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Trouillot

Una historia impensable. La Revolución Haitiana como un no-acontecimiento

Impensar una Quimera

“no hay ninguna actividad entre nuestros negros (……) Ni siquiera piensan en ello. Son muy
tranquilos y obedientes. Una revuelta entre ellos es imposible. Los negros son muy obedientes y
siempre lo van a ser”.

Meses después se produce la más grande insurrección de esclavos de la historia. Pero se siguió
pensando lo que dice la cita, ya que cuando la realidad no coincide con creencias profundamente
arraigadas, los seres humanos tienden a formular interpretaciones que fuerzan para acomodarla
dentro de los límites de estas creencias. Elaboran formulas para reprimir lo impensable y
devolverlo al reino del discurso aceptado.

Estas creencias arraigadas sobre los negros no se basan tanto en hechos empíricos como si
ontológicos (que es propio del ser), una organización implícita del mundo y sus habitantes. Era
impensado que los negros se revelaran porque era imposible que eso pase en la mente de los
blancos, pero no solo de ellos, en la mente de los negros también. De este modo la Revolución
Haitiana entró en la historia con la característica peculiar de ser impensable, incluso mientras
ocurría.

¿Pueden las narrativas históricas transferir argumentos que son impensables en el mundo en que
esas narrativas se desarrollan? ¿Cómo escribir una historia de lo impensable? ¿Hasta qué punto la
historiografía moderna de la Revolución Haitiana -como parte de un continuo discurso occidental
sobre la esclavitud, la raza y la colonización- ha roto sus vínculos de hierro con el medio filosófico
en que nació?

Cierta idea del hombre

Occidente fue creado en algún momento del siglo XVI y desde entonces los filósofos se empezaron
a preguntar ¿Qué es el hombre?

Mientras los filósofos discutían esto, los hombres europeos, en nombre de la colonización,
conquistaban, dominaban y esclavizaban a otros seres que, al menos algunos, creían igualmente
humanos. El debate entre Bartolomé de Las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda sobre la naturaleza y
el destino de los indios es un ejemplo de este permanente encuentro entre lo simbólico y lo
práctico. de Las Casas creía tanto en la colonización como en la humanidad de los indios. La
colonización se impuso.

El siglo de la Ilustración también fue un siglo de confusión. No había una única visión de los negros
ni de ningún grupo no blanco. Más bien, los grupos no europeos fueron forzados a encajar en
diversos esquemas filosóficos, ideológicos y prácticos. Todos estos esquemas reconocían grados de
humanidad. O sea, algunos seres humanos lo eran más que otros, sobre bases ya sean ontológicas,
éticas, políticas, científicas, culturales o simplemente pragmáticas. En la cima estaba el Hombre
europeo masculino, y en la base el indio americano y ultimo el negro.

El Renacimiento justificó ideológicamente la esclavitud del negro, de forma ontológica. Pero en el


siglo XVIII, la práctica del tráfico de esclavos confirma empíricamente esa ideología y la transforma
de filosófica a racismo científico, y esto gracias a la colonización. Es decir, la práctica de la
esclavitud en las Américas reafirma la posición de los negros en el nivel más bajo de la especie
humana.

Hacia mediados del siglo XVIII, los argumentos que justificaban la esclavitud en las Antillas y
Norteamérica se trasladan a Europa, donde se combinan con la carga racista del pensamiento
racionalista de la época. La literatura francesa es reveladora, pero no es la única. Buffon, un mono-
genetista, sostenía que los negros no eran una especie diferente, pero eran lo suficiente para ser
esclavizados. Voltaire decía que pertenecían a una especie diferente culturalmente destinada a ser
esclava. Que el bienestar de estos y muchos pensadores dependieran del trabajo esclavo no puede
haber sido irrelevante para sus eruditas opiniones.

La Ilustración, así, exacerbó la ambigüedad entre discurso ontológico y la practica colonial. Si


bien se reformulan las respuestas heredades del Renacimiento, la pregunta “¿Qué es el Hombre?”
sigue tropezando con las prácticas de dominación y de acumulación mercantil. La Ilustración fue
una era en la cual un luchador por la libertad como Thomas Jefferson podía poseer esclavos sin
desacreditarse por sus contradicciones intelectuales y morales.

En Francia, en 1789 con la Declaración de los Derechos del Hombre, Mirabeau quería conciliar los
principios de esta con las políticas sobre las colonias. Pero la declaración nos habla sobre los
“Derechos del Hombre y del Ciudadano”, donde los negros esclavos estaban excluidos. La facilidad
con que la Asamblea Nacional eludió sus propias contradicciones permeó las practicas de la
Ilustración. Además, se debe distinguir entre la defensa de la esclavitud y el racismo de la época:
uno podía oponerse a la primera (por razones prácticas) y no a la otra (por razones filosóficas).
Voltaire era racista, pero se oponía a la esclavitud en términos prácticos más que morales. Igual
Adam Smith, no porque creyera en la igualdad de los negros, sino porque consideraba demasiado
costosa la empresa.

Sin embargo, la Ilustración produjo un cambio de perspectiva. La idea de progreso sugería que los
hombres eran perfectibles. Por ende los subhumanos, los negros, también. La perfectibilidad se
convirtió en un argumento del debate práctico: el otro occidentalizado lucía más rentable para
Occidente si podía convertirse en un trabajador libre. Finalmente, existía un grupo pequeño y
elitista de filósofos y políticos anticolonialistas que no deberíamos pasar por alto.

Las reservas en la metrópolis no tuvieron impacto en el interior del Caribe o en África, ya que el
tráfico de esclavos creció de 1789 a 1791 mientras los debates se hacían más vehementes.
Además, eran pocos los políticos y filósofos que atacaban el racismo, el colonialismo y la esclavitud
como un solo problema. Se atacaba uno de los puntos mientras se reforzaba el o los otros.
Pero a pesar de los debates, no había dudas sobre la superioridad occidental, sino sólo sobre su
uso y efecto adecuado. Los más radicales opositores al colonialismo, Diderot y Raynal, desarrollan
un proyecto de gestión colonial a largo plazo más que una crítica humanista sobre la práctica
esclavista y colonial. Aquí también, al igual que en Condorcet, Mirabeau, Jefferson, etc, hay grados
de humanidad.

No se trata de castigar a escritores muertos hace tiempo, sino, de recalcar que ellos no podían
haberlo pensado de otra forma. La Revolución Haitiana desafió los supuestos ontológicos y
políticos de los autores más radicales de la Ilustración. Ni siquiera la extrema izquierda de Francia
tenía un marco conceptual de referencia. Eran hechos impensables en el marco del pensamiento
occidental. La Revolución Haitiana fue impensable en su tiempo: desafiaba la estructura misma
dentro de la cual partidarios y oponentes habían analizado la raza, el colonialismo y la esclavitud
en las Américas.

Preludio a las noticias: El Fracaso de las Categorías

Toda resistencia de los esclavos negros se lo reducía a casos patológicos y aislados, se le quitaba el
contenido político, puesto que si no se debería reconocer la humanidad de los esclavos negros, y
esto es impensado y excede los límites conceptuales construidos por Occidente. Reconocer la
resistencia como un fenómeno masivo es reconocer la posibilidad de que algo está mal en el
sistema

Sin embargo, las continuas revueltas de esclavos y la consolidación de grandes colonias de


fugitivos fue socavando los conceptos ontológicos como políticos que se tenían sobre el negro. La
resistencia de masas penetró en el discurso occidental.

Sin embargo esta penetración fue limitada. Cuando Mercier con su novela predijo la llegada de un
vengador del nuevo mundo en 1771, lo hizo bajo el concepto de una utopía. El objetivo era
advertir a los europeos de las fatalidades que les esperaban si no cambiaban sus modos. La
amenaza de un Espartaco negro es expresada como una advertencia “¿Dónde está él, este gran
hombre a quien la naturaleza le debe el honor de la especie humana? ¿Dónde está este nuevo
Espartaco?” (Diderot y Raynal). La posibilidad concreta de que una rebelión tal prosperara hacia
una revolución y un estado negro moderno seguía siendo parte de lo impensable.

La esclavitud representaba diversos males, excepto quizá, la esclavitud misma. Por ejemplo,
Diderot aplaudía a los revolucionarios de los Estados Unidos por haber quemado sus cadenas, sin
importar que algunos de ellos poseyeran esclavos. La Marseillaise también era un grito contra la
esclavitud. Los mulatos del Caribe dueños de esclavos protestaban contra la Asamblea Nacional
sobre su condición de hombres libres de segunda clase, argumentando que era lo mismo que la
esclavitud. Si leemos las sucesivas “Declaraciones de los Derechos del Hombre” como si incluyeran
naturalmente a todos los seres humanos, está lejos de ser incluidos los negros esclavos en esos
derechos por parte de los “hombres” de 1789 y 1791. El “derecho a la insurrección” no está
dirigido a los esclavos negros, puesto que esto se encuentra en un futuro muy distante por la
creencia del europeo de la imposibilidad de que pasara en lo inmediato.
Esta fue una era de cambio y contradicciones. Pocos pensadores sostenían una política acorde a su
filosofía, incluso en la izquierda radical. Muchos miembros de la Asamblea enfatizaron que no valía
la pena defender a todos los negros por igual. “Dar derechos políticos a hombres que no conocen
sus deberes, sería tal vez como poner una espada en las manos de un loco” (Grégoire). Aparte de
Marat y –en mucha menor medida- Robespierre, pocos de los revolucionarios franceses más
destacados reconocían el derecho de los franceses blancos de sublevarse contra el colonialismo, el
mismo derecho cuya aplicación admiraban en la Norteamérica británica.

En resumen, a pesar de los debates filosóficos y el ascenso del abolicionismo, la Revolución


Haitiana era impensable en Occidente, no sólo porque desafiaba la esclavitud y al racismo, sino
también por la forma en que lo hizo. Cuando estalló la insurrección en Saint-Domingue muy pocos
escritores habían estado dispuestos a reconocer –con reservas- la humanidad de los negros. Casi
ninguno infirió en abolir la esclavitud. Casi ninguno había admitido que los esclavos podrían,
dejemos de lado si deberían revelarse. La Revolución Haitiana fue la prueba de fuego para las
pretensiones universalistas de la revolución francesa como de la norteamericana. Y ambas
fracasaron. En 1791, no hay ningún debate público registrado en Francia, en Inglaterra o en los
Estados Unidos, sobre el derecho de los esclavos negros a la autodeterminación, ni sobre el
derecho de alcanzarla por medio de la resistencia armada.

Pero la revolución no solo fue impensable, sino también fue no dicha entre los esclavos. Es decir, la
revolución no fue precedida ni acompañada por un discurso intelectual. Las reivindicaciones eran
demasiado radicales para ser formuladas antes de los hechos. Sólo la práctica triunfante podía
afirmarlas a posteriori. La Revolución Haitiana se pensó a sí misma, política y filosóficamente
mientras ocurría. El discurso quedó siempre a la saga de la práctica. La Revolución Haitiana a
través de sus acciones, de la práctica política desafió a la filosofía y al colonialismo de Occidente.

Esto significa que los revolucionarios haitianos no estaban condicionados por ideologías
previamente establecidos por intelectuales profesionales. Lidiaba con lo imposible sólo después
de que lo imposible era ya un hecho; y aún entonces, los hechos no eran siempre aceptados como
tales.

Lidiando con lo impensable: Los fracasos de la narración.

Cuando las noticias del levantamiento llegaron a Europa la primera reacción fue de incredulidad.
La mayoría del ala izquierda de la Asamblea Nacional no podían conciliar a los negros con la idea
de una rebelión a gran escala. Cuando la noticia se confirmó, los puntos de vista no se
modificaron., pues encontraron explicaciones que hicieron encajar a la rebelión dentro de su
visión del mundo. Las causas fueron por agitadores foráneos, etc. Cada parte eligió su enemigo
preferido que estaría detrás del levantamiento de esclavos.

Para la primavera de 1792, ni el más distante observador podía negar el alcance de la rebelión,
pero incluso muchos sostenían que el desastre era transitorio. La visión del mundo aún se impone
sobre los hechos. Mientras tanto, en diciembre de 1792 la revolución llega al punto de no retorno.
El comisario civil Sonthonax fue forzado (por los hechos) a declarar libre a todo esclavo dispuesto a
luchar baja la bandera republicana francesa; Toussaint Louverture subió la apuesta con su
proclama: libertad inmediata e incondicional, e igualdad para todos.

Para entonces, las teorías conspirativas deberían haberse vuelto irrelevantes, pues Louverture no
aceptaría órdenes de colonos, jacobinos franceses o agentes de potencias extranjeras. La
revolución había desarrollado su propia dinámica. Pero las teorías sobre conspiraciones aún así
sobrevivieron. Todos creían que alguien más, al final, recogería los pedazos de Haití, pues era
imposible que un Estado negro llegara a buen puerto.

Cuando en 1802 se enviaron ejércitos a reconquistar Haití, todos creían que sería una rápida
victoria. No fue así. En 1804 Haití obtuvo su independencia y se creó el primer Estado negro.
Recién entonces se reconoció, de mala gana, su victoria. El reconocimiento internacional de la
independencia haitiana fue más difícil de conseguir que la victoria militar. Llevó medio siglo de
luchas diplomáticas. Francia impuso una pesada indemnización al estado haitiano a cambio de
reconocer formalmente su propia derrota.

El rechazo diplomático fue sólo un síntoma de una negación subyacente. Los hechos de la
revolución eran incompatibles con los principios dominantes en Occidente y siguieron siéndolo
hasta el primer cuarto del siglo XX. Entre la independencia haitiana y la Primera Guerra Mundial, a
pesar de las sucesivas aboliciones de la esclavitud, la graduación de humanidad de la mayoría de
los europeos, no cambió. El racismo científico consiguió una audiencia mucho más amplia. El
reparto de África reforzó tanto la práctica como la ideología colonial. Así, en la mayoría de los
países, salvo en Haití, más de un siglo después de ocurrida, la revolución era todavía, en gran
parte, una historia impensable.

Supresión y trivialización: Los Silencios de la Historia Mundial

Hasta ahora traté dos puntos, primero la revolución fue impensable, y luego los hechos de la
revolución fueron encajados a la fuerza en el universo de posibilidades. Ahora demostraré como la
revolución impensada fue silenciada por los historiadores. Lo asombroso de esta historia es como
los historiadores han tratado los hechos de forma muy similar a sus similares contemporáneos
occidentales.

La Revolución Haitiana fuera de Haití fue tratada de dos formas muy similares: primero de forma
que tienden a borrar el hecho (formulas de supresión); segunda que tiende a vaciar de contenido
revolucionario a ciertos eventos, trivializándolos (formulas de banalización). Estas dos formulas no
son exclusivas de la Revolución Haitiana (la Shoa).

Este silenciamiento de la RH, originalmente, fue resultado de la incapacidad para expresar lo


impensable. Pero irónicamente, fue reforzado por la generación posterior. Para la mayoría de los
extranjeros fue un hecho fortuito dentro de una cuestión mayor. Haití les importa a todos, pero
sólo como pretexto para hablar de algo más.

El destino de Haití reforzó el silenciamiento. Condenado al ostracismo, el país se deterioró tanto


económica como políticamente. Cuanto más se deterioraba más distante parecía la revolución. Un
hecho inverosímil que nadie podía explicar. La revolución que era impensable se convirtió en un
no-acontecimiento.

Con el silenciamiento de la RH, también se silenció en Occidente los tres temas ligados a ella: el
racismo, la esclavitud y el colonialismo. Cuando menos parece importar el colonialismo y el
racismo en la historia mundial, menos importante es la Revolución Haitiana. El corpus
historiográfico que va de 1776 a 1843 ha sido llamado correctamente “La Era de las Revoluciones”.
Este corpus ha permanecido mudo respecto de la revolución política más radical de esa era. El
silencio actual de la mayoría de los manuales de América Latina es aún más trágico. Lo que
observamos aquí es el poder del archivo en su máxima expresión.

El poder del archivo se ve en lo tocante a Francia. Francia fue el país más comprometido con la RH,
pues Haití era la joya colonial francesa, pero el silencio de la historiografía francesa con respecto a
la RH es palpable.

El silencio comienza con la propia Francia revolucionaria ligado a un silenciamiento más general
del colonialismo francés. Cada vez que las asambleas revolucionarias evocaban el racismo, la
esclavitud y el colonialismo, presentan estos temas como algunas de las cuestiones más
importantes que enfrenta Francia, ya sea en el terreno moral o económico. Sin embargo, la
cantidad de veces que debatieron esos temas fue sorprendentemente limitada. Considerando
tanto el peso de las colonias en la vida económica francesa, como la vehemencia de la retorica
empleada, el debate público fue de corto alcance. El número de individuos involucrados, el hecho
de que muchos provenían de las elites, la cantidad limitada de tiempo que la mayoría de los
participantes dedicaba a estos asuntos, no reflejan el lugar central del colonialismo en la existencia
objetiva de Francia. No reflejan ni el alegato de los colonos, ni el de los Amis des Noirs, de que
estaba en juego el futuro económico del país o el presente moral de la nación.

La inaccesibilidad a las fuentes es relativa y no explica la indiferencia que la historiografía francesa


muestra hacia la cuestión colonial y, por extensión, hacia la RH. De hecho, los historiadores
franceses siguen desatendiendo la cuestión colonial, la esclavitud, la resistencia y el racismo más
de lo que lo hicieron las asambleas revolucionarias.

Lo que sucedió en Haití entre 1791 y 1804 contradice gran parte de lo que sucedió en otras partes
del mundo. Pero lo que ocurrió en Haití también contradecía mucho de lo que Occidente se ha
dicho y ha dicho a otros acerca de sí mismo. ¿Cuántos de nosotros podemos pensar en alguna
población no europea sin el telón de fondo de una dominación global que ahora aparece
predestinada? ¿Y dentro de ese orden narrativo, pueden Haití, o la esclavitud, o el racismo, ser
más que notas a pie de página?

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