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Maestrante: Junio 11/2020

Carolina Elizabeth Ramos Pinto

TAREA 1
METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN

1. IDENTIFIQUE CÓDIGOS PARA LA PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN


BRINDADA POR EL PROFESOR.

En la lectura que se muestra a continuación, se han identificado en primera instancia todos los
códigos que puedan contestar la pregunta de investigación “¿Por qué RP tiende a trabajar más
horas que el promedio?”, en base al análisis de vivencias que pudieron haberlo dejado marcado a
lo largo de su vida.

AUTOBIOGRAFÍA

Nací en un hospital de la ciudad de Lima, Perú, un 31 de diciembre de 1965, a las 10:35 de


la mañana, según consta en mi partida de nacimiento. Soy el segundo de cuatro hermanos, todos
varones. Jorge, mi hermano mayor no tuvo mi suerte, ya que nació en la casa de mis padres, con
la ayuda de una partera. Mi madre nunca olvidó el dolor que le produjo el nacimiento de su
primer hijo y cuando le preguntábamos por qué no había ido a un hospital su respuesta siempre
era “porque no teníamos dinero para pagarlo”.
En Perú los hospitales los administra el Estado y no son nada buenos comparados con las
clínicas, que son privadas. Mis dos hermanos menores, Luis y César, nacieron en clínicas, lo que
muestra que a mi padre, cada vez le iba mejor, al menos en lo económico.

Recuerdo mis primeros años en una quinta, la casa era pequeña, pero éramos muy alegres,
sobre todo yo, a quién mis padres bautizaron como “carita de chiste”. Cuando tendría unos cuatro
años de edad nos mudamos por primera vez. Poco antes de nacer Jorge, mi padre renunció a su
trabajo y decidió empezar una empresa, sin mucho dinero. Trabajaba largas horas y lo veíamos
poco en casa. Mi hermano mayor llegó a decirle “tío” por lo poco frecuente que lo veía. Como la
empresa fue creciendo, en algún momento compraron un local de 250m2, dos pisos. La empresa
funcionaba en el primer piso y, nosotros, nos fuimos a vivir al segundo. El piso no tenía
habitaciones, así que todos dormíamos juntos. Mi padre era una persona muy dedicada al trabajo,
además, muy ahorrador, así que vivíamos con muy poco dinero y las ganancias de la empresa se
iban para reinversión.

La educación inicial la hice en el Nido de mi tía, la hermana de mi papá y luego pasé a un


colegio Estatal por tres años, del que recuerdo algunas cosas, entre ellas, que salía en actuaciones
y quedé en tercer puesto entre mis compañeros de salón. Nuestra diversión era jugar fulbito,
bolitas y montar bicicleta. Recuerdo que mis padres discutían a menudo, la mayoría de veces por
dinero. Mi padre siempre decía que no había dinero, aunque la empresa iba creciendo. Mi madre
le reprochaba que le diera más importancia a su mamá que a ella. Recuerdo una Navidad de esa
época, en la que el 23 de diciembre, cuando estábamos todos echados y supuestamente dormidos,
mi papá le dijo a mi madre “Yola, no hay plata para regalos de Navidad”.

Sin embargo, la noche siguiente, nuestros padres nos entregaron unas cajas, envueltas en
papel de regalo y nos dijeron “Feliz Navidad”. Dentro de las cajas había unos juguetes lindos:
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carritos, trencitos y otros. Así que jugamos y lo pasamos bien. Al día siguiente, el 25, fuimos a
visitar a una tía, hermana de mi papá. Me gustaba ir, porque jugaba con mis tres primos, quienes
tenían muchos juguetes, que guardaban en una cómoda llena de ellos. Así que cuando llegamos le
dije a mi primo “vamos a jugar con tus juguetes” y él me dijo “una buena parte mi mamá se los
dio a tu papá ayer”. Creo que ese hecho me marcó para siempre, hasta ahora no sé si alegrarme
porque mi papá haya hecho lo que pudo para conseguirnos juguetes o si hubiera preferido no
recibir juguetes de otros.

Cuando cumplí ocho años nos mudamos a un departamento en un tercer piso, en


Miraflores, una zona residencial, a unos 12km de donde vivíamos antes. La empresa había
seguido creciendo, así que ya podíamos pagar colegios privados. Yo postulé al María Reyna, un
colegio religioso que quedaba cerca al departamento. Mis hermanos tuvieron que ir a otro colegio
porque no había vacantes para ellos. Yo ingresé en primer puesto, es curioso, porque en el
examen había preguntas en inglés y yo solo sabía decir “yes”. Afortunadamente, la prueba era
para marcar, así que traté de buscar alguna relación entre las palabras de las respuestas y el texto
de las preguntas. Supongo que lo hice bien.

Estudiar en el María Reyna tiene que haber cambiado mi vida. En primer lugar, porque
llegué a un espacio en el que casi todos se conocían y tuve que integrarme. Segundo, porque es
un colegio privado, en el que la marca del maletín, zapatillas y camisa que usabas era importante,
además que algunos iban a Miami de vacaciones o a su casa de playa en verano, mientras yo iba
en auto al campo o de viaje por el interior del Perú. Creo que nunca encajé del todo. Prueba de
ello es que casi no me veo con mis compañeros de colegio, solo un par de veces por año. Mis
amigos verdaderos los hice en la universidad.

Otro factor especial fue que soy el menor de mi promoción de colegio, uno a dos años
menor que la mayoría. Esto lo he sentido toda la vida, de chico, mis intereses personales eran
diferentes a los de mis amigos. En la adolescencia, ellos se desarrollaron físicamente antes que
yo, y hoy, cuando los veo, los noto apagados y tranquilos, mientras que yo tengo más energía.
No fui un alumno destacado; encima, nunca me acostumbré a tener un horario y menos a ir
con uniforme de colegio. Siempre he sentido la necesidad de la libertad. Cuando estaba en tercero
de secundaria, nos mudamos una vez más, a un barrio más residencial, San Borja, que estaba a
unos 10 km del María Reyna, así que tuve que empezar a tomar bus para regresar a mi casa, en la
mañana mi papá me dejaba en el colegio. En lugar de tomar el bus saliendo del colegio, lo que
hacía era caminar unos 4 km diarios antes de tomar bus. Amaba sentir el aire y caminar
libremente, hasta hoy disfruto mucho eso.

Para esto, desde antes de terminar cuarto de primaria, yo había decidido ingresar a la
Fuerza Aérea del Perú, para ser piloto militar. Me atraía el poder estar en el aire y moverme
libremente. La elección la hice a los 9 años, yo tenía muy claro lo que quería llegar a ser.
Lamentablemente, a los 12 años empecé a tener problemas de visión y tuve que utilizar lentes.
Esto fue un golpe muy duro para mí, ya que no hay forma de ingresar a la escuela militar con
problemas de visión. Mi padre me alentó diciendo que podía estudiar Ingeniería Aeronáutica, que
si bien no podría volar aviones, al menos podría diseñarlos. Así que pasé un tiempo, a los 14
años, buscando dónde estudiar Ingeniería Aeronáutica. Aquí vino mi segunda frustración, ya que
en Perú solo una universidad ofrecía esa carrera, y estaba dirigida al mantenimiento de motores,
cuando yo lo que quería era diseñar aviones.
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Mi padre me dijo que podía estudiar Ingeniería Mecánica y luego hacer un posgrado en el
extranjero en Ingeniería Aeronáutica. Por eso fue que, cuando me tocó postular a la universidad,
escogí la carrera de Ingeniería Mecánica, y postulé a la PUCP, la universidad en la que estaba
estudiando mi hermano mayor. Inicialmente, yo había considerado postular a la Universidad
Nacional de Ingeniería, la mejor universidad Estatal del Perú. Me estuve preparando en una
academia durante mis estudios de quinto de secundaria. Sin embargo, en agosto, a unos siete
meses del examen de ingreso, en la academia de preparación nos tomaron un simulacro y las
preguntas del examen parecían escritas en chino para mí. Por eso decidí cambiar y postular a la
PUCP, que tenía un examen de admisión más sencillo. Sin embargo, el ratio de ingreso era de
uno por cada siete postulantes. Como tenía buena preparación en matemática, pero sobre todo
nunca he tenido problema con las preguntas de razonamiento numérico ni verbal, ingresé a la
PUCP en puesto 18.

Los años de universitario los recuerdo con mucho agrado. Los estudios fueron muy
exigentes. De los 400 ingresantes a los programas de Ingeniería, solo la tercera parte logramos
egresar. El resto fue retirándose porque su desempeño académico no fue suficiente para aprobar
los cursos. Hice varios amigos, creo que por afinidad en pensamiento y vocación. El primer ciclo
pasé los cursos sin problemas, sin embargo, en el segundo ciclo desaprobé dos cursos. Cuando
pasé al cuarto ciclo, desaprobé también el curso de Estática, lo que me hizo pensar que al ritmo
que iba, terminaría la universidad en ocho años, lo que era demasiado para mí. Por esta razón, en
mis vacaciones de verano, me matriculé en CESCA, un Instituto de Computación que podía
darme una profesión en tres años. Mi razonamiento era “en tres años seré profesional y ganaré
dinero, mientras que mis amigos de la universidad terminarán en cinco años. Cuando ellos
empiecen a trabajar, yo ya tendré una buena posición profesional”.

Sin embargo, en CESCA hice de todo menos estudiar. El nivel educativo no era muy
bueno, así que los cursos los podía aprobar sin dificultad. Lo que hice más fue divertirme con los
amigos que hice ahí. Jugábamos fulbito en las tardes, íbamos u organizábamos fiestas los fines de
semana, etc. En fin, fue uno de mis mejores veranos. Pero debido a que el nivel educativo no era
muy bueno, en marzo retomé mis clases en la PUCP. Aunque debí dejar el CESCA, no lo hice,
para poder continuar viendo a mis amigos. Esta combinación estudio-diversión no funcionó muy
bien para mí, así que nuevamente desaprobé Estática. En la PUCP, si desapruebas un curso por
tercera vez te botan de la universidad. Esto me hizo reflexionar, así que renuncié a seguir
estudiando en CESCA y a salir de mi casa y me pasé todas las vacaciones de ciclo estudiando
Estática. Así cuando vino el siguiente ciclo, y lo llevé por tercera vez, lo aprobé sin dificultad.
Esto me permitió entender algo que hoy parece muy simple: “el que estudia, aprueba”. A partir
de ese momento me fue muy bien, no volví a desaprobar ningún curso y en varios destaqué por
rendimiento académico. Para esto, también decidí cambiar mi carrera de Ingeniería Mecánica a
Ingeniería Industrial, ya que enterré la idea de estudiar Ingeniería Aeronáutica y descubrí que la
Ingeniería Industrial me permitiría trabajar con creatividad y en un número grande de sectores
industriales.

Al terminar la universidad trabajé en la empresa de mi padre, en la que me quedé por 13


años. La empresa había crecido y tenía alrededor de 50 trabajadores. Cuando no tuve más que
aprender decidí retirarme para dedicarme a la consultoría.
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A mi esposa, Livia, la conocí durante mis años de universitario. Ella estudiaba para ser
profesora de Educación Inicial, en un Instituto Superior no universitario. La conocí por un amigo
común. Desde el inicio, me llamó la atención su sensibilidad y su simpleza para ver el mundo.
Sus padres tenían mucho dinero, vivían en una casa de 1,500 m2, con piscina. Yo andaba en jean
y polo. Cuando solo éramos amigos, ella se fue a vivir y estudiar, por un año, a los Estados
Unidos. Al regresar, la noté cambiada, fría, distante, así que dejamos de vernos un buen tiempo.
Sin embargo, por este amigo común, el algún momento coincidimos nuevamente y empezamos a
salir juntos. El enamoramiento fue por dos años y el noviazgo por uno más. Nos casamos y
decidimos que no queríamos recibir apoyo de los padres, aunque tuve que aceptar que sus papás
organicen y paguen la fiesta luego de la boda.

Nos fuimos a vivir a una casita en Surquillo, un barrio de clase media, que había podido
comprar con todos mis ahorros. Como el dinero se fue en la propiedad, al inicio solo teníamos la
cama, una mesita de 1 m2 y cuatro sillas. Las ollas y cubiertos llegaron como regalo de bodas y el
resto lo fuimos comprando poco a poco. Al mes de casados, Livia quedó embarazada, así que
prácticamente toda nuestra vida conyugal ha sido con los hijos. Tenemos dos hijos, Andrea, quien
nació en 1,996 y Renzo en 1,998. En el 2,002 dejé de trabajar con mi padre y me dediqué, por
tres años a trabajar como consultor independiente. No teníamos mucho dinero, pero pasábamos
mucho tiempo juntos, ya que mi promedio de horas de trabajo era de cuatro por día.

En el 2002 empecé también a estudiar el doctorado. Lo hice porque sentí que, para ser
consultor, es mejor que te digan “Dr. Pino” y no “Ing. Pino”. A partir del 2005, ingresé a trabajar
a CENTRUM, lo que significó un cambio muy grande en nuestras vidas. A partir de ese
momento, pasé de tener tiempo y no dinero, a tener dinero, pero no tiempo. Muchas cosas
cambiaron, pudimos mudarnos de casa. Donde vivimos hoy es un barrio de mayor nivel
económico, con mejores autos. Podemos viajar al extranjero de vacaciones, tenemos ahorros,
casa de playa y unos terrenos que nos dan seguridad económica. Por otro lado, en CENTRUM he
podido desarrollarme profesionalmente, tengo un cargo importante y la organización es cada vez
más prestigiosa tanto nacional, como internacionalmente.

Mis hijos ya están grandes, los dos son universitarios. Andrea estudia Finanzas y Renzo
Ingeniería Industrial. Aunque pasamos poco tiempo juntos, me alegra ver que les va bien. Livia
ya empieza a sentir el paso de los años, yo acabo de pasar los 50 y ella es dos años menor que yo.
Es ahora que empiezo a preguntarme qué vendrá después. Por la forma como los hemos educado,
considero que ellos se irán de la casa en cuanto tengan independencia económica. Nos
quedaremos Livia y yo, yo de carácter independiente y de pocas palabras y ella muy unida a sus
padres y emocionalmente más dependiente que yo.

A mi madre y hermanos casi ni los veo, creo que debo encontrar tiempo para conversar con
Livia. En la mañana casi no podemos porque yo salgo apurado para trabajar. En la noche nos
ponemos a ver tele, o a veces yo veo tele y ella resuelve crucigramas. Creo que el reto está ahora
en encontrar cómo nos podemos apoyar mutuamente. Tengo sueños para el futuro, uno de ellos es
trabajar menos horas de aquí a cinco años, cuando mis hijos hayan terminado sus estudios. El
tiempo libre que gane podría ser para escribir artículos, leer, viajar y aprender más cosas, además
de compartir más tiempo con Livia.
Ya me pongo a pensar cómo será mi vejez. Me imagino la mitad del tiempo en Toyo Seco,
donde tenemos la casa de playa, ya que disfruto mucho el verano. La otra mitad del tiempo podría
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ser el campo, una casa en la sierra, o incluso, un departamento en Londres. En fin, todavía queda
un poco de tiempo para ello.
Por estos días, trato de mantenerme activo, vivo a 6 km de mi trabajo, así que vengo en
bicicleta, incluso a veces voy a nadar al club antes de venir a trabajar. Me defino a mí mismo
como simple, deportista, soñador y algo solitario.

2. AGRUPE LOS CÓDIGOS EN CATEGORÍAS.

Una vez identificados los códigos, se procedió a agrupar los que tenían un mayor peso de análisis
para responder a la pregunta de investigación, según las cuatro categorías definidas para este
análisis, tal como se muestra a continuación:

Se definieron estas cuatro categorías debido a que son etapas importantes de subida y en donde
ocurrieron hechos que lo marcaron para su desarrollo laboral actual.

3. ENCUENTRE RELACIONES CAUSA-EFECTO ENTRE LAS CATEGORÍAS.

Para realizar el análisis más exhaustivo se utilizó el diagrama de Ishikawa. De esta manera se
pudo tener una concepción común de la pregunta de investigación, con todos sus elementos. Se
pudo visualizar con claridad las causas identificadas para responder la pregunta de investigación.
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(VFI) (VUN)

(VEH) (VPR)

En la vida de RP hay cuatro etapas bien identificadas por una mezcla de emociones que van
desde la alegría en su niñez, hasta la preocupación de un futuro próximo en su adultez. Cada
etapa (categoría) ha sido marcada con un hecho importante que lo ha marcado y lo ha hecho
reflexionar sobre lo que realmente quiere en su vida. En la categoría VFI, vemos a un RP alegre y
estudio, sin embargo, pasando por problemas familiares debido a carencias económicas que lo
marcan el día en que su padre le dio de regalo de Navidad los juguetes del primo. En la categoría
VUN se ve marcado por el hecho de no poder cumplir sus sueños académicos y de tocar fondo
por la inestabilidad que tenía de pasar de una carrera a otra a pesar de ser un hombre inteligente.
La categoría VPN constituye momentos de superación económica y profesional en su vida.
Mientras que en la categoría VFI denota la preocupación por el bienestar familiar, la superación
económica desde el momento en que se casó, la relación con su esposa y la preocupación al
pensar en los años futuros.

4. ESCRIBA UN PÁRRAFO QUE DÉ RESPUESTA A LA PREGUNTA DE


INVESTIGACIÓN ESCOGIDA:

¿Por qué RP tiende a trabajar más horas que el promedio?

En base al análisis realizado, se concluye que RP tiende a trabajar más horas que el promedio
debido a que en su vida lo marco la escasez económica y cómo influyó en su ámbito familiar.
Estos dos factores lo marcaron en todas las etapas de su vida, hasta que siendo ya adulto pudo
enrumbar su propio camino y el de su propia familia, es aquí cuando en su deseo de superación
económica y profesional da todo de sí en su trabajo y continúa actualizando sus estudios para
darle un mejor porvenir a su familia, pero especialmente para que no surjan problemas familiares
por carencias económicas, a pesar de no disfrutar como quisiera a su familia. Debido a esto, y a
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que se pudo determinar que es un hombre responsable, que piensa siempre en asegurar su futuro,
y comprometido con su trabajo, es que RP tiende a trabajar más horas que el promedio.

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