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Universidad de Barcelona
“[W]hile property may be regulated to a certain extent, if regulation goes too far it will be recognized as a
taking”. Juez Holmes (Sentencia de la Corte Suprema de Estados Unidos Pennsylvania Coal Co v. Maon
(1922)).
1
Esta doctrina de la Corte Suprema no ha estado exenta de críticas. Grey lidera, junto con Michelman, las opiniones
discrepantes sobre las consecuencias de este tipo de interpretación (T. C. Grey, “The Malthusian Constitution”, U. Miami L.
Rev.41 (1986) 21-ss; F. I. Michelman, “Property as a Constitutional Right”, Wash & L.L Rev. 38 (1981) 1097-ss –éste es su
artículo más famoso e innovador--; F. I. Michelman, “Possession vs. Distribution in the Constitutional Idea of Property” Iowa.
L. Rev. 72 (1987) 1319-1350; y F. I. Michelman, “Property, Utility, and Fairness: Comments on the Ethical Foundations of
"Just Compensation" Law”, Harv. L. Rev. 80 (1967) 1165-ss.
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2
Vid.: R. Brauneis, The Foundation of Our 'Regulatory takings' Jurisprudence": The Myth and Meaning of Justice
Holmes's Opinion in Pennsylvania Coal Co. v. Mahon”, 106 (1996) 613-702; L. M. Friedman, “A Search for Seizure:
Pennsylvania Coal v. Mahon in Context”, Law & Hist. Rev. 4 (1986) 1-ss; y E.F. Roberts, “Mining with Mr. Justice Holmes”,
Vand. L. Rev. 39 (1986) 287-ss; y C. M. Rose, “Mahon Reconstructed: Why the Takings Issue Is Still a Muddle”, S. Cal. L.
Rev.57 (1984) 561-599.
3
Vid.: T. C. Grey, “Holmes and Legal Pragmatism”, Stan. L. Rev. 41 (1989) 787-ss; y E. Holmes, The Mind and Faith
of Justice Holmes: His Speeches, Essays, Letters and Judicial Opinions, Max Lerner ed. (Nueva York, USA: Modern
Library, 1943)..
4
F. Michelman, “Takings” Colum. L. Rev. 88 (1988) 1600-ss.
5
J. Barnes Vázquez (coord.) et al, Propiedad, expropiación y responsabilidad. La garantía indemnizatoria en el
derecho europeo comparado (Madrid: Tecnos-Junta de Andalucía, 1995).
6
Respecto a la propiedad privada, claro está, pueden aparecer muchas otras restricciones a las que aquí no
hacemos referencia porque entendemos que son fruto de la actuación “anormal” de la Administración. Por ejemplo, existen
todos los casos sobre la responsabilidad extracontractual de la Administración. La Ley de Expropiación Forzosa reconoce
de forma general esta institución. Existen varios trabajos al respecto, algunos ya clásicos –como lo son los de Pantaleón y
Martín Rebollo (L. Martín Rebollo, “Ayer y hoy de la responsabilidad patrimonial de la Administración: un balance y tres
reflexiones”, RAP 150 (1999))—y otros más recientes –Pantaleón (F. Pantaleón Prieto, “Cómo repensar la responsabilidad
civil extracontractual (También de las Administraciones Públicas”, en J.A. Moreno Martínez (coord.), Perfiles de la
responsabilidad civil en el nuevo milenio (Madrid: Dykinson, 2000)) y Mir Puigpelat (O. Mir Puigpelat, La responsabilidad
patrimonial de la Administración. Hacia un nuevo sistema (Madrid: Civitas, 2002))– a los cuales nos remitimos (así como a
las obras anteriores de estos autores y a las que los mismos citan en sus textos).
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regule la propiedad de tal manera que el propietario sufra una serie de limitaciones
graves pero sin que se vea excluido del todo del contenido económico de su propiedad,
entonces, de acuerdo con la jurisprudencia española, casi nunca estamos ante una
expropiación, sino ante una delimitación –“definición”-- del derecho de propiedad; o, la
tercera cosa que puede suceder es que, el propietario siga siendo el titular de su bien
pero que –como dice el profesor Fried (2001)7— las limitaciones que se impongan a su
disfrute sean tan graves que no quede ya ninguna alternativa económica útil para el
disfrute del bien. En este tercer supuesto estaríamos probablemente también ante una
expropiación. Los tribunales españoles, sin embargo, no siempre lo han interpretado así.
En cuanto al segundo supuesto, en los casos de regulación de la propiedad, Fried (2001)
y Rey (1994)8 han expresado que ni los mismos tribunales saben cuándo estamos ante
una expropiación y cuándo ante una delimitación del derecho de propiedad9. Aquí se
intentará describir, de manera muy esquemática, cuáles han sido los criterios generales
utilizados por los tribunales para distinguir entre una expropiación –indemnizable-- y una
delimitación del derecho –no indemnizable.
7
C. Fried, “Constitutional Law” (Class Lectures Materials, Harvard Law School, 2001-2002). Estos materiales no
publicados pueden encontrarse grabados en cintas de vídeo –todas las clases—también en la Escuela de Derecho de
Harvard.
8
F. Rey Martínez, La propiedad privada en la Constitución española (Madrid: CEC, 1994) (Vid. también: F. Rey
Martínez, “Derecho de propiedad privada”, en M. Aragón, Temas básicos de derecho constitucional Vol. 3 (Madrid: Civitas,
2001)).
9
Vid. también: E. García de Enterría, “Las expropiaciones legislativas desde la perspectiva constitucional. En
particular, el caso de la Ley de Costas”, RAP 141 (1996) 132; y J. Barnes Vázquez, “El derecho de propiedad en la
Constitución española de 1978”, en J. Barnes Vázquez (coord.) et al, Propiedad, expropiación y responsabilidad. La
garantía indemnizatoria en el derecho europeo comparado (Madrid: Tecnos-Junta de Andalucía, 1995) 25-66, 43).
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Por no mencionar las soluciones heterogéneas y nada claras ofrecidas en las sentencias sobre la Ley de Aguas –
anterior a la actual-- y la Ley de Costas (SSTC 228/1984 y 149/1991 respectivamente).
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Vid.: M. J. Radin, “Evaluating Government Reasons for Changing Property Regimes”, Alb. L. Rev. 55 (1992) 587-
ss.
12
Miguel Satrústegui, “Derechos de ámbito económico y social”, propiedad privada. 395-418 a L. López Guerra, et
alt., Derecho Constitucional, vol. I (Valencia: Tirant lo Blanch, 1997); L. Díez-Picazo y Ponce de León, “Algunas reflexiones
sobre el derecho de propiedad privada en la Constitución”, en S. Martín-Retortillo (coord.), Estudios sobre la Constitución
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española. Homenaje al profesor Eduardo García de Enterría. Tomo II. De los derechos y deberes fundamentales (Madrid:
Civitas, 1991) 1257-1270. Pérez Luño, así mismo, expone que el reconocimiento constitucional de la propiedad contenido
en el artículo 33 no conlleva una definición precisa del derecho a la propiedad. A diferencia de cuanto sucede con otras
figuras o instituciones, que son definidas en la propia Constitución, así, por ejemplo, la del Defensor del Pueblo (art. 54), la
del Rey (art. 56) o la noción de Ley orgánica (art. 81), entre otras” (Pérez Luño, 1997: 494). Debe observarse, sin embargo,
que Pérez Luño se refiere tan sólo a figuras e instituciones que no son ni reconocen derechos.
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F. Rey Martínez, La propiedad privada en la Constitución española (Madrid: CEC, 1994); y A. M. López López, EL
derecho de propiedad. Una relectio. Discurso de ingreso leído el 17 de enero de 1999 (Sevilla: Real Academia Sevillana
de Legislación y Jurisprudencia, 1999).
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Hoy, la función social es parte intrínseca del derecho de propiedad, mientras que
antes las limitaciones al derecho de propiedad se entendían como cargas externas a ese
derecho. La función social forma parte del contenido esencial del derecho de propiedad
privada. La regulación del derecho de propiedad debe hacerse teniendo en cuenta la
función social. La función social no sólo implica la existencia de límites sociales al
ejercicio del derecho, sino condicionamientos internos que redimensionan su significado
(STC 28/1999). La función social del derecho y de los bienes sobre los que recae es el
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Como es sabido, la idea de función social procede de la doctrina social de la Iglesia católica y se encuentra muy
emparentada con los movimientos doctrinales tendentes a poner límite a una noción tradicional del derecho de dominio
(Vid.: Encíclicas Mater et Magistra, 1961, de Juan XXIII, y Populorum Progressio, 1967, de Pablo VI, con precedentes en la
Quadragessimo Anno, 1931, de Pío XI). No vamos a entrar aquí a analizar este concepto para una introducción a éste
vean: L. Díez-Picazo y Ponce de León, “Algunas reflexiones sobre el derecho de propiedad privada en la Constitución”, en
S. Martín-Retortillo (coord.), Estudios sobre la Constitución española. Homenaje al profesor Eduardo García de Enterría.
Tomo II. De los derechos y deberes fundamentales (Madrid: Civitas, 1991) 1257-1270).
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Forman parte de la función social de la propiedad agraria con especial incidencia los siguientes artículos de la
Constitución: el 128.1, el 40, el 45 y el 130. En la propiedad agraria las limitaciones a la propiedad se realizan con el fin
de asegurar un desarrollo sostenible del campo. Se entiende como función social de la propiedad agraria la creación de
empleo y el uso racional de las fincas rústicas. La propiedad agraria incluye la protección del paisaje agrícola tradicional y
la protección del medio ambiente. En suma, la función social de la propiedad agraria habilita al legislador y a la
Administración para que impongan deberes y límites a la propiedad rural de acuerdo con un concepto de desarrollo
adecuado al campo (STC 37/1987). De este modo, el hecho que se impongan cultivos concretos o procedimientos
determinados con el fin de lograr un mejor aprovechamiento de la tierra es considerado una regulación general del derecho
de propiedad agraria legítima y constitucional (y no una regulación del derecho excesiva e inconstitucional) (STC 37/1987,
FJ 3, y sentencia de 26 de abril de 1990, del Tribunal Supremo (Sala 3ª, Sección 2ª).
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La función social en la propiedad urbana debe realizarse a través de la planificación urbanística. La función social
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del derecho de propiedad urbana comprende asimismo conseguir una propiedad urbana razonable no especulativa (STC
61/1997, de 20 de marzo (Ley del Suelo) (FJ 17 a)). Así, en atención a la función social, la clasificación del suelo en
distintos tipos es constitucional y tiene carácter instrumental e indispensable, delimitando el derecho de propiedad urbana
(STC 164/2001, de 11 de julio (FJ 12 y FJ 13)). Por lo tanto, y partiendo de la planificación, en el suelo urbano ceder
obligatoria y gratuitamente a la Administración todo el suelo necesario para los viales, espacios libres, zonas verdes y
dotaciones públicas de carácter local al servicio del ámbito de desarrollo en el que sus terrenos resulten incluidos y ceder
obligatoria y gratuitamente el suelo necesario para la ejecución de los sistemas generales que el planeamiento general, en
su caso, incluya en el ámbito correspondiente, a efectos de su gestión es una regulación del derecho de propiedad urbana
conforme a la Constitución—que además no incluye indemnización (STC 164/2001, de 11 de julio (FJ 21 y 22)).
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La legislación sobre aguas anterior a 1988, a la Ley de Aguas Estatal ya reconocía la publicidad de parte de las
aguas, y por lo menos de las aguas sobrantes, que pasaban directamente a ser públicas (STC 227/1988). En la
determinación de la función social de la propiedad ante el dominio público también la planificación juega un papel
determinante --y se considera un instrumento para responder a las exigencias fruto de la función social--. La planificación,
como sucedía en la propiedad urbana, conduce a que este tipo de propiedad quede condicionada por sus circunstancias
(AUTO 101/1993, FJ 2 y STC 227/1988, FJ 6). De modo que la Ley, cuando declara que todo el agua continental debe
pasar a ser calificada como dominio público estatal a fin de garantizar un planeamiento del agua de acuerdo con sus
objetivos constitucionales –garantizar su reparto, su potabilidad, evitar la escasez, ...—, está haciendo una regulación de
los derechos de propiedad, que puedan verse afectados, conforme con la Constitución (STC 227/1988, FJ 6).
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Quizás la característica más significativa de la función social de la propiedad en relación al medio ambiente, y en
especial si se ha regulado en cuanto a espacios protegidos, es que en estos casos el desarrollo económico –a diferencia
de lo que ocurre en la propiedad agraria—queda en un segundo plano frente a las cuestiones ambientales. En este tipo de
propiedad la primera preocupación es la preservación del entorno y, mientras no se conculque del todo el uso de la
propiedad, la regulación no se ha considerado excesiva aunque cercene las aspiraciones económicas de los propietarios.
Consiguientemente, casi todas las limitaciones que puedan establecerse en el derecho de propiedad que quiera ejercerse
dentro de un Parque o Reserva y que se impongan con el fin de proteger espacios naturales, flora y fauna silvestres, son
constitucionales. Estamos ante una delimitación del derecho de propiedad (STC 102/1995, 26 de junio de 1995 y STC
156/1995, FJ 6). La función social de este tipo de propiedad se define de acuerdo con el entorno en que se ubique la
propiedad. El entorno condiciona la función social. La creación de parques habilita y exige a los poderes públicos que
regulen la propiedad de manera que se garantice un desarrollo que sea sostenible. En general, y teniendo en cuenta que
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histórico o de interés general podrá quedar delimitado con el fin de asegurar el disfrute de
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estos bienes por el conjunto de la comunidad . Y, por último, la función social sobre la
industria y sobre la propiedad va dirigida a que se consiga un desarrollo económico y que
éste, a su vez, sea sostenible (sentencia de 20 de septiembre de 1994, del Tribunal
Supremo (Sala 3ª, Sección 4ª), sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona,
Sección Octava (proveniente del Juzgado de Instrucción n. 3 de Vich) de 6 de junio de
1995 (Caso Puigneró), STC 64/1982, FJ 2, STC 13/1998, FJ 3, STC 102/1995, FJ 13,
20
STC 73/2000, FJ 5, y STC 170/1989) .
Por otro lado, el primer límite a la habilitación que tiene el legislador para regular que
proporciona la función social de la propiedad es el respeto al contenido esencial del
derecho de propiedad. El legislador, al desarrollar el estatuto de la propiedad deberá
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respetar su contenido esencial . El contenido esencial de la propiedad juega un papel
se trata de espacios acotados, el requerimiento medio ambiente lleva a que se acaben imponiendo limitaciones importantes
a los propietarios sin que se consideren éstas excesivas. Sin embargo, una prohibición general, en en defensa del medio
ambiente, si no estuviera acotada en el espacio o en el tiempo se consideraría inconstitucional si mermara cualquier
posibilidad de desarrollo económico o anulara del todo el uso de la propiedad. Así el Tribunal declara que la prohibición
general de actividades extractivas en las zonas de reserva natural, tanto integral como educativa, y la prohibición del
aprovechamiento de los recursos naturales incompatibles con las finalidades que hayan justificado la creación del Parque
son unas delimitaciones del derecho de propiedad conformes a la Constitución que, en general, no comportan
indemnización. Es decir, no estamos ante una expropiación ope legis (STC 170/1989, 19 de octubre, sentencia sobre el
Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares).
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La función social de este tipo de propiedad persigue la conservación de estas edificaciones, para garantizar su
preservación y la seguridad (en el caso de edificaciones ruinosas) (STC 61/1997, de 20 de marzo (Ley del Suelo) (FJ 32
b)). La función social se encamina a asegurar la conservación de propiedades interesantes por motivos culturales. Como
sucede en relación al medio ambiente, a menos que se prive del todo el uso –que no la utilidad económica—de la
propiedad, la regulación no se considerará excesiva. De forma que, incluso cuando exista una licencia del Ayuntamiento
respecto las obras, la propiedad privada puede verse limitada con el fin de proteger el patrimonio histórico y cultural, ya que
aquella está supeditadas a éste. En tal caso el coste de conservación corre a cargo del propietario (sentencia de 19 de
noviembre de 1991, del Tribunal Supremo (Sala 3ª, Sección 5ª)).
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El derecho de propiedad sobre la industria o la empresa está ligado a la libertad de empresa. Los límites en
relación a la libertad de empresa, como los derechos de los consumidores y de los trabajadores, se aplican en este tipo de
propiedad para asegurar así el respeto a estos colectivos. Este tipo de propiedad ha sido regulada de manera que se
consiga un desarrollo que sea sostenible. Por lo tanto a ésta se le han impuesto limitaciones como puede ser la exigencia
de la evaluación de impacto ambiental (SSTC 90/2000 y 92/2000). En este tipo de propiedad el medio ambiente tiene una
relevancia especial y es un objetivo a perseguir. Y no sólo el legislador sino todos los poderes públicos tienen el deber de
cohonestar la protección del medio ambiente con el desarrollo económico. En la regulación de la propiedad financiera lo
que se intenta garantizar es la estabilidad del sector financiero. Por ello las medidas orientadas a esa finalidad son
conformes a la Constitución y una delimitación del derecho de propiedad conforme con ésta.
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El legislador no sólo debe respetar los derechos fundamentales y su contenido esencial sino que además la
Constitución le exige que vaya más allá de una visión estricta de configuración de derechos subjetivos, el legislador
además debe ordenar tales derechos, en sentido objetivo, reforzando así el doble carácter de los derechos fundamentales
(STC 25/1981, FJ 5) (J. Jiménez Campo, “Artículo 53. Protección de los Derechos Fundamentales”, vol. IV en O. Alzaga
Villaamil (Coord.), Comentarios a la Constitución Española de 1978 (Madrid: Editoriales de Derecho Reunidas, 1996: 440-
529, 451-452). Tampoco entraremos aquí en este complejo y relevante tema. El espacio limitado y la complejidad del
asunto nos lo impiden. Nos remitimos a las obras aquí citadas. En especial, en cuanto al contenido esencial, nos gustaría
destacar las siguientes obras a las que indirectamente se hace referencia: L. Martín-Retortillo e I. de Otto y Pardo,
Derechos Fundamentales y Constitución (Madrid: Civitas, 1988); J.C. Gavara de Cara, Derechos fundamentales y
desarrollo legislativo. La garantía del contenido esencial de los derechos fundamentales en la Ley Fundamental de Bonn
(Madrid: CEC, 1994); y F.Rubio Llorente, Derechos fundamentales y principios constitucionales (Doctrina jurisprudencial)
(Barcelona: Ariel Derecho, 1995).
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clave en el establecimiento de la delimitación del alcance del derecho para distinguir ésta
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de una regulación excesiva . Existe un núcleo común constitucional en relación a todas
las propiedades. Éste puede definirse –aunque no de antemano-- a pesar del concepto
de pluralidad de propiedades. Sin embargo, aunque existe un núcleo común del derecho
de propiedad, éste nunca dejó de verse afectado por el bien sobre el que recae. Utilidad
individual y función social definen, por tanto, inescindiblemente el contenido del derecho
de propiedad sobre cada categoría o tipo de bienes (STC 37/1987). Así concluimos que,
el contenido esencial común del derecho de propiedad reside en que debe reconocerse
un mínimo subjetivo respecto este derecho de propiedad. Un mínimo de propiedad debe
quedar latente en cada caso si no estaremos ante una regulación inconstitucional.
22
La propiedad privada en nuestra Constitución, a diferencia de lo que ocurría en el sistema anterior, goza de una
doble garantía: la reserva de ley y la necesidad de respeto de su contenido esencial A juicio de Luis María Díez-Picazo todo
el Capítulo IV del Título I de la Constitución tiene una finalidad instrumental y no sustantiva. Esta finalidad instrumental se
basa en definir las principales garantías de los derechos y libertades proclamadas en los dos capítulos precedentes.
Asimismo, y en concreto el artículo 53 CE no sólo establece las garantías de los derechos fundamentales, sino que
determina los rasgos esenciales de su régimen jurídico definiendo de este modo su concepto (L. M. Díez-Picazo, “Capítulo
IV. De las Garantías, de las Libertades y Derechos Fundamentales”, vol. IV en O. Alzaga Villaamil (Coord.), Comentarios a
la Constitución Española de 1978 (Madrid: Editoriales de Derecho Reunidas, 1996), 426-437, 428).
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No se entrará tampoco a analizar estos aspectos. Para ello nos remitimos a las obras ya citadas en la bibliografía
y en especial a la del profesor Prieto (L. Prieto Sanchís, Justicia constitucional y derechos fundamentales (Madrid: Editorial
Trotta, 2003)).
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Todos los derechos y libertades reconocidos en el Título Segundo son derechos fundamentales –aunque con
matices. Ahora bien, de ello se desprende también que nominalmente los únicos derechos fundamentales son los
derechos reconocidos entre los artículos 15 y 29 CE. Con este calificativo, señala el Tribunal Constitucional y la doctrina
(Aguiar de Luque, “Dogmática y teoría jurídica de los derechos fundamentales en la interpretación de éstos por el Tribunal
Constitucional español”, RDPol. (UNED) 18-19 (1983); R. Alexy, Teoría de los Derechos Fundamentales (Madrid, 1993); P.
Cruz Villalón, “Formación y evolución de los derechos fundamentales”, REDC 25 (1989); T. Freixes Sanjuán, Constitución y
Derechos Fundamentales. Estructura jurídica y función constitucional de los derechos (Barcelona, 1992); J. García Torres,
“Reflexiones sobre la eficacia vinculante de los derechos fundamentales”, Poder Judicial 10 (1988); J.C. Gavara de Cara,
Derechos fundamentales y desarrollo legislativo. La garantía del contenido esencial de los derechos fundamentales en la
Ley Fundamental de Bonn (Madrid, 1994); L. Martín Retortillo e I. de Otto y Pardo, Derechos Fundamentales y Constitución
(Madrid, 1988); G. Peces Barba, Los derechos Fundamentales (Madrid, 1983); L. Prieto Sanchís, Estudios sobre derechos
fundamentales (Madrid, 1990); J.J. Solozábal Echevarría, “Algunas cuestiones básicas de la teoría de los derechos
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fundamentales”, REP 71 (1991)), la Constitución no se refiere a la naturaleza de esos derechos sino a su estatuto
constitucional, que es distinto de los demás derechos fundamentales y mucho más reforzado.
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sumarse a lo descrito hasta aquí. Con todo no está del todo claro que estemos ante
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distintos esenciales .
25
Sí es cierto que en función del objeto se incide más o menos en una de las características generales del contenido
esencial del derecho de propiedad, sin embargo, al final, ninguno de los contenidos esenciales difieren de forma notable de
otro. Por ejemplo, el medio ambiente es una constante en la formulación del contenido esencial de cada derecho de
propiedad. No obstante, en cada derecho de propiedad, y esto sí que lo aseguramos, se acaba incidiendo en unas
características propias. Así, en el derecho de propiedad ante espacios naturales el uso tradicional del predio forma parte
de su contenido esencial y si se vulnera quedaría conculcado, mientras que esto ni siquiera se contempla en la propiedad
financiera o industrial. En la delimitación del derecho de propiedad en los parques protegidos por razones
medioambientales no parece que preocupe demasiado si se deja esta propiedad sin ningún valor económico (mientras
todavía exista un “mínimo uso” no se vulnera el contenido esencial) (STC 170/1989); en cambio, en la propiedad agraria
existe una seria preocupación para que se garantice el desarrollo económico (STC 37/1987, FJ 2 y sentencia de 8 de julio
de 1996, del Tribunal Supremo (Sala 3ª, Sección 5ª)) --y no vamos a complicarlo más diciendo que a veces esta propiedad
se encuentra en parques naturales--. Y por último está la afirmación de que el contenido esencial de la propiedad no
incluye el derecho a edificar en relación sobre todo a la propiedad urbana. Este es un derecho que no se tiene de
antemano sino que sólo se podrá obtener a través de licencias (sentencia de 15 de noviembre de 1995, del Tribunal
Supremo (Sala 3ª, Sección 5ª) (FJ 6) y sentencias del Tribunal Constitucional 61/1997, de 20 de marzo (Ley del Suelo) y
164/2001, de 11 de julio) Entonces, ¿podemos hablar realmente de distintos contenidos esenciales? Nuestras dudas
tenemos. En todo caso los “distintos contenidos esenciales” deben verse como una añadidura al contenido esencial
unitario de la propiedad que penetra invariablemente en cada una de las propiedades.
26
J. Bermejo, “Las técnicas de reducción del contenido del derecho de propiedad y las especialidades expropiatorias
sectoriales: supuestos que aconsejan la revisión normativa vigente”, Documentación Administrativa 222 (1990) 169-ss; J.
R. Parada, “El artículo 33.3 de la Constitución y la crisis de la garantía expropiatoria”, en S. Martín-Retortillo (coord.),
Estudios sobre la Constitución española. Homenaje al profesor Eduardo García de Enterría. Tomo II. De los derechos y
deberes fundamentales (Madrid: Civitas, 1991) 1270-ss.; J. Barnes Vázquez, “El derecho de propiedad en la Constitución
española de 1978”, en J. Barnes Vázquez (coord.) et al, Propiedad, expropiación y responsabilidad. La garantía
indemnizatoria en el derecho europeo comparado (Madrid: Tecnos-Junta de Andalucía, 1995) 25-66, 56); y E. García de
Enterría, “La Ley de Expropiación Forzosa de 1954, medio siglo después”, RAP 1561 (2001) 251-268.
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La cláusula de la propiedad en Estados Unidos está recogida en la Quinta (1791) y en la Decimocuarta Enmienda
(1868) de la Constitución de 1787. También las constituciones de los estados recogen disposiciones similares (Vid.: S.E.
Finer, V. Bogdanor y B. Rudden, Comparing Constitutions (Oxford, UK: Clarendon Press, 1995)). La cláusula de la
propiedad se recoge en la Quinta Enmienda junto a la Decimocuarta y contiene dos partes, normalmente referidas como la
“Due Process Clause” y la “Takings Clause” respectivamente -- La distinción entre la due process clause y la takings
clause no debe confundirse con la distinción entre el police power y el power of eminent domain. Éste último linda, aunque
no coincide, con la distinción entre limitaciones y expropiaciones de la propiedad en otras clausulas constitucionales sobre
la propiedad. Esta distinción entre limitaciones y expropiaciones es similar a la distinción que existe entre el art. 14.2 y el
14.3 de la LFB en Alemania. En Estados Unidos, tales distinciones vienen enturbiadas por el hecho de que el due process
requirement se aplica a las limitaciones por regulación e igualmente a las deprivaciones de la propiedad resultado de una
expropiación. Así, ciertos ejercicios del police power (del poder de regular, de legislar) alcanzan la categoría de “regulatory
takings” y deben, por lo tanto ser compensados, tal y como ocurre con la estrecha categoría de expropiaciones de título (A.
J. Van der Walt, Constitucional Property Clauses: A Comparative Análisis con introd. de F. Michelman (Cambridge, USA:
Kluwer Law Internacional, 1999) 399).
28
D. Kennedy (Duncan), "Law-and-Economics from the Perspective of Critical Legal Studies" en P. Newman (ed.),
The New Palgrave Dictionary of EconomiConstitución and the Law, vol. 2. (Nueva York, USA: Stockton, 1998).
29
Vid.: C. R. Sunstein, “Lochner's Legacy”, Colum. L. Rev. 87 (1987) 873-ss; y S. A. Siegel, “Lochner Era
Jurisprudence and the American Constitutional Tradition”, N.C. L. Rev. 70 (1991) 1-ss.
30
D. Kennedy (Duncan), "Form and Substance in Private Law Adjudication", Harvard Law Review 89 (1976) 1685.
31
En este caso se asienta que una regulación va demasiado lejos, y por lo tanto constituye un compensable taking, si
se priva al propietario de tan esencial valor de la propiedad como lo es el derecho a excluir trespassers (servidumbres).
Desde entonces, la jurisprudencia constitucional norteamericana ha debatido sobre el fenómeno de los takings en relación
a la propiedad creando alrededor de ésta una doctrina extensa y continúa que la mayoría de autores denominan “takings
issue” o “takings jurisprudence” (Vid.: C. M. Haar y M.A.Wolf, Land-Use Planning (Aspen, USA: Aspen Law & Business,
1989); y F. Michelman, “Takings” Colum. L. Rev. 88 (1988) 1600-ss.). Ésta decisión, aunque para algunos pueda parecer,
de entrada, el leading case que permite la protección de situaciones patrimoniales exageradas y más cercanas a una idea
republicana y liberal, también es un caso en el que se reconoce un límite a las sentencias hasta entonces todavía más
liberales que Mahon, en las que se veía cualquier regulación como un límite inconstitucional a la libertad de contratar o al
derecho de propiedad. El dictum de esta decisión coloca el poder de regular en el marco de la taking clause explicando la
diferencia entre regulación y taking desde términos dinámicos y no desde un marco estático conceptual
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es que ésta se diferencia mucho más en función del objeto sobre el que recaiga el
derecho de propiedad, en el contexto y en la proporcionalidad. La Corte Suprema
norteamericana ha construido una serie de teorías, que se conocen por los tests
tradicionales, con el fin de identificar aquellas acciones del government que constituirán y
se considerarán expropiación indemnizable de la propiedad. Nos referimos a los tests de
(i) la invasión física, el de (ii) la destrucción del valor y el (iii) del uso inocente. Estos tests
norteamericanos desde un punto más material que formal intentan descifrar cuándo
estamos ante una regulación excesiva. No todos ellos son trasladables al ordenamiento
español pero sí deben identificarse porque pueden ser un punto de referencia para
identificar una regulación excesiva en España. Loretto v. Teleprompter Manhattan CATV
Corp, US (1982) es el caso más célebre en que se aplica la teoría del (i) physical takeover
per se –de la invasión física-- para determinar que estamos ante una expropiación. El
supuesto es singular ya que la Corte Suprema decide que estamos ante una expropiación
porque se ha producido una invasión física permanente sin tener para nada en cuenta el
tamaño de tal invasión o el contexto (en realidad sólo se pretendía instalar unos cables en
el tejado de las casas, sin la más mínima importancia, pero como la Corte Suprema
estimó que había invasión física permanente se consideró expropiación). La teoría de la
physical invassion se basa en que si se da invasión física permanente, aunque se invada
tan sólo con un cable, estamos ante una expropiación. No se tienen en cuenta los
hechos del caso concreto (como el que un pequeño cable en un enorme edificio no es
nada). En España, en la mayoría de los casos, las servidumbres se consideran
invasiones físicas que no deben iniciar un procedimiento expropiatorio. En España, el
32
paso de canales por terrenos privados no suele indemnizarse . Rechazamos
contundentemente la doctrina del physical invassion per se (Loretto (1982)). Nos parece
desproporcionada ya que no tiene en cuenta otros elementos e intereses constitucionales.
32
Ello se basa en que el servicio público que se está prestando es tan importante –asegurar el suministro de agua en
una isla—que la cuestión de la ocupación permanente del terreno no se entiende como una expropiación –o para ser más
exactos, no se ve como una regulación excesiva e inconstitucional de la propiedad (STC 17/1990, FJ 16). El derecho a
excluir a terceros en España puede verse limitado, sin indemnización, si existe un interés general prioritario que deba
protegerse. Esta jurisprudencia, sin embargo, no siempre ha sido consistente. En relación a los enclaves de propiedad
privada en el dominio público no es una privación de un derecho preexistente, a juicio del Tribunal Constitucional español,
la limitación que a su ejercicio impone la utilización libre, pública y gratuita para los usos comunes del mar y su ribera “pues
aun en la hipótesis de que la inclusión de una determinada parte del territorio nacional en el espacio demanial no fuese
incompatible con el mantenimiento de parcelas de propiedad privada en ese mismo territorio, no puede tampoco la
existencia de esos derechos dominicales impedir al legislador regular el uso del dominio público natural en los términos que
considere adecuados a su naturaleza” (STC 149/1991, FJ 8 A). Asimismo, en España el derecho a excluir a terceros de la
propiedad queda reducido todavía más cuando aparecen en el análisis intereses constitucionales y generales tan
relevantes como lo es el derecho a una vivienda digna.
16 / Propiedad y medio ambiente
33
En Mahon la Corte Suprema establece la siguiente premisa: cuando una regulación es excesiva, y en este caso se
considera excesiva por disminuir en extremo los beneficios de las compañías mineras, estaremos ante una expropiación
porque se ha dado una disminución del valor de la propiedad que la deja sin contenido.
34
Así, mientras que en Estados Unidos la prohibición de construir frente al mar debe indemnizarse, en España no, ni
que al propietario sólo le quede después de la regulación, como valor de la propiedad, pasearse por sus tierras. En España
el concepto valor se vincula a otros intereses como el medio ambiente. Por ejemplo, no se consideró contraria a la ley la
norma que impuso a los taxistas de Barcelona reducir el volumen de sus efectivos con el fin de atenuar la contaminación
de la ciudad (sentencia de 26 de enero 1999, del Tribunal Superior de Justícia de Cataluña (sala contencioso-
administrativo) (FJ 3)). Sin embargo, en determinados casos cabrá la indemnización pero ello deberá analizarse caso por
caso y si se da totalmente la “eliminación” de los derechos de propiedad que la Constitución incorporó al demanio público.
Si se produce la “eliminación” –literalmente dice el Tribunal Constitucional-- de los derechos de propiedad existentes sobre
terrenos que la Constitución incorporó al demanio ello puede ser considerado como privación de tales bienes y tiene que
dar lugar, por consiguiente, a una indemnización, de acuerdo con la garantía expropiatoria, que la propia Constitución
reconoce (STC 149/1991, FJ 8 A). Cuándo existe o no expropiación es una cuestión que no puede definirse en abstracto,
afirma el Tribunal Constitucional, sino que debe dilucidarse en concreto, caso por caso.
Mar Aguilera Vaqués / 17
entendemos que en este caso debería aplicarse un escrutinio estricto (strict scrutiny) a la
norma que regule este supuesto.
35
Este caso, famoso por muchos otros aspectos, destaca también porque el criterio que se impone es que, a pesar
de que la compañía minera, Pennsylvania Coal Co. cause molestias a sus vecinos, los que habitan justo encima de las
minas –casi toda la ciudad de Pennsylvania para ser exactos--, no pueden imponerse una regulación a la compañía minera
para que cese las “molestias” porque si no estaríamos ante un regulatory taking. Y ello ocurre porque la sentencia decide
que en realidad la empresa minera está haciendo un uso legítimo, good use o innocent use, de su propiedad –también
pesa, recordamos, el hecho de que ello destruiría, a juicio de la Corte Suprema, el valor económico de la compañía minera,
su propiedad. Afortunadamente, Mahon, ha sido rectificado en decisiones posteriores. En Richards v. Washington
Terminal Co., US (1914) la Corte Suprema norteamericana deniega la indemnización a los propietarios de terrenos
adyacentes a una vía de trenes por daños causados por humo y chispas que son inevitables porque, como apunta la Corte,
este es el precio del progreso --basándose en el test del uso inocente (la importancia del entorno) y el reconocimiento del
precio del progreso (private fault and public benefit). Un concepto de propiedad arraigado en la noción del common law
impide que pueda imponerse una regulación limitadora del derecho de propiedad ya que la Corte defiende que estamos
ante un good use –de acuerdo, insistimos, con un concepto tradicional de propiedad que no tiene en cuenta otros intereses.
Por otro lado, a pesar de que sea el “dañado” el que se acerque a la molestia, casi siempre será el causante del daño el
que debe pagar si se excede en el uso de su propiedad (en el good use) (Hadadech v. Sebastian, US (1915)). En suma,
las molestias dependen del entorno. El government es el que decide que es un uso dañoso frente a otro como ocurre en el
caso de los cedros y los manzaneros (Miller v. Schoene, US (1928)) en el que el cultivo de una especie daña a la otra y en
el que la Corte acaba decantandose por la producción de los manzanos por considerarla más cercana al interés general.
36
Así, en determinados casos, la exigencia del buen uso --del uso de la propiedad de acuerdo con la función
social—permite que puedan extraerse las propiedades infrautilizadas. En la propiedad agraria el propietario-agricultor es el
que debe demostrar cuándo las construcciones son necesarias e imprescindibles (porque las necesita para guardar grano,
utensilios,…) (STC 37/1987). El respeto a otros derecho de propiedad forma parte de la delimitación del derecho de
propiedad privada en general y del derecho de propiedad urbana con especial incidencia. La importancia del entorno afecta
de manera especial a edificios relevantes por su interés público o patrimonial. El medio ambiente define el buen uso –de
acuerdo con el entorno-- en espacios de especial protección o en territorios insulares o similares. El planeamiento
urbanístico acaba determinando qué se entiende por “buen uso”. También en España el “uso inocente” depende del
entorno y busca conseguir objetivos como los descritos en los apartados anteriores. Resumiendo, la regulación y la
jurisprudencia sobre el derecho de propiedad ante otro derecho de propiedad privada debe asegurar que se evitaran
molestias más allá de los limites tolerables por los fundos vecinos y que se evitaran daños al medio ambiente. Ello sin
embargo no puede llevar a la paralización de la industria y más si todavía no se ha probado que tal industria no ha
incumplido la normativa. Así, ante una granja de cerdos o un restaurante que causan molestias pero que cumplen con
todos los permisos otro particular tan sólo podrá exigir ante los Tribunales que cesen las molestias pero no que cesen las
empresas. No obstante, la propiedad industrial aunque cumpla con toda la normativa puede verse todavía más delimitada,
sin que por ello se otorgue indemnización alguna, si su actividad causa alguna molestia a los vecinos. Recapitulando, el
test del “buen uso” en España debe determinarse de acuerdo con la función social, que lo hace más exigente.
18 / Propiedad y medio ambiente
de éstas dos construcciones ubicadas a la vera de una zona residencial. Este test, con
todos sus matices, nos parece adecuado y creemos que debería tenerse en cuenta, como
ya ha sucedido en muchas ocasiones en España. Es decir, una regulación, o una
norma, que establezca limites a la propiedad en base a que ésta no atiende al buen uso
no puede considerarse en absoluto excesiva. Otro tipo de test que se establece en
Estados Unidos es el que se emplea para responder, en palabras de la Corte Suprema al
(iv) “why me?”. En este examen lo que se cuestiona es si realmente existe o no una
propiedad que pueda reclamarse legítimamente. Estamos ante supuestos en los que se
observa si la regulación se ha limitado a reponer una injusticia que existía previamente o
ante casos en que los tribunales aplican el criterio de “la no existencia de tal propiedad”
(“las playas nunca fueron susceptibles de apropiación privada”). La garantía de la
indemnización no puede exigirse si no estamos ante un derecho patrimonial
constitucionalmente protegido. Este es el test de la existencia de la propiedad. Si no
existe propiedad no hay expropiación ni deberá indemnizarse. La Corte Suprema, por
ejemplo, ha indicado que las expectativas no son propiedad. En España esta teoría se ha
37
aplicado también, y con gran entusiasmo, aunque no se haya denominado así . En
España, aunque unos daños-límites a la propiedad sean previsibles y muy probables,
hasta que éstos no se hayan producido no se indemnizarán y además tal indemnización
se hará en base a la figura de la responsabilidad patrimonial de la Administración y no a
través de la expropiación (“indemnizable”). Recordemos también que en España el
derecho a edificar no forma parte del derecho de propiedad urbana y consiguientemente
una regulación que establezca que en determinados casos, y si el uso tiene carácter
37
En otros casos la Corte establece que ya existía una injusticia que la ley se limita a enmendar y por lo tanto no
estamos ante un taking. Una respuesta en términos de redistribución intencionada es menos aceptable si otras personas
han recibido una indemnización encontrándose en el mismo supuesto. Una respuesta en términos de beneficios a largo
plazo para todos será más sospechosa cuando recaiga sobre alguien en una situación en frecuente desventaja o
explotación. Las redistribuciones de bienestar, las denominadas naked redistributions of wealth son, obviamente,
problemáticas, de acuerdo con el requerimiento de la indemnización justa. Este requerimiento exige –es un mandato-- al
government que restaure el status quo compensando a las “víctimas” (así es como llaman a los propietarios afectados la
mayoría de los autores en Estados Unidos) de los takings. No obstante la Constitución no prohíbe cualquier medida que
pueda alterar el estatus del common-law de los propietarios. El government simplemente puede afirmar que no existe un
taking ya que previamente no existía una propiedad o porque desde un principio la propiedad estaba ya sujeta a una
condición que, cuando el government deseara y creyera oportuno hacerlo, podía restringir o transferir. Así, en la sentencia
HFH, Ltd. v. Superior Court, US (1976) la Corte Suprema hace saber que cada inversor urbanístico (land investor) debe ser
consciente de que los controles medioambientales pueden imponerse en cualquier momento. Y en Dames & Moore v.
Regan, US (1981), mantiene que no existe una expropiación cuando el government federal (“US”) invalida el embargo de
las posesiones iranianas porque los dispositivos del demandante son “revocables” y “eventuales”. Consiguientemente, en
general, los intereses patrimoniales “evanescentes” no requieren una compensación. Asimismo, la Corte Suprema
norteamericana, como la española, ha mantenido en general que las expectativas no son propiedad y por lo tanto no
pueden acogerse a la cláusula de los takings.
Mar Aguilera Vaqués / 19
El test fijado en Penn Central Station –(v) el balancing test—es el principal test
aplicado en Estados Unidos cuando ninguno de los per se tests, ya expuestos, puede
aplicarse. Cuando ninguna de las tres categorías de los “per se” takings --permanent
physical occupation, denial of economical viable use, destroyal of a core proporty right—
entra en juego, las cuestiones ad hoc, --open-ended inquiry—que se configuran en Penn
Central determinan cuándo estamos ante un regulatory taking (Penn Central
Transprotation Co v. City of New York 438 US 104 (1978)). Este test exige una
investigación (a) de la naturaleza de la acción del government ejecutada; (b) la
disminución del valor que resulte de la regulación; y (c) la extensión de la interferencia
que acarrea la regulación respecto las expectativas resultado de las inversiones que haya
realizado el propietario (investment-backed expectations of the property holder). En
Penn se prohíbe a la estación de trenes de Manhattan (Penn Central), junto con otros
edificios históricos, construir por encima de ésta para preservar así su estética. La Corte
Suprema en Penn Central entiende que las government’s regulatory action, las acciones
reguladoras del poder público, resultarán en un beneficio económico a largo término para
la ciudad en su conjunto, y beneficiará también aquellos “expropiated” ya que el paisaje
urbano de Nueva York atrae gente a la ciudad y crea divisas y negocios para muchos, y
38
No obstante, en determinados casos, sí se indemniza al propietario ante la privación o lesión de derechos
urbanísticos (por ejemplo existen los casos en que tras la creación de un parque natural se indemniza a las constructoras
por las obras menores que realizaron conforme a un plan urbanístico previo --como la instalación de redes eléctricas--).
Por otro lado debe tenerse en cuenta que en España existen determinados bienes que el Tribunal Constitucional califica
como “no susceptibles de apropiación privada” (como las playas o algunas aguas) y que por lo tanto, cualquier limitación a
éstos no debe entenderse como una regulación excesiva. De forma que la Ley, cuando declara que todo el agua
continental debe pasar a ser calificada como dominio público estatal a fin de garantizar un planeamiento del agua de
acuerdo con sus objetivos constitucionales –garantizar su reparto, su potabilidad, evitar la escasez,…— está haciendo una
regulación de los derechos de propiedad que puedan verse afectados conforme con la Constitución (STC 227/1988). Por
ejemplo, no se considera una vulneración de la garantía indemnizatoria, reconocida en el apartado 3 del artículo 33 de la
Constitución, la Disposición transitoria primera de la Ley, en virtud de la cual se fija un plazo máximo de setenta y cinco
años para el disfrute de los derechos preexistentes de aprovechamiento de aguas públicas, derechos que en algunos casos
se han ganado por plazo superior o a perpetuidad con arreglo a la legislación anterior, sino que se trata de medidas legales
de delimitación o regulación general del contenido de un derecho que, sin privar singularmente del mismo a sus titulares,
constituyen una configuración ex novo modificativa de la situación normativa anterior. Es decir, para que haya
expropiación debe haber una privación singular del derecho patrimonial. Asimismo, la demanialización de las aguas
subterráneas producida en virtud de la Ley estatal de Aguas de 1985 es compatible con el respeto a los derechos de
naturaleza privada preexistentes en los términos que la propia ley canaria establece. Se trata de una mera, en palabras del
Tribunal Constitucional, “reacomodación” de los derechos de propiedad. (STC 17/1990). Por otro lado, sustraer del
comercio privado los terrenos que forman parte de la ribera del mar tampoco se ha considera una regulación excesiva del
derecho de propiedad y en consecuencia no puede decirse que las normas que disponen tal sustracción restrinjan o
limiten, más allá de lo necesario, ese derecho. El Tribunal basa su decisión en que los enclaves de propiedad privada en el
dominio público marítimo-terrestre, no son derechos patrimoniales comunes y completos porque “la misma naturaleza de
tales bienes impide su apropiación privada hoy y antes de la Constitución” (STC 149/1991).
20 / Propiedad y medio ambiente
entre otros para Penn Central Transportation Co. (Penn Central Transportation Co. v.
New York City, US (1978) 438). Penn Central no es la única afectada por la Ley. The
New York Landmarks Law se aplica a todos los edificios de 31 distritos históricos. Penn
tampoco es una “víctima” –utilizamos la expresión de la Corte-- frecuente de este tipo de
acción, añade la Corte Suprema, y ni siquiera sufre especialmente en este caso en
39
concreto . Así, es difícil que la Corte Suprema de Estados Unidos considere que
estamos ante un taking, ante una expropiación, cuando la regulación (a) responda a un
interés público, (b) no llegue a destruir ningún elemento reconocido del conjunto de los
derechos de propiedad, (c) deje inalterado mucho del valor comercial de la propiedad --
que en este caso es la posibilidad de seguir como estación de trenes--, e (d) incluya como
mínimo algunos beneficios recíprocos. La Corte enfatizó que la regulación del paisaje no
afectaba el uso actual de la propiedad -seguir con el transporte de personas--, que el
espacio aéreo encima de la estación de ningún modo pasaba a manos del estado o a ser
usado por éste, y que al propietario no se le privaba de obtener un resultado razonable en
proporción a su inversión en la propiedad. En conclusión, Penn Central constituye el
primer caso en el que se configura un test razonablemente estructurado que puede
trasladarse a otros casos e incluso a otras jurisdicciones. A pesar de que el test de Penn
no ha sido seguido siempre, este test ha estado latente en la mayoría de decisiones de la
Corte Suprema, y ha sido aceptado por la mayoría de la doctrina. Rechazan el test de
Penn, sin embargo, aquellos autores que defienden un concepto de propiedad arraigado
a la noción tradicional, cercana al common law, de propiedad. El test de Penn que exige
que se ponderen todos estos elementos, es trasladable a España pero es obvio que cada
uno de los juicios que lo integran obtendrán un resultado muy distinto en nuestro país
debido a las diferencias existentes respecto a conceptos como lo que es, por ejemplo, la
parte integrante del conjunto del derecho de propiedad, el contenido esencial. La
ponderación, en España deberá hacerse teniendo en cuenta que forman parte de la
noción de propiedad, de su contenido esencial, otros intereses constitucionales y éstos
39
La mayoría de la Corte Suprema decide que (i) los propietarios no pueden defender que exista un taking
simplemente mostrando que se les ha negado el derecho a explotar el espacio aéreo de encima de su propiedad; (ii) las
leyes sobre paisaje urbano que engloban un plan amplio para conservar estructuras de interés histórico o estético no son
discriminatorias; (iii) el hecho de que la ley afecte a algunos propietarios más intensamente que a otros no constituye un
taking; y (iv) la ley en cuestión no interfiere con el uso presente de la propiedad –que es el transporte de personas-- o con
la posibilidad de realizar una ratio razonable resultado de su inversión, especialmente cuando era posible transferir
derechos pre-existentes “sobre el aire” (pre-existing air rights) a otras parcelas de tierra en el vecindario. Resumiendo, el
resultado de Penn Central Transportation Co. v. New York City, US (1978) es que se acaba por establecer un test que
después es adoptado en varias decisiones posteriores y aceptado por gran parte de la doctrina.
Mar Aguilera Vaqués / 21
deben tenerse en cuenta cuando se ponderen los distintos elementos para determinar si
estamos ante una regulación excesiva. Por ejemplo, en la propiedad urbana, se ha
considerado que el artículo 47 de la Constitución, el derecho a una vivienda digna, forma
parte del contenido esencial y de la función social de la propiedad privada. Éste legitima
cualquier regulación general sobre la propiedad privada sin que por ello deba
indemnizarse a los propietarios que se vean afectados. Consiguientemente, los poderes
públicos están habilitados para regular el derecho de propiedad urbana en esa
40
dirección .
40
La Administración, conforme con la Ley, puede fijar políticas de ordenación de la ciudad. En ellas se viene a
determinar el cómo, cuándo y dónde deben surgir o desarrollarse los asentamientos humanos a cuyo servicio se disponen
las técnicas e instrumentos urbanísticos precisos para lograr tal objetivo. La Constitución no define el urbanismo pero, de
acuerdo con el Tribunal Constitucional, sí proporciona una serie de principios a los que los poderes públicos han de
atender para el ejercicio de sus competencias. El Tribunal Constitucional afirma que la Constitución no define la propiedad
privada urbana, su delimitación, pero sí se aplican a ésta una serie de derechos (por ejemplo el recogido en el articulo 47.1
CE) y principios que la delimitan de acuerdo con su función social (SSTC 19/1982, fundamento jurídico 6º y 45/1989,
fundamento jurídico 4º)” (STC 61/1997, FJ 6 a) ). Otro ejemplo es que en el análisis de la venta forzosa se aplica el tercer
elemento del test establecido en Penn, --ver si el propietario ha visto malogrados con la regulación los resultados que éste
esperaba de sus inversiones. En base a este criterio, en la venta forzosa el Tribunal Constitucional entiende conforme a la
Constitución el hecho de que se indemnice al propietario por el valor correspondiente al grado de adquisición de sus
facultades urbanísticas (STC 61/1997, de 20 de marzo (Ley del Suelo) (FJ 32 a)).
22 / Propiedad y medio ambiente
más logrados de los que hemos citado aquí y no es porque sea un test que ofrezca
soluciones decisivas y claras (es mucho más claro el test de las permanent physical
invassions pero su precisión lo hace más injusto). El balancing test, en cambio, es un test
complejo que exige que se tengan en cuenta, entre otros aspectos, el contexto y un
balance entre los intereses públicos y los privados. Ahora bien, su complejidad no lo
hace inoperable sino todo lo contrario. Los requisitos de este test son susceptibles de ser
trasladados a la jurisprudencia española como se ha podido ver en el texto; sin embargo,
con ello no estamos afirmando que éste sea el test que deba aplicarse en España. En
España la regulación del derecho de propiedad debe buscar también un balance
equiparador entre la protección de los intereses patrimoniales y la protección de los
intereses públicos. La delimitación de los derechos patrimoniales que se asume a través
de la regulación o de la expropiación debe ser entendida en relación al propósito
fundamental de la garantía de la propiedad y de la distinción entre la garantía institucional
y la individual. Las restricciones que puedan imponerse al propietario por el legislador
deben tener en cuenta el principio de proporcionalidad que requiere un balance equitativo
entre los intereses individuales y los intereses de la sociedad. La mayoría de casos que
tratan sobre la regulación de la propiedad, afectan a este segundo aspecto, justificando
los límites que se impongan al propietario. En definitiva consideramos que en España
debe hacerse un análisis también, y en especial, desde la proporcionalidad -lo que
denominamos (vi) el test de la proporcionalidad.
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El principio de proporcionalidad se basa, en cuanto a la prohibición de las regulaciones excesivas, en tres
requerimientos. La regulación para ser válida, de acuerdo con el interés público y la Constitución, tiene que ser: (a)
estrictamente necesaria; (b) idónea respecto el propósito que sirve; y (c) no puede imponer límites desproporcionados en
relación a los beneficios que se espera conseguir (la proporcionalidad en sentido estricto) (Vid.: M. González Beilfuss, El
Principio de proporcionalidad en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional (Madrid: Aranzadi, 2003). En España el juicio
de proporcionalidad en relación al derecho de propiedad se ha aplicado por parte del Tribunal Constitucional, de manera
notoria en dos supuestos: los casos Rumasa, y el caso sobre la Ley de Aguas. En Rumasa el Tribunal Constitucional,
considera que la expropiación singular es proporcionada debido a la imperiosa necesidad existente –evitar riesgos al sector
financiero (STC 166/1986) y en la Ley de Aguas, el Tribunal Constitucional, y aquí si que estamos ya ante un caso sobre
delimitación del derecho de propiedad, entiende que la demanialización de todas las aguas no es desproporcionada ya que
Mar Aguilera Vaqués / 23
existe un interés y una necesidad mayor que es preservar el agua potable y de regadío del país (STC 227/1988).
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Cuanto más fuerte sea la relación social y la función de la propiedad, más peso y más amplios son los poderes de
regular cuando el legislador determine el contenido y los limites de tal propiedad – este principio está basado en el hecho
de que el uso de la propiedad con una relación social fuerte afecta no sólo al propietario sino también a otras personas, a
sus vidas y a sus intereses. Es más, el poder de regular tiene que ser ejercitado de acuerdo con la sustancia del derecho,
lo que significa que todas las regulaciones que delimiten el derecho y las limitaciones en el uso de la propiedad tienen que
ser proporcionadas. Las medidas regulatorias tienen que estar justificadas y ser idóneas ante unas circunstancias y no
pueden ir más lejos o no pueden imponer más cargas de las que sean estrictamente necesarias o estén justificadas por el
fin por el cual fueron impuestas.
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El test de la proporcionalidad, entendido como un test que legitima las limitaciones impuestas a los derechos
fundamentales, debe ser diferenciado del balancing test, del test del balance de distintos intereses. En este tipo de test, el
balancing, se aplica, en los casos en los que se analizan a la vez diferentes derechos constitucionales que entran en
conflicto. A veces se ha dicho que el test del balance de intereses parte de la premisa de que determinados derechos
fundamentales, por lo menos el derecho a la dignidad humana, son más importantes que otros, pero la cuestión de si existe
24 / Propiedad y medio ambiente
un ranking formal de derechos fundamentales es controvertida y no creemos que este ranking tenga porque darse y más si
Mar Aguilera Vaqués / 25
se tiene en cuenta que ninguno de los dos intereses tiene porque quedar del todo “eliminado”.
26 / Propiedad y medio ambiente
excluir otro (como el del límite del contenido esencial). Sería suficiente que el Tribunal
indicara a qué principio se refiere en cada caso aunque éstos se solaparan ya que cada
uno de ellos se refiere a cuestiones distintas (legitimidad de la norma, relación medio-fin,
razonabilidad de la medida sin relacionarla al fin, si cabe,…). (iii) En todo caso, es
preciso que se depure un poco más en quién debe recaer la carga de la prueba, quién
debe demostrar que la norma que regula la propiedad es excesiva. Si así se hiciera se
avanzaría en materia de seguridad jurídica y en la interpretación del derecho
constitucional en general y podríamos prever un poco más how far is too far.