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Nombre: Cryan Tomas

Dni: 34.436.184

E-mail: Joncra_84@hotmail.com

Eje seleccionado: 2) Juego, trabajo y revuelta

Textos seleccionados: “¿Estamos aquí


para jugar o ser serios?” y “el arte, ejercicio de la crueldad”

Fragmentos seleccionados: “potencia


contra poder, o el acto del deseo” y “rechazar, o la potencia de hacer de otro modo”
La intención del trabajo será mostrar la necesidad que tiene la revuelta, para ser pensada, de
relacionarse con los conceptos de juego y trabajo en las obras seleccionadas de Bataille y Didi-
Huberman.

Para comprender esta interacción en Bataille es necesario pasar por “Lascaux o el


nacimiento del arte” (2012). Allí se nos presenta el cuadro de origen tanto del trabajo, encarnado
en el homo faber, y el juego, personificado por el homo sapiens. “La herramienta es el principio
del trabajo” (Bataille, 2012: 375), su desarrollo y empleo son los hechos que dan forma al mundo
del homo faber. Ámbito que se articula en cuatro momentos, que se suponen el uno al otro: a)
manipulación de utensillos de piedra, b) el despertar de la conciencia de muerte, que se desarrolla
al comprender que la herramienta de piedra perdura y su portador no, c) la prohibición que regula
la fascinación y el horror que produce el cadáver y d) la separación del mundo profano (mundo
del trabajo) y mundo sagrado (todo lo que lo excede al mundo del trabajo y se aleja mediante la
prohibición). Al mismo tiempo, la manipulación de herramientas da forma a un tipo de
pensamiento utilitario: La fabricación de objetos supone su división en objeto presente y objeto
futuro. El primero apunta a la realización del segundo y este direccionarse produce una
temporalidad de lo útil (medio-fin) El empleo funda una racionalidad, montada en la producción,
que también establece su propia temporalidad. Ahora bien, “el trabajo fue superado por el juego”
(2012: 389). Superación llevada a cabo por el “homo sapiens” mediante la obra de arte, que es su
aporte propio. La obra, en este caso las pinturas de Lascaux, tiene “el valor de una oposición: es
una protesta contra un mundo que existía, pero sin el cual la misma protesta no habría podido
tomar forma” (2012:375). La posibilidad de la irrupción del arte requiere del desarrollo del
mundo del trabajo. A su vez, el arte “es antes que nada juego” (2012: 375). El juego es la
negación de lo útil. Encuentra su raíz en el mundo sagrado y es la manera en que el homo sapiens
se puede apropiar del ámbito prohibido, avasallando los límites impuestos por el trabajo. Según
Bataille el mundo laborar debe ser homogéneo, no puede haber una perturbación en la relación
medios-fin. La muerte, el sexo y lo sagrado no pueden ser reducidos a la limpidez que el homo
faber desarrolla. El homo sapiens será el encargado de explotar y explorar lo que está más allá de
esas fronteras.

En “¿Estamos aquí para jugar o ser serios?” (2015), lo propuesto en “Lascaux o el nacimiento
del arte” (2012) se profundiza para mostrar una suerte de regresión. Si el Homo Sapiens aparece
para igualar la humanidad con el juego, que es su espacio más propio, en este otro texto se da
cuenta de cómo el trabajo se ha impuesto: “El principio del mundo nuevo: lo único soberano es lo
útil, y el juego no es tolerado sino cuando sirve” (Bataille, 2015:210). Introducir el servilismo en
el juego es toda una operación. Bataille considera que el trabajo necesita la licencia (fiesta, juego,
religión) para ser viable. Es decir, si el trabajo se opone al ámbito de lo sagrado lo hace mediante
la acumulación de recursos que hacen sustentable la vida. Sin embargo, el gasto es un elemento
clave en la antropología batailleana. El juego implica siempre una destrucción de recursos.
Reduciendo el gasto implicado en él, volviéndolo menor, el trabajo se enseñorea del ámbito
lúdico. Por lo que, en este nuevo estado de cosas, el juego fue reducido a un mero
entretenimiento, que no pone en peligro el mundo del trabajo. Humillando el juego, volviéndolo
risible, lo útil encuentra la manera de negar lo que debía negarlo. Pero existe otro modo de jugar,
que introduce una noción capital dentro de la obra del autor: “Nada resulta menos familiar para
nuestro pensamiento que el juego mayor, que no puede servir, y donde se manifiesta la verdad
profunda; no hay nada soberano más que el juego” (2015:211). La no humillación del juego
consiste en reconocerlo como soberano ¿qué implica esto? “conducirse soberanamente es igualar
lo que tiene un fin con lo que no lo tiene” (2015:194). En el corazón de esta equiparación se
encuentra la verdad de otro tipo de juego. Si el trabajo realiza una domesticación del juego
mediante su limitación. El juego mayor se realiza corriendo los limites, exaltando las distancias.
Si el límite conserva, su atenuamiento pone en riesgo el ámbito servil. Aquí tenemos que tener en
cuenta un movimiento fundamental: los objetos empleados en el trabajo tienen un fin. El uso hace
que esta finalidad se traslade al propietario. El trabajador aliena una parte de su libertad en esta
sumisión a los fines del objeto. La única salida de este atolladero, que impone la lógica del
mundo del trabajo, es la destrucción del objeto y de los fines que toman parte del sujeto. En el
juego mayor se hace gala de un frenesí destructivo. Nuestro autor es dado a los ejemplos límites:
el potlach, que consiste en la competencia mediante la destrucción creciente de los objetos
acumulados, practicado en ciertas tribus; y el sacrificio ritual de antiguas civilizaciones. El juego
mayor, que es posibilitado por el trabajo, infiltra en el ámbito servil los elementos que lo vuelven
imposible. La muerte, mediante este, encuentra la forma de borrar los límites que la mantenían
bajo el interdicto. Lo que se equipara en el juego mayor es lo útil y la muerte. Igualdad que
supone anulación.
El último texto, “el arte, ejercicio de la crueldad” (2015), nos permite poner en claro el
motor destructivo del juego, ahora tipificado en el arte. ¿Cómo nos podemos sentir atraídos a la
destrucción del ámbito que permite acumular recursos para vivir? El horror que nos produce esta
escena sería transmutado en la obra artística, se filtran los elementos frenéticos para obtener “un
placer fuerte, pero placer al fin” (Bataille, 2015: 117). Para Bataille la pintura moderna, se refiere
principalmente a la pintura surrealista que “Prolonga la obsesión multiplicada de la imagen
sacrificial” (2015: 119). El arte que le interesa al autor implica la destrucción del objeto, pero
importa solo “en la medida en que nos trastorna” (2015:123). Si, como se desarrolló arriba, el
objeto crea unos lazos con el sujeto, imponiendo sobre él sus fines, el arte, entendida como una
trampa que nos atrae al ocaso, tendría la potencia de “destruirnos en tanto que objetos”
(2015:123), mediante la representación sacrificial el objeto queda suprimido del sujeto.

Si tenemos en cuenta los tres textos podemos concluir que el hombre, que estaba aquí para
jugar, se ha sometido voluntariamente al trabajo. El servilismo crea un medio opresivo en donde
solo se da la reproducción infinita del sujeto y el objeto. La revuelta se hace necesaria y posible
mediante una recuperación del sentido del juego mayor. Solo en la medida en que nos
relacionamos con la posibilidad de un juego destructor, con un arte aniquiladora vislumbramos el
principio soberano, solo allí se nos promete “la irresolución del instante” que no se puede apresar.

Los aportes de Bataille nos permiten leer el texto “sublevaciones” (2018), de Didi-
huberman, bajo el carácter de juego mayor. La lectura batailleana da cuenta de cómo la filosofía
“se remitió al trabajo (…) se confió a los métodos que habían sobresalido en el plano del
conocimiento” (2015:218); sin embargo, esto es un olvido del origen de la filosofía como
heredera de la tradición sagrada, que veía en la resolución de los enigmas una tarea peligrosa. El
ejercicio filosófico puede recuperar su carácter mayor si recupera la noción enigmática,
desvincular al pensamiento de su carácter útil de modo que “no podemos sorprendernos si lo
vemos manifestarse en forma de juego” (2015:216). Teniendo esto en cuenta, podemos pensar el
texto de Didi-huberman como la recuperación del sentido enigmático de la revuelta.

La expresión enigmática del texto se apoya en la postulación de un dilema, que recorre


toda la obra y pierde el carácter de sobremesa por estar cimentado en la angustia y la opresión.
Dilema que encuentra cabal expresión en Bataille: “Si la rebelión es pura, intratable, él [rebelde] renuncia
al ejercicio de cualquier forma de poder y llevará la impotencia hasta el punto de alimentarse con las facilidades del
lenguaje incontinente; si la rebelión transige con la búsqueda del poder, se une al espíritu de sumisión” (Didi-
Huberman: 2018: 113). Todo el libro se puede leer como la articulación conceptual que resuelve
el dilema.

Para el autor “hay que admitir, como premisa necesaria para cualquier reflexión sobre las
formas de la sublevación, la distinción conceptual entre potencia y poder” (2018:113). Podemos
entender el Poder como la estructura que articula la configuración política. Al mismo tiempo, el
poder aparece como cerrado sobre sí y produce una lógica que legitima la violencia y la
pauperización; la Potencia, en cambio, es en principio una energía perenne. Su estado no es
virtual, es en sí acto. Esto permite que la revuelta este siempre a la mano, siempre porvenir.
Además, al francés le interesa una configuración especial que llamara “potencia soberana”: “un
no-poder persistente (…) marcado por el sello de la fatalidad” (2018:102). El carácter fatal viene
dado a que la revuelta siempre puede fracasar, además de que su darse no contiene un proyecto
particular. Podría considerarse el Poder como la solidificación de la Potencia, pero como esta
nunca se agota en aquel, al despojarse del carácter virtual, siempre puede retomar su actividad y
desarmar la configuración que la retiene. Hasta aquí el autor muestra como al relacionarse con la
Potencia la revuelta siempre es factible. Lo que queda por pensar es ¿de qué manera sublevarse?

La forma privilegiada de la sublevación será el rechazo. No consiste tanto en una


negatividad, en un no hacer, sino en la creación dialéctica. En la génesis de formas de vivir
novedosas que se opongan a lo dado. La dialéctica del rechazo se puede dar de dos maneras: a)
un rechazo que execra, destruye y quita la vida, es un rechazo-poder; y, un rechazo que excede,
que “deja vivir y que no se impone autoritariamente, pero que pese a eso excede todas las
posiciones fijadas: es un rechazo potencia” (2018: 151)

La configuración del texto de Didi-Huberman como un juego mayor permite evaluarlo


como la apertura a un jugarse la vida, es decir sublevarse, para fundar una comunidad totalmente
otra de la que conforma el mundo del trabajo. El mayo del 68 será categorizado como la
comunión de potencias que exceden y que permiten estar juntos en un no-apropiarse del otro, es
decir “no volverlo cosa”, no imponerle, ni que nos impongan fines. Cada estudiante francés que
se sublevo, lo hizo sin proyecto. Su deseo fue más allá de la opresión y la angustia de enfrentar a
un poder que pone en riesgo la vida. “Sublevaciones” se nos presenta como una invitación abierta
a jugar, cada quien deberá determina el modo del juego, cada quien cargará su no. Siempre solos,
siempre en compañía

Bibliografía:

Didi-Huberman, Georges, “Por los deseos (Fragmentos sobre lo que nos subleva)”, en:
Sublevaciones, ed. Diana Wechsler, Sáenz Peña, MUNTREF, 2017.
Bataille, Georges, La felicidad, el erotismo y la literatura. Ensayos 1944-1961, trad.
Silvio Mattoni, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 1ª ed., 2ª reimpresión, 2008.
Bataille, Georges, “Lascaux o el nacimiento del arte”, en para Para leer a Georges
Bataille, ed Diaz de la Serna Ignacio y Ollé-Laprune Philippe, México, Fondo de Cultura
Económica, 2012

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