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EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA JUSTICIA MILITAR

EDAD ANTIGUA

Entre los pueblos primitivos hispanos fue muy frecuente la práctica de la clientela militar, en
virtud de la cual un individuo pactaba con un patrono que éste le daría protección y sustento a
cambio de obligarse, bajo juramento, a seguirlo en la guerra.

Los Iberos reforzaban este vínculo con una peculiar sanción, que contribuye a poner de
manifiesto que, también en el ámbito de lo militar, lo delictivo, en sus primeros estadios, tenía
una consideración religiosa; se trataba de la institución de la Devotio, estudiada
minuciosamente por José Maria RAMOS Y LOSCERTALES (1), mediante la cual los clientes
consagraban sus vidas a la divinidad para que las aceptase a cambio de la del patrono, si ésta
se veía amenazada gravemente en el combate.

Así, si el patrono moría en la batalla, los devotio, entendiendo que no habían sido capaces de
defenderle, debían quitarse la vida, que carecía ya de sentido a los ojos de aquella divinidad.

Entre los pueblos colonizadores, Roma merece una especial atención. Aunque el Derecho
Penal de Roma no haya tenido la importancia, la expansión o la vigencia de su Derecho Civil, ni
haya gozado de su prestigio, ello no quita para que, enmarcadas en las circunstancias políticas
y sociales del momento, las disposiciones penales romanas no revistan interés y de modo muy
especial en lo que se refiere al Derecho Militar, ya que, a diferencia de otros pueblos de la
Antigüedad, Roma mantuvo durante siglos ejércitos permanentes, dotados de una vasta y
disciplinada organización; es este, necesitada de la correspondiente apoyatura jurídica.

El espíritu jurídico del pueblo romano hubo de aplicarse a normar también las muchas
situaciones derivadas del poder militar adquirido en las conquistas de los territorios ocupados
por su ejército, y de la necesidad de regir con normas militares el suelo romano, que por
diversas razones vivió en continuo estado de guerra. Roma concibe el delito militar en relación
directa a la idea de disciplina y la necesidad de esta para la existencia del ejército.

Todo contribuía a que el ciudadano romano se sometiera a una disciplina que sabía necesaria:
la patria, la religión y la familia. Así, en virtud de estos tres elementos, el guerrero tenía por
vecino en el combate a aquel con el cual, en tiempo de paz, hace la libación y el sacrificio ante
el mismo altar.

EDAD MEDIA

En el Estado hispano godo el Ejército no constituyó un cuerpo armado permanente, y en el


caso de que las necesidades de la guerra o el mantenimiento de orden interno lo requiriesen,
el Rey convocaba a las armas. A partir del reinado de Eurico, esta obligación se extendió
también al hispano romano y a los siervos.

EURICO, era el Rey de los visigodos (420 - Arlès, 484). Accedió al Trono en el 466 tras asesinar a
su hermano Teodorico II. Dirigió sus esfuerzos hacia el engrandecimiento territorial del reino
visigodo. Fracasado un intento de coalición de los reyes germánicos arrianos contra Roma en
468, Eurico se volvió contra los suevos y contra el Imperio, completando la conquista de
Aquitania.

El incumplimiento de esta obligación motivó la publicación de diversas disposiciones


sancionando a los culpables, incluidas en el Liber iodiciorum, cuyo libro IX trata De his, qui ad
bellum nom vadunt, aut de bello regufiunt; allí se castiga a quienes no se presentan en las
huestes o las abandonan, a quienes por dádivas eximen a otros de tales obligaciones y a
traidores y desertores.

Vamba, en el año 673, extendió estas obligaciones a los clérigos, bajo destierro y con esta pena
y la de confiscación de sus bienes a quienes, cualquiera que fuese su condición, no acudiesen a
sofocar las rebeliones en el interior del Reino; poco después Ervigio dispuso la incorporación
de las huestes, en su caso, de los obligados a ello, acompañados de la décima parte de los
siervos que tuviesen.

Con la ocupación militar de la casi totalidad de la Península por los árabes se inicia la
Reconquista, y con ella una época de dispersión normativa, que se refleja en multitud de
ordenamientos locales o “fueros”, del carácter más diverso, aunque muchos de ellos con
características afines, lo que ha permitido, a efectos doctrinales, su agrupación en familias.

En muchos de estos “fueros”, especialmente en los llamados de “Extremadura” o de zona de


frontera, se hallan numerosos preceptos de índole militar y, en concreto en relación con las
obligaciones castrenses y las sanciones que acarreaba su incumplimiento. Los delitos contra el
derecho de gentes, como la violación de la tregua del Rey o del Consejo o el saqueo se castigan
en los Fueros de Teruel, Albarración, Plasencia y Usagre.

Es decir de acuerdo a los delitos previstos se asignaba un fuero respectivo. Los motines y
asonadas, en los que incluyen conductas rebeldes y sediciosas, son sancionados en la familia
de Fueros Cuenca-Teruel, previéndose una figura especial de conspiración castigada con penas
pecuniarias.

El insulto de obra al superior era penado severamente, llegando a cortarse la mano por el solo
hecho de esgrimir un arma contra el caudillo (F. de Cuenca y de las “las cavalgadas” .

Numerosos preceptos se destinan a la sanción de conductas contrarias a los deberes de


centinela o “atalayero”, como las de dormirse o dar voces imprudentes, estableciéndose, en
ocasiones, penas pecuniarias, a percibir por los rondadores o “Sobrevelas”, que descubriesen
aquellas infracciones (Usagre, Teruel). El huir de la lid o deserción es también una de las figuras
delictivas que aparece más frecuentemente, soliendo estar castigados con penas pecuniarias,
incluso en proporción al tiempo de duración de la ausencia; numerosos supuestos de fraude
militar, especialmente en relación con el destino y reparto del botín se recogen en los Fueros
de Cuenca, Teruel, Béjar y Heznatoralf.

El Fuero juzgo reproduce aquellos preceptos militares de su Libro IX (El servicio militar
obligatorio, como no existían ejércitos permanentes, se imponían en estado de guerra)
disposiciones similares se recogen en el “Fuero Real” que concedió Alfonso X a muchas
poblaciones, en un intento de lograr la mayor uniformización del Derecho Local.

En el Reino de Aragón, la “Compilación de Huesca” de 1247, cumplió tuvo igual misión, en ella
se incluye diversos delitos de carácter militar, como: Traición en el combate, soltar a moros
cautivos, ser desleal y no acudir a la batalla en ayuda de quien se ha recibido honor o guiar a
moros en tierras de moros.

Las “Siete Partidas”, texto jurídico de mayor trascendencia, en este campo buena parte de la
Partida II se dedica al orden marcial, pero es, especialmente, en la Partida VII, Título II,
aparecen los delitos militares. No existe en las “Partidas” penas de carácter militar, siendo
usuales las comunes de muerte, privativas de libertad, extrañamiento, destierro y pecuniarias.
A mediados del siglo XIV, se promulga en Castilla el “Ordenamiento de Alcalá”, entre cuyas
disposiciones figuró la de dar vigencia, con carácter de Derecho Supletorio a las “Partidas” y
con el fin de reforzar el poder real, reguló de nuevo lo concerniente a los delitos militares de
traición y rebeldía.

Se conoce con el nombre de ordenamiento de Alcalá a la normativa que salió de la reunión de


Cortes celebrada en Alcalá de Henares en 1348. Este ordenamiento “introdujo una serie de
transformaciones en el Derecho Castellano y se le puede considerar simbólicamente como el
hito que marca el final del periodo altomedieval en el aspecto legislativo”.

Su finalidad era garantizar el cumplimiento de la justicia, ordenando la forma de unificar los


reinos desde el punto de vista jurídico y avanzar en la centralización del poder real. La gran
dispersión legislativa existente, con multitud de fueros o leyes privativas de lugares concretos,
así como la legislación de otra índole (Fuero Juzgo, las Siete Partidas), hacían necesario una
unificación para conseguir el objetivo político del autoritarismo regio.

El ordenamiento señala claramente que la facultad legislativa es exclusiva del monarca.

A esta época corresponde también la regulación de la Marina de Guerra de la Corona de


Aragón, representada por las “Ordenaciones” de Pedro IV , en 1354, que contienen diversos
preceptos penales para el mantenimiento de la disciplina a bordo.

“Al rey pertenece y tiene poder de hacer fueros, y leyes, y de interpretarlas y declararlas, y
enmendarlas”.

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