un nivel cultural más altamente diferenciado, llegaron a ser las comunida-
des diferenciadas. En el campo, por ejemplo, la comunidad indiferenciada fue la mansión solariega. El dueño de una mansión solariega tenía com- petencia legal para participar en asuntos judiciales y para emitir requeri- mientos y ordenanzas legales que cubrían casi toda área de la sociedad. El dueño de grandes posesiones feudales de tierra estaba dotado con privile- gios que le daban el derecho legal de actuar como señor sobre toda persona domiciliada en su propiedad. En las ciudades medievales los gremios eran las unidades indiferenciadas que simultáneamente exhibían una estructura eclesiástica, industrial y a veces incluso política. Estos gremios estuvieron frecuentemente basados en una especie de fraternidad que, como un lazo artificial de parentesco, abarcaba a sus miembros con sus familias en todas sus actividades. En un nivel aun más alto, no era en lo absoluto extraño que los señores feudales ejercieran la autoridad gubernamental como si fuera propiedad privada, la cual ellos desde luego podían adquirir y transferir sobre la base de estipulaciones legales privadas. Todas estas esferas legales indiferenciadas poseían autonomía; esto es, la competencia legal y el dere- cho de actuar como gobiernos dentro de su propia esfera sin la intervención de una autoridad más alta. En este marco feudal no había idea de Estado como una res publica orga- nizada para el bienestar común. Cuando se hicieron los primeros esfuerzos por poner en práctica la idea de Estado mediante una apelación al Derecho romano, y por recobrar aquellos elementos de autoridad gubernamental que habían sido cedidos al poder privado, durante un largo tiempo estos esfuer- zos fueron frustrados por la tenaz resistencia de las esferas indiferenciadas de la vida que podían desde luego apelar a sus privilegios, sus orígenes anti- guos, etcétera. Como una regla, el periodo feudal también carecía de la idea de ley civil privada con sus principios básicos de libertad universal e igualdad de todos los hombres ante la ley. En la víspera de la Revolución francesa, muchos remanentes del ançien régime habían sido mantenidos intactos en Alemania, Francia, Holanda y otros lados, aun cuando la línea histórica de desarrollo definitivamente apuntaba en la dirección de un proceso de dife- renciación que sólo podía terminar en una clara distinción entre Derecho público y privado. El ala germanista de la Escuela histórica deseaba continuar este proceso de diferenciación. Aceptaba así el fruto de la Revolución francesa: la realización de la idea de Estado. Al mismo tiempo, buscó armonizar esta idea moderna con la vieja idea de la autonomía de las esferas de la vida. Para llevar esto a cabo era necesario que la autonomía fuera limitada por los requerimientos del bien común. Las esferas autónomas de la vida, por lo tanto, necesitaban ser incorporadas al nuevo Estado; tenían que acomodarse a los requerimientos del Estado como un todo.