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Panorama Educativo

El ejercicio ciudadano
Por: Luciano Firpo
La ciudadanía como categoría humana y política es una herencia griega parte de los cimientos
de la organización del mundo occidental. En la antigüedad las sociedades del lejano y cercano
Oriente sostenían relaciones de subordinación y prosternación. Esos reyes, pateis, faraones y
grandes señores absorbentes la tradición contempla ante ellos la sumisión, el temor, miedo
recogimiento, sopena del anatema o castigo. La actitud sacrílega no se concibe. En Grecia y
Roma no obstante ser sociedades esclavistas aparece la categoría de ciudadanos como
individuos investidos de derechos y deberes. En el lugar ancestral del origen del término
ciudadano se le vincula a quien vive en la polis o ciudad. A su vez el ejercicio ciudadano se
vincula a la democracia, al gobierno del pueblo, al cumplimiento de unos deberes y al ejercicio
de unos derechos. Los griegos proyectan el ágora, espacio público o abierto para el encuentro,
el ejercicio de la libertad. Los ciudadanos griegos tienen un compromiso cívico con su polis,
parte de sus ingresos son para su embellecimiento; por su parte el foro romano es el espacio
público de los latinos, es la civita el entorno de los ciudadanos. El legado Romano a la
democracia es monumental: idea de cosa pública, bien común, pan y circo, el senado, el
cabildo, el plebiscito son categorías que ha legado Roma a la posteridad. La democracia ha
superado sus orígenes la ciudadanía más allá de derechos. Ejercer la ciudadanía implica
compromisos diversos, lo ético, justicia, tolerancia, crítica, rendición de cuentas, integridad.
Para Giddens hay que democratizar la democracia ir más allá de un simple ejercicio del
sufragio, debe dar respuesta a las necesidades del ser humano. Según Adela Cortina ser
ciudadano comprende un ejercicio ético, un compromiso con la sociedad y el bienestar de los
individuos. Edgar Morín apuesta a la ciudadanía planetaria al ser humano que practica unos
valores que superan fronteras, etnias, religiones y otras valoraciones culturales que suelen
segregar a grupos humanos. Promover la justicia, la tolerancia, actitud crítica y abierta es
función de la ciudadanía desconstruir discursos demagógicos, falacias, y sofismas articulados
desde el ejercicio del poder, es parte del ejercicio ciudadano. Es difícil ser ciudadano y ser
indiferente frente a las injusticias. El ejercicio de la malversación, corrupción, impunidad y
otras prácticas pecaminosas perpetradas por quienes ejercen funciones públicas. La sociedad
dominicana evoluciona poco en cuanto a cultura política, los gobernantes actuales se resisten
a innovar frente a las viejas prácticas, no observan los esfuerzos ciudadanos por mejorar la
calidad de la democracia, del ejercicio ético en la función pública, la necesidad de rendir
cuenta. En la última década la sociedad dominicana ha sido sacudida por diferentes
movimientos sociales que procuran renovar, cambiar actitudes de los grupos de poder, facilitar
la gobernanza y la gobernabilidad. El mov. del 4% para la educación, la marcha verde, el
movimiento ecologista por Loma Miranda y los Haitises, así como la insurrección pacífica
juvenil de febrero y marzo ante el fracaso de las elecciones municipales, tras el boicot que aún
no ha sido aclarado. El parlamento está dominado por personas de dudosa reputación:
galleros, riferos, bancas ilegales, lumpen y bajo mundo. Desde el Palacio nacional no se siente
el menor pudor por el ejercicio transparente y límpido de la política y el ejercicio ciudadano.
Desarticular la justicia, politizarla y arrodillarla es una manera de negarla. El ministerio público
debe ser independiente. Todo este marasmo es anomia, arritmia social es fortalecida por las
falencias y debilidades de la democracia en República Dominicana. El personalismo caudillista,
autoritarismo y el paternalismo mesiánico lo corrompen todo. Tanto los liberales como los
conservadores han resquebrajado la práctica de la política, en última instancia lo que menos se
observa es una vocación por el ejercicio democrático. Para el gran ensayista e historiador
latinoamericano Eduardo Galeano las democracias en América Latina y el Caribe son
demarcadoras. Un mesías de derecha o izquierda que prostituye el ejercicio de la política, resta
los valores fundamentales de la democracia: libertad, justicia, tolerancia, transparencia, apego
al ejercicio ético en el manejo de lo público. En fin, el principio weberiano de la racionalidad en
la política y sus instituciones. En la actualidad en República Dominicana Se observa como la
irracionalidad recurre a la manipulación de la pandemia para favorecer a los candidatos
oficialistas y perjudicar a los opositores. La economía se abrió de forma cimarrona, la mitad de
los dominicanos vive de la informalidad y el encierro es casi un acta de defunción, y se abrió de
forma oficial porque era insostenible la parálisis del aparato productivo. Se manipulan las
cifras, se crea alarma sin importar las consecuencias. El turismo dominicano depende del
exterior y mientras escuche que el covid-19 sigue su agitado cursó aquí según cifras oficiales
no contrataron paquetes para volver al Caribe. Aquí es ineludible el ejercicio de una ciudadanía
crítica y responsable que demandé informaciones y prácticas coherentes con la realidad. Se ha
instrumentalizado en grado extremo las carencias socioeconómicas de la población marginal
de República Dominicana. Las brigadas del oficialismo aprovechan el confinamiento nocturno
para dilapidar, regalar alimentos y otros insumos a la población. Están en las calles con la
misma política asistencialista, clientelar y corrupta que en nada tiene que ver con los valores
de la democracia y el ejercicio ciudadano. Es urgente variar la forma de hacer política y de
construir una práctica ciudadana que impugne los modelos de manipulación mediática y el
asistencialismo estatal parasitario. Según Santo Tomás de Aquino "Si la ley no responde a la
razón y el bien común puede ser revocada o impugnada"
El autor es Dr. en Educación.

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