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Once advertencias. Arturo Hungría.

«Primera advertencia»

Eres una persona alegre, tienes muchos amigos y todos ellos te admiran por eso, porque estás “siempre
bien”… Pero si te analizas, tu corazón está lejos de Dios; mientras Él te busca, tú estás empeñado en buscar
la admiración y la atención de las personas… ¿No sabes que Dios tiene lo que necesitas y mucho más?
¿Qué tu alegría, cuando estás en Dios, no solo puede hacer reír a los otros sino que puedes llegar a cambiar
vidas en el nombre de Jesús? Dedícate a Dios, no vivas tanto para recibir sino para dar; no apagues la llama
que Dios enciende en ti pues ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? (Mc
8, 36) Dios quiere tiempo y amor de tu parte.

«Segunda advertencia»

Has dado riendas sueltas a los deseos de tu carne, a los malos deseos, ya no te preocupas lo que piense
Dios sobre eso sino que te has entregado en la búsqueda de un “buen rato”… sin embargo, esos pecados
te tienen vacío y ya no creces, pues tu corazón necesita de la gracia de Dios para vivir pero tu lo has dejado
marchitar poco a poco. Has buscado en el mundo, en los amigos y en muchas cosas lo que sabes que solo
en Dios se puede encontrar. Deja ya esos malos pasos, enderézate; camina en Cristo y persevera. Al final,
si llegas a vencer el Señor mismo te dará una corona de victoria y te llamará a su presencia. El que es fiel
en lo poco, Dios lo pondrá a cargo de mucho (Mt 25, 21).

«Tercera advertencia»

Has buscado ocupar tu agenda con muchas cosas, y muchas de ellas innecesarias; constantemente tienes
algo en que distraerte, algo que no te está dejando mirarte por dentro y darte cuenta de que estás vacío
y muerto. Has llenado tu corazón de muchas cosas, pero no has dejado espacio para Dios… ahora te lo
digo: levanta la cabeza y date cuenta: Dios te está buscando, debes responder. Abre un espacio en tu vida
para Dios, solo así tendrás vida y podrás seguir; de lo contrario, tu alma estará oscura y el día del Señor te
encontrará sin estar preparado. Deja que sea Dios el centro de todo lo que haces y entrarás en el banquete
eterno, el Señor te vestirá de ropas blancas y pondrá una corona en tu cabeza. Si tu perseveras, verás la
Gloria de Dios.

«Cuarta advertencia»

Sabes muy bien como consentirte y como conservar tu comodidad, aún a expensas del sufrimiento y las
necesidades de los otros. Has sabido encontrar muchos “momentos tranquilos” pero lo que realmente
busca tu corazón aun no lo posee: la paz. Te has llenado de ti mismo, de tu propio egoísmo y tu propia
“felicidad” y por eso estás vacío. Ahora, llénate de Dios y no sigas más esta tortura en que te has metido.
Empieza a entregarte de verdad, aunque cueste sacrificio: deja de hablar y pensar, empieza a obrar y a
amar. Busca primero el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas vendrán por añadidura (Cf. Mt
6, 33). Dios te pide hoy sacrificio, entrega y la alegría de amar.
«Quinta advertencia»

«Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te
vomitaré de mi boca. Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que
eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Por eso, te aconsejo: cómprame oro
purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez,
y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. Yo corrijo y comprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor
y arrepiéntete! Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y
cenaremos juntos. Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he
sentado con mi Padre en su trono» (Ap 3, 15-21).

«Sexta advertencia»

Tienes muchas preguntas, lo sé; quieres saber quién eres en verdad, porqué estás aquí, porqué has venido
hoy, cuál es el sentido de estar vivo… Y has buscado muchas maneras de responder, pero no has buscado
en el lugar correcto. Jesús se ha acercado a ti y te ha pedido que le des de beber, que le regales un poco
de tu tiempo, pero estás muy ocupado en tus propios asuntos. Si conocieras el don de Dios y quién es el
que te dice: «Dame de beber», tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva» (Jn 4, 10). El
agua del mundo te deja vacío, acércate a Dios y sacarás agua con alegría de las fuentes de la salvación (Cf
Is 12, 3). Si lo dejas entrar en verdad, le regalas tiempo y un poco de tu amor, Dios multiplicará al ciento
por uno todo aquello que le entregues. Ya no busques tanto recibir, porque dando es como se recibe,
perdonando como se es perdonado y perdiendo tu vida por él es como realmente la encuentras.

«Séptima advertencia»

Eres un maestro de las excusas, sabes como zafarte de todo aquello que es tu responsabilidad, incluso has
sabido zafarte de tus compromisos con Dios. Te has ocupado mucho en buscar tranquilidad y alegría
pasajera y eso ha ido apagando el fuego de la fe en tu alma. No has querido comprometerte, tienes miedo
a dejar tu vida y precisamente por eso no has encontrado tu paz. Los demás piensan que estás vivo, pero
Dios conoce realmente como está tu alma. Por eso acércate a él, sé valiente y fortalécete; este es el
momento perfecto para que entregues todo a Dios, incluyendo las cosas y personas que has puesto en el
centro de tu vida. Si dejas que el Señor sea tu pastor, con él nada te faltará pues quien a Dios tiene nada
le falta, solo Dios basta. Si perseveras hasta el final, el Señor te levantará y te llevará a Él para qué comas
del árbol de la vida (Cf. Ap 2,7) y vivas para siempre; de lo contrario, te alcanzará la muerte eterna, donde
van las almas que han rechazado a Dios en su vida.

«Octava advertencia»

Te has entregado a las vanidades: belleza, cosas materiales, ser primero en todo, ser admirado por las
personas… pero te has olvidado que todas esas cosas pasan y que lo único que permanece es la Palabra
de Dios. Abre tu corazón y deja todas esas cosas vacías, deja entrar a Dios en tu vida y no temas. Ya sabes
que habrá sufrimientos y tendrás que cargar tu cruz, pero hasta el más amargo de los tragos de Dios es
más dulce que CUALQUIER trago del mundo, veneno de Satanás. Si sabes entregarte, dar tu tiempo y
esfuerzo para la Gloria de Dios y si perseveras hasta la venida de Cristo, Dios mismo te hará reinar junto a
él (Cf. 2 Tim 2, 12) y vivirás por siempre en su presencia. Muere a ti mismo y vivirás para Dios: ahí será tu
alegría y tu gozo; Dios te pedirá cuentas de lo que hagas con tu vida.

«Novena advertencia»

Eres uno de los que, en busca de su felicidad ha probado muchas cosas. Te has metido en diversos
ambientes, todo buscando que tu vida sea plena, pero no lo encuentras. Buscando alcanzar el cielo sin
Dios, has caído con fuerza al suelo. Pero hoy estás aquí y es tiempo que te des cuenta de que: no vale la
pena vivir sin Dios, que si tienes a Dios lo tienes todo, pero que si Él te falta, no tienes nada. Si tienes
amigos que te llevan a pecar, córtalos de tu vida: es mejor ir al reino de Dios con menos amigos que ir
lleno de amigos al fuego eterno; si sabes que puedes llegar a caer en ciertas ocasiones, aléjate de ellas: es
mejor vivir un rato en la presencia de Dios que una eternidad en el lodo del mundo. Si hoy escuchas su
voz y no endureces tu corazón, el derramará sobre ti la fuerza de su Espíritu, te conducirá a fuentes de
agua viva y repondrá tus fuerzas. Si perseveras hasta el final, Él escribirá tu nombre en el libro de la vida y
te sentarás con Él a la mesa. Dios te pide hoy que te alejes del pecado y empieces a trabajar para ser Santo.

«Décima advertencia»

«Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia. Sé que no puedes tolerar a los perversos: has puesto a
prueba a quienes usurpan el título de apóstoles, y comprobaste que son mentirosos. Sé que tienes
constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer. Pero debo reprocharte que hayas
dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu
conducta anterior. Si no te arrepientes, vendré hacia ti y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente. Sin
embargo, tienes esto a tu favor: que detestas la conducta de los nicolaítas, lo mismo que yo». El que pueda
entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor, le daré de comer del árbol de la
vida, que se encuentra en el Paraíso de Dios». (Ap 2, 2-7)

«Undécima advertencia»

Te conozco bien, aunque por mucho tiempo perseveraste en presencia de Dios, has huido rebeldemente
y piensas que ahora sin Él, estás mejor que antes. Has aceptado con facilidad la palabra que predica el
mundo y has puesto en tela de juicio todo lo que Dios te ha dicho. Te crees sabio y entendedor, te crees
feliz y generoso, pero no te das cuenta que has cambiado a Dios por la imagen de un becerro que come
pasto, has dejado la vida eterna por un momento de bienestar… ¿Quién, por mucho que se inquiete, puede
añadir un instante a su vida? (Cf Mt 6, 27) por eso, arrepiéntete de las malas acciones de tu vida. Dios te
está buscando incansablemente, por eso te ha llamado aquí hoy. No tienes mucho que ofrecerle, pero el
tiene un manjar suculento capaz de dar vida a aquellos que se acercan a comer. Tú has sido invitado al
banquete de Dios, no has sido llamado para la muerte sino para la alegría y vida eterna. Ven, deja atrás al
hombre viejo y transfórmate en hombre nuevo: de tu oscuridad pasada, Dios hará brillar luz para muchas
personas y, si perseveras hasta el final, te salvarás y te será dado el tesoro del cielo, donde no hay polilla
ni ladrón que perfore.

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