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Abril, 2018

LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA:
ESTRATEGIAS DE DEFENSA
FRENTE A INJERENCIAS
EXTRANJERAS

Bettati, Martín y Caneva, Natalia


ÍNDICE
ÍNDICE ............................................................................................................. 2

RESUMEN – PALABRAS CLAVES ................................................................. 3

INTRODUCTION ............................................................................................. 4

1 RA PARTE ....................................................................................................... 6

2 DA PARTE ..................................................................................................... 19

3 RA PARTE ..................................................................................................... 28

CONCLUSIÓN ............................................................................................... 40

REFERENCIAS .............................................................................................. 42

BIBLIOGRAFIA ............................................................................................. 45

TABLA DES ANEXOS ................................................................................... 50

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Resumen – palabras claves

Resumen :
El presente trabajo parte de un análisis del sistema interamericano,
poniendo especial énfasis a partir de las décadas de 1980 y 1990, sin
descuidar el contexto internacional, para explicar la organización
jerárquica del orden en donde el llamado giro a la izquierda tendrá
lugar. Nos centramos en el caso venezolano para dar cuenta de este
cambio de rumbo y cómo afecta los intereses del Estado dominante.
Además relevamos las prácticas de Estados Unidos para revertir este
nuevo rumbo y cómo el nuevo gobierno venezolano va a intentar resistir
estas continuas injerencias extranjeras, analizando la estrategia de
defensa y los esfuerzos diplomáticos.

Palabras claves : Venezuela, Estados Unidos, América Latina, política

internacional, defensa, estrategia, giro a la izquierda, soft power, hard

power, balance interno, balance externo, disuasión, hegemonía, viabilidad

internacional, desestabilización, contención, intervención.

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Introduction

Desde inicios del Siglo XIX, cuando muchos países latinoamericanos


lograban recién liberarse del yugo Español, Estados Unidos (EE.UU.) ha
actuado como una suerte de dominador de aquellos te rritorios al sur del
Río Bravo. Variando en su intensidad, las relaciones entre Estados
Unidos y estos países han sido caracterizadas por una estructura de
dominación y dependencia, basada en la jerarquía de los territorios del
norte. El lugar que ocupó y sigue ocupando hoy en día el territorio
latinoamericano en esta estructura es la de “Patio Trasero”, la de
“Territorio de Experimentos” de la política exterior de Washington. Este
estatus de subordinación, si bien por periodos contestado, otorga un
poder de “free riding” a EE.UU., quien sistemáticamente ha intervenido
en la región en base a sus propios intereses. La Doctrina Monroe y su
posterior Corolario de Roosevelt, la usurpación de la mitad del Estado
mexicano, las intervenciones en Honduras, Nicaragua y Cuba, las
operaciones de la Central Intelligence Agency (CIA) en Bolivia, la
participación en el golpe de estado en Chile, la ocupación de las últimas
colonias Españolas en el Caribe, el Plan Cóndor así como el apoyo a los
gobiernos militares en Suramérica, y, en el plano económico, la
omnipresencia de las empresas norteamericanas y el Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA), entre muchos otros proyectos y
políticas de hecho efectivizadas hacia el sur del continente, deben ser
entendidas como instrumentos de legitimación de esta estructura de
poder, la cual transformó en derecho la intervención Estadounidense en
asuntos de la región.
A partir de 1999, con el ascenso de Chávez a la presidencia,
Venezuela experimenta un cambio de rumbo en la política
gubernamental y va alejarse y a rivalizar con los intereses de EE.UU.,
en un contexto donde gran parte de la región también va a ser testigo
de un cambio -en mayor o menor grado- similar. Frente a este nuevo
panorama en Venezuela, EE.UU. va a desplegar sus instrumentos de
poder para así recuperar los espacios y beneficios perdidos.

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Consecuentemente, el nuevo gobierno va a buscar defenderse frente a
estos atropellamientos del hegemón y es aquí donde surge la
problemática a resolver y que nosotros trataremos, ¿cómo defender la
Revolución bolivariana frente a las injerencias extranjeras?
El presente trabajo se centra en el período de 1999 hasta 2013, fecha
de la muerte de Chávez, resaltando que si bien podemos observar una
cierta continuidad y homogeneidad, este lapso de tiempo no estuvo
exento de sobresaltos.
A continuación, pretendemos dar una respuesta tentativa a la
problemática formulada en tres partes, abordando inicialmente las
razones por las cuales la Revolución debe ser defendida, explicando el
contexto donde ésta tiene lugar y las políticas que lleva adelante. En
una segunda instancia, realizamos un análisis de la amenaza -o de la
percepción de la misma por parte del gobierno venezolano-, es decir,
las formas que utilizaría EE.UU. para derrocar la Revolución. Esta
segunda parte nos permite estudiar en una tercera y última, las
estratégicas que desarrolló el nuevo gobierno para hacer frente a dichas
amenazas percibidas.

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1ra Parte

I - Venezuela, un nuevo rumbo bajo una vieja hegemonía

En esta sección nos focalizaremos en detallar las características del


contexto regional y sistémico, marcados por una clara hegemonía
norteamericana, fortalecida luego de la caída de la Unión Soviética. En
la segunda sección demostraremos cómo la emergencia de gobiernos de
“nuevo signo” en Latinoamérica, especialmente el surgimiento del
gobierno bolivariano en Venezuela, representaron un revés a la
obtención de beneficios del sistema por parte de Estados Unidos.
Nuestro objetivo aquí es proponer una respuesta a la pregunta de por
qué la Revolución bolivariana debe ser defendida de injerencias
externas.

A) De la Doctrina Monroe al Consenso de Washington: nada nuevo


bajo el sol.

En estos párrafos intentaremos vislumbrar el rol que juega EE.UU. en


la determinación de las reglas de juego tanto en el orden internacional
como a nivel regional. Veremos aún más, que este papel estará signado
por una clara ventaja material y normativa, haciendo de Washington, la
potencia hegemónica.
Si bien el predominio Estadounidense es histórico, será después de la
Segunda Guerra Mundial, que esta hegemonía indiscutida de EE .UU.
sobre la región se vio aún más fuertemente legitimada por el contexto
internacional de Guerra Fría, en donde Latinoamérica pasaría a formar
parte del bloque Occidental, destinando todo el sistema de política
regional a servir a la coyuntural guerra contra el bloque del Este.
Empero, será a partir de los ‘80 y sobre todo en los ‘90 cuando
Washington verá su papel hegemónico representado en su máximo

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potencial. Durante este período, Estados Unidos gozó de un diferencial
de poder tal, que le permitió implementar en América Latina las
medidas que mejor satisfacían sus intereses.
En el plano económico estas medidas no se resumen sino en lo que se
dio a llamar el Consenso de Washington (CW) 1. Este paquete neoliberal
de reformas económicas estructurales, instaurado a raíz de la crisis de
la deuda durante la “década perdida”, responde a los intereses de los
países industrializados de eliminar todo rastro de proteccionismo en las
políticas económicas de la región, heredadas del modelo de
industrialización por sustitución de importaciones (ISI).
Es más, siguiendo las palabras de Martínez Rangel y Soto Reyes
Garmendia:
“de acuerdo a los resolutivos del CW sólo se trataban de
recomendaciones por parte de los organismos internacionales
y de los denominados think tanks [...] Sin embargo, es
importante tomar en cuenta que muchas de aquellas políticas
económicas conforman hoy –igual que entonces– el listado
de condiciones que los organismos internacionales exigen
para acceder a los préstamos y rescates financieros, por
tanto, dichas condiciones responden a los intereses
comerciales y financieros de países altamente
industrializados [...] El Consenso de Washington se convirtió
en una especie de ideologización económica para América
Latina, las políticas económicas dejaron de ser simples
propuestas y pasaron a ser un instrumento de control político
y económico para los países interesados en insertarse y
conseguir el sello de aprobación de las economías altamente
desarrolladas y de los organismos internacionales”. (2012:
49,64)
Por consiguiente, EE.UU. en los ‘90 se encontraba en una posición en
la cual podía extraer casi todos los beneficios potenciales del orden

1
Véase anexo 1 para un detalle de las políticas de Primera y Segunda
Generación adoptadas en el CW.

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regional, teniendo una capacidad para definir las reglas de juego del
subsistema sin igual.
Mas limitarse al microcosmos regional no es suficiente. El
unipolarismo norteamericano, que constituye una característica
estructural de la política internacional Latinoamericana, es causa y
consecuencia del curso de los hechos internacionales. Tras finalizar la
Guerra Fría, este panorama se complementará con un escenario
sistémico unipolar, en el cual EE.UU. se proclamará como la potencia
hegemónica a nivel global.
Con la implosión de la Unión Soviética en 1989/1991, la Guerra Fría
llega a su fin. La confrontación ideológica, política, económica y por
sobre todo militar, que tuvo lugar durante casi 45 años, deja como
legado, en palabras de F. Fukuyama, The End of History.
Este nuevo orden internacional tendría a EE.UU. como potencia
hegemónica, con unas capacidades materiales lo suficientemente
grandes como para crear una brecha considerable de poder con respecto
a las segundas potencias.
La victoria Estadounidense significó la imposición de la democracia
liberal y el libre mercado como políticas rectoras de la conducta de
segundos estados.
Por tanto, el escenario nacido a partir de los ‘90 es uno en donde
EE.UU. se proclama líder mundial no solo a nivel material, aumentando
su margen de maniobra en el plano internacional, sino también como
dirigente del inmenso aparato normativo, donde implanta sus valores
como universales sea en sus relaciones vis-à-vis otros estados, así
como también mediante mecanismos multilaterales como la
Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados
Americanos (OEA).
Ahora bien, no podemos obviar un gran punto de inflexión en el curso
de la política tanto doméstica como exterior de Washington, los
atentados del 11 de septiembre.
El ataque perpetrado por Al Qaeda constituye un antes y un después
en la historia Estadounidense dado que consistió en un atentado

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terrorista dirigido hacia EE.UU. y ejecutado sobre suelo Norteamericano.
Estos ataques de magnitudes inéditas, nunca antes presenciados en la
historia de Occidente, fueron considerados como una declaración de
guerra, abriendo paso a una respuesta simétrica.
Siguiendo a Busso (2002) podemos resaltar que, desde un punto de
vista más práctico, estos atentados significaron un cambi o de dirección
en la política estadounidense. En el plano doméstico significó el
resurgimiento del nacionalismo basado en el excepcionalismo
Estadounidense. En el plano internacional se materializó en el regreso
del modelo de toma de decisiones centralizado en la Casa Blanca y sus
asesores más cercanos.
Como consecuencia de los atentados, la administración de George W.
Bush emprendió dos estrategias para reforzar su papel como garante de
la seguridad internacional. En un primer momento se otorgó un mayor
soporte al aparato militar y estratégico. A su vez, reconociendo el rol
clave de los mecanismos multilaterales, se emprendió un movimiento de
reactivación de los sistemas de seguridad colectiva (Busso, 2002), lo
cual no solo le proporciona a Washington un mayor repertorio de
herramientas mediante las cuales proceder, sino que es una forma de
comprometer a toda la “Comunidad Internacional” en la lucha contra el
terrorismo.
Desde una óptica más ideológica, los atentados al World Trade Center
(WTC) significaron el inicio de una nueva etapa signada por la llamada
Guerra contra el Terrorismo. Esta campaña promovida por EE.UU.
implicó el robustecimiento de los valores imperantes, ya que el objetivo
era luchar contra el terrorismo en nombre de la democracia liberal.
EE.UU. junto a sus aliados, se aseguraron de luchar contra todo foco
no-democrático para evitar cualquier insurgencia, haya habido o no, una
amenaza terrorista inminente. Esto deriva de la Política de Ataque
Preventivo, fundamento básico de la Guerra contra el Terrorismo, en la
cual EE.UU. se adjudica el derecho de realizar ataques cuando éste
considere que existe una amenaza terrorista real, (debemos atacar
porque “vamos a ser atacados”). Es así como Washington se reserva el

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rol de Gendarme del Mundo, guardando para sí la potestad de intervenir
en cualquier parte del globo para salvaguardar "la paz, la libertad y la
democracia", eufemismo para sus intereses.
Este unilateralismo liberal adoptado por la administración de G. W.
Bush, ha sido una de las consecuencias más vigorosas del vuelco de
política Norteamericana. Refiere a la política de defensa y promoción de
los valores Norteamericanos (valores universales) pero a través de los
medios que se consideren necesarios. En otras palabras, consiste en la
voluntad de imponer sus valores en aquellos territorios los cuales no
han abrazado la democracia liberal y el libre mercado como valores
rectores, recurriendo, a veces, a la intervención militar.
Con el tiempo, el unilateralismo liberal transformó su lógica d efensiva
en una ofensiva, sirviendo como justificativo a las innumerables
intervenciones militares estadounidenses. Es aquí donde se ve
representada la radicalización de la política de la Casa Blanca, cuya
participación para re-encauzar en el camino democrático a diversos
actores ha estado al orden del día.
Un ejemplo claro es la operación Iraqi Freedom, que consistió en la
intervención de EE.UU. en Irak en 2003. Algunos de los justificativos
utilizados fueron que éste poseía armas nucleares y que promovía un
apoyo activo a la red terrorista de Al Qaeda. El fin último de esta
operación era el cambio de régimen de Sadam Hussein por uno más
alineado a los intereses Norteamericanos. Fue una operación en nombre
de la defensa de la democracia y el antiterrorismo, al mismo tiempo que
se obviaron todos los mecanismos multilaterales al no existir ninguna
resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) que
avalara dicho ataque. Esta jugada por parte del gobierno de G. W. Bush
no fue bien recibida por la “Comunidad Internacional” quien condenó los
actos de la administración.
Ahora bien, ¿Qué repercusiones tiene este cambio de política en
nuestra región? Como consecuencia fundamental, podemos establecer
que hubo un recrudecimiento de la visión estadounidense hacia la
región. América Latina (AL), que sí bien hasta ese momento había sido

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una región con problemas estructurales de seguridad como el
narcotráfico, la guerrilla, gobiernos autoritarios y militares, entre otras,
con la euforia de la lucha terrorista, la región pasa a ser considerada
como un posible foco de insurgencia de fuerzas terroristas, posicionando
a las cuestiones de seguridad, en lo más alto de la agenda hacia AL.
En este respecto Busso (2002: 159) nos detalla,
“la zona andina es vista desde Washington como una
amenaza real, existente y muy peligrosa -con una clara
presencia de narcotráfico, guerrilla- etc; mientras que el
Cono Sur es clasificado como una zona de amenaza
potencial, donde situaciones como la Triple Frontera, la
debilidad estructural del Estado Paraguayo y el deterioro de
las capacidades de control de las fuerzas de seguridad de la
región por situaciones presupuestarias —entre otras—
aparecen como preocupantes [...] Veremos incluso, que a
partir de la asunción de Chávez al poder, Venezuela quedará
ubicada bajo “la más rigurosa lupa” de la diplomacia
estadounidense”.
Es en esta lógica en donde se inscriben la Iniciativa Andina como
refuerzo al Plan Colombia y la intervención de EE.UU. en el conflicto
Colombiano.
Será en este contexto de fracaso de las políticas neoliberales del CW,
de la ferocidad del uso militar Estadounidense y de su política de
unilateralismo liberal, en donde la Revolución Bolivariana junto a los
gobiernos progresistas de nuevo signo intentarán hacer frente y
restringir la obtención de beneficios de EE.UU. del orden regional y su
poder de definición de las reglas. Es aquí donde veremos estrategias de
balanceamiento hacia el hegemón.

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B) Del Consenso de Washington al Giro a la Izquierda: un cambio de
dirección en Miraflores

En esta sección relevaremos las políticas y medidas llevadas a cabo


por el gobierno de Chávez que son –o fueron interpretadas como-
contrarias a los intereses de EE.UU. Nos centraremos en los campos
económico, comercial y regionalismo, ideológico, normativo y de
seguridad para dar cuenta de las razones posibles que llevarían a
EE.UU. a promover un cambio de régimen.

Economía
Luego de casi dos décadas de políticas neoliberales varios países de
la región y, entre ellos, Venezuela, experimentan lo que puede ser leído
como una coyuntura crítica. Entendemos por ésta, siguiendo a Maria
Regina Soares De Lima y a Mônica Hirst (2006) un momento en el cual
el patrón predominante de desarrollo y presencia internacional alcanzan
su límite y una nueva coalición triunfante se constituye y lidera los
cambios tanto en política económica como en política exterior.
Las medidas neoliberales dejaron como saldo una gran desigualdad
social (ver anexos 2 y 3) y las crisis económicas vinieron a dar el golpe
de gracia del agotamiento del modelo de integración competitiva y
expansión hacia afuera. El prometido crecimiento y desarrollo nunca se
logró y, por el contrario, se vació al Estado de sus recursos para poder
implementar políticas. De acuerdo con el bolivarianismo, la política de
privatización generaba una distribución de la renta hacia el Norte
financiando, de esta manera, el desarrollo de EE.UU. El neoliberalismo
también condujo a una mayor participación política, lo que permitió la
politización de grupos anteriormente postergados, como ciertos grupos
indígenas o de bajos recursos anteriormente marginados (Burchardt,
2017). Éstos serán clave para el ascenso al poder de la nueva coalición
triunfante. Parafraseando a Marx, podríamos concluir que el
neoliberalismo traía en sí el germen de su propia destrucción.
En el nuevo modelo que viene a instalarse, el Estado va a captar
parte de los ingresos excedentes de la exportación de las materias

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primas para enfrentar la cuestión social. Estos recursos van a ser la
respuesta frente a la crisis fiscal de los Estados y a su vaciamiento en
los ’90. Para poder llevar adelante estas políticas, un control soberano
de los recursos va a ser perentorio. El problema aquí es que dadas las
políticas de apertura, principalmente en los ’90, esos recursos estaban
en manos de capitales privados y, en gran medida, extranjeros. En
Venezuela, el proceso de privatización del sector petrolero comienza con
la Apertura Petrolera (Rodríguez Araque, 2014). El Estado va, pues, a
necesitar un mayor control sobre éstos y es aquí donde se enfrenta con
los intereses de, en primer lugar, EE.UU. En el caso particular de
Venezuela, el proyecto bolivariano va a buscar también un mayor rol
como potencia regional, y para su reconocimiento va a hacer uso de los
enormes recursos económicos que obtiene de la renta petrolera. Éste es
otro incentivo para ejercer un cada vez mayor control sobre Petróleos
De Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA).

Comercio y regionalismo
En el plano comercial, el giro desde una economía de mercado a una
proteccionista se vio reflejado en el rechazo a los Tratados de Libre
Comercio (TLC) y en especial a la propuesta del ALCA, enterrada en la
Cumbre de Mar del Plata en 2005. El ALCA representaba el
reforzamiento de las grandes corporaciones multinacionales, en
particular de EE.UU., y la debilitación de la capacidad de los Estados
para llevar adelante políticas activas para reactivar la economía y
promover el desarrollo económico y la integración social. Los ejes
principales a través de los cuales se lograría son la desregulación de los
mercados, la libre circulación de capitales y mercancías, la privatización
de los servicios públicos, la protección de inversiones extranjeras
intrazona y la limitación de la capacidad estatal para orientar las
compras públicas.
El proyecto bolivariano va a priorizar la integración holista y va a
apoyar el modelo de desarrollo interno en la integración con la región,
proponiendo la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América

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(ALBA) como respuesta cubano-bolivariana al ALCA. Esta organización
“se basa en la suscripción de acuerdos para la integración de los
pueblos. Su objetivo es propiciar un modelo de integración y desarrollo
endógeno, basado en una estrategia común de lucha contra la pobreza y
el despliegue de vías de cooperación para la reducción de las asimetrías
entre los países del hemisferio” (Sanjuán, 2008: 161). Otras medidas
incluyen la profundización en materia política de mecanismos de
cooperación de corte liberal como la Comunidad Andina de Naciones
(CAN) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la creación de otras
nuevas instancias como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). A
través de estos mecanismos se busca, en parte, frenar las propuestas
de TLCs y del ALCA y superar –o presionar para su reforma- las
tradicionales organizaciones regionales como la OEA y el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) consideradas como muy
cercanas a EE.UU. y obsoletas.

Ideología
El gobierno de Chávez trajo de vuelta al campo político el
nacionalismo, haciendo amplio uso, retórico y práctico, de un
nacionalismo que, tomando las categorías de Pope Atkins (1991),
combinaba aspectos anti-yanquis, un nacionalismo económico y, en un
segundo momento, un nasserismo o socialismo militar.
El sentimiento anti-yanqui es el que prima y es directamente
influenciado por las consecuencias de las políticas neoliberales aplicadas
a partir de los ’80. En este sentido, el descontento social se expresa, en
el plano doméstico, contra las élites políticas dominantes y las élites
económicas a ellas aliadas, y en el plano externo, contra EE.UU.,
identificado como el principal promotor –externo- de dichas medidas.
El nacionalismo económico viene a ser la parte discursiva y
legitimadora del nuevo modelo de desarrollo interno promovido por el
chavismo. El llamado socialismo del siglo XXI, categorizado como neo -
desarrollismo (Russel y Tokatlian, 2009), neo-extractivismo (Burchardt,
2017) o, simplemente, como post-neoliberalismo (Ramirez Gallegos,

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2010; Sader, 2009), como decíamos anteriormente, pone énfasis en el
control soberano de los recursos naturales y ciertos sectores de la
industria considerados como claves para el desarrollo. Estas políticas
buscan tener una dirección política de la economía e invierten la
anterior situación de control del Estado por el mercado. Dadas las
políticas de privatizaciones y liberalización del mercado de las décadas
anteriores al ascenso de Chávez, aquellos se encontraban bajo fuerte
control de capitales extranjeros.
Finalmente, podemos, en relación al nacionalismo económico,
destacar rasgos de nasserismo producto de la agenda social del
chavismo y del creciente papel que va a ir tomando la Fuerza Armada
Nacional Bolivariana (FANB). Chávez asume levantando la bandera de la
justicia social y defendiendo una reducción de las desigualdades sociales
producto de las medidas neoliberales. La inclusión de los sectores
sociales postergados y la mejora radical de su condición de vida
material son, en parte, la raison d’être del bolivarianismo. Por otra
parte, las FANB van a aumentar progresivamente su poder en el proceso
de toma de decisiones, principalmente concerniente a la política
exterior. Esto se puede explicar teniendo en cuenta la pertenencia de
Chávez al estrato militar y la percepción de la Revolución de
encontrarse siempre amenazada y en un constante estado de alerta
frente a intentos de derrocamiento. Esta percepción se apoya,
parcialmente, en el intento de golpe de Estado con apoyo tácito de
EE.UU., en la oposición que hace uso de medios no-institucionales y en
la siempre presente potencial intervención militar norteamericana.
La apelación al nacionalismo es también producto de un sentimiento
de humillación que es compartido por amplios estratos de población y
que es común a otros pueblos de la región, teniendo una fuerte
presencia no solo en Venezuela sino también en otros países como
Ecuador (Ayllon y Dolcetti, 2014) y Bolivia (Ceppi, 2014). El
nacionalismo es un recurso para el rescate de la dignidad, la autonomía,
la soberanía y el respeto frente a las continuas injerencias en asuntos
interiores e intervenciones por parte de EEUU.

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Plano normativo
Desde el plano normativo, el bolivarianismo hace una crítica a la
consideración de la democracia liberal como única forma de democracia
reconocida (concepción presente en la Carta Democrática
Interamericana en 2001), aquél propone, en cambio, la democracia
participativa. A su vez, el gobierno de Chávez apoyó a Saddam Hussein
frente a la intervención de EE.UU., a Gadafi frente a la intervención de
Francia y Reino Unido, a Bashar al-Assad frente a los intentos de
derrocarlo por parte de diferentes Estados occidentales, a Irán, durante
el gobierno de Ahmadineyad, en su lucha por la legitimidad de su
programa nuclear para fines pacíficos y el reconoció a las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como fuerza beligerante,
entre otros casos. Por último, y de manera más general, Chávez va a
criticar el orden global establecido luego de 1945 y va a apoyar una
reforma del mismo hacia el multipolarismo y un orden, desde su
perspectiva, más justo.

Seguridad
La securitización de la política exterior norteamericana, la doctrina de
preeminencia global, las políticas unilaterales y la doctrina de ataque
preventivo, llevó a que se perciba a EE.UU., principalmente luego del
11-s, no como una fuente de seguridad y estabilidad en la región,
percepción imperante a lo largo de la historia (De Lima y Hirst, 2006),
sino como un amenaza. A esto se suma la creciente presencia militar
norteamericana en la región, las intervenciones en Haití (1994 y 2004),
Granada (2003) y Panamá (1989), la militarización de la política
antinarcóticos con el Plan Colombia y la Iniciativa Andina Contra las
Drogas. Los gobiernos de la región, Venezuela entre los primeros de
ellos, (re)comenzaron a ver en EE.UU. una fuente de inseguridad, un
límite a su margen de maniobra y una amenaza a su soberanía. Como
respuesta a este nuevo escenario, Venezuela va a modernizar e
incrementar sus Fuerzas Armadas (FFAA) y a buscar la cooperación con

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diferentes actores dentro y fuera de la región para poder resistir a
EE.UU.

Modelo de vinculación
De una manera más sintética, podemos explicar la oposición de
EE.UU. al bolivarianismo si analizamos a éste utilizando las categorías
de Russell y Tokatlian (2009). De acuerdo a estos autores, Venezuela
optó, luego del intento de golpe de Estado en 2002, por el desafío como
modelo de vinculación a EE.UU. Russell y Tokatlian proponen cuatro
variables para analizar la política exterior de un Estado, a saber: 1) la
relación con Washington; 2) la perspectiva del sistema internacional; 3)
el lugar asignado a la región y; 4) el modelo de desarrollo.
El modelo de desafío se caracteriza con respecto a 1) la relación con
Washington, por una política de distanciamiento y rechazo para
contrabalancear su poder, la creencia de que su seguridad nacional está
en peligro y la percepción de EE.UU. como a un enemigo. En cuanto a 2)
la perspectiva del sistema internacional, los dos rasgos principales son
el cuestionamiento al establishment económico y financiero
transnacional y la defensa de un revisionismo completo del orden
global. Teniendo en cuenta 3) el lugar asignado a la región,
evidenciamos una voluntad de integración holista como superación del
intento de integración meramente económica y comercial por parte de
EE.UU., se busca también, evitar el establecimiento de un área de libre
comercio y, por último, se considera a la región como una fuente de
legitimidad y apoyo para el modelo político y económico interno. En
referencia al 4) modelo de desarrollo, se destaca, en el corto plazo, el
renovado papel del Estado en la economía y, en el mediano plazo, la
aspiración de un modelo de desarrollo alternativo al neoliberal.
En esta sección podemos observar cómo las políticas y la retórica de
Chávez van en contra de los intereses de EE.UU. y buscan resistirlos. La
Revolución Bolivariana surge como superación de los gobiernos de los
’80 y ’90, alineados con Washington. El nuevo gobierno no va a
alinearse con aquél, a quien veía como principal apoyo –exterior- de los

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gobiernos neoliberales. EE.UU., consiguientemente, va a percibir que no
puede obtener todos los beneficios que desearía o que obtenía hasta ese
entonces, ni puede definir las reglas del orden, al mismo costo que
antes, si el gobierno de Venezuela es uno bolivariano. EE.UU. va a
buscar, pues, el cambio de régimen hacia uno que sea más favorable a
sus intereses. A su vez, va a intentar reducir el rol de Venezuela en la
región. Este cambio de comportamiento de política exterior reconocido
que trae el aislamiento o reducción de rol, se debe a que antes
Venezuela era una potencia satisfecha por lo que su comportamiento
exterior era reproductor del orden del que EE.UU. es Estado dominante.
Luego de la Revolución esa capacidad de influenciar el orden regional,
derivada del rol reconocido, se vuelve una amenaza para EE.UU. porque
ahora Venezuela quiere utilizarla para cambiar dicho orden. Esto explica
la política de contención.

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2da Parte

II - La Revolución amenazada, entre intervención,


desestabilización y contención

En la primer parte analizamos las razones por las cuales EE.UU. estaría
motivado a provocar el derrocamiento de Chávez, es decir, los motivos por
los cuales EE.UU. podría esperar unas ganancias netas potenciales mayores
de cambiar el gobierno en el poder que de no intervenir. En esta sección
analizaremos qué forma toma dicha amenaza. La naturaleza de la amenaza
va a definir la política de defensa de Venezuela durante el período en
cuestión, la cual será estudiada en la tercera sección de este trabajo. La
pregunta ordenadora de este apartado gira en torno a de qué hay que
defender al gobierno bolivariano.
EE.UU. percibe que una Venezuela gobernada por gobiernos bolivarianos
va a ser siempre contrario a sus intereses. La respuesta de Washington,
desde la perspectiva bolivariana es, como decíamos, una política de cambio
de régimen y, hasta que ese cambio se dé, una contención de Venezuela y
una reducción de su rol para evitar que ésta pueda cambiar el orden
regional. Entre los medios posibles se encuentran la intervención militar y
las herramientas diplomáticas y económicas.
El cambio de régimen puede producirse principalmente por dos vías,
primero una intervención militar directa de EE.UU., apoyada por grupos
locales y con el acompañamiento –explícito o implícito- de Colombia y,
segundo, por una desestabilización interna que llevaría a la inviabilidad de
los gobiernos de signo bolivariano. Afín de analizar estas dos estrategias
complementarias, dividimos esta parte en dos secciones, el uso o no de la
fuerza armada será nuestro criterio diferenciador.

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A) EE.UU.: hard power y doctrina del garrote

La percepción venezolana de que una de las respuestas norteamericana


sería una intervención militar, se basa en el historial de las políticas de
Washington hacia la región.
Primeramente, la política de “protección” de los Derechos Humanos
(DDHH) y la “defensa de la democracia” iniciada por Reagan y continuada
por las diferentes administraciones (con un breve interludio durante el
gobierno de G. W. Bush desde 2001 hasta la Guerra de Irak) implicó la
intervención en Haití (1991), Perú (1992), Guatemala (1993) y Paraguay
(en diversas ocasiones) (Dominguez, 2010). En la misma línea, uno de los
principales argumentos de la invasión a Afganistán en 2001 y a Irak en
2003 fue la defensa de la democracia. La denuncia desde Washington de la
violación de DDHH en Venezuela y del no respeto de la democracia, hacía
pensar a las FANB que aquella política podría tomar lugar en territorio
venezolano. A esto se agrega la permanencia de instrumentos coercitivos
en la aplicación de las políticas de EE.UU.
A las cuatro intervenciones militares en Panamá, Granada y Haití que ya
mencionamos, se debe incluir el apoyo tácito del gobierno de G. W. Bush y
Colombia al intento de golpe de Estado contra Chávez en 2002. Este evento
fue el que ayudó a cambiar la percepción del gobierno bolivariano, quien
pasó a tener una postura mucho más defensiva y crítica hacia EE.UU.
Posteriormente, el reconocimiento de Obama del gobierno que se
instaura tras el derrocamiento del democráticamente electo Zelaya en
Honduras en 2009 (Reid, 2015) sigue la misma línea de acción que G. W.
Bush. A su vez, la continuación de la militarización de la política contra las
drogas, permitió a EE.UU. tener una presencia militar cada vez más fuerte
en la región y en las inmediateces de la frontera con Venezuela. A esto se
suma, la redefinición de la política antinarcóticos en el contexto de la
llamada Guerra contra el terrorismo, pasando a ahora a ser una
neocontrainsurgencia (Jaramillo Edwards, 2001). Como último elemento, la
decisión de reactivar la IV Flota en 2008 hizo reflexionar sobre los motivos
que EE.UU. perseguía y sobre la finalidad de esta flota. La percepción de

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 20


que la seguridad nacional estaba amenaza se hace evidente al ver el
aumento en gasto militar a partir del intento de golpe de Estado (anexo 4).
El diferencial de poder militar entre EE.UU. y Venezuela (EE.UU. tiene un
presupuesto militar 38 veces más grande que Venezuela, SIPRI, 2017)
hacía estimar a aquél que una victoria rápida, con alta probabilidad de
éxito y, con costos y riesgos bajos era factible. Como nos indica
Mearsheimer (1985), cuando éste es el caso, la disuasión tiene mayores
probabilidades de fracasar y es más probable que el agresor lleve adelante
dicha acción.
EE.UU. podría, además, contar con el apoyo de Colombia, el cual es un
Estado satisfecho con el orden regional e internacional, alineado con EE.UU.
y con quien Venezuela lleva una histórica relación conflictiva. La firma del
acuerdo entre Colombia y EE.UU. que terminó conociéndose como Plan
Colombia, le permitió a EE.UU. poder establecer numerosas bases militares.
Iniciada a fines del gobierno de Clinton, esta política fue continuada por la
Administración Obama, la cual firma en 2009 un acuerdo para la extensión
del acuerdo internacional. Estas bases militares podrían servir para el
lanzamiento de un ataque contra Venezuela.
Por último, elementos locales serían centrales en el derrocamiento del
gobierno chavista. Parte de las élites y grupos sociopolíticos que no se
vieron beneficiados con el proyecto bolivariano buscaron su derrocamiento
en el golpe del 2002 y siguen hoy día con la utilización de medio extra-
institucionales; la violencia y el recurso a las Fuerzas Armadas siendo uno
de éstos. EE.UU. financia a parte de esta oposición, le da espacio mediático
y apoyo en general.
La publicación por Wikileaks en 2010 de una serie de “documentos
diplomáticos clasificados por el Gobierno de EE.UU. con información sobre
las reuniones mantenidas con figuras de la oposición venezolana,
coordinaciones, ofrecimientos y sobre diferentes tipos de ayudas
canalizadas por la embajada de ese país en Caracas” (Navarro, 2017) vino a
comprobar las denuncias hacia el accionar de Washington. Estos
documentos revelaban la coordinación entre la Embajada de EE.UU. en
Venezuela y la oposición.

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 21


La preocupación por una posible intervención de EE.UU. era también
compartida por el gobierno de Lula da Silva en Brasil y fue uno de los
incentivos para la construcción e institucionalización de UNASUR como
instrumento de resolución de conflictos y protección de seguridad para, de
esta manera, neutralizar toda intervención de EE.UU. (Milani, Pinheiro y
Soares de Lima, 2017). Dado el relativo éxito de UNASUR y su aceptación
por el resto de los actores de la región, podríamos hacer extensible la
preocupación de una intervención norteamericana a parte de los miembros
de este organismo.
A este escenario se debe oponer el hecho de que una intervención militar
directa no tuvo lugar durante el período estudiado. Avanzaremos seis
posibles razones que pueden servirnos para explicarlo. Primeramente, 1)
una intervención amenazaría la seguridad nacional de otros Estados
sudamericanos, principalmente la de Brasil, quienes adoptarían medidas
para balancear a EE.UU. En segundo lugar, 2) Venezuela continuó
proveyendo de petróleo a Washington, por lo que no amenazó su seguridad
energética. Además, 3) Chávez contó con un gran apoyo popular, un nuevo
gobierno carecería de legitimidad y no lograría mantenerse en el poder. A
su vez, 4) Venezuela no representaba una amenaza para la seguridad
nacional de EE.UU. Por otra parte, 5) el triunfo de la Revolución no está
garantizado y de hecho ésta entra en crisis luego de la muerte de Chávez y
de la caída del precio del petróleo. Finalmente, 6) una política de wait and
see con un apoyo moderado a la oposición y una continua política de
contención llevaría a largo plazo a objetivos similares con menores costos y
riesgos.
La doctrina militar venezolana, sea ésta producto de una percepción
correcta o errónea, se estructuró en función de una posible intervención
norteamericana que daría lugar a una guerra asimétrica y también con la
probabilidad de un conflicto regional. La política exterior, dado su
componente geopolítico y el nuevo rol que en su definición adquirieron las
FANB, va a ser fuertemente influenciada por esta doctrina. Como nos indica
Serbin y Pon (2014) en el orden externo se priorizó la hipótesis de conflicto
basada en una intervención militar de EE.UU. con el eventual

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 22


involucramiento de Colombia, donde también podrían participar agentes
desestabilizadores no estatales.
En 2004, el Comandante General del Ejército, General Raúl Baduel,
esbozó las amenazas militares para las que las FFAA deberían estar
preparada: 1) una guerra de IV Generación, con el propósito de
desestabilizar al país como paso previo a la conducción de operaciones
destinadas a desorganizar el Estado-Nación; 2) el golpe de Estado,
subversión y acciones de grupos separatistas, promovidos por
organizaciones políticas transnacionales; 3) un conflicto regional y, 4) una
intervención militar al estilo de la coalición que interviene en Irak,
desarrollando operaciones combinadas bajo el mandato de la OEA-ONU o
con prescindencia de él (Dietrich, 2004).

B) Otras vías de ataque: las políticas desestabilizadoras y de contención

A lo largo de esta sección aludiremos a las posibles formas no militares


en las cuales puede presentarse la amenaza hacia Chávez. Estas políticas
desestabilizadoras tienen como objetivo lesionar las bases del gobierno
bolivariano, debilitándolo y conduciéndolo a una autodestrucción por falta
de recursos.
Como hemos expuesto con anterioridad, cuando un gobierno contrario a
los intereses americanos comienza a obtener mayores beneficios del
sistema en detrimento de la potencia hegemónica, todos los instrumentos
de política exterior son válidos, incluyendo las intervenciones militares.
Política llevada adelante independientemente de la administración de turno
que se encontrara ocupando el lugar presidencial.
Mas en la región, esta estrategia militar ha estado siempre acompañada
por una campaña de políticas desestabilizadoras, las cuales no comprenden
el uso de la fuerza armada sino más bien elementos de soft power. Su
objetivo va más allá de la contención, ya que pretende desestabilizar los
cimientos gubernamentales internos y coaccionar sus estrategias de
salvamento externo.

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 23


Podemos identificar tres grandes estrategias desestabilizadoras llevadas
adelante por EE.UU. En primer lugar una lesión económica, seguido de un
activo esfuerzo de aislamiento tanto regional como internacional y, por
último, un boicot de su rol como líder regional. Estas tres estrategias se han
implementado mediante tres diversos instrumentos, los cuales han sido
extraídos del discurso del entonces presidente norteamericano George W.
Bush durante la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata en 2005.
…”How do you keep the economic growth that’s going on here,
going? […] the decision we make around the table will determine if we
have growth or not, the government decisions. If people perceive
there’s a corrupt society, you won’t have growth, if you break the rule
of law, you will not have growth, if there’s a perception, real or
otherwise, that you’re undermining the basic pillars of democracy -
freedom of press and freedom of religion- you can not have growth.
[…] I’m a big fan of trade, because I know that free trade will keep
people out of poverty […] Why would a big market like the United
States’ open it? […] Because I think it’s not only good for us but for the
neighborhood […] That means commerce, wealth, opportunity, that’s
what it means. And so my government is aggressively pursuing
bilateral agreements and regional agreements […] And I’m looking
forward to my bilateral [agreement] with president Lula”…
Rescatamos el libre comercio, la democracia liberal y una clara
preferencia por Brasil.

Un Área de Libre Comercio Regional


Desde sus orígenes, el libre comercio ha sido un valor rector de las
políticas Estadounidenses. Empero veremos que será utilizado como una
herramienta de contención de la Revolución Bolivariana en la región.
El propósito de firmar acuerdos de libre comercio con países de la región,
consiste no tanto en ganar aliados comerciales -el comercio con Honduras,
Nicaragua, El salvador, etc no representan un porcentaje de gran
envergadura- sino más bien, en disminuir la plataforma receptora del
chavismo. Al contraer obligaciones con EE.UU., los países no pueden

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 24


comprometerse con los proyectos bolivarianos, anti-yankis por naturaleza,
al mismo tiempo que la firma de estos acuerdos representa un aval para el
gigante norteamericano en este enfrentamiento. Esto provoca un
aislamiento regional de Venezuela, dado que cada país que se sume a esta
estrategia comercial regional estadounidense, es un país menos al cual
Caracas puede recurrir para solicitar apoyo. El ALCA debe ser leído bajo
estas líneas.
Además del intento de eliminación de todo foco partidario, se puede
reconocer otra política económica desestabilizadora, la manipulación del
principal índice de riesgo país, el Emerging Markets Bonds Index (EMBI), el
cual es determinado por el banco estadounidense JP Morgan Chase (Misión
Verdad, 2017). Si bien el nivel de deuda externa venezolana era
considerablemente inferior a aquella de Brasil o México, el índice de riesgo
país de Caracas era mucho más alto, siendo considerado uno de los países
más riesgosos para invertir. Es así como vemos que el EMBI ha sido usado
como un recurso de guerra financiera, con el objetivo de disminuir las
inversiones en Caracas, complicar una posible reestructuración de la deuda
y ralentizar la recuperación económica del país.

La promoción de la democracia liberal


La defensa de la democracia liberal es un pilar histórico de la política
norteamericana. Empero, una vez más, presenciaremos cómo será utilizado
como arma de soft power contra Caracas.
La defensa de la democracia liberal puede hacerse tanto vía intervención
militar, como han sido los casos de Irak, Afganistán, Siria, etc, como
mediante un recurso normativo. Consiste en la promoción e imposición de
un discurso ideológico, en donde la democracia liberal se presenta como la
única forma de gobierno normativamente aceptada, aquel “tipo ideal” el
cual debe ser alcanzado por aquellos países que pretendan obtener
beneficios del sistema, en detrimento de toda otra forma de gobierno,
incluyendo las otras formas de democracia.

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 25


Este discurso hegemónico servirá como una herramienta de lucha contra
el bolivarianismo, cuando éste sea sistemáticamente presentado como una
dictadura.
Samantha Power, nominada como embajadora de EE.UU. ante Naciones
Unidas en el año 2013, en un comunicado de prensa atestiguo que
respondería a la represión a la sociedad civil que se estaría produciendo en
países como Cuba y Venezuela. Al mismo tiempo expresó:
"si me dan el honor de sentarme detrás de la señal que dice
'Estados Unidos', haré lo que este país hace mejor: combatir
regímenes represivos, luchar contra la corrupción, y promover los
derechos humanos y la dignidad humana. También haré todo lo
posible para que otros hagan lo mismo". (El Espectador, 2013)
Tras la muerte de Hugo Chávez en 2013, el congresista Tom Cotton
expreso: “after the welcome news of Hugo Chavez’s death, I hope that the
oppressed people of Venezuela will be able to live in freedom, not under
miserable tyranny. I look forward to working in the House to promote a
free, democratic, and pro-American government in Venezuela.” (Rubin,
2013)
Bajo este constante ataque discursivo por parte del hegemón, Venezuela
pasa a adquirir un status de “Estado paria”, expulsándolo como posible
beneficiario del orden internacional, el cual está diseñado bajo las
directrices democráticas liberales. Por consiguiente, socava el apoyo que
Venezuela pueda adquirir, no sólo de los países de la región cuyos intereses
son afines con los de EE.UU., sino de todos los círculos demócratas liberales
del globo, los cuales no estarán dispuestos a prestar sostén, sea político,
económico, social o ideológico, a un “régimen tirano”.

El apoyo al gigante sudamericano


Con anterioridad al coup de théâtre ocurrido en Brasil en 2015, las
potencialidades de Brasilia de convertirse en líder regional y de obtener un
mejor posicionamiento en el orden internacional, eran obvias. Esto hizo de
Brasil el segundo país -junto a Venezuela- en presumirse capaz de ser el
portavoz de la región Latinoamericana.

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 26


Esta suerte de competencia entre Brasil y Venezuela por el liderazgo
regional, fue aprovechada por Washington como otro frente de ataque
contra Chávez, el cual se intensificó luego de los descubrimientos de
yacimientos de petróleo en Brasil.
Se encontraba en los intereses de EE.UU. tanto reforzar el papel de líder
de Brasil, como el reciente mercado de crudo. De esta forma, y dada a la
estrategia de oposición limitada de Brasil2 (Russell y Tokatlian, 2009),
EE.UU. se aseguraba de que el país más poderoso del Cono Sur esté con y
no en contra de sus intereses. Al mismo tiempo, al fortalecer el mercado
petrolero de Brasil, Washington podría reducir su dependencia del crudo
venezolano y debilitar la fortaleza que le otorga a Caracas su condición de
principal productor regional (Busso, 2009).
Es en este escenario en donde se posicionan los acuerdos de cooperación
en las áreas de comercio bilateral, energía, ciencia y tecnología para
aumentar la competitividad y la productividad de la industria brasileña.
Estas estrategias desestabilizadoras se resienten y repercuten hasta hoy
día, en donde el actual presidente de la República Bolivariana de Venezuela,
Nicolás Maduro, es víctima de la misma campaña discursiva propulsada por
los centros de poder de occidente, de múltiples sanciones económicas que
afectan su capacidad de pago de deuda externa, de una continua amenaza
a un embargo petrolero y de un riesgo de boicot de las operaciones de
PDVSA por parte de bancos estadounidenses.
En resumen, Venezuela debe cuidar tanto sus frentes militares ante la
posibilidad de un intervención, pero también, aunque mucho más difícil,
cuidarse de todas las políticas desestabilizadoras Norteamericanas, que
tienen como objetivo contener la Revolución, quitándole a Chávez
plataformas de apoyo, aislándolo internacionalmente, socavado su comercio
petrolero y perjudicando su proyecto de líder regional al apoyar a su
principal rival, Brasil.

2
Russell y Tokatlian definen una oposición limitada basada en una política
mixta hacia EE.UU., en la que se combinan desacuerdo y colaboración. La
integración regional es clave para el incremento del poder negociador conjunto
del área frente a EE.UU, pero a su vez, percibe a EE.UU. como un poder dual,
una combinación de amenaza y oportunidad.

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3ra Parte

III - Una defensa híbrida, entre el hard y el soft balancing

Una vez definida la amenaza, pasaremos a analizar las estrategias que


tomó el gobierno de Chávez para hacer frente y defender la Seguridad
Nacional, interés primero del Estado venezolano. Retomaremos aquí el
criterio diferenciador de la sección anterior, a saber, el uso o no de la fuerza
armada, para distinguir, en forma esquemática, dos estrategias de defensa
complementarias. Por un lado, frente a una intervención con posible apoyo
de Colombia y de grupos locales, Venezuela va a llevar adelante una
estrategia de hard balancing y, frente a la desestabilización, aislamiento y
contención, veremos la aplicación de medidas de soft balancing.

A) Nueva doctrina de defensa

En esta primera sección analizaremos la estrategia de hard balancing,


exponiendo, inicialmente, las herramientas teóricas a partir de las cuales
analizaremos la doctrina de defensa de Venezuela para luego entrar en
detalle sobre las políticas efectivamente tomadas. Nos valdremos de
instrumentos de la Teoría de la Viabilidad de Jaguaribe (1972) y de la Teoría
de la Disuasión Convencional de Mearsheimer (1985) para explicar la lógica
detrás de la reestructuración del aparato de defensa en 2004 en lo que se
denominó la doctrina de Defensa Integral de la Nación.

Permisibilidad Internacional
A la hora de analizar las condiciones necesarias para que un Estado logre
la autonomía, entendida como no-interferencia de otros Estados, en este
caso EE.UU., en el plano externo Jaguaribe (1972) destaca la necesidad de
permisibilidad internacional, definiendo a ésta como la medida en que, dada
la situación geopolítica de un país y sus relaciones internacionales, este país

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disponga de condiciones para neutralizar el riesgo proveniente de terceros
países dotados de suficiente capacidad para ejercer sobre él formas eficaces
de coacción. Estas condiciones refieren en un plano doméstico, a aumentar
las capacidades materiales (militares y económicas) propias, que aquí
vamos a definir como balance interno y, en una dimensión externa, a la
organización de terceros Estados en alianzas, que llamaremos balance
externo.

Balance interno
Dentro de las medidas de balance interno, el aumento de los recursos
económicos se dio por una mayor capacidad política relativa, entendiendo
por ésta la capacidad por parte del gobierno de extraer recursos de la
economía (Kugler y Organski, 1989), principalmente a través de su mayor
control sobre PDVSA. También se dio producto de un aumento del precio del
barril de petróleo.
Por su parte, el aumento del poder militar es resultado de un plan de
reestructuración de las fuerzas armadas bajo la nueva doctrina de Defensa
Integral de Nación, el aumento de su presupuesto (ver anexo 4), un plan de
formación de los cuadros de oficiales y el aumento del número de tropas
regulares y reservistas, junto con la organización de civiles bajo el marco de
las Milicias Nacionales Bolivarianas (MNB). La reforma de la doctrina de
defensa busca una reorientación hacia la nueva realidad a la que se
enfrentan las FANB, persiguiendo una mayor adecuación y eficiencia. A
través de intercambios académicos, agregadurías militares, ejercicios
combinados, capacitaciones y cooperación técnica, Chávez busco la mejora
cualitativa de las FANB con el fin de que sean capaces de enfrentar a las
FFAA mejor pertrechadas del globo. El aumento de tropas viene a ser
complementada por la mejora cuantitativa de las FANB. La reestructuración
de las FFAA ahora en FANB fue acompañada de la creación de las MNB,
componente de la sociedad y que responde directamente al Ejecutivo
Nacional y no al Ministerio Popular de la Defensa. La idea es de unir a las
FFAA regulares con la sociedad civil a través de reservistas civiles y grupos
civiles de base que tendrían como objetivo descentralizar la defensa. A esto

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 29


se suma la compra de equipamiento principalmente a socios locales como
Brasil y, fuera de la región, a Rusia y China.

Balance externo
La región cobra un lugar privilegiado en el gobierno bolivariano como
elemento de sostén, no solo en el plano económico, político y socio-cultural,
sino también, en materia de defensa y seguridad. Podríamos hacer una
división entre los vínculos con los aliados regionales y los extra-regionales.
Los primeros obtienen un lugar central ya que serían los que militarmente
apoyarían a Venezuela en caso de una intervención y es en éstos en donde
mayor esfuerzo y recursos se van a destinar. Por otra parte, entre los
aliados extra-regionales más importante se encuentran Rusia, China e Irán.
La importancia de estos actores deriva más de la retórica anti-
norteamericana (Rusia e Irán), la campaña por una reforma de los
organismos de gobernanza mundial hacia un multipolarismo y el
abastecimiento de materiales de guerra (Rusia y China) que de una genuina
intervención de estos tres Estados en apoyo a Venezuela para la cual la
falta de capacidad y sobre de todo de interés van a ser determinantes.
Además, cada parte posee una agenda con intereses no necesariamente
compatibles.
El regionalismo bolivariano buscó una nueva serie de instituciones
latinoamericanas que excluyan a EE.UU. Si bien la participación en la
creación de la UNASUR y la CELAC son instrumentos más cercanos al soft-
balancing, la propuesta de la Organización del Atlántico Sur (OTAS) junto a
la conformación de una fuerza armada latinoamericana revisten un claro
carácter de hard-balancing. Por su parte, el ALBA posee una posición
entremedia. Cuba deviene el principal aliado estratégico e ideológico, con
quién se organizarán estas instancias de cooperación regional. La iniciativa
más ambiciosa es aquella de la OTAS, cuyo objetivo era la integración
militar a nivel regional y la conformación de unas Fuerzas Armadas
Latinoamericanas (Serbin y Pon, 2014). Ante la imposibilidad de llevar a
cabo una suerte de alianza militar inspirada en la OTAN, principalmente
dada la falta de coordinación en las políticas de defensa de Brasil y

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Venezuela y las diferencias de sus intereses, Venezuela y los miembros del
ALBA optaron por apoyar el proyecto de crear el Consejo Sudamericano de
Defensa (CSD) propuesto desde Brasilia. El CSD se establece, de acuerdo al
artículo primero de su estatuto, como una instancia de consulta,
cooperación y coordinación en materia de defensa. Si bien el triunfo del
CSD frente a la OTAS demuestra la reticencia a una alianza militar, la
cooperación con diferentes Estados de la región sí tuvo lugar. Los
intercambios académicos, agregadurías militares, ejercicios combinados,
capacitaciones y cooperación técnica que mencionamos anteriormente
tuvieron también como fin profundizar las relaciones con los diferentes
Estados. Éstos fueron particularmente notorios con Nicaragua, Bolivia, Cuba
(miembros del ALBA) y Argentina (Serbin y Pon, 2014).
El lugar que ocupan las FARC, si bien no revisten un status muy claro,
puede ser catalogado dentro de los esfuerzos de Venezuela por aumentar
sus aliados. Las FARC tendrían un rol importante en enfrentar al principal
aliado de EE.UU. en caso de una intervención, las FFAA colombianas.
Las relaciones con los actores extraregionales relacionados al tema de
seguridad, fueron particularmente importantes con Bielorrusia, China, Irán
y Rusia. Un factor estructural al considerar las relaciones con estos actores
extraregionales es que, como indicamos en la introducción de esta sección,
ninguno posee ni la capacidad ni el interés para rivalizar geopolíticamente
con EE.UU. en América Latina. El único que podría llegar a tener los
recursos materiales para poder competir con EE.UU. es China y, debido a
que América Latina no es una región vital a su seguridad nacional y a que
quiere mantener una relativa buena relación con EE.UU. para no ver
perjudicado su comercio, las ganancias netas potenciales de rivalizar con
EE.UU. en términos de seguridad en América Latina son muy inferiores a los
costos y riesgos estimados. La retórica anti-yanki y su supuesto eco en
aquellos Estados supera ampliamente los hechos y es reflejo del deseo de
Caracas de encontrar aliados. Sin embargo, sí ha habido un aumento de
ejercicios conjuntos y un aumento de compra de materiales bélicos que
mencionábamos dentro de las medidas de balance interno. El balance

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 31


externo es, entonces, en su parte fundamental, con los países de la región,
en particular, con los miembros del ALBA.

Disuasión
Complementaria en a estas medidas y presente en la doctrina de defensa
bolivariana, yace la idea de disuasión. De forma resumida, de acuerdo a
Mearsheimer (1985), la disuasión implica la persuasión del oponente para
que no inicie una acción específica porque los beneficios percibidos no
justifican los costos y riesgos estimados (militares y políticos). La disuasión
es una ecuación entre los resultados políticos percibidos resultantes de una
acción militar y una cantidad de costos y riesgos militares y no militares.
Hay dos tipos de disuasión, por castigo, la cual involucra la amenaza de
destruir grandes porciones de la población y la industria del oponente; y por
negación, la cual requiere convencer al oponente que no va a lograr sus
metas en el campo de batalla. Dado que Venezuela es un Estado no-
nuclear, la disuasión no puede tomar otra forma que la disuasión
convencional. A su vez, el hecho de no poseer ni armas nucleares ni
municiones de precisión guiadas de rango medio –misiles balísticos- impide
a Venezuela la amenaza de imponer costos inaceptables, a la excepción de
algunos ataques que puedan ser realizados en suelo colombiano a través de
las FARC. La disuasión será entonces convencional y por negación.
Siendo que Venezuela se enfrenta ante una intervención militar cuyos
objetivos políticos son ilimitados, ya que se busca la reversión de la
Revolución y el cambio de régimen, las dos estrategias militares posibles a
las que haría frente son la guerra por desgaste y la blitzkrieg. Estas dos
estrategias buscan una derrota definitiva del enemigo, condición necesaria
para lograr el cambio de régimen, y excluyen la estrategia de objetivos
limitados, generalmente asociada a las guerras por un territorio. Dado que
los costos y riesgos de una guerra por desgaste son siempre elevados y la
posibilidad de éxito es relativamente incierta, la disuasión tiene altas
posibilidades de triunfar cuando el atacante tiene a esta estrategia como
única opción. Contrariamente, cuando una penetración estratégica profunda
es asequible, la disuasión tiene mayores posibilidades de fracasar ya que la

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 32


blitzkrieg provee los medios para obtener una victoria rápida y decisiva, es
decir, con costos y riesgos relativos bajos y con una previsibilidad de éxito
relativamente alta. De acuerdo con esta teoría, Venezuela debería ser capaz
de poder hacer frente a una blitzkrieg y que EE.UU. así lo perciba; no es
necesario que Venezuela gane la contienda, con hacer fracasar la blitzkrieg
y que ésta devenga una guerra de desgaste es suficiente para aumentar los
costos y riesgos políticos y militares lo suficiente para que EE.UU. se vea
disuadido de iniciar el ataque.
La reestructuración de las FFAA que tuvo lugar en 2004 incorporó a su
doctrina como eje fundamental la disuasión de una intervención por un
enemigo numérica- y tecnológicamente muy superior. La estrategia elegida
busca eliminar la posibilidad al enemigo de alcanzar una victoria rápida y
segura. Esto se logró, principalmente, con la integración cívico-militar y la
descentralización y regionalización de grupos de defensa, con sus propios
comandantes, reservas de armamentos y alimentos y sus propias fábricas
de materiales militares. Esta federalización y popularización de la defensa
reemplaza al Ejército convencional principal, privando a EE.UU. de la
capacidad de victoria rápida y asegurada una vez este Ejército es derrotado,
lo cual está asegurado dada las capacidades materiales de EE.UU. vis-à-vis
Venezuela. La Defensa Integral de la Nación prevé el aumento de
reservistas y la organización de comités de defensa en todo el país. La
participación de la sociedad civil en la defensa se estructuró, en 2009, bajo
las MNB. La concepción de la nueva doctrina de defensa se inspira en las
teorías militares sobre la guerra popular prolongada de Mao Tse Tung, Ho
Chi Minh y Vo Nguyen Giap en Asia, y la guerra de todo el pueblo en Cuba
(Dietrich, 2004).
La blitzkrieg presupone que el aparato de defensa es una maquinaria
compleja que depende redes de abastecimiento, líneas de comunicación, un
control centralizado. Al descentralizar la defensa e incluir a la sociedad civil
dentro del aparato defensivo, una penetración estrategia profunda es
inviable ya que las FFAA no se apoyan en un solo punto, no hay un solo
plano trasero en el que se sostiene la defensa sino varios a lo largo y ancho
de la nación. Esto obliga al agresor a llevar adelante una ocupación de todo

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 33


el territorio y enfrentar múltiples frentes. El número de tropas involucradas,
entonces, aumenta ya que si se concentra pierde terreno y si se expande
pierde fuerza. La blitzkrieg fracasa y pasa entonces a una guerra por
desgaste, cuyos gastos suelen ser difíciles de calcular como así también su
resultado por lo que la disuasión tiene mayores posibilidades de triunfar.
Las FARC jugarían también aquí un rol importante pudiendo no solo
participar en la defensa venezolana sino también en ataques sobre suelo
colombiano sobre objetivos de alto valor estratégico, civiles o del complejo
industrial, imponiendo costos –potencialmente- inaceptables para Colombia.
El conflicto podría, pues, evolucionar en uno regional involucrando, al
menos, a dos Estados regionales. Dada la porosidad de las fronteras en la
zona amazónica, es probable que éste se expanda también al norte de
Brasil así como a Ecuador.
Ante el escenario de posible guerra por desgaste, involucrando una
invasión y ocupación del territorio venezolano, con operaciones militares en,
potencialmente, otros tres Estados, y sin un verdadero gobierno alternativo
luego del derrocamiento del bolivarianismo dado que éste posee una
aprobación ampliamente mayoritaria y a que la oposición está fragmentada,
la idea de intervención directa pierde su atractivo. Los costos y riesgos
políticos y militares potenciales derivados de una intervención superan con
creces los potenciales beneficios.

B) El soft-balancing venezolano y el papel de la Cooperación S-S en la


defensa de la Revolución.

Observaremos en este apartado como, además de las estrategias de


balance interno y externo para responder a una intervención militar,
Venezuela cuenta con otros mecanismos de defensa que no incluyen el uso
de la fuerza militar, entendiéndose como estrategias de soft-balancing, para
hacer frente a las políticas desestabilizadoras de EE.UU. Éstas medidas son
también una forma de equilibrar las deficiencias con respecto a las
capacidades materiales de EE. UU. (Serbin y Pon, 2014).

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 34


Chávez reconoce que la propagación de su proyecto revolucionario en la
región, a su vez que la diversificación de alianzas conectándose con los
otros centros de poder extra-regionales, son estrategias cruciales para
combatir a Washington.
Un elemento clave para comprender la estrategia Venezolana de soft-
balancing es visualizar una diplomacia que se basa no sólo en la búsqueda
de la satisfacción de intereses, sino también la promoción de valores. En
este sentido, el incentivo por parte de Caracas de cambio histórico en la
región el cual tendría a las nuevas elites y los sectores sociales
anteriormente excluidos como actores principales, al tiempo que se
reconoce al petróleo como recurso estratégico para el desarrollo nacional,
son los dos matices entre los cuales se balanceará la agenda Venezolana.

Una agenda regional


A los ojos del gobierno de Caracas, América Latina es el ámbito de
aplicación por excelencia de la Revolución. Chávez considera que la
integración del Sur es un paso fundamental para balancear a la potencia
hegemónica. Esta agregación no sólo significa la creación de un frente
unido, sino también una plataforma para esparcir los ideales de la
Revolución, posicionando a Venezuela como líder en esta lucha anti-
imperialista.
La estrategia hacia el sur comprende más que un mero programa de
cooperación Sur-Sur. Venezuela aspira a lograr un regionalismo, es decir,
“[un] proceso consciente de diseño y aplicación de políticas comunes o
coordinadas para reorganizar un espacio geográfico regional determinado”
(Sanahuja, 2008: 12). Y es justamente en este marco de regionalismo post
liberal, que los lineamientos de política hacia el Sur se basarán en un anti-
imperialismo, anti-liberalismo, nacionalismo, desarrollismo, una
petrodiplomacia, la soberanía de los Pueblos y la superación de la pobreza y
desigualdad.

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El ALBA y el TCP: Los proyectos "bolivarianos" de integración
El ALBA es la organización regional por excelencia del bolivarianismo.
Herramienta primera de acción internacional, que nucleando los ideales de
la Revolución pretende fomentar un mundo multipolar frente al
unipolarismo Estadounidense. Es la fuente primera de la activa diplomacia
social chavista, fundamento por antonomasia de su accionar internacional.
Está basada en los principios de cooperación, complementariedad,
solidaridad y reciprocidad, así como en el respeto de la soberanía de cada
país (Sanahuja, 2008). Es por esta razón que, como nombrábamos
anteriormente, se presenta como un proyecto de integración alternativo al
ALCA.
Propuesta por Hugo Chávez en la III Cumbre de la Asociación de Estados
del Caribe en diciembre de 2001, fue efectivizada en 2004 junto a Fidel
Castro. Sus miembros más importantes se reducen a Bolivia, Cuba, Ecuador
y Venezuela.
Sus ejes principales de acción se encuentran en el plano político, el
energético y en menor medida, el económico. En este sentido, encontramos
proyectos como Barrio Adentro, Operación Milagro, TeleSur, Petrocaribe, el
cable submarino Cuba-Venezuela y el Tratado Comercial de los Pueblos
(TCP), entre otros, como ejemplos de políticas llevadas adelante por el
ALBA.
Siguiendo las palabras de Sanahuja (2008: 29), “el ALBA es, en primer
lugar, el resultado de una "diplomacia de cumbres" de alto perfil político y
mediático, y pese a su retórica integracionista, constituye, sobre todo, un
marco de cooperación sur-sur basado en la afinidad ideológica, más que en
una complementariedad económica que no sería imaginable sin el petróleo
venezolano”.

UNASUR y la integración suramericana


El nacimiento de UNASUR responde a los intereses brasileños y
venezolanos de formar un espacio de encuentro de todos los países del sur
del continente, creando un bloque regional para la coordinación de políticas
de acción conjunta. Con el objetivo de ganar un mayor margen de maniobra

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respecto a México, el cual hasta el momento había sido el portavoz de la
región, se pretende hacer de UNASUR la organización por antonomasia
encargada de atender los temas sudamericanos. Sin dejar de mencionar
que es la principal organización que conecta Venezuela con el resto de los
países del sur del continente, ya que la mayoría de éstos no forman parte
del ALBA.
La Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) se crea en la III Cumbre
Suramericana realizada en Cusco (Perú) el 8 de diciembre de 2004. En la I
Cumbre energética de Isla Margarita (17 de abril de 2007), se adoptó el
nuevo nombre de Unión de Naciones Suramericanas.
Sus principales agendas responden a cuestiones políticas y de materia de
energía. En este respecto, Venezuela ha adoptado una serie de medidas que
sirven a su Petrodiplomacia. Entre ellas encontramos la creación de
Petroamérica, el apoyo a la nacionalización de hidrocarburos en Bolivia y,
por supuesto, su mayúsculo proyecto para construir el Gran Gasoducto del
Sur.
Una cuestión importante a destacar es que la coyuntura política de la
región jugó también su rol importante en la esfera de soft-balancing. La
asunción de gobiernos de Nuevo Signo en los dos países más poderosos del
Cono Sur -Argentina y Brasil- con Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva
en 2003, al igual que en Bolivia a partir de 2006 con Evo Morales y en
Ecuador en 2007 con Rafael Correa, permitió una promoción menos
constreñida, más efectiva y expansiva de la Revolución Bolivariana. No
tanto por afinidad ideológica -si bien todos eran gobiernos progresistas,
pocos de ellos compartían la radicalización discursiva de Chávez - sino más
bien por la legitimación y reconocimiento otorgado por parte de estos
países, que se tradujo en un arma a favor de Chávez.
Es así como examinamos que las estrategias desarrolladas hacia la región
comprenden el desarrollo de un regionalismo, el cual le permite a Chávez
expandir hacia nuevas fronteras su petrodiplomacia al unísono con su
ideología revolucionaria, ganando más reconocimiento y, por ende,
legitimación, que juega como contrapeso hacia el gigante norteamericano.

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Una agenda con el “Sur Geopolítico”
Un punto fuerte de esta política de soft-balancing es la diversificación de
las relaciones con actores extra-regionales. Esta estrategia apunta a
alcanzar un mejor desarrollo nacional acompañado de una reducción de la
dependencia de EE.UU.
Cualquier estado que manifieste la voluntad de tener un rol internacional
o un rol de líder regional, está obligado a tener una red de conexiones
global. Pero aún más, para un estado como Venezuela que se presume
capaz de liderar la región en base a un proyecto contrario a los intereses de
la potencia hegemónica, esta diversificación de relaciones no sólo es
necesaria porque le proporciona un aumento de su cuota de poder al
encontrarse con nuevos socios comerciales, y por ende, mejorando su
posición relativa frente EE.UU., sino porque también significa una
ampliación del frente de lucha, ya que las principales conexiones no-
Latinoamericanas se forjaran en base al anti-imperialismo, anti-
americanismo y la multipolaridad.
En la política extraregional de Chávez pueden identificarse dos tipos de
aliados. Por un lado, aquellos cuyas relaciones se basan en un sentimiento
anti-yanki y una fuerte búsqueda de balanceamiento hegemónico. Las
relaciones con, por ejemplo, Irán, Rusia, Bielorrusia y Siria pueden ser
entendidas bajo esta lógica. Por otra lado, aquellos aliados que privilegian
las relaciones comerciales antes que ideológicas, como China y Vietnam.
Entre los aliados más importantes encontramos a Rusia e Irán. Si bien el
comercio con Moscú no es de gran envergadura, -basado principalmente en
la venta de armas e intereses energéticos- es posiblemente la relación con
mayor fundamento ideológico, sirviendo como contrapeso a EUA. La
ideología es también un rasgo común a la relación con Irán, aunque el peso
comercial de este último es superior. Existe, entre Caracas y Teherán, un
mayor entrelazamiento comercial.
Es necesario destacar así mismo, que la extensión de las relaciones
extraregionales por el gobierno bolivariano no se restringió a actores
gubernamentales exclusivamente. Por el contrario, Chávez desplegó una
estrategia internacional de conexiones políticas con actores no

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 38


gubernamentales como ONGs, sectores académicos, medios de
comunicación, entre otros, simpatizantes con la llamada diplomacia de los
pueblos, como complemento a las otras formas de soft-balancing.
Observamos cómo las relaciones con los centros de poder extra-
regionales constituyen otro mecanismo de distribución de los ideales
bolivarianos, al mismo tiempo que fortalecen al Chavismo representando
nuevos mercados donde aplicar su petrodiplomacia, aumentando su
autonomía internacional.

Un multilateralismo vinculante
La estrategia de balanceamiento hacia Washington puede verse reflejada
también a través de un multilateralismo vinculante (Russell y Tokatlian,
2009).
Consiste en hacer frente al poder de EE.UU. mediante el empleo activo de
las Organizaciones Internacionales, las cuales no pueden ser ignoradas por
el hegemón sin pagar un alto precio.
Estas instituciones internacionales de las cuales Estados Unidos es parte,
funcionan como otro mecanismo de coacción al poder estadounidense, en
donde los terceros países pueden encontrar frentes de acción colectiva
como resistencia a las acciones de Washington, al mismo tiempo que se
valen de un manual de conducta (Carta Constitutiva) que les permite
cuestionar legalmente toda resolución contraria del hegemón.
De esta forma vemos que, ante la amenaza que representa EE.UU.
para el proyecto bolivariano, Venezuela se vale tanto de un balance
interno, incluyendo una renovada estrategia de defensa, como de uno
externo para hacer frente a una posible intervención militar, al tiempo
que desarrolla un activo regionalismo y una diversifica ción de las
relaciones con los otros centros de poder no occidentales. Por
consiguiente, Caracas logra aumentar sus capacidades materiales,
disminuyendo la brecha de poder entre éste y EE.UU., y aumentando los
costos potenciales ante la posibilidad de una intervención, a la par que
amplía las bases partidarias de su Revolución.

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Conclusión

En estas páginas pudimos ver las razones por las cuales EE.UU.
buscaría el derrocamiento del gobierno bolivariano, lo cual nos permite
extender similares causas hacia tantos otros gobiernos a los que EE.UU.
“vetó” dentro y fuera de la región para entender, desde una óptica
particular, la recurrente violación a la no-injerencia en asuntos de otros
Estados por parte del hegemón de turno. El estudio de las amenazas es
producto de la atenta observación de la política norteamericana en el
último siglo y medio en la región y últimos 70 años en el globo. La
respuesta brindada por el bolivarianismo se nutre de la experiencia de
los pueblos desde China y Vietnam hasta Cuba, adaptá ndola a la
realidad venezolana, a sus otros objetivos de agenda y agregándole una
originalidad propia. Como resultado, y de aquí el interés por estudiar
este tema, tenemos por un lado, una explicación tentativa de los drivers
de la política agresiva de EE.UU. -principal- mas no exclusivamente- en
América Latina y, por el otro, un recetario de respuestas defensivas que
no debería ser pasado por alto por aquellos gobiernos que busquen la
autonomía vis-à-vis los EE.UU., siempre respetando las particularidades
locales y contextuales.
A partir del 2013, si bien la amenaza de intervención está siempre
presente, como nos recuerda el ahora ex-Secretario de Estado Tillerson
y el Presidente Trump “all option are on the table”, la crisis interna y la
debilidad de la Revolución y del Estado bolivariano en general van a
llevar a una priorización de los elementos de soft power. A su vez, la
intensidad de la política de EE.UU. va a bajar en concordancia con el
descenso de la amenaza que representa el bolivarianismo a los
intereses estadounidenses.
Si bien se podría objetar que el recurso a la amenaza de EE.UU. no es
más que -o principalmente- una estrategia para lograr el apoyo al
gobierno en una lógica de rally round the flag, justificar políticas y
medidas autoritarias y fracasos económicos, creemos que el historial de
prácticas de EE.UU. junto con su retórica intervencionista -presente

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hasta el día de hoy-, el apoyo al golpe de Estado, los documentos
revelados por Wikileaks, entre otros, nos permiten estimar que la
preocupación de bolivarianismo está debidamente justificada.

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 41


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BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 49


Anexos

Tabla des anexos

ANEXO 1 ........................................................................................................ 51

ANEXO 2 ........................................................................................................ 52

ANEXO 3 ........................................................................................................ 53

ANEXO 4 ........................................................................................................ 54

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 50


Anexos

Anexo 1

Anexo 1: políticas del “Consenso de Washington”

Fuente: Martínez Rangel y Soto Reyes Garmendia (2012: 58)

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 51


Anexos

Anexo 2
Anexo 2: índice de indigencia y pobreza en Venezuela (1990-2013)

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la CEPAL, recuperados


de
http://interwp.cepal.org/sisgen/ConsultaIntegrada.asp?idIndicador=182
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BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 52


Anexos

Anexo 3

Anexo 3: índice de concentración de Gini en Venezuela (1990-2013)

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la CEPAL, recuperados


de
http://interwp.cepal.org/sisgen/ConsultaIntegrada.asp?idIndicador=250
&idioma=e

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 53


Anexos

Anexo 4
Anexo 4: Gasto militar de Venezuela en millones de dólares constantes
(2015)

Fuente: elaboración propia a partir de datos de SIPRI, recuperados de


https://www.sipri.org/sites/default/files/Milex-constant-2015-USD.pdf

BETTATI Martín y CANEVA Natalia | 2018 54

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