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Un adulto que no logra poner un límite con firmeza, se enfrentará con un niño
insatisfecho, cuyas demandas irán en aumento. Los deseos siempre satisfechos implican la
muerte del deseo. Por ello cuando un deseo no logra satisfacerse, el niño puede continuar
deseando, por lo que el deseo es “el motor de la vida”.
…Volviendo a nuestra primera pregunta, podemos afirmar que:
Un límite:
Marca un continente y delimita el espacio por el cual el niño puede moverse.
Ofrece un ambiente seguro y confiable; en donde podrá jugar, explorar y aprender.
Establece un marco de contención, funciona como guía, da orden a su mundo y genera
seguridad. Posibilita la elección y permite una mejor percepción de la realidad, al
reconocer lo incorrecto de lo correcto. Permite al niño la oportunidad de pensar, de tomar
la iniciativa y buscar soluciones. Protege al niño de sus propias dificultades para controlar
sus impulsos, y ayuda a evitar situaciones que pongan en riesgo su seguridad física y la de
los otros. Incrementa el respeto por ellos mismos y por los otros. Favorece el desarrollo
de la identidad y fomenta la autonomía.
Los niños desde pequeños, aprenden normas y valores tratando de parecerse a los
adultos con quienes interactúan. El primer modo de aprendizaje es por identificación. Se
trata más que de prohibir ofrecer modelos identificativos. Así como los padres definen las
normas y pautas dentro del ámbito familiar, introducen a los niños en el marco de la
sociedad, posibilitando una mejor convivencia.
Como lo hemos se ha señalado, la tarea de poner límites implica un complejo y
continuo proceso de aprendizaje..
LIMITES Y NORMAS
NECESARIAS Y SUFICIENTES.
• RECUERDA: Que es importante que no sean muchas. Elige aquellas que para ti
son más importantes.
• Si te ayuda puedes colocar un cartel en un lugar visible:
No perdemos paciencia, ni nervios. Cuando los niños son muy pequeños hay que
acompañarlos para que cumplan la norma. No podemos educar desde el sofá.
APUNTES DE LIBRETA. Decir las cosas 1 sola vez, como a su altura, mirada, de
todos modos condicionales no. Hoja. Nos agachamos, nos aseguramos de establecer
contacto visual. Tiempo de reflexión y le explicamos cuestionamos, le decimos que le
queremos y que estamos en el mismo equipo. Sistema de puntos, sonrisa le da confianza
Extraído del libro: Educar las emociones, educar para la vida de Amanda
Céspedes.
Cuando los padres y profesores escuchan hablar del profundo efecto deformador de
la personalidad infantil sana provocado por la aplicación de una autoridad sustentada en el
dominio y cuyo objetivo es disciplinar más que educar para la vida, surge de inmediato una
aguda preocupación: ¿Es posible legitimarse los niños y adolescentes mostrándose
cercanos, empáticos y flexibles? ¿No se confundirán los chicos, creyendo que la
flexibilidad es sinónimo de permisividad? "Bien, me parece razonable cambiar mi actitud
autoritaria con mis hijos, yo también me siento mal de ser tan gruñona, pero... ¡Alguna vez
podré castigarlos, supongo! O se me van a alborotar y me verán como un títere sin
capacidad de controlarlos!", fue el comentario, entre escéptico y temeroso, de una joven
madre de tres traviesos chicos, La respuesta es simple: en lugar de poner el énfasis en los
castigos, se debe insistir en la formación temprana y sistemática hábitos a través de
implantar normas y límites como recursos de socialización y de educación emocional.
Esta tarea fundamental de la educación para la vida se puede dividir en dos etapas:
• Entre los dieciocho meses y los siete años. Es la etapa sensible ideal para
implantar normas, siendo la edad que se extiende de los tres a los cinco años, la más fértil.
I
• Entre los siete y los quince años: Es la etapa sensible ideal para implantar límites,
los cuales se van internalizando gradualmente, de modo que a partir de los quince años el
adolescente los ha adoptado como saludables estilos de vida.
Normas.
Las normas son convenciones que se establecen sobre fundamentos sólidos de base
empírica o científica. El adulto fija la norma y el niño la acepta y la cumple, por lo tanto
hay un contrato de obediencia. Inicialmente se trata de una obediencia impuesta, pero pocos
años después, una vez que el niño comprende y acepta los fundamentos de la norma, ésta se
transforma en un principio ético, en un valor superior. Una vez implantadas en el hogar, las
normas adquieren estatus de inamovibles, Entre ellas destacaremos algunas que son
esenciales en una casa.
Respeto:
Consiste en una actitud de consideración hacia otro y contempla exigencias de buen
trato en la actitud, los modales y el lenguaje. El respeto proscribe toda actitud
desconsiderada y procaz (como el empleo de insultos, las palabras soeces y el trato
abusivo) y promueve la gentileza en toda ocasión. . Incluye también la consideración con
los espacios, la propiedad privada y el bienestar de los otros miembros de la comunidad.
Esta norma fundamental se debe inculcar tempranamente, antes de los cinco años, y
tiene que consolidarse a través del ejemplo. El respeto es el valor más olvidado en la
educación actual, por cuanto la ausencia de modelos adultos impide que los pequeños
aprendan este principio ético por imitación.
Hábitos de orden y de buen uso del tiempo:
La vida en comunidad exige mantener los espacios ordenados, cumplir con reglas
sobre los lugares específicos donde se deben realizar determinadas actividades cotidianas
en la casa (como almorzar y cenar en la mesa y no con una bandeja en la cama), respetar
horarios para acostarse, levantarse, jugar y recrearse, o deben interferir con los horarios de
comida, por ejemplo.
Enseñar a los párvulos el valor de planificar las actividades de modo de optimizar el
tiempo será más tarde el gran aliado de los padres en establecer un saludable hábito de
estudio e incorporar a sus hijos a actividades de enriquecimiento integral, como deportes,
aprendizaje musical, etc.
Rectitud y honestidad:
Los niños pequeños, ávidos de apropiarse de los misterios del mundo, están
ampliamente dispuestos al heroísmo y grandeza. Debemos ser sensibles a esta espléndida
disposición del alma, enseñando tempranamente el valor de ser capaz de decir la verdad
asumiendo los costos que ello implica y reflexionar cuando se ha cometido un error para
evitar repetirlo, en especial si dicho error ha perjudicado a terceros.
Enseñar a ser veraz exige del adulto una gran pericia y es preciso reconocer que la
mayoría de los adultos carece de es esta habilidad, lo cual explica la tendencia de los niños
—y de muchos adultos- a mentir y a adjudicar a terceros las consecuencias de sus acciones.
Dicha habilidad consiste en identificar el aspectos sobre el cual se debe colocar el énfasis
educativo y elegir la didáctica adecuada.
El énfasis se debe poner sobre la valentía y el coraje de un niño que es capaz de
decir la verdad afrontando las consecuencias. La valentía es una virtud, y sobre ella debe
recaer el reconocimiento y la valoración.
El método educativo adecuado es premiar la virtud a través de su valoración. En
otras palabras, enfatizar el rasgo positivo de la situación: decir la verdad, en vez de
enfatizar lo negativo: el error.
Por desgracia, la mayoría de los padres y profesores se equivocan, tanto en la
identificación del aspecto sobre el cual poner el énfasis educativo como en elegir el mejor
método de educación de una virtud:
Los límites son reglas flexibles que los padres implantan en consonancia con los
logros de autonomía del niño a medida que éste va creciendo. Comienzan a aplicarse a
partir de los siete años. Los límites deben ser flexibles pero consistentes, modificándolos
en forma gradual a medida que los chicos se acercan a la adolescencia.
En la época actual, ellos dicen relación con: