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Después de algún entrenamiento preliminar testificando de casa en casa en el Gran Buenos Aires,
el hermano Rebacz nos cuenta lo que sucedió: “El hermano Muñiz me asignó a trabajar con los
hermanos Onésimo Gavrov y Pablo Pawlosek, que ya estaban en la provincia de Río Negro.
Nosotros tres tuvimos mucho gozo y buen éxito en la obra, gracias a Jehová. Poco tiempo después
el hermano Basilio Miedziak se nos unió, y recibimos instrucciones de ir por rutas diferentes, en
grupos de dos. Los hermanos Gavrov y Miedziak tomaron la ruta costanera entre Bahía Blanca y
Mar del Plata, mientras que el hermano Pawlosek y yo tomamos la ruta de tierra adentro vía Tres
Arroyos a Mar del Plata. Tuvimos excelentes resultados; recuerdo que en algunos meses
colocábamos hasta 600 ejemplares de la literatura. Comenzábamos temprano en la mañana en las
zonas rurales, y cuando la gente se levantaba para comenzar la actividad del día, ¡allí estábamos
nosotros para empezar la nuestra!
Más tarde en 1934, el hermano Rebacz fue asignado a efectuar la obra en el interior del Paraguay.
Debido a dificultades que encontró allí durante la guerra del Chaco (una disputa fronteriza entre el
Paraguay y Bolivia), volvió a la Argentina por algún tiempo, concentrando su obra en la zona de
Corrientes-Resistencia. Tan pronto como terminó la guerra, volvió a su actividad en el Paraguay.
Varios años más tarde, habiendo sido afectada adversamente su salud por el clima tropical del
Paraguay, regresó a la Argentina, comenzando su obra en el sector nordeste. Su relato se da a
continuación:
Armando Menazzi era de una familia muy católica, pero estaba descubriendo que los ‘pastores del
rebaño’ eran falsos. Él tenía su propio bien equipado taller mecánico de automóviles cuando leyó
sus primeros folletos, Infierno—¿Qué es? y ¿Dónde están los muertos? El dueño de la tienda de
comestibles de la esquina, Natalio Dessilani, ya había leído alguna de la literatura, y había escrito
pidiendo más. Ambos hombres decidieron que lo que habían leído estaba de acuerdo con la
Palabra de Dios, de modo que escribieron pidiendo más Biblias y literatura. Debido a este pedido,
el hermano Muñiz vino personalmente para ver lo que estaba sucediendo. El primer discurso se
presentó en la oficina del taller del hermano Menazzi, con ocho personas presentes.
El celo y la convicción del hermano Argyrós inspiraron al hermano Menazzi a vender su taller y
dedicar su tiempo al servicio de precursor. El hermano Dessilani también vendió su tienda de
alimentos... pero no antes que unos burladores hubiesen escrito en la puerta: ‘La Tienda del
Profeta.’ Buscó empleo en otro lugar, porque él también deseaba más tiempo para dedicarlo a la
predicación. El hermano Menazzi nos dice que, con el dinero de la venta del negocio más la venta
de otra propiedad, “pude pagar por tiempo en la radio para unos discursos que el hermano Muñiz
nos envió. También alquilé un pequeño apartamiento y allí empezamos a celebrar las primeras
reuniones.” El hermano Dessilani despertó el interés de uno de sus compañeros de empleo,
Horacio Sabatini, quien, a su vez, habló con su hermano, Arístides, y toda su familia. El hermano
Dessilani nos cuenta lo siguiente sobre la revisita a esta familia: “Inmediatamente comenzaron con
un diluvio de preguntas, y para contestarlas todas el hermano Menazzi y yo permanecimos unas
cuatro horas con ellos aquella noche. Al fin quedaron convencidos de que habían hallado el
‘Camino’ verdadero. Varios días después ofrecieron su casa para las reuniones, y esto era en el
mismo centro de la ciudad.” En 1938, el hermano de Natalio Dessilani, Emilio, habló a un
compañero de trabajo, Alfredo Torcigliani. Él asistió a un discurso presentado por el hermano
Muñiz y quedó convencido por la aplicación que se dio del Padrenuestro.