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Máscaras Mexicanas

Sin importar la edad del mexicano, éste tiende a encerrarse. Es preservado y no agrada del
contacto visual con quienes le rodean, cuidadoso de su intimidad y alejado del mundo y de
los demás, aplaude la idea de ser un macho y lo define como alguien que no se “raja”, esto
aunado a la consideración de la mujer como el sexo débil e inferior.

Al hombre mexicano lo envuelve un miedo al exterior, el cual es causante de su


impenetrable “machismo” basado en la idea de que abrir su ser es sinónimo de una dudosa
hombría. La apertura, la confidencia y la vulnerabilidad son mal vistas por el mexicano, ya
que a sus ojos no caracterizan a un macho. Por muchos años se ha enseñado al hombre a
luchar, a estar a la defensiva ante los impactos del mundo exterior y esta idea es inculcada
desde la infancia.

A lo largo de la historia de nuestra política se han promovido filosofías y valores que no


solían caracterizar al mexicano, sino que son traídas de culturas ajenas.

Otra idea heredada de indios y españoles es la consideración de la mujer como un


instrumento, tanto de los deseos del hombre como de otros fines sociales, legales o morales.
Se le ve como un depósito u otras cosas para las cuales no se les ha pedido su
consentimiento. Se le admira su recato y su feminidad, pero se le ve como pasiva en un
mundo “hecho a la imagen de los hombres”, utilizada para satisfacer el querer masculino.
La mujer vive sometida a un estereotipo similar al del “macho”, bajo el cual debe ser
decente y sufrida. Culturas extranjeras, como la española, ven a la mujer como lujuriosa y
malévola, pecadora de nacimiento; mientras que los mexicanos ven a la mujer como un ser
doméstico y pasivo, sin malos instintos ni deseos propios. Sin embargo, es parte de la
imagen genérica del hombre el no permitir que se le falte el respeto a las señoras, lo cual
demuestra una indudable contradicción, ya que este “respeto” es más bien el limitar su
autenticidad e impedir que expresen lo que sienten realmente. Aquí radica el que muchas
mujeres prefieran ser tratadas con menos respetos y busquen el ser de manera intencional
“malas mujeres”, lo cual es más bien un sinónimo de una mujer activa, invulnerable, dura e
independiente, una mujer que va y viene, que no busca ser una madre abnegada ni la novia
perfecta.

De igual forma cabe mencionar que el mexicano tolera la homosexualidad, siempre y


cuando no se sea el agente pasivo, ya que esto implica “abrirse” lo cual no es de machos.
Esto lo demuestra en el día al día a través del albur; al ser una persona víctima de “albures”,
los cuales son sexualmente agresivos, es prácticamente “violada” por su adversario, lo cual
reduce su hombría. Otra conducta machista del mexicano suele ser el miedo a enamorarse
profundamente. Cuando alguien se enamora, se “abre” y esto es una traición a la hombría.
Todos Santos, Día de Muertos

México es un pueblo lleno de rituales, ceremonias, trajes típicos y colores y su calendario


está repleto de fiestas, ya que para el mexicano todo es motivo para reunirse, celebrar,
comer, gritar y emborracharse. El 15 de Septiembre con el grito de Independencia y el 12
de Diciembre con el día de la virgen, son un par de ejemplos de las incontables fiestas, sin
incluir las celebraciones a los diversos santos que se llevan a cabo acompañadas de ferias,
entre otras cosas. Sin importar la pobre situación económica del mexicano, éste siempre
encuentra la manera de invertir recursos en celebrar. Durante estas festividades el
mexicano, a pesar de su silencio, descarga su alma. Todo a un lado de sus familiares y
amigos con los que, muy probablemente, no mantuvo una gran comunicación el resto del
año.

Para la cultura mexicana, la muerte es más que sólo el fin de la vida. Refleja la manera en
que vivimos y, por lo tanto, se busca morir de una manera digna, en lugar de violenta y sin
sentido. Nuestros ancestros vieron la muerte de diversas formas, pero hoy en día el
mexicano ha encontrado una manera única de celebrarla que caracteriza su cultura.

Se ve a la muerte como una nueva vida, dos caras de una misma realidad y, a su vez,
carente de significado. Una persona extranjera puede sentir un miedo inevitable a la muerte,
incluso al simple hecho de mencionarla. Pero el mexicano la celebra, la festeja, la acaricia e
incluso, hace chistes sobre ella.

¿Por qué el mexicano es indiferente ante la muerte? Quizá porque lo es también ante la
vida. Día a día se vive una vida sin sentido, sin valor, sin significado. Una vida que ha
hecho que el mexicano le pierda el miedo a todo, incluso a la misma muerte. Morir se ha
vuelto incluso deseable en un país lleno de dolor.

Se han escrito obras y poemas que proponen que a la muerte no se va, se regresa. Se vuelve
a la vida antes de la vida, la vida antes de la muerte, un limbo. Sin embargo, el mexicano no
se entrega totalmente a la muerte, ya que esto significa “abrirse”. Puede adularla y
abrazarla, pero difícilmente entregarse, ya que esto implica un sacrificio. Esto señala que a
pesar de que el mexicano mantiene una estrecha relación con la muerte, esta relación es
carente de sentido y no engendradora. Y sí, durante las celebraciones, la fiesta y la
borrachera el mexicano se abre, lo hace hasta desgarrarse ya que vive inmerso en sí mismo.

Un ser reservado abriéndose implica un desprendimiento y todo desprendimiento trae


consigo una herida.

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