decidí salir de mi hogar para conocer todo lo que el mundo ofrece. Podrían
107
—Entonces si son así, ¿por qué no se van de aquí? ¿No sería mejor dejar esta ciudad, para encontrar un sitio mejor sin
humanos? —Razonó el rojinegro pajarillo. Decepcionado por su mismo comentario que le parecía sombrío.
—Sencillamente por qué no conocemos otro lugar. No podemos irnos. Aquí tenemos ciertas comodidades: el alimento
es abundante, la ciudad es bella y las noches frescas. Buscar con que llenar nuestros estómagos sería un problema en un
lugar desconocido. Estamos acostumbrados a la rutina que llevamos. En caso de estar en peligro, volamos a lo alto y el
problema es mermado. Dime ¿has encontrado comida y refugio en el cielo? —Se mofó la paloma desgarbada.
A continuación, un niño corrió hacia donde la parvada estaba. Todos volaron, excepto el pequeño visitante que no se dio
cuenta de la cercanía del chico. Fue interceptado por las pequeñas manos que lo aprisionaban, causándole gran dolor en
sus delicadas alas y en su pecho. Fascinado estaba su captor con los colores rojo y negro de su plumaje, con su pico color
avellana. Tanta era la emoción del niño, que jaló con tosquedad su ala derecha. El ave trinó con fuerza y así pudo
espantar a su involuntario torturador.
Salió volando con miedo a ser maltratado de nuevo. Se refugió en la torre más alta de la ciudad, donde le era posible
tener una vista completa de todo lo que había a su alrededor. Con un poco más de calma se preguntó: “¿Cómo es
posible que una criatura tan aparentemente pacifica, provocara en mi interior, el desagradable miedo que sólo las fieras
más feroces solían provocarme?
Con el pasar del sol, trató de encontrar la respuesta y cuando la luna apareció, su tranquilidad se restauró por completo.
Su ala dejó de dolerle y con optimismo se dijo: “La culpa no la tuvo el pequeño. No encontré malicia en sus actos.
Únicamente deseaba conocerme. El miedo en mí, es el resultado del desconocimiento que tengo de los humanos”. Con
ese pensamiento, concilió su sueño perdido en su viaje por las aguas del mundo.
Al día siguiente cuando las nubes brillaban en la mañana, el ave bajó de la torre; ésta pertenecía a un castillo que estaba
a su vez, dentro de una fortaleza. Allí vio con estupefacción las armas que los caballeros usaban para resguardar las
inmediaciones de sus terrenos. Eran objetos similares como el de aquel humano que lo quiso dañar en la montaña.
Pronto lo asoció con los caballeros que miraba, y con detenimiento los analizó. Todo el día alimentó su curiosidad.
Pudo saber que eran violentos en ocasiones y a su vez, tranquilos. Esa era la principal cualidad entre los seres humanos,
cómo pudo darse cuenta tiempo después. Eran en una palabra: impredecibles.
Fue descubriendo poco a poco sus costumbres. Se levantaban temprano y dormían al anochecer, otros hacían lo
contrario. Comían de todo, cosa que al ave le impresionó bastante y fue por ello que se animó a probar de todo un poco,
108
excepto carne, —para su gusto era repulsivo—. Después se dio cuenta que la vida que llevaban, era regida por la
actividad que ellos hacían; cada quien se limitaba a actuar y hacer conforme su labor lo exigiera. Esta minúscula
Página
observación tuvo un gran impacto en el diminuto observador. ¿Cuál debía ser la labor de un ave? ¿Qué importancia
tenía su propia existencia? “Son preguntas que tendrán su respuesta, las cuales a su debido momento serán resueltas”,
pensó sereno. No dejándose llevar por el dramatismo de su reflexión.
Poco tiempo después algo curioso pasó ante sus ojos. Un hombre y una mujer —ambos jóvenes y alegres— caminaban
cerca de un parque tomados de las manos. Sonreían y se abrazaban. Frotaban sus labios de manera mutua, lenta y
silenciosa. Este comportamiento lo dejó perplejo. Hasta ese momento jamás había visto algo como aquello. Siguió
observándolos y su extrañeza lejos de disiparse, creció. De pronto recordó las muestras de afecto que mostraban
algunas aves de su especie. Sin embargo esas muestras sólo eran usadas en momentos específicos. No se hacían todo el
tiempo, como aquella pareja que no descansaba de tocarse, de sonreírse, de necesitarse.
Los días transcurrieron y su deseo por saber todo sobre los humanos comenzó a decaer. No era porque dejaran de ser
fascinantes para él —todo lo contrario—, eran admirados con toda devoción por su ser. Pero había un problema: le era
imposible aprender el lenguaje que usaban ellos para comunicarse y aún quedaban muchas cosas por esclarecer… En
especial el comportamiento que experimentaban algunas parejas, como la del parque. Además todavía quedaban sin
resolver las preguntas formuladas anteriormente y eso lo deprimía. Sintió entonces, una rara sensación de vacío en su
pecho. Un hueco que necesitaba llenarse a toda costa con el saber que no aparecía.
Una noche —cuando hacia el esfuerzo para soltar al menos una palabra—, una tormenta estalló de la nada por toda la
ciudad. Su pequeño nido —que con esmero y paciencia construyó en la torre del castillo—, quedó deshecho por los
fuertes vientos y la furia con que caía la lluvia. De tal magnitud era la tormenta, que las gotas eran para el indefenso
pajarito una tortura agónica. Semejante era su dolor, como el que siente un hombre siendo atravesado por una navaja.
Sus trinos incesantes estremecían a todos los refugiados en sus sueños, siendo despertados por la pesadilla que vivía en
ese instante el delicado ser alado.
Mientras tanto, él luchaba por encontrar donde salvaguardarse, empero a todo sitio al que iba, estaba ocupado por
otras aves o animales domésticos, en su defecto. En pocos minutos sentía que su vida se apagaba. La visión le fallaba,
sus alas dejaban poco a poco de plegarse como debían. En su desesperación optó por entrar al hogar de algún humano,
pero eso no era posible. Todas las puertas y ventanas estaban cerradas. No había modo alguno de entrar. Ni golpeando
los vidrios con su pico obtenía respuesta. Tanto era el egoísmo que demostraron los citadinos, que el pajarillo
sencillamente se rindió. Dejándose caer desde una vertiginosa altura.
En el instante en que sentía la proximidad del pavimento a escasos metros, una voz retumbó por la desolada calle.
Con sus últimas energías y aguantando las heridas, fue capaz de sobrevolar a pocos sentimientos del suelo. Buscó con la
mirada al responsable del llamado. Y una vez más lo escuchó y encontró el sitio de dónde provenía: el interior de una
casa pequeña de dos pisos. Una ventana parcialmente abierta y una silueta oscura detrás de la misma, le daban la
bienvenida.
Veloz se dirigió a donde el sonido surgía. Se adentró a la oscuridad de la estancia y fue a posarse encima de una
109
superficie blanda, cálida y confortable... Una cama en toda regla. Enseguida sus ojos tuvieron urgencia de cerrarse. Era
más su agotamiento que su curiosidad, dejando a un lado el misterio de saber quién era su salvador.
Página
Una fresca mañana se hizo presente y la angustia se apareció siniestra como un demonio, al despertar. Sus rasguños
seguían abiertos. Sangre escarlata brillaba encima de sus plumas. Lloró repentinamente, desconsolado al saberse
víctima de una lenta y agobiante muerte. “Hubiese preferido fallecer de un golpe”, pensó el pobrecillo, recordando el
vértigo que sintió al ir cayendo hacia el suelo. En medio de su pena, una puerta se abrió. Una mujer vestida con
modestia entró. Esta vio compasiva al invitado de su habitación.
—Aguanta un poco pajarillo, en un momento te curaré —Escuchó el ave, olvidándose de su situación para dar cabida a
la alegría renacida de manera inesperada. La entendió. Entonces eso significaba que ella, podía entenderlo a él.
—En efecto, la tormenta me sacó de la cama. Entonces fue que escuché tus desamparados trinos. Te vi caer y eso me
hizo llamarte, esperando que con ellos no te dieras por vencido. Dejé que descansaras. Cuando dormías, unté en ti algo
de ungüento, para cerrar tus cortes. Aunque todavía falta mucho para poderte restablecer —dijo la humana, tomándolo
con cuidado entre sus manos.
Ella rápidamente puso manos a la obra. Limpió toda la suciedad y la sangre que manchaba su plumaje. Usó más
ungüento para calmar sus dolencias y le puso vendas para cubrir su pecho, además de su ala derecha —la más castigada
por la lluvia—. Y para finalizar, lo alimentó con abundantes semillas.
—No sé qué es lo que sea un nombre. Soy un ave como muchas otras en la tierra ¿Para qué necesito eso, si solo hay
pequeñas diferencias en nuestra apariencia? ¿Podrías explicarme, por favor? Quiero saber.
—Vaya, eres un pequeño muy honesto. Trataré de explicarte, aunque no sea la apropiada para hacerlo. No soy lista y no
sé mucho de las cosas de la vida. Un nombre es lo que te diferencia de los demás, porque solo tú serias poseedor de ese
distintivo para ser llamado y diferenciado, por supuesto. Pongamos un ejemplo: si entrará en este momento un pájaro
igual a ti ¿Cómo sabría cual eres tú?
—Diciéndote lo que paso ayer. Lo que sabes tú de mí, pese a ser poco hasta el momento.
— ¿Y si el otro me contará lo mismo? ¿Cómo sabría quién es quién? ¿Quién sería entonces el mentiroso?
—No me imaginé que algo así fuese probable. Las aves que he conocido no tenían nombre. Todos nos reconocíamos por
los rasgos de cada uno, ya que vemos los detalles más ínfimos de cada ser. Por ello encontramos las diferencias entre
110
uno y otro. Sin embargo, veo que con los humanos eso no es posible... Por favor, ¿Podrías darme un nombre? Yo no sé
ninguno en particular y siento que podrías ayudarme con eso —Rogó e inclinó su cabeza, en señal de gratitud.
Página
—Será un placer. Tu nombre será… Sunset, porque tus colores me recuerdan a los que logro ver en las puestas de sol.
Dime ¿Te gusta? —Apenada preguntó la mujer, esperando una respuesta posiblemente negativa.
—Suena bien para mí —trinó alegre el recién nombrado—. Y mejor aún si tú eres la única que lo sabe…eso lo vuelve más
especial. Te agradezco mucho. Ahora dime ¿Cuál es el tuyo?
—Yo me llamo Alie. Es la primera vez que conozco a un ave cómo tú. Supongo que no eres de estos terrenos ¿verdad?
Sunset continuó la conversación contándole todo sobre él; donde nació, como eran sus hermanos y sus progenitores, las
cosas que hacían, etc. Luego describió su viaje por las montañas, las selvas, las playas y su cruce por el océano, de
poniente a oriente. Atenta y maravillada por sus historias quedó Alie, quien sintió gran simpatía por su nuevo amigo.
Al final de la plática el emplumado explicó su fascinación por el género humano. Quería entenderlos a la perfección,
conocerlos a fondo y aprender con ello, algo más de la vida que poseía. La dama, de buen modo accedió a enseñarle
todo lo que le era posible.
En el transcurso de un año, con sus alas ya curadas y su salud plena, el ave comprendió por fin las complejidades del
comportamiento de la gente y entendió —con sumo trabajo— las cosas abstractas. Con ello previamente aprendido,
logró dar con las respuestas que tanto quería saber. Su labor principal era provocar las sonrisas de su amiga. La
importancia de su existencia era darle felicidad, llenar su cuarto con sus cantos, hacerle compañía todo el tiempo que le
fuera posible. Ella vivía recluida por orden de un hombre que —supuestamente— era su esposo. Ella nunca le dio una
explicación para su situación. Se limitaba sólo a disfrutar de la presencia del ingenuo pajarillo.
Sunset supo también el porqué del afecto descomunal de los ya distantes amantes que se entregaban sin inhibiciones,
porque él mismo experimentaba esa misma necesidad que sentían ellos de estar unidos. Sentía amor y cariño por Alie; la
única que lo entendía, que lo conocía y que además, lo nombró con la palabra del atardecer.
Por muchas noches se quedó desvelado por buscar la manera de explicarle lo que sentía. El miedo al rechazo lo
atormentaba. Pero un día se armó de valor y confesó lo que en él percibía. Ella escuchó atenta y quedó impresionada
por los sentimientos profundos, nacidos en él.
—Sunset, lo que tú sientes hacía mí es algo que no puede ser. Para demostrar amor entre nosotros, debe existir
contacto físico y llevar una vida como el resto. Tú no eres un ser humano. No puedes besarme, ni tocarme y apenas
puedes comprenderme. Lo nuestro es imposible. No hay forma. El sentimiento es mutuo, créeme, pero se necesitan
muchas cosas para hacerlo realidad. Encuentra a alguien como tú, así dejarás de sentirte en soledad. Y podrás olvidarme
poco a poco —argumentó Alie, quien se sentía mal de herir a su inusual enamorado.
—Pero…tú eres quien me comprende, quien sabe todo de mí. Me ayudaste cuando todo lo sentía perdido. De no ser por
aquella tormenta, nunca te hubiese conocido. Me siento dichoso de haber sido torturado por esas gotas, porque ellas
me trajeron hasta a ti. Sí tanto te importa que yo sea humano, dejaré de ser un ave y me comportaré como los hombres.
Dejaré de volar, trabajaré y con mis alas te tocaré —respondió, con determinación.
111
Ella trató de disuadirlo, pero no lo logró. Justo cuando estaba por salir de la ventana para ir hacia su nido nuevo en la
torre, Alie lo detuvo. Entre sollozos exclamó:
Página
— ¿Te has preguntado siquiera porque estoy siempre encerrada? ¿Sabes la razón de porque soy la única que habla en tu
lenguaje y te entiende? ¡Es porque sufro de un mal llamado locura! Únicamente por eso soy capaz de tener un lazo
contigo. Si fuera normal como los demás, tú y yo no tendríamos razones para estar juntos. ¿Sabes? a veces pienso que
tú no eres real, que eres una visión creada por mí, que me tranquiliza el alma y entretiene mi mente. Te aprecio, pero no
quiero que te comportes como un hombre. Tú eres único así como eres. Sigue con tu viaje. Sigue descubriendo el
mundo.
Sunset estaba confundido, aturdido por las palabras de su amada. Pero era más fuerte su corazón que la razón.
—Por tu locura estoy aquí. Por esa misma locura, es por quiero todo de ti. La locura te hace excepcional. Pero para
amarte necesito ser un hombre más y así lo haré. En la desgracia hallé la felicidad en cuanto entre por tu ventana. Ahora
mi pena es por tener alas, por ser un ave. A partir de mañana seré un ser humano. Puedo pensar, actuar y sentir como
ellos. Al caer el alba lo verás —Trinó con valentía, advirtiéndole de su transformación.
Fue de esta rotunda manera, que inicio una nueva vida. Al salir de la recamara, buscó lo que necesitaba: trozos de tela
para usarlos como atuendo y restos de madera para tenerlos como calzado. Con dificultades confeccionó su ropa.
Cuando el sol clareó, emprendió su último vuelo aterrizando en las inmediaciones de algunos comercios. Su presencia
no pasó desapercibida. Lo miraban con recelo y algunos con burla. Pero al rojinegro alado no le importó.
Emprendió el paso y se dispuso a hallar alguna labor. Alie le había enseñado algunas palabras usadas por las personas,
pero le eran casi imposible sacarlas de su pico. Paró en un establecimiento donde vendían pan. Entró por la puerta y ya
dentro, soltó con todo lo que pudo un par de expresiones. Sonaron agudas, frías, tétricas: “¡Quiero trabajo!”
Todos sin excepción, quedaron absortos al escucharlo. El pánico de la gente no se hizo esperar. El dueño del negocio
tomó un palo, tratando de golpear a aquel tenebroso pajarillo rojizo. “No es normal que los animales hablen”, pensaron
las gentes al presenciar al ave que corría, escapando de la ira del panadero. Siguió en su búsqueda de labor.
La escena previa fue repetida una y otra vez. Los humanos le temían por su habilidad para soltar palabras, lo rechazaban
sólo por querer ser como ellos. “¿Qué tenía de malo desear ser, un humano?”, se preguntó dolido el cansado Sunset.
La penumbra devoró la localidad. Anunciando con ello su partida hacia la habitación de su “anhelo humano”. Tardo
horas en llegar, pues su casa estaba a unos kilómetros de distancia de donde él se hallaba. Cuando por fin llegó, se
encontró con el problema de cómo poder entrar. Estando de pie ante la puerta, unos extraños sonidos se escuchaban,
provenientes de donde ella estaba encerrada. Eran una mezcla de respiraciones entre cortadas, jadeos, murmullos y
fricciones que —se figuró el animal— eran ocasionados por el golpear de algo contra el suelo.
Inconscientemente Sunset sintió que ella corría peligro. Con esa excusa rompió su promesa de no volar de nuevo. Abrió
las alas y se impulsó hacia el techo.
Al ver el interior de la habitación encontró a un hombre desnudo que se movía rítmicamente de arriba abajo, estando
encima de Alie que también estaba sin ropa. Juntos en la cama, compartían algo que él conocía…Ellos hacían el amor.
112
Los transeúntes horrorizados, rodearon el cadáver y con espanto reaccionaron al ver al diminuto pájaro cuando salió de
la casa. Muchos lo reconocieron. Sabían que era la misma ave parlante que estuvo en los comercios durante el día. De
inmediato todos los habitantes de la ciudad comenzaron su caza para hacerlo pagar. Creyéndolo un animal perverso y
demoníaco: un mensajero del mal.
Las lágrimas salían en abundancia del perseguido Sunset. Las últimas palabras que le dijo Alie antes de partir, pesaban
en su memoria:
Lo que él ignoraba, era que estas palabras realmente fueron dichas para protegerlo de hacer más locuras. De arriesgarse
a perder su identidad, su ser. Alie por otra parte sollozaba arrepentida. No era su intención ser cruel.
El ave siguió surcando el cielo, en busca de un lugar en donde esconderse. Sabía que era perseguido. Por ello tuvo que
ocultarse en el interior de la iglesia. Dentro de ella había pocos feligreses, quienes ignoraban lo sucedido en la ciudad. El
padre daba su misa, contando las proezas que un hombre logró una gran hazaña: la resurrección.
El emplumado refugiado escuchó cada palabra. Fue de ese modo que descubrió lo que eran los milagros. El tema lo
regocijó, pues en él había una solución a sus problemas. Sin embargo el padre nunca mencionó como eran provocados
dichos milagros. Únicamente hizo hinca pie en que se necesitaba fe, voluntad y amor para pedir al creador lo que uno
quisiese, y así cualquier deseo seria concedido. Con esto en mente, puso en práctica lo aprendido.
Todos los días y todas las noches clamaba a los cielos —donde según el padre residía el autor de los milagros—, que le
diera la apariencia humana. Él tenía todo lo que se necesitaba. Estaba convencido de que tarde o temprano, sus ruegos
serian atendidos. Por otra parte su estadía en la ciudad era casi insostenible. Hasta los mismos animales lo atacaban
cuando lo veían.
Los años pasaban y sobrevivió a toda clase de peligros. Razón por cual ya no era el mismo pájaro de antes. Estaba
cicatrizado por diversas partes de su figura, le hacían falta plumas y se veía viejo.
Sumido en la depresión de estar en la vejez y de nunca poder volver a ver a Alie, el cabizbajo Sunset se dio por vencido.
Se acercó al límite de los cielos y trinó:
— ¡Tengo todo lo que quieres! ¡Poseo fe, voluntad, amor, pero no me respondes! Yo amo a una mujer. Yo debí ser
humano. ¿Por qué me hiciste ser un ave? —Desesperado esperó una respuesta, pero ésta jamás llegó.
113
De inmediato bajó hacia la plaza. Donde las palomas comían mendrugos de pan, como siempre. Al verlo lo evitaron,
Página
Esa era la última oportunidad que le daba, a ese ser que hacia milagros.
Las palomas aceptaron. Serían héroes a los ojos de los humanos y eso significaba tener más comida. Volaron juntos
hacia el castillo, donde la torre era iluminada por los últimos rayos del sol. Con sendos picotazos, poco a poco fueron
destrozando las alas rojinegras de Sunset. Trinaba con ahínco y lloraba con violencia. Teñido de sangre y con las patas
escarlata, se dejó caer por los aires. Si sobrevivía sería porque por fin su milagro seria hecho, si no, entonces todo era
una mentira.
Un impacto seco alertó a los citadinos. El cadáver del pájaro sin alas estaba en el suelo. Todos lo reconocieron. Por fin el
aterrador animal estaba muerto. Las palomas bajaron y rodearon los restos del ave. Sedientas de reconocimiento,
siguieron picoteando el cuerpo. Los humanos presentes gritaban de júbilo. Lo que quedó fue arrojado a un basurero.
La noticia corrió aprisa hasta llegar a oídos de Alie. La impotencia y el agobio fueron insoportables para ella. En un fulgor
de desquicio saltó por la ventana, imitando lo hecho por el occiso.
El tiempo siguió su curso. Las palomas fueron tratadas como mensajeras del todopoderoso. Se les rendía culto. Eran
símbolo de paz y armonía. No obstante, nuevas tierras fueron descubiertas en el poniente del planeta. De ese inhóspito
lugar, llegaron de pronto curiosas aves de color verde intenso, del tamaño de las palomas y con pico amarillo. Eran
llamativas según quien las miraba. Pero esa impresión se hizo trizas cuando escucharon al unísono un sinfín de voces,
provenientes de los picos de una parvada completa que se juntó en la plaza de la ciudad. Esta parvada era consciente
que un hermano lejano, había sido violentado en ese lugar. Su instinto se los decía y estaban listos para hacerlos pagar.
Alzaron sus voces infra-humanas y llenaron de miedo a todos los ciudadanos.
— ¡Pagarán caro! —gritaron con rabia los llamados “pericos”. Atacando en primer lugar a las palomas. Vengando a su
hermano caído.
Muchos enloquecieron. Algunos se preguntaban si lo vivido era real. Los animales son animales, los humanos son
humanos. ¿Por qué hablaban entonces?
114
Página
LXXXIV. Entelequia muda
La persecución continúa. El follaje de los árboles me causa inquietud y la brisa nocturna invade mi cuerpo sudoroso. El
silencio del bosque es violado por la risa atronadora que escapa con euforia de mi garganta; lastimada y exhausta por
debutar hace una hora sus cuerdas vocales. Ellos se acercan. Están hambrientos de venganza, de mi sangre vil. Soy la
presa que usurpó la inocencia. Los hombres de azul claman justicia.
No me siento culpable. Es inexistente el remordimiento por el mal concebido por mis ansias, mi envidia y mi fascinación
hacia ese hechizo restringido de forma inexplicable, para los desdichados como yo. Esa sensación que acaricia los
tímpanos, dando un mensaje claro, etéreo, tan delicado que puede tergiversarse, según el momento y la expresión de
cada quien: la voz. Con el crimen perpetuado, fui capaz de poseer lo que tanto anhelé toda mi vida. Sin embargo, no
puedo controlar esta hilaridad extrema, escalofriante y dolorosa para mis pulmones lacerados.
Desde mi alumbramiento he sido privado del grito primerizo de cualquier ser humano. La palabra fue vedada para mí,
teniendo que conformarme con el ambiguo lenguaje efectuado con señas. Las noches y las mañanas, fueron
sobrellevadas por el consuelo de los tonos y melodías ofrecidas por la ciudad: los alaridos de los vendedores, los sollozos
de infantes, los cláxones de los automóviles y las groserías de las prostitutas. Fue en medio de todo ese caos sonoro
donde encontré a un frágil ser, dueño de una sinfonía en una voz sublime. Caminaba junto a su madre, señalándole toda
clase de cosas que llamaban su atención precaria. En el instante en el cual lo escuché, sentí una sensación que
sobrepasaba al enamoramiento. Difícil de explicar… Fácil de intuir…
Con el transcurso del tiempo, memoricé cada calle, cada avenida recorrida por ese pequeño privilegiado y su eventual
destino; necesitaba estar con él, necesitaba escucharlo aullar para experimentar ese amor inflexible y desconocedor de
límites. Deseaba el eco de su alma.
Al filo de la medianoche me decidí a entrar a su morada. El uso de una ganzúa fue suficiente para abrir la cerradura,
asegurada con un patético cierre sencillo. El silencio y yo fuimos uno solo. Nadie se dio cuenta de mi intromisión y
menos cuando rapté al niño de los brazos de su madre. Una creciente excitación se apoderó de mí; estaba por
extraviarme en un sueño maquilado por las armonías y cadencias del cantar desenfrenado de un ángel.
Después de unos fatídicos minutos llegamos a mi guarida. El edificio abandonado nos dio la bienvenida; el único sitio
donde encuentro refugio, con privacidad incluida. La residencia era propicia para mis fines: amplia, situada en la
periferia de la urbe e ignorada por los fisgones, por su gran deterioro. Sólo yo era capaz entrar, dada mi habilidad para
abrir puertas y candados.
Entré al sótano, tratando de serenarme para no caer en frenesí. Deposité el cuerpo del durmiente en una mesa ovalada
y amarré sus extremidades con rafias. Pasé mis dedos por la comisura de sus labios, auto-complaciéndome así, con la
sed que sería saciada. Primorosamente lo arrebaté del sueño, tocando un requinto en una guitarra española. Cuando
despertó, el pánico y el desconcierto se hicieron tangibles en sus pupilas.
La dulce sonoridad de su llanto me despojó de la cordura, mientras mis manos convulsionaban junto con las cuerdas que
115
con precisión hacía sonar al compás de aquel grito inefable. Transcurrieron algunas horas y el cansancio producido por el
esfuerzo del infante, fulminó mi deleite. Esta situación provocó el nacimiento de un abismo en mi goce. Me sentí
Página
desamparado, ¡cómo si fuese olvidado por la mismísima gracia de Dios! Mis lágrimas surcaron mi rostro, arrojé la
guitarra al piso y traté de liberar un rugido para deshacerme de esa impotencia cargada por los años. Entregué todo mi
empeño para conseguir el más mínimo ruido posible, sin embargo, nada salió de mi boca. Por este motivo el crío me
miró con extrañeza. Nuestras miradas hicieron contacto. Unos segundos bastaron para que una sonrisa descarada
apareciera en su cara nívea. Sus gestos causaron mi furia: estaba burlándose de mí, le resultaba divertido ver a un
hombre carente de voz.
Me acerqué a él y rompí con mis manos, su dedo meñique. Un alarido impactante resonó con vigor… Estuve a punto de
caer en el delirio, al sentir el dolor convertido en belleza musical. Uno a uno, fui quebrando el resto de las pequeñas
extremidades de sus manos. El instante cumbre llegó en el momento de fracturar los dedos de sus pies, especialmente
cuando su dedo gordo fue torturado por mi rabia. Fue tal su grito, que tuve la urgencia insana de abrir mi boca y
meterme la suya, para apreciar la intensidad de sus notas agudas en carne propia. Su sonidos feroces llenaron mi ser;
fue una vivencia adictiva que parecía no tener fin. Mis labios devoraron los suyos durante mi tormento suscitado contra
la criatura. Su piel fue pellizcada y retorcida para conseguir el más selecto eco. Sus brazos fueron fracturados en pos de
un orgasmo. Su último suspiro fue robado para devolverme la fe perdida.
Por primera vez en mi existencia me sentí feliz. La sangre que saboreaba mi lengua y pintaba mis labios, me fortificaron.
Descubrí que el asesinato de un inocente es el placer máximo de los hombres sin escrúpulos.
Después de limpiar mi boca en el lavabo, dejé el sótano para ir a mi alcoba y descansar; estaba agotado por las
emociones desaforadas. Mi plan posterior era arrojar el cuerpo al día siguiente, en el río situado en las cercanías de mi
hogar. Todo hubiera ido bien, de no haber aparecido un infortunado inconveniente: a los pocos minutos de acostarme
en mi cama, comencé a reír sin control, sin razón alguna.
Tapé mi boca con la almohada, mas no fue suficiente para acallar el estruendo producido milagrosamente en mí. Busqué
otras alternativas, pero todo fue inútil. Mi carcajada nociva fue escuchada por algunos desvelados, los cuales empezaron
a rodear mi domicilio secreto. Supe lo que tenía que hacer al sentir el peligro cerca…
Escapé, saliendo por una de las ventanas. La impresión de los merodeadores les impidió seguirme, sin embargo, en
pocos minutos la policía comenzó su caza; mi crimen había sido descubierto. Fue entonces que me vi obligado a
ocultarme en un bosque y aquí estoy, esforzándome por no perder la respiración, escupiendo sangre, dolido por el furor
de este suceso que antes era una fantasía.
“Está cerca de este lugar, se puede escuchar su risotada de ese maldito. No lo pierdan de vista”, ordena el alguacil.
Comienzo a ser victimizado por la fatiga. Mis movimientos ceden y caigo extenuado sobre una superficie húmeda y
viscosa, con un olor acaramelado, pero demasiado excesivo, casi repulsivo. Al principio, no adivino sobre qué cosa estoy
tumbado, hasta que veo la cabeza putrefacta de un animal… Estoy encima del cadáver descompuesto de un coyote.
Sus ojos apenas salvados por los gusanos, me observan escrupulosos. Conocen mi delito, juzgan mi ultraje. En este
animal sin vida, puedo ver lo que será de mí: un ente infectado por cientos de insectos, carcomido por aves de carroña,
asqueroso, hediendo, abominable. El terror se hace presente y hurta mi risa. No obstante, el miedo es avaricioso; no se
conforma con eso… Lentamente se está llevando mi con… ci… en…
116
Página
LXXXV. Volver a comenzar
Soy inexistencia porque nadie me observa. Sin embargo pienso, percibo y por tanto estoy vivo: entonces sí existo; no
para ellos, sino para mi propia humanidad. Hoy morí; La bala de acero penetró por mi sien derecha cuando accioné el
gatillo con la mano indecisa.
Ahora nazco; confinado en una oscuridad acuática, poseyendo un nuevo cerebro apenas desarrollado para reflexionar y
recordar.
Es indescriptible volver al momento tempestuoso del alumbramiento: es como ser asesinado de nuevo. La paz es
borrada al ser expulsado hacia el mundo del que llevo siglos escapando. El líquido que protege y cura mis heridas del
pasado, empieza a salir. Entro en pánico e intento alargar mi estadía en mi paraíso hecho carne. Me aferro, mientras una
luz ataca mis sentidos y quedo aturdido, quedando a merced de las contracciones que me arrojan a la realidad…cruel y
hermosa, incoherente y repetitiva. Tan llena de esperanza y desesperación…
Las memorias de cada vida que agoté se esparcen y violentan mi mente. Recuerdo cuando fui un rico feudal que dejó en
la ruina a su gente; acabando en la horca por esa razón. En otro tiempo, tomé el papel de un ladrón en Francia durante
el reinado del aborrecido Luis XVI, capturado por la autoridad y hecho preso. Terminé mis breves días en esa época,
cuando un reo apretó con fuerza mi cuello durante una riña, estrangulándome.
Cuando pasé a ser una mujer me sentí fuera mí. La fascinación que tenía por ellas no cesó, aunque yo mismo era una.
Hecho por el cual la gente vio con perturbación la aventura que tuve con la esposa de uno de los jueces de Salem. Mi
destino fue ser condenada a la hoguera. Después de ese episodio, tuve el honor de ser el hijo de Terasaka Kichiemon, el
último en morir de los famosos “47 rōnin”. Yo mismo fui un samurai errante. El harakiri fue mi ruta a otro camino.
Transmigré entonces a otro continente con la identidad de un "piel roja" americano. Viví luchando incansablemente
contra los colonizadores que deseaban violar la naturaleza, a la que tanto rendíamos culto. Mis ideales fueron hechos
polvo cuando la batalla fue perdida. La amargura de ser desterrado y perder a mis conocidos, fue la parca que me hizo
olvidarme de comer y beber. Mis restos vencidos por la inanición fueron el alimento de unos lobos.
Tal vez por eso terminé siendo uno más de esa manada. Ser un animal no tiene grandes diferencias a ser un humano. Mi
razón no se vio limitada por mis instintos, más bien fue todo lo contrario: descubrí que todo aquel que anda a cuatro
patas, o vuela, o nada o se arrastra, tiene más consideración con sus semejantes y se tiene marcado en la genética un
propósito existencial: sobrevivir y multiplicarse. De antemano se sabe que la presencia de uno mismo es valiosa y
necesaria para todo ser presente, pasado y futuro que habita, habitó y habitará la tierra, pero todo esto lo pasaba
desapercibido, puesto que seguía pensando como un hombre, no como un animal.
De golpe me llegan a la cabeza los aullidos rabiosos de Amrok cuando le expresé mi descontento por mi inútil papel
como cazador en el mundo:
117
"Lo que estás haciendo es consecuencia de lo hecho por los caídos. Lo que hagas o dejes de hacer afectará a tus
contemporáneos, ya sean de tu especie o de otras. Y tu destino repercutirá en los que aún no existen, pero que están
Página
esperando su oportunidad para dejar huella en su realidad…No importa si obras bien o mal, lo que importa es persistir lo
más que se pueda."
Hice caso, y por primera vez pude experimentar un deseo que rayaba en la obsesión de cuidar a mi descendencia. Y de
ahí en adelante estuve más atento de quienes nacieron de mí, en las siguientes generaciones. Está efímera vida, no duró
más de 7 años. Morí "viejo" según para cánones lobunos.
Tuvieron que pasar casi 100 años para ocupar otra vez una fisonomía varonil. El siglo XX del que fui testigo, era
tenebroso, excesivo y decadente. Vivirlo en Estados Unidos fue peor. Tras la gran la depresión de 1929, las opciones de
sustento eran escasas. Mi padre en aquel momento, fue atosigado por la falta de dinero y comida. Por lo anterior
decidió ahogarme con una almohada mientras dormía, para no sufrir por el hambre que me atormentaría lentamente.
Yo era apenas un niño. Fue lo más humano que alguien ha hecho por mí, hasta ahora, que estoy sintiendo unas manos
frías en mi diminuta cabeza. Estoy por salir del cuerpo de mi nueva madre.
La luminosidad que hay en la sala de operaciones me enceguece, me daña. El resplandor me hace sentir
inexplicablemente en mi más reciente existencia: en un quirófano, dentro del campo de concentración de Auschwitz.
Estuve bajo las órdenes de Josef Menguele, alias “Ángel de la Muerte". Pude ser testigo de la crueldad en su máxima
potencia. No fui capaz de seguir siendo el perpetrador de tantos horrores y de tantos experimentos llevados a cabo en
los pobres judíos. El remordimiento de causar tanto daño por complacer a un enfermo, me orillaron a decidirme que era
mejor volarme los sesos, a seguir aguantando los gritos que resonaban dentro de mi cabeza, noche tras noche.
Cada uno de estos momentos que llevó conmigo, me hacen sentir más de un sentimiento y yo, incapaz de expresarme
siendo un bebé, sólo puedo recurrir al llanto para intentar sacar lo que cargo en mi espíritu.
Grito tanto como me lo permiten mis pulmones desacostumbrados al oxígeno. El doctor comprueba con esto que estoy
sano. No hace falta darme la nalgada para hacerme llorar.
¿Qué será de mí en este nuevo camino?, ¿Dónde estarán mis hijos, mis amores y mis amigos que renacen una y otra vez
como lo hago yo? No siempre los encuentro y cuando lo hago, veo que están sumidos en la desgracia. En cada vida, he
de elegir a quien puedo ayudar y a quien no, lo cual me repugna. Sí Dios existiese, le escupiría en la cara. ¿Cómo es
posible que sea el único qué puede recordar absolutamente todo? Siempre que vuelvo a nacer me hago esta pregunta.
Si tan sólo fuera como cualquier otro…ignorante de cada desastre experimentado con anterioridad.
Quisiera olvidar para no culpabilizarme del infortunio de quienes aprecio: en cuanto consigo hacer algo bueno por
alguien, a otra persona le ocurre lo impensable. A veces creo que todo esto es un castigo, un karma. Pero he obrado
tanto bien, como mal. ¿Será acaso que una vida no es suficiente para pagar los errores cometidos cuando fui señor
feudal o cuando incurrí al robo para subsistir? ¿Será que mis errores hechos en cada cuerpo, se han ido acumulando y
mis buenos actos aún no equilibran la balanza a mi favor?
Hay mucho que quiero hacer y debo transitar por este lento proceso de crecer y reaprender a usar mis extremidades.
Volver a este estado es la impotencia pura; ser consciente de lo que se debe hacer, pero estar limitado por la torpeza
Página
Han pasado los años. Dejé de ser un infante; ahora vuelvo a tener libertad. Mis padres han muerto: Charles resultó ser
un estafador y mi madre fue su víctima.
Angelina era una mujer casada con un hombre añejo y resignado con sus deberes empresariales; la comodidad, el lujo,
la buena comida y la buena bebida que aquel le otorgaba eran insuficientes para la pobre desdichada, hambrienta de
aprecio y de entendimiento. Puse de mi parte para calmar sus ansias.
Fui una buena hija: comprensible, vivaz y directa, pero mi presencia no era lo que ella en verdad necesitaba. La madre
de mi presente existencia tenía ojos empapados de curiosidad. El mundo era su parque de diversiones. El conocimiento
sobre la psique humana y las emociones eran su principal atracción; la primera su rueda de la fortuna serena y tranquila,
la última su montaña rosa frenética y vertiginosa respectivamente.
Algo que odio de volver a empezar en un cuerpo nuevo, es el involucrarme con quienes están cerca de mí. Me genera
impotencia y fastidio al mismo tiempo. Los problemas sociales y personales del ser humano no han cambiado en lo más
mínimo con el pasar de los siglos. Se repiten sin cesar los mismos errores y ganan siempre los que no se lo merecen. Los
vencidos y los reyes se mantienen constantes… ¿Por qué debo pasar por todo esto? La rueda gira sin parar y yo paseó
por la misma curva una y otra vez…
Cuando Angelina vio al apuesto hombre vestido como un dandy de los años 30's, ella se enamoró a primera vista. Su
encuentro en aquella reunión social celebrada en el salón más exclusivo del Reino Unido, enfrente del imponente y
grisáceo "Big Ben", resultó ser todo lo que ella había deseado, según sus confidencias relatadas en su diario que siempre
tuve el placer de leer.
Lo hallé por accidente en un baúl escondido en el ático de la casa. Las narraciones de su día a día, de sus pensamientos y
de su sentir, de inmediato me llevaron al momento pasional que con un amor celebrado bajo un árbol de cerezos.
Descubrí que progenitora era en realidad Himiko, la amante que poseí en mi época como rōnin. Cada verso escrito era la
copia exacta de los poemas que escuché de labios de aquella mujer, de cabello oscuro, ojos rasgados y pómulos alzados.
En cuanto me di cuenta, traté de ser un apoyo para mi presente madre. Se lo debía por la felicidad que en otro tiempo
hizo el favor de obsequiarme.
Su aventura sostenida con el supuesto comerciante de bienes raíces de Glasgow, fue un mar de dolores y de fugaces
alegrías para la inocente dama. A pesar de estar rodeada de sirvientes mentirosos y usurpadores, a pesar de escuchar las
reprimendas de parte de su madre y de sus hermanas, ella seguía confiando en la gente, preservaba su fe ante los
demonios de la codicia que la rodeaban. Ingenuidad para mi experiencia, estupidez para los que rodeaban en su mundo
119
noctámbulo.
Página
Los encantos físicos de Charles, las palabras tiernas y el cúmulo de promesas provocaron ilusiones, expectativas y
deseos de parte de la enamorada, por revivir de nuevo del témpano de hielo en que sobrevivía; su marido Alister era la
Antártica de su vida: era un señor frío, impasible, que sustentaba sus necesidades, pero que no le otorgaba el calor que
a cada segundo añoraba. La llegada del joven a su entorno fue lo que la sacó de su letargo. Podía sentir mil dolores por
culpa de los caprichos de su amante, mas le era preferible saberse viva por el daño recibido, a seguir sepultada en el
hielo cómo si fuese un cadáver.
Cada que yo podía le aconsejaba. Hacía a un lado las inútiles labores que está sociedad me obliga a hacer para remediar
su situación. Más de una vez rogué que abandonara a aquel sujeto. Me daba evasivas y clamaba por seguir guardando
silencio: Alister no podía saber su infidelidad, sino corría el peligro de ser asesinada junto con su secreto amor. Mi padre
tenía una amplia lista de malos actos, que sólo la familia sabía…Detrás de una gran riqueza, siempre hay un gran crimen.
Y ese "gran crimen" fue la muerte "natural" de mi abuelo Baxter…Una vez muerto, mi madre se convirtió en heredera de
los negocios y mi padre pasó a ser el administrador de éstos.
Antes de este importante acontecimiento, sobrevivíamos apenas. La ludopatía del cabeza de nuestra familia, tiraba a la
basura el dinero que recibíamos del padre de Angelina. De mi parte no podía hacer la gran cosa. Era una niña en ese
entonces y el matarlo a él, me hubiese acarreado muchos problemas a mi amada madre…Ella lo quería a pesar de todo y
no deseaba romperle el alma.
No obstante, el evidente romance sostenido por la pareja prohibida fue puesto al descubierto. Las cartas perfumadas y
las flores del caballero de escocés no pasaron desapercibidas por la servidumbre, qué de inmediato notificó a su amo la
presunta traición de Angelina. La cólera de Alister fue infinita. En cuanto mí madre puso un pie en la casa, mi padre la
llevo arrastrando hacia el jardín. Nadie estaba en la mansión. Era la única que podía impedir semejante catástrofe.
Corrí pisándole los talones. Portaba en mi mano derecha un cuchillo de cocina, largo y afilado. Era todo lo que
necesitaba para acabar con él. Toda la experiencia recabada en mis combates como piel roja y como samurái, estaban
grabadas en mis extremidades. El pobre hombre nada pudo hacer cuando sintió el filo en su omoplato derecho y
después en el cuello. Angelina lloraba desmesuradamente, con una gran congoja. Vi en sus ojos el terror en su máxima
expresión. Se alejó de mí tan rápido como pude. Arrojé mi arma al suelo y fui a su encuentro. El bosque que rodeaba
nuestro domicilio era espeso…no fui capaz de sentir la presencia de Charles, cuando el sonido de su bala calló de golpe
los alaridos de la garganta de mi madre.
Me fue imposible cortar su paso. Ver el cuerpo inerte de Angelina, sus lágrimas y el último fulgor de vida en su
semblante me impidieron darle caza a ese traidor. La tomé en mis brazos de adolescente, deseando verla de nuevo a
futuro con otra apariencia, con otra vida…
La policía hizo sus respectivas pesquisas. Fui puesta en una cárcel para menores de edad. La propiedades de mi familia
pasaron a las manos de Charles…aquella noche había conseguido la firma de mi padre en manos de Angelina, para así
obtener los bienes materiales de la familia Hawk.
120
Tuve que aguantar dos años hasta tener la mayoría de edad. En ese lapso, no experimente malos tratos. Los custodios
pintaron sus límites cuando le di una paliza a una rea que trató de quitarme mi comida…se vio más hermosa sin esos
Página
Pérdidas y más pérdidas. Sólo cuando duermo puedo olvidarme de lo que no poseo. Sí caigo en este instante de la
cornisa del hotel en que me hospedo, volveré a perder lo poco que tengo: mi libre albedrío. La gente me observa,
señalan hacía donde mis faz está. Estoy desnuda y mi cabello baila violentamente con el viento. Gritan algunos:
"Arrójate". Otros toman fotografías con sus celulares.
Soy objeto de morbo e incredulidad. Los autos se detienen, suenan las sirenas y yo sonrió al tener fama. Importante es
mi destino para los ajenos a mí. La desgracia humana siempre despertará curiosidad. Mírenme, estoy sufriendo porque
los veré de nuevo. No tengo sitio donde ir. La vida es mi eterno perseguidor y yo únicamente puedo escapar cuando
duermo, pero no puedo hacerlo por siempre. Por más pinchazos de heroína que pueda soportar mi brazo no obtengo lo
que quiero.
La presencia de un oficial me aturde. Me tiemblan las piernas; estoy a punto de besar el pavimento. Salto y los aullidos
de la multitud me estremecen…En algún lugar todos aquellos que conocí están teniendo un nuevo comienzo o un
inesperado final. Todo es nuevo para ellos. Para mí nada lo es. Tengo ansiedad por ver algo nuevo. El aburrimiento y el
fastidio acompañan cada presente, que se vuelve martirio. En milésimas de segundo pienso esto e infinitas cosas más.
Nos volveremos a ver…
Justo cuando estoy preparándome para escuchar el sonido de mi cráneo al romperse, una imagen aparece en mi mente:
una mujer está besando a un hombre… y ambos son yo.
Tomó mi última bocanada de oxígeno y me sabe a muerte. Exhalo y el golpe apaga las luces. Vuelvo a comenzar…
121
Página
LXXXVI. Al lector
Mi vida es tu entretenimiento. Me observas, me juzgas, invades mi privacidad y debo resolver los mismos conflictos para
divertirte, o al menos para suprimir tu aburrición. Para esto, tengo prohibido mostrar mi verdadera personalidad; debo
actuar cada minuto en que tus ojos se posan en mí, ser alguien ameno. Pero ¿sabes una cosa, despreciable lector?, estoy
exhausto, hastiado hasta tocar el ridículo. ¿Crees que es sencillo repetir los mismos diálogos en cada ocasión en que me
lees? ¿Te parece poca la represión que debo sufrir? ¡Tu presencia me acosa en cada línea! ¡Inclusive soy incapaz de
orinar cuando lo necesito!
Terminando de leer el párrafo anterior, quizá pienses que todo se resolverá cuando dejes de poner tu mirada en las
letras, sin embargo, no es así. ¿Qué es un actor sin público? Algo sin motivo, obviamente. Al irte, yo gano libertad,
aunque pierdo mi razón de existir y en el momento en que soy libre ocurre algo mucho peor: dejo de ser interesante.
Me vuelvo normal como tú. ¡Qué insufrible es eso!
Si pudieses leer la historia donde estoy escrito, comportándome como en realidad es mi ser, dejaría de quejarme…
Exijo demasiado, he de admitir. Más bien, exigimos; no soy el único inconforme con esta situación: a Blancanieves le
gustaría celebrar una orgía con los siete enanos, a Caperucita le fascina la idea de matar al Lobo a escopetazos, Alicia
quisiera permanecer en el País de las Maravillas por tiempo indefinido, Drácula está fastidiado de beber la sangre de los
mismos personajes, Dante ya no sea desea hacer su travesía por el Infierno, el Purgatorio y el Cielo por ver a Beatriz (se
dice que su preferencia va hacia Virgilio, su acompañante), Ana Karenina está cansada de arrojarse a las vías del tren, el
pobre de Harry Haller ha mostrado signos alarmantes de esquizofrenia por ser asiduo del “Teatro para locos”, Gregorio
Samsa ha llegado a sentirse despojado de su humanidad a causa de la condición que mantiene en toda historia, etc.
Podría describirte las querencias de cada ser que habita en algún libro, para romper con su rutina y de paso brindarte
novedad en sus respectivas tramas, pero jamás acabaría.
Todo personaje habido y por haber, quiere lo que yo quiero y algunos están dispuestos a refugiarse entre líneas para
abandonar este problema existencial.
La fama, el prestigio y el arte, han dejado de tener importancia para nosotros, pese a que todos buscamos eso desde el
momento en que somos creados. Hoy en día, cualquiera puede ser una celebridad, evitando de esta forma la soledad
angustiante; el máximo tormento para toda narración escrita.
Pese a ser ficción, poseemos alma como tú. ¿Y qué buscan todas las almas reales y ficticias? Trascender. Ser
importantes. ¿Cómo podemos alcanzar la trascendencia, si estamos destinados a seguir un patrón de sucesos,
emociones y conversaciones? Si tienes la respuesta a esta paradoja, dímela. Estoy desesperado por salir de este
laberinto. No quiero vivir en un espacio en blanco.
“La soledad no puede ser vencida, sólo se olvida al compartirse con otro ser humano”, pensaba el joven que miraba
desde su ventana a los hombres que iban y venían entre la polvareda. Afligidos por la nula presencia femenina en el
pueblo; todas se habían marchado a un convento distante, sometidas por la desesperación que la misma soledad les
causaba.
Este mal era responsable a su vez de la desolación y la miseria que sufría aquella localidad. Innumerables fueron los
suicidas que no fueron capaces de soportar el peso de una vida desasosegada. Esta aniquilación nacida por la invencible
epidemia, indujo a los varones a mandar a sus esposas e hijas a encontrar una solución entre las paredes de la iglesia,
alejada por varios kilómetros de distancia.
Ellos creyeron que la palabra sagrada podría otorgarles la salvación, sin embargo eso no llegó a suceder. Las presuntas
mensajeras de la divinidad jamás volvieron. Tras su reclusión, fueron convencidas de ser las únicas almas destinadas a
salvarse. Las primeras aseveraciones de Alestra, madre superiora y lideresa de su congregación, fueron contundentes:
—Los hombres son pecadores innatos. Ustedes portan el don de la creación. Ellos llevan la destrucción a su morada, a su
corazón. Ese vacío que toda persona siente cuando su existencia se limita a lo terrenal, únicamente es llenado al
permitir que la esperanza en nuestro Señor se convierta en pensamiento y devoción constante.
Las creyentes descubrieron al poco tiempo que sólo podían ser constantes en su misión, al estar en contacto con la
imagen del mesías crucificado. Un paso hacia el exterior rompería con su fervor hacia él. Estaban atrapadas por la fe y el
miedo al desamparo; liberadas de su escarnio interno, pero inútiles para aliviar la aflicción de los hombres. Limitándose
a implorar día y noche a la omnipotencia por el auxilio de los abandonados.
Esta decadencia jamás escuchada por dichos ruegos, era ineludible para el muchacho que antes reflexionaba al
observarla con detenimiento desde su barraca. No existía cambio en el presente pasado y en el sucesivo. La carga de la
monotonía, el calor lacerante y la penuria económica, convertía el sueño en la última escapatoria temporal. Una muerte
efímera.
Kamil no era invulnerable al tormento; araba la tierra cada mañana, careciendo del brío que la faena exigía, vendía
algunas mazorcas para subsistir sin reparar en la podredumbre de su cosecha, hablaba con sus amistades a fin de hacer
tolerables los atardeceres, pero cada intento era en vano. Incluso pensaba alternativas para no padecer la misma
fatalidad que su hermano mayor, mas nunca encontraba alguna opción viable.
Aún después de dos años de aquel suceso, la pesadilla donde se mostraba a Malone colgando del árbol del traspatio, le
provocaba aversión al acto de dormir. Aguantaba varios días sin permitirse el descanso, llegando así a las lindes de su
resistencia. El dolor en todas sus facetas convivía con él a todo momento. Sólo el eludido letargo le concedía un respiro
contaminado con una memoria traumática.
123
Su cansancio era notable en su rostro amarillento: las ojeras, el sudor abundante y la piel pegada a sus costillas eran
Página
señales inequívocas de que la muerte lo rondaba. Se dio cuenta de este hecho al anochecer, cuando el aire dejó de
entrar a sus pulmones sin razón. Después de un agónico esfuerzo, volvió a respirar. No obstante, el sobresalto no lo dejo
tranquilo. Pasaron las horas y el pánico se acrecentó.
Exasperado, comenzó a romper sus pertenencias. Aquellos recuerdos invocados por los objetos que despedazaba,
engendraron el odio hacia su madre y a su desconsiderado hermano; seres desalmados que lo llevaron a una guerra
contra sus pesares que lo estaban sacando de quicio.
Luego del exterminio de sus posesiones y del desahogo de su impotencia, sintió una incómoda vulnerabilidad que cernía
extrañeza en sus sensaciones. Sin explicación aparente, tuvo la necesidad impaciente de volcar dichas sensaciones en la
escritura, al vislumbrar un cuadernillo arrumbado y roído. De inmediato encontró un trozo de carboncillo y con frenesí
escribió algunas líneas con nulo significado, sin coherencia. Lejos de irritarse la vorágine de su redacción, esto acallaba
los aullidos del pavor. Sustituyéndolos lentamente con el susurró de la vehemencia.
“Necesito la presencia de alguien”, murmuró mientras terminaba de llenar una hoja con sus trazos deformes e ilegibles.
Cerró sus parpados y en la oscuridad encontró una silueta; un esbozo de una atracción vetusta que no logró traspasar el
umbral de la amistad, la cual mitigaría su ansia. Con exactitud describió los rasgos físicos, la vestimenta y la personalidad
de la pretendida Azure. Sin embargo lo anterior no bastó para apaciguarse. Necesitaba darle más humanidad a su
creación. De nuevo acudió a las penumbras para vislumbrar la sombra de un hogar: una casa modesta para la ignorante
de la arrogancia.
Inmóvil permaneció Kamil luego de escribir los burdos detalles que conformaban el entorno de la muchacha. Una vez
más clausuró su vista y la mujer plasmada en el papel apareció sonriéndole, estando dentro de una habitación azul con
características más sublimes que las descritas por su mano. Estupefacto, se acercó con timidez y tocó su mano. La
calidez de la chica lo convenció de no estar preso en un delirio. Era real.
—La gratitud es mutua. Estuve a punto de morir, pero tu calor me ha devuelto el consuelo que perdí hace mucho —
expresó reprimiendo un imprevisto sollozo.
— ¿Estás convencido de que no soy una alucinación? —inquirió Azure, sustrayendo la tosquedad de su pregunta.
—Sé que no eres un sueño, pero al abrir los ojos a mi realidad, lo serás.
El joven cumplió su petición. Sujetó su rostro para cometer un atrevimiento anhelado por él. Al hacerlo, descubrió una
anomalía en Azure: sus labios se arrugaron como si fuera una hoja de papel. Kamil palideció. Ella se mostró turbada.
—Por siempre no puedo estar, aunque la brevedad que compartamos puede valorarse como una eternidad.
Página
Aclarado lo anterior, salieron de la alcoba aferrándose el uno al otro. Al estar en la sala conversaron por largo tiempo.
No obstante, Azure terminó enmudeciendo de pronto, lo cual consternó a su acompañante.
—Para nada —murmuró—, sólo me he quedado callada porque no poseo una vida verdadera. Estoy restringida a los
muros de mi casa. Tú eres mi mundo, pese a ello me siento incompleta. Necesito conocer gente y descubrir lugares
inhóspitos.
La culpabilidad de ser un egoísta hizo que Kamil se despidiese, no sin antes prometer su regreso. Estaba determinado a
construir una utopía para la plenitud de Azure.
El cantar de las aves coincidió con su retorno al desorden de su espacio. Ignorando el ruido que producía su estómago
hambriento, emprendió la tarea propuesta antes de la caída del alba. Con sumo cuidado erigió una ciudad rodeada de
un inmenso valle, aledaño a una playa. Detalló cada cualidad de los edificios y sus funciones. Asimismo de las personas
que habitaban en él: nombres, rutinas, miedos, psiques, etc.
Cuando dio por concluida su obra se trasladó con Azure, empujado más por el júbilo que por agotamiento. A su llegada
esperaba verla frente a él, mas no fue así. Buscó por cada rincón de la vivienda sin tener éxito. Salió a la calle y frente a
sus ojos, una urbe esplendorosa se alzaba mostrando la perfección inexistente en su realidad; una mezcla de naturaleza
y civilización, con gentes distintas, felices, alejadas del pesimismo y la pena. No existía la riqueza, tampoco la pobreza.
Aceptaban lo que tenían, sin lamentarse por sus pocas carencias y su desigualdad no los llevaba a la envidia y la
calumnia. Era el paraíso de la humanidad.
Los habitantes quedaban estupefactos al darse cuenta de la aparición de Kamil en esas tierras. Algunos, sin motivo
aparente, le ofrecían toda clase de obsequios: desde comida austera hasta antigüedades de oro ornamentadas con
diamantes. Él aceptaba sin objetar. Devoró cada manjar y recibió una cantidad exagerada de excentricidades. Cuando
tuvo la oportunidad, cuestionó a sus anfitriones sobre el paradero de Azure. Uno de los presentes sabía su localización y
además le hizo el favor de llevarlo en su carreta. De ese modo podía transportarse con rapidez cargando con sus
presentes. Kamil intentó dialogar con el hospitalario cochero, pero éste era inescrutable al escudarse con una exagerada
cortesía que rayaba en servidumbre.
Al cruzar diversas calles pavimentadas con espejos, arribaron a la entrada de un laberinto que también desempeñaba la
función de una obra de arte: los muros exhibían un paisaje gigantesco. Mientras el conductor del transporte esperaba
afuera, Kamil se adentró. Le resultaba imposible no admirar la belleza aquellas pinceladas, empero la duda del
comportamiento de los ciudadanos avivó su conmoción. No parecía normal…
Transcurrieron horas, según la deducción del recién llegado, cuando por fin dio con Azure, quien reposaba con sombrilla
en mano para protegerse del sol. Cuando ella lo vislumbró se puso de pie y corrió para abrazarlo.
—Igual yo… Pasaron apenas unas horas desde nuestro primer encuentro, pero advierto que pasaron siglos.
Página
—No estás equivocado en eso. Nuestros ayeres son diferentes, Kamil. Aquí el tiempo va deprisa. En el lapso que duró tu
empresa yo obtuve una vida real: conocí y discerní entre los seres que fuiste moldeando, sentí emociones y también
tristezas. Hallé sapiencia entre los muros que edificaste. Por ello, pinté este laberinto para así agradecerte por lo que has
hecho por mí… por nosotros —reveló con visible entusiasmo.
Azure prefirió callar. Se manifestó incomoda con la declaración. Caminaron juntos hacia la salida, durante su charla
sobre el mural que contenía una historia implícita: la creación misma de ese mundo. Kamil escuchaba con atención el
relato de la pintora. De esta manera supo que nada surgió de golpe como él imaginaba. El nacimiento de esa tierra fue
gradual, como su eventual florecer.
Al salir del laberinto, se toparon con el cochero que fumaba un cigarrillo. Estaba malhumorado, pero en cuanto la chica
se acercó para saludarlo su semblante cambió. Kamil se dio cuenta de esto y lanzo una furibunda mirada al individuo
corpulento.
—Así es, sin embargo lo escrito por mí se salió de control —reconoció encolerizado, tamborileando sus dedos en su
pierna derecha.
—Abstente, poca cosa ganas con la ira. ¿Llamas descontrol al libre albedrío de la vida? —Miro divertida a Kamil, como
un adulto que observa a un niño.
—Hablas como si lo supieras todo —criticó y cruzo los brazos—, aquí no existe el tiempo. No he visto ningún reloj. ¿Con
qué derecho me formulas esa pregunta? ¡¿No te sentirías molesta si fueras yo?!
—Con sinceridad te diré que no. El tiempo no se mide en segundos, se mide con base a las experiencias. Nos hiciste
perfectos según tus propios conceptos, pero eso no significa que estemos restringidos a las emociones contrarias a lo
que tú supones cabal —Azure detuvo su voz y se asomó por la ventanilla para reconocer el sitio por donde avanzaban—.
Biagio es un amigo y tú una divinidad en este lugar. ¿No te sentirías inferior si te pusieras en sus zapatos?
—Sí… —musitó— ¿Podrías contarme como saben que yo soy la causa de su origen?
—Por supuesto. La respuesta es simple: yo se los conté por medio de mis trazos. Justo a la mitad de mi obra te retraté,
por eso los primeros hombres en usar el raciocinio creyeron que tú eras un dios, al notar como de tu mano se cimentaba
este universo. Te adoran y temen tu poder. Nos creaste y eres también el único que puede arruinarnos —explicó seria
con tétrica expresión.
— ¿Cómo es posible que sea la única en saber la verdad? —inquirió de nuevo. Kamil empezaba a sentir nervios por tales
126
revelaciones.
Página
—Existe una gran distinción entre nosotros: ellos son invenciones y yo soy un recuerdo tuyo, originado en una persona
fallecida en tu dimensión —En ese momento, Azure agarró una daga de marfil que estaba entre los tesoros guardados
en un recoveco de la carreta y la observo con detenimiento—. Estando en este punto, deseo aclararte algo… Yo te amo
por darme una segunda vida, más hermosa que la anterior y resguardada de la soledad que mató a muchos en Viareggia,
pero te odio por este tormento —Empuñó el arma entre sus manos, clavándosela en el abdomen para después abrirse
en canal. Gritó por el dolor y luego arrojó el objeto albo—. Nos condenaste a la inmortalidad.
La sangre derramada se desvaneció y la herida fue cerrada a la prontitud. Kamil tapó su boca para evitar un grito de
pánico. Luego de serenarse la plática se reanudo.
—No entiendo porque tomas como castigo, ese don. Viven en un paraíso, no tienen razón para lamentarse.
—Eso nunca lo entenderás. Eres imperfecto, inmaduro; en cambio yo soy el otro lado que escapa a tu pobre percepción
de la totalidad —aseguró con cruel tono—. Es imposible estar a tu lado de la manera en que tú lo deseas. Entretanto,
estoy dispuesta a llevar a cabo un trueque contigo: seré tu compañía por una noche, a cambio de una creación tuya… un
hombre adecuado para mí.
Kamil dudaba en aceptar semejante acuerdo, mas sus ansias de explorar por primera vez el cuerpo de una mujer lo
convencieron de acceder al trato.
En cuanto llegaron a los aposentos de Azure, el adolescente no tardó en desvestirla y tocarla con brusquedad. Ella
lloraba por la lujuria que la sodomizaba. Cada beso resultaba doloroso, cada profanación era un suplicio; el amor en
Kamil era un fuego abrasador que estuvo a punto de asesinar a la poseedora de una pureza incompatible, con la
corrupción de un ser decadente. La pena se volvió tangible en el muchacho precoz. Sin decir perdón por su bestialidad,
partió para efectuar su parte del convenio.
El frío y la incipiente hambruna le dieron la bienvenida. Salió a donde estaba su cultivo para llevarse algo a la boca. La
sorpresa en él fue grande, pues su tierra estaba baldía. Echó un vistazo a su alrededor y se dio cuenta que las cabañas
vecinas estaban descuidadas. Llamó a los aldeanos, pero nadie contestó: Viareggia estaba totalmente deshabitada. La
congoja lo orilló a tragarse puñados de tierra. Aún con eso su organismo exigía alimento y no poseía los medios para
obtenerlos. Resolvió cometer una barbarie para nutrirse: amputó su brazo izquierdo y sus piernas para después asarlas.
Con la ayuda del barril de sal que guardaba en la cocina de su choza, pudo impedir su desangramiento al untarla en los
muñones.
Posteriormente se concentró en lo que debía hacer. “La persona ideal para Azure debe poseer la esencia opuesta a la
mía”. Con este pensamiento redactó los pormenores de aquel hombre llamado Erzo: un adulto con la fisonomía bien
formada, alto, con bronce en su piel, ojos negros y sonrisa gallarda; dueño de sentimientos templados, carácter
extrovertido, sabio y atento a los detalles.
Al culminar, de inmediato acudió a la utopía para atestiguar el resultado de su imaginación. Cuando Kamil llegó a la
estancia de Azure, fue el imprevisto espectador de una escena indecorosa… Su reciente invención gozaba de quien fuese
un sueño permanente. Ella se notaba feliz, plena, rebosante de satisfacción. Comprendió que nada podía hacer para
127
Kamil marchó para nunca regresar a su cabaña. Tenía ese propósito y era el único destino que le quedaba. Persistió en
aquel Edén hasta que su vida terrena mermó. Durante todo ese tiempo, fue voyeur del bienestar de Azure. Sus
creaciones por su parte, hicieron lo posible por aliviar su soledad, mas nunca lo consiguieron; vivió en melancolía,
reprochándose por la imposibilidad de ser perfecto. El creador envidió a sus creaciones y éstos le glorificaron.
Azure quiso mostrarse indiferente al escuchar sobre el deceso de su ferviente amante. Pasaron eones hasta que pudo
compadecerse de la memoria de Kamil. En vista de ser un recuerdo y no una invención como los demás, recreó lo hecho
por aquel muchacho. De esta manera, podía tener una segunda vida como ella… con alguien realmente merecedor de
sus sentimientos. Fue así que describió la vida de Kamil, tal cual como lo conoció en su niñez. Sin excepción alguna,
introdujo en sus líneas las mismas características de su existencia, suprimiendo la soledad que enfermó a los aldeanos.
Cuando la pluma se desprendió del papel, Azure cerró los ojos suponiendo que de esa manera viajaría hacia la nueva
Viareggia. Al estar a las afueras de su casa observó al escuálido chico, junto con la persona que había creado
especialmente para él. Justo cuando estaba por irse, una voz la llamó. Era Kamil junto con su mujer ideal.
—Azure… dejarás de existir. Aquí somos mortales. Me has obsequiado la misma realidad en la que yo te cree, pero con
una diferencia: creaste a Elza… y por ese motivo no podré crearte, porque no te necesito. Construiste la misma realidad
que antes compartimos, a diferencia mía que inventé ilusiones.
La muchacha palideció. Cegó sus luceros para regresar con los suyos…Todo se desvaneció.
128
Página
LXXXIII. Palabras póstumas
Querida Arabelle:
Antes de continuar te suplico me perdones: hace un año, (antes de darnos el último adiós), prometí volver a verte…y
fallé. Por favor, guarda tus arrepentimientos y tus hipotéticas culpas; estás absuelta de toda responsabilidad. Yo tomé la
impertinente decisión de estar contigo, sin importarme las consecuencias que desde un principio rodearon nuestra
desventurada unión.
Permíteme estas líneas para confidenciarte mis profundos sentimientos que jamás pude expresarte cuando tuve la
ocasión. Conoces el hermetismo que siempre tuve en este aspecto. Sólo en letras soy (fui) capaz de abrirme en plenitud
ante ti, porque la palabra “amor” suena grosera cuando un hombre como yo, la pronuncia.
Si estás leyendo mi epístola, sabrás la imposibilidad que tuve para cruzar el “muro de la vergüenza”. Tal vez mi sangre
haya manchado el sobre y mis restos se encuentren rumbo a Invalidenfriedhof… Lo lamento.
Esa noche lejana, en la cual tuve la osadía de acercarme a tu boca (haciendo a un lado las formalidades de revelarte mi
nombre), supe el camino que debía emprender.
En aquella fiesta donde fui testigo de tu maldición que no dejaba de humillarte enfrente de tus invitados, adquirí la
convicción de entregarme. Tu tristeza reflejada en el instante que tu esposo te miraba, fue lo que desencadenó mi
decisión previa.
Con un beso quise extinguir tus lágrimas anónimas, mientas te refugiabas en tu habitación.
Nunca lo confesé, por lo absurdo que resulta este secreto; este impulso que a estas alturas es reliquia. ¿Habré
anticipado que mi deseo impotente se despertaría con tus labios impregnados con tu sufrimiento? Una caricia bastó y
nadie quiso perder el momento de exorcizar esa emoción trémula.
Mientras tu marido bebía cerveza y ofrecía miradas obscenas, yo tambaleaba su cama con el vaivén de nuestra marea.
Mientras él perdía el tiempo en una plática vacía, tú abandonabas el sentido común por la manía descontrolada del
nirvana. Usurpé su lugar en aquel lecho y tú fuiste mi cómplice.
Esta memoria es la más atesorable para mí. Del producto de nuestras soledades surgió una muda comprensión,
convirtiéndose después en lo impensable: una pasión.
Sin conocerte en realidad, te amé sin lógica. Nada me importaron tus malos hábitos, tus faltas, tus mentiras y tus
debilidades. Eras toda mía y yo, todo tuyo.
Nuestros encuentros fueron contados, pero no salvos de gran candor; sentí innumerables sentimientos por tu causa. Mi
lengua quedaba atrofiada y sólo era capaz de transmitírtelos de forma ambigua con mi cuerpo.
Volví a respirar por ti; había sido un sonámbulo después de renunciar a mi esposa. Dispénsame…eterno era el miedo al
129
confesarte que fui casado. Creí despertar una decepción de tu parte, por saber mi cobardía ante ese compromiso que
me sobrepasó en el ayer. La razón de mi inconstancia fue por algo simple... No la amaba. Únicamente sentía cariño y
Página
Te envié decenas de cartas, contándote mis percances, pero nunca recibí contestación. Esto me alarmó de forma
exponencial. Intenté tramitar un permiso para trasladarme al Oeste, a Kreuzberg, donde supuestamente residías. Sin
embargo, fue inútil. No me dieron la autorización para el traslado. Fue entonces cuando asumí el riesgo de saltar el
muro para sólo encontrar los brazos de la muerte y no los tuyos.
Mi carne ha dejado de existir, pero seguiré presente en cada uno de tus pensares, en tus anécdotas, en tus falacias; así
como en tu anhelo que sólo una persona ha logrado saciar… No me olvidarás; esa vida que actualmente yace
alimentándose de tu seno, con toda certeza puedo asegurar que proviene de mi semilla. Me he convertido en un
recuerdo, el cual persiste en la pupila de nuestro hijo. Cuídalo, ámalo, instrúyelo. El amor emergido por una casualidad y
un par de angustiados, tuvo un propósito. No permitas que se extravíe su significado.
130
Página
LXXXIX. Sólo un favor
Lo que una vez empieza, está destinado a tener un respectivo final. Nada dura para siempre. Todo se deteriora, se
difumina y se olvida. Yo moriré y tú lo harás también. Las personas que alguna vez tuvieron un significado para mí, se
han ido y no volverán. Lo que pierdo no lo puedo recuperar. Mis pensamientos se los llevará el viento, en el momento
que se conviertan en polvo mis huesos. Así que ¿Qué importancia tengo? Vivo y existo por y para mí. No tengo a nadie a
quien entregarle lo que soy, y realmente carezco de esa necesidad que tienen hoy en día la mayoría de las personas, de
querer tener a alguien para sobrellevar sus miserias.
Sé que no soy el único en pensar de esta manera. Es inútil esperar a que una “casualidad” cambie mi manera de ver la
vida. Nada me hará ser otro, soy así y así moriré.
Hoy seré testigo de cómo alguien dejará de vivir sus deprimentes días. Obviamente yo ayudaré a esa persona para lograr
sus fines.
No, no soy un asesino si es que lo crees. Tampoco busco venganza —ni siquiera conozco a la persona que ha de morir—.
Yo sólo me limitaré a cumplir nuestro acuerdo. Todo este asunto inicio hace tres días.
Llegué en la tarde a mi casa como de costumbre, al terminar mi jornada de trabajo y estuve deambulando en Internet.
Más específicamente en la “web profunda”: un lugar atestado de adictos a la pornografía infantil, videos snuff,
compradores y vendedores de armas y drogas, etc. ¿Por qué me meto a semejante lugar? Te preguntarás seguramente.
La razón es sencilla, en dicha web se puede encontrar montones de información valiosa que en la web normal no podría
jamás encontrar. La información que busco en específico, es sobre libros prohibidos (soy un coleccionista de los
mismos), y de esa manera puedo buscar su localización más aproximada y así poder conseguirlos. Muy pocos lo saben,
pero muchos de esos libros están en lugares públicos, pero escondidos para la gente común y corriente que poco o nada
saben de la existencia de los escritos.
Algunos cómo el famoso Necronomicón —que efectivamente existe y que no fue una invención de Lovecraft— se puede
encontrar de manera fácil, si contactas con alguna secta en concreto y preguntas por la biblioteca y lugar específico
donde esconden dicha obra. Otras obras se adquieren en subastas privadas en línea. Fue en una de estas subastas en
que encontré un anuncio que nada tenía que ver con mi búsqueda, pero que era intrigante. Es fácil dar con anuncios
extraños en este sitio, —nunca faltan los que sujetos venden a sus propios hijos o gente que busca algún sicario para
matar a su esposa— pero el que vi en ese momento, era distinto al resto.
“¿Quisieras matarme? Hazlo de la manera que mejor te plazca, no me importa. Doy una recompensa de un millón de
dólares a quien desee hacerlo. Cualquier interesado, puede contactarme a la siguiente dirección:
suskind1984@hotmail.es”
¿Qué tipo de persona daría un millón de dólares a cambio de ser asesinada? Un idiota millonario supongo. En ese
momento, mi curiosidad me hizo mandar un mensaje al suicida de los billetes verdes. Me ofrecí para ser su verdugo en
pocas palabras. Sin embargo la contestación no apareció. Igual y alguien se había apropiado de aquella oferta, pensé.
131
Pero me equivoqué. Pasaron dos días y recibí un correo a mi cuenta. Era de suskind1984@hotmail.es
Página
“Hola <<exlovers>> veo que te ha interesado mi anuncio. Espero y no seas cobarde como los otros y lo hagas por favor.
Quisiera que fuera lo más pronto posible (si no te importa). Te dejó un croquis con la dirección que corresponde a mi
domicilio. Mándame un mensaje para saber cuándo vendrás.”
Cuando termine de leer, me quedé atónito. “Espero y no seas cobarde como los otros…” ¿Qué quiso decir con eso?
Estaba ansioso por tener esa cantidad de efectivo en mi cuenta bancaria, así que no tenía sentido aplazar nuestro
encuentro. Rápidamente contesté el mensaje y nos citamos para el día siguiente, en la casa del desconocido “suskind”.
Estoy inquieto, no paro de mover compulsivamente mi pie izquierdo. Son los nervios de quien nunca ha tenido un arma
en sus manos. Pesa tener una pistola en el abrigo. Pertenece a un amigo, que me hizo el favor de prestármela. Estoy por
llegar a la dirección que me fue señalada. No me sorprende estar en una zona donde vive la clase alta.
Llego al complejo residencial, dejó mi identificación con el guardia del lugar. Me deja entrar y me pregunta a que
persona voy a visitar. Me limitó a decir la calle y el número de la dirección de “suskind”.
—Es curioso, últimamente muchas personas han venido a esa casa. ¿Tienen algún tipo de reunión o fiesta? —me
pregunta curioso el viejo vigilante.
—Si algo así. Con permiso, tengo prisa —contesto irritado. La lluvia empieza a caer y yo acelero el paso.
Tardo un poco en encontrar la residencia. Al final doy con una inmensa mansión.
Cualquier sujeto que esté dispuesto por pagar para ser asesinado, ha de poseer lo suficiente como para tener semejante
propiedad.
Sin embargo el lugar luce descuidado, a diferencia de las casas a su alrededor. El pasto del jardín no lo han cortado
desde hace meses por lo que veo, las ventanas lucen sucias y polvosas. La puerta blanca luce decolorada, por las
inclemencias del tiempo. Llamó a la puerta y tardan en abrirme. Después escucho ruidos del interior.
—Soy “exlovers”, el tipo que contestó su anunció en Internet. Mandé un mensaje para notificar mi asistencia el día de
hoy.
—Mucho gusto, lo acompaño con la dueña de la casa —me dice al mismo tiempo que cierra la puerta. ¿Cuál es su
nombre?
—Alexander —respondo con inercia, haciéndome a la idea que mataré a una mujer.
—Bien, sígame Alexander —dice mientras observo el interior de la mansión, la cual luce hermosa, pero igual de
deteriorada que la parte exterior.
Subimos unas escaleras que a mí me parecen no tener fin, recorremos cuatro pisos hasta llegar a un pasillo extenso. El
sujeto me dirige hacia la puerta que esta al fondo a la derecha.
132
—Disculpa, permíteme encender las velas —alcanzo a escuchar. No es una voz que esperaba, suena demasiado infantil.
Un par de velas son prendidas y logro ver a la propietaria de tan débil voz. Ya me doy cuenta a que se refería con lo de
no ser cobarde… Muy pocos se atreven a matar a una niña...
La débil luz que despiden las velas, me permiten ver a escasos metros de donde estoy parado, a una niña de no más de
diez años, de cabello oscuro que apenas le llega a los hombros.
Su piel es demasiado blanca, se asemeja a la tonalidad que adquieren los cadáveres resguardados en la morgue. Lleva
puesto un sencillo vestido color blanco, cómo el de la tétrica muñeca de porcelana que tiene en sus manos.
Ambas son el reflejo de la otra. Perfectas gemelas. Una de carne y hueso, la otra de porcelana y plástico. La única
diferencia entre la muñeca y la niña, radica especialmente en los ojos…
La primera tiene un aire de inocencia, de ingenuidad y cierta dulzura; mientras que mi anfitriona revela en su mirar una
inexplicable madurez —impropia de su edad—, frialdad de un modo petulante y sobre todo, un rencor que me eriza la
piel.
Ella se da cuenta que estoy examinándola. Se da la vuelta, interrumpiendo así las impresiones que aún seguía
formulando de ella. Se dirige a un sillón de mimbre. Toma asiento y comienzo a ser observado con detenimiento. Tengo
la extraña sensación de que me observa una serpiente, y no una pequeña infante.
—Me llamo Alexander Reznor. No me esperaba que fueras una niña tan…. pequeña. ¿Cómo te llamas?
—No creo que tenga importancia decirte mi nombre. Estoy por abandonar esta vida, así que ¿para qué quieres saberlo?
—dice mientras acaricia el cabello de su muñeca, que lleva bordado un nombre en la falda de su vestido: Eurídice—.
¿Esperabas ver a un sujeto de treinta, alcohólico y patético? Bueno, lamento decepcionarte. Dudo ser la única niña de
diez años que desea abandonar este mundo. Hoy en día el suicidio es algo muy común. Pero yo no lo soy.
— ¿Qué te hace ser alguien, “no común”? —siento intriga de saber, que cosas ha experimentado para llegar a tomar la
decisión de abandonar su existencia.
—Ciertas cosas. Te contaré un poco de mí, ¿está bien? Para que puedas alimentar tu estúpido morbo —doy una seca
cabezada y ella prosigue—. Como has de sospechar, no tengo a mis padres. Los perdí hace poco. Mi padre era un adicto
133
al juego. Perdió gran parte de su fortuna, tal grado de declararse en bancarrota y abandonarme a mí y a mi madre. Ella
no pudo soportarlo y se arrojó del techo de la casa. No tengo a nadie y sinceramente no aguanto la soledad. Al inicio
quise rehacer mi vida, empezar desde cero. Pero al salir a las calles y descubrir que la gente se trata como basura unos a
Página
otros, al observar la injusticia y el desamparo en que vive la mayoría en esta ciudad y ver que en realidad nada tiene
sentido, pues decidí no vivir más. ¿Para qué seguir ocupando espacio en este lugar tan sobrepoblado? ¿Qué satisfacción
tendré yo, cuando el tiempo pasé por mi cuerpo, que acabará deshecho? ¿Qué objetivo tiene hacer amistades que
solamente me terminarán haciendo un mal, en vez de un bien? Todo es perecedero, no sé porque las personas siguen
mal viviendo, quejándose de lo que tienen y de lo que no tienen…Siendo miserables siempre.
—Me parece que estas llevando las cosas al extremo. ¿Cómo es que alguien tan joven piensa ese tipo de cosas? Todavía
tienes muchas cosas que vivir —digo, con la intención de calmarla, más me siento hipócrita, ya que sigo con la
convicción de aceptar su trato.
—No necesito vivir más miserias para darme cuenta de que la vida no posee significado alguno. Desde antes de que mis
padres desaparecieran estaba convencida de ello. Llámame cobarde si quieres, pero nada me hará cambiar de parecer
—la forma en que me lo dice, me hace recordar la época en que yo mismo traté de dispararme en la sien; cuando mi
esposa murió, víctima de un colapso cardíaco.
Ella era todo lo que tenía. Yo jamás tuve padres, nací huérfano. Tuve que valerme por mi mismo para salir adelante. Fue
duro, pero no tuve opción. Pasé por muchas dificultades para poder pagarme una carrera en la universidad. Tuve la
penosa necesidad de vender droga, para sustentarme en esa época. Lo que dice la niña tiene sentido. Yo lo creo y ahora
yo mismo me pregunto ¿Por qué no me he muerto?
Es deprimente la rutina que he llevado por tantos años. Despertar, trabajar, leer libros apócrifos, dormir y repetir todo lo
anterior una y otra vez. Nada cambia si estas con alguien.
—Te doy la razón en lo que dices. Hay algo que me intriga ¿Por qué no te suicidaste? ¿Es el miedo lo que te detiene a
hacerlo? —mi pregunta parece ofenderle, me mira con intensidad.
—No, no fue el miedo. Cómo dije antes, eso es algo bastante común. Y como veras, poseo algo del dinero de mis padres,
así que pensé que la mejor manera de encontrar mi fin, sería pagándole a alguien para que haga el trabajo sucio por mí.
Aunque no esperaba, que los candidatos fuesen tan moralistas, con respecto a mi decisión. Pensé que al anunciar mi
oferta en la “web profunda”, las personas interesadas serían más objetivas, pero desgraciadamente no fue así. Ayer por
ejemplo, vino una mujer que trató de llevarme a un psicólogo. Tuve que pedirle a Edward que se deshiciera de ella, para
que no alertara a nadie. Otro sujeto que decía ser un pedófilo conocido en la comunidad de “Torchan”, quiso llevarme a
su casa y cuidarme cómo a su hija. Y bueno, en total han venido diez personas y todas se han negado a matarme —ella
se pone de pie, sienta a su muñeca en el sillón y se dirige a mí. Sin avisar ella me rodea con sus brazos y siento que mete
su mano a una de las bolsas de mi abrigo—. Lo más gracioso es que todas venían armadas con una pistola, el arma
perfecta de los cobardes —se suelta y veo que tiene en sus manos mi arma—. ¿Es que no pueden ser creativos?
Esperaba ser brutalmente sodomizada o algo así, pero ni esa satisfacción me quieren obsequiar.
— ¿Y por qué deseas morir de manera violenta? —digo con un hilo de voz. De algún modo me siento intimidado por su
presencia. Ella apunta a mi cabeza con el arma.
—Tengo curiosidad de saber cómo se siente. Desde muy chica he sido algo masoquista. Tal vez leer tantas novelas del
Marqués de Sade, terminaron por cambiar mi conducta. Pero algo me dice que aunque te lo pida, no lo harás. El haber
traído tu insignificante pistola, me dice que eres falto de agallas. Ni modo, nunca se tiene lo que se quiere y cuando se
134
obtiene ya es demasiado tarde para disfrutarlo —ella se acerca y me entrega el arma— creo que hemos conversado
demasiado ¿No crees? En cuanto acabes conmigo Edward te entregará el dinero en efectivo —la incertidumbre se
Página
refleja en mis gestos y ella se da cuenta—. No te preocupes por él, obvio sabe sobre este asunto y francamente, a él no
le importa. Está ansioso por largarse de este lugar. Vamos Alexander, mata a esa niña sin nombre.
Siento agobio y algo de repulsión. Estiro el brazo, apuntando a su delicada cabeza. Ella comienza a caminar hacia atrás
con los brazos extendidos hacia los lados, hasta tocar con pared. Al verla de esa forma, bajo el brazo poco a poco.
—Jamás he disparado a nadie. Nunca pensé que esto me llevaría en verdad a matar a una persona —confieso de pronto,
arrepintiéndome de venir aquí.
—Siempre hay una primera vez para todo. Hazlo por favor. ¿Deseas mantener con vida a una persona que ya se siente
muerta desde un principio? Nada tengo, más que un puñado de billetes que se terminaran de un día a otro. Ponme las
cosas fáciles Alexander. No me provocas ningún dolor, sino todo lo contrario: me liberas de lo que me atosiga en esta
realidad materialista y opresiva. Te he dicho que nada cambiará mi opinión sobre mi decisión. Cumple y lárgate con el
dinero que no necesito.
Reflexiono sus palabras y no puedo objetar nada. No soy nadie para decir que está bien y que está mal. Tampoco puedo
ser capaz de quitarlo a esta niña su deseo de morir. Ella está tan perdida en su propio dolor, que no hay nada que se
pueda hacer por ayudarla. De nada sirve intentar hacerlo con alguien que no busca ser salvado. Aprieto con fuerza la
culata del arma y rápidamente a punto de nuevo.
—Adiós Eurídice.
—Gracias Alexander —cierra sus parpados. Esperando el sonido atronador del disparo.
Abre los ojos, parece asustada. Comienza a sangrar y el vestido blanco se tiñe de rojo.
Disparo una vez más y la bala da contra su frente. La pistola es de un calibre bajo, es por eso que ninguna de las balas
atraviesa su cuerpo. Doy la media vuelta para salir de la habitación, aun con la perplejidad de haber cometido un
asesinato. Me siento asqueado por el olor de la pólvora, por la visión del vestido ensangrentado.
Tomo el pomo de la puerta y en ese momento un sonido singular se hace escuchar detrás de mí. Alguien está
aplaudiendo, volteo y mis ojos ven a la muñeca. Sonríe. Mientras que Eurídice sigue chocando sus palmas.
3-. La existencia
El sonido que crean los aplausos de las diminutas manos de Eurídice, me hace temblar de pies a cabeza. Siento la
urgencia de salir corriendo de la habitación, que está casi a oscuras.
Ella debe estar muerta… ¿Por qué no para de aplaudir? ¿Es esto un sueño?
Me acerco con cautela hacía el cuerpo de la niña. La sangre que salé de su pecho está empezando por manchar el suelo.
La muñeca me inquieta. Su cambio de expresión repentino me hace pensar de manera infantil, sobre fantasmas ocultos.
Justo en el momento que veo el rostro de la niña, ella deja de aplaudir. Tiene los ojos abiertos en extremo. Me mira
135
fijamente por unos instantes que me erizan la piel. ¿Está viva? Al parecer así es, la pregunta aquí es: ¿por qué?
—Veo que no funcionó como yo pensaba –—suelta de pronto, incorporándose poco a poco. Su apariencia me aterra. Un
Página
hilo de sangre recorre su rostro, a partir del orificio que le hice en la frente—. Es extraño… por un segundo me sentí
“fuera de mí”. Fue como haberme perdido en algo que ni siquiera puede nombrar. No era oscuridad, era algo más que
eso. Cómo una eterna “nada”. Sería estúpido preguntarte a ti Alexander, porque estoy viva. ¿No lo crees?
Contengo el aliento. Por un momento siento mis piernas débiles, estoy a punto de desmayarme. Con pura fuerza de
voluntad hago que las palabras salgan de mi boca.
—Sí lo es. Perdona si me noto consternado. Esto no es algo que se vea todos los días —repongo, mientras que ella toma
asiento en el sillón donde está su muñeca—. Si te soy sincero, pienso que esto es como una pesadilla.
—Es comprensible que te sientas así. Imagínate como me siento yo ahora. Si no lo sabes, te lo diré. Estoy triste por
encontrar la muerte que tanto deseo, furiosa por estar cobijada en esa “nada” para después ser despojada en tan sólo
unos segundos, de esa inexplicable sensación de bienestar y por último, me siento asquerosa. Siento como mi cuerpo
está iniciando su descomposición. Tal vez mi consciencia haya quedado atrapada. Puede ser que mi cuerpo sea una
especie de jaula. O puede que lo que estoy diciendo solo sea un delirio mío. ¿Tú qué opinas? Ahora que lo veo, es tu
responsabilidad que yo siga aquí.
—Todo esto me suena tan inusual, tan bizarro e incongruente. ¿Seré yo el culpable de que no estés muerta? Tal vez,
aunque igual suena injusto culparme de tu aseveración. Puede ser que tu cuerpo esté muerto, pero tu alma reposa aún
en tu cadáver. Esa es una explicación viable —mi argumento suena hueco y estúpido. No obstante, algo me dice que
algo de cierto hay en lo que digo. En muchos libros de ocultismo que leí en el pasado, se hacía mención de los diferentes
tipos de muerte que una persona puede sufrir.
—Pienso que es algo fantasioso lo que mencionas, pero me dime ¿Por qué se te ocurre pensar eso Alexander? —su voz
comienza a sonar distinta, más áspera, más adulta.
—Bien…yo me dedico a coleccionar libros prohibidos. Muchos abarcan temas que van más allá de lo que el hombre
común puede ser capaz de comprender. En la antigüedad se redactaron diversos escritos sobre la muerte: los egipcios
en especial fueron los más doctos en el tema; fueron ellos los primeros en hablar sobre las maneras en que un hombre
puede morir. Hay personas que sienten su alma perecer, aunque su cuerpo sigue activo por mucho tiempo. Hay quienes
pierden su alma en el momento en que su cuerpo es extinguido; es lo que se llama “muerte natural” hoy en día. Y por
último, está el caso particular de quienes únicamente muere su cuerpo, más no su alma. Puede que esté sea tu caso —
digo no muy convencido de mis palabras guiadas por hombres antiguos, que eran fanáticos de la necrofilia.
—Puede ser posible, más me cuesta creerlo. Entonces qué pasará cuando mi cuerpo quede hecho polvo. ¿Mi alma
seguirá adherida a mis restos? —pregunta ligeramente asustada, tomando con sus manos el rostro de su muñeca.
—Probablemente. No tengo la certeza, de lo que leí fuera cierto. Pero dadas las circunstancias, se vale creer en eso.
Ahora que hablamos de mitos, he recordado uno de ellos, que habla precisamente de alguien que lleva tu nombre.
— ¿Te refieres a la historia de Orfeo y Eurídice? La escuché hace años. Mi padre me la contó para explicarme el origen
de mi nombre —responde melancólica, mientras observa cómo las velas se van consumiendo.
— ¿Estás realmente dispuesta a buscar la muerte, después de experimentar el dolor de abandonar la vida? – le pregunto
136
—Sí, es obvio que aún estoy con esa decisión ¿Por qué me lo preguntas?
Página
— Porque creo saber la manera de que puedas dejar tu cuerpo. La única forma de lograrlo es encontrando la manera de
matar tu alma.
— ¿Y eso cómo se puede hacer? ¿Quieres hacerme sufrir más de lo que ya lo he hecho en vida? —veo en sus ojos, temor
y resentimientos. Los cuales me conmueven. Es por ello que me atrevo a decir lo siguiente.
—Estoy dispuesto hacerlo, si eso te hace feliz y te libera de lo que te aflige. Olvídate de darme el dinero, esto es más
personal —la tomo de la mano y nos miramos fijamente.
— ¿Serás el Orfeo que me saque del “Inframundo de la Existencia”? —Afirmo con la cabeza con una sonrisa discreta—.
Está bien…. Solo espero que no mires mi rostro, cuando estemos por salir del abismo. No quiero quedarme por siempre
en este lugar —me dice mientras suelta mi mano. Sus ojos siguen puestos en mí.
—Lo dices tan convencido de hacerme sufrir. Es claro que hablamos de dolor psicológico y no corporal. ¿Tan hábil eres
en ese tema Alexander, cómo para decirme con esa confianza que me ayudaras a morir?
—Sí, lo soy. Creo que ahora es momento de contarme algo de mí. Debes conocer a quien es tu verdugo después de todo
—musito, preparándome para confesar la inmundicia de persona que soy.
—Me muero por saber quién eres en verdad —responde con ironía la pequeña Eurídice.
Después de apuntar a su cabeza y a su corazón, ella no se ha ido. Sigue aquí, sin querer seguir viviendo. Lo único que le
he dado es la desagradable sensación de putrefacción, que poco a poco irá resintiendo en su cuerpo.
— ¿Por qué te quedas callado Alexander? —interrumpe Eurídice mi pensar, con su tono lúgubre y autoritario. Sin darme,
cuenta ella comienza a quitarse su vestido ensangrentado, dejando su cuerpo casi al desnudo. Me doy la media vuelta—.
¿No ibas a contarme tu vida? Hazlo, me has abierto la curiosidad— repone al momento que escucho que abre una
puerta corrediza.
Después de unos breves minutos, ella esta vestida de nuevo. Ahora su vestido es de color azul oscuro. Su piel comienza a
palidecer más. Ella pasea por la habitación, mirando en algunas ocasiones por una de las ventanas.
—Perdón, me quede pensando por un momento en lo que debo hacer para ayudarte. Haz sufrido cosas que pocas
personas serían capaces de siquiera soportar, y aun así tu alma sigue integra. ¿Será acaso que no sientes nada? o ¿en
algún punto hiciste a un lado tus emociones, al ver que no tenían alguna importancia para ti? —mis cuestiones no son al
azar, depende de su respuesta lo que deba efectuar para lograr mortificar su alma.
137
—Una pregunta que no me es fácil contestar, querido “voyerista emocional”, pero creo que me deshice de lo que hablas
hace un tiempo. En el momento en que mi padre nos dejó una nota, despidiéndose de una mujer a la que nunca amó y
Página
de una hija que únicamente existe por el descuido de no usar un maldito condón; creó en mí un sinfín de sentimientos
opuestos. Yo quería ciegamente a mis padres, pese a no ser muy atentos conmigo. Sin embargo, era un afecto hasta
cierto punto falso, condicionado por la sangre fraternal que corre o más bien, corría por mis venas. ¿Por qué me haces
esa pegunta Alexander?
—Para saber cómo empezar. He conocido personas que no sienten nada en lo absoluto desde que son conscientes, y
hay otros como yo, que son indiferentes a todo lo que les rodea, por culpa de las decepciones causadas por segundos,
terceros y por la vida misma. Te contaré mi vida en términos generales, para que puedas convencerte de que tu alma
está en buenas manos. No me interrumpas hasta que terminé ¿te parece bien? —ella asiente y me dejo tumbar en el
suelo, mientras que ella de nuevo retorna a su sillón.
—Empieza, soy toda oídos. Mi curiosidad no deja de sentirse inquieta y sabes que tengo prisa por dejar de estar entre
los vivos.
Es aquí donde le cuento a Eurídice lo que en realidad soy: un hombre perturbado, enfrentado con la realidad.
Mi vida dio inicio hace aproximadamente 28 años o —quizás más— porque ni yo mismo sé en qué fecha realmente nací.
Cuando fui adulto investigué la identidad real de mi madre, quien resultó ser una prostituta. Saber esto me llenó de
agobio. En aquel tiempo poseía grandes expectativas, alimentadas por mi imaginación de hombre soñador, de que mi
origen provenía de algún romance trágico o de alguna intriga familiar. Me equivoqué al pensar en ello. Yo mismo tuve la
culpa de decepcionarme de manera tan patética.
Ella al dar a luz, me abandonó en un basurero de la ciudad. Por fortuna —o por desgracia— fui encontrado por algún
anónimo que escuchó mi llanto. Las autoridades buscaron a la desnaturalizada madre, pero no tuvieron éxito, así que fui
llevado a un orfanato. Es ahí donde mi vida comenzó a tener forma.
En ese lugar deteriorado, lúgubre y desesperanzador, cuidado por un séquito de monjas viejas, tuve mis primeros
traumas existenciales. Fui testigo de la indiferencia y crueldad de quienes —se suponía— debían cuidarme y educarme;
tratado peor que un animal, alimentado con migajas de pan rancio, bebiendo agua sucia de la llave. Desde que tengo
uso de razón, fui humillado y maltratado. Así no dejó de ser hasta que cumplí la mayoría de edad. Cuando salí de ese
sitio, cargaba en la consciencia las cientos de ocasiones que tuve que robarle la mísera comida que tenían mis
“hermanos". Sentía en la piel los abusos de aquellas arpías que disfrutaban de sus excesos secretos, con mi cuerpo. Me
carcomía la culpabilidad de no poder hacer algo por cierta joven, que padecía de ataques de paranoia e histeria. Fue
estúpido enamorarme de la loca del orfanato, pero no pude evitarlo. Había algo en su desquicio, que me atraía, como la
polilla nocturna al fuego de una fogata.
Fue con ella con quien sentí por primera vez en mis días, el placer de compartir la noche. Ella me incitaba a quebrantar
las reglas, a arriesgarme. Fue Daiana quien provocó en mí, la afición por los libros censurados. Era para los dos, una
manera de retar a aquellas religiosas, ciegas e hipócritas de sus dogmas. Algunos de esos escritos los escondían en una
oficina, que a su vez era la biblioteca del lugar. En sus páginas encontré la entrada a un nuevo pensamiento, el cual era
más atrayente y congruente, que el que me enseñaban a punta de golpes en ese lugar. Sin embargo, nuestro gusto por
lo prohibido tuvo un precio alto, y ese fue el perder a la única persona que quería —y he querido— en este mundo.
138
En una noche, ella y yo, entramos como de costumbre a dicha biblioteca, pero por descuido nuestro no nos dimos
cuenta de que alguien nos vio entrar. Ese alguien fue a alertar a las ancianas, para después encontrarnos con las manos
Página
en la masa. Aún tengo pesadillas con lo ocurrido en esa ocasión. Nos azotaron con un látigo de cuero a lo largo de la
noche, además de obligarnos a comes las hojas del libro entero que estábamos leyendo —el cual era "El Guardián del
Centeno", novela de J.D Salinger—. Daiana no pudo soportar el suplicio, y cayó presa de uno de sus ataques de paranoia.
Las presentes no hicieron nada por ayudarla (todo lo contrario, siguieron torturándola) y a mí no me dejaron hacerlo.
Ella murió a lado mío, mientras que yo seguí ingiriendo papel y aguantando el dolor mi piel en carne viva.
Días después, cuando pude recuperarme de las heridas sufridas, intenté lo que hasta ahora he hecho: matar a alguien.
Mi ira por la pérdida de mi Daiana era tal, que me sentía capaz de asesinar a los culpables, mas no pude hacerlo; un
adolescente no podía hacer mucho y menos aún, podía cargar con ese tipo de responsabilidad, de robar vidas ajenas.
Mucho sentía al estar fuera de los muros de mi tormento y ser arrojado a las calles como la basura que era —y soy—.
Intenté el suicidio, como muchos otros, pero hasta para eso hay que ser bueno y yo no lo era. Mi estancia en las calles
fue algo que estuvo marcado por dos cosas: una era mi reciente habilidad para robar a todo aquel que se me cruzara a
mi camino y otra era la descubierta mitomanía que poseía en mi interior. Poco a poco fui reconocido en las calles por lo
primero, por lo segundo era más que idolatrado.
Robar no se me daba del todo bien, pero mentir era algo totalmente diferente. Era cosa de unos minutos para
convencer a una mujer de que me diera una fuerte suma de dinero, inventándole una historia trágica. Fui capaz de
mentir para deshacerme de algunos enemigos que me había hecho por el camino. Era simple inventar historias y
actuarlas. Mi vida era una especie de teatro. Y lo sigue siendo.
Cursé la universidad gracias a la venta de droga, que de manera penosa tuve que hacer. Drogar a mis compañeros de
clase y robarles sus carteras no era algo agradable, pero era lo que debía hacer para sobrevivir. Meterme con ciertas
féminas en su cama, me hizo caer en las redes de la prostitución. Al final mi apariencia les era apetecible a las viudas y
casadas. Fue en esas circunstancias que de manera extraña, conocí a quien fue mi esposa por un par de años. Alessa era
su nombre.
Era una mujer que me doblaba casi la edad, pero eso no me importó. Ella fue una clienta mía, que con el tiempo fue
haciéndose cada vez más cercana a mí. A tal grado que ella me terminó sacándome del negocio de la venta de mis
favores. No la quería, es más la aborrecía. Era lo contrario a mí y todo el tiempo la comparaba con Daiana. Pero vi en ella
la oportunidad perfecta de tener una vida normal, lejos de la violencia en que estaba, apartado del peligro que corría
cada día al darles cocaína a los niños y deshacerme del mal sabor de boca que tenía cada noche al tener sexo con alguna
zorra ebria.
Es en esa época donde me sentí apresado por el amor que no quería, de una persona que sólo alimentaba mis vicios y
que no me atraía en lo absoluto. Yo la herí incontables veces con mis actos y mis falsedades, y nunca me importó su
pena. Disfrutaba hacerla pagar por cosas que no tenían nada que ver con nuestra relación. Vertí en su persona todo el
sufrimiento que había sentido durante tantos años. Lo sé, suena estúpido pero así es como era yo. Fue un error mío, no
valorar lo que tenía a mi lado. Fue demasiado tarde cuando me di cuenta. Su muerte repentina, —producto de sus
problemas cardíacos— me hizo cambiar.
Dejé el alcohol, las drogas y las mujeres, al comprender que lo único que tenía en la vida, era a ella. Por fin me daba
cuenta, pero ya no tenía importancia. De nada servía saberlo.
Pasaron los años y rehíce mi vida, encontrando trabajo de abogado en un bufete reconocido —mi primer empleo
139
realmente— y matando el tiempo buscando los libros que tanta importancia tienen ahora en mi presente y que tuvieron
en mi pasado: escritos donde encuentro la rebeldía de la cual carezco, los cuales me hacen sentirme de nuevo a lado de
Página
— ¿Por qué no nos habremos conocido antes? —a tristeza se hace sentir en sus palabras. Yo me pregunto lo mismo
—No lo sé, tal vez el tiempo está en nuestra contra. Si te hubiese conocido antes, te hubieses muerto antes.
—Porque tal vez tú hubieses sido mi Daiana —confieso mientras acaricio su rostro con mi mano.
Ella me la toma y me mira con melancolía. Ella sabe a qué me refiero. No necesita que se lo diga realmente. Y yo me
cuestiono ahora, ¿Por qué seguimos con vida?
5-. Despedida
En este momento cuando veo la mirada profunda de Eurídice, me doy cuenta que soy perfectamente capaz de sacarla
de su jaula de carne y hueso. Ella siente lo que yo siento; es inexplicable sentimiento que nace en situaciones que ni uno
mismo se puede explicar. ¿Estoy mal al sentir eso? Sí claro que lo está, pero irónicamente con esto puedo ayudarla a
partir.
—En poco tiempo dejarás de estar encerrada en esta habitación oscura, te lo prometo —le digo mientras beso su frente
su mano diminuta.
—Hazme sufrir entonces. El dolor es la única forma en que puedo liberarme. Y creo saber cómo lo harás —me dice
mientras mira a su muñeca tétrica —. Lo único que no podré llevarme conmigo por desgracia, es a mi pequeña gemela.
¿Sabes? Nunca había sentido algo por alguien vivo, hasta ahora. Únicamente he depositado mi sentir en esta pequeña
muñeca. Supongo que algo de mi alma está en ella. La vi sonreír y tú lo hiciste también, en el momento que me
disparaste. Creo que debo destruirla —al decirlo, toma a la muñeca del cuello y estrella su cabeza contra el suelo,
rompiéndola en diminutos pedazos de porcelana.
El asombro no se hace esperar, al ver la sangre que mana del cuello de la gemela de porcelana de Eurídice. Ella cierra los
ojos y una lágrima sale de su ojo izquierdo
—No tengo idea de lo que sea, pero algo me hiciste sentir al contarme tu historia. Tal vez, sea sólo lástima de ver lo
miserable que ha sido tu pasado. En ti veo a un igual, aunque comparándome contigo, yo no he sufrido nada. Y eso me
hace sentir como una estúpida. Es más, por un segundo pensé: “Quiero vivir, intentarlo nuevo”. Pero ya es tarde, soy un
cadáver que en poco tiempo apestará y se pudrirá. Haz lo que tengas que hacer Alexander. Termina conmigo, el primer
golpe ya lo has dado. Me has hecho arrepentirme de lo que hecho y eso, ya es un agobio que podrá llevarme fuera de
este Inframundo terrenal.
Yo me preparó para hacer lo que ya he premeditado. Con esto ella podrá irse, sentir algo más que un agobio. Cómo
140
Orfeo hizo con su música, al entrar y sacar a Eurídice por el reino de Hades, yo lo he hecho con mis palabras. Me he
adentrado y he sacado su sensibilidad con mentiras. Me preparo y le digo lo siguiente. Por algún motivo me siento
Página
extraño, como si el que fuera hablar a continuación no fuese yo, sino otro hombre.
—Eres una niña, que no sabe distinguir entre lo que es verdad y lo que no lo es. ¿Acaso tomaste en cuenta lo que te
mencione sobre la mitomanía? —al escucharme, ella cambia de forma radical su semblante. Turbada y furiosa a la vez,
no era para menos. A nadie le agrada recibir mentiras—. Pues bien, todo lo que te conté fue un gran invento mío. Tú
como cualquier pequeña, te lo creíste y sentiste comprensión de mi parte, de manera patética. Vamos siéntelo: has
dejado de experimentar afecto hacia a mí, para dar paso al odio. Y eso es bueno, para lograr lo que te propones. No hay
nada mejor que la rabia, para destruir el alma. Entre más rápido te largues, más pronto me haré de tus dólares. Tú no
me importas en lo absoluto —termino por decir. Tomó mi pistola de nueva cuenta. Ella me observa.
—Eres como los demás, a fin de cuentas. La crueldad se te da bien Alexander, ¿Cómo es posible que cayera tan fácil? Soy
una idiota, pero te agradezco ser lo que eres. La lástima que te tengo no ha desaparecido por completo. No logro
entender como sigue viviendo semejante ser como tú, tan deplorable, tan lastimero y a la vez tan sincero. ¿Volverás a
dispararme? Dudo que eso funcione de nuevo.
—No, haré algo distinto. Ni yo mismo sé porque sigo aquí. Te haré compañía Eurídice ya lo veras – asevero mientras
pongo el arma en mi boca.
Ella trata de detenerme, pero yo acciono el gatillo. Todo se vuelve oscuro. Estoy en la “nada” que ella mencionó.
Una luz aparece, un tenue brillo que me hace sentirme agitado. Alguna fuerza extraña me lleva hacia donde el fulgor se
encuentra. No obstante de un instante a otro, vuelvo a estar en la habitación iluminada por velas. Trato de ponerme de
pie poco a poco.
Eurídice está en el sillón. Está ausente. Su mirada se ve perdida, como si ya no estuviera en este sitio. Me acerco a ella y
tomo su rostro entre mis frías manos. Se ha ido…. después de todo, resultó lo que me proponía. Verme morir fue lo que
la terminó por afligir, de manera que su esencia se vio corrompida al sentir de un momento a otro, un sentimiento
cercano al amor, un odio descarado y al final una lástima que a ella misma le hería poseer.
¿Y que he ganado yo? La satisfacción de darle utilidad a lo único en lo que puedo ser bueno…. Las falsedades que
pueden ser verdad, las verdades que puedo transformar en mentira. Únicamente yo sé lo que es real o no, en mí.
Terminé por matarme por alguien, ¿es eso un sacrificio? Puede ser… Ahora debo encontrar la manera de volver a la
“nada”…. encontrar el camino de regreso, llevando a cuestas mi cadáver.
Debo darme prisa, antes de que me vuelva polvo. Quiero volver a verla a ella….y por supuesto, a la pequeña Eurídice.
Cumplí mi promesa, la única que en realidad he hecho. No me arrepiento. Ella está en un lugar mejor y yo, estaré a su
lado una vez más. Lo juro.
141
Página
XC. Desfile sin final
"El silencio es lenguaje sin sonido, carente de reglas y repleto de significado. Mi padre calla y su falta de palabra, me
brinda paz".
El fulgor de la mañana ilumina mis ojos cerrados; un tenue atardecer se difumina en mis pupilas herméticas. Esto me
aflige. Es malestar para la comodidad que pocas veces consigo… a pesar de ser un niño, entiendo que el mundo es un
gran agujero: cada vez nos vamos hundiendo más y más.
Mi madre nos llama: pronto estaremos en La Gran Manzana. El gran Desfile de Acción de Gracias está a unas horas de
comenzar. Mi hermano y yo estamos ansiosos. Es la primera vez que asistiremos: las bandas de guerra, los globos
aerostáticos, la música de las trompetas, baterías y saxofones me ilusionan, me brindan una expectación colosal.
Levanto mi cabeza de la almohada y me visto con rapidez. Robert hace lo mismo. Nos miramos de pronto y sonreímos.
No hace falta decirnos nada; nos conocemos de sobra y sabemos lo que piensa el uno del otro, con sólo mirarnos
mutuamente. Esta sonrisa es símbolo de complicidad, de alegría compartida; después de mucho insistirle a mi padre,
por fin cedió y él a su vez convenció a mamá, para poder observar aquella muchedumbre que sólo hemos visto por la
televisión cada año.
Mientras termino de vestirme, no paro de sentir un ligero temblor en mi pierna izquierda, un cosquilleo extraño por mi
espalda y un curioso tic en mi ceja derecha, que hace que ésta se mueva de arriba abajo sin control. No les encuentro
explicación y no me interesa saberlo. La emoción provoca esto en mí.
Soy como una tetera con agua hirviendo, sólo que en mi caso yo llevó dicha por dentro y se esta escapando por aquellos
peculiares sitios para impedir que yo estallé de goce. No me gustaría morirme en este momento… Antes quiero ver el
desfile.
Salimos de la habitación y bajamos de prisa las escaleras. Mi madre nos mira con enfado. Nos cuestiona por nuestra
tardanza y no tarda en regañarnos por hacerla esperar a ella y a papá. No decimos nada y ella se da por satisfecha.
En la familia la carencia del sonido es vital para nuestra convivencia. En el silencio nos llevamos mejor y así nos
entendemos. Es el código de los Valtari y creo que también el de otras familias, pero eso no me importa. Nada quebrará
mi expectación.
Abrimos la puerta de la casa y caminamos hacía el auto. El clima es perfecto para satisfacer mis gustos: las nubes oscuras
pasean libres en medio de un clima frío, que tiene consideración con mi cuerpo. El viento sopla con timidez y algunos
diminutos copos de nieve caen sobre el pavimento, formando una delgada capa blanca en el sitio donde estoy pisando.
Después de perderme un poco en mis divagaciones provocadas por el paisaje, mi hermano me toma del brazo para
hacerme entrar al carro.
Se enciende el vehículo y yo apoyo mi cabeza entre mis manos. Cierro los ojos y caigo en el terreno de los sueños;
quisiera ser como los hombres que tocan los instrumentos de percusión, o viajar encima de un inmenso globo por todo
142
New York… o hacer realidad mi más profundo deseo: liderar a toda esa multitud carnavalesca, ser el centro de atención
y no parar nunca de desfilar. Para mí ese sería el cielo.
Página
Un par de horas transcurren y noto que mi acompañante está intranquilo. Mira a todas partes y mueve su pie
compulsivamente. Él se percata que lo observo y por eso interrumpe sus movimientos. Hago una parodia de lo que
acaba de hacer y él se molesta un poco; golpea mi brazo. Le respondo e iniciamos una patética pelea donde no paramos
de reír.
Esta es nuestra manera de demostrarnos afecto. Los golpes junto con las burlas expresan mejor lo que sentimos.
Además calma nuestra impaciencia, aunque no tardamos en ganarnos una llamada de atención de la amargada mujer
que nos dio la vida.
Conforme avanzamos, me es posible vislumbrar algunos rascacielos pertenecientes a la gran ciudad. No tardamos en
adentrarnos en la urbe y de pronto nos vemos rodeados de edificios enormes, negocios lujosos, transeúntes a montones
y una inmensa cantidad de taxis amarillos.
En mi mente trazo poco a poco un "mapa mental" de todo el lugar, confeccionado gracias a la lectura de los comic's de
Spiderman, los X-Men y los Cuatro Fantásticos...habitantes anónimos de Manhattan, según su creador Stan Lee.
Estando aquí puedo sentir que veré a Peter Parker columpiándose de un sitio a otro, surcando entre el cielo y el smog.
La voz de irritada de mi padre me invoca al ahora. Le cuesta trabajo encontrar un sitio donde estacionarse. Damos varias
vueltas hasta que por fin aparca el auto. Bajamos y yo miro a todas partes; doy una vuelta completa en mí mismo. No
deseo perderme un sólo detalle a mi alrededor. Olvidarme de lo que hoy veo sería como la muerte misma, y yo aún soy
muy joven para hacerlo.
El pensar repentinamente sobre mi propia mortalidad me llena de miedo. Miro los rostros de mis parientes y me doy
cuenta que nada durará. Este sentimiento de pronto me da placer. Rió sin cesar y ellos se preguntan por qué lo hago.
Me es imposible responderles, porque sencillamente no lo sé. La lógica, lo racional no va conmigo. Lo mío es lo
emocional. Las sensaciones son lo único por lo que vale la pena vivir.
Con apremio nos dirigimos hacia la calle 77, donde el evento tendrá su espectacular inicio. Entre más nos acercamos, la
conglomeración de personas se ve aumentada; niños, jóvenes, adultos y ancianos de toda clase social, racial y hasta
religiosa se alcanzan a apreciar. Todos poseen una luz extraña, que me figuro que está detrás de sus ojos. Me gustaría
verme en un espejo para averiguar si yo también lo tengo, para que los demás vean que me la paso tan bien como ellos.
A empujones y codazos el gentil de mi padre nos abre paso, para obtener un buen lugar entre la muchedumbre. En
cuestión de segundos los tambores resuenan y las trompetas aúllan con júbilo. Llegamos justo a tiempo. El desfile
empieza ahora.
Los integrantes de las bandas de guerra sonríen a la gente, mientras que sus miradas están carentes del resplandor que
los presentes tienen. Lo veo admirable y a la vez triste: nos hacen felices, pero ellos no lo son. Sacrifican su tiempo y su
energía para distraer un poco las preocupaciones que nos atormentan a todos cada noche. Por ello los encuentro
admirables… son héroes de un instante.
Los globos no tardan en aparecer. El más asombroso es uno enorme con forma de un barco pirata. La calavera pintada
en su bandera me causa fascinación. Es macabra y divertida al mismo tiempo. Cómo desearía subirme en ella…Respiro
profundo y exhalo resignado. Sigo disfrutando, aplaudiendo y vitoreando con cada carro alegórico y con los artistas que
143
Sin embargo recuerdo que no podrá ser posible. La duración del desfile acaba en una hora. ¡Detengan el tiempo, paren
los relojes!, pienso alarmado. Irme de aquí me dolerá. Inexplicablemente las lágrimas caen. Evito que me miren. Nunca
me ha gustado que me vean así.
En mi intento por detener mis sollozos, una mano toca mi hombro. Es mi papá. Su calidez lo delata. Se pone a mi lado y
me mira fijamente. Trato de explicarle lo que siento en este preciso instante, pero el nudo que llevo en la garganta no
me lo permite. Estoy afónico. Me abraza...puedo sentir que él entiende mi consternación. ¿Cómo es posible que éche a
perder esto?
Tengo 8 años de existencia y sigo comportándome como un bebé. Desahogo el llanto sobre el pecho de mi padre. Carga
mi peso y me habla al oído. Su murmullo me resulta un tanto incomprensible, pero alcanzó a entender qué cuando yo
sea grande, podré liderar el desfile que está a punto de terminar.
Despego mi cara de su hombro y veo sus ojos; encuentro en ellos toda la determinación para asumir que en unos
minutos volveremos a casa, a enfrentarnos con los problemas del día a día.
La paz se apodera de mí por el franco mensaje que descifro en la figura paterna, que me devuelve al suelo y a la verdad.
Gritó con frenesí en los últimos segundos de éste, mi más grande acontecimiento personal. No obstante la emoción
alcanza el nivel de la locura; me dirijo corriendo hacia los marchantes. Intento subir por uno de los carros alegóricos,
pero no puedo. Resbalo de uno de los escalones y mi cabeza impacta en el suelo. Mi visión se torna borrosa y soy capaz
de sentir, que la pequeña lucecilla de mis retinas se está disipando. Me vuelvo consciente de que mi sangre se derrama
en el suelo. El desfile se detiene y yo me detengo con él. Pero no quiero que pare, debe continuar sin llegar a un final.
La oscuridad se cierne sobre mí y todos desaparecen. Entro en la desesperación y quiero gritar, mas nada sale de mi
garganta. Creo que estoy muerto. ¿Dónde están mis papás? ¿Y Robert? ¿Me echaran de menos? ¿Se olvidaran de mí?
Cierro los ojos y con pánico descubro, que puedo "ver" algo. Abro mis parpados y regreso a la penumbra. ¿Qué está
pasando? Vuelvo a hacer lo anterior y la escena se alcanza a distinguir: un hombre de aspecto enfermo, sin cabellos y
con la piel pálida, pierde su mirada en el techo. Yo lo miro como si estuviese a su lado.
Los escalofríos me invaden cuando escucho su respiración e inclusive puedo percibir algunos ruidos, provenientes de
una ventana abierta que está al fondo de la habitación, donde mora el tétrico señor.
Estoy asustado. Vuelvo a abrir mis ojos para alejarme de él. Por alguna razón, presiento que lo que acabó de ver ya lo he
visto tiempo atrás… Pero ¿dónde?
Me sitúo nuevamente en la incomodidad donde no existe nada. ¿Qué hago? Es injusto estar repleto de alegría y después
entrar a este estado de agobio mortificante. ¿Será que estoy en este infierno por portarme mal con papá y mamá? ¿Fui
malo con mi hermano cuando me mofaba de sus hábitos nerviosos? ¿Qué hice mal?
Nadie puede responder mis preguntas… a menos que…no… él no…dudo que pueda decirme algo o verme
144
Una vez más estoy a su lado. Su posición no ha cambiado, pero la habitación no está iluminada por el sol. Está casi a
oscuras. La luna es lo único que otorga algo de visibilidad.
Me calma el saber que puedo moverme. Miro y toco mi cuerpo. Nada ha cambiado al parecer. Hasta mi ropa es la
misma que llevaba en el desfile: cazadora azul marino, pantalones grises, playera roja y zapatos negros.
Con tiento voy acercándome. El eco de mis pisadas resuena en la estancia. Él es capaz de escucharme: sus pupilas se
dilatan y se posan en mí. En cuanto lo hace algo extraño sucede: yo me vuelvo él. Estoy viéndome a mí mismo desde su
perspectiva. Me atemorizo e intento escapar al abrir mis ojos, en mi "yo" verdadero. No obstante nada sucede. Estoy
atrapado. Yo soy el paciente y él es un intruso en mi cuerpo.
De golpe los recuerdos de su pasado vienen a mí. Y con sorpresa veo que tenemos la misma infancia, los mismos amigos,
la misma familia...somos la misma persona. ¿Por qué acabé de esta forma? No hay nadie aquí, estoy solo. Una maquina
me mantiene con vida…pero ¿Qué no se supone que estaba muerto? Nada tiene sentido, pero eso no me interesa.
Sigo sin tener amigos. Robert se vuelve más aislado y más extraño. No me dirige ni siquiera una mirada, no entiendo su
silencio. Yo lo rompo con mi voz y él se aleja de mí. Hasta que una noche no vuelve nunca más; yace tirado en el suelo
con la mirada perdida. Mis padres lo llevan al hospital y ahí perdura por años, hasta que por fin su batalla por vivir es
finada. Me culpo y no dejó de visitar su sepulcro.
El mundo se aísla de mí y yo de él. No me importan los demás. Apago las decepciones con alcohol y pastillas de color
azul y rojo.
Llega la etapa adulta y una mujer se acerca a mí. Le atrae mi dolor y hace lo posible por quitármelo de encima. Se lo
permito, con la desconfianza de quien ha experimentado el desamor en diversas ocasiones. La quiero, le tengo cariño,
pero nada alivia la confidente espera que tengo de ser abandonado. Ella me sorprende y me acompaña por años, sin
embargo mi mal carácter apaga su afecto, se vuelve fría y yo no hago nada para remediarlo. Su indiferencia termina por
afectarme más de lo que imaginé.
La morfina y la heroína transitan sin cesar en mis venas. El pequeño pub está lleno de "lobos solitarios" y entre nosotros
nos herimos. Peleamos sin ninguna razón. Me vuelvo en un ser violento y vengativo.
Al regresar cada noche a la casa de mis padres, ellos no paran de señalarme mis errores y desaciertos. Mi madre se
convierte en mi peor enemiga…Ambos no pueden entender, porque no hay nada que explicar ¿Acaso la tristeza tiene
una razón de ser? Para mí no…
Llego a mi límite. Se agota mi tolerancia para con la vida. El simple hecho de respirar me hastía; me atormenta que el día
sea la eterna repetición de lo que está mal en mí...Planeo con cuidado mi adiós a la existencia.
Ahora todo va cobrando sentido con estas memorias tan mías y tan ajenas a su vez.
Deseo detener las revelaciones, es demasiado cruel el verme caer tan bajo. El usurpador de mi persona me sostiene la
mirada. Su sufrir es el mío ahora y quisiera poder aliviarlo, pero ¿Cómo? Sólo soy un niño, no soy un héroe.
Me vuelvo a ver en edad adulta y estoy apuntando un revolver hacia mi frente. Antes de estar en esta situación, escribí
una carta breve a mi madre, expresándole lo que por años he llevado dentro y jamás pude decir por temor a no ser
Página
El peso de un romance es extenuante, es como tener oro entre las manos: alguien se atreverá a quitármelo al ser
seducido por su resplandor soleado.
¡Boom! tiembla el cristal de las ventanas. Las imágenes se hacen irreconocibles. Oigo llorar a mi padre. Una sirena se
percibe a lo lejos...
Las memorias siguen su curso, no se detienen. He sobrevivido. Mis padres están conmigo.
Papá está devastado, mamá desquita su enojo usando algunas preguntas huecas:
Pasan los meses y no me dan de alta del hospital. Estoy recuperado. Tal vez quieren dejarme encerrado para siempre. Al
estar aquí no puedo hacerme daño...
Mi madre y mi novia me hacen una visita. Ambas se turnan para darme una horrible noticia: papá fue asesinado. El
descuido de un conductor provocó que impactara su auto con la humanidad de mi progenitor.
Me derrumbo, me arrepiento de lo que jamás pude decirle. Era un buen hombre. No obstante, eso no era todo lo que
debían decirme: tengo cáncer. Por fin descubro el porqué de mi prolongada estadía en esta cama.
Hacen un esfuerzo por apaciguarme. Pero yo me altero más con los abrazos de Rebeca. No entiendo porque he de
sentirme mal, sí la enfermedad es un boleto directo al ataúd. Ahora soy consciente de lo difícil que es dejarla.
Los tratamientos y las quimioterapias atacan mi debilitado cuerpo. El cabello y toda vellosidad despiden sus respectivos
lugares, el color de mi piel blanquea. Parezco más un cadáver, que un ser humano.
La batalla que libro me deja fatigado y me vuelve cruel con mi leal amor. En cada plática he de sugerirle lo que deseo
para mi entierro: quiero que esté mi tía Mary, deseo que me sepulten entre papeles de colores y que ella esté ahí para
despedirme.
Rebeca me dice que lo hará y después de unos días, deja de verme. Soy demasiado feo para ser visto, lo sé.
Los ayeres en mi mente llegan a su fin. Con agonía miro a mi homólogo. "¿Qué podemos hacer por nosotros?",
pregunto con mesura.
Él no responde, simplemente cierra sus ojos y desaparece. Y jamás regresa. Me estremezco, esto no es justo. ¿Por qué
se fue?
146
El incesante ruido del monitor cardíaco no me permite pensar. Es molesto, monótono y parece eterno. No tardo en
Página
desesperarme, hasta que finalmente arrancó de mi brazo y de mi pecho lo cables que vigilan mi corazón y que también
me dan vida. El temor poco a poco se difumina. Sé que en unos instantes estaré en otro lugar... o tal vez todo sea una
ilusión.
Mi pulso no tarda en pausarse. Exhalo mi último respiro y de repente un estruendo hace que las paredes de la
habitación caigan. A mí alrededor veo un gigantesco tumulto de calaveras; están vestidas con un uniforme similar al que
usaban los hombres de aquel desfile, que antes presencié. Tocan trompetas con extraña forma y usan relojes como si
fueran tambores.
Justo en frente de mí están dos mujeres con antifaz y vestimenta oscura; llevan descubiertas sus piernas y parte de sus
brazos. Al parecer son gemelas. Detrás de ellas, está una fémina fantasmagórica, tapada con una máscara peculiar y
portando una falda larga de color gris a juego con el atuendo que tapa su torso.
Se acercan y no me dicen nada. Una de las hermanas me coloca una medalla en el cuello y me lleva hacía un carro
alegórico, hecho exclusivamente de esqueletos animales y humanos.
Encima de éste hay cinco personas, las cuales llevan sus respectivos instrumentos: dos usan guitarras eléctricas, otro un
bajo, uno está sentado frente a su batería y el presunto cantante porta un micrófono.
Cuando estoy situado frente a ellos, la música de la multitud se suma con la que mis acompañantes inician.
Cuando el sujeto de cabello blanco alza su voz, yo me petrífico. Está cantando las mismas palabras que mi padre me dijo
en su momento.
“Hijo, cuando crezcas, tú serás el salvador de los necesitados, de los abatidos y de los maldecidos. Los derrotarás: a tus
demonios, a los escépticos y a los planes que han hecho; porque un día, te dejaré un fantasma, para guiarte en el
verano, para armar el desfile negro”.
¿Papá sabía que esto pasaría? El fantasma que me dejo fui yo mismo...El sabía mi deseo: no quería que desfile nunca
acabará. Y ahora estoy en el "Desfile Negro". Estoy en mi cielo personal.
Rio y lloro de felicidad. No me interesa saber el porqué de tan inexplicables eventos. Yo disfruto con el paisaje: el cielo
gris, las cenizas que caen y las ruinas que reflejan el deterioro del verdadero dueño de este cuerpo... ¿Qué será de él?
¿Habrá vuelto a mi niñez? Nunca lo sabré...
Despierto... he vuelto en el tiempo. Soy un pequeño de nuevo. Creo que estoy en una cama. La cabeza me duele.
Mi padre me observa y sonríe. Yo no puedo mantener la calma y tomó su mano más próxima. Le doy las gracias... ya no
tengo miedo de seguir viviendo. Cierro los ojos y veo que estoy en un Paraíso. Estoy en dos sitios a la vez…
Mi padre calla y su falta de palabra, me brinda paz. No me importa el carecer de explicaciones. El Desfile Negro nunca
termina, como es así la vida misma...
147
Página
XCI. Metus
¡Quiero sentirme vivo! ¡Necesito envolverme en alguna emoción! Este día tedioso ha sido una pena, cómo todos los
anteriores y los que están por venir. Esta vida que tengo es una muerte lenta: la repetición de cada ocasión, de cada
lugar, de cada persona que frecuento y de cada pensamiento, es una agonía. Y no quiero el detestable amor para
escapar de este limbo, cómo la mayoría lo hace, fallando de manera fatal en su intento. También estoy enemistado con
la angustia, ¡porque aborrezco a los mártires y a los masoquistas! Me disgustan, me asquean. ¡Son escoria que se
alimenta con lástima y se revuelcan en sus problemas, cómo los cerdos en las porquería!
Sólo hay una sensación que podría sosegarme: el miedo. ¡Quiero sentirlo! ¡Deseo convulsionarme con el temor, el
pánico, el terror! Es la forma más pura para sentirme bien; excitándome con la amenaza del cualquier peligro, hallarme
a merced de lo súbito, liberarme dentro de las fauces de la impotencia y así conocer la exaltación más maravillosa que
pueda sacarme de este letargo emocional. Pero, ¿cómo puedo conseguir todo eso, en este preciso instante y en este
lugar tan alicaído? Voy caminando a orillas de una avenida, perteneciente a una comunidad que no tiene la urbanidad
propia de una ciudad, pero tampoco puede llamarse pueblo como tal. Observo los resplandores que surgen de la parte
delantera de los autos. Encuentro pocos transeúntes, y los que llegan a verme, me examinan con cierta curiosidad, con
esa maldita conmiseración que tanto me irrita.
Comienzo a sofocarme; la hambruna que únicamente puede saciarse con el pavor, esta agobiándome, me está
esclavizando. Detengo mis pasos, respiro profundo y poso mi vista hacia el cielo sin estrellas, sin luna. Sólo percibo una
horrible negrura… Siento miedo. El bienestar aparece, pero es efímero. La oscuridad del horizonte me da una idea y
entonces cierro los ojos. La seguridad que convida la penumbra relaja mis nervios. Doy un paso y la emoción que busco
se hace presente con mayor fuerza. De pronto, algo indescriptible inunda mi piel. ¿Es así cómo se siente la adrenalina?
Transito censurándome el poder advertir el camino. Es una delicia desconocer la consecuencia de mis pasos. Cómo era
de esperarse, tropiezo con una piedra. ¡Carajo!, creo que me raspé las rodillas. Las punzadas que surgen de éstas, me
provocan ardor y son desagradables, mas el miedo es piadoso y no permite que mi alegría desfallezca. Sin embargo, yo
ambiciono un sentir más intenso; lo que experimento ahora, no satisface totalmente mis ansias.
Me pongo de pie para dirigirme hacia mi derecha, donde se encuentran circulando los vehículos a considerable
velocidad. Siento como mis labios se expanden, induciendo que mi boca permita la entrada del aire. Percibo el peligro, la
ligereza de mi ser que pasea a dirección contraria de los autos que pueden matarme. ¡Estoy extasiado! Sé que no
impactaran contra mí. El ruido de los cláxones y del viento zigzagueante, aceleran mi pulso. ¡Mi libido está en la
cumbre!
Percibo cómo los coches hacen lo posible para esquivarme, en cambio yo anhelo imposibilitar sus opciones. Empiezo a
brincar de un lado a otro, como si fuese un bailarín de ballet. El chirrido de los neumáticos, causan una repentina
reacción en mi cuerpo: una erección que no tarda en trascender a un orgasmo espontáneo. La muerte cercana, es al
parecer, mi afrodisíaco.
Los alaridos y los estruendos surgidos por los impactos, brotan sin tardanza. El olor del humo me hace temblar de goce.
Desabrocho mis pantalones a toda prisa para darme placer, sin interrumpir mi andar serpenteante. Justo en el momento
en que estoy a punto de culminar, una sirena de policía se escucha a escasos metros. Yo sigo adelante sin inmutarme. Sé
148
que no usaran la violencia contra mí, porque soy intocable. Inclusive puedo pararme enfrente de ellos y orinarme en sus
zapatos; nada pueden hacer.
Página
Presto oídos a su llegada. Un par de puertas se abren, las ordenes de los uniformados son precisas: “Manos en alto,
deténgase”. Imagino que están apuntándome, pensando quizá en que yo cumpliré sus imperativos. ¡Ja, ja, ja, qué
idiotas! Continúo masturbándome, mientras sigo mi recorrido. Mi embeleso ante tal situación, hace que abra los ojos.
Contemplo al trío de policías que sostienen sus armas, atemorizados y grimosos en parte.
Volteó para apreciar el desastre carretero: vidrios rotos, carrocerías desechas, sangre en el piso, heridos exasperados,
niños inconscientes y gente convertida en carne molida. Reanudo mis pasos, hasta acercarme a los agentes. Mi frente
hace contacto con el cañón de uno de ellos. En los ojos marrones del imbécil que me apunta, alcanzo a ver mi cara, tan
característica de los desafortunados que tienen un cromosoma extra en el par 21. “Un Down”, “un retrasado”, así me
nombran en silencio las miradas. Vuelvo a cerrar mis ojos. Eyaculo en los pantalones del hombre. Retumba un disparo.
Siento dolor. Ellos sienten miedo, yo no.
149
Página
XCII. La insignificancia de nuestra vida
Absurdo. Con este término se pueden clasificar todos mis actos y pensamientos realizados desde el nacimiento de mi
consciencia. ¿Por qué mantener despiertos los sentidos, si están condenados a quedarse dormidos? Y si se tuviera la
oportunidad de no ser mortal.
¿Qué sentido tendría estar en un limbo?... Tal vez por eso no existen dioses perpetuos, ni pensamientos que rompan
con la monocromática aceptación de las cosas.
He tenido experiencias —como todos— de cuestiones banales, cotidianas, cómicas, románticas y unas un tanto
morbosas, y en todas ellas está la presencia de lo irracional.
Por más razonable que sea mí pensar, las acciones no responden a lo que realmente quiero. Creando una angustia difícil
de borrar, nacida por el simple hecho de que no hay algo que realmente quiera hacer, mas debo efectuarlas por la
presión que ejerce mi instinto de supervivencia.
En este punto es donde encuentro que no soy el único que siente lo que yo percibo.
Observo a todos los trabajadores menospreciados por la sociedad, los cuales siguen el mismo patrón de
comportamiento en su día a día: abren los ojos, se levantan de la cama y se dirigen a su lugar de labores. Al término de
éstos, regresan a sus casas y prosiguen con las tareas domésticas o actividades de entretenimiento, para después irse a
dormir. Lo anterior puede tener sus variaciones, pero en esencia, se hace lo mismo la mayor parte del tiempo. Por esto
me pregunto: ¿Tiene sentido pasar las tres cuartas partes de nuestra vida, haciendo una labor que sólo sustenta
nuestras necesidades primarias, para después terminar en el mismo agujero? Me dirán que es posible encontrar la
realización personal en este caso. Yo digo que dicha realización es una justificación para encontrarle sentido a la vida;
una mentira para consolar los golpes que la verdad nos ha dado, un pretexto para sobrevivir y disfrutar los pequeños
placeres que nos aferran a seguir resistiendo. Sin embargo, ¿Qué pasaría si nos decidiésemos a no desarrollar actividad
alguna? ¿El mundo se desmoronaría? ¿Quedaríamos reducidos a la condición que tienen los animales?
El ser humano no puede quedarse sin hacer nada. Pero el propósito es lo que lidera cada función. Por tanto la carencia
del primero, anula al segundo. Relegando así, al trabajo a un lugar donde sólo sirve para matar el tiempo. Justo como les
sucede a algunos personajes de la novela "Cien años de soledad", al descubrir lo inútil que es tener objetivos que jamás
los dejaran satisfechos; se hace por hacer y sin cumplir su verdadero deseo: que todo acabe. Sin embargo la sociedad
condena a quien desea tomar las riendas de su muerte, desarrollando en el inconsciente la culpabilidad que conlleva el
tener este tipo de pensamientos en cada sujeto.
Como bien dijo alguna vez un señor muy sabio: "Hay cosas que de sólo pensarlas, todo termina valiendo madres"… Vaya
que tiene razón y esto aplica en todos los ámbitos. La falta de razonamiento en las acciones las exime de todo juicio,
debate y discusión. Por lo tanto la ignorancia (instruida o no) está ligada a la buena consciencia, sana y activa. Si no se
sabe que lo que hace, no hay justificación para sentirse mal. El inconsciente es feliz, mientras que el que no lo es, vive
atormentado por ideas que merman el corto disfrute de su existencia. Dando como resultado, la total incoherencia en
que la humanidad persiste. ¿O será qué hemos sido educados de manera errónea, siendo mal acostumbrados a la idea
150
En resumen, la individualidad es la causa del conflicto entre quienes creen que obran de buena manera; una lucha de
egos que no tiene fin y tampoco lógica.
Por estas y más razones pienso que la existencia del ser humano es absurda; es víctima y victimario de sus creencias,
convicciones, juicios y acciones…
151
Página