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Separata: Lira Ovalle, Samuel.

Curso de Derecho de
Minería. Editorial Jurídica de Chile. Santiago.2007.
HISTORIA DEL DERECHO DE MINERÍA
22.- Derecho Antiguo. Al recorrer la historia de la legislación para buscar
en ella las diferentes situaciones jurídicas por las que ha atravesado el
arte de laborear las minas, llama muy particularmente la atención que los
pueblos de la antigüedad no nos hayan dejado documentos sobre la
materia. El derecho minero escrito sólo apareció en los primeros estatutos
que consagraron las libertades comunales de las ciudades, bastante
avanzada la Edad Media.

En lo que a España se refiere, a pesar de la intensa actividad minera


que desde los inicios de la edad histórica desarrollaron los fenicios,
y luego los griegos, existe en sus primeros códigos un silencio
casi absoluto en esta materia.

23.- Derecho Romano. Con la llegada de los romanos a la Península


Ibérica, las labores mineras se intensificaron y extendieron por su
territorio. El sistema jurídico imperante en la República, que
llevaba el principio de la propiedad hasta sus últimas
consecuencias y consideraba al dueño del suelo dueño de todos los
yacimientos y sustancias que se encontrasen en el subsuelo, pasó
a España, estimándose las minas como cosas accesorias al suelo
superficial y dentro del dominio de su propietario. La legislación
romana no tuvo un carácter general para la industria, ya que no
comprendió las minas de toda clase de sustancias, no atribuyó su
dominio al soberano ni autorizó a éste en forma explícita para
conceder su explotación en terrenos de propiedad privada, pero en
su proceso evolutivo llegó a dejar establecidas la separación del
suelo y del subsuelo mineral y la participación del Estado en los
productos mineros bajo la forma de canon o regalía.

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CURSO DE DERECHO DE MINERÍA

24.- Legislación Española Antigua. Con la invasión de los bárbaros y la posterior


dominación visigótica se abre una época de completo decaimiento para la minería.
Las leyes dictadas por los visigodos no contienen disposición alguna sobre minería, y
de ello son prueba el Código de Eurico, el Breviario de Alarico o Aniano y el Liber
Judiciorum o Libro de los Jueces, carentes de toda referencia a esta industria.
En el año 711 se produjo la invasión de los árabes a la Península
Ibérica y la consiguiente caída del reino visigótico. Los españoles
cristianos, replegados en las tierras nórdicas de España, siguieron regidos
por el Liber Judiciorum, pero el derecho consuetudinario triunfa sobre éste
y las disposiciones locales contenidas en las Cartas Pueblas y Fueros
Municipales constituyen el derecho imperante en esta etapa histórica
denominada de la Reconquista.
La primera manifestación legislativa sobre minas la encontramos,
precisamente, en el Fuero de Nájera, cuyo origen se remonta a las Cortes
celebradas en esa ciudad en el año 1076. En él se establece el Señorío del
Rey sobre todas las minas bajo cuyo solo mandato podían explotarse.
El Código de las Siete Partidas (1213) de don Alfonso X el Sabio,
viene a ampliar el concepto de la soberanía real respecto de las minas y a
confirmar la obligación de pagar una renta a la Corona, quedando así
establecida la “regalía”, que fue otra de las características del derecho
minero español.
En el año 1348 se promulga en las Cortes de Alcalá el Ordena- miento
del mismo nombre, que reafirma el dominio real sobre las minas metálicas,
el que fue seguido por las Ordenanzas de Birbiesca, dictadas por don Juan I,
en 1387.
La expulsión definitiva de los árabes y el descubrimiento casi
simultáneo del Nuevo Mundo influyeron decisivamente en la actividad
económica de España.
Las remesas de oro y plata enviadas por los conquistadores, así como las
noticias de importantes descubrimientos de minas, sirvieron para despertar un
enorme interés por la riqueza minera, aun en el propio territorio español, y a ello
se debe, sin duda, el notable desenvolvimiento legislativo del siglo XVI.
En el año 1559 don Felipe II, conocido como el “padre de la minería”
por su decidida preocupación por el desarro lo de la industria, dictó las
llamadas “Ordenanzas de Valladolid” o “Ley de Minas de 1559”, en cuya virtud se
reincorporaron a la Corona todas las minas, dejando sin valor ni efecto las
mercedes otorgadas por sus predecesores.

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HISTORIA DEL DERECHO DE MINERÍA

“Las Ordenanzas de Valladolid” fueron ampliadas en la “Pragmática de Madrid”


(1563), la cual fue al poco tiempo derogada por las “Ordenanzas del Nuevo
Cuaderno” u “Ordenanzas de San Lorenzo” (1584), nombre con el que también
se las conoce y que se debe al hecho de haber sido dadas en el Monasterio de
San Lorenzo del Escorial. Ellas constituyen un verdadero Código de Minería
que, proyectándose a través de los siglos, muestra una notoria influencia en
las legislaciones hispanoamericanas, en las cuales instituciones mineras y
normas legales reconocen claro origen en esas Ordenanzas.
25.- Legislación Hispanoamericana. Las crónicas de la conquista del Nuevo
Mundo abundan en referencias, quizás si exageradas, acerca de las enormes
riquezas que los expedicionarios iban encontrando en las tierras
descubiertas y ello estimuló la preocupación real hacia el ordenamiento
legal minero.
Entre las primeras manifestaciones legislativas para las Indias se
cuenta una Real Cédula dictada por los Reyes Católicos en 1504 y que dispuso
el derecho de “Quintos” en beneficio del Real Patrimonio sobre todos los
metales que se “cogieren o sacaren de cualquier provincia o lugar”.
Carlos I de España expidió en los años 1525, 1526 y 1534 diversas Reales
Órdenes relativas al ramo de la minería, y en 1551 se reconoce a los indios
el derecho a descubrir, poseer y labrar minas como a los españoles.
El activísimo Virrey del Perú don Francisco de Toledo, teniendo
como base las Ordenanzas de Valladolid y las disposiciones dictadas para
las Indias, hizo promulgar en 1574, en la ciudad de La Plata, el notable
Código que se conoce como las Ordenanzas de Toledo, que rigieron con
el tiempo en todos los dominios de América del Sur.
Un siglo después, el licenciado don Tomás de Ballesteros efectuó una
recopilación de las diversas leyes vigentes en el Perú, que fue promulgada en
Lima por el Virrey don Melchor de Navarra y Rocaful en el año 1683 y que se
conoce con el nombre de Ordenanzas del Perú.
Entretanto, en Chile la minería tomaba un carácter especial y este
Reino se hacía famoso por su riqueza aurífera en forma de lavaderos de oro,
conociéndose el primer cuerpo legal minero dictado especialmente para el
Reino de Chile, como las Nuevas Ordenanzas de Minas u Ordenanzas de
Huidobro (1754), que de orden del rey redactó don Francisco García
Huidobro, Marqués de Casa Real.

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HISTORIA DEL DERECHO DE MINERÍA

Aunque se duda de la eficacia legal de las Ordenanzas de Huido- bro,


en el hecho se aplicaron y estuvieron en pleno vigor por más de treinta años,
hasta que se hicieron extensivas a Chile las Ordenanzas de Nueva España o
México.
El Virreinato de México, llamado también de Nueva España, no
contaba con una legislación especial para su gobierno en materia de minas,
rigiéndose la industria especialmente por las Ordenanzas del Nuevo
Cuaderno. En 1761 don Francisco Javier de Gamboa, abogado de la Real
Audiencia de México, hizo la codificación de las leyes en vigor durante los
últimos dos siglos y medio, seguidas de versados y extensos comentarios
en los que establecía el verdadero espíritu del régimen minero español.
Estos Comentarios a las Ordenanzas de Minas fueron el origen in- mediato de
las llamadas Ordenanzas de Nueva España o México, expedidas por Carlos
III, en Aranjuez, el 2 de mayo de 1783.
Las Ordenanzas de Nueva España constituyen el más importante
cuerpo legal sobre minería que rigió en las Colonias y que, particularmente
en Chile, producida ya la Independencia, se mantuvo en vigor por más de 60
años hasta la dictación del primer Código de Minería nacional, en el año
1874.
Creemos no pecar de exagerados si sostenemos que prácticamente no
existen instituciones legales mineras, especialmente en nuestro país, que
no reconozcan origen en las sabias disposiciones de estas Ordenanzas, por
lo que hoy nos asombra encontrar, ya entonces, un esfuerzo tal de
inteligencia y penetración.
26.- Legislación Chilena. A. Código Civil. Producida la Independencia, los
hombres de Estado se dedicaron con empeño a cimentar la República sobre
una base sólida. Diose la Constitución Política del año 1833 y comenzó la
obra de formación y codificación de las leyes patrias. En el indicado año,
frente a las dudas que presentaba su vigencia, se otorgó a las Ordenanzas de
Nueva España o México, expresamente, valor legal.
Con anterioridad a la dictación del Código Civil, sólo se encuentra
sobre minería una que otra disposición legal aislada y de escasa importancia.
El artículo 591 de dicho Código, cuerpo legal que entró en vigencia en 1857,
declaró que las minas eran del Estado, pero que se concedían a los particulares
las facultades de usar, gozar y disponer de ellas, conforme a las normas del
Código de Minería. Al proceder de esta manera, don Andrés Bello no hacía
otra cosa que adaptar a las nuevas circunstancias, sin variar su contenido,
las normas que, sobre este aspecto básico del derecho minero, cual es la
atribución del dominio de las minas, contemplaban las Ordenanzas de
Nueva España o México.

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HISTORIA DEL DERECHO DE MINERÍA

27.- B. Código de 1874. El primer esfuerzo gubernativo para sustituir las


Ordenanzas de Minería de Nueva España por un Código propio vino a tener
lugar en el año 1846, con el nombramiento de una comisión para que
estudiara un proyecto de ley sobre la materia, intento legislativo que sólo
prosperó a fines del año 1874, con la dictación de nuestro primer Código
de Minería.
El Código de 1874 puso serias trabas a la minería, favoreciendo a la
agricultura al reglamentar la investigación minera de una manera muy
detallada y al restringir la denunciabilidad sólo a unas pocas sustancias
minerales, quedando el resto de ellas en el dominio del dueño del suelo.
En materia de constitución de la propiedad minera, contiene el Código
mencionado una reforma importante, ya que ésta se constituía en las
Ordenanzas en dos etapas: a) la manifestación, y b) la mensura. La reforma
consistió en introducir entre ambas etapas una intermedia, denominada de la
“ratificación”, que otorgaba un “título provisorio” de propiedad, dejando la
mensura de ser obligatoria.
Esta modificación tuvo su origen, según don Alejandro Lira, en la
supresión de las diputaciones de minas, tribunales especiales mineros que
tenían a su cargo todos los asuntos de minas y, entre ellos, la mensura de la
propiedad minera. Suprimidos estos tribunales especiales, se presentaba la
dificultad de encargarles a los Tribunales Ordinarios de Justicia actuaciones
eminentemente técnicas como las mensuras de pertenencias y a fin de evitar
dificultades en la entrega del título definitivo de propiedad se optó por dar
este “título provisorio”, que no obligaba a la demarcación definitiva de la
propiedad y sí facultaba para explotar la mina.
En materia de amparo, esto es, en lo relativo al sistema en cuya
virtud a través del cumplimiento de ciertas obligaciones mantiene su
vigencia la propiedad minera, el Código conserva el régimen de las
Ordenanzas, es decir, el amparo por el trabajo, aunque en ciertos casos
autorizó el amparo por el pago de una patente.
Introdujo también este Código una novedad en cuanto a la forma de la
propiedad o pertenencia. Es así como para el cobre adoptó el sistema
denominado “oblicuo” o “sajón”, en el cual los planos que

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limitan la pertenencia van siguiendo el echado o recuesto de la veta, en lugar del


sistema recto o mexicano que establecían las Ordenanzas y que le dan a la
pertenencia la forma de un paralelogramo recto.
28.- C. Código de 1888. No bien fue dictado el Código de 1874, se empezó a hablar
de su reforma y bajo los auspicios de la Sociedad Nacional de Minería nació un
proyecto de ley que, enviado al Congreso Nacional, fue promulgado en 1888,
como nuevo Código de Minería.
En materia de denunciabilidad, este Código amplía considerable- mente el
número de sustancias minerales concesibles, y en cuanto a la constitución
de la propiedad minera, mantuvo las tres etapas del Código anterior,
aboliendo, por los múltiples inconvenientes que trajo consigo, el sistema
oblicuo de pertenencia introducido por el Código de 1874 para los
yacimientos cupríferos.
En lo que toca al amparo, introdujo una reforma radical al régimen vigente,
sustituyendo el sistema de amparo por el trabajo, por otro basado en el
pago de una patente anual. Se buscaba con esta modificación la estabilidad
de la propiedad minera, resentida por la existencia de muchos vacíos e
imperfecciones del régimen anterior que causaban la pérdida de la
propiedad por diversos capítulos y, especialmente, por la simple denuncia
del incumplimiento de la obligación de llevar trabajo a las minas,
demostrada por el más endeble de los medios probatorios, cual es la prueba
testimonial.

29.- D. Código de 1930. El Código de 1888, como el que le antecedió, fue


objeto, a poco de promulgado, de variadas críticas que incidieron
fundamentalmente en la mantención del “título provisorio”, que se había
demostrado que no protegía debidamente al verdadero descubridor de un
yacimiento.
Antes de que apuntara el siglo pasado, ya se habían elaborado varios
proyectos de reforma, el último de los cuales, cuya redacción correspondió a
una comisión compuesta por los señores Cesáreo Aguirre, Lorenzo Elguin,
Manuel Gallardo y Alejandro Lira, se promulgó como ley de la República el
25 de enero de 1930.
En materia de investigación y denunciabilidad, el Código de 1930 fue
mucho más generoso que el Código que le antecedió, disponiendo la libre
denunciabilidad de prácticamente todas las sustancias minerales
conocidas.
En lo tocante a la constitución de la propiedad minera, el Código de
1930 introdujo una modificación trascendental: suprimió el título

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provisional y siguiendo el sistema establecido en las Ordenanzas de Minería


de Nueva España, volvió a las dos etapas, esto es, manifestación y mensura,
haciendo ésta obligatoria.
La supresión del título provisorio era una aspiración largamente
sentida por los mineros a raíz de los inconvenientes a que éste dio origen y
que tuvieron su expresión en los llamados “pedimentos giratorios”. Éstos
servían para burlar abiertamente el derecho del descubridor del yacimiento,
mediante el subterfugio de efectuar la mensura en un lugar que correspondía
a un descubrimiento ajeno, aprovechándose de la imprecisión del
alinderamiento provisional del pedimento.4
Por lo que hace al amparo, conservó el basado en el pago de una
patente anual, perfeccionado por la Ley 4.256, que estableció la caducidad
automática de la propiedad minera por el no pago de la patente en dos
períodos consecutivos.

30.- E. Código de 1932. Promulgado el Código de 1930, se hicieron a la


Sociedad Nacional de Minería algunas observaciones de escasa importancia,
institución que encargó a la comisión redactora de dicho Código que se
reuniera para conocer su opinión.
Encontrándose empeñada la comisión en ese trabajo, en junio de
1932 el Gobierno suspendió la vigencia del Código de Minería respecto
de nuevas concesiones y se dispuso que éstas serían otorgadas en lo
sucesivo por el Presidente de la República.
No obstante, la comisión continuó su labor y propuso al Gobierno
dos proyectos: uno sobre legislación aurífera, que tenía como finalidad
ayudar a resolver el flagelo de la cesantía, consecuencia de la crisis
económica que azotaba al mundo en esa época, y que se promulgó como
Decreto Ley Nº 491, y el otro, constituido por el Código de Minería de
1932, que fue promulgado por Decreto Ley Nº 488, en agosto de ese año.
El Código de Minería de 1932, al decir de don Alejandro Lira,
principal miembro de la comisión redactora del Código de 1930 y de la
revisora, “es el mismo Código anterior, con unos cuantos retoques, con unas
cuantas modificaciones que todo el mundo acepta”. Hasta tal punto ambos
Códigos –agregaba– son iguales, “que se conserva en las disposiciones del
actual la misma numeración que corresponde a las disposiciones correlativas
del anterior”. En suma, el Código de

1932 El pedimento en esta legislación corresponde a la manifestación actual.

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1932 difería del que le precedía sólo en aspectos de detalles, sobre los
cuales no tiene interés hacer referencia.
31.- F. Código de 1983. Constitución Política de 1980. Ley Orgánica
Constitucional Nº 18.097. La Ley Nº 17.450, de 1971, introdujo un cambio
sustancial en el régimen jurídico minero al modificar la Constitución
Política de 1925 y establecer el dominio del Estado sobre las minas,
dejando a los propietarios mineros en la condición de meros concesionarios.
Además, la Constitución dispuso en su artículo decimosexto
transitorio, agregado por la ley citada más arriba, que los titulares de derechos
mineros seguirían regidos por la legislación vigente (Código de Minería de
1932) en calidad de concesionarios, mientras se dictara una nueva ley
(Código), bajo la cual subsistirían, pero en cuanto a los goces y cargas y en
lo tocante a la extinción de tales derechos, prevalecerían las disposiciones de
la nueva ley.
El nuevo Código, que regularía las disposiciones constitucionales
referidas, no se dictó y dichas normas fueron modificadas por la
Constitución Política de 1980, que, según veremos más adelante, estableció
en favor del Estado un derecho de dominio especial sobre las minas y
restableció la solidez de los derechos mineros de los particulares, aun
cuando no consagró el principio d el dominio eminente que había
recomendado la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución Política
de la República, formada en 1973 para proponer una nueva Carta
Fundamental. Por otra parte, la Constitución de 1980 dispuso la dictación
de una Ley Orgánica Constitucional para regular determinados aspectos de
su normativa, la que, sancionada por el Tribunal Constitucional, fue
promulgada en 1982 y lleva el Nº 18.097.
Dicha Ley Orgánica Constitucional sobre Concesiones Mineras, a su
vez, dispuso que ésta entraría en vigor simultáneamente con el nuevo
Código de Minería que habría de dictarse para explicitar sus disposiciones.
Una comisión nombrada por el Supremo Gobierno que la presidió el
autor de este trabajo, a la sazón Ministro de Minería, y que la conformaron
los profesores de Derecho de Minería señores Carlos Ruiz, Juan Luis Ossa y
Carlos Hoffmann y los abogados Antonio Urrutia y César Vicuña,
confeccionó un proyecto de Código de Minería, que fue promulgado,
prácticamente sin modificaciones, el 26 de septiembre de 1983, empezando a
regir sesenta días después

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CURSO DE DERECHO DE MINERÍA

de su publicación. El Reglamento del mismo Código fue publicado en el Diario Oficial


del 27 de febrero de 1987.
Entre las principales características del Código de 1983, que lo diferencian del
anterior, podemos señalar, sólo por vía ejemplar: la constitución de todos los derechos
mineros por resolución judicial, suprimiéndose la constitución de concesiones
mineras por la vía administrativa dispuesta por la legislación anterior para
determinadas sustancias minerales; aumento del número de sustancias minerales
denunciables; reforzamiento y modernización de la concesión de exploración; atribución
al objeto de la concesión de todas las sustancias minerales denunciables; precisión de los
terrenos solicitados en concesión y empleo del sistema de coordenadas U.T.M. en las
mediciones de la cara superficial de la concesión en trámite y de la constituida; amplia
publicidad en beneficio de terceros interesados; aparte de un sinnúmero de
perfeccionamientos de las normas del Código de 1932, que subsistieron en el Código
vigente.
Por otra parte, el procedimiento de constitución del título mine- ro fue
adecuado al propósito de instar a la más pronta constitución del título y evitar los
innumerables litigios a que dieron origen algunas normas del Código de Minería de 1932,
con evidente perjuicio para la explotación minera.

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