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EXPERIENCIAS TEMPRANAS DE PRECURSORES

Para aproximadamente el mismo tiempo que el hermano Argyrós comenzó su predicación en el


sector septentrional del país, un polaco, Juan Rebacz, se hizo Testigo, y en 1932 comenzó a servir
de precursor junto con otro hermano polaco, Pablo Pawlosek. El hermano Rebacz nos da alguna
excelente información en cuanto a cómo él y sus compañeros efectuaron la obra en aquel tiempo
en la parte meridional de la Argentina.

Después de algún entrenamiento preliminar testificando de casa en casa en el Gran Buenos Aires,
el hermano Rebacz nos cuenta lo que sucedió: “El hermano Muñiz me asignó a trabajar con los
hermanos Onésimo Gavrov y Pablo Pawlosek, que ya estaban en la provincia de Río Negro.
Nosotros tres tuvimos mucho gozo y buen éxito en la obra, gracias a Jehová. Poco tiempo después
el hermano Basilio Miedziak se nos unió, y recibimos instrucciones de ir por rutas diferentes, en
grupos de dos. Los hermanos Gavrov y Miedziak tomaron la ruta costanera entre Bahía Blanca y
Mar del Plata, mientras que el hermano Pawlosek y yo tomamos la ruta de tierra adentro vía Tres
Arroyos a Mar del Plata. Tuvimos excelentes resultados; recuerdo que en algunos meses
colocábamos hasta 600 ejemplares de la literatura. Comenzábamos temprano en la mañana en las
zonas rurales, y cuando la gente se levantaba para comenzar la actividad del día, ¡allí estábamos
nosotros para empezar la nuestra!

“El hermano Pawlosek y yo éramos buenos compañeros y disfrutábamos muchísimo de nuestro


ministerio. Llegamos a Mar del Plata en mayo de 1934, y desde allí íbamos por tren a otros
pueblos, regresando a pie, cada uno por una carretera diferente. Siempre llevábamos mucha
literatura, y por lo general la colocábamos toda. En aquel tiempo no había mucha dificultad con las
autoridades; a veces nos llevaban ante ellas debido a acusaciones falsas hechas por clérigos en el
sentido de que éramos agentes secretos para los comunistas. Al investigar, la policía descubría que
esto no era cierto, y nos dejaba libres inmediatamente.”

Más tarde en 1934, el hermano Rebacz fue asignado a efectuar la obra en el interior del Paraguay.
Debido a dificultades que encontró allí durante la guerra del Chaco (una disputa fronteriza entre el
Paraguay y Bolivia), volvió a la Argentina por algún tiempo, concentrando su obra en la zona de
Corrientes-Resistencia. Tan pronto como terminó la guerra, volvió a su actividad en el Paraguay.
Varios años más tarde, habiendo sido afectada adversamente su salud por el clima tropical del
Paraguay, regresó a la Argentina, comenzando su obra en el sector nordeste. Su relato se da a
continuación:

“Comencé a trabajar en Posadas, Misiones, entonces Corrientes y otras importantes ciudades en


las provincias de Corrientes y Entre Ríos, llegando a Paraná a fines de 1938; seguí adelante a
ciudades del interior de la provincia de Entre Ríos que nunca antes habían sido trabajadas. Los
resultados fueron buenos y la obra siguió adelante pacíficamente. Pero entonces estalló la
segunda guerra mundial, y el clero y la Acción Católica me acusaban de ser comunista. En casi
todas las ciudades fui llevado a la comisaría de la policía varias veces. En Concepción del Uruguay,
provincia de Entre Ríos, fui arrestado varias veces, y finalmente echado del pueblo. La hermana
Fanny Plouchou, quien vivía allí, continuó trabajando la parte que no había sido trabajada todavía.
Después de esto recibí como asignación la ruta desde San Pedro, Buenos Aires, hasta Santiago del
Estero. Cuando llegué hasta Rafaela, provincia de Santa Fe, enfermé gravemente y los médicos me
dijeron que necesitaría mucho tratamiento. El arreglo que se hizo fue recibir este tratamiento en
Concepción del Uruguay, ¡de modo que volví y me establecí en la misma ciudad de la cual había
sido echado unos meses antes!”

Nuestro interés regresa ahora al centro de la Argentina y a la importante ciudad comercial y


cultural de Córdoba, cuya universidad es la segunda entre las de mayor antigüedad en el
hemisferio meridional. También es un renombrado baluarte del catolicismo, pues se le llama la
‘Roma’ de la Argentina. La actividad del hermano Argyrós estimuló el interés de Armando Menazzi
y Natalio Dessilani. El hermano Menazzi tuvo mucho que ver con la expansión de la obra en la
parte septentrional del país, mientras que el hermano Dessilani continuó diciendo las buenas
nuevas en la zona de Córdoba. Regresemos a 1932-1933 y oigamos sus relatos.

Armando Menazzi era de una familia muy católica, pero estaba descubriendo que los ‘pastores del
rebaño’ eran falsos. Él tenía su propio bien equipado taller mecánico de automóviles cuando leyó
sus primeros folletos, Infierno—¿Qué es? y ¿Dónde están los muertos? El dueño de la tienda de
comestibles de la esquina, Natalio Dessilani, ya había leído alguna de la literatura, y había escrito
pidiendo más. Ambos hombres decidieron que lo que habían leído estaba de acuerdo con la
Palabra de Dios, de modo que escribieron pidiendo más Biblias y literatura. Debido a este pedido,
el hermano Muñiz vino personalmente para ver lo que estaba sucediendo. El primer discurso se
presentó en la oficina del taller del hermano Menazzi, con ocho personas presentes.

El celo y la convicción del hermano Argyrós inspiraron al hermano Menazzi a vender su taller y
dedicar su tiempo al servicio de precursor. El hermano Dessilani también vendió su tienda de
alimentos... pero no antes que unos burladores hubiesen escrito en la puerta: ‘La Tienda del
Profeta.’ Buscó empleo en otro lugar, porque él también deseaba más tiempo para dedicarlo a la
predicación. El hermano Menazzi nos dice que, con el dinero de la venta del negocio más la venta
de otra propiedad, “pude pagar por tiempo en la radio para unos discursos que el hermano Muñiz
nos envió. También alquilé un pequeño apartamiento y allí empezamos a celebrar las primeras
reuniones.” El hermano Dessilani despertó el interés de uno de sus compañeros de empleo,
Horacio Sabatini, quien, a su vez, habló con su hermano, Arístides, y toda su familia. El hermano
Dessilani nos cuenta lo siguiente sobre la revisita a esta familia: “Inmediatamente comenzaron con
un diluvio de preguntas, y para contestarlas todas el hermano Menazzi y yo permanecimos unas
cuatro horas con ellos aquella noche. Al fin quedaron convencidos de que habían hallado el
‘Camino’ verdadero. Varios días después ofrecieron su casa para las reuniones, y esto era en el
mismo centro de la ciudad.” En 1938, el hermano de Natalio Dessilani, Emilio, habló a un
compañero de trabajo, Alfredo Torcigliani. Él asistió a un discurso presentado por el hermano
Muñiz y quedó convencido por la aplicación que se dio del Padrenuestro.

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