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BECCARIA

La obra de César Beccaria (15 marzo 1738-28 noviembre 1794) De los delitos y de
las penas (1764) es el único escrito del iluminismo italiano que ha tenido resonancia
europea. Traducido al francés por el abate Morellet y publicado en París en 1766, y
luego a las demás lenguas europeas, se puede decir que representa el punto de vista
del iluminismo en el campo del Derecho Penal. Los principios de que parte la obra
son los de Montesquieu y Rousseau. El objetivo de la vida social es “la mayor
felicidad repartida entre el mayor número”, fórmula aceptada después y hecha propia
por Bentham. El Estado nace de un contrato y la única autoridad legitima es la de los
magistrados que representan la sociedad unida por el contrato (Dei delitti' §9). Las
leyes qon las condiciones del pacto originario y las penas el motivo sensible para
reforzar y garantizar la acción de las leyes. De estos principios nace la consecuencia
fundamental, que inspira todo el ens'ayo. “Las penas que sobrepasan la necesidad de
conservar el depósito de la salud pública, son injustas por su naturaleza y tanto más
justas son las penas cuanto más sagrada e inviolable es la seguridad, y mayor la
libertad que el soberano conserva para los súbditos” (Ib., § 2).
394 FILOSOFIA MODERNA

De este punto de vista nacen los problemas debatidos por Beccaria, cEs
verdaderamente la muerte una pena útil y necesaria para la seguridad y ef buen orden
de la sociedad? cLa tortura y los tormentos son justos y alcanzan el fin que las leyes
se proponen? c Las mismas penas son igualmente útiles en todos los tiempos? Ahora
bien, el fin de las penas no es otro que impedir que el reo cause nuevos daños a sus
conciudadanos y apartar a otros de cometer daños iguales. Es necesario, pues, escoger
las penas y el modo de infligirlas para que, guardando proporción con el delito
cometido, causen uni impresión más eficaz y duradera sobre el alma de los hombres y
sean menos atormentadoras para el cuerpo del reo (Ib., 15). Pero el reo no es tal antes
de la sentencia del juez, ni la sociedad puede privarle de la Protección pública antes
de que se haya decidido si ha violado los pactos yor os cuales le fue otorgada. La
tortura es, pues, ilegítima; y también inutil, porque es vano suponer que “el dolor se
convierta en el crisol de la verdad, como si el criterio de ella re'sidiera en los
músculos y en las fibras de un miserable”. La tortura es el medio más seguro de
absolver a los criminales robustos y de condenar a los débiles inocentes; es una
cuestión de temperamento y de cálculo que varía en cada hombre en proporción a su
robustez y su sensibilidad. Y pone al inocente en peores condiciones que al reo que, si
resiste a la tortura, es declarado inocente, mientras que al inocente reconocido por tal
nadie le puede quitar el daño que se le ha infligido con el tormento (Ib., 12). En
cuanto a la pena de muerte, Beccaria se pregunta cuál puede ser el derecho que los
hombres se atribuyen para matar a sus semejantes. Este derecho no puede derivarse
del contrato social, porque es absurdo que los hombres hayan dado en este contrato a
los demás el derecho de matarles. La pena de muerte no es un derecho, sino “una
guerra de la nación con un ciudadano”. Se justificaría únicamente en el caso de que
fuese realmente el verdadero y único freno para apartar a los demás de la comisión de
delitos; pero esto es precisamente lo que Beccaria niega. No es la intensidad de la
pena lo que causa el mayor efecto sobre el alma humana, sino la extensión de la
misma, porque nuestra sensibilidad es movida más fácil y establemente por
impresiones mínimas y continuadas que con un movimiento fuerte, pero pasajero. Las
pasiones violentas sorprenden a los hombres, pero no por largo tiempo; por esto,
en.un gobierno. libre y tranquilo, las impresiones deben ser más frecuentes que
fuertes. “La pena de muerte se convierte en un espectáculo para la mayor parte y en
un objeto de compasión mezclado con desdén para otros; ambos sentimientos
embargan más el ánimo de los espectadores que el saludable terror que 4 ley pretende
inspirar. Pero en las penas moderadas y continuas, el sentimiento dominante es este
último, porque es el único. El límite, que debería fijar el legislador al rigor de las
penas, parece consistir en el sentimiento de compasión, cuando comienza a
prevalecer sqbre cualquiera otro en el ánimo de los espectadores de un suplicio, más
hecho para éstos que para el reo” (Ib., 16). El que ve ante sí el gran númeeo de años
que ha de pasar en la esclavitud, hace una útil comparación de "todo ello con la
incertidumbre del éxito de sus delitos y con la brevedad del tiempo que gozaría los
frutos de su crimen. No es necesario que la pena sea terrible; es necesario más bien
que sea cierta e infalible. “La certeza de un castigo, aunque moderado, causará
siempre mayor impresión que el temor de otro
LA ILUSTRACION ITALIANA 395

más terrible unido a la esperanza de la impunidad” (Ib., 20). En todo caso, la


verdadera medida de los delitos es el daño acerreado a la sociedad. No debe entrar en
esta medida la consideración de la intención, que es diferente en cada individuo y no
se presta a caer en las normas generales de un código; ni tampoco la consideración de
lo pecaminoso. El pecado se refiere a la relación entre el hombre y Dios, mientras que
la única base de la, justicia humana es la utilidad común (Ib., 24). La exigencia
general de la legislación penal la indica Beccaria al concluir su obra. “Para que toda
pena no sea una violencia de uno o de muchos contra un ciudadano particular, debe
ser esencialmente pública, pronta, necesaria, la menor posible dadas las
circunstancias, proporcionada a los delitos v dictada por las leyes” (Ib., 42).
Ante la obra que acabamos de examinar, las demás de Beccaria tienen escaso relieve.
En las Investigaciones sobre la naturaleza del estilo (1770), emplea principios
sensistas. Distingue las ideas principales. o necesarids, que garantizan la verdad de un
juicio, de las ideas accesorias, cuya finalidad es sólo aumentar la fuerza y la
impresión del mismo juicio. El estilo consiste en la elección y en el uso de las ideas
accesorias. Esta elección debe mirar sobre todo el interés ligado a las ideas, o sea, su
relación con el placer y el dolor. Emplea aquí los elementos de la psicología de
Condillac.

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