CEA -Centro de Estudios Avanzados. Facultad de Ciencias Sociales-.
Doctorado en Estudios Sociales y Agrarios
Curso: Espacio y es-sociedades
Título: La R-existencia de las luchas territoriales,
como base para el cambio en este mundo moderno- colonial-patriarcal.
Alumno: Tito, Carolina
Profesión: Licenciada en Ciencia Política Año Lectivo: 2020 Introducción La presente monografía, tiene como principal problemática la emergencia de actores que reclaman ante la quita de lo que conciben como su espacio, en lo que a territorialización de las resistencias respecta y, mediante sus diferentes movilizaciones, actualmente, dan lugar a nuevas prácticas y relaciones sociales que se demandan desde los sectores acallados de la sociedad. En base a ello, la tierra es considerada no sólo como un medio de producción ni como un espacio en donde opera la racionalidad, lo que existe es una multiplicidad de territorialidades. Por lo cual, se buscará dejar atrás estas nociones estrechamente moderno-colonizadoras. De acuerdo con la bibliografía consultada, primeramente, se expondrá cómo se delineó la preeminencia de la razón por sobre la materia -problemática dualista- y, a partir de ello, se presentará una gradual transición a las concepciones de modernidad, desarrollo, colonialidad y sujetos emergentes. De esta manera, se explayarán las propuestas de diferentes autores ante un sistema-mundo moderno/colonial/ patriarcal en crisis, y el aporte de los actores para crear otros mundos. Próximamente, en segundo término, se exhibirán las críticas al concepto de razón, espacio. Enriqueciendo el desarrollo con las concepciones y el accionar que aportan los movimientos latinoamericanos, sosteniendo los principios de vida, dignidad y territorio. Cabe aclarar, que, en este contexto, el territorio es la base material en la que se construye colectivamente un nuevo tipo de organización social, donde los nuevos sujetos se constituyen -tanto material como simbólicamente-. Ante este contexto, se plantea la necesidad de un giro epistemológico, en base a los planteamientos de diferentes autores. En tercer lugar, de acuerdo al anterior apartado, se explayará cómo debe definirse el un nuevo orden mundial para dar lugar a la multiplicidad, en base a las experiencias que nos dejó el siglo pasado y las luchas que continúan en el presente. La cuestión central, es la multiplicidad de experiencias de las comunidades, que demanda y construye otros modelos societales, no capitalistas-neocoloniales, exigiendo el compromiso ético de los diferentes actores y por medio de un proyecto político, que no signifique el desprecio al avance de sociedades más modernas, sino la idea de sociedades más humanas, con conciencia de la necesidad de que exista una armonía con el ambiente. Desarrollo En principio, para dar inicio a este trabajo, se dará una crítica a la idea de modernidad, la cual, limita a nuevas formas de vida. Para ello, se tomará al autor Woster, quien pondrá en cuestión la idea de lo considerado moderno concebido en forma dominante; problematizando el carácter dual del mundo -mente y materia-, fundado por Descartes. De esta manera, se reduce la presencia de otros mundos existentes o posibles; siendo su máxima expresión la actual globalización neoliberal de corte capitalista, individualista que, a través, de la aplicación de cierta racionalidad provocó la erosión sistemática de la base ontológica-territorial de muchos otros grupos sociales, principalmente en los cuales no existen principios dualistas del mundo. A los cuales, el autor denominará mundos u ontologías relacionales -donde ni los humanos ni los no-humanos preexisten a las relaciones que los constituyen-. Todos existen mediante un todo ya existente. Por esta razón, el autor destacará que la presión sobre los territorios, actuales y manifestados a nivel mundial -con énfasis en la minería y los agrocombustibles-, puede identificarse como una verdadera guerra contra los mundos relacionales, y una tentativa más por destruir lo colectivo. A partir de este complejo contexto, las luchas territoriales cristalizan en luchas por la defensa de los muchos mundos que habitan el planeta -defendiendo la vida-, frente a la imposición de medidas radicales en el modelo económico y desarrollista, manifestado como una utopía frente a la gran multiplicidad de entramados humano-naturales, provenientes de lugares específicos del mundo, para suscitar la transición a un mundo donde quepan muchos mundos, un pluriverso. A partir de este punto, el mundo no es simplemente un conjunto de regiones atrasadas, las cuales, se encuentran esperando que llegue la modernización, como si el polo moderno (Europa) fuera el lado activo y el resto del mundo el lado pasivo del devenir histórico (Woster 2008). En base a lo planteado, se puede problematizar que, si bien el desarrollo tecnológico genera bienestar para la humanidad en su conjunto, en base a la concepción tecno céntrica. Este proceso, tuvo su origen en el racismo y la esclavitud; siendo creaciones modernas que forjaron riqueza para uno de los polos del mundo moderno- colonial, Europa, lo cual representó miseria y sufrimiento para América, África y Asia. Este lado negativo, fue llevado al olvido, pero fue imprescindible para dar lugar a la modernidad (Porto Gonçalves 2003). Como remarca el autor Quijano (1991) tanto América, como el capitalismo y la modernidad nacieron el mismo día. Por lo cual, existen interpretaciones como el subdesarrollo, configurado como un polo necesario del proceso de desarrollo del sistema mundial capitalista, mediante la reproducción de esta estructura centro-periferia (Porto Gonçalves 2016). En base a ello, los Estados-nación periféricos y las personas no europeas, están sometidos al régimen de la colonialidad global, sobre la que se volverá más adelante; impuesta por los Estados Unidos por medio del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Pentágono y la OTAN. Si bien, ya no existe una administración colonialista, permanecen situaciones coloniales, aun cuando la primera haya dejado de existir -el colonialismo clásico- (Grosfogel 2006). Así también, cabe agregar, retomando al autor Quijano (2000) y Mignolo (2000) que en la actualidad las tres categorías antes mencionadas -capitalismo, modernidad y América- se encuentran en crisis, y el debate continúa vigente, ya que los procesos específicos que se encabezaron durante la época colonial, aún no han concluido, tales como la división racial del trabajo. Así también, autores como Ortiz y Chirif denominarán colonialidad global -redes para ejercer el poder colonial-, a la articulación entre etnocentrismo colonial y clasificación racial universal, a partir de la cual Europa y la América Sajona, generaron una perspectiva temporal mediante su historia y cultura por sobre la existente en los pueblos colonizados (Ortiz y Chirif 2010). Demarcando, también, lo que el autor González Casanova (2003) nombraba como colonialismo interno (Porto Gonçalves 2016). De esta manera, es que se expresa el trato a los diferentes grupos subalternizados o clases sociales/etnias/naciones dentro de las fronteras del Estado, considerando que no tienen sus propios idiomas, sino dialectos; como apático, ocioso y atrasado, con un pensamiento dominante; no perteneciendo a lo urbano, sino a lo rural; no para ocuparse en la mente, sino con las manos, por ser regional y local y no nacional, etc. (Porto Gonçalves 2015). Por otra parte, continuando con el término de colonialidad, y aquí el autor Porto Gonçalves (2003) señalará a Aníbal Quijano (1991), quién marcó que la colonialidad sobrevivió al colonialismo. Ya desde 1492, se impone una clasificación de los pueblos en américa, en base al centro de la civilización. Y a partir de este criterio, se formó la naturaleza dominante de la civilización moderna europea, siendo los pueblos dominados asemejados con la naturaleza catalogados como salvajes, ya que son de la selva; debiendo estar dominados por la cultura del hombre europeo, burgués, blanco y masculino; el civilizado. Por lo tanto, la invención de la modernidad es inherente a la de colonialidad (Porto Gonçalves 2003). Así también, según el autor Mignolo (2003), esta colonialidad moderna-colonial-patriarcal no se inscribió en un espacio ausente de significado, sino en territorios (naturaleza + cultura + poder) donde se forjaron sus adecuados esquemas cognitivos (Porto Gonçalves 2008). A partir de estas consideraciones, el autor Porto Gonçalves, hará un paréntesis y mencionará a Galileo, quien inauguró una única forma de producir conocimiento: solo aquello que se pueda cuantificar es real, dejando de lado los sentidos -la sensibilidad ética y la estética, los valores, la calidad y el alma-. Siendo relegada la concepción griega de la naturaleza como physis, que es un ser vivo, siempre cambiante y no divorciado del hombre; establecida por los pensadores presocráticos quienes no construyeron sistemas filosóficos y doctrinales, como los pensadores durante la crisis de la democracia griega. Próximamente, dará un ejemplo: los pensadores presocráticos, planteaban sus ideas en forma de aforismos y, por lo tanto, estaban abiertas a que el interlocutor interactúe con ellas. Constituyendo su legado mediante el diálogo y otorgando valor al arte de la argumentación. Lo principal aquí, es no solo la proximidad que estos pensadores tuvieron con otras matrices de racionalidad, sino que no diferencian el espíritu de la materia, la naturaleza de la cultura y el pensamiento del ser. En vistas de esta problemática, ante la intención de la Razón Imperial de imponerse por sobre el arte del diálogo -el ágora-, se manifiestan sujetos emergentes: zapatistas, recolectores de caucho, indígenas, discapacitados, mujeres, ecologistas, migrantes, indocumentados, homosexuales, campesinos, negros, raperos (hip hop), trabajadores y jóvenes; quienes regresan a la escena política el ágora, estando nuevamente incluidos en el debate político. Para que esto suceda, se debe permitir que otros puedan tener razón, a pesar de que son otros y, que la razón que habita este mundo se conciba como externa. Entonces, la razón estará siempre sujeta a críticas y, por lo tanto, se presuponen la razón y el ágora, como locus de este debate. Contrariamente, a la idea del Estado Territorial Moderno, siendo una idea europea nacida como un poderoso instrumento de control de multitudes; recuperando de la ley romana la figura de un rey que se coloca por encima de los hombres y mujeres ordinarios, y un derecho que quiere ser universal, el romano, se coloca por encima de los derechos consuetudinarios de la gente común (Porto Gonçalves 2002). Es por ello, que el autor Porto Gonçalves (2008) afirma que racionalidad mínima es una condición de cualquier comunidad humana y la diversidad de racionalidades es el mayor activo de la especie, su mayor expresión de creatividad (Porto Gonçalves 2008). Actualmente, estamos atravesando un período, en el cual, los sujetos ponen en cuestión los viejos paradigmas, los cuales, impusieron conocimiento científico universal/ imperial que colonizó el pensamiento y descalificó otras formas de conocimiento. Es así, que reemergen, quienes tuvieron que forjarse en situaciones asimétricas de poder y decidieron alzar la voz. En estos términos, el autor Porto Gonçalves, propone usar un término diferente a resistir, R-Existir, a través del cual, los sujetos se reinventan a sí mismos en su diferencia, al igual que el europeo también es un invento que se establece como centro dominante en el sistema mundial -moderno/colonial/patriarcal-. Otorgando la posibilidad, y siguiendo la línea del autor Escobar (2014), de concebir un mundo más diverso que la mirada colonial eurocéntrica; con una lógica del capital que pretende ocultar las múltiples racionalidades de quienes lo resisten: América Latina y el Caribe/Abya Yala, en África y en Asia. Afirmándose ante un mundo que creía ser superior (Porto Gonçalves 2002). Otra de las críticas a este orden es su concepción de tiempo, concebido como ganancia. En estos términos, se constituye como una de las máximas de una sociedad mercantil luego del Renacimiento -Siglo XVIII-, permitiendo visibilizar la sobrevaloración que produce esta sociedad: del tiempo sobre el espacio. En este sentido, la conformación de la sociedad mercantil europea involucró, desde sus inicios, el vínculo con otros mundos proveedores de material tangible -oro y plata, etc.-. Por lo cual, el territorio pasa a ser un soporte, como si fuera la base de la sociedad; donde se apoya la sociedad; sus límites se corresponden con su soberanía o donde se asientan los recursos de un Estado. Pero, está lejos de ser una sustancia espacial, enfrentando una tríada relacional de territorio-territorialidad-territorialización. El territorio es una categoría mucho más compleja, es el espacio geográfico apropiado, mediante un proceso de territorialización; otorgando identidades -territorialidades- expresadas de maneras dinámicas y cambiantes, materializándose en un momento dado, mediante un cierto orden territorial y siguiendo una topología social. A partir de este punto, se destacará la necesidad de rescatar esta dimensión material, especialmente, por las consecuencias de la actualidad donde predomina la dimensión simbólica, como si esta se opusiese a lo material. Ambas dimensiones, tienen la misma importancia en el proceso de apropiación, en este caso del territorio, en base a cómo los hombres y mujeres le atribuyen sentido (Porto Gonçalves 2002). Cabe aclarar, que el conocimiento material es conocimiento del tacto, contacto, sabores, mezclados con un conocimiento inscrito y no necesariamente escrito (Porto Gonçalves 2008). De esta manera, disciplinas como la geografía tratan de temas más complejos que las condiciones naturales. En base a ello, el autor mencionará al geógrafo Milton Santos (1996), quien concibe al espacio como un híbrido, formado a partir de la unión inseparable de sistemas de objetos y sistemas de acciones. La materialidad espacial se dispone para ser transformada por la acción de los sujetos y, en base a ello, se crea un espacio; mostrando los límites del paradigma hegemónico dualista. De esta forma, se plantea la necesariedad de coexistir con la diversidad, en lo que refiere a naturaleza y cultura al mismo tiempo. Por lo cual, mediante los cortes de ruta, los piquetes y la visibilización del conflicto en general, se remarca nuevamente el significado del espacio; en un mundo donde hay una intensa fabricación capitalista de subjetividad. Es aquí, donde la geografía de lo social en su subjetividad materializada se muestra como una contradicción. En vistas de ello, hay una confrontación entre geografías, en lugar de encontrarse dentro de la geografía como disciplina, el desafío está en geografiar la vida, el planeta, formando nuevos territorios, nuevas territorialidades (Porto Gonçalves 2002). Por otro lado, siguiendo lo planteado en el párrafo anterior, actualmente se enfrenta una crisis del Estado Territorial -según el Tratado de Westfalia 1648-; especialmente de aquellos protagonistas que lo instituyeron. Ya que, su concepción sobre los territorios está siendo cuestionada, dejando observar su imposición histórica y antinatural. En este contexto, los movimientos sociales adquieren significado, mediante la configuración de nuevas y otras territorialidades; el territorio no es externo a la sociedad que lo constituyó, sino que existe una relación inmanente entre ellos (Porto Gonçalves 2016). Es por ello, que toda cuestión parece habitar en la conformación de las territorialidades: en los procesos y sus protagonistas regionales o locales -sujetos instituyentes-, que se insertan en la escena política. Por lo tanto, la forma geográfica de las sociedades modernas: la productividad del estado territorial, otra de esas categorías que constituye el magma de los significados del mundo moderno/ colonial/ patriarcal -límites, fronteras, soberanía, etc-, también son transitorias porque indican un monto producido en un tiempo específico, con una cierta rentabilidad dentro de un marco de tiempo (Porto Gonçalves 2002). Asimismo, incluir en este apartado la idea de lo incompleto de cada cultura, propuesta por Boaventura de Sousa Santos (2008), ofrece una buena perspectiva para un nuevo diálogo de conocimiento, una auténtica política de contraste posmoderna-colonial, mediante la práctica de Enrique Leff y Emanuel Levinas (1994), de una hermenéutica diatópica (Porto Gonçalves 2008). En general, hermenéutica se refiere la ciencia de la interpretación. La palabra diatópica contiene el prefijo dia-, que en este caso significa a través de y el adjetivo tópica, del sustantivo “topos”, de lugar. Finalmente, no puede dejarse de mencionar que este contexto estará incluído dentro de una revolución ecológica y social que, facilite una sociedad ecológica e igualitaria, como nos plantea el autor Foster (Forster 2015). En un segundo apartado, ante el surgimiento de nuevos protagonistas en la escena política, se denota la necesidad de buscar una nueva episteme que dialogue con estos lugares de debate por fuera del Estado. Por lo cual, hay una relación íntima entre transformaciones socioespaciales históricas y epistemes. Claramente, se está atravesando una crisis política- epistémica; que surge desde entornos locales/regionales, habitados por hombres y mujeres que les dan sentido. Y principalmente, se exige devolver al conocimiento su lado metafórico, el cual, se le fue negado por un conocimiento catalogado como universal (Porto Gonçalves 2016). Por lo tanto, se debe dar lugar a otras matrices de racionalidad, las cuales, ganaron visibilidad en el actual campo de la lucha por el poder, en vistas de ello el autor Escobar, mencionará a algunos autores como Immanuel Wallerstein, Raúl Zibechi y Carlos Walter Porto-Gonçalves, quienes explican esta reconfiguración en el orden global, iniciado luego del año 1945 y, el mismo, fue intensificado en las últimas décadas, llamado por Giovanni Arrighi (1994) caos sistémico (Escobar 2015). Superar este obstáculo político-epistémico, que favorece al tiempo por sobre el espacio alza impulso a partir de los años 1960-1970, este período fue concebido como un giro espacial en el conocimiento, mediante las contribuciones de Michel Foucault y Henry Lefebvre. Este nuevo horizonte teórico-político, visualiza al poder como algo no solamente concentrado en el Estado, sino que es relacional y se localiza en el conjunto de las relaciones sociales en toda la sociedad y en sus diferentes escalas. Asimismo, el autor Porto Gonçalves (2015) remarcará una advertencia, ya mencionada por sociólogo estadounidense Imanuel Wallerstein (1999). Debido a, los dilemas que afrontan los movimientos antisistémicos, principalmente, luego de la década de 1960. En este período, emergieron varios movimientos políticos que, se autodenominaban como antisistémicos, ingresando al estado centralizado como socialdemocracia, en gran parte de Europa; en países comunistas, China y Cuba, y a través del nacionalismo revolucionario: con mucha influencia en Asia, África y América Latina. Esta denominada estrategia de dos pasos, la cual, consiste en acceder al Estado en vistas de en un segundo momento, desde ese puesto de poder privilegiado, cambiar la sociedad, empezó a mostrar sus límites como ideario político. A diferencia de este contexto, durante el año 1990, sí hubo una constitución de manera combativa entre los movimientos sociales; con el objetivo de reformular la agenda teórico-política. Durante este año, en Bolivia y Ecuador, tuvieron lugar, dos marchas significativas que aunaron a sus regiones más periféricas, las tierras bajas y la Amazonía, empuñando el lema: Lucha por la vida, por la dignidad y por el territorio. Cabe aclarar, que no se presentó un diálogo con temas contemporáneos -ecología, la diversidad/identidad, la cuestión del poder, la igualdad, la libertad, etc- (Porto Gonçalves 2015). A continuación, se aclararán los tres puntos mencionados: La lucha por el territorio: tuvo su originalidad, siendo propiamente latinoamericana, representando a los pueblos originarios, de los cimarrones-quilombolas, campesinos, y las periferias urbanizadas (Porto Gonçalves, 2015). Por lo cual, la autonomía territorial se coloca en la agenda política. De esta manera, al desnaturalizar el concepto de territorio, con la tríada conceptual territorio-territorialidad- territorialización, los movimientos sociales latinoamericanos muestran que no hay territorio que no incluya una territorialidad (un significado para estar en el mundo) que no sea un proceso de territorialización. La lucha por la vida: propone un diálogo con/contra el debate ecológico. Además, el colectivo pide terminar con esta idea de defender la naturaleza sin personas, como en las tradiciones hegemónicas eurocéntricas -liberales y socialistas-. Si bien, estos viejos/nuevos grupos/clases sociales, pueblos /etnias/nacionalidades en movimiento ponen en duda la naturaleza, pero lo hacen al indicar su propio camino, no centrado en ellos mismos. De la misma manera, tuvo un origen importante en lo que fue la conferencia de la ONU en 1992 -Río de Janeiro-, debido a la repercusión mundial del asesinato de Chico Mendes, en diciembre de 1988; quien forjó una Alianza entre los Pueblos del Bosque, campesinos e indígenas de la Amazonía brasileña. Al mismo tiempo, en estos años la revista Times eligió como portada esta problemática, lo que demuestra que el mundo estuvo conectado con lo que ocurría en el Amazonas (Porto Gonçalves 2015). La lucha por la dignidad: a través de este lema, los movimientos traen a debate el tema de la diferencia, con la visibilización de los pueblos/etnias /nacionalidades subordinadas y clases/grupos sociales. Por lo cual, la diversidad se politiza; la Whipala es su bandera, no existe el privilegio para ningún color. Claramente, para romper con las cadenas de la opresión. Aquí cabe destacar, a las políticas neoliberalizadoras posteriores a la década de 1980, las cuales, descalificaban a las teorías sobre las luchas de clases para afirmar la diferencia, favoreciendo la constitución de grupos subalternizados y/o segmentos sociales. A partir de ello, gran número de líderes indígenas, campesinos y afrodescendientes, acumularon una importante experiencia política y administrativa, un efecto no deseado de estas políticas. En base a ello, partiendo de teorías como la posmodernidad o el multiculturalismo, se plantea como alternativa la descolonialidad e interculturalidad. Entonces, los grupos subalternos confrontan con el patrón de poder colonial moderno instituido en el sistema mundial moderno-colonial-patriarcal y su sistema de estados. En última instancia, la cultura está politizada y, dado que la cultura le da sentido a las prácticas sociales, implica necesariamente las condiciones materiales para su existencia. Por esta razón, más que tierra requieren territorio (Porto Gonçalves 2015). Por lo tanto, los movimientos sociales latinoamericanos muestran que no hay territorio que no incluya una territorialidad -la sensación de estar en el mundo-, que no sea un proceso de territorialización. De esta manera, se observa la incidencia del colonialismo interno y trae consigo al debate teórico-político la cuestión de plurinacionalidad. En este sentido, los países de Bolivia y Ecuador, en los cuales, el papel principal del movimiento campesino indígena tuvo una gran influencia, en el período remarcado anteriormente. En base a ello, consolidarán en sus nuevas Cartas Magnas, un principio diferente al de Estado Nacional: los Estados Plurinacionales. Además, Bolivia agregó el carácter comunitario: Estado plurinacional comunitario, regresando este ítem al campo del pensamiento antisistémico. Por lo cual, se puede concluir la agenda que demarcan estos grupos y clases sociales en una situación de subordinación, desde sus diferentes lugares: Autonomía, Plurinacionalidad, Interculturalidad, Derechos de la Naturaleza y Buen Vivir. En vistas de ello, se puede afirmar, que los pueblos indígenas lograrán hacerle frente a esta grieta teórico-política, principalmente luego de la década de 1990, con el Convenio 169 de la OIT. Considerando la consulta previa para decidir sobre sus territorios. Poniendo a los pueblos, ante un papel estratégico en la lucha por el agua, el aire, la tierra y la vida; debatidos en base a la autonomía, la igualdad en la diferencia y la familia de conceptos de territorio-territorialidad-territorialización a la que están asociadas. Como consecuencia, de que estos últimos 30/40 años han sido los más devastadores en la historia humana, ante la mayor oleada de expropiación indígena y rural que, se deruralizó y suburbanizó. Así también, surgieron las luchas de los movimientos por los territorios en su diversidad -territorialidades- (Porto Gonçalves 2015). Cabe agregar, que no fue un camino libre de obstáculos, sino que, en el marco del constitucionalismo social, si bien los Estados reconocieron el sujeto colectivo indígena, hubo un período de transición para ponerse en práctica; principalmente en los siguientes contextos: con las constituciones de Guatemala (1985), Nicaragua (1987) y Brasil (1988), en las cuales, se reconoció la conformación multicultural de la nación o el Estado, el derecho a la identidad cultural y nuevos derechos indígenas. Próximamente, luego de darse lugar al Convenio 169 de la OIT (1989); se trazó una reforma parcial del sistema de Estados-nación actual, al dar posesión y protección de los territorios a los pueblos ancestrales y otorgarle el derecho a la autodeterminación; posibilitándoles definir sus prioridades de desarrollo económico, social y cultural en el marco de los estados-nación a los cuales pertenecen. Si bien, para autores como Héctor Díaz Polanco (1998), la globalización habría encontrado el modo de aprovechar el reconocimiento de la diversidad sociocultural, como otra forma de saciar el inagotable apetito de afán de ganancia. De esta manera, mediante la ideología multiculturalista se busca convertir la pluralidad de culturas en una vía para la reproducción y expansión del capital. Si bien, no deben ignorarse los procesos puntuales de reforma constitucional en Bolivia o Ecuador (Ortiz y Chirif 2010). Por último, en un tercer apartado, continuando con el planteamiento del término descolonial, con el cual, se mantiene activo en la actualidad al proceso de lucha, permitiendo visibilizar y fomentar entornos de exterioridad y construcciones alternativas. Si bien, el uso de este término propuesto por Mignolo (2008) y Walsh (2012) no se consensuó, el autor Escobar elegirá continuar utilizando el prefijo des-, frente a esta perspectiva teórico-política-epistémica. Por lo cual, se remarcará que no existe la separación moderna entre teoría y práctica; ya que no tiene lugar en el pensamiento fronterizo y los proyectos descoloniales, y que la ruptura con este binarismo implica cuestionar a la epistemología dominante que apoya esta división. En este sentido, defiende el principio de no existencia de la ciencia neutral, apolítica o incorpórea, como lo defiende el corte binario de la modernidad/colonialidad (Escobar 2015). Aquí se puede agregar, que para dar alternativas a este sistema binario, autores como Quijano (2000) proponen una socialización del poder en oposición a una nacionalización estatista de la producción, este punto es central. De esta forma, la defensa de identidades como la negra, indígena, africana o las nacionales como la colombiana, keniana o francesa son construcciones coloniales; en contraste con ellas, se busca dar lugar a propósitos progresivos para resolver esta problemática (Grosfogel 2006). En este contexto, se perpetraron las ricas contribuciones del pensamiento crítico latinoamericano en las décadas de 1960 y 1970, con énfasis en la mencionada investigación participativa, filosófica y teológica de la liberación, además de la teoría de la dependencia, la pedagogía de los oprimidos, la sociología, etc; pudiendo catalogarse estos trabajos como tratados políticos descoloniales, pero debido a la colonialidad del conocimiento, no consiguieron intervenir en la mesa de discusión con la teoría política hegemónica de Maquiavelo, Hobbes o Locke. Por lo cual, incluirlos hoy en la genealogía del pensamiento político descolonial es una labor inminente. Dedicarse a esta red moderna/colonial, significa buscar realmente la confluencia entre las diferentes disciplinas de las cuales provienen, a partir de las nociones inauguradas por Dussel, Mignolo y Quijano. Cabe aclarar, que las contribuciones no se limitan a estos autores ni se sacralizan sus contribuciones. Entonces, se puede concluir que paralelamente a la organización del Grupo de Estudios Subalternos de América Latina -postcoloniales y postimperialistas-, se propone el programa de investigación de Modernidad /Colonialidad, siendo un camino fundado desde la periferia latinoamericana del sistema mundial moderno/colonial, con los fines de revelar la dinámica del eurocentrismo en la reproducción de modernidad y buscar trascenderlo. La idea aquí, es descolonizar los paradigmas de la economía política, así como el análisis del sistema mundial, y proponer una conceptualización (Escobar 2015). En vistas de ello, puede agregarse las propuestas que se ofrecen desde el sur global; donde actualmente se está buscando un conocimiento que asuma abiertamente una geopolítica y una cuerpo-política descoloniales del conocimiento como puntos de partida hacia una crítica radical. De esta manera, se necesita de una transformación más amplia de las jerarquías sexuales, de género, espirituales, epistémicas, económicas, políticas y raciales del sistema mundo moderno/colonial/patriarcal (Grosfogel 2006). Para dar un ejemplo, están los planteamientos filosóficos de Césaire, pensada desde la geopolítica y corpo-política afro-caribeña, como fuente de inspiración para pensar en salidas prácticas a los dilemas contemporáneos de la explotación y dominación del sistema-mundo contemporáneo (Grosfogel y Almanza-Hernández 2009). De la misma manera, se puede afirmar la necesidad de una razón liberadora, que posibilite el reconocimiento de la dignidad mediante una praxis constructiva-liberadora, reconstruyendo positivamente el camino y dirigiendo la recuperación de la modernidad hacia una transmodernidad (Escobar 2015). Así también, cabe agregar, sobre el pensamiento fronterizo, el cual, no es un fundamentalismo antimoderno, sino una contestación descolonial transmoderna de lo subalterno a la modernidad eurocéntrica. Siendo una redefinición crítica de la democracia a partir de las prácticas, las cosmologías y las epistemologías de lo subalterno; en la búsqueda de trascender el monólogo imperial establecido por la modernidad europeo-céntrica (Grosfogel 2006). Por otro lado, no puede dejar de mencionarse el desencanto que acarrearon los gobiernos de izquierda y sus promesas malogradas, trayendo consigo, la incorporación de grandes fracciones de la izquierda a diferentes movimientos sociales y guerrillas indígenas; donde el objetivo principal no fue ir en contra del modelo estado-nación, por ejemplo, en el movimiento zapatista. Ya que, muchos caminos liberadores han echado andar, cuestionando los antiguas vicios de la izquierda eurocéntrica que se propagó por el mundo. estas experiencias no pueden entenderse bajo la lógica de la izquierda, no son un giro hacia la izquierda, son un giro descolonial, izquierdas otras, además de, transmodernas que se han nutrido de su corpo-política y han tomado las contribuciones del marxismo como crítica feroz del sistema capitalista, rechazando el eurocentrismo y el colonialismo que las reviste; como por ejemplo en las movilizaciones indígenas en Bolivia, en Colombia, Ecuador, etc. Las mismas, han logrado trascender la particularidad y conjugaron diferentes frentes de R-existencia. De esta manera, se mencionará el aporte del autor Holloway (2002) quien, propone cambiar el mundo sin la toma del poder, ya que el estado al ser una institución que tiene su origen en el acaecer del capitalismo; aísla al pueblo y lo fragmenta. De esta forma, los cambios deberían partir de una indagación creativa, de manera organizada y estratégica, surgiendo del poder-hacer y del poder-creativo de los pueblos. En contraposición, el autor Díaz Polanco (2001), afirma que si bien, las victorias electorales no transmutarán el mundo; no pueden ser ignoradas, pues es preciso descolonizar los estados-nacionales apelando fundamentalmente al dialogo interepistémico -interculturalidad-, esbozadas por los pueblos -bloque social de los oprimidos- acallados ante la violencia colonial. Por lo cual, el objetivo central es dar un giro descolonial y fundar una democracia de carácter intercultural en el marco de un estado plurinacional que reemplace al estado liberal hoy en decadencia. En este contexto, el FSM -foro social mundial- en base a su principio universal, radical, descolonizador, anticapitalista y diverso; junto a sus foros regionales y temáticos, representan un bloque global plural de movimientos sociales, redes, ONG’s y otras organizaciones de la sociedad civil que comparten entre sí el rechazo al dominio imperial y a la violencia neoliberal en sus múltiples manifestaciones. A partir de este lugar de encuentro, el autor Escobar concibe el FSM como una malla, tomando la noción del teórico mexicano De landa (2002); elogiando su estructura organizativa y, además, formula mediante la teoría de la complejidad -muchos dominios biológicos, sociales y económicos en redes e interconectados-, mirando al universo como una telaraña y al diseño del ciberespacio como una guía provechosa para optimizar los objetivos horizontales; en la búsqueda de entornos más igualitarios (Grosfogel y Almanza-Hernández 2009). En esta búsqueda de replanteamiento de la moral colectiva, en base a una resistencia pacífica por parte de los pueblos, reforzada de valor e inteligencia, más que de fusiles, y abiertas a negociar sin claudicar, de manera articulada y autónoma; posibilitando una política de transición hacia un mundo capaz de sobrevivir y de vivir. (Gonzalez Casanova 2003). En base a ello, los movimientos enfatizan la reconstitución de lo comunal como el pilar de la autonomía. Autonomía, comunalidad y territorialidad son los tres conceptos claves; no son esferas separadas y preconstituidas, sino que se traslapan, a veces alimentándose mutuamente, otras en abierto conflicto. Según el autor Escobar, hoy en día se tienen que cultivar estas tres vertientes, manteniéndolas en tensión y en diálogo continuo, abandonando toda pretensión universalizante y de posesión de la verdad. A partir de los dos primeros elementos, Autonomía y comunalidad; aparecen aquí íntimamente ligados, constituyendo todo un marco teórico- político original dentro de esta segunda vertiente -comunalidad- del pensamiento crítico de Abya Yala/Afro/Latino-América. Asimismo, en tercer lugar, el pensamiento de la Tierra, la cual, representa la relacionalidad del ser, conocer, y hacer en las configuraciones socio-naturales, donde nada pre-existe; sino que todo se constituye profundamente en relación con todo, como resultado de la autonomía y la comunalidad interconectadas entre sí. Es motivador pensar que de las tres vertientes mencionadas la más antigua es esta tercera (Escobar 2015). Conclusión Existe una multiplicidad de territorialidades y, por esta razón es inminente que haya un proceso de despojo de lo natural. Esta problemática, se encuentra enmarcada en una crisis sistémica y, para dar una solución a esta cuestión, se propone un giro epistemológico del conocimiento, mediante una propuesta transdisciplinar, a través, de la corriente descolonial. Quienes la llevan a la práctica, son las organizaciones que se encuentran excluidas de este modelo moderno/colonizador /patrialcal/extractivista. A partir de ello, se dio a entender que las diferentes cosmovisiones y resistencias no se encuentran aisladas, sino que forman parte de una resistencia a nivel mundial; relacionadas directamente con la actual Crisis del Sistema Mundial, la cual, tuvo su origen en los acuerdos entre Europa y EEUU de posguerra. Definiéndose, de esta manera, la ideología del desarrollo como un cuerpo con base justificable en lo teórico y valorativo funcional a la expansión del sistema mundo capitalista patriarcal-moderno- colonial que fundamentan algunos autores. El cual, no da lugar a ciertas formas de vida y subsistencia en general, dejando los conflictos en espacios marginales. Mientras, las resistencias sociales -antisistémicas/subalternas/oprimidos- que, a través, de sus procedimientos forjan alternativas de vida en sociedad y exteriorizan diferentes prácticas en el espacio público, con el objetivo de replantear la expansión de las relaciones capitalistas. Estas, se visibilizarán por medio de los megaproyectos que se llevan a cabo en los escenarios regionales, que significan la ocupación de espacios protegidos, además de rurales y urbanos, seleccionados de manera estratégica tanto por el Estado como por diferentes corporaciones. Ya sea, en lo que respecta, a la extensión de las áreas urbanas, la actividad agrícola contaminante, obras viales con alto impacto, la incautación de bienes comunes, la ruptura de relaciones y formas de vida establecidas a nivel local, etc. que visibilizan fallas y consecuencias para la humanidad en su conjunto. La resurgencia de movimientos sociales, aliados con sectores indígenas y campesinos permiten, aún hoy en día, crear, coordinar y mantener la unión entre los miembros, y, por lo tanto, la continuidad de su lucha y contagiar a otras. Bibliografía
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