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Eduardo Lucita
Para evitar interpretaciones libres conviene aclarar que utilizamos “modelo” como un
concepto que facilita identificar las formas que adquiere la explotación del trabajo y la
apropiación del excedente económico en un período determinado, mas allá de la
consistencia o debilidades que pueda mostrar. En rigor en los pasajes de un modelo a otro
de acumulación siempre hay continuidades y rupturas, el problema es como pesan las
mismas en cada momento, identificarlas sirve a los efectos de la intervención política en el
período. Esta ponencia parte de la percepción que tanto unas como otras se han
profundizado en lo que llamamos la segunda fase de la administración kirchnerista.
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El kirchnerismo es resultante directo de la revuelta popular del 2001. Sin este
acontecimiento socio-político que marca un antes y un después en el ciclo político nacional
no existiría el kirchnerismo como expresión nacional, lo más probable es que tampoco
como corriente interna del PJ. En aquellos meses del 2001/02 las masas avanzaron sabiendo
lo que rechazaban, lo que impugnaban, pero sin saber lo que querían. La consigna pintada
en numerosas paredes de la capital. “Que venga lo que nunca ha sido” tal vez grafique
mejor que muchos análisis aquel momento.
Sin embargo como suele decirse “La política no soporta el vacío”. En el 2002 ese vacío fue
ocupado por Duhalde y el PJ como partido del orden, que repusieron la dominación
burguesa y las instituciones del régimen. Finalmente llevaron a NK a la Casa Rosada.
El equipo que se hace cargo del gobierno en 2003 llegó sin base social propia pero con una
lectura certera del nuevo comando del bloque y por lo tanto expresó una alianza objetiva
con el capital productivo. Dada sus limitaciones de clase y los límites que imponía la
coyuntura, no pareciera que haya tenido muchas alternativas.
Más allá del discurso nunca intentó cruzar los límites de su origen de clase. Se ubica dentro
de la pequeña burguesía con tintes progresistas que no intenta desbordar los límites del
sistema pero que tiene gestos en el plano de los DDHH, de las relaciones internacionales y
se apoya en el capital productivo, en un contexto de ciclo expansivo de la economía
mundial que lo ha favorecido. Claro que continúa una política de judicialización de la
protesta social como una cuestión de Estado
Es esta combinación heterodoxa lo que dificulta muchas veces una caracterización acertada
del período que atravesamos.
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El nuevo gobierno se vio ampliamente favorecido por dos medidas económicas que
tomaron las administraciones provisionales anteriores, que una y otra vez criticó en forma
más que oportunista:
b) la macrodevaluación del 2002 que pulverizó los salarios, transfiriendo una enorme masa
de recursos hacia las clases dominantes, favoreció las exportaciones, frenó las
importaciones e impulsó, si bien que limitadamente, la producción sustitutiva; dolarizó los
ingresos fiscales y licuó los gastos del Estado. Resultado inmediato superávit gemelos
(comercial y financiero).
Quienes ponen el acento en el “viento de cola”, es decir todo es producto del mercado
mundial, ven la realidad en forma parcial. El mercado mundial influyó no hay en esto
dudas. A mediados del 2003 se inicia un ciclo expansivo de la economía mundial que duró
hasta el 2008 con un cambio en los precios relativos de las materias primas y productos
energéticos que favoreció ampliamente a los países latinoamericanos (al precio de
primarizar aún mas sus economías), pero desconocen que en nuestro país la recuperación
comenzó a mediados del 2002 –esto es se adelantó al ciclo mundial- y que luego del primer
año y medio post-devaluación la contribución del mercado interno (consumo+inversión) a
las altas tasas de crecimiento del PBI fue superior a la contribución de las exportaciones.
Resultados: recuperación del promedio salarial al 2001, aún por debajo de 1998, fuerte
recuperación del empleo y consecuente baja de la desocupación y la pobreza.
El gobierno rodeó todo esto con un discurso desarrollista: “modelo productivo con
inclusión social”. Pero la matriz de distribución del ingreso no se modificó, prácticamente
sigue la de la dictadura, y por otra parte no hay ningún proyecto industrial de envergadura
(no hay un SOMISA, un Polo Petroquímico Bahía Blanca, un Altos Hornos Zapla, un
ALUAR).
Cuando definimos “neodesarrollista” identificamos un modelo que nace de las entrañas
mismas del neoliberalismo y encuentra allí sus propios límites. Que combina estímulos al
consumo y al desarrollo del mercado interno, con el mantenimiento de una política
extractivista y depredadora del ambiente (profundización de la política petrolera del
menemismo, impulso de la minería a cielo abierto), mantiene el régimen financiero de la
dictadura, la libertad en el movimiento de capitales que favorece la fuga de divisas; las
privatizaciones en FFCC y otras empresas; reestructura la deuda y paga por adelantado al
FMI.
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En el plano político el kirchnerismo debió remontar que ganó las elecciones (en realidad las
perdió en primera vuelta y el menemismo desistió de la segunda) con el 22% de los votos
emitidos (18% del padrón). Al modelo económico lo acompañó con una aureola setentista,
dio respuesta a algunas de las presiones de los organismos de DDHH (impulsa juicios a la
crema de los dictadores, descuelga el retrato de Bignone en Campo de Mayo), reforma de la
Corte Suprema de Justicia, fuertemente cuestionada. Abolió el Código de justicia militar y
por lo tanto eliminó la pena de muerte allí contemplada y habilitó el enjuiciamiento de los
militares por el fuero federal. Sin embargo no hay unificación de las causas. En paralelo se
dio una política de cooptación de vastos sectores del movimiento social mediante apoyo a
las cooperativas, microemprendimientos, cargos en el Estado y prebendas varias.
Esa política tercerista hace que tocara la campana en Wall Street y en paralelo firmara la
constitución del Banco del Sur pero sin ningún esfuerzo para que este se concrete. No se
opone al ALBA pero no acompaña el proceso de su nacimiento y desarrollo, que es hacia
donde lo hubiera llevado si consecuentemente mantenía su política de transversalidad y de
inserción en los movimientos sociales, aunque hay que constatar que no hay ninguna
fracción burguesa interesada en el ALBA que lo impulse a ello. Existe así una
contradicción entre su discurso pro unidad latinoamericana por un lado y la practica política
concreta.
Para garantizarse el éxito electoral el kirchnerismo abrió el juego a derecha buscando sus
votos, por eso el acuerdo con un radical conservador como Cobos, con los gobernadores y
los intendentes mafiosos del conurbano y su profundización de las relaciones con la
fracción moyanista de la CGT en detrimento de la CTA.
Sin embargo el conflicto por la Resolución 125 de retenciones a las exportaciones agrarias
primero y la crisis mundial, largamente anunciada pero que estallara con fuerza a mediados
del 2008 después, no permitieron al nuevo gobierno capitalizar la situación. Se vio
enfrentado a viejos aliados y perdió adhesiones en las capas medias de la ciudad y el
campo.
El conflicto con el agro ha sido un verdadero parteaguas, un punto de inflexión que tiñó
desde el origen la segunda fase de la administración kirchnerista. Tuvo repercusiones
políticas en la sociedad y también al interior del bloque de poder. La alianza objetiva con el
capital productivo se rompió y se abrió una disputa por el flujo de la renta agraria. Por lo
demás el conflicto implica el retorno de la renta agraria al escenario político nacional,
buscando recuperar el espacio perdido con la crisis del ’30 del siglo pasado, y que tendrá
implicancias a futuro (2). El gobierno perdió la batalla en las calles y en el Congreso y
emergió con fuerza el neoconservadurismo, no obstante mantuvo el nivel de retenciones.
Sin embargo el conflicto puso una valla a los intentos de profundizar la captura de renta
extraordinaria y por lo tanto garantizar un flujo financiero para impulsar la
industrialización. Puede decirse que le puso límites al neodesarrollismo del gobierno.
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La segunda fase se dio entonces en condiciones muy distintas a la primera. El modelo
económico ya no tenía la misma fuerza del principio, los beneficios que el capital recibió de
la macrodevaluación se fueron agotando. Los salarios crecieron, la capacidad ociosa se
colmó, el peso comenzó a apreciarse, la crisis mundial afectó los superávit gemelos y el
cuadro político cambió. Esto se hizo evidente con los resultados de renovación
parlamentaria del 28 de junio del 2009. El oficialismo resultó la primera minoría a nivel
nacional y fue derrotado en la estratégica Provincia de Buenos Aires. Resultado: perdió la
mayoría propia en ambas cámaras. La derecha en ascenso ayudada por el complejo
mediático (hoy por hoy el verdadero partido de oposición) se promocionó como si
realmente hubieran triunfado en las elecciones y auguraban una caída estrepitosa del
oficialismo. Sin embargo la oposición ha mostrado debilidades intrínsecas, demasiados
liderazgos mediocres e incultos y ausencia de hegemonía. Por otra parte solo los unifica su
oposición al gobierno, sin ninguna propuesta superadora, como no sea un regreso a los ‘90.
Contra todos los pronósticos el kirchnerismo redobló la apuesta, no cedió en las retenciones
agrarias y profundizó su política. Retomó la iniciativa, enviando señales de fortaleza y
capacidad de mantener la gobernabilidad del sistema: reestatización de las AFJP’s y de
Aerolíneas, Fútbol para Todos, DNU para el pago de deuda con reservas, reapertura del
canje manteniendo la negativa, al menos hasta ahora, al monitoreo de las cuentas públicas
por el FMI y a reconstituir el INDEC.
Pero ha sido el enfrentamiento con el complejo mediático por la nueva Ley de Medios,
derivación directa del conflicto por la Resol.125, un nuevo punto de inflexión. Porque si el
conflicto agrario significó una derrota en toda la línea para el gobierno, la Ley de Medios
ha sido un triunfo trabajosamente logrado que le permitió reorganizar y ampliar su base de
sustentación social, algo que ahora fortaleció con la sanción de la Ley de matrimonio
igualitario para personas del mismo sexo. En todas estas nuevas confrontaciones el
gobierno sale ganador, pero en todas paga costo político.
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La crisis mundial afectó el 2do y 3er. trimestre del 2009 pero no tuvo, como en toda
Latinoamérica, la virulencia que se esperaba. En el país porque el ajuste bancario/financiero
se hizo en el 2001 y por medidas anticíclicas tomadas por el gobierno que al principio no le
dieron mayor resultado (subsidios a la oferta de automotores, electrodomésticos, etc.) que
luego profundizó y que han tenido fuerte impacto social (protección al mercado interno en
algunas ramas, Programa REPRO, estímulos a determinada producción local, obras de
infraestructura y últimamente el Subsidio Universal por Hijo y el Plan Argentina Trabaja,
etc.). La recuperación de las economías de China y Brasil principales destinos de nuestras
exportaciones, completaron el cuadro para una rápida recuperación de la economía.
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En el plano de las relaciones internacionales el gobierno de CFK profundizó el tercerismo.
A diferencia de la primera fase puso mayor énfasis en la participación en UNASUR, en ese
espacio Argentina tuvo un papel importante en la barrera que se levantó contra el golpe de
Estado en Bolivia. También en el Grupo Río cuando la crisis Ecuador/Colombia o en la
participación en la frustrada liberación de los retenidos colombianos y en la oposición
tajante al golpe de Estado en Honduras. Las intervenciones en algunos foros internacionales
confirman esta tendencia (FAO, criticando la política alimentaria de los grandes países y el
hacer biocombustible con maíz); OMC (defendiendo una política proteccionista,
denunciando el “libre comercio” y votando junto con China e India contra la posición de
los grandes, incluido Brasil, que pugnaban por mayor apertura comercial); el espacio
cedido a Chávez en paralelo a la presencia de Bush en Uruguay; la visita a Fidel en Cuba
sin ningún asunto de Estado importante a tratar. Participa en el G-20 pero apoya a Brasil y
China cuando piden reformas en el FMI; hace alianza con EEUU promoviendo los
incentivos en la economía y en contra de las políticas de ajuste de los europeos. Puede
decirse que son discursos, pero implican un posicionamiento político más que simbólico.
Al mismo tiempo acentúa las políticas extractivistas; veta la Ley de Hielos Continentales -
aunque luego esto fue parcialmente revertido por el Congreso-; reabre el canje de deuda –
cuando en la primera fase de la administración se impuso una Ley Cerrojo-; paga deuda con
reservas y lo pinta de progresista; promete y quiere arreglar con el Club de París, pero
insiste en prescindir del aval del FMI.
Desde ahora y hasta las elecciones presidenciales el gobierno se verá enfrentado una y otra
vez a la disyuntiva de elegir entre estrechar más los lazos con el imperialismo y lo más
granado del capitalismo por un lado y la necesidad de sobrevivir políticamente por el otro.
Para ser coherente deberá dar respuestas en muchos casos por centro o centroizquierda.
Es posible entonces se abra una sub-fase, donde a diferencia de lo hecho hasta ahora
deberá reemplazar parte del gasto público por crédito barato y accesible y controlar la
inflación, tanto para mantener el nivel de consumo como para impulsar inversiones
privadas en el aparato productivo, sin las cuales será difícil bajar la inflación estructural y
dar continuidad al crecimiento. En lo político no puede salir a buscar votos a derecha, tiene
que virar a centro/centro izquierda para afirmar el voto popular y ganar a franjas de las
capas medias.
En este tiempo no hay que descartar nuevas iniciativas oficiales de carácter progresista.
Incluso nuevos movimientos en el gabinete haciéndolo más homogéneo en la línea
productivista y mercado internista. Claro que todo esto puede llevar a nuevos
enfrentamientos no sólo con la derecha política y la iglesia, también con distintas fracciones
del capital. Sin embargo no hay en el horizonte perspectiva de colapso económico, ni
mucho menos.
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Quienes nos posicionamos desde la independencia de clase pero analizamos las
contradicciones interburguesas y no somos indiferentes a como se resuelvan nos veremos
enfrentados a situaciones tipo retenciones, AFJP’s, ley de medios o matrimonio igualitario,
y a hacer política en esas condiciones.
*Si nos posicionamos desde la economía política no se pueden escindir estos términos.
Aun cuando reconozcamos la autonomía relativa de la política y que la economía es
decisiva, pero solo en última instancia, y que razones del análisis coyuntural nos obligan a
analizar las medidas de política económica. Esta concepción subyace en esta ponencia, pero
si esta es una generalidad, adquiere rasgos particulares en esta coyuntura que la diferencian
del período anterior. El menemismo hacía política desde la economía (miedo a la inflación,
voto licuadora, exaltación de la reforma del Estado), por el contrario el kirchnerismo se
apoya en los logros económicos pero hace política desde la política (disputa a nivel del
Estado, con las corporaciones, con grupos económicos, en el fútbol y en ampliación de la
democracia (como en las leyes de medios, del matrimonio igualitario o de la violencia de
género).
http://www.argenpress.info/2010/08/economia-y-
politica-en-la.html