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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.

El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

LA
ECONOMÍA
EXTRAVAGANTE
EL PROBLEMA NO ES EL DINERO,
SINO TU FORMA DE PENSAR

César Camino

Ediciones
SHO-DO

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César Camino

LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE
1ª. Edición: Sevilla, 1 de Marzo de 2010.
Copyright de la obra: César Camino.
Copyright de la edición: Sho-do Ediciones.
Email: editorialshodo@gmail.com
ISBN: 978-84-613-5127-5
Depósito Legal:
Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de la obra,
así como su contenido y/o el diseño de portada y contraportada.
Diseño de Cubiertas: Diego Lagares
BLOG: laeconomiaextravagante.wordpress.com

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

A mi Abuelo Enrique. El arte de vivir.


A Antonio M. Camino. La Vía.
A mi madre. El Todo.
A Belén. Ella.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

ÍNDICE

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS Pág. 15

INTRODUCCIÓN Pág. 21

CAPÍTULO I

CORRIGIENDO ERRORES. Pág. 35


Reprogramando nuestra mente para una forma
diferente de entender la Economía.

LA NEUTRALIDAD DEL DINERO. Pág. 39


O el primer error: Creer que el dinero tiene
personalidad y valor propios.

EL DINERO COMO MEDIO Y NO COMO FIN


. Pág. 47
O el segundo error: Creer que la riqueza está
en el dinero en sí mismo.

PRECIO VERSUS VALOR. Pág. 55


O el tercer error: Creer que el precio de las
cosas determina su valor.

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César Camino

TU ESCALA PERSONAL DE
RIQUEZA Y POBREZA. Pág. 61

O el cuarto error:
Creer que eres pobre o que las cosas no te van bien, porque
hay quien tiene más dinero.

LA ECONOMÍA ES TAN SÓLO UN


ESTADO DE ÁNIMO. Pág. 69

O el quinto error: Creer que tú, aquello que piensas y


cómo lo piensas no interviene en tu prosperidad.

CAPÍTULO II

EMPEZANDO DE CERO.
De un euro a lo que quieras.

EMPEZAR DE CERO ES CUESTIÓN


DE ENTUSIASMO. Pág. 87

TÚ ERES TU ÚNICA INVERSIÓN. Pág. 99


NO TE CONFUNDAS. SÓLO PUEDES
INVERTIR EN UN VALOR: TÚ MISMO.

¿QUÉ HACES?, Pág. 105


¿A QUÉ TE DEDICAS?.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

EN SERIO… SEGURO QUE NO LO SABES.

NO TODO ES DINERO. PERO SÍ QUE


TODO ES ECONOMÍA. Pág. 111

CAPÍTULO III

REPROGRAMÁNDONOS.

¿Comprarías un ordenador, sin sistema operativo,


o con programas instalados que no supieras manejar?.
¿Por qué permites entonces que tu vida se dirija con
el más potente ordenador que existe (tu mente) sin
una programación adecuada que entiendas
y que controles?. . .

LLAMANDO A LAS COSAS


POR SU NOMBRE. Pág. 119

NADA ES DINERO,
O EL DINERO NO ES NADA. Pág. 123

CUIDADO CON TU PRIMER PENSAMIENTO.


ASÍ ETIQUETES TU REALIDAD, ASÍ SERÁ.
ASÍ GANARÁS O PERDERÁS. Pág 135
ERES EL MINISTRO DE ECONOMÍA
DE TU VIDA. Pág. 141

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César Camino

EL MILAGRO DE LA MULTIPLICACIÓN DEL


PAN Y LOS PECES. A ver si lo consigo… Pág. 145

NO EXISTE RIQUEZA, NI SOLVENCIA O Pág. 151


PROSPERIDAD MÁS ALLÁ DEL DÍA DE HOY,
AQUÍ Y AHORA.

No podemos vivir ayer, ni mañana.


El único momento y lugar que podemos vivir,
por mucho que intentemos otra cosa, es hoy,
este instante y aquí.
Esta regla de la vida, opera exactamente igual
en materia de dinero.

CAPÍTULO IV

ALGUNAS REGLAS QUE AFECTAN Pág. 165


AL DINERO Y QUE NO APLICAMOS, NO
CONOCEMOS U OLVIDAMOS CON
DEMASIADA FRECUENCIA

NO EXISTE FORMA ALGUNA DE


HACERSE RICO. Pág. 169

LO ÚNICO QUE PUEDES HACER ES AVERIGUAR


CUÁLES SON LAS CAUSAS DE TU ACTUAL
ESTADO ECONÓMICO. SOLVENTAR ESO ES

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

LA ÚNICA MANERA DE LOGRAR LA PROSPERIDAD.

Nuestros miedos y la fe, son muy similares.


La fe es la certeza del logro de cuanto queremos.
El miedo es la certeza del logro de aquello que no
queremos.

CONCLUSIÓN Pág. 177

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Si no estás dispuesto a mejorar.


Este no es tu libro.

Si no crees que las cosas puedan ser o hacerse de manera


diferente. Esta obra no te aportará nada.

Si eres igual a los demás, o no te sientes distinto. No gastes tu


dinero en comprar este ejemplar.

Pero, si no te identificas con la mayoría. Si te niegas a que piensen


por ti. O si, sencillamente, intuyes que la economía, como tantos otros
aspectos en la vida, no es lo que te han contado, tengo algo para ti.

Algo nuevo, que quiero mostrarte.

No te enseñaré apenas nada que no sepas ya en algún lugar de tu


mente, pero sí te haré recordar lo que habías olvidado. Lo que te habían
hecho olvidar.

La verdad, a veces, al estar sumergida bajo tantas capas de mentira


puede tornarse increíble, incluso, impensable. Puede llegar a parecer
imposible.

Pero no deja de ser la Verdad.

Como siempre, empezaremos por una


simple decisión:

Si quieres dejarlo todo como está. Si te parece que todo se


encuentra en su sitio y que nada necesita mejorar. No sigas leyendo.

Seguir leyendo es avanzar. Vamos a cambiar muchas cosas ahí


dentro, en tu mente. Vamos a usarla como quizá no lo habías hecho antes.

¿EMPEZAMOS?

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

¿Por qué he escrito este libro?.


Me he hecho una pregunta similar siempre que he realizado
alguna tarea. En realidad, me planteo esta consulta interior cada vez
que emprendo o desarrollo un proyecto. Es importante saber qué se
quiere lograr en la vida para que ésta tenga al menos un atisbo de
sentido y para que nuestro día a día posea un rumbo, el que sea,
pero que no vaya a la deriva ni sea dirigida al completo por los
avatares del azar.
He escrito este libro porque el dinero debe dejar de ser un
problema recurrente para las personas. No se puede cambiar el
Mercado. De hecho, el Mercado no existe. Es un concepto vacío
al que Adam Smith otorgaba criterios de invisibilidad y perfección
que, se suponía, lo autocorregían. Ese genio se equivocaba y ha
quedado patente a través de crisis, carencias y vaivenes propios de la
argamasa de intereses ocultos que rodean al liberalismo capitalista
extremo.
Sí, Adam Smith se equivocó. Esa mano invisible que desarrolló
en su defensa del Libre Mercado nunca existió. Sólo existen las
personas, sus necesidades y la riqueza que genera el Comercio que se
origina para cubrir las demandas allí donde éstas aparecen. Pero no
hay disciplina alguna que tome vida como por arte de magia,
poseedora de sus propias reglas ocultas, hasta el punto de que las
personas lleguen a creer que no tienen control sobre la misma. Por
eso se crean constantes eufemismos para no llamar a las cosas por
su nombre. Para desnaturalizar fenómenos que siempre, y
únicamente, tienen su origen en las personas.
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César Camino

Cuando unos se enriquecen desmesuradamente a costa de


centenares de miles de inversores sin formación ni experiencia en la
materia, los analistas emplean una fórmula vacía que contenta
(increíblemente) a quienes han visto cómo sus ahorros de toda una
vida se han evaporado. Cuando eso ocurre podemos oír en las
noticias salmón aseveraciones del tipo: “La volatilidad de los mercados
ha provocado una sostenida tendencia a la baja que ha hecho que la Bolsa
pulverice mínimos históricos haciendo desaparecer todas las ganancias
acumuladas en los últimos semestres”. Casi nada…

¿Qué significa eso de “desaparecer”?. ¿De verdad el dinero


desaparece?. Claro que no. El dinero no se desintegra sin dejar
huella. Lo que no dicen en las noticias económicas, es que todo ese
dinero que desaparece de las incautas manos de inversores
minoritarios desinformados, ha ido a parar directamente a las arcas
de grandes fortunas que conocen la evolución de la Bolsa (o que de
hecho la manejan) según sus intereses.
Sin embargo me impresiona la calma con la que la sociedad
da por buenas demagógicas expresiones de este tipo. ¿A alguien le
valdría esa misma explicación si se hubiera llevado a cabo el atraco a
una joyería?; ¿Le serviría a la policía que los ladrones de la caja
acorazada de la joyería expoliada, confesasen haber cometido el
delito pero que desconociesen el paradero de las joyas alegando,
sencillamente, que éstas han desaparecido?.
¿Por qué entonces aceptamos la desaparición, sin más, de
miles de millones de euros cuando esa es toda la explicación que se
ofrece en los medios de comunicación al informarse a la opinión
pública sobre la evolución del Mercado de Valores?. De verdad, es
de locos.
Eufemismos y más eufemismos para no llamar nunca a las
cosas por su nombre, que el dinero nos afecta a todos y cuanto
menos sepamos o más intrincada sea la materia mucho mejor se
aceptan los trucos que hacen los prestidigitadores.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

El Mercado. Bonita palabra que nos separa de algo tan


presente y común como la Economía diaria que manejamos todos.
Cuanto más técnicos y lejanos resulten los términos, mejor se nos
moldea porque menos comprendemos lo que tenemos entre manos.
Entender algo es la base para poder procesarlo y con ello ser
librepensadores. Pero mientras haya una minoría que se erija como
especialista o experta en una determinada disciplina,
inevitablemente, habrá grandes masas de personas aisladas del
conocimiento que maneja una pretendida élite.

Expertos, analistas, consultores, asesores financieros, economistas,


contables… La lista de elegidos es tan variopinta como estéril. Ya en
las tradiciones taoístas podemos leer “el que sabe no habla y el
que habla no sabe”. Pero, ¿Por qué hay tantos autoproclamados
expertos si nadie conoce realmente cómo funciona el Mercado o, al
menos, nadie que ofrezca sus servicios al público en general?. La
respuesta es sencilla: Porque ninguno de estos gurús sabe de qué
habla.
El objetivo no es gestionar y hacer crecer el dinero ajeno,
sino sencillamente cobrar comisiones por los servicios que implica
poner en marcha una o varias carteras de inversión por cada cliente.
No importa si el patrimonio de los inversores desaparece o si se
lleva a la ruina a familias enteras con sus ahorros de décadas. El
negocio es sólo operar, no obtener beneficios para el cliente.
Comisiones por apertura, por operaciones realizadas, por
órdenes de compra o venta; Por mantenimiento, por cancelación;
Comisiones por seguros, garantías, tarjetas de crédito, descubiertos,
pignoraciones… Todo eso sí que importa. Ese es el negocio de las
consultorías y los bancos con sus legiones de asesores financieros
personales. Por cierto, los mismos profesionales cuyos salarios
mensuales son los de un mileurista más, pese a que en sus reuniones
con los clientes se presentan como expertos en mercados y valores.

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César Camino

He escrito este libro porque cada vez que le otorgamos


a alguien una posición de conocimiento sobre nosotros en
materia económica, delegamos un poder que debería ser
intransferible: El de pensar por nosotros mismos. El de decidir
libremente.
Si alguien es un experto, es que no somos capaces de dirigir
por nosotros mismos nuestro dinero y necesitamos la luz de ese
conocimiento superior del que creemos carecer. Y si la terminología
que ese experto emplea es ininteligible, mejor que mejor, porque ya ni
siquiera tendrá que pararse a explicarnos de qué está hablando. De
entrada, no estamos a la altura.
Los especialistas tienen la información privilegiada y el
conocimiento. El resto tenemos el dinero que les entregamos para
que nos lo gestionen a su antojo, con sus reglas y sus explicaciones
sobre “desaparición a causa de sostenidas tendencias bajistas”. Suena a
locura, pero lo hemos aceptado a fuerza de repetición. Sin rechistar.
Sin asombrarnos ya.
El Mercado no existe como ente independiente. El Mercado
lo forman decisiones detrás de las cuales siempre hay personas
parapetadas en nombres de corporaciones con intereses
inconfesables cuyas tácticas especulativas provocan que un par de
veces cada década estallen crisis financieras internacionales que sufre
medio mundo. Bueno, medio mundo no, sólo la cuarta parte del
mundo que tiene acceso a la Economía propiamente dicha. El otro
75% de la población mundial no debe preocuparse por
especulaciones de ninguna índole. Es difícil sentir desasosiego por
estos asuntos cuando no se sabe si uno va a poder comer
dignamente una vez al día.
Pero todo esto huele tan mal que es mucho más conveniente
emplear un término vacío, que nos haga pensar que las cosas pasan
porque sí. Mercado viene bien para eso.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Las bolsas de valores no se rigen por el valor real de los


títulos que cotizan; Los expertos que ofrecen sus servicios de
asesoramiento financiero no son ricos, ni especialistas, pero no
dudan en reclamar el dinero ajeno bajo la garantía de conocer los
mercados financieros. Debe ser que sus avanzados conocimientos
sólo operan cuando se trata de gestionar el patrimonio de otros. El
suyo no se lo confiarían ni a su propia sapiencia.
Montañas de dinero desaparecen cada trimestre sin saberse a
dónde han ido a parar; Cuando los precios suben y la producción
baja en un sector primario, nadie sabe señalar qué lo ha provocado
ni qué intereses hay detrás de esas manipulaciones. Bueno, esto
último sí que se puede deducir…
Que no pensemos es crucial para que todo lo anterior
funcione. Que no haya responsables del expolio es crucial. Mercado y
libre son, sin duda, dos términos que encubren bastante bien las
huellas.

He escrito este libro porque la Economía no es algo


que tenga que aprenderse exclusivamente bajo la tutela de
alguien. Es eso que todos practicamos a diario (incluso en aspectos
que nunca creeríamos vinculados al dinero) y para lo que sólo
hemos de emplear el sentido común, que por desgracia no es el más
común de los sentidos.
La Economía Extravagante no es un libro con el que yo le
quiera decir a usted qué debe pensar o qué creer. Es una invitación a
que piense por usted mismo y de una forma diferente a como lo ha
venido haciendo.
Sálgase del guión. Olvide los convencionalismos.
Cuestióneselo todo, especialmente, aquello que esté más asentado y
sea tenido por lo más aceptado. Cuanta más gente haga algo de
forma idéntica, más posibilidades hay de que ese algo sea un
error. Esta regla es particularmente aplicable a los asuntos
económicos.

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César Camino

Los silogismos que sustentan este planteamiento son


simples: La mayoría lucha por unos recursos muy limitados; Ergo,
una minoría posee la mayor parte de los recursos económicos; Ergo,
todos los miembros de la mayoría hacen las cosas de una forma
idéntica. Conclusión final: los métodos de la minoría son diferentes
a los de la mayoría.
¿En qué grupo quiere estar usted cuando se trata de su
propio dinero?

Tengo millones de razones para haber escrito esta obra:

Una por cada persona que alguna vez ha perdido dinero


porque alguien la engañó.

Una por cada persona que no ha podido crear o conservar


su patrimonio, convencida de que no entendía de Economía.

Una por cada persona a la que han hecho creer que su


dinero estaba más seguro en manos ajenas que en las suyas propias.

Y así, hasta casi el infinito…

Una compra se diferencia de una inversión en que la primera


no reporta beneficios. Sólo es un gasto. La segunda genera más de lo
que ha supuesto el dinero empleado.
Espero que esta obra haya sido una inversión para usted y
no una simple compra.

Muchas gracias.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

INTRODUCCIÓN

"El dinero no cambia a las personas.


Sencillamente, las muestra tal y como son."
Anónimo

El dinero trae de cabeza a la gente. Es un hecho.


Desde que tengo uso de razón sólo percibo, al hablar o
escuchar a cualquiera, sensaciones de escasez y dificultad en relación
al dinero. La inmensa mayoría de las personas tiene problemas para
ganarlo en cantidad suficiente para mantener una buena calidad de
vida. Lo gasta o lo pierde con facilidad y casi siempre tiene una
sensación de carencia con respecto a él.
Parece que quien lo gana es siempre el otro, alguien lejano,
externo, desconocido y envidiado a partes iguales. En cambio, las

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César Camino

facturas, las deudas y la dificultad para llegar a final de mes son


cuestiones mucho más cercanas y conocidas para todos.
No podemos evitar pensar, cómo lo hará, cuando vemos que
alguien no parece tener problemas con el dinero. Nosotros que nos
esforzamos constantemente por ganarlo, no lo alcanzamos o no lo
conservamos.
Sin embargo, a quien le sobra, el dinero parece llegarle y
quedarse en su patrimonio con cierta naturalidad. Casi con
insultante sencillez. Es una regla doble que insiste en cumplirse en
una amplia mayoría de los casos en una ciudad tipo, entre gente
normal y trabajadora, con una educación estándar. En definitiva,
entre personas como usted y yo.
Nada parece barato y eso no es únicamente a consecuencia
de que los precios suban de forma regular (que lo hacen) sino a que
por regla general la gente no parece tener el suficiente dinero que le
permita percibir las cosas que quiere, como accesibles. Porque, por
elevado que sea el precio de algo que necesitamos adquirir, si
tenemos dinero (o lo que es más importante: la sensación de que,
una vez gastado, recibiremos más) no le prestamos tanta atención al
precio de ese bien o servicio que queremos comprar.
La capacidad de generar liquidez de manera regular, suele
conllevar una sensación de seguridad, de tranquilidad, que amortigua
ese primer movimiento reflejo de nuestra mente que nos hace temer
ante los elevados precios que vemos en el Mercado.
Una joya es cara por definición, pero lo es más para quien
tiene que ahorrar durante meses para poder comprar un anillo de
diamantes, que para quien puede comprarlo hoy, aún siendo
conocedor de su elevado precio, si posee la tranquilidad de que en
unos días tendrá de nuevo en su cuenta corriente la cantidad
gastada.
Por lo tanto, debemos comenzar por plantearnos si aquello
que nos parece caro, nos lo parece por el precio del producto, ¿o

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

por nuestra tendencia a creer que tendremos problemas para volver


a ganar la cantidad que gastemos hoy?.
Lo dejaremos por el momento aquí. Habrá tiempo de seguir
profundizando en esto un poco más adelante.

El dinero es una creación del hombre, lo que significa que,


por definición, no puede quedar fuera de su control y
conocimiento.

He ayudado a gente con sus problemas de relación con el


dinero y con su economía en general. Me empecé ayudando a mí
mismo y no escribo nada que no me haya funcionado a mi primero.
Sea quien sea la persona que tenga ahora mismo este texto
en sus manos, debe tener en cuenta que nada, insisto, nada de
cuanto lea, escuche, aprenda o le digan, en relación a
cualquier materia, debe ser aceptado si no le funciona
realmente cuando lo lleve a la práctica.
Esta es la prueba de fuego, el bautismo de toda teoría o
conjunto de recomendaciones: Póngalo a prueba en su día a día.
Deseche lo que no le sirva de verdad y quédese únicamente con
todo lo que le ayude, lo que mejore su calidad de vida, lo que
sinceramente le venga bien. Esta es la evaluación definitiva a la que
someto todo lo que estudio y aprendo. Y es la que le recomiendo a
usted.
Por supuesto, este libro y cuanto en él expreso no es una
excepción.
Todo lo que expresaré en esta obra me ha funcionado y me
sigue funcionando, mejorando mi forma de pensar, de trabajar y, a
los efectos de este libro, entendiendo la Economía desde una
perspectiva diferente.
Es mi forma particular de relacionarme con el dinero y
puede que algo de cuanto a mi me viene sirviendo, también le sirva a
usted. Si es así; Si una sola página de esta obra contiene alguna

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César Camino

información que pueda servirle a mejorar su relación con el dinero,


su forma de entender la Economía y el modo de aplicar ese
conocimiento en su vida diaria para mejorarla, este libro al completo
habrá merecido la pena. Aunque sólo sea una página de todas las
que quedan por leerse a continuación, la que esté llamada a aportarle
algo.

Como digo, lo que siempre he oído en relación al término


dinero son problemas, quejas o sensaciones vinculadas a dificultades,
a la escasez o a ideas similares. Es realmente difícil encontrar a
personas que mantengan una buena relación con su dinero o con la
Economía en general. Incluso a muchos a quienes las cosas les van
bien o parecen tener una vida económicamente viable, temen por la
continuidad de esa “racha”. Esperan y rezan porque la suerte no les
dé la espalda.
Esta es otra constante que he observado en relación al
dinero: Parece que la mayoría de la gente lo vincula en gran
medida a la suerte. A los vaivenes. Los buenos (pocos y
escasamente duraderos) y los malos (de más larga duración y que
pueden hacer estragos en una familia o un patrimonio
convencional).
Se le otorga por tanto al dinero un carácter propio, una
especie de personalidad. Lo tratamos como si él decidiera por sí
mismo a qué bolsillo llegar y de cuál huir. Es como si el dinero y sus
rachas, decidieran por nosotros si acompañarnos y proporcionarnos
un pequeño período de bienestar; O, por el contrario, de forma
caprichosa, optara por abandonarnos aunque, eso sí, dejándonos
deudas y el agua al cuello.
¡El dinero pensando por sí mismo! Y sobre el que no
tenemos control alguno. Dueño de la casualidad y provisto de
voluntad propia. Las personas en fila y con caras de buenos viendo
siempre cómo el dinero escasea, porque eso es lo que se supone que
debe hacer el dinero: Irse de las manos; Tardar en llegar; No cubrir

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

las necesidades que tenemos. De lo contrario, no sería dinero, sería


cualquier otra cosa más sencilla de controlar y de entender. Algo que
estaría a nuestro servicio y no sobre nosotros, dirigiéndonos.
Demasiada gente aplica estas etiquetas al dinero en particular
y a la Economía en general, pese a que así escritas pueden parecer
ridículas. Es algo propio del género humano considerar suerte o
dotado de vida propia todo aquello que no controla o no sabe
dirigir.
Si su misma experiencia no ha formado parte alguna vez de
esta forma de pensar; Si puede reconocer sinceramente que nunca
ha pensado así, o que no se identifica en modo alguno con cuanto
aquí expongo a modo de introducción, puede dejar este libro porque
no le aportará nada. Por supuesto, no se vaya sin mis más sinceras
felicitaciones ya que será usted una afortunada excepción.
Pero si le suena como propio algo de lo que ha leído hasta
ahora, o reconoce que es la forma común en que se considera al
dinero entre la inmensa mayoría de las personas, le recomendaría
que siguiera leyendo. Haremos un profundo ejercicio de evaluación
de conceptos erróneos y mejora de criterios.

Las probabilidades de que una decisión sea errónea en


materia económica es directamente proporcional al número
de persona que coinciden en estar de acuerdo con ella.

Yo mismo he formado parte del inmenso grupo de personas


(9 de cada 10) que experimentan sensaciones de escasez o
dificultades económicas en alguna etapa de sus vidas. He tardado
mucho en cambiar mi forma de considerar al dinero. Me ha costado
bastante trabajo darme cuenta de que no tenemos la adecuada
relación con nuestra economía, como para dejar de verla como algo
inaccesible o problemática y comenzar a tenerla como algo que
depende de nosotros y que, por lo tanto, trabaja para nosotros.

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César Camino

No sabemos pensar de forma adecuada en materia de


dinero, entre otras razones, porque no se nos ha enseñado a hacerlo.
Tampoco ha interesado mucho que lo hagamos. Pensar por uno
mismo, sin conceptos equívocos y libres de mentiras es un
ejercicio tan necesario y digno, como peligroso para quienes
se lucran por ese desconocimiento general.
Hubo un tiempo en que el dinero me trajo de cabeza. No lo
ganaba y cuando llegaba se escapaba con la misma facilidad con la
que el agua encuentra siempre filtraciones en el asfalto. Mis servicios
profesionales tenían que ser baratos o, de lo contrario, no era capaz
de encontrar la forma de que se contrataran. En cambio, lo que yo
necesitaba adquirir en el Mercado siempre era caro. Los demás sí
decidían el precio de sus productos o servicios, sin discusión. Parece
que lo que tiene que ser barato es siempre lo que uno ofrece,
mientras que lo caro parece ser irremediablemente lo que
necesitamos adquirir.
No sé en qué parte leí un viejo proverbio oriental que hace
alusión a que un perro, en busca de su propio rabo, da vueltas y
vueltas persiguiéndolo sobre sí mismo y nunca lo alcanza. Pero si
ese mismo perro decide obviarlo, no perseguirlo, no obsesionarse
con su rabo, éste le sigue a todas partes. De repente, el perro
descubre siempre va con él a todas partes.
Este relato suele aplicarse a algo tan resbaladizo como la
suerte, pero yo lo amplío al concepto del dinero. Funciona de
manera similar gracias a nuestra tendencia a equiparar los conceptos
dinero y suerte.
No he encontrado ninguna fórmula mágica para
enriquecerse o para que el dinero se reproduzca. Espero que no esté
desilusionado el lector porque, si le dijera lo contrario, le estaría
engañando. Por desgracia, también parece que nos agrada
demasiado que nos engañen en relación a nuestro dinero.
Si busca algo de eso, lo encontrará en la sección de ciencias
ocultas de cualquier librería entre la magia, la brujería y demás

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

disciplinas de escasa seriedad. No van por ahí los tiros. No, al


menos en este libro.
Se trata más bien de tomar el control de nuestros conceptos
sobre la Economía y sobre nuestra forma pensar en términos
económicos.

El dinero, tan necesario para todo y tan esquivo. Lo


necesitamos para coger un taxi, comprar comida, tener una vivienda
digna (ya sea alquilada o en propiedad); Es necesario para vestirnos a
nosotros y a los nuestros, porque podemos estar dispuestos a pasar
frío, pero no debemos permitir que el dinero falte si de mantener
calientes a nuestros hijos se trata. Es la justa retribución a nuestro
mes de trabajo; Es el futuro de nuestra senectud en forma de
pensión; Es lo que nos permite estudiar, garantiza nuestros ocios o
nos protege cuando la cosa se pone fea.
Pero, pese a ser tan cotidiano, tan necesario, qué caprichoso
resulta. Le permitimos reglas propias. Parece tener su particular
criterio porque, o le gustamos o nos abandona tardando en volver.
Entre los errores más clamorosos que todos hemos cometido alguna
vez con la Economía está el pensar que no depende de nosotros,
que tiene personalidad propia. Convencernos de que el dinero
decide mientras la persona espera y acepta con resignación.
Esto ha esclavizado a generaciones enteras y es uno de los
más grandes errores a cometer, pero hay muchos otros y los
solventaremos a lo largo de esta obra, si el lector decide pensar de
una forma libre y diferente a como lo venía haciendo hasta el
momento. Cambiaremos a planteamientos extravagantes a veces, sí
quizás, pero que revolucionarán su manera de relacionarse con el
dinero y de tratar sus finanzas personales para que dejen de ir en su
contra y comiencen a aliarse con usted.
Este libro trata de que no se nos engañe y, sobre todo, de
darle la vuelta a mucho conocimiento mal asentado en nuestro
subconsciente que mantiene a demasiada gente sin el control de su

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César Camino

propia economía o, lo que es bastante peor, con este control cedido


a terceras personas o circunstancias.
Se trata sencillamente de aprender a repensar en nuestra
economía, la cual se desarrolla a cada paso que damos. Con cada
café que tomamos, cada precio que miramos en una tienda, cada
capricho que nos permitimos o que nos negamos. Con cada viaje
que planificamos, cada presupuesto que damos a un cliente o cada
elección que hacemos y que nos cuesta dinero o que implica pagar o
cobrar, hacemos Economía.
Nos conviene tener las cosas claras y, sobretodo, dirigir
nosotros mismos los conceptos sobre los que se basará esta relación
nuestra con el dinero.
Mucho de cuanto va a leer en las siguientes páginas será
extravagante. No se parecerá en nada a su forma de pensar hasta el
momento. Y eso debería entusiasmarle porque, más que
probablemente, su manera de entender el dinero o de operar en
materia económica hasta ahora ha sido errónea. De forma que
cambiar de prisma no le va venir muy mal, dados los antecedentes
de nuestro modelo de criterios.
Le voy a invitar a que reconsidere muchas cuestiones hasta
ahora aceptadas e implantadas en su subconsciente más profundo, y
a que reasignemos nuevos significados a términos que usted creía
tener dominados o que, cuanto menos, creía saber qué significaban.
Tenga en cuenta que lo comúnmente aceptado, ni tiene por qué ser
cierto ni correcto. Y desde luego, no pierda nunca de vista el hecho
de que el sentido común no es el más común de los sentidos cuando
de dinero se trata. La gente (incluidos muchos especialistas y
analistas que viven de esto) se encuentran muy perdidos. Lo
veremos más adelante.
No todo le servirá. Tampoco lo pretendo. Pero si al llegar a
la última página de este libro piensa por lo menos de forma
independiente, con sus propios principios y sin aceptar las
cuestiones relacionadas con el dinero tal y como le digan o le

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

marquen como por imperativo divino, entonces el objetivo estará


cumplido y ya el dinero no será el enemigo en su vida, ni la
Economía esa ciencia hermética que sólo unos iniciados parecen
controlar y que usted padece.
Cuando muchos hagan una misma cosa, o dispongan de
una misma información en cuestión de dinero, es hora de
comenzar a pensar justo lo contrario.
Vamos pensar de forma distinta porque para observar el
dinero desde un prisma común siempre se puede comprar la prensa
diaria, o podemos ver el informativo de las tres de la tarde. Esa es la
opinión publicada. Para eso no tenemos que esforzarnos. Es lo
establecido, lo fácil. Enlatado y servido calentito para que no haya
que mover ni una sola neurona. Creer a ciegas es siempre más
sencillo que pensar por uno mismo. Por eso los dogmas de fe tienen
tantos adeptos. Ahorran mucho esfuerzo aunque esclavicen.

Pero nosotros vamos a ser un poco extravagantes. Nunca


está demás. Incluso, si lo pensamos claramente, veremos que
tampoco tenemos muchas otras opciones: Lo que hemos venido
haciendo hasta el momento en relación al dinero, sencillamente, no
funciona. De manera que salirnos de una vía que no lleva a ninguna
parte para explorar por nuestra cuenta, siendo independientes, no
puede ser más que sano.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

CAPÍTULO
I
Corrigiendo Errores

Reprogramando nuestra mente para una


forma diferente de entender la Economía.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

(Póster internacional Believe nothing)

No creas nada,
no importa dónde lo hayas leído
o quién lo haya dicho, incluso si lo he dicho yo,
si no está de acuerdo con tu propia razón
y tu propio sentido común.

BUDA

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

CORRIGIENDO ERRORES

"El hombre inteligente aprende de sus errores.


El sabio, aprende de los errores de los demás."
Arturo Adarme Vasquez

Son tantas las confusiones y los errores en los que cae la


inmensa mayoría de la gente cuando se trata de dinero, del
Comercio o de la Economía, que es necesario empezar tirando por
tierra un gran número de conceptos tergiversados, mal establecidos
conscientemente o no, con los que operamos en materia de dinero
sin saber que son falsos, o peor aún: Nocivos para nuestra
prosperidad.
Porque mientras no sepamos que estamos equivocados o
que tergiversamos involuntariamente muchos aspectos relacionados
con la Economía (incluso con la más básica, la de nuestros propios
bolsillos) estaremos condenados al fracaso en la gestión de nuestros
recursos y a perderlos, incluso sin saber a dónde van, por dónde y
por qué se nos escapan.
De forma que vamos a comenzar eliminando un montón de
ideas falsas, junto a otra montaña de conceptos mal entendidos, para

35
César Camino

sustituirlos después por la información adecuada con la que siempre


debimos operar para nuestro propio bien en materia de prosperidad.
Es posible que conforme avance en esta libro se lamente
interiormente del tiempo que ha pasado usted pensando de manera
equivocada e involuntariamente confundido, de forma que muchas
operaciones económicas realizadas a lo largo de su vida y no pocas
decisiones han estado destinadas al fracaso, por no haber contado
antes con un “recalibrado general” de los conceptos relacionados
con el dinero, la Economía y el mundo del comercio. Una “puesta a
punto” que debe incluir un cambio de piezas (conceptos) bien
arraigados pero mohosos que han impedido nuestro éxito
profesional y personal con el peculio.
Pero no pasa nada, aquí hemos venido a saber cada día un
poco más. Lo que verdaderamente importa es que a partir de ahora
las cosas pueden y deben cambiar en materia económica para
nosotros. Y van a cambiar por la simple razón de que vamos a
empezar evaluando las cosas sin los prejuicios externos y sin los
criterios comunes que le han mantenido hasta el momento en el
multitudinario vagón de cola de quienes siempre pierden dinero o,
lo que es igual, no saben conservarlo y hacerlo crecer.
Vamos a pasar a la cabeza del pelotón. Ahí donde unos
pocos, que sí saben cómo pensar porque tienen la lección bien
aprendida, hacen que la Economía juegue a su favor y el dinero no
sea el motivo de una constante lucha interna, sino un elemento
aliado en su día a día.
Otra cosa más: Si este libro va a tratar permanentemente de
romper criterios ajenos y mal instalados en nuestra forma de pensar,
quiero que quede claro que con estas páginas deberá hacer lo mismo
que le aconsejo con cuanto lee o escucha de otras fuentes: No se
crea nada de lo que lea aquí si no lo pone en funcionamiento y
marcha. Nada que no pase la prueba práctica de hacernos la vida
mejor y aportarnos satisfacciones personales, debería pasar el filtro
de nuestra aceptación personal.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Lea, involúcrese, pero no dude en llevar a su día a día lo que


considere más adecuado para usted de esta obra. Y ahí es donde
debe batirse el cobre todo lo que encuentre en estas páginas. Las
palabras bonitas pero sin eficacia no sirven para nada. Usted no ha
querido comprar poesía por su belleza cuando ha elegido este libro
(por cierto, la poesía, más allá de su métrica y rima, enriquece el
alma de quien la lee y, desde ese plano, enriquece tanto o más que
una obra pragmática).
Yo he recogido aquí todo lo que a mí me ha servido y
cuanto empleo a diario en mi esfera personal y profesional. A mí me
funciona y creo que merece la pena compartirlo, pero es a usted a
quien le debe funcionar. Ha comprado este ejemplar y yo he
adquirido una deuda con usted: Hacer que, a cambio de su
dinero, algo de lo que aquí expongo le sirva. En ese caso, esta
compra habrá sido una buena inversión, pues el lector habrá
logrado un retorno superior a los euros que le ha costado este
libro.
Pero, precisamente para eso, pruébelo todo. Esta no es una
obra teórica. El dinero es práctico, su Economía también lo es, y
cuanto aquí se explica debe ser llevado al campo de batalla.
De forma que empecemos por cambiar el prisma y
acabemos con unos cuantos errores que nos han costado mucho,
pero que mucho dinero, a lo largo de nuestra vida.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

LA NEUTRALIDAD DEL DINERO


O el primer error: Creer que el dinero tiene personalidad
y valor propio.

"De lo que veas, créete la mitad.


De lo que te cuenten, nada.”

Bruce Lee

La primera en la frente, como me solían decir cuando era


pequeño, al encargarme cualquier tarea y, directamente, la hacía mal
o no la cumplía. El primer error con el que lidiamos todos y del que
aún muchos no se han librado es creer que el dinero, por sí mismo,
vale algo.
Lo tratamos con reverencia cuando lo tenemos, y lo
ansiamos cuando nos falta. No queremos gastarlo, especialmente
porque previamente nos ha costado bastante esfuerzo ganarlo. De
forma que ya, desde el primer momento, estamos inconscientemente
dándole al dinero un valor en sí mismo. Como, por regla general,
escasea o suele faltarnos casi siempre para mucho de lo que
necesitamos, pasamos a creer que es algo difícil de obtener. Es
valioso porque no se deja ver. Es esquivo. Así lo etiqueta nuestro
cerebro de manera automática.

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César Camino

El error no acaba ahí. Se hace más grande si pensamos en el


siguiente fallo que complementa a este primero de creer que el
dinero, por sí mismo, tiene valor o una personalidad propia: Pensar
que los diferentes billetes tienen un valor propio en virtud de la
cantidad que representan.
Es decir, que si tomamos los billetes de euro, como
referencia, todo hijo de vecino estará de acuerdo con que un billete
de 100 euros, vale menos, que uno de 200. Y, por supuesto, un
billete de 500 tiene mucho más valor que uno de 50. Esto lo saben
hasta los niños. Al fin y al cabo, quién no tiene claro que con un
billete de 50 euros se compran muchas menos cosas que con uno de
500 euros. Aquello que virtualmente nos abre las puertas a mucho más
disfrute o a una muy superior capacidad de adquirir, vale más,
parece evidente…
Por tanto, está clarísimo para la forma común de pensar, no
sólo el dinero (en forma de billete) tiene valor por sí mismo, sino
que dependiendo de la cantidad y el color, el papel moneda tiene
jerarquías.
Pues bien, si a lo anterior le llama usted lógica aplastante, lo
único que encontrará es que lo que acabará aplastándole será su
propia lógica, errónea. Que un planteamiento sea lógico, no implica
que sea correcto o que lleve a lo cierto. La lógica es un
procedimiento de resolución de problemas, pero no la garantía de su
solución.
El dinero, por sí mismo, hace siglos que dejó de tener valor.
En un principio, cuando las monedas valían su peso en el metal
precioso en el que estaban acuñadas, tenía cierto sentido reverenciar
la bolsa errada (como la llamaba Cervantes). Porque el peso en oro
del peculio, tenía un valor con total independencia de que la cara
representada en ella fuera la del rey o la del prohombre de turno. Lo
que importaba era el oro o la plata en sí misma. Y a mayor peso de
la moneda, mayor cantidad de plata u oro contenida en la misma y,
por tanto, más valor de cambio y riqueza se detentaba.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

En esos tiempos y bajo esa fórmula, sí era excelentemente


lógico creer que más peso en oro valía más que tener menos
monedas y, por lo tanto, menor cantidad de oro en los bolsillos.
Pero es que en el peor de los casos, las monedas que llevásemos en
nuestras bolsas siempre podían fundirse y el peso del oro o de la
plata resultaba el mismo. Desaparecía el rey, el emblema y el sello, y
sólo quedaba lo que valía: el metal precioso que sustentaba el valor.
Pero abandonada la fórmula del valor del metal como base
del dinero, nos encontramos con que un billete es un papel muerto.
Impreso con todas las garantías del Estado, eso sí. Es el Banco
Central de turno el que lo respalda y lo avala. Además de ser el
responsable de su devaluación en situaciones de crisis, por supuesto.
Le asignamos una valía, directamente relacionada con la cantidad
que se representa en su grafismo y eso no es del todo correcto bajo
toda circunstancia.
A partir de ahí, lo que hace que le otorguemos más valor o
menos a nuestro dinero-papel es la cantidad de bienes y servicios
que podemos comprar con ello. Es decir, un valor completamente
subjetivo que le trasladamos al billete, sin darnos cuenta de que
somos nosotros, los poseedores del dinero, quienes tenemos
un amplísimo margen de determinación del valor de nuestro
dinero, con total independencia de la cantidad de billetes que
atesoremos o de la cuantía que figure en su diseño.
Me explicaré con un par de ejemplos sencillos, para que el
lector deje de creer que es el dinero el que vale algo por sí mismo,
porque viene recubierto de oficialidad, para pasar a darse cuenta de
que todos nosotros tenemos mucha más capacidad de influir y
determinar el valor de nuestros patrimonios, del que creemos a
priori.

Supongamos que disponemos de 500 euros, en un único billete (de esos


azulados que todo el mundo bromea con que ve poco o que casi no existen) y que
se nos dan 24 horas para gastarlos en un mismo centro comercial. Ese centro

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César Camino

comercial tiene dos alas. Una de ellas se expande a nuestra izquierda y está
llena de tiendas con primeras marcas a precios muy encarecidos. Desorbitados
incluso. Sabemos, con sólo mirar sus escaparates, que compraremos pocos
artículos con nuestros 500 euros. Pero miramos el billete, ¿se ha devaluado?.
No. Todos coincidiremos que el valor de nuestros 500 euros está intacto.
Cundirán muy poco en las tiendas del ala izquierda del centro comercial, porque
los precios de todos los establecimientos asentados ahí son muy elevados. Pero,
chico, 500 euros son 500 euros, nos decimos.

Ahora giramos el cuello y prestamos atención al ala derecha que se nos


abre imponente en el mismo centro comercial. Se trata de un área llena de tiendas
de idénticas marcas y boutiques que en el caso anterior, pero en esta ocasión,
todos los establecimientos lucen en sus escaparates reclamos de rebajas, descuentos
y precios bajos. Los mismos bienes, servicios y prestaciones idénticas pero a la
mitad de precio en las tiendas de este ala del centro comercial. Con el mismo
dinero podremos comprar muchos más artículos, quizá hasta el doble que si
optamos por adentrarnos con nuestros 500 euros en el ala izquierda de aquellos
mismos grandes almacenes.
Volvemos a mirar nuestro billete: ¿Acaso vale más?. También
responderemos que no. Lo avala el mismo Gobierno, y el Tesoro del país que lo
expide es el mismo que hace un momento. En los últimos cinco minutos no se
nos ha informado de ningún crash financiero que haya hecho que la moneda no
valga nada. De forma que llegamos directamente a la conclusión de que seguimos
teniendo 500 euros con total independencia de los factores externos que puedan
hacer que nuestro billete ahora nos cunda más.

Y ahí está nuestro error más importante. El primero de


todos. El que más comúnmente cometemos a diario y el que más
nos empobrece, aún cuando tengamos más o menos la misma
cantidad de dinero que otras personas. Creemos que el dinero vale
lo mismo en una y otra circunstancia y que ese valor es inmutable y
externo. Que no lo controlamos. Que es objetivo y que no tenemos

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

nada que hacer al respecto, porque otros determinan su valor por


nosotros.
500 euros son siempre 500 euros aunque está claro que,
dependiendo de nosotros y nuestras elecciones (más bien
dependiendo de nuestra forma de pensar en cada caso), la misma
cantidad puede hacernos acceder al doble de bienes y servicios, o a
menos de la mitad. Y ahí la política económica que marque nuestro
Gobierno no interviene en lo más mínimo, se lo garantizo.
Estoy aquí para decirle a través de esta primera anécdota
(por cierto, bastante común pues todos los años vamos de rebajas al
menos un par de veces) que el verdadero Banco Central que le da
valor a su dinero, al que tiene en su bolsillo o en su cuenta, es
usted y sólo usted. Si tenemos la libertad de gastarlo, invertirlo o
cambiarlo por los bienes y servicios que queramos, tenemos también
la libertad (desconocida para muchos) de determinar su valor.
El billete tiene un valor, eso es indudable, pero no es
inalterable, no lo marcan otros, ni lo retiene el dinero en una especie
de personalidad propia. Es mi intención crear en la mentalidad del
lector una ruptura, un quiebro, para que comience a observar la gran
capacidad que tiene a la hora de determinar cuánto vale su dinero.
Cuánto vale para él. En qué lo empleará y qué procesos mentales
determinarán su elección de ahorrar, gastar o invertir.
¿Comprará artículos aún sabiendo que en el mismo Mercado
libre puede encontrarlos de idénticas calidades por mucho menos
precio? Con lo que su dinero valdrá menos. ¿O sondeará
posibilidades para que el mismo billete, con su valor aparentemente
inicial, le cunda el doble y le permita comprar más bienes y más
servicios con la misma cantidad de euros, con lo que su dinero
doblará su valor?

De momento, acabamos de ver que el mismo billete puede


duplicar o dividir su valor en dependencia directa de nuestras
propias decisiones. Tenemos más capacidad de influencia

43
César Camino

directa sobre nuestra economía de la que creíamos. Y grabar


esa conclusión en nuestras mentes es más de lo que necesitamos,
por el momento.
Otro ejemplo vendrá bien para corroborar cuanto digo y
tirar por tierra ese primer gran error que tenemos instalado en el
subconsciente: Creer que el dinero tiene un valor que ya viene dado
y es inmutable.

Imagínese que una chica joven, de nombre Laura, le pide a su padre su


paga semanal del viernes. Unos 50 euros. Es por la mañana temprano y
Adolfo, el padre de Laura, le entrega la paga en un billete y le pide que lo gaste
con moderación. Como es previsible, lo primero que hace la joven es comprar algo
con su flamante billete de 50 euros y a media mañana lo tiene gastado al
completo. Se hace con un par de zapatos nuevos a los que ya les había echado el
ojo hacía días. Ahora ese billete está en la caja registradora del encargado de la
zapatería, cuando un empleado de la tienda le informa que se ha roto una
tubería del baño del establecimiento. El encargado llama al fontanero y éste, tras
el desplazamiento y el arreglo, le cobra al responsable de la zapatería 50 euros.
Con lo que el comerciante le entrega el billete que acaba de ingresar hace un rato.
El fontanero con su dinero en el bolsillo se mete en su coche y se dispone a hacer
un largo viaje pues tenía previsto un trabajo especial desde hacía un par de días,
pero la emergencia de la zapatería lo había distraído. De forma que se dirige a
una gasolinera cercana para llenar el depósito y así salir a carretera con
tranquilidad. El billete de 50 euros hará que llenar el depósito no le cueste
nada. Al fin y al cabo, lo acaba de ganar esa misma jornada en la zapatería de
la que acaba de salir. Trabajo que no tenía previsto hacer.
Ahora ese billete de 50 euros está en la caja registradora de la
gasolinera a la que Adolfo acude cada día a trabajar. En efecto, el mismo
Adolfo padre de la chica con la que comenzamos esta cadena de pagos y cobros.
Por cierto, Adolfo cobra 50 euros al día por su trabajo y su jefe le paga todos los
viernes, de forma que esa misma noche, antes de regresar a su casa, llevará
encima el mismo billete (o la misma cantidad) que a primera hora de la mañana
entregó a su hija Laura.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Si los que más saben son los que menos hablan, ¿Por
qué hay tantos que asesoran o afirman tener información
privilegiada para compartir?

Un único billete, 5 economías. El trabajo de 4 profesionales.


Servicios y bienes comprados y vendidos. ¿Quién habría pensado
que todo eso se ha activado con un solo billete de 50 euros?.
¿Alguien podría creer que un mismo pago ha servido para que tantas
personas trabajen para otras?. Y lo que es más importante, ¿Podría
imaginarse el padre de Laura que la cantidad que regresa a él, ha sido
la misma que lo ha activado todo?
Si lo mirásemos en conjunto, el volumen de negocio de esta
historia sería muy superior. Un analista financiero vería que se han
puesto de relieve factores como el precio de los zapatos que compra
Laura; El coste por hora de trabajo del fontanero; Las fluctuaciones
del Mercado según el precio de la gasolina que hacen que se llene el
depósito del cliente con más o menos litros de carburante…
Si lo miramos desde un punto de vista reduccionista,
tendríamos que minimizar los 50 euros entre todas las personas,
bienes y servicios que se han visto movilizados por una cantidad tan
modesta, en la misma jornada. Pero eso haría que todos los que han
participado en la historia cayeran en depresión, porque nadie habría
ganado nada por sus servicios y el trabajo de todos estaría devaluado
a casi una cuestión de céntimos de euro.
Pero ¿Cuál es el auténtico prisma que debemos emplear para
ver la moraleja de esta anécdota?: Pues que el dinero por sí mismo
no tiene un valor determinado que se nos imponga sin que
tengamos nada que decir al respecto. El dinero es sólo un medio de
pago que, en nuestras manos, activa servicios y recursos que hacen
que el mismo billete valga más o menos, en directa dependencia de
nuestros criterios personales. Nosotros lo movilizamos, nos

45
César Camino

servimos de él o nos esclavizamos, pero el valor del mismo,


realmente, lo determinamos nosotros con nuestros actos de
comercio constantes.
Se trata de que relativicemos bastante más el valor que le
otorgamos al dinero, por sí mismo. No lo tiene. El valor de la
moneda es delegado. El que le otorgamos nosotros. No podemos
sacarnos a nosotros mismos de la ecuación de nuestra economía.
Cuando lo hacemos, perdemos el control y la perspectiva de nuestro
dinero.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

EL DINERO COMO MEDIO Y NO COMO FIN


O el segundo error: Creer que la riqueza está
en el dinero en sí mismo.

“El dinero es la felicidad humana en abstracto. En consecuencia,


aquel que no es capaz de ser feliz en concreto,
pone todo su corazón en el dinero.”
William Shakespeare

Nos pasamos la vida entera tratando de ganar dinero. Para


eso trabajamos. Para eso ahorramos. Para eso queremos que nos
toque algún premio o esperamos recibir por sorpresa alguna
cantidad extra con la que no contábamos a priori.
Almacenarlo, ya sea en el banco o en metálico dentro de un
sobre en casa, es motivo de orgullo y señal de que tenemos un
patrimonio económico algo saneado. Aviso ya aquí que hay muchos
tipos de patrimonios que influyen directamente en nuestra economía
y que pasamos por alto por no considerarlos parte integrante de
nuestra riqueza.
Por ejemplo, olvidamos que nuestro talento individual es
patrimonio en estado puro. Sin él, sea cual sea ese talento que

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César Camino

destaca en nosotros en particular, sería imposible que lográsemos


ganar dinero, conseguir un trabajo, mantenerlo o lucrarnos. Pero
con cuánta facilidad menospreciamos las ideas, la paciencia, la
inteligencia, la capacidad de adaptación o lucha… Factores todos sin
los cuales, obtener dinero (que pensamos que es el único sinónimo
de patrimonio) sería imposible.

Nos sentimos tranquilos cuando tenemos dinero sobrante. Si


hemos podido cubrir nuestros gastos, tapar algún que otro agujero, o
darnos cierto capricho y, después de todo, hemos logrado guardar
algunos euros en el sobre mental de nuestras reservas, es como si
durmiéramos mejor por las noches. Nos sentimos solventes, dueños
de nuestros recursos, buenos administradores en definitiva. Todo
ese cúmulo de emociones provoca el saber que todo está en orden y
que nuestras cuentas salen, incluso con algún sobrante.
Y todo lo contrario, por supuesto: El desasosiego de saber
que carecemos de dinero procede de la inseguridad de percibir que
no podríamos hacer frente a algún imprevisto que la vida nos tenga
reservado. Es mucho más que una simple sensación de agobio por
no llegar a final de mes o de tener que recortar gastos para distribuir
nuestros recursos por prioridades, eliminando lo superfluo. No, la
ruina económica es mucho peor que todo eso, en cuanto a
sensaciones. De hecho, el no poder hacer frente a determinados
gastos o pagos regulares es la menor de las preocupaciones para
quien carece de recursos.
Ante todo, aparece la sensación de inutilidad. Uno piensa
que su valía merma, que no es capaz de salir adelante, que no vale
para trabajar o que su Valor de Mercado es cero. Se siente vergüenza si
no podemos proporcionar sustento o seguridad a los nuestros, de
forma que poco importan los terceros. La ausencia de recursos resta
dignidad a la persona. Lo saben bien los que alguna vez han tenido
que pedir algo de dinero prestado a un familiar o un amigo. No es
un trago fácil.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Uno y otro caso tienen algo en común: Las sensaciones


subjetivas que le damos al dinero. Y, en concreto, a su tenencia o
a su carencia. Nuestra sensación de seguridad va vinculada a la
cantidad de dinero que podemos generar o que, por el contrario, nos
falta. Y eso es un grave error de percepción que conviene corregir, si
no por nuestra propia salud mental (que sería el objeto de un libro
de psicología completo per se) sí al menos para la mejora de nuestra
propia economía.
Nuevamente insisto en que el dinero, como objeto, es
neutral. Lo que nuestro cerebro etiqueta es la cascada de sensaciones
que experimentamos si nos sabemos poseedores de dinero o
carentes del mismo. De nuevo, le estamos transfiriendo a la
Economía un poder sobre nosotros, y en eso consiste el principal
error de nuestra sociedad. De nuestra forma de pensar en términos
económicos. Es el dinero (tenerlo o no; que sobre o no) lo que nos
califica a nosotros, cuando lo procesamos así.
Tenemos claro que alguno de los parámetros básicos de
nuestra vida puede fallar, porque si tenemos reservas podremos salir,
más o menos, adelante. Pagando se arreglan muchos de los
problemas que podrían surgir. Es casi, como invitar a que sucedan
imponderables, por el hecho de estar seguros de que podríamos
solventarlos pagando. De hecho, hay más de un estudio psicológico
relativo a que muchos problemas surgen cuando uno tiene las
espaldas cubiertas porque “sabe” que podría solucionarlos. En
contraposición, otras personas que no disponen de excesiva
liquidez, no experimentan determinados imponderables porque,
sencillamente, no se podrían permitir salir de ellos.
Es como decirle a la vida que valemos para salir
adelante únicamente y en la medida en que tenemos recursos.
Careciendo de los mismos no valemos, no somos tan valientes,
ni tan buenos… Es como si no fuéramos nosotros o, al menos,
no el “nosotros” que deberíamos ser.

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César Camino

Si piensa que estoy siendo radical en mis planteamientos,


enhorabuena, no ha pasado usted por una crisis económica. Por eso
no conoce, afortunadamente, o no se siente identificado con lo que
acabo de describir. Muchos otros han experimentado, palabra por
palabra, lo que aquí describo. Créame, es más cómodo leerlo.

Pero nuevamente tendremos que centrarnos en corregir otro


error vinculado a nuestra forma de entender la Economía: Que el
dinero no es el fin, sino el medio. Ya sé que esta frase suena a
texto de autoayuda y superación, pero no van por ahí los tiros en
este caso. Estoy siendo más pragmático de lo que piensa.
El dinero es un medio de cambio, pero su detentación por sí
misma, no puede aportarnos el valor de uso que es para lo único
que sirve un patrimonio.
Ejemplos, como siempre, nos harán verlo mucho más claro.

Supongamos que somos sometidos a un proceso judicial que nos quita el


sueño. Por supuesto somos inocentes y, además del trance en sí que representa el
asunto, cargamos con la presión de sabernos ultrajados y acusados sin razón con
todo lo que eso implica anímicamente. Lo pasamos mal porque hay un verdadero
riesgo de ser juzgados por la vía penal. Sufrimos porque, al margen de demostrar
nuestra inocencia, hay muchos factores que pueden influir en que salgamos ilesos
del trance y que no tienen nada que ver con la culpabilidad o no.
Factores que no dependen al cien por cien de nosotros y que, bien o mal
dispuestos, pueden hacernos ganar o perder el juicio que, por ser penal, resulta
decisivo en nuestra vida personal. Poder contratar a un buen abogado (no a uno
del montón), de forma que nos sintamos protegidos y bien asesorados, es
fundamental. Pero los buenos abogados cobran elevadas sumas por sus servicios.
Y, no obstante, no es el momento de ahorrar ni escatimar. Se trata de nuestra
propia seguridad procesal, no de recurrir una multa de tráfico cualquiera.
Justo en la parte final de la investigación a la que estamos siendo
sometidos por un juzgado de instrucción, y tras meses de noches sin dormir y
sufriendo por lo indeterminado de nuestro futuro, nuestro buen y caro abogado

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

nos anuncia por teléfono que ha logrado un preacuerdo con la parte contraria y
con el correspondiente Fiscal mediante el cual, a cambio de una generosa suma de
dinero, se podría poner punto final en cuestión de días al trance por el que
llevamos meses pasando nosotros y nuestra familia, así como a la investigación
judicial de la que somos objeto, e incluso suspenderse la vista que nos juzgaría.
Si se retira la denuncia, no hay proceso. El acuerdo es simple y se
cuantifica de manera que, en este caso, desembolsar esa cantidad, conlleva
librarnos de todos los riesgos inherentes a un Juicio Penal que se pueda ganar…
o perder.
En esta situación, tenemos un dilema: O bien considerar que el dinero
tiene el valor del número de cosas que se pueden hacer con él y que dejaremos de
poder comprar e incluso disfrutar si lo entregamos a la parte contraria (que nos
acusa injustamente y nos está extorsionando, colocándonos en una posición muy
delicada); O adjudicarle otra medida al valor de ese dinero del que nos
desprenderemos: El valor de nuestra libertad y seguridad..
Tenemos claro que con ese montante dejaremos de hacer un viaje,
comprar un coche o pagar algunas deudas que incluso nos resistíamos a abonar
con tal de poseer la tranquilidad de disponer de esos ahorros. Pero, el dinero
en sí no tiene valor alguno, más que el que determinemos
nosotros, sus poseedores. De forma que, para el inversor inteligente
(porque esto no dejaría de ser una inversión en seguridad jurídica) ese dinero
tendría un valor mucho más elevado en esta situación extrema: El de poder
comprar nuestra tranquilidad diaria y eliminar un elevado riesgo, de los que
pueden cambiar una vida entera para mal.

Si algo es simple, es probable que sea la solución.


Si algo es complicado de entender, seguramente ahí
está el problema

De forma que, en una situación tan delicada como la


anterior, sólo un idiota se plantearía que el dinero tendría el valor de
su posesión. Hay situaciones en la vida en las que,
precisamente, el hecho de deshacernos de una importante

51
César Camino

cantidad de dinero es lo que le confiere valor al mismo. Tenerlo


almacenado y sabernos prósperos, pero ir a la cárcel por no haber
sabido emplear adecuadamente una oportunidad de usar nuestros
recursos, habría sido la elección poco inteligente. Una incorrecta
decisión y, en términos económicos puros, una pésima inversión por
parte de la persona que prepondera el dinero, por su tenencia, a la
ayuda que en un caso extremo nos puede aportar perderlo.
Eso hubiera sido confundir el medio con el fin. El dinero
es siempre y únicamente un medio para la satisfacción de
nuestras necesidades, sean éstas las que sean en cada caso. Esto
no puede perderse nunca de vista.
No hay necesidades más justas que otras. Ni más éticas o
aceptables que otras. Cada cual y sus circunstancias (Ortega y Gasset
dixit) es soberano en su vida y cuanto le sucede en cada instante, es
la base indiscutible de su existencia presente. Sobre eso, no caben
etiquetas de adecuado o inapropiado.
Por ello, cuando se confunden el medio y el fin (o el dinero
por el hecho de poseerlo, frente al uso que al dinero debemos darle
para procurarnos lo que precisamos) nuestra economía y nuestra
propia vida se tambalean.
Creer que el valor del dinero viene determinado por éste, o
por su posesión, sin atender al hecho de que cada situación de
nuestro día a día, genera nuevas fórmulas de valorar nuestros
recursos económicos, es un error muy común. Y sin embargo puede
ser gravísimo.
En el ejemplo extremo anterior, el inversor inteligente
(aunque quizá un poco extravagante) habría visto claro cuál era el
bien de máximo valor que debería comprar con sus ahorros, de
entre todas las opciones. En realidad, de entre dos únicas opciones:

Opción A: En la que el bien máximo a procurarse con


dinero es saberse con liquidez, pero con enormes posibilidades de

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

sufrir un proceso judicial injusto, que podría hacerle acabar en la


cárcel si todo se tuerce.

Opción B: En la que el bien máximo a procurarse con


dinero sería la libertad y la tranquilidad de eliminar un trance
determinante en su vida.

En la opción A no sirve de nada el dinero. Si vamos a la


cárcel, aunque conservemos nuestros ahorros, habremos sido
bastante poco inteligentes y soberanamente estúpidos, de paso. Y
además habríamos protegido nuestros ahorros sin reparar en que el
dinero siempre debe servirnos a nosotros de escudo protector frente
a las dificultades, y no a la inversa. ¿No es ridículo que el protegido
termine custodiando al guardaespaldas aún a costa de su propia
seguridad personal?. ¡La persona anteponiéndose ella misma en la
línea de fuego, para que su dinero no sufra daño alguno!. El mundo
al revés y, sin embargo, cuántas ocasiones en nuestro día a día
vemos a la gente actuar de esta forma tan irracional.
Es nuestro patrimonio, sea elevado o escaso, el que
debe proporcionarnos protección a nosotros y no a la inversa.
El dinero no puede preponderar sobre quien lo posee. Esto es,
sencillamente, una aberración de concepción elemental.

En la opción B podríamos tener el tiempo, la libertad y la


capacidad de volver a rehacernos y quizá recuperar lo que ahora
pagamos. Pero para todo ello, previamente, nuestros recursos
deberían proporcionarnos el bien de máxima valía: La garantía de la
libertad y la seguridad, en este caso.
Confundir el medio con el fin, en situaciones como la
anterior, puede ser fatal. Seguro que el lector inteligente podrá
suponer que hay otros ejemplos similares. ¿Qué preponderar si se
trata de emplear nuestro dinero, ahorrado con los esfuerzos de toda
una vida?; ¿Gastarlo y verlo desaparecer a golpe de firma en un

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César Camino

talonario o procurarnos la mejor asistencia médica especializada en


caso de padecer una enfermedad que sólo encontraría tratamiento
en alguna clínica especializada y fuera de nuestro lugar de
residencia?; ¿Cuál sería el fin y cuál el medio?.
Es posible que cualquiera que esté leyendo este apartado
reconozca la diferencia ante casos tan graves. Pero la cosa se
complica en el día a día, cuando quizá nos mostremos algo más
torpes a la hora de recordar que el dinero es siempre, y únicamente,
un valor de cambio que vale, tan sólo, aquello que puede
proporcionarnos, no lo que le asignamos como valor por el mero
hecho de conservarlo.
Volveremos más adelante sobre esta cuestión del dinero
como medio y no como fin, con otros ejemplos y en apartados
diferentes de esta obra porque el error que tenemos que corregir
acerca de dejar de considerar al dinero valioso en sí mismo, y la
necesidad de perderle ese respeto reverencial, abarca otros muchos
casos y situaciones bastante cotidianas, que iremos desglosando.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

PRECIO VERSUS VALOR


O el tercer error: Creer que el precio de las cosas
determina su valor.

“Todo necio confunde valor y precio.”


Antonio Machado

La ropa de marca es siempre claramente de superior calidad que


aquella que no es tan cara, no se adquiere en boutiques o no lleva bordada el
emblema registrado, bien visible.
El coche más caro siempre es mejor. Proporciona más seguridad que
cualquier otro de similares prestaciones o idéntica gama pero de precio reducido o
de una escudería de menor prestigio.
El hotel, cuanto más caro sea, sin duda, proporciona mejores servicios y
atenciones que otros de menor precio para una estancia de similar duración.

Nos guste o no reconocerlo y aunque trato de ridiculizar y


extremar los prejuicios que me sirven de ejemplos para ilustrar los
epígrafes, nuestra mente funciona de esta manera, de una forma más
o menos consciente. Asimilamos que lo más caro es lo mejor,
cuando lo que deberíamos admitir es que, al comprar lo más
caro, no buscamos realmente el mejor producto o el mejor
servicio, sino la reputación que ello nos aporta.

55
César Camino

No tengo nada en contra de quienes compran reputación o


prestigio, siempre que lo llamen por su nombre y lo sepan. Esos no
se engañan. Ya van un paso por delante. Pero aquellos que dicen amor
cuando deberían decir sexo son los que, en materia económica, tienen las
de perder.
De manera que, bastante comúnmente, nos creamos errores
en nuestros conceptos y esto es muy peligroso porque nuestra
mente etiqueta la realidad a partir de conceptos básicos. Una vez
damos por asimilado un determinado esquema de cosas,
comenzaremos a relacionarnos con nuestra realidad en base a
esos parámetros que hemos aceptado como ciertos pero que,
en realidad, están tergiversados.
Esto llega al extremo de enmascarar tanto nuestra
percepción de la realidad que puede confundirnos de manera que a
veces incluso nos mentimos inconscientemente.
¿Por qué nos engañamos al creer que pagando 900 euros por
un teléfono móvil NOKIA de última generación y con lo último en
diseño, lo que realmente buscamos es un Terminal?. Porque eso es
mentirnos, y no discuto que debamos o no mentir a otros, pero de
lo que estoy convencido es que mentirnos a nosotros mismos es el
más inútil ejercicio que podemos llevar a cabo, además de un
flaquísimo favor a nuestra inteligencia.
Si lo que queremos realmente es solucionar un problema de
comunicación o buscar un cambio básico para nuestra telefonía
móvil, en ese caso, tenemos dignísimos terminales en el mercado
que no superan los 60 euros. Son pequeños, cómodos, llevan cámara
de fotos, melodías de mil tipos y hasta conexión a Internet.
Y por otra parte (ni mejor, ni peor, simplemente en otro
plano) si lo que buscamos es el prestigio del diseño y la exclusividad,
no tenemos por qué engañarnos, ni buscarnos excusas ya que,
seamos sinceros, casi ni nos importará que el móvil tenga cámara
(como los más económicos) o que incluya Radio (prestación común
en los terminales más baratos y escasamente presente en los de gama

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

alta). Porque lo que deseamos realmente, y la razón por la que


pagaremos una enorme suma, es conseguir que cuando saquemos
del bolsillo de nuestra chaqueta ese flamante móvil Nokia de última
generación y asombroso diseño, todo el mundo lo mire. Rogaremos
que incluso algún incauto nos acaricie el ego al cogerlo (habiendo
pedido permiso previamente para tocarlo, por supuesto, o lo
fulminaremos con la mirada) para preguntarnos su precio, babeando
por su imposibilidad de llegar a tal suma por un simple teléfono
móvil.
Esa sensación es la que no tiene precio… Es realmente
excelente, casi orgásmica, para algunos. Y es muy digna. En eso
consiste el desembolso que hacemos. No está ni bien, ni mal. Es una
sencilla cuestión de elección, pero al menos, hagámoslo siendo
conscientes de que en un caso queremos un teléfono, mientras que
en el otro pretendemos un baño de admiración y exclusividad cada
vez que suene en público nuestro Terminal y nos veamos obligados a
descolgar para responder ante todos.

Compañías como Nokia, Apple o HTC lo saben y sus


responsables de marketing y de diseño también, pero la pregunta es:
¿Lo sabemos nosotros?. Y en caso de saberlo, ¿Estamos dispuestos
a reconocérnoslo?
Cuando 2 + 2 sumen 4, estás ante las Matemáticas.
Cuando 2 + 2 sumen cualquier otro resultado, estás ante la
Economía.
Pero, volvamos a centrarnos. El valor y el precio a veces
se confunden inconscientemente porque no sabemos que las
cosas tienen, para cada persona, un valor diferente, con total
independencia de su precio. El dinero y su uso, tienen esa
facilidad de enmascararnos las sensaciones.
El hecho de elegir hotel, más allá del precio por pasar la
noche en un establecimiento de 5 estrellas o en una fonda rural de

57
César Camino

tercera categoría, nos hace realizar una elección. Para unos la


libertad consiste en ser tratado a cuerpo de rey, incluso con cierto
fetiche, mientras que para otros la libertad estriba en necesitar lo
mínimo y sentirse aislado de todo y de todos.

El precio no determina en ningún caso el valor de la


sensación que sentimos cuando consumimos o elegimos adquirir
un determinado bien o un servicio concreto.
El precio es público. La sensación y el valor son
absolutamente privados.
El precio lo fijan otros. El valor lo otorgamos cada cual
y a cada instante, a tenor de nuestras particulares
circunstancias.
Seamos conscientes de ello porque la diferencia entre sernos
sinceros para poder pensar en términos adecuados, cuando de
economía personal se trata; O, por el contrario, mentirnos aunque
sea a costa de no saber pensar adecuadamente, puede ser fatal para
nuestro bolsillo.
Si no se miente cuando elige algo caro por las mil razones
que tiene para preferirlo; Y no se engaña al preferir lo más
competitivo o económico, cuando personal y libremente lo elige así,
es que su balance entre valor y precio está perfectamente calibrado.
Sencillamente estará pagando lo que vale aquello que quiere. Usted
ha determinado la valía personal de lo que adquiere y decide pagarlo.
Punto y final. No hay, ni debe haber, nada más que añadir.
Su forma de pensar en términos económicos estará adaptada
a su sistema de valores que no tiene que coincidir, ni justificarse con
el de ninguna otra persona. Su economía es suya y sólo debe
responder a sus criterios, necesidades y pretensiones. Ni más,
ni menos.
Pero cuando en su concepción personal confunde el precio
de las cosas (en etéreo) como el valor de las mismas (punto que
nunca es general porque el valor de algo lo determina usted en sus

58
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

circunstancias particulares e intransferibles) entonces su economía


se resiente, y lo hace de la única manera en que sabe hacerlo: se
empobrece.
El valor y el precio de las cosas nunca coinciden. Lo
uno no determina lo otro. Nunca, en ningún caso. A veces el salto
es enorme y en otras ocasiones menor, pero nunca coincide porque
no hay dos sujetos, ni dos circunstancias personales que valoren las
mismas cosas de idéntica forma. De manera que eliminemos los
errores que hayamos podido acuñar en la disyuntiva: Valor y precio
en nuestra economía individual.

59
César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

TU ESCALA PERSONAL DE
RIQUEZA Y POBREZA
O el cuarto error: Creer que eres pobre o que las cosas no te van
bien, o porque ves que hay gente que tiene más dinero.

NOTA IMPORTANTE: El error puede ser todavía peor si crees


que eres pobre o que las cosas no te van bien, porque ves que hay
gente que, parece, tener más dinero.

“Si tienes, tú solo, todas estas cosas:


algo de comida en la nevera, ropa en tu armario,
un techo sobre tu cabeza y un lugar donde dormir;
Eres más rico que el 75% de las personas del planeta.

Si, además de lo anterior, tienes algo de dinero


en el banco o en tu cartera, en este instante,
te encuentras entre el 8% de la gente más rica del mundo”
Anónimo

¿Bajo qué perspectiva ve las cosas?. ¿Tiene una mente


comparativa al alza o a la baja?.
Conviene que se plantee estas preguntas porque son muchos
los que no saben que ya son verdaderos afortunados
económicamente. Y el desconocimiento es la base de las desgracias
en cualquier materia. Por supuesto es importante saber lo que nos

61
César Camino

falta, ansiarlo y tratar de alcanzarlo en la vida. De eso no cabe la


menor duda. La sana ambición no sólo es legítima, sino que opera
como un auténtico motor de la sociedad en todas las áreas. Pero no
menos vital resulta ser conscientes de lo que ya tenemos y del hecho
de que, a veces, nuestro suelo es el techo que mucha más gente de la
que nos gustaría, nunca alcanzará.
Prosperar y evolucionar es, más que la lógica, la naturaleza
que mueve a toda persona.
Esto se aplica a nuestro hogar, empleo, empresa o cualquier
otro recurso del que dispongamos. Dos motores dan testimonio
del valor de cuanto poseemos: Aquello de lo que carecemos y
aquello que ya tenemos. Valorar, sin tener en cuenta estos dos
factores por igual, es un error que nos conduce a carencias en
nuestra percepción de dónde estamos.
¿Cree que todo el mundo en su ciudad tiene coche o que
conducir uno propio es de lo más normal, por el simple hecho de
que las calles están atestadas de vehículos que provocan atascos?;
¿Es posible que nos encontremos tan asentados en nuestra
cotidianeidad que lleguemos a creer que todas las personas que se
cruzan con nosotros a diario tienen sus necesidades cubiertas, o un
hogar al que acudir cada noche?. Si ese es su planteamiento de
partida o su visión de la realidad común que le rodea, está usted más
equivocado de lo que en un principio estaría dispuesto a creer y
puede que su escala personal de riqueza y pobreza no esté bien
afinada.
El número de personas que se deciden por un ciclomotor es
cada año exponencialmente mayor. Las ciudades están llenas de
motoristas en motocicletas de baja cilindrada que no pueden
comprar un coche, pese a que muchos afirmarán en público que se
debe a que en moto se llega antes a los sitios evitándose atascos. No
todo es pragmatismo a nuestro alrededor. Detrás de no pocas
excusas hay todo un mundo de carencias encubiertas. Es legítimo
que se encubran, pero no debemos confundirnos por ello.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

El número aumenta si añadimos a los que sólo pueden


conducir bicicleta, aunque estos tienen en su mayoría una excusa
mejor: Todos son ecologistas y se niegan a comprar un coche o una
moto por no contaminar, o porque hace tiempo que se
convencieron de que hacer un poco de ejercicio es lo más
conveniente. Por supuesto no todos los que conducen motocicletas
o van en bici están sumidos en problemas económicos, pero
también es cierto que nos sorprendería conocer la auténtica
naturaleza de las decisiones de muchos de los que no conducen un
coche de primera mano.
De cuantos tienen un vehículo propio, que han podido
comprar y pagar, más de la mitad son titulares de un coche de
segunda, tercera o cuarta mano.
Con esta perspectiva global, quizá no poder conducir un
Porsche no sea la peor de las situaciones después de todo, ¿no es
cierto?.
Calibrar nuestra realidad a la luz de unos criterios personales
de riqueza y pobreza en su justa medida, es crucial para poder
comenzar a desarrollar un buen planteamiento económico.

Piensa el triple, habla la mitad y toma una sola decisión


cada vez. Llegarás lejos así. Invierte estas proporciones y
tendrás suerte si permaneces donde estás.

Para saber a dónde vamos y qué objetivos económicos


deseamos alcanzar, no sólo es necesario que tengamos muy claro
aquello que deseamos conseguir, sino que se hace absolutamente
preciso que no perdamos de vista dónde estamos de pie. Casi todo
el que esté leyendo estas páginas puede tener más o menos bien
definido qué desea lograr en materia de prosperidad y crecimiento
económico personales, pero muy pocos saben verdaderamente en
qué posición real se encuentran. Y, en teoría, esto debería ser lo más
sencillo. No deberíamos necesitar más que mirar alrededor y hacer

63
César Camino

un breve balance de nuestra situación. No obstante, tantas y tantas


veces en lugar de balancear nuestra realidad, lo que solemos
hacer es ponderarla o compararla con la realidad de otros, o
con la que querríamos llegar a tener.
La cercanía no parece servirnos de nada a la baja, sino que
nuestros procesos mentales la suelen emplear únicamente al alza.
Vemos claro quién tiene, cerca de nosotros, lo que deseamos y nos
falta. Pero también tendemos a ver más creíble esas imágenes de
personas hambrientas al otro lado del mundo, obviando que las hay
a cada paso, en cualquier calle que cruzamos. Todas esas personas
de nuestras ciudades, que nos piden para alimentarse, o que carecen
de lo más elemental, no nacieron así. A diferencia de quienes se
mueren de hambre o no tienen techo en el Tercer Mundo, quienes
viven en nuestras calles, duermen en cajeros automáticos o piden
para poder comprar unos zapatos, no nacieron ya en la extrema
pobreza. Tendemos a creer que la escasez nos es sobrevenida o
heredada. Y ese es otro gran error de apreciación. Todos los que nos
asaltan en un semáforo queriendo limpiar nuestro parabrisas, nos
ofrecen pañuelos de papel en una esquina a cambio de unas
monedas, o alargan sus manos para que les demos una limosna en
cualquier barrio de una gran ciudad, más que probablemente, han
llegado a esa situación partiendo de una vida normal. Todos tienen
un pasado. La mayoría, una vez tuvo una familia, un empleo y un
hogar. Se cruzan en nuestras vidas en unos segundos mientras
caminamos con prisas a nuestro trabajo, pero su realidad de pobreza
no ha sido siempre su presente. Estamos mucho más cerca de esas
posiciones desesperadas, de lo que estamos de la cumbre. Conviene
no olvidarlo cuando de balancear nuestra actual posición económica
se trata.
Juzgamos de forma miope en materia de prosperidad y no
llega muy lejos quien, de momento, no sabe ni de dónde parte.
Confundir nuestra verdadera posición económica por compararla
con la de un tercero, es tanto un error de percepción como de juicio.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Igualmente lo es creer que nos encontramos a años luz de


nuestra idea de riqueza o de nuestro objetivo material porque,
sencillamente, no lo vemos realizable en dos o tres pasos
rápidamente identificables.
Para evitar todos estos fallos de percepción debemos afinar
más nuestra escala personal de riqueza, al igual que la de pobreza.
Que no estamos todo lo arriba que ansiamos es un hecho, pero
también lo es que no nos encontramos tan abajo como esa sana
ambición que nos mueve nos hace creer.

Cien euros es muy poco dinero cuando queremos adquirir


una motocicleta. Nuestra intención es comprar una moto y dejamos
de ver que esa misma cantidad, que nos parece escasa para conseguir
nuestro objetivo, es muchísimo dinero para alguien que en ese
mismo instante no sabe dónde dormirá esa noche o qué podrá
cenar, si tiene la suerte de reunir unas monedas vendiendo algún
periódico editado por un colectivo benéfico, en cualquier semáforo
de nuestra ciudad.
En uno y otro caso el objetivo de cada cual determina el
valor que le asignamos a esa cantidad de cien euros. Irrisoria para
aquel que tiene sus necesidades básicas cubiertas y no ha de
preocuparse de procurarse sustento, ropa o cobijo. A partir de ese
estado de ánimo y de las circunstancias que nos rodean, pasamos a
ambicionar mayores metas. Depreciamos o revalorizamos una
misma cantidad de dinero en base a nuestra forma de pensar
en términos puramente comparativos de riqueza o pobreza. Y
esa es la palabra mágica en todo este asunto: Comparación.
Cuando empleamos parámetros de comparación somos
subjetivos, perdemos toda perspectiva lógica. Siempre comparamos
al alza desde nuestra posición. La ambición es unidireccional. Sólo
apunta al objetivo y eso hace que perdamos la posición y la
consciencia de dónde venimos. O, peor aún, de dónde podríamos
estar.

65
César Camino

Siguiendo el ejemplo anterior, no tener asegurado alimento o


abrigo diario nos hará considerar que 100 euros nos solventarían la
vida (nuestro objetivo presente, cuando no sabemos si podremos
alimentarnos o vestir ropa limpia) y, de hecho, nos parecerán una
pequeña fortuna, porque no se puede imaginar el afortunado lector
de este libro que ha podido comprarlo en una librería, cómo se ven
las magnitudes económicas que a nosotros nos parecen irrisorias,
desde el prisma de quien se bate el cobre a diario para arrancar de la
calle unas cuantas monedas, mendigando.

Por tanto, es importante ambicionar crecer, alcanzar


nuestros objetivos, lograr más prosperidad, ascender… Lo que sea.
Pero, del mismo modo que no perdemos de vista el lugar al que
queremos llegar, menos aún deberíamos permitirnos reconocer lo
que ya tenemos.
Por ejemplo, querer lograr un ascenso, incluso por razones
de presión basadas en que detestamos nuestro puesto actual, debe
acometerse desde el prisma de que tener empleo (incluso uno que
no nos gusta, que nos agota, que nos estresa) ya es un éxito. Ya es
una ventaja. No puede plantearse un ascenso, quien carece de
trabajo y, con ello, de medio de ganarse la vida y mantener a los
suyos.
Si ambicionamos más ingresos (perfectamente lícita
ambición, por cierto) no deberíamos olvidar nunca, que sólo quiere
disponer de más recursos, quien tiene un sueldo o entradas regulares
de dinero.
Querer alcanzar más, en cualquier área de la vida, incluida la
patrimonial, es parte de la naturaleza de cada cual. Es lo que nos sale
de dentro. Está en nuestro ADN, pero no comprendo por qué casi
siempre, esta sana ambición va pareja al menosprecio o, peor aún, al
desprecio de aquello con lo que ya contamos.
Desde un punto de vista meramente empresarial, uno debe
planificar qué nuevas adquisiciones, ampliaciones o cotas de

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

mercado quiere obtener para su compañía. Pero todo buen


empresario será siempre consciente, junto a los puntos débiles de su
firma que hay que cubrir y mejorar, cuáles son sus recursos (por
escasos que parezcan). Con qué ventajas únicas cuenta. Saber si
podría estar en peor posición aún en su sector.
Esto, que en el plano mercantil parece evidente y se lo
exigimos a todo gerente que se precie, debemos aplicarlo también y
a diario a nuestra economía más personal. Sustitúyase del párrafo
anterior el término compañía, por patrimonio personal o familiar y verá
que puede equiparar el trabajo de un Director Gerente, al de su
propio cometido personal en materia de dinero, se dedique usted a
lo que se dedique.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

LA ECONOMÍA ES TAN SÓLO UN ESTADO DE ÁNIMO


O el quinto error: Creer que tú, basándote en aquello que
piensas y en cómo lo piensas, no intervienes en tu
prosperidad.

“La calidad del pensamiento depende


del estado de ánimo con el que se formule.”
Anónimo

Uno piensa que su patrimonio no varía hasta que no se


incrementa de forma contable o no disminuye de manera igualmente
contrastable numéricamente. También solemos creer que el apunte
bancario de nuestra cuenta corriente es inmutable en tanto no lo
modifiquemos.
Tratamos de convencernos a nosotros mismos de que los
números, los asientos de un balance, incluso el dinero que llevamos
en la cartera o que tenemos en casa ahorrado, no varía, ni vale más o
menos, en tanto no lo toquemos o mientras las circunstancias
externas no lo fuercen al alza o a la baja. Pero ese es otro error que
podemos pagar caro, tanto a nivel económico como en calidad de
vida.

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César Camino

Quienes operan en bolsa lo saben bien. Cada persona


responde a un determinado perfil psicológico y anímico que le
cataloga como inversor (estado de resistencia al riesgo, valentía o
conservadurismo) y ello determinará qué valores comprará, qué
grado de especulación está dispuesto a soportar o bajo qué
parámetros dará órdenes de venta.
Los operadores de bolsa y valores, saben bien que sus
decisiones dependen de un estado mental y de conocer sus
capacidades anímicas. Algunos especialistas, por tanto, tienen
asumido que sus economías personales y su forma de pensar y
sentir, van de la mano. Vaya teniendo en cuenta que deberá
comenzar a familiarizarse con esta idea-fuerza: Hay una relación
directa entre su economía y sus estados de ánimo o
planteamientos personales a la hora de operar con su dinero.
Y es que la Economía no es un ente inerte. Está tan viva
como cada uno de nosotros por cuanto son nuestras decisiones las
que hacen que nuestro dinero crezca o merme. Ganamos o
perdemos dinero en muchísimas ocasiones por las oportunidades
que dejamos pasar o por aquellas otras que sí supimos aprovechar
cuando se presentaron. Es decir, por el miedo o el arrojo que nos
inundó cuando llegó el momento de decidir y actuar. Estados de
ánimo y patrimonio.
También nos enriquecemos (que no siempre es hacerse
millonario) o vemos disminuir nuestras finanzas personales a causa
de las decisiones que tomamos e incluso por aquellas que no
tomamos. Es decir, por la capacidad de no confundirnos creyendo
que no actuar es sinónimo de inactividad. Mi madre siempre me
dijo algo que me ha ayudado con el tiempo tanto a ganar
mucho dinero, como a salvarlo de ser dilapidado: Cuando no
sepas qué hacer, no hagas nada. Estados de ánimo y patrimonio
A veces, es el propio factor tiempo el que juega en nuestra
contra o nos apoya, dependiendo de si una determinada opinión
personal nos sirvió para hacernos esperar o si, por el contrario, nos

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

precipitamos. Es decir, por la capacidad de aguante que empleamos


cuando de medir los tiempos se trata. Estados de ánimo y
patrimonio, de nuevo, vinculados.
También ganamos o perdemos dinero en dependencia de si
etiquetamos correctamente la realidad o si juzgamos mal los
elementos y la información de la que disponemos para decidir.

Si tenemos todo esto claro, ahora que lo leemos, no


comprendo cómo todavía puede haber personas que no se dan
cuenta de que sus impresiones personales y la forma en que
estructuran su mente cuando de dinero se trata, determinan
constantemente su éxito o su grado de fracaso en materia
económica.
Y es que, de hecho, no hay nada que influya más en
nuestras decisiones que nuestro estado de ánimo. No se trata
de reducirlo todo a sentirse bien o mal. Esto no es un libro de
autoayuda (aunque muchos lectores encontrarán aquí más
información para resolver sus vidas que en muchos textos de
psicología barata todo a cien). Por el contrario, pretendo que entienda
que no hay dos economías iguales, porque no hay dos personas que
procesen del mismo modo una información similar.
Aquellos que creen que la Economía se reduce a números
inertes y objetivos, eliminado de la ecuación la incógnita del
individuo pensante (que es quien toma las decisiones en último caso)
no está comprendiendo el más básico esquema de las cosas: Que
detrás de toda Economía, de todo dato financiero y de toda
fluctuación de Mercado hay personas y estados de ánimo operando.
Cada uno es dueño de las decisiones que toma porque cada
cual opera bajo una estructura mental determinada. Por esta razón,
exclusivamente, no hay dos bolsillos idénticos: El lector
debería tener presente, desde este momento, que pensador y
Economía van de la mano inexorablemente. Cada día
cambiamos intelectualmente. No lo podemos llamar evolución,

71
César Camino

porque no todos los días crecemos mentalmente. De hecho, es


bastante más común ver a personas que cada nueva jornada
involucionan. Incluso dentro de la misma jornada podemos tomar
una decisión o la contraria tan sólo con que nos sintamos de manera
diferente ante los mismos datos a tener en cuenta para esa toma de
decisión. Por tanto, pese a que nuestra cuenta bancaria indique
que los euros que poseemos no se han movido, nuestro
patrimonio no es idéntico a cada instante, por el simple hecho
de que nosotros mismos tampoco lo somos.
Un mismo montante de dinero puede parecernos muchísimo
o muy escaso dependiendo directamente de las circunstancias que
incluyamos en nuestros procesos mentales.
Una misma situación puede presentársenos como una
oportunidad de inversión única, o ser percibida como un riesgo
imposible de ser asumido. ¡El mismo día!
Tan sólo las valoraciones personales que empleemos para
evaluar las circunstancias hacen que nos decantemos de una u otra
parte. Ver las cosas bajo un prisma u otro puede hacernos decidir de
manera distinta, incluso cuando la situación parece no haber
experimentado variación con respecto del día anterior. Y eso en
materia económica puede implicar una gran diferencia para nuestros
bolsillos.
Einstein dijo que no podemos resolver un problema
mientras permanezcamos en la misma estructura mental que lo creó.
Además de ser brillantemente cierta, esta aseveración puede
perfectamente aplicarse a nuestras circunstancias dinerarias. No
importa demasiado qué nos rodee o de qué dependan nuestras
economías en un determinado momento. Tampoco tienen
demasiado valor las oportunidades que se nos presenten o que
logremos crear. Todo, absolutamente todo, en materia económica,
está directamente vinculado a la estructura mental con la que
abordamos una inversión concreta o con la que nos parapetamos

72
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

para tomar una determinada decisión que afecte a nuestro


patrimonio.

Cuando no sepas qué hacer, no hagas nada.

Planteemos, llegados a estas alturas, el primer caso complejo


a modo de ejemplo. Muchos llaman, a lo que vamos a exponer a
continuación, ingeniería financiera. Yo prefiero llamarlo Economía
Extravagante. No pocos especialistas cobran cantidades ingentes por
asesorar a empresarios y grandes patrimonios con información
como la que vamos a plantear en el caso que veremos a
continuación. Yo sin embargo, prefiero regalarlo si con ello el lector
comienza a darse cuenta de la importancia que tiene pensar de
forma diferente para hacer crecer nuestros recursos o protegerlos,
según sea el caso que nos ocupe.
Que no se diga que los ejemplos con los que trabajamos son
sencillos. Vamos a dejar claro que nuestra forma de pensar y el
estado de ánimo con que afrontemos cada decisión económica que
tomemos pueden llevarnos al extremo de arruinarnos o hacernos
duplicar nuestro patrimonio. Quizá de esa forma el lector empiece a
tener en cuenta que su manera de etiquetar mentalmente las
circunstancias, para tomar después decisiones a partir de un
determinado prisma, puede costarle muy caro o, por el contrario,
catapultarle al éxito.
Vamos allá:

Jacinto lleva años obsesionado con la idea de comprar una vivienda. Por
una parte ha sido siempre su ilusión, ya que nunca ha tenido ningún bien
inmueble en propiedad. Por otra, le han repetido hasta la saciedad, y lo peor es
que han logrado convencerle, que una vivienda en propiedad (aunque sea
hipotecada hasta los cimientos) es siempre una gran inversión y que a la vuelta
de 30 años, no sólo tendrá asegurado su patrimonio, sino que, con toda

73
César Camino

seguridad, aumentará su valor desde el mismo instante en que salga de la notaría


de turno en la que firme para echarse la soga al cuello.
Supongamos que nuestro amigo no es del todo un loco y no piensa en
una casa de 400.000 euros, cosa que se le antoja de antemano imposible de
pagar.
Él se conformaría con un pequeño estudio siempre que fuera en
propiedad. Un apartamento de, quizá, no más de 45 a 50 metros cuadrados
que podría decorar de manera coqueta, incluso de diseño, y cuyo precio no
sobrepasara los 100.000 euros. Una cantidad que, pese a asustarle, no le
aterroriza a priori, como para renunciar a su sueño financiero.
Pero Jacinto no es del todo idiota y, aunque le da demasiado crédito a la
forma de pensar general en la sociedad, comienza a olerse que “algo no cuadra”
en ese modelo tan gastado, por muy repetido que esté en boca de una inmensa
mayoría de personas que han comprado bajo toda circunstancia.
A Jacinto no le termina de cuadrar que 30 años pagando una hipoteca
sea, de entrada y bajo toda circunstancia, una gran inversión. Además, se
plantea que, con la situación de inestabilidad que se vive en el marco hipotecario,
inmobiliario y crediticio general, resultaría más que posible que una inversión a
tan largo plazo y de cantidades tan elevadas como las que implica hoy día la
compra de una vivienda, podría desembocar en una cuota mensual hipotecaria
que ahogara su economía mensual. Sencillamente, le podría amargar la vida. El
sueño, convertido en pesadilla de por vida. Por eso cree que reducir su ambición
inicialmente a una vivienda de unos 100.000 euros puede atemperar riesgos de
impago.
De hecho, Jacinto, no tiene más que mirar a su alrededor para ver que
los mismos que hace poco tiempo le recomendaban encarecidamente que comprase
una vivienda a toda costa, ahora pretenden vender sus inmuebles porque sus
respectivas hipotecas están laminándoles. No parece que Jacinto vaya
desencaminado. Tiene pinta de poder ser un poco extravagante en caso de que
quiera pensar por sí mismo. De momento, no se ha dejado llevar por promesas de
revalorización asegurada, ni se ha arrastrado al endeudamiento general que ha
visto a su alrededor. Va bien la cosa…

74
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Pero nuestro amigo tiene un sueño, y por encima de


todo, los sueños deben seguirse. Lo contrario es perder las ilusiones,
dejar de creer que podemos evolucionar, no ser personas en suma; Y este libro se
ha escrito para aportar soluciones creativas a la Economía, no para recomendar
que nadie renuncie a los sueños.
De manera que Jacinto se encuentra solo en su habitación, en la que se
ha procurado un poco de tranquilidad para poder pensar con cierta claridad, y ve
con desaliento que las opciones más realistas se reducen a estos supuestos:

OPCIÓN A.- Pedir una hipoteca, o mejor dicho, pelearla porque los
bancos no parecen estar dadivosos y ponen problemas constantes como si su
negocio no fuera dar crédito para cobrar el principal más intereses y comisiones;
Más un seguro de vida que le garantice la hipoteca al banco en caso de
fallecimiento del titular; Más obligar a éste a contratar tarjetas de crédito y
débito con sus igualmente respectivas comisiones y un largo etcétera de servicios
añadidos que Jacinto nunca requerirá pero que igualmente pagará con creces.
En este caso, el decimoquinto banco que visita (si antes no ha
abandonado su sueño) le concede, por fin, el préstamo. Por cierto, el hecho de que
Jacinto lleve recibida una docena de negativas, hará que su mente se apacigüe,
deje de ser combativa y acepte un tipo de interés especialmente elevado impuesto
por la entidad de crédito que acceda a darle la hipoteca.
Así las cosas, en esta opción A, Jacinto no tiene más remedio que
hipotecar la vivienda al completo y comienza a cruzar sus dedos para que los
100.000 euros que ha pedido no terminen por colapsar su economía conforme los
tipos de interés suban. Cosa más que probable porque Jacinto se ha casado con
su banco 20 ó 30 años de forma que la cuota mensual parezca entrar con
anestesia.
Nuestro amigo no lleva ni un par de meses con esta opción cuando
comienza a pensar que, si tuviera problemas a la hora de pagar su cuota, y no
lograra vender su apartamento en caso de precisarlo con urgencia para, por lo
menos, salvar los muebles y quedar al día con el banco, éste embargaría la
vivienda, previo proceso judicial, desahucio y posterior subasta del apartamento.

75
César Camino

Lo que no todo el mundo sabe es que si las cosas llegasen a este


extremo, con la Ley en la mano, si el banco que embarga y luego ejecuta a
Jacinto su propiedad, no logra recuperar en la subasta del apartamento todo el
montante que le prestó, éste todavía seguiría reclamándole al desalojado el resto
del montante que le quede por recuperar. Es decir, que Jacinto se quedaría sin
vivienda, expulsado de su casa por no poder pagarla y, encima, seguiría
debiéndole dinero a su banco.
Esto no sólo no es extravagante, sino que huele a descalabro
garantizado. No se alarme si le informo que 7 de cada 10 personas que se
cruzan con usted por las calles de cualquier ciudad española, vive con esta
situación en mente pero con deudas hipotecarias que no se reducen a 100.000
euros, sino que triplican esta cantidad.

OPCIÓN B.- Jacinto acude a un préstamo con capital privado,


cansado de buscar en bancos y entidades de crédito para recibir siempre un no por
respuesta. De forma que, por perseguir su sueño, el protagonista de este caso tan
real y común, por desgracia, es capaz de solicitar los 100.000 euros para la
adquisición de su vivienda a una empresa o persona especializada en préstamos
personales de capital privado. Un prestamista… Llamemos las cosas por su
nombre. No pasa nada cuando somos sinceros con nosotros mismos. Las cosas
siempre se tuercen cuando dejamos que se nos engañe o nos engañamos nosotros.
Aquí las condiciones se endurecen ya que este tipo de préstamos capta
clientes procedentes de situaciones muy difíciles. Aquellas en las que alguien no
puede recibir crédito de un banco, por ejemplo. Es tan sencillo y común como que
Jacinto quizá hace tres años no pudo pagar una cuota de aquella tarjeta de
crédito que tenía y la entidad que le dio dicha tarjeta introdujo sus datos en
varios listados de morosos e impagados, lo que vetó por completo a nuestro amigo
a la hora de pedir dinero prestado a un banco.
Y ya tenemos a otro cliente dispuesto a que le presten dinero a intereses
desorbitados y con el riesgo de perder también su vivienda a favor de quien le
presta el capital privado, en el momento en que no devuelva el dinero en el tiempo
pactado. Así suelen ser estos contratos hipotecarios, ya que la garantía del
préstamo también es el apartamento, aunque añadiéndose el siguiente agravante:

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

El tiempo que este tipo de acreedores da a sus deudores no llega ni mucho menos
a los años que una entidad de crédito convencional concede a sus hipotecados.
Esta opción atemoriza a Jacinto nada más pasarse por su cabeza. Los
conceptos “prestamista”, “capital privado” y demás, no sólo no le convencen, sino
que lo asustan. Pero nuestro amigo quería estudiar las diferentes opciones y, en la
tranquilidad de su habitación, tenía que enfrentarse también a este caso. Lo
descarta, pero cabe recordar que mucha gente se ve obligada a tomar esta opción
en otras situaciones menos oníricas que perseguir los sueños.

Como Jacinto no conoce a nadie a su alrededor capaz de prestarle


100.000 euros, perdonarle la deuda o no exigírsela en décadas, y al mismo
tiempo, que no le cobre intereses ni le embargue la vivienda expulsándolo de ella
a su antojo en caso de impago, decide que, o bien se decanta por la opción A
(como han hecho millones de personas con sus riesgos y desasosiegos inherentes) o
abandona su sueño.

Pero él quiere pensar de forma diferente. Algo le dice que si modifica su


manera de considerar la situación, sería posible para él lograr su objetivo y no
padecer ninguno de los riesgos anteriores, incluso si llegase el fatídico día en que
no pudiera pagar por su vivienda.
¿Sería posible que pensando de una determinada forma, totalmente
diferente a como lo hace el 90% de la gente, pudiéramos lograr lo que nos
proponemos?; ¿Existirá una manera extravagante de entender la Economía
para comprar una vivienda, e incluso si llegase el momento de no poderla pagar,
conservarla y que no nos la embarguen?
Pablo decide darse un poco de tiempo y no elige ninguna de las dos
únicas opciones que parece tener.
De forma que nuestro economista extravagante decide cambiar el
prisma. Y de este modo se da cuenta de que una situación
aparentemente sin salida se convierte en una posibilidad de
éxito. Compraremos la vivienda, sin disponer del dinero, pagaremos una cuota
mensual y, en caso de que con el tiempo no podamos seguir haciendo frente a la

77
César Camino

misma, no sólo conservaremos el inmueble, sino que nadie podrá quitárnoslo.


Incluso la Ley jugará de nuestro lado.

OPCIÓN C (LA DEL ECONOMISTA EXTRAVAGANTE):

Jacinto puede acudir a un banco, a una entidad financiera o a


una empresa de intermediación bancaria y pedir dos préstamos
personales de 50.000 euros cada uno.
Sí, los pide personales. Y, como no son hipotecarios, no lo
puede solicitar ni a 20 ni a 30 años, sino que los solicita a devolver
en 8 ó 10 como máximo.
Ya oigo tu mente pensar en voz alta: ¡100.000 euros es muy
elevada cantidad para dos préstamos personales!. ¡La cuota mensual
se disparará ya que, por lo general, los intereses que se aplican a los
préstamos personales son muy superiores a los de un hipotecario!.
¡¿Y a 8 ó 10 años?! ¡las cuotas acabarán con Jacinto!
Pero nuestra mente nos estaría traicionando si la dejáramos
ir por ese camino. Ahora estamos pensando de forma extravagante y
vamos a llegar hasta el final. Hasta el momento nuestro amigo no ha
utilizado una forma de pensar como ésta, de manera que debe
tomárselo con calma, hasta que se habitúe. Le convendrá.
Continuemos:

Si obtiene dos préstamos personales de 50.000 euros, Jacinto


puede permitirse un lujo que no habría podido ni soñar en el caso de
comprar la vivienda a través de hipoteca: Pagarla al completo el
mismo día de la firma en la notaría. Es decir, Jacinto llevaría el
importe total de compra de su apartamento y eso le daría una
segunda ventaja que lo colocará entre el 1% de la población: Poder
poner su nueva vivienda a nombre de un familiar ya que, al no estar
hipotecada, Jacinto puede convertir en titular de su inmueble a quien
quiera. Formalmente, pese a que es él quien paga, puede determinar

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

que sea su hermano, padre, madre o esposa, el titular que aparezca


en las escrituras de propiedad del inmueble.

De forma que, con el simple hecho de comprar un


apartamento a través de dos préstamos personales, en lugar de uno
hipotecario, Jacinto hace resumen y, por el momento, ya tiene
logrado todo esto:

- El inmueble queda pagado y libre de cargas sobre la finca


el mismo día en que lo compra.
- Si quiere lo puede inscribir en el Registro de la Propiedad
o, si lo prefiere, puede irse con sus escrituras a casa y
pensar si lo hace más adelante. Esto es imposible en el
caso de comprar mediante hipoteca. En ese supuesto, el
comprador ni siquiera se lleva en el momento las
escrituras a casa, previamente hay que inscribir la
hipoteca junto a la compra, en el pertinente Registro de
la Propiedad, donde se especifica que el bien inmueble
tiene cargas de arriba a abajo.
- Jacinto tiene la libertad de determinar si pone a su
nombre la vivienda o si lo hace bajo la titularidad de un
tercero. Esto sólo puede hacerse si el inmueble está libre
de hipoteca y cargas. Es decir, si se paga en metálico y en
un solo abono, como ha logrado hacer Jacinto al
disponer del dinero por medio de los dos préstamos
personales. De hecho los bancos que le han prestado los
50.000 euros ni siquiera saben que nuestro soñador
empleará esta cantidad en comprar un inmueble, de lo
contrario se habrían encargado de denegarle el personal y
haberlo conducido a un hipotecario.

Todo esto logra Jacinto de un solo golpe. Pero sigamos, que


aquí no acaban las buenas noticias para él.

79
César Camino

Hemos dicho que las cuotas mensuales de dos préstamos


personales por un importe de 100.000 euros a 10 años pueden ser
muy elevadas. Y, claro, el extravagante al pasar unos meses
comienza a tener problemas para pagarlas.
Pero Jacinto puso la vivienda a nombre de su hermano, por
ejemplo, de manera que a todos los efectos fue su hermano quien ha
comprado el apartamento. Con este recurso las escrituras y el
asiento registral están a nombre del hermano de Jacinto. El potencial
deudor, por tanto, no tiene ningún bien inmueble a su nombre, de
forma que los bancos no pueden embargarle nada.
Repasemos esto que es muy importante, ya que es un
blindaje financiero perfecto: Aunque Jacinto ha comprado su
apartamento sin hipoteca, en caso de que dejase de pagar la cuota de
sus préstamos personales, lo primero que haría su banco sería tratar
de cobrar el dinero embargando bienes a su nombre.
Pero Jacinto no tiene ningún inmueble a su nombre porque
siguió un buen asesoramiento en economía extravagante (léase
inteligente) y puso a su hermano como titular del apartamento.
Como mucho, nuestro amigo y su hermano tienen un contrato
privado donde dejan claro que la vivienda es de Jacinto pese a que es
un familiar quien aparece en las escrituras.
Y ya lo tenemos todo:

- Jacinto no tenía dinero para comprar su vivienda. O lograr


su sueño, que es más poético.
- Ha logrado comprar su casa sin hipoteca y en metálico, con
lo que el inmueble está libre de cargas.
- Si Jacinto puede, pagará su cuota mensual del préstamo
personal puntualmente, como hay que hacer siempre. Pero si se le
tuercen las cosas, estaría en disposición de dejar de hacerlo sin que
su vivienda sea embargada por los bancos, pues no está hipotecada
ni figura a su nombre.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Objetivo logrado. Sueño cumplido o como lo queramos


llamar. En cualquier caso, y razón por la que he expuesto todas estas
posibilidades: Es absolutamente necesario que quede claro que
la forma en que pensamos puede hacernos tener éxito en
materia económica o nos puede hundir en la miseria. De
nosotros depende, pero hay algo seguro: Nuestra forma de pensar
determina nuestra economía, aunque los factores externos no
varíen.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

CAPÍTULO
II

Empezando de Cero.
De un euro a lo que quieras.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

“Nunca serás mayor que el tamaño de tus pensamientos”


ANÓNIMO

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

EMPEZAR DE CERO ES CUESTIÓN DE


ENTUSIASMO.

Si empezamos a tener claro que nuestra forma de pensar, o


mejor dicho, nuestros procesos mentales, influyen sobremanera en
nuestra economía, como en cualquier otro ámbito de la vida,
conviene empezar a tener bastante cuidado con la forma en que
trabajamos con nuestro cerebro.
Debo confesar que me costó bastante tiempo darme cuenta
de que nuestros pensamientos y la forma en que nos sentimos van
de la mano. Muchos de nosotros tendemos a creer que nuestras
emociones y nuestros procesos de pensamiento trabajan en
dimensiones diferentes. Como si no entrasen en contacto de manera
directa. Pero, pese a que tardé, se produjo un momento de inflexión
en mi manera de ver las cosas cuando pude darme cuenta de que las
emociones siguen inexorablemente a nuestras ideas, creencias o
pensamientos. El modo en que nos sentimos respecto de algo es,
sencillamente, la manera en que lo vemos o, incluso mejor
expresado, la forma en que encajamos ese hecho o circunstancia en
nuestra mente. La emoción es la respuesta fisiológica del cuerpo
entero a lo que estamos pensando en un momento concreto.
Considero bastante importante comenzar a prestar atención
a cómo sentimos una determinada acción o circunstancia porque a
eso es, precisamente, a lo que nos referimos cuando comúnmente
empleamos la expresión “nuestra forma de ver las cosas”.

87
César Camino

Nuestra toma de decisiones, la aversión al riesgo a la hora de


invertir, nuestra capacidad de esperar o, por el contrario, de
precipitarnos… Todo comienza y se caracteriza por lo que estamos
pensando y sintiendo a la hora de construir nuestra economía.
Desde el principio de este libro he tratado de deshacer en la
mente del lector esa errónea idea de que el dinero funciona con
personalidad propia o criterios que nos son ajenos. Nuestro
patrimonio y la Economía que sufrimos o disfrutamos dependen
por entero de ese cúmulo de impresiones, ideas (erróneas incluidas)
y emociones que generamos a cada paso en relación a las decisiones
que tomamos en materia pecuniaria.
Conviene empezar a dejar de separar cuestiones que van
inexorablemente ligadas. Nuestra forma de discernir las decisiones
que tomamos son uno. Nuestro dinero y nuestras decisiones
también son la misma cosa, o mejor dicho, son elementos
interdependientes. Por tanto, nuestra manera de evaluar y nuestra
economía no son agentes que operen de manera individual o por
libre.
La forma en que nos relacionamos con el dinero es, de
hecho, tan íntima y depende de una manera tan absoluta de nuestro
prisma al pensar, que casi la una describe a la otra. Si a estas alturas
eso aún no ha calado en usted, le recomiendo que lo reconsidere de
forma inmediata.
¿Cómo analiza usted las cuestiones económicas?; ¿Cómo
reacciona cuando de dinero se trata?; ¿La escasez del mismo es
capaz de perturbarle hasta el punto de dejarle confuso e inmóvil, o
por el contrario las situaciones difíciles le activan recursos y
habilidades que hasta ese momento no había explotado?; ¿Considera
que es difícil o casi imposible ganar mucho dinero, aumentar su
patrimonio y conservarlo?; ¿O comienza a darse cuenta de que,
hasta ahora, quizá no ha estado adoptando los adecuados puntos de
vista o ha carecido de la información adecuada que le permita variar
su prisma con respecto de la Economía?. No son preguntas inútiles.

88
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

De hecho, de la respuesta íntima que dé a cada una de ellas


dependerá y mucho cómo le irá en la vida en relación al dinero.
Hay muchas personas que sufren (sin saberlo siquiera) una
aversión al dinero que les perjudica a lo largo de toda su existencia.
Si le pregunta si les gustaría disponer de más recursos de los que
tienen o si precisan más dinero en el día a día, le responderán sin
dudarlo que así es. Casi todos responderemos lo mismo a esa
pregunta. Pero, también es cierto que muchas de las personas que
tienen eso claro también parecen albergar dudas cuando de ganar
dinero se trata.
“Mucho dinero no puede ser bueno”; “Enseguida se dejaría
llevar uno por vicios inconfesables o aparecería la mala vida”; “Si me
lo pudiera permitir todo, porque me sobrase el dinero, ¿Dónde
estaría mi límite?”; “¿No tendría que pasarme media vida teniendo
que proteger mi riqueza o a mí mismo, en caso de que ésta me
sobreviniera?”.
Estas expresiones son el reflejo más común que aparece en
la mente de las personas cuando se trata de abrirse a la posibilidad
de que su fortuna crezca. De hecho, incluso se han forjado refranes
populares y citas de sabiduría. ¿Quién no se ha tranquilizado
íntimamente cuando las cosas le han ido mal y ha echado mano del
tan cacareado “el dinero no trae la felicidad”?. Yo siempre he pensado
que esta maravillosa perla de la sabiduría la acuñó alguien que nunca
fue capaz de colmar sus expectativas económicas. El problema es
que esa sentencia encalló en la mente de generaciones enteras que, a
raíz de la misma, ni siquiera lo intentaron. Es un silogismo lógico y
simple el que opera en nuestra mente por partida doble:
- Si el dinero no trae la felicidad y, además, puede ser fuente
de trastornos, vicios e inseguridades, ¿para qué tratar de obtenerlo?
El problema con este tipo de ecuaciones mentales, que otros
diseñan y resuelven por nosotros es que, por lo general, tienen
lagunas enormes. Veámoslas a la luz de la lógica que es el idioma
que habla nuestro cerebro y al que mejor responde:

89
César Camino

1º.- Es posible, sólo posible, que haya situaciones en las que


el dinero no aporte la felicidad. Pero es seguro, absolutamente y bajo
toda circunstancia, que la pobreza no la garantiza.

2º.- Es posible que el dinero no aporte felicidad. Pero es


seguro que la pobreza, además de no aportarla, garantiza la
infelicidad que es algo mucho peor que no ser feliz.

3º.- Ni la felicidad, ni la infelicidad tienen nada que ver con


el dinero. Ambas son estados de conciencia que uno logra y en los
que se mantiene. Si alguien aún piensa que es el dinero o la carencia
del mismo lo que le aportará dicha o desdicha, su problema es
bastante más complejo que una simple mala relación con la
Economía.

4º.- La felicidad no existe. Sólo disfrutamos de bienestar o


carencia de él y nunca de forma permanente. Lo llamemos de una u
otra forma, la felicidad sólo se puede experimentar en determinados
momentos de la vida. El dinero no los garantiza. La pobreza, por el
contrario, sí garantiza la infelicidad, las fatigas, la escasa o nula
calidad de vida y nuestra inseguridad junto con la de quienes nos
rodean.

Buscar la felicidad a través del dinero no es un acierto. Pero


parapetarse en la escasez porque la riqueza no garantiza la felicidad
es, si lo analizamos a la luz de la pura lógica, un despropósito
absoluto.
Lo dejaremos por el momento. Visto lo expuesto, conviene
que la mente siga procesando a nivel subconsciente lo que ha leído
mientras continuamos con muchas cosas que restan por aclararse…

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Bajo tensión, presión o prisa, no tomes decisiones que


afecten a tu patrimonio. Jamás.

Es extraña la machacona tendencia de grandes fortunas que


terminan dilapidadas en cuanto recaen en las manos de los delfines o
los progenitores de quienes las amasaron.
Desde un punto de vista psicológico es tan sencillo de
explicar como la carencia de aprecio que encuentra aquel que no
luchó por crear su propio patrimonio, sino que se lo encontró hecho
o que se limitó a gestionar lo que partió de la nada y creció con el
entusiasmo y el talento previo de otros.
Particularmente prefiero pertenecer al primer grupo de
personas, entre otras razones, porque nunca se me confió el
patrimonio ajeno. Siempre tuve que crear desde la nada o hacer
crecer lo pequeño. Así encontré la prosperidad y de esta forma he
llegado a las conclusiones económicas que expongo en esta obra. Y
sostengo que una de las más elevadas fuentes de crecimiento
de la economía personal se encuentra en el entusiasmo del
individuo, así como en su capacidad de auto generarse su
patrimonio aún cuando todo alrededor se empeña en
desmoronarse.
Es esta la característica inicial y básica, aquella que acompaña
a toda nueva puesta en marcha empresarial, a toda aventura o
proyecto de naturaleza económica. Sostener el entusiasmo cuando
éste flaquea o generarlo cuando desaparece, porque se desgasta en el
día a día con las tensiones, los resultados que no llegan o que se
alcanzan por debajo de las necesidades, debe ser siempre el caballo
de batalla interior de quien quiere ver su patrimonio fluir
ascendentemente.

91
César Camino

El entusiasmo es la herramienta del empresario, del


generador de riqueza o de cualquier persona que quiera poner en
marcha un proyecto y verlo crecer. Sea de la naturaleza que sea.
Partir de cero es hacer un ejercicio de valía personal
porque nadie pondera más sus talentos que aquel que tiene,
forzosamente, que hacer crecer los recursos partiendo de la
nada. Es una apuesta constante por uno mismo. Es escuchar
la melodía interior que cada cual reproduce, hasta que el ruido
exterior sea lo que escuchemos en segundo plano y no nos
mermen las dificultades, los riesgos o lo que acabó con otros.
Eso es pasión y entusiasmo por lo que uno cree. Sin eso, no
sólo no se puede prosperar, es que no se puede vivir
dignamente.
Ahí se afinan los talentos, se descubren las habilidades, se
aprende lo que no se sabía que teníamos la capacidad de hacer.
Nunca se crece más que cuando no se tienen recursos y estamos
llamados a crearlos o a hacerlos crecer partiendo de cero, o de casi
nada, en lugar de dejarnos arrastrar por el infortunio temporal.
Partir de cero es la forma más adecuada de comenzar a
diferenciar el valor del precio. Tenemos poco, pero sabemos que
valemos más de lo que en ese instante tenemos. Por tanto,
nuestro valor y el precio que el Mercado nos pone, no coinciden.
Ahí tenemos la prueba en carne propia.
Tener y Ser son aquí conceptos que no equivalen y se
distancian. Comenzamos a ser conscientes de que no tener dinero
o disponer de recursos limitados no es igual que no valer para
producirlos. La diferencia entre quienes llegan lejos y quienes no
alcanzan en la vida éxito o prosperidad alguna radica en gran medida
en esta diferenciación: En que hay individuos que asumen ser lo
mismo que aquello de lo que disponen, mientras que hay otros que
no se dejan engañar por lo poco que tienen.
Quienes equiparan sus recursos dinerarios con su valía o su
capacidad para crecer y generar riqueza de donde no la hay,

92
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

permanecen en la pobreza. La primera y más peligrosa es la de


espíritu, la pobreza de ánimo. A ésta es a la que debemos temer. La
otra, la económica, se alcanza o se conquista con con el tiempo tan
pronto se eliminan de nuestra mente conceptos erróneos y con ellos
varían prácticas equívocas (que en esta obra pretendemos corregir).
Pero con lo primero que hay que acabar es con la equiparación de
nuestra situación presente con nuestra personalidad.
No somos lo que tenemos.
No somos nuestras circunstancias.
No somos lo que pensamos que es nuestra vida, ni somos el
dinero o el trabajo que tenemos en este instante.
Somos, precisamente, todo lo contrario. Somos aquello que
queremos lograr; Aquello que podemos llegar a ser. Lo que en
nuestro interior esperamos conseguir personal, profesional o
anímicamente. La situación presente no nos define, nos definen
nuestras sueños, nuestros anhelos. Eso dice mucho más de una
persona que aquello que la rodea.
No creo que nadie pueda, deba o quiera autodefinirse como
pobre, como inservible, como inviable para sí mismo y para
procurarse prosperidad e independencia económica. Y en una
sociedad de Mercado libre, la independencia financiera está
directamente vinculada a nuestra capacidad de autorrealización, a
nuestra libertad como personas y, cómo no, a la calidad de vida que
nos deparemos a nosotros y a los nuestros.
Regresaremos sobre conceptos similares más adelante. Hay
que tomar los conceptos poco a poco, de forma que se asienten
establemente en nuestra mente.

En español, a diferencia del inglés, SER y ESTAR son


verbos diferentes. Lo que significa que estar en apuros
económicos no significa ser pobre. Cuando personalizamos
nuestras situaciones, nos mentimos.

93
César Camino

Regresando a la cuestión de los comienzos, hay que tener en


cuenta que a veces son tan escasas nuestras posibilidades que
tenemos que recurrir a un préstamo, a los recursos ajenos, para
poder echar a andar. Me gustaría dejar constancia de que esta
primera obtención de recursos prestados es ya una generación
de riqueza. De donde no había, hemos obtenido recursos.
Un momento, un momento, espera –le oigo decir- no me
digas tonterías hombre, que obtener un préstamo no es ganar
dinero. No me fastidies.
Eso es lo que entiende la inmensa mayoría de las personas.
Es otro error de base. Obtener recursos, generar dinero, no es un
logro que llegue por una determinada y única vía de ingresos.
Cualquier aumento de nuestro patrimonio es un aumento de
nuestros caudales y ahí entra también nuestra capacidad para generar
confianza, que es lo que hacemos cuando obtenemos un préstamo.
Obtener crédito (léase dinero a cambio de credibilidad) es,
solamente eso, generar la confianza adecuada que se transforma en
la liquidez que obtenemos, a cambio de comprometernos a devolver
el principal y sus correspondientes intereses.
Lo que estamos generando (produciendo) es confianza; Ese
es nuestro producto. Eso vendemos cuando pedimos un préstamo:
Confianza. La credibilidad de que lo devolveremos.
Y el precio de nuestro producto (nuestra credibilidad) es el
dinero que obtenemos de nuestro cliente que no es otro que aquel
que nos da el préstamo (el banco, el amigo, el inversor, el socio…
quien sea).
Solicitar un préstamo es una transacción comercial pura y
dura. Tanto es así, que incluso los bancos que otorgan este tipo de
préstamos a clientes individuales se denominan bancos comerciales,
para ser diferenciados de los bancos de inversión.
Pero, ¿Cuánta gente se plantea desde esta perspectiva su
situación cuando se decide a pedir un préstamo?. Es bastante más
usual, sentirse mal. Creer a priori que recurrir al préstamo es ya

94
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

síntoma de pobreza o de incapacidad para generar dinero, cuando la


obtención del préstamo es ya, generación de dinero en sí.
Por cierto, con un banco se negocia. Como con cualquier
otro cliente. Nosotros vendemos a nuestro cliente (el banco)
credibilidad y ellos nos venden crédito. Nosotros, si somos buenos
vendedores, obtenemos el dinero que pedimos de nuestro cliente, el
banco, al que le hemos vendido la seguridad de poder devolvérselo.
Para el banco, en cambio, nosotros somos el cliente. Y el banco nos
vende tiempo. La mercancía que nos vende el banco es el tiempo
que nos da para poder devolverle el dinero que nos presta, más sus
intereses. Ésa es la mercancía del banco, como la nuestra es
convencerle (venderle) que podemos devolverlo. Ellos obtienen, a
cambio de su confianza en nosotros, la cantidad que nos entregan
aumentada con creces.
Esa es la adecuada forma de ver toda negociación con un
banco, con un inversor o con un socio financiero. Las dos partes
comercian, porque todo es Economía pese a que no todo es
dinero. Ambas partes compran y venden algo. El problema, el
verdadero desajuste de fuerzas, radica en que mientras el banco tiene
este prisma bien claro, el cliente (quien humildemente solicita un
préstamo) no conoce esta forma de entender el negocio que tiene en
sus manos. En realidad, ni siquiera cree que esté haciendo negocio.
Por eso son muchos los que aceptan las condiciones más
feroces que se le presentan cuando piden un préstamo, sin pararse a
considerar que el banco necesita al cliente tanto como éste al
primero. No entienden que en el fondo de la operación, tras tanta
documentación como hay que entregar, después de las tasaciones
(en caso de las garantías) y de los avalistas (cuando éstos son
exigidos) al final, todo se reduce a un sencillo negocio de compra-
venta. Pero siempre tiene las de perder aquel que no conoce su
mercancía. Aquel que ni siquiera sabía que estaba vendiendo y
comprando algo. Ese cliente es quien termina endeudado,
embargado y empobrecido en no pocos casos.

95
César Camino

Ahora ya conoce la correcta relación de fuerzas. La adecuada


perspectiva desde la que observar la petición de un préstamo o la
obtención de un crédito. Por cierto, quizá sería el momento de
renegociar a la luz de esta perspectiva lo que en su día negoció de
forma deficiente por operar desde un punto de vista erróneo.

Los éxitos son caprichosos. Nos obsesionamos con ellos y


son esquivos. Cuando les restamos importancia, hasta
poder vivir sin ellos, de súbito aparecen.

Pero se comience con escasos recursos, y ya sean éstos


propios o prestados, lo importante es hacerlo con una clara
consciencia de partir de cero para evolucionar. Mantenerse no es
evolucionar. Conservar lo ganado o heredado no es evolución. Con
esa perspectiva sólo se puede perder lo que se pretende conservar
con todas nuestras fuerzas. La vida es evolución, no estancamiento.
Y la Economía tiene más que ver con la naturaleza de la vida de lo
que mucha gente pueda creer. Al fin y al cabo el dinero y el
Comercio es una creación del hombre. Es normal pensar que se rija
por los mismos principios naturales por los que nos regimos las
personas.
En Economía lo natural es partir de menos y generar más
riqueza, más empleo, adquirir más y nuevos bienes aumentando el
valor de lo que tenemos. Es una constante evolución que nada tiene
que ver con el conservadurismo radical de aguantar y proteger bajo
siete llaves.
El dinero estancado en el banco decrece. Los recursos
guardados se consumen. Los ahorros menguan o se pierden. Es
normal, no una maldición. Es lo que ocurre por no aceptarse y
entenderse que la Economía es dinámica, y debe ser creciente
(evolutiva). No pasiva.
De ahí que quien recibe un patrimonio sin haberlo generado
o sin haber contribuido a la consecución del mismo, es más que

96
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

probable que termine perdiendo o haciendo disminuir el valor de lo


que se le encarga que gestione.
Partir de cero en materia económica, empresarial o
financiera, no sólo no es peyorativo sino el punto natural, yo diría
que óptimo, de salida. No es una desventaja, sino la posición
adecuada para nuestro comienzo.

97
César Camino

98
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

TÚ ERES TU INVERSIÓN. NO TE CONFUNDAS.


SÓLO PUEDES INVERTIR EN UN VALOR: TÚ MISMO.

"Soy un artista.
Me lo puedes quitar todo; Déjame sin nada,
y triunfaré igual."
John Lennon

He puesto en marcha empresas, proyectos, ideas y negocios


tanto en los sectores de la producción pura y dura, como del sector
servicios. He conocido a personas emprendedoras, algunas con éxito
y otras sin este lujo que se escapa de las manos a la mayoría de
nosotros por no saber que hay bastantes factores que lo determinan.
Pero tardé en darme cuenta de que la mejor inversión no se
realiza nunca sobre este o aquel activo. En realidad nunca
invertimos en “algo” concreto. Tardé bastante en descubrir que no
se invierte en una empresa, ni en la puesta en marcha de un negocio.
Ni siquiera se invierte en un producto, por mucho que lo
originemos o lo desarrollemos.
Tampoco cuando compramos alguna mercancía para hacer
crecer su valor o para venderla por un precio superior al de
adquisición hemos invertido en ella.

99
César Camino

No invertimos en valores, pese a que nos dirijamos al


mercado de valores internacional pertinente para ejercer opciones de
compra y venta.
Todos esos son errores de percepción bastante extendidos
que confunden a las personas y tergiversan la realidad.
El constructor no invierte en suelo, ni el productor
discográfico lo hace en talento musical. Y si invierten bajo este
prisma tienen ya bastantes papeletas para perder en su apuesta,
(porque eso es una inversión en factores ajenos: una apuesta al azar
y no una inversión).
Invertimos en nosotros mismos, no en los agentes
externos que creemos comprar, adquirir, manufacturar o
desarrollar. El empresario, se dedique al sector al que se dedique,
no debe considerar que está en el área de los servicios, o del
automóvil, o de la distribución, ni cualquier otro sector productivo.
Ni el pequeño comerciante individual que vende pescado en
un establecimiento de barrio opera en el sector de la alimentación, ni
debe pensar que ha invertido en un local de negocio donde montar
su pequeña empresa para procurarse autoempleo.
Todos, absolutamente todos nosotros, nos dediquemos a lo
que nos dediquemos, invertimos en nosotros y debemos ser
conscientes de este punto porque en él radica otra gran diferencia:
La de quienes saben qué hacen y aquellos que se mueven por el
impulso de la inconsciencia en el mundo de la empresa y los
negocios.
Es uno mismo quien crea la empresa y quien desarrolla
posteriormente el negocio. Es uno mismo quien imprime la fuerza
del trabajo, ya sea desde la gestión o en primera línea laboral.
El negocio por sí mismo no existe. El sector al que creamos
dedicarnos no sólo es totalmente secundario sino que, como
veremos después, en la mayoría de los casos ni siquiera será el que
creemos. Por lo general nos dedicamos a algo totalmente distinto a

100
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

lo que pensamos que hacemos a diario. Lo demostraremos un poco


más adelante en este mismo capítulo.
La inversión siempre se realiza en uno mismo. Tú eres
tu mejor, o incluso me atrevería a decir, que tu única inversión.
No puedes invertir en nada que no seas tú mismo. Incluso cuando
creas que pones dinero para que tu amigo, socio o sobrino grabe su
disco y pueda grabar su primera maqueta en el sector de la música,
estás invirtiendo en ti. En tu capacidad para vislumbrar talento y
descubrir a una estrella futura. Tu inversión eres tú, no el sobrino
prometedor al que abanderas en este ejemplo. Él ganará dinero por
su talento y esa será su inversión. Tú ganarás dinero por haberlo
ayudado y esa será tu inversión. Su inversión es él, la tuya tú.
Es en la confianza en nosotros mismos, en nuestras
posibilidades y acierto; En nuestra capacidad de gestión y trabajo,
donde radica nuestra inversión. Esa es la inversión que debe
ponderarse. El resto son sólo los medios por los que nos
expresamos en el Mercado.
El alquiler del local comercial, la situación o ubicación del
despacho; La compra de mercancías y su estudio de viabilidad…
Todo son medios, secundarios y menores. La primera y última
inversión que realmente llevamos a cabo somos nosotros mismos.
El objeto en lo que invertimos es nuestro talento, nuestra visión,
nuestra creatividad o cualquier otro aspecto que queramos destacar.
Descubrirlo es labor de cada cual de cara a obtener mayor
prosperidad económica.
Pero no perder de vista esta realidad es primordial para no
comenzar ya sobre la base de una equivocación que puede pasarnos
factura pronto.
¿Qué es Apple sin Steve Jobs?; ¿O Inditex sin Amancio
Ortega?; ¿Qué es el Corte Inglés sin Ramón Areces?. Si eliminamos
al creador/gestor las infraestructuras de estas compañías seguirán,
por supuesto, y el Mercado ni se inmutará, pero el núcleo de cuanto
ha hecho gigantes a estas compañías no son los medios que ahora

101
César Camino

controlan, ni los productos que venden o lo sectores donde


destacan. El centro de la inversión siempre ha estado en que sus
creadores supieron que ellos eran la compañía. Esa y no otra ha
sido la inversión que hicieron y han mantenido. Elimina esa
incógnita de la fórmula y la ecuación se deshace.
Conviene no olvidar nunca la idea-fuerza de que, con total
independencia del sector en el que estemos, el trabajo que
desarrollemos o el tipo de negocio que pongamos en marcha: Sólo
podemos invertir en un valor. Único y claro: Nosotros mismos.
Esta es la razón por la que unas fortunas se rehacen incluso
si menguan, mientras que otras se pierden irremediablemente. La
razón por la que hay personas con las que las rachas o los tropiezos
no pueden acabar. La razón por la que empresas antaño grandes,
decrecen por situaciones puntuales, y vuelven a resurgir con
productos y servicios innovadores que de nuevo las colocan en
primera línea de Mercado, mientras que otras pierden dinero incluso
con productos líderes en venta.
En un caso, lo importante es la persona o el empresario que
siempre tuvo claro que la inversión y la razón de que el éxito llegase
era uno mismo. Sin importar el sector o las circunstancias. Éstas
pueden variar, pero tu inversión en ti mismo debe permanecer.
En los otros casos, los que pierden y no se rehacen han
colocado el foco de su inversión en el producto, el servicio o el
momento financiero. Han considerado los factores externos y sobre
ellos han planificado creyendo que son estos elementos los que
determinan el éxito de la inversión. Y, por supuesto, este tipo de
inversor cae cuando su producto, el ciclo de vida de éste o el
Mercado todopoderoso desplaza su veredicto en su contra. El
germen del fracaso estriba en no saber que nunca se pudo invertir
en nada concreto, ajeno a uno mismo. Sólo saber que invertimos en
nosotros, siempre y bajo toda circunstancia, es garantía de
crecimiento y éxito personal y profesional.

102
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Somos los inversores, la inversión y el valor sobre el que


operamos.
Por cierto:
Apple fue creada por Steve Jobs y Steve Wozniak en el
garaje de su casa. Aunque parezca mentira, fueron dos chicos sin
recursos quienes crearon el primer ordenador personal de uso
cotidiano y bajo coste, empleando cajas de madera y cartón para
cubrir los componentes electrónicos que ambos montaron y
soldaron personalmente. Hoy no sólo es la compañía más
vanguardista del sector de la informática, sino que posee y dirige al
gigante Disney, después de crear el primer largometraje de
animación digital del mundo (Toy Story) y convertirse en la película
más taquillera de todos los tiempos en su género, lo que le permitió
hacerse con una participación mayoritaria de los estudios creadores
de Donald y Mickey,
Inditex fue fundada por Amancio Ortega como una
pequeña tienda de ropa en Arteixo. Hoy controla firmas líderes
como Zara, Massimo Dutti, Loewe, Cortefiel, Stradivarius y da
empleo a miles personas, con un valor en bolsa y en propiedades
inmobiliarias, billonario, en euros.
El Corte Inglés, el mayor gigante de la distribución en
nuestro país, con decenas de miles de empleados, comenzó siendo
una tienda familiar en la que se cortaban las telas que pedían los
clientes a granel. De ahí su nombre.
Google es el producto de una tesis doctoral de dos
estudiantes universitarios estadounidenses que buscaban una mejor
solución para encontrar resultados en sus búsquedas por Internet.
Hoy es la primera compañía del mundo en comunicaciones digitales;
Es el buscador empleado por el 7 de cada 10 de los usuarios de la
Red en todo el planeta y controla el sector de la publicidad en
Internet; Ha comprado compañías como Youtube, el mayor portal
de intercambio de vídeos e imágenes en Internet, o ha desarrollado
Google Earth y Google Maps, los sistemas de localización y

103
César Camino

posicionamiento vía satélite más vanguardistas del mundo. Por


cierto, todo gratuito y disponible a cualquier persona con una simple
conexión a Internet.

No saber cómo se va a lograr algo,


no significa que no se pueda lograr.

¿Cuál fue la inversión de sus fundadores?; ¿Sigue pensando


que unos invirtieron en ordenadores y otros en telas?; ¿Habrían
llegado a alcanzar lo que han logrado si hubieran confundido lo que
hacían con lo que eran?.

104
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

¿QUÉ HACES?. ¿A QUÉ TE DEDICAS?. EN


SERIO… SEGURO QUE NO LO SABES.

A los pies de las canteras de rocas, cerca de la construcción que estaban


levantando, el Maestro constructor
preguntó a uno de los obreros a su cargo “¿Qué haces?”
y éste respondió,
“Tallo la roca, maestro”
Desilusionado, se dirigió a otro obrero que había cerca y le preguntó
“¿Qué haces tú?";
Y éste le respondió “marco las piedras para su posterior uso”.
El Maestro parecía estar cada vez más desanimado.
Por último, se acercó a otro de los obreros que había allí, era el más
joven y a quien más recientemente había tomado a su cargo.
“¿Y tú, qué haces?”, volvió a preguntar el constructor
casi sin esperanzas.
“Yo construyo una Catedral señor”, respondió el joven.
Era el único que sabía a qué se dedicaba.
Sabiduría iniciática de El Temple.

Todos hemos recibido la clásica lección que dice que no se


puede llegar a nada si no sabemos cuál es nuestro destino. Conducir
sin saber a dónde queremos ir es garantía de gasto de gasolina, pero
no de llegada a un lugar concreto. Los libros de psicología y
superación están llenos de metáforas similares y tienen bastante

105
César Camino

razón al respecto, pero lo que he observado es que en la mayoría de


los casos el problema no es tanto no saber a dónde queremos llegar,
sino que se desconoce algo más fundamental aún: Dónde estamos
ahora y qué es exactamente lo que hacemos.
Porque el destino que cada cual elige para su vida, ya sea a
nivel profesional o personal, es realmente importante. Arrojar
claridad ahí es una labor a la que debemos dedicarle tiempo y
energía. Pero conocer el sentido de lo que hacemos a diario es aún
más crucial, porque de ello depende nuestra calidad de vida y
nuestra eficacia.
No pretendo llevarme este epígrafe al terreno de lo esotérico
ni mucho menos. Cuando digo que la mayoría de nosotros no sabe
realmente qué hace o a qué se dedica, me estoy refiriendo a lo más
mundano, superficial, cotidiano y material del término.
Sólo la exigua minoría que tiene perfectamente claro cuál es
su trabajo y dentro de éste a qué se dedica, puede prosperar,
producir, obtener beneficios y no solamente de carácter económico,
sino de disfrute personal y de autorrealización, que son mucho más
importantes que los primeros. De hecho, son la antesala de los
primeros. Sin disfrute, sencillamente, no hay prosperidad o la que se
obtiene es efímera.
Entremos de lleno ahora en conocer (para algunos
descubrir) qué hacemos realmente en la vida. ¿A qué nos dedicamos
realmente?. No es pregunta baladí especialmente teniendo en cuenta
que es tanto como plantearnos ¿Qué estamos hacemos aquí?...
Si le preguntamos a un vendedor de El Corte Inglés a qué se
dedica, nos mirará atónito (especialmente si lo abordamos justo en
medio de su jornada laboral normal) y pensará que somos imbéciles
o que no tenemos ojos en la cara.
“Pues chico, aquí ando vendiendo... Porque lo que hago es vender. Me
dedico a vender este o aquel producto…” diría con cara de asombrada
indiferencia. Porque un vendedor vende… el producto de la sección

106
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

pertinente en la que el buen hombre esté destinado. Un vendedor


vende, es tan lógico que cae por su propio peso.
Pero ocurre lo que suele pasar con las cosas que son tan
absolutamente lógicas: Que son erróneas.
Todavía más cansina puede ser la cara que nos ponga el
empleado de una sucursal bancaria si le abordamos con una
pregunta similar.
Nos responderá que atiende al público, y que si no lo hace
rápido, la cola que se forma en la sucursal llegará a la puerta.
Pero esa respuesta no es la que corresponde a nuestra
pregunta. El asunto está en que casi todo el mundo piensa que la
pregunta “¿A qué te dedicas?” se responde explicando aquello que
hacemos. Pero nuestro trabajo cotidiano, el esfuerzo que realizamos
durante las horas laborales en el cometido concreto o las funciones
de las que nos encargamos, no siempre se corresponden con lo que
verdaderamente es nuestro cometido.
Veamos, desde el punto de vista de un economista
extravagante, a qué se dedican unos cuantos profesionales
confundidos:
Un médico no atiende pacientes, salva vidas o las mejora en
su calidad. Creer que el trabajo de un facultativo se reduce al
número de pacientes a los que puede atender, es obviar que cada
uno de esos pacientes es una persona con un verdadero problema.
Un problema de salud, que es lo más importante de la vida. Desde
un prisma reduccionista o pragmático, el propio médico puede, con
los años, llegar a confundirse, especialmente si su trabajo se
desarrollar en un centro de salud y llega a ser algo monótono por su
horario definido y la rigidez de su cometido diario en la consulta.
Pero el trabajo y su rutina no pueden confundirnos. No
hacemos aquello que ahora mismo tenemos entre manos. Como
profesionales, siempre tenemos (o deberíamos tener) un objetivo
mayor que nosotros mismos y que las labores que ocupan nuestras

107
César Camino

horas de trabajo. Aquello que realmente nos define como


profesionales.
Un vendedor de unos grandes almacenes, no vende: Aporta
soluciones, asesora, solventa necesidades y cubre carencias. Aunque
desde luego él elige cómo prefiere ver su trabajo. La primera visión
es pequeña, pesada y monótona. La segunda está llena de significado
porque no se centra en los objetos que vende, sino en las personas a
las que atiende. ¿Qué es más importante?; ¿En qué se venía
centrando usted hasta ahora?
Un dentista no cura caries o extrae piezas: Protege la salud
de las personas, mucho más allá de su higiene dental. ¿Sabía, por
ejemplo, que hay una relación directa entre la salud dental y las
enfermedades cardiovasculares?; ¿Ignoraba que a través de una
simple caries (con la que se puede vivir en apariencia) una infección
entra de forma constante y directa en el torrente sanguíneo,
teniendo acceso directo a nuestro corazón?. Desde este prisma,
atender a dos docenas de pacientes al día en la consulta del
estomatólogo, no parece ser ya cuestión de simples empastes o
extracciones…
Un albañil puede creer que se pasa la jornada (dura como
ninguna, por cierto) al sol, cubriendo el objetivo del día consistente
en terminar tal o cual fachada. Pero ese albañil está construyendo el
hogar de una persona. La casa en la que vivirá una familia entera,
quizá; O en la que crecerán niños el día de mañana. Ese inmueble,
en el que el albañil está haciendo junto a otros compañeros esta o
aquella tarea, es el sueño de muchos que están dispuestos a
embargarse media vida por poder comprarlo.
Un camarero, no sirve mesas: Crea veladas para personas
que se escapan a un restaurante a almorzar o cenar, buscando un
paréntesis o celebrando algo especial.
Un programador informático, no desarrolla software: Crea
soluciones diarias para el trabajo y el ocio de las personas.

108
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Un acomodador de cine (de los que ya casi quedan, por


cierto) no es un profesional de baja cualificación que realiza un
trabajo autómata: Es el responsable de crear una excelente
experiencia de usuario para quien va a disfrutar de un par de
horas de ilusión.

Un profesor no imparte clases: Forma mentes. Incluso, las


libera para que operen por sí mismas.

No son descripciones poéticas, aunque puedan parecerlo. Se


trata de que descubramos que una cosa es lo que hacemos durante 8
ó 10 horas al día, 5 días a la semana, y otra muy diferente es saber
cuál es la auténtica naturaleza de nuestro cometido. Lo primero es
únicamente lo que toca ahora. Lo segundo es el significado último que
tiene aquello que hacemos.
Una cosa es trabajar; La otra es conocer la esencia de
nuestro trabajo.
Una cosa es saber qué tenemos que hacer; La otra es
descubrir el objetivo de lo que hacemos.

De profesional a profesional, en su trabajo: ¿Simplemente


escucha? ¿O atiende a quien le habla?.
¿Simplemente vende? ¿O soluciona los problemas y cubre
las necesidades de los clientes?.
¿Se limita a recomendar? ¿O asesora sinceramente?...

Y ahora le pregunto, a la luz de un pensamiento


extravagante, ¿A qué se dedica usted?

109
César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

NO TODO ES DINERO. PERO SÍ QUE TODO ES


ECONOMÍA.

"Vender (nos) es lo primero que hacemos


cada día en cuanto nos presentan a alguien.
Después hay dos tipos de personas: Las que entienden esto
Y las que no."

En la vida no todo es dinero. Ahí con letras bien grandes


para que se vea lo que nos han repetido una y otra vez. A algunos
nos lo han remarcado profesores, a otros nuestros padres… Incluso
la mayoría de nosotros hemos recibido esta especie de bautismo a
modo de profecía, por parte de toda la sociedad.
Y es verdad, en esta vida no todo es dinero. De hecho, casi
nada es dinero… Lo veremos en un apartado posterior que se llama
precisamente así: NADA ES DINERO.
Pero sí que TODO es Economía. Y resalto el TODO
para que el lector pueda entender un concepto simple, aunque a
veces nos resistamos a entenderlo: Todo cuanto hacemos desde que
ponemos un pie en el suelo tras una buena noche de sueño, hasta
que por la noche regresamos a esa misma cama que ahora nos ve

111
César Camino

salir de las sábanas… Todo lo que haremos durante la jornada tiene


que ver con la Economía.
Lo entendemos más o menos bien cuando decimos que una
reunión de negocios es hacer Economía. Es bastante lógico pensar
que, de una u otra forma, trataremos de obtener alguna oportunidad
o beneficio de esa reunión. Sencillo, se entiende. Además, llamar al
encuentro “reunión de negocios” ya nos augura que la cosa tiene
que ver con el factor económico.
Pero, ¿Y comprar en el supermercado?, ¿No tiene eso pleno
carácter económico?. ¿No está íntimamente relacionado con analizar
la calidad de los productos, buscar los mejores precios y hacer que
nuestro presupuesto mensual familiar cunda lo más posible?... Y sin
embargo seguro que si le preguntamos al ama de casa media si se
considera una experta en Economía, nos responderá que no o que
esas cosas a ella la pillan de lejos. ¡Pero si lo hace a diario!. Practica
Economía en el mercado, en la droguería, en la tienda de ropa del
barrio… Sin saberlo o sin considerar que negocia como se negocia
en un edificio de negocios convencional.

El 90% de las personas se caracteriza por creer no poder


lograr sus objetivos. Todos aciertan.
El 10% restante, está convencido de que los lograrán.
Y también aciertan.
Es una cuestión de elegir en qué grupo estar.

Pero todavía el lector medio puede entender que eso de


comprar en el mercado parece tener bastante que ver con la materia
económica. Quizá el ama de casa no lo haya visto desde esa
perspectiva, pero la mayoría todavía sí lo entiende. Sin embargo
podemos complicar un poco más el asunto para ver que TODO ES
ECONOMÍA y que a veces nos cuesta tanto trabajo entenderlo en
lo más elemental y cotidiano, como a esa ama de casa que no cree
que en la Bolsa o en las grandes operaciones financieras se negocie

112
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

de una manera bastante similar a como ella le habla al pescadero,


aunque con otros términos bastante más sofisticados, para al final,
tratar lo mismo.
Por ejemplo, ¿No es Economía conquistar a una chica?. ¿No
es Economía tratar de convencer a nuestro profesor para que nos
suba la nota de ese examen suspenso por un exiguo 4,5?. ¿No es
Economía discutir y querer llevar la razón?. ¿No cree que practica
Economía el chaval que quiere convencer a su padre para que le deje
salir el sábado con los amigos hasta las 12 en lugar de tener que
regresar antes a casa?
¡Pues claro que sí!.
Economía es negociar para obtener más o menos, que es lo
mismo que tratar de lograr ese 0,5 que le falta al estudiante para
obtener el preciado suficiente que le hará salvar el semestre. Ese
medio punto es el objetivo que hay que cubrir en el lenguaje del
banquero o del analista. Es la ratio de crecimiento que no hemos
alcanzado y que nos impide cerrar el semestre en superávit.
Es hacer Economía y se puede y debe abordar con una
mentalidad económica. O mejor dicho, no deberíamos creer que la
Economía es sólo un aspecto de la vida reducida al ámbito del
dinero o el Comercio. La Economía es la fórmula bajo la que opera
nuestro cerebro de manera casi natural y en los planos más triviales.
Ahorramos energía, cuando tratamos de no cansarnos con
esfuerzos físicos innecesarios, si creemos que la vamos a precisar en
un momento dado posterior. Que no es otra cosa que reservar
recursos para posteriores inversiones o desembolsos.
Biología y Economía hermanadas de manera natural.
También cuando nos hidratamos, o cuando ingerimos
alimentos, una parte se destina a reservas y otra a quemarse de
manera casi inmediata a modo de carburante, ocupando cada
elemento su lugar en nuestro organismo: Los hidratos de carbono
una función, las grasas otra, las proteínas otra… Todo bien definido,
estructurado y listo para ser empleado en el momento adecuado de

113
César Camino

una forma optimizada. Unos recursos se emplean en el acto


(inversiones a corto plazo) mientras que otros se difieren o incluso
se acumulan: Provisiones a largo o ahorro directamente.
Es el proceso por el cual nuestro propio cuerpo se
estructura sin que intervengamos conscientemente. Y es
Economía pura y dura. La llevamos hasta en las células y
todavía hay quien cree que no ha nacido para ello.

El chico que quiere una bicicleta nueva o ese par de


zapatillas que ha visto en la tienda de deportes ya sabe, casi
instintivamente, que tendrá que agudizar el ingenio para recaudar
fondos y poder adquirir el objeto de sus sueños. Quizá tenga que
buscarse un trabajo extra (diversificar su tiempo para obtener nuevas
líneas de ingresos) o incluso empezar a trabajar si no tiene empleo
para la obtención de los recursos que necesita.
Economía en proceso de planificación delante de un
escaparate con sólo 13 años.

El otro joven que quería llegar más tarde la noche del


sábado, en su pugna verbal con su padre, negociará de forma
absolutamente natural, casi inconscientemente. Sabe que para
obtener lo que quiere tendrá que ofrecer algo a cambio. Quizá no
tenga la suerte de que sea su padre quien le presente el negocio:
“Estudia más y podrás llegar más tarde”. “Aprueba tal o cual
asignatura” (léase cubrir el objetivo) y obtendrás la recompensa (o lo
que es igual: la comisión pertinente).
Si no sale del propio padre, será él quien tenga que vender su
producto: Es buen chaval, estudia, no bebe… sacará todo su arsenal
de méritos e incluso lo completará sumando lo que está dispuesto a
lograr, si le dejan llegar un poco más tarde a casa.
Negociación, perseverancia, objetivos… Economía en
el salón de una casa a las siete de la tarde de un sábado.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

¿De verdad sigue usted pensando que esta ciencia es para


iniciados?. La lleva practicando toda la vida con pleno éxito, se lo
garantizo.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

CAPÍTULO
III

REPROGRAMÁNDONOS

¿Comprarías un ordenador, sin sistema operativo, o con


programas instalados que no supieras manejar?.

No te serviría de mucho, ¿verdad?

¿Por qué entonces permites que tu vida se dirija con el


más potente ordenador que existe (tu mente) sin una
programación adecuada que entiendas y que controles?. . .

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

LLAMANDO A LAS COSAS POR SU NOMBRE.

"Analízalo: Tu realidad no existe,


hasta que posas sobre ella tus pensamientos,
tus propias etiquetas, miedos e identidades.
Y ese es tu mundo entero."

Cuando estudiaba Derecho tuve la suerte de contar con un


profesor que era Catedrático de su asignatura. No tiene importancia
de qué materia se trataba, pero sí importa la anécdota que aprendí de
él y que me ayudó mucho a reprogramar mi mente desde ese
momento, cuestionándome bastantes conceptos como dificultad,
simplicidad, posible o imposible, antes de asentarlos en mi pensamiento.
Me explicaré. Ese Catedrático en cuestión se encontraba por
aquellas fechas redactando, con la ayuda de varios colaboradores e
investigadores dependientes de su departamento, un nuevo manual
para su asignatura. Es tarea compleja, lo reconozco. Tratar de
recoger todo el conocimiento posible y ponerlo a disposición de
nuevas generaciones en un solo curso especializado, es una labor
que precisa talento, ayuda y tiempo. De estas tres cualidades, sólo le
faltaba una al buen Catedrático: Talento. Pero eso tampoco importa
ahora.
El caso es que tras más de un año de trabajo, los diferentes
colaboradores que trabajaban en la redacción de un capítulo cada
uno bajo la supervisión del académico, entregaron sus escritos para

119
César Camino

que, al ser unificados, formasen el manual completo. El Corpus de la


asignatura, recuerdo que lo llamaban en su afán por cubrirse de
gloria.
Cuando el Catedrático de esta asignatura de Derecho leyó el
texto concluido al completo, se lo pasó a un tercer colaborador
independiente al que le pidió que se tomase su tiempo y lo abordara
como si no supiera nada de leyes. Le pidió que leyese su manual con
los ojos de un neófito, de alguien sin experiencia.
Así lo hizo el amigo quien necesitó un par de semanas para
abordar la obra al completo. Cuando finalizó el Catedrático se
reunió de nuevo con él y le preguntó si lo había encontrado ameno,
claro y sencillo como para que cualquier nuevo estudiante de la
asignatura lo pudiera comprender.
El colaborador independiente le respondió que sí. En efecto,
sus ayudantes habían hecho un gran trabajo de concreción y de
clarificación de la asignatura. Cualquiera que leyera aquel manual
podría entender la materia y conocerla, aun partiendo de una nula
experiencia previa.
El Catedrático asintió y comentó que eso mismo había
percibido él cuando leyó el texto por primera vez un par de semanas
atrás. Agradeció la opinión de su amigo y llamó a todos los
colaboradores que habían estado trabajando durante un año entero
redactando aquellos capítulos. Una vez en presencia de éstos les dijo
que debían volver a empezar desde cero.
Cuando todos se asombraron y preguntaron qué había salido
mal y por qué tenían que empezar tirando a la basura el trabajo de
investigación de todo un curso, el Catedrático les contestó que el
manual era claro y sencillo de leer. Que cualquiera sacaría una idea
meridiana de la asignatura cuando estudiase su obra.
Los profesores colaboradores no entendían qué pasaba. Esa
era precisamente la razón de hacer un manual para los estudiantes,
¿no?. Que aprendiesen la materia y que la pudiesen comprender. Se
habían esforzado precisamente en hacerla clara e intuitiva.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

El académico les replicó que si todo el mundo podía


comprender su materia con sólo leer un manual, su carrera y la del
resto de profesores estarían acabadas. Si no empleaban un lenguaje
oscuro, confuso y lleno de tecnicismos, todo estudiante creería que
su asignatura era sencilla de comprender. La controlarían desde el
principio. La catalogarían de materia simple. ¿Qué necesidad habría
de especialistas para enseñarla?; ¿Para qué un Catedrático?. Y, lo que
es más importante, ¿Sería él un académico de una materia simple a
los ojos de un estudiante sin experiencia?. En eso no había gloria.
Su asignatura debía ser compleja, difícil de abordar, dura de
entender. Con fama de insufrible, en suma.
Las instrucciones fueron claras: Haced que cada capítulo sea
casi imposible de asimilar. Que hagan falta semanas de estudio para
cada tema y que desanime con sólo acercarse al libro. Sólo los más
aptos aprobarían la asignatura. Nadie la entendería a simple vista y
se les admiraría por dominar un conocimiento jurídico altamente
especializado.
En la actualidad, ése manual tan árido y complejo sigue
siendo la principal fuente para aprobar esa asignatura de Derecho en
la Universidad donde estudié. Hay alumnos de quinto de carrera que
llegan al último año de la misma, con esa materia pendiente, desde
primer curso.

La complejidad, a veces, se fabrica… No todo lo que nos


parece inabordable, es así por naturaleza. En no pocas ocasiones,
hay intereses en que sea así. La Economía tiene bastante que ver con
esta anécdota que viví en primera persona.

121
César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

NADA ES DINERO, O EL DINERO NO ES NADA.

"El hombre creó el dinero.


Y como toda creación, lo colocó por debajo de él.
Luego lo consideró escaso y difícil de lograr.
El dinero se situó por encima del hombre.
El dinero ahora crea al hombre."

Creer que el dinero tiene personalidad propia equivale a


darle vida e independencia. Siempre me ha impresionado ver cómo
las personas pueden llegar a sentirse por debajo de una creación del
género humano.
Cada vez que alguien piensa que ganar dinero (generar
riqueza) es difícil, que la Economía no es lo suyo, O que no se
sienten capaces de generar prosperidad de alguna forma, no puedo
dejar de asombrarme. ¿Cómo hemos llegado con el dinero hasta el
punto de que el objeto se vuelva más sofisticado que sus propios
creadores?.
¿Cómo es posible que quienes hemos inventado el medio,
hayamos llegado a creer que actúa por sí mismo y que se nos escapa
de las manos, o peor aún, de la razón?.
El dinero en sí, no es nada en absoluto. Es un mero
medio de cambio. Se emplea exclusivamente como fórmula de
adquisición de bienes y servicios, así como medio de retribución por

123
César Camino

aquello que se nos ofrece. Es tan sólo el idioma del intercambio.


Algo más elaborado, eso sí, para que sea universalmente reconocido
y que todos, nos encontremos en el país y la situación en la que nos
encontremos, tengamos un referente más o menos homogéneo con
el que poder realizar transacciones comerciales o personales.
Pero no es un bien en sí mismo. Esa no es su naturaleza,
pese a que lo tratemos así.
El problema, y bien grande por cierto, estriba en que cuando
al dinero se le confiere carta de naturaleza propia, pierde su función
como medio. Ya no lo vemos como un instrumento, sino como el
objetivo. Se nos olvida que somos nosotros quienes lo controlamos
así como quienes determinamos su valor. El dinero, per se, no
detenta valor alguno. Es la persona que lo emplea y en qué lo
emplea, lo que determina cuánto vale el dinero en cada caso.

Cuando creemos que tenemos controlada la situación,


tememos que algo pueda fallar.
Cuando no tenemos idea alguna de cómo llegar al objetivo,
es cuando empezamos a creer que todo puede ocurrir.

En 1930, meses después de que se iniciara oficialmente la


Gran Depresión los principales industriales estadounidenses, los
grandes contratadores, pagaban a sus empleados el jornal del día con
carretillas llenas de dinero, dada la depreciación que había sufrido el
dólar.
Tal había sido dicha depreciación, que la gente empleaba los
billetes para calentarse, quemándolos en las estufas de sus hogares,
porque valían menos que la leña o el carbón.
Los pocos que aún conservaban un empleo, tenían que hacer
varias paradas durante la jornada laboral para ir con sus carretas
llenas de billetes a comprar alimentos, porque los precios de éstos se
revisaban casi a cada hora, de forma que un rato después de haberse

124
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

cobrado, la carreta no tenía más que papel cuyo valor era menor que
el propio coste de impresión de los billetes.
Todas las imprentas del país paralizaron su actividad
convencional y se dedicaron, por orden del Gobierno, a imprimir
timbre.
Este es el extremo de la personalización del dinero. Las
consecuencias últimas de considerar al dinero un ente con capacidad
de valor propio y no delegado. Así se forjan las hecatombes
económicas.
Usemos varios ejemplos más cercanos. Juguemos con un
mismo billete, de idéntica cantidad nominal (500 euros, por ejemplo)
para comprobar que éste puede llegar a tener un sin fin de valores
distintos. Bien dispares.
En tan sólo dos situaciones diferentes, (y el Mercado es, por
naturaleza, el foro de las situaciones ilimitadas) una misma cantidad
de dinero vale mucho o no vale nada. ¿Cuál es el valor que se dibuja
en nuestra mente para esos 500 euros si resulta que en una
determinada relación laboral, éste es el salario por tres meses de
trabajo?. Tendremos en este caso que ese dinero nos parece exiguo.
Casi ninguno de nosotros aceptaría ese empleo. ¡Tres meses
trabajando para ganar 500 euros!. Eso es aceptar una minimización
enorme del salario mínimo interprofesional en cualquier país del
primer mundo.
En este caso, 500 euros es igual a poco dinero. Pero hay que
concluir esa cadena de pensamiento: Poco dinero, por tres meses de
duro trabajo. No poco dinero en sí mismo.

Pero, ¿Y si esos 500 euros fueran la retribución por estar tres


meses viendo la televisión al mismo ritmo al que lo hacemos
comúnmente en nuestro tiempo libre, porque para eso nos ha
contratado una prestigiosa empresa consultora de estudios de
mercado y tendencias de los consumidores?.

125
César Camino

De repente, ganar 500 euros por ver la televisión, tal y como


lo hacemos comúnmente, ya no parece un mal negocio. Ese mismo
dinero vuelve a tener un valor en alza en nuestro criterio “esfuerzo-
recompensa”. Por los mismos tres meses de trabajo.
La prueba de que el dinero no tiene valor en sí mismo, sino
en dependencia de la persona y las circunstancias concretas, lo
vemos aún más claro cuando se trata de gastarlo, en lugar de como
forma de retribución. Veamos:

Sigamos con ese billete de 500 euros. A priori, hay que


reconocer que esa cantidad es para cualquiera de nosotros en una
situación neutra, es decir, libre de connotaciones, un buen montante.
Pero eso es debido a que valoramos lo que podríamos hacer con
esos 500 euros hoy en día. El dinero, de nuevo, por sí mismo no
tiene valor alguno. Lo que se dibuja en nuestra mente es lo que
podríamos hacer con ese billete. Eso le otorga el valor: Lo que se
dibuja en nuestra mente (no pierda de vista este factor)
Antes de esa consideración personal de cada uno, el dinero
no es más que un mero medio de cambio. Es el acceso a lo que
podemos hacer con él, al disfrute que nos aportaría, lo que lo hace
valioso. Es importante no olvidar esta obviedad que al ser leída
parece clara, pero que en el día a día de nuestras decisiones
económicas desaparece de nuestros procesos mentales.
¿Qué valor le damos a esos 500 euros si tenemos una
situación desahogada y no lo necesitamos con urgencia?. Quizá sea
una buena oportunidad para ahorrarlo, o darnos un capricho,
seguros de que no nos encontramos en carestía.
¿Pero qué otro valor la damos a esa misma cantidad de
dinero, si llevamos varios meses sin pagar la hipoteca, el banco está
a punto de ejecutarnos la vivienda y con esos 500 euros que acaban
de aparecer, podríamos ponernos parcialmente al día, impedir el
embargo y ganar tiempo hasta el siguiente sueldo que nos permita
reponernos?.

126
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

¿Valen ambas cantidades idénticas lo mismo?. ¿Aportan lo


mismo?.
En negativo, también lo veremos claro empleando el mismo
ejemplo anterior.
¿Qué experimentaría el primer sujeto (el que se encuentra en
una posición desahogada económicamente y sin sobresaltos) si ese
dinero no llega a su cuenta corriente, como extra?. Posiblemente, no
tendrá mucha importancia. A nadie le amarga un dulce pero, bueno,
al fin y al cabo esos 500 euros ni estaban, ni se les esperaba. Sin el
capricho que nos habíamos dado, se puede vivir.
¿Pero y si esos 500 euros no le llegan a tiempo a quien está a
punto de ver su vivienda embargada?; ¿Qué valor e importancia le
da esa otra persona a dicha cantidad de dinero si el banco le dice
que, pese a que debe bastante más en retrasos, con un ingreso de
500 euros, todo se paralizaría y no se pondría en marcha un proceso
de embargo contra su techo y el de su familia?.
La misma cantidad de dinero, vale más o menos siempre en
dependencia de la persona, el momento y la circunstancia. No
teniendo personalidad propia, el dinero no marca el valor de las
situaciones, sino al contrario.
Por eso es tan importante que dejemos de ver el dinero
como fin en sí mismo, o como detentador de valor. El dinero es un
flujo de posibilidades, al que las personas tienen el derecho y la
obligación de etiquetar constantemente como valioso, o no; Al alza,
o a la baja, en dependencia de sus respectivas circunstancias, y no de
algún índice de precios al consumo o intercambiario de ningún tipo.

En este punto sé que habrá algún economista tradicionalista


que tenga algún argumento para discutir mi criterio. Me los he
encontrado muchas veces. Les llamo tradicionalistas porque creen
que la economía es matemática pura y, créame, no hay financiero
más peligroso que aquel que está convencido (o pretende hacer
creer) que la economía y las matemáticas tienen algo que ver.

127
César Camino

Aducen una lógica aplastante para determinar que si, por


ejemplo, el índice de precios al consumo (el tan traído y llevado
IPC) determina que, pongamos por caso, la carne de pollo, los
huevos, la ternera y la leche, en un mismo mes han experimentado
una subida de precios al alza del 400%, es rigurosamente cierto que
la gente podrá comprar cuatro veces menos carne, leche y huevos
con el mismo dinero que el mes anterior destinaban a estas viandas.
Bien, lo primero que cabe destacar es que el índice de
precios al consumo (ese Sanctasanctorum de la economía que asusta
a damas de casa y ministros de economía de medio mundo) está
elaborado con los mismo criterios con los que se hacía medio siglo
atrás. Como si los elementos más importantes de la cesta de la
compra de los ciudadanos de 1940 y los de hoy en día, tuvieran algo
que ver.
Lo segundo que hay que decir, para dejar claro que el dinero
en sí mismo no tiene valor, por muchas siglas e índices que los
“especialistas” se empeñen en ponderar, es que cuando los
economistas tradicionalistas emplean términos como “gente”, “en
general” o “la mayoría”, en realidad no suelen acertar demasiado.

Lo que dejas de hacer es tan importante, o más,


que todo lo que haces.
No hacer es acción pasiva, no inactividad.

Creía que no hay mayor descerebrado que un economista


tradicionalista que crea que el dinero se rige por criterios estadísticos
y matemáticos puros.
Me equivocaba. Hay un descerebrado mayor: El economista
tradicionalista que, además, cree que conceptos como “la mayoría” o
“el público en general” siguen existiendo hoy en día en pleno siglo
XXI.

128
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Los que se especializan en reducir las personas a cifras para


tratar de predecir comportamientos y tendencias, son los analistas
estadísticos. Estos merecen una mención aparte, porque son
verdaderos ciegos a la hora de acertar. La culpa no es de ellos, sino
de aquellos que se empeñan en usar las estadísticas para medirnos a
todos e intentar averiguar qué haremos mañana los usuarios, los
clientes… Las personas.
Bajo el prisma de que un ser humano es algo similar a un
robot en cuanto a comportamiento, los responsables de analizar la
información pasan por alto un detalle fundamental: Las estadísticas
sirven perfectamente para indicarnos qué ha sucedido, pero no para
obtener conclusiones ni jugar a predecir lo que ocurrirá.
Aquí es donde se forjan los conceptos de “la mayoría”, “el
público en general” o, esa otra joya que emplea la estadística para
referirse a las personas: “la masa”.
Parece que no se percatan de que tratar de predecir
comportamientos en materia económica o empresarial, en
base a las estadísticas, es tan ilusorio como pretender conducir
nuestro vehículo para hacer un largo trayecto mirando sólo por
el espejo retrovisor. Sabemos lo que acabamos de dejar atrás,
pero no tenemos la menor idea de lo que tenemos delante.
De forma que, cuando esos matemáticos economistas
afirman que si la carne, la leche y los huevos suben en el índice de
precios al consumo un 400% de golpe, por algún tipo de hecatombe
económica, resulta claro que “la gente” podrá comprar 4 veces
menos alimentos de esta índole con el mismo dinero, sencillamente,
se están equivocando.
Porque, por ejemplo, ¿qué importancia tiene esa subida para
los vegetarianos?. ¿Se devalúa también su dinero por no poder
comprar 4 veces más huevos, leche y carne?.
Se puede aducir ahora que los vegetarianos no forman parte
de la mayoría.

129
César Camino

¿Y la subida del precio de la gasolina?; ¿Afectará a la


“mayoría” de “la masa poblacional” que no usa vehículo a motor
para desplazarse cada mañana a su trabajo?.
También se puede argumentar que quienes no tienen o no
usan coche ni moto, también son minoría.
¿Y la bajada de los tipos de interés?, es decir, devolver
menos dinero cada mes por el principal prestado para comprar su
casa, por ejemplo, ¿Beneficiará a esa otra “mayoría” de personas
cuyas hipotecas no son revisables?;
Otra minoría.
¿Y a la “generalidad” de quienes sí pueden revisar su
hipoteca, pero una vez al año, tiempo suficiente para que el Euribor
vuelva a subir y ya no le sirva de nada?, ¿Les afectará la bajada
temporal de tipos?. También están fuera de la mayoría.

Cuando somos capaces de guardar silencio durante cinco


minutos se produce un hecho increíble y poco habitual:
Comenzamos a pensar.

Yo creo que, a base de sacar grupos de minorías de las


supuestas mayorías, éstas se quedan más bien en poca cosa. Es decir,
esos cálculos geniales que tratan de predecir nuestros
comportamientos introduciéndonos a todos en uno o varios lotes
pre-etiquetados, no sirven de mucho en materia económica.
Tengo una buena anécdota más con la que quiero reivindicar
que las personas (ya sea en su faceta de usuarios, clientes,
profesionales u objetivos de campañas y análisis de mercado) no son
mensurables mediante la estadística agresiva con la que muchos
economistas tratan de analizar una supuesta realidad predecible.
Esta historia sucedió realmente y no creo que su
protagonista vuelva a emplear los tan afamados estudios de mercado

130
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

a la hora de basarse en ellos para sacar un producto o servicio al


mercado.
Un comerciante del sur de España tenía previsto invertir una
determinada cantidad de dinero en corbatas. El buen hombre se
dedicaba a la venta minorista de artículos y complementos
masculinos y quería acertar a la hora de hacer su inversión para
posteriormente vender estas prendas.
Encargó un pormenorizado estudio de mercado que, como
debe ser, pagó a precio de oro porque, otra cosa no, pero las
consultoras se vende caras. Acierten o no.
Eligió una empresa de consultoría bien reputada y les pidió
que elaborasen un buen informe que le indicase qué tipo de corbatas
preferían los hombres de todos los pueblos de una determinada
comarca, por los que tenía previsto posteriormente vender la
mercancía a través de su propia red comercial.
La consultora se empleó a fondo. Envió a una cuadrilla de
encuestadores para que visitaran, puerta a puerta, cada hogar de los
pueblos de la comarca previamente delimitados. Iban, casa a casa,
preguntándole al cabeza de familia o, en ausencia de éste, a algún
varón mayor de edad, qué tipo de color y motivos preferían a la hora
de vestir corbata.
Un par de meses después de este trabajo de calle, se
introdujeron todos los datos recolectados, fruto de las encuestas
efectuadas, casa a casa, varón a varón, en una base de datos para que
los analizara el correspondiente analista de estadísticas a través de un
potente software informático. El resultado fue positivo. Había un
patrón común: La inmensa mayoría de los hombres consultados
parecía coincidir, con mucho, en que su corbata ideal debía ser roja
con pocos motivos. Quizá con un par de líneas trasversales de color
claro, pero discretas.
Con la información en la mano, el comerciante invirtió la
partida presupuestaria que tenía prevista en miles de corbatas cuyo
diseño coincidiera con el resultado de las encuestas realizadas.

131
César Camino

Siendo inteligente el hombre, además decidió no apostarlo


todo a una carta y tomó también los resultados secundarios para
invertir menores cantidades de dinero en las otras preferencias que
los hombres encuestados habían comentado en segundo lugar.
Así compró su mercancía y la distribuyó entre los
vendedores de su red comercial que se pasaron semanas visitando
los mismos pueblos y los mismos hogares que antes se habían
encuestado.
No vendieron ni un solo paño.
Nada. Cero.
El empresario no lo entendía y no podía salir de su asombro.
Los hombres no compraban los artículos que habían manifestado
ser de su preferencia en los mismos hogares encuestados semanas
atrás. ¿Cómo podía ser?.
Uno de sus vendedores traía la respuesta fruto de patearse la
calle y trabajar el mercado. La había obtenido en una de sus visitas
para tratar de vender la mercancía.
La consultora contratada y los especialistas en análisis
estadísticos habían pasado un enorme detalle por alto: Habían
encuestado a miles de hombres mayores de edad sobre sus
preferencias en corbatas. Pero son las mujeres las que suelen
comprar estos artículos para sus maridos.

El Mercado no es predecible, porque lo conforman personas


y comportamientos que, por naturaleza, no son evaluables a priori.
Con estos ejemplos quiero sólo poner de manifiesto que el
dinero, por mucho que se le mida, se le analice o se le clasifique en
tablas, tendencias, depreciaciones o alzas, no tiene valor en sí
mismo. Depende de personas, de apreciaciones subjetivas y de
preferencias variantes a cada momento.
No somos marionetas. Aunque se nos trate como a tales. No
consumimos lo que se prevé de nosotros, pese a que se considera
que nuestras preferencias son clasificables.

132
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Tenemos un mayor grado de autonomía, y la ejercemos, de


la que se puede deducir al reducirnos a simples números, por muy
complejos que sean los procesos de evaluación empleados.

Empleamos incorrectamente el prefijo “in”.


Lo usamos como negación, pero pienso que realmente
describe mejor cómo nos sentimos interiormente:
Insolvente, no es quien no tendrá jamás solvencia, pero sí
es quien interiormente se siente así.
Lo mismo ocurre con incurable, inactivo, inimaginable y
tantas otras características que las personas
se aplican a sí mismas.
o a sus asuntos.

Y eso es lo que trasladamos al dinero. Es el uso que los


ciudadanos creen que le pueden dar a su dinero, en un determinado
contexto, lo que hace que el dinero en sí pueda o no comparar más,
ahorrarse más, invertirse adecuadamente…

Es el todo por la parte. Es naturalizar la Economía u


otorgarle personalidad propia al dinero lo que nos hace perder
parcelas de decisión propias. No somos libres de invertir o ahorrar si
creemos que el dinero, por sí mismo, como genio caprichoso que
decide en qué bolsillo entrar y en cuál no, nos va a faltar.
Y creemos que nos va a faltar si le otorgamos carta de
naturaleza a esos índices que constantemente nos dicen que
podemos comprar menos pan, gasolina, leche o huevos, con nuestro
dinero. Porque también nosotros nos hemos dejado introducir en
esos índices. Somos mesurables. Si se nos puede medir ya no somos
independientes.
De poco importa que yo no tenga coche, sea vegetariano y
que viva de alquiler. A fuerza de bombardeo, si el precio de la
vivienda sube, el Euribor se encarece, la gasolina se dispara y los

133
César Camino

alimentos cárnicos están por las nubes, también yo he de creer que


la Economía va mal y que mi dinero vale menos. Porque los
economistas matemáticos (en su descerebrada obsesión) han debido
encontrar un algoritmo que me defina, también a mí, al alza o a la
baja.

134
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

CUIDADO CON TU PRIMER PENSAMIENTO. ASÍ


ETIQUETES TU REALIDAD, ASÍ SERÁ.
GANARÁS O PERDERÁS SEGÚN LA POSICIÓN
QUE DECIDAS ADOPTAR.

"Si una persona te dice que no tienes razón en algo, duda un instante y
plantéate libremente tu posición.
Si muchas personas te dicen que no tienes razón en algo, puedes estar
seguro: Estás en lo cierto y, además, vas por bien camino.”

Una vez fui a solicitar un préstamo. El Director de la


sucursal bancaria a la que me dirigí era todo un intelecto. Nunca
sabré cómo usar un sarcasmo lo suficientemente afinado que pueda
hacer honor a este hombre y su forma de tratar al cliente.
El caso es que una vez en su despacho me tan sólo dos
cosas: La primera era qué cantidad de dinero quería solicitar en
préstamo (esto os lógico). Y la segunda era para qué quería ese
dinero. Esta pregunta siempre me ha hecho mucha gracia. Eso de
que los bancos quieran saber exactamente el uso que le daremos a
un préstamo personal siempre me ha parecido ridículo. Es como si
quisieran juzgar qué es más loable. En qué es más seguro para ellos
que me gaste mi dinero.
Y no digo que un empleado de banca no deba preocuparse
por qué haré con los caudales que me preste. Sólo digo que no sé

135
César Camino

para qué tanta preocupación cuando se blindan con una nómina, un


seguro de vida, dos tarjetas de crédito (con sus correspondientes
comisiones) el aval de dos miembros de mi familia y un fondo
pignorado. Con todo eso, sinceramente, que me pregunten para qué
quiero el dinero, me suena a cachondeo.
El caso es que al buen hombre que dirigía aquella sucursal,
mi perfil de riesgo no le debió parecer del todo excelente porque
tras teclear algo en su portátil (supongo que consultaría esas
estupendas bases de datos de impagados) determinó que no me
podía conceder el préstamo.
Claro, uno en esas situaciones sólo puede poner cara de
sorprendido y preguntarle al bancario el por qué de su mala suerte.
La respuesta fue, posiblemente, el mayor alarde de talento
que aquel hombre haya tenido en su tecnócrata vida. Y tuve la suerte
de que me lo regalase a mi aquella mañana. Dijo más o menos
textualmente:
“Una vez fui a un pueblecito perdido del norte a pasar unos días
desconectado del mundo. Y me di cuenta, pasadas algunas jornadas, de que la
campana de la iglesia no sonaba en las horas correspondientes a las misas.
De manera que, intrigado, fui en busca del alcalde de la aldea a
preguntarle porqué su iglesia no avisaba a los feligreses de que era hora de oficios,
mediante la tradicional campana.
Y el edil me contesto: Hay cinco razones por las que la campana de la
iglesia no suena, mozo. La primera es que nuestra iglesia no tiene campana. Las
otras cuatro, como comprenderá, ya dan igual.”

Hay que reconocer que aquel hombre debía ser salao. El caso
es que el buen director de la sucursal bancaria, después de compartir
esta anécdota conmigo, vino a decirme que, con mi petición de
préstamo venía a pasar tres cuartos de lo mismo.
La iglesia del pueblo no tenía campana. Los otros motivos
por los cuales me denegaba el préstamo, sobraban.

136
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Hacer sólo una cosa en un determinado momento no es


garantía de que la hagamos bien. El índice de éxito aún
disminuye cuantas más cosas tratamos de hacer
al mismo tiempo.

El préstamo dejó de interesarme, lo confieso, como suele


ocurrir siempre que algo se me resiste. Eso pasa a un segundo plano
y lo que comienza a despertarme un verdadero interés es,
sencillamente, probarme que puedo conseguir lo que se me niega,
aunque ya no lo necesite, ni me importe per se. Es una forma de
pensar como cualquier otra. Es la manera en que funciona mi
sistema de respuesta emocional a las adversidades.
De forma que aquel director de sucursal me estimuló.
Reescribí mi experiencia del momento no a raíz de lo que se me
negaba, sino porque se me estaba negando y aquello no debía
ocurrir. De forma que el hecho en sí perdió su interés para mí y
comencé a trabajar mentalmente para convertir la decepción en un
estímulo.
El simple hecho de hacerlo ya cambia por completo la
actitud con la que experimentamos una circunstancia. Del lamento
se pasa al reto. De la desilusión al estímulo. En palabras de un
consultor amigo mío, es comenzar el partido 1 a 0, en lugar de
permitir que el encuentro comience 0 a 1.
De manera que, sin centrarme ya en el préstamo que no me
concedían, pasé a ver cómo me lo podrían conceder, aunque ya no
lo quisiera Lo importante no fue ya el dinero, sino el hecho de
demostrarme a mi mismo que podía lograrlo.
Para ello, lo primero que tuve que hacer fue dejar de
necesitar aquel dinero en préstamo. Sólo cuando el dinero no me
importase realmente, podría concentrarme en la tarea de lograr ese
préstamo que me negaban, por el simple placer de saberme capaz de
conseguirlo.

137
César Camino

De forma que localicé el modo de salir del apuro sin la ayuda


de un banco y reconstruir mi economía sin ayuda financiera en
préstamo. Esperé, asumiendo que en toda carrera profesional y
empresarial hay altibajos, sin que los momentos de flaqueza
indiquen más que una evolución que no tiene por qué determinar
fracaso alguno.
La clave, una vez más, fue tomarme las cosas con calma y no
permitir que la presión pudiera con mi capacidad de pensar y tomar
decisiones, en su orden y en los plazos que la situación requería. La
prisa, como tantos otros factores de nuestra vida, la marcan el
calendario y el reloj, pero no debe entrar en nuestra psique a la
hora de tomar decisiones. Sólo cuando la introducimos en
nuestros procesos mentales, dejando que se convierta en un
elemento más de la ecuación, la máquina comienza a fallar.
Cuando el dinero ya no fue la prioridad ni razón de angustia
a corto plazo, retomé aquel particular reto que me había propuesto:
Ahora me concederían cualquier préstamo que solicitase. Entre
otras razones, porque ahora trabajaría sin la presión de necesitarlo.
Encontré a un intermediario financiero, especializado en
negociar con decenas de bancos cada caso particular de sus clientes.
Este tipo de profesionales independientes cuenta con muchos
contactos y relaciones bien establecidas con entidades bancarias de
distinta índole y con directores de bancos de todo el país. Basan su
éxito en que presentan la documentación de un mismo cliente en
decenas de bancos y en momentos distintos.
Un banco que rechaza una solicitud de préstamo a
comienzos de año, puede aceptarla en idénticas condiciones a las
que denegó, a finales del ejercicio porque tiene que cumplir
objetivos anuales, por ejemplo. En unas semanas de gestiones,
llamadas y reuniones, mi intermediario financiero me telefoneó
confirmándome que un banco había aprobado la operación.
Le aboné sus servicios, por supuesto, y le comuniqué que
mis circunstancias habían variado, de manera que ya no necesitaría

138
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

aquella ayuda. Él cobró por sus servicios y yo logré mi objetivo


porque re etiqueté mi realidad no en virtud de un fracaso, sino en base
a un estímulo personal que yo mismo creé. No se trata tanto ver el
vaso medio lleno o medio vacío, sino de darnos cuenta de que
el vaso es nuestro y no lo manipula nadie.

139
César Camino

140
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

ERES EL MINISTRO DE ECONOMÍA DE TU


VIDA.

"Cuanto más control externo admito en mi vida,


menos la gobierno.”

Todos hemos aceptado que cada país cuenta con un


Ministerio de Economía y al frente del mismo hay un responsable
máximo de la política económica y financiera de todo el Estado.
Allí se regulan las normas, los impuestos, los presupuestos
generales de la nación y cuantos detalles macroeconómicos creemos
que nos afectan en nuestro día a día, como ciudadanos que somos
de ese país concreto.
Que las cifras del desempleo suban o bajen; Que los tipos de
interés nos afecten de una u otra manera; Que tengamos un mayor o
menor acceso al crédito como empresarios, pequeños autónomos o
estudiantes; Que tengamos o no derecho a pensión el día de
mañana… Hemos asumido que todo se regula en esos despachos
donde personas con capacidades extraordinarias dirigen la
Economía de millones de trabajadores, desempleados, jubilados,
jóvenes o amas de casa anónimos.
Miramos atónitos hacia esas alturas cuando la gasolina
resulta demasiado cara, porque el precio del petróleo se ha

141
César Camino

disparado, o cada vez que compramos un paquete de tabaco y se


nos informa que la cajetilla es más cara que ayer mismo porque,
desde el Gobierno, han decidido aumentar el impuesto que se le
aplica.
Y es cierto que a niveles macroeconómicos hay un solo
Ministerio o una única política nacional en cada Estado. Pero eso no
implica que no existan millones de ministros de microeconomía
en cada país. Uno por cada casa, empresa, cartera y cuenta
corriente que hay operativa.
El problema es que esos ministros de microeconomía que
tienen un amplio margen de decisión en sus respectivas finanzas, no
saben que lo son y enajenan su capacidad de decisión creyendo que
sólo hay una Economía, la nacional, y un único estado de cosas: El
que se nos marca a todos de manera general y con el que nos toca
lidiar.
Ese es un error demasiado común como para que siga
activo. Se hace más que necesaria una labor de acción personal en
cada Economía particular para que las fluctuaciones, los fallos y el
vacío de poder personal sigan operando en nuestro dinero.
La política económica del país o la marcha general de la
Economía no determinan mi economía individualmente entendida.
Sé que vamos a tener que detenernos aquí un poco porque es mucha
la basura admitida en nuestras mentes al respecto, y unas cuantas
líneas no siempre sirven para cambiar una determinada manera de
pensar durante décadas. Pero hay que empezar a hacerlo.

Todo lo que desaprendo vale más que todo cuanto


aprendí y era incorrecto o falso.

Siempre me ha extrañado que el ciudadano de a pie espere a


que el Gobierno de turno o el Banco Central pertinente ofrezca una
rueda de prensa para comunicar que nos encontramos en recesión,
crisis, ralentización de la Economía o período de recuperación. Y

142
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

siempre me ha sorprendido, porque los ciudadanos por lo general


detectan las crisis o los momentos de incertidumbre económica
mucho antes de que los periódicos recojan la opinión oficial de la
autoridad pertinente abriendo o cerrando una etapa de
decrecimiento financiero.
Es el ama de casa quien mejor conoce el índice de precios al
consumo, mucho antes de que los estudios políticos al respecto
informen de ascensos o caídas. Porque es el ama de casa (sin
secretaria, ni chófer; Sin escolta, ni despacho) la que a diario busca
las ofertas, coteja los precios y se decanta por una u otra opción a la
hora de llenar la cesta de la compra. Créame, el Ministro o la
Ministra de Economía de turno, no conoce tan bien como ella el
auténtico Índice de Precios al Consumo, sencillamente, porque no
hace la compra cotidiana.
Es el camionero o el taxista quienes saben a qué cooperativa
de gasolinera acudir porque en sus surtidores el carburante marca
precios más bajos que la media. También son ellos los que saben en
qué establecimientos de hostelería se sirve la mejor comida al mejor
precio de menú. Ahí en la calle real y a diario (en el auténtico
Mercado, que no es el de Valores) es donde sobran los análisis, los
estudios especializados y las jerarquías políticas. Ahí es donde veo
auténticos Ministros de Microeconomía. Y hay uno por hogar.

No ceda esa capacidad propia de pensar por sí mismo. De


decidir. De cotejar. De elegir. Es mucho mayor de lo que cree ahora,
o de lo que han tratado de que sepa.

Usted determina qué impuesto le retiene a su hijo cuando una


determinada semana sus notas no han sido lo que se esperaban y
decide recortársela temporalmente.

Usted, a través de su plan de pensiones privado, es quien


crea su propio Fondo de Garantía de Pensiones que, dicho sea de

143
César Camino

paso, será mucho más efectivo y fiable que el que cualquier gobierno
pueda ofrecerle hoy.

Usted decide sobre la política educativa de su país (familia)


cuando coteja colegios para sus hijos. Ahí no entra, ni debería
hacerlo jamás, ministerio alguno.

Los ejemplos podrían llevarnos días, pero usted es


inteligente y sabe lo que le estoy tratando de comunicar. No delegue
poder. No delegue más áreas de su vida en las que sólo usted puede
decidir por su bien y el de los suyos.

De nuevo le pregunto: ¿Cuántos Ministros de Economía hay


en su país?

144
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

EL MILAGRO DE LA MULTIPLICACIÓN DEL


PAN Y LOS PECES. A ver si lo consigo…

"Si para ti 1 + 1 suman 2,


es que no eres extravagante en absoluto.”

Jesús era un gran economista extravagante. No hay más que


leer las Escrituras para ver que con sólo 5 piezas de pan y media
docena de peces, dio de comer a una multitud de 4.000 hombres, sin
contar las mujeres y los niños también presentes. Así lo dice el
Nuevo Testamento y no seré yo quien lo ponga en duda.
En lugar de eso, trataré de hacer lo mismo con este libro. Ya
va siendo hora de que entremos en acción y pasemos a la parte
práctica. Comencemos a usar la Economía Extravagante porque,
sinceramente, nunca he creído que las filosofías o fórmulas de
pensamiento sirvan para nada si no tienen una auténtica aplicación
real y práctica.
De manera que dejemos ahora la retórica a un lado y
comencemos a multiplicar este libro. Hagamos que crezcan sus
ventas a partir de este mismo y único ejemplar. Eso será como
reeditar el milagro de la multiplicación, pero con un enfoque más
actual. No sé. Como más capitalista. La idea me pone, sinceramente.

145
César Camino

No dar nada por aceptado hasta que no lo probemos por


nosotros mismos y comprobemos que nos funciona, es la
mejor forma de ejercer nuestra libertad de opinión.

Como buen economista extravagante yo debería poder hacer


más con menos. Usar los recursos disponibles y hacerlos crecer lo
máximo que pueda. Para eso, propongo permanentemente en este
libro una forma de pensar algo más fresca. Un modo constante de
ver las cosas desde perspectivas distintas.
Además, como escritor, yo debería lograr que este libro
llegue a ser un éxito de ventas. Para eso tengo que fidelizar al cliente.
Pero, en este caso, el cliente es el lector y, por lo tanto, ya ha
comprado su ejemplar, y será difícil fidelizar a alguien que ya ha
comprado un artículo perecedero como es, por naturaleza, un libro
que, una vez consumido, (leído) no volverá a ser comprado de
nuevo.

¿O sí?

El caso es que, hasta el momento ambas partes hemos salido


ganando. Si usted ha encontrado algo en esta obra que le haya
interesado o que le pueda servir, tendrá un producto que le ha
aportado algo. Yo, como autor de la obra, tengo parte del dinero
que usted pagó al comprarla, en concepto de derechos de autor. Lo
dicho: Hasta ahora, los dos hemos ganado algo.
Pero yo debería ser aún más extravagante y poder hacer el
milagro de la multiplicación del pan y los peces que me he
propuesto con este ejemplar. De manera que tengo que fidelizarle.
O, traducido: Hacer que a usted le interese comprar otro ejemplar
de esta misma obra. Así, usted valdrá por dos.

146
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

No crea que le estoy acariciando el ego. Es que, realmente,


usted valdrá por dos lectores para mí, si compra dos veces este
mismo libro.
Pero yo tendría que lograr que esta obra también valga por
dos para usted. Dicho de otra manera: Este libro deberá servirle dos
veces, para que usted también salga ganando. Así le fidelizo y le
ofrezco algo a cambio.
Está claro que el siguiente ejemplar que yo quiero que usted
compre de mi libro no será para usted. Eso es absurdo, usted ya está
leyendo éste y con eso le sobra. Es posible que le sobre desde que
decidió abrir la primera página…
Sin embargo, también es posible que le haya gustado tanto lo
que está leyendo que crea que es un buen regalo para otra persona a
quien quiere sorprender. También podría ser que no sepa qué llevar
al cumpleaños de ese amigo de cuyos gustos no tiene, ni está
interesado en tener, idea alguna. Siempre se ha dicho que un libro es
un buen recurso cuando de regalos se trata. Éste podría ser un buen
obsequio.
Pero, al margen de sacarle del apuro por no tener que
quebrarse la cabeza pensando qué comprarle a ese compromiso,
usted tendría que ganar realmente algo para decidirse a comprar otro
ejemplar de esta obra, y no cualquier otro libro. Y ahí es donde entra
mi extravagancia en acción.

Si usted ya ha comprado este libro y por cualquier razón está


interesado en adquirir un segundo ejemplar ¿Por qué debería mi
editorial castigarle haciéndole pagar, de nuevo, el importe íntegro?.
Desde mi punto de vista es usted lo que se llama un buen cliente.
Comprará dos veces un producto perecedero que ya ha consumido.
Nunca he comprendido por qué las grandes empresas se
empeñan en invertir millones de euros en campañas publicitarias
para captar y fidelizar clientes nuevos, cuando con una décima parte
de esas partidas presupuestarias podrían lograr que sus clientes

147
César Camino

seguros, consumieran varias veces el mismo producto, si les


ofrecieran ventajas directas, claro está. Aunque para eso tendrían
que usar la cabeza y hay quien prefiere pagar…
De forma que esta editorial y yo estamos de acuerdo: Si
usted quiere regalar, recomendar o hacer llegar este libro a otra
persona debería pagar, como máximo, la mitad del precio de lo que
le ha costado este primer ejemplar.
Con un ahorro del 50% del precio usted también sale
ganando al regalarle a un conocido un ejemplar de esta obra y
nosotros ganamos un nuevo cliente, sin haber tenido que gastar
miles de euros en publicidad para que otra persona sepa que este
libro existe y se dirija a una librería a buscarlo y decidirse.
Todos volvemos a ganar. Es simple y es extravagante.
Además, a usted le divide el gasto a la mitad, obteniendo el mismo
libro para su regalo. Le hace quedar bien y a nosotros nos aporta un
nuevo lector que, quién sabe, quizá decida valer también por dos.
Las verdades y las mentiras tienen una forma viral de
actuar en nuestros procesos mentales.
Una vez que etiquetamos la realidad con algún concepto,
éste se extiende hasta calificar el resto de aspectos de
nuestra vida.
De forma que la editorial y un servidor decidimos tratar el
doble de bien a nuestros lectores para lograr este particular milagro
de la multiplicación del pan y los peces. Si quiere comprar
ejemplares de este libro para su uso particular, para recomendar o
regalar, no tiene que desplazarse a la librería y volver a gastar la
misma cantidad de dinero que le costó conseguir la primera copia.
Basta con que se conecte al blog del libro
(laeconomiaextravagante.wordpress.com) y siga las
instrucciones.
Así de sencillo. Todos los lectores que introduzcan en
nuestro blog el código que se les indica y que demuestra que han

148
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

comprado ya un ejemplar, podrán pedir otros nuevos a mitad de


precio. Y el lector recibirá los nuevos ejemplares que solicite, en su
propio domicilio.
Si ya ha comprado este libro y quiere otros ejemplares, sería
un error por nuestra parte pretender que pague lo mismo nuevo.
Especialmente teniendo en cuenta que va a ayudarnos a acercar esta
obra a otros lectores que no la conocían. No podemos llegar al
extremo de pagarle por difundir el libro, pero sí podemos premiarle
ahorrándole la mitad de su precio por nuevos ejemplares.

Lo que dejas de hacer es tan importante o más, que todo lo


que haces.
No hacer es acción pasiva, no inactividad.

Así es como un economista extravagante hace crecer las


ventas. Pero siempre hay que cuidar que la otra parte gane en la
misma medida en que nos hace ganar a nosotros. El criterio de
reciprocidad es de los más importantes en el mundo de los
negocios, el Comercio o la Empresa. De hecho, estas
disciplinas nacieron de este principio.
No podemos garantizar que el regalo guste (en realidad
ningún libro que obsequie le ofrecerá esa garantía). Pero sí podemos
hacer que, ya que tiene que quedar bien con esa persona, al menos,
gaste lo menos posible.1
El milagro de la multiplicación del pan y los peces está en
marcha veintiún siglos después.

1
NOTA DEL EDITOR: Tanto el blog de este libro, como el sistema de adquisición de
nuevos ejemplares de esta obra a mitad de precio están totalmente operativos tal y como
se ha descrito por el autor. El lector que quiera adquirir otro ejemplar no tiene más que
acudir en Internet a nuestro blog: laeconomiaextravante.wordpress.com e introducir
el código que se le indicará en el blog, para recibir en su domicilio nuevos ejemplares
dedicados por el autor a mitad de su precio de venta en librerías.

149
César Camino

150
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

NO EXISTE RIQUEZA, NI SOLVENCIA O


PROSPERIDAD MÁS ALLÁ DEL DÍA DE HOY, AQUÍ Y
AHORA.

"No podemos vivir ayer, ni mañana.


El único momento y lugar que podemos vivir, por mucho
que intentemos otra cosa, es hoy, este instante y aquí.
Esta regla de la vida, opera exactamente igual en materia de dinero.”

Un día asistí a una reunión bastante interesante. No por lo


que se discutió en ella, sino por la situación que se creó en relación a
los reunidos. Me hizo pensar un rato y recalibrar varios conceptos,
una vez más, erróneos y que ya admitidos han contribuido mucho a
mi extravagante concepto de la Economía.
Resulta que de las cuatro personas sentadas allí, alguien
sintió necesidad de sacar el tema de un buen fondo de inversión en
que tenía depositado todos sus ahorros. Era seguro, no daba mucha
rentabilidad, pero garantizaba el 100% del capital invertido en él. El
handicap (siempre hay uno cuando se trata de fondos de inversión,
no lo olvide) era que tenía una fecha de vencimiento y rescate fijada
a tres años. Antes de ese plazo, el dinero depositado no se podía
retirar, ni siquiera bajo penalización. Como mucho, el depositante

151
César Camino

podía solicitar un préstamo pignoraticio, es decir, que el banco le


prestara dinero, a cambio de apresarle el equivalente que le presta,
pero del capital metido en el fondo.
El caso es que aquel buen señor, pese a tener un dinero
curioso ahorrado a cambio de cierta seguridad (primer error), o
quizá siguiendo los consejos de algún asesor financiero (error
definitivo) había invertido todo sus caudales en un fondo
garantizado y blindado a tres años.
Otro de los presentes en la reunión, al hilo del tema que se
había iniciado, comentó que su situación era algo similar. No tenía
mucho ahorrado, pero los pocos miles de euros que creía no
necesitar a corto plazo, los tenía a buen recaudo en una cuenta a
plazo fijo igualmente intocable hasta un año después. Vivía al día
pero con la tranquilidad de tener, algún año prefijado, un dinero
ahorrado que no se habría gastado y en una cuenta a plazo fijo que
iría renovando anualmente, si la situación y las fatigas se lo
permitían.
El tercero de mis contertulios aquella tarde de cafés y
confidencias económicas tenía una situación bastante menos
afortunada. No tenía ahorros por el momento y argumentaba que
todo lo que tenía lo había dado de entrada para la compra de una
vivienda, de manera que había podido aliviar algo la cantidad a pedir
en préstamo hipotecario y, de este modo, sólo deberle al banco 18
años de su vida en puntuales tramos mensuales. Defendía el
caballero que esta forma de comprar una casa era la única en que
podía haber adquirido una propiedad y que estaba seguro de haber
hecho una buena inversión, sin apenas recursos. Ya saben, el viejo
silogismo de que comprar una vivienda, con hipoteca, a 25 años o
más, con tipo variable de interés por contrato, y terminar pagando el
doble de lo que la casa costó en un mercado ya de por sí inflado…
es una buena forma de invertir. Para pegarse un tiro, vamos.
Finalmente me llegó el turno en aquella papilla de anécdotas
desdichadas pero disfrazadas de audaces inversiones. Me limité a

152
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

preguntarles a mis compañeros, cuánto dinero tenían en efectivo en


aquel mismo instante.
Debo reconocer que se quedaron un poco sorprendidos.
Todos esperaban que el ritmo de la conversación continuara y que
mi caso fuera, como mínimo, similar al suyo. De todos es sabido
que la mayoría se tranquiliza cuantos más locos haya
padeciendo una misma situación.
Reiteré mi pregunta. Sólo quería saber cuánto dinero tenían
en aquel instante en el bolsillo. Con qué capacidad contaban de
pagar aquellos cafés que nos estábamos tomando o, mejor aún, con
cuánto contaba cada cual para pasar aquel día sin tener que padecer
un mal sueño por la noche.
Se sinceraron y el primero comenzó reconociendo que tenía
previsto abonar, tanto aquella ronda como una cena posterior, con
la tarjeta de crédito. Se había habituado a vivir del préstamo
constante de su Visa.
Los otros dos simplemente, miraron su cartera y entre
ambos no sumaban más de 40 euros de efectivo al instante.
Yo les informé que disponía de 120 euros en metálico en el
bolsillo y que, de mi cuenta corriente, podía disponer de varias veces
esa cantidad a golpe de cajero automático con mi tarjeta de débito.
Es decir, aquella que me proporciona acceso a mis propios caudales,
sin necesidad de préstamo instantáneo al 20% de interés, como
suelen proporcionar las tarjetas con fachada en dorado.
No era una fortuna, pero mi dinero tenía tres características
por las que debe medirse la prosperidad de un individuo, y que no se
daba en ninguno de los casos de mis contertulios:

1º.- Mi dinero era mío. No prestado.

2º.- Mi dinero estaba disponible. No recluido.

153
César Camino

3º.- Mi dinero dependía de mi. No de la gestión de


extraños o, peor aún, absolutos desconocidos.

Lo que les expliqué después es que el nivel de prosperidad


de una persona se debe medir siempre en presente.
No sirve de nada tener poco o mucho dinero pero en manos
de otros, ya sean bancos, fondos de inversión, firmas de capital
riesgo, aseguradoras o cualquier otro agente externo al que no
conozco y al que no le importo.
También es un error pensar que las propiedades hipotecadas,
no pagadas, debidas o que no podemos vender por cualquier razón,
son un símbolo de prosperidad. Este, de hecho, es un error doble.
Por una parte, no se tiene la propiedad sino la titularidad del bien y
su usufructo. Y mientras no esté pagada, además, esa propiedad no
sólo no implica prosperidad alguna, sino que podría perfectamente
estar en nuestra columna de pasivos, no de activos. Genera gastos,
implica una carga constante y no aporta riqueza alguna.

Existen dos grandes grupos de potenciales empresarios:


Por un lado, están aquellos que analizan qué se está
haciendo ya en el Mercado para mejorarlo, o qué es lo que
no se está haciendo, para crearlo.
Por otra parte, están quienes se preguntan qué se está
haciendo ya en el Mercado, para no hacerlo porque hay
competencia, o qué no está inventado para tampoco
crearlo, ya que si no lo ha hecho nadie
debe ser por algo…

Comprendo que a veces, esta forma de entender la


Economía puede chocar con lo que se nos ha inculcado en materia
de dinero. Pero que una idea errónea se haya repetido miles de
veces no la vuelve correcta.

154
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

También cuento con que los tradicionalistas afirmarán hasta


la saciedad que todo el dinero que se tenga y cuantas propiedades se
acumulen, son siempre patrimonio real y determinan nuestro nivel
de riqueza.
Pero eso, además de una soberana falacia, es sencillamente
falso.
El dinero, las propiedades inmobiliarias, los valores
intangibles y cualquier otro recurso económico o financiero,
únicamente constituyen patrimonio real e indican nuestro nivel de
riqueza, si están disponibles, son nuestros, no dependen de terceros
y nos sirven sin rémora alguna que delimite el beneficio que
generan.
A todo lo anterior es importante sumar el factor “tiempo
presente”. Ese gran olvidado con el que no contamos o al que
directamente eliminamos de la ecuación cuando tratamos de evaluar
nuestro nivel de prosperidad.
Siempre me ha fascinado ver cómo en la contabilidad mental
rutinaria que la mayoría de las personas aplica a su vida, las posibles
riquezas futuras se cuentan como activos hoy. Y ahí empiezan los
errores.
Estar pagando una hipoteca durante treinta años de nuestra
vida lleva a generaciones enteras a creer que esa vivienda forma
parte de su patrimonio y que aporta cierta solvencia al mismo. Sin
embargo, ese inmueble no será un activo en tanto no quede
completamente pagado y se pudiera vender en caso de necesidad
porque, mientras esté hipotecado, no podrá ser vendido o no nos
dejará beneficio o dinero líquido en caso de enajenación. Sin
embargo, algo que no ocurrirá hasta dentro de varias décadas (es
decir, la completa disponibilidad del inmueble hipotecado) ya lo
contamos como si, en presente, formara activo alguno.
Cualquier contable sabe que los posibles beneficios futuros
de una empresa no pueden ser contabilizados en el balance actual de
la misma. Es posible que los recursos y activos de ésta se disparen

155
César Camino

en el futuro a causa de ciertas inversiones y compras que la sociedad


ha llevado a cabo este ejercicio, pero por ahora dichas inversiones
no generan beneficios de manera que no se pueden contabilizar.
Es como si comprásemos un caballo de competición muy
caro (inversión), con la certeza de que ganaremos grandes premios
en metálico cuando lo entrenemos y lo inscribamos en varias
carreras (pretensión de beneficios), y que cuando nos preguntasen
cuánto dinero nos queda en el banco después de haber comprado el
animal, respondiéramos que YA tenemos todo el dinero de los
premios que esperamos ganar cuando el caballo compita. Es una
locura. Hemos hecho desaparecer el elemento “tiempo presente” de
nuestros procesos mentales y, cuando se trata de dinero, esto es muy
peligroso.
Nos hemos llegado a creer que nuestro patrimonio lo
forman todos nuestros recursos presentes y futuros, estén o no a
nuestro alcance; Se deban o no devolver porque sean un préstamo;
Estén o no libres de cargas; Se puedan o no liquidar y convertir en
efectivo… Sencillamente, nos hemos engañado.
Toda cantidad de dinero que creamos tener, pero que
no pueda ser rescatada y movilizada a tiempo presente o que
deba ser negociada para que el supuesto titular pueda acceder
a ella, no se puede considerar indicadora de nuestra situación
financiera o nivel de prosperidad actual. El dinero que, por
cualquier razón (de las cientos que se me ocurren) no esté a nuestro
servicio en el acto o en cuestión de horas, no es efectivo, ni
operativo. En suma, es un apunte bancario, un balance, pero no es
riqueza con la que podamos contar.
Saber lo que no se quiere en la vida resulta tan importante,
o más aún, que saber qué queremos o a dónde
queremos llegar.
Pero entonces, ¿No se debe invertir en bienes inmuebles o
en otros valores que garanticen nuestra solvencia o nos aporten

156
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

seguridad para el futuro?. Pues claro que sí. Pero teniendo siempre
en cuenta esa palabra: “Futuro”.
Siempre que sepamos etiquetar mentalmente de forma
correcta, no hay problema. Si llamamos a las cosas por su nombre,
ni nos estamos engañando en materia económica ni nos engañarán,
que es aún más importante.
Cuando queramos buscar una seguridad a futuro, y eso
implica saber que no vamos a necesitar ese dinero, o no vamos a
tener que rescatar ese patrimonio a presente, podemos invertir como
consideremos más acertadamente y olvidarnos a largo plazo de esa
inversión. Pero, a continuación, recuerde no llamar a esa inversión
patrimonio real hoy, porque no lo es.
Este modelo de inversión, que todos quieren imitar, pero
que sólo algunos logran poner en marcha con éxito, suele funcionar
cuando ya se tiene un determinado nivel de riqueza presente. Es
decir, masa monetaria disponible hoy de la que podemos tomar un
poco e invertirlo para adquirir, comprar, invertir en un bien
inmueble, arte, oro o piedras preciosas, y con ello diversificar
nuestro patrimonio.
Y este método funciona así y sólo así, porque siempre
quedará liquidez a tiempo presente, ya que únicamente hemos
extraído una parte de nuestro patrimonio presente, habiendo dejado
intacto y disponible hoy, a nuestro alcance, la mayoría de nuestra
riqueza.
La persona que puede hacer eso, puede seguir considerando
patrimonio presente cuanto tiene a mano, disponible y realmente a
su disposición. El resto, estará bien invertido a futuro, pero sin ser
considerado de otra forma que nos pueda confundir.

Toda empresa, patente, opciones sobre acciones, títulos


bursátiles o cualquier otro valor que creamos tangible, no lo es si
tampoco puede liquidarse, venderse, o convertirse en efectivo y
puesto a nuestra disposición en cuestión de horas y sin tener que

157
César Camino

negociar, convencer o depender de la voluntad de terceros. Cuando


no es así, es que de nuevo estamos confundiendo el dinero con su
imagen. El valor con el precio. Lo etéreo con lo real.
Si se encuentra usted en alguna de estas situaciones, revise su
forma de pensar en materia económica. Y, lo que es más importante,
realice los cambios oportunos porque su dinero ni está a su alcance,
ni seguramente lo esté gestionando usted. Es más que probable que
ni siquiera conozca qué tipo de gestión se está aplicando para
controlar su patrimonio.

Vender(nos) es lo que hacemos cada vez que saludamos a


alguien que nos acaban de presentar y queremos causar
una buena impresión.
(Nos)vendemos siempre que entregamos un nuevo
currículum o cada vez que damos un consejo. Sin embargo
qué poca gente cree valer para vender.

¿No le ha ocurrido nunca tener una buena tarjeta de crédito,


con sobrado disponible, incluso al día, pero no poder pagar algo,
porque su banda magnética no funcionaba, o el cajero automático
no estaba operativo?. Posiblemente ha vivido una situación similar,
si no esta misma. Lo que realmente me preocupa es que la mayoría
de la gente, ante estas situaciones, sólo creen estar experimentando
un contratiempo eventual.
Yo, en cambio, pienso que ese dinero no es mío. Tanto si se
me facilita en préstamo, como si lo que me falla es la tarjeta de
débito, ese dinero no está en mi poder. No me saca de un apuro. No
está a mi servicio. Y eso sólo ocurre porque se confunde el dinero
real con un apunte bancario informático, que es a lo que accede
mi cajero, cuando funciona, y juego a la ruleta rusa para que me de
un pellizco de mi supuesto efectivo.

158
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Todo lo que acontezca entre ese cajero y mi dinero, o


cuantos imprevistos puedan ocurrir entre el momento en que
necesito liquidar mi fondo de inversión y el instante en que aparece
delante de mi el dinero que finalmente me entregan en ventanilla, sí
conforman un verdadero indicativo del nivel de riqueza o
prosperidad en el que vivo.
Cuantos menos intervalos, intermediarios o imprevistos
existan entre mi dinero (o patrimonio) y yo, en tiempo
presente, (cuando quiera que yo lo necesite) más rico soy. Más
saneada es mi economía.
A mayor número de pasos para obtener mi dinero o
mayores pormenores para tener acceso al mismo… menor es
mi nivel de riqueza.

De ahí, debe pasar uno a darse cuenta de que todo recurso


que no esté a nuestro alcance en tiempo presente, sin negociaciones
ni letra pequeña, no es realmente indicador de riqueza de ningún
tipo.
Por eso, de los cuatro que estábamos sentados en aquella
reunión que tanto me hizo pensar, sólo aquel que pudo contar con
dinero o recursos contantes y sonantes (que no es preciso llevar
encima, por supuesto) pero que sí deben estar bajo nuestra total
disposición, puede establecer un correcto juicio de valor en relación
a su situación patrimonial real o a su solvencia. Y esa miopía general
acarrea no pocos sobresaltos.
Seguramente, alguno de los siguientes casos le sonará. Eso
no es mala señal, siempre que emplee la experiencia a su favor y no
vuelva a repetirla. Veamos:

- El dinero de un fondo de inversión que, al no poder ser


rescatado, o por precisarse un plazo determinado para su
rescate, no llega a tiempo para pagar una deuda
imprevista, un contratiempo inesperado o ayudarle en

159
César Camino

una situación comprometida. Hasta ayer, uno creía que


ese dinero formaba parte de su patrimonio. Pero
bruscamente descubrimos que ese dinero, sencillamente,
no está. No existe. Tenemos documentos que nos lo
garantizan, al tiempo que nos lo retienen. Cláusulas a
respetar, plazos insalvables, días de negociación con
nuestro banco… Dinero que creíamos tener en la
columna mental de activos a buen recaudo en nuestro
patrimonio, pero que ahora no está operativo. No es
nuestro.

- Esa vivienda que con tanto esfuerzo hemos logrado


comprar e incluso en un alarde de fortuna, quedó
pagada. Pero que a raíz de una complicada coyuntura
económica general, tardaría meses en poderse vender
porque a los posibles compradores el banco no les
facilitaría el necesario préstamo hipotecario con el que
pagármela. También es posible que esa misma coyuntura
económica me obligue a bajar tanto el precio de venta
que, una década y media después de su compra, lo que
gane vendiendo mi casa, no supere el precio de
adquisición que pagué junto a las comisiones, intereses y
demás gastos que a mí me inflaron el precio (que estuve
dispuesto a abonar porque sinceramente creía que
sumaba patrimonio y riqueza a mi vida) pero que no
puedo ahora recuperar si necesito venderla. De manera
que, también bruscamente, descubrimos que lo que
creíamos una inversión segura y un patrimonio
consolidado, ni está disponible en el acto ni nos saca de
un atolladero.

- ¿Y qué decir de ese otro gran clásico, que casi todos


hemos vivido alguna vez al dirigirnos a nuestra sucursal

160
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

bancaria para extraer de nuestra cuenta bancaria una


cierta cantidad de dinero, no del todo elevada, pero que
no es la habitual, y nos encontramos con que el
empleado de turno nos comenta que “esa cantidad no
nos la pueden entregar, porque no hemos avisado con un
par de días de antelación”?. Se nos queda cara de
estúpidos porque ese dinero es nuestro, pero no está a
nuestro alcance, hoy. Recuerdo que hasta hace unos
años, los bancos ponían esa excusa cuando uno quería
sacar de golpe (como le dicen ellos, como si sólo
pudiéramos sacar nuestro propio dinero a sorbos…)
unos milloncitos y no se había comentado esa intención
unos días antes de la fecha concreta, en nuestra sucursal.
Hoy en día, podemos encontrarnos esa barrera en
algunos bancos o cajas de ahorros, a poco que queramos
sacar 3.000 ó 4.000 euros una mañana cualquiera de
nuestra propia cuenta corriente.

Se trata de casos en los que, lo que consideramos nuestro


patrimonio, no es realmente nuestro. Ocasiones en las que nuestro
dinero no está absolutamente bajo nuestro control, o no se
encuentra a nuestra entera disposición.

Por favor, téngalo siempre en cuenta, SI SU DINERO O


SU PATRIMONIO, bajo cualquier forma:

- NO ES SUYO, bien porque sea prestado, o porque no


esté libre de cargas…

- NO ESTÁ DISPONIBLE. Porque no es rescatable,


ejecutable, extraíble o a su alcance…

161
César Camino

- NO DEPENDE DE USTED. Porque está en manos


ajenas o su gestión depende de terceros…

NO ES REALMENTE INDICADOR DE SU NIVEL


DE RIQUEZA O PROSPERIDAD PRESENTE.

No elimine el concepto de “tiempo presente” cuando


elabore una estrategia económica para su empresa, su familia o su
patrimonio particular. El dinero se contabiliza y vale de manera
diferente según rinda a tiempo presente o sea una inversión a futuro.
Un patrimonio se debe medir en directa dependencia de la
capacidad que tenemos de controlarlo, disponer de él sin obstáculos
y emplearlo a nuestro criterio. El resto, pueden ser beneficios para el
futuro, pero no es patrimonio real a tiempo presente.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

CAPÍTULO
IV

LO QUE HEMOS OLVIDADO.


LO QUE NO NOS ENSEÑARON.
LO QUE HACEMOS MAL.

163
César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

ALGUNAS REGLAS QUE AFECTAN AL DINERO Y QUE


NO APLICAMOS, NO CONOCEMOS U OLVIDAMOS
CON DEMASIADA FRECUENCIA

I - Los negocios y el dinero responden siempre a este


esquema: Un tiempo de acción por tres tiempos de espera. Ten
paciencia. Cuando hayas hecho tu parte, realizado tu inversión,
efectuado tu trabajo o llevado a cabo lo que dependía de ti, ejercita
la espera. Los resultados económicos vienen siempre más despacio
de lo que uno querría.

II – No todo es dinero, pero sí que todo es Economía. En la


vida no todo se reduce a dinero, pero sí que encontramos la
Economía a cada paso: Economía de movimientos (buscar el mayor
desplazamiento con el menor esfuerzo y tiempo); Economía
energética (cuidar y renovar los recursos de que disponemos);
Economía social (rodearse sólo de las personas que contribuyen a
nuestro crecimiento y evolución); Economía intelectual (hacer que
nuestros recursos mentales estén siempre a favor y no en nuestra
contra a cada paso)…

III – Si alguien te dice que estás equivocado con tu


planteamiento, tómate un tiempo para recapacitar y revisar si
estás seguro de él. Si todo el mundo te dice que no estás en lo
cierto, puedes estar convencido: Vas por buen camino.

165
César Camino

IV – No se puede resolver un problema económico


continuando en la misma frecuencia mental que lo originó.
Mientras permanezcas en el estado de ánimo que originó el dilema o
mantengas los esquemas mentales que dieron lugar al mismo,
sencillamente, no podrás encontrar la solución.

V – El dinero no tiene vida ni criterio propios. No caigas


nunca en el error de considerar que el dinero es un ente en sí
mismo. El dinero no es el que decide a qué bolsillos dirigirse o de
cuáles huir. Cuando coges un billete de tu cartera y lo miras, sólo
uno de los dos tiene la facultad de pensar. Y no es el billete.

VI – En cuestión de dinero, nunca tomes una decisión con


prisas, bajo presión o sin calma. Estos tres factores siempre, y
reitero, siempre jugarán en tu contra. La prisa es el arte de no dejarte
pensar. La presión es el arte de impedirte pensar libremente. No
tener calma es el arte de hacerte pensar sólo con una mínima parte
de tus recursos mentales.

VII – No confíes tu dinero a alguien pensando que está más


capacitado que tú para gestionarlo, protegerlo o invertirlo. No
creas que hay “expertos” en gestión económica. Siempre me gustó el
planteamiento de Warren Buffet (el inversor más rico del mundo)
cuando se refiere a los asesores de inversión. Él siempre se pregunta,
¿Por qué no son riquísimos esos asesores financieros que trabajan
en bancos y consultoras?. Si son especialistas en el arte de invertir,
¿Cómo es posible que no tengan un elevado patrimonio y se
dediquen a convencer a terceros para invertir su dinero?. Piénsalo.

VIII – No aceptes dogmas de fe cuando se trate de tu dinero.


Desarrolla tu propia y personal visión de la Economía y piensa
siempre de forma independiente. No hay materia en la que

166
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

confluyan más intereses externos que en el dinero, de forma que los


consejos y el asesoramiento que te ofrezcan en cuanto a tu
economía estarán siempre viciados por quien te pretenda aconsejar.

IX – La inactividad no es sinónimo de no hacer nada. Esperar


el momento adecuado, cuando se trata de dinero, es igual de
importante o incluso más que estar permanentemente “haciendo
cosas”. También se está haciendo algo cuando, aparentemente, no se
hace nada en materia de inversión.

X – El dinero y la Economía se gestionan con un trabajo


exclusivamente mental. Cuida la herramienta de trabajo. Quien
trabaja con el dinero, no lo hace físicamente. De manera que la
herramienta de trabajo más importante que debes atender es tu
estado mental. Eso implica, entre otras cuestiones, eliminar el estrés,
desarrollar la paciencia, pensar por uno mismo y no dejarse engañar
por las apariencias externas de un determinado asunto. Cuando no
cuidamos la herramienta de trabajo con la que operamos ésta se
sobrecarga y deja de rendir adecuadamente. Cuida tus procesos
mentales porque de ahí surgen las decisiones que tomas cada día y,
cuando se trata de dinero, necesitamos la más alta calidad de
decisiones.

167
César Camino

168
LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

NO EXISTE FORMA ALGUNA DE HACERSE


RICO.
LO ÚNICO QUE PUEDES HACER ES AVERIGUAR
CUÁLES SON LAS CAUSAS DE TU ACTUAL ESTADO
ECONÓMICO. SOLVENTAR ÉSO ES LA ÚNICA
MANERA DE LOGRAR LA PROSPERIDAD.

“Nuestros miedos y la fe, son muy similares.


La fe es la certeza del logro de cuanto queremos.
El miedo es la certeza del logro de cuanto no queremos.”

Cuánta gente trata a diario de tener una idea innovadora,


poner en marcha un negocio novedoso, desarrollar alguna propuesta
empresarial o luchar por mejorar en su trabajo… Y todo con un
idéntico objetivo: Mejorar su situación económica personal.
Al final, si hablamos con total sinceridad, este es el motor
principal de nuestras vidas profesionales y el de no pocas vidas
personales. Y no tiene nada de malo, es perfectamente lícito. De
hecho, lo llevamos en nuestra propia configuración como seres
humanos.
Crecer, mejorar, prosperar son sinónimos de esa secuencia
de información que todos llevamos impreso en nuestro ADN:
Evolucionar. La orden básica, común y natural de toda vida.

169
César Camino

Sobrevivir y evolucionar es todo el equipamiento que traemos de


fábrica.
De forma que no hay nada de malo en esa machacona idea
que a todos nos mueve en una u otra medida impulsándonos en
dirección a la prosperidad y el crecimiento económico. Solventar
nuestras carencias, mejorar nuestra posición personal en lo laboral y,
a través de ello, cuidar a nuestras familias proporcionándoles lo
mejor disponible a lo que podamos tener acceso en cada momento...
Todo parte de esa orden genética que nos dicta la evolución y nos
encamina siempre al crecimiento.
Por tanto, ya tenemos la razón y la procedencia de nuestro
deseo (a veces incluso necesidad) de prosperar en materia
económica, como en cualquier otro ámbito de nuestra existencia. Lo
que no tenemos es la información adecuada para lograr la
consecución de esa meta. Y no la tenemos porque creemos que la
riqueza es un estado alejado de nosotros y de nuestras facultades, al
que hay que acceder marchando siempre hacia delante. Al fin y al
cabo a todos se nos ha enseñado que los objetivos están lejos, arriba
o fuera y que hay que ir, escalar (léase trepar para algunos) y luchar
para conseguirlos.
Pero, claro, si la información con la que nuestra mente
trabaja es deficiente o está tergiversada, es lógico deducir que hasta
el más potente ordenador (nuestro cerebro) falle a la hora de
establecer la dirección.
He podido comprobar en primera persona que nuestra
mente trabaja muchas veces de manera adecuada, en apariencia,
mientras en realidad sus procesos internos son del todo erróneos.
¿Cómo puede suceder esto?. La respuesta es bastante sencilla, en la
práctica:
Imagine usted que tiene en sus manos una buena
calculadora. Es nueva y tiene las pilas recién estrenadas. La
encendemos y todo parece operar perfectamente. Su aspecto es
bueno por fuera, todo está inmaculado y permanece en garantía.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Acaba de llegar de fábrica y hemos tirado a la basura las


instrucciones porque estamos convencidos de que para usar una
simple calculadora en el día a día, no las necesitamos.
Pero imaginemos que, bien por un error de ensamblaje en
fábrica (equivalente a la formación y la educación errónea que a
veces todos recibimos en materia económica) o bien porque antes
de llegar a nuestras manos la calculadora ha sufrido un accidente o
una caída (como las desilusiones y fracasos que acumulamos todos a
lo largo de nuestras respectivas carreras profesionales, por ejemplo)
en su interior se ha alterado un simple circuito y la máquina
comienza a cometer errores de cálculo (toma de decisiones en el
caso de las personas).
No es necesario que su aspecto exterior o su funcionamiento
se hayan visto afectados. De hecho, el fallo es tan pequeño que pasa
completamente inadvertido: Resulta que el circuito que une la tecla
del número 6 y el de la tecla número 4 se han intercambiado.
Cuando apretamos el 6, la máquina entiende 4 y viceversa. Eso es
todo. Lo demás está en perfecto estado de revista.
¿Qué ocurre con esta calculadora nueva y flamante que
acabamos de poner en marcha?. Pues que cada vez que realicemos
una operación, por simple que sea, siempre que empleemos la tecla
6 o la tecla 4 en nuestros cálculos, la máquina responde de forma
incorrecta. Funciona, está operativa ¡y calcula!, pero no sabemos la
razón por la que ofrece resultados erróneos si todo está
aparentemente bien.
Sólo es necesario que uno o dos dígitos estén intercambiados
para que toda la potencia de trabajo del ingenio electrónico se vea
afectada. De hecho, la calculadora sigue operando con toda
normalidad, hace bien su trabajo cuando recibe las órdenes, sus
circuitos elaboran de forma instantánea la tarea y ofrecen la solución
al momento. ¡Pero a nosotros no nos sirve y no entendemos el
resultado que recibimos en la pantalla porque si multiplicamos 2 x 4
el resultado no puede ser 12!.

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César Camino

Nuestra máquina funciona a la perfección, pero pronto nos


desharemos de ella porque no sabemos que los resultados no
concuerdan con lo que esperamos (lo que no significa que sean
erróneos) porque no está procesando la información adecuadamente
ya que el circuito de la tecla 4 y la 6 están cambiadas a nivel interno.

Esto le ocurre a diario a nuestros procesos mentales en


asuntos imprevisibles que en materia económica o en decisiones
profesionales importantes causan verdaderos estragos.
¿Y si nuestra mente no tuviera que “ir hacia el éxito”?; ¿Y si
nuestros circuitos estuvieran pasando por alto una información
elemental?; ¿Y si en lugar de repetir machaconamente las mismas
operaciones (mantener nuestros procesos mentales actuales),
decidimos abrir la carcasa y mirar por dentro a ver si hay algún
circuito cambiado (lo que equivaldría a alguna limitación que hemos
pasado por alto y sobre la que no hemos trabajado?.
Sólo como base teórica no deberíamos obviar lo que digo,
porque al fin y al cabo ya expuso Einstein en su día que no
podemos esperar resultados diferentes si seguimos haciendo
las mismas cosas una y otra vez… De manera que, si el resultado
actual de su vida es una situación económica difícil o ajustada; Si
lleva años esforzándose y trabajando duro, pero los resultados no
llegan o llegan de manera insuficiente; Si las decisiones que toma no
surten los efectos que espera; O si sus proyectos no eclosionan en
éxito ni se transforman en beneficios, quizá debería comenzar a
pensar que lo que ha venido haciendo con tanto esmero y trabajo
por su parte, adolece de algún circuito cambiado que convendría
revisar. Porque la maquina está operativa y funcionando, pero el
resultado que aparece en pantalla, inexplicablemente, no se
corresponde al que deberíamos recibir.
Quizá no estamos tan alejados de la calculadora del ejemplo
como creemos.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

El perro que persigue su rabo, girando sobre sí mismo,


nunca lo alcanza.
El perro que se olvida de su rabo y sigue su camino
descubre que éste le acompaña
a donde quiera que vaya.

Si lo hemos intentado por pasiva y por activa, y la


prosperidad no llega, a lo mejor deberíamos plantearnos si estamos
tratando de avanzar con el freno de mano echado. Por mucho que
queramos llegar a nuestro destino y por más que pisemos el
acelerador, es más que posible que no avancemos mucho o, lo que
es peor, nos carguemos la caja de cambio (estrés, tensiones,
depresión…) a causa de tanto esfuerzo infructuoso.
Lo que trato de decir es que quizá la razón por la que los
resultados no estén llegando en materia económica no se deba tanto
a una falta de interés, esfuerzo y determinación por nuestra parte,
como al hecho de que no conozcamos las razones por las que
nuestra situación económica actual está operativa. Esa que queremos
cambiar. La que nos parece abominable.
Porque, otra constante que siempre observo en todo
emprendedor, empresario, profesional, estudiante o desempleado es
un claro conocimiento de lo que quieren respectivamente. Saben a
dónde desean llegar. Quizá no sepan cómo lograrlo, pero todos
tienen, en mayor o menor medida, una impresión de avance y unos
deseos claros de cómo debería ser su vida en el aspecto patrimonial
para poderse sentir autorrealizados.
Si eso lo tenemos todos claro, es que ahí no debe estar la
clave. Si mucha gente sabe algo es que ahí no están las
respuestas.
No obstante, he podido apreciar que son muchos menos los
que, sin perder de vista lo que quieren (sus objetivos, anhelos y

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César Camino

sueños) se plantean la razón de que éstos no lleguen. En otras


palabras, las causas de su presente situación.
Por ahí sí intuyo que podrían andar las respuestas…
Buscar lo que nos está paralizando, la razón de que nuestras
decisiones y procesos mentales sean los que son y no otros; Tratar
de localizar el origen de nuestras dudas en materia económica o
nuestras aversiones profesionales o patrimoniales; De dónde vienen
nuestros miedos, que es tan importante como determinar cuáles son
nuestros sueños, dado que los primeros acaban con los segundos.
En pocas palabras: Soñar, sin eliminar las causas de nuestras
parálisis mentales equivale a poder estar seguros de que no
cristalizaremos lo que ansiamos.

Para poder comprender mejor los objetivos que no logramos


en la vida (y hacer crecer nuestro patrimonio es, sin duda, uno de los
grandes objetivos que todos acuñamos a lo largo de nuestras
respectivas carreras) conviene entender que aquello de lo que
carecemos, a veces, se logra eliminando la causa de su opuesto. Me
explico mejor:
La enfermedad es la carencia de salud; La estupidez no
es más que la carencia de inteligencia; La riqueza es la
carencia de pobreza. Lo que viene a indicarnos una idea clara: Si
en lugar de buscar las razones por las que no obtiene los resultados
económicos que pretende, un individuo se centra en localizar las
causas que internamente le mantienen en un estado de carestía y las
corrige, lo que queda es su contrario: La prosperidad económica. La
independencia financiera.
No importa a qué se dedique cada cual, la situación concreta
de su empresa, su estado patrimonial u objetivos que albergue. Todo
hecho que no eclosiona es el resultado directo de aquello que lo
impide. No hay dos personas iguales, ni dos situaciones
patrimoniales idénticas, por mucho que el Mercado tienda a
englobar en grupos a los individuos.

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Cada cual tiene la obligación de analizar lo que


depende exclusivamente de él y dejar que lo externo (su
trabajo, sus ingresos, sus deudas y pagos) se ordenen por sí
mismos. Todos estos factores externos quedan fuera del alcance de
lo que una persona puede controlar, y es justo lo que todos tratamos
de arreglar. Es curioso que los profesionales inviertan tiempo y
energía mayoritariamente en todo lo que no depende de ellos.
En cambio, analizar nuestro proceso de toma de decisiones,
nuestras aversiones o simpatías por los riesgos, nuestras preferencias
personales en relación al dinero y demás factores absolutamente
subjetivos son, justamente, lo que nos indica qué está fallando o qué
nos está impidiendo avanzar cuando se trata de finanzas personales.
Propongo conocernos mejor a nosotros mismos, en suma.
No es tanto la necesidad de preguntarnos qué nos queda por
hacer para lograr nuestros objetivos, sino analizar qué estamos
haciendo mal o dejando de hacer (a veces inconscientemente) que
impide dicho logro.
La vida de cada uno es un continuo proceso de prueba y
cambio. De aprendizaje y recalibrado. Si una determinada situación
no satisface nuestras necesidades, debemos mirar adentro para
detectar qué venimos haciendo y cómo lo venimos haciendo. Ahí
hay muchas más respuestas o soluciones de las que podemos esperar
a base de aguardar golpes de suerte o giros del azar.

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César Camino

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LA ECONOMÍA EXTRAVAGANTE.
El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

CONCLUSIÓN

Comencé esta obra explicando las razones que tengo para


escribirla. Ahora sería conveniente que usted se plantee las razones
que le han llevado a comprarla, porque al fin y al cabo ha buscado
usted una ayuda, nuevas ideas… Algo que le sirva. Analice por qué
necesita ese algo.

Piense por usted mismo, porque ya hay demasiada gente


deseando tomar su lugar al pensar por usted y evitarle ese trabajo (o
restringirle dicha libertad).

No importa que sus planteamientos estén o no de moda.


Que sus ideas acumulen elogios o críticas, carece de importancia
alguna. Viva su vida según sus criterios. Cuestióneselo todo. Llegue
a sus propias conclusiones y cambie de opinión cada vez que le de la
gana. Tampoco es sinónimo de acierto mantenerse en posiciones
férreas si usted mismo intuye libremente que es adecuado cambiar
sus planteamientos. Pero hágalo usted por sí mismo.

Todo este libro es un alegato a ser diferente, a no dejarse


incluir en manada alguna y a seguir una línea propia en cuanto a
decisiones, impresiones e ideas. No me interesa seguir el camino de
miles de personas sólo porque esté transitado. Que no le interese
tampoco a usted.

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César Camino

Evite que le etiqueten, que le formulen o que le sirvan


embotellado. Es usted mucho más inteligente de lo que puedan
determinar encuestas, análisis o estudios de mercado.

Tiene mucho mayor margen de libertad y decisión propios


de lo que gobierno de toda índole querría reconocer o que usted
supiera. Úselo. Gaste un poco de independencia de toda la que tiene
precintada aún.

El dinero y la Economía en general no son más que


creaciones del hombre y, por lo tanto, no pueden escapar a su
entendimiento y control. No ceda ese derecho. No se desprenda de
él en etéreo, pero desde luego no lo haga nunca a favor de terceros.

Termino esta obra como la comencé. Recordando que un


gasto se diferencia de una inversión en el hecho de que el primero
sólo supone un desembolso, en tanto que la inversión siempre
retorna más de lo que costó. Espero sinceramente que esta obra
haya sido una inversión para usted y no un mero gasto.

César Camino.

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El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

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El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

Este libro terminó de escribirse,


uno de los últimos días del mes de Agosto de 2009,
en el malagueño Rincón de la Victoria.

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El problema no es el dinero, sino tu forma de pensar.

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