El panorama religioso e ideológico en Europa Occidental, siglos
XIII-XVI La Reforma Protestante y la Contrarreforma Católica
Durante la Edad Media -prosigue Ernest Lavisse, en su Historia
Universal, -, todos los cristianos de Europa eran cató licos apostó licos romanos. Es decir, la mayoría de la població n era cristiana –salvo, donde las hubiera, minorías judías y musulmanas, y aun paganas-, compartía la misma fe religiosa, creía en los mismos dogmas bá sicos, y obedecían a sus obispos territoriales, que a su vez respondían al Papa, cabeza de la Cristiandad y Obispo de Roma.
Cuando un cristiano expresaba (o decían que lo hacían, como vimos en
la sexta novella de la primera jornada del Decamerón, con el hombre del vino y el franciscano inquisidor), cuando expresaba pú blicamente una opinió n que desagradaba al Papa y a los obispos, muchas veces se lo invitaba o forzaba a retirar lo dicho, y podía ser sospechado de hereje. En los casos considerados má s graves, se abrían procesos judiciales en su contra, y, si el supuesto hereje no se retractaba, podía ser encerrado para siempre en prisió n e incluso quemado en la hoguera.
Si había, encontraban o creyeran que había muchos herejes en un país,
se hacía una Cruzada. En el siglo XIII hubo una gran cruzada contra los herejes cá taros o albigenses (en el sur de Francia). Las Cruzadas mayores, dirigidas desde Europa Occidental a Oriente, a Palestina, fueron contra los ‘infieles’ (nombre que se daba a los no cristianos en general, y en este caso, a los musulmanes). Tenían como misió n expresa reconquistar el Santo Sepulcro (la presunta tumba de Cristo). Estas Cruzadas ocuparon los ú ltimos siglos de la Edad Media, y sirvieron de vía de modernizació n, de conocimiento de nuevas culturas y nuevos productos, y rompieron el mundo cerrado del feudalismo europeo: significaron un encuentro con la ‘alteridad’.
En Europa Occidental y Central se establecieron tribunales
expresamente para buscar y condenar herejes: la Inquisició n, se lo llamó , y hubo tribunales de la Santa Inquisició n en Francia, en Inglaterra, en Italia, en Alemania y en Españ a, mayormente.
La Reforma en Alemania. Desde comienzos del siglo XV, cada vez
eran má s las personas que estaban descontentas con el clero y con la conducta de la jerarquía eclesiá stica. Consideraban que los frailes y los sacerdotes eran demasiado ricos, que el Papa gastaba demasiado dinero, y que los cardenales se portaban mal (incurrían en promiscuidad sexual, glotonería, avaricia, hipocresía). Existían movimientos de religiosos, (como hoy los ‘curas villeros’ podríamos decir), que denunciaban estas prebendas. El movimiento franciscano, fundado por San Francisco de Asís, cuyo nombre tomó el cardenal argentino Jorge Bergoglio, el actual Papa, como reivindicació n, defendía el ideal de pobreza.
Algunos fueron má s lejos, y consideraron que no había posibilidad de
saneamiento interno en la Iglesia Cató lica. Había frailes y aun obispos que aseguraban que era necesario reformar la Iglesia, refundá ndola. Un fraile alemá n, Martín Lutero, había predicado contra el Papa, y escribió un libro donde exponía sus tesis reformistas. El Papa condena el libro por medio de una ‘bula’, un documento vaticano de cumplimiento teó ricamente obligatorio para todos los cristianos. Lutero quemó la bula pú blicamente (1520), y declaró que los cristianos no debían obedecer má s al Papa, sino solamente a las Sagradas Escrituras. Varios príncipes alemanes sostuvieron a Lutero, impidiendo que lo capturaran. Lutero tradujo la Biblia al alemá n (y, de este modo, fundó la lengua literaria alemana contemporá nea), su Biblia fue uno de los libros que primero se difundieron masivamente gracias a un invento contemporá neo, la imprenta, que había creado otro alemá n, Gutenberg,, y la mayoría de los alemanes aceptó su Reforma. Pronto pasaría a Francia y a otros países. Los príncipes alemanes tenían interés en ello, porque suprimían los obispados y los conventos, y se apoderaban de sus dominios. A los partidarios de Lutero se los llamo reformados o protestantes. El rey de Suecia fue el primer monarca que se hizo protestante, y con él, su pueblo (1529).
La Reforma en Francia y en Suiza. En Francia y Suiza hubo
movimientos reformistas, pero no contaban con protecció n real: los protestantes eran perseguidos. A Juan Calvino (Jean Calvin) se le debe la Reforma en Francia y en Suiza. Viajó a Ginebra en 1541 y produjo convicció n en las mayorías, que pasaron a llamarse calvinistas. La Suiza francó fona fue así calvinista, y Calvino se convirtió en jefe de gobierno local. En Ginebra Calvino tradujo la Biblia al francés y al castellano, y estas versiones, que, con pequeñ as correcciones, se usan aú n hoy, influirían sobre las literaturas en castellano y en francés. Frente a la pérdida de fieles, y al movimiento masivo de impugnació n institucional, la Iglesia Cató lica reacciona con una batería de disciplinamiento interior (prohibició n de ventas de las Indulgencias, castidad forzada, obligatoria en el clero, y unidad de la Liturgia: esto y tantas otras cosas emanan del Concilio de Trento, 1545-1563). Pero sobre todo, y esto será fundamental para la literatura, hubo un contraataque cultural de la Iglesia, y fue la utilizació n del barroco como herramienta para combatir la pérdida de fieles. Si hoy vemos en las Iglesias Cató licas toda una batería de imá genes sensuales (y aun sexuales), á ngeles desnudos, estatuas de cuerpos muy carnales, vírgenes que dan pá nico mirar, es justamente por eso: la aplicació n del barroco en ellas, como modo de combate y triunfo de los templos protestantes, donde está prohibida la representació n de las imá genes. En tiempos de escasez de imá genes, las Iglesias cató licas ofrecían un espectá culo sensorial ú nico. Entonces, el Barroco será el estilo continental dominante desde fines del siglo XVI y todo el siglo XVII. Es curioso que en Francia, hacia la segunda mitad del siglo XVII, “invente” un estilo que se llamará “Clá sico” (porque se obliga a imitar a la literatura de la Grecia clá sica – con Pericles-, y a la Latina –con Augusto): y nada má s alejado, má s contrario, la sobriedad clá sica, al exceso del barroco.