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Consejo Editorial
César Delgado Barreto
Gastón Fernández Cruz
Samuel Abad Yupanqui
Asistentes de Edición
Martín Soto Florián
Diego Esteban Ganoza Espinoza
FACULTAD DE
DERECHO
© Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2009
Av. Universitaria 1801, Lima 32 - Perú
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Fax: (51 1) 626-2913
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o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.
ISSN: 0251-3412
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 95-0868
Registro de Proyecto Editorial: 31501360900257
Primera edición: abril 2009
Tiraje: 400 ejemplares
Contenido
Presentación 9
Otras contribuciones
Libertad religiosa y Estado constitucional 167
Samuel B. Abad Yupanqui
El derecho en la tierra, o la importancia del inicio de la frontera terrestre
para definir fronteras marítimas. El caso entre el Perú y Chile 193
Fabián Novak Talavera / Luis García-Corrochano Moyano
El arbitraje en la experiencia latinoamericana 207
Mario Castillo Freyre / Ricardo Vásquez Kunze / Rita Sabroso Minaya
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 221
Omar Cairo Roldán
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa
de los Derechos Humanos 249
Joel Díaz Cáceda
El referéndum. Concepto general y regulación legal en el Perú 273
Hubert Wieland Conroy
Diálogos
Imperio de la ley y constitucionalismo. Un diálogo entre Manuel Atienza y
Francisco Laporta 307
Reseñas
El acoso moral en la relación de trabajo. Carlos Blancas Bustamante
Lima, Colección Derecho PUCP, Palestra editores, 2008 329
Elmer Arce Ortiz
Introducción al Derecho Internacional Privado. Segundo Tomo.
César Delgado Barreto
Lima, Fondo Editorial PUCP, 2008 331
Fernando Vidal Ramírez
La responsabilidad del Presidente. Razones para una reforma constitucional
Francisco Eguiguren Praeli
Lima, Fondo Editorial PUCP, 2007 335
Heber Joel Campos Bernal
Crónica de Claustro
Relación de autoridades de la Facultad de Derecho 343
Memoria de la gestión del decano, julio 2005-junio 2008 345
Reseña Institucional 365
Discurso de Orden en el acto de imposición de la Medalla Jorge Dintilhac
al doctor Jorge Avendaño Valdez 375
Marcial Rubio Correa
Laudatio pronunciada con motivo del otorgamiento del Doctorado Honoris
Causa al profesor Néstor Pedro Sagüés 385
Francisco José Eguiguren Praeli
El concepto de «desconstitucionalización». Discurso de aceptación del
Doctorado Honoris Causa otorgado por la Pontificia Universidad Católica
del Perú al profesor Néstor Pedro Sagüés 399
Laudatio pronunciada con motivo del otorgamiento del Doctorado Honoris
Causa al profesor Alessandro Pizzorusso 413
Gorki Gonzales Mantilla
Del Derecho Comparado al Derecho Cosmopolita, discurso de aceptación
del Doctorado Honoris Causa otorgado por la Pontificia Universidad Católica
del Perú al profesor Alessandro Pizzorusso 421
Presentación
Presentación
Kelsen, Hans. Teoría pura del Derecho. México: Porrúa, 1993, pp. 79 y ss.
Zagrebelsky, Gustavo. Il diritto mite. Legge, diritti, giustizia. Torino: Eiunadi, 1992, pp.
38 y ss.
10 Presentación
Grimm, Dieter. Constitucionalismo y derechos fundamentales. Madrid: Trotta, 2006,
p. 100.
Hart, H.L.A. El concepto del derecho. Buenos Aires: Abeledo Perrot, 1968, pp. 247 y ss.
Presentación 11
Roberto Gargarella**
Alais, Julio Alberto y otros s/ recurso de casación, causa Nº 4859/04. Decisión del 23
de abril de 2004, Cámara Nacional de Casación Penal.
Cox vs. Louisiana, 379 U.S. 536. La posición de la Corte ha variado de acuerdo al con-
texto y las diferentes características de los distintos casos bajo análisis. Sus decisiones
variaron, por ejemplo, según la hora del día en que se realizó la manifestación, el lugar
donde se llevó a cabo, el número de participantes, los requisitos de seguridad, la posi-
bilidad de llevar a cabo las manifestaciones en otros lugares, etcétera. A continuación
se explorarán algunas de estas variaciones con más detalle.
Ver, por ejemplo, People vs. Knight 35 Misc. 2d 216, 228 N.Y.S. ad 981 (Ma-
gis. Ct. 1962); Farmer vs. Moses 232 F. Supp. 154 (S.D.N.Y.). La cuestión de si las
22 Roberto Gargarella
Soberano, M. «La protesta social: delito, derecho o deber», mimeo, 2005.
Artículo 14: «Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos confor-
me a las leyes que reglamentan su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria
lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer,
transitar, y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura
previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar
libremente su culto; de enseñar y aprender». Artículo 14 bis: «[…] (1) el trabajo en sus di-
versas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: con-
diciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados;
retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; partici-
pación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en
la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público;
organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un
registro especial. (2) Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de
trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes
gremiales gozarán de las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical
y las relacionadas con la estabilidad de su empleo. (3) El Estado otorgará los beneficios
de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable. En especial, la ley
establecerá: el seguro social obligatorio, que estará a cargo de entidades nacionales o
provinciales con autonomía financiera y económica, administradas por los interesados
con la participación del Estado, sin que pueda existir superposición de aportes; jubilacio-
nes y pensiones móviles; protección integral de la familia; la defensa del bien de familia;
la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna».
24 Roberto Gargarella
301 U.S. 468.
Ib., en 478.
10
Cox, A. «Strikes, picketing and the Constitution». Vanderbilt Law Review, vol. 4,
1951, p. 592.
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 25
11
Esta respuesta es más interesante que las ofrecidas por los tribunales en ciertas ocasio-
nes, de acuerdo con las cuales los derechos individuales algunas veces deberían ser sa-
crificados en nombre del interés general. La idea de que los derechos constitucionales
podrían ser limitados por el «interés nacional», el «bien común» o el «bienestar general»
aparece, por ejemplo, en Retail, Wholesale and Department Store Union vs. Dolphin
Delivery (2 SCR 573, 1986), una decisión adoptada por la Corte Suprema de Canadá
en la cual el juez McIntyre reconoció que «en cualquier forma de piquete está involu-
crado algún elemento de expresión» (Ib.: 591). Sin embargo, el juez luego afirmó que
el costo social de los piquetes de trabajadores «es enorme, se pierden horas de trabajo
y salarios, se interrumpen la producción y los servicios y se acrecientan las tensiones
generales dentro de la comunidad» (Ib.: 591); y mantuvo, en su conclusión, que los
piquetes no deberían ser permitidos si dañan a terceros (Moon, R. «The Supreme Court
of Canada on the Structure of Freedom of Expression Adjudication». The University
of Toronto Law Journal, vol. 45, Nº 4, 1995). La eliminación de derechos en nombre
de (alguna forma de) el «interés nacional» también ha sido común en Argentina. Por
ejemplo, en el célebre (e infame) caso C.H.A. (CSJN, 22 de noviembre de 1991), que
involucraba los derechos de la comunidad homosexual, el juez de la Corte Suprema
Boggiano (removido mediante juicio político en 2005), afirmó que los derechos de
asociación de los homosexuales podrían ser restringidos porque, según su parecer, to-
das las asociaciones legales debían servir al «bien común», lo cual —asumía— no era el
caso en esta oportunidad. Para él, la protección constitucional de [derechos fundamen-
tales] encuentra sus límites en la necesidad y el deber de proteger la moralidad pública
inherente al «bien común». La utilización de estos criterios ha sido frecuentemente
respondida recurriendo a las reflexiones de Dworkin sobre la naturaleza de los dere-
chos y su carácter inviolable. Este fue, por ejemplo, el argumento utilizado por el juez
Petracchi en el caso C.H.A., donde —citando a Ronald Dworkin— objetó la utilización
de ideas como la del «interés nacional» como medio para la eliminación de derechos.
Para él, conceptos como «interés nacional» o «bien común» eran términos muy abarca-
dores (y difusos), que los gobiernos autoritarios habían utilizado históricamente como
excusa para limitar los derechos individuales.
26 Roberto Gargarella
12
312 U.S. en 574.
13
Ib.
14
Schifrin, Marina, causa Nº 3905/02 s/recurso de casación. La Corte también citó otros
casos, tales como los siguientes fallos: 199:149 y 483, 200:450, 249:252; 262:205;
268:364; 283:364; 283:98; 296:372.
15
Badeni, G. «Formas de libertinaje». Diario Clarín, 17 mayo, 1999a; Derecho constitu-
cional. Libertades y garantías. Buenos Aires: Ad Hoc, 1999b, p. 272; «La convivencia
democrática». La Ley, T. 2001-E, 2001, p. 1286.
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 27
absoluto», porque este, como todo otro derecho, «debería ser ejercido de
acuerdo con las leyes que regulan su ejercicio […] y respetando los límites
establecidos por la Constitución en el artículo 22 (que se refiere al delito
de sedición)». Citando a uno de nuestros padres fundadores, Juan Bautista
Alberdi, Cassagne concluyó su argumento diciendo que «la libertad de cada
hombre termina donde comienza la libertad de sus prójimos»16.
P: ¿Qué derecho es, entonces, más importante (el derecho al libre tránsito o el
derecho a la libertad de expresión)?
El argumento anterior, relacionado con la existencia de un conflicto de
derechos, es importante, y traslada la discusión a una arena mucho más
interesante: nos obliga a discutir si algunos derechos tienen más peso que
otros, y si es posible establecer entonces una «jerarquía» entre los diferentes
derechos. Por supuesto, ningún miembro de la comunidad jurídica desea
estar en una situación en la que esté forzado a elegir entre un derecho y
otro. Tratamos de hacer todo lo posible con el propósito de «armonizar»
todos los derechos —queremos que todos ellos «encajen» en el mismo mar-
co—. Sin embargo, muchas veces, este ideal es imposible de alcanzar en la
práctica, razón por la cual, frecuentemente, estamos obligados a realizar un
balance entre la importancia relativa de los distintos derechos, y acotar uno
de ellos de alguna manera. Así, puede que debamos elegir entre nuestro
compromiso con una prensa libre y el derecho a la privacidad (por ejem-
plo, cuando un periódico divulga información acerca de la vida privada de
una figura pública); de la misma manera, puede que debamos limitar cier-
tas expresiones con el propósito de evitar la circulación de mensajes racis-
tas u homofóbicos. En situaciones difíciles como estas, se requiere pensar
cuidadosamente qué hacer: nos enfrentamos a casos delicados, que exigen
tomar decisiones jurídicas dramáticas y difíciles. Los jueces argentinos, sin
embargo, tendieron a percibir estas decisiones como fáciles, y limitaron
—sin mucha discusión, como si se tratase de una decisión obvia— el dere-
cho de los manifestantes a protestar en nombre del derecho al libre tránsi-
to. De este modo, pusieron fin a la importante discusión que ellos mismos
habían abierto, cuando la discusión solo estaba comenzando. Ellos nos
deben, por tanto, una explicación de por qué, ante al conflicto de derechos
16
Cassagne, J. C. «Reflexiones sobre los “cacerolazos”». La Ley, T. 2002-C.
28 Roberto Gargarella
que estaban enfrentando, resultaba tan evidente que debían limitar los de-
rechos de los manifestantes. ¿Resultaba tan evidente que los derechos de
los manifestantes a expresarse libremente, a protestar, a reunirse, a peticio-
nar —todos derechos protegidos por la Constitución— debían ser limita-
dos ante un derecho como el derecho al libre tránsito? ¿Era este último un
derecho innegablemente «superior» o «más importante» que los derechos
de los manifestantes? ¿Estos casos no deberían haber sido resueltos exac-
tamente de manera opuesta? La respuesta no es obvia, y precisamente por
ello los jueces deberían haberse comprometido en una discusión que en
estos casos, sin embargo, prefirieron eludir.
Un punto de partida posible para abordar este tipo de situaciones de
conflicto de derechos puede ser un caso como New York Times vs. Sullivan17,
el cual ha sido frecuentemente citado por los tribunales argentinos. El caso
es particularmente interesante porque implicó críticas extremadamente
agudas en contra de un funcionario público, que incluían informaciones
falsas —aunque no formuladas con «real malicia»— y el conflicto entre
dos derechos importantes, a saber, el derecho a la libre expresión y el dere-
cho a la reputación personal. A través de su opinión mayoritaria, la Corte
no dejó lugar a dudas con respecto a qué derecho decidió privilegiar y por
qué razones. En su célebre decisión la Corte expuso al menos tres cosas im-
portantes. En primer lugar, dejó en claro que resolvería el caso desde una
concepción robusta de la democracia (retomaré este tema más adelante)18.
En segundo lugar, y desde ese punto de vista, la Corte enfatizó su com-
promiso excepcionalmente fuerte con la libertad de expresión, tolerando
—como en el caso analizado— la inclusión de «comunicados erróneos»,
«ataques vehementes, agresivos y, a veces, desagradablemente incisivos», e
incluso declaraciones falsas, que ponen de manifiesto cuán altos eran los
costos que la Corte estaba dispuesta a asumir para preservar un debate
17
376 U.S. 254 (1964).
18
En sus palabras: «evaluamos este caso a partir de un profundo compromiso nacional
con el principio de que el debate sobre cuestiones públicas debería ser desinhibido,
sólido y abierto». Además, y citando al juez Learned Hand, también sostuvo que la
Primera Enmienda «presupone que las conclusiones correctas son más probablemente
alcanzadas por una multiplicidad de voces, más que a través de cualquier tipo de se-
lección autoritativa».
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 29
robusto19. En tercer lugar, la Corte otorgó una protección aún más fuerte
a las críticas realizadas a las autoridades públicas20. La Corte respaldó «el
privilegio de los ciudadanos a criticar al gobierno» porque «es su obligación
la de criticar, así como la de los funcionarios es la de administrar». Citando
a James Madison, la Corte concluyó diciendo que «el poder de censura está
en el pueblo sobre el gobierno, y no en el gobierno sobre el pueblo». En lo
que refiere a su visión sobre los derechos, la Corte dejó claro que el derecho
a la libre expresión merecía una protección especial y que, dentro de esta
esfera, las expresiones políticas (y en particular las críticas contra aquellos
que se encuentran en ejercicio del poder) merecían la protección judicial
más firme. En suma, la Corte demostró de forma ejemplar cómo actuar
ante situaciones que suponen un conflicto entre derechos.
19
Citando a John Stuart Mill, la Corte reconoció que incluso una declaración falsa puede
realizar una contribución valiosa al debate público, dado que genera «una percepción
más clara y rápida de la verdad, producida por su colisión con el error».
20
«Dicho privilegio a la crítica de las conductas de las autoridades públicas —sostuvo la
Corte— es perfectamente análogo a la protección concedida a los funcionarios públi-
cos cuando son demandados por difamación por parte de un ciudadano».
21
Cassagne, J. C., Ob. cit.
22
Ib.
30 Roberto Gargarella
23
Solo para mencionar un ejemplo famoso y reciente, en el llamado caso de la Legisla-
tura, que tuvo lugar el 20 de julio de 2004, el Poder Judicial ordenó el arresto de un
grupo de quince manifestantes (que tendrían que pasar un año en prisión, hasta que
la decisión fue afortunadamente revocada en septiembre de 2005), porque algunos
de ellos (y solo algunos) habían atacado violentamente la Legislatura de la Ciudad de
Buenos Aires (por ejemplo, destruyendo parcialmente una de sus puertas principales y
algunas ventanas). El caso fue escandaloso al menos por dos razones. Primero, a través
de todas las pruebas fílmicas existentes quedaba claro que no todos los manifestantes
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 31
palos. También es cierto que a veces utilizaron y/o amenazaron con recurrir
a medios coercitivos en contra de aquellos que desafiaran sus bloqueos, que
emplearon la agresión verbal, que prendieron fuego a neumáticos de autos
—en suma, parece cierto que los piqueteros tendieron a crear disturbios que,
ocasionalmente, incluyeron cierta dosis de violencia—. En ocasiones los
manifestantes golpearon los vehículos de aquellos que osaban atravesar las
barreras que habían colocado en las carreteras, y en casos aun más extremos
atacaron y destruyeron parcialmente edificios públicos (ver, por ejemplo, el
caso de la Legislatura mencionado anteriormente). En general, los bloqueos
de carreteras o la ocupación ilegal de terrenos parecen representar lo contra-
rio al diálogo, la negación de una discusión racional. Estas acciones, podría
decirse, son acciones directas que socavan la posibilidad de un diálogo racio-
nal, y representan, en cambio, el ejercicio puro de la fuerza bruta y expresan
desprecio hacia las razones que otros pueden estar dispuestos a brindar.
En Estados Unidos, la asociación entre piquetes y coerción tiene una
muy larga historia24. De acuerdo con Archibald Cox, «muchos jueces con-
sideraron como intrínsecamente coercitivos todos los piquetes, y por tanto
ilegales, a pesar de ser conducidos pacíficamente y cualquiera fuese el obje-
tivo»25. En Argentina, jueces, académicos y formadores de opinión han sus-
cripto, en general, esta visión que unía las manifestaciones populares con
la violencia. De esta manera, por ejemplo, de acuerdo con la decisión de
la Corte en el caso Alais, los componentes violentos que aparecieron en el
caso fueron suficientes para negar protección a los componentes expresivos
de la acción en cuestión. Gregorio Badeni sostuvo una opinión similar en
su análisis de manifestaciones populares recientes en la forma de escraches.
Para él, las acciones de los manifestantes eran una demostración de «igno-
rancia cívica», y suponían una utilización «patológica» de la ley. Asimismo,
comparó sus acciones con aquellas realizadas por los nazis, tachándolas de
«prácticas autoritarias». En una nota editorial muy reciente que apareció
en uno de los principales periódicos argentinos, titulada La violencia pi-
quetera, y repitiendo una línea de argumentación bastante común en dicho
periódico, el editor se refirió a la reaparición de la violencia piquetera y a
24
Jones, E. «Picketing and Coercion: A Jurisprudence of Epithets». Virginia Law Review, vol.
31, N° 8, 1953.
25
Cox, A. Ob. cit., pp. 591-592.
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 33
26
Diario La Nación, 11 de octubre de 2005.
27
Ver, por ejemplo, Pritchard vs. Downie, 326 F. 2d 323 (8º Cir. 1964); Milk Wagon
Drivers Local 753 vs. Meadowmoor Dairies, Inc., 312 U.S. 287 (1941); New Negro
Alliance vs. Sanitary Grocery Co., 303 U.S. 552 (1938).
28
Sin embargo, en el caso Giboney vs. Empire Storage (336 U.S. 490, 1949), la Corte
excluyó a los piquetes de la protección de la Primera Enmienda, argumentando que
estos eran algo más que la expresión.
29
Ib., en 555, 578. Ver estas referencias en Kalven, H. «The Concept of the Public Forum:
Cox v. Louisiana». The Supreme Court Review, vol. 1965, 1965, p. 23.
30
Ib.
31
Ib.
34 Roberto Gargarella
hacer un esfuerzo especial para prestar atención al mensaje que tales expre-
siones intentan hacernos llegar32.
Afirmar esto no implica ignorar la violencia presente en muchos de
los casos examinados —violencia que parece inaceptable para aquellos a
quienes nos preocupa el valor del diálogo público—. Sin embargo, y con
el propósito de tomar esta violencia seriamente, deberíamos realizar, en
primer lugar, algunas distinciones sencillas entre los diferentes casos. Un
primer caso es aquel en el cual, en medio de una manifestación por lo
demás pacífica, alguien comete un acto de violencia. En estos casos, las au-
toridades públicas deberían simplemente separar a esta persona del resto y
reprenderla de manera apropiada (lo cual, vale notar, no significa decir que
la única manera de reprenderla es mandando a prisión al ofensor, como
muchos jueces argentinos han tendido a pensar). Esto es lo que los jueces
solían hacer, por ejemplo, en períodos en los que la metodología de protes-
ta más habitual era la huelga: el hecho que en ciertas ocasiones (digamos,
durante los años setenta) muchas de las huelgas incluyeran actos de violen-
cia aislados no les impedía castigar estos actos, y a la vez mantener intacto
el derecho de huelga. En casos recientes, la Corte Europea de Derechos
Humanos reconoció que la presencia de disrupciones accidentales durante
una manifestación, no convierten a la misma en una manifestación «no
pacífica»33, y también reconoció que la mera presencia de unos pocos agi-
tadores no transforma a la reunión en violenta.
En otros casos parece más difícil distinguir entre las expresiones de un
grupo y sus componentes violentos. Pero aun en estos casos se debería hacer
un esfuerzo para preservar el componente expresivo de estas acciones, en la
medida en que ello fuese posible34. Los casos de «quema de banderas», entre
32
Geoffrey Stone sostuvo una idea similar al afirmar que «casi todas las formas de co-
municación interfieren necesariamente con algún interés legítimo del Estado. Los
panfletos generan basura, los carteles y posters pueden considerarse antiestéticos, el
discurso público (amplificado o no) puede molestar a los transeúntes, los piquetes y
marchas pueden obstruir el tránsito, y así sucesivamente» (Stone, G. «Fora Americana:
Speech in Public Places». The Supreme Court Review, vol. 1974: 240).
33
Stankov and the United Macedonian Organisation Ilinden vs. Bulgaria, 2 de octubre de
2001.
34
En el caso NLRB vs. Fruit Packers (377 U.S. 58, 1964), examinando el tema de los pi-
quetes, el juez Black sostuvo que cuando la acción de movilización y de expresión están
tan entrelazadas, la Corte debe «sopesar las circunstancias» y «evaluar la solidez de las
razones presentadas» para la regulación de la actividad del piquete (Ib., en 77-78). Como
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 35
otros, han obligado a los especialistas del derecho a pensar con más cuidado
sobre este tipo de cuestiones35. Los doctrinarios han tendido a concluir que
los mensajes políticos pueden ser transmitidos de formas diferentes, lo que
no necesariamente queda restringido al lenguaje oral o escrito. Así, la acción
de tirar un huevo a un político, que puede ser condenada tanto moral como
legalmente, generalmente transmite un mensaje potente en términos políti-
cos. No prestarle atención a este punto implica no abordar una parte crucial
del asunto. El hecho es que estos actos provocativos, disruptivos e incluso
violentos (sean verbales o no), pueden también estar —como frecuente-
mente lo están— dirigidos a llamar la atención pública con respecto a un
tema que ha sido descuidado por el resto de la sociedad y por el gobierno en
particular36. Tal como lo estableció la Corte Suprema de Justicia de Estados
Unidos, «en muchos casos, el medio puede ser bien el mensaje»37. Además,
si la expresión (particularmente, la expresión política) está presente, uno po-
dría aproximarse a estos casos con el criterio definido por la Corte en otros
casos referidos a la libertad de expresión que incluían conductas o lenguajes
provocativos. La Corte podría invocar —como lo hizo en varias oportunida-
des— la prueba del peligro claro e inminente para determinar si las acciones
analizadas merecen protección constitucional o no38. Este esfuerzo para pre-
servar el componente expresivo de los actos en cuestión es consistente con
algunas propuestas realizadas recientemente por teóricos de la democracia,
quienes han abierto un espacio para la consideración de los aspectos «ilocusio-
narios» de actos no verbales dentro de teorías de la democracia que enfatizan
la deliberación pública como característica central de la misma39.
sintetizó M. Scott, Black afirmó que «si la información transmitida por los piqueteros es
legal, entonces realizar piquetes para transmitir esas ideas no puede ser considerado
ilegal» (Scott, M. Ob. cit., 175).
35
Texas vs. Jonson, 491 U.S. 397 (1989); Tinker vs. Des Moines Sch. Distr. 393 U.S. 503
(1969).
36
Como afirmó Jeremy Waldron (2000: 382) argumentando a favor de la importancia
que tiene el ser confrontados por las situaciones de pobreza y en contra de la estrategia
—promovida por algunos— dirigida a alejar la pobreza del espacio público visible: «si
la situación de algunos en la sociedad es angustiante, entonces es importante que otros
se angustien por ello; si la situación de algunos en la sociedad es de incomodidad,
entonces es importante que otros estén incómodos».
37
FCC vs. Pacifica Found, 438 U.S. 726 (1978).
38
Por ejemplo, ver Feiner vs. New York 340 U.S. 315 (1951).
39
Jane Mansbridge e Iris Marion Young, por ejemplo, afirman que a través de su énfasis
en el consenso y el intercambio de argumentos y razones, las teorías deliberativas han
36 Roberto Gargarella
O: Los manifestantes deberían, y podrían, haber ejercido sus derechos de manera di-
ferente, más razonable: la importancia de las regulaciones de tiempo, lugar y modo
La violencia puede ser explicada, e incluso justificada, en ciertas ocasiones.
Pero la pregunta es: ¿por qué los manifestantes deberían recurrir a ella
cuando no es necesario? En efecto, a veces los piqueteros tienden a violar
42
Notablemente, la Corte no aceptó el argumento de que los manifestantes habían de-
jado vías alternativas para que utilizaran los conductores. En su opinión, «este hecho
no ha sido probado», e incluso si así hubiera sido, dichas acciones aún hubieran sido
ilegales porque las leyes argentinas no solo condenan la obstrucción total de las carre-
teras nacionales, sino también las acciones que «perturban o hacen más incómoda» la
utilización de los servicios públicos.
43
Creer vs. Spock 424 U.S. 828.
38 Roberto Gargarella
44
Salvo que estén diseñadas de modo estrecho y sirvan a un significativo interés del
Estado. Ver, por ejemplo, Burson vs. Freeman 504 U.S. 191 (1992).
45
Linmark Associates, Inc. vs. Township of Willingboro, 431 U.S. 85 (1977).
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 39
46
Landwehr, H. «Unfriendly Persuasion: Enjoining Residential Picketing». Duke Law Jour-
nal, vol. 43, Nº 1, 1993, p. 171.
47
Ver, por ejemplo, Grace vs. United States 461 U.S. 171, 195 (1983).
48
Fenwick, H. «The Right to Protest, the Human Rights Act and the Margin of Apprecia-
tion». The Modern Law Review, vol. 62, Nº 4, 2000, p. 493.
49
Ib., p. 494.
50
La Corte defiende, por ejemplo, regulaciones de este tipo estableciendo restricciones
de tiempo, número de participantes, volumen de los discursos, o ubicación de los car-
40 Roberto Gargarella
to, incluso si así lo fuera, ello no sería una buena razón para no considerar
más seriamente el significado de estándares razonables como los definidos
por ambas cortes—. En particular, la Corte de Estados Unidos ha prestado
atención al impacto diferencial de las regulaciones de contenido neutral, ase-
gurándose que el orador tuviera acceso a un «foro accesible, por el que pueda
esperarse que circulen las personas a quienes quiere dirigir su discurso»51. De
acuerdo con lo anterior, en Dr. Martin Luther King Jr. Movement vs. City of
Chicago (419 F. Supp. 667) la Corte eliminó una regulación que impedía a
las organizaciones de derechos civiles marchar a través de un barrio de blan-
cos, dado que la idea de los manifestantes era llegar a esa audiencia en parti-
cular; y en Schneider vs. State, la Corte eliminó una ordenanza que requería
un permiso para cualquier actividad de solicitud de votos casa por casa (la
cual en principio aparecía como una regulación de contenido neutral admi-
sible), porque en realidad perjudicaba desproporcionadamente a los grupos
con menos recursos52. En Argentina, esta opinión ha sido sostenida por el
juez Rodríguez Basavilbaso en su voto en disidencia en el caso Schifrin, en el
que citó las opiniones judiciales de Estados Unidos sobre este tema53.
teles. Ver O’Neill, K. «Disentangling the Law of Public Protest». 45 Loyola Law Review,
1999, pp. 476-477.
51
Students Against Apartheid Coalition vs. O’Neill, 660 F. Sup. 333, 339.
52
308 U.S. 147 (1939).
53
En esa oportunidad, el juez citó la famosa opinión del juez Roberts en el caso Hague,
Mayor et al. vs. Committee for Industrial Organization et al. 307 U.S. 496 (1939):
«las calles y parques han sido destinados para el uso del público y, a lo largo del
tiempo, han sido utilizados para la organización de asambleas, la comunicación de
pensamientos entre ciudadanos y la discusión de cuestiones públicas». Este uso de las
calles y espacios públicos ha sido, desde tiempos ancestrales, parte de los privilegios,
las inmunidades, los derechos y las libertades de los ciudadanos. El privilegio de un
ciudadano de Estados Unidos de utilizar las calles y parques para la comunicación de
sus opiniones sobre cuestiones nacionales puede ser regulado para el bien de todos;
no es absoluto, sino relativo, y debe ser ejercido sujeto a la comodidad general y la
conveniencia, y en consonancia con la paz y el buen orden; pero no debe ser, bajo la
apariencia de regulación, acotado o negado».
54
385 U.S. 39 (1966).
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 41
55
En Brown vs. Louisiana (383 U.S. 131, 1966), un caso similar (pero sin el voto del juez
Brennan), el grupo minoritario sostuvo la misma posición que en el caso Adderley. En
Tinker vs. Des Moines (393 U.S. 503, 1969) la mayoría de la Corte aceptó parte de
los argumentos de la minoría (al menos respecto a una teoría más amplia del espacio
público), y afirmó que la Primera Enmienda permitía «una regulación razonable de las
actividades relacionadas con la expresión en circunstancias cuidadosamente restringi-
das». Pero agregó que «no restringimos el ejercicio admisible de los derechos de la Pri-
mera Enmienda a una cabina telefónica, a los bordes de un panfleto, o a una discusión
supervisada y ordenada en un salón de clase» (Ib., en 513).
42 Roberto Gargarella
ley reflexionó sobre las oportunidades que los diferentes grupos tenían para
presentar sus reclamos al resto de la sociedad en general, y las autoridades
públicas en particular. La Corte reconoció que los diferentes grupos tenían
grados de acceso sustancialmente diferentes a los espacios existentes y, a
partir de este hecho y de la misma teoría deliberativa defendida en el caso
New York Times vs. Sullivan, propuso un importante principio —el men-
cionado principio de la distancia deliberativa—. Dicho principio establecía
que cuanto más marginado del debate público está un grupo por razones
que están más allá de su propia responsabilidad, más sensible tiene que ser
el Poder Judicial a las demandas de dicho grupo, y mayor protección debe
otorgar a las formas de comunicación desafiantes que estos grupos eligen
para presentar sus demandas56. Por supuesto, este principio no implica que,
debido a la situación difícil que enfrentan ciertos grupos, la Corte deba
simplemente aceptar sus demandas o despreocuparse por la manera en que
se presentan dichas demandas. El principio de la distancia deliberativa es
agnóstico con respecto al resultado final de la decisión judicial, que de-
pende enormemente de los detalles particulares del caso. Sin embargo, el
principio apela a una actitud diferente por parte de los miembros de la
Corte, quienes no deberían evaluar los reclamos del grupo afectado y los
medios elegidos para expresar esos reclamos como si los manifestantes fue-
ran miembros plenamente integrados de esa comunidad deliberativa»57.
56
En este sentido, vale la pena resaltar la opinión del juez Frank Johnson, cuando hizo
referencia a las enormes injusticias sufridas por los negros, que —como señaló Burke
Marshall— «crearon un ampliado derecho de protesta para aquellos que habían sido
maltratados» (Marshall, B. «The Protest Movement and the Law». Virginia Law Review,
vol. 51, Nº 5, 1965, p. 789). En palabras de Johnson, su decisión requirió tomar en
cuenta el «patrón casi continuo […] de acoso, intimidación, coerción, amenazas y, a
veces, maltratos brutales hacia los manifestantes y otros miembros de su clase que es-
taban involucrados en las manifestaciones con el propósito de incentivar a los negros
para que intentaran inscribirse para votar y para que protestaran contra las prácticas
discriminatorias de inscripción de los votantes en Alabama» (Williams vs. Wallace, 240
F. Supp. 100, 104 M.D. Ala 1965). Al encontrar que las «injusticias» eran «enormes», la
Corte concedió el derecho para manifestarse de manera acorde.
57
Definiendo el principio de distancia deliberativa, el juez Brennan honró los compro-
misos teóricos esgrimidos por la Corte en el caso New York Times vs. Sullivan de
una manera más consistente que la mayoría en el caso Adderley. De este modo, esta
tolerancia y cuidado especial hacia aquellos que tienen más problemas para acceder
al espacio público es completamente consistente con la idea, expresada en el caso
previo, de acuerdo con la cual las autoridades públicas merecen un grado menor de
protección (por ejemplo, con respecto a los tipos de críticas que pueden recibir del
público), dado entre otras razones que están particularmente bien posicionadas para
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 43
60
Estlund, D. «Democracy and the Real Speech Situation». Trabajo presentado a IVR
Conference, Granada, España. 2005, p. 12. De manera similar, Mansbridge intenta
oponerse a la visión predominante de la democracia deliberativa. Afirma que «[muy]
frecuentemente la deliberación ha sido percibida solamente como dirigida a alcanzar
un entendimiento que produce un consenso sustantivo», relegándose indebidamente
el conflicto. Sin embargo, agrega, «la buena deliberación también debería iluminar el
conflicto. Debería conducir a los participantes a un entendimiento más matizado de sí
mismos y de sus intereses, idealmente menos influenciados por ideas hegemónicas, de
manera que pueda situarlos en conflicto abierto con otros participantes» (Mansbridge,
J. Ob. cit., pp. 1-2). En cambio, David Estlund desafía las concepciones dominantes
desde un enfoque epistémico de la democracia deliberativa. Para él, «una actividad
política muy aguda, disruptiva e incluso informalmente represiva [puede ser incorpo-
rada] en una aproximación deliberativa de la política democrática, recuperándose así
una parte crucial de la promesa moral de la democracia tal como la conocemos por la
experiencia histórica» (Estlund, D. Ob. cit., p. 19).
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 45
61
Para ella, «reunirse con los representantes de aquellos intereses típicamente atendidos
por las relaciones institucionales existentes para discutir cómo abordar más justamente
los temas que esas relaciones presuponen, otorga a aquellas instituciones y al proceso
deliberativo demasiada legitimidad. Coopta la energía de los ciudadanos comprometi-
dos con la justicia, dejando poco tiempo para movilizar a las personas para romper las
restricciones institucionales y el proceso de toma de decisiones desde afuera» (Young,
I. «Activist Challenges to Deliberative Democracy». Political Theory, vol. 29, N° 5,
2001, p. 682). Puede ser un «error cooperar con las políticas y los procesos que su-
ponen restricciones institucionales injustas. El problema no es que las deliberaciones
entre quienes toman las decisiones y los ciudadanos fallen en elaborar argumentos,
sino que sus premisas de partida son inaceptables» (Ib., p. 683).
62
Sen, A. «Elements of a Theory of Human Rights». Philosophy and Public Affairs, vol. 32,
N° 4, 2004; Nussbaum, M. Women and Human Development. Cambridge: Cambridge
University Press, 2000.
46 Roberto Gargarella
63
Decisión del «Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Federal», julio de 1999.
64
Decisión del 14 de junio de 2001.
65
El artículo 22 establece: «El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus
representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o re-
unión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de
este, comete delito de sedición». En apoyo de esta posición extrema, el juez Cornejo
hizo referencia a las peticiones presentadas por los manifestantes, sin identificar el
contenido de las mismas.
48 Roberto Gargarella
66
En este sentido, el juez Robert Bork preguntó: «¿por qué la Corte, un comité de nueve
abogados, debería ser el único agente con capacidad para anular resultados democrá-
ticos?» (Bork, Robert. «The Impossibility of Finding Welfare Rights in the Constitution».
Washington University Law Quarterly, Nº 695, 1979). Otro juez conservador, Frank
Easterbrook, llegó a la misma conclusión, afirmando la necesidad de interpretar la
Constitución de acuerdo a lo que el pueblo escribió en dicho documento cientos de
años atrás (Easterbrook, F. «Abstraction and Authority». 59 University of Chicago Law
Review, Nº 349, 1992).
Un diálogo sobre la ley y la protesta social 49
67
Young, I. Inclusion and Democracy. Ob. cit. 2000, « Activist Challenges to Deli-
berative Democracy». Ob. cit. 2001; Fung, A. «Deliberation before the Revolution.
Towards an Ethics of Deliberative Democracy in an Unjust World». Political Theory,
vol. 33, Nº 2; Mansbridge, J. Ob. cit.; Estlund, D., Ob. cit.
Propiedad precarizada y violencia en los barrios antiguos 51
1. Introducción
* Horacio Gago Prialé (Huancayo, 1964) es abogado por la PUCP y doctor en Derecho
por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid – España. Profesor de la Maestría de
Derecho con mención en Política Jurisdiccional de la PUCP. Es experto en estudios
sobre derecho espontáneo y costumbre jurídica, informalidad y sistemas jurídicos. Tra-
baja como consultor del PNUD en el proyecto de desprecarización y capitalización de
la propiedad urbana. Es autor de Sociedad espontánea y derecho en el Perú (Madrid:
Civitas, 2000).
52 Horacio Gago Prialé
2. La violencia reclama coerción sí, pero mucho más que solo coerción
En nuestros países la creciente masificación del uso de las nuevas tecnologías de la
información ha permitido nuevas formas de comunicación y de «relaciones vinculantes»
(es decir de derecho) que enlazan cantidad de activos antes desperdigados, desconecta
dos o invisibles en el inmenso mapa de la informalidad. Nuestro sector informal mismo
no es más el de los años ochenta, cuando de lo que se trataba era de asegurar y perpe-
tuar la posesión de espacios físicos para el desarrollo de micro emprendimientos. En
los conglomerados informales de hoy la idea de valor se ha enriquecido con la idea de
permanente dinámica. Lo que vale ahora es el rédito permanente y una veloz captura
de la plusvalía, mas que la larga posesión de bienes o la tenencia de grandes stocks.
Propiedad precarizada y violencia en los barrios antiguos 53
North, Douglass. Conferencia en Buenos Aires sobre las Instituciones. Buenos Aires:
Revista Latinoamericana de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo, 1998.
54 Horacio Gago Prialé
La precarización es entendida como el estado de severo deterioro de la capacidad de
representación del derecho de propiedad de un activo inmobiliario, en términos eco-
nómicos y financieros, causada por la dispersión cartular, la imposibilidad práctica de
recomponer el tracto sucesivo y la desactualización registral del derecho de propiedad.
El concepto fue definido por el Proyecto del PNUD, oficina del Perú, para la despre-
carización y capitalización de la propiedad urbana. El autor es coordinador de dicho
proyecto desde 2004.
Propiedad precarizada y violencia en los barrios antiguos 55
Barragán, Jorge. «Sobre la termodinámica de los sistemas físicos biológicos (I). El enveje-
cimiento: ¿Una cuestión de geometría? Un modelo topológico de la biología». Artículo
aparecido en la revista virtual de la Red Científica. Ciencia, Tecnología y Pensamiento,
2004. <http://www.redcientifica.com/doc/doc200403270001.html>.
Propiedad precarizada y violencia en los barrios antiguos 57
que este deberá asimilar y revertir. Pero es necesario advertir que la violen-
cia cinética descargada fue antes potencial porque, como hemos visto, se
trata de energía que preexiste bajo una forma acumulada. Lo deseable es
transformarla tanto si está en reposo o en movimiento. Se aspira que el de-
recho y el Estado provean de condiciones para mudar este tipo de decisión
y atraigan la misma energía para beneficiar a la sociedad con acciones que
sumen al bien común.
Villey, Michel. Filosofía del Derecho. Barcelona: Editorial Scire Universitaria, 2003.
Versión original: Philosophie du droit. Paris 1982.
58 Horacio Gago Prialé
Así, deberá acoger esa energía desplegada para reorganizarla buscando guar-
dar el conjunto, estimulando acciones que se conduzcan al bien común:
pagar los impuestos, cumplir con las cláusulas de un contrato y generar
valor en la economía; o reprimiéndola si responde a un acto de violencia
ilegal que burla el orden y equilibrio social.
Resulta interesante ver cómo dependiendo de las condiciones y estruc-
tura de un sistema dado de derecho, la energía que despliegan las decisio-
nes jurídicas de los agentes y las respuestas del Estado, va configurando
mayor o menor espacio para la violencia. Mientras más eficiente y legítimo
(en el sentido de inclusivo, participativo y arraigado en las prácticas jurí-
dicas espontáneas) sea el proceso normativo que sustenta y retroalimenta
al sistema, mayor posibilidad habrá para conducir la energía desplegada
por los agentes hacia el bien común. Y lo contrario: cuando el sistema de
principios jurídicos y normas sufre de serios disloques con la realidad, sea
porque no la refleja adecuadamente o porque no actualiza sus esquemas
de referencia con ella, la energía desplegada por la sociedad no encontrará
instituciones oficiales que la acepten y reorganicen, con lo que el sistema
remitirá toda ella, o gran parte, a los esquemas coercitivos, para castigar o
tratar de punir estos enormes sectores de decisión jurídica de las personas
y grupos. Como el sistema no cuenta entre sus estándares institucionales
el tipo de decisiones de muchos de los agentes del cuerpo social (y no los
tiene porque no los conoce, y no los conoce porque no los ha identificado
ni querido hacerlo), los rechaza. De esta manera, por desconocimiento y
falla del sistema en identificar y sistematizar las instituciones informales,
las lee como ilegítimas y violentas, entonces las penaliza.
También resulta interesante cómo en este análisis de violencia y dere-
cho se puede observar el funcionamiento de la comentada primera ley de
la termodinámica por cuanto dependiendo de si el sistema jurídico es capaz
de procesar las decisiones de los agentes y estimular el bien común, lo que
podría haber sido rechazado y punido por desconocido, termina siendo re-
organizado y acogido. De este modo un acto potencialmente visto como
violento, rechazado y susceptible de persecución por el orden coercitivo, se
convierte en uno necesario para el cuerpo social y se suma al bien común. De
esa envergadura es la diferencia que puede producir en el progreso del cuerpo
social y en la prosperidad de sus miembros que el sistema se halle más o me-
nos entroncado con las realidades jurídicas espontáneas, con el derecho vivo.
Propiedad precarizada y violencia en los barrios antiguos 59
5. Violencia y tugurios
Cardia, Nancy. «Globalisation and urban violence: the case of São Paulo». Núcleo de
Estudos da Violência - Universidade de São Paulo, 2008.
60 Horacio Gago Prialé
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Informe sobre tipologías
de uso del espacio. Proyecto de Capitalización y Desprecarización de la Propiedad
Urbana. Lima, marzo 2006.
Propiedad precarizada y violencia en los barrios antiguos 61
en ellos el rastro consciente sobre la existencia de una alícuota que les per-
tenece sobre un predio en algún rincón de un barrio tugurizado. Mientras
tanto las muchas familias que lo habitan ven cómo aquel se cae todos los
días a pedazos.
Esto se llama violencia potencial.
Al sobrevenir la precarización, cosa que ocurre de a pocos, van desapare
ciendo los signos claros que distinguen una relación fluida propietario – in-
quilino. Para comenzar, la idea de propietario en estos casos muy pocas
veces remite a la idea de un «propietario individualizado», sino a la de un
abanico de herederos que como hemos visto no se ponen de acuerdo (ni
se conocen muchas veces) en aspectos legales básicos sobre la propiedad y
registro de la finca, actuando con igual o menor diligencia en cuanto a sus
responsabilidades como arrendadores. Sin siquiera documentar el nombre
completo de sus inquilinos, menos lo hacen con los plazos de estos con-
tratos, descuidando incluso la cobranza de la renta. Como mucho, uno
de los numerosos herederos, por supuesto sin la autorización de los otros,
suele deambular periódicamente por los cuartos del callejón, cobrando la
mensualidad, o encarga esta labor a un cobrador sin poderes suficientes
ni contabilidad clara. El tiempo pasa y la casa se sigue cayendo. Nadie, ni
siquiera el heredero cobrador, ni mucho menos los demás que aparecen en
el registro, emprenden el trabajo de conservación.
En su condición de inquilinos, las familias que viven en el predio por
décadas (nacieron ahí) y que para este momento ya llegaron a ser decenas
dentro de la casona o callejón, tampoco pueden encargarse de conservar o
renovar el predio, responsabilidad exclusiva del dueño. Cuando lo han in-
tentado la municipalidad les multó e impidió las obras, limitándose apenas
a realizar apuntalamientos precarios de las paredes para evitar se desplo-
men. Se preocupan por la inminente desgracia todos los días, eligen sus di-
rigentes para que los representen ante el municipio, se reúnen permanen-
temente y hablan sobre la posibilidad de comprar la vieja casona. Piensan
en ahorrar lo necesario, pero cuando indagan en los registros y descubren
que los dueños son como un racimo de uvas, con ramas que se forman y
bifurcan una y otra vez debido a que muchos de ellos van falleciendo y
con ello fragmentando y fragmentando el título, se convencen de que tal
empresa es un imposible.
64 Horacio Gago Prialé
Cuando las Naciones Unidas proclamaron en los albores del año 2000,
entre las metas del milenio la destugurización de cien millones de personas
antes del año 2020, para muchos observadores quedó claro el interés del
sistema internacional por proveer de atención a uno de los problemas más
acuciosos de la vida humana en las ciudades. Esta decisión fue inscrita en
el gran marco de lucha contra la pobreza y de generación de herramientas
UN – Habitat calcula que actualmente por lo menos mil millones de seres humanos en
todo el planeta viven en barrios precarios y que para 2020 lo harán 1.500 millones. La
meta de cien millones de personas destugurizadas propugnada por las Naciones Unidas
es, entonces, diminuta frente al problema. Sin embargo el hecho que el problema se haya
inscrito en la agenda de acción internacional es un acontecimiento de primer plano.
La conciencia del potencial nivel de degradación y violencia que existe en estas zonas
urbanas ha quedado muy clara.
Propiedad precarizada y violencia en los barrios antiguos 65
Cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) indican que en Lima y
las 42 ciudades peruanas con más de cien mil habitantes las viviendas consideradas
como inhabitables alcanzan un número mayor a 1,8 millones.
66 Horacio Gago Prialé
Lima, por ejemplo, vive muy orgullosa de sus costumbres, arte culinario
y religiosidad. Podría parecer una paradoja pero no lo es. Las miles de fa-
milias que viven en las casas ruinosas son las primeras en destinar tiempo,
recursos, atención y cultivo de estas expresiones culturales con las que se
relaciona tan directamente el capital social. El calendario de festividades
religiosas y la celebrada gastronomía, ambas con denominación de origen
en los barrios antiguos, son dos claros ejemplos de este concierto de volun-
tades, tradición oral, amor a lo propio y respeto por una tradición antigua,
columnas que sostienen cualquier sistema de vida humana que cuente con
el preciado capital social.
La vida social en los barrios antiguos tugurizados a causa de la precari-
zación, no ha desaparecido. Tampoco su derecho espontáneo. Este consiste
en un sinnúmero de normas consuetudinarias que solventan los derechos
posesorios y maximizan las ventajas de la ubicación céntrica de sus barrios,
dotada de servicios públicos gracias a ella. Su nivel de asociacionismo es
alto, su capacidad de comprensión sobre la potencialidad de un centro
histórico también lo es. La posibilidad, en fin, de generar compromisos en
el orden de la renovación urbana, existe y ha sido documentada.
Queda saber si el Estado podrá hacer frente a la ineficiencia de su
sistema de propiedad, y corregirla. Esto supone una labor compleja que
involucra en primer lugar a la misma gente que mora y padece de este
nivel de violencia, pero en segundo lugar y muy cercanamente, a la capa-
cidad pública para crear un sistema de propiedad eficiente que estimule las
transferencias de propiedad, empodere a los vecinos, genere compromisos
concretos con ellos y restablezca la vida económica de esos derechos de
propiedad precarizados. Solo así la violencia potencial y la cinética cederán
en los barrios antiguos, por cuanto, los derechos de propiedad tienen la
virtud de eliminar energía violenta y transformarla en esquemas de maxi-
mización de bienestar. Ese es el cometido. Violencia y capital social se
repelen. Violencia y Estado de derecho también.
Violencia contra periodistas e impunidad 67
Introducción y objetivos
* Este artículo se entregó como documento de trabajo para el proyecto sobre violencia
contra periodistas e impunidad del Diálogo Interamericano.
** Profesor principal de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
El asesinato del periodista José Luis Cabezas en Argentina, los homicidios de Jaime Gar-
zón, Orlando Sierra y Guillermo Bravo en Colombia, de Germán Rivas en Honduras y
los casos emblemáticos de Miguel Pérez Julca, Antonio de la Torre y Alberto Rivera en
el Perú, son algunos de los ejemplos de agresión a hombres de prensa ocurridos en los
últimos años.
68 José C. Ugaz Sánchez-Moreno
El concepto de agresión empleado por el IPYS incluye agresión física, amenazas, pro-
cesos judiciales, detenciones, querellas, incautación de equipos, impedimento de la
labor periodística, reglaje, intento de asesinato y asesinato.
Ya sea de forma directa o indirecta, aunque una de las consecuencias más frecuentes
de la violencia ejercida sobre el periodismo es la autocensura que se imponen los
informadores como estrategia de sobrevivencia.
En el Perú, en el año 2006, hubo 20 agresiones físicas contra periodistas y 11 amenazas
de muerte (IPYS).
Violencia contra periodistas e impunidad 69
Según el IPYS, en el año 2005, las agresiones contra periodistas peruanos provinieron
de diversos sectores: desconocidos (13), Poder Judicial (8), turba de protestantes (5),
personal de seguridad (5), policía (3), comunidades campesinas (4), empresarios (3),
familiares (3), Fiscalía (2), funcionarios (6) y sindicatos (2).
De acuerdo con un reciente documento de trabajo del IPYS, «México se ha converti-
do en el país más peligroso para ejercer la actividad informativa en América Latina,
70 José C. Ugaz Sánchez-Moreno
Legislación adecuada
principalmente por la acción del narcotráfico». Por otro lado, según el Comité para la
Protección de Periodistas (CPJ), Colombia está ubicada entre los 5 primeros países más
peligrosos del mundo para el ejercicio del periodismo; en el período comprendido
entre 1986 y 2006, han sido asesinados 54 periodistas. El último asesinato ha ocurrido
mientras escribíamos este informe. El 21 de octubre de 2007 fue victimado el reportero
gráfico Carlos Alberto Jaramillo al norte de la ciudad de Cali.
Publicidad, protección de la vida privada y datos personales, acceso a la información
y preservación de archivos.
Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opi-
niones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios
masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza
el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura.
Violencia contra periodistas e impunidad 71
Marco institucional
Desde el punto de vista de la existencia de instituciones que aseguren la vigen-
cia de los derechos reconocidos en la letra de la ley, esta investigación revela
que tanto México como Colombia, con las particularidades que implica una
organización federal en el caso del primero, cuentan con los organismos bási-
cos para cumplir adecuadamente con dicho propósito.
En ambos casos, existe la institución del Ombudsman (Comisión
Nacional de Derechos Humanos en México y Procurador de Derechos
Humanos en Colombia). En México la CNDH desarrolló un Programa
Especial de Periodistas, que luego de ser ampliado y reorganizado, derivó
en el Programa de Agravios a Periodistas y Defensores Civiles de Derechos
Humanos, en virtud del cual se recomienda a las autoridades la investiga-
ción de estos casos. De los 30 expedientes abiertos que mantiene la Comi-
sión, 12 están siendo procesados ante la Subprocuraduría de Investigación
Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), uno ante la Fiscalía
Especial para la Atención de Delitos contra Periodistas (FEADP) y 17 ante
las procuradurías de los Estados, las que son autónomas.
En el ámbito del Poder Ejecutivo mexicano, la Procuraduría General
de la República (equivalente a la Fiscalía de la Nación o Ministerio Público
en otros países), si bien no goza de autonomía funcional como sería desea-
ble, ha desarrollado lineamientos que deberán seguir sus delegados estatales
para la atención de los delitos cometidos contra periodistas. Incluso se ha
creado la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra
Periodistas. Lamentablemente, esta Fiscalía carece de las facultades y com-
petencia necesarias para lograr sus objetivos.
De otro lado, pese a ser la institución creada exclusivamente para aten-
der estos delitos, parece competir con otras instancias de la misma Procu-
raduría en el conocimiento de los casos, viéndose desplazada en la práctica
No incide directamente en la conformación de los expedientes y por tanto interviene
en las investigaciones como coadyuvante, en un papel semejante al del ombudsman
no jurisdiccional.
72 José C. Ugaz Sánchez-Moreno
10
El presupuesto asignado no ha aumentado desde su creación mientras que la Subpro-
curaduría de Derechos Humanos, Atención a Víctimas y Servicios a la Comunidad, de
la cual depende, ha sufrido un recorte presupuestal del 50%.
11
Ley 418 de 1977 y Decreto 1542 de 2000.
12
Los periodistas José Rivas y Luis Eduardo Alfonso.
Violencia contra periodistas e impunidad 73
13
Cfr. informe de Brian Treacy para este proyecto «Impunidad en casos de delitos contra
periodistas: El caso Colombia», setiembre 2007, p. 5.
Violencia contra periodistas e impunidad 75
COLOMBIA
6
5
4
3
2
1
0
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
Año
Todo indica que la reducción de los asesinatos obedece a que las ame-
nazas estarían logrando el objetivo deseado de intimidar a los periodistas
para que dejen de informar sobre determinados hechos (autocensura), y en
consecuencia resulta innecesario escalar a un nivel de agresión mayor.
El mayor número de agresiones en la realidad colombiana proviene de los
grupos paramilitares, los que en muchos casos precisamente arremeten con-
tra los comunicadores sociales para evitar que se revelen sus vínculos con ac-
tores de la política, entre ellos diversos funcionarios locales y parlamentarios.
COLOMBIA
50
40
30
20
10
0
2002 2003 2004 2005 2006
Año
Violencia contra periodistas e impunidad 77
Conclusiones
Recomendaciones
Perez Luño, Antonio Enrique. Derechos Humanos, Estado de Derecho y Constitución.
Tercera edición. Madrid: Tecnos, 1990, p. 48.
Perez Royo, Javier. Curso de Derecho Constitucional. Madrid: Marcial Pons, 2000, p. 283.
Bastida Freijedo, Francisco J. y otros. Teoría General de los Derechos Fundamentales en
la Constitución Española de 1978. Primera edición 2004, reimpresión 2005. Madrid:
Tecnos, 2005, pp. 32-33.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 83
Otros autores identifican cuatro generaciones de derechos desdoblando la primera de
ellas en: i) primera: derechos civiles y segunda: derechos políticos.
Martinez de Pison, José. «Las generaciones de derechos humanos». En Constitución
y Derechos Fundamentales. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
2004, p. 412.
Bernales B., Enrique. «Sistema Internacional de Protección de los Derechos Humanos
de las Mujeres». En Derechos Humanos de las mujeres. Aportes y reflexiones. Serie
Mujer y Derechos Humanos 6. Lima: Movimiento Manuela Ramos, 1998.
84 Violeta Bermúdez Valdivia
«Conferencia Mundial de Derechos Humanos: Declaración y Programa de Acción de
Viena». Viena: Naciones Unidas, junio 1993, p. 58.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 85
parte a que hicieran todos los esfuerzos posibles para que sea universalmen-
te reconocida y respetada.
Este importante instrumento internacional define la violencia contra
la mujer como:
Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino
que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físi-
co, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales
actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se
producen en la vida pública como en la privada. (Declaración sobre la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer, artículo 1)
Por tanto, esta definición permite considerar como violencia contra la
mujer a: i) el evento mismo de la violencia o la amenaza de su perpetra-
ción; ii) los actos o amenazas de violencia producidos en el ámbito público
o privado; iii) los perpetrados por el Estado o por particulares.
En el plano regional es la Convención Interamericana para prevenir, san-
cionar y erradicar la violencia contra la mujer, aprobada por la Asamblea
General de la Organización de Estados Americanos (OEA) en junio de
1994, la que nos da una clara definición de lo que debe entenderse por
violencia contra la mujer:
Para los efectos de esta Convención debe entenderse por violencia
contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su género,
que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la
mujer, tanto en el ámbito público como en el privado. (Artículo 1)
Además de esta definición, la Convención amplía los alcances de la
violencia contra la mujer. Así considera a la que pueda producirse:
• En la familia o unidad doméstica o cualquier otra relación interper-
sonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo
domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación,
maltrato y abuso sexual;
• En la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona, compren-
diendo entre otras formas de violencia, violación, abuso sexual,
tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso
En adelante, Convención contra la violencia a la mujer.
86 Violeta Bermúdez Valdivia
Naciones Unidas, Consejo Económico y Social. «Integración de los derechos humanos
de la mujer y la perspectiva de género: la violencia contra la mujer». Informe de la Re-
latora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y sus consecuencias, Yakin
Ertürk. Comisión de Derechos Humanos 60° período de sesiones. E/CN.4/2004/66, 26
de diciembre de 2003, p. 9.
10
Ib., pp. 13-14.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 87
11
Ib., p.11.
12
Todos los países de nuestra región que han adoptado una legislación especial para
regular la violencia contra la mujer, lo han hecho dentro de una legislación más amplia
sobre violencia en la familia. El objetivo de todas estas leyes es la protección de los
integrantes del grupo familiar —conviviente o no—, frente a cualquier forma de violen-
cia que se produzca en el contexto de las relaciones familiares. Sin embargo, los datos
oficiales de registro de este tipo de agresiones informan que, en todos los países, las
víctimas «por excelencia» en estos casos son mujeres y, en consecuencia, las usuarias
de esta normatividad pertenecen a este grupo humano. Cfr. Bermúdez, Violeta. Módulo
Legislativo sobre Violencia contra la Mujer. Herramientas Conceptuales. Grupo Parla-
mentario Interamericano sobre Población y Desarrollo. New York, 1997.
88 Violeta Bermúdez Valdivia
13
Cfr. Rico, Nieves. Violencia de género: un problema de derechos humanos. Santiago
de Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe. Serie Mujer y Desarro-
llo 16, julio de 1996, pp. 13 y ss.
14
Gruskin, Sofia. «Las implicancias conceptuales y prácticas de los derechos reproduc-
tivos y sexuales: ¿cuánto hemos avanzado?» En Derechos sexuales y reproductivos.
Aportes y diálogos contemporáneos. Lima: Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán,
2001, p.10.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 89
15
Facio, Alda. «Asegurando el futuro: las instituciones nacionales de derechos humanos
y los derechos reproductivos». En Promoción y defensa de los derechos reproductivos:
nuevo reto para las instituciones nacionales de derechos humanos. San José-Costa
Rica: Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 2003, p.31.
90 Violeta Bermúdez Valdivia
16
Cabal, Luisa y otros. Cuerpo y Derecho. Legislación y jurisprudencia en América Lati-
na. Bogotá-Colombia: Centro Legal para Derechos Reproductivos y Políticas Públicas,
Editorial Temis S.A., 2001, pp. 21-43.
17
Huaita, Marcela. «Los derechos sexuales y reproductivos en Iberoamérica, logros y
desafíos». Ponencia presentada en el II Congreso Iberoamericano de Derecho Sanitario.
Julio 2004, p. 2.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 91
18
Miller, Alice M. «Sexual no reproductivo: explorando la conjunción y disyunción de
los derechos sexuales y reproductivos». En Derechos sexuales y reproductivos. Aportes
y diálogos contemporáneos. Lima: Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. Lima,
2001, p. 87.
19
Naciones Unidas. «El derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de
salud física y mental». Informe del Relator Especial, Sr. Paul Hunt. E/CN.4/2004/49. 16
de febrero de 2004, p. 18.
92 Violeta Bermúdez Valdivia
20
Callamard, Agnès. Documentar las violaciones de derechos humanos por los agentes
del Estado: violencia sexual. Montreal: Derechos y Democracia. Centro Internacional
de Derechos Humanos y Desarrollo Democrático, 2002. p. 7.
21
Comisedh-Movimiento Manuela Ramos. «Abusaruwanku. Violación de mujeres: silencio
e impunidad. La violencia contra las mujeres en el informe de la Comisión de la Ver-
dad y Reconciliación». Lima, noviembre 2003, pp. 56-57.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 93
22
Callamard, Agnès. Ob. cit., p.18.
23
Kelly, Patricia. «La violación dentro del matrimonio». El Universal online. México, 20
de noviembre de 2005 <http://www.eluniversal.com.mx/columnas/53521.html>.
94 Violeta Bermúdez Valdivia
a) Derechos vulnerados
24
En general, el mayor número de violaciones sexuales reportadas ante instancias públi-
cas —Policía Nacional o Ministerio Público— corresponden a menores de edad. Así
lo reportó la Defensoría del Pueblo en una investigación realizada en 1997. El estudio
informó que de un total de 6.039 personas que se sometieron a un reconocimiento
médico legal en el Instituto de Medicina Legal, para determinar la comisión de un
delito contra la libertad sexual, el 91,52% (5.527) eran menores de edad y 8,48%
(512) personas adultas. En Defensoria del Pueblo. La violencia sexual: un problema de
seguridad ciudadana. Las voces de las víctimas. Serie: Informes Defensoriales, N° 21.
Lima, 2000, pp. 55-56.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 95
25
Facio, Alda. Ob. cit., p. 44.
26
Naciones Unidas. Informe del Relator Especial Paul Hunt. Ob. cit., p.18.
27
Ib., p. 45.
96 Violeta Bermúdez Valdivia
b) Lecciones aprendidas
28
Código Penal. Edición Oficial, Ministerio de Justicia. Lima-Perú, 2004.
29
Vasquez, Roxana e Inés Romero. «Balance regional: ¿qué permanece y qué ha cambia-
do?». En III Seminario Regional Derechos Sexuales, Derechos Reproductivos, Derechos
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 97
32
Cfr. Defensoria del Pueblo. Anticoncepción quirúrgica voluntaria I. Casos investigados
por la Defensoria del Pueblo. Serie Informes Defensoriales N° 7. Lima, enero de 1998.
pp.15 y 16. Asimismo: La aplicación de la anticoncepción quirúrgica y los derechos
reproductivos III. Casos investigados por la Defensoría del Pueblo. Serie Informes De-
fensoriales N° 69. Lima, octubre de 2002, p. 22.
33
Ib., N° 7, pp. 40-49.
100 Violeta Bermúdez Valdivia
a) Derechos vulnerados
34
Comisión andina de Juristas. Protección de los Derechos Humanos de la Mujer. Estánda-
res Internacionales de protección. Lima-Perú, 2000, p. 139.
35
Defensoria del Pueblo, Informe I, Ob. cit., p. 50.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 101
b) Lecciones aprendidas
36
Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Acuerdo de Solución Amistosa, Caso
CIDH N° 12.191 CIDH. Maria Mamerita Mestanza Chavez.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 103
37
Cfr. Hayner, Priscilla B. Unspeakable Truths. Confronting State Terror and Atrocity.
New York: Routledge, 2001, p. 17.
38
The World Bank. Gender, Justice and Truth Commissions. June 2006, p.4. En el mismo
sentido, se sugiere revisar: Mantilla, Julissa. «La Comisión de la Verdad y Reconcilia-
ción en el Perú y la perspectiva de género: principales logros y hallazgos». Revista del
IIDH, N° 43, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, enero-julio 2006. San
José-Costa Rica. Una visión más crítica del trabajo de la CVR en el Perú y la perspectiva
de género, la podemos encontrar en: Guillerot, Julie. Gender and Reparations in Perú.
International Center for Transitional Justice, IDRC, CRDI <http://www.ictj.org/static/
Americas/Peru/PeruExecSum.pdf>.
39
Comisedh - Movimiento Manuela Ramos. Ob. cit., p. 59.
104 Violeta Bermúdez Valdivia
40
Defensoria del Pueblo: Corte Penal Internacional. Estatuto de Roma. Lima-Perú, 2002,
pp. 53 y 60.
41
Comisedh - Movimiento Manuela Ramos. Ob. cit., p. 63.
42
Ib., pp. 63-64.
43
Guillerot, Julie. Ob. cit., p. 4.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 105
a) Derechos vulnerados
44
Comisedh - Movimiento Manuela Ramos. Ob. cit., p. 88.
45
Ib.
46
Ib., p. 65.
47
Naciones Unidas. Integración de los Derechos Humanos de la Mujer y la Perspectiva
de Género. Informe de la Sra. Radhika Coomaraswamy, Relatora Especial sobre la
violencia contra la mujer, con inclusión de sus causas y consecuencias, presentado
de conformidad con la Resolución 2000/45 de la Comisión de Derechos Humanos.
E/CN.4/2001/73, 23 de enero de 2001, p. 6.
106 Violeta Bermúdez Valdivia
48
Naciones Unidas. Informe del Relator Especial Paul Hunt. Ob. cit., p. 9.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 107
b) Lecciones aprendidas
49
Comisedh - Movimiento Manuela Ramos. Ob. cit., p. 51.
50
Mantilla, Julissa. Ob. cit., p. 324.
108 Violeta Bermúdez Valdivia
5. Conclusiones
51
Guillerot, Julie. Ob. cit., pp. 4 y 7.
52
Valdez Arroyo, Flor de María. «Anotaciones de género al reglamento del PIR». Lima:
DEMUS, 2004.
La violencia contra la mujer y los derechos sexuales y reproductivos 109
53
En América Latina, «los derechos sexuales y reproductivos se encuentran reconocidos,
expresamente como tales, por la Constitución de Ecuador. Las constituciones naciona-
les de Argentina, Brasil, México, Perú, Venezuela y Paraguay consagran el derecho a
decidir sobre la planificación familiar, la elección de métodos de anticoncepción y el
espaciamiento entre los hijos». En CLADEM. Diez años de avances legales después de
El Cairo. Junio 2004. Lima-Perú, p. 17.
54
Cfr. Campaña por una Convención Interamericana de los Derechos Sexuales y Repro-
ductivos. En <www.convencion.org.uy>.
110 Violeta Bermúdez Valdivia
1. Motivación
Sánchez Tomás, José Miguel. La violencia en el derecho penal: su análisis jurispruden-
cial y dogmático en el CP 1995. Barcelona: Bosch, 1999. Foy Valencia. Pierre. «Aproxi-
maciones y estimativas al estudio de la criminalidad y el Derecho Penal Ambiental
Peruano». Derecho PUC, N° 46, diciembre 1992, pp. 257-274.
Derecho Ambiental y Ecología Política.
El concepto de ambiente, siempre polémico en cuanto a su caracterización, tiene dife-
rentes acepciones. La Ley General del Ambiente, Ley 28611 al referirse a su ámbito en
el artículo 2, refiere que: […].-2.3 Entiéndese, para los efectos de la presente Ley, que
toda mención hecha al «ambiente» o a «sus componentes» comprende a los elementos
físicos, químicos y biológicos de origen natural o antropogénico que, en forma individual
o asociada, conforman el medio en el que se desarrolla la vida, siendo los factores que
aseguran la salud individual y colectiva de las personas y la conservación de los recursos
naturales, la diversidad biológica y el patrimonio cultural asociado a ellos, entre otros.
Tello, Enric. «Ecopacifismo: una visión política emergente». En Joan Antón Mellón (edi-
tor). Ideologías y movimientos políticos contemporáneos. Madrid: Tecnos, 1998. pp.
339-381. Sosa, Nicolás. «Ética ecológica y movimientos sociales». En Jesús Ballesteros
y José Pérez Adán. Sociedad y medio ambiente. Madrid: Trotta, 1997, pp. 271-299.
Vandana Shiva es una activista india, escritora e intelectual. Entre sus libros se encuentran
Water Wars: Pollution, Profits and Privatization: The Plunder of Nature and Knowledge y The
Hijacking of the Global Food Supply. Earth Democracy: Justice, Sustainability, and Peace.
«Gandhi revivido: el ecologismo de los pobres de la tierra». En Tello, Ob. cit., pp. 378-381.
En los principales documentos sobre el desarrollo sostenible se aprecia el rol que se le
asigna a la paz:
Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente
Humano Estocolmo, 5 al 16 de junio de 1972. Proclama 6 […] «La defensa y el me-
joramiento del medio ambiente humano para las generaciones presentes y futuras se
han convertido en meta imperiosa de la humanidad, y ha de perseguirse al mismo
tiempo que las metas fundamentales ya establecidas de la paz y el desarrollo econó-
mico y social en todo el mundo, y de conformidad con ellas».
Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo PRINCIPIO 25
«La paz, el desarrollo y la protección del medio ambiente son interdependientes e
inseparables».
Programa 21: Capítulo 36. 36. Fomento de la educación, la capacitación y la toma de
conciencia
Áreas de programas B. Aumento de la conciencia del público. Actividades. […] «36.10.
Reconociendo que los países y las organizaciones regionales e internacionales deter-
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 113
minarán sus propias prioridades y plazos de aplicación de conformidad con sus ne-
cesidades, políticas y programas, se proponen las siguientes actividades: l) Se debería
aumentar la conciencia del público acerca de las consecuencias de la violencia en la
sociedad».
La carta de la Tierra. Preámbulo «Estamos en un momento crítico de la historia de
la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se
vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes
riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio
de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia hu-
mana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para
crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los
derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno
a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra
responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las
generaciones futuras» […] V. Democracia, no violencia y paz […] 16. «Promover una
cultura de tolerancia, no violencia y paz».
10
Foy Valencia, Pierre. «Consideraciones sobre el impacto de la crisis ambiental y de
los nuevos paradigmas en los sistemas jurídicos contemporáneos». Revista del Foro.
Colegio de Abogados de Lima, Año LXXX, N° 1, 1992, pp. 277- 287. Del mismo autor
«En busca del Derecho Ambiental (I)». En: Foy Valencia (editor). Derecho y ambiente.
Aproximaciones y estimativas. Lima: PUCP, 1997, pp. 41-42. Para una revisión crítica de
posmodernos paradigmas, ver Mosterïn, Jesús. Crisis de los paradigmas en el siglo XXI.
Lima: UNE y UIGV, 2006.
11
Bramwell, Anna. Ecology in the 20th Century: A History. New Haven, London: Yale
University Press, 1989. Giglo, Nicolo y Jorge Morello. «Notas sobre la historia ecológi-
ca de la América Latina». En Osvaldo Sunkel. Estilos de desarrollo y medio ambiente en
América Latina, tomo I. México: FCE, 1980, pp. 129-157. Ver, asimismo, de Luis Vita-
le. Hacia una historia del medio ambiente en América latina. Caracas: Editorial Nueva
Sociedad, 1983, Algunos enfoques tradicionales no pierden cierta actualidad o interés,
resultando un tanto pioneros, como serían las obras de Emil Ludwig. El Mediterráneo,
la leyenda de un mar. Buenos Aires: Editorial Hemisferio, 1952; o El Nilo, biografía de
un río. Santiago de Chile: Ediciones Ercilla, 1942.
114 Pierre Foy Valencia
12
Tolba, Mostafá refiere que habrían tres tipos de percepciones sobre el ambientalismo:
a) la que insiste en la búsqueda de soluciones legales y técnicas y que por la vía de la
convicción y participación puede reformar el sistema; b) la de quienes no creen que
fuese tan sencilla la salida, generándose grupos de presión en la toma de decisiones, y
c) la de los que critican la base tecnológica y energética de la sociedad actual reclaman-
do tecnologías alternativas o «blandas» y el incremento de la autosuficiencia. Salvemos
el planeta: problemas y esperanzas. London: Chapman & Hall, 1992, pp. 234-235.
13
E. F. Schumacher. Lo pequeño es hermoso. Madrid: Herman Blume, 1986, pp. 45 y ss.
14
Las ciencias de la cultura. México: FCE, 1955. Modernamente, ver Bunge, Mario, «Cul-
turología». En Las ciencias sociales en discusión: una perspectiva filosófica. Buenos
Aires: Editorial Sudamericana, 1999, cap. 5, pp. 242-280.
15
Piaget, Jean. «Introducción: La situación de las ciencias del hombre dentro del sistema
de las Ciencias». En Tendencias de la investigación en las ciencias sociales. Madrid:
Alianza Editorial, 1973.
16
Sobre el sujeto y «el otro» ver en Touraine, Alain, Crítica de la modernidad. México:
FCE, 2000, pp. 221-225.
17
Campbell, Joseph, El poder del mito. En diálogo con Bill Moyers. Barcelona: Emecé,
1998. Asimismo, Eliade, Mircea. La prueba del laberinto: conversaciones con Claude-
Henri Rocquet. Madrid: Cristiandad, 1980, p. 204.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 115
18
Wildber, Ken. El paradigma holográfico. Una exploración en las fronteras de la ciencia.
Barcelona: Editorial Kairos, 1987. Cf. García. Rolando. Sistemas complejos. Concep-
tos, métodos y fundamentación epistemológica de la investigación interdisciplinaria.
Barcelona: Gedisa, 2006.
19
Sheldrake, Rupert. El renacimiento de la naturaleza. El resurgimiento de la ciencia y de
Dios. Barcelona: Paidós, 1994, p. 264
20
Schumacher. Ob. cit. Sobre E. F. Schumacher Society ver <http://www.smallisbeautiful.
org/about.html>.
21
Skolimowski, Henry K. «Reexaminando el movimiento ecologista». Revista Medio Am-
biente, N° 37-38, Lima, 1989; aquí el autor disiente de las perspectivas que ofrecen las
tesis de Schumacher.
116 Pierre Foy Valencia
22
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Resolución
Legislativa N° 26185 (1993) señala como objetivo: «Estabilizar las concentraciones
de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel tal que impida las interfe-
rencias antropógenas peligrosas en el sistema climático, para la cual se establecerán
razonables sistemas de plazos para la adaptación progresiva de los ecosistemas y las
actividades económicas. Y define el cambio climático como aquel «cambio de clima
atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición
de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada
durante períodos de tiempo comparables». Por gases de efecto invernadero (GEI) se
entiende aquellos componentes gaseosos de la atmósfera, tanto naturales como antro-
pógenos, que absorben y reemiten radiación infrarroja.
23
Lovelock, J. E. Gaia, una nueva visión de la vida sobre la tierra. Segunda edición. Barce-
lona: Orbis, 1986. «La hipótesis o Teoría de Gaia es un conjunto de modelos científicos
de la biósfera en el cual se postula que la vida fomenta y mantiene unas condiciones
adecuadas para sí misma, afectando al entorno. Según la hipótesis de Gaia la atmósfera
y la parte superficial del planeta Tierra se comportan como un todo coherente donde la
vida, su componente característico, se encarga de autorregular sus condiciones esencia-
les tales como la temperatura, composición química y salinidad en el caso de los océa-
nos. Gaia se comportaría como un sistema auto-regulador (que tiende al equilibrio)».
<http://es.wikipedia.org/wiki/Hip%C3%B3tesis_Gaia>.
24
Molyneaux, Brian Leigh. La tierra sagrada. Espíritus del paisaje. Alineamientos antiguos
y lugares sagrados. Creación y fertilidad. Ediciones Culturas de la Sabiduría. México:
Taschen Benedikt, 2002.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 117
los depósitos de carbono que Gaia había enterrado para que la atmós-
fera mantuviera un nivel de oxígeno adecuado para que la atmósfera
mantuviera un nivel de oxígeno adecuado y los han quemado. Al ha-
cerlo ha usurpado la autoridad de Gaia y le han impedido que cumpla
con su función de mantener el planeta en estado adecuado para la vida.
Esos humanos solo pensaban en su propia comodidad e intereses25.
Las preocupaciones de Lovelock quedan graficadas por Crispin Tickell26
cuando en el prólogo de la referida obra señala:
El mensaje primordial de este libro no es tanto que la propia Gaia esté
amenazada (es «una tía muy dura» en palabras de Lynn Margulis),
sino más bien que los humanos le estamos infligiendo un daño cada
vez mayor. De todos modos, Gaia cambia, y puede que sea menos
fuerte hoy que en el pasado. El calor del sol aumenta continuamente y
al final pondrá en peligro la autorregulación de la que depende la vida.
Al contemplar el ecosistema global como un todo, el crecimiento de
la población humana, la degradación de la Tierra, el agotamiento de
los recursos, la acumulación de desechos, la polución de todo tipo, los
cambios climáticos, los abusos de la tecnología y la destrucción de la
biodiversidad en todas sus formas, constituyen una amenaza sin par a
la que las generaciones anteriores no hubieran enfrentado.
En resumen, para Lovelock27, estamos ante un suerte de reacción de
la naturaleza como consecuencia de la agresión que hemos infligido al sis-
tema planetario. Independientemente del sentido metafórico que pueda
conllevar28, esta afectación climático-mundial queda, convalidada por di-
versos estudios científicos. En efecto, recordemos que uno de los «conten-
dores» principales de Al Gore en la disputa por el premio Príncipe de As-
turias fue precisamente el economista británico Sir Nicholas Stern, autor
25
Lovelock J.E. La venganza de la tierra. La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad.
Barcelona: Editorial Planeta, 2007, p. 211.
26
Ib., pp.14-15
27
Señala Nicolás Sosa al referirse a Lovelock que «el hombre la humanidad, aparece
como la «mente de Gaia, figura sugerida por el autor y que invita a deducir que la
relación actual de la especie humana con el planeta es como la de la mente de un
loco que maltrata su cuerpo y amenaza sus propios órganos vitales; ello permite hablar
de la conveniencia de una armonía entre mente y cuerpo en una existencia común y
equilibrada. Convivir con Gaia». Ob. cit., p. 277.
28
Foy Valencia, Pierre. «El hombre climático». Prólogo al libro de Germán Vera, Derecho
Internacional y cambio climático. Lima: IESC, 2008. <http://www.pucp.edu.pe/clima-
decambios/index.php?option=com_content&task=view&id=82&Itemid=39>.
118 Pierre Foy Valencia
del Informe Stern sobre la economía del cambio climático (Stern Review
on the Economics of Climate Change)29, estudio —por encargo del gobierno
del Reino Unido, publicado el 30 de octubre de 2006, con 700 páginas de
extensión— da cuenta acerca del impacto del cambio climático y el calen-
tamiento global sobre la economía mundial30. También cabe mencionar el
Informe Anual del PNUD «La lucha contra el cambio climático: Solidari-
dad frente a un mundo dividido»31 o «El cambio climático no tiene fronte-
ras. Impacto del cambio climático en la Comunidad Andina».32
Como refiere el Informe del PNUD «La mayor parte de las activida-
des humanas, como la generación de electricidad mediante la com-
bustión de combustibles fósiles, el transporte, el cambio en el uso
de la tierra y los procesos industriales, generan emisiones de gases
de efecto invernadero» que tal como se señaló, constituyen la fuente
generadora del cambio climático33. No obstante, existen extremas
desigualdades en las huellas ecológicas nacionales34 a modo de
reflejo de las disparidades en las emisiones per cápita35, pues en
tanto «los pobres viven en la Tierra dejando una huella ecológica
apenas perceptible, soportan el grueso de las consecuencias de la
29
Dicho informe supone un hito histórico al ser el primer estudio encargado por un go-
bierno no a un climatólogo, sino a un economista.
30
Las claves para la actuación internacional en este tema, según Stern son: a) El negociar
de las emisiones; b) Cooperación de la tecnología; c) Acción para reducir la tala de
árboles acción a larga escala; d) Adaptación: Los países más pobres son los más vulne-
rables al cambio del clima.
31
PNUD. Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008. New York: PNUD, 2007.
32
Comunidad Andina de Naciones. El cambio climático no tiene fronteras. Impacto del
cambio climático en la Comunidad Andina». Este documento de la Secretaría General
de la Comunidad Andina fue coordinado por Carlos Amat y León de la Facultad de
Economía de la Universidad del Pacífico. Mayo 2008.
33
PNUD. Ob. cit., p. 55.
34
La huella ecológica es un indicador agregado definido como «el área de territorio eco-
lógicamente productivo (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) necesaria
para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una
población dada con un modo de vida específico de forma indefinida». Su objetivo fun-
damental consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o
forma de vida y, consecuentemente, su grado de sostenibilidad. La «huella ecológica»
muestra cuánta tierra y agua productiva se ocupan para producir todos los productos
que una persona consume, ya sea alimentos, energía, medios de transporte, vestuario
y otros bienes materiales o intangibles que sustentan un determinado estilo de vida. ( )
La «huella ecológica» es creación del suizo Mathis Wackernacei, experto en desarrollo
comunitario, y del profesor canadiense William Rees de la Universidad de British Co-
lumbia, Vancouver <http://www.tierramerica.org/2001/1118/acentos2.shtml>..
35
PNUD. Ob. cit., p. 59.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 119
36
Ib., p. 19.
37
Riechmann, Jorge. Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecología, ética y tecnología.
Madrid: Catarata, 2000, p. 45.
38
Ib., p. 20.
39
Comunidad Andina de Naciones. Ob. cit., p. 37. «La temperatura ha aumentado más
que el promedio global y los desastres climáticos se han también duplicado en el últi-
mo quinquenio. No existe una sola provincia de los países de la CAN que no haya sido
afectada al menos un vez por un desastre climático. Para la región, 2 °C de calenta-
miento pueden tener impactos de magnitudes catastróficas».
40
PNUD. Ob. cit., p. 31.
120 Pierre Foy Valencia
41
Ondarza, Raúl. El impacto del hombre sobre la tierra. México: Editorial Trilla, 1998.
42
Ver de David Arnold. La naturaleza como problema histórico. El medio, la cultura y
la expansión de Europa. México: Fondo de Cultura Económica, 2000. Vitale, Luis. «El
tiempo en la relación sociedad-naturaleza ambiente» Santiago, mayo 1998. Ponencia
al Seminario de la Sociedad Geológica de Chile Facultad de Ciencias Físicas y Mate-
máticas de la Universidad de Chile. <http://mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/lb/filo-
sofia_y_humanidades/vitale/obras/sys/gda/b.pdf>. Ver de Meléndez Dobles, Silvia. «La
historia ambiental: aportes interdisciplinarios y balance crítico desde América Latina».
Cuadernos Digitales. Publicación electrónica en historia, archivística y estudios socia-
les, vol. 7. N° 19. Noviembre 2002. Universidad de Costa Rica, Escuela de Historia.
43
Ver del PNUMA. Perspectivas del ambiente mundial 2000 (GEO 2000). Madrid: Mundi-
Prensa, 2000.
44
Aspecto que será desarrollado en el siguiente apartado. Al respecto, por ejemplo, se
dice que el planeta «es víctima hoy de una grave adicción al carbono», tal como ad-
virtió el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, en su mensaje del Día Mundial
del Medio Ambiente el 5 de junio de 2008, de modo que la dependencia de la ener-
gía basada en el carbono ha producido una acumulación considerable de gases de
efecto invernadero en la atmósfera. <http://www.onu.org.pe/Publico/Mensajes/
20080605medioambiente.aspx>.
45
«Diagnóstico Ambiental del Perú». Preparado por el Grupo de Trabajo Multisectorial Pre-
paración del Ministerio del Ambiente (R.M. N° 025-2008-PCM). Lima, febrero, 2008.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 121
ción anual del «Listado Rojo de Especies Amenazadas» en marzo de 2006. En ella se
evalúan más de 40 mil especies de animales y plantas, demostrando que globalmente el
número de especies amenazadas se ha incrementado en más de 50% durante la última
década. Casi 600 nuevas especies se identificaron ahora como amenazadas y se declara
oficialmente extinguidas a más de 800 especies. Este último «Listado Rojo» reconoce
que los humanos, sea directa o indirectamente, son la causa principal de la rápida dis-
minución de las especies. El calentamiento global, la caza vedada, la pérdida de hábitat,
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 123
las prácticas de pesca no sustentables están teniendo impactos significativos sobre las
especies tales como el oso polar, el hipopótamo pigmeo, la gacela «dama», el tiburón
ángel. En 2006, todos estos emblemáticos animales han tenido que ser reclasificados
en categorías más próximas a la extinción. Organismos menos conocidos, incluyendo
muchas especies de anfibios y peces de agua dulce se han reducido dramáticamente en
número. <http://www.induambiental.cl/1615/propertyvalue-37260.html#h2_3>.
47
Ver de Russell, Edmund. War and Nature. Fighting Human and Insects with Chemicals
from World War I to Silent Spring. Cambridge: Cambridge University Press, 2001.
48
«El medio ambiente, otra víctima de la guerra» <http://www.ambientum.com/revista/
2003_03/guerra.htm>. Al respecto, la Asamblea General de Naciones Unidas declaró
el seis de noviembre de 2002 como Día internacional para prevenir la explotación del
medio ambiente en los conflictos armados y en las guerras.
124 Pierre Foy Valencia
Con gran sentido antropológico Fernando Silva Santisteban nos dice que
el hombre se ha convertido en un depredador puesto que debido a sus
necesidades biológicas «satisface también a través de la depredación y la vio-
lencia diversos impulsos individuales y colectivos que lo han convertido en
el más grande agresor, incluso de la naturaleza»52. Al reafirmar la condición
del hombre como depredador, continúa Silva Santisteban, el hombre a
diferencia del animal, mediante la tecnología y el conocimiento adapta el
medio ambiente a sus necesidades, habiendo de esta manera poblado todos
los climas del planeta, expandido por todos los continentes y desarrollado
su población y cultura en un inusitado crecimiento exponencial, pero, «si-
multáneamente, ha agredido al medio ambiente en una escala aterradora que
compromete la propia supervivencia de su especie»53.
49
Agozino, Adalberto. Megatendencias en la seguridad internacional. Buenos Aires. Edi-
torial Ábaco de Rodolfo Desalma, 1998.
50
Toffler, Alvin. El cambio del poder. Barcelona: Plaza & Janés, 1994. Ver también en
<http://www.mty.itesm.mx/dhcs/deptos/ri/ri95-801/lecturas/lec069.html>.
51
¿Hemos heredado de nuestros ancestros algo más que el ansia de poder y una violenta
territorialidad? Ver de Frans de Waal. El mono que llevamos adentro. Barcelona: Tus-
quets editores, 2007.
52
Silva Santisteban, Fernando. El primate responsable. Antropobiología de la conducta.
Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2005, pp. 114-115.
53
Ob. cit., pp. 214-215.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 125
54
Mac Gregor, Rubio y Vega-Centeno. Ob. cit., p. 23. «Violencia social es la que expresa,
en diversos grados y múltiples formas, entre los individuos y grupos sociales, producto
de circunstancias sociales que, al permanecer y reproducirse históricamente, estructu-
ran y caracterizan a una determinada forma de organización social que mediatiza la
potencial realización de sus miembros».
55
Ib., p. 29.
126 Pierre Foy Valencia
56
Ib., p. 50.
57
Ib., p. 57.
58
El resumen del Informe mundial sobre la violencia y la salud de la OMS del año 2002,
utiliza un interesante modelo ecológico para entender las raíces de la violencia. «No
existe un factor que, por sí solo, explique por qué una persona se comporta de manera
violenta y otra no lo hace. La violencia es un problema complejo, enraizado en la in-
teracción de muchos factores biológicos, sociales, culturales, económicos y políticos.
Algunos factores de riesgo pueden ser privativos de un tipo determinado de violencia,
pero es más frecuente que los diversos tipos de violencia compartan varios factores de
riesgo. Además de esclarecer las causas de la violencia y sus complejas interacciones,
el modelo ecológico también indica lo que es preciso hacer en los diversos niveles
para prevenirla», p. 20.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 127
59
Según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático: Por
«sistema climático» se entiende la totalidad de la atmósfera, la hidrósfera, la biósfera y
la geósfera, y sus interacciones.
60
Riechmann. Ob. cit., p. 47.
61
Gore, Albert. Una verdad incómoda: la crisis planetaria del calentamiento global y
cómo afrontarla. Barcelona: Gedisa, 2007.
62
Ver: Dobson, Andrew. Pensamiento político verde. Madrid: Trotta – Serie medio am-
biente, 1999.
128 Pierre Foy Valencia
63
Alfie, Miriam. «Violencia ecológica vs. desarrollo sustentable». Violencia y derechoshu-
manos, N° 63, julio-agosto 1994 <http://www.elcotidianoenlinea.com.mx/doc/6310.
doc>.
64
Goldsmith, Edgard. El tao de la ecología. Una visión ecológica del mundo. Barcelona:
Icaria, 1999.
65
Los sistemas naturales solo pueden cooperar si tienen el propósito de conseguir un
objetivo común, sin el cual el propio término cooperación carecería de significado;
como partes diferenciadas de la jerarquía galana, comparten el mismo objetivo común
de mantener su estabilidad u orden crítico (homeo: igual; telos: fin).
66
La conducta homeotélica es una conducta normal que cumple con su finalidad filoge-
nética y ontogenética: mantener el orden crítico de la ecósfera. La conducta heterotélica
(hetero: diferente; telos: fin) es una conducta mal enfocada, que satisface hasta cierto
punto las necesidades del individuo, pero no las de la jerarquía galana.
67
La ecósfera al igual que todos sus susbsistemas constituyentes está dotada del meca-
nismo de control necesario para controlar y coordinar la conducta homeotélica de las
partes que la constituyen. Ese control lo denomina Goldsmith homeárquico (homeo:
igual, archos: gobierno).
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 129
68
Como refiere Goldsmith, las drásticas agresiones a la biósfera causadas por el progreso
económico están alertando el entorno de los seres vivos que constituyen la jerarquía
galana.
69
Hoy no tenemos medios para comprender nuestra relación con el mundo que hemos
creado […] No solo nos fallan los sentidos y las facultades intuitivas ante el vigoroso
nuevo mundo que está creando el crecimiento económico; nuestros verdaderos instin-
tos también dejan de servirnos como guía para una conducta adaptable […] Un ejem-
plo típico es nuestra instintiva agresividad. En una sociedad vernácula, al igual que las
demás formas de competencia, está muy ritualizada y sirve para fines sociales, incluso
cósmicos. Su destructividad también queda limitada porque la tecnología vernácula
está bajo control social, lo cual significa que en las guerras se lucha con armas tradi-
cionales, que no son específicamente letales. [...] Todo esto varía drásticamente con
el crecimiento económico cuando la destrucción social y cultural aunada nos priva de
los medios de controlar nuestra agresión y de evitar la propagación de los más letales
y destructivos armamentos (p. 240).
70
García Gomez-Heras, J.Mª. La dignidad de la naturaleza. Ensayos sobre ética y filosofía
del medio ambiente. Granada: Ecorama, 2000.
71
Boff, Leonard. La dignidad de la tierra. Ecología, mundialización, espiritualidad. La
emergencia de un nuevo paradigma. Madrid: Trotta, 2000.
72
Ver de Velayos, Carmen. La dimensión moral del ambiente natural ¿necesitamos una
nueva ética? Granada: Ecorama, 1996.
130 Pierre Foy Valencia
73
Bellver Capella, Vicente. «Las ecofilosofías». En Ballesteros y Pérez Adán. Ob. cit., pp.
251-269.
74
Sosa. Ob. cit., p. 287 y ss.
75
Bellver Capella. Ob. cit., p. 251.
76
Refiere Bellver Capella, citando a Ballesteros, Ib., p. 261
77
Ferry, Luc. El nuevo orden ecológico. El árbol, el animal y el hombre. Barcelona: Tus-
quets, 1994, p. 109 y ss.
78
Ob. cit., pp. 188-213 y p. 212.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 131
79
Foy Valencia, Pierre. «En busca del Derecho Ambiental (I)». En Derecho y ambiente.
Aproximaciones y estimativas. Foy, Pierre (editor). Lima: Fondo Editorial de la PUCP,
1997, pp. 35-170.
80
Caro, Carlos. Derecho penal del ambiente. Delitos y técnicas de tipificación. Grá-
fica Horizontes, Lima, 1999. Ver de Foy Valencia, Pierre. a) Criminalidad y Derecho
Penal Ambiental. Estudio preliminar y selección de textos especializados 1 (Antología).
Lima: Universidad de Lima, 1994; b) «Consideraciones sobre criminalidad ambiental y
empresa». Gaceta Jurídica. 1997 Tomo 43, p. 63-A / 69-A, c) «Aproximaciones y esti-
mativas al estudio de la criminalidad y el Derecho Penal Ambiental Peruano». Revista
Derecho de la PUCP N° 46, diciembre de 1992, pp. 257-274.
81
Tribunal Constitucional. Resolución N° 04223-2006-AA/TC 05/09/2007. Fecha de pu-
blicación NEXTEL Caso.
132 Pierre Foy Valencia
82
Sentencia del Tribunal Constitucional. ASUNTO: Demanda de inconstitucionalidad
interpuesta por don Luis Alejandro Lobatón Donayre y más de cinco mil ciudada-
nos, contra el artículo 54 del Decreto Legislativo 776, Ley de Tributación Municipal,
modificada por el Decreto Legislativo 952, en cuanto establece que el impuesto a
los espectáculos públicos no deportivos grava el monto que se abona por concepto
de ingreso a espectáculos públicos no deportivos en locales y parques cerrados con
excepción de los espectáculos en vivo de teatro, zarzuelas, conciertos de música clá-
sica, ópera, opereta, ballet, circo y folclore nacional, calificados como culturales por
el Instituto Nacional de Cultura <http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2005/00042-
2004-AI.html#_ftn28>.
83
En Alemania protección de animales con rango constitucional. Alemania se constituye
en el primer país de la Unión Europea en incluir la protección de los animales como
un objetivo de Estado, en su Constitución. Es así como el artículo 20a indicará en lo
sucesivo que el Estado, asumiendo su responsabilidad ante las generaciones venideras,
protege «las bases naturales de existencia y a los animales». A partir de la modificación
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 133
87
<http://www.mbigua.org.ar/uploads/File/CartaMundialNaturaleza.pdf>.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 135
88
Incluso en su artículo 12. señala: a) Todo acto que implique la muerte de un gran nú-
mero de animales salvajes es un genocidio, es decir, un crimen contra la especie. b) La
contaminación y la destrucción del ambiente natural conducen al genocidio <http://
www.filosofia.org/cod/c1977ani.htm>.
89
The Great Ape Project: Equality Beyond Humanity apareció originalmente en 1993, en
edición británica a cargo de Singer, Peter y Paola Cavalieri (editores). London: Fourth
Estate. Cfr. El Proyecto Gran Simio: la igualdad más allá de la humanidad. Madrid:
Trotta, 1998 <http://www.revistadefilosofia.com/11-07.pdf>.
90
Ver de Barlow, Maude. El oro azul. La crisis mundial del agua y la reificación de los
recursos hídricos del planeta Edición revisada. Primavera 2001. La autora es Presidenta
Nacional del Council of Canadians (Consejo de los Canadienses), Presidenta del
Comité sobre mundialización del agua del IFG.
91
Según Alfonso Martínez González, citado por Martinez Gonzalez, Alfonso. Méto-
dos alternativos en manejo de conflictos. Aplicaciones en materia ambiental. Méxi-
co: SEMARNAP, PNUD, 1997, p. 81; la expresión del conflicto ambiental aparece a
136 Pierre Foy Valencia
ediados del siglo XX. En 1950 la contaminación por mercurio en la bahía de Mina-
m
mata en Japón, en donde la empresa Chisso Corp. Chemical, productora de cloruro de
vinilo y acetaldemical contaminó las aguas marinas durante varios años. La empresa
Chisso reconoció hasta 1968 su responsabilidad en el incidente. En 1992 con la confe-
rencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), se
revaloró la importancia de las personas y la calidad de su vida sobre los procesos de de-
sarrollo económico. También incluye la prevención y responsabilidad de los gobiernos
sobre estos temas, al grado de que su difusión está permeando las estructuras jurídicas,
político-institucionales y de comportamientos sociales amplios, sensibilizándolos so-
bre los problemas ambientales. Si bien es cierto que existen dos escuelas teóricas en el
tema, una referida al conflicto ambiental y otra al conflicto socioambiental. Mientras en
la primera los países industrializados hablan de las dificultades para que las externali-
dades ambientales sean asumidas por quienes las generan, en la segunda las tensiones
se suscitan por la dificultad para definir la propiedad y distribución de los recursos.
92
Informe Extraordinario. «Los conflictos socioambientales por actividades extractivas en
el Perú. Versión al 16 de abril de 2007, que incluye las notas aclaratorias presentadas
al Congreso de la República en la misma fecha.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 137
1. Impactos económicos
2. Impactos sociales
3. Impactos políticos
8.1. Introducción
Las relaciones entre desastre95 y ambiente son de los más variadas y com-
plejas y conllevan a la necesaria integración de diversos enfoques, a fin de
lograr una adecuada comprensión y actuación social frente a ellos. En el
plano internacional, el tema concita el interés de las Naciones Unidas,
entre otras entidades globales o regionales; al igual que en lo nacional (v.g.
93
Ob. cit., pp. 51 y ss.
94
Ib., p. 76. «La Defensoría del Pueblo ha observado que la sensibilidad por el tema
ambiental no siempre es integral en la población y en las organizaciones de la socie-
dad civil. Para citar un ejemplo, algunos sectores poblacionales que se oponen a las
actividades extractivas perciben a estas como más nocivas y peligrosas que los efectos
causados por la falta de tratamiento de aguas residuales domésticas e industriales y
de los residuos sólidos de las ciudades. Dicha situación también muestra que la va-
loración del ambiente, la salud y la vida se ve altamente influenciada y —en ciertos
casos— condicionada a la información y a la educación que la población recibe. Por lo
expuesto, también es importante que la población y las organizaciones de la sociedad
civil conozcan y comprendan la complejidad de los temas ambientales porque así se
podría impulsar una mayor colaboración y compromiso de la ciudadanía con el medio
ambiente y la gestión ambiental.».
95
Sobre el tema Desastres y ambiente, ver Boletín del IDEA PUCP. Año 3, N° 15 - Enero
2006.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 139
96
«Manual básico para la estimación del riesgo, Lima – Perú, 2006». Instituto Nacional de
Defensa Civil, Dirección Nacional de Prevención, DINAPRE unidad de estudios y eva-
luación de riesgos UEER. <http://bvpad.indeci.gob.pe/doc/pdf/esp/doc319/doc319_
contenido.pdf>.
97
Terminología: Términos principales relativos a la reducción del riesgo de desastres.
Tomado de: <http://www.eird.org/esp/terminologia-esp.htm>.
Amenaza / peligro. Evento físico, potencialmente perjudicial, fenómeno y/o actividad
humana que puede causar la muerte o lesiones, daños materiales, interrupción de la
actividad social y económica o degradación ambiental […].
Amenaza biológica. Procesos de origen orgánico o transportados por vectores biológi-
cos, incluidos la exposición a microorganismos patógenos, toxinas y sustancias bioac-
tivas, que pueden causar la muerte o lesiones, daños materiales, disfunciones sociales
y económicas o degradación ambiental. […].
Amenaza geológica. Procesos o fenómenos naturales terrestres, que puedan causar
pérdida de vida o daños materiales, interrupción de la actividad social y económica o
degradación ambiental. […].
Amenazas hidrometeorólogicas. Procesos o fenómenos naturales de origen atmosféri-
co, hidrológico u oceanográfico, que pueden causar la muerte o lesiones, daños mate-
riales, interrupción de la actividad social y económica o degradación ambiental. […].
Amenazas naturales. Procesos o fenómenos naturales que tienen lugar en la biósfera
que pueden resultar en un evento perjudicial y causar la muerte o lesiones, daños ma-
teriales, interrupción de la actividad social y económica o degradación ambiental. […].
Amenazas tecnológicas. Amenaza originada por accidentes tecnológicos o industriales,
procedimientos peligrosos, fallos de infraestructura o de ciertas actividades humanas,
que pueden causar muerte o lesiones, daños materiales, interrupción de la actividad
social y económica o degradación ambiental. […].
Análisis de amenazas / peligros. Estudios de identificación, mapeo, evaluación y moni-
toreo de una(s) amenaza(s) para determinar su potencialidad, origen, características y
comportamiento. […].
140 Pierre Foy Valencia
98
Ley General del Ambiente (Ley 28611). Capítulo 4 Ciencia, Tecnología y Educación
Ambiental.
Artículo 123.- De la investigación ambiental científica y tecnológica
La investigación científica y tecnológica esta orientada, en forma prioritaria, a proteger
la salud ambiental, optimizar el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales
y a prevenir el deterioro ambiental, tomando en cuenta el manejo de los fenómenos y
factores que ponen en riesgo el ambiente; el aprovechamiento de la biodiversidad, la
realización y actualización de los inventarios de recursos naturales y la producción
limpia y la determinación de los indicadores de calidad ambiental.
Artículo 124.- Del fomento de la investigación ambiental científica y tecnológica.
124.1 Corresponde al Estado y a las universidades, públicas y privadas, en cumpli-
miento de sus respectivas funciones y roles, promover:
a. La investigación y el desarrollo científico y tecnológico en materia ambiental.
b. La investigación y sistematización de las tecnologías tradicionales.
c. La generación de tecnologías ambientales.
d. La formación de capacidades humanas ambientales en la ciudadanía.
e. El interés y desarrollo por la investigación sobre temas ambientales en la niñez y
juventud.
f. La transferencia de tecnologías limpias.
g. La diversificación y competitividad de la actividad pesquera, agraria, forestal y otras
actividades económicas prioritarias.
124.2 El Estado a través de los organismos competentes de ciencia y tecnología, otorga
preferencia a la aplicación de recursos orientados a la formación de profesionales y
técnicos para la realización de estudios científicos y tecnológicos en materia ambiental
y el desarrollo de tecnologías limpias, principalmente bajo el principio de prevención
de contaminación.
Artículo 125.- De las redes y registros
Los organismos competentes deben contar con un registro de las investigaciones rea-
lizadas en materia ambiental, el cual debe estar a disposición del público, además se
promoverá el despliegue de redes ambientales.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 141
99
Según Juan E. Musso M.: «Los desastres naturales pueden ser considerados de tres ti-
pos: Los propiamente producidos por distintos componentes de la naturaleza y que se
explican por las propias dinámicas que se suceden en las interrelaciones físicas de sus
elementos. Los terremotos, los huracanes, los tsunamis, las precipitaciones, las erup-
ciones, las sequías, las inundaciones, los aluviones, etc. Son, entre otras, las expresio-
nes más comunes que como desastres naturales se suceden en muchos de los rincones
del mundo. Hay un segundo tipo de desastres, los propiamente artificiales produci-
dos por la mano del hombre y que se explican por las dinámicas políticas, sociales y
económicas que se suceden en las interrelaciones de sus obras. Chernovyl en usinas
atómicas, Bhopal en industrias químicas, Anchorage en el transporte petrolero, Sahel
en hambrunas, etc. Las hay de muchos tipos y las fronteras no las pueden detener.
Finalmente hay un tercer tipo de desastres, que son una combinación de los dos tipos
anteriores, y que cuando se suceden conllevan perversos efectos en el incremento de
sus magnitudes. Esto se está evidenciando como consecuencia del supuesto desarrollo,
progreso y bienestar. Los huracanes en el golfo y el cambio climático, Nueva Orleáns
y la rotura de diques causados por el huracán, California e Indonesia y los incendios
forestales, la avalancha de Maracaibo, etc. En estos últimos, las causas suelen estar en
142 Pierre Foy Valencia
lugares distintos de a donde se sufren los efectos. Las preguntas de fondo están dadas,
por ejemplo, en ¿cuán responsable es el progreso de una parte de la humanidad, frente
a los actuales daños sucedidos por los desastres?, ¿Es posible el progreso, desarrollo y
bienestar de espalda al ambiente local o global?». Boletín del IDEA PUCP, Ob. cit., p. 2.
100
Wiesner, Luis. Desastre y derecho: una aproximación al riesgo tecnológico. Bogotá:
Temis, 1991.
101
Agenda 21. Desarrollo sostenible: un programa para la acción. Lima: IDEA PUCP,
1999.
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 143
102
Algunas fuentes sobre Desastres y ambiente:
International Strategy for Disaster Reduction <http://www.unisdr.org/>.
Resolución aprobada por la Asamblea General 58/214. Estrategia Internacional de Reduc-
ción de Desastres <http://www.unisdr.org/eng/about_isdr/basic_docs/GA-resolution/
a-res-58-214-esp.pdf>.
Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres para América Latina y el Caribe
<http://www.eird.org/index-esp.html>.
«Reducción del Riesgo de desastres a través de la Gestión Ambiental: Uso de Instrumen-
tos Económicos». Informe Preliminar (BID). Enero, 2004. Luis Carrera de la Torre, Iván
Izurieta <http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=647209>.
Desastres naturales y su influencia en el medio ambiente. Norma Carrillo H. y Enrique
Guadalupe G. <http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/ publicaciones/geologia/Vol_
IVN%C2%B07/desast_nat.htm>.
Hacia una cultura de prevención en desastres desde la educación. Memoria del Semina-
rio-Taller Internacional sobre Prevención y Atención de Desastres en la Educación Lima,
Perú-noviembre 2003 <itdg.org.pe/archivos/desastres/Memoriaeducacion.pdf>.
Planificación y protección financiera para sobrevivir los desastres Kari Keipi y Justin
Tyson <http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=562538>.
La Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (LA RED)
<http://www.desenredando.org/>.
Reducción de Vulnerabilidad a los Peligros Naturales en las Américas. Comisión Interame-
ricana para el Desarrollo Sostenible. OEA, Washington D.C. Cidi/Cids/Res. 5 (II-O/99).
<http://www.summit-americas.org/Sustainable%20Dev/Resoluci%C3%B3n%205-II-
0-99.htm>.
Natural Disaster Reduction UNESCO <http://www.unesco.org/science/earth/disaster/
index_disaster.shtml> .
Kuroiwa, Julio. Reducción de desastres: viviendo en armonía con la naturaleza Lima:
PNUD, 2002.
Atlas de peligros naturales del Perú. Lima: Instituto Nacional de Defensa Civil (Perú).
El sistema jurídico y la violencia: una perspectiva ambiental 145
9. Conclusión
103
Earls, John. Introducción a la teoría de sistemas complejos. Lima: IDEA-PUCP, 2007, p.
121. En las últimas décadas, ha surgido un nuevo campo de la ciencia: la teoría de sis-
temas complejos. Dichos sistemas están constituidos por componentes que interactúan
entre sí para dar lugar a comportamientos organizados y tienen propiedades que son
diferentes a las de sus componentes (propiedades emergentes). La ciencia de la com-
plejidad se ocupa de los principios generales que gobiernan el comportamiento inter-
no de estos sistemas y sus respectivas manifestaciones sensibles. Así, se encuentra que
hay propiedades emergentes comunes en sistemas fisiológicos, ecológicos, sociocultu-
rales y económicos <http://agenda.universia.edu.pe/pucp/2008/04/03/introduccion-a-
la-teoria-de-los-sistemas-complejos>.
¿Flexibilizando el nomos?: globalización y soberanía en la era del terror 147
¿Flexibilizando el nomos?:
globalización y soberanía en la era del terror
Resumen
Schmitt, Carl. La dictadura, desde los comienzos del pensamiento moderno de la sobe-
ranía hasta la lucha de clases proletarias. Madrid: Alianza, 1985
«La excepción es más interesante que el caso normal. Lo normal nada prueba; la ex-
cepción, todo; no solo confirma la regla, sino que esta vive en aquella». Schmitt, Carl.
Teología política. Buenos Aires: Struhart & Cia, 1998, p. 27.
Si la modernidad se definía en términos de centro que organiza la realidad a su alrede-
dor la postmodernidad implica más bien la ausencia de referente o centro por lo tanto
nada puede ser ordenado y todo queda indefinido.
Respecto a la teoría de la excepción obviamente el referente esencial sigue siendo la
obra del constitucionalista y teórico político alemán Carl Schmitt, cfr., El concepto de
lo político. Madrid: Alianza, 1991, además de los textos ya citados. Más recientemente
se destaca el trabajo —aunque muy crítico de Schmitt— del filósofo italiano Giorgio
Agamben, Estado de excepción, Buenos Aires: Adriano Hidalgo editores, 2004. Yo
mismo he desarrollado toda esta perspectiva recientemente en el texto: «Derecho y
Emergencia: Hacia una teoría del derecho enemigo». Lima: Departamento de Derecho
de la PUCP, 2007.
¿Flexibilizando el nomos?: globalización y soberanía en la era del terror 149
Jakobs, Günther y Manuel Cancio Melia. Derecho Penal del enemigo. Madrid: Civitas,
2003.
Decía Schmitt: «Como europeos de viejas tradiciones hemos de tener cuidado en no
recaer en las ideas clásicas de guerra y paz», Schmitt, Carl. Teoría del partisano. Ma-
drid: Instituto de Estudios Políticos, 1966, p. 84. Evidentemente, de aquí se desprende
entonces algo que parece percibir Schmitt en sus últimos trabajos, la crisis del Estado
moderno, y la consiguiente variación en la forma de la guerra contemporánea que ya
no sería estrictamente la guerra de un Estado contra otro Estado. Ver respecto a esto
el texto del profesor colombiano Jorge Giraldo, «Acerca de la concepción partisana
de la guerra» en Carl Schmitt: Derecho, política y grandes espacios, Giraldo, Jorge y
Jerónimo Molina (editores). Bogotá: Fondo editorial de la Universidad EAFIT, Sociedad
de Estudios Políticos de la Región de Murcia, 2008.
Schmitt, Carl. El concepto de lo político, p. 40. También ver de Portinaro, Pier Paolo.
Estado, Buenos Aires: Nueva visión, 2003, p. 21.
Hobbes, Thomas. Leviathan, Libro I, cap. XIII. London: Penguin, 1985
Aquí empleo el concepto de unidad política que usa Schmitt, en el sentido que es la
unidad política lo que define la esencia de lo político y esta puede tomar distintos
nombres o facetas a lo largo de la historia, puede ser la Polis en el mundo antiguo o
puede ser el Estado en el mundo moderno. Cfr. El concepto de lo político.
150 Eduardo Hernando Nieto
(y para eso están los estrategas de la guerra) sino también del derecho in-
ternacional y el orden jurídico.
En este sentido, es absolutamente válido afirmar que nuestras institu-
ciones jurídicas aun parecen demasiado atadas al pasado que corresponde
a la etapa más fecunda de la modernidad en la cual parecía que todo el
mundo se encontraba perfectamente delimitado y todo muy bien organi-
zado, es decir, una modernidad en donde la presencia del viejo nomos se
dejaba aun sentir con fuerza10. Sin duda, hoy por hoy el Estado se enfrenta
a su propio alter ego: «la anomia» o el «anomos» aunque lamentablemente
este no parece percatarse de esta situación pues aun pretende actuar bajo el
imperio de la ley y la soberanía clásica como en los años modernos aunque
en estas circunstancias poco pueden hacer para preservarlo de las amenazas
que ya no solo son contra el mismo Estado sino contra la propia unidad
política que la antecede lo cual sería ciertamente muchísimo más grave.
10
Aquí estoy siguiendo básicamente la tesis planteada por el filósofo político Leo Strauss,
especialmente en su conocido texto «The Three Waves of Modernity», Strauss, Leo. An
Introduction to Political Philosophy, ten essays by Leo Strauss. Detroit: Wayne State
University Press, 1989, editado por Hilail Hildin. En dicho trabajo, el profesor Strauss
trata de mostrar cómo es que la modernidad en realidad se da a partir del rechazo al
pensamiento político antiguo por lo tanto en una primera etapa esta modernidad tiene
que mostrar muchas de las características de la filosofía clásica pero a medida que va
avanzando se va alejando de esta hasta llegar a una etapa donde la razón y la voluntad se
disipan produciéndose entonces la tercera ola de la modernidad, a saber, el nihilismo.
11
Desde el momento en el cual las diferencias entre los individuos causada por la polari-
zación religiosa se termina con la Implantación de un ley general que los iguala a todos
ahora como súbditos del Estado moderno. Cfr. Skinner, Quentin. The Foundations of
Modern Political Thought. Cambridge: Cambridge University Press, 1978.
¿Flexibilizando el nomos?: globalización y soberanía en la era del terror 151
12
Citado por Portinaro, Pier Paolo. Estado. Loc. cit., p. 36.
13
Aquí recordamos nuevamente la idea de dominación sugerida por Weber, a través
de la cual el poder se puede prolongar en el tiempo e institucionalizar, siendo estas
formas de dominación tres, la legal–racional, (la típicamente moderna) la tradicional y
la carismática.
14
Bodin, Jean. Los seis libros de la República. Madrid: Aguilar, 1973, p. 46.
15
Krasner, Stephen D. Soberanía, hipocresía organizada. Barcelona: Paidós, 2001, p. 14.
152 Eduardo Hernando Nieto
con el control (no con la autoridad), es decir, con la capacidad que posee
el Estado para supervisar todos los movimientos que se dan dentro de sus
fronteras16.
Estas formas de soberanía destacada por Krasner en realidad nos llevan
necesariamente a definiciones de carácter minimalista y maximalista del
concepto de Estado, siendo las definiciones maximalistas aquellas que se
centran en el concepto del control sobre el territorio y la posibilidad del
Estado para evitar por ejemplo que circulen bienes que este no desea que lo
hagan (incluyendo como dijimos ideas, sustancias, información etcétera).
Ahora bien, lo interesante es que un Estado no necesariamente tiene
que tener las cuatro formas de soberanía pues podría darse el caso de que
goce del reconocimiento internacional como Estado soberano pero no esté
en condiciones de manejar y controlar todo su territorio. En este sentido,
se entiende que cuanto más fuerte sea un Estado más posibilidades tendrá
de ser soberano en todo los sentidos en cambio que la debilidad del Estado
lo llevaría solamente a exhibir aquellas características minimalistas.
Esto último no es algo extraño y si bien es cierto puede señalarse ha-
bitualmente que esta sería la condición de muchos Estados en África, por
ejemplo, no sería tampoco raro sostener que también muchos países en
América Latina pueden gozar de muchas de las formas de soberanía mini-
malista ya indicadas también en la medida que en muchos lugares remotos
de sus territorios no se percibe necesariamente control o supervisión estatal
y parecen más bien ser tierra de nadie17.
Evidentemente, el concepto de Estado nació junto con el moderno
concepto de autonomía individual por lo que no sería difícil el entablar
una relación entre la noción de sujeto moderno y la de Estado soberano.
En principio, sabemos que existen dos importantes principios jurídicos en
el derecho internacional público, el principio de autodeterminación y el
principio de no intervención, el primero ligado a la conocida noción de li-
bertad positiva que implica la capacidad de autogobierno y el que el Estado
16
Ib.
17
Justamente este será el caso según sostendré al final del problema entre Colombia y
Ecuador que se origina precisamente por esta debilidad de un Estado (Ecuador) al no
poder ejercer el control sobre su territorio y que esto facilitaría el tránsito de indesea-
bles en dicho espacio generando una amenaza para otros Estados.
¿Flexibilizando el nomos?: globalización y soberanía en la era del terror 153
18
Sobre la libertad negativa y positiva ver el texto de Berlin, Isaiah. «Dos conceptos de
libertad». En Four Essays on Liberty. Oxford: Oxford University Press, 1969.
19
Garzón Valdés, Ernesto. «Intervención y paternalismo». En Instituciones suicidas. Estu-
dios de ética y política. México: Editorial Paidós Mexicana y Universidad Autónoma
de México, 2000, p. 162.
20
Walzer, Michael. Just and Unjust Wars. New York: Basic Books, 1992.
21
Ib., p. 87.
22
Garzón Valdés, Ernesto. Ob. cit., pp. 164-165.
154 Eduardo Hernando Nieto
soberanía estatal aun así se trate para el bien del propio Estado23. En este
sentido, la posición del profesor Garzón Valdés, en su artículo citado, es
sin embargo discrepante respecto a ellos pues él si considera que pueda
haber situaciones en las cuales las intervenciones se pueden justificar —por
ejemplo en caso de una flagrante violación a los derechos humanos— aten-
diendo entonces a una forma de paternalismo jurídico:
Por el contrario, sea que se trate de un gobierno propio o de uno ex-
tranjero, la intervención para ayudar a que un pueblo derroque a una
tiranía puede no solo estar justificada sino incluso constituir un acto
debido […]. Pero en el caso 6 no se agota en el ejemplo de las guerras
de liberación; en el caben todas las situaciones en que se violan dere-
chos humanos básicos, es decir, aquellos que son un medio necesario
para la satisfacción de todos los derechos24.
Hasta este momento entonces podemos concluir con lo siguiente: pri-
mero, es válido el poder plantear la analogía entre el sujeto autónomo y la
soberanía estatal, en segundo lugar, es posible que se discuta la posibilidad
de desafiar en algunos casos principios como el de «no intervención» como
lo demuestra el profesor Garzón Valdés, aunque en su caso particular esto
se haga a favor de la defensa de su famoso «coto vedado» de los derechos
fundamentales, en tercer lugar, hemos visto también que la soberanía po-
see una variada graduación y que solamente unos cuantos Estados en el
planeta podrían jactarse de contar con todas las formas de soberanía exis-
tentes, y en cuarto lugar, reconocemos también que nos encontramos en
un período de gran incertidumbre en el cual las definiciones clásicas plan-
teadas a inicios de la modernidad (soberanía, Estado, autonomía, etcétera)
pueden y tienen que ser replanteados a la luz de la realidad.
En la siguiente parte de este texto voy a tratar de justificar las acciones
militares emprendidas por el gobierno colombiano en territorio ecuatoria-
no como una forma de paternalismo jurídico que además se legitima en la
necesidad de preservar las unidades políticas tanto de Colombia como del
mismo Ecuador.
23
Ib., p. 168.
24
Ib., p. 172.
¿Flexibilizando el nomos?: globalización y soberanía en la era del terror 155
25
Esto es por ejemplo lo que encontramos en el denominado mínimo moral del derecho
según H.L.A Hart. Cfr . Hart, H.L.A. El concepto del Derecho. Buenos Aires: Abeledo–
Perrot, 2007, pp. 239-254.
156 Eduardo Hernando Nieto
Por todas estas cosas entonces es que el luchar por preservar la unidad
política tiene sentido y resulta entonces una tarea encomiable, y por eso
mismo es que debemos de procurarnos de todos los medios que tenemos
a nuestra alcance para lograr este propósito a pesar de las amenazas que se
ciernen sobre esta. Dichas amenazas pueden responder a distintos propó-
sitos aunque en la dimensión del realismo político (en el que me muevo
dicho sea de paso) no es tan importante el indagar sobre los fines o las
intenciones sino simplemente lo importante es el poder identificar a la
amenaza y ver la manera de neutralizarla.
Es en este contexto entonces que elegí la reciente controversia entre
Colombia y Ecuador respecto al caso de la incursión de las Fuerzas Arma-
das Revolucionarias de Colombia (FARC) a fin de evaluar la justificación
de tal acción a pesar de que pueda ser considerada una violación a los
principios fundamentales del derecho internacional como el de no inter-
vención todo esto dentro del marco tradicional del Estado moderno.
Para lograr este objetivo de justificación como indique, voy a apelar a
la conocida analogía entre el Estado soberano y el sujeto autónomo y con
esto valerme de una fundamentación basada en la figura del paternalismo
jurídico y espero aun reforzar mi punto de vista apelando también a las
formas de soberanía destacadas por Krasner con el objeto de demostrar
que existen muchos Estados (como el Ecuador por ejemplo) que no puede
ejercer una soberanía plena sobre su territorio y por lo tanto no podría
presumir el hecho de la violación de parte de su territorio —que aparente-
mente no controla— por parte de otro Estado cuando vemos que fuerzas
irregulares como las FARC lo violan a su antojo.
4. El paternalismo jurídico
26
Mill, John Stuart. Sobre la Libertad. Madrid: Alianza, 1981.
¿Flexibilizando el nomos?: globalización y soberanía en la era del terror 157
los trabajos de los teóricos del derecho más contemporáneos como Carlos
Santiago Nino27 o Ernesto Garzón Valdés28.
Así dice Mill en un muy citado párrafo sobre la restricción a la libertad:
Este principio consiste en afirmar que el único fin por el cual es justifi-
cable que la humanidad, individual o colectivamente, se entremeta en
la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros es la propia
protección. Que la única finalidad por la cual el poder puede, con
pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civi-
lizada contra su voluntad, es evitar que se perjudique a los demás. Su
propio bien, físico o moral no es justificación suficiente. Nadie puede
ser obligado justificadamente a realizar o no realizar determinados ac-
tos, porque eso fuera mejor para él, porque le haría feliz, porque, en
opinión de los demás, hacerlo sería más acertado o más justo29.
Como señala Ernesto Garzón Valdés podríamos llamar paternalismo a
aquella restricción coactiva en la libertad de elección de una persona desti-
nada a evitar que se infrinja un daño a sí misma30, a su vez para Carlos San-
tiago Nino el paternalismo consistiría en la imposición a los individuos de
conductas que son adecuadas para que puedan satisfacer sus preferencias
personales y sus planes de vida elegidos libremente31. En este sentido, se
podría incluir por ejemplo el que se prohíba bañarse en una playa porque
hay tiburones en los alrededores, en la vacunación obligatoria, el empleo
de casco para manejar motocicleta, en la obligatoriedad de la educación
primaria entre muchas otras. Sin embargo, hay que tener cuidado en no
confundir el paternalismo con lo que significa el daño a tercero (que sería
además la única situación en la que para Mill se justificaría la restricción
individual) y a su vez también lo que sería el perfeccionismo que estaría
más bien referido a orientar las elecciones de los individuos hacia planes u
opciones de vida más deseables o considerados como mejores32.
27
Nino, Carlos Santiago. Ética y Derechos Humanos, Buenos Aires: Astrea, 2005.
28
Garzón Valdés, Ernesto. «¿Es éticamente justificable el paternalismo jurídico?». En To-
lerancia, dignidad y democracia. Lima: Universidad Inca Garcilaso de la Vega, 2006,
también en el ya citado artículo «Intervención y paternalismo».
29
Mill, John Stuart. Sobre la Libertad, p. 65.
30
Garzón Valdés, Ernesto. «¿Es éticamente justificable el paternalismo jurídico?», p. 287.
31
Nino, Carlos Santiago. Ob. cit., p. 414.
32
Respecto a este tema se puede ver mi texto, Hernando Nieto, Eduardo. «Constitución Sus-
tantiva: autonomía, perfeccionismo y la legalidad neutral». Pensamiento Constitucional,
Lima: PUCP, Año VII, Nº 7, 2000. También en el mismo trabajo de Carlos Santiago Nino,
158 Eduardo Hernando Nieto
Sin embargo, como hemos leído en el texto de John Stuart Mill toda
limitación que no se trate de prevenir un daño a otro sería inaceptable pues
se estaría reduciendo arbitrariamente la libertad de elección personal, de
hecho, como crítica al paternalismo jurídico se podría indicar los siguientes
argumentos:
– El argumento utilitarista
– El argumento del respeto a la autonomía
– El argumento a la violación al principio de igualdad33
En el primer caso, se trata precisamente de la tesis de Mill basada en la
idea de que nadie puede ser mejor juez que uno mismo y nadie mejor que
uno para saber si algo afecta o no a sus intereses. La idea de que alguien pue-
de conocer las preferencias de otros se basa muchas veces en presunciones
generales mas no en verdades objetivas, además la sociedad saldría ganando
—dice— si es que se permite que cada quien viva como mejor le parece34.
Por su parte en relación con el argumento del respeto a la autonomía
Garzón Valdés cita en primer término a Hayek: «La intervención pater-
nalista del Estado destruye la autonomía individual, se dice, y conduce
fatalmente a la servidumbre»35. Sin embargo, como también agrega bien el
profesor Garzón Valdés, esta claro que el concepto autonomía tiene diver-
sos significados, pues esta puede ser entendida como oportunidad, como
capacidad de elección y como conformidad con la ley moral36. Yo mismo
señale en otro artículo que la autonomía podía entenderse en términos de
elección, de elección racional y de autorrealización37. Es decir, que habría
que evaluar en cada caso que es lo que significa realmente una afectación
a la autonomía lo cual no permitiría afirmar que el paternalismo atenta
contra la autonomía.
Finalmente, está el argumento de la violación del principio de igualdad
que asegura que cualquier medida paternalista implicaría una violación a
un principio básico de la democracia como el de la igualdad, sin embargo,
existen una serie de ejemplos que rechazarían tal aserto como en los casos
en los cuales se obliga a una persona a dar parte de su sueldo a fin de contar
con un fondo de jubilación. En este caso, parece inexacto el considerar que
tal medida afecta el principio de igualdad cuando más bien parecería todo
lo contrario ya que esta medida al final lograría que las personas una vez
que se jubilen no sean tan vulnerables.
Ciertamente, las críticas y cuestionamientos lanzados contra el pater-
nalismo jurídico parecen no ser suficientes como para descartarlo y de he-
cho el discurso jurídico liberal puede aceptar en muchas ocasiones conduc-
tas paternalistas como lo demuestran dos autores liberales como Garzón
Valdés o Nino, quienes han citado muchísimos ejemplos al respecto.
Por ejemplo, una de las razones que puede ser esgrimida es el caso de
la debilidad de voluntad —desafiando así la tesis de Mill de que todo in-
dividuo sabe reconocer lo que es bueno para uno— por parte del afectado
(un alcohólico), pero también es posible encontrar situaciones en las cuales
se ignora cual es la naturaleza del peligro (alguien quiere bañarse en un río
y no sabe que esta infectado de pirañas) o de alguien que no cuenta con
todas sus facultades básicas, etcétera, a quien se encuentra en una situación
como esta es posible de ser tildado de «Incompetente Básico» encontrán-
dose como se dice —Garzón Valdés— en una situación de desigualdad
negativa, que puede ser temporaria, permanente, focalizada o total38, em-
pero, también es cierto que él considera algunos casos en los cuales no se
justificaría el paternalismo como en el caso de alguien con competencia bá-
sica que quiere ocasionarse un daño a sí mismo o privarse la vida o cuando
alguna persona también competente opta por correr un riesgo elevado en
pro de su felicidad o placer (un enfermo de enfisema que insiste en seguir
38
Garzón Valdés, Ernesto. «¿Es éticamente justificable el paternalismo jurídico?», pp. 300-
301.
160 Eduardo Hernando Nieto
39
Ib., p. 305.
40
Pienso por ejemplo en el caso de la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad
al momento de manejar un vehículo, a pesar de que haya quienes consideren que en
verano puede ser difícil su uso.
¿Flexibilizando el nomos?: globalización y soberanía en la era del terror 161
41
Maschke, Günter. «La autodestrucción del derecho internacional». Empresas Políticas,
Año V, Nº 7, Murcia, Sociedad de Estudios Políticos de la Región de Murcia, 2006.
Recomendamos la lectura de esta revista que se centra en el estudio del realismo euro-
peo (Schmitt, Freund, Aron, etcétera) y tiene mucha información en torno al tema del
conflicto contemporáneo. Igualmente sobre el particular cfr. de Giraldo, J. El rastro de
Caín. Guerra, paz y guerra civil. Bogotá: Foro Nacional por Colombia, 2001.
42
Dice el sociólogo Ulrich Beck al respecto: «Por globalismo entiendo la concepción
según la cual el mercado mundial desaloja o sustituye al quehacer político; es decir, la
162 Eduardo Hernando Nieto
ideología del dominio del mercado mundial o la ideología del liberalismo. Esta proce-
de de manera monocausal y economicista y reduce la pluridimensionalidad de la glo-
balización a una sola dimensión, la económica […]». Beck, Ulrich. ¿Qué es la globaliza-
ción? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Barcelona: Paidós, 1998,
p. 27. Ciertamente, sobre este tema hay una profusa bibliografía y entre los textos más
clásicos se puede citar, Ohmae, Kenichi. El fin del estado-nación. Santiago de Chile:
Andrés Bello, 1997; Zolo, Danilo. Cosmópolis, perspectiva y riesgo del gobierno mun-
dial. Barcelona: Paidós, 2000; Held, David y Anthony McGrew. Globalización / Anti
globalización, sobre la reconstrucción del orden mundial. Barcelona: Paidós, 2003.
43
Hernando Nieto, Eduardo. «Teología política y el problema de la línea». Empresas Po-
líticas, Año III, Nº 4. Murcia, Sociedad de Estudios Políticos de la Región de Murcia,
2004.
¿Flexibilizando el nomos?: globalización y soberanía en la era del terror 163
44
Paradójicamente la incursión de la Fuerza Aérea Colombiana no fue hecha para buscar
atacar al pueblo ecuatoriano o despojarlos de su territorio sino más bien para liberarlos
de un peligro que podría minar a futuro su propia unidad y limitar ahora sí de manera
concreta su autonomía.
OTRAS CONTRIBUCIONES
Libertad religiosa y Estado Constitucional 167
*
Profesor de Derecho Constitucional de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Socio del Estudio Echecopar Abogados
Perez Royo, Javier. Curso de Derecho Constitucional. Séptima edición. Madrid: Marcial
Pons, 2000, p. 353.
168 Samuel B. Abad Yupanqui
Faure, Christine. Las declaraciones de los derechos del hombre de 1789. México: Co-
misión Nacional de Derechos Humanos, Fondo de Cultura Económica, 1995, p. 22.
Citado por Faure, Christine. Ob. cit., p. 367.
Libertad religiosa y Estado Constitucional 169
de Estados Unidos», mientras que otros consideran que la norma tiene por
propósito «levantar un muro divisorio entre la Iglesia y el Estado».
Estas dos experiencias de países occidentales —Francia y Estados Uni-
dos— que contribuyeron decididamente al desarrollo del constitucionalis-
mo en América Latina, ¿fueron tomadas en cuenta para la regulación de
las relaciones Iglesia y Estado en el Perú? En nuestro país, como veremos,
la influencia española ha marcado la relación Iglesia y Estado en la mayoría
de nuestras Constituciones.
Corwin, Edward S. La Constitución de los Estados Unidos y su significado actual. Bue-
nos Aires: Editorial Fraterna, 1987, p. 373.
Así lo señala Barrero, Abraham. «Sobre la libertad religiosa en la historia constitucional
española». Revista Española de Derecho Constitucional, N° 61, Madrid: Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, 2001, p. 138.
170 Samuel B. Abad Yupanqui
Dicha norma fue repetida por todas las Constituciones peruanas del
siglo XIX y principios del siglo XX. Sin embargo, desde inicios de la Re-
pública también se reconocieron ciertas atribuciones al Estado respecto a la
Iglesia Católica. Se trató del denominado «Patronato Nacional» que era:
Una herencia del Patronato Regio, concedido por la Santa Sede a los
Reyes de España, desde el tiempo de la Conquista de América, y que
consistía en el derecho que la Santa Sede concedía a los Monarcas o
Jefes de Estado, de proponer sujetos que considerasen idóneos para los
diversos cargos, dignidades y beneficios eclesiásticos, a cambio de la
protección que ejercerían a favor de la actividad de la Iglesia Católica.
Como en otros países de América, al emanciparse de la Corona espa-
ñola, el Perú reivindicó el Patronato para su Gobierno
En esa dirección, la Constitución de 1933 señaló que «El Estado ejerce
el patronato nacional conforme a las leyes y a las prácticas vigentes» (artí-
culo 233). Agregaba que era atribución del Congreso elegir arzobispos y
obispos a propuesta de una terna del Poder Ejecutivo. Posteriormente esta
Luego de la Constitución de 1823 podemos citar los siguientes textos fundamentales:
1826: «La religión del Perú es la católica, apostólica, romana» (artículo 6).
1828: «Su religión es la católica, apostólica, romana. La nación la protege por todos los
medios conformes al espíritu del Evangelio, y no permitirá el ejercicio de otra alguna»
(artículo 3).
1834: «Su religión es la católica, apostólica, romana. La nación la protege por todos los
medios conformes al espíritu del Evangelio, y no permite el ejercicio de otra alguna»
(artículo 2).
1839: «Su religión es la católica, apostólica, romana, que profesa sin permitir el ejerci-
cio público de cualquier otro culto» (artículo 3).
1856: «La Nación profesa la religión católica, apostólica, romana. El Estado la protege
por todos los medios conforme al espíritu del Evangelio, y no permite el ejercicio pú-
blico de otra alguna» (artículo 4).
1860: «La Nación profesa la religión católica, apostólica, romana. El Estado la protege
y no permite el ejercicio público de otra alguna» (artículo 4).
1867: «La Nación profesa la religión católica, apostólica, romana. El Estado la protege,
y no permite el ejercicio público de otra alguna» (artículo 3).
1920: «La Nación profesa la religión católica, apostólica, romana. El Estado la protege»
(artículo 5),
1933: «Respetando los sentimientos de la mayoría nacional, el Estado protege la re-
ligión, católica, apostólica y romana. Las demás religiones gozan de libertad para el
ejercicio de sus respectivos cultos» (artículo 232).
Carpio Sardón, Luis Andrés. La libertad religiosa en el Perú. Derecho Eclesiástico del
Estado. Piura: Universidad de Piura, 1999, p. 310.
Libertad religiosa y Estado Constitucional 171
El gobierno militar, como paso previo a la entrega del poder a los civiles,
convocó a una Asamblea Constituyente (1978-1979) que debía elaborar
una nueva Constitución, la misma que entró en vigencia en julio de 1980.
Ella introdujo un cambio sustantivo respecto a los textos anteriores. En
efecto, la Constitución de 1979 señaló, respecto a las relaciones Estado-
Iglesia que:
Artículo 86.- Dentro de un régimen de independencia y autonomía,
el Estado reconoce a la Iglesia católica como elemento importante en
la formación histórica, cultural y moral del Perú. Le presta su cola-
boración.
El Estado puede también establecer formas de colaboración con otras
confesiones.
De esta manera, la citada norma marcó una distancia entre el Estado y
la Iglesia, eliminó el patronato, y estableció una mención especial a la Iglesia
Católica. Por su parte, el artículo 2 inciso 3) reconoció la libertad religiosa
y el Preámbulo mantuvo un expreso reconocimiento a Dios («Nosotros,
representantes a la Asamblea Constituyente, invocando la protección de
Dios»).
172 Samuel B. Abad Yupanqui
Comisión Principal de Constitución de la Asamblea Constituyente 1978-1979. Diario de
los Debates, Tomo I, Lima, p. 138.
El tema económico no fue ajeno al debate. Monseñor Dammert pensaba que «Todos
los templos, casas parroquiales, conventos y obispados, yo creo que deben estar exo-
nerados, porque son para el servicio de la comunidad, y es diferente de los bienes que
producen rentas». Comisión Principal de Constitución de la Asamblea Constituyente 1978-
1979. Ob. cit., p. 141.
Libertad religiosa y Estado Constitucional 173
10
Interdonato, Francisco S.J. «Relaciones de la Iglesia y el Estado en la nueva Constitu-
ción del Perú». Revista Derecho, N° 35, Lima: PUC, junio 1981, p. 88.
11
Carpio Sardón, Luis Andrés. Ob. cit., pp. 336-337.
174 Samuel B. Abad Yupanqui
12
Así por ejemplo, la Resolución Ministerial N° 0019-2004-ED de 23 de enero de 2004
que autoriza la implementación del «Diseño Curricular Básico de Educación Secun-
daria de Menores» al referirse al contenido del área de educación religiosa se refiere
básicamente a la religión católica.
13
Carpio Sardón, Luis Andrés. Ob. cit., p. 300.
Libertad religiosa y Estado Constitucional 175
14
Citado por Cepeda Espinoza, Manuel José. Derecho Constitucional Jurisprudencial. Las
grandes decisiones de la Corte Constitucional. Bogotá: Legis, 2001, p. 201.
15
Comisión de Constitución y Reglamento del Congreso Constituyente Democrático. Diario
de los Debates, Tomo IV. Lima, p. 2188.
176 Samuel B. Abad Yupanqui
16
Comisión de Constitución y Reglamento del Congreso Constituyente Democrático. Diario
de los Debates, Tomo V, Lima, pp. 2684-2685.
Libertad religiosa y Estado Constitucional 177
hecha por católicos para un país católico en el que no hace falta com-
prarse un pleito con la Iglesia. Nada más.
Como puede apreciarse el factor religioso se introdujo en el debate
constitucional, aunque finalmente primó el espíritu de tolerancia pues el
artículo 6 de la Constitución estableció que «el Estado asegura los progra-
mas de educación y la información adecuados y el acceso a los medios, que
no afecten la vida o la salud».
17
Congreso de la República. «Memoria de la Comisión de Constitución, Reglamento y
Acusaciones Constitucionales. Períodos 2001-2002; 2002-2003». Lima, 2003, p. 77.
18
Díaz Muñoz, Oscar. «Libertad de conciencia y de religión en la reforma constitucional».
Ponencia presentada al Congreso de Derecho Constitucional realizado en la ciudad de
Piura en agosto de 2002.
178 Samuel B. Abad Yupanqui
19
Congreso de la República. «Aportes ciudadanos al debate del Anteproyecto de Ley de
Reforma de la Constitución», Volumen IV, Lima, 2003, pp. 311-312.
Libertad religiosa y Estado Constitucional 179
20
En tal ocasión sostuvo «Es una tremenda hipocresía, una tremenda cobardía que pre-
tende incluirse en la Constitución de nuestro país» <http://www.arzobispadodelima.
org/palabras/2002/ho241102.htm>.
21
Vargas Llosa, Mario. «Cobardía e hipocresía». Revista Caretas, N° 1751, diciembre,
2002, p. 35.
22
Gutiérrez del Moral, María Jesús y Miguel Angel Cañivano Salvador. El Estado frente a
la religión: jurisprudencia constitucional española y del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos. Barcelona: Atelier, 2003, p. 31
180 Samuel B. Abad Yupanqui
23
Espin, Eduardo y otros. Derecho Constitucional. Tercera edición. Valencia: Tirant lo
blanch, 1997, Vol. I, p. 208.
Libertad religiosa y Estado Constitucional 181
24
Citado por Perez Royo, Javier. Ob. cit., p. 358.
25
Roca, María J. «La neutralidad del Estado: fundamento doctrinal y actual delimitación
en la jurisprudencia». Revista Española de Derecho Constitucional, N° 48. Madrid:
Centro de Estudios Constitucionales, 1996, p. 260.
182 Samuel B. Abad Yupanqui
26
El TC sostuvo que «[…] la Ordenanza cuestionada tiene como finalidad contribuir a
que las celebraciones de la Semana Santa —que involucra a cientos de miles de fieles,
y en donde se conjuga la costumbre religiosa y el fervor popular— se lleven a cabo
en armonía con el deseado orden material. De allí que la prohibición de consumo de
alcohol en esa particular circunstancia obtenga justificación jurídica» (F.J. 30).
27
Barrero, Abraham. La libertad religiosa en España. Madrid: Centro de Estudios Políticos
y Constitucionales, 2006, p. 183.
184 Samuel B. Abad Yupanqui
1. Disposiciones generales
28
El referido proyecto hasta el cierre de la legislatura ordinaria, en junio de 2008, no
contaba con dictamen de la Comisión de Constitución y Reglamento.
29
El referido Plan fue aprobado mediante Decreto Supremo 017-2007-JUS11 de diciem-
bre de 2005, p. 305969.
Libertad religiosa y Estado Constitucional 185
30
Barrero Ortega, Abraham. Ob. cit., p. 137.
186 Samuel B. Abad Yupanqui
por razones religiosas se deje sin atención a las personas. Este caso se podría
presentar, por ejemplo, si todos los médicos ginecólogos de un hospital pú-
blico se negaran por razones religiosas a brindar métodos anticonceptivos a
sus pacientes. El Estado debería garantizar que ello no ocurra y brindar el
servicio a través de médicos que no sean objetores de conciencia.
Asimismo, cuando se regulan las posibles limitaciones a la libertad re-
ligiosa el proyecto menciona que están referidas al «ejercicio del derecho
ajeno, las normas de orden público y las buenas costumbres» (artículo 4,
primer párrafo). Nos parece más apropiado seguir el texto del artículo 2 in-
ciso 3) de la Constitución, según el cual el ejercicio de este derecho no debe
ofender la moral ni el orden público. Así también lo ha entendido el Tribu-
nal Constitucional (Exp. N° 0256-2003-HC/TC, F.J.17) al precisar que:
[…] como sucede con cualquier derecho fundamental, tampoco el ejer-
cicio de la libertad religiosa, en cuyo ámbito se encuentra comprendido
el de la libertad de culto, es absoluto. Está sujeto a límites. Uno de ellos
es el respeto al derecho de los demás. Este límite forma parte del conte-
nido del derecho en su dimensión negativa, que, como se ha recordado,
prohíbe la injerencia de terceros en la propia formación de las creencias
y en sus manifestaciones. También constituye un límite la necesidad de
que su ejercicio se realice en armonía con el orden público; particular-
mente, con la libertad de culto. Asimismo, se encuentra limitado por la
moral y la salud públicas. Tales restricciones deben ser evaluadas en rela-
ción con el caso concreto e interpretadas estricta y restrictivamente.
Del mismo modo, nos parece importante reconocer expresamente el
«principio de neutralidad» de tal modo que se evidencie la autonomía que
existe entre el Estado y las confesiones religiosas. Al respecto, por ejemplo,
la ley española es muy explícita al señalar que «Ninguna confesión tendrá
carácter estatal» (artículo 1.3).
En todo caso, consideramos que requiere un mayor debate y revisión
lo dispuesto por el artículo 7 del Proyecto según el cual «las Entidades
Religiosas son personas jurídicas de derecho público». En efecto, si bien tal
personería jurídica se puede justificar tratándose de la Iglesia Católica pues
ella representa al Estado Vaticano y es un sujeto del Derecho Internacional,
es difícil considerar que otras entidades religiosas puedan contar con per-
sonería jurídica de derecho público, pues en estricto no ejercen funciones
públicas o administrativas y tampoco representan a ningún Estado. Así por
Libertad religiosa y Estado Constitucional 187
31
Mosquera Monelos, Susana. «El derecho de libertad de conciencia y de religión en el
ordenamiento jurídico peruano». Universidad de Piura, 2005, p. 147.
188 Samuel B. Abad Yupanqui
trato. Incluso algunos casos han llegado a los tribunales. Así por ejemplo,
el 27 de abril de 1998 la Misión del Sínodo Evangélico Luterano en el Perú
interpuso demanda de amparo contra la Municipalidad Metropolitana de
Lima. Dicha institución consideraba que estaba siendo discriminada pues
la inafectación al pago de tributos solo beneficiaba a la Iglesia Católica,
excluyendo a las demás organizaciones religiosas (Expediente N° 1123-
99-AA/TC). El 15 de junio de 2000, el Tribunal Constitucional declaró
improcedente la demanda.
32
Barrero Ortega, Abraham. Ob. cit., p. 361.
33
Carpio Marcos, Edgar y Juan Manuel Sosa Sacio. «Artículo 50. Iglesia Católica». En
Walter Gutiérrez (Director). «La Constitución comentada. Análisis artículo por artículo»,
Tomo I. Lima: Gaceta Jurídica – Congreso de la República, 2005, p. 732.
Libertad religiosa y Estado Constitucional 191
1. Introducción
Porras Barrenechea, Raúl y Alberto Wagner de Reyna. Historia de los límites del Perú.
Lima: Fondo Editorial del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, 1997. Wagner
de Reyna, Alberto. Historia diplomática del Perú. Lima: Fondo Editorial del Ministerio
de Relaciones Exteriores del Perú, 1997. Ulloa, Alberto. Posición internacional del
Perú. Lima: Fondo Editorial del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, 1997.
Bákula, Juan Miguel. Perú: entre la realidad y la utopía. 180 años de política exterior.
Tomo I. Lima: Fundación Academia Diplomática del Perú – Fondo de Cultura Econó-
mica, 2002.
El derecho en la tierra, o la importancia del inicio de la frontera terrestre 195
Brieba, Enrique. Memoria sobre los límites entre Chile y Perú de acuerdo con el tratado
del 3 de junio de 1929. Tomo III. Santiago de Chile: Instituto Geográfico Militar, 1931.
El derecho en la tierra, o la importancia del inicio de la frontera terrestre 199
Barberis, Julio. El territorio del Estado y la soberanía territorial. Buenos Aires: Editorial
Ábaco de Rodolfo Depalma, 2003, p. 173.
200 Fabián Novak Talavera / Luis García-Corrochano Moyano
Rodríguez, Manuel. Delimitación marítima con equidad. El caso de Perú y Chile. Lima:
Ediciones Peisa, 2007, pp. 207-208.
Véase nota 2.
Scelle, George. Manuel de Droit International Public. París: Domat – Montchrestien,
1948, p. 64; Fiore, Pasquale. Tratado de Derecho Internacional Público. Madrid: Cen-
tro Editorial de Góngora, Tomo I, 1894, p. 48; Mc Nair, Arnold. The Law of Treaties.
Londres, 1961, pp. 26-27.
El derecho en la tierra, o la importancia del inicio de la frontera terrestre 201
Novak, Fabián y Luis García Corrochano. Derecho Internacional Público. Tomo I:
Introducción y Fuentes. Lima: Fondo Editorial de la PUC, 2000, p. 195.
202 Fabián Novak Talavera / Luis García-Corrochano Moyano
una frontera, uno de sus principales objetivos es alcanzar una solución es-
table y definitiva»; en el Asunto de la Plataforma Continental del Mar Egeo:
«Trátese de una frontera terrestre o del límite de la plataforma continental,
la operación es esencialmente la misma; comporta el mismo elemento in-
herente de estabilidad y de permanencia y está sometida a la regla que un
tratado de límites no es afectado por un cambio fundamental de las cir-
cunstancias»; en el Asunto del diferendo territorial entre Libia y Chad donde
el alto tribunal afirmó: «Una vez convenida, la frontera permanece, por lo
que cualquier otro enfoque privará de efecto el principio fundamental de
la estabilidad de las fronteras, cuya importancia la Corte ha subrayado en
numerosas ocasiones»10.
En segundo lugar, el ya citado artículo 26 de la Convención de Viena
se refiere al principio de la buena fe, piedra angular del derecho, por el
cual los tratados se interpretan y ejecutan de buena fe. La buena fe en las
relaciones convencionales sugiere la actuación exenta de malicia, implica
la observancia por las partes de determinado patrón de comportamiento
razonable, sinceridad, honestidad, lealtad, en resumen, de ética a través de
sus conductas. En consecuencia, este principio obliga a las partes en un tra-
tado a abstenerse de realizar actos o plantear interpretaciones destinadas a
incumplir o desnaturalizar los propósitos para los cuales este fue suscrito11.
En tercer lugar, este cuestionamiento pretende alterar unilateralmen-
te un tratado de naturaleza perpetua como lo es el Tratado y Protocolo
Complementario para resolver la cuestión de Tacna y Arica, firmado en
Lima el 3 de junio de 1929, que establece el límite terrestre entre el Perú y
Chile. Cabe resaltar que, de acuerdo a la costumbre internacional vigente
desde aquella época, los tratados de límites y la demarcación que bajo su
ministerio se efectúa no pueden ser modificados de manera unilateral, in-
cluso, ni siquiera frente al hipotético caso de un cambio fundamental en
las circunstancias, precepto que está recogido por el artículo 62.2.a) del
CIJ. Recueil, 1962, p. 34.
CIJ. Recueil, 1978, párrafo 85, pp. 36-37.
10
CIJ. Recueil, 1994, párrafo 72, p. 35.
11
Moncayo, Guillermo, Hortensia, Gutiérrez Posse y Raúl Vinuesa. Derecho Internacional
Público. Tomo I. Buenos Aires: Victor P. de Zavalía, 1981, p. 116; Schachter, Oscar.
International Law in Theory and Practice. Dordrecht/Boston/London: Martinus Nijhoff,
1985, p. 130.
El derecho en la tierra, o la importancia del inicio de la frontera terrestre 203
Reuter, Paul. Introducción al derecho de los tratados. México D.F.: FCE, 1999, p. 219.
12
Arellano García, Carlos. Primer Curso de Derecho Internacional Público. México: Po-
13
rrúa, 1993, p. 640; Comisión de Derecho Internacional. Anuario, tomo 2, 1963, p. 64.
Barberis, Julio. El territorio del Estado y la soberanía territorial. Buenos Aires: Editorial
Ábaco de Rodolfo Depalma, 2003, p. 166: El derecho de los tratados contiene dos
disposiciones que rigen particularmente para los convenios sobre límites internacio-
nales, a saber: la no aplicabilidad de la cláusula rebus sic stantibus y la imposibilidad
de su denuncia unilateral. Quoc Dinh, Nguyen, Patrick Dailler y Alain Pellet. Droit
international public. París: LGDJ, 1994, p. 298: Existen tratados que, en razón de su
naturaleza, no son susceptibles de denuncia, como los tratados de paz o aquellos que
fijan fronteras. Virally, Michel. «Panorama du droit international contemporain. Cours
General de droit international public». RCADI, 1983 – V, Tomo 183, p. 150. En todos
los casos, los tratados relativos a fronteras han visto reconocida una naturaleza jurídica
particular por el derecho internacional, que les atribuye una estabilidad mayor que
aquella de los tratados ordinarios.
204 Fabián Novak Talavera / Luis García-Corrochano Moyano
Por otro lado, la posición chilena también desconoce otro principio ju-
rídico, heredado de la tradición romana, según el cual las cosas se deshacen
de la misma forma en que se hicieron. Al respecto, cabe resaltar que dicho
tratado, al ser de límites, es de naturaleza solemne, por lo que fue aprobado
por los poderes legislativos de ambos Estados partes, antes de ser ratificado
por los jefes de Estado de los dos países14.
Si bien esta nueva posición chilena en torno al inicio de la frontera
terrestre resulta jurídicamente insostenible, solo se explica por el interés de
dicho país de ocultar una serie de incongruencias en su planteamiento del
paralelo geográfico como supuesto límite marítimo entre el Perú y Chile,
como tendremos ocasión de analizar en el siguiente punto.
prevén una fórmula solemne para la celebración de tratados que aborden temáticas com-
plejas, como son los asuntos de límites. De la Guardia, Ernesto. Derecho de los Tratados
Internacionales. Buenos Aires: Editorial Ábaco de Rodolfo de Palma, 1997, p. 161.
El derecho en la tierra, o la importancia del inicio de la frontera terrestre 205
15
«Dispute between Argentina and Chile concerning the Beagle Channel». Reports of In-
ternational Arbitral Awards. 18 February 1977. Volume XI, § 107, pp. 144-145.
206 Fabián Novak Talavera / Luis García-Corrochano Moyano
1. Introducción
Como se sabe, una de las ideas comunes que aún hoy se tiene sobre Latino-
américa, es la de un continente romántico donde todavía es posible hacer
cosas tenidas por vibrantes, emocionantes y épicas que en otras latitudes,
como en Europa o en Estados Unidos, es ya imposible hacer.
Nadie se imagina, por ejemplo, a unos guerrilleros encapuchados, anó-
nimos y enigmáticos de ideas, empezar una revolución armada en el bos-
que de las Ardenas o en la Selva Negra para defender los derechos de los
inmigrantes en Europa.
Nadie sueña con que en Francia o en España un Presidente se vista de
rojo de la cabeza a los pies y, a punta de plebiscitos, modifique la Constitu-
ción de su país cada cierto tiempo, para garantizar que la «revolución» siga
las leyes de la inestabilidad emocional que aflige a todos los románticos del
mundo. Y lo emocional, de más está decirlo, influirá en lo legal tratándose
de un Estado voluble, por lo que el comercio y las inversiones con esos
Estados serán siempre de alto riesgo, tanto para sus nacionales como para
los extranjeros.
Pero Latinoamérica, gracias a Dios, no es solo ese continente romántico
y eterno adolescente con el que muchos inversionistas tienen pesadillas.
Han sido, precisamente, las pesadillas de las que muchos de nuestros
países han despertado, las que nos han inmunizado contra el romanticismo
político latinoamericano. Economías destruidas peor que en una guerra,
sociedades pauperizadas de arriba a abajo donde la pobreza —y no la ri-
queza— se ha hecho igual para todos, violencias extremas en nombre de la
«justicia social» que han traído más injusticias aun de las que había antes;
en fin, todas esas pesadillas han hecho que muchas sociedades latinoa-
mericanas despierten curadas de cualquier romanticismo y emprendan el
trabajoso y largo camino de la madurez. Tal esfuerzo es, sin duda, una dura
tarea porque mientras la pobreza —que es el mal endémico de nuestros
países— siga siendo una realidad, siempre el romanticismo de las revolu-
ciones vengadoras y de los demagogos salvadores tendrán oídos que crean
que los discursos maratónicos y los fusiles pueden construir la riqueza y la
prosperidad que les falta.
No obstante esto, muchos países latinoamericanos —entre los que se
encuentra el Perú, que ha vivido en carne propia las pesadillas de los cuar-
telazos nacionalistas, de las demagogias electorales y del terror revoluciona-
rio— saben perfectamente después de tan amargas experiencias, que la ri-
queza y la prosperidad no son hijas del romanticismo, sino de la madurez.
Y la madurez pasa por los beneficios que puede traer a los pueblos el capital
que desarrolla el comercio y la industria en nuestras tierras y que nosotros
no tenemos en la cantidad necesaria para derrotar a la pobreza.
Pero los capitales no vienen porque son buena gente. Los capitales
vienen a hacer negocios, a obtener ganancias y a que esos negocios y esas
ganancias se respeten. Para eso, en primer lugar, se necesita un marco ju-
rídico estable, es decir, todo lo contrario al que ofrece uno de esos Estados
románticos, cuyos presidentes cambian las leyes a punta de discursos de
acuerdo a la susceptibilidad con la que se despiertan. Y esto requiere a su
210 Mario Castillo / Ricardo Vásquez / Rita Sabroso
vez una garantía política que no es otra que una garantía institucional.
Porque a diferencia de las garantías personales de los jefes de esos Estados
románticos que no valen nada (porque siempre valdrá más el «interés na-
cional», el «interés popular» o «la sagrada causa de la revolución» cuando
se les antoje incumplir su palabra), solo los Estados maduros sustentados
no en personas sino en instituciones, pueden garantizar el estricto cum-
plimiento de las leyes que regulan y protegen las inversiones nacionales y
extranjeras. Ese es el caso del Perú de hoy.
Pero existe otro hecho importante que hay que resaltar aquí. Además
de la estabilidad política y jurídica de un régimen sostenido por institu-
ciones democráticas, el capital requiere de una justicia expedita y eficiente
en caso de problemas jurídicos que nunca faltan. Y, lamentablemente, los
poderes judiciales no solo de Latinoamérica sino del mundo, no son ya,
por razones históricas que no nos proponemos analizar aquí, lo eficientes
y expeditos que el capital requiere para su expansión mundial. Por eso es
que el capital viene con su propia justicia bajo el brazo. Esa justicia es la
justicia arbitral.
Caivano, Roque J. «Los métodos alternativos de resolución de conflictos en América La-
tina: logros y desafíos». Revista peruana de análisis, prevención y gestión de conflictos.
Año 1, Lima: Centro de Análisis y Resolución de Conflictos de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, 2007, p. 52.
212 Mario Castillo / Ricardo Vásquez / Rita Sabroso
La Tercera Disposición Final del Decreto Legislativo 1071 «Decreto Legislativo que
norma el Arbitraje», establece que «El presente Decreto Legislativo entrará en vigencia
el 1 de septiembre de 2008».
El arbitraje en la experiencia latinoamericana 213
El artículo 3 de la Ley General de Arbitraje, Ley 26572, establece lo siguiente:
Artículo 3.- «Arbitraje de derecho o de conciencia.-
[…]
Salvo que las partes hayan pactado expresamente que el arbitraje será de derecho, el
arbitraje se entenderá de conciencia.
[…]».
214 Mario Castillo / Ricardo Vásquez / Rita Sabroso
Rubio Guerrero, Roger. «Globalidad, integración y arbitraje (entrevista a Alejandro M.
Garro)». Themis, n° 42. Revista editada por alumnos de la Facultad de Derecho de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2001, p. 216.
El arbitraje en la experiencia latinoamericana 215
Por otro lado, debemos reiterar que los inversionistas extranjeros que llega-
ron a América Latina han estimulado el uso de los mecanismos alternativos
de resolución de conflictos, ya que exigían la inclusión de algún tipo de
cláusula de conciliación y arbitraje en los contratos que suscribían con, por
ejemplo, los Estados.
Sin embargo, por tradición, Latinoamérica, apegada profundamente al
concepto de soberanía del Estado, ha visto grandes inconvenientes en que
este o los entes que forman parte de él, se sometan a arbitraje.
Al respecto, Bernal Gutiérrez nos dice que esta circunstancia se ha
hecho evidente en dos frentes: el interno, donde la reticencia y resistencia
—movida por intereses de diversa índole— ha sido férrea y sostenida; y el
externo, donde, a pesar de estar casi sin excepción vinculados y adheridos a
los tratados más importantes, se desconocen estos mecanismos en nombre
de la soberanía y la preponderancia de la Constitución, como consecuencia
del fanatismo e ignorancia.
En este ambiente no era raro encontrar, como hace una década, que la
normativa latinoamericana vigente en materia de solución de controver-
sias, donde fuere parte integrante el Estado o sus entes y, en particular, la
referida a la solución de controversias contractuales, no registrara en térmi-
nos generales ninguna disposición que tratara explícitamente el tema.
No quiere ello decir que no se llevaran a cabo arbitrajes, ni que la
mecánica no se utilizara o que no fuere considerada como una buena op-
ción. Simplemente, la tendencia imperante era la de favorecer al Estado
y generar para él —tan solo por ostentar tal condición— escenarios de
privilegio, sin importar que el Estado se encontraba en el mismo nivel
que los inversionistas y que ello no comprometía —en modo alguno— la
soberanía ni los poderes del Estado. Se trataba del Estado o sus entes y, por
ende, tenía derecho a tal privilegio, sin importar nada más y sin conside-
ración alguna.
Bernal Gutiérrez, Rafael. «El arbitraje del Estado: la regulación en Latinoamérica». Re-
vista Internacional de Arbitraje. Bogotá: Legis, junio-diciembre 2004, pp. 123-124.
216 Mario Castillo / Ricardo Vásquez / Rita Sabroso
Bernal Gutiérrez, Rafael. Ob. cit., pp. 124-143.
El arbitraje en la experiencia latinoamericana 217
3. Conclusiones
Para concluir, solo nos queda señalar que las normas no lo son todo si esa
mentalidad adolescente y romántica de querer cambiarlo todo de la noche
a la mañana y que ha sido, como hemos señalado al principio, la gran pe-
sadilla de Latinoamérica, no cambia también.
Berizonce, Roberto Omar. «El arbitraje institucional en Iberoamérica». Derecho PUC,
N° 53, Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2000, pp. 759-760.
220 Mario Castillo / Ricardo Vásquez / Rita Sabroso
Para eso, el capital, el comercio y las inversiones tienen que ser el sus-
tento de una nueva forma de pensar, porque sin esa nueva forma de pensar
de nada valdrán las más modernas leyes. Esa nueva forma de pensar, que
es que el capital no trae explotación sino prosperidad y desarrollo, es una
tarea compartida. Una tarea de los inversionistas y de su compromiso de
ganar generando oportunidades reales de progreso a los latinoamericanos,
sobre todo a los que menos tienen; y una tarea de los propios pueblos,
aprovechando esas oportunidades de desarrollo y siendo justos con quienes
nos las dan. Creemos que así dejaremos de una vez las utopías románticas
que tanto han marcado nuestra historia.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 221
I. Introducción
Cuando el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 acabó con doce años
de vigencia de la Constitución de 1979, las convicciones democráticas de
nuestros sectores dirigentes fueron puestas a prueba. Lamentablemente,
sus posturas débiles y vacilantes sugirieron que nunca habían tenido con-
fianza en la democracia como forma de gobierno. Algunos profesores de
derecho, incluso de una materia como el derecho constitucional, «sino
apoyaron el golpe o conservaron un calculado silencio ante los atropellos
sistemáticos, dijeron rechazarlo solo “por ser abogados”». En ese momento
terrible, Pedro Planas empezó a construir.
Entre los años 1992 y 2000, al mismo tiempo que libró una lucha
decidida contra la dictadura, Pedro Planas escribió más de diez libros
sobre Derecho Constitucional que enriquecieron la doctrina nacional.
Derecho parlamentario. Lima: Ediciones Forenses, 1997.
La descentralización en el Perú republicano (1821-1998). Lima: Municipalidad Metro-
politana de Lima, 1998.
Democracia y tradición constitucional en el Perú (materiales para una historia del
Derecho Constitucional en el Perú). Lima: Editorial San Marcos, 1998.
Nuevas tendencias del Derecho Constitucional en América Latina. Arequipa: Univer-
sidad Católica de Santa María, 1999.
El fujimorato. Estudio político-constitucional. Lima, 1999.
La democracia volátil. Movimientos, partidos, líderes políticos y conductas electorales
en el Perú contemporáneo. Lima: Friedrich Ebert Stiftung, 2000.
Planas, Pedro. Rescate de la Constitución. Lima: Abril Editores & Impresores, 1992, p. 69.
Ib.
Planas, Pedro. Regímenes políticos contemporáneos. Lima: Fondo de Cultura Econó-
mica, 1997, p. 53.
Ib.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 223
Planas, Pedro. Rescate de la Constitución. Lima: Abril Editores & Impresores, 1992, p. 14.
10
Ib., p. 131.
11
Ib., p. 431.
12
Ib.
13
Planas, Pedro. El fujimorato. Estudio político-constitucional. Lima, 1999, p. 48.
14
Ib., pp. 48-49.
15
Planas Pedro, Regímenes políticos contemporáneos. Lima: Fondo de Cultura Económica,
1997, p. 51.
224 Omar Cairo Roldán
16
Ib.
17
Ib., p. 52.
18
Ib.
19
Planas, Pedro. La Constitución traicionada (con Domingo García Belaunde). Lima: Se-
glusa Editores, 1993, p. 194.
20
Ib.
21
Ib., pp. 194-195.
22
Ib., p. 195.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 225
23
Ib., pp. 195-196.
24
Ib., pp. 196-198.
25
Planas, Pedro. Regímenes políticos contemporáneos. Ob. cit., p. 60.
26
Ib.
27
Ib.
28
Ib.
29
Ib., pp. 60-61.
30
Ib., p. 61.
31
Ib., p. 60.
32
Ib., pp. 60-61.
226 Omar Cairo Roldán
33
Ib., p. 62.
34
Planas, Pedro. Regímenes políticos contemporáneos. Ob. cit., p. 62.
35
Ib.
36
Ib., p.60.
37
Ib., p. 61.
38
Ib.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 227
39
Planas, Pedro. La descentralización en el Perú republicano. Ob. cit., 1998, p. 19.
40
Ib.
41
Ib.
42
Ib., p. 21.
43
Ib., p. 19.
44
Ib.
45
Ib.
46
Ib., p. 21.
47
Ib.
228 Omar Cairo Roldán
48
Ib., p. 20.
49
Ib., pp. 20-21.
50
Ib., p. 21.
51
Ib.
52
Ib.
53
Ib., p. 20.
54
Ib.
55
Ib.
56
Ib.
57
Ib.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 229
58
Ib.
59
Planas, Pedro. Regímenes políticos contemporáneos. Ob. cit., p. 78.
60
Ib.
61
Ib., pp. 78-79.
62
Ib., p. 79.
230 Omar Cairo Roldán
63
Ib.
64
Ib.
65
Ib.
66
Ib.
67
Ib.
68
Ib.
69
Ib., p. 80.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 231
70
Ib.
71
Ib., p. 81.
72
Ib.
73
Ib.
74
Ib.
75
Ib., pp. 81-82.
76
Ib., p. 82.
77
Ib.
78
Ib.
232 Omar Cairo Roldán
Pedro Planas recordó que se decía que el Estado Social de Derecho surgió
«como ‘superación’ de las insuficiencias que trajo adheridas en el terreno
económico y social el Estado de Derecho79. Según esta tesis, el Estado
de Derecho habría sido típico del siglo XIX europeo y su superación se
habría producido recién «tras el ensayo de Weimar en la posguerra»80. Su
inconveniente habría sido asimilar a su constitución orgánica «un sacro-
santo respeto a las libertades económicas (de comercio, de contratación de
trabajo, de precios y salarios), caracterizado por dos principios: el derecho
absoluto de propiedad (siguiendo la partitura romana del ius abutendi) y
el indiferentismo estatal (esto es, el no intervencionismo en cuestiones de
índole económica y/o social)»81.
Frente a la tesis descrita, Pedro Planas, en primer lugar, detectó la es-
tructura del Estado Social —«como estructura jurídico-política, indepen-
dientemente de su vínculo o no con la estructura jurídico-formal del Es-
tado de Derecho, o con las libertades individuales, el pluralismo político y
el marco institucional de la democracia política»82— entendiéndolo como
«un Estado cuya función principal es ‘garantizar la existencia’ ‘obtener y
mantener la plena ocupación’, ‘proteger el potencial del trabajo’ y esta-
blecer mecanismos de ‘prevención y asistencia social’83. Con este punto
de partida, explicó que el Estado Social de Derecho «fue resultado de una
armoniosa confluencia de los principios del Estado Social con los del Es-
tado de Derecho, después de seguir caminos y luchas paralelas durante el
siglo XIX»84, y que ambos —Estado Social y Estado de Derecho— «despe-
garon juntos, de la misma Revolución Francesa»85. Los principios del Esta-
do Social, según Pedro Planas, estuvieron presentes en los siguientes actos
políticos y normativos correspondientes a los momentos iniciales de esta
revolución:
79
Planas, Pedro. El Estado moderno (Apuntes para una nueva biografía del Estado Social
de Derecho). Lima: Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, 1993, p. 32.
80
Ib., p. 32-33.
81
Ib., p. 32.
82
Ib., p. 55.
83
Ib., pp. 55-56.
84
Ib., p. 56.
85
Ib.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 233
86
Ib.
87
Ib.
88
Ib., pp. 56-57.
89
Ib., p. 57.
90
Ib., pp. 58-59.
91
Ib., p. 59.
92
Ib.
93
Ib.
234 Omar Cairo Roldán
94
Ib., pp. 59-60.
95
Ib., p. 56.
96
Ib.
97
Ib., p. 75.
98
Ib., p. 60.
99
Ib.
100
Ib., p. 63.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 235
101
Ib.
102
Ib., p. 64.
103
Ib.
104
Ib.
105
Ib.
106
Ib., p. 75.
107
Ib.
108
Ib., p. 106.
109
Ib.
236 Omar Cairo Roldán
110
Ib., p. 107.
111
Planas, Pedro. Rescate de la Constitución. Lima: Abril Editores & Impresores, 1992, p. 87.
112
Ib.
113
Ib.
114
Ib.
115
Ib.
116
Ib.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 237
117
Ib.
118
Ib.
119
Ib., pp. 87-88.
120
Ib.
121
Ib., pp. 108-109.
238 Omar Cairo Roldán
122
Ib., pp. 109-110.
123
Planas, Pedro. Democracia y tradición constitucional en el Perú (materiales para una
historia del Derecho Constitucional en el Perú). Lima: Editorial San Marcos, 1998, p. 86.
124
Ib.
125
Ib.
126
Ib., p. 75.
127
Ib., p. 86.
128
Ib.
129
Ib., p. 58.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 239
130
Ib.
131
Ib., p. 59.
132
Ib.
133
Ib., p. 72.
134
Ib.
135
Ib.
136
Ib.
240 Omar Cairo Roldán
137
Ib.
138
Ib.
139
Ib.
140
Ib., p. 73.
141
Ib.
142
Ib., p. 72.
143
Ib., p. 74.
144
Ib.
145
Ib.
146
Ib.
147
Ib.
148
Ib.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 241
149
Ib.
150
Ib.
151
Ib.
152
Ib.
153
Ib.
154
Ib., p.72.
155
Ib., p. 75.
156
Ib.
157
Ib.
158
Ib., p. 64.
242 Omar Cairo Roldán
159
Ib., pp. 64-65.
160
Ib., p. 65.
161
Ib.
162
Ib.
163
Ib., p. 66.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 243
164
Ib.
165
Ib.
166
Ib., p. 67.
167
Ib.
168
Ib., p. 127.
169
Ib.
170
Ib.
171
Ib., p. 108.
244 Omar Cairo Roldán
Pedro Planas sostuvo que el Perú «ha tenido y conocido importantes etapas
de su historia bajo una profunda y fructífera descentralización»172. Tam-
bién explicó que, a grandes rasgos, la evolución constitucional peruana
encuentra las siguientes grandes etapas que enmarcaron el desarrollo de la
descentralización173:
a) Etapa de amoldamiento institucional (1823-1872).- En esta
etapa destacó «el consenso logrado por nuestros primeros consti-
tuyentes, que descartaron el federalismo y el centralismo, estable-
ciendo unas Juntas Departamentales que ya proyectaban, hacia la
parte del Perú aun no emancipada (Ayacucho, Cusco, Arequipa y
Puno), un horizonte institucional descentralista»174. Más adelante,
después de la intentona centralista de Bolívar, se reunió el Tercer
Congreso Constituyente y restauró plenamente las Juntas Depar-
tamentales, aunque con mayores atribuciones y mayores rentas»175.
Así, se inició «un tramo de efectiva descentralización, entre 1828 y
1834»176. Durante este tiempo, las Juntas Departamentales «cum-
plieron destacada labor material en los departamentos y hasta una
inesperada labor de conciliación frente a las turbulencias políticas
del momento»177 pero, finalmente, fueron eliminadas por el hege-
mónico militarismo, iniciándose «una etapa de severo centralismo,
agudizada con el proyecto confederacionista autoritario de Santa
Cruz y con Gamarra y su restauración nacionalista, que fue igual-
mente centralista y autoritaria, al extremo de suprimir también los
municipios como lo hicieron antes Bolívar y Santa Cruz. Luego
hubo dos esfuerzos descentralistas bajo las Constituciones liberales
de 1856 y de 1857 aunque ambos culminaron sin éxito»178.
172
Ib., p. 188.
173
Ib.
174
Ib.
175
Ib., pp. 188-189.
176
Ib., p. 189.
177
Ib.
178
Ib.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 245
179
Ib.
180
Ib.
181
Ib.
182
Ib.
183
Ib.
184
Ib.
246 Omar Cairo Roldán
185
Ib., p. 203.
186
Ib., p. 204.
187
Ib., p. 190.
188
Ib.
189
Ib.
190
Ib.
191
Ib.
El Pensamiento Constitucional de Pedro Planas 247
192
Ib.
193
Ib.
194
Ib.
195
Ib., pp. 190-191.
196
Ib., p. 191.
197
Ib.
198
Ib.
248 Omar Cairo Roldán
199
Ib.
200
Ib.
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 249
Introducción
1. Orígenes
Angel Moreno, Ana Patricia y Sergio Ramón Bustamante. «La responsabilidad inter-
nacional de los Estados». Tesis para optar por el título de abogado. Bogotá: Pontificia
Universidad Javeriana, 1990, pp. 179-180.
Véase el caso del Tratado de Ancón, suscrito entre los representantes de los gobier-
nos de Perú y Chile, el cual estipula en su artículo 12 que «las indemnizaciones que
correspondía hacer al Perú a chilenos por perjuicios sufridos con motivo de la guerra,
quedaron sometidas a un tribunal arbitral o comisión mixta internacional en la forma
establecida por las convenciones ajustadas entre Chile y los Gobiernos de Inglaterra,
Francia e Italia». Véase: Basadre, Jorge. Historia de la República del Perú (1822-1933).
Tomo octavo. Octava edición. Santiago: Cochrane, 2000, p. 1962.
Véase artículo 231 del Tratado de Versalles.
Véase Beevor, Anthony. Berlín 1945: la caída. Madrid: Memoria Crítica, 2002, pp. 325
y ss.
Informe de la Comisión de Derecho Internacional sobre la labor realizada en su 28°
Período de sesiones, suplemento N° 10 (A/31/10). Sobre el trabajo de la Comisión
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 251
de Derecho Internacional de Naciones Unidas véase Pérez Giraldo, Aurelio. «El pro-
yecto de la Comisión de Derecho Internacional sobre Responsabilidad Internacional
de los Estados, al final del camino». Revista Electrónica de Estudios Internacionales
<www.reei.org>.
Diez de Velasco, Manuel. Instituciones del Derecho Internacional Público. Tomo I.
Décima edición. Madrid: Editorial Tecnos, 1994, p. 713. Hay que precisar que en la
jurisprudencia de la Corte Internacional dio un paso importante al determinar, en el
caso Barcelona Traction que debía distinguirse entre «las obligaciones de un Estado
respecto de la comunidad internacional en su conjunto y las obligaciones respecto de
otro Estado en el ámbito de la protección diplomática. Por su propia naturaleza, las
primeras obligaciones mencionadas conciernen a todos los Estados. Habida cuenta de
la importancia de los derechos en cuestión, cabe considerar que todos los Estados tie-
nen un interés legítimo en su protección; se trata de obligaciones erga omnes.» Véase
Barcelona Traction, Light and Power Company, Limited, Second Phase, C.I.J., Reports
1970, p. 32, párrafo 33. La sentencia completa se encuentra en la página web de la
Corte Internacional de Justicia <http://www.icj-cij.org/icjwww/idecisions.htm>.
Diez de Velasco. Ob. cit., p. 714. Sin embargo, para el Proyecto de la Comisión de
Derecho Internacional de las Naciones Unidas sobre responsabilidad internacional de
los Estados, «el hecho internacionalmente ilícito de un Estado puede consistir en una
o varias acciones u omisiones o en una combinación de ambas cosas» (el subrayado
es nuestro). Véase: International Law Commission. Draft Articles on Responsibility of
States for Internationally Wrongful Acts, 2001, p. 43. El informe completo se puede
252 Joel Díaz Cáceda
Hay que precisar que los sujetos de derecho internacional que pueden verse
inmersos en responsabilidad internacional pueden ser tanto Estados, como
Organizaciones Internacionales y personas naturales10, estas últimas con
subjetividad activa (reclamar directamente vía las instancias internaciona-
les ante la violación de sus derechos) y pasiva (por la violación del derecho
internacional)11. Sin embargo, se asocia la figura del Estado con la de Res-
ponsabilidad Internacional porque es el sujeto cuya actuación resulta más
importante en el ámbito de la comunidad internacional12.
El derecho internacional es un sistema que busca su materialización en
la conducta de los sujetos de derecho internacional. En ese sentido, tendrá
normas que señalarán a dichos sujetos cómo deben actuar en la esfera del
derecho internacional. Dichas normas serán consideradas como primarias.
Pero, en el caso que se violen las obligaciones que emanan de dichas nor-
mas primarias, se estará ante un hecho ilícito internacional; ante el cual el
Derecho Internacional buscará «reestablecer la situación que existía antes
de la aparición de dicho hecho ilícito y borrar [...] las consecuencias de
dicho acto»13. Por ello, también existirán normas denominadas secundarias,
las cuales crearán derechos a favor del Estado o Estados lesionados —quie-
nes podrán utilizar determinados procedimientos ofrecidos por el sistema
legal para corregir esa situación— y creando obligaciones para el Estado
que incurrió en el hecho»14.
15
Sorensen, Max. Manual de Derecho Internacional Público. México D.F.: Fondo de Cul-
tura Económica, 1985, p. 507. Véase también, Negro Alvarado. Ob. cit., pp. 3 y 4.
16
Para la Comisión de Derecho Internacional de Naciones Unidas «la determinación
de si ha habido incumplimiento de una norma puede depender de la intención o del
conocimiento de los órganos o agentes pertinentes del Estado, y en ese sentido puede
ser «subjetiva» […]. En otros casos, la base para la determinación del incumplimiento
de una obligación puede ser «objetiva», en el sentido de que el conocimiento u otra
circunstancia de los órganos o agentes pertinentes del Estado puede no hacer al caso.
Que la responsabilidad sea «objetiva» o «subjetiva» en este sentido dependerá de las
circunstancias, incluido el contenido de la obligación primaria». Véase International
Law Commission. Ob. cit, p. 51.
17
Pastor Ridruejo, José Antonio. Curso de Derecho Internacional Público y Organizacio-
nes Internacionales. Madrid: Editorial Tecnos, 1994, p. 581.
18
International Law Commission. Ob. cit., p. 52.
254 Joel Díaz Cáceda
19
Novak Talavera, Fabián. Derecho Internacional Público. Tomo I. Introducción y fuente.
Lima: Fondo Editorial PUCP- Instituto de Estudios Internacionales PUCP, 2000, pp.
408-420.
20
International Law Comimsmion. Ob. cit., p. 64
21
Novak, Fabián. Ob. cit.
22
El artículo 7 del Proyecto de la Comisión de Derecho Internacional (en adelante CDH)
señala que «El comportamiento de un órgano del Estado o de una persona o entidad
facultada para ejercer atribuciones del poder público se considerará hecho del Estado
según el derecho internacional si tal órgano, persona o entidad actúa en esa condi-
ción, aunque se exceda en su competencia o contravenga sus instrucciones». Véase
Comisión de Derecho Internacional. Responsabilidad de los Estados (53° Período de
Sesiones. Ginebra, 23 de abril a 1° de junio y 2 de julio a 10 de agosto de 2001). Doc.
A/CN.4/L.602/Rev.1, 26 de julio de 2001, p. 3.
23
El artículo 7 del Proyecto de la CDH señala que «el comportamiento de un órgano del
Estado o de una persona o entidad facultada para ejercer atribuciones del poder públi-
co se considerará hecho del Estado […] si tal órgano, persona o entidad actúa en esa
condición, aunque se exceda en su comportamiento o contravenga sus instrucciones».
Comisión de Derecho Internacional. Doc. A/CN.4/L.602/Rev.1. Ib.
24
Considerando todas las situaciones arriba expresadas, el artículo 4 (1) del Proyecto de
artículos sobre la responsabilidad internacional del Estado por hechos internacional-
mente ilícitos, aprobado por la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas,
expresa que se considerará hecho del Estado «el comportamiento de todo órgano del
Estado, ya sea que ejerza funciones legislativas, ejecutivas, judiciales o de otra índole,
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 255
cualquiera que sea su posición en la organización del Estado y tanto si pertenece al go-
bierno central como a una división territorial del Estado» (la cursiva es nuestra). Véase
Comisión de Derecho Internacional. Doc. A/CN.4/L.602/Rev.1. Ob. cit., p. 2.
25
Artículo 9 del proyecto de la CDH: «Se considerará hecho del Estado según el derecho
internacional el comportamiento de una persona o de un grupo de personas si esa
persona o ese grupo de personas ejerce de hecho atribuciones del poder público en
ausencia o en defecto de las autoridades oficiales y en circunstancias tales que requie-
ren el ejercicio de esas atribuciones». Véase Comisión de Derecho Internacional. Doc.
A/CN.4/L.602/Rev.1. Ob. cit., p. 4. Sin embargo, en las actas de la CDH se precisa que
se estableció este supuesto, considerando la idea de la insurrección popular, en donde
hay un colapso total o parcial del gobierno. Pero la distingue del gobierno de facto,
por cuanto en esta última situación se reemplaza el aparato estatal existente por uno
nuevo. Véase International Law Commission. Draft Articles on Responsibility of States
for Internationally Wrongful Acts». Ob. cit., pp. 98-100.
26
Para Rodríguez Carrión, se puede definir ello como «un comportamiento de un simple
particular o de un grupo de particulares que no genera responsabilidad internacional
del Estado por no constituir un hecho internacionalmente ilícito atribuible al Estado,
a no ser que la actuación del particular o grupo de particulares haya sido posible
debido, precisamente, a una acción o negligencia del Estado que, con su actuación,
podría haberlo evitado». Véase Rodríguez Carrión, Alejandro. Lecciones de Derecho
Internacional Público. Madrid: Tecnos, 1998, p. 347. Un ejemplo de ello lo encontra-
mos en el caso de la toma de la Embajada de los Estados Unidos en Teherán, donde la
Corte Internacional de Justicia señaló que, aunque los asaltantes no eran agentes del
gobierno iraní, ello no implicaba que Irán estuviese exonerado de responsabilidad por
dicho ataque. Según la Corte, «Irán tenía, tanto Estado receptor, la obligación formal
de tomar las medidas apropiadas para proteger la embajada y los consulados de los
Estados Unidos, su personal, sus archivos, sus medios de comunicación y la libertad de
movimiento de los miembros del personal». Véase ICJ Reports, 1980, pp. 28-31.
27
Novak indica que el proyecto de la CDI mencionaba ese supuesto en su artículo 11,
por el cual «el Estado no responde por la simple violación de los deberes genéricos se-
ñalados. Tan solo responderá si existe un daño o perjuicio cometido por el particular».
Véase Novak, Fabián. Derecho Internacional Público. Ob. cit., p. 424. Sin embargo,
en el proyecto aprobado por el Comité de Redacción en su segunda lectura, se eliminó
ese artículo. Véase Doc. A/CN.4/L.602/Rev.1.
28
En el proyecto del la CDI, aprobado por el Comité de Redacción en segunda lectura,
se eliminó cualquier referencia a las organizaciones internacionales, tal como aparecía
en la primera versión. El nuevo artículo (el sexto) quedó con la siguiente redacción: «Se
considerará hecho del Estado según el derecho internacional el comportamiento de un
órgano puesto a su disposición por otro Estado, siempre que ese órgano actúe en el
ejercicio de atribuciones del poder público del Estado a cuya disposición se encuentra».
256 Joel Díaz Cáceda
33
Ib., p. 117. En esa misma línea, Diez de Velasco considera que «a efectos de considerar
de ilícito determinado acto, es indiferente cuál sea el origen o fuente de la obligación
violada: tan ilícito es un acto contrario a una obligación de origen consuetudinario como
una que contradiga un compromiso basado en un tratado o en una fuente de otro tipo
(principio general del derecho, sentencia de un tribunal internacional, acto vinculante de
una organización internacional…)». Véase Diez de Velasco, Manuel. Ob. cit., p. 722.
34
Rodríguez Carrión, Alejandro. Ob. cit., p. 353.
35
Proyecto de Artículos sobre la Responsabilidad de los Estados. Parte 1, artículo 19. Anua-
rio de la Comisión de Derecho Internacional 1980, Vol. II (segunda parte), pp. 29-32.
258 Joel Díaz Cáceda
36
Ib.
37
Van Boven, Theo. «Estudio relativo al derecho de restitución, indemnización y rehabili-
tación a las víctimas de violaciones flagrantes de los derechos humanos y las libertades
fundamentales». Realizado para la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Uni-
das (E/CN.4/Sub.2/1993/8, 2 de julio de 1993), p. 18.
38
Rousseau, Charles. Derecho Internacional Público». Tercera edición. Barcelona: Edito-
rial Ariel, 1966, p. 353.
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 259
39
Rousseau, Charles. Ob. cit., p. 354.
40
Ib., p. 355.
41
Van Boven, Theo. Ob. cit., p. 19.
42
Proyecto de artículos sobre la responsabilidad de los Estados, segunda parte, inciso iii
del apartado e) del párrafo 2 del artículo 5, Anuario de la Comisión de Derecho Inter-
nacional, 1985, Vol. II (segunda parte), pp. 24 y 25. En el «Título y texto del proyecto
de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente ilícitos,
aprobados por el Comité de Redacción en segunda lectura, (A/CN.4/L.602/Rev.1, 26
de julio de 2001) aparentemente se ha omitido una definición del concepto de «Estado
lesionado».
260 Joel Díaz Cáceda
43
Ib.
44
Van Boven, Theo. Ob. cit.
45
«Título y texto del proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos
internacionalmente ilícitos, aprobados por el Comité de Redacción en segunda lectura»
(A/CN.4/L.602/Rev.1, 26 de julio de 2001), p. 16.
46
Juste Ruiz, José. «Las obligaciones «Erga Omnes» en el Derecho Internacional Público».
En Estudios de Derecho Internacional. Homenaje al Profesor Miaja de la Muela.
Madrid: Tecnos, 1979, pp. 225-226.
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 261
47
Caso Barcelona Traction Light and Power Company, Ltd. (Segunda fase, Bélgica c.
España), ICJ Reports, p. 32. La sentencia se puede encontrar en la Revista Española de
Derecho Internacional. Madrid, Vol. 23, N° 23, 1970, pp. 594-635.
262 Joel Díaz Cáceda
48
Zelada, Carlos. «Ius Cogens y Derechos Humanos: Luces y sombras para una adecuada
delimitación de conceptos». Agenda Internacional, año VIII, N° 17, 2002, p. 151.
49
Nikken, Pedro. «El Concepto de Derechos Humanos». En Estudios Básicos de Derechos
Humanos. San José de Costa Rica: Instituto Interamericano de Derechos Humanos,
1994, p. 35.
50
Desde 1979 la Comisión de Derecho Internacional Público decidió dividir los supues-
tos específicos de exoneración de responsabilidad de las circunstancias atenuantes
de la ilicitud internacional. Además el proyecto señala que se debe diferenciar «otros
medios que puedan tener por efecto el que un Estado eluda su responsabilidad», como
la competencia de una corte o un tribunal sobre una controversia o de la admisibilidad
de una reclamación, cuestiones de prueba o de la carga de la prueba.
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 263
51
International Law Commission. Draft Articles on Responsibility of States for Internatio-
nally Wrongful Acts. Ob. cit., pp. 170 y ss.
52
«Título y texto del proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos
internacionalmente ilícitos, aprobados por el Comité de Redacción en segunda lectura»
(A/CN.4/L.602/Rev.1, 26 de julio de 2001). Artículo 20, p. 4.
53
Sin embargo, Novak expresa que el que sea válido implica que sea emitido por un
órgano competente del Estado y que cualquier vicio en dicho consentimiento lo inva-
lidará (error, dolo, corrupción, o coacción), lo cual llevaría a considerar el papel del
Derecho Interno. Véase Novak, Fabián. Ob. cit., p. 442.
54
International Law Commission. Draft Articles on Responsibility of States for Internatio-
nally Wrongful Acts. Ob. cit., p. 176.
264 Joel Díaz Cáceda
manera expresa, o sea, no cabrían presunciones55 y que «no podrá ser ejer-
cida respecto de terceros Estados ni respecto de obligaciones erga omnes o
normas ius cogens»56.
La legítima defensa es recogida en el artículo 21 del proyecto, expre-
sando que
La ilicitud del hecho de un Estado queda excluida si ese hecho cons-
tituye una medida lícita de legítima defensa tomada de conformidad
con la Carta de las Naciones Unidas57.
La Carta de las Naciones Unidas prevé en su artículo 51 que ninguna
de sus disposiciones menoscabará el derecho de legítima defensa ante un
ataque armado58. Esta disposición debe interpretarse en el contexto del
artículo 2(4) del mismo documento59.
Sin embargo, a pesar de que el uso de la fuerza se permite en estos ca-
sos, hay determinados parámetros que deben respetarse: por ejemplo, los
tratados de derechos humanos, al igual que las normas de derecho interna-
cional humanitario60, contienen entre sus cláusulas disposiciones aplicables
55
Véase Asunto Savarkar, mencionado por Novak, Fabián. Ib. También véase Internatio-
nal Law Commission. Ob. cit., p. 178.
56
Novak, Fabián. Ib.
57
«Título y texto del proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos
internacionalmente ilícitos, aprobados por el Comité de Redacción en segunda lectura»
(A/CN.4/L.602/Rev.1, 26 de julio de 2001). Artículo 20, p. 4.
58
Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.- Ninguna disposición de esta Carta me-
noscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de
ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo
de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad
internacionales. Las medidas tomadas por los Miembros en ejercicio del derecho de
legítima defensa serán comunicadas inmediatamente al Consejo de Seguridad, y no
afectarán en manera alguna la autoridad y responsabilidad del Consejo conforme a la
presente Carta para ejercer en cualquier momento la acción que estime necesaria con
el fin de mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales.
59
Artículo 2, cuarto párrafo.- «Para la realización de los Propósitos consignados en el
Artículo 1, la Organización y sus Miembros procederán de acuerdo con los siguientes
Principios:
[…]
4. Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán
de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la inde-
pendencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los
Propósitos de las Naciones Unidas.»
60
Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en el Artículo 27 de la Convención Ameri-
cana sobre Derechos Humanos (Suspensión de Garantías), en cuyo inciso primero se
señala que «en caso de guerra, de peligro público o de otra emergencia que amenace
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 265
la independencia o seguridad del Estado parte, este podrá adoptar disposiciones que,
en la medida y por el tiempo estrictamente limitados a las exigencias de la situación,
suspendan las obligaciones contraídas en virtud de esta Convención, siempre que tales
disposiciones no sean incompatibles con las demás obligaciones que les impone el
derecho internacional. [...] (la cursiva es nuestra). Sin embargo, se precisará que «ello
no autoriza la suspensión de los derechos determinados en los siguientes artículos:
3 (Derecho al Reconocimiento de la Personalidad Jurídica); 4 (Derecho a la Vida); 5
(Derecho a la Integridad Personal); 6 (Prohibición de la Esclavitud y Servidumbre); 9
(Principio de Legalidad y de Retroactividad); 12 (Libertad de Conciencia y de Religión);
17 (Protección a la Familia); 18 (Derecho al Nombre); 19 (Derechos del Niño); 20
(Derecho a la Nacionalidad), y 23 (Derechos Políticos), ni de las garantías judiciales
indispensables para la protección de tales derechos».
61
«Título y texto del proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos
internacionalmente ilícitos, aprobados por el Comité de Redacción en segunda lectura»,
p. 186
62
Ib., p. 187
63
Ib., p. 188
266 Joel Díaz Cáceda
64
Ib., p. 194.
65
Ib., p. 198.
66
Ib., p. 200
67
Los dos ejemplos más conocidos son el caso de la justificación alemana de la agre-
sión a la neutralidad belga en la Primera Guerra Mundial, y la idea del Lebensraum o
«espacio vital» planteado por la ideología nacional-socialista, como justificación de la
posterior agresión germánica realizada en la Segunda Guerra Mundial. Véase Toynbee,
Arnold J. La Europa de Hitler. Madrid: Editorial Sarpe, 1986, pp. 61-74.
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 267
68
Tomado de Verdross, Alfred. Derecho Internacional Público. Madrid: Editorial Aguilar,
1969, p. 319.
69
Case Concerning The Factory of Chorzów (Claim for Indemnity). Publications of the
Permanent Court of International Justice. Collection of Judgments. Serie A – N° 17, File
E. C.IX. Docket XII:3. Fourteenth (Ordinary) Session. September 13th, 1928. Judgment
N° 8, p. 47. Tomado de <www.worldcourts.com> (la traducción es nuestra).
70
Verdross. Ob. cit., p. 320.
71
Permanent Court of International Justice. Ob. cit., p. 47.
268 Joel Díaz Cáceda
72
«Título y texto del proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos
internacionalmente ilícitos, aprobados por el Comité de Redacción en segunda lectura»,
p. 234.
73
Ib., p. 237.
74
Ib., pp. 240-241.
75
Ib. Artículo 33 del proyecto.
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 269
76
Ib., p. 321.
77
Ib., p. 252-256.
270 Joel Díaz Cáceda
78
Véase Sentencia del Tribunal Permanente de Justicia Internacional, Caso Factoría de
Chorzów. Ob. cit. A, 17. «Título y texto del proyecto de artículos sobre la responsabi-
lidad del Estado por hechos internacionalmente ilícitos, aprobados por el Comité de
Redacción en segunda lectura», p. 47.
79
Ib., p. 263
80
Ib. Artículo 36.
81
Ib., p. 284.
La responsabilidad internacional de los Estados: base para la defensa de los Derechos Humanos 271
6. A modo de conclusión
82
Ib., p. 283.
83
Ib., p. 285.
272 Joel Díaz Cáceda
Introducción
1. Antecedentes
Blancas Bustamante, Carlos. «El referéndum en la Constitución peruana». Elecciones,
N° 3. Lima: Oficina Nacional de Procesos Electorales, 2004; Maraví Sumar, Milagros.
«Los mecanismos de democracia directa en el Perú». Ensayos Americanos. Buenos
Aires, agosto 1995, pp. 1-13; Rubio Correa, Marcial. «La discusión pendiente sobre el
referéndum». Ius et Veritas. Lima. Año 4, Nº 7, noviembre 1993, pp. 175-179.
Miró Quesada Rada, Francisco. Democracia directa y Derecho Constitucional. Lima:
Artes y Ciencias, 1990.
El referéndum. Concepto general y regulación legal en el Perú 275
Curiosamente, Miró Quesada Rada ha señalado que «este referéndum se realizó en
estricta aplicación de la Décimo Cuarta Disposición Transitoria» de la Carta aludida.
Ver Miró Quesada Rada, Francisco. Ob. cit., p. 155.
El referéndum. Concepto general y regulación legal en el Perú 277
La Ley 26300 – Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos fue mo-
dificada dos veces, hallándose ya en curso la recolección de firmas correspondiente,
mediante las Leyes 26592 y 26670, de abril y octubre de 1996, respectivamente, que
condicionaban la realización de un referéndum a la desaprobación previa por el Con-
greso de una iniciativa legislativa sobre la materia en cuestión, pero siempre y cuando
ésa hubiera contado con el voto favorable de por lo menos 48 Congresistas. Para un
análisis de ambas normas modificatorias, ver Delgado Silva, Ángel. «Proceso al referén-
dum: entre el Congreso y el Jurado Nacional de Elecciones». En Otarola Peñaranda,
Alberto (coordinador). Reelección presidencial y derecho de referéndum. Lima: Foro
Democrático, 1997.
La iniciativa legislativa correspondiente, promovida por el Foro Democrático, fue re-
chazada por el Congreso en agosto de 1998 por 67 votos y sin alcanzar los 48 votos
necesarios para que proceda la convocatoria a referéndum.
Resolución N.° 1215-2006-JNE, de fecha 7 de junio de 2006.
278 Hubert Wieland Conroy
2. Concepto general
Exp. N.° 01078-2007-PA/TC, de fecha 3 de septiembre de 2007.
Denquin, Jean-Marie. Référendum et Plébiscite. Paris: Librairie Générale de Droit et de
Jurisprudence, 1976, p. 4.
El referéndum. Concepto general y regulación legal en el Perú 279
García Pelayo, Manuel. Derecho Constitucional Comparado. Madrid: Alianza Editorial,
2000, p. 183.
10
Kelsen, Hans. Teoría General del Derecho y del Estado. México: Imprenta Universita-
ria, 1949, p. 314.
11
Loewenstein, Karl. Teoría de la Constitución. Segunda edición. Barcelona: Editorial
Ariel, 1979, p. 328.
280 Hubert Wieland Conroy
12
Blancas Bustamante, Carlos. «El referéndum en la Constitución peruana». Elecciones,
N° 3. Lima: Oficina Nacional de Procesos Electorales, 2004, p. 195.
13
Ib., p. 199.
El referéndum. Concepto general y regulación legal en el Perú 281
14
Ib., pp. 199-208.
282 Hubert Wieland Conroy
3. Regulación
15
Ib., pp. 208-215.
16
Ley 26859, de fecha 25 de septiembre de 1997.
17
Ley 26300, de fecha 2 de mayo de 1994.
18
Ley 27972, de fecha 26 de mayo de 2003.
19
Ley 27783, de fecha 17 de julio de 2002.
20
Ley 28274, de fecha 8 de julio de 2004.
El referéndum. Concepto general y regulación legal en el Perú 283
Constitución Política
El punto de partida del derecho de los ciudadanos en relación con el refe-
réndum es el inciso diecisiete del artículo 2 de la Constitución en vigor:
Artículo 2.- Toda persona tiene derecho: […]
17.- A participar, en forma individual o asociada, en la vida política,
económica, social y cultural de la Nación. Los ciudadanos tienen,
conforme a ley, los derechos de elección, de remoción o revocación
de autoridades, de iniciativa legislativa y de referéndum. […] (énfasis
agregado)21 .
Mediante esta disposición no solo se incorpora en la constitucionali-
dad peruana varios mecanismos de participación directa de la ciudadanía
—revocación de autoridades, iniciativa legislativa y referéndum— sino
que se les incorpora con el rango de derechos fundamentales, tal como
se infiere de su ubicación en el capítulo constitucional que enuncia los
derechos fundamentales de la persona, criterio que sido confirmado por el
Tribunal Constitucional22.
Estos derechos fundamentales aparecen nuevamente en otro capítulo
del mismo Título. Se trata del Capítulo III, denominado «De los derechos
políticos y deberes» y cuyo objeto es hacer referencia específica a los dere-
chos políticos y deberes de la ciudadanía.
Artículo 31.- Los ciudadanos tienen derecho a participar en los asun-
tos públicos mediante referéndum; iniciativa legislativa; remoción o
revocación de autoridades y demanda de rendición de cuentas. Tie-
nen también el derecho de ser elegidos y de elegir libremente a sus
representantes, de acuerdo con las condiciones y procedimientos de-
terminados por ley orgánica. […]
Nótese que la denominación de este capítulo se limita a consignar «De
los derechos políticos y deberes» pero sin precisar que los titulares de tales de-
rechos y deberes son los ciudadanos. Sin embargo, la ubicación de este capí-
tulo dentro del título relativo a la persona y la sociedad sugiere ab initio que
solo podría tratarse de los derechos políticos y deberes de los ciudadanos.
21
Salvo indicación en contrario, todos los subrayados y enfásis son agregados.
22
Exp. 0003-1999-AI/TC, Fundamento jurídico 1.
284 Hubert Wieland Conroy
23
Ley 26300, del 2 de mayo de 1994.
24
Ley 26859, del 25 de septiembre de 1997.
El referéndum. Concepto general y regulación legal en el Perú 285
25
Cfr. Maraví Sumar, Milagros. «Instituciones de democracia directa en Perú». En Martín
Krause y Margarita Molteni (coordinadores). Democracia directa. Buenos Aires: Abele-
do-Perrot. 1997, p. 134.
26
Bernales Ballesteros, Enrique, con la colaboración de Alberto Otarola, La Constitución
de 1993. Análisis comparado. Quinta edición. Lima: Editora Rao, 1999, p. 275.
27
Es curioso constatar que el mismo artículo 32 faculte a los ciudadanos a someter, aun-
que no directamente, un proyecto de reforma total de la Constitución, pero les prohíba
al mismo tiempo someter a referéndum temas puntuales como derechos humanos,
asuntos tributarios y tratados internacionales. Esto parecería ser una contradicción pues-
to que una reforma total debería poder abarcar todos los aspectos de la Constitución.
286 Hubert Wieland Conroy
Ver Blancas Bustamante, Carlos. Ob. cit., p. 215; Maraví Sumar, Milagros. Ob. cit., p. 138;
28
29
Ver acápite 3.1.1.- Disposiciones generales.
290 Hubert Wieland Conroy
30
Ley de Derechos de Participación y Control Ciudadanos: Artículo 16.- El Proyecto
de ley rechazado en el Congreso puede ser sometido a referéndum conforme a esta
ley. Asimismo cuando los promotores juzguen que al aprobarla se le han introducido
modificaciones sustanciales que desvirtúan su finalidad primigenia podrán solicitar re-
feréndum para consultar a la ciudadanía sobre su aprobación.
Artículo 41.- Si la iniciativa legislativa fuera rechazada o modificada sustancialmente
por el Congreso, conforme a esta ley se podrá solicitar iniciación del procedimiento de
Referéndum, adicionando las firmas necesarias para completar el porcentaje de ley.
El referéndum. Concepto general y regulación legal en el Perú 293
31
Ley 27972, de 26 de mayo de 2003.
294 Hubert Wieland Conroy
32
Ley 26300, de fecha 2 de mayo de 1994.
296 Hubert Wieland Conroy
33
Ver Sección 2.- Concepto general.
298 Hubert Wieland Conroy
quedan en evidencia tres ideas: en primer lugar, que nada en dicha redac-
ción permite inferir que el primer procedimiento pudiera estar destinado a
un tipo de reforma —la total— y el segundo al otro tipo de reforma —la
parcial. En segundo lugar, que el Congreso no tiene obligación alguna
a optar por uno u otro procedimiento, quedando así dicha elección a la
discrecionalidad de los señores congresistas y a la correlación de fuerzas
políticas al momento de llevar a cabo la modificación. Y, finalmente, que
el Congreso tampoco está impedido de someter un proyecto de reforma
constitucional a referéndum aun cuando lo hubiese aprobado mediante el
procedimiento que permite su omisión.
Finalmente, cabe señalar que las disposiciones constitucionales en co-
mentario han sido recogidas casi ad litteram por el inciso a) del artículo 81
del Reglamento del Congreso:
Artículo 81.- Para el debate y aprobación de proposiciones de ley que
no se refieran a materia común, se observarán las siguientes reglas:
a) Leyes de reforma de la Constitución; se aprobarán con el voto fa-
vorable de por lo menos la mitad más uno del número legal de Con-
gresistas, para luego ser sometida a referéndum o, en su defecto, será
aprobada en dos períodos anuales de sesiones sucesivos con el voto
aprobatorio de un número superior a los dos tercios del número legal
de Congresistas. […]
Sin embargo, no se puede dejar de mencionar que el citado Regla-
mento no contiene disposición alguna en cuanto al procedimiento a se-
guir en caso que el Congreso hubiera tomado la decisión de someter
un proyecto de reforma constitucional a referéndum, aunque se puede
presumir que correspondería la aprobación de una resolución legislativa
al respecto y su envío al Jurado Nacional de Elecciones para la convoca-
toria respectiva.
Igualmente es de presumirse que el referéndum no tendría lugar antes
de sesenta días naturales ni después de noventa, según el artículo 82 de
la Ley Orgánica de Elecciones, y que surtiría efectos en la medida en que
hubieran votado a favor la mitad más uno de los votantes, de conformidad
con el artículo 42 de la Ley de Derechos de Participación y Control Ciu-
dadanos.
300 Hubert Wieland Conroy
34
Ley 27783, de fecha 17 de julio de 2002.
35
Ley 28274, de fecha 8 de julio de 2004.
El referéndum. Concepto general y regulación legal en el Perú 301
Conclusiones
t endencias actuales, pero lo cierto más bien es que eso es algo que mi argu-
mentación genera colateralmente, por así decirlo. El núcleo del libro es el
empeño en perseguir minuciosamente las presuposiciones implícitas y los
postulados previos que se contienen en el ideal regulativo que llamamos
«imperio de la ley». Al hacerlo resulta que hay ciertas posiciones teóricas
que uno no puede adoptar: por ejemplo, uno no puede mantener simultá-
neamente el ideal del imperio de la ley y una teoría escéptica de la interpre-
tación, porque ambas cosas no son compatibles. Con este enfoque tienden
a ponerse de manifiesto incoherencias y a disiparse esa ilusión de compa-
tibilidad entre valores, doctrinas, teorías de la interpretación, etcétera, que
tantas veces alimentamos acríticamente. Eso es lo que yo he intentado con
una idea que es, me parece, la clave de bóveda de nuestra cultura jurídica,
también de la cultura constitucional: el desideratum de que los actos de
ejercicio del poder estén sometidos a normas jurídicas.
Si se realiza ese ejercicio rigurosamente creo que puede descubrirse la
razón de ser de ese rasgo de nuestros derechos: no es otra que la protección
de la autonomía personal. Y así, puede afirmarse que nuestros ordenamien-
tos se sustentan en esta idea implícita: para proteger a la persona es preciso
someter el poder a normas jurídicas que se presenten predominantemente
con la forma de reglas. Y me parece importante mantener la conexión entre
todos los componentes de esa ecuación: protección de la persona y control
del poder por el derecho y reglas. Desde luego, resulta evidente que algunas
teorías del derecho resultan incompatibles con todos ellos: el decisionismo
de Schmitt, por ejemplo, postula la disolución del individuo en la Volksge-
meinschaft, la omnipotencia del Führer, y el uso discrecional de la «medida»
en lugar de la ley. Está, por ello, en las antípodas teóricas de mi posición,
y en consecuencia si alguien defiende el ideal del imperio de la ley tiene
necesariamente que enfrentarse con Schmitt (por eso me deja tan perplejo
que tenga todavía predicamento entre tantos juristas actuales).
Pero otros puntos de vista no son, desde luego, antagónicos en ese
sentido. Uno de ellos puede ser el hoy llamado constitucionalismo o neo-
constitucionalismo, por el que tú me preguntas. ¿Qué me separa de quie-
nes se alinean con él? Quizás sea solo que quiero corregir la demasiada con-
descendencia que advierto en algunos autores, no en todos, hacia ciertos
ingredientes que se estiman novedosos de los órdenes jurídicos presididos
Imperio de la ley y constitucionalismo 311
un razonamiento moral abierto, que les hace sentir, sin embargo, como
si estuvieran aplicando el derecho. Esto a mí me da miedo. Por dos razo-
nes; primero porque no creo que los jueces estén preparados para este tipo
de razonamiento. Nuestros jueces son muy diestros en el conocimiento y
aplicación del orden jurídico tal y como era visto por la anterior teoría del
derecho. Pero su razonamiento moral no pasa de ser vulgar. Basta comparar
nuestros fallos con los de la Corte Suprema de las Estados Unidos para
comprobarlo. O leer esos fallos nuestros en los que se procede a la famosa
«ponderación». No hay allí ningún razonamiento moral de importancia,
sino simplemente la expresión apodíctica de una preferencia por el «peso»
de un valor sobre el otro. Para hacer lo que ahora se dice que hay que hacer
se necesitaría otra educación jurídica y otro método de selección de los
jueces, pero, por lo que yo sé, el nuevo «paradigma» no ha llegado a tanto
como para afectar el nuevo proceso de elaboración de los planes de estudios
o las coordenadas de la formación del personal judicial.
Con ser eso importante, lo que más puede alarmar a un fiel seguidor
del ideal del imperio de la ley —como yo lo soy— son dos cosas: una más
bien estructural, y es que se rompe la ecuación a la que antes hacía refe-
rencia. Se pregona que la protección del ciudadano se incrementa mucho,
pero al precio de que algunos poderes, y en particular el del juez, abandone
el sometimiento a las normas jurídicas, o se someta a unas normas jurídicas
tan abiertas y laxas que prácticamente resultan creadas por ellos. La segun-
da cosa es que se ha dejado a un lado demasiado contundentemente la idea
de respeto a la ley como emanación de la voluntad general. La ley es más
bien un producto de gentes sospechosas de parcialidad que se puede poner
en cuestión mediante una argumentación como la mencionada. Se incurre
así, me parece, en la llamada falacia del nirvana: los jueces, liberados de sus
deseos y concupiscencias, y en comunicación, sin límite de tiempo y de
recursos, con los valores del texto jurídico-constitucional, encuentran pro-
fundas soluciones jurídicas en un medio ambiente de mediocridad, parti-
dismo y debilidad de la voluntad de legisladores y grupos de presión. El
gran juez Hércules poniendo orden en el desaguisado que crea una simple
pandilla de borrachos. Pero el proceso democrático no debe ser tratado así,
porque es también uno de los pilares fundamentales de nuestros ordena-
mientos jurídicos. La ley ha de ser mirada como el producto de la voluntad
314 Diálogos
general, y no debería procederse así como así a impedir su vigencia con una
argumentación moral que muchas veces, como tú sabes mejor que nadie
en este país, no cumple con los requisitos mínimos de rigor que serían de
desear. La aplicación del parámetro constitucional contra las leyes debería
someterse a un ejercicio muy enérgico de «self-restraint». Y eso que, como
sabes, yo soy muy consciente de lo mal que se legisla en este país.
M.A.— Tu respuesta plantea tantos problemas (no en el sentido de que
la vea «problemática», sino —digamos— en el de que me parece muy su-
gerente) que, más que una nueva pregunta, me gustaría hacerte una serie
de comentarios (que, por lo demás, envuelven seguramente más de una
pregunta).
El primero se refiere a tu posición en relación con el llamado «consti-
tucionalismo» que, en cierto modo, era el objetivo de la anterior pregunta.
Alguna vez he propuesto una especie de tipología en relación con las pos-
turas (teóricas) que cabe adoptar frente al hecho (digamos, práctico) de
la constitucionalización de nuestros Derechos. Una consiste en ignorar el
fenómeno y seguir construyendo la teoría general del Derecho y las dog-
máticas como se venía haciendo en el pasado. Otra sería la de reconocer la
existencia de esos cambios, pero pensar que pueden explicarse y manejarse
sin necesidad de introducir algo así como un nuevo «paradigma» en el pen-
samiento jurídico (pensaba en autores como Guastini, Comanducci o, en
general, la «escuela genovesa»). Y la tercera postura es la de quienes piensan
que el nuevo fenómeno requiere también de una nueva teorización. Aquí
distinguía entre quienes (como Ferrajoli) piensan que la nueva teoría, el
nuevo «paradigma», viene a significar no otra cosa que la completa realiza-
ción del positivismo jurídico; y quienes (Dworkin, Alexy o Nino) propo-
nen ya, más o menos abiertamente, una teoría no positivista del Derecho.
Yo, como sabes, me incluyo en este último grupo. En un librito que he pu-
blicado recientemente (en Iustel) con Josep Aguiló y Juan Ruiz Manero he-
mos defendido la tesis de que nuestros Derechos están atravesados por una
tensión entre el componente autoritativo o institucional y el componente
sustantivo o valorativo. Nuestra crítica al positivismo jurídico consistiría
en su unilateralismo, esto es, en haber descuidado o, por lo menos, en no
haber dado toda la importancia que tiene a este segundo componente que,
para nosotros, tiene incluso cierta prioridad sobre el primero.
Imperio de la ley y constitucionalismo 315
esto quizás impide que despidamos así como así al positivismo jurídico),
pero incluso ese último ejercicio de autoridad que el derecho siempre lleva
consigo se ve permeado ahora por exigencias de racionalidad cada vez ma-
yores. Hemos avanzado mucho desde aquella incipiente motivación de las
sentencias y el silogismo deductivo hasta la exigente argumentación que
pesa sobre las decisiones actuales. Pero es eso lo que ha cambiado nuestra
visión. Si te pones unas gafas de esos colores la realidad cambia mucho, y
donde antes veías solo un derecho ves ahora todo un mundo de razones
y sinrazones, pesos y medidas, etcétera. Y eso sucede mires donde mires:
tanto si miras a la Constitución y su posición preeminente, como si miras a
la ley ordinaria, tanto si miras a una sentencia constitucional como si miras
a una sentencia de primera instancia.
De forma que comprenderás que desde ahí no me vea claramente en
tu clasificación de las posiciones constitucionalistas, porque ni ignoro la
importancia de la Constitución, ni creo tampoco que haya cambiado la
teoría del derecho. Me parece que se trata simplemente de un problema de
teoría, y que las incógnitas y los desacuerdos posibles han de estar mucho
más en cuestiones de teoría (la naturaleza de los principios, por ejemplo;
o el procedimiento de ponderación como argumentación racional) que en
la presencia de la Constitución. Con ello, además, se elude el peliagudo
problema de las teorías generales, particulares e intermedias. Porque no se
trata ya de que el objeto determine el alcance de la teoría sino de que la
teoría, aplicada a cualquier objeto, lo ve de su propia manera, descubre en
él extremos que con la vieja teoría no se veían. Y es una teoría, como deber
ser, de alcance general, que sirve tanto para Nueva Zelanda como para Ale-
mania, tanto para mirar a las constituciones de posguerra como para mirar
los viejos textos. Y esa manera de ver las cosas explica también desde una
nueva perspectiva el problema que tú señalas de la especial importancia
objetiva que parece haber adquirido actualmente el poder judicial. Porque
es cierto que el momento de la aplicación del derecho adquiere con la
exigencia de racionalización una importancia decisiva: la argumentación,
que tendría que ser exigible en cualquier estadio, parece sin embargo pro-
tagonizar este momento. Esto trae consecuencias que no me parece que se
hayan extraído tan claramente. Una es, desde luego, la que yo mencionaba
de la formación de los jueces de cara a la mejora de su práctica argumen-
Imperio de la ley y constitucionalismo 325
tativa. Otra es que hay que advertirles que del mismo modo que, según
Montesquieu, la persona del juez debería desaparecer tras la ley, ahora la
persona del juez debe desaparecer tras el razonamiento. Las sentencias han
de someterse a un control de racionalidad mucho más severo que el ante-
rior. Del mismo modo que se decía que la ley la conocía el juez (iura novit
curia) ahora ha de decirse que el juez ha de desarrollar con corrección el
razonamiento. Mi temor es, como digo, que en la formación de los jueces
no aparece todavía nada que les prepare especialmente para esto. Se les ha
atribuido un poder superior y más intenso pero todavía estamos lejos de
exigirles el rigor de razonamiento que tiene operar como límite a ese poder.
Esto no sé muy bien cómo se puede hacer y dónde nos puede llevar, pero
creo necesario recordarlo: no es el juez el que tiene el poder, sino la razón:
el juez es la boca muda de un razonamiento que debería poder ser aceptado
por una audiencia ilustrada (lo cual, dicho sea de paso, es incompatible
con el deber de poner mil sentencias al año de promedio).
Y por lo que respecta al legislador me parece que no hay por qué hur-
tarle todos los beneficios que se derivan de esa inyección de racionalidad
y complejidad, condenándole así a ocupar un lugar subalterno. Creo que
también es preciso hacerle ingresar decididamente en ese proceso. Tanto
más cuanto todavía seguimos manteniendo que es el depositario de la legiti-
midad política. Mejorar y racionalizar su actividad no puede sino mejorarlo
todo. Y recordarle, como he hecho con el juez, que por el hecho de haber
ganado las elecciones uno no puede hacer y deshacer a su antojo sin ofrecer
razones ni seguir procedimientos racionales. Es verdad que se trata de otro
tipo de racionalidad, pero está hoy entre nosotros (no así en Inglaterra o en
Alemania) muy abandonada. Y hay que recuperarla pronto, porque de lo
contrario acabaremos lamentándolo. En ambos casos, el del legislador y el
del juez, lo que me llena de asombro es que estemos encargando a la fun-
ción judicial y a la función legislativa una tarea tan sumamente compleja
como lo es la del incremento de la racionalidad en la construcción cotidiana
del ordenamiento jurídico y nos preocupemos tan poco de dotar personal,
económica y técnicamente a esos poderes. Y menos todavía de enseñar eso
en nuestras Facultades de Derecho. Ya verás ahora con los nuevos planes
de estudio lo difícil que es introducir materias para ello. Es incomprensible
pero así es, aunque entiendo que no es asunto de este diálogo.
326 Diálogos
Dicho todo esto, creo poder afirmar que mi libro encaja en ese panora-
ma que he dibujado, y encaja como una recuperación actual y racionaliza-
da del ideal del imperio de la ley. Y solo podría entenderse como una suerte
de alternativa excluyente a la Constitución si se considera la Constitución
como un ingrediente que altera por completo la naturaleza del orden jurí-
dico. Yo esto no lo veo así por las razones que he dado, y también porque
la Constitución misma, las constituciones en general, incluyen el imperio
de la ley, la obligación de someterse a él por parte de jueces y magistra-
dos, el principio de legalidad penal, la legalidad de los tributos, etcétera,
como exigencias propias. Sería una contradicción clamorosa que el texto
constitucional planteara como una exigencia central del orden jurídico
aquello precisamente que su existencia misma como Constitución se dice
que tiende a desplazar. Lo que sucede es que seguramente en el territorio
al que yo estoy mirando desde el libro, el territorio de la legalidad por así
llamarlo, ha de ponerse el acento más en una racionalidad basada en una
interpretación más literalista de los enunciados y en una aplicación más
deductiva del derecho, porque eso es lo que pide el espíritu mismo de la
idea de imperio de la ley.
RESEÑAS
El acoso moral en la relación de trabajo. Carlos Blancas Bustamante 329
Eguiguren, Francisco. La responsabilidad del Presidente. Razones para una reforma
constitucional. Lima: Fondo Editorial PUCP, 2007, pp. 19.
336 Heber Joel Campos Bernal
Según el Tribunal Constitucional el antejuicio político:
«[…] Es una prerrogativa funcional de la que gozan determinados funcionarios con el
propósito de que no puedan ser procesados ante la judicatura penal por los delitos
cometidos en el ejercicio de sus funciones, sin que medie un procedimiento con las
debidas garantías procesales ante el Congreso de la República y la consecuente acusa-
ción del propio legislativo.»
Mientras que el juicio político alude a:
«[…] las faltas políticas cometidas en el ejercicio de sus funciones, con la finalidad de
retirar el poder de quien hace mal uso de él e impedir que […] pueda ser reinvestido
de poder en el futuro».
338 Heber Joel Campos Bernal
***
Eguiguren, Francisco. Ob. cit., p. 258
La responsabilidad del Presidente. Razones para una reforma constitucional 339
Autoridades
Consejo de Facultad
Profesores Principales
César Delgado Barreto
Carlos Montoya Anguerry
René Ortiz Caballero
José Carlos Ugaz Sánchez-Moreno
Profesores Asociados
Alfredo Villavicencio Ríos
Giovanni Priori Posada
Rocío Villanueva Flores
Profesor Auxiliar
Iván Meini Méndez
Representantes estudiantiles
Alberto Cruces Burga
Andrés Dulanto Tello
José Humberto Saldaña Cuba
Daniel Elías Torres Cox
Facultad de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica del Perú
Autoridades
(2005-2008)
Consejo de Facultad
Javier de Belaunde López de Romaña
César Delgado Barreto
René Ortiz Caballero
Gastón Fernández Cruz
Francisco Avendaño Arana
Alfredo Villavicencio Ríos
Luis A. Bramont-Arias Torres
Giovanni Priori Posada
Memoria de la gestión del decano, julio 2005-junio 2008 345
Al final del período para el que fui elegido Decano de nuestra Facultad,
cumplo con presentar a los profesores y estudiantes la memoria de mi ges-
tión, en la que se destacan las más importantes actividades desempeñadas,
lo que se alcanzó y lo que quedó pendiente, con el ánimo de brindarles una
información certera sin agobiarlos con datos inútiles.
1.1. Planeamiento
1.1.1. Plan de Estudios
Una importante dificultad para nuestros alumnos que llevaban cursos elec-
tivos consistía en que no podían prever si la asignatura de su interés se
impartiría en el semestre en que querían llevarla.
Memoria de la gestión del decano, julio 2005-junio 2008 347
Nuestra Universidad cuenta con un Plan Estratégico para diez años (2000-
2010), que fue actualizado en 2007. La administración central había soli-
citado a todas las unidades que hicieran el esfuerzo de elaborar uno. Para
tales efectos, se procedió a elaborar los respectivos presupuestos (2006),
con el objetivo de realizar básicamente dos actividades:
1) Capacitación a las personas que trabajarían en la formulación del
Plan Estratégico
2) Elaboración del Plan Estratégico
En el primero de los casos, se realizó un curso de Capacitación dictado
por Centrum-Católica. Participaron en dicha actividad las autoridades de
la Facultad y del Departamento Académico, los profesores Giovanni Priori
e Iván Ortiz, la estudiante Claudia Dávila, y Walter Cusichaqui, personal
administrativo de la Facultad. Cabe señalar que se invitó a varios profesores
y alumnos. Dicha actividad estuvo supervisada por José Antonio Villagra.
Culminada la primera actividad, se procedió con el proceso de elabora-
ción del Plan Estratégico y se logró identificar más de 18 necesidades que
podrían ser objeto del desarrollo de proyecto. Al final se optó por desarro-
llar las siguientes actividades:
348 Javier
JorgeNeves Mujica
Avendaño V.
1.2. Ordenamiento
1.2.1. Nuevo Reglamento
vez a todos los alumnos este semestre y, en adelante, se les dará solo a los
ingresantes a nuestra Facultad.
1.3. Órganos
1.3.1. Consejo de Facultad
1.3.1.1. Conformación
1.3.1.2. Periodicidad
Por transparencia hemos decidido que las actas de las sesiones del Consejo
de Facultad, una vez aprobadas por este, se publiquen en intranet para que
todos nuestros profesores y estudiantes puedan acceder a ellas.
Los Decanos elegimos entre nosotros a cinco para integrar el Consejo Uni-
versitario. Nuestra Facultad, por su trayectoria, prestigio e importancia,
debe tratar de ser siempre una de las que conformen dicho órgano. En mi
período, fui elegido para ser uno de dichos integrantes.
El Consejo Universitario se reúne cada quince días. He participado en
casi todas sus sesiones.
Todos los Decanos somos miembros de la Asamblea Universitaria. Se-
siona un par de veces por año. También he concurrido a sus reuniones.
1.3.3. Áreas
2. Actividad académica
2.2. Publicaciones
2.3. Profesores
2005 2008
Mención 2006 2007 Total %
(julio-diciembre) (enero-mayo)
Sobresaliente 10 20 20 3 53 7%
Muy bien 16 52 48 11 127 17%
Bien 34 57 61 22 174 24%
Unanimidad
22 47 48 20 137 18%
s/m
Mayoría 13 50 40 12 115 15%
Desaprobados 23 47 52 19 141 19%
Total 118 273 269 68 747 100%
3. Actividad administrativa
3.1. Alumnado
3.2. Matrícula
Promedios solicitados
Promedios alcanzados
2008-1 al
Facultad 2005-2 2006-1 2006-2 2007-1 2007-2
17/03/08
15. Derecho 37.40 36.76 36.95 39.46 39.99
Nivel alcanzado
3.5. Notas
3.6 Encuestas
Tasa promedio
Tasa promedio de la
Tasa promedio de
facultad al 26 nov (fecha
Unidad la facultad luego de Incremento
de finalización del plazo
ampliación del plazo
inicial)
Facultad de
40% 46% 7%
Derecho
Resultados de encuestas virtuales desde 2006-2
3.7. Difusión
3.7.1. Página web
3.7.2. Boletín
4. Responsabilidad social
4.1. Programas
4.1.1. Prosode
4.2. Becas
5. Actividades sociales
Nuestra Facultad es una de las pocas en las que los propios estudiantes
organizan sus ceremonias de graduación al culminar su carrera. Este hecho
genera tres problemas. El primero consiste en que el programa permitía los
discursos de varios graduandos, de varios padrinos y del Decano, así como
la lectura de reseñas sobre cada graduando, con contenido a veces inapro-
piado. De este modo, la ceremonia tenía una duración de alrededor de
cuatro horas. Todo ello configuraba un maltrato a los padres y familiares,
muchos de los cuales concurrían a la universidad por primera vez. El se-
gundo, consiste en que se definía quiénes integraban la promoción por los
propios graduandos y se les entregaba una informal constancia de egreso.
Por último, el tercero consiste en que las ceremonias de graduación se efec-
túan varios meses después del egreso.
Se ha podido corregir buena parte de estos problemas. De un lado, si
bien la promoción sigue organizando la ceremonia, se ha condicionado la
participación del Decano al cumplimiento de un programa que solo ad-
mite breves discursos de un representante de la promoción, de uno de los
Memoria de la gestión del decano, julio 2005-junio 2008 363
5.2. Olimpíadas
6. Otros
Reseña Institucional
1. Asesoría legal
Se tiene un total de 5.144 atenciones, 3.787 casos nuevos y un total de 520
procesos judiciales en trámite (a julio de 2008).
Constituyen la esencia los casos de familia y, entre ellos, alimentos. Incre-
mentándose el número de casos administrativos.
2. Difusión legal
Se han realizado programas radiales en Radio R-700 y en Radio Canto
Grande. El programa «El Derecho a tu Alcance» es emitido permanente-
mente los días sábados a las 11:00 a.m. en Radio R-700 y constituye un
espacio destinado a los alumnos matriculados en el área.
En radio Canto Grande, se emite el programa «Tiempos de Conversar y
de Actuar» (producido por la Asociación «El Taller de los Niños») donde
también han participado estudiantes del área de Difusión Legal y profesio-
nales invitados.
El área contó con el apoyo de profesores y profesionales colaboradores. El
colaborador más destacado es el profesor Adrián Meléndez de la Facultad
de Ciencias y Artes de la Comunicación.
3. Educación legal
Durante el semestre 2007-II se realizaron cinco talleres en el Colegio Fe y
Alegría dirigidos a escolares y uno para padres de familia; cinco talleres en
372 Reseña Institucional
Jorge Avendaño V.
4. Actividades extracurriculares
Publicaciones.- El 10 de octubre de 2007 fue presentado, en acto público
el libro de Prosode llamado Proyección Social a través del Derecho y de
Prosode. 15 años proyectando el Derecho a la Comunidad, y contó con la
participación del Decano de la Facultad de Derecho y el Director de la
Dirección Académica de Responsabilidad Social (DARS). Asimismo, se
realizaron cuatro publicaciones del Boletín Construyendo Justicia.
Proyecto Enlace Pisco Derecho.- El 7 de octubre de 2007, Prosode
viajó a la ciudad de Pisco con la finalidad de brindar asesoría legal y capa-
citación a los pobladores de los distritos de La Alameda y El Comercio.
El 8 de diciembre de 2007 se realizó la Jornada de Capacitación en Sa-
neamiento de Propiedad y Posesiones Informales en la ciudades de Chin-
cha y Pisco, contando con la participación de los doctores Iván Ortiz, pro-
fesor coordinador de Prosode, Antonio Peña Jumpa y Luis Bacigalupo,
director de la DARS.
Talleres de capacitación.- Se apoyó a la Defensoría del Pueblo en la
realización del Taller de Capacitación sobre «El rol de la Defensoría del
Pueblo y las detenciones» llevado a cabo el sábado 17 de noviembre. El
taller se realizó en quince comisarías de Lima Sur y contó con la participa-
ción del Equipo de Educación Legal y alumnos y colaboradores de las tres
áreas de Prosode.
El 22 de junio y el 20 de julio de 2008, el equipo de Educación Legal
realizó los Talleres sobre Medio Ambiente y Participación Ciudadana y
Saneamiento Físico Legal, respectivamente, en el local comunal del asen-
Reseña Institucional 373
Otros proyectos
Prosode apoyó en la elaboración del Proyecto del Consultorio Jurídico
Gratuito en la ciudad de Pisco, el cual es liderado por el profesor Antonio
Peña Jumpa con el apoyo de la Dirección Académica de Responsabilidad
Social de la PUCP y la Cruz Roja.
Durante los meses de marzo y abril de 2008 se brindó orientación y
apoyo en la implementación del Consultorio Jurídico Gratuito del gremio
de Construcción Civil por encargo del Decano de la Facultad de Derecho
de la PUCP.
Discurso de Marcial Rubio Correa 375
Para entender este tema hay que recordar que el Derecho es una disci-
plina trimilenaria del conocimiento humano. El Código de Hammurabi,
texto escrito de la Mesopotamia conservado en una piedra de regular tama-
ño, es del año 1692 antes de Cristo. La Ley de las XII Tablas romana es de
490 antes de Cristo y la compilación justinianea, que en muchas partes se
parece notablemente a nuestros códigos, es de 532 después de Cristo. Las
raíces del Derecho anglosajón, la otra gran rama del Derecho occidental,
están en la conquista de Inglaterra por Guillermo, el duque de Normandía,
el año 1066 después de Cristo. De todo esto, lo más joven en la historia del
Derecho tiene novecientos cincuenta años.
Nosotros, los que ingresamos aquel 1967 estudiamos, entre otros tex-
tos jurídicos vigentes, el Código Penal de 1924, el Código Procesal Civil
de 1912 y el Código de Comercio de 1902. La Constitución de 1933 era
joven por comparación y no tenía la importancia real que tiene la Consti-
tución en nuestra vida jurídica contemporánea.
Hago este relato para que podamos aquilatar la dimensión del proyecto
que ese año, sin que muchos de nosotros supiéramos, ponía ya en ejecución
el joven decano Avendaño. Se había propuesto, nada menos, que moderni-
zar la enseñanza jurídica en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Vista desde hoy, fue una tarea épica y correcta. En ese entonces no
todos la apoyaron pero el joven Decano contó con el significativo respaldo
de muchos profesores que se iniciaban en la cátedra y, sobre todo, de otra
autoridad universitaria de aquel entonces que creía en la modernidad y el
cambio: el Rector, padre Felipe Mac Gregor, quien acompañó permanen-
temente la tarea emprendida y dio lugar a una larguísima amistad entre
ambos que solo terminó con la desaparición de nuestro querido padre Mac
Gregor hace pocos años, hoy epónimo del edificio más cercano al Cielo
que existe en nuestro campus.
No se puede resumir la variedad de cambios que se introdujo en la
reforma de Derecho de aquellos años pero sí se puede afirmar que, con
relación al pasado, fue como la caída de un Antiguo Régimen en manos
de una joven generación de modernizadores y, en más de un aspecto, de
verdaderos revolucionarios académicos.
Tal vez el giro más importante que el decano Avendaño hizo dar a la
Facultad de la década de 1960 pueda resumirse diciendo que la hizo mirar
Discurso de Marcial Rubio Correa 377
para adelante en vez de para atrás. No fue exactamente como olvidarse del
pasado y mirar al futuro. Tal vez es más propio decir que, sólidamente an-
clado en sus raíces trimilenarias, el Derecho se empezó a enseñar haciendo
crecer las ramas y dando a la vida el verde de las hojas.
No era una tarea fácil de inventar, y decimos así porque esa reforma
fue verdaderamente un invento. Siempre es más fácil buscar la seguridad
de repetir mejor lo que antes se hacía un poco peor. No fue el caso. Entre
los cambios principales podemos indicar los siguientes:
Se reconoció que el Derecho era una disciplina del conocimiento huma-
no (una ciencia dicen muchos) que tenía conexión con muchas otras. Desde
entonces, la enseñanza de nuestra Facultad se halla abierta a la complemen-
tariedad con la contabilidad, la economía, la sociología, la antropología,
la filosofía, la administración de negocios, las técnicas contemporáneas de
resolución de conflictos y las áreas de frontera de la interdisciplinariedad ju-
rídica como la física (hay que saberla para ser un buen especialista en Dere-
cho de concesiones eléctricas) o de las telecomunicaciones (hay un derecho
en expansión en estos ámbitos de la vida contemporánea).
Se estableció una reforma consiguiente del plan de estudios. Los cursos
ya no estaban dedicados exclusivamente al Derecho sino que se lo combi-
naba con los otros conocimientos indispensables: un salto que pocas carre-
ras están dispuestas a dar. Esto hizo que los ex alumnos de la reforma de
Derecho se insertaran con liderazgo en las principales transformaciones del
Derecho contemporáneo en el Perú, bien como funcionarios bien como
abogados defensores de interés de las partes.
Se abrió la conexión con el Derecho anglosajón que era un sistema
separado y, hasta ese momento, visto como excluyente del romano-germá-
nico al que pertenecemos. Esto facilitó la presencia de nuestros ex alumnos
en los postgrados ingleses y norteamericanos y abrió la vía del acceso a
teoría y estudios de síntesis que son hoy parte normal de nuestro panorama
académico.
Se modernizó completamente el método de enseñanza en clase, favo-
reciendo la lectura previa del material vinculado al tema a tratar y el desa-
rrollo de una clase activa con participación intensa del alumnado. Se buscó
desarrollar la capacidad de lectura, la participación crítica y la educación
basada en el planteo de problemas a solucionar antes que en la repetición
378 Discurso de Marcial
JorgeRubio Correa
Avendaño V.
Sin embargo, han sido sus dedicaciones como profesor y como aboga-
do en ejercicio las constantes de su vida.
En materia de Derecho Civil y específicamente de los Derechos Reales
ha escrito y reescrito tanto doctrina como las propias leyes. Fue miembro de
la Comisión Reformadora del Código Civil y elaboró la parte de Derechos
Reales para el texto de 1984. Desde 2002 preside la comisión encargada de
elaborar el anteproyecto de la Ley de Reforma del Código Civil y fue Presi-
dente de la comisión que hizo el anteproyecto de la Nueva Ley de Garantía
Mobiliaria, ya vigente con el número 28677. También fue miembro de la
Comisión de Revisión del Anteproyecto de la Ley General de Sociedades.
Todos estos dispositivos son muy importantes en la vida jurídica del país.
Además de la posición destacada que tiene como abogado peruano,
ha sido miembro de la Corte de Arbitraje Internacional de la Cámara de
Comercio Internacional de París durante los años 1995 a 1999 y miembro
de la Latina, desde 1999 hasta hoy.
Combinó siempre la vida profesional con la enseñanza universitaria. Lle-
vé su curso de Derechos Reales en 1968 y lo recuerdo siempre en clase con
su Código Civil bajo el brazo, como lo solía dibujar José María (Chema) Sal-
cedo, a la sazón mi compañero de clase. Pero, aunque para esa época aún no
hacía materiales de enseñanza ni dictaba clase activa, el profesor Avendaño
no hacía aprender de memoria las cosas. De las muchas que dijo durante ese
curso anual que llevé con él, recuerdo siempre su frase «el buen abogado es el
que sabe identificar el problema y también sabe dónde buscar la respuesta».
En aquel entonces no me pareció tan adecuada como me parece hoy.
Mi profesor Avendaño, y la vida, me enseñaron que eso es absolutamente
cierto: que lo importante no es tener respuestas, sino preguntas que generen
una respuesta, y más preguntas aún; que la metodología de trabajo y la cla-
ridad de pensamiento son el eje de un manejo diestro del Derecho; que una
lógica del buen pensar unida al desarrollo del sentido común, en el buen
significado de la expresión, y unida a todo ello la mejor forma posible de
expresión, son las armas con las que se puede llegar a ser buen abogado.
En cierta medida, identificar el problema y saber donde buscar la solu-
ción es una forma de sintetizar la manera en que la reforma (permanente)
en la Facultad, trata de conducir nuestra labor de enseñanza y la de apren-
dizaje de nuestros alumnos.
382 Discurso de Marcial
JorgeRubio Correa
Avendaño V.
Esto debe ser complementado con aquella otra imagen que utilizamos
antes: sólidas raíces dedicadas a producir las hojas verdes del futuro. Una
de las características del pensamiento del profesor Jorge Avendaño es el
cultivar a la vez el conocimiento de nuestra herencia jurídica, con el exa-
men de los campos nuevos, de frontera.
Sin el conocimiento de los derechos considerados clásicos (civil, penal,
constitucional, administrativo, procesal y comercial) un estudiante jamás
será buen abogado. Le faltará la base que le permita comprender a profun-
didad su disciplina y la evolución que sufra.
Pero si solo se forma en el conocimiento clásico, será un abogado ob-
jeto de museo y rápidamente quedará atrás, desconectado de la profesión,
porque será incapaz de explorar lo nuevo, de comprenderlo y aplicarlo.
También transmitió eso a la reforma de Derecho, que busca raíces para
producir hojas verdes. Felizmente es así porque, en los últimos treinta años,
nuestra realidad jurídica dio un vuelco tremendo: desaparecieron discipli-
nas enteras y aparecieron otras que hoy son indispensables. Solo quien tie-
ne raíces y maneja el tronco del Derecho puede explorar las ramas, cambiar
de una a otra y, eventualmente, hacerlas desarrollar. El que se afinca en una
rama y no conoce el tronco, será experto en una pequeñísima parte del
Derecho y nunca comprenderá la sistemática de la copa del árbol del saber,
ni tendrá la ruta que permite ir y volver de cada rama. La especialización
es indispensable, pero tan indispensable como la sólida formación integral
en el Derecho.
Coincide esta manera de pensar con el principio general de enseñanza
superior que tiene nuestra Universidad y que se materializa en la existencia
de unos estudios generales iniciales, para luego proceder con las carreras:
en el Derecho como en lo demás, nuestra formación busca ser integral,
profunda y diversificada. En nuestro caso, queremos un abogado que co-
nozca El Derecho y que además, sea todo lo culto que pueda llegar a ser.
Todo eso lo hará mejor abogado.
Es la manera como enseñamos, como nos perciben y una razón por
la cual, quienes fabrican abogados especializados, nos critican e ironizan.
También es una muy buena razón para el reconocimiento de la calidad que
tienen nuestros egresados y, sobre todo, para su capacidad de adaptación y
de aprendizaje de los mundos nuevos del Derecho.
Discurso de Marcial Rubio Correa 383
«el agua y el viento dicen», que la consigna con sus nietos es la misma que
la que ya enarboló con sus hijos: ¡Los estudios universitarios, en la Cató-
lica!, en esta Universidad en la que él se graduó de bachiller en 1955, de
abogado en 1956 y de Doctor en Derecho en 1964.
Jorge, el colega profesor de estos tiempos, el «hermano mayor» porque
nos da el lugar de colegas amigos a los que somos menores que él, sigue
enseñando en pregrado y postgrado; sigue coordinando la maestría en De-
recho de la Empresa, modernizándola y diversificándola; sigue asesorando
a la Universidad en diversos asuntos profesionales y defendiéndola diestra-
mente, a ratos florete en mano, en más de un pleito trascendental.
La medalla Jorge Dintilhac que hoy recibe es una distinción que se une
a otras muy diversas pues es profesor honorario de la Universidad Nacio-
nal San Agustín de Arequipa, de la Universidad Privada de San Pedro de
Chimbote, de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa y de
la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Es miembro de número de la
Academia Peruana de Derecho a la que preside según elección realizada
hace pocas semanas. Es miembro del Consejo Consultivo de la Presidencia
del Poder Judicial y miembro honorario del Colegio de Abogados de Are-
quipa. También ostenta las Palmas Magisteriales en el grado de Amauta,
otorgadas por el Ministerio de Educación en el año 2006.
Sin embargo, esta medalla debe tener algo especial para él porque el
escudo de la Universidad que lleva impreso, contiene algo invisible de la
vida de Jorge. Si ustedes se fijan, las velas del barco están hinchadas. El
viento no se ve en el dibujo pero vaya que existe: no lo sopla Eolo sino el
esfuerzo cotidiano de quienes construyen la Universidad y Jorge ha tenido
una participación muy importante, esforzada y perseverante a lo largo de
más de medio siglo, en que esas velas estén hinchadas para que el barco
avance hacia su «luz que brilla en las tinieblas».
Por eso, hoy es día de agradecer a Jorge tantos años incondicionales
con nosotros, tanta vida puesta en la Universidad con éxito y, por supues-
to, la vida suya que hoy se agolpa en el presente, para seguir hinchando las
velas de nuestro barco en el futuro.
Querido Jorge: muchas gracias.
Otorgamiento del Doctorado Honoris Causa al profesor Néstor Pedro Sagüés 385
Sagüés sostiene que actualmente existe una sociedad más exigente en mate-
ria de justicia y más intolerante frente a la injusticia. Estas nuevas deman-
das comunitarias han empleado y emplearán al Derecho Procesal Constitu-
cional como herramienta para requerir pronunciamientos jurisdiccionales
concretos y puntuales que satisfagan sus reclamos. Es así que importantes
sectores de la sociedad recurren a los tribunales peticionando o exigiendo,
392 Francisco José Eguiguren Praeli
Pero este desarrollo del Derecho Procesal Constitucional como una joven
disciplina autónoma, afronta también riesgos que lo ponen a prueba. El
doctor Sagüés los identifica en distintos ámbitos, como la magistratura
constitucional y los procesos constitucionales.
En la «magistratura constitucional», reviste especial importancia deter-
minar cuál es el perfil deseable del juez constitucional. Explica Sagüés que
un Derecho Procesal Constitucional más activo va a exigir también jueces
constitucionales idóneos, muy entrenados en lo constitucional, muy res-
ponsables en cuanto al efecto de sus sentencias y muy independientes.
Quiero resaltar la importancia de la independencia de los magistrados
constitucionales, pues de ello dependerá, en gran medida, el desempeño de
su labor. El hecho que en muchos países, como el nuestro, el nombramien-
to de los magistrados constitucionales provenga del Congreso, o tenga una
participación e injerencia relevante de los órganos políticos (Poderes Legisla-
tivo y Ejecutivo), permite comprender lo decisivo del tema. Y es que si tales
nombramientos recaen en personas que carecen de la idoneidad profesional
y moral, o se basan esencialmente en consideraciones político partidarias,
la magistratura constitucional se verá seriamente afectada en su prestigio y
credibilidad. La intervención, a veces decisiva, de los órganos (políticos) que
serán controlados en la designación de quienes estarán encargados de «con-
trolarlos», demanda altos grados de madurez que impidan caer en la tenta-
ción de designaciones meramente políticas. Para establecer un contrapeso a
dichos procedimientos de designación de magistrados constitucionales, será
importante el papel vigilante y fiscalizador que cumplan las organizaciones
académicas, gremiales y de la sociedad civil; así como de la prensa.
Otorgamiento del Doctorado Honoris Causa al profesor Néstor Pedro Sagüés 393
Sagüés señala que el principal reto del Derecho Procesal Constitucional, está
referido a la «determinación y delimitación de su extensión y contenido,
394 Francisco José Eguiguren Praeli
El concepto de «desconstitucionalización»
Introducción
Sobre esta acepción y su enunciado en Barthélemy y Duez, y en Esmein y Nézard, ver
Kägy, Werner. La Constitución como ordenamiento jurídico fundamental del Estado.
Investigaciones sobre las tendencias desarrolladas en el moderno Derecho Constitu-
cional. Sergio Díaz Ricci y Juan José Reyven (traductores). Madrid: Dykinson, 2005,
pp. 140-141.
400 Néstor Pedro Sagüés
Ib.
Ib., p. 142
Ver Posada, Adolfo. «El principio del Führer o la desconstitucionalización del Estado».
La Nación, Buenos Aires, 6 de mayo de 1935, cit. por Segundo V. Linares Quintana.
Tratado de la ciencia del derecho constitucional. Segunda. edición. Buenos Aires: Plus
Ultra, 1977, tomo 1, pp. 182-183.
El concepto de «desconstitucionalización» 401
Linares Quintana, Segundo V. Tratado de la ciencia del derecho constitucional, ob. cit.,
pp. 183-193.
402 Néstor Pedro Sagüés
Cfr. Esmein, A., Éléments de Droit Constitutionnel français et comparé. Sétima edición.
París: Recueil Sirey, 1921, tomo I, p. 580; Prélot Marcel y Boulois, Jean. Institutions
politiques et droit constitutionnel. Octava edición. Paris: Dalloz,1980, p. 197.
Hemos utilizado tal sentido de la palabra «desconstitucionalización». Sagüés, Néstor Pe-
dro. Teoría de la Constitución. Primera reimpresión. Buenos Aires: Astrea, 2004, p. 358.
El concepto de «desconstitucionalización» 403
Cfr. Kägy, Werner. Ob. cit., p. 54 y ss., 62, 137 y ss.
Sobre la aceptación del quebrantamiento de la constitución (infracción para un caso
específico) en virtud de que «su necesidad resulta de la situación especial de un caso
concreto, de una coyuntura anormal imprevista», «en interés de la existencia política
del todo», y como muestra de «la supremacía de lo existencial sobre la simple norma-
tividad», ver Schmitt, Carl. Teoría de la Constitución. Reimpresión. Madrid: Revista de
derecho privado, s/f, p. 125. El autor puntualiza que el quebrantamiento no significa
una reforma constitucional, ya que el texto quebrantado continúa en vigor.
10
Así, se llegó a decir que «El Führer y Canciller del Reich es el delegado plenipoten-
ciario y constituyente del pueblo alemán que, sin atención de los requisitos formales,
determina la configuración de la forma externa del Reich como asimismo la política
general […] En el Führer se reúne todo el poder del pueblo alemán», incluso «la máxima
autoridad jurisdiccional». Ver Werner, Kägy. Ob. cit., p. 144, nota 154, con mención
como fuente de H. Frank y Carl Schmitt.
404 Néstor Pedro Sagüés
11
Cabe recordar que respecto de la constitución de Weimar, fue frecuente el uso de la
llamada reforma «implícita», que consistía en decidir una enmienda constitucional con
la mayoría legislativa requerida por el artículo 76 de aquel texto, pero sin expresar
que se reformaba a la constitución. Por ello, no era claro determinar en múltiples
casos, si mediaba o no reforma. Para terminar con esa práctica, algunas constituciones
modernas, como la alemana, demandan que si se reforma la constitución, ello se diga
expresamente en el acto reformatorio. Ver de Ignacio, Otto. Derecho constitucional.
Sistema de fuentes. Barcelona: Ariel, 1987, pp. 62-63.
12
Loewenstein, Karl. Teoría de la Constitución. Alfredo Gallego Anabitarte (traductor).
Segunda edición.(Barcelona: Ariel, 1976, p. 222 y ss. Las cursivas son nuestras.
El concepto de «desconstitucionalización» 405
13
Ib., p. 231.
406 Néstor Pedro Sagüés
14
Sánchez Agesta, Luis. Principios de Teoría Política. Tercera edición. Madrid: Editora
Nacional, 1970, pp. 341-342.
15
Hauriou, Maurice. Principios de derecho público y constitucional. Segunda edición.
Carlos Ruiz del Castillo (traductor). Madrid: Reus, s/f, pp. 331-332. Debe recordarse
El concepto de «desconstitucionalización» 407
8. Reexamen
16
No abordamos aquí el debate sobre la posibilidad de que la costumbre derogue una
regla de la constitución formal. Nos inclinamos a la doctrina que así lo acepta: ver
nuestra Teoría de la Constitución, ob. cit., p. 413 y ss., adonde derivamos al lector.
17
Sobre la interpretación mutativa (que puede quitar algo al texto constitucional, agre-
gárselo o realizar ambas operaciones: mutación por sustracción, adición y mixta), y
en cuanto la interpretación manipulativa, nos remitimos a Sagüés, Néstor Pedro. La
interpretación judicial de la constitución. Segunda edición. Buenos Aires: LexisNexis,
2006, pp. 42 y ss., 165 y ss.
18
Cabe recordar que como enseña Kelsen, la ley inconstitucional vale como constitucio-
nal mientras no sea declarada inconstitucional. En realidad, agrega, es constitucional
hasta que se produzca su descalificación como inconstitucional. Cfr. Kelsen, Hans.
El concepto de «desconstitucionalización» 409
Teoría general del Derecho y del Estado. Tercera edición. Eduardo García Maynez
(traductor). México: UNAM, 1969, p. 187.
410 Néstor Pedro Sagüés
9. Reflexiones axiológicas
19
Ello importa concluir que el derecho constitucional actual no es ideológicamente neu-
tro. Nos remitimos a Sagüés, Néstor Pedro. Teoría de la Constitución, ob. cit., p 107.
El concepto de «desconstitucionalización» 411
de los poderes era la ciudad de Buenos Aires), ello puede ser una opción
discrecional para el constituyente, ni buena ni perversa.
En otro orden de ideas, si una regla constitucional notoriamente ile-
gítima es (felizmente) incumplida y termina derogada por desuetudo, o
por una interpretación mutativa por sustracción, ese vaciamiento puede
festejarse. Por ejemplo, los artículos 55, 89 y 111 de la constitución ar-
gentina demandan para ser senador, presidente, vicepresidente y juez de
la Corte Suprema, contar con un ingreso económico significativo (2.000
pesos fuertes de renta), y tal cláusula, de corte oligárquico, bueno es que
haya quedado ahora desconstitucionalizada por una experiencia jurídica
que prácticamente nunca la aplicó.
10. Colofón
Pace, Alessandro. «Omaggio a Pizzorusso». En Le fonti del diritto, oggi. Giornate di
studio in onore di Alessandro Pizzorusso. Pisa: Edizione Plus, 2005, p. 15.
416 Gorki Gonzales Mantilla
Este hecho sería el primer indicio de la ruta que Pizzorusso había inau-
gurado. Por ello se recuerda, entre otras, la cuestión de constitucionalidad
promovida por él mismo contra la disposición del Código de Procedimien-
tos Penales que condicionaba la acción penal contra los oficiales o agentes
de policía por actos de violencia o delitos cometidos en el ejercicio de su
función. Esta Cuestión también provocaría una reacción favorable de la
Corte Constitucional a través de la sentencia N° 94 de 1963.
Muchos cambios vendrían luego, condicionados por la impronta cons-
titucional intuida y al mismo tiempo, asumida racionalmente por quienes
como Pizzorusso entendían la necesidad de erradicar las huellas del fas-
cismo presentes en el ordenamiento jurídico, en abierto contraste con la
Constitución y el significado que esta tenía para la democracia. Se trataba
de una elección personal, de una capacidad de indignarse, de una actitud
comprometida y dispuesta a identificar y hacer frente a las cuestiones cru-
ciales que debían ameritar la atención de la Corte Constitucional.
La capacidad de indignarse es fehaciente no solo en su tránsito por la
judicatura. Pizzorusso manifiesta esta actitud a lo largo de su obra, como
la condición que persigue, a toda costa, el objetivo de concretar los valores
de la Constitución.
No hay que olvidar —como ha sido debidamente recordado por el
profesor Gustavo Zagrebelsky— que Pizzorusso pertenece a la generación
de aquellos que se dedicaban al estudio de la Constitución animados por
una actitud de adhesión cultural y política a los contenidos de esta. No se
trataba de una elección profesional más. Pizzorusso es uno de los mayores
representantes del empeño que en los tiempos actuales se ha transformado
en la defensa de la Constitución contra todas sus amenazas.
Si la defensa de la Constitución, como parece obvio, no solo corres-
ponde a los constitucionalistas, Pizzorusso antepone una punzante afirma-
ción, válida incluso para nuestros países. En su ensayo titulado «Riformare
la Costituzione» el profesor de Pisa advierte que quizás la falta de respeto a
la Constitución se deba en parte a la falta de empeño cultural de parte de
los juristas y de los constitucionalistas.
Zagrebelsky, Gustavo. «Lezione di coerenza». En Le fonti del diritto, oggi. Ib., p. 44.
Otorgamiento del Doctorado Honoris Causa al profesor Alessandro Pizzorusso 417
en 1932. Algo semejante ocurre con «Le minoranze nel diritto pubblico
interno» de 1967, pues antes de este ensayo nada semejante se había pu-
blicado en Italia. Y Pizzorusso ha continuado con este empeño desde sus
reflexiones sobre las minorías en la representación parlamentaria, hasta las
minorías lingüísticas y regionales como piezas vitales de una arquitectura
constitucional abierta a la historia.
La buena teoría que Pizzorusso ha cultivado con insistencia se abrió
paso —como ha dicho Alessandro Pace— para revocar perentoriamente
las premisas del positivismo jurídico. En esa ruta el profesor de Pisa, puso
de relieve que valorar la Constitución implicaba valorar la posición del
intérprete. Este tenía al frente —como advierte Pizzorusso— un margen
de actuación que se ampliaba a través de los principios provistos por la
Constitución, y a la vez tenía la obligación de justificar con más intensidad
sus decisiones.
La buena teoría ha sido un arma con la cual Pizzorusso ha mostrado
su capacidad de indignación y abierta disconformidad con las arremetidas
de la política contra la Constitución. Allí están sus obras Valorizzazione
della Costituzione (1947), La Costituzione. I valori da conservare, le regole da
cambiare (1996), Diritto e potere nell`a Italia di oggi, La costituzione ferita
(1999); «Una riforma costituzionale da rifiutare a scatola chiusa» (2004).
Son entre otros, los trabajos donde el escritor de largo aliento, reflexiona
sobre la coyuntura e incide sobre ella con el bisturí de su pluma y la pasión
de sus convicciones. Cuestiona las modificaciones de la Constitución que
han buscado acentuar los rasgos de un inusitado presidencialismo impulsa-
do por ciertas mayorías contingentes. Discrepa en suma de la perversa idea
de convertir a la Constitución en un instrumento de la política.
La misma actitud crítica, dispuesta a repensar el escenario judicial que
la Constitución demanda, está presente en la obra de Pizzorusso, como
extensión imparable de su lucha emprendida años atrás desde la judicatura.
La fuerza y profundidad de su pensamiento son puestas al servicio de forta-
lecer la posición del juez en su papel reconstructivo del tejido social, en su
función que, más allá de los casos concretos, permite dilucidar el sentido
Pace, Alessandro. Ob. cit., p. 16.
Loc. cit.
420 Gorki Gonzales Mantilla
Muchas gracias,
Es para mí un gran honor recibir el alto título que esta gloriosa Pontificia
Universidad Católica del Perú ha querido concederme y deseo en primer
lugar expresar mi gratitud a las autoridades que ha así lo han acordado, así
como a las generosas palabras con las cuales el profesor Gorki Gonzales
Mantilla ha tenido a bien presentarme. Precisamente, tomando como pun-
to de partida, su referencia a mi actividad en el derecho comparado y para
valorar adecuadamente el desarrollo que este ha conseguido en los últimos
años, tanto en el ámbito de la investigación y en la educación legal, cuanto
en la actividad de reforma legislativa y en la actividad judicial y forense, se
hace necesario recordar cuál fue la situación de los estudios jurídicos y de la
práctica del derecho existente cuando este proceso evolutivo tuvo inicio.
El punto de referencia es, entonces, el momento en el cual se pudieron
completar el orden para las relaciones entre los Estados, realizado en la
época de los tratados de Vestfalia (1648), a partir de los cuales cada monar-
ca superiorem non recognoscens podía considerarse in regno suo como titular
de la misma potestad legislativa de la cual hasta aquel momento, teórica-
mente almenos, se reconocía como titular únicamente el emperador.
En virtud de este orden, el poder de hacer leyes correspondía a cada Es-
tado en relación con el territorio y el núcleo de personas sobre las cuales este
ejercitaba su soberanía y, al interior de la organización estatal, al monarca
reinante, de conformidad con el dicho según el cual quod principi placuit
422 Alessandro Pizzorusso
cuatro siglos han terminado por dividirse entre ellos, todos los territorios
emergentes (salvo la Antártida) y también amplias porciones del mar y de
la atmósfera.
En efecto, particularmente en estos últimos decenios se ha comenzado
a tener en cuenta, cómo el extraordinario desarrollo de la técnica ha deter-
minado situaciones con referencia a las cuales, la concepción de soberanía
estatal como un poder tendencialmente absoluto, resulta poco convicente,
sea porque existen casos que ninguna autoridad dotada de poderes legisla-
tivos está en grado de controlar plenamente, sea porque los valores sobre
los cuales este pudo fundarse, son en larga medida condicionados por re-
glas técnicas, cuya observancia tiene prácticamente un carácter mucho más
vinculante de aquel que podrían asumir las reglas jurídicas, las cuales, tam-
bién dotadas de la autoridad de la ley, vinieron a separarse de los resultados
de las investigaciones de los científicos.
Casos de este género se constatan, por ejemplo, en el ámbito de las re-
laciones comerciales internacionales, cuyo enorme desarrollo ha impuesto
el recurso a formas de resolución de controversias que se separan cada vez
con más frecuencia de las reglas establecidas por los ordenamientos jurídi-
cos de los Estados (e incluso también de las reglas internacionales) para dar
vida a una suerte de nueva lex mercatoria formada, a la par que aquella ope-
rante en épocas históricas lejanas en el tiempo, de costumbres o de reglas
establecidas mediante convenciones privadas, hasta ahora no escritas, pero
observadas más rígidamente que aquellas derivadas de los ordenamientos
estatales o del mismo derecho internacional.
Entre los ejemplos de ordenamientos formados en todo o en gran me-
dida por fuentes constituidas por actos de derecho privado (y también de
actos de derecho no estatal), los cuales prevalecen sobre las fuentes previstas
por el derecho del país, sin que se recurra a los procedimientos que debe-
rían seguirse para hacerlo operativo también sobre el plano internacional,
se puede anotar antes que nada el caso de la informática, con referencia a
la cual es difícil localizar los hechos que debieron dar lugar a las consecuen-
cias de carácter jurídico de relevante entidad.
Otro ejemplo de este género es el que deriva de la actividades deporti-
vas que son disciplinadas por las reglas establecidas y ejecutadas por sujetos
privados o por instituciones extranjeras, cuyas decisiones producen efec-
426 Alessandro Pizzorusso
Honorarios
Eméritos
Profesores Principales
Profesores Asociados
Profesores Auxiliares
*
Este Consejo es creado por acuerdo del Consejo Editorial, en sesión de fecha 24 de
junio de 2008.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ
REVISTAS