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(gr., parakletos, ayudador). El Espíritu Santo es el abogado del Padre con nosotros y, por lo tanto, nuestro
Consolador (Joh_14:16, Joh_14:26; Joh_15:26; Joh_16:7) quien no sólo consuela sino que fortalece, ayuda y
aconseja con el tipo de autoridad que un abogado emplea con su cliente. También se habla de Cristo de esta
misma manera (Joh_14:16; 1Jo_2:1). Ver OFICIOS.
Uno que toma la causa de otro, a quien uno apela en petición de ayuda, defensor (1Jn_2:1). La misma
palabra griega se traduce «Consolador» (Jua_14:16, Jua_14:26; Jua_15:26; Jua_16:7). Vemos entonces que se
aplica tanto al Señor Jesús como al Espíritu Santo. Esto también se ve en sus palabras: «Yo rogaré al Padre, y os
dará otro Consolador.» Las palabras «si alguno peca, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo» se
aplican al presente oficio de Cristo ahora en la gloria; no está él abogando por los inconversos, sino por los
cristianos cuando cometen pecado; y ello ante el Padre, por cuanto el que peca es hijo. El pecado del creyente
quebranta su comunión con Dios, y la acción de Cristo es restaurar esta comunión. él es el Paracleto en el cielo,
que intercede por el santo, y el Espíritu Santo es el Paracleto en la tierra, para asegurar el bienestar espiritual del
pueblo de Dios. Cp. también Rom_8:34; Heb_7:25; Heb_9:24. (Véase ESPÍRITU SANTO)
ABOGADO