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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN


LICEO DR. PEDRO DEL CORRAL
TUCUPIDO-GUARICO
AREA: GEOGRAFÍA-HISTORIA-CIUDADANIA
5ª AÑO SECCION C.

IMPACTO SOCIOECONOMICO SOBRE EL COVID-19

PROFESOR: ESTUDIANTE:
ANA ORTIZ MEJIAS MARIA CELESTE

MAYO, 2020.
IMPACTO SOCIOECONOMICO SOBRE EL COVID-19

El cierre de escuelas y el distanciamiento social podrían reducir la mano de


obra disponible en un área que experimente una pandemia, por ejemplo.
Podríamos entonces observar leves impactos económicos en marcha a
medida que se produzcan brotes en diversas regiones.

Una reacción pública severa en la que las autoridades locales o la propia


población decidan medidas extremadamente estrictas en una zona
determinada podría crear costos económicos importantes, en particular en
las regiones y para las empresas que se especializan en la producción que
no se puede hacer virtualmente (como la fabricación). Si muchos países
optan por este tipo de respuesta, el impacto en la economía mundial podría
ser bastante grande.

Muchas empresas manufactureras dependen de los insumos intermedios


importados de China y otros países afectados por la enfermedad. Muchas
empresas también dependen de las ventas en China para alcanzar sus
objetivos financieros. La desaceleración de la actividad económica -y las
restricciones de transporte- en los países afectados probablemente
repercutirá en la producción y la rentabilidad de determinadas empresas
mundiales, en particular en el sector manufacturero y en las materias primas
utilizadas en la fabricación. En el caso de las empresas que dependen de los
bienes intermedios de las regiones afectadas y que no pueden cambiar
fácilmente de fuente de abastecimiento, la magnitud del impacto puede
depender de la rapidez con que se desvanezca el brote. Las empresas
pequeñas y medianas pueden tener mayores dificultades para sobrevivir a la
perturbación. Las empresas vinculadas a los viajes y el turismo se enfrentan
a pérdidas que probablemente no sean recuperables.
Las perturbaciones temporales de los insumos y/o la producción podrían
poner en tensión a algunas empresas, en particular las que tienen una
liquidez insuficiente. Los comerciantes de los mercados financieros pueden o
no prever o comprender correctamente qué empresas pueden ser
vulnerables. El consiguiente aumento del riesgo podría revelar que uno o
más agentes clave del mercado financiero ha adoptado posiciones de
inversión que no son rentables en las condiciones actuales, lo que debilita
aún más la confianza en los instrumentos y mercados financieros. Un posible
acontecimiento (probablemente de baja probabilidad) sería una importante
perturbación de los mercados financieros a medida que los participantes se
preocupan por el riesgo de contraparte.

La transmisión en China ya ha disminuido. Aunque algunos brotes aislados


se producen en otros lugares, éstos no crean una propagación masiva de la
enfermedad. A medida que se estabiliza el número de casos a nivel mundial,
la economía de China vuelve a la normalidad, y hay poco impacto fuera de
algunas áreas como Irán que no son importantes para la economía mundial.
Algunas empresas específicas fuera de China experimentan interrupciones
de suministro a corto plazo, pero el impacto en la economía mundial es
pequeño y temporal.

Aunque la propagación de la enfermedad en China se ralentiza, los brotes se


producen de forma continua en todo el mundo. Cada brote requiere una
desaceleración de la producción en esa zona, y en un mundo globalizado,
eso significa que se producen interrupciones continuas en diferentes
regiones e industrias a medida que se producen y controlan los brotes. El
efecto general es perturbar la actividad económica lo suficiente como para
desacelerar considerablemente el crecimiento mundial. Las empresas que
sean lo suficientemente ágiles para gestionar el cambio de proveedores y
que tengan suficiente liquidez para sobrevivir a períodos de bajas ventas e
ingresos tendrán una ventaja competitiva.
Los retrasos en los envíos y en los calendarios de producción crean
problemas financieros a las empresas con grandes deudas, especialmente
en los Estados Unidos. El declive de los mercados de valores mundiales y la
huida de los inversores de riesgo que venden activos como bonos de alto
rendimiento y acciones volátiles exponen a los inversores que han
subvalorado el riesgo. La preocupación por el riesgo de contrapartida acelera
la disminución y seca la liquidez en los mercados financieros. Los bancos
centrales se apresuran a gestionar el problema.

En Venezuela hay un enorme descontento social por la situación que vive el


país, así como un hastío a la polarización política. La ciudadanía en general
se merece una seria y sincera discusión sobre las causas profundas que nos
han llevado hasta la actual situación; del mismo modo que la asunción de
responsabilidades de esta situación, y la posibilidad de construir alternativas
políticas.

Los requerimientos básicos para la coyuntura –insumos y equipos


hospitalarios, medicamentos, pruebas de despistaje, asistencia técnica,
financiamiento, insumos para la población, etc– implican el poder tener la
capacidad de gestionar la ayuda internacional (ante la imposibilidad de
asumir la situación desde nuestros propios recursos) y un nivel adecuado de
coordinación institucional y social interna.

El objetivo fundamental de poder alcanzar acuerdos de este tipo es salvar


vidas. Se trata de una premisa fundamental de la función pública y del
sentido humanitario mínimo que la acción política debe tener, además de un
derecho consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y
en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Es necesario resaltar que un acuerdo de escala nacional de ninguna manera


supone despachar indefinidamente las discusiones sobre la democracia, los
problemas fundamentales del país o las responsabilidades sobre la crisis
actual. Tampoco implica una renuncia de principios y agendas
organizacionales propias para aquellos que convergen en un esfuerzo
colectivo de este tipo. Se trata de recuperar un marco mínimo de accionar
conjunto y de entendimiento, para tratar de evitar que tengamos que vivir una
verdadera tragedia.

Lo que sí es importante dejar por sentado es que los acuerdos y las medidas
que se puedan tomar para enfrentar la pandemia no deben terminar de
empobrecer a las clases populares; no deben socavar aún más el estado de
derecho y las instituciones democráticas; y tampoco deben vulnerar más la
soberanía a través de ayudas que supongan una mayor sumisión
internacional ante los que las otorgan. Hay diferentes vías para buscar evitar
la opción de alto sacrificio social en nombre de tener baja cantidad de casos.
La difícil situación que ya enfrentamos y que podríamos enfrentar, nos tiene
que abrir las puertas a espacios de re-encuentro, de sociabilidad, de
posibilidad de algo diferente a esto que tenemos. Necesitamos, más que
nunca, de la solidaridad. Solidaridad, como principio de acción política.

En este contexto, el Gobierno ha venido anunciando medidas. Las primeras


de ellas tratan de trasladar al sector privado parte de los costos del ajuste:
suspensión del pago de capital e intereses de los créditos otorgados por la
banca, suspensión del pago de alquileres, imposibilidad de despidos en las
empresas. Un sector privado en extremo debilitado, sin acceso al crédito y en
una economía que no solo se ha contraído en 60% en los últimos 5 años,
sino que no tiene perspectivas ciertas de recuperarse. Un segundo grupo de
medidas tienen, claramente, incidencia fiscal: transferencias monetarias a
personas naturales de bajos ingresos, pago de parte de los sueldos y
salarios a pequeñas y medianas empresas seleccionadas y exenciones
arancelarias a las empresas en sectores calificados como prioritarios.

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