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CEA -Centro de Estudios Avanzados. Facultad de Ciencias Sociales-.

Doctorado en Estudios Sociales y Agrarios


Curso: Espacio y es-sociedades

Título: La R-existencia de las luchas territoriales,


como base para el cambio en este mundo moderno-
colonial-patriarcal.

Alumno: Tito, Carolina


Profesión: Licenciada en Ciencia Política
Año Lectivo: 2020
Introducción
La presente monografía, tiene como principal problemática la emergencia de actores
que reclaman ante la quita de lo que conciben como su espacio, en lo que a
territorialización de las resistencias respecta y, mediante sus diferentes movilizaciones,
actualmente, dan lugar a nuevas prácticas y relaciones sociales que se demandan desde
los sectores acallados de la sociedad. En base a ello, la tierra es considerada no sólo
como un medio de producción ni como un espacio en donde opera la racionalidad, lo
que existe es una multiplicidad de territorialidades. Por lo cual, se buscará dejar atrás
estas nociones estrechamente moderno-colonizadoras.
De acuerdo con la bibliografía consultada, primeramente, se expondrá cómo se delineó
la preeminencia de la razón por sobre la materia -problemática dualista- y, a partir de
ello, se presentará una gradual transición a las concepciones de modernidad, desarrollo,
colonialidad y sujetos emergentes. De esta manera, se explayarán las propuestas de
diferentes autores ante un sistema-mundo moderno/colonial/ patriarcal en crisis, y el
aporte de los actores para crear otros mundos. Próximamente, en segundo término, se
exhibirán las críticas al concepto de razón, espacio. Enriqueciendo el desarrollo con las
concepciones y el accionar que aportan los movimientos latinoamericanos, sosteniendo
los principios de vida, dignidad y territorio. Cabe aclarar, que, en este contexto, el
territorio es la base material en la que se construye colectivamente un nuevo tipo de
organización social, donde los nuevos sujetos se constituyen -tanto material como
simbólicamente-. Ante este contexto, se plantea la necesidad de un giro epistemológico,
en base a los planteamientos de diferentes autores. En tercer lugar, de acuerdo al
anterior apartado, se explayará cómo debe definirse el un nuevo orden mundial para dar
lugar a la multiplicidad, en base a las experiencias que nos dejó el siglo pasado y las
luchas que continúan en el presente.
La cuestión central, es la multiplicidad de experiencias de las comunidades, que
demanda y construye otros modelos societales, no capitalistas-neocoloniales, exigiendo
el compromiso ético de los diferentes actores y por medio de un proyecto político, que
no signifique el desprecio al avance de sociedades más modernas, sino la idea de
sociedades más humanas, con conciencia de la necesidad de que exista una armonía con
el ambiente.
Desarrollo
En principio, para dar inicio a este trabajo, se dará una crítica a la idea de
modernidad, la cual, limita a nuevas formas de vida. Para ello, se tomará al autor
Woster, quien pondrá en cuestión la idea de lo considerado moderno concebido en
forma dominante; problematizando el carácter dual del mundo -mente y materia-,
fundado por Descartes. De esta manera, se reduce la presencia de otros mundos
existentes o posibles; siendo su máxima expresión la actual globalización neoliberal de
corte capitalista, individualista que, a través, de la aplicación de cierta racionalidad
provocó la erosión sistemática de la base ontológica-territorial de muchos otros grupos
sociales, principalmente en los cuales no existen principios dualistas del mundo. A los
cuales, el autor denominará mundos u ontologías relacionales -donde ni los humanos ni
los no-humanos preexisten a las relaciones que los constituyen-. Todos existen mediante
un todo ya existente. Por esta razón, el autor destacará que la presión sobre los
territorios, actuales y manifestados a nivel mundial -con énfasis en la minería y los
agrocombustibles-, puede identificarse como una verdadera guerra contra los mundos
relacionales, y una tentativa más por destruir lo colectivo. A partir de este complejo
contexto, las luchas territoriales cristalizan en luchas por la defensa de los muchos
mundos que habitan el planeta -defendiendo la vida-, frente a la imposición de medidas
radicales en el modelo económico y desarrollista, manifestado como una utopía frente a
la gran multiplicidad de entramados humano-naturales, provenientes de lugares
específicos del mundo, para suscitar la transición a un mundo donde quepan muchos
mundos, un pluriverso. A partir de este punto, el mundo no es simplemente un conjunto
de regiones atrasadas, las cuales, se encuentran esperando que llegue la modernización,
como si el polo moderno (Europa) fuera el lado activo y el resto del mundo el lado
pasivo del devenir histórico (Woster 2008).
En base a lo planteado, se puede problematizar que, si bien el desarrollo
tecnológico genera bienestar para la humanidad en su conjunto, en base a la concepción
tecno céntrica. Este proceso, tuvo su origen en el racismo y la esclavitud; siendo
creaciones modernas que forjaron riqueza para uno de los polos del mundo moderno-
colonial, Europa, lo cual representó miseria y sufrimiento para América, África y Asia.
Este lado negativo, fue llevado al olvido, pero fue imprescindible para dar lugar a la
modernidad (Porto Gonçalves 2003). Como remarca el autor Quijano (1991) tanto
América, como el capitalismo y la modernidad nacieron el mismo día. Por lo cual,
existen interpretaciones como el subdesarrollo, configurado como un polo necesario del
proceso de desarrollo del sistema mundial capitalista, mediante la reproducción de esta
estructura centro-periferia (Porto Gonçalves 2016). En base a ello, los Estados-nación
periféricos y las personas no europeas, están sometidos al régimen de la colonialidad
global, sobre la que se volverá más adelante; impuesta por los Estados Unidos por
medio del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Pentágono
y la OTAN. Si bien, ya no existe una administración colonialista, permanecen
situaciones coloniales, aun cuando la primera haya dejado de existir -el colonialismo
clásico- (Grosfogel 2006). Así también, cabe agregar, retomando al autor Quijano
(2000) y Mignolo (2000) que en la actualidad las tres categorías antes mencionadas
-capitalismo, modernidad y América- se encuentran en crisis, y el debate continúa
vigente, ya que los procesos específicos que se encabezaron durante la época colonial,
aún no han concluido, tales como la división racial del trabajo. Así también, autores
como Ortiz y Chirif denominarán colonialidad global -redes para ejercer el poder
colonial-, a la articulación entre etnocentrismo colonial y clasificación racial universal,
a partir de la cual Europa y la América Sajona, generaron una perspectiva temporal
mediante su historia y cultura por sobre la existente en los pueblos colonizados (Ortiz y
Chirif 2010). Demarcando, también, lo que el autor González Casanova (2003)
nombraba como colonialismo interno (Porto Gonçalves 2016). De esta manera, es que
se expresa el trato a los diferentes grupos subalternizados o clases
sociales/etnias/naciones dentro de las fronteras del Estado, considerando que no tienen
sus propios idiomas, sino dialectos; como apático, ocioso y atrasado, con un
pensamiento dominante; no perteneciendo a lo urbano, sino a lo rural; no para ocuparse
en la mente, sino con las manos, por ser regional y local y no nacional, etc. (Porto
Gonçalves 2015).
Por otra parte, continuando con el término de colonialidad, y aquí el autor Porto
Gonçalves (2003) señalará a Aníbal Quijano (1991), quién marcó que la colonialidad
sobrevivió al colonialismo. Ya desde 1492, se impone una clasificación de los pueblos
en américa, en base al centro de la civilización. Y a partir de este criterio, se formó la
naturaleza dominante de la civilización moderna europea, siendo los pueblos dominados
asemejados con la naturaleza catalogados como salvajes, ya que son de la selva;
debiendo estar dominados por la cultura del hombre europeo, burgués, blanco y
masculino; el civilizado. Por lo tanto, la invención de la modernidad es inherente a la de
colonialidad (Porto Gonçalves 2003). Así también, según el autor Mignolo (2003), esta
colonialidad moderna-colonial-patriarcal no se inscribió en un espacio ausente de
significado, sino en territorios (naturaleza + cultura + poder) donde se forjaron sus
adecuados esquemas cognitivos (Porto Gonçalves 2008). A partir de estas
consideraciones, el autor Porto Gonçalves, hará un paréntesis y mencionará a Galileo,
quien inauguró una única forma de producir conocimiento: solo aquello que se pueda
cuantificar es real, dejando de lado los sentidos -la sensibilidad ética y la estética, los
valores, la calidad y el alma-. Siendo relegada la concepción griega de la naturaleza
como physis, que es un ser vivo, siempre cambiante y no divorciado del hombre;
establecida por los pensadores presocráticos quienes no construyeron sistemas
filosóficos y doctrinales, como los pensadores durante la crisis de la democracia griega.
Próximamente, dará un ejemplo: los pensadores presocráticos, planteaban sus ideas en
forma de aforismos y, por lo tanto, estaban abiertas a que el interlocutor interactúe con
ellas. Constituyendo su legado mediante el diálogo y otorgando valor al arte de la
argumentación. Lo principal aquí, es no solo la proximidad que estos pensadores
tuvieron con otras matrices de racionalidad, sino que no diferencian el espíritu de la
materia, la naturaleza de la cultura y el pensamiento del ser. En vistas de esta
problemática, ante la intención de la Razón Imperial de imponerse por sobre el arte del
diálogo -el ágora-, se manifiestan sujetos emergentes: zapatistas, recolectores de
caucho, indígenas, discapacitados, mujeres, ecologistas, migrantes, indocumentados,
homosexuales, campesinos, negros, raperos (hip hop), trabajadores y jóvenes; quienes
regresan a la escena política el ágora, estando nuevamente incluidos en el debate
político. Para que esto suceda, se debe permitir que otros puedan tener razón, a pesar de
que son otros y, que la razón que habita este mundo se conciba como externa.
Entonces, la razón estará siempre sujeta a críticas y, por lo tanto, se presuponen la razón
y el ágora, como locus de este debate. Contrariamente, a la idea del Estado Territorial
Moderno, siendo una idea europea nacida como un poderoso instrumento de control de
multitudes; recuperando de la ley romana la figura de un rey que se coloca por encima
de los hombres y mujeres ordinarios, y un derecho que quiere ser universal, el romano,
se coloca por encima de los derechos consuetudinarios de la gente común (Porto
Gonçalves 2002). Es por ello, que el autor Porto Gonçalves (2008) afirma que
racionalidad mínima es una condición de cualquier comunidad humana y la diversidad
de racionalidades es el mayor activo de la especie, su mayor expresión de creatividad
(Porto Gonçalves 2008).
Actualmente, estamos atravesando un período, en el cual, los sujetos ponen en
cuestión los viejos paradigmas, los cuales, impusieron conocimiento científico
universal/ imperial que colonizó el pensamiento y descalificó otras formas de
conocimiento. Es así, que reemergen, quienes tuvieron que forjarse en situaciones
asimétricas de poder y decidieron alzar la voz. En estos términos, el autor Porto
Gonçalves, propone usar un término diferente a resistir, R-Existir, a través del cual, los
sujetos se reinventan a sí mismos en su diferencia, al igual que el europeo también es un
invento que se establece como centro dominante en el sistema mundial
-moderno/colonial/patriarcal-. Otorgando la posibilidad, y siguiendo la línea del autor
Escobar (2014), de concebir un mundo más diverso que la mirada colonial eurocéntrica;
con una lógica del capital que pretende ocultar las múltiples racionalidades de quienes
lo resisten: América Latina y el Caribe/Abya Yala, en África y en Asia. Afirmándose
ante un mundo que creía ser superior (Porto Gonçalves 2002).
Otra de las críticas a este orden es su concepción de tiempo, concebido como
ganancia. En estos términos, se constituye como una de las máximas de una sociedad
mercantil luego del Renacimiento -Siglo XVIII-, permitiendo visibilizar la
sobrevaloración que produce esta sociedad: del tiempo sobre el espacio. En este sentido,
la conformación de la sociedad mercantil europea involucró, desde sus inicios, el
vínculo con otros mundos proveedores de material tangible -oro y plata, etc.-. Por lo
cual, el territorio pasa a ser un soporte, como si fuera la base de la sociedad; donde se
apoya la sociedad; sus límites se corresponden con su soberanía o donde se asientan los
recursos de un Estado. Pero, está lejos de ser una sustancia espacial, enfrentando una
tríada relacional de territorio-territorialidad-territorialización. El territorio es una
categoría mucho más compleja, es el espacio geográfico apropiado, mediante un
proceso de territorialización; otorgando identidades -territorialidades- expresadas de
maneras dinámicas y cambiantes, materializándose en un momento dado, mediante un
cierto orden territorial y siguiendo una topología social. A partir de este punto, se
destacará la necesidad de rescatar esta dimensión material, especialmente, por las
consecuencias de la actualidad donde predomina la dimensión simbólica, como si esta
se opusiese a lo material. Ambas dimensiones, tienen la misma importancia en el
proceso de apropiación, en este caso del territorio, en base a cómo los hombres y
mujeres le atribuyen sentido (Porto Gonçalves 2002). Cabe aclarar, que el conocimiento
material es conocimiento del tacto, contacto, sabores, mezclados con un conocimiento
inscrito y no necesariamente escrito (Porto Gonçalves 2008). De esta manera,
disciplinas como la geografía tratan de temas más complejos que las condiciones
naturales. En base a ello, el autor mencionará al geógrafo Milton Santos (1996), quien
concibe al espacio como un híbrido, formado a partir de la unión inseparable de
sistemas de objetos y sistemas de acciones. La materialidad espacial se dispone para ser
transformada por la acción de los sujetos y, en base a ello, se crea un espacio;
mostrando los límites del paradigma hegemónico dualista. De esta forma, se plantea la
necesariedad de coexistir con la diversidad, en lo que refiere a naturaleza y cultura al
mismo tiempo. Por lo cual, mediante los cortes de ruta, los piquetes y la visibilización
del conflicto en general, se remarca nuevamente el significado del espacio; en un mundo
donde hay una intensa fabricación capitalista de subjetividad. Es aquí, donde la
geografía de lo social en su subjetividad materializada se muestra como una
contradicción. En vistas de ello, hay una confrontación entre geografías, en lugar de
encontrarse dentro de la geografía como disciplina, el desafío está en geografiar la vida,
el planeta, formando nuevos territorios, nuevas territorialidades (Porto Gonçalves
2002).
Por otro lado, siguiendo lo planteado en el párrafo anterior, actualmente se
enfrenta una crisis del Estado Territorial -según el Tratado de Westfalia 1648-;
especialmente de aquellos protagonistas que lo instituyeron. Ya que, su concepción
sobre los territorios está siendo cuestionada, dejando observar su imposición histórica y
antinatural. En este contexto, los movimientos sociales adquieren significado, mediante
la configuración de nuevas y otras territorialidades; el territorio no es externo a la
sociedad que lo constituyó, sino que existe una relación inmanente entre ellos (Porto
Gonçalves 2016). Es por ello, que toda cuestión parece habitar en la conformación de
las territorialidades: en los procesos y sus protagonistas regionales o locales -sujetos
instituyentes-, que se insertan en la escena política. Por lo tanto, la forma geográfica de
las sociedades modernas: la productividad del estado territorial, otra de esas categorías
que constituye el magma de los significados del mundo moderno/ colonial/ patriarcal
-límites, fronteras, soberanía, etc-, también son transitorias porque indican un monto
producido en un tiempo específico, con una cierta rentabilidad dentro de un marco de
tiempo (Porto Gonçalves 2002). Asimismo, incluir en este apartado la idea de lo
incompleto de cada cultura, propuesta por Boaventura de Sousa Santos (2008), ofrece
una buena perspectiva para un nuevo diálogo de conocimiento, una auténtica política de
contraste posmoderna-colonial, mediante la práctica de Enrique Leff y Emanuel
Levinas (1994), de una hermenéutica diatópica (Porto Gonçalves 2008). En
general, hermenéutica se refiere la ciencia de la interpretación. La
palabra diatópica contiene el prefijo dia-, que en este caso significa a través de y el
adjetivo tópica,  del sustantivo “topos”, de lugar. 
Finalmente, no puede dejarse de mencionar que este contexto estará incluído
dentro de una revolución ecológica y social que, facilite una sociedad ecológica e
igualitaria, como nos plantea el autor Foster (Forster 2015).
En un segundo apartado, ante el surgimiento de nuevos protagonistas en la
escena política, se denota la necesidad de buscar una nueva episteme que dialogue con
estos lugares de debate por fuera del Estado. Por lo cual, hay una relación íntima entre
transformaciones socioespaciales históricas y epistemes. Claramente, se está
atravesando una crisis política- epistémica; que surge desde entornos locales/regionales,
habitados por hombres y mujeres que les dan sentido. Y principalmente, se exige
devolver al conocimiento su lado metafórico, el cual, se le fue negado por un
conocimiento catalogado como universal (Porto Gonçalves 2016). Por lo tanto, se debe
dar lugar a otras matrices de racionalidad, las cuales, ganaron visibilidad en el actual
campo de la lucha por el poder, en vistas de ello el autor Escobar, mencionará a algunos
autores como Immanuel Wallerstein, Raúl Zibechi y Carlos Walter Porto-Gonçalves,
quienes explican esta reconfiguración en el orden global, iniciado luego del año 1945 y,
el mismo, fue intensificado en las últimas décadas, llamado por Giovanni Arrighi
(1994) caos sistémico (Escobar 2015).
Superar este obstáculo político-epistémico, que favorece al tiempo por sobre el
espacio alza impulso a partir de los años 1960-1970, este período fue concebido como
un giro espacial en el conocimiento, mediante las contribuciones de Michel Foucault y
Henry Lefebvre. Este nuevo horizonte teórico-político, visualiza al poder como algo no
solamente concentrado en el Estado, sino que es relacional y se localiza en el conjunto
de las relaciones sociales en toda la sociedad y en sus diferentes escalas. Asimismo, el
autor Porto Gonçalves (2015) remarcará una advertencia, ya mencionada por sociólogo
estadounidense Imanuel Wallerstein (1999). Debido a, los dilemas que afrontan los
movimientos antisistémicos, principalmente, luego de la década de 1960. En este
período, emergieron varios movimientos políticos que, se autodenominaban como
antisistémicos, ingresando al estado centralizado como socialdemocracia, en gran parte
de Europa; en países comunistas, China y Cuba, y a través del nacionalismo
revolucionario: con mucha influencia en Asia, África y América Latina. Esta
denominada estrategia de dos pasos, la cual, consiste en acceder al Estado en vistas de
en un segundo momento, desde ese puesto de poder privilegiado, cambiar la sociedad,
empezó a mostrar sus límites como ideario político. A diferencia de este contexto,
durante el año 1990, sí hubo una constitución de manera combativa entre los
movimientos sociales; con el objetivo de reformular la agenda teórico-política. Durante
este año, en Bolivia y Ecuador, tuvieron lugar, dos marchas significativas que aunaron a
sus regiones más periféricas, las tierras bajas y la Amazonía, empuñando el lema: Lucha
por la vida, por la dignidad y por el territorio. Cabe aclarar, que no se presentó un
diálogo con temas contemporáneos -ecología, la diversidad/identidad, la cuestión del
poder, la igualdad, la libertad, etc- (Porto Gonçalves 2015). A continuación, se
aclararán los tres puntos mencionados:
 La lucha por el territorio: tuvo su originalidad, siendo propiamente
latinoamericana, representando a los pueblos originarios, de los
cimarrones-quilombolas, campesinos, y las periferias urbanizadas (Porto
Gonçalves, 2015). Por lo cual, la autonomía territorial se coloca en la
agenda política. De esta manera, al desnaturalizar el concepto de
territorio, con la tríada conceptual territorio-territorialidad-
territorialización, los movimientos sociales latinoamericanos muestran
que no hay territorio que no incluya una territorialidad (un significado
para estar en el mundo) que no sea un proceso de territorialización.
 La lucha por la vida: propone un diálogo con/contra el debate ecológico.
Además, el colectivo pide terminar con esta idea de defender la
naturaleza sin personas, como en las tradiciones hegemónicas
eurocéntricas -liberales y socialistas-. Si bien, estos viejos/nuevos
grupos/clases sociales, pueblos /etnias/nacionalidades en movimiento
ponen en duda la naturaleza, pero lo hacen al indicar su propio camino,
no centrado en ellos mismos. De la misma manera, tuvo un origen
importante en lo que fue la conferencia de la ONU en 1992 -Río de
Janeiro-, debido a la repercusión mundial del asesinato de Chico Mendes,
en diciembre de 1988; quien forjó una Alianza entre los Pueblos del
Bosque, campesinos e indígenas de la Amazonía brasileña. Al mismo
tiempo, en estos años la revista Times eligió como portada esta
problemática, lo que demuestra que el mundo estuvo conectado con lo
que ocurría en el Amazonas (Porto Gonçalves 2015).
 La lucha por la dignidad: a través de este lema, los movimientos
traen a debate el tema de la diferencia, con la visibilización de los pueblos/etnias
/nacionalidades subordinadas y clases/grupos sociales. Por lo cual, la diversidad
se politiza; la Whipala es su bandera, no existe el privilegio para ningún color.
Claramente, para romper con las cadenas de la opresión. Aquí cabe destacar, a
las políticas neoliberalizadoras posteriores a la década de 1980, las cuales,
descalificaban a las teorías sobre las luchas de clases para afirmar la diferencia,
favoreciendo la constitución de grupos subalternizados y/o segmentos sociales.
A partir de ello, gran número de líderes indígenas, campesinos y
afrodescendientes, acumularon una importante experiencia política y
administrativa, un efecto no deseado de estas políticas. En base a ello, partiendo
de teorías como la posmodernidad o el multiculturalismo, se plantea como
alternativa la descolonialidad e interculturalidad. Entonces, los grupos
subalternos confrontan con el patrón de poder colonial moderno instituido en el
sistema mundial moderno-colonial-patriarcal y su sistema de estados. En última
instancia, la cultura está politizada y, dado que la cultura le da sentido a las
prácticas sociales, implica necesariamente las condiciones materiales para su
existencia. Por esta razón, más que tierra requieren territorio (Porto Gonçalves
2015).
Por lo tanto, los movimientos sociales latinoamericanos muestran que no hay territorio
que no incluya una territorialidad -la sensación de estar en el mundo-, que no sea un
proceso de territorialización. De esta manera, se observa la incidencia del colonialismo
interno y trae consigo al debate teórico-político la cuestión de plurinacionalidad. En este
sentido, los países de Bolivia y Ecuador, en los cuales, el papel principal del
movimiento campesino indígena tuvo una gran influencia, en el período remarcado
anteriormente. En base a ello, consolidarán en sus nuevas Cartas Magnas, un principio
diferente al de Estado Nacional: los Estados Plurinacionales. Además, Bolivia agregó el
carácter comunitario: Estado plurinacional comunitario, regresando este ítem al campo
del pensamiento antisistémico. Por lo cual, se puede concluir la agenda que demarcan
estos grupos y clases sociales en una situación de subordinación, desde sus diferentes
lugares: Autonomía, Plurinacionalidad, Interculturalidad, Derechos de la Naturaleza y
Buen Vivir. En vistas de ello, se puede afirmar, que los pueblos indígenas lograrán
hacerle frente a esta grieta teórico-política, principalmente luego de la década de 1990,
con el Convenio 169 de la OIT. Considerando la consulta previa para decidir sobre sus
territorios. Poniendo a los pueblos, ante un papel estratégico en la lucha por el agua, el
aire, la tierra y la vida; debatidos en base a la autonomía, la igualdad en la diferencia y
la familia de conceptos de territorio-territorialidad-territorialización a la que están
asociadas. Como consecuencia, de que estos últimos 30/40 años han sido los más
devastadores en la historia humana, ante la mayor oleada de expropiación indígena y
rural que, se deruralizó y suburbanizó. Así también, surgieron las luchas de los
movimientos por los territorios en su diversidad -territorialidades- (Porto Gonçalves
2015). Cabe agregar, que no fue un camino libre de obstáculos, sino que, en el marco
del constitucionalismo social, si bien los Estados reconocieron el sujeto colectivo
indígena, hubo un período de transición para ponerse en práctica; principalmente en los
siguientes contextos: con las constituciones de Guatemala (1985), Nicaragua (1987) y
Brasil (1988), en las cuales, se reconoció la conformación multicultural de la nación o el
Estado, el derecho a la identidad cultural y nuevos derechos indígenas. Próximamente,
luego de darse lugar al Convenio 169 de la OIT (1989); se trazó una reforma parcial del
sistema de Estados-nación actual, al dar posesión y protección de los territorios a los
pueblos ancestrales y otorgarle el derecho a la autodeterminación; posibilitándoles
definir sus prioridades de desarrollo económico, social y cultural en el marco de los
estados-nación a los cuales pertenecen. Si bien, para autores como Héctor Díaz Polanco
(1998), la globalización habría encontrado el modo de aprovechar el reconocimiento de
la diversidad sociocultural, como otra forma de saciar el inagotable apetito de afán de
ganancia. De esta manera, mediante la ideología multiculturalista se busca convertir la
pluralidad de culturas en una vía para la reproducción y expansión del capital. Si bien,
no deben ignorarse los procesos puntuales de reforma constitucional en Bolivia o
Ecuador (Ortiz y Chirif 2010).
Por último, en un tercer apartado, continuando con el planteamiento del término
descolonial, con el cual, se mantiene activo en la actualidad al proceso de lucha,
permitiendo visibilizar y fomentar entornos de exterioridad y construcciones
alternativas. Si bien, el uso de este término propuesto por Mignolo (2008) y Walsh
(2012) no se consensuó, el autor Escobar elegirá continuar utilizando el prefijo des-,
frente a esta perspectiva teórico-política-epistémica. Por lo cual, se remarcará que no
existe la separación moderna entre teoría y práctica; ya que no tiene lugar en el
pensamiento fronterizo y los proyectos descoloniales, y que la ruptura con este
binarismo implica cuestionar a la epistemología dominante que apoya esta división. En
este sentido, defiende el principio de no existencia de la ciencia neutral, apolítica o
incorpórea, como lo defiende el corte binario de la modernidad/colonialidad (Escobar
2015). Aquí se puede agregar, que para dar alternativas a este sistema binario, autores
como Quijano (2000) proponen una socialización del poder en oposición a una
nacionalización estatista de la producción, este punto es central. De esta forma, la
defensa de identidades como la negra, indígena, africana o las nacionales como la
colombiana, keniana o francesa son construcciones coloniales; en contraste con ellas, se
busca dar lugar a propósitos progresivos para resolver esta problemática (Grosfogel
2006).
En este contexto, se perpetraron las ricas contribuciones del pensamiento crítico
latinoamericano en las décadas de 1960 y 1970, con énfasis en la mencionada
investigación participativa, filosófica y teológica de la liberación, además de la teoría de
la dependencia, la pedagogía de los oprimidos, la sociología, etc; pudiendo catalogarse
estos trabajos como tratados políticos descoloniales, pero debido a la colonialidad del
conocimiento, no consiguieron intervenir en la mesa de discusión con la teoría política
hegemónica de Maquiavelo, Hobbes o Locke. Por lo cual, incluirlos hoy en la
genealogía del pensamiento político descolonial es una labor inminente. Dedicarse a
esta red moderna/colonial, significa buscar realmente la confluencia entre las diferentes
disciplinas de las cuales provienen, a partir de las nociones inauguradas por Dussel,
Mignolo y Quijano. Cabe aclarar, que las contribuciones no se limitan a estos autores ni
se sacralizan sus contribuciones. Entonces, se puede concluir que paralelamente a la
organización del Grupo de Estudios Subalternos de América Latina -postcoloniales y
postimperialistas-, se propone el programa de investigación de Modernidad
/Colonialidad, siendo un camino fundado desde la periferia latinoamericana del sistema
mundial moderno/colonial, con los fines de revelar la dinámica del eurocentrismo en la
reproducción de modernidad y buscar trascenderlo. La idea aquí, es descolonizar los
paradigmas de la economía política, así como el análisis del sistema mundial, y
proponer una conceptualización (Escobar 2015).
En vistas de ello, puede agregarse las propuestas que se ofrecen desde el sur global;
donde actualmente se está buscando un conocimiento que asuma abiertamente una
geopolítica y una cuerpo-política descoloniales del conocimiento como puntos de
partida hacia una crítica radical. De esta manera, se necesita de una transformación más
amplia de las jerarquías sexuales, de género, espirituales, epistémicas, económicas,
políticas y raciales del sistema mundo moderno/colonial/patriarcal (Grosfogel 2006).
Para dar un ejemplo, están los planteamientos filosóficos de Césaire, pensada desde la
geopolítica y corpo-política afro-caribeña, como fuente de inspiración para pensar en
salidas prácticas a los dilemas contemporáneos de la explotación y dominación del
sistema-mundo contemporáneo (Grosfogel y Almanza-Hernández 2009). De la misma
manera, se puede afirmar la necesidad de una razón liberadora, que posibilite el
reconocimiento de la dignidad mediante una praxis constructiva-liberadora,
reconstruyendo positivamente el camino y dirigiendo la recuperación de la modernidad
hacia una transmodernidad (Escobar 2015). Así también, cabe agregar, sobre el
pensamiento fronterizo, el cual, no es un fundamentalismo antimoderno, sino una
contestación descolonial transmoderna de lo subalterno a la modernidad eurocéntrica.
Siendo una redefinición crítica de la democracia a partir de las prácticas, las
cosmologías y las epistemologías de lo subalterno; en la búsqueda de trascender el
monólogo imperial establecido por la modernidad europeo-céntrica (Grosfogel 2006).
Por otro lado, no puede dejar de mencionarse el desencanto que acarrearon los
gobiernos de izquierda y sus promesas malogradas, trayendo consigo, la incorporación
de grandes fracciones de la izquierda a diferentes movimientos sociales y guerrillas
indígenas; donde el objetivo principal no fue ir en contra del modelo estado-nación, por
ejemplo, en el movimiento zapatista. Ya que, muchos caminos liberadores han echado
andar, cuestionando los antiguas vicios de la izquierda eurocéntrica que se propagó por
el mundo. estas experiencias no pueden entenderse bajo la lógica de la izquierda, no son
un giro hacia la izquierda, son un giro descolonial, izquierdas otras, además de,
transmodernas que se han nutrido de su corpo-política y han tomado las contribuciones
del marxismo como crítica feroz del sistema capitalista, rechazando el eurocentrismo y
el colonialismo que las reviste; como por ejemplo en las movilizaciones indígenas en
Bolivia, en Colombia, Ecuador, etc. Las mismas, han logrado trascender la
particularidad y conjugaron diferentes frentes de R-existencia. De esta manera, se
mencionará el aporte del autor Holloway (2002) quien, propone cambiar el mundo sin la
toma del poder, ya que el estado al ser una institución que tiene su origen en el acaecer
del capitalismo; aísla al pueblo y lo fragmenta. De esta forma, los cambios deberían
partir de una indagación creativa, de manera organizada y estratégica, surgiendo del
poder-hacer y del poder-creativo de los pueblos. En contraposición, el autor Díaz
Polanco (2001), afirma que si bien, las victorias electorales no transmutarán el mundo;
no pueden ser ignoradas, pues es preciso descolonizar los estados-nacionales apelando
fundamentalmente al dialogo interepistémico -interculturalidad-, esbozadas por los
pueblos -bloque social de los oprimidos- acallados ante la violencia colonial. Por lo
cual, el objetivo central es dar un giro descolonial y fundar una democracia de carácter
intercultural en el marco de un estado plurinacional que reemplace al estado liberal hoy
en decadencia. En este contexto, el FSM -foro social mundial- en base a su principio
universal, radical, descolonizador, anticapitalista y diverso; junto a sus foros regionales
y temáticos, representan un bloque global plural de movimientos sociales, redes, ONG’s
y otras organizaciones de la sociedad civil que comparten entre sí el rechazo al dominio
imperial y a la violencia neoliberal en sus múltiples manifestaciones. A partir de este
lugar de encuentro, el autor Escobar concibe el FSM como una malla, tomando la
noción del teórico mexicano De landa (2002); elogiando su estructura organizativa y,
además, formula mediante la teoría de la complejidad -muchos dominios biológicos,
sociales y económicos en redes e interconectados-, mirando al universo como una
telaraña y al diseño del ciberespacio como una guía provechosa para optimizar los
objetivos horizontales; en la búsqueda de entornos más igualitarios (Grosfogel y
Almanza-Hernández 2009).
En esta búsqueda de replanteamiento de la moral colectiva, en base a una
resistencia pacífica por parte de los pueblos, reforzada de valor e inteligencia, más que
de fusiles, y abiertas a negociar sin claudicar, de manera articulada y autónoma;
posibilitando una política de transición hacia un mundo capaz de sobrevivir y de vivir.
(Gonzalez Casanova 2003). En base a ello, los movimientos enfatizan la reconstitución
de lo comunal como el pilar de la autonomía. Autonomía, comunalidad y territorialidad
son los tres conceptos claves; no son esferas separadas y preconstituidas, sino que se
traslapan, a veces alimentándose mutuamente, otras en abierto conflicto. Según el autor
Escobar, hoy en día se tienen que cultivar estas tres vertientes, manteniéndolas en
tensión y en diálogo continuo, abandonando toda pretensión universalizante y de
posesión de la verdad. A partir de los dos primeros elementos, Autonomía y
comunalidad; aparecen aquí íntimamente ligados, constituyendo todo un marco teórico-
político original dentro de esta segunda vertiente -comunalidad- del pensamiento crítico
de Abya Yala/Afro/Latino-América. Asimismo, en tercer lugar, el pensamiento de la
Tierra, la cual, representa la relacionalidad del ser, conocer, y hacer en las
configuraciones socio-naturales, donde nada pre-existe; sino que todo se constituye
profundamente en relación con todo, como resultado de la autonomía y la comunalidad
interconectadas entre sí. Es motivador pensar que de las tres vertientes mencionadas la
más antigua es esta tercera (Escobar 2015).
Conclusión
Existe una multiplicidad de territorialidades y, por esta razón es inminente que
haya un proceso de despojo de lo natural. Esta problemática, se encuentra enmarcada en
una crisis sistémica y, para dar una solución a esta cuestión, se propone un giro
epistemológico del conocimiento, mediante una propuesta transdisciplinar, a través, de
la corriente descolonial. Quienes la llevan a la práctica, son las organizaciones que se
encuentran excluidas de este modelo moderno/colonizador /patrialcal/extractivista. A
partir de ello, se dio a entender que las diferentes cosmovisiones y resistencias no se
encuentran aisladas, sino que forman parte de una resistencia a nivel mundial;
relacionadas directamente con la actual Crisis del Sistema Mundial, la cual, tuvo su
origen en los acuerdos entre Europa y EEUU de posguerra. Definiéndose, de esta
manera, la ideología del desarrollo como un cuerpo con base justificable en lo teórico y
valorativo funcional a la expansión del sistema mundo capitalista patriarcal-moderno-
colonial que fundamentan algunos autores. El cual, no da lugar a ciertas formas de vida
y subsistencia en general, dejando los conflictos en espacios marginales. Mientras, las
resistencias sociales -antisistémicas/subalternas/oprimidos- que, a través, de sus
procedimientos forjan alternativas de vida en sociedad y exteriorizan diferentes
prácticas en el espacio público, con el objetivo de replantear la expansión de las
relaciones capitalistas. Estas, se visibilizarán por medio de los megaproyectos que se
llevan a cabo en los escenarios regionales, que significan la ocupación de espacios
protegidos, además de rurales y urbanos, seleccionados de manera estratégica tanto por
el Estado como por diferentes corporaciones. Ya sea, en lo que respecta, a la extensión
de las áreas urbanas, la actividad agrícola contaminante, obras viales con alto impacto,
la incautación de bienes comunes, la ruptura de relaciones y formas de vida establecidas
a nivel local, etc. que visibilizan fallas y consecuencias para la humanidad en su
conjunto.
La resurgencia de movimientos sociales, aliados con sectores indígenas y
campesinos permiten, aún hoy en día, crear, coordinar y mantener la unión entre los
miembros, y, por lo tanto, la continuidad de su lucha y contagiar a otras.
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