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1. INTRODUCCIÓN
Gracias a la abundancia de sus recursos naturales y las continuas mejoras de sus
productividad, la Argentina se encuentra en una posición única para producir productos
alimenticios, agrícolas y ganaderos. No debe sorprendernos que la Argentina sea uno de los
productores y exportadores más importantes de productos agroalimentarios. Argentina es uno de
los cuatro mayores productores de soja, girasol, trigo y maíz. Argentina está también en 5o lugar
como exportador de trigo, 2º como exportador de maíz, 3º en girasol y soja, y es el exportador
número uno de aceites y pellets de girasol y de soja del mundo. En los últimos 20 años, el sector
agroalimentario ha constituido un motor fundamental de crecimiento económico como principal
generador de exportaciones e ingresos fiscales en Argentina.
A partir de la década de los 90 se introdujo una situación pre-competitiva. La economía
se abrió a la globalización, se adoptaron las reglas del mercado libre, se privatizaron las
compañías de propiedad del estado y se controló finalmente la hiperinflación con la
implementación del régimen de convertibilidad que vinculaba el peso local con el dólar
estadounidense. Como resultado de estos cambios de política, los años 90 fueron una década de
economía estable y crecimiento alrededor de la regla aglutinante de la convertibilidad (un peso-
un dólar). Los mercados de agronegocios y alimentos también se liberalizaron con la eliminación
de las Juntas (Junta de Granos y de Carnes) y la reducción de la intervención y de las
subvenciones del Estado. La privatización de puertos, ferrocarriles, compañías petroleras,
instalaciones eléctricas, sistemas de comunicación, sistemas de rutas y caminos, junto con el
aumento de las inversiones privadas, redujo los costos de los agronegocios. Los impuestos a las
exportaciones y los aranceles de importación se redujeron significativamente o se eliminaron por
completo. Esto dio como resultado una disminución de la distorsión entre los precios internos e
internacionales. Las políticas dominantes promovían al máximo la competencia, actualizando las
ventajas comparativas y los recursos locales.
El resultado de estos cambios institucionales fue el desarrollo de la agricultura argentina
gracias a una tecnología más innovadora de procesos y productos (sistemas de cultivo por
siembra directa, fertilizantes, agroquímicos, SOJA GMO/RR, GPS, nuevas plantas de
procesamiento de girasol y soja, etc.). Además de los cambios tecnológicos, se produjo una
“revolución silenciosa” en la forma de llevar a cabo y organizar la producción agrícola que pasó
de una agricultura de auto-producción (propietaria, por administración de las tierras propias) a
una agricultura basada en contratos (de servicios, de arrendamiento de tierras, de cosecha, de
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Autor correspondiente: Sebastián Senesi, E-mail: ssenesi@agro.uba.ar, Programa de Agronegocios y Alimentos,
Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
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mercados a futuro, de seguros, etc.). Estas innovaciones organizacionales, junto con la
introducción de nuevas tecnologías, tuvieron como resultado una forma más competitiva de
practicar la agricultura, que llevó a:
un crecimiento del 57% del área plantada con las 4 commodities principales –soja,
girasol, trigo y maíz– de 14,5 millones de hectáreas en 1992 a 22,7 millones de hectáreas
en 2000;
un aumento del 64% de la producción de dichos 4 cultivos más importantes, de 35,.5
millones de toneladas en 1992 a 58,3 millones de toneladas en 2000.
No obstante sus ventajas comparativas y competitivas, la competitividad del sector
agroalimentario argentino se vio seriamente perjudicada por una serie de crisis macroeconómicas
y sacudidas institucionales a partir de diciembre de 2001. Esta “caótica” crisis institucional dejó
al Estado y a la sociedad sin puntos de referencia, y la vida diaria se vio abruptamente
paralizada. La acción colectiva negativa, el comportamiento de búsqueda de alquileres y las
demoras contractuales se convirtieron en la norma, con el enfrentamiento continuo de diferentes
grupos de interés que trataban de convertirse en ganadores de juegos de suma cero. Ni el área
plantada ni la producción aumentaron significativamente hasta 2004.
Como los agentes económicos no confiaban en la moneda ni en el sistema bancario, se
vieron forzados a mejorar las nuevas estructuras organizacionales y financieras para disminuir
los costos de transacción, reforzar los derechos de propiedad y de ese modo promover las
actividades económicas normales de compra, venta, ahorro e inversión necesarias para generar
crecimiento y puestos de trabajo.
Este fue precisamente el caso en el sector agroalimentario argentino. Más
específicamente, los productores desarrollaron complejos acuerdos organizacionales y relaciones
de negocios que implicaban a contratistas, productores, proveedores, procesadores, exportadores
e inversores individuales (algunos sin experiencia previa en el sector). Estos acuerdos “híbridos”
–que no constituyen ni mercados ni jerarquías– proveyeron el marco institucional necesario para
mejorar los costos de transacción y construir confianza entre los agentes de modo que los
contratos y el intercambio pudieran continuar llevándose a cabo en un entorno altamente incierto.
Además, estos acuerdos híbridos les permitieron a inversores externos proveer capital a empresas
agrícolas rentables de producción y procesamiento, que a su vez enfrentaban restricciones
financieras. En la actualidad, se estima que el 50% del total de la agricultura se practica por
medio de estas nuevas formas organizacionales.
En este contexto de gran incertidumbre institucional y altos costos de transacción, y con
una demanda creciente de productos agrícolas y alimenticios a nivel global, surgieron diferentes
estructuras de gobernancia híbridas que le permitieron a la Argentina mantener y aumentar su
posición de liderazgo en el sistema agroalimentario mundial. Los resultados son:
un aumento del 23% del área plantada con las 4 commodities principales –soja, girasol,
trigo y maíz– de 22,7 millones de hectáreas en 2000 a 28 millones de hectáreas en 2008;
y un aumento del 62% de la producción de dichos 4 cultivos más importantes de 58,3
millones de toneladas en 2000 a 88 millones de toneladas en 2008.
En resumen, el área sembrada aumentó el 93,1% en el período 1992-2008, y la producción
aumentó el 147.8% (ver la Tabla 1).
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Tabla 1. Área sembrada y producción de cuatros cultivos más importantes en Argentina
(1992-2008)
% de aumento
1992 2000 2008
(1992-2008)
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interdependencia entre socios –compartido, secuencial y recíproco– afecta la elección de
estructura de gobernancia (Lazzarini, Chaddad y Cook, 2001, ver figura 1). En esta
investigación, ambos enfoques teóricos informarán el análisis de los acuerdos híbridos en el
sector de producción de cultivos argentino.
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La siembra directa consiste en un sistema de siembra sin remover el suelo, utilizando sembradoras que no
necesitan un suelo arado para poder sembrar. El tiempo necesario para implantar los cultivos se redujo con siembra
directa y la capacidad de siembra aumentó; los productores empezaron a expandirse en nuevas áreas agrícolas que
antes no podían ser productivas por el sistema de labranza convencional.
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informales o formales, pero con una fuerte dependencia bilateral y objetivos compartidos. Estas
son las principales formas híbridas que existen en el negocio agrícola en la Argentina.
Figure 2. Area sembrada de soja en la Argentina y rendimiento promedio ponderado
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Según los relevamientos realizados, los casos de este tipo de forma híbrida son casos con
superficies que van de las 3.000 hectáreas a las 10.000, donde convive una parte con tierra propia
(entre 20 y 30%) y parte en arrendamiento (fijo y a porcentaje). No están delimitados
geográficamente a ninguna región productiva particular.
En general, la forma de financiarse es con capital propio proveniente del propio sistema
productivo y comercial. Sin embargo, muchas veces este tipo de formas híbridas presentan
créditos para la siembra otorgados por las propias empresas proveedoras de insumos, plantas de
acopio y recientemente exportadores a fin de asegurarse un volumen mínimo de producto a
exportar.
Debido a baja estructura e inversión que presentan estas formas híbridas en general la
frecuencia de transacción es media. Los contratos son de uno a tres ciclos productivos y se repite
la transacción en función de la performance productiva que tuvo. Pero justamente el carácter
informal del contrato hace más incierta la relación habiendo muchas veces quiebras contractuales
ante contratos de mediano plazo, en función de la performance. De ahí que la inversión en
activos específicos, y sobre todo activos en conjunto (joint investments), es poco frecuente.
El principal activo específico que cuentan es el know how productivo y local sobre las
características intrínsecas de la producción agrícola, y el conocimiento de los actores clave
(proveedores de insumos, arrendatarios y prestadores de servicio). La mayoría de los casos, este
tipo de formas híbridas no presentan procesos productivos estandarizados y escritos (sistema de
gestión de la calidad).
Finalmente, el tipo de colaboración entre firmas (interfirm collaboration) podría ser
caracterizado como A DISCUTIR EN GRUPO en tanto que el coordinador de la forma híbrida
va organizando las distintas actividades y transacciones en función de una actividad puntual que
implica la siembra en campo propio o de terceros y la posterior cosecha y comercialización de la
producción (en base a Lazzarini et al. 2001).
3.3. Fideicomiso
El fideicomiso es una figura contractual vigente por ley 24.441/95 (en inglés se lo
denomina “trust”). Hay dos tipos de fideicomisos: a) los financieros (emisión de títulos valores
de participación para acceder al mercado de capitales) b) los comunes o no financieros (contratos
privados entre partes). Necesariamente el fideicomiso tiene la figura de controlador, siendo los
bancos quienes muchas veces tienen este rol, junto con abogados. Este tipo de forma
organizacional surge por la necesidad de financiar el crecimiento de la producción agrícola de las
organizaciones agrícolas con capital de riesgo que no fuese propio y por la aparición de
inversores externos al sector (a partir de la crisis de 2002, principalmente).
En la figura 4 se observa un típico fideicomiso agrícola (agricultural trust fund).
Básicamente existe un inversor y un grupo de actores, ligados a un receptor del capital de
inversión (coordinador de la organización). A su vez, existe una tercera parte (en general bancos)
que garantiza que las obligaciones del coordinador se cumplan fehacientemente. En cuanto a la
adquisición de insumos -equipos, semillas, fertilizantes, agroquímicos, etc.- se solicitan
presupuestos y se compran por relación calidad/precio, siempre bajo la autorización de la tercera
parte. En cuanto a las labores y el arrendamiento de campos, la mayoría se realizan mediante
contratos con prestadores de servicios y propietarios con el coordinador. No están delimitados
geográficamente a ninguna región productiva particular.
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Figura 4. Organización del fideicomiso agrícola
SE ESPERA QUE LOS ALUMNOS ARMEN ESTA FIGURA EN BASE A LA
DESCRIPCIÓN
Fuente: elaboración propia
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Las estructuras corporativas orientadas hacia el inversor se presentan como una forma
organizacional más flexible ya que las formas contractuales pueden ser muy variadas. Los
inversores pueden recibir un pago a porcentaje a final de cosecha fijo, pactado previo a la
siembra, o bien pueden participar de los riesgos y beneficios futuros del negocio captando la
rentabilidad real del sistema una vez cosechada y vendida la producción. Esta segunda opción es
la menos frecuente, ya que involucra más confianza entre las partes y muchas veces auditorías
contables y administrativas. En el primer caso el inversor ya sabe el monto de dinero que recibirá
al final de la campaña, independientemente a como vaya la producción y los precios de los
commodities. En general los contratos son de corto plazo, en función de la campaña o año
agrícola que se realiza la inversión.
Como se observa en la figura 5, el productor o bien el coordinador del sistema (muchas
veces no posee tierra), es el que coordina los contratos entre distintos proveedores de servicios y
arrendatarios de tierras. Los insumos la mayoría de las veces son pagados con el capital de los
inversores externos a fin de obtener mejores precios por pago contado. En cuanto al alquiler de
tierras, la mayoría de las veces estos coordinadores optan por pagar al contado por adelantado al
dueño del campo, debido a la creciente competencia con otras formas híbridas similares en la
misma zona de trabajo. La venta de los granos por parte del coordinador parte es para pagar la
rentabilidad prometida al inversor, muchas veces también se le paga a los contratistas parte en
producción. La diferencia de los ingresos menos los costos de producción (inputs, servicios,
arrendamiento) y la participación del inversor es la rentabilidad del negocio para el coordinador.
En algunos casos el propio coordinador también incluye capital propio (dinero, maquinaria o
tierras) en el sistema. Debido a la apertura que implica este tipo de contratos, los coordinadores
están obligados a tener una alta transparencia y compartir información con los inversores.
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Finalmente, podríamos considerar a esta forma híbrida como del tipo A DISCUTIR EN
GRUPOS, según la clasificación propuesta por Lazzarini et al. (2001).
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Las relaciones a largo plazo son la base de esta red; la frecuencia de transacción es alto,
lo mismo que los incentivos y el control. El resultado es un bajo nivel de incertidumbre y costos
de transacción. Los activos específicos son el know-how y la reputación. Sin embargo, muchas
redes de redes comenzaron a invertir en tecnología, programas de standardización y recursos
humanos particulares con el objeto de practicar la agricultura en forma más eficiente (GPS, ISO
9000, etc.). Algunas de estas inversiones se llevan a cabo en forma colectiva, haciendo la
colaboración entre firmas A DISCUTIR EN GRUPOS (según Lazzarini et al. 2001).
4. Resumen y conclusiones
En los últimos 20 años en el agro argentino han ocurrido importantes transformaciones a
nivel institucional, organizacional y tecnológico. El mundo ha cambiado, el proceso de
globalización ha dado lugar a nuevas relaciones, en la que los países se piensan abiertos al
mundo y a sus oportunidades. Los intereses se piensan integrados: campo e industria; producción
y servicios (Trucco, 2008).
A partir de las innovaciones de los 90, los productores y proveedores de servicios
desarrollaron un complejo sistema de contratos (formas híbridas) a fin de ampliar la producción
agrícola, ganando escala y produciendo en zonas hasta entonces casi vírgenes. A partir de la
crisis argentina de 2001/02, estos actores también empezaron a tener alianzas con otros actores
fuera del circuito formal de los agronegocios y alimentos. Los bancos, las organizaciones
financieras, la gente común comenzó a financiar al sector agrícola.
Las distintas formas organizacionales expuestas en el estudio de caso múltiple explican
las distintas maneras de coordinar las transacciones en el agro argentino (ver la Tabla 2).
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Inversiones
conjuntas o
individuales
Colaboración entre
firmas (agrupada,
secuencial,
recíproca)
Fuente: elaboración propia
Los riesgos son los inherentes a la agricultura, sumado a los riesgos institucionales de la
Argentina. Sin embargo, los expertos consultados afirman que estas formas organizacionales son
muy flexibles y con una alta capacidad de adaptación a los desafíos de la sociedad del
conocimiento. Las formas híbridas constituyen nodos autónomos especializados que funcionan
en forma coordinada gracias a las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación), la
confianza, la visión compartida, la capacidad de coordinar distintos procesos agrícolas. Estas
organizaciones son más competitivas porque hay incentivos alineados, flexibilidad, capacidad de
adaptaciones, etc. Sin embargo, las leyes laborales y sociales no facilitan estas organizaciones,
ya que piensan en modelos de la sociedad industrial; y los cambios institucionales abruptos
también pueden ser causantes de quiebre de los contratos.
El paradigma de agricultura bajo contratos ha evolucionado en diferentes formas durante
los últimos 15 años. En la actualidad la incertidumbre institucional (aranceles de exportación,
control de exportaciones, presión fiscal), internacional (precios de las commodities) y cuestiones
de producción (sequía) han generado un nuevo paradigma en la agricultura argentina. Los actores
se presentan con escasos recursos financieros y el inversor externo al sector prefiere no invertir
en el mismo debido al alto nivel de incertidumbre reinante. Resta entonces preguntarse si este
tipo de diseño organizacional tan competitivo será sustentable y continuará dominando la
siembra y producción agrícola argentina. El riesgo es que no funcionan bien se desgrana y esos
nodos autónomos están más expuestos a los costos de transacción. Quizás surja una nueva forma
de organización híbrida.
Referencias
Lazzarini, S., Fabio Chaddad and Michael Cook (2001). “Integrating Supply Chain and Network
Analysis: The Study of Netchains,” Journal on Chain and Network Science, 1(1): 7-22.
Menard, C. (2004). “The Economics of Hybrid Organizations,” Journal of Institutional and
Theoretical Economics, 160, 2004, 345-376.
Sterns, J.; D. Schweikhardt & H.C. Peterson. “El uso de casos de estudio como enfoque para
realizar investigación en agronegocios. Journal IAMA Vol 1 N 3 Jai Press. 1998.
Trucco, V. (2008) Importantes transformaciones. Fundación Darse Cuenta.
http://blogdarsecuenta.wordpress.com/2008/08/25/importantes-transformaciones/
Williamson, O (1991). “Comparative Economic Organization: The Analysis of Discrete
Structural Alternatives,” Administrative Science Quarterly, 36(2): 269-296.
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