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Sobre la disolución en la teoría política de John Locke

Dr. Arturo Damm Arnal


José Silvestre Montellano

He de comenzar este trabajo con una breve reconstrucción sobre el contractualismo en el pensamiento

político de John Locke para posteriormente hacer comentarios y observaciones a elementos clave que

determinen la posibilidad de la disolución dentro del sistema de Locke, esto en consonancia con la

importancia del gobierno liberal propuesto por el pensador inglés.

Los cimientos

El contractualismo de Locke apunta a una justificación, una legitimación del poder político. Se

establece el concepto de un contrato originario por medio del cual los seres humanos, libres, racionales

e iguales, pasamos de un Estado Natural a un Estado Político, es este un paso hacia la organización

enfocada a un bien común, pues en el llamado Estado de Naturaleza no hay garantía alguna de la

permanencia de la propiedad de los individuos, así pues, el Estado en su primer momento se forma

como garante de los bienes y la integridad de los individuos. El Estado de Naturaleza tampoco es un

estado seguro para el ser humano, pues no existe una autoridad objetiva que evalúe los asuntos huma-

nos que atienten, principalmente, sobre la propiedad de los hombres; por ello resulta conveniente salir

del Estado de Naturaleza cediendo los derechos y la libertad natural de cada uno. Sólo mediante este

paso a un Estado Político se puede llegar a garantizar la igualdad y libertad de los ciudadanos, sin

embargo, Locke, para no caer en un absolutismo, opta por proponer una división de poderes que

emana de la razón y libertad del hombre.


Sobre los cimientos

Es pertinente comentar aquí que uno de los elementos que caracterizan el liberalismo lockeano

del de Hobbes es que éste último apuntó a un liberalismo de tipo absolutista y lo fundamento en la

indigencia de los individuos, indigencia caracterizada por una constante hostilidad entre los particula-

res y por la ausencia de derechos naturales privados y que sólo tras el contrato han de ser garantizados

efectivamente. Así pues, Hobbes optó por defender una teoría en la que sólo el sacrificio de la libertad

por parte del individuo le garantiza el uso de su libertad, mientras que Locke busca legitimar la funda-

ción de un Estado utilizando la libertad como razón, es decir que el Estado emana del común acuerdo

de individuos iguales, racionales y libres.

Por un lado, está una teoría que legitima el surgimiento del Estado por medio de razones

anteriores intersubjetivas como la potencial violencia, de ahí que sea necesaria el sometimiento a un

gobernante que garantice el orden y la libertad ciudadana. Por otro lado, está Locke que legitima el

surgimiento del Estado en un común acuerdo colectivo, pues se considera pertinente un organismo

que legitime y asegure la propiedad de sus integrantes, es decir el Estado. Locke utiliza la soberanía de

sí mismo para evitar caer en el absolutismo, no es necesario pues un soberano que legitime el gobierno

de sí por medio de leyes, sino es el colectivo racional y libre el que utilizando esas facultades opta por

cierto tipo de organización que incluyen cierto contrapeso al monarca y que ello mismo emana de la

soberanía individual y racional.

Sobre la propiedad

Como tal no se podría decir que la legitimidad del poder político no reside en la propiedad, es

decir que el sistema político liberal que propone Locke no está basado en un materialismo expresado

en la importancia de la propiedad privada, sino lo contrario: el liberalismo lockeano coloca como

piedra angular al común acuerdo resultado de la racionalidad y libertad humana que votan por la
organización política como la forma idónea de vida política. Así pues, puede entenderse al liberalismo

como una teoría racional de corte humanista, pues considera un mínimo estrato homogéneo de racio-

nalidad humana, ello sin demeritar cuestiones como el trabajo o las virtudes; estas últimas no deben

entenderse como diferentes en el estado político, sino como la misma cosa.

Sobre la cuestión de la propiedad como objeto del individuo hay que decir que ontológica-

mente esta no cambia en su paso del estado de naturaleza a estado político, pues en sí el objeto material

no cambia, lo que cambia es el uso y el trabajo que ejerce el individuo sobre él. Lo mismo sucede con

la libertad, pareciera que es una propiedad del sujeto que puede usar, sin embargo, al ser una cualidad

natural es la esencia misma del sujeto y de ella depende el actuar y obrar del individuo, inclusive el uso

de la racionalidad humana es elección de la libertad, es por ello que la raíz última de la teoría del

liberalismo lockeana es la libertad humana; el elegir antecede a toda cualidad del hombre.

La disolución y el respeto al contrato

Uno de los factores más importantes para hablar de la rebelión son los padecimientos y con-

diciones bajo las cuales esta surge o se termina pensando en ella como una solución. El contexto

histórico de Locke tenía por característica la discriminación de las minorías religiosas y del surgimiento

de una religión dominante en la Europa contemporánea a su trabajo; muestra de ello es la redacción

de la “Carta sobre la tolerancia”, donde uno de los principales puntos es la tolerancia de la religión cató-

lica, pues ellos obedecen de manera primaria a una monarquía absoluta determinada de forma teocrá-

tica, a saber, el Papa. Estos elementos aunados a la temprana producción de las clases pobres en el

siglo XVII llevaron a la propuesta de Locke a contener ciertas observaciones sobre los “grupos” den-

tro del Estado, sin embargo, éstos no son los únicos elementos peligrosos a aceptar en un Estado, el

fin de este último puede tener diversas razones o motivos. La organización política es fruto de la

racionalidad y libertad humana, es también producto del común acuerdo que se logra de manera
colectiva, el Estado se ha elegido formar bajo la consigna de que todos los que participan de él acaten

y sigan las reglas que implica el vivir en sociedad, no a cambio, sino ejerciendo la racionalidad y libertad

que indican en cada uno que esa es la mejor opción. La disolución del gobierno civil ha de ser dife-

renciada de la disolución de la sociedad, pues esta última existe previa al gobierno civil y llega a su fin

por motivos exteriores o por el paso mismo al gobierno, contrario a ello la disolución del gobierno

civil se da desde dentro de él mismo, es decir, de manera libre por sus integrantes.

Locke privilegia el acto de crear leyes para lograr una buena regulación y por tanto un “buen”

contrato, acatar las leyes en el gobierno civil entonces implica una impronta a priori, las leyes por tanto

son el corazón del gobierno y de este contractualismo liberal: “Se trata del alma que proporciona la forma,

la vida y la unidad a la república. […] De ahí que cuando se produce la quiebra del legislativo, se sigue de ello la

disolución y la muerte”. Es evidente que atentar contra las leyes es más reprobable que un atentado directo

al legislativo, atentar contra el alma del Estado es atentar contra la libertad y racionalidad.

El enlace de los ciudadanos con las leyes es muy fuerte para Locke, tanto que la ausencia de

dicho enlace significa la pérdida de un gobierno sólido. Los ciudadanos tienen todo el derecho de

revocar el poder del legislativo en el momento que se atenta contra dicho enlace. Sin embargo, ello no

significa que en la ausencia del legislativo lleve a un retroceso hacia el hostil estado de naturaleza:

«[…] en el momento en que se disuelve el gobierno el pueblo está en libertad de cuidarse

de sí mismo, para constituir un nuevo legislativo. […] Pues la sociedad no puede en nin-

gún caso y por culpa de otro, perder su derecho innato y originario a su propia conserva-

ción, la cual es únicamente posible si cuenta con un legislativo constituido y una ejecución

justa e imparcial de las leyes». (Locke, 2006)

La autonomía por tanto es clave para poder encontrar los fallos en el legislativo y así poder

evitar también la disolución del estado, no obstante, no es el único caso, puede darse también la
asimilación del legislativo con el ejecutivo, aquí puede considerarse un atentado no de primer orden

sino de segundo orden, pues el poder ejecutivo atenta contra el legislativo y no se produce dentro de

la propia esfera primaria del legislativo. Si el ejecutivo en pleno uso de su libertad atienta contra las

leyes (contrato) da motivos a la organización esencial que instauró las leyes (pueblo) para derrocar al

Estado. El fin del gobierno civil no se da, por tanto, sólo por una causa, pero sí por una sola falta, es

decir, la falta contra las leyes, en ultima instancia, contra la libertad misma: «[…] la rebelión es una oposición

dirigida no contra las personas, sino contra la autoridad, cuyo único fundamento descansa en las constituciones y en las

leyes del gobierno». El ejecutivo que atenta, a manera de tiranía, contra las leyes y las pone a su servicio e

intereses no es pues un tirano en primera instancia sino un rebelde que pone en peligro a sus conciu-

dadanos: «[…] quienes usan la fuerza contra la ley, actúan como verdaderos rebeldes, puesto que vuelven a traer el

estado de guerra». También es posible que la rebeldía se dé cuando se desconozca la legislación terrenal,

en cuyo caso Locke toma como opción el acato a la ley divina y natural anterior a la ley humana.

El pueblo tiene un derecho natural a resistir los decretos del ejecutivo corrupto o viciado, pues

ha atentado contra las leyes, de igual manera Locke menciona que está justificado el uso de la violencia

siempre y cuando sea a favor de defender la integridad de las leyes. Eso demuestra un tópico impor-

tante en el estado de naturaleza, es decir que la violencia que pueda ejercerse en los conflictos humanos

sólo se justifica cuando un producto de la libertad y racionalidad humana se ponga en peligro, a saber,

las leyes; de otra manera no se justifica su uso. Previo al producto humano (las leyes) no cabe ni tiene

sentido el uso de violencia, previo entonces al orden la violencia no tiene sentido. Es la disolución del

orden establecido libre y racionalmente por el hombre lo que potencializa el uso de la violencia, sin

embargo, no es el primer recurso a utilizar.


Conclusiones

La elaboración de leyes bajo las cuales ha de regirse un Estado es una tarea que ha de llevarse

a cabo de manera intersubjetiva, es esta la única manera por la cual pueden éstas llegar a ser objetivas

y aplicables para la mayor cantidad de individuos posible. El quid de toda organización política ha de

ser los criterios para la elaboración de las leyes, pues en el fluir de la historia se han visto los nacimien-

tos de grandes organizaciones políticas, su renovación o caída y sus nuevos surgimientos, la transfor-

mación como en el caso de Roma llevan a pensar sobre el funcionamiento de la libertad humana sobre

la instauración de las leyes, pues los momentos importantes son aquellos en los que se han de elegir

intersubjetivamente las leyes a seguir para mantener la paz y el orden, es decir, al comienzo o en casos

de la llamada “rebeldía”. Parece, relativamente más difícil, el momento en el que ha de refinarse el

aparato legislativo ante un atentado contra las leyes, como en el momento posterior a la disolución del

estado. La autonomía, y en ultima instancia, la libertad humana han de ser siempre el primer sostén de

cualquier sistema de organización, pues en ella recae la capacidad de reconstruir, refinar y optimizar el

aparato legislativo que ordena la vida en común acuerdo.

Bibliografía

Cortés, F. (2010). El contrato social liberal. Co-herencia, 99-132.


Locke, J. (1999). Ensayo y Carta sobre la tolerancia. Madrid : Alianza.
Locke, J. (2006). Segundo tratado sobre el gobierno civil. Madrid: Tecnos.
Pereyra, G. (2018). Locke y la teoría de la rebelión popular. Estudios Políticos, 185-201.

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