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En la vida y el movimiento de estos fantasmas podemos
observar que se repite en negativo o en positivo, como
felicidad o como desgracia, siempre deformada, la vida y el
movimiento del hombre y las sociedades. Para la mitología no
existen los términos medios, sencillamente se desconoce la
palabra mesura.
Estos entes que viven en el tiempo pero fuera del espacio
y gracias a la necesidad del hombre han adquirido
independencia y más aún algunos de ellos, altura suprema; en
muchos de los casos se convierten en amos y hasta tiranos de
quienes los crearon; ellos controlan frecuentemente sus actos y
orientan sus acciones, censuran o premian sus hechos, y
además muchas veces, llenan el alma y dan sentido a la vida.
En relación a otro aspecto del mito, Levy Strauss escribe
que: "... la función de los mitos consiste en incorporar y
exhibir las oposiciones presentes en la estructura de la
sociedad en la cual nace el mito. El mito es la manera en que
una sociedad se entiende e ignora su propia estructura; revela
una presencia, pero también una carencia. Ello se debe a que
el mito asimila los acontecimientos culturales y sociales".
(Levy Strauss 1980: 57)
Complementando la idea anterior Carlos Fuentes nos
ilustra otro aspecto de la función del mito en la historia, así:
"La función del mito es proclamar que el tiempo existe y que
debe ser dominado si queremos recuperar el tiempo original.
¿Pero, por qué hemos de desear esta reconquista del tiempo
original? Porque la memoria nos dice que éramos felices:
vivíamos en la edad de oro". (Fuentes 1990: 66)
Lo escrito por el mexicano, vendría a ser la función de un
tipo de mito, el que tiene los ojos puestos en el pasado. La otra
función del mito, el cual tiene la mirada en el futuro, fue
planteada, entre otros, por el peruano José Carlos Mariátegui
en estos términos: "El mito mueve al hombre en la historia.
Sin un mito la historia del hombre no tiene ningún sentido
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histórico (...) El hombre contemporáneo siente la perentoria
necesidad de un mito. El escepticismo es infecundo y el
hombre no se conforma con la infecundidad".
Posteriormente ubicando el fenómeno en un plano
histórico-social y de clases, decía: "Lo que más neta y
claramente diferencia en esta época a la burguesía y al
proletariado es el mito. La burguesía no tiene ya mito alguno,
se ha vuelto incrédula, escéptica, nihilista. El mito liberal
renacentista ha envejecido demasiado. El proletariado tiene un
mito: la revolución social. Hacia ese mito se nueve con fe
vehemente y activa. La burguesía niega; el proletariado
afirma". (Mariátegui 1976: 27)
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Cuando el impacto de la revolución se mantenía en su
máximo nivel, el nuevo gobierno cubano inició una política
cultural que repercutió a lo largo y ancho del continente, ésta
se manifestó, entre otras formas, en la fundación de la
excelente y hoy histórica institución, llamada Casa de las
Américas.
El crítico uruguayo Rodríguez Monegal en relación a lo
que venimos analizando escribe: "Además, el propio gobierno
de Fidel Castro asume una posición cultural decisiva y que
tendrá incalculables beneficios para toda América Latina. Sin
descuidar a escala nacional el problema de la educación y
sobre todo del analfabetismo, la Revolución Cubana proyectó
en sus primeros años una política cultural a escala
latinoamericana.”
Y en seguida agrega: “Para romper el bloqueo, que no sólo
es militar y económico de los Estados Unidos, Cuba crea una
institución, Casa de las Américas, que por algunos años se
convertirá en el centro revolucionario de la cultura
latinoamericana. (...) Esa institución realiza muchas cosas.
Entre las más importantes está la fundación de una Revista
bimestral cuyo primer número es de junio-julio de 1960. (...)
Casa de las Américas también organiza Congresos, festivales
y concursos. (...) Casa de las Américas también publica libros:
reediciones de clásicos de la literatura latinoamericana,
algunos olvidados o conocidos sólo en sus respectivos países;
reedición de obras nuevas y aun novísimas que se ponen al
alcance del lector hispanoamericano:..." Por último, Rodríguez
Monegal, termina afirmando: "El impacto de la política
cultural, a escala hispánica no deja de sentirse en todo el
continente, y aun fuera de él". (Rodríguez Monegal 1971: 14)
Esta revista logrará un gran nivel, prestigio y difusión, por
lo menos en una primera etapa, gracias al esmero de sus
directivos y cuidado de sus editores, y naturalmente a la
excelente plana de colaboradores, encabezada por la mayoría
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de los escritores, que años después serán los más famosos del
continente y del mundo en lengua castellana. Allí estuvieron,
como miembros o amigos, entre otros, Julio Cortázar, Gabriel
García Márquez, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, etc.
Tiempos después, Cuba no sólo brinda apoyo a los
intelectuales, sobre todo a los que se reclaman de izquierda, si
no que también les exige. García Márquez cercano conocedor
de esta experiencia, declara: "La definición de un intelectual
de izquierda latinoamericano se convirtió en la defensa
incondicional de Cuba. Y los cubanos, a través de sus propios
mecanismos, determinaron quién cumplía con esa solidaridad
y quién no, aprovechándose de la situación que prevalecía
para muchos intelectuales en sus propios países". (Castañeda
1995: 218)
Esta fascinación, dice un escritor cubano: "... llegó a su
punto máximo en 1967-1968, en el congreso Cultural de la
Habana y el Salón de Mayo, al que asistieron casi todos los
que pertenecían a la inteligencia latinoamericana". (Castañeda
1995: 218) Claro que para ser justos, con respecto "a la
inteligencia latinoamericana", tendríamos que decir que se
refiere a la mayoría de intelectuales de izquierda o
progresistas.
Como todas las fascinaciones duran poco una de las
mayores expresiones será la invasión de Checoslovaquia por
los tanques rusos en el año 1968 y el apoyo que brindó Fidel
Castro a dicha acción. Pocos años después ocurrirá el Caso
Padilla, que dio motivo o pretexto para los resquemores,
alejamientos, injurias, oposiciones y hasta condenas.
Ante estos dos hechos, entre los más famosos (a nivel de
los novelistas) se experimentaron tres actitudes bastante
marcadas, por ejemplo García Márquez, Carpentier y
Cortázar, conociendo y reconociendo los errores, creían que
los logros son mayores y nunca dejaron de apoyar la
revolución; otros como Fuentes o Donoso mantuvieron un
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perfil bajo y una prudente distancia, y unos terceros, como
Cabrera Infante y Vargas Llosa, en un proceso largo, lento,
pero seguro, terminaron en el otro extremo, incluso el último
de los nombrados, sosteniendo una campaña permanente en
contra de Cuba, como se puede ver en otra parte de este
trabajo.
La iglesia católica Latinoamericana tampoco quedó al
margen del remezón caribeño, de allí que en una guerra
interna entre los auténticamente comprometidos con la causa
de los pobres y los que, por confusión u oportunismo, remaron
en favor de lo que se dio en llamar la Teología de la
Liberación. Corriente, no excepta de contradicciones, tuvo sus
cabezas visibles en el después "excomulgado" sacerdote
brasileño Leonardo Boff y el sacerdote peruano Gustavo
Gutiérrez.
Algunos organismos de investigación y análisis, creados
años antes con el fin de conocer, comprender y desde luego,
controlar mejor la vida político-social en América Latina se
radicalizaron, estamos pensando en la CEPAL, la que con sus
sociólogos y economistas generaron y propagandizaron la
famosa Teoría de la Dependencia. Un sector de los teóricos
cepalinos creían haber demostrado con la experiencia cubana
la validez y objetividad de sus teorías; validez que las hacían
extensivas a todas las sociedades del continente.
El hecho más sorprendente y famoso, notorio y duradero,
en el plano de las ideas y de la fantasía, es sin lugar a dudas la
aparición de ese fenómeno, entre político y publicitario; pero
sobre todo literario, conocido con el nombre del BOOM DE
LA NOVELA LATINOAMERICANA, fenómeno que
desarrollamos, en otra parte de esta investigación.
En este ambiente, como afirma J. Petras en el trabajo aquí
citado, muchos intelectuales considerados conservadores
evolucionaron a demócratas, los demócratas se reclamaron
progresistas, los progresistas se declararon izquierdistas, los
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izquierdistas se transformaban en comunistas, y los
comunistas, los más consecuentes, creían que había llegado la
hora de materializar los sueños, incendiar la pradera y tomar el
cielo por asalto, como efectivamente veremos a algunos de
ellos, pocos años después, como integrantes de los
movimientos guerrilleros que entraron en acción a lo largo y
ancho del continente.
Son los años en los cuales reclamarse de izquierda
significaba honor y prestigio, por eso se ha dicho, entre broma
y en serio, cuando se preguntaba a un intelectual
latinoamericano qué profesión tenía, él respondía sin titubear:
"Intelectual de izquierda". Los sociólogos fueron los más
celosos guardianes de esta postura, según la opinión de Jorge
Castañeda.
Claro es pertinente puntualizar, que esta fiebre, como
todas las fiebres pasó, y la mayoría de los afectados se
reconciliaron con el orden, y algunos, los más radicales,
tuvieron que pedir disculpas al padre sistema, por las
travesuras de juventud. Esta es la razón que lleva al otro
disidente norteamericano y también sociólogo, James Petras, a
escribir lo siguiente: "El poder y las atracciones del poder, el
ascenso y descenso de las clases dirigentes o movimientos
populares son un determinante importante de las orientaciones
intelectuales. El ascenso de los movimientos de masas
ciertamente influenció a muchos intelectuales a virar hacia la
izquierda durante los años 60. De igual manera, los triunfos
militares de los regímenes neo-liberales de los años 70
sentaron las bases para el giro de los intelectuales a la derecha,
hacia la democracia liberal de los años 80. En muchos casos,
los ideólogos de la izquierda y las guerrillas de los 60 se
convirtieron en los ministros y funcionarios públicos de los
regímenes neo-liberales de los años 80 y 90". (Autores varios
1991: 98)
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Como escribe Petras, desde los 70 y sobre todo de los 80,
la historia se repite en este plano, pero en sentido
inversamente proporcional a lo sucedido una década anterior,
y la oleada del viento conservador, hasta mediados de la
década del 90 no amainaba y amenazaba arrasar con todo y
con todos. La vergüenza y desconfianza por su pasado
revolucionario hace que estos intelectuales no pierdan
oportunidad para abjurar de sus antiguas creencias y a la vez
proclamarse los más puros defensores y celosos guardianes de
las nuevas teorías, hoy en boga, como "La teoría única" o "El
fin de la historia " por ejemplo.
Volviendo a nuestra idea original, hay que decir, que otra
de las consecuencias de esta revolución es el haber logrado
significativos niveles de unidad, coordinación y vinculación
de los intelectuales latinoamericanos, a través de revistas,
libros, congresos, etc. Unidad que revivía la etapa de la
independencia, donde se luchaba, en primer lugar, por la patria
grande; esta realidad, deseo y voluntad está reflejada, por
ejemplo en una representativa canción de las décadas 60 y 70,
que fue, por muchos tiempo, algo así como un himno para los
latinoamericanos, y en parte su letra dice: "Yo que soy
americano, no importa de que país, quiero que mi continente
viva algún día feliz. Que los países hermanos de Centro
América y Sur borren las sombras del norte a ramalazos de
luz. Si hay que callar no callemos pongámonos a cantar y si
hay que pelear peleemos si es el modo de triunfar".
La mayoría de los intelectuales latinoamericanos, sostiene
Gutiérrez en LA GENERACIÓN DEL 50. UN MUNDO
DIVIDIDO, que hasta entonces se caracterizaron por repetir,
sin mucha originalidad, ideas que venían de fuera, a partir de
este momento súbitamente, los importadores se convierten en
exportadores. En Europa y EE. UU a los intelectuales
latinoamericanos se les abren las puertas de las universidades,
de los institutos y los centros académicos, a la par que son
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invitados a conferencias, seminarios y congresos; la curiosidad
tanto por su historia, su arte, su literatura y su cultura en
general, se hace evidente, teniendo en cuenta que, con muy
contadas excepciones, América Latina fue vista, más o menos
hasta estos tiempos, como "La tierra virgen", donde mora "El
buen salvaje": "... idea que persistiría, dice Chomsky, incluso
en las obras de los eruditos, hasta que el despertar cultural de
la década de 1960 terminara por abrir muchos ojos".
(Chomsky 1993: 11)
En otro nivel, el marxismo como método y concepción del
mundo ganó mucho terreno en la sociedad, y en particular, en
colaboración con la lucha de estudiantes y profesores, en las
universidades latinoamericanas, y así entró a competir con las
demás corrientes ideológicas y métodos de investigación.
Desde ese tiempo no hay investigación, en cualquier rama de
las ciencias humanas, que se precie de seria, que no recurra,
siquiera como referencia, a este marco teórico-conceptual.
En el plano político-militar, escribe Jorge Castañeda: "No
fueron Fidel Castro y los cubanos que inventaron la lucha
armada en América Latina o en el Caribe. En la región
imperaba una larga tradición de tomar las armas que data del
siglo XIX y que se prolonga hasta la víspera de la Revolución
Cubana. Los que forjaron esta tradición fueron los
nacionalistas, los liberales radicales y, en ocasiones, los
marxistas. Martí, Mella y Gutiérrez en la propia Cuba; Villa y
Zapata por supuesto, Sandino en Nicaragua; en cierto modo,
Farabundo Martí en el Salvador; los levantamientos
campesinos en Colombia que analizamos más adelante; José
Figueres en Costa Rica; innumerables intentos de insurrección
en la República Dominicana y Haití, que se remontan a
Toussaint L'Ouverture: Fidel y su 26 de Julio tenían muchos
antepasados". (Castañeda 1996: 83)
Si bien es cierto que la Revolución cubana era un punto de
llegada de "...las luchas de liberación y movimientos anti-
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colonialistas..."; era a la vez y de igual modo, un punto de
partida para la continuación de las mismas, ello se desprende
de lo escrito por el estudioso argentino Daniel Pereira, leamos:
"No puede ignorarse la importancia enorme que tuvo la
experiencia cubana como ejemplo e inspiración para miles de
revolucionarios en todo el continente. A partir de su triunfo se
producen grandes cambios en el escenario político, se dividen
organizaciones y partidos, surgen otros nuevos, se radicalizan
miles de jóvenes y el camino de las armas es asumido por
muchos como el único capaz de llevar a los pueblos a su
liberación. Es así mismo cierto que desde ese momento el
fenómeno de la lucha armada bajo formas muy diversas y en
disímiles circunstancias comienza a desarrollarse en casi todos
los países de América Latina de una manera mucho más
rápida e intensa". (Pereira 1994: 19)
Las respuestas de las clases dominantes del continente,
como era natural, no se hicieron esperar, teniendo como
cabeza a los EE. UU, inició una contraofensiva total,
comenzando con La Alianza para el Progreso, organizando y
apoyando golpes militares, ayudando a partidos políticos que
defendían el orden y a sindicatos orientados por los mismos,
creando y financiando centros de estudio e investigación,
fortaleciendo y controlando la instrucción pública,
reestructurando currículos de estudios universitarios, hasta la
preparación intensiva de cuerpos especializados en la lucha
anti-subversiva, todo acompañado con una prédica
anticomunista. Las clases dominantes del continente veían
agentes cubanos hasta en sus propias sombras, vivían, con
alguna razón, el "Síndrome de Cuba".
Oligarquías y burguesías nativas, y en especial, la de los
EE. UU, aprendieron la lección, experiencias que las aplicarán
posteriormente en la lucha anti-subversiva en todo el
continente, a lo largo de las cuatro últimas décadas. Perdieron
el miedo a la palabra revolución y la utilizaron a diestra y
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siniestra, hasta lograr domesticarla y prostituirla. Por esos
años Carlos Fuentes nos advertía en torno a esta técnica,
escribiendo: "... basta repetir mil veces una palabra para que
pierda todo sentido y no sea sino un rosario (...) de sílabas
huecas..." (Fuentes 1992: 272)
En esta dirección entendemos que muchos regímenes
militares, incluso, hasta con marcadas tendencias ideológicas y
políticas fascistas, se autoproclamaron como revolucionarios;
los curas mostraban sus querellas como acciones
revolucionarias, y en los últimos años, los neo-liberales
propugnan la vuelta a las viejas ideas de la economía clásica,
presentándolas como nuevas y revolucionarias.
El mismo trato han recibido algunos símbolos
revolucionarios como el Che Guevara. La publicidad ha hecho
de él un "ícono inofensivo" ubicando su fotografía hasta en los
urinarios públicos, el turismo ha creado "el Tour por la ruta
del Che"; por último, unos terceros hablan, del "san Ernesto de
la Higuera".
Para el gobierno de los EE. UU, Cuba es un tema aparte,
ellos en principio se sintieron desorientados y después, por
muchas razones, se vieron hasta invadidos. Desde antes de la
independencia cubana, en los predios del poderoso vecino se
trabajaba con la doctrina Monroe que reza: "América para los
americanos", esto en teoría y para la exportación; pero para el
consumo interno y en la práctica, ya lo advertía el Ché
Guevara, se orientaban con la consigna de "América para los
norteamericanos".
La soberbia, arrogancia y el complejo del país más
poderoso de la tierra había sido mancillado por la insolencia
de un pequeño país, que no pasaba de ser, para muchos
estadounidenses, más que una prolongación de una parte de su
costa atlántica. Ligado a esto no olvidemos, que la Revolución
Cubana, se convirtió en un pésimo ejemplo, para los demás
pueblos pacíficos y obedientes del continente. De allí se
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explica en parte la obstinada y permanente agresión de los EE.
UU, a lo largo de estos cuarenta años, en contra de Cuba.
Hasta aquí hemos planteado, en términos generales,
principalmente las consecuencias positivas, del triunfo de la
Revolución Cubana a nivel de la inteligencia de izquierda en
América Latina. Veamos la otra cara de la medalla.
En el plano internacional, luego de la euforia causada por
el triunfo de la revolución, en el mundo intelectual, el año
1967 hay una cierta confusión y tristeza, la que tenía que ver
con la muerte del Che Guevara en Bolivia. Se habló de las
discrepancias ideológicas y políticas de éste con el gobierno, y
hasta del abandono de los dirigentes cubanos a Guevara en su
afán de crear "varios Vietnam en América Latina".
Lo aquí mencionado tiene algún asidero, gracias a la
información proporcionada por el estudioso Carlos Tablada en
su libro EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DEL CHE
GUEVARA, en la medida que, entre 1962 y 1965 Guevara
recorrió, entre otros países, la Unión Soviética y la República
Popular China. Después de su visita al primer país, declaró
que en el plano económico, aquella sociedad caminaba
aceleradamente a la restauración capitalista. Y por otro lado,
que la línea política internacional del Partido Comunista de
China, en la polémica de esos momentos, servía mejor a los
intereses de los pueblos del mundo en función de su
liberación. Esta es la razón, según el estudioso cubano, el
porqué en Cuba, Guevara fue acusado de "trotskista" y de
"maoísta".
En 1968 llegará el primer desencanto, para un sector de la
intelectualidad de izquierda, cuando los tanques del
denominado Pacto de Varsovia, invadieron la entonces
República de Checoslovaquia, en razón de que en este país se
iniciaban algunas reformas políticas y económicas, y la vez,
intentaba escapar del control soviético.
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El problema no sólo fue con Cuba, (en la medida que Fidel
Castro en el Discurso sobre Checoslovaquia pronunciado el 30
de agosto, entre otras cosas dijo: "Aceptamos la amarga
necesidad que exigía mandar tropas a Checoslovaquia"), sino
que con el socialismo en su conjunto. Esta acción hacía ver al
mundo, y especialmente a los intelectuales, que los supuestos
países socialistas actuaban en la práctica, de la misma forma
como los países imperialistas.
Además hay que recordar, lo que párrafos antes declaró
García Márquez, de que los cubanos, a la vez que recibían y
daban apoyo a los intelectuales latinoamericanos, del mismo
modo les exigían, entre otras cosas, defender la línea de la
revolución. En ciertas ocasiones, ante hechos considerados
importantes, estos últimos pedían "la opinión", otros dirían el
"visto bueno", del gobierno cubano, como sucedió con Vargas
Llosa, cuando "pidió la opinión de Cuba" al saber que era el
ganador del Premio Internacional Rómulo Gallegos, otorgado
por el gobierno venezolano, en mérito a su novela LA CASA
VERDE.
Una preocupación que rondaba en la cabeza de los
intelectuales, no sólo latinoamericanos, en estos primeros
años, era el no grato recuerdo, ocurrido tiempos atrás, con los
intelectuales disidentes en el denominado "campo socialista",
y especialmente en la Unión Soviética. Los casos más
propagados por ese entonces, en el plano de la literatura,
fueron los de los novelistas Boris Pasternak y Alexandr
Solzhenitsin. Todos esperaban, que en la recién triunfante
revolución, esta historia no se repita.
En el plano interno el gobierno cubano tenía problemas
con algunos intelectuales de renombre, como por ejemplo,
cuando fue prohibida en 1965 la novela TRES TRISTES
TIGRES de Cabrera Infante y un año después se criticó la
novela de Lezama Lima PARADISO. Además, algunas
películas tendrán un destino parecido.
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La verdad es que desde un primer momento, se inició lo
que se ha dado en llamar la institucionalización de la cultura,
es decir, el Estado controla directa o indirectamente la vida
cultural del país; para ello se crearon organismos especiales
que se encargaban del control de lo que se publicaba, de las
invitaciones a congresos, seminarios o conferencias en el
extranjero, especialmente.
Otro hecho fue lo relacionado con los permisos a los
intelectuales para salir del país (a cumplir funciones
intelectuales); les otorgaba el gobierno a través de algunos
organismos, sólo en tanto y en cuanto estas instituciones
aprobaban dicho pedido, a partir de ese momento el invitado u
otra persona que la institución creía conveniente para la
revolución, podía salir del país. La Unión Nacional de
Escritores y Artistas de Cuba fue, y es, un organismo bastante
conocido en estos menesteres.
Como consecuencia aparecieron un conjunto de
funcionarios del partido que en la mayoría de los casos, no
tenían la formación suficiente en este nivel, para catalogar
cual era bueno o malo, ya que no sabían, como diría Vallejo:
"... distinguir las conveniencias políticas del arte de las
conveniencias artísticas de la política". (Vallejo 1978: 261)
En Cuba no existe y no existió la censura; pero no es
necesario, allí está su hermana gemela la autocensura. En otras
palabras se repetía, casi paso a paso, en algunas coyunturas
más que en otras, la amarga experiencia en este nivel, de todo
el "campo socialista", para con los intelectuales y artistas.
El año 1971 marcará un hito en la relación Revolución
Cubana versus intelectuales, ocurriría, el después célebre caso
Padilla. Heberto Padilla fue un poeta de alguna nombradía en
la isla, fue un intelectual que habla más de cuatro idiomas, y
fue posiblemente miembro del Partido Comunista de Cuba, y
seguro, integrante de la Unión Nacional de Escritores y
Artistas Cubanos.
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Padilla fue detenido, junto a otros escritores e intelectuales
por Seguridad del Estado cubano el 20 de marzo de 1971. Y
semanas después hizo una autocrítica pública, por su labor
"contrarrevolucionaria" ante los miembros de la U. N. E. A. C.
En esta autocrítica, enfila contra Cabrera Infante, acusándolo
de agente de la C. I. A. Se arrepiente de la críticas hechas,
algunos años atrás, a Lisandro Otero. En referencia al
contenido ideológico de su poemario FUERA DEL FUEGO
dice: "Y yo inauguré el resentimiento, la amargura, el
pesimismo, elementos todos que no son más que sinónimos de
contrarrevolución en la literatura". (Libre 1971: 100)
En otra parte, entre otras ideas, reitera: "Yo, compañeros,
como he dicho antes, he cometido errores imperdonables. Yo
he difamado, he injuriado constantemente a la revolución, con
cubanos y con extranjeros. Yo he llegado sumamente lejos en
mis errores y en mis actividades contrarrevolucionarias".
(Libre 1971: 98)
Al conocerse la noticia de estas detenciones, y más aún, de
esta autocrítica pública, muchos intelectuales amigos o
simpatizantes de la Revolución Cubana se alarmaron y se
pronunciaron. En principio creyendo que la autocrítica de
marras era obligada, o en el mejor de los casos, inducida. De
ello deducían, que la joven y hasta entonces encantadora
revolución, repetía los mismos errores de las otras
experiencias socialistas para con los intelectuales y artistas.
Los pronunciamientos, las cartas y las renuncias públicas a
organismos que trabajaban o simpatizaban con la revolución,
no se hicieron esperar. Ante tales hechos, el gobierno cubano,
a través de la Declaración del Congreso Nacional de
Educación y Cultura y del mismo Fidel Castro, les respondió,
acusándoles de "Seudo izquierdistas descarados que quieren
ganar laureles viviendo en París, Londres, Roma". Y además,
advertía: "Ya saben señores intelectuales burgueses y
liberalistas burgueses y agentes de la C. I. A. y de las
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inteligencias del imperialismo, es decir, de los servicios de
inteligencia, de espionaje del imperialismo: en Cuba no
tendrán entrada ¡no tendrán entrada!" (Libre 1971: 120)
Después de casi tres décadas, nos preguntamos: ¿cuánto
fue oro y cuanto fue ceniza en el caso Padilla?, la verdad es
que del precioso metal quedó muy poco; hubo subjetivismo y
como consecuencia exageración por los dos lados. Padilla no
era un "contrarrevolucionario" como él se autocalificaba. En la
realidad no pasaba de ser un individualista y hasta arribista,
"enfermedad" común a la mayoría de intelectuales. Cuba no se
transformó en una cárcel gigante, como auguraban algunos de
los que protestaron; que hay control en muchos niveles y
especialmente en el que venimos tratando, es verdad; pero está
lejos de ser una "satrapía". Y menos estos "intelectuales
burgueses" fueron agentes de la C.I.A como se les tildó, a lo
máximo que han involucionado es a socialdemócratas o a
neoliberales.
Entre los intelectuales que protestaron estaba Mario
Vargas Llosa, además de su firma en las cartas colectivas,
envió una personal a la directora de la Revista de Casa de las
Américas, Haydée Santamaría, haciendo de su conocimiento
su renuncia al comité directivo de dicha revista.
Todo lo aquí planteado, en la parte final de este sub-
capítulo, nos lleva a dilucidar un problema mayor, que los
clásicos del marxismo no han logrado explicar diáfanamente,
y tampoco la práctica del socialismo ha logrado dar soluciones
satisfactorias. Nos referimos a la relación del poder y la
inteligencia, que lleva directamente a otro, el del individuo y
la sociedad. Y al fin termina con el problema de la libertad y
la necesidad.
Cuando una revolución, orientada ideológica y
políticamente por el marxismo triunfa, inmediatamente se
inicia la construcción del socialismo, como una etapa previa al
comunismo. En este proceso largo de construcción socialista,
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el Estado que materializa y representa, teóricamente, los
intereses del proletariado y del pueblo en su conjunto, se
encuentra y enfrenta a un sinnúmero de problemas, y uno de
ellos, es justamente con quienes conforman ese sector social
que produce las ideas y las artes, los que en sus producciones,
no necesariamente coinciden, con las concepciones de los
dirigentes del partido y del Estado. Teniendo en cuenta que los
intelectuales y artistas desempeñan un papel muy importante
en favor o en contra de tal o cual proceso histórico,
comúnmente se ha dado, y en Cuba de igual modo, que el
Estado desconfía de esta capa, por su no oculto espíritu
anarcoide y arribista.
El Che Guevara, recogiendo la experiencia cubana en el
año 1965, escribía "...es la dictadura del proletariado
ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada, sino también,
individualmente, sobre la clase vencedora. (...) Todo esto
entraña, para su éxito total, la necesidad de una serie de
mecanismos, las instituciones revolucionarias. En la imagen
de las multitudes marchando hacia el futuro, encaja el
concepto de institucionalización como el de un conjunto
armónico de canales, escalones, represas, aparatos bien
aceitados que permitan esa marcha, que permitan la selección
natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que
adjudiquen el premio y el castigo a los que cumplen o atentan
contra la sociedad en construcción". (Guevara 1993: 11)
Pero esta institucionalización tiene sus bemoles, como
hemos visto líneas antes. Cierto sector de intelectuales y
artistas se sienten no sólo controlados, sino que hasta podados
en sus creaciones y fantasías, por aquellas instituciones o
individuos que vienen en nombre de la revolución, del partido
o del Estado, a velar por la justa aplicación de la línea
ideológica y política, en este nivel de la vida humana. Allí es
cuando se da el desencuentro, que muchas veces deviene en
conflicto y finalmente hasta en guerra total.
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El problema es que hasta el momento no se ha sabido
delimitar, para luego armonizar, los conocimientos e intereses
ideológicos y políticos con los artístico-intelectuales en
función de la causa humana, de allí la contradicción hasta hoy
no resuelta. La capa dirigente, desde su punto de vista, tiene
razón, y "la inteligencia" desde el suyo, de igual manera, tiene
razón.
En torno a la relación del individuo y la multitud, el autor
líneas antes citado, escribía: "Ya no marchan completamente
solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a
su vanguardia, constituida por el Partido, por los obreros de
avanzada, que caminan ligados a las masas y en estrecha
comunión con ellas. Las vanguardias tienen su vista puesta en
el futuro y en su recompensa, pero ésta no se vislumbra como
algo individual; el premio es la nueva sociedad donde los
hombres tendrán características distintas: la sociedad del
hombre comunista". (Guevara 1993: 15)
Si se acepta el binomio vanguardia y masas, la inteligencia
reclama qué papel juega el individuo como tal, en la medida
que no todos pueden o no quieren cumplir ciertas tareas
humanas que por "necesidad, temporalidad o casualidad
histórica" sólo algunos lo pueden cumplir cabalmente.
Nuevamente la contradicción no resuelta: individuo y masa,
las dos partes, desde sus respectivos puntos de vista, reclaman
tener la razón.
Y finalmente, el problema de la necesidad-libertad del
intelectual y del artista es otro tema que unos teóricos
socialistas han comprendido mejor que otros, pero en la
experiencia concreta del socialismo vivida hasta hoy, está aún
lejos de haber sido correctamente solucionado. Entre el arte y
la política hay algunas diferencias, se guían por lógicas
distintas y tienen sensibilidades diferentes.
Veamos cómo César Vallejo entiende este problema: "Un
artista puede ser revolucionario en política y no serlo, por
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mucho que, consciente y políticamente, lo quiera, en el arte.
Viceversa, un artista puede ser, consciente o
subconscientemente, revolucionario en el arte y no serlo en
política. Se dan casos, muy excepcionales, en que un artista es
revolucionario en el arte y en la política. El caso del artista
pleno". (Vallejo 1980: 43)
La meta del socialismo, es en términos de Guevara,
construir el "hombre nuevo", los que hoy se dan sólo son
casos excepcionales; mañana la excepción será regla; por eso
él, recogiendo la experiencia de cinco años de construcción
socialista en Cuba, escribía: "No debemos crear asalariados
dóciles al pensamiento oficial ni becarios que vivan al amparo
del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya
vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre
nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que
requiere tiempo". (Guevara 1993: 18)
Mientras que Máximo Gorki, con algunos años más
vividos en la Unión Soviética, que construía, de igual manera
el socialismo, declaraba en torno al tópico, lo siguiente: "El
trazo típico del escritor proletario está en el odio activo en
contra de todo lo que de dentro o de fuera oprime al hombre,
impidiéndole su libre desenvolvimiento y el pleno desarrollo
de sus facultades". (Vallejo 1987: 345)
Los tres citados inciden en el "artista pleno", el "hombre
nuevo" y el "libre desenvolvimiento"; es decir en lo que
debería ser, y muy poco, en lo que es; claro que el tiempo
político para la construcción de una nueva sociedad es
demasiado corto, por no hablar del tiempo histórico. Mientras
tanto, como se ha podido ver en la experiencia cubana, cada
uno de los sectores, desde su concepción, lógica e intereses,
reclamaban y reclaman tener la razón.
Los intelectuales y artistas, no todos naturalmente,
sostenían y sostienen que vivían y viven bajo una dictadura
que no les permitía, no sólo no disfrutar de su libertad, sino ni
51
siquiera disponer de ella, ya que en todo les controlaban y
controlan y les obligaban y obligan producir o crear lo que al
partido le interesa, o de lo contrario aparece la censura, la
autocensura, la cárcel o el exilio. Desde su punto de vista, de
realización meramente particular o individual, tenían y tienen
razón.
Por el otro lado se sostenía y se sostiene que la libertad,
entendida aisladamente de la necesidad y más aun fuera de un
determinado contexto histórico, económico, político-social es
una palabra hueca, sin sentido, que ni siquiera en aquellos
países que proclaman el reino de la libertad se cumple, porque
siempre la dictadura de las clases dominantes está detrás, de
una manera indirecta y subliminal, haciéndoles creer que son
libres, siendo en realidad meros "siervos" del sistema.
Libertad, que a lo mucho sirve para el desarrollo del
personalismo o del individualismo, en desmedro de la
sociedad en su conjunto.
Los argumentos de unos y otros son encontrados, y desde
sus respectivos puntos de vista y lógica, los dos tendrían razón
y así queda instaurado, simple y llanamente, un diálogo de
sordos. Un mal que el propio desarrollo histórico, político-
social se encargará de dar solución. Solución que pasará
inevitablemente por un doble respeto: del individuo al
colectivo y viceversa. En la medida que el yo y el nosotros
tendrán que trabajar, como escribe Ernesto Sábato: "... no en la
abstracta identidad, sino su dialéctica integración, del mismo
modo que los instrumentos forman una orquesta precisamente
porque son distintos". (Sábato 1987: 106)
63
EN TORNO A LA IDEA DE GENERACIÓN
LITERARIA
64
Gustavo Otero hasta el dominicano Pedro Henríquez Ureña y
los cubanos José Portuondo y José Arrom.
De igual manera en Perú se ha recurrido a dicho concepto,
no sólo en el plano de la literatura, sino también en la historia,
la política y la filosofía. La verdad es que con diferentes y
hasta antagónicas concepciones, encontramos la idea en los
trabajos de José Carlos Mariátegui, Luis Alberto Sánchez,
Alberto Tauro, Alberto Escobar, Augusto Salazar Bondy,
Pablo Macera y Antonio Cornejo Polar, entre otros. En los
últimos años destaca la investigación de Miguel Gutiérrez con
el sugerente título: LA GENERACIÓN DEL 50: UN
MUNDO DIVIDIDO.
En el párrafos siguiente, Gutiérrez resume su concepción,
no sólo discrepante, sino que, en lo fundamental diferente a la
de Ortega en torno a la idea de generación, leamos: "Será
necesario añadir, sin embargo, que las generaciones -
conformadas por la totalidad de coetáneos en un momento
histórico dado e insertas en las clases sociales, producto todo
ello del reino de la necesidad tanto biológica como social- se
irán escindiendo, agrupándose y reagrupándose como
consecuencia de las opciones asumidas por sus integrantes -y
éste es el reino de la libertad- frente a la lucha de clases, a los
diversos proyectos sociales en pugna -conservadores,
reformistas y revolucionarios- y a las formas ideológicas,
incluidos las formas estéticas; ...". (Gutiérrez 1989: 36)
En principio aceptamos la idea de generación como "...
concepto fundamental de la historia,..." que nos sirve para
poner límites en el tiempo y poder tener una idea formal y
general de cuanto ha sucedido en ese lapso de "... quince
años..."; hasta allí concordamos con Ortega y Gasset. Pero si
en la investigación nos limitamos a ello, simple y llanamente
nos estaríamos quedando en lo superficial, en el nivel que la
epistemología llama la etapa empírica o sensorial del
conocimiento. Por el contrario el interés que tiene la ciencia en
65
toda investigación es penetrar y desentrañar las esencias, las
causas últimas que generan el fenómeno, esto implica buscar y
entender los hechos dados en sus más insignificantes
existencias. Existencias que se dan fuera e
independientemente de la voluntad del investigador; además
es obligación conocer si estas particularidades se rigen por
principios lógicos o simplemente por el azar: Si se da este
último caso, el papel del investigador será bastante limitado.
En el otro caso, como creemos que sucede en la realidad,
conociendo los principios lógicos que impulsan y determinan
los fenómenos en sus interioridades, tendremos la obligación
de sistematizar y sintetizar, y así tener un nuevo conocimiento,
en grado superior, del fenómeno investigado. De haber
sucedido ello, comprenderemos mejor sus rasgos y tendencias
de su posterior desarrollo.
Sin caer en el psicologuismo, creemos que la metáfora de
H. Hesse de que: "... el hombre es una cebolla de cien telas, un
tejido compuesto de muchos hilos". (Hesse 1998: 71), nos
ayuda a comprender las muchas diferencias que puede haber
entre personas y con mayor razón en un grupo de individuos
conformantes de una determinada generación.
La otra cara de la medalla se da en personas muy
diferentes por generación, por país de nacimiento y aun por
pasado cultural; pero en un momento dado se agrupan y se
entienden con otras personas, que generacionalmente no
tienen nada en común, como es el caso del belga-argentino
Julio Cortázar, 22 años mayor que el "andino y serranito"
Vargas Llosa. Al pasar el tiempo, trabajan en el mismo género
literario, y no sólo son dos de los mayores representantes del
BOOM DE LA NOVELA, sino que también cultivaron una
gran amistad que, ni las diferencias ideológicas y las
discrepancias políticas posteriores mellaron esa relación
humana, que duró hasta que el primero de ellos dejó de existir.
66
De allí que César Vallejo era concluyente cuando escribía:
"La edad común a un grupo de escritores no determina el
espíritu común de su producción. Muchas veces este espíritu
común existe más bien entre escritores de diversas edades y
aún de diferentes épocas". (Vallejo 1987: 311)
En concreto, como se puede deducir de nuestra
argumentación en torno a la idea de generación, nosotros
concordamos plenamente con el concepto de Vallejo y
Gutiérrez que tiene que ver más con condiciones o contextos,
y sólo hasta una primera etapa con la concepción de Ortega y
Gasset, entendido el término generación como un método para
comprender los fenómenos históricos-políticos, filosóficos-
literarios.
67
estadounidenses o inglesas que pugnaban por el control
económico de la zona.
El desarrollo del capitalismo se expresará, entre otras
formas, con el crecimiento de las ciudades y en éstas de los
primeros centros fabriles y manufactureros, principalmente en
Lima y el puerto del Callao; además con el inicio y desarrollo
de las actividades de perforación y extracción de petróleo en la
costa norte, la agroindustria a lo largo de la costa, los centros
mineros, principalmente en la sierra norte y centro del país y,
por último, en la comercialización de cueros y lanas en la red
Arequipa, Cuzco y Puno, productos que luego terminarán en
las fábricas de Manchester y Londres.
Algunas haciendas y latifundios serranos evolucionaban
lentamente y se "modernizaban" y sobre todo crecían, a
expensas y en desmedro de las parcialidades y comunidades
campesinas indígenas, fenómeno conocido con el nombre de
despojo.
A nivel internacional la influencia y control del
imperialismo inglés decaía, este aparente vacío será llenado
con creces por el imperialismo internacional en su conjunto,
particularmente, por los EE. UU.
En el plano político-social se daba un reacomodo al
interior de las facciones de las clases dominantes, en relación
al control del Estado y del gobierno, de las instituciones
públicas y representativas, del poder regional y local. Las
alianzas y las trenzas en este nivel, determinadas por
necesidades, funcionaron a satisfacción. Algunas familias y
nombres aristocráticos decayeron y fueron reemplazados por
los nuevos ricos, ligados a actividades menos nobles pero más
lucrativas, como la extracción del caucho, los cultivos de caña
de azúcar, algodón, vid, el comercio y la manufactura.
Las clases dominantes se preocupaban en "modernizar" el
Estado, comenzando con la burocracia y sobre todo las fuerzas
armadas, que venían de una derrota humillante en la guerra del
68
79, se hacían más profesionales y se encargaba su
reorganización y preparación a misiones extranjeras,
particularmente francesas y españolas. Después, fueron los
EE. UU los encargados, no sólo de su equipamiento y
reorganización, sino sobre todo de su control.
La iglesia católica seguía siendo no sólo el gran poder
espiritual, sino que también el político, su influencia en la
conciencia de la población, en lo fundamental se mantenía,
desde su llegada con la conquista; a pesar de que el
protestantismo, con su prédica renovadora, patrocinada por
Inglaterra primero y EE. UU después, hacía su aparición con
muchos bríos en el país.
A nivel de las ideas, el positivismo había penetrado con
mucha fuerza, particularmente en las universidades y había
ganado el interés y la mente de nuestros principales
intelectuales, es así como el método y las recomendaciones de
Augusto Comte y Herbert Spencer serán repetidos de buena
manera, con mucho entusiasmo y con algo de imaginación,
por nuestros positivistas nativos, como Javier Prado, Manuel
Vicente Villarán, Jorge Polar, Joaquín Capello, Carlos Wiese,
Mariano H. Cornejo. Método que contagió, hasta cierto punto,
a la "Generación del 900", es decir a los hermanos Francisco y
Ventura García Calderón, Oscar y Luis Miró-Quesada, y hasta
un determinado momento, a Víctor Andrés Belaúnde y José
de la Riva Agüero. A este grupo habría que agregar al poeta
José Gálvez y a "... ese auténtico disidente que fue, dice
Guitiérrez, José María Eguren". (Gutiérrez 1989: 43)
En esta su etapa filo-positivista y rebelde, es cuando de la
Riva-Agüero recorre gran parte del "Paisaje peruano" a lomo
de mula y sin ningún temor y con mucha amargura y
desengaño acusará a la aristocracia gobernante, de la cual
provenía, de ser la culpable de los terribles males que agobian
al país. Leamos: "!Pobre aristocracia colonial, pobre boba
nobleza limeña, incapaz de toda idea y de todo esfuerzo! (...)
69
!qué incomprensión de las seculares tradiciones peruanas, qué
estúpido y suicida desdén por todo lo coterráneo, qué sórdido
y fenicio egoísmo!". Por su parte Belaúnde refiriéndose a la
misma clase y en cabeza de su generación, por estos mismos
años, escribía: "No somos los Quijotes que se estrellan
noblemente contra los molinos de viento, sino los Sanchos
fracasados expuestos al mantenimiento y a la risa universal".
Y tiempo después reclamaba ¡Queremos patria!". (Roldán
1986: 138)
Por otro lado, el campesinado indígena tendía a disminuir,
las comunidades y las parcialidades sufrían el despojo a manos
de los grandes y medianos terratenientes y como consecuencia
se veían obligados a emigrar a las capitales de distrito, de
provincia, de departamento, y por último a Lima, la capital de
la república. Una cantidad respetable de estos sectores
emigrados, lentamente se transformaron en proletariado
industrial, semi-industrial o agrícola, particularmente, en las
haciendas agro-industriales o en los centros mineros.
En las ciudades medianas y grandes muchos artesanos se
arruinaron, como consecuencia de la penetración de la
máquina, la producción en escala y las importaciones, muchos
de ellos terminaron vendiendo directamente la fuerza de su
trabajo como proletarios modernos en las fábricas nacientes, y
sólo unos pocos lograron transformarse y devenir en pequeños
empresarios con relativo éxito en la competencia que la nueva
situación les imponía.
Los sectores medios o pequeño-burgueses nacientes se
multiplicaban a lo largo y ancho del país, del mismo modo sus
necesidades y demandas, sobre todo en el plano de la
educación y cultura, que hasta ese entonces era patrimonio,
casi exclusivo, de la aristocracia decadente y de la gran
burguesía naciente.
Así como la aristocracia y la gran burguesía generaron, o
intentaron generar un conjunto de intelectuales,
70
gramscianamente hablando "intelectuales tradicionales", para
a través de ellos expresar sistemática y sintéticamente sus
inquietudes, aspiraciones e intereses políticos e ideológicos,
los sectores populares, de igual manera en esta época,
generarán sus teóricos, portavoces o "intelectuales orgánicos".
Allí tenemos a toda la producción y creación artístico-
intelectual que toma al indio y el proletario naciente como su
centro y referente. Y de igual modo, la producción que tiene
en los sectores intermedios su fuente de inspiración.
La expresión política de estos sectores serán el anarquismo
y el indigenismo en sus diversas vertientes y variantes,
movimientos que frecuentemente han intentado, si no
fusionarse, sí alimentarse mutuamente; los más grandes
exponentes de esta tentativa son, sin lugar a dudas, Manuel
González Prada y Pedro Zulen.
Lo descrito es el contexto histórico, económico-social que
fue denominado por el historiador Jorge Basadre como la
República Aristocrática (1895-1919). República que tuvo su
centro en Lima, y contaba como réplicas menores las ciudades
de Arequipa y Trujillo.
Es la etapa del predominio del "gran partido del orden", el
partido civilista y con pequeños y ligeros intervalos de los
partidos menores, llámense el Liberal o el Demócrata.
En Lima nació y se desarrolló la "Generación del 900". La
mayoría de sus miembros descendían directamente de la
aristocracia limeña, pasan por el colegio La Recoleta, y
después de sus tempranos coqueteos con el positivismo en la
Universidad regresan a su antiguo espíritu de casta y a su no
desterrado espiritualismo e hispanismo.
La herencia teórica del doctor Alejandro Deustua renace
en terreno abonado, y así se convierten en el alma y la
conciencia de esta clase que vivía su última primavera
histórico-política. De allí que, años después, cuando la
aristocracia terrateniente es desplazada por la gran burguesía
71
del control del Estado y del gobierno, no tendrán ningún pudor
en adherir, propagandizar y hasta teorizar en las "nuevas"
ideas que avanzaban arrolladoramente en la Italia de los
"fascios", la España de la "falange" y la Alemania del
"nacional-socialismo". Es decir, el espiritualismo o neo-
tomismo en lo filosófico, el fascismo en lo político y el
corporativismo en lo organizativo. En los años 30, una
variante del fascismo, "El fascismo mesocrático arraigó en los
claustros de la Universidad Católica, en las filas de los
miembros de la Acción Católica y en los colegios regentado
por religiosos". (López Soria 1981: 22)
Esta universidad, desde su fundación (1917), y no sólo en
los años 30, sino que hasta bien entrado el siglo XX, ha sido
un centro académico donde se han almacigado y cultivado, las
más oscuras ideas de casta, de raza y, naturalmente,
antidemocráticas
Víctor Andrés Belaúnde en 1931 rechazaba, con parecidos
argumentos, tanto la democracia liberal como al socialismo.
Leamos para la ocasión este párrafo: "No hay que basar la
sociedad política ni en el individuo ni en la masa, extremos
que se tocan (Rousseau y Marx se entienden), sino en la
familia y el gremio. Sin el gremio no habría habido control
para el feudalismo. La utopía de Rousseau nos dio, bajo el
Estado liberal, el dominio de una casta industrial. Las
corporaciones viven en las trade-uniones y en muchos
sindicatos del siglo XIX que han sido la gran fuerza
controladora. La ilusión de Marx, nos dará en realidad, el
dominio de una casta de demagogos. Para prevenirla o para
liberarse de esta dominación no hay otro remedio que el
corporativismo". (Belaúnde 1964: 16)
José de la Riva-Agüero escribió en 1937 luego del triunfo
del fascismo en Italia: "Por fin la reacción ha triunfado en
todas las líneas, y ha producido sus naturales desinfectantes y
salubérrimos efectos. Ha triunfado en Italia definitivamente,
72
contra los tibios centristas desorientados y los frenéticos
demagogos subversivos; y ahora difunde, no sólo en Europa
sino en el Universo entero, los ecos jubilosos y las salvadoras
imitaciones de su incomparable y redentora victoria". (de la
Riva-Agüero 1975: 270)
El fin de la República Aristocrática en 1919 y la
instauración del llamado "Siglo de Leguía", significó el
desarrollo y profundización del capitalismo en el país.
Capitalismo que se coludía y entrelazaba con el capital
imperialista; por consiguiente, condicionado por sus propias
necesidades, determinó el desarrollo y crecimiento de las
ciudades en desmedro del campo.
A nivel de clases, la aristocracia terrateniente cedía al
empuje de la gran burguesía. La gran burguesía en el poder,
representada por el presidente Leguía y sus once años de
gobierno, se propuso, y en parte consiguió, "modernizar"
capitalistamente al país, comenzando con el plan vial a nivel
nacional, el plan urbanístico en las capitales de departamento
y principalmente de la capital de la república, pasando por la
industrialización sectorizada, la formación de organismos
deportivos y de recreación, y terminando con la Constitución,
de predominante orientación demo-liberal burguesa del año
1920, donde tuvieron destacada actuación en su polémica
jurídico-política dos conocidos personajes: Javier Prado y
Evaristo Gómez Sánchez.
En el plano de las ideas, el positivismo de la generación
anterior, encontraba mejores condiciones para desarrollarse, la
instrucción pública se amplió a otros sectores sociales, la
Universidad se democratizó, la reforma del año 1919 fue la
mejor expresión de lo dicho, la iglesia católica se
metamorfoseó una vez más y abandonó, en alguna forma, a
sus antiguos socios y adhirió al nuevo "Pachacútec", como
solía hacerse llamar Leguía. Los sucesos del 23 de Mayo del
año 1923 son una muestra de lo aquí afirmado.
73
Las también denominadas clases subalternas ganan
terreno y espacio en la sociedad, los obreros conquistaban las
8 horas de trabajo, los indios a fuerza de luchas, sangre y
organización se hacían sentir hasta en la misma capital de la
república, de allí que el presidente se hacía llamar "protector
de la raza indígena" y pronunciaba algunos de sus discursos en
quechua, idioma del cual tenía pocas luces, naturalmente.
A nivel internacional se vivía, por un lado, los efectos de
la Primera Guerra Mundial y el triunfo de la primera
revolución socialista en el mundo, en Rusia 1917, hechos que
no sólo en el Perú sino en el mundo entero, remecerán las
estructuras económicos-sociales, y naturalmente las
conciencias de la población.
Y, por otro lado, el país se había integrado decididamente
a los vaivenes de la política económica internacional y así se
acentuaba su condición de semi-colonia. El control
económico, político-social y militar de EE. UU, lógicamente,
se hizo hegemónico, ésta es la razón que lleva al historiador
Pablo Macera a afirmar lo siguiente: "El Perú podría ser
considerado alrededor de 1920 a 1930 una provincia del
imperio capitalista norteamericano". (Macera 1977: 228)
En otras palabras, en esta etapa, la sociedad peruana se
había flexibilizado y creció, tanto horizontal como
verticalmente, y a la vez, puso las bases, tanto materiales
como espirituales, para que la "Generación del 20" se
desarrolle, florezca y dé los frutos que dio, frutos que sin lugar
a dudas alimentaron a las generaciones siguientes, y en el caso
de uno de ellos, Mariátegui, se discute la vigencia de su
pensamiento hasta hoy.
La "Generación del 20", por vivir otro momento histórico,
por la extracción de clase de la mayoría de sus miembros, por
la presencia provinciana y de las mujeres, y por el libre
albedrío de algunos de ellos, se diferenciará notablemente de
la generación que la precedió. Esta generación no se
74
circunscribió a Lima, muchos de sus miembros comenzaron su
formación en provincias (Chiclayo, Trujillo, Cuzco, Puno),
tampoco se orientó en una sola dirección, su interés por
comprender el país fue múltiple y variado, su formación
cosmopolita, y algunos de ellos fueron autodidactas.
Es de importancia constatar que este cosmopolitismo hace
que el 90% de los miembros de esta generación, si no vivieron
hasta su muerte en Europa, caso de Vallejo, por lo menos
visitaron largas temporadas el viejo continente. Europa, en
cualquiera de sus veinte variantes, ha jugado y juega un rol
cautivante en el imaginario del intelectual peruano y sin temor
a equivocarnos también en el latinoamericano, como veremos
posteriormente.
Sólo como ilustración mencionamos algunos nombres
conformantes de esta generación: Julio César Tello además de
médico es arqueólogo, Luis E. Valcárcel es un historiador y
etnólogo, Jorge Basadre historiador, Luis Alberto Sánchez
literato y político, Haya de la Torre ensayista y político, José
Carlos Mariátegui ensayista y político y César Vallejo poeta y
ensayista.
Como se puede observar, por la variedad de disciplinas
cultivadas, esta generación abarcó casi todas las ramas de las
ciencias humanas, desde los estudios del origen del hombre
peruano, pasando por su historia y economía, sus expresiones
culturales y artísticas, hasta el interés por el futuro que depara
a esta sociedad, como un segmento más de la humanidad
entera. Además, es de importancia hacer resaltar la irrupción
de la mujer en campos que hasta entonces estuvieron
reservados exclusivamente para los hombres.
Aunque parezca contradictorio, esta generación se forjó
bajo la sombra de una dictadura con máscara de civil, no
respiró los aires de libertad y democracia que comúnmente se
reclaman para el florecimiento de estas actividades humanas,
acción similar que se repetirá con la generación del 50 que se
75
forja, como veremos posteriormente, envuelta también por el
manto de una dictadura.
En el plano estrictamente de las ideas y la investigación,
en esta generación encontramos, en lo fundamental, el
predominio del método positivista y del materialismo
dialéctico e histórico, el neo-tomismo fue desplazado pero,
como veremos más tarde, no había muerto. En el plano
estrictamente político estará marcado por la aparición del
socialismo y el aprismo, corrientes políticas que de alguna
manera se han disputado el control e influencia de las mentes
más lúcidas y de las masas populares, hasta bien entrado el
siglo en este país. Estas corrientes están ligadas a dos nombres
de esta generación: José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya
de la Torre respectivamente.
Por último, en esa revolución en la cultura que duró 10
años más o menos, se dio la gran ruptura, nunca más las clases
dominantes hegemonizarán la vida intelectual y política en el
país. La crítica al sistema y a las clases dominantes, es verdad
que no tuvo la acidez que destilaba la pluma del maestro
González Prada, pero en cambio precisó serena y
coherentemente las causas de los males y más aún, las
alternativas viables. En otras palabras, de parte de los sectores
populares y proletarios, democráticos y progresistas, la crítica
en contra del orden establecido fue materializada desde varios
ángulos y con fuego cruzado. Ataque del cual, sólo 50 años
después, intentarán recuperarse y contraatacar, precisamente a
través de la pluma, el prestigio y la acción de Mario Vargas
Llosa.
Algunos miembros de esta generación, como es natural
nunca rompieron con el sistema y otros se reconciliaron, si en
algún momento se habían enemistado, ya entrados en años les
encontramos trabajando y apuntalando el orden, como
Valcárcel, Basadre y Porras que llegaron a ser ministros de
gobierno, Haya de la Torre presidente de la Asamblea
76
Constituyente o Luis Alberto Sánchez Vicepresidente de la
república. Esta acción, en algunos de ellos, no desmerece,
naturalmente, la obra de investigación realizada.
En contraposición a los primeros, otros miembros de esta
generación se mantuvieron hasta el final de su vida en sus
posiciones y murieron en su ley, destacando entre ellos, José
Carlos Mariátegui y César Vallejo. Los dos personajes que
simbolizan con sus vidas y sus obras la ruptura y la
consecuencia, de allí que se hayan convertido, al pasar de los
años, en las dos figuras simbólicas del pueblo peruano; e
incluso, algo sintomático, las mismas clases dominantes han
intentado, no en pocas oportunidades, adueñarse de sus
nombres y convertirlos en figuras "nacionales", pero a
condición, como no podía ser de otra manera, de ocultar el
mensaje de su pensamiento.
Mariátegui es la personalidad emblemática de la
generación y su resplandor cubre todo el siglo; en Perú y
Latinoamérica la bibliografía es frondosa y creemos, a
despecho de lo que algunos afirman que las ideas del Amauta
han pasado de moda, se seguirá escribiendo, en la medida que
la realidad latinoamericana y principalmente peruana por él
analizadas, y sobre todo criticadas en lo esencial, han
cambiado poco.
El Amauta sin lugar a duda imprime su sello a esta
generación y a las demás generaciones, que no sólo recurrirán
al "arma de la crítica", sino que, en un momento dado,
emprenden "la crítica de las armas". Concretamente nos
referimos a algunos miembros de la generación del 50 que
dieron todo o casi todo en respaldo de sus ideas y
convicciones, en especial los que comienzan con Luis de la
Puente y Guillermo Lobatón y terminan con Abimael Guzmán
y Antonio Díaz Martínez. Todos confesos seguidores de
Mariátegui.
77
A partir del año 1929, una onda de regímenes militares
recorrió muchos países de América del Sur; las causas que
atribuyen los analistas es el desgaste de las democracias, o
para ser objetivos, las seudo-democracias, a consecuencia de
la crisis financiera internacional, el llamado "Crac del 29".
El Perú, con profundos problemas internos de toda
naturaleza, no podía quedar al margen, es así que el año 1930
es derrotado el presidente Leguía, como consecuencia de un
golpe de Estado encabezado por el ejército y el comandante
Luis M. Sánchez Cerro en Arequipa. Con esta acción, la vieja
aristocracia recupera terreno político y social, no totalmente es
verdad, porque las condiciones del país habían cambiado, de
allí que esta clase se ve en la necesidad de hacer pactos y
alianzas de toda naturaleza, en especial con la gran burguesía
y otras clases emergentes.
El control y la represión es asfixiante, particularmente
entre los años 1930 al 1939. Como consecuencia, la obra de la
generación del 20 será momentáneamente paralizada y la
sociedad vivió, en alguna forma, 15 años de anemia
intelectual, anemia que preparó las condiciones tanto
económicas, sociales, políticas e ideológico-culturales para la
irrupción, con mucha fuerza, de la denominada "Generación
del 50".
84
Vargas Llosa conoce esta producción y tiene una buena
relación amical con Arguedas y piensa que LOS RÍOS
PROFUNDOS es su mejor novela, porque: "El libro seduce
por la elegancia de su estilo, su delicada sensibilidad y la
gama de emociones con que recrea el mundo de los Andes".
(Vargas Llosa 1996: 176) Justamente estas ideas fueron
escritas en el trabajo titulado: LA UTOPÍA ARCAICA, JOSÉ
MARIA ARGUEDAS Y LAS FICCIONES DEL
INDIGENISMO, en el cual el autor hace una especie de
balance y liquidación de esa corriente ideológica, política y
literaria en Perú. (1)
Este tipo de novela llamada nativista, naturalista, o de la
tierra (en Perú, sobre todo "indigenista") se dio en toda
Latinoamérica y serán precisamente los de la generación del
50 en Perú y a nivel Latinoamericano los del denominado
BOOM, quienes la transformarán totalmente con nuevas
concepciones, técnicas y estilos, y así lograrán integrarla al
concierto de la novela y literatura universal. En estos dos
niveles, peruano y latinoamericano, Vargas Llosa es una
figura de primer orden.
Entre 1962 y 1964 aparecen tres libros que simbolizan las
más altas inquietudes de la "Generación del 50", por lo menos
en una primera etapa. El historiador Juan José Vega con LA
GUERRA DE LOS HUIRACOCHAS inauguraba los estudios
serios y documentados en torno a la historiografía de los
movimientos populares andinos, y así el hombre andino
entraba en la historia peruana, como ha sido un común
denominador en su vida, luchando. LA CIUDAD Y LOS
PERROS de Mario Vargas Llosa subraya la cuestión social,
llegaba a la conclusión implícita, de que no fue el Jaguar quien
asesinó al Esclavo, sino que fue el sistema, el mismo que
engendró, amamantó y moldeó, a este tipo de sujetos que son
efecto y a la vez causa de este torbellino de males socio-
estructurales. Por lo tanto, el sistema estaba en cuestión.
85
Por último, ese sintético y a la vez brillante ensayo de
Sebastián Salazar Bondy titulado LIMA LA HORRIBLE,
donde nos muestra la otra cara de la sociedad peruana,
especialmente limeña, ese rostro que las clases dominantes y
los huachafos de siempre intentan groseramente ocultar o
torpemente ignorar, vendiendo la idea de la "...dulce Lima,
ciudad de los perfumes...". Salazar Bondy, para sintetizar esa
vida y conducta, y toda la producción intelectual en torno a
ella, lo enmarca dentro del concepto de "la arcadia colonial".
El, repitiendo y citando a Mariátegui, su voto es en contra del
pasado que pervive en el presente y su apuesta es
rotundamente por el futuro.
En esta generación está expresado el Perú de "todas las
sangres" y de todas las regiones y provincias, de todas las
clases, nacionalidades y culturas. Todas las inquietudes,
encantos y desencantos son llevados a su máxima expresión;
con esta generación la acción humana llegó a sus límites y
podemos ver hasta donde puede dar el hombre. El juego de la
vida o la comedia humana, encuentra un papel en blanco para
escribirse, dibujarse o graficarse, de allí que encontremos
personajes conformantes de esta generación, que despiertan y
simbolizan encontrados sentimientos, todo lo posible e
imaginable es fácilmente ubicable.
Por esas cosas del centralismo histórico, que tiende
siempre a concentrarse en la capital, ya sea de provincia, del
departamento o de la república, Lima, a pesar de que el Perú
había crecido, sigue siendo el centro principal de la cultura y
del saber. Para los intelectuales o artistas provincianos, llegar
y "conquistar" intelectual y artísticamente Lima era la gran
ambición, ya que a futuro, esta "conquista" se podría convertir
en el mejor puente para poner los pies en el continente de las
fantasías y los mitos, ya sea España para la literatura, Francia
para la historia, la sociología o la plástica, Alemania para la
filosofía o Inglaterra para los estudios económicos.
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Vargas Llosa recuerda en 1985 lo que significó para él, la
lejana y acariciada idea de viajar a Europa: "Cuando supe que
había ganado la beca para hacer el doctorado en Madrid,
rememora, sentí una indescriptible felicidad. Desde que, niño,
leí a Julio Verne, a Alejandro Dumas, a Dickens, a Víctor
Hugo, llegar a Europa, vivir en Europa, era un sueño
morosamente acariciado, que, más tarde, de estudiante
universitario, se volvió una necesidad casi física. El viaje
europeo me parecía, como a muchos jóvenes de entonces en
América Latina, un requisito indispensable para tener una
formación intelectual digna. Europa ejercía un magisterio
cultural sobre nosotros, que, creo, ha perdido algo de fuerza en
las nuevas generaciones de latinoamericanos". (Vargas Llosa
1990: 9)
El recorrido de Mario Vargas Llosa es representativo,
porque los cambios regionales, culturales y los giros
idiomáticos marcarán la vida y la personalidad del famoso
novelista, como se podrá ver en el capítulo siguiente. De
Arequipa es trasladado a Cochabamba (Bolivia), luego a
Piura, después Lima, nuevamente Piura, para después de un
año volver a Lima, y finalmente ver realizadas las ilusiones de
llegar al viejo pero a la vez nuevo mundo, primero París, luego
Madrid, nuevamente París, Barcelona y Londres. Lo demás es
historia conocida.
En su última estancia limeña, Vargas Llosa como ya
hemos visto, escribe teatro, cuentos y artículos periodísticos,
estudia en la Universidad, visita bares, prostíbulos; hace vida
política militante, trabaja "en siete empleos" y se casa; todo
esto en un lapso de seis años. Vivió la vida con mucha prisa y
el tiempo le faltaba para seguirla viviendo, podríamos afirmar.
En estos años, entre 1952 hasta 1958, se vincula con
muchos intelectuales de renombre, principalmente con algunos
de la "Generación del 20", como el historiador Porras
Barrenechea, el literato Luis Alberto Sánchez o el lingüista,
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algo más joven que los anteriores, Luis Jaime Cisneros, entre
otros.
Además forma un pequeño grupo de lectura y discusión,
principalmente literario, con tres miembros de su generación,
Luis Loayza, Abelardo Oquendo y José Miguel Oviedo, grupo
que publicó las revistas CUADERNOS DE COMPOSICIÓN y
LITERATURA respectivamente. Por último en este nivel, no
sólo tendrá amistad sino que será también influenciado por dos
hombres, algo mayores que él; pero a la vez miembros de su
generación, que le servirán como engarce con toda la
producción literaria anterior, pensamos en Sebastián Salazar
Bondy y el cuentista Julio Ramón Ribeyro, personajes éstos,
por variadas razones, muy cercanos al BOOM. Ellos
cumplieron el papel que a nivel latinoamericano cumplió, para
con Vargas Llosa, Jorge Luis Borges.
En estos años es cuando Vargas Llosa comienza a leer a
los clásicos de la literatura, especialmente de la moderna, con
mucho rigor, en ese tiempo es un sartriano consumado, de allí
que su primera novela, LA CIUDAD Y LOS PERROS, se
abre con una cita del filósofo francés. En otros niveles su
relación con los futuros historiadores, también de su
generación, Pablo Macera y Carlos Araníbar serán, por
razones de trabajo, bastante estrechas.
De igual modo ocurre aunque en otra dirección, que
analizamos luego en este trabajo, con los miembros del grupo
Cahuíde y de la misma generación, como Héctor Béjar, Juan
José Vega, Virgilio Roel, Alfredo Torero, Félix Arias
Schreiber, Lea Barba, etc.
Como última idea diremos: el personaje de nuestra
investigación nace, crece, se forma intelectual y
artísticamente, y a la vez comparte todas las inquietudes,
emociones, angustias, encantos y desencantos de este grupo de
hombres y mujeres que dieron todo algunos, otros prometieron
y no dieron nada, los demás se quedaron a mitad de camino;
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muchos traicionaron y renegaron de sus ideas y convicciones
que en estos tiempos, apasionadamente, defendían.
A este grupo, que en el plano político está marcado por
los ocho años de la dictadura encabezado por el general Odría,
cuyo régimen motivó a Vargas Llosa a escribir una de sus
mejores novelas, CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL, se
le conoce con el nombre de la "Generación del 50 en el Perú".
Generación de la cual Vargas Llosa es el más famoso y en el
género de la novela su más alto exponente.
Para conocer las posibilidades y los límites de los
individuos importantes, en cualquier nivel de la vida, tenemos
que conocer la época que les tocó vivir, las condiciones
históricas, sociales, culturales y familiares en la cuales se
formaron; este aspecto en la vida de Vargas Llosa, lo
desarrollamos en el capítulo siguiente.
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