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Taller – Núcleo 9: Carisma y laicado El bioma de la fraternidad desde el ser Religioso Hermano

EL BIOMA DE LA FRATERNIDAD DESDE EL SER RELIGIOSO HERMANO

Comisión Religiosos Hermanos - CLAR1

Breve descripción de la temática

La idea central de este taller es presentar el ser Religioso Hermano como aquél que ayuda a
cultivar y ampliar “el bioma de la fraternidad”, desde realidades que favorezcan el crecimiento de
las/os cristianas/os entre sí y hacia los demás, en una perspectiva de autonomía y de
interdependencia, en conexión con todas las realidades (personas, naturaleza…).

Otro mundo está en camino. Muchos de nosotros no


estaremos aquí para contemplar su llegada. Pero si hay
silencio alrededor, si mantengo el oído atento, ya
puedo escuchar su respiración. Arundhati Roy 2.

Comprender con lucidez y criticidad el momento histórico que vivimos es un desafío. Romper con
viejos paradigmas para abrazar otros nuevos suele provocar crisis e inseguridad. Pero es
importante destacar que los tiempos de crisis están cargados de ambivalencia. Producen
incertidumbres y miedos, pero también fomentan preguntas, y generan movimiento, apertura y
búsqueda de soluciones. Desde esta doble mirada, la sensibilidad y el discernimiento aparecen
como exigencias históricas frente a las cuales no podemos permanecer indiferentes. Pero eso no
es todo.

El mundo en toda su extensión, de un extremo al otro, pasa por transformaciones permanentes.


Todo parece cambiar constantemente: la sociedad, las costumbres, los valores, los tabúes, las
ciencias, las tecnologías, las ideologías y de una forma general, las mismas culturas. El hecho

1
Varios Religiosos Hermanos aportaron a la elaboración de este texto de reflexión. La redacción final la realizaron
los Hermanos Natalino Guilherme de Souza y João Gutemberg Coelho, maristas brasileros.
2
Entrevista a Le Monde, el 18 de enero de 2004. Traducido al español por los autores.

Memorias Congreso de VC
Taller – Núcleo 9: Carisma y laicado El bioma de la fraternidad desde el ser Religioso Hermano

es que jamás en la historia humana el motor que produce tal metamorfosis ha estado trabajando
tan rápidamente como ahora. Esto nos impacta a todos y, no pocas veces, produce perplejidad y
asombro. La verdad es que un nuevo mundo está surgiendo ante nuestros ojos sin que sepamos
definirlo completamente.

Con la Vida Consagrada (VC) no es diferente. Ella sufre los influjos de la sociedad
contemporánea con sus cambios continuos. Nuevos sujetos y escenarios pasan a componer los
espacios que, hasta hace poco tiempo, parecían reservados a los religiosas/os. Surge, entonces,
la apertura y la satisfacción por un lado, y la inseguridad y la resistencia por otro, posturas que
parecen polarizar a las/os religiosas/os en dos extremos, entre la comprensión positiva y
negativa de esta realidad. Considerando la amplitud y la complejidad de este tema para la VC en
general, abandonamos la pretensión de analizarlo en su totalidad, para fijar nuestra reflexión en
la realidad del Religioso Hermano , como testigo de humanización y fraternidad para un mundo
en transformación.

Para superar las limitadas alternativas que sólo nos ofrece un análisis yuxtapuesto entre lo
positivo o lo negativo del momento que atraviesa la VC y, en ella, el ser Religioso Hermano ,
vamos a pensar en este estilo propio de consagración a partir de una metáfora: el “bioma de la
fraternidad”.

Aunque somos conscientes de que una metáfora puede ocultar elementos importantes de la
realidad o, incluso, puede llegar a no presentarlos con la debida propiedad, es un riesgo que
asumimos. La metáfora del “bioma” nos parece adecuada para tratar el tema de la fraternidad
en el contexto de la vida religiosa del Hermano hoy. De hecho, podemos afirmar que este bioma,
que representa el modus vivendi del Religioso Hermano, lo convierte en memoria y profecía viva
de una Iglesia circular, constituida por el Pueblo de Dios, donde los ministerios son vividos a
partir de la autonomía e interdependencia de los bautizados que comparten una misma dignidad,
vida y misión. Como expresión de “bioma”, los Hermanos son universales y se conectan con
múltiples realidades referidas al otro y a la misma creación, emulando así la idea paulina (Rm
8,19-21) y franciscana de “fraternidad universal”.

Entender la vocación del Hermano desde la perspectiva del “bioma de la fraternidad” exige, por
lo tanto, comprender sus implicaciones. El Hermano es un laico consagrado que vive la
fraternidad como forma de expresar su fe en Jesús y de abrazar su misión. Ante el mundo y la

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Iglesia, proclama desde su vida la verdad que se proclama en la Epístola a los Hebreos: “[…]
tanto el santificador como los santificados tienen todos el mismo origen. Por eso no se
avergüenza de llamarles hermanos” (2,11). La vida y las opciones del Religioso Hermano lo
colocan al lado de los demás bautizados sin calificativos extraordinarios. Es un seguidor del
“Camino” (Cf. Hch 9,2), como sus demás hermanas/os, pero el Religioso Hermano se dispone,
con serenidad, a fecundar su vida y la del Pueblo de Dios a través de la fraternidad, la cual
constituye su propia opción de vida.

A esta altura de la reflexión, alguien podría preguntarse: ¿Cómo entender entonces el carisma y
la misión del Hermano a partir de este planteamiento? La respuesta a esta pregunta es tan difícil
como liberadora. Es difícil de responder no por tratarse de una propuesta con aspectos oscuros y
una elaboración rebuscada. No es eso. Su dificultad resulta más bien de un modelo eclesial
cristalizado con el tiempo y que ha creado en nosotros un “sistema inmunológico mental” que
rehúsa y combate todo lo que no corresponda con ese modelo eclesial. Se percibe
inmediatamente que se trata de prejuicios que nada tienen que ver con el Evangelio o con una
vocación especial. Son más bien lógicas culturales y eclesiales, basadas en el miedo a perder
poder y privilegios. En otras palabras, son un subproducto de posiciones autoreferentes e
inseguras.

Pero la respuesta es también liberadora, como afirmamos anteriormente. Ella nos pone en una
realidad concreta, ante la cual los Hermanos estamos convocados a elegir dónde y con quiénes
necesitamos caminar rumbo a un futuro desconocido. El estilo propio del Religioso Hermano de
servir al mundo y cultivar el “bioma de la fraternidad”, mantiene siempre abiertas las puertas a los
que sienten en el corazón la llamada del Espíritu a vivir el mismo carisma. El Hermano es aquel
que debe estar siempre dispuesto a acoger lo “nuevo” que brota de esta relación. No cerrar los
ojos ni bajar los brazos, sino caminar activamente rumbo a lo “nuevo” que se anuncia, aunque no
lo vea con claridad. Incluso porque lo característico de la fe es poseer lo que creemos aún antes
de verlo claramente (Cf. Hb 11,1).

Creer es, por lo tanto, optar. Por eso, la presencia del Hermano en el tejido eclesial y socio-
ambiental ayuda a la Iglesia a promover la inclusión y la participación de todos los bautizados en
el munus de Cristo. También a comprender la verdad de la afirmación de Jesús de que sólo
tenemos un Maestro y de que todos somos hermanos (Cf. Mt 23,8). Por eso la comunidad de

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Hermanos es un sacramento de la vitalidad que el bioma fraterno puede propiciar, y está llamada
a ser:

- Una fuerza evangélica para una Iglesia desdibujada y fragilizada en sus convicciones.

- Una señal de generosidad y fidelidad para una sociedad negligente de sus compromisos con
la justicia y la vida en todas sus formas.

- Una interpelación continua a la Iglesia y a la sociedad, especialmente ante las


manifestaciones de “sordez” frente a los clamores de sus hijos e hijas, especialmente de los
que más sufren.

El momento histórico y eclesial que vivimos nos ofrece la posibilidad de rescatar los elementos
que ayudan a cultivar y mantener el “bioma de la fraternidad”. Sobre todo con posiciones
proféticas de apertura al nuevo estilo de ser Iglesia, de evangelizar y de vivir la misión
compartida. Ante una posibilidad es necesario escoger. Y lo haremos con la sensibilidad y el
discernimiento que se propuso al comienzo, y con la confianza de que el mundo nuevo que nace,
y del cual somos testigos, está cargado de las promesas del Espíritu que ansiamos y que,
finalmente, comenzarán.

Como lo hizo con Jesús, María nos acoge y nos acompaña en el adviento de este nuevo mundo,
más humano y fraterno.

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