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Génesis
Así de extraño, llegué a ser danza terapeuta sin darme cuenta de ello, simplemente
porque no existía aún semejante cosa. Al enseñar danza era vagamente consciente
de un elemento nuevo y diferente. Las personas se me acercaban al final de una
clase y preguntaban: - ¿qué es esto? Ellos continuaban elaborándolo al decir a sus
amigos que asistían a clases de danza, pero sentían que lo que hacíamos era un poco
diferente. Cuando intentaban una explicación al respecto, no encontraban las
palabras adecuadas. Yo les preguntaba: -bueno qué piensan ustedes, ¿qué es lo que
se llevan de aquí? La respuesta se mostraba tan confusa como yo misma. Nos llevó
mucho tiempo a ambos poder aceptar el trabajo como algo que es más y que es
menos que la danza.
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El siguiente artículo ha sido publicado en el libro Authentic Movement, Essays by Mary
Whitehouse, Janet Adler & Joan Chodorow. Editado por P. Pallaro y publicado por J.Kingsley,
1998.
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comprensión de su trabajo mucho mayor que la mía. El hecho de que ella trabajara
en un hospital y yo en un estudio particular no me influyó en lo más mínimo. Mandé
a pedir la reimpresión de sus artículos, ávida de aprender lo que ella decía sobre su
trabajo. Encontré un punto de vista respecto a la danza que me resultaba familiar y
extraño a la vez.
La no familiaridad residía allí donde su trabajo era diferente al mío. No hubo durante
estos inicios dos experimentadoras que pudieran ser tan remotamente semejantes.
Este capítulo expresa el punto de vista de alguien que trabajó de manera intensiva
en un estudio. Comencé con la danza como elemento conocido y continué usándola,
sin sospecharlo, de manera tal que parecía ayudar a las personas a descubrir y tratar
sus conflictos personales. Estas personas podían funcionar en su vida cotidiana, eran
lo que llamaríamos “normales”. Una vez, Bella Lewitsky se rió al escuchar el término
“neuróticos normales”. Yo no lo considero gracioso. Desdichadamente, estas
personas tienen tantos problemas como las que están en hospitales, si bien no tan
flagrantes. La diferencia es que manejan sus vidas con una “quieta desesperación”,
en vez de estar marcadamente separadas del resto del mundo.
De tanto en tanto recibía nuevos artículos. Así empecé a conocer a otras personas
que pensaban que la danza podía ser útil de nuevas maneras. Trudi Chopa y Neri
Salina, que previamente habían enseñado en el hospital Camarillo, anunciaban
clases de danza como terapia adjunta. Charlotte Selver introdujo en la Costa Oeste
su trabajo en Sensory Awareness (Conciencia Sensorial). Algo se estaba despertando.
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Había recibido el entrenamiento tradicional en danza moderna por aquellos
tiempos, desde lecciones en interpretación siendo pequeña hasta un diploma de la
Escuela Mary Wigman, en Dresden, Alemania. Había ido allí, porque en Estados
Unidos, aún no había nada que te permitiera aprender danza sin caer en la categoría
de educación física. ¡Yo rechazaba completamente el básquet y las raquetas de tenis
como preparación para enseñar! El entrenamiento Wigman sentó las bases de una
aproximación particular, aunque no lo supiese en ese entonces, daba espacio para la
improvisación, valorando la creatividad de las personas al moverse. Presuponía que
uno no aprendería a bailar si no tenía algo para expresar. Luego de la escuela
Wigman, mi educación continuó en casa e incluyó a otros docentes. Tomé cursos
con Martha Graham durante muchos años y asistí a la Escuela Bennington de danza
de verano antes de que se mudara al Colegio Connecticut en New London. Durante
todo este tiempo, enseñaba y bailaba a la vez. Al vivir en Boston, se abrió ante mí, el
área de New England, prístina y desacostumbrada a la danza moderna. Las personas
ya estaban allí, yo llegaba llena de entusiasmo, frescura, juventud, lista para
demostrar a cada una/o que el bailar les haría sentirse mejor. ¡Y estaba en lo cierto!
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U.C.L.A remarcó que la danza moderna había muerto. Yo no podía sentirme más de
acuerdo con esto. Si no había algún tipo de renovación, la enseñanza se volvía cada
vez más estéril. Odiaba pensar en continuar año tras año del mismo modo,
simplemente como un trabajo, una injusticia a la tarea y a mí misma.
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enfrentar a solas, lo mejor que pudiese. A menudo regresaba a casa pensando qué
era lo que estaba haciendo y porqué.
Más allá de lo que fuese, lo cierto era que nos estábamos alejando de la danza.
Tenía que llamarlo movimiento. Para poder encontrar aquello que movía
verdaderamente a las personas, necesitaba renunciar a las imágenes de lo que
significa bailar, tanto en ellas/os como en mí misma. Existía otra posibilidad: bailar
significa la concreción de un producto, concluir una pieza de trabajo para mostrarla.
Descubría más y más que en las clases emergían piezas de movimientos, no danzas,
y que por lo tanto sería más descriptivo llamarlo movimiento hasta que ellos mismos
quisieran hacer una danza.
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experiencia puede ser diferente para una segunda generación, pero necesita ser
conocida; de lo contrario semejante marco de referencia puede ser aprendido
fácilmente sin relación alguna al temperamento o virtudes personales. Podría ser
enteramente adoptado e impuesto en pacientes, así como cualquier profesora de
danzas con un estilo propio lo impone a sus alumnos.
Modelo Teórico
Por una cuestión de espacio, me gustaría enfatizar los aspectos menos conocidos, y
menos comprendidos de mi propio modelo. Mi entrenamiento en Psicología
Junguiana me conduce a ciertos principios como fuentes principales de mi trabajo.
Análisis Profundo
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El proceso implica descubrir la realidad viviente del inconsciente.
A través del análisis profundo pude percibir los diferentes aspectos del ser humano
que Jung sabía diferenciar sin olvidarse de la integridad de cada uno. Integridad que
consiste en una totalidad. Muchas personas dicen “sí mismo” utilizando la “s”
minúscula para referirse al ego, a la personalidad. El mundo del sí mismo es el
mundo del “mí” y de todo aquello que le concierne.
Jung (1959) llamó “Sí Mismo” con “S” mayúscula al mundo transpersonal, un mundo
más amplio que el individuo, más poderoso que el ego. El Sí Mismo es la totalidad
del estar vivo; es un estado de 'completud', lo conocido y lo desconocido, el bien y el
mal. Cuando esta concepción subyace la enseñanza de danza, conduce su valor
principal hacia uno nuevo, el del auto conocimiento. Utilizo una frase maravillosa de
Krishnamurti que dice:
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Permítanme parafrasear. El pequeño sí mismo es aquel que lucha con el auto
conocimiento, desarmando la estructura de la personalidad e integrándola
nuevamente con nuevos elementos, nuevas comprensiones; pero lo inabarcable es
el gran Sí Mismo, lo Desconocido, Dios.
Proceso de Individuación
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Debido a que la persona es una totalidad en funcionamiento, una gran parte será
desconocida para ambas en todo momento compartido. Auto conocimiento, y una
introducción hacia lo inabarcable es lo que busca la gente, más allá de lo expresen
conscientemente como “el problema”. Son personas que funcionan lo mejor que
pueden en sus vidas cotidianas, pero sienten una falta de algo, una ausencia.
Polaridad
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en curva y recta, cerrado y abierto, angosto y ancho, arriba y abajo, pesado y liviano;
hay infinitos pares.
Desde el punto de vista físico, es asombroso ver que ninguna acción puede llevarse a
cabo sin la operación de dos grupos musculares, uno en contracción y otro en
extensión. Esto refleja la polaridad inherente a todo esquema de movimiento.
Muchos no lo perciben de este modo, pero puede reconocerse fácilmente en el acto
de caminar. Normalmente, cuando no hay una malformación adquirida, las personas
caminan oponiendo brazos y piernas, el brazo izquierdo balancea la pierna derecha,
el derecho se opone a la izquierda. Aprender a modificar esta posición involuntaria
no resulta nada sencillo, sobre todo al comenzar un movimiento hacia delante. Las
personas deben sentir que están liberando un brazo y una pierna hacia delante
simultáneamente en lados opuestos del cuerpo. Luego es la potente acción de pesos
opuestos en ambos lados del cuerpo que nos eleva aún más y nos transporta en el
aire. Saltar hacia delante es una extensión amplia de brazo y pierna en forma
contraria.
La izquierda tiene su propia cualidad especial, tal como lo refleja Nancy Ross en el
título de su libro: “La mano izquierda es la soñadora” (1947). Es la izquierda la que
es oculta, irracional, inocente. Como contraste la derecha refleja lo consciente,
familiar, el control, la actividad. Son opuestos físicos y psicológicos.
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puedan con dicho brazo encontrar un movimiento. Pueden descubrir de este modo
que tipo de acciones está preparado para iniciar este brazo. Algunos brazos
realizaron balanceos, otros movimientos ondulantes, cortantes, algunos agarran,
otros se esconden alrededor del propio cuerpo. La curiosidad e intensidad del
proceso iba en aumento. Con el objetivo de sugerir algo más, no de interrumpir dije
suavemente: -sin detenerse a pensar, elijan la primera palabra que les viene a la
mente. Permitan que esta palabra se asiente en ustedes; es el nombre del brazo
derecho. Dejen que el brazo continúe moviéndose y repitan la palabra en silencio;
no cambien el movimiento, ni la palabra.
Se repitió el proceso con el brazo izquierdo, dando el tiempo necesario para que
pueda emerger una experiencia totalmente diferente. Pedí a continuación que
escribieran ambas palabras separadas por un guión, y que pensaran si estos
nombres representaban cualidades conocidas o desconocidas de sí mismos. Algunos
individuos hablaron de sus descubrimientos, comentaron el impacto de los nombres
y como reflejan una verdad acerca de sí mismos y de sus conductas. Un hombre, por
ejemplo, encontró la palabra “cortar” en su brazo derecho y “nadar” en el izquierdo.
A menudo no se habla en voz alta sobre ambos lados, sino que les pido que los
muevan al mismo tiempo para observar qué sucede con cada cualidad, previamente
recordada y nombrada. Lo que ocurre ahora suele despertar gran interés en la
persona. A veces un brazo gana al otro, el más fuerte al más débil, pero a veces
también el menos dominante o débil puede modificar totalmente al otro.
Raramente influye uno delicadamente sobre el otro, y finalmente llegan a una
cualidad íntegramente nueva que debe ser nombrada en forma diferente. A
posteriori, el grupo habla.
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derecha sujetando fuertemente la izquierda. Al dirigir la atención hacia allí, la
izquierda se cerró y trató de soltarse, pero la derecha la apretó aún más fuerte hasta
que los nudillos se pusieron blancos. Ella contó luego, que durante este momento
ella le gritaba internamente a la derecha: ‘déjala, déjala’. No la dejaba. Finalmente,
la izquierda giró y quedó libre, todavía cerrada, la derecha flotando relativamente
cerca en forma de garra. Tan pronto como la izquierda se liberó, ella no pudo
sentirla, aún sabiendo que allí estaba. Solo podía percibir el poder natural de la
derecha. Luego de una serie de experiencias se vio forzada a reconocer: ‘mi lado
izquierdo no hará nada de lo que yo le digo’.
Movimiento Auténtico
La polaridad conduce hacia otras formas del mismo principio. Descubrí a través del
trabajo que el movimiento, especialmente en improvisación, puede describirse a sí
mismo. Cuando un movimiento era simple e inevitable, cuando no podía ser
modificado, devenía en lo que denominé “auténtico”, un movimiento genuino
perteneciente a esa persona. Auténtico fue la única palabra en la que pude pensar
para expresar lo verdadero, un tipo de verdad no aprendida, sino presente para ser
mirada en ciertos momentos.
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El opuesto de “auténtico” llegó a ser “invisible”. Cuando una está ayudando a las
personas a desarrollar las funciones naturales y las capacidades de sus cuerpos y
estimulando el reconocimiento de sí mismas, se encuentra rápidamente con la falta
de conciencia en algunas respecto a ciertas áreas. Expulsaron fuera de su conciencia,
partes enteras de sí mismos. Estas son las partes invisibles, no importa cuanto
movimiento efectúen, poseen un efecto extraño, no se muestran de manera
genuina, se vuelven invisibles. Recién cuando estas áreas se integran a la conciencia,
puede el movimiento volverse auténtico y la invisibilidad desaparecer. Nos
enfrentamos nuevamente a otro par de opuestos, auténtico como opuesto a
invisible.
De igual modo, “yo me muevo” y “yo soy movido” implican lo mismo. Cada uno es un
acto en sí mismo, pero un acto diferente. “Yo me muevo” es el claro conocimiento
de que yo, personalmente, me estoy moviendo. Elijo moverme, ejerzo cierta
demanda (no esfuerzo) sobre mi organismo físico para producir el movimiento. El
opuesto de esto, es aquel momento repentino y sorpresivo en el cual “soy movido”.
Los bailarines están terriblemente acostumbrados al “yo me muevo”, tienden a
pensar que ellos lo hacen todo, que deben poner voluntad y esfuerzo para lograr
cada cosa que quieren.
El momento en el cual, “soy movido” sorprende, más allá de que uno sea o no
bailarín. Es un instante durante el cual, el ego deja de controlar, deja de elegir, de
demandar, permitiendo al sí mismo guiar el movimiento del cuerpo físico a su
voluntad. Es un momento inexplicable de entrega no premeditada, que no puede
buscarse, repetirse o intentarse nuevamente. Si se utiliza como materia prima para
la danza algo se pierde; sin embargo, algo debe perderse ya que ese momento fue
un instante, un suceso en y por sí mismo, y la estructura necesaria para una pieza de
arte duradera implica algo más.
Una vez que el individuo tuvo la experiencia de “ser movido”, sabe que es posible.
Sabe que él no la realiza. En cualquier momento, sin elegirlo, la sensación de ser
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movido puede sucederle. Esto hace más humilde al individuo y lo libera de su propia
demanda de perfección, control, conformidad, todas las enfermedades
correspondientes a nuestro entrenamiento social.
En este caso, quiso decir: yo, el ego, no tuve el control, no realicé esa acción, su
experiencia fue la de ser movida.
Finalmente quiero describir la paradoja en la cual se unen los opuestos; donde cada
uno se transforma en el otro. Esto conforma un ideal, aquello que expresamos al
decir: “ambos / y” en vez de “esto o aquello”.
Hay un dicho que proviene del Tao. Originalmente no se refería al movimiento, pero
ofrece un marco de referencia a la totalidad de la percepción del movimiento: “no-
acción en acción; acción en no-acción”. Ambos pares son por separado, una mitad
del dicho total. No pueden oponerse, van juntos. Para mí significa que al no hacer
nada, algo sucede. Al no llevar a cabo ninguna acción, está dándose una acción al
mismo tiempo. La otra mitad indica una posibilidad paralela. Al actuar, al elegir, no
hay acción alguna, el mí, el ego no elige, no hace nada.
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teniendo dos cualidades al mismo tiempo. No significa que no sufran, sino que
reconocen que este sufrimiento no es lo único, su opuesto también está allí. No
significa que no disfrutan, sino que reconocen al mismo tiempo la existencia del
sufrimiento. Finalmente, si tienen suerte, pueden contener y ser conscientes de
ambos al mismo tiempo. Entonces algo nuevo es creado. Como las cualidades
diferentes de derecha e izquierda, una tercera posición es encontrada.
Imaginación Activa
Una mujer joven se paró en un límite del estudio. Frente a ella parecía haber
pantanos, agua por todos lados y a su vez suficiente tierra firme como para poder
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pasar. Ella se puso en cuclillas y colocando un pie delante de otro inició la travesía. El
agua parecía rodearla. Ella sintió que la inundaba y se dijo a sí misma: ‘debo tratar
de sentirla, debo tratar de hacerme amiga de ella’. Luego se sentó, dando lugar a
que el agua rodeara todo u cuerpo excepto su cabeza. No importa a que jugara, la
cabeza permanecía siempre afuera del agua, sin participar. Finalmente, sintió un
“no”. El agua se volvía cada vez más profunda; entonces, se paró y alejó caminando.
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Una razón por la cual la forma de imaginación activa posee tanto valor, reside en
que es muy difícil de censurar. Uno se mueve antes de comprender lo que sucede.
Uno puede hacer una pausa escribiendo palabras, o prohibir ciertas imágenes al
pintar; sin embargo, resulta difícil hacer lo mismo en un proceso donde los
movimientos emergen de otros que los preceden. Uno no puede elegir un
movimiento espontáneo del mismo modo que puede hacerlo con la pintura y la
escritura. El movimiento como los sueños son efímeros, no se puede repetir
exactamente igual a voluntad. Cuando el movimiento espontáneo es ensayado y
repetido pierde aquello que muestra: que los procesos internos toman forma física y
pueden ser vistos, su significado aprehendido, su valor recibido por la persona desde
cuyo cuerpo el movimiento emerge.
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que Mary está tratando de hacer es mostrar un método para acceder a la acción
humana dentro de un marco de referencia personal”.
Una actitud básica del maestro hacia el “movedor/a” es la de comenzar allí donde se
encuentra el otro/a. Esto resuena a axioma. Tal vez a otras personas les resulte más
fácil de lo que me resultó a mí. Una analista amiga, me dijo: ‘por supuesto, tu
comienzas donde la otra persona está’.
No entendí nada de lo que quiso decirme. Pensé que podía llegar a ser una buena
idea, pero no podía visualizar cómo llevarla a cabo. Mi cabeza era una confusa
amalgama de nociones preconcebidas, de instrumentos aprendidos. Debo haber
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“Mover” es el término original en inglés. Se utilizan dos acepciones como traducción al
español: Movedor/a y Moviente. Se utilizan ambas de manera indistinta durante el texto.
(N. de T.)
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pensado que el “movedor/a” estaba en blanco. A través de los años, me di cuenta
de que ésta ha sido la contribución más importante del practicante con experiencia.
Comenzar allí donde está el estudiante/ paciente significa solamente voluntad para
ser anónimamente uno/a mismo/a en función de poder observar rápida y sin
barreras aquello que está disponible en el/la otro/a. Cuando las personas vienen por
primera vez, a veces les doy una posibilidad de elección instantánea para empezar a
trabajar. ¿Qué les resulta más cómodo: acostados, sentados o parados? La variedad
es sorprendente, algunos se paran, otros se acuestan o se sientan, no hay dos que
sean semejantes. Comenzar de este modo posibilita al individuo el elegir algo
propio, en vez de ser dirigido a hacer algo específico. Seguir aquello que es elegido;
me encuentro a mí misma yendo en contra de esto al tener que sugerir el necesario
próximo paso: qué intentar. Lo extraño de esta forma es que la persona está en
blanco y es inocente a la vez. Sin embargo, hay una reacción, no importa lo pequeña
que sea, verbal o no verbal. El trabajo del maestro/a / terapeuta es ver cómo se
siente aquel que se está moviendo.
Para poder continuar en forma coherente, el maestro o líder debe estar dispuesto a
usar cualquier cosa que vea. Será mejor hacer cosas que puedan asegurar cierto
éxito primero; permite al individuo sentirse satisfecho, antes de sugerir otras mas
extrañas o difíciles. Es importante no corregir en forma directa, sino trabajar
indirectamente haciendo preguntas o dando sugerencias. Nunca debe quitarse nada
sino siempre agregar algo.
Hay riesgos al actuar de este modo. Uno no sabe que sucederá, no obstante, debe
ser capaz de sostenerlo; esto implica a ambos, maestro/a y alumno/a.
Largos silencios son necesarios durante la espera, una quietud en la cual el/la
“moviente” puede descender, encontrarse a sí mismo/a y luego moverse. Esperar
demasiado puede ser tan destructivo como no esperar lo suficiente. Si, debido a la
propia experiencia, uno llega a percibir la dificultad en el/la moviente, se puede
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sugerir algo para quebrar la inmovilidad. Esto no es interrumpir, es una sugerencia
adicional dada por una voz quieta, que ofrece ayuda.
Tan importante como la actitud básica del comienzo, es la voluntad del/a maestro/a
de abandonar todas las nociones preconcebidas, todas las ideas respecto a que sería
lo bueno para la persona, todo aquello que de importancia a sus conocimientos.
Cuando puede descender hasta aquí, entonces no sabe nada en esta situación
particular. Por lo tanto, tiene que seguir su intuición. Intuición ya no es una mala
palabra, años atrás sí lo era. Quizás una le temía por ser tan irracional e ilógica, un
tipo de facultad apta para molestar nuestra aproximación científica a la vida. No se
permitiría a sí misma ser catalogada y puesta en un limpio casillero.
La intuición le dice a uno qué hacer y cuando hacerlo. Para poder actuar así se debe
estar dispuesto a cometer errores. La presencia de aquello que llamamos
presentimiento o intuición en nuestro lenguaje cotidiano indica la posibilidad de que
pueda o no ser cierto. Al actuar de acuerdo con estas señales, al confiar en las
mismas, más fuertes devienen. Esto cambia gradualmente el trabajo. Se transforma
en un proceso no tan lógico como ordenado, pero es un orden diferente al impuesto
por el ego controlador, que se agarra de lo que ya conoce, diciendo: ‘yo lo
descartaré; si la persona no puede hacer lo que le pido, debo recomendarle algo
correcto a continuación’.
Puede no ser lo correcto. Tal vez, uno quiere que el individuo se pare, y esto no
sucede de forma espontánea durante semanas. El mediador debe preguntarse:
‘¿Porqué quiero que se pare?’
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En las primeras etapas, prefiero observar, en vez de participar. Debido a que el
proceso es el desarrollo del auto conocimiento, el crecimiento de la totalidad
consciente y la individuación no es necesario utilizar excesivas explicaciones o
direcciones en forma verbal. Puede suceder algo que de repente llama nuestra
atención, entonces a posteriori podemos señalar: ‘mira, mira, allí está; esto era lo
que estabas buscando’.
¿Qué actitud necesita el individuo para realizar este viaje? Viaje, creado a partir de
la ayuda del observador y la participación del movedor/a. El primer descubrimiento
que uno puede hacer es con respecto a la actitud presente: ¿existe una expectativa,
demanda o necesidad que predomina? Según la persona, esta podría asumir que el
terapeuta sabe o no sabe, podría querer tener respuestas específicas a preguntas
específicas, o sentir que fue enviado, o que llegó voluntariamente solo por
curiosidad.
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pueden poner a prueba al terapeuta mientras este intenta aproximarse a través de
las barreras creadas para prevenirlo. Cuando lo logra, entonces el proceso comienza.
Puede decirse que el individuo ya se encuentra “en éste”, más allá de que su entrega
sea o no superficial. El “ser atrapado” puede estar indicado de varias maneras. Una
señal es el permiso y apertura por parte del paciente a lo que pueda suceder.
Usualmente el primer obstáculo es el parloteo incesante en la cabeza, lo cual no
permite que la atención descienda a lo que está sucediendo. Actividad mental, voces
que expresan bondad, maldad, gracia, torpeza, valor o falta de valor desfilan sin
merced. No puede esperarse que estas opiniones se detengan simplemente cuando
uno se los pide. Deben ser aceptadas, así como son, dándoles la menor atención
posible, hasta que se vuelvan cada vez menos importantes, y desaparezcan cuando
otra cosa haya ocupado su lugar. Dar permiso sin ofrecer resistencia, sin juzgar ha
demostrado ser mas fuerte.
Este tipo de permiso es una especie de autorización; sin embargo, uno puede darse
este permiso a sí mismo y luego no permitir nada más allá. Esto da como resultado
una especie de detención. Puede manifestarse como ausencia de acción o como un
cumplido desarrollo de sugerencias pero que no revela un interés real. La actitud
inicial no condujo hacia su otra mitad, permitiendo el emerger de aquello que
quisiera mostrarse sorpresivamente o no. Es difícil hablar sobre esto e imposible
generalizar; cada uno actúa en diferentes niveles. Trabajar con un bailarín o con un
maestro de danza, a quien le es familiar el movimiento, es totalmente diferente a
trabajar con alguien que nunca ha considerado su realidad física.
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Abandonamos ese intento y probamos otra posibilidad. No es necesario analizar las
razones de dicha actitud. El análisis puede incluso obstruir, fortaleciendo y
justificando la resistencia.
¿Darse permiso una misma, dar lugar a todo lo que pueda suceder es diferente a
dejarse ir? Creo que sí. No significa lo que usualmente conocemos como relajación,
una especie de colapso, desparramando la energía hasta quedar sin fuerzas, pesado,
letárgico. Significa movilizar la atención para que la energía pueda expresarse a sí
misma. Esta actitud correspondería al acto de atención, siguiendo lo que sucede,
concentrándose en ello. El movimiento guía y el/la movedor/a lo sigue.
Proceso terapéutico
¿Tiene esto algún sentido? Es un modo de trabajar inusual. Sin embargo, el impulso
al movimiento es algo en y por sí mismo. Cuando el mismo es permitido, ni el
observador, ni el/la moviente pueden saber qué sucederá luego; deben seguir el
impulso para encontrar la respuesta. El impulso puede atravesar varias etapas y
detenerse de repente abruptamente o puede continuar en forma orgánica hacia un
final natural. Este final debe ser reconocido, el movimiento esta vez ha finalizado.
Continuarlo más allá sería exagerarlo. No ha habido una decisión mental para
estructurarlo, para hacerlo de una u otra manera, para finalizarlo. Solo ha habido
una actitud auténtica de seguir una intención; en otras palabras, un desarrollo y un
final expresados auténticamente.
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sin antes involucrarse a fondo con el otro, material informe. Como una vez, me dijo
un psicólogo: - somos después de todo adolescentes en esta área.
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Estructura
Cuando comencé nuevamente con grupos, lo hice con talleres de fin de semana. En
lo posible, siempre trataba de que hubiese igual número de hombres que de
mujeres. De este modo, a veces separaba al grupo de hombres entre ellos mismos y
dejaba a las mujeres trabajar solas; otras veces trabajábamos en parejas. Debido a
que no siempre había cantidades equivalentes, descubrí que dos mujeres y un
hombre, o viceversa era, una vez más, algo completamente nuevo. Surgían así
problemas relativos a la sexualidad, las dificultades con el tocar y ser tocado, el
miedo a la auto – exposición.
Yo no me había preparado para entrenarlas como maestras, solo había pensado que
sí lo había hecho. Recuerdo un taller en Junio, en el cual se habían anotado solo
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maestras. Intenté ofrecer lo que podría llamarse respetuosamente entrenamiento.
Luego de cierto tiempo, pensé: ‘al diablo con esto!’ Debo enseñar de la misma
manera en que lo hago usualmente, reaccionando a aquello que llama mi atención y
combinándolo con lo que siento. Haremos de esto lo que vaya surgiendo.
En su mayoría estos grupos eran integrados solo por mujeres, solo una vez asistió un
hombre. Sus comentarios son dignos de repetirse. Era un líder con experiencia que
acompañaba a su esposa y tuvo el suficiente coraje de no intimidarse, al encontrarse
solo en un grupo de mujeres. En la mitad del taller, durante la tarde, remarcó que
era la primera vez que se sentía completamente fuera del grupo, pudiendo “mirar”
cosas de mujeres. Aparentemente, la atmósfera creada por varias mujeres juntas es
una realidad diferente, fuerte y tangible. Aún habiendo sido aceptado, y habiendo
bailado en pareja, pudiendo sentirse a sí mismo hombre con relación a una mujer,
permaneció fuera del grupo. Esto se demostró cuando un número de mujeres
respondió violentamente ante su forma de verbalizar la diferencia.
Espontáneamente lo rodearon en círculo, la fuerza de sus movimientos lo llevaron a
ponerse de rodillas y luego acostarse en el suelo. Parecía como si las mujeres fuesen
brujas haciéndole un conjuro, robándole su poder. Sin embargo, demostró no estar
indefenso, y con gran esfuerzo se puso en cuclillas y luego se paró lentamente. Sin
tocarlas se movió procurándose espacio y protección.
Las sesiones individuales y los grupos de cualquier tipo: clases, fines de semana,
talleres intensivos, son muy diferentes entre sí. La atmósfera varía según cada
formato, la energía creada al juntarse varias personas sostiene a la persona
individual. Una vez trascendido al miedo a ser mirado y la necesidad de
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comparación, el juego mutuo y la interdependencia pueden ser un disfrute y una
alegría. En un grupo hay momentos donde el trabajo expresa las relaciones en el
mundo externo, actitudes respecto a objetos, sentimientos asociados a
determinadas circunstancias. La persona que elige hacer trabajo individual
generalmente tiene que ver con su relación particular con ser mirada, algunas no se
sienten listas o capaces de pertenecer a un grupo todavía. Estas personas confían en
el maestro más de lo que confía una multitud de extraños, quienes a la inversa no se
sienten listos para ser mirados por el maestro a solas. Desean esconderse en el
grupo, sintiendo así su anonimato menos amenazado, al ser uno entre muchos.
Cada uno varía el formato cuando se siente preparado para intentar algo nuevo.
En la práctica privada, algo puede aprenderse respecto a una relación particular con
alguien; sin embargo, aquello que se descubre en mayor medida, no se refiere a una
conducta grupal determinada en ese momento, sino una conducta de vida adquirida
a través de los años, actitudes hacia uno mismo y los demás y aquello latente a la
espera de emerger si se lo deja. Aún los momentos en los cuales pareciera haber
bloqueos, aportan importantes descubrimientos.
En una sesión, una bailarina quiso trabajar con un objeto, una caja cuadrada, rígida y
resistente. A pesar de todo intento, no llegaba a ningún lado, nada surgía. Dedicó
una sesión entera a descubrir una forma de relación posible con esa caja. Luego de
sentir frustración, abandonó el intento. Al hablar, a continuación, dijo
espontáneamente: ‘ es tan estúpidamente resistente, rígida y poca generosa como
mi relación con R’
Esto resultó ser una revelación para ella. Había estado danzando la relación sin
saberlo. Los sentimientos surgidos durante el movimiento expresaban
perfectamente la lucha que vivía constantemente en ese momento.
Las dos formas de trabajo, individual y grupal, tienen algo en común. Las capas
superiores deben discriminarse antes de poder sentir esta sincronicidad, pero la
actividad subyacente es una introducción a la realidad del inconsciente, el otro lado
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de la conciencia. Esta realidad esta presente en cada individuo. Es la parte
desconocida que da balance a la totalidad. Conecta a cada individuo con el Sí
Mismo. La posibilidad de tomar conciencia del aspecto conocido de la personalidad
da lugar al descubrimiento de algo más que necesita ser reconocido. El ego, centro
de la personalidad, lucha con otros esquemas que necesitan ser explorados.
Una vez, nos sentamos en un círculo. Pedí que en silencio tomaran conciencia de la
persona en el grupo que les gustaba más y de la que les gustaba menos. Luego que
dibujaran líneas, mentalmente, entre sí mismos y dichas personas, creando un
triángulo. Finalmente, en turnos se pararon diciendo los nombres respectivos. Desde
el propio lugar, empezaban a moverse libremente. Quizás un observador, podía
adivinar quién era quién a partir de los movimientos.
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Otra vez, sentados en círculo, cada uno tenía la posibilidad de explorar su forma por
dentro. En determinado momento debía detenerse al lado o frente a alguien. Los
demás miraban dicho encuentro. A veces, surgía competencia y rivalidad, en otras
emergían dos naturalezas afines. Había marcadas diferencias en las relaciones. De a
momentos una persona era la débil, indefensa y suave mientras otra cuidaba y
sostenía. Vimos emerger hermanas, e hijas, padres e hijos. Había una sorprendente
honestidad entre las dos personas que elegían involucrarse. La mayoría se movió
desde una exploración del “mí” con relación al mundo interno y externo hacia
momentos de iluminación repentina de una verdad más amplia, área transpersonal
que abarca la experiencia de la totalidad.
Dos finales ilustran lo que quiero decir. Cuando era apropiado, guiaba a las personas
en hilera. Nos dábamos las manos, creando una cadena que atravesaba todo el
estudio. En determinado momento, uno daba media vuelta para mirar de cerca a
quien estaba por detrás en la fila. Luego caminando cada vez más lentamente, cada
individuo al dar la vuelta se encontraba mirándose a los ojos con cada una de las
demás personas del taller. Llevó cierto tiempo, pero valió inmensamente la pena,
estimulando la conciencia respecto al otro y a cómo nos conectábamos entre sí.
Cuando la última persona terminó de mirar a todas las demás, surgió un círculo.
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