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Cundo Bermúdez: el último maestro de la escuela de La Habana

Por Mireya Castañeda

Cundo Bermúdez Secundino, Cundo, Bermúdez, el último de los grandes maestros de La Escuela de La Habana,
acaba de fallecer en Miami a los 94 años.

Estudiosos y crítico coinciden en señalar que con él concluye un ciclo de oro de la pintura cubana, aquella que
deslumbró a espectadores y críticos desde su aparición en los años 40, cuando un grupo de jóvenes pintores y
escultores consagró la existencia de un sólido movimiento innovador caracterizado por la calidad y originalidad de sus
propuestas artísticas.

Nacido en la capital cubana el 3 de septiembre de 1914, Bermúdez se tituló de bachiller en el Instituto de La Habana.
De 1930 a 1932 estudió pintura en la Academia de San Alejandro y dos años más tarde ingresó en la Universidad de
La Habana donde se graduó en 1941 de Derecho Diplomático y Ciencias Sociales.

Es una época en que trabajaba, estudiaba y pintaba. Así se destaca su labor en la revista Selecta, fundada por López
Serrano, propietario de librería La Moderna Poesía y sus colaboraciones gráficas para Orígenes (entre 1944 y 1956), la
revista literaria fundada por el escritor José Lezama Lima.

Las décadas de los años 20, 30 y 40 fueron de auge extraordinario para el arte en la Isla. Es un momento por demás en
que dos importantes generaciones de artistas plásticos cubanos cruzan sus obras, la del 27 y la del 40, a la que
pertenece Cundo Bermúdez, con su formidable talento para el uso de la luz y del color.

Se suceden exhibiciones significativas: Primera Exposición de Pintura y Escultura Cubanas y la Exposición de Arte
Moderno, en 1936, año en que Eduardo Abela funda el Estudio Libre para Pintores y Escultores, con la colaboración
de Mariano Rodríguez y René Portocarrero y el escultor Alfredo Lozano.

Junto a otros pintores y a manera de protesta por la ausencia de galerías de arte, Bermúdez expone sus obras en los
árboles del Parque Albear en 1937. Allí estuvieron sus cuadros Bailarina, Callejas de mi escuela, Cloroformo, Retrato
de Rafael Llerandi y Salida del taller.

En 1938, se organiza la Exposición nacional de pintura y escultura, en el Castillo de la Fuerza y, en 1940, Trescientos
Años de Arte en Cuba, en la Universidad de La Habana, en las cuales Bermúdez tiene una destacada participación.

Luego viaja a México y estudia en la Academia de San Carlos. Allí manifiesta su admiración por las obras de Rivera,
Orozco y Siqueiros, impresionado por sus pinturas y los temas de sus murales, que imprimirían después a la obra de
Bermúdez un sentido monumentalista, enriquecido con la luz cubana.

En 1941, en la Exposición de Arte Cubano Contemporáneo, del Lyceum de La Habana, vende su primer cuadro: Dos
niños y al siguiente año, en ese mismo espacio, tiene su primera exhibición individual.

De las obras mostradas en ella, el artista reconoció tiempo después que estaban muy influidas por los grandes pintores
cubanos de la generación anterior: Amelia Peláez, Carlos Enríquez y otros.

La Hispano Cubana de Cultura inaugura en La Habana, en 1943, la Exposición de Pintura y Escultura Moderna
Cubanas a la que asiste el mexicano David Alfaro Sequeiros, quien dice de Bermúdez: …representa audacia en las
artes plásticas. Él sabe cómo construir de una manera sincronizada. Con tonos y primeros planos situados en
profundidad pictórica, en contraposición, él construye y organiza, a veces de manera casi milagrosa. Yo creo que este
artista ha tenido gran importancia en la gama cromática de la pintura moderna cubana.

El año de 1944 es trascendental no sólo para Bermúdez, sino para la pintura cubana. Se inaugura la Exposición de
Pintura Cubana en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) con tres representantes de la vanguardia
inicial, Amelia Peláez, Fidelio Ponce y Carlos Enríquez, y dos jóvenes que evidenciaban su talento, Mario Carreño y
Cundo Bermúdez.

De la obra de Bermúdez dice entonces el director del MOMA, Alfred H. Barr, es vigorosa y original con sus armonías
de color metálico.

La exhibición en el MOMA es el principio de la carrera internacional de Cundo Bermúdez y en la actualidad dos de


sus cuadros, El balcón y La barbería, son parte de la colección permanente del museo.
A partir de la segunda mitad de la década de los años 40, Bermúdez expone en los Estados Unidos, México, Buenos
Aires, Haití y Suecia y ya en los 50 destacan sus exhibiciones en el Museo de Arte Moderno de París y en Munich.

Para 1952 está presente en la XXVI Bienal de Venecia junto a sus amigos y compatriotas Mario Carreño, Víctor
Manuel, Luis Martínez Pedro, José Mijares, Felipe Orlando, Amelia Peláez y René Portocarrero. Un gran momento
para el arte cubano.

Bermúdez tiene una espléndida carrera hasta fines de los 90, exhibiendo sus cuadros en España, Francia, Bélgica,
Holanda e Italia, en la Bienal de Sao Paulo, en 1956, año en que gana el primer premio en la Exposición Internacional
de Arte del Caribe del Museo de Arte de Houston, Texas, en Chile, Perú, Caracas y Río de Janeiro.

Al conocer la noticia del fallecimiento de Bermúdez, Lesbia Vent Dumois, presidenta de la Asociación de Artistas
Plásticos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, expresó al periódico Granma: Fue uno de los representantes de
la llamada Escuela de La Habana, y pertenece por derecho propio al patrimonio artístico de la nación. El Museo
Nacional de Bellas Artes atesora parte de su legado. Debemos estudiar su obra y detenernos en ella.

Entre esas obras de la Colección Cubana de Bellas Artes, y expuesta en una de sus salas permanentes, está el Flautista,
óleo sobre tela.

Roberto Cobas, curador del Museo, advierte varios períodos en la obra de Bermúdez: En su primera época la pintura
de Cundo Bermúdez oscila entre el clasicismo renacentista y la fascinación por el arte popular, pero —precisa— la
consagración definitiva de su obra está vinculada con su amor a la vida urbana y a las costumbres tradicionales del
hombre común.

Para Cobas, Cundo descubre la esencia de su arte en el esplendor de lo cotidiano. En la recreación contemporánea de
escenas populares… el artista encuentra los motivos medulares de su pintura.

Cundo Bermúdez fue el pintor de la luz y la exuberancia del color. En sus óleos magistrales, con una figuración
aparentemente ingenua, y gracias a su mirada singular, quedan plasmadas esas escenas cotidianas, elevadas a la
categoría de arquetipos.

En la pintura cubana moderna hay nombres absolutamente imprescindibles: Wifredo Lam, Mariano Rodríguez, Víctor
Manuel, Amelia Peláez, Mario Carreño, Carlos Enríquez, René Portocarrero, Fidelio Ponce...

A esta relación se une ahora Cundo Bermúdez, el último maestro de aquella generación de la Escuela de La Habana, la
vanguardia que revolucionó las artes plásticas cubanas y puso a Cuba en la primera línea del arte moderno.

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