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Mientras los ecos de guerra paulatinamente van cesando de sonar, el siguiente dilema al que se
enfrenta la comunidad internacional consiste en el modo de reconstruir un mundo ampliamente devastado
por el conflicto; que reconozca la realidad de la inminente victoria de los Aliados, mientras al mismo tiempo
garantice la supervivencia y eventual desarrollo de los países derrotados y aquellos víctimas de una anexión
forzosa. Para salvaguardar la seguridad internacional, al menos por un lapso de tiempo mayor al que media
entre este día y la Gran Guerra, todos los países amantes de la paz debemos fomentar la cooperación
internacional, promoviendo la resolución pacífica de disputas y resistiendo la agresión a través de la
seguridad colectiva. Y para este noble fin, se requiere de una (nueva) organización internacional.
Es cierto que muchos y de gran entidad son los asuntos que la presente Asamblea deberá afrontar. Sin
embargo, una decisión clara y directa sobre los siguientes será fundamental para la construcción de un
nuevo orden internacional, que facilite -siquiera el ideal de- “la paz perpetua”:
Toma de decisiones por mayoría, que permita a países de menor potencial bélico participación
como iguales. En una comunidad internacional a regirse por la paz y el Derecho, la simple voluntad
de un Estado, por sí sola, no puede constituir ley.
Supervisión internacional en la administración de colonias, tendente a su autodeterminación. Una
nación solamente será digna cuando sea tratado como igual por otros Estados.
Amplios poderes otorgados a la Asamblea General, donde la voluntad de todos los Estados
miembros sea libre de expresarse. Todo otro órgano a ser creado deberá encontrarse bajo su
supervisión, teniendo plenos poderes para exigir cuentas de su actuación.
Inclusión de los Derechos Humanos en el espíritu y objetivos de la nueva organización. Mientras se
continúan desvelando los horrores producidos por las potencias del Eje, se torna evidente que una
organización de Estados solamente tiene razón de ser si está dirigido a hacia su población,
resultando vital dotarla de un conjunto de garantías mínimas que puedan protegerla de futuras
agresiones, sea de un régimen autoritario o de cualquier otro.