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Cuerpo Académico
"Análisis del discurso y semiótica de la cultura" enah-ca-04
Subsecretaría de Educación Superior (ses)
Programa de Mejoramiento del Profesorado promep-sep
Proyecto realizado con financiamiento de la Secretaría de Educación Pública,
Subsecretaría de Educación Superior, Dirección General de Educación Superior
Universitaria, Programa de Mejoramiento del Profesorado, 2009.
Parte I
Consideraciones teóricas metodológicas
Capítulo 1
Introducción: estudiando la comida y la cultura mesoamericana
frente a la modernidad
Catharine Good Eshelman y Laura Elena Corona de la Peña
11
Capítulo 2
Perspectivas antropológicas sobre la comida y la vida ceremonial
en el México moderno
Catharine Good Eshelman
39
Capítulo 3
La vida ceremonial como patrimonio vivo en Iztapalapa,
pueblo originario de la Ciudad de México
Rosa Ma. Garza Marcué
57
Capítulo 4
Decidir, consumir y comer
Laura Elena Corona de la Peña
75
Capítulo 5
Comida ritual del día de muertos en Culhuacán e Iztapalapa, pueblos originarios
de la Ciudad de México
Rosa Ma. Garza Marcué
93
Capítulo 6
Ritual y prácticas funerarias en Mixquic y Zapotitlán, Distrito Federal
Ma. Miriam Manrique Domínguez
113
Capítulo 7
La historia y la cultura de la comida lacustre entre los pueblos
originarios de la cuenca de México
Ana Ma. Luisa Velasco L.
129
Capítulo 8
Ofrenda para las ánimas. Un estudio de caso en un pueblo purépecha
Aída Castilleja
151
Capítulo 9
Las ofrendas alimentarias en el ritual de “levantamiento”
entre los totonacos de Coahuitlán, Veracruz
Elizabeth Peralta González
167
Capítulo 10
Del altar al mercado: los rituales del píibil en la Península de Yucatán
Ella F. Quintal y Teresa Quiñones Vega
187
Capítulo 11
Comida, chocolate y otros brebajes: africanas y afrodescendientes
en el México virreinal
María Elisa Velázquez Gutiérrez
207
Capítulo 12
Comida y significado entre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla
Yuribia Velázquez Galindo
225
Capítulo 13
Significados en la comida en una comunidad de la Mixteca
poblana y sus migrantes al Distrito Federal
Jaime Mondragón Melo
251
Capítulo 14
Sabor casero y buen sazón. Las cocinas económicas
en la Ciudad de México
Susana Torres Ortiz
269
Capítulo 15
Las tortas vs. las hamburguesas, ¿fast food a la mexicana?
Rubén Eduardo López Mendiola y Yuribia Velázquez Galindo
283
Capítulo 16
Los matices del café
Moisés Ventura Sánchez del Valle y Ma. Miriam Manrique Domínguez
297
Capítulo 18
Consideraciones finales
Catharine Good Eshelman
325
∗
División de Posgrado, enah.
∗∗
Dirección de Etnología y Antropología Social, inah. Doctorado en Historia y
Etnohistoria, enah.
1. Existen distintas posturas en cuanto al concepto de “pueblos originarios”,
incluso entre los autores de este volumen. Este término, utilizado en distintos
países, lo generalizó en México el Gobierno de la Ciudad de México, y luego lo
adoptaron antropólogos como un concepto operativo con distintos contenidos. Al
respecto destacan los trabajos de Yanes [2006] y Medina [2004, 2007].
12
2. “La etnografía, por supuesto, significa muchas cosas. Cuando menos siempre ha significado el
intento de entender el mundo vivido por otro, usando el propio ser —en la medida de lo posible— como
instrumento del conocimiento…Clásicamente este tipo de entendimiento ha estado ligado estrechamente
con el trabajo de campo en el que el investigador por completo, físicamente y en todos los otros sentidos,
entra el mundo que pretende entender…quiero hacer algo explícito aquí: la postura etnográfica (como
podemos llamarla) es tanto un posicionamiento intelectual (y moral), un modo de construcción e interpre-
tación, como un proceso físico en el espacio y el tiempo…” [Ortner, 1995:173-174. Trad. de las autoras].
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mos entre los mexicanos una fuerte preferencia por los mercados y los tian-
guis tradicionales que no han sido desplazados por las tiendas de autoservicio.
También encontramos muchas formas para la venta y consumo de comida ca-
sera preparada, que disfrutan personas de todas las clases sociales. Una visión
histórica comparativa nos ayudó a explicar estos datos.
En contraste con su vecino del norte —que es una nación de inmigrantes
de diversos orígenes—, México heredó una cultura milenaria —la mesoame-
ricana— que tiene una compleja cocina o cuisine que surgió dentro de su
propia tradición cultural. Mintz [2003b] destaca la falta de una cultura culi-
naria autóctona como un factor fundamental en la aceptación de la comida
procesada e industrializada en Estados Unidos. En México las presiones de
la globalización y el ejercicio de las estructuras de poder, en cuanto a la ali-
mentación, inciden en un contexto cultural e histórico muy distinto.
Como ya señalamos, observamos ciertas transformaciones en la comida
con la “modernidad” que hay que estudiar antropológicamente. A la vez,
encontramos continuidades y adaptaciones en las formas de organización
social, las prácticas rituales y los gustos y valores inherentes a una arraigada
cultura local. El consumismo tan exagerado de la modernidad tiene su origen
en los patrones culturales de la sociedad occidental, pero en México la mayor
parte de la población tiene otra experiencia histórica y social.
En el trabajo de campo sobre la vida ritual en México encontramos una
extraordinaria complejidad en los significados alrededor del uso ceremonial
de la comida. En las ofrendas, los banquetes colectivos y los platillos rituales
de mucha elaboración los pueblos siguen plasmando una serie de distincio-
nes cualitativas, ajenas por completo a la lógica de la economía capitalista
basada en la circulación de mercancías y dinero. Este fenómeno también ha
sido atendido en los trabajos etnográficos presentados aquí. Éstos sostienen
que la comida y la vida ritual son dos esferas en las que podemos observar
cómo operan las relaciones de poder en las coyunturas históricas o actuales,
y descubrir estrategias de resistencia. Los casos aquí documentados permiten
explorar cambios y continuidades en los significados culturales expresados
en la comida y la vida ritual, ante las fuerzas económicas y políticas de la
modernidad que pretenden transformarlas.
Entendemos el término modernización como un referente para la dimen-
sión cultural, ideológica del capitalismo actual, presente en forma muy sutil
14
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4. Como ejemplos mencionamos: The American Journal of Clinical Nutrition, European Journal of
Clinical Nutrition, Journal of Human Nutrition & Dietetics, Archivos Latinoamericanos de Nutrición. En
México, el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (incmnsz) es el principal
centro de investigación y publicación en este campo. Algunas de las publicaciones periódicas en México
son: Revista Salud Pública y Nutrición y Cuadernos de Nutrición.
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pensables para la vida. Más tarde, tanto en Europa como en América Latina,
se buscó definir la “dieta normal” para las poblaciones.
La formación de especialistas en nutrición en América Latina se inició
en 1933, con la Escuela Nacional de Dietistas en Buenos Aires, Argentina.
En las décadas de los cuarenta y cincuenta se fundaron institutos y unidades
de nutrición en otros países. En la actualidad existen cerca de 90 escuelas de
nutrición en América Latina, la mayoría ubicadas en Brasil. Por otra parte,
tenemos esfuerzos desde el campo de la nutrición para abordar las dimen-
siones culturales y sociales de la alimentación en México [Bertrán y Arroyo,
2006] que abren espacios de diálogo con los estudios antropológicos sobre la
comida.
Los estudios bromatológicos se relacionan con esta especialidad. Su ob-
jetivo es evaluar y mejorar las condiciones en que los alimentos llegan a su
consumidor final. Resaltan las características físicas (olor, sabor, entre otros)
y químicas (contenido de distintos nutrimentos, acidez, etc.) de los alimen-
tos, y por tanto, se ocupan de todos los procesos involucrados (producción,
almacenamiento, transporte, conservación, preparación, envasado, etc.) y los
cambios (físicos, químicos, nutricionales y bacteriológicos) que éstos originan
en la composición de los alimentos. El objeto de estudio de la bromatología
son los alimentos y no la alimentación. En Latinoamérica, como afirma Ben-
goa [2005], este tipo de estudios antecedió a los de tipo nutricional y hoy se
encuentran muy vinculados.5
Los estudios gastronómicos se ocupan de la preparación de alimentos
desde una perspectiva estética, entendida como el deleite que produce la
comida por medio de la percepción: olor, sabor, textura, gusto, temperatura.
Tienen un fuerte componente cultural, pues los parámetros del deleite de-
penden de la cultura que los crea. Existen numerosas publicaciones, en par-
ticular de difusión, muchas de ellas vinculadas a las industrias de los res-
taurantes y el turismo.6 Estos trabajos, por lo general, los elaboran chefs,
cocineros(as) o son recopilaciones familiares, aunque también existen colec-
5. En esta área podemos mencionar: Revista del Instituto Nacional de Farmacología y Bromatología,
Anales de Bromatología, Bromatology Journal Nutrition.
6. Algunas publicaciones periódicas en este ramo son: Gastronómica de México, Revista Gastronomía
y Cocina en México, Vinísfera.com, Culinaria. Revista Virtual Gastronómica, Sabor e Arte.
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7. La primera edición, que constaba de seis tomos, la publicaron Conasupo, imss, ddf e issste en
1985. Actualmente, la serie consiste en nueve tomos y la publica Editorial Trillas.
8. Malinowski también trabajó sobre las técnicas de jardinería y la comida entre los habitantes de las
islas Trobriand [1935].
18
ral del poder hegemónico que ejerció el aparato colonial europeo sobre las
poblaciones nativas.
Otro reconocido antropólogo británico, Jack Goody [1995], trató el tema
de la comida en Cocina, cuisine y clase, publicado originalmente en inglés en
1982. Como su antecesor Audrey Richards, Goody abordó la comida desde
una perspectiva sociológica, pero él planteó el estudio transcultural y compa-
rativo. Goody exploró la relación entre la comida y la estratificación social,
y consideró cómo la diferenciación entre las cocinas se articula con la forma-
ción y mantenimiento de jerarquías políticas y sociales. No se limitó solamen-
te al impacto del colonialismo, sino que examinó también las características
de las sociedades autóctonas e identificó dos tipos generales en cuanto a la
cocina. En algunos casos, las elites desarrollaron cocinas muy distintas de
la comida de la gente común, y en ellas se puede hablar de alta y baja cocina,
como en los casos de Europa, el Medio Oriente, la India y China. En otras
sociedades, como las africanas, las elites comen básicamente lo mismo que
los demás, aunque de mejor calidad y en mayores cantidades. Goody pregun-
tó por qué algunos órdenes sociopolíticos han generado cocinas diferentes
según los estratos sociales, y por qué en otros la alimentación no se convirtió
en marcador de estatus importante. Su método es comparativo y vincula el
poder y las diferencias de clase con la comida como procesos internos, a
diferencia de Richards, quien atribuyó un fuerte peso explicativo al poder
externo del colonialismo en los patrones de alimentación.
Ambos autores han influido en el trabajo de Sydney Mintz [1985; 1996b],
quien a su vez abrió una serie de consideraciones nuevas. Como veremos
después, Mintz se enfocó en la historia y la cultura para estudiar la comida
en el contexto de la expansión colonial europea, y profundizó en el impacto
de la modernidad y la industrialización sobre la producción, procesamiento
y consumo de los alimentos. Enfrentó el problema de estudiar etnográfica-
mente el poder en el mundo moderno, y descubrió que la comida y las co-
cinas constituyen espacios de innovación y creación cultural a pesar de las
presiones externas. Además de las consideraciones teóricas de la economía
política, Mintz exploró con cuidado los significados alrededor de la comida.
Los diferentes coautores de este libro retoman varias dimensiones del trabajo
de Mintz, quien conscientemente ofrece nuevos modelos para la etnografía y
la antropología en el siglo xxi.
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9. Entre otros trabajos que siguen en el estudio de productos mesoamericanos, es preciso mencionar
el trabajo de Long y Solís [1986] sobre el chile; y de Coe sobre el chocolate [1999], sin entrar en la muy
extensa bibliografía sobre el maíz. Cabe mencionar otras dos obras enfocadas en el estudio de la cocina
en México, Long [2003] y Long y Vargas [2005].
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dos sociales, Adapon aplica un marco teórico novedoso. Sostiene que la co-
cina es una actividad social cargada de significados profundos, pero entiende
la significación en relación con el contexto social y la acción, no como un
fenómeno semiótico, simbólico. Propone estudiar la cocina en México como
una forma de arte; su estrategia analítica asume que el arte y la cocina son
prácticas técnicas de gran destreza y creatividad. Observa esto en dos ámbi-
tos, retomados de la propuesta de Goody: la alta cocina, representado por los
chefs del medio gastronómico en la Ciudad de México, y la cocina cotidiana
de las mujeres originarias del pueblo de Milpa Alta.
Aunque menos cercanos a nuestro proyecto de investigación, los estudios
de historiadores que han abordado el tema de la comida también son impor
tantes para nuestro análisis. En ellos —desde distintas corrientes teórico me-
todológicas—, se describen y analizan los procesos históricos desarrollados
en torno a la comida. Muchos de estos trabajos son historias de la propia
comida o de la gastronomía en regiones particulares, aunque también encon-
tramos historias de ingredientes, platillos o bebidas, recetas o utensilios de
cocina; asimismo, existen trabajos que analizan los procesos de producción,
distribución y abasto de alimentos, o bien, abordan la alimentación y su pro-
blemática en distintas épocas. La mayor parte de los trabajos históricos sobre
la comida está dirigida al público en general y, en menor medida, a especia-
listas; los primeros conceden mucha importancia a las imágenes fotográficas
o artísticas y por lo general incluyen recetas, a diferencia de los segundos.
Entre las numerosas publicaciones en este ámbito pueden mencionarse Ja-
net Long [2003 [1996]],10 o bien, los trabajos incluidos en la serie La cocina
mexicana a través de los siglos, que editó Enrique Krauze y publicó Editorial
Clío, colección formada por dos series, en la que participan reconocidos in-
vestigadores como Felipe Solís, Janet Long y Yoko Sugiura. En este ámbito
también pueden considerarse los textos incluidos en algunos tomos de la
colección Historia de la vida cotidiana en México, dirigida por Pilar Gonzalbo
Aizpuru.11
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Cultura e identidad
Tanto la cultura como la identidad han dominado la discusión teórica en la
antropología contemporánea; damos mayor peso explicativo a la cultura y
cabe aclarar cómo entendemos los dos conceptos. Con respecto al fenómeno
identitario moderno, hicimos una distinción analítica fundamental entre sus
expresiones, que corresponden a diferentes tradiciones teóricas en la antropo-
logía. Es más común abordar la identidad a partir del análisis de los discursos
públicos o seguir a Barth [1969] y considerarla, junto con la etnicidad, como
un producto de situaciones de contacto o interacción social entre diferentes
Ángel Vásquez Meléndez; y 3) en Staples [2009 [2005]]: “De la cocina a la mesa”, de Matilde Souto
Mantecón.
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12. Últimamente se ha puesto de moda en México, sobre todo con la traducción de Scott [2000
[1990]].
25
Mintz [2003b] retomó estas ideas y formuló preguntas explícitas para de-
sarrollar una etnografía del poder, entre ellas: ¿dónde se origina el poder?,
¿cómo y para qué propósitos se aplica?, y ¿cómo la gente intenta negociar
con el poder y maniobrar frente a él? Mintz usó los cuatro tipos de poder de
Wolf [1990] para analizar cómo se determinan las condiciones del consumo
alimentario en la modernidad. El poder estructural y, en general, los grandes
subsistemas institucionales del poder organizacional, establecen los términos
contra los cuales se proyectan los significados de la cultura local y la gente ac-
túa en su vida diaria. Mintz pone ejemplos de la comida en la sociedad moder-
na. Documentó cómo el extraordinario aumento en la producción y consumo
del azúcar en Europa y Estados Unidos [1996a, 2003b] —en los postres, el
café, té, los refrescos y la comida procesada— es un resultado del ejercicio
del poder estructural. En otro caso, describe cómo la comida en las ciudades
queda sujeta a los horarios de trabajo, el tiempo para preparar y comer los
alimentos, y las fuerzas económicas que controlan el acceso a diferentes insu-
mos y fijan sus precios. Si miramos estos contextos, es obvio que las personas
tienen un campo muy limitado para “elegir” su alimentación, aunque las cul-
turas siempre ofrecen espacios para actuar fuera de las imposiciones del poder
organizacional y estructural. Aquí entra la resistencia.
En sus primeros trabajos acerca de los esclavos en el Caribe, Mintz [1974]
describió sus formas de resistencia; entre ellas, el suicidio, el infanticidio o las
rebeliones armadas, el darse a la fuga y otras acciones más sutiles. Descubrió
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Poder y hegemonía
En la introducción a su gran obra sobre África del Sur, John y Jean Comaroff
[1991] analizan varios conceptos de interés para nosotros. Insisten en la im-
portancia de no limitar el análisis antropológico a los procesos materiales y
delimitan otra temática que llaman la “colonización de la conciencia”. Abordan
el poder a través de una discusión de dos conceptos: hegemonía e ideología. Ar-
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gumentan que Gramsci [1971] nunca dio una definición precisa de hegemonía,
y al volverse un término de moda hoy, cada investigador le da una propia. Con-
cluyen que, por esta razón, hegemonía es un tipo de signo vacío sumamente útil
para iluminar las relaciones de poder, la cultura, la ideología y la conciencia. Los
Comaroff también le dieron contenido al término hegemonía para aplicarlo a su
investigación empírica. Retoman una definición de Raymond Williams [1977],
en la que lo hegemónico es un sistema dominante de significados y valores,
relaciones y prácticas, que dan forma a la realidad experiencial. La hegemonía
no sustituye ni subordina la cultura ni la ideología; para ellos, estos términos
se refieren a diferentes aspectos de la realidad social que debemos distinguir.
Identifican dos expresiones de poder. Poder en su modalidad de agencia se
refiere al poder de los humanos para modificar las acciones y percepciones
de otros al controlar la producción, circulación y consumo de objetos (bie-
nes) y signos (símbolos). Es poder controlado por seres humanos en contex-
tos históricos específicos, y se parece a la categoría de poder táctico organi-
zacional que propuso Wolf [1990]. La otra categoría, poder en su modalidad
sin agente, es el poder oculto en la vida cotidiana, de tal manera que no es
tan fácil de percibir y cuestionar. Es el poder atribuido a fuerzas trascenden-
tales, los dioses o ancestros, a la naturaleza o a la física, al instinto biológico
o a la probabilidad. Este poder funciona fuera de las políticas instituciona-
lizadas —pero incide en ellos—, satura la estética y la ética, invade formas
físicas construidas, determina representaciones del cuerpo y conocimientos
médicos, estructura prácticas cotidianas mundanas. Para los Comaroff, aquí
está la hegemonía; cómo esta forma de poder sin sede e inubicable parece ser
“natural” y fuera del control humano, a pesar de que con frecuencia sirve cla-
ramente a ciertos intereses humanos. La mayoría de la gente no experimenta
esta forma de poder como tal porque no hay coerción directa, pero la hege-
monía puede ser tan eficaz como la coerción violenta al estructurar acción y
pensamiento social. Esta idea es muy semejante a la modalidad de poder que
Wolf llamó el poder estructural [1990]. No es fácil de identificar, ¿cómo se
resiste algo que no se puede identificar, que no parece tener sede o directriz?
Resistencia y etnogénesis
Otra propuesta relevante para los temas discutidos aquí proviene de Jonathan
Hill [1996]. El autor afirma que los antropólogos comúnmente han utilizado
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en realidad quien domina por lo general tiene que ofrecer algo —es decir,
detentar el poder tiene un costo—, mientras que nunca existe un subordina-
do único y unitario. Para Ortner los estudios sobre resistencia requieren la
perspectiva etnográfica para abarcar todas las complejidades y ambivalencias
que existen en los casos empíricos.
Compartimos las preocupaciones de Ortner [1995] y Mintz [2003a] de que
el término resistencia se vuelve problemático si los investigadores entran en el
terreno resbaloso de las motivaciones individuales detrás de los hechos que es-
tudiamos. Ortner sostiene que podemos evaluar las intenciones al obsevar los
resultados empíricos de ciertas acciones, en lugar de intentar penetrar el estado
psicológico de los actores sociales. La investigadora considera que el concepto
de resistencia es útil —a pesar de las dificultades que presenta— porque les
recuerda a los investigadores que las relaciones desiguales de poder siempre
inciden en las vidas de los pueblos que estudiamos. Para Mintz [2003a] y Hill
[1996], lo que algunos llamarían resistencia está presente en la creación cultu-
ral o la etnogénesis; estudiar estos procesos no cede al poder dominante la ca-
pacidad de determinar por completo la dinámica de las situaciones históricas.
Sugerimos que la finalidad de una investigación no es decidir si algún
grupo resistió o no; el objetivo es abordar con más sutileza analítica las com-
plejas expresiones y efectos del ejercicio del poder. Podemos dar un uso muy
acotado al concepto de resistencia y relacionarlo con una nueva teoría del po-
der, ya que desde la antropología podemos ver que el poder no es monolítico
ni único, más bien tiene múltiples caras. Es especialmente relevante la discu-
sión de Wolf [1990] y de los Comaroff [1991], quienes examinan diferentes
facetas del poder. Hablar del poder estructural o de la hegemonía, ambos
sin sedes o directrices claros, abre la posibilidad de pensar en “resistencia
estructural”. La creación cultural puede ser una expresión de ésta, ya que
ha sido una respuesta eficaz de los pueblos mesoamericanos, para asegurar
su supervivencia colectiva a lo largo de 500 años de colonialismo europeo,
expansión de los Estados nacionales y la imposición del neoliberalismo.
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Garza Marcué, aborda las fiestas religiosas como patrimonio cultural. Exa-
mina los conceptos de patrimonio intangible y de pueblo originario, términos
analíticos utilizados en otros artículos más enfocados en la comida, de manera
que este texto contribuye al sustento teórico del volumen como obra colectiva.
Además, aporta elementos que pueden retomarse en las propuestas en torno
a las cocinas, entre ellas la mexicana, como patrimonio de la humanidad. Con
datos de investigación etnográfica propia, la autora muestra qué elementos del
patrimonio intangible pueden ser instrumentos para la resistencia frente a la
homogeneización cultural que promueve la globalización. Finalmente, Laura
Elena Corona de la Peña, en el capítulo cuatro, titulado “Decidir, consumir
y comer”, combina la perspectiva de la nutrición con las categorías de la
antropología. Presenta una reflexión acerca del derecho que todos tienen de
decidir de manera informada sobre su alimentación; incluye un análisis del
auge que ha tenido, sobre todo en los siglos xx y xxi, la fast food o comida
rápida y cómo afecta la dieta de los mexicanos.
La parte II empieza con tres capítulos sobre los pueblos de la cuenca de
México. En el texto titulado “Comida ritual del día de muertos en Culhua-
cán e Iztapalapa, pueblos originarios de la Ciudad de México”, Rosa Ma.
Garza Marcúe analiza el importante papel de la comida en el ritual del día de
muertos con base en su prolongado trabajo etnográfico en dos pueblos
de la Ciudad de México. Describe las ofrendas no como un simple listadode
delicias tradicionales, sino como parte de la cocina como cuisine en términos de
Mintz. Además de aportar los datos etnográficos novedosos de Iztapalapa,
la autora correlaciona las dimensiones materiales y simbólicas de las ofren-
das con la reproducción cultural. Por su parte, María Miriam Manrique
Domínguez, en el capítulo seis, “Ritual y prácticas funerarias en Mixquic y
Zapotitlán, Distrito Federal”, combina la historia reciente de dos pueblos
del sur de la cuenca de México con la etnografía de sus rituales alrededor de
la muerte y el importante papel que tiene en ellos la preparación de los ali-
mentos tradicionales. La interpretación analítica se basa en los conceptosde
cosmovisión, ritualidad y significados que recientemente han surgido como
temas centrales en la investigación antropológica mexicana. Sigue otro tra-
bajo que aporta información etnohistórica relevante para los dos capítulos
etnográficos anteriores. “La historia y la cultura de la comida lacustre entre
los pueblos originarios de la cuenca de México”, de Ana María Velasco, que
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presenta una gran riqueza de datos históricos sobre los pueblos lacustres del
sur de la cuenca de México y las culturas particulares en la época prehispá-
nica que surgieron de la interacción con este medio ambiente. Describe las
técnicas de aprovechamiento de los recursos locales y algunos significados
simbólicos y prácticas rituales. La autora plantea que, no obstante la dra-
mática destrucción de la ecología original desde la Conquista y sobre todo
en el siglo xx, aspectos de la comida lacustre siguen vivos y dan sentido de
identidad histórica a los originarios de los antiguos pueblos de las orillas
de los lagos ahora desaparecidos.
El capítulo ocho, trabajo de Aída Castilleja, retoma la etnografía de los
rituales a los difuntos en una región indígena rural. “Ofrenda para las áni-
mas. Un estudio de caso en un pueblo purépecha” analiza el ritual del día
de muertos entre los purépecha en el pueblo de San Francisco Úricho, Mi-
choacán. Narra las actividades en torno a la comida ofrendada como parte
del culto a los muertos, así como las demás formas de “trabajo” realizado
en esta celebración. La comida figura de manera importante en otros con-
textos ceremoniales, como podemos apreciar en el capítulo nueve, “Las
ofrendas alimentarias en el ritual de “levantamiento” entre los totonacos
de Coahuitlán, Veracruz”; Elizabeth Peralta González se enfoca en el papel
de las cocineras y parteras como especialistas rituales, y en la comida como
objeto de intercambio con la tierra y las deidades asociadas con ella. La
autora resalta la importancia de estas ceremonias, así como de sus distin-
tos participantes y elementos materiales, destacando las cualidades de los
alimentos y las mujeres que los preparan en un rito destinado a establecer
socialmente al recién nacido dentro de la comunidad. La parte II conclu-
ye con el capítulo intitulado “Del altar al mercado: los rituales del píibil
en la península de Yucatán”, de Ella F. Quintal y Teresa Quiñones Vega.
Describe las diversas técnicas que los mayas peninsulares ocupan en la pre-
paración y cocimiento de los alimentos, centrándose en la técnica del píib,
ampliamente utilizado en los rituales mayas desde la época prehispánica.
Las autoras documentan los nuevos significados alrededor de la cochinita
píibil como comida regional, ahora convertido en emblema identitario de
los yucatecos en general; describen cómo este cambio se debe a las trans-
formaciones económicas y culturales en la sociedad local que ha provocado
el capitalismo en México.
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La parte III reúne trabajos que abordan los significados construidos alre-
dedor de la comida o las bebidas, y los cambios de significado en la cultura
moderna de México. El capítulo 11, de María Elisa Velázquez Gutiérrez,
“Comida, chocolate y otros brebajes: africanas y afrodescendientes en el Mé
xico virreinal”, examina los intercambios culturales en las cocinas domésticas
donde convivían mujeres de distintos orígenes culturales y raciales. Su estu-
dio se enfoca en la asociación muy directa entre las mujeres negras o mulatas
y el manejo de ciertos alimentos, en particular la bebida del chocolate, aso-
ciados con la sexualidad y prácticas de brujería en la cultura colonial. Se basa
en una metodología innovadora que aprovecha las fuentes documentales de
archivo, fuentes secundarias, así como fuentes pictóricas para reconstruir la
vida de las mujeres de origen africano en la Ciudad de México.
Siguen dos casos de comunidades indígenas en los cuales las autoras des-
cubrieron conceptualizaciones locales de la comida que figuran como una
especie de crítica a la cultura moderna. Yuribia Velázquez Galindo, en el
capítulo 12, “Comida y significado entre los nahuas de la sierra norte de Pue-
bla”, demuestra cómo la comida cotidiana puede expresar profundos valores
culturales y cómo está intrínsecamente vinculada a la reproducción cultural.
La autora contrasta el trabajo de la mujer nahua, que transmite fuerza y vi-
talidad a su familia por medio de la comida que prepara, con la situación de
las mujeres trabajadoras en la Ciudad de México, donde la dinámica social
empobreció los significados alrededor de la alimentación familiar. El capítulo
13, titulado “Significados en la comida en una comunidad de la Mixteca po-
blana y sus migrantes al Distrito Federal”, de Jaime Mondragón Melo, presen-
ta un estudio etnográfico sobre la cultura culinaria de otro pueblo indígena
y cómo ésta se ha transformado recientemente entre los migrantes. Describe
cambios y continuidades alimenticias en su adaptación al medio urbano, que
mantienen vínculos con el pueblo y facilitan la transmisión de una identidad
cultural propia en nuevos espacios geográficos.
Después tenemos tres trabajos etnográficos enfocados en la cultura urbana
de la Ciudad de México. Susana Torres Ortiz, en el capítulo 14, “Sabor casero
y buen sazón. Las cocinas económicas en la Ciudad de México”, aborda las
cocinas económicas como espacios donde se ofrece comida casera elaborada
de forma tradicional. También conocidas popularmente como fondas, donde
muchos sectores sociales acostumbran comer en la Ciudad de México, estas
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35
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37
38
sa vida festiva y ritual, tanto en las comunidades rurales como en los barrios
urbanos y los pueblos originarios. La segunda parte de este capítulo profun-
diza en esa línea, donde la discusión refleja el interés colectivo por combinar
una etnografía densa con una perspectiva histórica sobre las adaptaciones
culturales que han logrado los pueblos mexicanos.
En cuanto a los argumentos y las propuestas teóricas planteados en el
primer capítulo, se abordan aquí, desde diferentes perspectivas, la estrecha
relación en México entre la comida, los significados, los valores culturales
y las identidades colectivas. Esto requiere explorar múltiples actividades
alrededor de la preparación y el consumo de la comida, así como de los sig-
nificados1 expresados en los usos de la comida, donde pueden observarse
diferentes estrategias de acomodo, negociación y resistencia frente a la mo-
dernidad. Los casos empíricos incluidos en este volumen tratan diferentes
facetas de la comida, el poder y sus implicaciones para los procesos sociales
en México.
El estudio de la vida ritual en sí se ha convertido en uno de los temas
centrales en la etnografía y la etnohistoria en México desde hace unos vein-
te años: hoy se reconoce ampliamente que la acción religiosa reproduce la
identidad cultural propia de los pueblos. Llama la atención el elaborado uso
ceremonial de la comida que hoy se encuentra en todas partes del país como
parte integral de la milenaria cultura mesoamericana, no obstante la moder-
nización impuesta.
Cabe aclarar que utilizo el término modernización como un referente a la
dimensión cultural del capitalismo, que se caracteriza por una economía de
mercado compuesta de supuestos individuos que pretenden maximizar sus
beneficios personales inmediatos. Los usos y significados de la comida ritual
en México revelan la existencia de otros valores muy arraigados en la vida
social y la historia local, que son opuestos a este modelo capitalista y la lógica
del llamado mercado libre donde circulan objetos y bienes intercambiables
como mercancías descontextualizadas. Los usos rituales de la comida de-
muestran que los pueblos mantienen sus propias visiones de la persona, de la
1. Es preciso aclarar que no utilizo una definición semiótica de los símbolos y los significados, más
bien prefiero la definición que propuso Roseberry [1989:19]: “un significado es un entendimiento social-
mente construido del mundo que forma la base para la acción de las personas”. En lugar de enfatizar la
interpretación, esta definición permite analizar la creación, el cambio y los usos sociales de los significados.
40
41
2. El capítulo 1 del presente volumen y Wolf [1991] sobre el concepto de poder estructural ayudan a
abordar este tipo de transformación social.
42
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44
Contextos festivos
Enseguida indico tres grandes categorías de la comida en la vida ritual en
México que documenté en la investigación etnográfica. De ninguna manera
son exhaustivas; sirvieron como base los datos de los nahuas de Guerrero
[Good, 1988, 2001, 2004b], y con seguridad, en el futuro podrán enriquecerse
con usos adicionales de otras regiones.
Comida festiva
La preparación de comida en abundancia para agasajar a los asistentes a un
acontecimiento ceremonial es la práctica más conocida en México. El ejemplo
clásico es el mole, el caldo o los tamales, que preparan los mayordomos u otros
oficiales encargados de patrocinar una fiesta; sirven esta comida a los peregri-
nos, los músicos y danzantes, y a otros grupos que llegan a la fiesta del barrio
o del pueblo. Normalmente estas celebraciones se relacionan con los santos
y fechas del calendario de la Iglesia católica, pero puede incluirse la comida
preparada para los invitados a una boda, un bautizo, un entierro u otra ocasión
en el ciclo de vida, o de igual forma, la comida servida a los participantes en
un trabajo colectivo particular o en beneficio de la comunidad.
Dones de comida
Otro uso muy importante de la comida se observa en las relaciones de inter-
cambio. Éstas se dan como parte de los rituales, las fiestas u otras actividades
que requieren trabajo o habilidades especializadas. Pueden expresarse como
transferencias de comida ya preparada o de los insumos sin procesar para
45
Comida y ofrendas
Resta comentar otra área donde los pueblos mesoamericanos usan la comida
en rituales y fiestas: en las ofrendas. Éstas pueden realizarse para los santos,
los muertos (Figura 2.2), puntos del paisaje —como cerros o manantiales—,
el maíz y diferentes entes personificados en contextos curativos, entre otros
ejemplos. Los informes etnográficos de todas partes de México revelan que la
comida constituye uno de los componentes centrales de las ofrendas, junto con
las flores, las velas, los cohetes, la música y las danzas. Aquí cabe analizar el
tipo de comida empleada para la ofrenda en relación con la ocasión de su uso.
46
Figura 2.1
Guajolote para entregar durante intercambios matrimoniales.
Incluye chiquihuite con chiles, ajo y otras especias.
Ameyaltepec, Guerrero (foto: C. Good).
47
para interpretar los datos empíricos, también tomados de mis propios datos,
pero con relevancia para otras regiones de México.
1. La lectura más obvia, y necesaria como punto de partida, retoma las
implicaciones económicas y sociológicas de estos usos de la comida [Good,
1988]. Por ejemplo, al observar las grandes cantidades de comida que se pre-
paran y se sirven en una fiesta patronal, una boda o en el cambio de oficiales
religiosos, es necesario considerar las relaciones económicas que hay detrás.
Se empieza a investigar cómo se obtiene la comida, cuánto cuesta, quiénes
aportan cada cosa. Además, es indispensable examinar quién prepara todos
estos alimentos, ya que la elaboración de estas cantidades de comida requiere
mucho trabajo. Para la preparación de estas grandes comidas festivas siem-
pre es necesario el trabajo masculino y femenino movilizado a través de re-
laciones recíprocas, y con ellas obtienen la leña, el agua, las ollas y demás
utensilios imprescindibles. Finalmente, es importante saber a quiénes se sirve
o se ofrece la comida y con qué protocolo. Es necesario preguntar por qué se
realiza la distribución de la comida desde el punto de vista de la comunidad
Figura 2.2
La estética de la ofrenda para muertos combinando formas, colores
y texturas. Incluye pan, chocolate, fruta, flores y velas.
Ameyaltepec, Guerrero (foto: C. Good).
48
49
Figura 2.3
Tamales y gallina en mole como ofrenda agrícola. Obsérvese jícara con
semilla de maíz y chile. Ameyaltepec, Guerrero (foto: C. Good).
50
los oficiales religiosos reparten los bienes que se ofrendan a los santos entre
mujeres y niños que asisten a la celebración [Good, 2001]. Otro ejemplo es
un gran festín que los oficiales salientes preparan para recibir a los nuevos
cargueros; en este caso, el intercambio de comida va de los viejos oficiales a
los nuevos, y es distinto de la distribución de comida que los nuevos oficiales
hacen en el año nuevo. Hay otras ocasiones en que algunos miembros de la
comunidad preparan comidas especiales para los principales, ancianos que ya
dieron servicio en los cargos altos y funcionan como consejeros vitalicios en
el pueblo (Figura 2.4).
Es posible describir formas importantes en todos los pasos de la elabo-
ración de las comidas rituales. Los tamales de frijol para las ofrendas de los
muertos deben elaborarse con maíz y frijol recién cosechados en la temporada
que concluye; éstos se colocan con otros productos de la milpa familiar—elo-
tes, melones, calabaza—. Los nahuas dicen que comparten con los difuntos
el producto del ciclo agrícola porque éstos también trabajan con los vivos
[Good, 1996] de dos maneras. Históricamente, los difuntos legaron sus tie-
rras, recursos y conocimientos a las generaciones posteriores; éstas, a su vez,
los legaron a las personas que hoy los utilizan y de esta manera siguen apro-
vechando el trabajo de los antepasados. Además, los difuntos —en su calidad
de almas— traen la lluvia, hacen fértil la semilla y la tierra; gracias a ellos y
sus sacrificios ahora brota la semilla y dan fruto las plantas en beneficio de
los vivos. No hay lugar aquí para exponer la concepción de la tierra como un
ser vivo, y del maíz como persona [Good, s/f], pero tales ideas obviamente
quedan implícitas en todos los usos rituales de la comida en este contexto.
La eficacia de determinadas comidas rituales depende de quién las elabo-
ra; por ejemplo, las ofrendas agrícolas las preparan las “viuditas” o mujeres
mayores (Figura 2.5) que ocupan un cargo ritual específico (ilamatzitzinteh)
y tienen que realizar ciertas tareas, mientras las doncellas del pueblo (ichpa-
cameh, ichpotzitzinteh) deben moler la masa y preparar las gallinas que han
sido alimentadas con maíz. En estos casos, el valor y eficacia de la carne se
debe a la limpieza, porque la carne es “puro maíz, puro maíz”. Para este uso
ritual son inaceptables animales o aves que consumieron productos indus-
trializados.
5. Finalmente, puede hacerse otra lectura de los usos rituales de la co-
mida, desde lo que llamo la estética. Se observó que los informantes prestan
51
Figura 2.4
Ofrenda agrícola: réplica de la estructura de una ofrenda de muertos
y de una mesa puesta para las autoridades políticas.
San Agustín Oapan (foto: C. Good).
52
Figura 2.5
Trabajo colectivo: preparando una ofrenda agrícola durante una
peregrinación. San Agustín Oapan (foto: C. Good).
fruta, el pan, las bebidas, la carne— entre sí y con otros objetos como flores,
telas o ropa, velas y jabón. Todos estos detalles influyen en la eficacia ritual
de la comida en estos contextos, pero falta un mayor análisis para entender
por qué y cómo.4
Conclusiones
Termino este capítulo con un breve comentario sobre las posibles implica-
ciones de estos usos de la comida en el contexto de la actual modernización
impuesta que vive México. Parece muy sugerente tanta complejidad en el uso
ritual de la comida como parte de una tradición milenaria, a la vez que es po-
sible advertir algunas de las transformaciones de la comida en la modernidad
descrita en la primera parte. La presencia y el manejo de estos usos y signifi-
cados de la comida en los rituales demuestran la vitalidad de algunos valores
culturales opuestos a la lógica del modelo económico capitalista y de la cultura
de la modernidad. Todos los significados tan elaborados en las comidas ritua-
les se vinculan con la profundidad histórica, los complejos contextos sociales
y las múltiples formas de significación. Estos usos de la comida demuestran
4. Adapon [2008] hace otra propuesta, muy sugerente, sobre la estética en la comida en México.
53
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54
55
1. Entre las acciones importantes que la unesco ha realizado con ese propósito está la aprobación, en
1972, de la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural; la Recomendación
sobre la Salvaguarda de la Cultura Tradicional y Popular, emitida en 1989, así como la Declaración Univer-
sal sobre la Diversidad Cultural y la Declaración de Estambul de 2002.
58
59
3. Japón y Corea del Sur crearon la categoría de tesoros nacionales vivientes para nominar a aquellas
personas depositarias de un saber, una técnica o un arte tradicionales transmitidos de generación en
generación sin la intervención de códigos escritos o enseñanzas escolarizadas.
60
para los casos que tratan los autores de este volumen respecto a la comida
en contextos rituales. A la vez, todas las dimensiones sociales, históricas y
estéticas de las fiestas, incluyendo también la comida, se conforman dentro
de la definición de patrimonio intangible.
Las fiestas patronales en México, así como sus significados y usos, de-
muestran la vigencia de valores culturales colectivos con un profundo arraigo
en la vida social y en la historia. Es, como asevera Good [2005], una lógica
cultural distinta a la que difunden los modelos hegemónicos. Las fiestas, los
rituales y otras actividades ceremoniales son espacios de gran interés para los
pueblos y las clases populares urbanas del país. La comunidad invierte mu-
cho trabajo, energía, creatividad, dinero y muchos otros recursos en estas ta-
reas cruciales para su vida. Las fiestas, como asevera Andrés Medina [2007],
estudioso de Mesoamérica, son el corazón de la comunidad.
61
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hicieron representantes vecinales; cuando se hizo el Plan Parcial de Iztapalapa se convirtieron en represen-
tantes de los ocho barrios y su voz fue tomada en cuenta para defender el Cerro de la Estrella.
7. Datos proporcionados por la antropóloga Luz Ma. Brunt, quien lleva a cabo un proyecto sobre
migrantes indígenas en la Ciudad de México.
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65
66
Existen cinco festividades que congregan a todos los barrios que integran
los dos medios pueblos: las fiestas del Señor de la Cuevita, la semana santa, la
peregrinación a la Villa de Guadalupe, la fiesta de la parroquia de San Lucas
y la fiesta de la Virgen del Carmen. Además de estas “fiestas grandes”, a decir
de los habitantes originarios de Iztapalapa, existen las fiestas menores corres-
pondientes a los santos patronos de cada barrio y sus respectivas octavas, lo
que suma un total de veinte fiestas.
A las fiestas descritas se agregan las pascuas, los días de muertos, la Santí
sima Trinidad, jueves de Corpus, el carnaval,8 las peregrinaciones, las co-
rrespondencias, entre otras, lo que daría un total aproximado de cincuenta
fiestas, distribuidas a lo largo del año y relacionadas con el culto católico.
Esta compleja organización ritual descansa en el sistema de cargos. Se han
identificado alrededor de noventa mayordomías y un número aproximado de
trescientos mayordomos, en quienes se sustenta la organización festiva. Por
razones de espacio no se abordarán las numerosas fiestas cívicas que men-
ciona Medina ni las constantes celebraciones del ciclo de vida como bodas,
bautizos y entierros, que forman parte de este complejo patrimonio cultural
que se conserva en pleno siglo xxi.
Las celebraciones realizadas durante todo el año representan un gran es-
fuerzo colectivo en que el trabajo y los gastos de los mayordomos y de todos los
integrantes de los barrios refuerzan los elementos constitutivos del patrimonio
cultural de este pueblo: la identidad comunitaria, el sentido de pertenencia
y la memoria histórica. A continuación considero algunos valores culturales
expresados en esta actividad festiva tan intensa, retomando la propuesta de
Good [2005] para estudiar los pueblos de tradición mesoamericana con cuatro
ejes conceptuales; aplico la propuesta de manera flexible en mi área de estudio.
En Iztapalapa, el trabajo desarrollado en la organización de las fiestas es
colectivo y recíproco, y el resultado redunda en el bien común, ya que es una
concepción de trabajo vinculada asimismo con un sustrato mesoamericano,
el cual también expresa Medina. “El trabajo ni se siente, es cariño”, dice un
informante con relación al día de muertos en Iztapalapa. Esta concepción del
8. El carnaval en Iztapalapa no se lleva a cabo en la fecha que marca el calendario litúrgico, sino a
lo largo de la Cuaresma, característica que comparte con casi todos los pueblos originarios de la cuenca
de México.
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Las bebidas con que se acompaña esta comida por lo regular son aguas
frescas, refrescos, tequila, cervezas y, ocasionalmente, pulque. En la forma de
nombrar algunos platillos y los productos con los que se elaboran se eviden-
cia la presencia del náhuatl, reminiscencia de la lengua originaria, ahora en
desuso en la zona.
Dada la enorme cantidad de invitados a comer en estas fiestas, los pla-
tillos tradicionales, cuyos ingredientes son de difícil obtención, se reservan
para un número menor pero no exiguo de invitados especiales (mayordomos,
antiguos mayordomos, cargueros de otros pueblos o barrios). Para el resto de
los asistentes a la fiesta no falta el mole rojo o verde, el arroz blanco o rojo,
las carnitas, los mixiotes de carnero, los nopales compuestos, las tortillas, los
frijoles, el chicharrón y los charales.
Existen otras celebraciones más íntimas de los mayordomos: las comidas
de “función”. Para reseñar una de ellas retomo una parte de un texto del
colega García Mora, cuando narra una visita a Iztapalapa en 1972:
En otra ocasión los antropólogos fueron convidados a una comida con la cual la
familia de un mayordomo celebró su “función”, es decir, cuando cumplió con el
cargo de efectuar la fiesta religiosa que se le había encomendado. Fue una comida
al viejo estilo lacustre, típico de la cuenca de México, consistente en carne de pato
en mole acompañado con pulque; pero como probablemente este alimento y esta
bebida habían desaparecido de la zona, tal vez fueron traídos de otros lugares
[García Mora, 1975].
70
Reflexiones finales
Las características de Iztapalapa y su organización festiva cuadran muy bien
con las propuestas de Medina sobre los pueblos originarios. El análisis de los
datos etnográficos recogidos en el área que estudio muestra muchos elementos
que integran la organización de las fiestas, todos ellos, definidos e impres-
cindibles, son parte del patrimonio intangible de esa comunidad. Aquí se
aprecia la inseparabilidad de la organización social, el territorio, la ecología y
la identidad cultural, como han insistido los colegas que proponen unificar las
71
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riencia antropológica) mecanoescrito proporcionado por el autor.
72
73
74
Introducción
Una de las paradojas de la modernidad es la idea generalizada
de que cada individuo es libre, que decide sobre sí mismo
y sobre su entorno cuando, en realidad (como se explica en
el capítulo uno), existen complejas redes de poder que in-
ciden sobre las personas y sus decisiones, lo cual no impide
que éstas a su vez desarrollen mecanismos para responder
a estos procesos. Uno de los intereses de este volumen es
el análisis de la relación entre la llamada modernidad y la
cultura alimentaria para el caso de México; al respecto, en
el capítulo uno se abundó sobre los mecanismos del poder
y cómo inciden en el consumo de alimentos; en el capítulo
dos la doctora Good analiza la situación específica del en-
frentamiento modernidad-cultura alimentaria para nuestro
1. Durante noviembre y diciembre de 2006, en dos sucursales de McDonald’s, dos fondas familiares
y un restaurante slow food. Como parte del registro se aplicaron 20 entrevistas breves tanto a los comen-
sales como a los dueños de fondas.
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77
3. A partir del 2007, Arcos Dorados opera la red, la franquicia maestra de la marca en América Latina.
4. En nuestro país operan actualmente más de 550 franquicias, de las cuales 23% son de la industria
de alimentos y bebidas (restaurantes); la mayoría es nacional.
5. V. capítulos 14, 15 y 16 en este volumen.
78
taurantes slow food6 y fondas. Cada negocio tiene un perfil particular de loca-
les, platillos y atención según la población a la que buscan como clientela.
Mis hijos sí se comen todo en McDonald’s, aunque les gustan más los juegos en
Burger King. Mi hijo de un año identifica cuando los nuggets son de McDonald’s
o son caseros, sólo por su olor y su aspecto, no acepta los caseros y no hay manera
de engañarlo, es un gourmet. Mi hija de cinco años empezó a comer esta comida
después de los tres años, ella tolera más la comida casera y no distingue tanto la
diferencia. [Madre de 37 años entrevistada en McDonald’s.]
6. Como respuesta a la invasión homogeneizadora de la fast food y al frenesí de la fast life, en 1989
Carlo Petrini fundó en Italia la slow food, como una asociación internacional sin fines de lucro [Provee-
dores de México, 2006]. Su filosofía incluye los siguientes preceptos: 1. Derecho al placer del comer y, en
consecuencia, la responsabilidad de proteger la herencia de la comida, la tradición y la cultura que lo ha-
cen posible. 2. Concepto de ecogastronomía. 3.Consumidores como coproductores [Slow Food, 2006].
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Restaurantes slow food: acuden a estos locales adultos jóvenes de alto po-
der adquisitivo, preocupados por la salud y la ecología, algunos vinculados al
movimiento new age. Personas de clase alta:
El lugar es muy bonito y tranquilo, cuidan mucho los detalles del servicio y la
decoración, además los empleados son muy amables. Los precios son un poco
más altos que en otros lugares, pero los platillos lo valen, son sanos y ecológicos.
[Mujer de 38 años entrevistada en El Tajín.]
Fondas: las visitan señoras que compran comida para llevar, empleados
que comen solos o en grupo y personas de la tercera edad. Clase media y me-
dia baja, empleados, estudiantes. Estos comensales buscan un servicio cerca-
no a su lugar de trabajo donde puedan consumir una comida completa a costo
accesible. Los entrevistados manifestaron su gusto por la comida casera y la
relación amistosa o cordial con los dueños o con quienes atienden los locales.
Mis clientes son de años, este negocio tiene treinta años y en ese tiempo he ido
adaptando los menús a los gustos de los clientes. En general, no les gustan las ver-
duras, por eso se las combino con la carne; eso sí, son muy carnívoros, todos los
días quieren carne, la más sabrosa es la de cerdo, pero como es un poco pesada la
voy alternando con pollo y con res; pescado hago poco [Dueña de fonda.]
80
pramos tamales y sopes para llevar y desayunar en casa. Nunca nos hemos enfer-
mado del estómago con esta comida, y como puede ver, todo está muy limpio.
[Señora de la tercera edad entrevistada en fonda.]
7. Durante nuestro trabajo de campo en McDonald’s probé algunos platillos en los que identifiqué
distintos elementos y sabores. Consumí en varias ocasiones hamburguesas, papas, pollo, yogur con frutas,
refrescos y helados.
8. V. “Introducción” en este volumen.
9. Harris afirma que si bien, desde una perspectiva científica, los seres humanos son omnívoros (co-
men alimentos de origen animal y vegetal), el inventario dietético de la mayoría de los grupos humanos
parece bastante reducido, ya que en la definición de lo que es apto para consumo interviene algo más que
la pura fisiología de la digestión, refiriéndose a las tradiciones gastronómicas de cada pueblo, es decir, a
su cultura alimentaria. “En la medida en que sea posible explicar las preferencias y aversiones dietéticas,
la explicación habrá de buscarse no en la índole de los productos alimenticios, sino más bien en la estruc-
tura de pensamientos subyacentes del pueblo de que se trate […] La comida tiene poco que ver con la
nutrición. Comemos lo que comemos no porque sea conveniente, ni porque sea bueno para nosotros, ni
porque sea práctico, ni tampoco porque sepa bien” [Harris, 2008:11-14].
81
Figura 4.1
Cuadro comparativo de características de los locales analizados
10. Muchos padres buscaban de esta manera compensar a sus hijos por el tiempo que no podían
dedicarles.
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Los niños son muy inquietos, por lo general no los llevo a casa de familiares o ami-
gos porque al jugar mueven, tiran o rompen cosas, por eso es relajante traerlos a
Burger King o a McDonald’s. Aquí no molestan a nadie y juegan sin los peligros de
un parque o de los coches. También es un lugar ideal para hacer fiestas, así no lavas
platos ni arreglas la casa. Muchas veces vengo a platicar con mis amigas que tienen
hijos de las mismas edades. [Madre de 37 años entrevistada en McDonald’s.]
11. Frecuencia de aparición [Osol, 1983:1056]. La prevalencia se refiere a todos los individuos afecta-
dos, independientemente de la fecha en que contraen la enfermedad. En la prevalencia influye la veloci-
dad de aparición del evento y su duración. La prevalencia indica la abundancia del evento que soporta la
población, teniendo su mayor utilidad en los estudios de planificación de servicios sanitarios [Wikimedia
Foundation, 2006b].
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15. Muchos de ellos fabricados por The International Flavors & Fragantes (iff), la mayor compañía
de saborizantes del mundo [Schlosser, 2003:171]. La industria del sabor surgió a mediados del siglo xix,
cuando los alimentos procesados se empezaron a fabricar a gran escala [Schlosser, 2003:174].
16. El olor es muy importante porque hasta 90% del sabor depende de él.
86
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89
90
Los alimentos que se comen tienen historias asociadas con el pasado de quienes los
comen; las técnicas empleadas para encontrar, procesar, preparar, servir y consumir
esos elementos varían culturalmente y tienen sus propias historias. Y nunca son co-
midas simplemente, su consumo siempre está condicionado por el significado y se
les comunica simbólicamente; también tienen sus historias. [2003(1996):28].
1. “Los que crean ese significado interno lo hacen impartiéndole significación a sus propios actos y a
los de quienes los rodean, tal como los seres humanos le han estado impartiendo significación social a su
comportamiento desde que son humanos” [Mintz, 2003(1996):46].
94
Registro etnográfico
La importancia de esta festividad ha sido reconocida incluso por la unesco,
que declaró las fiestas indígenas dedicadas a los muertos como Obra Maestra
del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad [unesco, 2003].
Los argumentos que sustentaron dicho reconocimiento son muy indicativos de
la trascendencia que en México y en el mundo posee esta festividad, a saber:
[…] representa uno de los ejemplos más relevantes del patrimonio vivo de Méxi-
co y del mundo, así como una de las expresiones culturales más antiguas de
mayor plenitud de los grupos indígenas que actualmente habitan en nuestro país
[…] las celebraciones dedicadas a los muertos no sólo comparten una antigua
95
Figura 5.1
Altar familiar con amplia variedad de guisados, frutas y pan;
incluye abundantes flores y veladoras como parte
de la ofrenda, además de muchos elementos decorativos
(foto: José Luis Mariño, 2 de noviembre de 2004).
96
97
recibir a los difuntos. Una semana antes se compran los ingredientes necesarios
para guisar las comidas que acompañarán la ofrenda, las cuales degustarán los
parientes y amigos.
La mayoría de los entrevistados refirió que era muy importante conser-
var esta tradición que les permite convivir con amigos y familiares, y alu-
dieron a la creencia de que los difuntos en esos días abandonan el cielo y
acuden a sus antiguas moradas a convivir con sus familiares vivos. Desde el
31 de octubre esperan a los niños difuntos, a los que también les donan su
veladora o cera. En el panteón, las tumbas de niños o “angelitos” se adornan
con globos, pelotitas y juguetes, además de alhelíes. El día 2 de noviembre
se come en el panteón con los muertos.
La ofrenda en casa dedicada a los niños consiste en: comida, necuatole
(dulce de calabaza con guayaba, caña, cáscara de naranja y piloncillo), leche,
atole, pan de muerto, dulces, frutas; también se pone un platito con sal y
un vaso con agua, calaveritas de dulce, incienso, flores de nube y alhelíes; y
adornos, velas “donadas” para los niños, cuyos nombres se mencionan al co-
locarlas en la ofrenda; juguetes tradicionales, como trompos, y papel picado
blanco con fondo morado. En una de las entrevistas, doña Bertha González,
del barrio de la Asunción, en Culhuacán, nos dijo algo muy representativo y
que pertenece al culto mexica: “los niños no comen comida, no la han pro-
bado. Por eso su ofrenda es de leche, atole, fruta y dulces”. Recordemos que
en la tradición mexica los niños de pecho difuntos iban a un lugar llamado
chichihualcauhco.2
Algunos informantes creen que los niños llegan a las 12:00 horas del
día 31 a la ofrenda, aunque otros mencionan las 13:00, las 20:00 y las 21:00
horas del mismo día. El día que se “dona” la cera —que puede ser el 31 de
octubre si son niños o el 1 de noviembre si son adultos— se reza un rosario
en familia al tiempo de colocar las veladoras o ceras en la ofrenda. En todos
los altares de muerto observados las ceras o veladoras se ponen en el suelo,
al pie de la ofrenda.
2. Catharine Good amablemente ha enriquecido este dato añadiendo que: “El alma de los niños
no está fija a la tierra (no comieron tierra) por eso traen la lluvia, son almas ligeras y sin pecados y
deudas.” esto refiere a la deuda que adquieren los humanos con la tierra por consumir sus productos,
especialmente el maíz. Los niños que nunca ingirieroncomidas sólidas quedan libre de esta deuda. V.
Good [2004a].
98
99
Figura 5.2
Prendiendo las ceras en el panteón como parte de la alumbrada
(foto: José Luis Mariño, 2 de noviembre de 2004).
100
do una campana de casa en casa para después rezar y cantar unas alabanzas
u oraciones que dicen así:
Estos son los elementos clave de dicho modelo, y Good propone que
también conforman la cultura náhuatl en otras regiones de México y se sus-
tentan en el pasado histórico. En lo personal, observo que estos elementos
3. Estas mismas alabanzas se usan en velorios y rosarios de difuntos, y hay unos jóvenes especializa-
dos en cantar en tales coros.
101
Figura 5.3
Altar familiar donde se coloca la ofrenda de guisados, frutas, pan y demás
elementos; incluyendo algunas fotografías de los difuntos. Se observan
adornos alusivos al halloween (foto: José Luis Mariño, 2 de nov. de 2004).
102
pecial, el culto a los muertos, demuestran una gran capacidad para la repro-
ducción cultural que les permite mantener o recrear una identidad cultural
propia, a pesar de los cambios a que están sometidas por estar inmersas en
una de las mayores ciudades del mundo.
Permítaseme aventurar que, tal como los nahuas de Guerrero —a los
que Catharine Good ha estudiado tan acuciosamente—, los pueblos origi-
narios de la cuenca del valle de México viven de manera integral todos los
aspectos de su vida material, es decir, su organización en el trabajo, formas
de producción y otros aspectos de la vida como los rituales, las fiestas y su
cosmovisión, etcétera.
La doctora Good, al explicar su modelo fenomenológico mesoamericano,
afirma que
[…] el modelo implica una importante dimensión ética y rige muchos aspectos
de la vida colectiva e individual. Esta fenomenología y su expresión en la organi-
zación social y en el ritual nahua abarca la cosmovisión y se puede documentar
tanto en las fuentes históricas como en el trabajo de campo hoy. Es una compleja
reflexión intelectual con raíces históricas que se expresa en la construcción co-
tidiana del mundo social y también del mundo natural. Al resaltar la dimensión
histórica podemos entenderla como parte de una tradición intelectual mesoame-
ricana que se sigue elaborando en condiciones tan adversas como el dominio co-
lonial y la modernización forzada [Good, 2005:90].
103
1. Trabajo o tequitl
De acuerdo con Good, este concepto organizador central de la vida nahua:
[…] incluye todas las actividades necesarias para la producción material pero no
las privilegia […] hablar a otros, dar consejos, persuadir o convencer […] curar,
hacer ofrendas, rezar, cantar, bailar […] relaciones sexuales, la reproducción
biológica, la muerte; al tomar y comer en fiestas, participar en rituales […] todo
uso de la energía humana, física, espiritual, intelectual, emocional, para realizar
un propósito específico, va ligado con un concepto de energía vital [...] [Good,
2005:91].
104
Todo depende del cariño, del sentimiento del que lo está haciendo en ese momen-
to, el trabajo no se ve, sino más bien se aprecia y ni se siente [don Benito Juárez,
encargado del gasto de los castillos, Culhuacán].
105
2. Intercambio y reciprocidad
De acuerdo con la visión náhuatl de la cuenca del Río Balsas, cada persona recibe
constantemente los beneficios del trabajo de otros, y comparte con otros los bene-
ficios de su propio trabajo. Dar y recibir trabajo o tequitl es el factor esencial que
genera toda relación social [Good, 2005:94].
Los padrinos llegan al panteón y dan una cera o una veladora a su ahijado, para
su tía o sobrino […] la donación de velas se hace el día del rosario, el día 1º
y el día 2 y ese día se donan las velas, y el día del alumbrado ya en el panteón
se lleva una cera y se deposita en la tumba de su compadre o amigo […] ¡pero no
llevan una vela!, ¡se llevan cajas de velas al tío, a la madrina, al compadre, nieto o
quien sea […] son muchísimas velas las que se llevan! [don Agustín Rojas y doña
Conchita Nava de Rojas].
La palabra correcta es donar, porque se está donando la luz a Dios por el alma de
un ser querido de uno […] [doña Bertha González, Culhuacán].
106
del velorio de los parientes, amigos o vecinos. Así se establece una deuda
que deberá pagarse en el velorio del próximo difunto de la comunidad. Este
compromiso es hereditario, al igual que los muertos. De este modo, la re-
ciprocidad en las celebraciones rituales (recuérdese el compromiso de los
mayordomos en las fiestas barriales y patronales en toda la región centro y
sur de México) adquiere una dimensión temporal y permite la reproducción
cultural del grupo en la historia.
[…] en el léxico local fuerza connota el uso de energía, perseverancia, el poder del
carácter, o el espíritu personal para alcanzar un objetivo importante […] fuerza
que se extiende a elementos rituales, artísticos e intelectuales igual que tequitl o
trabajo […] [Good, 2005:97].
[…] el intercambio entre los vivos y los muertos es central para todas formas de
productividad, conceptualizado como “viendo el trabajo”. Además, la explica-
ción [la autora se refiere a la información dada por una mujer de Ameyaltepec]
describe el flujo de la fuerza entre los vivos, como base para las relaciones recípro-
cas entre los vivos y los muertos. Estas ideas explican cómo la reciprocidad y el
intercambio son factores clave en la fertilidad entendida como la realización del
potencial generativo del ser humano [Good, 2005:99].
107
Es una tradición que dejan los abuelos, mi bisabuela no festejaba la Navidad, pero
el día de muertos era muy grande para ella… [joven Juan Carlos, barrio de San
Miguel Iztapalapa].
Sentimos que es necesario hacerla [la fiesta de muertos] porque es lo que nos
identifica, también las fiestas patronales… [don Agustín Rojas, Culhuacán].
Uno ya tiene otra forma de pensar, pero no es lo que uno piensa sino lo que es la
tradición [don Agustín Rojas, Culhuacán].
Estos testimonios expresan también “la continuidad activa con los que
vivieron antes” [Good, 2005:101] y la importancia de mantener y transmitir
las tradiciones de manera reiterada en los distintos niveles de compromiso,
como individuos, como grupos domésticos, barrios y comunidades:
Consideraciones finales
Analizar la comida ritual del día de muertos nos llevó a recurrir a diversas
categorías analíticas, pero sobre todo hemos intentado estudiar esta ofrenda y
su comida ritual no como suma de delicias tradicionales, sino como elementos
culturales con significados colectivos. Para ello recurrimos a la etnografía con
108
4. Es muy importante resaltar que la doctora Good escoge, entre otros, el ritual de muertos para
demostrar cómo los conceptos de trabajo, amor y respeto, fuerza y continuidad histórica intervienen de
manera directa en este culto y, por lo tanto, ejemplifican su modelo.
109
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111
Presentación
Los rituales funerarios están relacionados con prácticas co-
lectivas, ya sean éstas familiares o comunitarias; muchas de
ellas se asocian con comidas rituales que comparten entre los
participantes y con las que también honran a sus muertos. La
persistencia de estas actividades se vincula con el acento que
se pone en el hecho de que los alimentos son parte de una
importante tradición culinaria dentro de los pueblos mexica-
nos; además, muestra un elemento de reconocimiento al valor
de la preservación dentro del ritual de formas culturales que
vienen del pasado.
El estudio de los alimentos en las prácticas rituales ha
sido un tema poco frecuente entre los antropólogos. Desde
luego, existen descripciones de las numerosas ofrendas ali-
mentarias que con motivo de diferentes festividades se co-
locan en lugares especiales o que consumen las personas en
casi todos los pueblos de la República Mexicana, pero la
114
115
Mixquic
En el pueblo de San Andrés Mixquic, Tláhuac, las conmemoraciones de
muertos de los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre, constituyen un gran
evento de bienvenida que los lugareños llevan a cabo en honor de las ánimas
o espíritus de sus parientes y amigos que han muerto y que vienen en una
visita especial una vez al año.
En el ámbito doméstico destaca la preparación y presentación de la
ofrenda ritual —que se coloca en una o dos mesas—en la cual trabajan
arduamente todas las mujeres que viven en cada hogar. Esta ofrenda la
conforman flores, velas, ceras, frutas pero, sobre todo, la organización de
las mujeres que ocurre en torno a la preparación de los alimentos, en par-
ticular los que se ponen el día 2 de noviembre, para dar la bienvenida a los
difuntos mayores, cuando preparan la comida festiva tradicional y la que
gustaba a sus muertos, como el mole, el arroz, los tamales, el atole, el pan
de muerto y el mixmole, un platillo típico del lugar cuya base es el pescado.
La preparación de estos alimentos implica una fuerte inversión de trabajo
femenino: abuelas, madres, nueras y jovencitas de la familia, compran los
materiales y preparan los alimentos. El dinero corre a cargo de los hombres
que trabajan por un salario o en el campo, y en ocasiones, proviene de
las propias mujeres que tienen empleo. Preparan esta comida con esmero
especial porque ellas deberán demostrar aprecio por sus muertos. Por esta
razón, todos los alimentos se preparan en casa con las recetas tradicionales
de la familia, y el pan de muerto se hace a mano y se hornea en el hogar o
en lugares donde es posible elaborar gran cantidad de pan, como grandes
hornos rentados. También cuecen los tamales con leña porque de no ser
así, las ánimas no los disfrutarían, ya que —al igual que el pan— su sabor y
aroma son muy peculiares (Figura 6.1).
Otra parte fundamental del ritual en honor a los muertos es el enfloramiento
del panteón y la iluminación en la madrugada del 2 de noviembre en las
116
Figura 6.1
Ofrenda doméstica en Mixquic (foto: M. Manrique, 2007).
117
Mire, la ofrenda se les pone porque nos han inculcado que nuestros difuntos vie-
nen, entonces el día de hoy [31 de octubre] a las 12 de la tarde se les invita a los
niños a pasar aquí a la mesa y a todas las almas del purgatorio [...] los niños que
se quedaron sin familia, a todos ellos los invitamos a convivir con los de nosotros.
Yo tengo una niña que Diosito me recogió, pero la creencia de que vienen, vienen
[dice con énfasis].
Mañana es para nuestros abuelitos, nuestros papás para los que ya no tene-
mos, se les pone lo que ellos acostumbraban, es la familia, es como el caso de mi
suegro Felipe, mi suegra Francisca, mi mamá Amada, mi papá Dionisio, todos, y
118
sus invitados que entren a aquí a la casa a convivir y que todo lo que hay es para
ellos, para todos juntos [Irene Ayala, entrevista personal, Mixquic, 30 de octubre
de 2007. Realizó: Miriam Manrique].
Zapotitlán
El otro caso que se analizará es el de Santiago Zapotitlán, también ubicado en
Tláhuac, donde al igual que en Mixquic la costumbre es colocar una ofrenda
doméstica para recibir a los muertos.Los elementos propios de esta ofrenda
es que todos los trastos, manteles y servilletas que se usen deben de ser nue-
vos, y además se colocan unas tablas en donde se pone una cera para cada
difunto al que se le dedica la ofrenda. Se acostumbra que el jefe de familia
vaya prendiendo cada una de las ceras y la dedique a su ser querido: “ésta es
para mi papá”; “ésta es para mi mamá”; “ésta es para mi hermanito que casi
no alcanzó a ver la vida”; “ésta es para mi tía”, y así sucesivamente, nombran
a los seres queridos que están siendo venerados.
También aquí las mujeres de la familia son las más involucradas en prepa-
rar y poner la ofrenda, pero en el caso del pan de muerto los hombres baten
la masa porque se hace en grandes cantidades; el batido es un trabajo muy
pesado, y luego se cuece el pan en hornos de leña. La tradición de preparar
Figura 6.2
Ofrenda doméstica en Zapotitlán (foto: M. Manrique, 2007).
119
Figura 6.3
Músicos tocando para los muertos en Zapotitlán
(foto: M. Manrique, 2008).
120
consiste en una manta—, unos huaraches, una jícara decorada y una vara de
membrillo. Se coloca el cuerpo del adulto en un ataúd normal, pero si se trata
de una o un joven soltero tiene que enterrarse en una caja blanca, al igual que
los niños, lo que significa pureza.
Cuando llegan los deudos a la casa se acostumbra darles un platillo muy
especial: los ayocotes, que son frijoles negros con tequesquite, ingrediente
que le da un sabor característico a este platillo. Además, se acompaña de
queso blanco, rajas de chile cuaresmeño y tortillas, y se prepara en grandes
cantidades porque se ofrece a todas las personas que lleguen a dar el pésame,
y no se debe dar una ración pequeña de alimento, sino que se sirve un plato
lleno. El velorio se realiza en el hogar de la familia del difunto y se debe ofre-
cer a todos los asistentes café, pan, alcohol (generalmente, cerveza o tequila)
y cigarros. Acostumbran llegar a rezar los ofrenderos y con frecuencia, los
amigos acuden a cantarle al muerto con una guitarra.
Desde que una persona muere se considera que es vigilia, por lo que el día
del entierro se prepara una comida en la que tradicionalmente se ofrece re-
voltijo, lo que muchos conocemos como romeritos, y se acompaña con arroz
y tamales de sal que no llevan carne ni chile y se llaman tamalates. Se procura
que el entierro sea en la tarde, para después de comer ir a la misa de cuerpo
presente y luego al panteón; sin embargo, si el entierro fuera en la mañana,
después del panteón regresan todos a la comida.
Después de la misa, el cortejo recorre las calles del pueblo cargando la
caja del muerto y se tañen las campanas de la iglesia para resaltar que se le
está despidiendo; en ocasiones, una banda de música, del tipo que prefería el
difunto y es del agrado de los familiares, acompaña este recorrido. Al llegar
al panteón, varios hombres se ofrecen para rascar el agujero para la sepultura
y finalmente se entierra al difunto. Un padrino de cruz, alguien cercano a la
familia, les regala una cruz para que la coloquen en la tumba, y después de un
tiempo, los familiares mandan a hacer una cripta con diferentes ornamentos.
A las personas del pueblo les gusta acudir a los rosarios del novenario
porque es muy atractivo que cada día se ofrezcan diferentes alimentos: tama-
les, tortas, chilaquiles, enchiladas, gorditas y, en ocasiones, incluso pozole. A
los nueve días corresponde hacer otra misa, y al término de ésta se le convida
bacalao seco capeado a la gente. Si los recursos de la familia son escasos, se
ofrece mixmole, pescado seco llamado charal, acompañado con nopales.
121
122
los habitantes de estos dos pueblos, cuando reiteran que ellos “son felices”
preservando sus costumbres, y en la práctica hacen grandes esfuerzos para
que éstas permanezcan.
123
Figura 6.4
Ofrenda doméstica para niños en Mixquic (foto: M. Manrique, 2007).
124
125
Figura 6.5
Adorno floral hecho en la calle por jóvenes en Mixquic
(foto: M. Manrique, 2007).
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128
1. Hace unos 7000 años, según Niederberger (1986:656), la región lacustre, sobre todo la austral,
estaba en su máximo equilibrio pues la biocenosis de la cuenca era máxima y permitió mantener una vida
sedentaria precoz a grupos o bandas generalmente nómadas; muchos de ellos se dedicaron primordial-
mente a la obtención de los diversos recursos que provenían de los lagos. Desde ese entonces se fueron
dando las condiciones para una especialización que duró miles de años, hasta la desaparición, hoy casi
total, de los lagos.
130
2. Baste mencionar los trabajos excelentes de Niederberguer [1986] y Espinosa [1996], así como los
de Rojas [1985] Serra Puche [1988, 1985] y Velasco [2001, 2000, 1999, 1988], por mencionar algunos.
131
3. El plural es atlaca’, con este apóstrofo, tilde o saltillo, negamos pluralizarlo, al castellanizarlo, con
una “s” como se ha hecho con mexicas y preferimos utilizar “los mexica o los purépecha o los atlaca”.
4. Se trata de aspectos clave para analizar la vida social de los pueblos, estos son: tequitl o trabajo
(muy complejo, debido a que es el concepto organizador central de la vida), las relaciones de trabajo y
reciprocidad (que fundamentan tanto la organización social como la cosmología), el concepto de fuerza o
energía vital que circula, íntimamente ligado al tequitl y, lo que es fundamental en este trabajo, una clara
conciencia de la continuidad histórica colectiva.
132
5. Los pobladores asentados a orillas de los lagos de Xochimilco y Chalco como Mixquic, Cuitláhuac,
Xochimilco, Chalco, Culhuacán, Iztapalapa y Huitziopochco, fueron denominados así, pero los mismos te-
133
nochca debieron serlo, ya que su ciudad creció por medio de este sistema de pequeñas islas rectangulares
artificiales construidas dentro de estos pantanos o lagos de agua poco profunda.
6. El éxito de las chinampas,basado en la variedad de cultivos, sólo se logra debido al amplio uso
de almácigos junto con la mezcla y rotación de los cultivos, los que pueden ser hasta cuatro al año. El
descanso del terreno es sólo de unos cuantos meses (tres), y esto ocurre cada tres o cuatro años. Hoy las
chinampas sucumben, la mala calidad del agua “tratada”, la falta de ciénega de donde extraer lodos, su
alta salinidad, el sobrepoblamiento, la desaparición de los manantiales, el intenso tráfico turístico, la falta
de apoyos gubernamentales y de mano de obra, son parte de los múltiples factores que contribuyen a
su desaparición.
7. Que se caracterizaban porque padecían un continuo flujo y reflujo de las aguas durante secas (to-
nalco) y en tiempos de lluvias (xopan), lo que implantó diversos mecanismos de supervivencia a plantas y
animales. El hombre, como conocedor de este fenómeno, debió considerar estas aguas como un ser vivo,
similar a como se concebía a Tlaltecuhtli (el Señor o la Señora Tierra). En este caso se trataba de la preciosa
falda de la divinidad lacustre que portaba en ella los múltiples recursos palustres, como vemos en algunos
códices. Desde la antigüedad fue considerada la protectora de los lagos, sus recursos y de los atlaca.
8. Gibson señala [1957:45] que para la Colonia, las jurisdicciones de pesca estaban cuidadosamente
demarcadas, como lo demuestran los múltiples litigios exhibidos en los documentos, similares a los enta-
blados por las tierras.
134
9. Los nombres de los especialistas provienen del libro X del Códice Florentino.
135
10. “…el dios no era necesariamente una persona; era el nombre o la metáfora dada a un aspecto de
la naturaleza”, incluso podría decirse que las relaciones entre las divinidades eran metafóricas.
11. Andrés Medina [1990, 2007] menciona en diferentes trabajos el complejo sistema de reciproci-
dades que mantienen los pueblos que sobrevivieron al embate colonial y actualmente al urbano, con un
evidente sistema de rituales católicos en donde se mantienen correspondencias entre pueblos y barrios
por medio de sus santos epónimos.
12. Entre los que estaban los protectores de los trabajadores de la sal, de los tejedores de petates y
canastos; así como de los pescadores y cazadores de fauna lacustre, entre otros.
13. El salitre se usó en la Colonia para la elaboración de pólvora y había en la región varios sitios
donde se extraía este mineral.
136
137
Figura 7.1
Códice Florentino: los atlaca cazando con el minacachalli
o arpón de varias puntas al acoyotl o Anhinga americana
(Anhinga anhinga) o pájaro serpiente.
138
con los hombres del agua, ya que éstos, como miembros de la sociedad mexica,
le suministraron mediante el tributo, la venta y el intercambio los alimentos
asociados al entorno lacustre.
Las aves estaban entre los alimentos preferidos. Su carne fue una de las
más importantes fuentes de proteínas, pues su abundancia hacia fines del
otoño y en el invierno era tal que, en números conservadores [Espinosa,
1996], arribaban más de dos millones distribuidas entre casi cien especies
que pudieron existir entonces. Las aves predilectas eran los anseriformes,
sobre todo, patos y gansos, pues antes de emprender su regreso de miles de
kilómetros al norte del continente en la primavera, durante su estancia en los
lagos de la cuenca acumulaban una buena cantidad de grasa, ingrediente del
cual se carecía en la dieta habitual del México prehispánico. La grasa no era
un alimento ordinario, no se utilizaba grasa o aceite para freír los alimentos
(incluso no hay mención al respecto en las fuentes del México antiguo), a no
ser que la carne se friera en su propia grasa. Además del uso ritual, las aves se
utilizaban en la predicción del tiempo, la medicina, la fabricación de atavíos
y distintos menajes con sus plumas, muchos de los cuales fueron importantes
objetos simbólicos asociados con la fecundidad, el sacrificio, el fuego y el
agua. Entre las diferentes maneras de cazarlas y atraparlas estaba el uso de
diferentes tipos de redes y trampas como la liga; se empleaban arpones, arco
y flecha y el atlatl o amiento, aún hacia los años cuarenta los observadores
señalaban las mismas técnicas e instrumentos de caza [Linné, 1948] emplea-
dos en la época prehispánica. En el presente, su cacería está prohibida pues
son muy pocos los lugares a donde arriban o habitan estos volátiles, como en
el lago Nabor Carrillo, Xochimilco, Zumpango, la Presa de Guadalupe o la
laguna de Apan, por nombrar los sitios actuales más importantes.
La exuberancia de aves se debía a dos recursos profusos de los lagos:
algas e insectos. Ambos llegaban a ser tan copiosos que grandes colonias
eran barridas con salabres o se recogían con una pértiga en forma de bieldo
(como bien se aprecia en el mapa de Santa Cruz o de Uppsala y en el Códice
Florentino), pues flotaban en una especie de nata que luego, según el caso,
se secaban al sol para conservarse o prepararse frescos en guisos. Según la
entomóloga Julieta Ramos [1982], los indígenas en la actualidad conocen tan
bien el comportamiento de los insectos que escogen el momento apropiado
para la recolección cuando existen mayores densidades de población y los
139
Figura 7.2
Códice Florentino: cacería de avifauna acuática con empalizadas y redes.
En la cuarta década del siglo pasado aún se lograba prender aves de
esta manera en el lago de Texcoco, según Apenes y Linné
(V. mapa de Uppsala o Santa Cruz).
Figura 7.3
Códice Florentino: comunión del atotolin o pelícano, se creía que era el
sostén de la profesión de pescadores y cazadores, junto con el ave serpiente
o acoyotl, por el atotolin se sabía si “habían de ser prósperos
o no en el oficio de cazar y pescar” [Sahagún, 1979:184].
140
Figura 7.4
Códice Florentino: izquierda, tortitas de insectos; derecha,
recolección de éstos cuando abundaban en los lagos,
mediante una pértiga con puntas.
141
142
14. En varias ocasiones, Octavio Paz narraba que uno de los platillos más sabrosos que había probado
en su vida era el que se comía durante el cumpleaños de su padre; se los obsequiaban algunos de los
habitantes agradecidos de Iztahuacán, en Iztapalapa, porque los había ayudado (era abogado) en litigios
a defender sus tierras, así que lo agasajaban con un platillo que casi no existe: pato en pulque.
143
ductivas, y además no son propicias para el cultivo del trigo. Por otra parte, a
los habitantes de la metrópoli colonial les interesaba tener una fuente cercana
de alimentos frescos, que llegaban diariamente por el Canal Real, La Viga y
Santa Anita hasta el centro de la capital.
Aboites y Garibay [1994] opinan que el poco interés de apropiarse de
algunas partes del territorio lacustre que mostraron españoles y luego mes-
tizos y criollos, se debió a la gran cantidad de trabajo que demanda hacerlo
producir, como ya se mencionó en el caso de las chinampas, o la recolección
de alimañas. Durante el Porfiriato, y para los gobiernos revolucionarios, el
interés principal era la desecación de algunos lagos, como el de Chalco, para
aumentar los campos de cultivo, porque se creía que los lagos eran fuentes de
enfermedades, como las “miasmas” que se desprendían de la región lacustre
Chimalhuacan-Atenco. El segundo factor de interés fue construcción de vi-
vienda, como ha sucedido en la región donde se producía el alga espirulina:
el llamado caracol del extinto lago de Texcoco, así como terrenos para zonas
comerciales nuevas.
Epílogo
Aún hoy en el lago Nabor Carrillo en Texcoco, y las partes acuáticas que
quedan de Xochimilco, Tláhuac o Zumpango en el norte, se llegan a encon-
trar charales, ajolotes, ranas y culebras de agua y aves de diversos géneros y
familias. ¿Pero por cuánto tiempo? Sobre el primero, por ejemplo, se cierne
el peligro latente de un nuevo aeropuerto; en los otros, la mala calidad de las
aguas o su escasez, la contaminación y la urbanización son constantes amena-
zas. Durante la investigación etnográfica se constató que a pesar de la destruc-
ción del ecosistema lacustre, la gente no ha perdido la percepción vivencial
de este territorio: su afectividad, su imaginario, su conocimiento sociocultural
siguen presentes en muchos de sus habitantes. En ellos existe y es fuerte el
arraigo a sus orígenes, la continuidad de su cultura y su memoria histórica,
por lo que siguen formando parte del proyecto social mesoamericano. A pesar
de que el paisaje ha sido cambiado por completo, la mayoría —exceptuando
algunos habitantes de Xochimilco y muy pocos de Tláhuac—, no vive de “lo
que el lago produce” ni de la agricultura, pero su autoidentificación con el
medio aún perdura y citan a sus abuelos y a la tradición sobre lo grandiosos
y fecundos que fueron los lagos.
144
145
Figura 7.5
Tortitas de ahuauhtli, preparadas por las amas de casa
del pueblo de Culhuacán.
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149
Aída Castilleja*
Consideraciones iniciales
La ofrenda para las ánimas es un conjunto de bienes por
medio de los cuales los purépecha honran a sus antepasa-
dos. Conjunto que además de incluir diversas flores y fru-
tos silvestres de la temporada, así como otros de la cosecha
familiar y alimentos elaborados específicamente para esta
ocasión, integra también, y esto es de central importancia,
un complejo de relaciones entre miembros de la comunidad,
quienes participan en apego a roles establecidos en función
del grado de parentesco, del género y la generación. Son
relaciones que, pautadas por el principio de reciprocidad,
generan atributos y dotan de sentido las acciones y los bienes
que circulan entre diversos miembros de las comunidades.
Estas relaciones se sustentan en sistemas de creencias que
intervienen en la construcción de las nociones de antepasados
y de ancestros, a quienes está destinado el ritual; garantizan
también el cabal cumplimiento de compromisos, asegurando
* Centro inah-Michoacán.
152
1. Es una especie de orquídea, similar a la “flor del corpus”, también muy olorosa, pero más peque-
ña; sólo crece entre los árboles del bosque mixto durante esta temporada del año.
153
miento de sus familiares. A diferencia de los rituales que se efectúan los días
posteriores a la muerte de una persona, y que tienen un profundo sentido de
duelo y resignación, la celebración de todos santos y de santos difuntos tiene
un carácter festivo: las ánimas retornan al pueblo y es ocasión de compartir
con ellas y con el resto de los miembros de la comunidad este suceso que se
repite año con año. Como veremos, la noción de antepasado está vinculada a
la clara identificación de lazos de parentesco, en tanto que en la de ancestro
parece desdibujarse para conformar un conjunto de entidades que configuran
un colectivo, que hunde sus raíces en un pasado remoto y que, a la vez, marca
sentidos de pertenencia y establecen pautas, normas y comportamientos.
La ofrenda, y con ella los alimentos, implica una compleja circulación de
bienes y trabajo que activa relaciones de parentesco —consanguíneo y ri-
tual— para el cumplimiento de ciertas obligaciones que impone la vida fami-
liar y comunitaria. Angelitos y santos difuntos son dos categorías para refe-
rirse a personas que han muerto; se trata de una distinción relevante, ya que
de ella depende la manera en la que deberán cumplirse determinadas tareas
pautadas por el género, la generación y el grado de parentesco para con el
difunto. Esta circulación —de bienes y de trabajo— es un factor de primer
orden en la definición del carácter ritual de los elementos de la ofrenda y de
algunos alimentos y bebidas que se preparan y distribuyen como parte de
esta importante celebración.
154
2. En la concepción del mundo de los purépecha éste se compone de tres niveles: el warhicho,es el
lugar a donde van quienes han dejado el echerio, que es el espacio que comparten los seres humanos
vivos con la naturaleza; y el tercero es el awandarhu, el cielo, lugar donde habitan los dioses.
3. La atápakua es el nombre genérico de una salsa o guiso espeso a base de maíz, chiles y especias;
generalmente se prepara con productos de caza o recolección, por lo que existen numerosas variedades
según la época del año. Su denominación específica la tomará de los ingredientes utilizados: pescado,
hongos, quelites, nopales, pato o carne de venado [Santos et al., 2000].
155
Figura 8.1
Llevando la ofrenda a un familiar recientemente fallecido (Zipiajo).
cuando se trata de productos comestibles, suelen ser crudos, en tanto que los
que reciben a cambio son cocidos. Estos bienes fluyen por medio de la acción
de las personas de acuerdo con pautas sociales claramente reconocidas entre
los miembros de una familia y de la comunidad, de ahí que —se dice— los
difuntos no sólo reconocerán los bienes que les son ofrecidos, sino el trabajo
y el cumplimiento de obligaciones implícito.
Además de estos intercambios específicos, prescritos para personas
recientemente fallecidas y pautados por relaciones de parentesco, hay otros
muy comunes entre personas que se visitan entre sí cuando acuden al ce-
menterio a poner la ofrenda a sus respectivos familiares. Días previos al 1 de
noviembre, o temprano por la mañana de ese día, van al cementerio a limpiar
y a remozar las tumbas de sus difuntos: reacomodan la tierra que se amon-
tona y la contienen con piedras colocadas alrededor para marcar el lugar
donde yace su familiar, colocan flores en recipientes y directamente sobre la
tierra y esparcen pétalos de cempasúchil; también prenden velas y veladoras.
Variando de uno a otro pueblo, la gente suele llegar en grupos familiares con
la ofrenda durante la mañana del día en el que esperan a los angelitos o a los
santos difuntos, según sea el caso. Sobre la tumba ponen una servilleta bor-
156
dada y, sobre ella, asientan el canasto o la charola con la ofrenda; de ahí van
tomando los alimentos —chayote cocido, calabaza en dulce, tamales, pan,
chilacayote— para comerlos y compartirlos. Los cementerios durante estos
días son los principales lugares donde se congrega la gente que reside en el
pueblo, así como familiares que llegan a participar en la celebración.
Estas formas de intercambio implican un sentido de colectividad de la
que también forman parte los familiares que han fallecido a lo largo de los
años: se les honra de manera genérica, tanto en el ámbito doméstico como
en el comunitario. Los difuntos regresan como ánimas y es importante que
vean que cada cual sigue cumpliendo con lo que le corresponde: “ellos nos
están viendo todo el tiempo, que no faltemos a nuestras obligaciones y cuan-
do vienen tenemos que recibirlos así, con comida y con gusto”, según me
dijo una señora de Uricho mientras comía un chayote que me ofreció. Entre
los pueblos de tradición cultural mesoamericana, como señala Good [2004],
cumplir con las obligaciones para con los muertos, de manera similar como
entre los vivos, es una condición importante para el mantenimiento del orden
social que no deja de lado el orden de lo sobrenatural.
4. En Janitzio, uno de los pueblos isleños de la laguna de Pátzcuaro, levantan un arco similar como
ofrenda colectiva que, a decir de la gente del lugar, es para todas aquellas ánimas que no tienen deudos
en este mundo [Escudero, 1995:86]. Estos arcos recuerdan el chimal que han reportado otros autores en
pueblos otomíes, como San Miguel Tolimán, en ocasión de la celebración de san Miguel Arcángel [Casti-
llo, 2000]; chimal es un término náhuatl que significa escudo. También se asemejan a los xuchiles que se
levantan en ocasión de la fiesta patronal de San Miguel de Allende, Guanajuato [Amerlink, 1998:9].
157
158
5. En otros pueblos purépecha también se tiene la costumbre de tiznarse cara y manos, como es el
caso de un personaje que, cubierto con un capote de palma y un sombrero, acompaña a los panaleros en
Cherán la víspera del Corpus. Esta práctica de cubrirse de tizne parece estar asociada al hecho de trasla-
darse y permanecer en el cerro por algunos días; a quienes así lo hacen, se les dice los morenos.
6. No obstante, hay elementos que de suyo deben estar siempre presentes en el arco (materias pri-
mas y determinadas figuras); año con año se permiten variaciones en su diseño, las cuales dependen de
la iniciativa de quienes participan de manera directa en su elaboración. En 2005, en el arco del panteón
nuevo, la representación de la santa Muerte ocupó la parte central del arco; el culto a esta imagen se ha
fortalecido durante los últimos años, lo que ha generado conflictos en comunidades vecinas.
159
Figura 8.2
Tata k’eris armando el arco para las ánimas. San Francisco Uricho
(foto de A. Castilleja, noviembre de 2006).
7. Una tarea similar de arquitectura efímera, aunque de menor esfuerzo, se lleva a cabo en ocasión del
cambio de cargo de San Francisco en dos momentos del ciclo anual: al día siguiente de la celebración
del Corpus y al día siguiente de la fiesta patronal, el 5 de octubre. Cada una de estas fechas está asociada
a una fase del ciclo agrícola: la primera, al inicio de la siembra y la segunda, al aseguramiento de la cose-
cha. Los arcos indican la rotación entre las dos entidades socioterritoriales en las que está subdividido el
pueblo: San Francisco debe pasar por debajo del arco, marcándose así un cambio en tiempo y en espacio.
La gente de Uricho reconoce semejanzas entre estos arcos —que son de menor tamaño— y el que se
erige para las ánimas.
160
Figura 8.3
Levantando el arco en el centro del atrio o camposanto en Uricho.
La obtención de los elementos con los cuales se arma y viste el arco re-
quiere el dominio de dos espacios: el del cerro y el del pueblo. Se necesita
la destreza de conocer el cerro e identificar los mejores troncos para armar
el arco: ni demasiado robustos para facilitar su traslado y levantamiento del
arco, pero tampoco muy ligeros, ya que deben soportar el peso de los ele-
mentos con los que se aderezará. Además de identificar los troncos de ta-
maño más adecuado, deberán mostrar la habilidad para cortarlos, quitarles
ramas y corteza y transportarlos hasta el pueblo. Deberán conocer también
los mejores lugares para recolectar las flores y el tabardillo. También, y de
manera destacada, van adquiriendo el conocimiento de lo que está permi-
tido, así como del cumplimiento de ciertas tareas y el acatamiento de las
reglas propias de esta celebración. Pautas que van conociendo a lo largo del
procesode socialización en la vida comunitaria y, de manera particular, me-
diante su incorporación en el grupo de los tata k’eris.
El que a estos muchachos les esté permitido el hurto de las flores —se
espera que así sea— y tomar bebidas alcohólicas en el atrio son elementos
que refuerzan el argumento de la cualidad diferenciada de los espacios: quie-
nes van al cerro, a su regreso suelen tener un comportamiento que denota
161
8. Este proceso tiene similitudes importantes con lo que he expuesto en otros trabajos en relación
con la colecta de panales en ocasión del Corpus y, de manera particular, con los panaleros de Cherán
[Castilleja et al., 2007].
162
Figura 8.4
Esquema del ritual de paso al constituirse en tata k’eri.
Marginación
1 2
Integración del grupo: pueblo Colecta y reparto de la ofrenda
Preliminal Postliminal
Figura 8.5
Tata k’eris colectando la ofrenda para su posterior
redistribución (Uricho).
163
los ancestros, no sólo porque remite al lugar de origen de los pueblos, sino
porque es reconocido como el espacio donde habitan los ancestros o por
donde pasan cuando, año con año, llegan al pueblo para luego retornar al
lugar donde residen.9
Después de levantar el arco, los tata k’eris se retiran a sus casas. Durante
la mañana del 1 y 2 de noviembre la gente llega, en grupos familiares, a hon-
rar a sus muertitos, y en la tarde del último de estos dos días regresan con la
ofrenda. En canastos llevan fruta, calabaza y chayote cocido, pan y dulces.
Los tata k’eris retornan con la encomienda de recabar la ofrenda, primero
la del panteón nuevo y luego la del atrio, secuencia que también sigue la
gente, de tal manera que si tienen familiares sepultados en el panteón nuevo,
primero van allá, para luego ir y permanecer en el atrio hasta que concluye la
celebración. Los tata k’eris pasan con cada grupo, que los espera para darles
parte de la ofrenda; ellos concentran estos productos en dos de los cuartos
de la sacristía y ahí acuden los niños que, formados en fila, esperan a que les
repartan los productos recién recabados. Los niños consumen parte de estos
productos —sobre todo los dulces y alguna fruta— y el resto lo entregan a
sus padres. Así, una parte de la ofrenda concluye su ciclo. La otra —la que
consiste en flores, velas y copal— permanecerá en el cementerio a lo largo
de los siguientes días para esperar el momento en el que las ánimas se retiran
y acompañarlas en su camino. El arco en el centro de cada cementerio se
mantendrá levantado hasta el día en el que quienes participaron en su ela-
boración regresen, semanas después, para bajarlo y hacer de él leña que se
llevarán a sus casas.
Con la redistribución de los bienes colectados se cierra un circuito de
circulación de bienes y de trabajo, el cual se inicia con la formación de grupos
para salir al cerro a colectar los recursos necesarios para los arcos y concluye
en el templo como centro del pueblo, lugar a donde retornan las ánimas y
donde las ofrendas familiares serán redistribuidas a la gente de la comunidad
con la intermediación de los tata k’eris y los niños, que son los miembros de
menor edad: el ritual está destinado a los ancestros, pero la participación
de los niños sugiere un sentido de reinicio de un ciclo.
9. En la tradición oral del pueblo purépecha de Cuanajo se habla del Cerro de la Cantera como el
lugar donde residen los difuntos, los antepasados [Nuño, 1996:55].
164
Se asume que todas estas acciones han sido eficientes cuando la gente ve
revolotear mariposas blancas en el cementerio y en el campo: “son las ánimas
que acá andan”. La importancia atribuida al día de todos santos, es decir, al
día cuando las ánimas llegan a visitar, también adquiere relevancia porque es
la única ocasión en la que los encargados del templo bajan la imagen princi
pal de san Francisco, ubicada al centro del altar y la colocan frente a éste,
los padrinos que se eligen presentan a los niños pequeños —generalmente
menores de tres años— ante el patrono. Ellos los ponen bajo el manto pro-
tector, en señal de que el patrono los reconoce y los protegerá; a esta acción
se le llama mantearlos. Acciones como éstas forman parte de las condiciones
en las que se desenvuelve el ritual, dotándolo de sentido.
Con el cumplimiento de las tareas colectivas que he descrito, los jóvenes
se posicionan ante la comunidad y adquieren un reconocimiento positivo.
Ellos son el vehículo, los intermediarios, para la circulación de los bienes de
la ofrenda: ellos la colectan y la redistribuyen. Es este trabajo y concreción
de relaciones de intercambio lo que dota de un carácter ritual a los bienes de
la ofrenda: los alimentos para los vivos, los antepasados y los ancestros. Los
lugares comprometidos en el conjunto de las acciones que conforman el ritual
evidencian la diferenciación del espacio del pueblo, el del cerro y las formas
de integración entre ellos.
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165
166
1. El municipio de Coahuitlán, Veracruz, se localiza al pie de la Sierra Madre Oriental, entre los lími-
tes estatales en la región del Totonacapan, dentro del estado de Veracruz. Coahuitlán colinda al norte y
noroeste con Zihuateutla, Puebla; al norte y al este, con Coyutla; al sur, con Filomeno Mata; al oeste y
suroeste, con Jopala, Puebla, y al sureste, con Mecatlán. Según el censo del 2000, la población del muni-
cipio corresponde a 6876 habitantes y más de 50% de la población mayor de cinco años habla totonaco.
2. Otro fragmento de la canción, además del señalado al inicio del texto, es el siguiente: “Vienen
con su griterío, las cocineras en la canoa, vienen destazando el río, pa´ guisar la barbacoa, pues me caso
amigo mío. Que vengan las cocineras, que vengan para guisar, que vengan las cocineras, y también para
bailar” [Chuchumbé, 1999:2].
168
Por ello, cuando se pregunta sobre las características de las mujeres coci-
neras y su papel en la elaboración de la comida ritual, saltan a la vista diversas
ideas vinculadas tanto a la experiencia como a la limpieza en términosde pu-
reza. Su cualidad de abuelitas o nanitas las hace acreedoras de su experiencia
culinaria, es decir, las técnicas —trillar, moler, cernir, lavar, pelar, tostar, colar,
etc.— mediante las cuales se obtienen platillos exquisitos para todos los co-
mensales, por ejemplo: tamales de mole, de tomate, de frijol, o guisos como
el mole, sancochados de gallinas, frijoles guisados, mole verde, atoles, café,
chocolate, etcétera.
Por otro lado, su característica de limpieza o pureza recuerda su papel de
especialista ritual, pues ellas son las que brindan parte de su fuerza o energía
169
Figura 9.1
Partera y cocinera acomodando la comida ritual para enterrar, ritual
de cabo de año o novena. Coahuitlán, Ver.
(foto: E. Peralta, marzo de 2008).
170
Además de este curandero, existen otras personas que afirman algo simi-
lar y reiteradamente me refieren que cuando hacen un ritual de levantamien-
to, de cabo de año, de festejo de un santo de la iglesia, etc., las abuelitas son
especiales. Ante estas razones, pareciera que una de las características de los
rituales es lograr que la comida ritual provea de fuerza a los diferentes co-
mensales (humanos y no humanos), con el propósito de brindar energía vital
con fines muy específicos. Good comenta, por ejemplo, un aspecto que no se
desvincula de la comida ritual entre los nahuas del Alto Balsas:
la comida natural antigua son los quelites, hierba mora, quintoniles, espinositos,
calabacitas tiernas, frijolitos; todo lo que comía: salsa, gorditas fritas de manteca,
171
Figura 9.2
Comida para enterrar a la entrada de la casa, ritual mortuorio o última
novena. Coahuitlán, Ver. (foto: E. Peralta, mayo de 2006).
172
3. Le nombro “ofrenda contada” porque las personas sólo usan determinado número de comida
para colocar dentro de la ofrenda ritual.
173
hay que renovarlo, en general, después del fallecimiento de una mujer ancia-
na, porque si no se hace puede ocasionar enfermedades al grupo de personas
que comen de los alimentos de ese fogón o brasero [Ichón,1990].
174
Figura 9.3
Elaboración de tamales de mole. Coahuitlán, Ver.
(foto: E. Peralta, marzo de 2008).
por ejemplo, perros o toros con ojos rojos, ancianos con vestimenta rota y
que caminan por barrancas tan abruptas donde ningún humano podría tran-
sitar, hombres pequeñitos que viven en los manantiales y hacen travesuras,
etcétera.
El ritual de levantamiento
Para ejemplificar mejor la relación del ritual con la comida y la importancia
de ésta, refiero en forma específica a la fiesta de “levantamiento”. El levan-
tamiento es un rito que los totonacos realizan después del nacimiento de
un hijo, el cual puede celebrarse a los seis o quince días, un mes después
del parto o cuando tengan dinero suficiente para pagar una parte del ritual,
ya que lo faltante puede completarse con el endeudamiento hacia familiares
y amistades, elemento común entre los habitantes del pueblo de Coahuitlán.
175
176
177
Figura 9.4
Mujeres echando tortillas en el festejo de una comunión. Coahuitlán, Ver.
(foto: Rouy Valderrama, abril de 2009).
178
179
Figura 9.5
Comida ofrendada en el levantamiento. Coahuitlán, Ver.
(foto: E. Peralta, septiembre de 2003).
mente a la madrina y al bebé, luego pasan, uno por uno, todos los familiares
de la recién nacida, es decir, todos los asistentes.
Después de que se ha sahumado y limpiado al recién nacido, los asistentes
celebran compartiendo la comida; para ello la cocinera comienza a repartirla
calculando según el número de asistentes, mientras que las mujeres que lle-
garon con masa y ropa para el bebé, preparan las tortillas en conjunto para
el resto de los invitados.
Cuando terminan de comer, todas las señoras que estuvieron presentes se
lavan las manos con jabón y después con aguardiente para limpiarse literal-
mente de los restos de comida, aunque en forma metafórica se limpian del
contacto con los muertos al compartir los alimentos con ellos.
Para finalizar, retiran las cosas ofrendadas, no sin antes suplicar por me-
dio de oraciones y el sahumerio a las nanas, pelwames y parientes difuntos
que cuiden al nuevo miembro y que consideren la ofrenda entregada como
un agradecimiento del don recibido.
La comida ofrendada, es decir, la carne cruda de puerco, de pollo o guajo-
lote, es repartida entre los principales asistentes como los padrinos, los abue-
180
los, los tíos, etc. Los platillos cocidos, en este caso el mole, se entierran en el lu-
gar donde nació la niña o el niño, con la idea de que a la tierra hay que darle de
comer, y también como un pago porque permitió la creación de un nuevo ser.
Tanto a la cocinera como a las parteras se les paga con dinero. A las par-
teras además se les otorga tela para su ropa, pan, jabón y mole con algún
guajolote. Estas cosas se llevan a la casa de la partera cuando la parturienta
ya está recuperada del alumbramiento. Después del levantamiento, como ya
se dijo, la partera trabaja en la casa de la parturienta durante un mes, lavando
la ropa de ella y del recién nacido, a quien también baña. A su vez, la mujer
parturienta se baña en el temascal.
Interpretación
La importancia del levantamiento radica, en primera instancia, en hacer que
el niño, proveniente de la madre tierra, sea vuelto persona social, al ser vestido
tanto por sus padrinos como por los demás asistentes al ritual. Los padrinos
son quienes le otorgan la fuerza, es decir, limaqatliwekeh —una de las partes
que conforman a la persona en Coahuitlán—; ésta radica en la palma de las
manos y tal vez el hecho de lavarse las manos a lo largo del ritual se relacione
con el otorgamiento de fuerza que le dan todos los parientes al nuevo niño.
Los padrinos son tan importantes que cuando un niño se enferma, es necesa-
rio llamarlos para la realización del ritual de curación, pero si éste no se cura
después de que la partera realiza los ritos pertinentes, entonces es necesario
cambiar a los padrinos para que el niño se cure y pueda recuperar su fuerza,
esto no se entiende como desechar a los padrinos, sino como acumular más
fuerza para el bien de una persona, en este caso del niño.
Al vestir al niño los padrinos hacen de él una persona social porque entra
en una red de relaciones de intercambio recíproco, tanto con las propias
entidades o fuerzas, como con los padrinos y demás integrantes del grupo
doméstico. En la primera etapa de su vida, el niño dependerá de sus padres
no sólo por la alimentación y protección otorgada, sino que los padres man-
tendrán las relaciones de intercambio con sus compadres y demás personas
del grupo doméstico, de tal forma que cuando el niño pueda, él también
entrará en esta red de relaciones sociales y acudirá con sus padrinos y demás
personas del grupo doméstico para ayudar e intercambiar su fuerza, enten-
dida como trabajo.
181
182
Conclusiones
Por otra parte, en el ritual se aprecia la importancia de varias personas: la
madrina, el neonato, los padres anfitriones, las parteras, las cocineras, las
ayudantes de la preparación de las tortillas y demás personas que acuden. Sin
embargo, las especialistas necesarias en cualquier ritual totonaco en Coahuit-
lán son las parteras y las cocineras; las primeras son expertas en la atención
al neonato y su madre, y también en la realización de complejos rituales; en
tanto que las segundas son especialistas en la comida, elemento primordial en
los rituales. Como ya se mencionó, estas mujeres tienen un prestigio y poder
social por su papel en la dirección del ritual y el manejo de la parafernalia, que
a su vez determina la eficacia del rito, de manera que los coahuitecos valoran
ampliamente su actuación.
A lo largo del ritual de levantamiento se observa que la comida es una
ofrenda central, además de los vegetales utilizados para las limpias. La comi-
da del levantamiento se ofrenda sobre todo a las 12 madres, a los 12 padres
y a los difuntos, esto se observa en el conteo de las cosas que se colocan en la
ofrenda, usando números como cuatro, seis, doce y siete. Además, se entierra
la comida cocida y guisada en el sitio donde nació el niño para “pagarle”
a la tierra y alimentar con comida especial tanto a los originadores de la vida
—nanas y pelwames— como a los difuntos del grupo doméstico del recién
nacido. La comida guisada se reparte durante la fiesta y la comida cruda se
comparte con los padrinos de levantamiento y los familiares al finalizar el
ritual, como muestra de agradecimiento por haberle otorgado fuerza al bebé.
También es un compromiso recíproco a largo plazo, ya que otorgar comida
es signo de retribución e intercambio permanente entre las personas.
Entonces, enterrar comida cocida, repartir la comida guisada entre los
asistentes y distribuir comida cruda al finalizar el ritual son acciones que
implican nutrir, alimentar y dar fuerza tanto a los vivos como a los muertos.
Por lo general, los vegetales —bejucos, hojas y flores—, la comida y las be-
bidas, en especial el aguardiente, tienen características culturales asociadas a
la abundancia, la fuerza y la vida; por ello son tan recurrentes en los rituales
totonacos.
Por último, es necesario señalar que la forma en que los humanos se co-
munican y mantienen una relación con las entidades o fuerzas es mediante la
comida y las ofrendas presentes a lo largo del ritual. Además, para los toto-
183
nacos todo es ofrenda —la ropa, las telas, y el jabón, así como el aguardiente
que los invitados llevan—, pero también es ofrenda todo lo que se coloca
en el lugar donde nació el bebé: las velas, las flores, las hojas, los cigarros, la
cerveza, el café y la comida que se reparte entre los presentes, así como las
plegarias y oraciones que realizan las parteras.
Otro punto central es la organización social alrededor de los rituales. En
este texto se observa que en el rito de levantamiento hay un intercambio
recíproco en todo el grupo doméstico, además de una serie de ayudantes
de cocina, que sólo llegan a elaborar las tortillas. Es una tarea importante
porque sin estas mujeres la anfitriona, que por lo general es la suegra de la
parturienta, no podría moler tanto maíz ni elaborar las tortillas para los co-
mensales. En ese sentido, las personas son interdependientes. Todo esto im-
plica un gran esfuerzo del grupo doméstico; Good señala que “el propósito
de la vida ritual, que incluye eventos del ciclo vital, como el matrimonio o la
muerte, tienen la finalidad de reproducir el grupo social y cultural y asegurar
su sobrevivencia histórica” [2003:184], aspecto que se observa entre los to-
tonacos de Coahuitlán.
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186
Ella F. Quintal*
Teresa Quiñones Vega**
* Centro inah-Yucatán.
**Centro inah-Yucatán.
1. El significado de las palabras en maya se tomaron de Barrera [2001(1980)] y
para su escritura se usó el diccionario de Bastarrachea y Canto [2003].
188
(Ipomoea batata L).2 También está el ahumado o buts’bil, para lo cual suele
hacerse una rejilla de palos en alto para colocar la carne salada; su cocimiento
es tardado. Y finalmente está el píib o píibil, que es cocer bajo tierra y es la
forma de cocción que nos interesa destacar y tratamos en este trabajo.
2. Los nombres científicos de las plantas se tomaron de Barrera Marín et al. [1976].
3. Al parecer, en este espacio los antiguos mayas se proveían de alimentos, raíces y frutos (bonete,
Jacaratia mexicana DC; káaniste’-Pouteria campechiana H. B; Ramón- Brosimum alicastrum S, etc.) cuan-
do se perdía la cosecha, ya fuera por sequía o huracán.
4. Terán y Rasmussen [1994:299-305] encontraron más de 50 diferentes plantas comestibles y con-
dimenticias en solares del oriente de Yucatán.
5. Terán y Rasmussen [1994:308-309] siguiendo a Pohl y Feldman dicen que: “Todo parece indicar
que el puerco [cerdo] vino a sustituir al perro, que en épocas prehispánicas no sólo era ayudante de caza,
sino alimento importante y animal de sacrificio”. Al parecer, los antiguos perros eran pelones y gorditos.
Fray Diego de Landa también menciona estos perros.
189
hay un arbolito que suelen los indios criar en sus casas, el cual lleva unos erizos
como las castañas, aunque no son tan grandes ni tan ásperos. Ábrense cuando
están sazón y tienen dentro unos granillos de los cuales usan, aun los españoles,
para dar color a los guisados, como lo da el azafrán, y (es) tan fino el color que
mancha mucho [Landa s/f::144].
6. Hasta hace algunas décadas, las aves y cerdos eran alimentados con maíz, en la actualidad, en
especial a los cerdos se les da “alimento” industrializado. Peraza asegura que el promedio de consumo
humano de maíz es de 6 kg diario y el consumo animal es de 4 kg al día, en total una unidad campesina
consume diariamente 10 kg de maíz al día y 3600 kg al año [1986:169].
7. En algunos patios todavía se puede encontrar la abeja nativa xunaan kaab o kolel kaab (Melipona)
que se cría en hobones o troncos de madera, en tanto la abeja europea suelen tenerla cerca de la milpa o
camino a ella. El cultivo de plantas y cría de animales en el solar constituye una “caja de ahorro” para las
familias mayas.
190
Hicieron [...] una excavación sobre la terraza, encendieron en ella un gran fuego,
que mantuvieron hasta que se encontró tan caliente como un horno. Dos piedras
muy limpias se colocaron en el fondo de la excavación, sobre ellas se tendió el
lechoncillo, ya muerto por supuesto, se le cubrió con hojas y arbustos y se echaron
encima piedras adheridas de tal manera, que apenas dejasen una ligera respira-
ción al fuego y al humo... [1937:177].
8. Plátano (Musa paradisiaca L), roble (Ehretia tinifolia L), ja’abin (Piscidia communis. Blake).
9. El trabajo de Luce Giard [1999] sobre lo cotidiano y el cocinar, tan conocido en la literatura sobre el
tema, destaca la labor de preparación de alimentos como algo fundamentalmente femenino.
191
Figura 10.1
Elaboración del píib, Calkiní, Campeche
(foto: María Cen Montuv, 2005).
Hay una gran variedad de comidas que suelen cocinarse con esta técnica,
además de que esta forma de cocción permite conservar la carne que provie-
ne principalmente de la caza, como el venado cola blanca (Odocoileus virgi-
nianus yucatanensis);10 el jabalí (Pecari tajacu yucatanensi); el tepezcuintle o
jaleb (Caniculus paca nelsoni), entre otras.
Entre los mayas peninsulares tradicionalmente la técnica del píib es utili-
zada básicamente para elaborar comidas rituales durante las ceremonias agrí-
colas, en las fiestas patronales y en los rituales de ciclo de vida, así como en la
celebración del janal pixan o comida de difuntos. María Elena Peraza distin-
gue tres tipos de comidas: las cotidianas, las especiales y las ceremoniales; las
primeras son las que se elaboran a diario o en “cualquier día”; las segundas
o especiales, son guisos no comunes que se hacen para celebrar algún acon-
tecimiento extraordinario o especial, como: bodas, bautizos, cumpleaños,
fiesta del santo patrono o para los “gremios”, la muerte de algún familiar y
para la celebración del día de los fieles difuntos y, las terceras, las comidas
192
Figura 10.2
Sacando comida del píib, Tihosuco, Quintana Roo
(foto: T. Quiñones, 2008).
193
el sacrificio que hicieron fue que quemaron copal a cinco o seis ídolos de barro
que estaban en el dicho asiento y les ofrecieron venado hecho en Chacmole [sic]
y mucho pan y cacao en pozol y tres cabezas de venado.
194
b) Relleno negro
El relleno negro es la comida por excelencia de las fiestas patronales, sobre
todo de los rituales de cambio de obligación o de kuuch [Quintal, 1996]
y en los gremios12 que es la forma de organización que predomina en la
península para celebrar a un santo patrono. El relleno se hace con carne de
cerdo o pavo, que se adoba con recado elaborado a base de chile chawa’
iik13 (Capsicum annuum L) quemado y otros ingredientes; a la carne se le
agrega masa desleída y todo el guiso se cocina en píib. En el oriente y sur
de Yucatán, así como en el centro de Quintana Roo, durante el ritual de
cambio de obligación el kuuch, o diputado saliente, entrega una paila de
relleno negro en píib al kuuch, o diputado entrante; además, se comparte
comida a todas las personas que contribuyeron con el festejo; incluso en
algunas comunidades se hace mátaan, es decir, se reparte y regala relleno.
Por eso en estas celebraciones y rituales los mayas hacen grandes hornos
subterráneos para poner 15 o 20 pailas con relleno negro y participan mu-
chos hombres en la elaboración del píib. También el “relleno negro” suele
elaborarse para los rituales de petición de novia o mu’ujul y en las bodas y
otros rituales de ciclo de vida.
11. Briceño Chel señala que el hecho de enterrar los elotes constituye “el primer acto de retribución
a la tierra por los favores otorgados” [2007:8].
12. Puede consultarse F. Fernández [1988:26-34], F. Fernández y E. Quintal [1992:39-48] y E. Quintal
[1993:10-21].
13. En el trabajo de Peraza y Morales [1989] la receta del relleno negro indica el chile chawa iik y en
otros recetarios aparece el ya’ax iik, ambos son Capsicum annuum L. Según Peraza el chawa’ iik es el chile
ya’ax iik pero en estado seco, después de haber sido expuesto al sol para que se seque queda de color
rojo y seco [1986:140].
195
14. Podría pensarse, siguiendo a M. Harris, que, dado que tradicionalmente se alimenta a los cerdos
con maíz y también que uno de los “ladrones” de milpa más frecuente suele ser “el cerdo del vecino”, el
cochino no sería “bueno para comer” en la cultura maya peninsular [1991:13,55-81].
196
197
198
199
de la lata coloca una vidriera, que permite a los clientes observar al hombre
que prepara tacos y sándwiches, e incluso darle instrucciones acerca de que
partes del cerdo debe poner en los platillos solicitados —más o menos grasa,
más o menos carne, más o menos chile, más o menos cebolla—. Otros clien-
tes se instalan ante las mesas de metal y ordenan su pedido a algún mesero.
Sobre estas mesas hay un salero, recipientes con salsa de cebolla morada, con
chile y sin chile, por lo general habanero, y un servilletero rústico con unos
pedazos de papel de estraza que se usan comúnmente como servilletas. En
este puesto, y en todos los que han proliferado en todos los rumbos de la
ciudad de Mérida y en otras ciudades del estado de Yucatan, como desayuno
la cochinita se acompaña con jugo de naranja natural, horchata de arroz,
refrescosembotellados o con otro jugo o “agua” natural, por ejemplo, jamai-
ca y, en temporada, con alguna otra fruta.
Una forma muy común de desayunar cochinita en estos puestos es bajo la
modalidad de “francés”, sándwich o torta de cochinita. Se trata de un “ele-
mento cultural gastronómico” que volvió estrictamente “local” el consumo de
la baguette de trigo. En Yucatán era, y en el campo todavía es, común consu-
mir en el desayuno y en la cena trigo en la forma de “pan francés”. Aun hoy, el
tamaño y la importancia de una comunidad se mide por el hecho de tener o no
una panadería que elabora, una o varias veces al día, pan salado y pan dulce de
trigo —o como dicen aún en algunas comunidades mayas del oriente, “pan de
castilla”—. Se trata de una versión localizada de la barra francesa; el “francés”
de Yucatán [sic] es una barra de cerca de 30 centímetros de largo, hecha en
hornos de leña. Longitudinalmente, lleva en medio una delgada hoja de palma
de coco o de otra variedad de palma, que quizá facilita la fermentación y que
produce en la barra una especie de canal a lo largo (Figura 10.3). La consisten-
cia de esta barra es menos seca y rígida que la de la baguette francesa.
Tenemos, entonces, la cochinita llamada píibil, que tradicionalmente ra-
ras veces se preparaba fuera del hogar, ahora es servida como desayuno do-
minical meridano, en forma de tacos o sándwiches “franceses” de carne de
cerdo, guisada con achiote, aderezada con salsa de cebolla morada y naranja
agria, condimentada con chile habanero y acompañada de bebidas naturales
o refrescos embotellados fríos. Esto se debe a múltiples factores: los cambios
en los ritmos de vida y de trabajo, la incorporación masiva de las mujeres al
mercado laboral, la creciente mercantilización de los procesos de consumo
200
Figura 10.3
Pan francés, Mérida, Yucatán (foto: Quiñones, 2007).
15. V. para la relación entre cultura alimentaria y economía, el trabajo de Gracia [2002].
201
Figura 10.4
Puesto de cochinita, Mérida, Yucatán
(foto: T. Quiñones, 2007).
202
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203
204
Introducción
En casi todas las sociedades la comida ha desempeñado un
papel primordial para el intercambio y la reproducción cul-
tural, y las mujeres han sido agentes centrales en este pro-
ceso. La sociedad mexicana durante la época virreinal no
fue una excepción, las cocinas fueron —y todavía lo son en
muchas regiones de México— espacios privilegiados para el
intercambio cultural entre los distintos grupos que le dieron
forma a la sociedad novohispana. En ella, las mujeres pasaron
largas horas elaborando los complicados platillos, amalga-
ma de varias culturas, que distinguen la comida mexicana.
Las cocinas de casas, conventos o haciendas fueron además
áreas donde convivieron mujeres, hombres y niños por largos
periodos; debemos recordar que no fue sino hasta el siglo
xviii cuandoel comedor comenzó a tener popularidad en la
sociedad occidental y americana.
208
Por otra parte, desde hace varios años me ha interesado estudiar las obras
pictóricas para explicar y comprender aspectos relacionados con las africanas
y afrodescendientes en la Nueva España. Al igual que las fuentes documen-
tales, el análisis de las imágenes requiere un método de estudio que implica
conocer la función de las obras que se analizan, el contexto y tiempo de su
elaboración y, si es posible, las características de los autores, para entender
cómo y para qué fueron realizadas; es decir, las obras no son un reflejo “ve-
raz y auténtico” de una realidad, en muchas ocasiones las representaciones
son idealizadas y contienen precisamente los prejuicios o estereotipos del
periodo. Lo interesante es “ver lo que no se ve” y descifrar los códigos que la
obra transmite como parte de la sociedad que los produjo. El análisis a partir
de fuentes de distintas características, así como del estudio de crónicas, le-
yes y otros textos del periodo, coadyuva a un trabajo comparativo, complejo
y más profundo sobre las fuentes. Sin duda alguna, el método de trabajar
con diversas fuentes, realizar comparaciones, por ejemplo, entre lo que los
documentos revelan y las obras representan, así como buscar semejanzas es
ideal, desde mi punto de vista, para lograr armar los rompecabezas del pasa
do. También es indispensable contar con un análisis de la bibliografía co-
rrespondiente, es decir, revisar y estudiar lo que se ha escrito sobre el tema,
para no repetir errores o “descubrir el hilo negro”. Finalmente, es necesario
contar con un marco teórico que nos permita interpretar y “dar sentido” a la
información que se trabaja; debo señalar que la perspectiva antropológica
de la historia me ha ofrecido enfoques muy alentadores para comprender las
relaciones cotidianas de grupos como el de los afrodescendientes. En este
sentido, las ideas y concepciones de Sidney W. Mintz y Richard Price, acerca
de una aproximación antropológica a los estudios sobre la historia cultu-
ral de los afroamericanos otorgan herramientas conceptuales novedosas y
creativas para el estudio de las características de las relaciones sociales y
culturales que vivieron los africanos y sus descendientes en América [Mintz
y Price, 1992].
Como parte de esta perspectiva, en este artículo también analizaré los
vínculos entre esclavas y sus dueños o dueñas a través de la comida y haré
hincapié en cómo las mujeres de origen africano, por prejuicios y estereoti-
pos del periodo, fueron asociadas con actividades de hechicería por utilizar
la comida, el chocolate y otros brebajes para conseguir sus fines. Incluiré en
209
Cocinas y cocineras
En las cocinas novohispanas, las mujeres africanas, indígenas, españolas o mes-
tizas pasaron largos periodos elaborando los alimentos de las familias a quienes
servían. La cocina fue además un espacio donde las familias con menores re-
cursos económicos pasaban gran parte de su tiempo libre, según revelan, por
ejemplo, distintas escenas pictóricas de los cuadros de castas del siglo xviii.
La rutina diaria en la cocina, por lo menos en las casas de las familias
de mayores recursos económicos y en los conventos, empezaba en la maña
na con la preparación del chocolate que bebían los hombres para acudir
al trabajo, así como los niños y clérigos o monjas antes de dedicarse a sus
labores cotidianas. A partir de ese momento se disponían los menesteres ne-
cesarios para elaborar el almuerzo, que debería estar listo hacia las doce del
día —hora en que se interrumpían las actividades burocráticas, académicas
o religiosas por cerca de dos o tres horas— y que consistía en tamales, frutas,
guisados y postres. Alrededor de las cinco de la tarde, cuando los hombres,
jóvenes y niños regresaban a la casa familiar, y los religiosos se reunían para
algún convivio, era costumbre servir la merienda, que consistía en beber el
tan gustado chocolate, que apreciaban todos los sectores sociales y, de mane-
ra especial según las crónicas, aquellos dedicados al servicio doméstico:
Por último, cerca de las nueve de la noche se disponían los alimentos para
la cena, los cuales también exigían varias horas de preparación y que incluían
sopas, guisados de carne, pollo o pescado y postres [Gonzalbo, 1998:207].
Desde los primeros tiempos, las esclavas africanas junto con las indígenas
fueron las encargadas de la ardua preparación de los alimentos. Más tarde,
sus descendientes mulatas o negras —muchas de ellas libres— fueron contra
tadas para ocuparse de estas actividades a cambio de pagos insignificantes o
210
Declaro que yo tengo por mis esclavas a Antonia, Nicolasa, Gertrudis y Teresa,
las cuales me han asistido, servido y alimentándome con todo cuidado, caridad
y amor, mediante lo cual desde luego es mi voluntad queden libres de toda ser-
vidumbre, cautiverio y su generación, la cual desde luego les otorgo con todos
los requisitos necesarios y he por bien que a cada una de ellas se les de un tes-
timonio de esta cláusula, luego que yo fallezca para título de su dicha libertad
[…] [ibid.: 35].
211
[…] nacida y criada en su casa, y esta haberle servido y asistido y cuidado con mu-
cho amor y lealtad en todas sus enfermedades ha determinado hacerle carta de
libertad, por tanto, poniéndole en efecto en aquella vía y forma, que en mejor en
derecho haya lugar, otorga por la presente, que ahorra y liberta de toda esclavitud,
cautiverio y servidumbre a la dicha María Nicolasa, para que desde hoy en día y
de la fecha en adelante sea libre y como tal pueda estar y recibir en cualesquiera
partes y lugares, tratar, contratar y comerciar [ibid.:83].
212
[…] y por los motivos ya expresados, y por el amor y voluntad, edad que ha te-
nido y tiene la dicha María Nicolasa como que la ha criado otorga así mismo que
le hace gracia y donación, pura, mera perfecta, intervivos e irrevocables de una
casa que el otorgante ha tenido y poseído pro suya propia en dicho pueblo de San
Francisco Chumacuero […] [Armas y Solís, 2001].
Hubo casos en que los dueños pusieron condiciones para otorgar la liber-
tad o aceptaron alguna negociación. Por ejemplo, José María Cerrano y Pa-
tiño, clérigo presbítero de la ciudad de Querétaro, consintió en liberar a una
esclava que heredó de sus padres difuntos, dispensándole 150 pesos, ya que
la esclava Anastasia Valdéz, había entregado 100 reales de contado, teniendo
en cuenta “su buen servicio, fidelidad y asistencia” [ibid.:119].
Obviamente, la relación entre amos y esclavos no siempre fue de armonía
y generosidad. Existen casos terribles que demuestran actos de violencia, ex
plotación y maltrato en contra de las esclavas que trabajaban o habían trabaja-
do en el servicio doméstico. Uno de ellos es especialmente triste e interesante,
ya que se trata de una denuncia de una morena libre, viuda, de 70 años de
edad, de nombre María Candelaria, en 1804. La mujer señala en el documen-
to que había sido esclava de un trapiche y que cuando se “logró liberar” dejó
varios hijos, entre ellos “a una nombrada Josefa Luisa, la que por su bondad
y buen proceder la condujo Don Manuel Alvaréz a esta dicha Villa para su
cocinera”. La mujer relata que tiempo después su hija fue trasladada a un tra-
piche por uno de los hermanos del dueño y castigada con “tanta inhumani-
213
dad que duró el castigo nueve días, con tanto rigor que se le descubrieron los
huesos, cuerdas y arterias en los muslos”, muriendo tiempo después “hasta
sin sacramentos”. La madre denuncia los hechos solicitando “aplicar los al
castigo que previenen las leyes” y pide justicia, ya que otro de sus hijos sigue
preso en el trapiche [agn, Criminal, vol. 550, exp. 4].
Este testimonio muestra que el trato a las esclavas podía depender de
muchas circunstancias, entre otras, del “carácter” o las costumbres de los
dueños, quienes podían maltratarlas, pese a que muchas de ellas se quejaron
e hicieron valer sus derechos de acuerdo con las leyes del periodo, como lo
he revisado en otros trabajos [Velázquez, 2006]. El documento refleja ade-
más que al convertirse en cocinera, la esclava conseguía mejores condiciones
de trabajo y de vida, y al parecer, este puesto podía ser un “reconocimiento”
del dueño. Por último, llama la atención que la madre, pese a su edad, tuvie-
ra la fuerza y el valor para pedir justicia, y que para principios del siglo xix
existieran ese tipo de maltratos hacia los esclavos. El expediente no aclara el
lugar de la hacienda, pero con seguridad pertenecía a una región azucarera,
posiblemente de Michoacán o Veracruz.
La relación y los vínculos entre los dueños y las esclavas a través de la ali-
mentación pueden constatarse en varios documentos de la época. Un expe-
diente de 1642, del ramo Inquisición, contiene la declaración de una esclava
angoleña, de nombre Juliana, de 27 años, quien describe las actividades do-
mésticas que realizaba en la casa de la familia Rivera. Las mujeres de esta fa-
milia fueron acusadas de ser “observantes de la ley de Moisés”, relacionadas,
al parecer, con el caso de Simón Váez, traficante de esclavos en el periodo.
Según las autoridades inquisitoriales, la esclava africana tenía “bastantes in-
dicios” sobre las prácticas que desempeñaba su dueña, María de Rivera, y
otras mujeres de la familia, pero los negaba por estar “instruida de su ama y
demás dichas personas” [agn, Inquisición, vol. 498, exp. 4, 13 ff.]. Escuche-
mos una parte del testimonio de la esclava:
214
[…] Cada vez tenía nuevas maneras de aderezar el manjar, porque era gran gui-
sandera y por extremo limpia. En todo ponía muy cuidadoso aliño, y con sus
guisos y dulces dejaba satisfecho al más dificultosos gusto. Les daba a las viandas
muy exquisito sabor, porque con sus almodrotes (salsa de ajo y otras especias)
las sabía dejar en el delicado punto de sazón que era debido, y con sus especiales
condimentos, matices y sabores, las convertía en imponderable delicia del paladar
[…] [ibid.:98].
215
216
217
Figura 11.1
De español y negra nace mulata, núm. 4
Andrés de Islas, 1774 (óleo sobre tela)
Museo de América, Madrid [cit. en Velázquez, 2006].
que tiene el oficio de torcedor o vendedor de cigarros. Por tanto, ¿qué aso-
ciación podría encontrarse entre estos productos, en particular con el cho-
colate y las mujeres de origen africano?, ¿qué posibles símbolos o relaciones
están detrás de estas escenas?
Por una parte, es lógico pensar que en la mayoría de los casos esta bebida
estuviera asociada a sus desempeños como esclavas, sirvientas o nanas, encar-
gadas de preparar el chocolate para la familia y, en especial, para el amo o, en
su caso, el compañero. Además, la vinculación entre el chocolate y la pobla-
ción de origen africano tenía antecedentes, ya que muchos de sus integrantes
se ocupaban de molerlo o venderlo en países como España. Otro argumento
simplista podría ser el de la relación entre el color negro del chocolate y su
asociación con las mujeres africanas. Sin embargo, creo que existen más ele-
mentos detrás de estas explicaciones.
218
219
aseguraban que “el latido”, es decir, la histeria en las mujeres, podía dismi-
nuir si se dejaba de beber chocolate [Trabulse, 1992:151].
Un expediente de 1617 de la Inquisición denuncia a tres mujeres: una
mestiza, una esclava negra y la otra, al parecer, libre [agn, Inquisición, vol.
314, exp. 8]. Este caso acontecido en la Ciudad de México ilustra muy bien
la relación y el intercambio cultural entre los diferentes grupos y el papel que
desempeñó el chocolate asociado con la sexualidad, como se observa preci-
samente en la referida denuncia:
Las acusan también de ser alcahuetas y “de acomodar hombres con mu-
jeres, teniéndolos dentro de su casa, dándoles cama, comida, encubriéndoles
sus delitos y amancebamientos, todo con el fin de que les paguen”.
Cuando las llaman a declarar, las mujeres se acusan una a la otra y,
aunque en el expediente se presentan varias declaraciones, no aparece la
resolución final. Sin embargo, el caso revela distintas situaciones. Por una
parte, vemos la relación y el intercambio entre mujeres que se transmiten
hechizos o fórmulas para conseguir sus deseos. También se observa la fun-
ción de los brebajes, especialmente del chocolate, para conseguir el amor
de los hombres. Asimismo, la actividad de estas mujeres como alcahue-
tas para “acomodar mujeres con hombres” remite a los estereotipos que
asociaban sexualidad y hechicería. Por supuesto, como en muchos casos
de denuncias ante la Inquisición, es difícil identificar la veracidad de la
información y cuánta de ella está permeada por los prejuicios de la época.
Lo cierto es que el intercambio de recetas o formulas era una actividad
cotidiana y el chocolate, un brebaje a veces asociado a la sexualidad que
implicaba intercambio cultural.
No sólo el chocolate parece guardar relación con las mujeres de origen
africano, sino también el tabaco, cuyo uso generalizado fue común en la Nue-
220
va España. Ajofrín, justo a mediados del siglo xviii, hace hincapié en el uso
desmedido del chocolate y del tabaco entre la población novohispana. Se
escandaliza en particular del tabaco y atribuye su uso y hábito a la influencia
de las negras y mulatas:
Figura 11.2
De español y negra, mulato, núm. 6
Atribuido a José de Alcíbar, ca. 1760-1770 (óleo sobre tela)
Denver Art Museum, col. Jan y Frederick Mayer [cit. en Katzew, 2004:107]
221
Conclusiones
Según lo atestiguan fuentes documentales y pictóricas, las africanas y sus des-
cendientes participaron en tareas de reproducción social que posibilitaron
la transmisión, recreación e intercambio cultural con otros grupos. A través
de la comida y cocina establecieron relaciones sociales, en especial con los
dueños o las amas, a veces de afecto, reconocimiento y gratitud, y otras, de
maltrato y rencor. Por prejuicios y estereotipos del periodo, fueron con fre-
cuencia acusadas de hechicería y por utilizar polvos y sustancias en la comida,
en el chocolate y en otros brebajes que daban a tomar a sus “víctimas” para
conseguir sus propósitos. Entre otras cosas, estas prácticas revelan medios de
resistencia cultural o la necesidad de conseguir algún poder para enfrentar
condiciones adversas y la importancia de su actividad vinculada estrechamente
con la comida. Como lo subraya el antropólogo Sidney W. Mintz:
Comer no es una mera actividad biológica, sino también una actividad vibrante-
mente cultural. En la esclavitud esta actividad, como todo lo demás que acontecía
en la vida, tenía que ser reconstruida y dotada nuevamente de estructura y signi-
ficado por parte de los esclavos mismos [Mintz, 2003:78].
222
Bibliografía
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1979 Política indiana (1647), cap. V, lib. II, México, Secretaría de Programación y Presu-
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223
Estas mujeres... creen que usted es igual a nosotras […] y pues no. Usted no tiene
fuerza para hacer el trabajo de la gente del campo […] usted es de ciudad y en la
ciudad no comen bueno, comen muchas porquerías y además no se mueven, no
trabajan con el cuerpo… Allá [en la Ciudad de México] los sábados son las 10 de
la mañana y apenas se van levantando. […] Yo no sé cómo aguantan la cama tanto
tiempo. Yo creo que es debilidad […] Y el mercado […] qué cosa tan fea […]
además, muy caro. Veo pollos muertos desde quién sabe cuánto […] hasta huelen
fuerte y la gente los compra […] y va tan contenta […]. La verdura, toda pachichi
[marchita], el cilantro todo caído. Aquí uno compra la carne en el mercado y
sabe que el animal está recién muerto, no como allá […] y si quiere uno [comer]
cilantro, pus nomás va al patio y lo arranca y ya está. […] Pero lo que sí es de
veras feo […] son las tortillas, esas amarillas que saben a olote molido o a papel o
no sé qué cosa, pero no a maicito. Yo creo, por eso, que la gente de la ciudad no
es nomás floja, como dicen aquí, yo creo que están débiles. Además, luego hasta
comen comida vieja y refrigerada […] pero va a ver que comiendo fresco, como
se come aquí, usted va a aguantar las caminatas largas y regresar cargando una
media brazada de leña [Diario de campo: mayo de 1993].
226
las de Good [Good, 2003; 2004a; 2004b; 2005] para analizar el vínculo en-
tre la comida y los significados.
Mi interés en este trabajo es explorar algunos conceptos y significados
vinculados a la comida entre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla y, a
partir del análisis de datos etnográficos, demostrar que existe un nexo entre
la comida y la transmisión de referentes específicos que coadyuvan a la repro-
ducción cultural del grupo, los cuales se interpretan e interiorizan con base
en una lógica particular distinta a la que se promueve desde la ideología de
la economía de mercado.
En la exposición de este capítulo, en un primer momento, me acerco
a la conceptualización nahua sobre las características de la buena comida,
como expresión de una lógica cultural propia, analizando sus parámetros de
valoración. En un segundo momento presento una exposición del contexto
social en que la comida es producida, preparada y consumida, con el fin de
evidenciar la relación intrínseca del ambiente natural y social con los signifi-
cados culturales que le son asociados, y destaco el importante papel que su
transmisión tiene en la reproducción cultural nahua. Como último punto,
y con la finalidad de mostrar el contraste entre la lógica cultural nahua y la
lógica de la economía de mercado, realizo una breve comparación en torno
al modelo de alimentación urbana de la Ciudad de México, que generan las
madres trabajadoras de clase media.1
1. Los datos etnográficos que presento sobre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla fueron registra-
dos durante el trabajo de campo realizado desde 1993 a la fecha, en comunidades de los municipios de
Naupan y Huauchinango, Puebla; reflejan concepciones que pueden ser generalizables para la zona. Los
datos comparativos de la Ciudad de México son resultado de observaciones y entrevistas realizadas en el
2009 como parte del Seminario “Economía, ritual y reproducción cultural en Mesoamérica”, dirigido por
la doctora Catharine Good Eshelman, en el Posgrado de Historia y Etnohistoria de la Escuela Nacional de
Antropología e Historia.
227
Los seres humanos tienen la necesidad de aprender las buenas elecciones alimen-
tarias y las aprenden […] a partir de un saber colectivo constituido a lo largo de
generaciones, bajo la forma de un cuerpo de creencias, algunas de ellas confirma-
das por la experiencia [Contreras y García, 2005:33].
228
229
En este primer caso puedo establecer que entre los nahuas serranos el
consumo de la comida está vinculado con la obtención de fuerza o chica-
hualiztli (en el náhuatl de la zona) por quienes consumen los alimentos. En
donde la transmisión de fuerza ocurre mediante dos vías principales: las cua-
lidades propias de los ingredientes y la acción humana consciente de prepa-
rarla con los ingredientes adecuados, en la forma correcta y en los tiempos
pertinentes que permitan su consumo inmediato.
Esta acción consciente de selección y preparación que realiza la cocinera
es tequitl o trabajo, y éste, si se realiza con agrado, es concebido como un
transmisor de fuerza a otros. Mientras que si se realiza con desagrado o mo-
lestia puede, incluso, causar enfermedades. Para explicar cómo ocurre este
proceso entre los nahuas de la Sierra Norte utilizo la idea sobre la circulación
de fuerza y de trabajo que Good [1988] propone para los nahuas de Guerre-
ro, así como su modelo fenomenológico.
El modelo fenomenológico que Good [2005] propone para interpretar la
organización social y la vida ritual de los nahuas de Guerrero se articula en
torno a cuatro “ejes conceptuales”: el trabajo, el intercambio, la fuerza y la
continuidad histórica. En este trabajo empleo el concepto de chicahualiztli o
fuerza que corresponde a la energía vital —la cual, en el caso de los nahuas
serranos, es un aspecto inmanente a todos los elementos del universo—.
El concepto de tequitl (trabajo) referido al uso de tal energía en acciones
físicas, espirituales, intelectuales y emocionales con una intencionalidad o
propósito social —cabe señalar que no sólo los seres humanos trabajan, sino
también los muertos y las deidades—, así como dos conceptos más que se
articulan con los anteriores en el ámbito de las relaciones sociales: el amar,
tlazohtla, y el respetar, tlakaiita, los cuales dotan de contenido emotivo a la
circulación social de fuerza y de trabajo, constituyen la base de las redes de
intercambio y reciprocidad entre los individuos y los grupos sociales. Ambos
conceptos explican el significado local de la reciprocidad, pues quien ama y
respeta da su fuerza mediante su trabajo para el beneficio de otros, en donde
los objetos se perciben como cristalizaciones del trabajo invertido en produ-
cirlos [Good, 2005:91-99].
A lo largo de este escrito busco demostrar que estos ejes también explican
la lógica cultural serrana que se expresa por medio de la comida. Pero antes
presento un poco de información general sobre la zona de estudio.
230
2. El comercio del café y el flujo migratorio a Estados Unidos fluctúa dependiendo de manejos inter-
nacionales que repercuten en la economía local.
231
Figura 12.1
Hombres nahuas sembrando con coa (foto: Y. Velázquez, 1994).
232
Figura 12.2
Fogón tradicional (foto: Y. Velázquez, octubre de 2009).
233
Después de que los esposos han partido y los niños mayores se marchan
a la escuela, las mujeres limpian la casa y luego se dedican a reunir los in-
gredientes para preparar la comida del mediodía, en la mayoría de los casos
utilizan aquellos que ellas cultivan en sus propios huertos:3 chiles, tomates,
cilantro, calabacita, ejote, chayote, yuca, etc. O bien, en temporada de lluvias
—cuando aún no hay maíz ni frijol recién cultivado y dependen de las reser-
vas de la cosecha pasada—, salen en grupos pequeños a recolectar diversos
tipos de hongos y plantas silvestres alimentarias llamadas genéricamente qui-
litl o quelites (Figura 12.3).
Dentro de este grupo también se incluyen algunos productos cultivados,
por ejemplo: flores de frijol y puntas de chayote, entre otros, con los cuales
preparan guisos deliciosos, algunos de ellos acompañados con un poco de
carne de cerdo o pollo “para darle sabor”.
En temporada de secas, cuando ya hay maíz y frijol tierno y se ha vendido
la cosecha de café, chile, jícama o cacahuate, se consumen diferentes tipos
de tamales y atoles, así como guisos con verduras frescas y un poco de carne.
La alimentación de los nahuas serranos se vincula de manera directa con
el medio ambiente4 y, por tanto, varía de acuerdo con los ciclos estacionales
que se dividen fundamentalmente en épocas de lluvias y de secas. El maíz
es el alimento básico que bajo variadas formas —principalmente tortilla, ta-
males y atole— se acompaña con algún guisado o con frijoles, y en casos
extremos, sólo con salsa o sal y un vaso con agua. Es mal visto que el esposo y
padre de familia no cultive la milpa ni genere reservas de maíz para alimentar
a su familia, lo que constituye su principal responsabilidad. Al respecto nos
comentó un informante:
3. El huerto familiar incluye, además de las plantas comestibles, plantas medicinales para tratar pa-
decimientos comunes.
4. Esta dependencia del ambiente provoca fluctuaciones importantes en el abastecimiento anual de
recursos alimenticios. Las "heladas", las sequías, los vientos y lluvias torrenciales causan crisis recurrentes.
234
Figura 12.3
Mujeres nahuas recolectando quelites
(foto: Y. Velázquez, 1994).
... una vez había un mocito, el hijo de un [hombre] pobre que se había quedado a
trabajar en casa de un patrón. El hijo del rico se comía siempre la carne y siempre
estaba débil y enfermo, al mocito le daban el puro caldo […] ese sí estaba bien
fuerte, el mocito […] allí está lo bueno de la carne, en el caldo. Lo demás no sirve,
es basura […] es como bagazo de caña [Diario de campo: septiembre de 2006].
235
La cena se sirve a las seis o siete de la tarde. Los hombres que regresan de
lejos y que han consumido su itakate de mediodía comen el guisado; aquellos
que han comido en casa, cenan tortillas con frijoles y salsa. Es deber de la
mujer vigilar y asegurarse de que la calidad de los ingredientes con que se
prepara la comida es la óptima, es decir, que sean frescos y sanos, lo cual
implica una cuidadosa selección y garantiza que los miembros de la familia
no enfermen; también es su responsabilidad cuidar que los alimentos estén
calientes y recién preparados.
Una mujer debe tener la comida preparada cuando llegan de trabajar y
de estudiar su esposo e hijos, respectivamente, pues esto es muestra de que
todos (hombre, mujer e hijos) están cumpliendo con sus respectivos trabajos
(Figura 12.4). Cuando la mujer no se esfuerza por cumplir con este detalle
se interpreta no sólo como falta de seriedad o de “compromiso” personal,
sino como falta de respeto hacia el trabajo de su esposo y de amor hacia él
y los hijos. Y viceversa, una conducta cuidadosa en estos aspectos es señal
de responsabilidad, amor y respeto hacia la pareja y sus vástagos. El mejor
ejemplo de la dedicación de una madre a su familia es la salud que éstos
reflejen y que se traduce en chicahualiztli, en “fuerza” para trabajar, estudiar
o jugar.
[…] esa mujer la conozco, es floja y “relaja” [sin seriedad], siempre estaba jugan-
do en la secundaria, iba y venía con las amigas hasta que se fue con el novio, no
aprendió cómo va a cuidar a su hijo, no sabe qué cosa va a darle de comer. […]
Mire nomás cómo está el niño flaquito y mal cuidado […] ya era para que el niño
gateara, pero parece que no tiene fuerza […] pero, ¿cómo va a tener fuerza?, para
atender a un niño, para darle de comer hay que dedicarse […] esta mujer sigue
igual, visitando a las amigas […] así ¿cómo va a tener a su hijo sano? [Diario de
campo: agosto de 1993].
236
Figura 12.4
Madre nahua cocinando tortillas (foto: Y. Velázquez, octubre de 2009).
[…] comer tortilla fría ¡[…] hasta enferma!, la comida para que aproveche debe
estar caliente y acabada de hacer. Ya cuando uno la vuelve a calentar, como que
cambia su sabor. A veces uno come recalentado y está bien. Eso hacemos para
que no se pierda [no se desperdicie] lo que sobró, pero no es el mismo sabor
[…], ya cambió.
237
[…] Yo no puedo comer con alguien que hace mala cara cuando echa tortillas,
siento como que se me atora la comida y se me quita el hambre. Yo sí noto la dife-
rencia, cuando me voy después de haber comido lo que hizo mi mujer, hasta como
que el humor me cambia […] cuando llego enojado salgo hasta contento […] así
como los niños chiquitos, que todo se les olvida y siempre salen contentos de la
cocina […] por eso yo siempre le traigo la leña […] yo voy a leñar, para que ella no
se canse trayendo las varas [Diario de campo: diciembre de 1993].
238
[…] mi esposa era buena mujer. Siempre [me decía] “Aquí está tu café, aquí
está tu tortilla. Anda, siéntate a comer, vienes cansado”. Ahora yo miro a mi
hijo […] su mujer le avienta la tortilla [le sirve sus alimentos de mala gana], con
malos modos [de forma grosera] cuando llega cansado de trabajar […], eso no
es vida de pareja […], si no lo quiere […], si no lo respeta […] yo digo […]
pos que la deje y que se busque otra para que lo acompañe [Diario de campo:
septiembre de 2008].
No te portes mal con tu papá, respétalo […] mira cómo llega cansado de la milpa,
él trabaja deshierbando el maicito para que crezca. Él trae el maicito para que
lo comamos. Él se cansa para que tú tengas qué cosa vas a comer […] te trae el
maicito porque te quiere, para que crezcas y te vuelvas hombre, por eso se cansa
trabajando [Diario de campo: marzo de 2009].
239
[…] No llores por todo, mira que si tu papá ve que todavía lloras como chiquito
no te va a llevar a la milpa y no vas a poder ayudarlo a sembrar […] ¿Qué no quie-
res ir a la milpa a ver cómo crece el maicito? […] ¿qué no te gustan las tortillas?,
¿Qué no quieres ayudarle a tu papá a trabajar en la milpa? […] entonces ya no
llores [Diario de campo: septiembre de 1994].
A muy temprana edad, los niños son conscientes del trabajo y de la fuerza
que invierte el grupo familiar en su crianza y por ello establecen un compro-
miso afectivo de velar y trabajar por sus padres en cuanto tengan la fuerza
necesaria para hacerlo; esto ocurre porque los pequeños aprenden a valorar
el trabajo como una forma de estar en el mundo, de ser y de expresarse. Y
este conocimiento forma parte consciente del proceso de enculturación que
realizan los padres. Al respecto un padre me comentó:
[…] nosotros así enseñamos a nuestros hijos, aunque [estén] chiquitos los lleva-
mos al campo, los levantamos a las cinco de la mañana y los llevamos a trabajar,
primero pos nomás juegan, porque están chiquitos, pero van poco a poco apren-
diendo a caminar trechos largos. Después van ayudando de a poquito, según van
creciendo. Lo importante no es lo que ayudan, sino que se vayan acostumbrando
al trabajo del campo [Diario de campo: junio de 1993].
Las niñas ayudan a la madre —de forma voluntaria y motivadas por el de-
seo de manifestar su cariño— en las labores femeninas (Figura 12.5), mien-
tras que los niños ayudan al padre y de esta manera no sólo se consolidan
como miembros activos de su grupo doméstico, sino que se adiestran en su
rol de género, pues en este contexto cultural la identidad personal y social se
origina por medio del trabajo.6
6. Para conocer cómo se da este proceso entre los nahuas de Guerrero, v. C. Good Eshelman
[2003:73].
240
Figura 12.5
Niña nahua ayudando en las labores de la cocina
(foto: Y. Velázquez, octubre de 2009).
En este sentido, puede afirmarse que, desde la lógica cultural nahua, por
medio de la comida se establece un sistema de interdependencia solidaria
entre los miembros de la familia que crea y define roles sociales específi-
cos diferenciados y complementarios, pero igualmente valorados tanto para
hombres —ellos producen el alimento—, como para mujeres —ellas lo trans-
forman en comida—. Todo sucede dentro de un sistema de flujo y circula-
ción de fuerza y de trabajo que incluye asociaciones afectivas compartidas.
Por tanto, es posible señalar que dentro del proceso de reproducción
cultural, en el cual se ven implicados los miembros de las nuevas genera-
ciones nahuas serranas, el acto de comer constituye un mecanismo funda-
mental en la transmisión cultural, ya que genera un sentido de obligación
mutua que se expresa en el trabajo “que se da a otros” y “que se recibe de
otros”. No sólo se intercambian bienes y servicios, sino que se manifiestan
emociones y sentimientos. Tenemos con ello un ejemplo de cómo operan los
significados internos que se construyen en torno a la comida dentro de un
contexto específico.
241
[…] Yo trabajo cuatro horas y cocino para mi familia. Mi esposo no come en casa,
sólo desayuna y cena, desayuna muy poco, sólo café y pan, pero sí cena muy bien.
Su trabajo inicia a las 10 am pero debe salir a las 8 am, para llegar hasta el Toreo.
Allí está la oficina donde trabaja, tiene dos horas para comer de 3 a 5. A veces come
tacos de guisado en un puesto ambulante, otras, come tortas o tacos de carnitas
cerca del Metro. No le gusta llevar comida porque se enfría y ya no se ve sabrosa…
dice que le da asco. Prefiere comprar algo, que esté caliente, para aguantar a llegar
a la casa. A veces come en una fondita, pero sólo de vez en cuando porque eso sale
más caro. Sale a las 8 de la noche y llega a tu pobre casa entre las 10 y las 11. Yo lo
espero despierta y entonces le doy de cenar lo mismo que mis hijos y yo comimos
al mediodía [Empleada doméstica, entrevista personal, mayo de 2009].
7. Para elaborar esta parte del trabajo se realizaron entrevistas en un supermercado a mujeres tra-
bajadoras con hijos.
242
243
[…] yo trabajo toda la semana y no tengo tiempo de ir al mercado. Los fines de se-
mana voy al súper y compro todo lo necesario […], compro una caja de leche […],
las verduras las compro congeladas o enlatadas, el puré de tomate lo compro en
tetrabrik […], el caldo de pollo lo compro en polvo o en cubitos […]; la carne, ge-
neralmente la congelo para consumirla en la semana […], lo que no puede faltar es
la leche, el cereal de caja, el huevo, el jamón o salchicha para los lunchs de los niños
o para el desayuno […] [Administradora, entrevista personal, mayo de 2009].
244
[…] ¿los niños? Bueno… ellos tienen que mantener en orden su cuarto. Si no lo
hacen, no hay permiso para salir con los amigos. Para el lavado de trastos sucios a
veces tengo que recurrir al pago de los servicios. A mí no me pagaban mis padres
por ayudar… pero no encuentro otra forma de convencerlos [Profesora de nivel
medio, entrevista personal, junio de 2009].
Los padres, por su parte, tampoco consideran que el esfuerzo que ha-
cen para ganar el dinero que utilizan en la alimentación familiar sea algo
digno de recalcárselo a sus hijos, pues para ellos es parte de su obligación,
y, a pesar de que todos comen —como comentó una informante— no todos
lavan los trastes. Esta desigualdad en derechos y obligaciones se presenta
también como una diferencia significativa entre las dinámicas familiares na-
hua serrana y la urbana.
En el ámbito urbano, en el cual ambos padres trabajan, es posible no-
tar la gran depreciación valorativa que implica el acto de comer. El comer
es visto como una necesidad que debe cubrirse de la forma más práctica
posible y con la menor inversión de esfuerzo. Sin embargo, en las mujeres
entrevistadas aún se encuentra presente un cierto aspecto afectivo en el acto
de compartir el alimento en familia, todos reunidos, aunque muchas veces ya
sin que medie la preparación por parte de la madre.
Mi esposo y yo tenemos como regla comer juntos en familia todos los domingos,
ya que entre semana es imposible. El domingo nos levantamos tarde, desayuna-
mos ligero y a las dos o tres de la tarde salimos a comer a algún lado. A mí me gus-
ta la idea, no cocino ni lavo platos [Secretaria, entrevista personal, junio de 2009].
245
8. Para un estudio detallado sobre las implicaciones en la salud del modelo alimentario estadouniden-
se de la comida rápida, v. Eric Schlosser [2002].
246
ocurre en las comunidades serranas del norte de Puebla, así como en los
valores que transmite.
Conclusiones
Es posible señalar que los nahuas de la Sierra Norte de Puebla entretejen sig-
nificados culturales propios que se expresan en la producción y preparación
de alimentos para consumo familiar. Las formas específicas de organización
para el trabajo son dotadas de contenidos afectivos que constituyen la base
sobre la cual se genera un sistema de reciprocidad e intercambio; éste establece
la interdependencia e integración del grupo doméstico a partir de un sentido
de obligación mutua que se expresa mediante el trabajo “que se da a otros”
y “que se recibe de otros” y por medio del cual se manifiestan emociones y
sentimientos.
En este sistema de interdependencia generado dentro del grupo do-
méstico, cada miembro contribuye, de forma equitativa y diferenciada, a la
conservación de su unidad doméstica, en donde el trabajo ejercido en forma
individual y colectiva no es visto como una carga, sino que, comprendido
desde sus valores culturales, constituye una forma de autorrealización. En
este sentido, el acto de comer permite no sólo la reproducción cultural, sino
la construcción social de personas saludables en un sentido físico y emocio-
nal, integradas de manera activa a su entorno natural y sociocultural. Sin
embargo —me parece—, no basta con subrayar la red de significados que
se entretejen desde la lógica cultural nahua. Es importante destacar, además,
que a esta forma de alimentarse le subyace un conocimiento ancestral vincu-
lado en forma sustentable al entorno y una sabiduría económica profunda
basada en la autosuficiencia alimentaria de cada grupo doméstico.
Por otra parte, a pesar de que en el ámbito urbano la alimentación no
depende de manera tan directa del entorno natural, la dependencia radica
en el monto del ingreso que los padres asalariados aportan para alimentar
a su familia. En este ámbito, la compra y consumo de “alimentos prestigio-
sos” con baja calidad nutritiva, pero de gran practicidad, se convierte en un
peligro potencial para la salud de los niños. De la misma manera, desde el
ámbito de las familias de clase media con madres trabajadoras, la comida
y sus actividades asociadas no siempre constituyen momentos deseables de
intercambio emotivo ni son vistas como formas de autorrealización, sino más
247
bien aparecen como acciones con una gran depreciación de sus significa-
dos. Si bien el acto de comer en la ciudad comprende valores y valoraciones
propias, éstos se conforman bajo parámetros diferentes a la lógica cultural
de los nahuas de la Sierra Norte de Puebla; la exploración a fondo de estos
contextos constituye un eje interesante para trabajos futuros.
El mundo moderno enfrenta una severa crisis de alimentos provocada
por el sistema económico global, en el cual los alimentos son producidos,
procesados, comercializados y consumidos bajo la lógica del capitalismo in-
dustrial y la búsqueda de la ganancia. Me parece valioso echar una mirada al
conocimiento y a los valores que otras culturas generan, transforman y repro-
ducen y de esta manera buscar inspiración para encontrar otras soluciones a
nuestros problemas.
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248
249
2. Seguramente Mintz alude a ciertas propuestas de análisis simbólico de la cultura, entre otros, de
Turner [1980 (1967)], y C. Geertz [1989 (1973)].
3. El texto de Mintz (en particular, el capítulo: “La comida en relación con conceptos de poder”) es
fundamentalmente un tratado sobre poder y cultura. En este sentido, se basa en la propuesta de Eric Wolf
[1991], que contempla cuatro categorías sobre poder, la última de ellas, y primordial en relación con la
capacidad de imponer significados, es el “poder estructural”.
252
253
254
255
256
taban los comerciantes foráneos de aquella marca. Por su parte, las mujeres
beben cerveza, sobre todo con su familia en las viviendas o en las cocinas de
las fiestas. En los bailes, que siempre acompañan a las fiestas particulares y
comunitarias, muchas veces se prefiere tomar “Modelo” en lata de aluminio
(seguramente, y como en otras comunidades, para prevenir que los envases
de vidrio sean utilizados como armas en los altercados).
La nueva vida de los tonahuixtlenses en la Ciudad de México es por com-
pleto diferente. Los jóvenes migrantes debieron reconstruir su cultura y so-
ciedad a costa de sus propios esfuerzos y herramientas aprendidas en los años
que vivieron en la Mixteca. En la ciudad, la comida en las viviendas pasó a
segundo término desde que la mujer y el hombre, incluso desde el noviazgo,
trabajaron para sufragar los gastos. Había que conseguir vivienda, muebles,
enviar dinero a las localidades y visitar a la familia constantemente; asistir a
las fiestas y colaborar para su esplendor, esto último lo estimulaba la com-
petencia de las festividades de los poblados vecinos, engrandecidas gracias a
sus propios migrantes.
La comida en casa iba a ser relativamente sencilla y acotada a la nue-
va economía: sopa, frijoles, huevo y guisados, en ocasiones de carne, todo
complementado con tortillas de máquina. Pero por más “sencilla” que haya
sido, en realidad la comida en la ciudad ha resultado ser muy diferente a la
de la Mixteca. Un referente claro es la estatura de las nuevas generaciones,
que destacan por mucho respecto a la de sus padres y abuelos. En la ciudad,
los tonahuixtlenses tendrían acceso cómodo a lácteos —leche, crema, yogur,
queso— y azúcares de manera cotidiana como el refresco, el pan de dulce, los
chicles, pastillas y chocolates.
Al igual que en las localidades, las fiestas de los tonahuixtlenses radicados
en la ciudad son el escenario donde las familias desean ofrecer la mejor co-
mida a sus invitados. Debido a las largas jornadas de trabajo, y a que en mu-
chas ocasiones todos los miembros de la familia (menos algunos estudiantes)
trabajan, la comida que se ofrece casi siempre se elabora fuera de casa. Las
familias que la han encargado, por ejemplo, han hecho pedidos de carnitas
de cerdo, tacos de carne y guisado. Quienes han preparado su comida, como
mixiotes o pollo en pipián, lo han hecho con dificultades porque carecen de
cocineras especializadas (a diferencia de Tonahuixtla), y del tiempo y los en-
seres necesarios.
257
5. Tampoco los burros son nativos de América, a pesar de que hoy por hoy son el transporte privi-
legiado de los indígenas más ancianos o con menos recursos, y de que alegran la fiesta del barrio Tres
Cruces con sus carreras.
258
6. V. Legajos de 1893-1894, Caja 33. Sección: Justicia. Serie: Civil y Criminal. Años: 1884-1949,
Archivo de la Presidencia Auxiliar de Santo Domingo Tonahuixtla.
259
260
261
262
se deciden los pasos que se seguirán en las relaciones de los radicados con las
localidades. Por último, este tipo de festejos son espacios privilegiados para
que ambos sexos se conozcan y reconozcan, donde no se excluyen los fines
matrimoniales, situación que, por otro lado, trata de mantener la endogamia,
que es importante, y también se aprecia la cohesión social, a pesar de la rela-
jación de las normas matrimoniales.
263
Conclusiones
La inmanencia de la cultura mixteca tonahuixtlense respecto a la comida pone
en un justo lugar el papel del poder estructural en las dinámicas sociales de
la comunidad de Tonahuixtla. Considero que ambos significados, externos
e internos, forman una dialéctica en relación con las pretensiones del capital
y el Estado por dominar la costumbre indígena que se modifica de acuerdo
con los nuevos tiempos.
En el caso de Tonahuixtla, la emigración se debió a situaciones de super-
vivencia, pero también a cuestiones muy particulares de la comunidad. En
todo caso, es posible entrever que quienes radican en la Ciudad de México
vieron en la emigración una estrategia para enfrentar el poder de la gente
“del Centro” de Santo Domingo. Allá, la propia competencia entre los dife-
rentes segmentos es violenta y se relaciona con el prestigio que puedan adquirir
los dirigentes, tanto del Centro como de los barrios. El barrio de Tres Cruces
colabora de manera decisiva con las fiestas y los proyectos de Tonahuixtla
desde los espacios de emigración. Ahí sus hombres y mujeres obtienen la
economía suficiente para obtener respeto, preparándose de manera similar
a los profesionistas que acaparan la dirigencia de la Presidencia Auxiliar y
las escuelas públicas. De alguna manera, se han dado cuenta de que sólo así
pueden impulsar sus propios proyectos que consideran pertinentes para la
comunidad.
264
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267
268
2. El tipo de establecimiento es amplio, con zonas y funciones bien delimitadas, necesariamente con
una estricta coordinación administrativa y operativa de los procesos y de los actores.
270
las mesas, recoger y lavar los trastes. El área para comensales usualmente se
reduce a unas cuantas mesas con sus sillas, o en algunos casos, la comida se
vende “para llevar” y consumir afuera.
Las cocinas económicas y los restaurantes, además de sus instalaciones fí-
sicas y la organización del trabajo, presentan diferencias en cuanto al tipo de
clientela que atienden y el tipo de alimentos que sirven. Los últimos ofre-
cen una lista amplia con variedad de platillos (entremeses, sopas, ensaladas,
carnes, pescados, postres) y bebidas nacionales y extranjeras que se repiten
cada día; también es importante que sean reconocidos porque ofrecen alguna
especialidad que les confiere originalidad [Bueno, 1988:36]. Respecto a la
clientela, están dirigidos a las clases media alta y alta, donde es común, ade-
más del pago en efectivo, el pago mediante tarjetas de crédito y la solicitud
de facturas fiscales a nombre de empresas.
Por su parte, en las fondas se prepara una selección más limitada de gui-
sos de gusto popular. Normalmente todos los alimentos se consumen el mis-
mo día y pocas veces se almacenan, salvo que puedan utilizarse para preparar
un nuevo platillo el día siguiente. Los guisos suelen elaborarse a partir de
recetas familiares muy básicas que se transmiten por tradición, y se trata
de conservar el sazón casero.
En la mayoría de las cocinas económicas se dedica la mañana a la prepa-
ración de la comida, y la tarde, al lavado y limpieza de todo el local, aunque
algunas cocinas de este tipo abren sus puertas a temprana hora, como expli-
can Long y Vargas:3
3. Some fondas cater to the breakfast crowd and open their establishments as early as 5 or 5:30 in
the morning and close at noon. The early morning hours are said to be for the benefit of those who have
spent a night on the town and would like to eat some solid food before confronting family members at
home. Hot, spicy food is said to make the body perspire and eliminate the effects of too much alcohol.
More than likely, it is to benefit those who start an early work day and have no one to make their food
at home at such an early hour. Many are neighborhood fondas that carter to the people in the local area.
[Long y Vargas, 2005:129].
271
estas cocinas sirvan a trabajadores que empiezan su día muy temprano y no tie-
nen alguien para preparar un desayuno en casa a esta hora. Muchas son fondas
del barrio que atraen a personas que viven en el área inmediata [Long y Vargas,
2005:129. Trad. C. Good].
272
Etnografía general
Para tener una información de primera mano sobre este tipo de cocinas, se
realizó un gustoso trabajo de campo que incluía comer en cocinas económicas
en diferentes partes de la ciudad. Cada cocina económica es diferente en su
273
274
275
276
Lo que pasa es que aunque uno esté titulado, no te dan buen trabajo o siempre
quieren abusar. Después de la tienda pusimos con Saúl un bar frente a la enep y
277
aparentemente todo estaba en regla, pero los dueños anteriores hicieron tranzas
con los papeles y esas irregularidades nosotros no las vimos. Pero cuando llegó
Hacienda sí las vio, más bien ellos ya sabían. Luego de tratar de arreglar bien
todo, otra vez nos volvieron a cerrar, de ahí me fui al despacho pero igual era tra-
bajar mucho para alguien más. Mejor me quedé aquí, al rato viene mi hijo y como
a las cinco o seis nos regresamos a la casa, más tranquilos…
¿Quiénes vienen? Pues depende, por lo general son señoras, pero cuando las
bodegas se llenan vienen muchos señores y muchachas que trabajan ahí, sobre
todo señores. Pero, por ejemplo, como ahora que son vacaciones, casi no vienen
las señoras, o el día que hacemos las enchiladas, ese día sí se llena y vienen todos.
El de la tienda de al lado siempre nos encarga cosas y como es diabético, pues se
trata de llevar lo que él puede comer […]
Al parecer, no hay una gran diferencia entre los alimentos que preparan
para comer ahí o para llevar, aunque cuando tienen mucha gente le llaman a
otra persona para que les ayude a limpiar. Como se mencionó, el número de
clientes es proporcional al ritmo de actividades laborales en las calles conti-
guas, lo que genera un constante cambio en los tipos de personas y, por tanto,
en los diversos platillos elaborados.
Preparar comida es como tener muchos esposos y hay que prepararle lo que a
cada uno le gusta. Si no, igual que el marido, dejan de venir; un día hice berenjena
y nadie comió, pero cuando se hacen cosas fritas son lo primero que comen. O
la sopa de pasta también, a veces se acaba o a veces nadie quiere, todos piden
consomé […]
278
279
A manera de conclusión
¿Qué significa para los comensales ir a las cocinas económicas? Pareciera una
obviedad decir que acuden a comer por necesidad; sin embargo, estos esta-
blecimientos responden a otras inquietudes respecto al sabor de los alimentos
y la simpatía de quienes atienden. Las cocinas son espacios de intercambio
social por diversas razones; han sustituido a los comedores industriales de
las empresas y ahora los trabajadores son “libres” de escoger su comida. Son
espacios identitarios, ya que su infraestructura facilita la relación entre los
comensales, pues en horas de gran demanda suelen compartirse las mesas e
iniciar nuevas relaciones sociales, independientemente de que sean trabajado-
res de la misma empresa o no. Asimismo, suelen establecerse relaciones entre
el comensal y el cocinero o los propietarios, pues se permiten sugerencias o
peticiones particulares sobre las comidas y su salud.
En estos espacios también se recrea un ambiente idealizado, pues los ali-
mentos que se sirven son un vínculo con la tradición en que las cocinas repre-
sentan una familia y una comunidad; este tipo de comida es una extensión de
la comida casera y se relaciona con una representación nacional que encuen-
tra su contraste con la comida extranjera, en especial, la fast food estadouni-
dense. Para los propietarios la idea de “comida casera” es una estrategia de
mercado, reconfigurado a partir de la década de los noventa en oposición a
la comida rápida.
Se enfrentan así a la sociedad de consumo, con comida como una expre-
sión de creatividad relacionada con el gusto del dueño o el cocinero, con-
trariando la idea de “a mayor precio, más calidad”, puesto que los precios
se ajustan al salario real. En estas cocinas los propietarios hacen frente a la
publicidad y al mercado dirigido de otros lugares de venta de comida. En
medio de la crisis económica, muchas de estas cocinas forman parte de la
economía informal, establecidas por mujeres y ubicadas en su propio domici-
lio, contribuyen o incluso sostienen la economía familiar. La etiqueta “comi-
280
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281
[…] una población que la consume con la frecuencia suficiente para considerarse
experta al respecto. Todos creen, y les importa creer, que saben en qué consiste,
cómo se hace y qué sabor debe tener. En pocas palabras, una cuisine tiene raíces
sociales comunes; es la comida de una comunidad, aunque muchas veces sea una
comunidad muy grande [Mintz 2003:34].
284
285
fácil consumo y a bajo precio que favoreció el desarrollo del fast food, se
está repitiendo en México, pero en nuestro país ya existían las tortas, que
se habían establecido por un proceso anterior de cambios en los patrones
de consumo de alimentos desde varias décadas previas a la Segunda Guerra
Mundial. Long y Vargas las describen de la siguiente manera:1
Encontramos menos tipos de tortas que de tacos, pero muchas regiones del país
tienen sus especialidades. Las tortas ahogadas son las favoritas en Guadalajara y
toman su nombre del hecho que literalmente se sumergen en una salsa de chile
picosa […] Otra variedad de tortas se llama guajolota. Ésta consiste en una telera
rellena con un tamal. Son muy secos y hay que tomar algún tipo de bebida para
comerlos: se asocian las guajalotas con los funerales porque comúnmente se sir-
ven en los velorios [Long y Vargas, 2003:135].2
1. Tortas are the mexican equivalent of sandwiches. They are prepared on a oval-shaped, hard Spanish-
style roll called telera, which is sliced horizontally and then stuffed with a variety of fillings. The bottom
half of the roll may be spread with refried beans and a layer of lettuce followed by the main filling, which
may be chicken, turkey, ham, cheese, or beef; this is then topped with pickled carrots and chile sauce.
One well-know tortería always hides a very spicy chipotle chile in the centre of the torta […] [Long y
Vargas, 2003:135].
2. There are fewer types of tortas than there tacos, but many areas of the country have their specialties.
Tortas ahogadas are the favorites in Guadalajara and receive their name from the fact that they are literally
submerged in a very hot chile sauce…Another variety of tortas is called guajolota. This is also made from
a telera roll, sliced horizontally and filled with a tamale. They are extremely dry and not easyto eat without
some sort of beverage to help you get them down. Guajolotas are often considered funeral foods, as It is
common for them to be served at a wake [idem].
286
287
sumía en los crecientes mercados urbanos. Esta difusión del trigo produjo
nuevas creaciones gastronómicas y la torta fue una de ellas. Iturriaga [1993]
señala que el consumo de la torta es típicamente urbano y en sus elementos
denota su carácter mestizo.
En una entrevista, el gastrónomo Leonel Pérez López relata que la torta
fue incorporada como un elemento nuevo de la gastronomía mexicana, y que
el concepto de fast food se generó hasta el siglo xx:
[…] el hecho de un pan [al] que le agregas alimento no implica que hablas de
una comida rápida, sino que es un preparativo para satisfacer tus necesidades
gastronómicas, que no habla de aspectos industriales, de carnes procesadas, sino
de diversos guisos que había en la época. Lo que el mexicano hacía era envolver
comida para llevar; ahora la envuelve en un pan, con la influencia de la comida
francesa, que ya tenía tradición en Europa de preparación [Gastrónomo Leonel
Pérez López, entrevista personal, 8 de diciembre de 2008, realizada por Rubén
Eduardo López Mendiola].
288
entre 1870 y 1940, cuando las taquerías y torterías ofrecieron a los obreros
diversas especialidades gastronómicas regionales a modo de antojitos, que di-
ferían de la gastronomía de las clases altas, que repetían los gustos culinarios
de los elites europeas. Al respecto, Del Castillo refiere que:
289
290
[…] la comida rápida se sirve como un platillo para ensamblar, sólo es un elemen-
to para ensamblar, calentar y entregar. Ya cualquier comida rápida está precocida,
únicamente lo que se hace es calentarlo y servirlo. El fast food corresponde al es-
tilo de vida de los norteamericanos, puesto que la gente no ocupará tiempo al
momento de comer, donde la gente sólo la ingiere y sigue trabajando [Entrevista
personal, 14 de diciembre de 2008, realizada por R. E. López Mendiola].
291
292
Aunque una torta como tal y unos tacos se entregan rápido, no son considerados
un fast food, […] son productos completamente diferentes, ya que todas las pre-
paraciones se realizan en ese local, ya que lo único que se puede pedir aparte es
el pan, lleva mayor complejidad en el armado. Tienes la opción entre poder selec-
cionar entre varios ingredientes, que se cocinan en el momento en una plancha,
son como preparaciones más caseras, no son de volúmenes grandes, que no son
elaborados en un centro de producción, tienes mucha variedad. Y prácticamente
la elaboración es artesanal, ya que todo lo preparan las personas. [Entrevista per-
sonal, 8 de diciembre de 2008, realizada por R. E. López Mendiola].
293
Conclusiones
La torta no puede considerarse como un fast food a la mexicana, ya que el
concepto mismo se refiere, de entrada, a la comercialización a gran escala de
alimentos estandarizados que vincula formas de producción, procesado, alma-
cenaje, venta y consumo que se rige bajo la lógica de la ganancia, apoyada en
campañas mediáticas publicitarias. No forma parte de ninguna cuisine como lo
define Mintz [v. C. Good, Consideraciones finales, en este volumen], pues una
característica fundamental del fast food es la estandarización de los productos
e ingredientes. Por otra parte, como hemos visto, la torta es el resultado de un
proceso que ha permitido su incorporación a la comida mexicana retomando
sus sabores tradicionales —chile, frijol— creando nuevas mezclas, pero man-
teniendo como requisito la frescura de sus productos.
La atención personal en el comercio en locales fijos, atendidos por los
propietarios, garantiza que el cliente regresará si le gustó la torta; el tortero
será el mismo a quien se le volverá a comprar mañana o pasado mañana.
El compromiso personal implica que el vendedor cuida la frescura y el
sabor de sus productos como estrategia mercantil con el fin de conservar sus
clientes y buscar nuevos. Esta relación directa, entre vendedor y cliente, se
294
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295
Presentación
El café es una bebida elaborada a partir de un grano tostado
y molido, el cual se convertirá en una infusión con la que se
Los espacios
La Zona Rosa. El origen de lo que hoy conocemos como la Zona Rosa se
remonta precisamente al origen de la colonia Juárez, antes llamada colonia
Americana, erigida en el área que ocupó la Hacienda de la Teja en el siglo
xix. Era una colonia lujosa, con arquitectura afrancesada, de acuerdo con la
298
299
la famosa trasnacional del mismo nombre. Estos tres lugares dan servicio a
diferentes sectores, principalmente a personas de la clase media urbana, y en
conjunto, evidencian la segmentación del mercado en el México moderno y
globalizado. Estos establecimientos reflejan la importancia de los estilos de
vida que el llamado “primer mundo” imprime a las urbes latinoamericanas,
contribuyendo a las pautas culturales y hábitos de consumo de acuerdo con
los valores mercantiles de las potencias económicas extranjeras.
La Merced
El barrio de La Merced, situado en la delegación Venustiano Carranza, se
ubica en un lugar intermedio entre el barrio bronco de Tepito y el Centro
Histórico de la Ciudad de México. En La Merced se encuentran unidades
habitacionales populares y corredores de comercios fijos y semifijos, y desde
luego, el importante mercado de La Merced —que da nombre a la zona—, con
amplios espacios de venta y de bodegas de frutas, verduras, dulces, juguetes
de plástico y abarrotes; también aquí se ubica el mercado de Sonora, donde
se expenden hierbas para uso medicinal, así como productos propios de lo
esotérico y la brujería.
El barrio de La Merced es también muy conocido por ser una de las
zonas rojas más importantes de la ciudad, donde existe un amplio comercio
sexual, sobre todo femenino y dirigido a personas de escasos recursos, el cual
se ejerce principalmente durante el día y en las primeras horas de la tarde.
También es un lugar donde el desempleo encuentra como solución el comer-
cio informal por medio del ambulantaje, que vende todo tipo de artículos:
algunos de fayuca —de procedencia extranjera ilegal— y piratas —copias de
discos de música y películas, así como reproducciones baratas de productos
de marca—. Aquí encontramos nuestro cuarto sitio de observación etnográ-
fica: el café-bodega El Surtidor, un expendio de café que da a la calle, y a la
vez, una bodega de café en grano; en este sitio se vende café por kilo recién
molido para preparar en casa y también vasos con café caliente para tomar
allí o llevar.
En la entrevista con un empleado de El Surtidor, nos explica que alre-
dedor de los años treinta había más de cuarenta expendios de café en La
Merced. Era la época de tomar en casa “el café puro”, tan solicitado en los
expendios, ya que las personas de la zona acostumbraban ir a comprar su
300
café en los molinos del barrio y pedirlo ya tostado. Después, en sus casas her-
vían el agua en una olla y enseguida agregaban el café molido, una vez que era
macerado —en algunos casos— se le ponía canela, hojas de naranjo o limón
para darle sabores diferentes. Al final el café quedaba listo como bebida o
extracto para que toda la familia lo disfrutara, solo o con leche. Sin embargo,
ahora, como la agitada vida de la capital consume rápidamente el tiempo de
sus habitantes, mucha gente prefiere comprar frascos o sobres de café solu-
ble, de fabricación industrial [Jorge González Ponce, entrevista personal, 16
de febrero de 2009, realizada por M. Ventura].
Desde los años setenta, debido a la creciente inseguridad en la zona,
muchas cafeterías establecidas con locales y mesas emigraron de La Merced
haciazonas más cercanas al Centro Histórico de la capital, y desde entonces
los propietarios ya no se interesaron en invertir en nuevas cafeterías en este
barrio. Por ello proliferaron en el centro los famosos cafés de chinos, gene-
ralmente administrados por las nuevas generaciones de emigrados de esta
nación, muchos de ellos ya nacidos en México. También existieron los tradi-
cionales y antiguos cafés del centro (algunos de los cuales todavía persisten),
en donde era común durante el siglo xx observar en amenas conversaciones
a numerosos periodistas, artistas y escritores de la ciudad.
Cerca de la calle donde se ubica el café El Surtidor hay una especie de
mercado semiestablecido en la explanada de la estación del metro Cande-
laria, que cuenta con una serie de locales comerciales hechos con lámina,
donde se venden artículos de aseo, periódicos, abarrotes, ropa barata e in-
cluso hay una estética y un consultorio dental. En toda la zona el comercio
informal y la prostitución ocupan la calle dentro del horario comercial, que
va de las nueve de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde de lunes a
domingo. En la noche es una zona muy peligrosa, por donde deambulan
muchos indigentes y algunos delincuentes, por lo que la circulación de otro
tipo de transeúntes es restringida.
Este barrio además es un espacio cosmopolita de otra índole, ya que
llegan mercancías, comerciantes y clientes tanto de otras partes de la ciudad
como de los diferentes estados de la república. Como ya se mencionó, tam-
bién es un área de tolerancia para el comercio informal y el trabajo sexual,
lo que atrae a una infinidad de personas que transitan por el barrio durante
todo el día.
301
Restaurante-café Italiannis
Es un local grande de dos plantas, uno de los más grandes de la plaza comer-
cial, se anuncia como un lugar de “pastas, pizzas y vinos”. En el piso inferior
tiene una vitrina que da la calle, está decorado y ambientado con mobiliario
que le da la presentación de un pintoresco restaurante italiano; las paredes
del lugar están decoradas con fotografías o cuadros de paisajes e imágenes de
puntos turísticos de Italia. Cuenta con un chef, ayudantes de cocina y varios
meseros (hombres), quienes atienden a la clientela de manera personalizada.
En este lugar los alimentos se sirven a la carta y el café puede tomarse en la
sobremesa, después de una comida, aunque las personas también pueden
consumir sólo el café. Los comensales son sobre todo hombres y mujeres de
30 a 60 años de edad, y el comportamiento se caracteriza por la formalidad y
la etiqueta, el objetivo de reunirse en este lugar es para tratar negocios, o bien,
para pasar un rato agradable y comer, entre personas o parejas de adultos con
recursos económicos altos.
El derecho a cubierto se cobra y cuesta 11 pesos por persona; la oferta de
comida cuenta con platillos de cocina internacional caros. Existe una hostess,
o anfitriona, que acompaña a los comensales hasta los lugares de su preferen-
cia y los presenta con el jefe de meseros, quien se pone a sus órdenes “para
cualquier cosa que se les pueda ofrecer”. Luego viene el mesero encargado
de la mesa a tomar la orden. La anfitriona viste con traje sastre, y el jefe de
meseros viste traje formal y corbata, los meseros usan traje de vestir y camisa.
La atención es esmerada y cuidadosa para lograr la comodidad y la entera
satisfacción del cliente, pues se considera un lugar lujoso.
Sin embargo, el sabor del café no es bueno, ya que lo reciclan en las ca-
feteras a lo largo del día: lo sirven en jarras térmicas y vuelven a recalentar lo
que sobra. Esto le da al café un sabor “muy quemado” y daña el sabor que
302
debe tener un café recién preparado. Entonces, a pesar de ser el lugar más
caro, no es el mejor para la degustación de un buen café, aunque como vere-
mos más adelante lo importante son los significados que emanan al tomar el
café en estos lugares y no la calidad de la bebida en sí.
Café El Globo
Este café es más bien un quiosco de 8 o 9 m de largo, por 4 m de ancho,
aproximadamente; lo atienden dos o a veces tres empleadas de entre 30 y
40 años, que usan uniforme y gafete; una malla negra mantiene recogido su
cabello para evitar contaminar los alimentos y bebidas. Este quiosco ofrece,
aparte del café, una selección de panes finos y pastelitos estilo francés.
Dado que se localiza en un lugar de paso en el centro comercial, no mu-
chos clientes permanecen, la mayoría de su clientela consiste en transeúntes
que en su camino compran un café con un pan o un pastel para llevar. Este
establecimiento atrae a numerosos clientes porque cuenta con varios produc-
tos, entre ellos una línea de pan dietético, bajo en calorías y grasa, así como
donas de diferentes sabores (glaseadas, fresa, chocolate o café), preferidas
sobre todo por el público joven. También vende diversos productos, como
dulces, chocolates y refrescos para los niños; además,con frecuencia promue-
ven “juguetitos de premio” por la compra de ciertos artículos, en particular,
por los panes y pasteles.
En este quiosco se ofrecen, para endulzar el café, sobrecitos de azúcar
blanca o endulzante “bajo en calorías”. También hay una zona con termos y
recipientes especiales que permiten a los clientes agregar al café leche, crema,
cacao en polvo y especias como vainilla o canela. Incluso venden bebidas de
café frío; muchas de estas bebidas alcanzan un precio de 40 pesos en deter-
minadas presentaciones y tamaños; sin embargo, en algunas promociones se
regala el café en la compra del pan o los pasteles. Las sucursales más grandes
de El Globo disponen de una gran variedad de presentaciones y ofrecen
una línea de sabores diferentes, como vainilla francesa, moka y el café latte
(capuchino).
La mayor parte de los clientes del quiosco de El Globo son mujeres jóve-
nes: empleadas, estudiantes o amas de casa que acuden a este establecimiento
con sus bebés en carreolas o con niños pequeños; también hay algunos hom-
bres entre los clientes habituales, pero no son la mayoría.
303
Café Starbucks
Es un local más amplio con vista la calle y dividido en tres secciones; una en el
exterior o terraza de la cafetería, donde se han colocado mesas y sillas, y dos
salitas interiores con sillones cómodos y mesas, así como la barra de servicio.
Los empleados son jóvenes de entre 18 y 25 años, todos esmeradamente arre-
glados —aunque con ropa cómoda e informal—, con agradable aspecto físico
de acuerdo con los estereotipos occidentales. Como parte de su mercadotec-
nia, Starbucks ofrece la variedad de 20 tipos distintos de granos y molidos
de café de diferentes partes del mundo, además de proclamar que utilizan un
tipo de café orgánico que no daña la biosfera y certifican organismos inter-
nacionales como el de “comercio justo”. La cadena también ofrece distintos
estilos y sabores, tanto de café caliente como frío. Desde la inauguración de
dicha cadena en nuestro país, está estrictamente prohibido fumar dentro del
establecimiento, con un letrero que reza: “Se prohíbe fumar, para garantizar
la calidad y el aroma del producto”, antes de que se aprobara la ley antitabaco
en la Ciudad de México, en el año 2008.
En la sucursal de Starbucks de la Zona Rosa se ofrecen el público ejem-
plares de varios periódicos del día, entre ellos La Jornada, Milenio y Ex-
célsior, para los consumidores de perfil intelectual o simplemente jóvenes
que pretenden estar informados, como en el caso de algunos estudiantes.
Además, cuentan con cómodas butacas para degustar el café y tienen servi-
cio de internet inalámbrico. La intención es ofrecer un sitio relajante: muy
agradable y cómodo, en donde se olviden las prisas y las presiones de estar
ocupado. El interior está ambientado musicalmente en forma suave, sobre
todo con música popular estadounidense; en diciembre ponen villancicos
en inglés; en otras ocasiones se puede escuchar a Elvis Presley o baladas de
Frank Sinatra.
La mayoría de los clientes son jóvenes, hombres y mujeres, que rondan los
20 años, que platican con sus amigos y parejas; también son empleados de las
oficinas cercanas que descansan y toman un café, o estudiantes que escriben
en sus computadoras portátiles. En este café es frecuente el ligue (la conquis-
ta) entre los jóvenes, acompañado con el consumo de los frapuchinos (café
frío) preparados como malteadas, con crema chantillí, chispas de chocolate
y una cereza. El lugar lo frecuentan mucho jóvenes profesionistas que gustan
de todo aquello denominado light (ejecutivos o aspirantes a este estatus) de
304
Café-expendio El Surtidor
Como ya se señaló, este café se encuentra en La Merced, en la esquina de
avenida Circunvalación y la calle Limón. Es un expendio y a la vez, bodega
de café, por lo que el lugar está impregnado por el olor, el cual llega hasta la
calle e invita a degustar la bebida. En el mostrador se ubica una báscula y una
vieja cafetera, sobre esta máquina se guardan vasos de unicel sin logotipo y un
pizarrón con los precios y tamaños de las bebidas: grande, 7 pesos; mediano:
5 pesos, y chico: 4 pesos.
Su mobiliario consta de un mostrador, en el que se recargan varios cos-
tales de yute que contienen el grano de café, cuatro bancos caseros e impro-
visados, una panera con un letrero hecho a mano, que anuncia la venta de
pan dulce; hay un reloj, un bote de basura, un teléfono público además de
otro teléfono local donde reciben llamadas los comerciantes ambulantes que
tienen puestos en la calle. Este lugar lo atiende un hombre, Jorge, quien no
usa gorra, uniforme ni gafete.
En sus inicios, los expendios de café del lugar contaban con básculas de
alta precisión traídas de Alemania, pero con el tiempo éstas han desaparecido
por el incremento de la criminalidad en La Merced; prácticamente la totali-
dad de las básculas antiguas fueron robadas, ya que estas básculas se cotizan
en la actualidad hasta en 10 mil pesos cada una, por lo que ahora utilizan
básculas sencillas.
Jorge comenta, en entrevista, que labora en El Surtidor desde hace 18
años y que el expendio tiene más de 60 años. En un principio pertenecía a
una casa matriz llamada Augusto, ubicada en San Bartolo Naucalpan, Estado
de México. Don Jorge señala:
305
306
307
308
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310
Introducción
La incidencia y prevalencia de enfermedades relacionadas
con la nutrición han sido una preocupación gubernamental
en México,1 reflejada tanto en la existencia del Instituto Na-
cional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán
(incmnsz),2 como en los numerosos programas y encuestas
aplicados por ésta y otras instituciones a diversas poblaciones
mexicanas.3 Mediante estas encuestas e investigaciones sobre
Cultura alimentaria
Con base en las discusiones sobre el concepto de cultura que han desarro-
llado autores como Eric Wolf [2005], Sidney Mintz [2003a, 2003b] y Catha-
rine Good [2004a]; y en los trabajos de antropología de la comida de Mintz
[2003a, 2003b], Eric Schlosser [2003] y Good [2004b, 2004c], para fines
de este trabajo se definirá la cultura alimentaria como una creación colectiva
en torno a la alimentación, a partir de la cual se tienen ciertos patrones de
consumo y, por tanto, es adaptable a distintas circunstancias y contextos; de
modo que no puede hablarse de una sola cultura alimentaria, sino de una
diversidad de ellas.
La cultura alimentaria que podríamos denominar occidental incluye
un conjunto de construcciones colectivas derivadas, entre otros elemen-
tos, de un concepto particular del disfrute y de la salud-enfermedad; ba-
sada en este último se ha desarrollado una disciplina especializada que es la
nutrición humana. Tanto la medicina alópata occidental como la nutrición
humana tienen como característica que son predominantemente curativas,6
4. A través de los años estos modelos han cambiado sus patrones de “normalidad” y, por tanto, sus
recomendaciones para alcanzarlos.
5. El historiador Leonardo Vega Flores y la autora aplicaron la encuesta durante las inscripciones
intersemestrales.
6. Centran su práctica en la solución, control o paliación (eliminación o control sólo de los síntomas) de
los padecimientos y conceden poca importancia a la prevención. Cabe aclarar que en la actualidad en las
políticas de salud pública existe la tendencia a incrementar las acciones preventivas, con lo cual se busca,
además de reducir los costos de la atención médica, mejorar el rendimiento de la población productiva.
312
7. Considera al individuo, lo mismo que a cada padecimiento y órgano del cuerpo, como entidades
aisladas, las cuales estudia y trata de manera separada con pocas o nulas referencias a interacciones más
amplias.
8. A consecuencia de la visión fragmentaria propia de este tipo de práctica médica, los profesionales
de la salud se especializan en órganos o funciones corporales.
9. Especialmente las obtenidas de la carne de res y de cerdo.
10. Existe una amplia literatura al respecto: DiBello et al. [2009]; Oliver et al. [2009]; Lutsey et al.
[2008]; García-García et al. [2008].
11. En 1988 Reaven describió la asociación entre hiperinsulinemia y enfermedad cardiovascular y la
denominó “síndrome X” que incluía un conjunto de alteraciones patológicas como: intolerancia a la glu-
cosa y la diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, dislipidemia, caracterizada por hipertrigliceridemia
y niveles bajos de colesterol de HDL (C-HDL). Posteriormente, este síndrome recibió diversas denomina-
ciones, siendo la más aceptada la de síndrome metabólico y en sus atributos se han agregado: obesidad
víscero-abdominal, aumento de lipoproteínas LDL pequeñas y densas, hiperuricemia, aumento del factor
inhibidor del activador del plasminógeno (PAI-1) y del fibrinógeno, entre otros. Actualmente, se le define
como una condición patológica asociada a resistencia a la insulina e hiperinsulinemia que presenta un alto
riesgo de desarrollar diabetes mellitus tipo 2 y enfermedad cardiovascular ateroesclerótica [Reaven, 1988;
citado en Mintz, 2005:25].
313
Metodología
Para indagar sobre aspectos de la cultura alimentaria seleccionamos como
espacio de estudio la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah), y
específicamente a los alumnos de las licenciaturas. Se incluyeron tres fuentes
principales de información: 1) encuesta aplicada a los alumnos en diciem-
bre de 2002; 2) registro etnográfico durante la aplicación de la encuesta; y
3) bibliográfica y estadística. Las variables analizadas fueron cuantitativas
y cualitativas a partir de preguntas abiertas y cerradas.
Preguntamos acerca de los platillos consumidos y de quiénes los prepa-
raban; distinguimos entre la alimentación cotidiana y la festiva porque en
nuestra experiencia empírica encontramos variaciones importantes en tipo
de alimentos, preparaciones y cantidades para ambas.
En el diseño del cuestionario se incluyeron las siguientes secciones: 1) da-
tos generales (licenciatura, semestre, turno, edad, sexo, lugar de nacimiento
y presencia de padecimiento que requiriera alimentación especial); 2) ali-
mentos y platillos de consumo familiar cotidiano; 3) alimentos y platillos de
consumo familiar festivo, 4) alimentos y platillos preferidos; 5) comida con-
siderada no agradable; 6) limitaciones por adscripción religiosa; 7) nociones
sobre una “alimentación sana”, y 8) observaciones y comentarios.
12. Wolf [1990] analiza el problema del poder y lo que éste involucra para la antropología [v. capítulo
1 en este volumen].
314
Resultados
Se aplicaron 118 cuestionarios, 66 a mujeres y 52 a hombres de todas las licen-
ciaturas, turnos y semestres; sus edades se situaban en un rango entre 18 y 53
años, la mayor proporción, tanto de hombres como de mujeres encuestados,
se encontró en los grupos de edad comprendidos entre los 20 y 29 años. De
los encuestados, 77.87% son de la Ciudad de México; 2.46% son hombres
extranjeros (Chile, Perú y Honduras), y el resto (19.67%) son hombres y
mujeres procedentes de otros estados de la República Mexicana (Estado de
México, Guanajuato, Puebla, Tlaxcala, Veracruz y Sinaloa).
En cuanto a la morbilidad declarada y la necesidad de una alimentación
especial, encontramos que la mayoría (71.31%) dicen no tener ningún pade-
cimiento; mientras que 13 mujeres y cinco hombres manifestaron distintos
padecimientos, la gastritis fue el más frecuente; en segundo lugar se encontró
la anemia para las mujeres y la hta para los hombres. La gastritis, que es la
enfermedad más frecuente, puede deberse a: 1) tensión nerviosa generada
por presiones académicas, sociales, económicas o sentimentales; o 2) alto
consumo de irritantes (picante, alcohol, cigarro, etcétera).
En cuanto a la anemia y la hta podemos decir que ambos padecimientos
se asocian de manera importante con los hábitos alimentarios.13 Por lo que
toca al tipo de alimentación requerido a causa del padecimiento, 70% de
las mujeres que manifestaron tener un padecimiento especificaron detallada-
mente, e incluso con términos técnicos, el tipo de alimentación adecuado a
su enfermedad; por ejemplo, una alumna de arqueología de 22 años comentó
que por su gastritis consumía una dieta blanda,14 mientras que otra alumna,
de antropología física, de 35 años, dijo padecer gastritis y en cuanto a su
alimentación la describió también como dieta blanda al decir que debía ser
“baja en grasas y en picantes, o sea, sin irritantes”. Una alumna de antropo-
logía física de 20 años de edad, con gastritis, comentó “no puedo, o más bien
13. Una de las deficiencias nutricias más extendidas en el mundo, y particularmente en los países en
desarrollo, es la de hierro, que es la causa más común de anemia. Otras deficiencias nutricias que causan
anemia son la de ácido fólico y de vitamina B12 [Martínez et al., 1995:109]. En cuanto a la hipertensión
arterial, podemos mencionar que se asocia directamente con las enfermedades isquémicas del corazón,
que son la primera causa de muerte a escala mundial y la segunda en México [inegi, 2009:90]. Entre los
factores de riesgo más importantes para la hipertensión arterial están la obesidad y el consumo excesivo
de sal y grasas saturadas.
14. En términos generales, es una dieta de fácil digestión y sin irritantes.
315
316
Figura 17.1
Consumo alimentario familiar cotidiano.
Alimentos consumidos en los distintos horarios de comida.
317
Figura 17.2
Ocasiones en que se consume comida especial.
FECHA %
Cumpleaños 72%
Fiestas decembrinas 64%
Aniversarios 14%
15 de septiembre 12%
Reuniones familiares 11%
Bodas, XV años, bautizos 7%
Semana santa 7%
Día de muertos 4%
Día de la madre 4%
Ninguna 2%
No contestó 2%
Fiesta barrio o pueblo 2%
Día del padre 2%
Celebración de éxito académico o laboral 2%
318
15. Los encuestados mencionaron: hígado, riñón, páncreas, estómago, corazón de res; mollejas,
hígado y corazón de pollo.
16. Estos datos son muy diferentes a la estadística nacional para el año 2000.
319
320
Reflexiones generales
Los resultados de la encuesta coinciden con la percepción de la mujer como
encargada de la alimentación y de la salud familiar, ya que muestran que las
mujeres son quienes con mayor frecuencia preparan los alimentos, tanto del
diario como los festivos; además de que las encuestadas, en general, mostraron
mayor interés y conocimientos sobre alimentos y platillos, tanto en el ámbito
técnico como empírico. Esto es notable en sus respuestas más detalladas y
variadas, pues manifestaron una asimilación del papel femenino de preparar
los alimentos y cuidar la salud de la familia. Otro aspecto que indica este rol
asumido es que las mujeres se mostraron también interesadas en que otras
mujeres participaran en la encuesta, a diferencia de los hombres, lo que nos
habla de un ámbito entendido como “tema de mujeres”.
A partir de este primer acercamiento descriptivo, encontré tendencias
particulares a la vez que culturas alimentarias diversas entre los alumnos de la
enah. Entre los aspectos significativos está el género, que mostró incidir de
modo importante en los patrones de consumo y actitudes ante la comida y su
preparación, a diferencia de la filiación religiosa que no fue significativa para
distinguir los patrones de consumo alimentario; la edad tampoco implicó
diferencias significativas, al igual que la licenciatura o el semestre cursados.
Coincido con Good17 en que también es necesario estudiar con cuidado:
1. La influencia de la publicidad en la transformación de los valores y mo-
delos de vida de las personas de distintos segmentos económicos en la
Ciudad de México.
2. Aspectos coincidentes en las culturas alimentarias de nuestra ciudad, lo
que Mintz [2003a] ha llamado cuisine y que explica cómo una tradición
culinaria propia dificulta la aceptación de la llamada comida rápida, tal
como se observa en los resultados.
321
3. Es necesario considerar con mayor detalle las ocasiones festivas y rituales
y el papel que tiene la comida en ellas.
4. En el campo de la antropología de la comida es muy importante contemplar
las transformaciones, tanto en los usos como en los significados, para dis-
tinguir las lógicas subyacentes (lo que llamamos “culturas alimentarias”).
5. La importancia de considerar la alimentación como un proceso complejo
y, por tanto, estudiar todas sus etapas y actores.
6. Incluir aspectos estéticos en el estudio de los alimentos, sus preparacio-
nes, ocasiones y formas de consumo.
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medio de la cocina; aquí, tanto la comida como los ritos mismos agilizan la
reproducción cultural. Los pueblos logran los efectos cosmológicos y simbó-
licos deseados al cuidar los detalles de la preparación, presentación, transfe-
rencia y consumo de algunos alimentos, como lo han descrito Good [2004,
capítulo 2], Garza Marcué [capítulos 3 y 5], Castilleja [capítulo 8], Peralta
[capítulo 9], Velázquez Galindo [capítulo 12]. Por estas razones, la cocina en
México es un espacio crítico para las identidades locales y la transmisión de
la cultura. La cocina crea comunidades, agiliza la interacción social y trans-
mite una cultura propia a las nuevas generaciones.
La comida y la modernidad
Estos trabajos documentan algunos de los cambios en México hacia las prácti-
cas de alimentación de la modernidad, como los describen Mintz [1996, 2003]
y Schlosser [2001] para Estados Unidos —por ejemplo, en la venta de comida
procesada, industrializada en las tiendas de autoservicio y en las franquicias de
comida rápida—. A pesar de esta tendencia que todos observamos, también
existen muchos espacios donde se reproducen hábitos, costumbres y valores
propios de la tradición cultural local. Llama la atención que persisten los mer-
cados tradicionales y otras formas establecidas de ofrecer comida mexicana,
que siguen gozando de la preferencia de un gran número de consumidores.
Tales mercados no están siendo desplazados completamente por las nuevas
modalidades de comercializar la comida, y hay que analizar más a fondo este
fenómeno para entender lo que en realidad está sucediendo.
De igual manera es significativo el caso de las cocinas económicas que
estudió Torres Ortiz [capítulo 14] y los expendios de tortas que describen
López Mendiola y Velázquez Galindo [capítulo 15]. En ambos casos estas
opciones han sobrevivido muy bien a la repentina entrada de la comida rá-
pida, sobre todo a partir de la firma del tlc, como describe Corona de la
Peña [capítulo 4]; dicha autora también examina el impacto de los cambios
en el estilo de vida en la Ciudad de México en cuanto a la alimentación de los
alumnos de la enah [capítulo 17].
El contraste entre los significados culturales elaborados alrededor de la
comida en las culturas indígenas —o populares, de arraigo mesoamericano—
en las grandes ciudades y las nuevas adaptaciones a la comida en la moder-
nidad es un tema central de este libro, como subrayan los trabajos de Good
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Investigación futura
A partir del presente volumen puedo indicar líneas para realizar investigación
etnográfica a futuro y profundizar sobre los problemas considerados inicial-
mente en este texto. Algunos trabajos en este libro se centran en el impacto
de la modernidad en la alimentación en la Ciudad de México, pero hace falta
ver qué sucede en las ciudades de provincia.
Como parte de lo mismo, es necesario examinar el impacto de la publici-
dad y la transformación en los valores y en los modelos de vida a los que aspi-
ran diferentes segmentos de la población. Estos procesos no son uniformes y
requieren una investigación etnográfica cuidadosa entre diversos grupos so-
ciales. Obviamente habría que abordar los cambios observados en la comida
en relación con el derrumbe del modelo económico, en general, en México;
sobre todo, la destrucción de la economía agrícola y el desplome del nivel de
vida en el campo mexicano, que se han acelerado a partir de la entrada en
vigor del tlc. Esta problemática quedó fuera de nuestro alcance.
Otro tema que quedó pendiente es la influencia de la migración a los cen-
tros urbanos y a Estados Unidos en los hábitos de los mexicanos que regre-
san y de los que se quedan en su lugar de origen. Cuando menos en algunos
casos, los migrantes invierten en negocios en lugares rurales que promueven
el tipo de comida rápida que conocieron en su estancia fuera del país, como
las pizzas, las hamburguesas o los “nachos” [Miguel Morayta, en entrevis-
ta personal] y otros establecimientos como los steak houses, donde ofrecen
carne asada o barbacoa estilo tejano [Good, notas de campo]. En este caso
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todos los miembros del grupo —hombres, mujeres, niños y personas de edad
avanzada— porque hay un marco de referencia social compartida que reco-
ge una larga experiencia colectiva. En las culturas culinarias la comida tie-
ne gran importancia afectiva para las personas, quienes expresan opiniones
personales con firmeza, con un contenido emocional. Estas conversaciones
alrededor de ciertos platillos permiten llegar a consensos y definen los que
pertenecen a regiones culturales y comunidades o grupos sociales específicos
[Krieger, 1998; Mintz, 2003]. Más adelante citaremos tres ejemplos de este
fenómeno en el caso de México —salsas, tortillas y tamales—, pero aquí con-
tinuamos con la categoría analítica.
Otra característica de la cocina como cuisine es su dependencia en
productos locales, disponibles directamente de los agricultores, pescadores
o criaderos de animales o aves, por lo menos obtenidos regionalmente. Lo
que se prepara debe ser fresco y procesado a la hora de elaborar un platillo
—sin sustituciones o insumos industrializados—. Una cocina auténtica pue-
de incluir productos sujetos a formas de conservación como parte del proce-
samiento: la elaboración de los quesos como forma de preservar leche; el uso
de sal, chile, vinagres o especies para preservar carnes, mariscos o pescado;
las técnicas de secar frutas o verduras al sol o la práctica de deshidratar o tos
tar productos animales o vegetales para prolongar su vida útil.
Las cocinas tradicionales son más sanas y más balanceadas en general,
ya que las combinaciones han evolucionado por cientos o miles de años para
crear una base nutricional sólida alrededor de ciertos alimentos básicos; el
arroz para los asiáticos; la papa y otros tubérculos para los pueblos andinos o
irlandeses; el maíz con frijol y chile en el caso de México. No se utilizan sabo-
rizantes artificiales, grasas industrializadas ni aditivos químicos encontrados
en las comidas procesadas modernas.
Las cocinas tradicionales utilizan ingredientes variados a lo largo del año
de acuerdo con las estaciones y las distintas temporadas en el ciclo producti-
vo del entorno inmediato. Existen platillos que sólo se comen cuando están
disponibles los ingredientes necesarios; en muchos casos esta disponibili-
dad tiene que ver con ciclos climáticos locales y las diferentes etapas de la
maduración de plantas, animales o fauna silvestre. En el modelo de cuisine,
los productores de comida y los comensales mantienen relaciones directas o
se mantienen unidades de producción para autoconsumo. En su ausencia, las
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Cuisine en México
Un ejemplo que demuestra las sutilezas que advierten los miembros de la
cultura mesoamericana es muy revelador de las características de la cocina
tradicional y su lógica: la salsa y las tortillas. Para las salsas elaboradas con
chiles, que son básicos para cualquier platillo, hay cálculos precisos en el nú-
mero de tomates o tomatillos relacionados con el número y tamaño de chiles
que se muelen para elaborarlas; al complementar los sabores, es preferible
romper hojas frescas y cebollas con los dedos que cortarlos con un cuchillo.
De acuerdo con los conocimientos locales, el sabor de las salsas y de los
platillos varía de acuerdo con el orden específico en que se doran, se hierven
y se muelen las hierbas, chiles o especias. Un conocedor sabe inmediatamen-
te si una salsa se molió en molcajete (de barro o de piedra) o en licuadora,
ya que las texturas y los sabores difieren según sea el caso. También puede
detectar cuando los chiles y los jitomates eran crudos, o sabe si se asaron, se
hirvieron o se doraron. Las personas de la cultura mesoamericana pueden
distinguir inmediatamente entre tortillas hechas con masa martajada en un
metate (Figuras 18.1 y 18.2), en un molino eléctrico o si proceden de una
tortillería mecanizada; saben que el sabor de la tortilla varía según el tipo
de comal —de barro o metal— y del combustible —las características de
la tortilla son diferentes si es cocida en una estufa de gas o con leña— (Fi-
gura 18.3). Otras variantes son los tipos de maíz y la forma de preparar
el nixtamal, las cantidades de cal y la técnica de lavado o si se le añadió
harina de maíz a la masa. El sabor de una tortilla de maíz nativo o criollo es
totalmente distinto al de una elaborada con maíz híbrido; hay variaciones
notables también de acuerdo con los diferentes colores del maíz —rojo,
azul, amarillo, blanco y pinto— para prepararlas.
Retomamos otro ejemplo de los principios de cuisine mesoamericana al
que varios autores aluden en este libro, los tamales. En México, tanto en
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Figura 18.1
Herramienta milenaria. Metate, metlapil, batea de madera,
olla de barro con nixtamal y frijol
Ameyaltepec, Guerrero (foto: C. Good) .
Figura 18.2
Molenderas en trabajo colectivo durante la celebración
de una boda. Ameyaltepec, Guerrero (foto: C. Good).
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Figura 18.3
Tortillas de maíz azul cocidas con leña en comal de barro curado
con cal. Ameyaltepec, Guerrero (foto: C. Good).
zonas rurales como urbanas, durante toda la vida las personas comen tama-
les en bodas, bautizos, celebraciones de cumpleaños, ritos agrícolas, ofren-
das para los muertos (Figura 18.4) y en las fiestas patronales, pueden verse
como representativos de la identidad regional [Good, 2004, capítulo 2; Gar-
za Marcué, capítulo 5; Manrique Domínguez, capítulo 6; Peralta, capítulo
9; Quintal y Quiñones, capítulo 10]. Se dan constantes conversaciones del
tipo que describe Mintz, con opiniones decididas y asociaciones afectivas
relacionadas con las preferencias personales sobre los tipos de tamales y su
preparación. Éstas tienen que ver con los contextos sociales de su consumo
y, por otra parte, con la complejidad de su laboriosa elaboración.
Existe una extraordinaria variedad de tamales, clasificados generalmen-
te con base en los colores de las salsas con las que se preparan (rojas o
verdes), los ingredientes añadidos de carne, verdura, fruta, queso, dulce,
frijol y las envolturas que se usan —hojas verdes del maíz, la hoja seca de
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la mazorca, hojas de plátano, entre otras—. Los colores tienen que ver a su
vez con los diferentes tipos de chile, grosso modo: fresco o seco, rojo, verde,
amarillo; y de las frutas o endulzantes: ciruelo, piña, fresa, coco, azúcar,
piloncillo, entre otros. También influyen los tipos de carne —pollo, puer-
co, res, guajalote, pescado— y el sazón de un número infinito de especias
o hierbas que se pueden agregar. Existen otras dos características variables
en los tamales, los tamaños y las formas. Dependiendo del uso a que se
destinen y las tradiciones regionales, los tamales pueden ser desde miniatu-
ras hechas para ciertos rituales (Figura 18.4), hasta confecciones enormes
que hay que partir y rebanar para servir, como es el caso del sacahuil en la
región huasteca o el pibipollo yucateco [v. capítulo 10], y ciertos tamales
rituales que hemos encontrado entre grupos indígenas en Guerrero. Las
formas varían de acuerdo con el tamaño y pueden ser largos, redondos,
Figura 18.4
Ofrenda de tamales para difuntos en la Huasteca. Xantolo
en Macustepetla, Hidalgo (foto: César Hernández).
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