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HISTORIA

DE

Y DE LA FUNDACIÓN

D E LA

REPÚBLICA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA


POR

CORNELIO DE W ITT

T R A D U C C IÓ N

PO R

LUIS D H THRÁIST
fcaetam de la 8eecwi de literatura del Ateneo de Madrid.

P re c io : S I E T E pesetas.

M A D R ID

LA ESPAÑA MODERNA
C u e sta S to . D o m in g o , 16.
3
n m * t.
•strat

HISTORIA
DE

WASHINGTON
i3

OBRAS PUBLICADAS B IB L IO T E C A D E JU R IS P R U D E N C IA , F IL O S O F ÍA É H IS T O R IA

p o r L l C - S P A N A M O D E R N A , que se h a lla n de venta en su A d "


m in o r a c ió n , C uesta Sto. D om ingo, 16, M a d rid , y que re c o ­
3
m endam os especialm ente á n u e stro s favorecedores.
HISTORIA
A G U A N N O .— L a Génesis y la evolución del dere­
cho c iv il, 15 pesetas.

WASHINGTON
DE
G IU R IA T I.— Los Errores judiciales, 7 pesetas.
G R A V E .— L a Sociedad futura, 8 pesetas.
G RO SS.— M a n u a l del Juez, 12 pesetas.
K E L L S -IN G R A M .— H istoria de la Econom ía p olí­
tica, 7 pesetas.
K O C H S .— Higiene general, 3 pesetas.
K R Ü G E R .— Historia, fuentes y literatura del D ere­
cho rom ano, 7 pesetas. Y DE LA FUNDACIÓN
L O M B R O SO , F E R R I, G A R O F A L O y F IO R E T T I.__
L a Escuela criminológico-positivista, 7 pesetas. D E LA

M A RT EN S.— Derecho internacional público y p ri­


vado (3 tomos), 22 pesetas.
M A X - M U L L E R .— Origen y desarrollo de la reli­
REPÚBLICA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA
gión, 7 pesetas.
POR
M OM M SEN .— Derecho público rom ano, 12 pesetas.
R O G E R S .— Sentido económico de la historia, 10 pts.
SOH M .— H istoria é Instituciones de Derecho P r i­
vado Rom ano, 14 pesetas.
CORNELIO D E W IT T
S T A H L .— H istoria de la Filosofía del Derecho, 12
pesetas.
T R A D U C C IÓ N
SUMNER-M A IN E .— E l A ntiguo derecho y la Costum­
bre p rim itiv a , 7 pesetas.— L a G uerra, según el dere­ PO R
cho internacional, 4 pesetas.— H istoria del Derecho, 8
pesetas.— Las Instituciones prim itivas, 7 pesetas. L U IS DH TERÁ1V
W E S T E R M A R C K .— E l M atrim onio en la especie
hu m an a, 12 pesetas. Seaelarw de U Secaos de Literatura del Ateieo de Madrid.

O bras de I* .T a in epublicadas por L a E s p a ñ a M o­


d e r n a : L a In g la te rra , 7 pesetas. — Los orígenes de la
Francia contemporánea .—E l antiguo régim en, 10 pese­
tas.—Notas sobre París, 6 pesetas.—Los filósofos del
siglo x ix , 6 pesetas.—E l A rte en G recia, 3 pesetas.—
E l Id e a l en el Arte, 3 pesetas.—Filosofía del A rte, 3
pesetas.—L a P in tu ra en los Países Rajos, 3 pesetas.—
M A D R ID
V iaje á Ita lia : Florencia, 3 pesetas.-M ilán, 3 pesetas.—
Nápoles, 3 pesetas.—Rom a (2 tomos), 6 pesetas.—Vene- LA ESPAÑA M ODERNA
cia, 3 pesetas.—H istoria de la lite ratu ra inglesa, 5 v o ­ C u e sta S to . D o m in g o , 16.
lúmenes, 34 pesetas.
HISTORIA. DE WASHINGTON
T DE LA FUNDACIÓN DE LA

REPÚBLICA. DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.

C A P IT U L O P R IM E R O

E S P R O P IE D A D

Estado de la sociedad en que se crió Washington.—Virgi­


nia.—Origen y desarrollo de esta colonia —Su espíritu aris­
tocrático é independiente.—Su constitución y sus leyes en el
momento de la revolución.—Condición y circunstancias de
las clases inferiores.—Existencia de los grandes plantadores.

W ashington no es uno de esos genios imprevistos é


imposibles de prever que sorprenden a l m undo tanto
por la singularidad como por la grandeza de sus con­
cepciones y su destino. No obstante su superioridad
sobre sus contemporáneos, nada en él ofrece un extra­
ordinario contraste con la sociedad en que v iv ió ; sus
ideas, sus pasiones, sus costumbres, son las de su país
y de su tiempo; comparte los instintos de los hombres
que gobierna; es uno de ellos, el prim ero y el mejor,
y hasta cuando combate las impaciencias y los exce­
sos de la democracia am ericana, lo hace sin contra­
ria r sus tendencias generales, sin luchar contra el des-
4977.—A V R IA L , impresor, San Bernardo, 92 . Teléfono 3022.
1
arrollo n atu ral de los acontecimientos. Ajeno á toda que no son capaces las masas, y que constituye el
preocupación sistemática, así como á toda am bición éxito en las grandes empresas.
egoísta, W ashington no experimentó jamás la tenta­ L a sociedad v irg in ian a se ha b ía formado con arre­
ción de colocar el poder al servicio de un interés ó de glo a l modelo de la sociedad inglesa; tal era desde el
un pensamiento que estuviesen en oposición con las principio su carácter particular. En medio de todas
necesidades y las aspiraciones de su p a tria. Su políti­ aquellas colonias fundadas en A m érica á principios
ca no fué ja m á s n i personal n i ficticia. F ué el jefe de del siglo x v ii por proscritos é innovadores, se alzó
sus conciudadanos sin dejar de ser su representante. V irg in ia bajo la protección del rey y de la nobleza,
Así es que p a ra comprenderle, no basta estudiarle en como p a ra representar á la vieja Ing late rra en el
sí mismo; es menester tam bién buscarle en la sociedad Nuevo Mundo, y reproducir en éste las instituciones
de la que fué el tipo y en las costumbres que le for­ y las costumbres, de las que huían los puritanos de
m aron. Massachussets. Los colonos que se establecieron en
W ashington fué virg in ian o . Jefferson, Madisson, V irgin ia form aban u n singular contraste con los aus­
Monroe, los cuales sucedieron á W ashington en la teros peregrinos que, p a ra escapar á las persecucio­
presidencia de los Estados Unidos, fueron virginianos nes y á los ejemplos de un m undo corrompido, iban á
como él. D urante todo el curso de la revolución am e­ buscar en los desiertos del Norte de A m érica u n lu ­
ric a n a , V irg in ia ejerció u n a especie de supremacía g a r en el que pudieran v iv ir con arreglo á sus p rin ­
n a tu ra l sobre las colonias aliadas p a ra la defensa de cipios. E ra n hombres de costumbres corrientes, afec­
sus derechos, y después h a conservado por mucho tos á las tradiciones y costumbres de sus padres, lle­
tiem po su influencia en la U nión. Y es que V irgin ia nos de respeto hacia la corona y la Iglesia estable­
no era solamente la provincia m ás antigua y m ás po­ cida, de prejuicios contra los sectarios y los papistas.
blada de la A m érica inglesa, la m ás propia por 3u si­ Su anglicanismo intolerante alejó á los disidentes y á
tuación geográfica p a ra servir de lazo de unión sobre los catolicos; su espíritu aristocrático atrajo á los hom­
el Norte y el Mediodía, sino que era tam bién la de bres que rechazaba de las colonias septentrionales el
constitución m ás robusta, la menos democrática. E n espíritu nivelador de los puritanos; y V irg in ia fué el
esa colonia existía cierta jerarquía social a l estallar punto de cita de los emigrantes que querían h a lla r la
la guerra de la Independencia. L a población encontra­ sociedad inglesa en A m érica.
b a entre los grandes propietarios á sus jefes naturales Pero querían hallarla por entero, con sus garantías
y reconocidos, tras los cuales ib a á form ar en los m o­ contra el poder absoluto, así como con sus diques con­
mentos difíciles. Los Estados aristocráticos no esperan tra la ola democrática. Pretendían, al cam b iar de ho­
el peligro p a ra organizarse; su organización es tradi­ gares, no m udar de condición a l ganar nuevas pro-,
cional y perm anente. D e esta suerte se ha lla n siem­ vincias pa ra la G ran Bretaña, no perder en ellas sus
pre arm ados para la lucha, informados siempre por el derechos de ciudadanía, permanecer siendo ingleses
mismo espíritu, y obran con esa sistematización de en países conquistados, y no someterse a l yugo que
dos todavía en el corazón de los virginianos que su fi­
reservaban pa ra los indios vencidos. Orgullosos de su delidad á la corona. Esto fué lo que no supieron com­
origen y fieles á sus recuerdos, pretendían transm itir prender n i los Estuardos vencedores de la República,
á sus hijos las libertades y los privilegios que habían n i sus sucesores llam ados a l trono por la revolución
recibido de sus abuelos, y tanto m ás apreciaban el de 1688. E l poderío y la prosperidad de la colonia h a ­
v a lo r de esas instituciones que les llam ab an á tom ar bían adquirido un gran desarrollo bajo el im perio de
parte activa en el gobierno de sus asuntos, cuanto u n a Constitución que le aseguraba todas las ventajas
que, colocados lejos de la madre p a tria, en u n a situa­ de la soberanía, sin abandonarla á los peligros del ais­
ción m a l definida a ú n y sin precedentes, se creían ser lamiento. Esa prosperidad tentó la avaricia de la corte.
los únicos en estado de comprender los intereses de la Poco á poco llegaron, en el palacio de Saint-James, á
naciente colonia. no considerar á V irgin ia sino como u n a m ina destina­
Los Estuardos asistieron a l principio sin inquitud al da á enriquecer á los favoritos y a l tesoro del rey, á
desenvolvimiento de una libertad que se ejercía sin sus libertades, sino como obstáculos p a ra la satisfacción
hostilidad contra el poder real; dejaron que el pueblo de los intereses ingleses, á sus habitantes, sino como
se organizara casi a voluntad suya y se fortificarse en tributarios de la G ran Bretaña. Poco á poco se desper­
hábitos de independencia que conceptuaban podían to­ tó en el seno de la aristocracia v irg in ian a cierta acri­
lerar sin peligro en V irg in ia y que combatieron sin tud contra la metrópoli. Por mucho tiem po tuvo á ho­
éxito en Inglaterra. Cuando la revolución triunfante nor conservar sus sentimientos de lealtad: pero, obli­
hubo derribado en Londres el trono de Carlos I , V irgi­ gada constantemente á mantenerse en g u a rd ia contra
n ia permaneció fiel á la causa de sus reyes. D urante la opresión de la corona, adquirió por fin el hábito de
varios años, Carlos I I conservó a llí una corona, los inspeccionar con desconfianza todos los actos de los
caballeros un refugio; y esa colonia leal é independien­ gobiernos reales; se entregó al placer de la oposición;
te no se sometió a l gobierno de la República sino en se acostumbró á la idea de la resistencia. E l espec­
últim o extremo, y después de haberse asegurado de táculo de sus privilegios desconocidos, de los despilfa-
que gozaría, bajo el despotismo revolucionario del rros en su erario, de su comercio arruinado, de sus in ­
P arlam ento, de los derechos que sus soberanos habían tereses sacrificados á los de la metrópoli, de sus fron ­
respetado. E l acto de rendición expresa «que el pue- teras abandonadas sin defensa á las devastaciones de
»blo de V irg in ia tendrá y ejercerá todos los privile- los indios, hizo que los hijos de los caballeros se acor­
»gios y franquicias que pertenecen a i pueblo libre de dasen de que descendían de aquellos altivos barones
»Inglaterra; que el comercio será tan libre en V irg i­ cu ya firmeza impuso la gran c arta á Ju a n sin Tierra.
n i a como en Inglaterra; y que no se establecerán en la L a revolución am ericana les halló prestos á m ontar á
»colonia n ing u n a tarifa, aduana ó impuesto, ni se cons- caballo y em puñar la espada en defensa de sus de­
»truíran en su territorio ning ún fuerte n i castillo, sin rechos.
»el consentimiento de la gran Asam blea». Su nueva p a tria conservaba aún , en 1776, u n pro­
Estos principios estaban más profundamente g ra b a ­
fundo sello de su origen. Su Constitución y sus leyes los servidores blancos, y como éstos constituían un
estaban calcadas en las de Ing late rra. E l gobernador elemento de in tran quilidad y de desorden en la colo­
representaba a l rey. E l Consejo correspondía por sus nia, el gobierno prohibió su im portación. E xpiró el
atribuciones á la C á m a ra de los Lores, la C ám ara de térm ino de sus compromisos: a l quedar libres se h i­
los Burgueses á la C ám ara de los Comunes. L a Ig le ­ cieron activos; se fueron á los bosques, en donde nadie
sia establecida era la Iglesia anglicana; leyes severas, había sido testigo de su servidumbre y en donde sus
caídas, cierto es, en desuso, prohibían el ejercicio de costumbres se sanearon con el aislamiento; y, poco á
todo otro culto, cerraban las puertas de la colonia á poco, quedó su origen olvidado. A l estallar la guerra
los no conformistas, y castigaban la hospitalidad de de la Independencia, las clases comenzaban á a p ro x i­
los fieles que les daban refugio. L o mismo que en I n ­ marse y confundirse. Desde que fué em ancipada, la

glaterra, el derecho de sufragio estaba reservado á clase inferior se elevó por la sola fuerza de las cosas.
los terratenientes en propiedad, y las sustituciones y A llí donde la población no es a ú n bastante numerosa
el derecho de prim ogenitura perpetuaban las riquezas para cubrir el territorio, y en donde basta ocupar el
suelo p a ra convertirse en propietario, la concentra­
y el poder en u n a aristocracia que ocupaba casi todas
las funciones públicas. ción exclusiva de las riquezas en beneficio de u n a a ris­
E n su origen la colonia fuó más rica en hidalgos que tocracia no puede ser duradera, y tiende, naturalm e n ­
en trabajadores, y varias veces estuvo á punto de pe- te, á establecerse cierta igualdad de condiciones. Esto
racer falta de corazones bastante hum ildes y de m a ­ sucedió en V irginia. Las grandes fortunas se m a n tu ­
nos bastante rudas para trab ajar. De esta suerte el ob- vieron, sin im pedir la form ación de nuevas, y los vir-
eüo m ás buscado en V irg in ia fueron los brazos, el trá ­ ginianos se habían convertido en u n pueblo de propie­
fico de hombres llegó m u y pronto á ser el comercio m ás tarios. A consecuencia de este hecho, se habían insen­
siblemente producido los sentimientos democráticos.
lu crativ o , y los barcos ingleses arrojaron en las cos­
H abían penetrado tranquilam ente y sin ruido en todas
tas de la colonia inmensos cargamentos de mendigos
las clases, y el respeto hacia la independencia in d iv i­
y bandidos, los cuales, para pago de su transporte á
dual se desarrolló en las altas regiones de la sociedad,
un país en el que esperaban encontrar pan y licencia,
a l m ismo tiempo que el am or á la libertad se robuste­
vendían, por cierto número de afíos, su libertad y la
cía en la m asa del pueblo.
de sus hijos. Así fué como se reclutó la clase inferior
Pero tales sentimientos, no se habían transformado
en V irg in ia. Ja m á s se pudo dom inar por completo á
aún en una doctrina política hostil á la aristocracia, y
esos aventureros europeos. Los m ás sumisos fueron
no h a b ían destruido los hábitos de orden y disciplina
perezosos, inútiles ó incómodos. Los m ás enérgicos se
creados por la antigua organización del país. Las ne­
escaparon de sus amos y fueron á buscar u n refugio
cesidades y las ambiciones del pueblo, h a lla b a n en
en los desiertos del Oeste. Se concluyó por preferir los
V irg in ia u n a suficiente satisfacción en los hechos, y
desgraciados africanos arrancados á su p a tria y á sus
antes de la revolución, nadie pensaba en desarrollar
fam ilias: los esclavos negros ocuparon el puesto de
la igualdad por medios artificiales, n i en destruir las los gustos fastuosos y el carácter sociable y hospita­
barreras que se oponían á su progreso. lario de la nobleza inglesa, permanecían ajenos á las
L a más fuerte de esas barreras era la esclavitud (1) costumbres refinadas y al espíritu de casta que des­
que, después de haber contribuido á la emancipación arrollan los salones y las cortes. C u ltiv ar el suelo y
de la clase inferior, m antenía la preponderancia de la defenderlo contra los indios, gobernar á sus fam i­
aristocracia. A l conceder á los ricos grandes ventajas lias y á sus esclavos, hacer en grande los honores
p a ra el cultivo del suelo, esa institución luchaba efi­ de sus cacerías y de su m9sa, adm inistrar ju sticia y
cazmente contra las causas materiales que tendían á m antener el orden en su condado, m andar la m ilicia,
n iv e la rlo s patrim onios; conservando á la vez á los tal era la existencia de los grandes propietarios
grandes el prestigio de la autoridad y el de la fortuna, virginianos. E sa vida aislada en medio de inm en­
com batía en las costumbres los progresos del espíritu sos espacios en los que no encontraban m ás que su­
de igualdad. Todo colono podía ocupar en V irginia di­ bordinados ú obligados, esa lucha de todos los instan­
latadas tierras, pero, p a ra sacar partido de ellas, era tes contra los ataques de la barbarie y las resisten­
preciso ser propietario de esclavos; todo terrateniente cias de u n a naturaleza todavía virgen, form aban una
tenía el derecho de aspirar á los cargos y á la influen­ raza inteligente, a ltiv a y enérgica, á la vez ru d a y
cia, pero la confianza y la consideración públicas generosa, habituada á la autoridad y am ante de la
continuaban perteneciendo á aquellos que adquirirían, independencia. Su personificación es Jorge W a sh ­
en su condición m ism a, el hábito de gobernar. ington.

L a benevolencia respetuosa que les otorgaba la


m asa de la población no dependía solamente de su r i­
queza y poderío; uníanles con el pueblo lazos más só­
lidos y duraderos: la com unidad de ideas, de intereses
y de v id a. No había ciudades en V irginia. W illiam s­
b urg , la residencia del gobierno, no contaba más que
dos m il habitantes, y los miembros de la aristocracia
no iban á ella sino para representar en la C ám a ra de
los Burgueses los intereses de su condado. Pasaban el
resto de su existencia en sus dominios, en contacto
continuo con los pequeños plantadores, los cuales,
lo mismo que aquéllos, absorbidos por los cuidados y
los deberes de u n a vida patriarcal, no se apartab an
de ella sino p a ra la caza y la guerra. Sin abandonar

(1) En 1790, con una población de 748.GOO almas, había en


Virginia más de 200.C00 esclavos.
bajo la custodia de su madre, m ujer justa y temerosa
de Dios, de espíritu elevado y práctico, de corazón
ardiente y firme, y que inspiraba á todos los suyos un
respeto á la vez temeroso y afectuoso.
«He sido durante m ucho tiempo el condiscípulo de *
C A P IT U L O I I Jorge, refiere uno de sus prim os, el compañero de sus
juegos y el am igo de su juven tud. Temía m ás á su
madre que á mis propios padres. E ra verdaderamente
17391750 buena: pero, no obstante su bondad, me im ponía; y
aun hoy que el tiempo ha blanqueado mis cabellos, y
<lue he llegado á ser el padre de tre3 generaciones, no
Nacimiento do Washington.—Su madre.—Su educación.—Sus
Podría volver á ver aque lla majestuosa m ujer sin
trabajos de exploración en los montes Alleghanis.—Desarro­
llo del poderío francés en América.—Inglaterra se arma experimentar u n sentimiento imposible de describir.»
para combatirlo.—Guerra de los siete años.—Washington es Tal es la impresión que M a ría W ashington dejó á
nombrado mayur.-Le encargan una misión de observación cuantos la conocieron; y cuando con ocasión de las
en las fronteras del Canadá.—Es nombrado teniente coro­
nel.—Escaramuza con un destacamento francés mandado fiestas que celebraron la tom a de York-Town (1781),
por Jumonville.—Batalla de Jas Grandes Praderas.—Wash­ v*eron por prim era vez los gentileshombres llegados
ington presenta su dimisión.—Vuelve al servicio en el ejér­ de Versalles p a ra servir á la causa del héroe am eri­
cito del general Braddock.—Batalla de la Monongahela.—
Washington es nombrado comandante en jefe de las tropas cano, á la madre de éste, quedaron sorprendidos ante
de Virginia. —Dificultades de su situación.—Toma del fuer­ ei aire de grandeza, de sencillez y de buen tono con
te Duquesne.—Washington renuncia á la profesión de las <lue recibía los testimonios de veneración que se la di­
armas —Sentimientos do simpatía hacia su persona en el
rigían, y los solícitos cuidados de aquel hijo que aca­
ejército y en el pueblo.—Es nombrado representante del
condado de Frederic en la Cámara de los Burgueses. baba de rechazar el poderío de la G ran Bretaña.
L a ternura de la madre de W ashington era tan con­
Jorge W ashington nació el 22 de Febrero de 1732, á fiada y tra n q u ila como su dignidad. No flaqueaba ante
orillas del Potomac, en Bridge’s-Creek, condado de *a relación de los peligros que rodeaban á su hijo, n i
W estm oreland, en V irg in ia. Su fam ilia, establecida le deslumbraba la vista de su brillante destino. De to­
en A m érica desde 1657, había pertenecido á la clase dos los peligros que hubo de afrontar su hijo, los que
de los hidalgos del condado de D urh am , en In g late rra , ***&* la inquietaban eran los que am enazaban a l a lm a
y ocupaba un rango distinguido entre los plantadores ^e aquél. Como exaltaran delante de ella la conducta
de V irginia. Su padre fué un hom bre considerado, rico de W ashington en el paso del D elaw are, dijo: «Seño-
é influyente, que a l m orir dejó á sus diez hijos en una *es> es demasiada adulación... Pero Jorge no o lv id a rá
posición desahogada é independiente. Jorge W ash ing ­ ¡*is lecciones; no se olvidará de si mismo, en medio de
ton tenía once años cuando perdió á su padre. Quedó alabanzas de que es objeto.*
Tenía derecho á hablar de sus lecciones. E n efecto; W ashington no tenía un espíritu especulativo, y ú n i­
con sus ejemplos y bajo su disciplina, se formó el hijo camente en presencia de los hechos se desplegaron
de que Dios quería servirse p a ra realizar sus desig­ los recursos de aque lla n aturaleza ta n fuerte y ele­
nios. E l joven estaba lleno de fuerza, de audacia y de vada.
rectitud, m as era de un temperamento violento. Su Sus aficiones m ilitares se manifestaron desde su in ­
madre le enseñó á dominarse. Recibió u n a educación fancia. Lo que m ás le divertía en la escuela era for­
libre, sencilla y ruda que, sin apagar en él el fuego m ar por compañías á sus compañeros, hacerles m a r­
de la juventud, le dió desde joven la madurez de los char y entablar simulacros de batallas, y á los catorce
años, y desarrolló en su a lm a el sentimiento de la res­ años solicitó tan insistentemente el permiso p a ra in ­
ponsabilidad. Desde su infancia supo gobernarse, gresar en la m arina inglesa, que obtuvo un n om bra­
bastarse á sí m ismo, y sup lir la ignorancia de sus miento de aspirante. Pero la madre de W ashington no
maestros con observaciones personales y la n atu ral quiso consentir entonces en dejarle abrazar la profe­
actividad de su inteligencia. sión de las armas; y como no era el m ayorazgo, y era
L a aristocracia colonial había permanecido gene­ poco considerable su parte en la herencia de su padre,
ralm ente tan extraña al m ovim iento intelectual de hubo necesidad de pensar en la elección de otra c a ­
E uropa, como la m asa de los modestos agricultores; rrera que le pusiera pronto en estado de sostener el
se había descuidado la enseñanza en V irginia. Los rango en que había nacido. E n V irgin ia, lo mismo que
plantadores enviaban á In g la te rra á los hijos que des­ en Inglaterra, no ib a en desdoro de un hijo segundo el
tinaban á las profesiones liberales, y se contentaban trabajar y el hacer dinero. L a exploración de la parte
con dar á los otros u n a educación que les pusiera en occidental de la colonia, el servicio de atrevidos espe­
condicionos de dedicarse á la práctica de los negocios culadores que se hacían conceder por la corona do m i­
y a l cultivo del suelo. D irigíanse p a ra esto a l pastor nios todavía desconocidos, era entonces negocio s u m a ­
del condado ó á maestros de escuela, cuyo saber se m ente lucrativo, que proporcionaba la ocasión de es­
reducía á poder enseñar á sus alum nos la lectura, la coger por uno mismo buenas tierras vírgenes, y el cual
escritura, elementos de m atem áticas, y las fórm ulas convenía perfectamente á la juv en tu d emprendedora
judiciales empleadas en los arrendamientos y con­ y vigorosa de W ashington. Se preparó p a ra el nego­
tratos. cio durante dos años mediante u n estudio bastante pro­
Los estudios de W ashington no pasaron de lo que fundo de la geometría.
habitualm ente se enseñaba en aquellas escuelas, y no H acía mucho tiempo que los plantadores dirigían
parece que tratara m ás adelante de completar su e d u ­ m iradas codiciosas hacia las llanuras que se extienden
cación. A partado siempre de las preocupaciones ex­ al otro lado de los montes A llegh anis: á pesar de la
trañas á lo práctico, por u n carácter fogoso y una inmensidad del territorio que ocupaban, aquellos hom ­
vida activa y ocupada, jam ás tuvo n i tiempo n i gusto bres independientes y ambiciosos se encontraban harto
p a ra entregarse a l estudio de las letras y la filosofía- apretados y n ad a á gusto dentro de los límites n atu ra ­
les de V irg in ia, y cuando nació W ashington comen­ de la3 cascadas y recogerse ante los grandes espec­
zaban y a á em igrar hacia el Oeste p a ra buscar a llí un táculos de la naturaleza. Así es como se nos presenta
suelo m ás nuevo, una naturaleza más salvaje y la li­ él mismo en el corto pero exacto diario que lle v a en­
bertad en el aislam iento. Unicam ente algunos cazado­ tonces de su vida: la form a es seca y fría, y no se en­
res encarnizados en la persecución de la presa se h a ­ cuentra en él sino u n a serie de notas, de puntos de
bían aventurado a l principio en aquellas regiones eri­ atención p a ra uso de su propia memoria. Ni el menor
zadas de selvas vírgenes é infestadas de indios; pero esfuerzo p a ra transm itir sus impresiones á otra a lm a ,
las relaciones de dichos atrevidos habían excitado la ni la mejor necesidad de dejarlas desbordar; nada
curiosidad y los deseos de sus compatriotas; el peligro más que alusiones á lo que h a visto y sentido. Pero,
parecía a ña d ir un nuevo encanto á aquel país tan her­ no obstante esa falta de calor y de expansión que
moso y rico, y no tardaron en atreverse á penetrar hace que se parezca en algo la relación de W ashing­
hasta el fondo de aquellas soledades, y á pesar de la ton á un índice de materias, á pesar de la esterilidad
protesta de F rancia, que reivindicaba la soberanía de de su adm iración, se encuentran á cada m om ento, en
las mismas, se formaron para explotarlas compañías tal diario, las huellas de u n a emoción natural y sin­
inglesas y americanas. Se avanzaba diariam ente; to­ cera en presencia de los esplendores del desierto.
dos los días se realizaba a lg u n a conquista sobre el de­ Durante meses enteros, W ashington erró así por los
sierto; caían los árboles, los animales de los bosques bosques, acam pando a l raso con los indios, estudiando
huían ante la civilización, y los emigrantes se re par­ las costumbres de éstos, tomando parte en sus juegos,
tía n sus nuevos dominios. y preparándose, en medio de las fatigas y los peligros
Pero en comarcas tan vastas y todavía desconoci­ de la vida salvaje, á la realización de los grandes de­
das, no se h a b ían podido d ividir los patrim onios por beres que le esperaban. Consagró tres años á esos
medios naturales y visibles, y los meridianos y p a ra ­ trabajos, sin darse reposo, como no fuera durante los
lelos eran los que lim itab an las propiedades. P ara meses de invierno que los iba á pasar en Mount-Ver-
non, á casa de su hermano m ayor, Lawrence W a s h ­
fijarlas era, pues, necesario recurrir á los cálculos
ington. Lawrence era un hom bre importante, dele­
geométricos, y en aque lla sociedad prim itiv a , los hom ­
gado en la C ám ara de los Burgueses de V irg in ia, y
bres capaces de hacerlo eran raros y considerados.
W ashington inspiraba y a á los otros la confianza unido á la fam ilia de lord F airfax , que era la más
que tenía en sí mismo. Lord Fairfax, am igo y aliado distinguida de la colonia. Jorge W ashington se encon­
de la fam ilia del prim ero, que poseía tierras inmensas trab a allí con lo mejor del país, y pronto fué cono­
en los A lleghanis, le encargó explorarlas. Desde la cido de todo el mundo por su probidad, su valor y su
inteligencia.
edad de diez y seis años pasea los instrumentos del
agrimensor por medio de las m ontañas, y no descansa L a carrera m ilita r de W ashington comenzó á los
diez y nueve años.
de sus penosos trabajos sino para adm irar los árboles
seculares que le sirven de abrigo, escuchar el ruido Ing late rra y F rancia se disputaban desde hacía m u ­
cho tiempo la dom inación exclusiva del continente
habían batido, estudió la táctica con ellos, leyó las
americano, y su riv a lid a d en el nuevo m undo era una principales obras de arte m ilitar, y comunicó su a c ti­
de las principales fuentes de sus luchas en Europa. vidad á los oficiales que servían bajo sus órdenes.
Merced á su superioridad m arítim a, Ing late rra se h a ­ L a muerte de Lawrence W ashington fué á arrancar
b ía apoderado de todo el territorio á lo largo del Al- á Jorge de sus deberes públicos y llam arle á desempe­
lántico, y no había dejado á F rancia sino dos puntos ñ a r el papel d* jefe y protector de su fam ilia. L a he ­
de la costa: la desembocadura del San Lorenzo y la del r e d a de su herm ano m ayor fué la fuente principal de
Mississipí. Pero en estos dos puntos, los franceses se esa gran fortuna que colocó á W ashington en posición
h a b ían fortificado sólidamente; habían penetrado en
bastante independiente p a ra perm itirle consagrar su
el interior, se h a b ían extendido, y con ay u d a de sus
vida á su país, sin aceptar nada jam ás á cambio de
misioneros ejercían sobre los indios u n a influencia te­ sus servicios.
rrible p a ra sus rivales. A fuerza de av an zar, habían
Los movimientos de los franceses en la frontera, le
llegado á ponerse á espaldas de las colonias inglesas,
llam aron á su puesto. Los franceses, queriendo unir
á confinarlas entre las montañas y el m ar, y á am e­ entre sí sus vastas posesiones de A m érica y asegurar
n aza r su existencia. A consecuencia de tal vecindad,
as comunicaciones entre el C anadá y las L uisiana,
el estado de guerra h a b ía llegado á ser casi perm anen­
acababan de construir nuevos fuertes sobre el Misáis-
te en la frontera, y hasta en tiempo de paz, los fra n ­
8*P* y el Ohío. E l gobierno inglés, que extendía sus
ceses y los ingleses se inquietaban con invasiones y Pretensiones en A m érica hasta el Océano Pacífico, y
sorpresas continuas. E n todas partes donde se encon­
deseaba la guerra para contener el desarrollo de las
trab an, se disputaban el suelo y proporcionaban así
colonias francesas, envió al gobierno de V irg in ia la
diariamente á sus gobiernos pretextos de guerra, que
orden de expulsar á los supuestos usurpadores. Pero
se aprovechaban ó no según las necesidades de la po­ antes de obrar, era necesario informarse acerca de la
lítica. situación de los enemigos, y renovar las relaciones con
P ara defender á V irg in ia contra las correrías de los las tribus indias, cuya fidelidad había sido quebrantada
indios y los avances de los franceses, el gobierno colo­ por la presencia de los franceses. E l gobernador Din-
n ia l dividió la provincia en distritos m ilitares, y colocó widdie h a b ía ya enviado con este objeto un agente
a l frente de cada u n a de esas divisiones á un oficial a l otro lado de las montañas; pero el agente no había
encargado del m ando de la m ilicia y la inspección de salido bien en su empresa, la misión era delicada y pe-
los fuertes y de las arm as. E ra ya tanta la considera­ igrosa; exigía mucho valor, prudencia, habilidad y un
ción de que gozaba W ashington, que á los diez y nueve gran conocimiento de los indios. Se pensó en el m ayor
años fué nombrado comandante de distrito, con el tí­ ashington, y el gobierno le encargó que llevase a l
tulo de ayudante general y la categoría de mayor. comandante de las fuerzas francesas que ocupaban el
Estas nuevas funciones se avenían á sus gustos, y se erritorio en litigio, los requerimientos de su majestad
consagró á ellas con ardor. Buscó á oficiales que se n tá n ic a y se aprovechase de ese pretexto p a ra re-
2
conocer los fuertes y ponerse en relación con los jefes ram ente desesperada. U n día que se habían aventu­
indios. rado sobre el torrente A lleghani que les cortaba la
Salió de W illiam sbu rg , residencia del gobierno de retirada, los hielos amontonados en torno de su débil
V irg in ia, el 31 de Noviem bre de 1753. P ara lle g ar al alm adía, la rompen y la arrastran. A l tratar de des­
térm ino de su viaje era preciso franquear m ás de q u i­ em barazarla W ashington es lanzado a l río por un cho -
nientas millas al través de montañas escarpadas y de­ que violento y desaparece bajo el hielo: pero se a g a ­
siertos en poder de los salvajes. Los A lleghanis esta­ rra á un poste y se salva en una islilla en donde se le
b an cubiertos de nieve, los valles estaban inundados, reúne su compañero. Pasan a llí unaneche espantosa.
y no se podían vadear los ríos sino en frágiles a lm a ­ E l frío es tal, que M. G ist tiene los pies helados, y sin
días ó á nado W ashington venció todas las dificulta­ embargo únicam ente del frío esperan el fin de sus su­
des con u n a sangre fría adm irable, observando con frimientos. E n efecto, los hielos se consolidan y les
cuidado el país en medio do los mayores peligros, bus­ abren un paso. Prosiguen entonces su v ia je y llegan
cando los lugares en donde poder establecer puestos Por fin á W illiam sbu rg , después de tres meses de a u ­
m ilitares, seduciendo á lo s indios con sus discursos, y sencia. Con arreglo á los informes suministrados por
apartando de la alianza francesa á las tribus que a tra ­ W ashington, el gobernador y el Consejo ordenaron in ­
vesaba. mediatamente la construcción de u n fuerte sobre el
Llegó por fin a l fuerte L e Bceuf ocupado por los fran­ Ohio, en el punto de confluencia del A lleghani con la
ceses. E l comandante M . de Saint-Pierre, se negó á Monongahela.
obedecer la intim ación de retirada: pero W ashington D inw iddie había hallado hasta entonces en la C á­
tuvo tiempo de exam inar atentamente el fuerta y le­ m a ra de los Burgueses g ran oposición á sus prepara­
v a n tar u n plano que fuó enviado al gobierno b ritá n i­ tivos m ilitares. P ara hacer verdadera m ella en los es­
píritus y poner de manifiesto las intenciones hostiles
co. Esperábanle á su vuelta fatigas y peligros aún
de los franceses, hizo que se publicase el diario de
mayores que los precedentes. N evaba con tal abun­
W ashington, y convocó la legislatura. Pero la C á m a ­
dancia, que se vió obligado á dejar su escolta y sus
r a se mostró m uy desconfiada; con razón ó sin ella, no
caballos, p a ra hacer á pie el camino. Con la m ochila
le parecía que los intereses de la colonia estuviesen com ­
a l hom bro y el fusil en m ano, sólo con M. Gist que le
prometidos en la n ueva guerra, y se sentía poco dis­
servía de g u ía , dirig ía su m archa a l través de los bos­
puesta á hacer sacrificios que redundaran únicam ente
ques orientándose con la b rúju la, y detenido á cada
en provecho de la am bición británica. E l patriotism o
paso por nuevos obstáculos. Unas veces se perdían en
colonial comenzaba y a á sustituir a l patriotism o in-
aquellas soledades y caían desfallecidos sobre la nie­
glés, y ios espíritus se hab ituab an á oponer los intere­
ve, después de vanos esfuerzos para salir de un déda­
ses provinciales á los de la corona. L a C ám ara votó,
lo de bosques; otras se veían acosados por bandas de
sin embargo, algunos fondos. Pero las tendencias que
indios, cuya persecución se detenía solamente por la
había manifestado inquietaban seriamente á Dinwid-
noche. E n varias ocasiones su situación pareció ente­
die, el cual escribía a l secretario de Estado, conde de los agresores y atacarles allí donde pudiera hacerlo
Holderness: «Lamento encontrar en los miembros de con ventaja. H abía ya traspasado los límites extremos
la C ám ara sentimientos republicanos; no obran según de la civilización, y ocupaba u n a posición avanzada,
el recto espíritu constitucional; hacen á la re al prerro­ conocida bajo el nombre de las Grandes Praderas,
g ativ a usurpaciones á las cuales se h an sometido de­ cuando unos exploradores indios vinieron á advertirle
masiado los otros gobiernos; y temo, si no recibo ins­ que un destacamento francés rondaba en torno de él
trucciones particulares, no poder hacerles entrar en desde hacía varios días. W ashington se fortificó ense­
razón.» guida sólidamente, dejó la guardia del campo al grueso
E l mismo espíritu de oposición é independencia se de sus tropas, tomó con él cuarenta hombres y a lg u ­
a g itaba en las demás colonias; las mismas luchas en­ nos indios, y aprovechó la noche p a ra m archar en se­
tre los dos poderes retardaban en todas partes los ar­ creto hacia el lugar indicado por sus exploradores.
m am entos contra los franceses. Gracias a l celo de Din- Sus escasas fuerzas av an zan al través de sombrías y
widdie, los virginianos fueron los primeros en reac­ espesas selvas: á cada paso se rom pen las filas por un
cionar. Los fondos concedidos por la C ám ara de los soldado que tropieza ó se enreda en la m aleza, y de
Burgueses permitieron levantar un regim iento de tres­ cuando en cuando se detienen p a ra reconocerse. Los
cientos hombres, que fué puesto bajo el m ando del co­ mismos indios vacilan ante la dirección que se h a de
ronel Josuah F ry . E l m ayor W ashington fué nom b ra­ tomar; se esparcen por los bosques p a ra buscar la8
do teniente coronel. huellas de los franceses, y se echan con el oído pegado
Recibió en el mes de A b ril la orden de ponerse en al suelo p a ra escuchar. Poco antes de salir el sol, vie­
m arch a con tres compañías para a brir camino al re­ nen por fin á anunciar que los franceses en número de
ducido ejército que se formaba. «Permanecer á la de­ treinta, están ocultos en u n barranco oscuro y pro­
fensiva, pero prender ó m atar á todos los que preten­ fundo rodeado de árboles y rocas. W ashington, que
dieran oponerse á v iv a fuerza á los trabajos de los in ­ m archaba im paciente y conmovido al frente de sus sol­
dados, llega el primero a l borde del barranco. Los
gleses ó atacar á sus establecimientos», tales fueron
franceses corren á las armas a l divisarle. Lleno de
las instrucciones dadas á W ashington. A l llegar á
alegría al ver por fin a l enemigo, el joven coronel o r ­
Wiirs-Creek supo que un destacamento francés, á las
dena el ataque. El oficial francés, M. Jum onville, tr a ­
órdenes del capitán Contrecceur, se había presentado
ta en vano de detenerle amparándose en el carácter de
ante el fuerte que los virginianos construían sobre el
parlam entario, y mostrando que es portador de reque­
O hío, que la escasa guarnición se había visto obligada
rimientos dirigidos a i gobernador de la colonia. En su
á capitular, que M. de Contrecceur se había estable­
arrebato, W ashington no oye nada; se entabla el com ­
cido en las obras, fortificado en ellas y dádoles el nom ­
bate; á la prim era descarga muere M . de Ju m o n v il­
bre de fuerte Duquesne. E l coronel W ashingto n consi­
le; á su lado caen diez de sus hombres, y tras una lu ­
deró tales hechos como una violación del territorio in ­
cha corta, pero encarnizada, W ashington obliga á ren­
glés y conceptuó de su deber m archar a l encuentro de
mensaje, si es que se decidían á tom ar ese p a rtid o ... H e
dirse al resto de la tropa. Este joven oficial, tan ávido
pensado que era conveniente prevenir á Vuestro H o ­
de combates y tan precipitado en su conducta, llegó
nor; porque me im agino que tendrán la audacia de re ­
á ser el general prudente y contemporizador a l que se
clam ar los privilegios debidos á los embajadores, cuan ­
h a dado el sobrenombre del F abio de A m érica.
do en buena justicia deberían ser colgados como es­
No se preocupaban g ran cosa en la frontera de ob­
pías de la peor especie.* A l pronunciar palabras tan
servar m uy escrupulosamente el derecho de gentes, y
duras y tan severas, W ashington se olvidaba de que
semejantes escaramuzas pasaban á menudo inadverti­
había aceptado, el año anterior, u n a misión de carác­
das, a u n en tiempo de paz. Pero como esta fué la señal
ter tau equívoco como la de Ju m o n v ille .
de la guerra de les siete años, tuvo en E uropa un a re­
Habiendo m uerto en W ili's -Creek el coronel F r y , el
sonancia poco proporcionada á su im portancia. Como
mando pasó por derecho á W ashington, el cual, des­
todavía no estaba declarada la guerra entre F ra n c ia y
pués de haber realizado su conjunción con el resto de
la G ran Bretaña, entraba en la política de los gobier­
las tropas, se encontró á la cabeza de cuatrocientos
nos arro jar sobre la nación r iv a l la m ancha de haber
hombres. E l 3 de Ju lio fué atacado en sus posiciones
cometido los primeros actos de agresión. Se pretendió
por m il quinientos franceses que m andaba M. de Vil-
en In g la te rra que Ju m o n v ille había invadido el te rri­
liers, hermano de Jum o nville. A brum ado por la su­
torio inglés como enemigo, y se consideró el ataque
del coronel W ashington como u n a sorpresa autorizada perioridad del núm ero, W ashington no se rindió sino
después de u n a resistencia desesperada. L a capitu la­
por todas las leyes de la guerra. En Francia, se la ca­
ción que se le ofreció estaba redactada en francés. Se
lificó de asesinato y se censuró vivam ente á W ash ing ­
consignaba que las tropas inglesas se retirarían á su
ton y á sus soldados la muerte de un parlam entario.
territorio con arm as y bagajes sin ser molestadas. Pero
E l rechazó tales ataques con indignación y desprecio.
en el acta se calificaba de asesinato la muerte de Ju-
Bajo el parlam entario veía un espía en Jum o nville.
m onville. W ashington, que no sabía el francés, firmó
A quel espíritu tan sencillo y prim itivo no podía a ú n
sin vacilar aquella cláusula. L a conducta del coronel
ser engañado por las apariencias y las ficciones hacia
y de las tropas fué aprobada por el gobernador, y la
las que se muestra un respeto tan complaciente en las
C ám ara de los Burgueses les dió u n voto de gracias
viejas sociedades. «Desde m i ú ltim a c arta, escribía al
«por su bravura y su hermosa defensa del país*.
gobernador Dinw iddie, he adquirido fundada presun­
Pero durante esta cam paña hubo de soportar W a s h ­
ción, m ás bien d iría la certeza, de que aquellas gentes
ington, por parte de las autoridades inglesas, molestias
eran enviadas como espías, y con orden de permanecer
y hum illaciones que le disgustaron de u n m ando re b a­
en nuestra vecindad hasta informarse bien de nuestros
jado y desconsiderado. E l gobernador, a l reducir el
proyectos, de nuestra situación y de nuestras fuerzas.
sueldo de los oficiales de la m ilicia v irginiana, se negó
D ebían tener á su comandante en jefe a l corriente de
á asimilarles á los oficiales de la m ism a graduación
sus observaciones, y mientras les llegasen refuerzos,
del ejército real inglés, y pretendía tam bién que I ob
permanecer ocultos hasta el momento de entregar su
últimos, en virtud de su nombram iento, se pusieran aceptó un puesto en el Estado Mayor. Pero el general
delante de los oficiales provinciales. E sta pretensión se creía a ú n en las llanuras de Flandes, y á pesar de
era causa de grandes desórdenes, y hería el senti­ su cortesía, no podía menos de compadecerse de la
miento nacional de los americanos. E l coronel W ash­ táctica irregular y los procedimientos provinciales que
ington era demasiado altivo para servir á In g la te rra su joven ayudante se atrevía á proponerle, sin poder
en semejantes condiciones, y antes que aceptar la su­ apoyarlos con ning ún nombre autorizado en el ejerci­
perioridad de los oficiales ingleses, presentó su diroi- cio de las arm as. A pesar de las recomendaciones y
sión. Las cartas que escribió con este m otivo rebosan los ruegos de W ashington, el general pretendió some­
u n a altivez casi brutal, y su violencia n atu ral apare­ ter á los tiradores virginianos al yugo de la disciplina
ce en ellas sin freno alguno: «Como mis servicios, es­ europea; desdeñó la a lia n za de las tribus enemigas de
c ribía a l gobernador D inw iddie, valdrán tanto como Francia, rehusó de una m anera ofensiva los servicios
los de los mejores oficiales, conceptúo como cuestión de los exploradores indios; y en vez de m arch ar v i­
de honor el no ofrecerlos por menos.» Y como el ge­ gorosamente hacia adelante p a ra sorprender a l ene­
neral Sharpe le instase p a ra que volviera al ejército, migo mientras sus fuerzas estaban todavía disem ina­
respondió: «Si me cree usted capaz de conservar un das, quiso avanzar con método, deteniéndose ante los
nom bram iento, al cual no van afectos n i categoría ni menores obstáculos, aquí p a ra a planar un cerrillo, a llí
emolumentos, es que tiene usted una idea bastante para echar un puente sobre un arroyo. T anta pre­
m ezquina de m i debilidad, y m e cree aún más nulo que sunción é im prudencia, mezcladas á tan poco ardor,
las funciones que me ofrece.» desesperaban á W ashington.
W ashington pasó el invierno en el retiro, esperando Cayó peligrosamente enfermo á m itad de la expedi­
con im paciencia la ocasión de volver dignamente al ción, y en el carro en que se hacia llevar en pos del
ejército y tom ar parte en la guerra. Su deseo se vió ejército para com partir sus peligros, sentíase m inado
m u y pronto satisfecho. á la vez por el despecho de ver menospreciados sus
A l empezar la prim avera, llegaron á aum entar el consejos, y por el temor de perder la ocasión de mos­
ejército do V irginia dos regimientos de tropas regula­ trar á los veteranos ingleses lo que v a lía en la pelea
res, a l mando del general Braddock, p a ra ir á tom ar á la cabeza de sus bravos virginianos. So aprox im a­
á los franceses el fuerte Duquesne. E l general era un ban a l fuerte; y el d ía en que el ejército efectuó el paso
valiente soldado, formado en la gran escuela en las de la Monongahela, consiguió que le m ontaran sobre
cam panas de Europa, pero que no conocía n i e! país, su caballo, p a ra ponerse a l lado del general. B rad ­
n i la m anera de hacer la guerra, impuesta y ensenada dock acababa de efectuar felizmente el paso del ú lti­
á los plantadores por las sorpresas y las marchas r á ­ mo vado, y las tropas desfilaban, con adm irable m a r­
pidas de los indios. L a escena era com pletam ente nue­ cialidad, al través de un bosque poco espeso, cuando
v a para él, y tenía necesidad de rodearse de oficiales u n a violenta descarga de mosquetería fué á caer de
que se hubiesen batido en la frontera. W ashington repente sobre el flanco del ejército. E l enemigo era in-
visible. U na segunda descarga sobre el flanco derecho Se retiró á Mount-Vernon lleno de descorazona­
esparció la consternación en las filas. Unicamente los miento y de disgusto, completamente decidido á vol­
virginianos, habituados á semejantes sorpresas, con­ ver á la v id a priv ad a. Pero su fam a y su popularidad
servaron su sangre fría. A pesar de la prohibición del se había acrecentado con toda la indignación produci­
general, se diseminaron uno á uno por el bosque pa ra da por la conducta de Braddock y sus soldados. E n
descubrir á los franceses, mientras que las tropas re­ medio de la general consternación causada por la b a ­
gularen, formadas en columnas cerradas y diezmadas talla de la M anongahela, no se vió salvación sino en
por el fuego del enemigo sin poder devolvérselo, per­ W ashington. Las principales personalidades del país
dían terreno, se replegaban sobre la artillería y c a u ­ le suplicaron que aceptase el mando general de las
saban u n a confusión tal, que los esfuerzos de Brad- tropas, y para vencer su repugnancia, el gobernador
dock para rehacerlas eran impotentes. D urante tres consintió en todas las condiciones que W ashington
horas, los franceses y los indios, ocultos en los barran­ impuso. Este no cedió sino después de haberse reser­
cos y tras los árboles, dirigieron un fuego mortífero. vado el derecho de nom brar los oficiales. Conservó el
L a m itad de los ingleses quedó en el terreno. E l gene­ mando general de las tropas de V irg in ia durante tres
r a l recibió u n a herida m ortal y sus mejores oficiales años (1755-1758), que fueron p a ra él u n a serie de tor­
cayeron á su lado. mentos y contrariedades, cu ya m onotonía no vino á
D urante toda la b atalla, W ashington desplegó un romper n in g ú n acontecimiento importante.
v a lo r y u n a actividad admirables. Se m ultiplicaba en L a C ám ara de los Burgueses había votado la leva
medio del fuego, corriendo en todas direcciones para de 1.500 hombres, para defender, contra u n enemigo
lle v ar órdenes, precipitándose ante los que huían para insaciable, u n a frontera que se perdía en el desierto
contenerlos, volviéndoles a l combate y tran q u ilizán ­ en una longitud de m ás de cien leguas. Los indios aso­
doles con su intrepidez. Pero todo fué in ú til; la bata­ laban el país á sangre y fuego, desaparecían en el
lla estaba perdida. «Hemos sido derrotados, dijo, ve r­ Oeste, v olvían después en m ayor núm ero todavía p a ra
gonzosamente derrotados por un puñado de franceses sembrar por todas partes la desolación; y W ashington,
que no trataban sino de entorpecer nuestra m a rch a... siempre en movimiento, siempre en persecución de
Estoy persuadido de que no pasaban de trescientos, aquéllos, sin poder alcanzarlos nunca, no llegaba al
m ientras que nuestro ejército era de m il trescientos teatro de sus invasiones sino p a ra acam par sobre ru i­
hombres. Las tropas d^ V irg in ia han dado pruebas de nas y sepultar cadáveres, tísa cruel guerra, ese esta­
u n a g ran b rav u ra y han sido casi destruidas. L a co­ do de turbación sembraba el desorden en pueblos que
barde conducta délas tropas llam adas regulares, expo­ apenas se h a b ían establecido todavía. C uudían las
n ía á un a muerte cierta á todos los querían c u m p lir con costumbres salvajes y nóm adas, desaparecía todo sen­
su deber. E n cuanto á mí, he escapado afortunadam en­ timiento m oral, todo espíritu de sistematización, todo
te sin ning u n a herida, aunque m i traje h a sido agujerea­ lazo social; el capricho individual rto encontraba m ás
do p o r cuatro balas y me ha y an m atado dos caballos.* freno que el derecho del m ás fuerte, y los plantadores
se couvertían unos para otros en un azote tan grande nos y sin im portancia. Acusan de parcialidad y de
como el de los indios. Se les veía recorrer los bosques egoísmo m is proposiciones y mis actos, y atribuyen á
en bandadas errantes que, á la menor a ’erta, venían ios peores designios todos m is esfuerzos p a ra el bien
á guarecerse en los fuertes p a ra buscar en éstos un de m i país. Mis instrucciones son oscuras, dudosas,
abriíco y comunicar á los soldados sus gustos de p i­ inciertas. H oy se me aprueba, m a ñ a n a se m e conde­
llaje y de aventuras. Los soldados estaban harto dis­ na. Me veo obligado á obrar a l azar; respondo de las
puestos á aceptarlos, y W ashington perdía por la de­ consecuencias, y se me acusa sin que pueda defender­
serción el escaso número de hombres que habían esca­ l e . » Pero en medio de tantas pruebas, W ashington es­
pado á los lazos y a l escalpelo de los indios. No tenía taba sostenido por los alientos de los hombres de bien.
m ás medios p a ra reprim ir la insubordinación de su *En usted, m i querido Jorg e, descansan nuestras es­
ejército que p a ra contener los progresos del enemigo. peranzas, le escribía el presidente de la C ám ara de
N ada de reglamento, n ad a de ley penal p a ra reprim ir los Burgueses; con usted contamos para lle v ar nues­
la insubordinación; entre sus superiores civiles y m ili­ tros asuntos á buen fin. No, no presentará usted su
tares luchas de atribuciones, continua tirantez, origi* dimisión; todos los oficiales le seguirían. No, corra
nando órdenes á m enudo absurdas, contradictorias nsted la suerte de Braddock antes de hacer nada que
siempre, seguidas de recriminaciones y de quejas; con Pueda m architar los laureles que le están reserva­
sus iguales en graduación del ejército real, contiendas dos.»
penosas por cuestiones de etiqueta; por parte de la Semejantes llam am ientos á su patriotism o y á su ho-
opinión p úb lica, ataques injustos. E ra m ás de lo que n °r, bastaban pa ra tranquilizar la altivez y calm ar la
se necesitaba p a ra sublevar un carácter tan arreb a­ impaciencia de W ashington. N i el disgusto que le pro­
tado y tan independiente. dujo siempre el poder cuando su autoridad era discuti­
M uy á menudo tuvo tentaciones de sacudir un yugo da, n i los sufrimientos que le causaba la necesidad de
que nada le obligaba á llevar, recobrar su libertad, y realizar imperfectamente lo que había emprendido, le
a rro ja r lejos de sí funciones p a ra las que se le colo­ hicieron abandonar u n puesto en donde solamente po­
caba en condiciones de no póder cu m plir debidam en­ día servir á su país; y , sacrificando sus inclinaciones á
te. «L a triste situación del pueblo de las fronteras, sus deberes, continuó u n a lucha incesante contra los
las pocas esperanzas que tengo de obtener socorros, enemigos de fuera y las dificultades interiores. Su ca­
las injurias groseras y escandalosas con que me a bru ­ rácter se templó, su espíritu se robusteció en esa ruda
m an, me hacen arrepentirm e del instante en que acep­ escuela; y si no se asistiera en su correspondencia á
té esta carga, y si el peligro no fuera tan inm inente, las tempestades que levantaban aún en aquella a lm a
abandonaría sin titubear un m ando en el que no es­ ardiente el horror del desorden y las heridas del amor
pero recoger n i honra n i provecho... Mis aprem ian­ Propio, se podría y a, á ju zga r por los actos exterio­
tes informes acerca de las medidas necesarias p a ra la res de su vida, creer que W ashington había llegado al
seguridad de las fronteras, son despreciados como v a ­ grado aquel de serenidad y de calm a, que fué uno de
los m ás hermosos elementos, tanto de su fuerza como mos de esa superioridad sobre los demás cuerpos, que
de su grandeza. los enemigos nos reconocían y que las mismas tropas
E l advenim iento a l poder de P itt, m ás adelante lord provinciales y regulares nos dispensaban el honor de
C h ath a m , im prim ió m ayor vigor á la política inglesa, confesar públicam ente! ¡Es preciso renunciar á esa ri­
y vino á poner fin á las ansiedades y á los trabajos del gurosa disciplina y á ese orden que siempre ha sabido
coronel W ashington. E l nuevo ministerio, queriendo to­ usted mantener!»
m a r en A m érica la ofensiva sobre toda la línea de fron ­ Estos sentimientos de adm iración y sim patía eran
teras, envió al general Forbes á V irginia, con orden de compartidos por la m asa del pueblo, y el am or propio
apoderarse del fuerte Duquesne y los medios de ejecu­ nacional de los virginianos se com placía y a en aquel
tar tales instrucciones. Más prudente que su predece­ joven oficial, á quien consultaban con deferencia los
sor, el general Braddock, el general Forbes buscó los militares veteranos, y cuyo v a lo r y prudencia eran
consejos y la am istad de W ashington, y lo colocó á la celebrados en toda A m érica. Sin embargo, W ash ing ­
v a n g u a rd ia de su ejército. E l fuerte fué tomado y re ­ ton no ha b ía prestado todavía á su país uno de esos
conquistada con sus fronteras la tranquilidad de V ir­ brillantes servicios que hacen m ella en la im agina­
gin ia. E l patriotismo de los colonos no se extendía aún ción de los pueblos; pero había realizado algo m ás raro
m ás a llá de los límites de su provincia; V irg in ia esta­ y más d ifícil que las acciones sonoras; á la cabeza del
ba salvada, y a el deber no ligaba á W ashington á ejército había sabido acomodarse tanto á lafavorable
funciones que había dejado de apreciar; la necesidad como á la adversa fortuna; había logrado suplir el n ú ­
de m ovim iento, la superabundancia de vida que tenía mero de sol dados con la actividad y la perseverancia, los
en su juv en tud, se había disipado entre las fatigas y v icios de organización m ilitar con su autoridad perso­
los peligros de u n a la rg a guerra, para dejar puesto á nal sobre las tropas; había resistido á los im pedim en­
ese gusto del reposo y del retiro, á esa ausencia de tos del poder civil, sin desconocer jam ás los derechos
am bición y de deseos que se observa en todo el resto del mismo. Las dificultades contra las que desde el
de su carrera. Presentó, pues, su dim isión, dejando que Principio hubo de lu c h a r, son u n a im agen de las que
los ingleses persiguieran solos sus éxitos en el Canadá. debía encontrar m ás adelante en la guerra de la In d e ­
E l día en que dejó el servicio W ashington, fué de pendencia, y los penosos trabajos de su ju ven tu d le
duelo para el ejército de V irginia, y á pesar del énfa­ Prepararon á los que debían inmortalizarle.
sis u n tanto excesivo, pero m uy am ericano, es sum a­ d u ra n te la ú ltim a cam paña, W ashington fué elegi­
m ente conmovedora la comunicación en que le expre­ do representante en la C ám ara de los Burgueses de
san sus oficiales el dolor que experimentan a i sepa­ V irginia por el condado de Federico, sin haberlo soli­
rarse de él: «i Q ué profundamente sentimos la pérdida citado. Semejante elección espontánea, en un condado
de un comandante tan excelente, de un am igo tan sin­ que, obligado por las circunstancias, había impues­
cero y de un com pañero tan amable! ¡Qué pérdida U to a, menudo penosas cargas para los habitantes, mues-
de tal hombre! ¡Así, pues, es preciso que nos despida­ r a hasta qué punto ha b la sabido conquistarse la afee-
ción del pueblo. Desde tal época hasta el principio de
la revolución, durante m ás de quince años, fué m iem ­
bro de la C ám ara de los Burgueses de V irg in ia, y tomó
parte activa en sus deliberaciones. Ejerció constante­
mente g ran influencia sobre la Asamblea, pero tran­
quilam ente, sin ruido, por la sola autoridad de su cri­ C A P IT U L O I I I
terio, de su experiencia y de su carácter. H ablando
poco, sin mezclarse en n ing u n a discusión borrascosa
ó personal, pero siempre dispuesto á em itir claram en­ Washington en el mundo y con las mujeres.—Bu matrimonio.
te su opinión en las cuestiones decisivas, obraba sobre ~-áua relaciones con su esposa—Gobierno de so familia y
de sus asuntos.—Mount Vernon.
el espíritu de los hombres, menos por el arte con que
sostenía sus opiniones, como por la confianza que ins­
W ashington conoció poco las alegrías de la expan­
p irab an su firmeza y rectitud. Puede juzgarse de lo
sión. Reservado por prudencia y taciturno por gusto,
que él mismo practicaba, por el consejo que dió á uno
Pocas veces ponía á sus amigos, n i aun á los m ás fie­
de sus sobrinos cuando éste fué adm itido por prim era
mos, al tanto de su v id a y sentimientos íntimos. Asi es
vez en la Asamblea: «E l único consejo que he de dar­
que en los voluminosos documentos reunidos acerca
te, si deseas obtener la atención de la Asamblea, es
de su historia, apenas se encuentran trazas de las p a ­
h a b la r poco, pero sobre asuntos importantes, excepto
siones y necesidades ocultas en su alm a. Las únicas
cuando se trate de asuntos que interesen á tus electo­
confidencias que W ashingto n nos h a y a dejado, no tie-
res; y en el prim er caso, no dejes nunca de hacerte
nen nada de comprometedoras, n i para él n i p a ra la
dueño del asunto; no te dejes arrebatar de un modo
Í°ven á la que am ara. Tenía entonces diez y siete
inconveniente, y presenta con modestia tus opiniones.
Por más de que pueda entrañar la convicción, el tono
1
años, y q asustaban m ás que le complacían las emo­
ciones que le agitaban: «Mi querido Robin, me encuen­
imperioso hiere siempre.»
d o en este momento en casa de su señoría (lord Fair-
^ax)> y si m i corazón estuviese libre, podría pasar m uy
agradablemente el tiem po. H ay aquí u n a encantadora
J°^en, l a cuñada del coronel Jorge F airfax . Pero con
esto no se consigue sino echar lefia a l fuego. No puedo
menos de estar á su lado casi todo el día, y su presen­
t a aviva sin cesar m i pasión por la hermosa de las
ierras-Bajas, mientras que, si vivie ra m ás alejado
^ las mujeres, podría a liv ia r m i dolor con el olvido
6 eso casto y peligroso am or. Tengo la com pleta
3
seguridad de que éste sería el único remedio p a ra terrible contagio, la felicidad doméstica, que ataca al
m i m al.» hombre solamente u n a vez en su vida, pues dura ge­
E l empleo del remedio debió sobrevivir a l daño. E n neralmente tanto como él. Así por lo menos sucede en­
sociedad, no parece que W ashington se desviviese m u ­ tre nosotros: pero ignoro como se las arreglan ustedes
cho por las mujeres; y por m ás de que cum pliera sus en Francia. Sea cómo fuere, el peor m a l que m i cora­
deberes m undanos como hombre cortés y con la m a ­ zón le desea así como á su esposa, es que ninguno de
yor corrección, hasta llegar á b a ila r el m inué, el tono los dos se cure jam ás de esa enfermedad, durante toda
de galantería solemne y algo premioso que se encuen­ 8u vida terrestre.»
tra en sus cartas á la señora de la Fayette, parece in ­ W ashington podía h a b la r de la felicidad doméstica.
dicar que se encontraba más á sus anchas en el campo A los veintisiete años, a l dejar el ejército, en el que
de b a ta lla que en los salones. No es que fuera insensi­ acababa de cubrirse de gloria combatiendo contra
ble á los encantos de la sociedad de mujeres, pero no R a n c ia , encontró una com pañera conforme á su co­
los com prendía bien sino en el seno del hogar domés­ razón, la cual le sobrevivió. Cómo la conoció y la am ó,
tico. Lo que le gustaba sobre todo en ellas, era la idea lo refieren las tradiciones conservadas en su fam ilia.
de que únicam ente ellas pueden crear un interior, a n i­ Corría el año 1758. E l coronel W ashington, á ca­
m arle en la tranquilidad del retiro, y hacer de él un ballo, con uniforme de diario y seguido de u n solo
lugar de refugio en medio de las tempestades de la asistente, de aire tan m a rc ia l como su am o, acababa
v id a pública. Pedía á las mujeres ese home, que no es de cruzar el vado de W illia m , sobre el Pam unkey,
posible sin ellas, esos dulces goces de la fam ilia , de los cuando fué detenido por uno de aquellos gentileshom-
que hablaba, á los sesenta años, con una alegría que bres virginianos, tales como los producía el antiguo
contrasta con la ordinaria gravedad de su lenguaje: régimen: la bondad y hospitalidad en persona. En
« A l leer su grata, escribía a l m arqués de Chastellux, yano pretendió el coronel continuar su camino, ale-
felicitándole por su boda, me h a sorprendido no menos gaudo asuntos urgentes en W illiam sburg, importantes
que encantado h a lla r en ella estas palabras tan am e­ huevas que com unicar al gobernador. Se encontraba
ricanas y tan sencillas: m i m ujer. ¡Casado, m i querido ®n los dominios de M. Cham berlagne, y éste no se
marqués! ¡También usted hacaído! ¡Que gan^stengode avenía á n ada. El nom bre de W ashington era querido
reir! Y a sospechaba yo, á ju zg a r por sus continuos Por todos los virginianos; era uno ie esos personajes
panegíricos de los goces domésticos en los Estados U ni los que no se deja pasar de largo cuando se ha te-
dos, que h a b ía usted mordido el anzuelo y que acaba m do la suerte de encontrarlos. W ashington se resistió
r ía por ser pescado, tan cierto como es usted filósofo y al Principio; pero M . de Cham berlagne habló de pre­
soldado. Por fin llegó su día. Me alegro de todo cora sentarle á u n a viu d a joven y encantadora que se en­
zón. He a q u í que se ve usted bien recompensado por contraba entonces en casa de aquél, y el coronel se
haber venido a l través del Océano, á c o m ba tir en fa ­ ^ ló- Consentía, dijo, en quedarse á comer, pero
vor de los rebeldes americanos; es usted v íctim a de ese n a a más; inm ediatam ente después había de m ontar
á caballo, y aprovechar la noche p a ra lle gar á Wil-
No he visto nunca nada semejante; alto, erguido, y
liam sburg antes de que despertara su Excelencia.
cuando ib a á caballo m ontaba de u n a m anera... Le
D ió órdenes á su fiel servidor Bishop, que le había
aseguro, m i buen señor, que era incom parable. En la
sido legado por Braddock a l m orir, en unión de su ca­
boda hubo grandes personajes con bordados de oro,
ballo de batalla, y siguió á su huésped á su casa. Pasa
pero él les aventajaba á todos.»
la m a ña n a, cae la tarde, y Bishop permanece en su Por su parte, la v iu d ita de M. Custis, M arta Dan-
puesto, sujetando con u n a m ano el caballo favorito dridge, era tan rica como bonita, u n partido b rilla n ­
del coronel y preparándose con la otra á presentar el tísimo, y lo que vale m ás todavía, u n a excelente m u ­
estribo. Ocúltase el sol tras el horizonte, y el coronel jer. A la vez v iv a y digna, previsora y discreta, ge­
no aparece. nerosa y casera, u n ía á un gran don de geutes una
— Es raro, se repetía el veterano, es m u y raro;
piedad tan sencilla como profunda. Su prim era edu­
él que siempre es tan ex acto.—A guardó a ú n mucho
cación no fué m ás esmerada que la de las jóvenes
tiempo, y cuando W ashington pensó, por fin, en ir á americanas de su época, y no ten ía m ás pretensiones
libertar a l pobre Bishop, que tiritab a a l raso, era ya que cum plir exactam ente con sus deberes, agrad ar á
demasiado tarde p a ra m archar, la noche era de­ los suyos y contribuir á su felicidad. Pero cuando su
masiado sombría, y fué preciso esperar al día siguien­ marido fué llam ado á gobernar A m érica, todo el m un­
te. A l día siguiente, el sol estaba y a m uy bajo cuando do la encontró en su pue3to a i lado del jefe del E sta ­
el enamorado coronel apretó los hijares de su caba­
do. Sin afición ni fuerzas para tom ar u n a parte activa
llo . Terminó sin tard a nza sus asuntos en W illiams-
on las luchas é intrigas de partido, y temerosa de com ­
burg, y desde entonces se le vió tom ar á menudo el
prometer, con una intervención inoportuna, los inte­
cam ino de la casa B lanca, donde todo se arregló muy
reses públicos, evitó siempre cuidadosamente dejarse
pronto para la boda. E ra entonces la época del lujo y arrastrar por el torbellino de la política. No sabía ni
de las fiestas viginianas. Grandes fueron los regoci­ quería defender la causa de W ashington sino hacién­
jos, grande el número de las personas pertenecientes dose am ar, y supliendo la rigidez taciturna de su m a ­
á lo mejor de la colonia, que acudieron á saludar en el rido con atenciones y miram ientos hacia las personas.
héroe virginiano ai dichoso y brillante novio. Y m uy á No es que careciera de valor y de abnegación: duran­
m enudo, el autor de estas líneas oyó referir todo esto te la guerra de la Independencia, se la vió cruzar
á los criados de cabellos blancos que sirvieron la co­ anualm ente A m érica, p a ra ir á com partir con W ash­
m ida de la boda.— Así pues, m i buen am igo, dije yo un ington los sufrimientos y las privaciones de los c u a r­
día á uno de ellos, anciano de cien años de edad, ¿se teles de invierno, bajo una choza de tablas; y a l fin de
acuerda usted del tiempo en que el coronel W a sh in g ­ Su vida, tuvo el derecho de vanagloriarse ante sus nie­
ton ib a á hacer la corte á su a m a de usted? ¡Y a lo tos «de haber escuchado el prim er cañonazo al empe-
creo, señor! ¡Qué días aquellos! ¡Qué hermosos días! zar y el últim o a l term inar cada cam paña de la re vo ­
¿Y W ashington? ¿Tenia buen aspecto? ¡Ah, señor! lución». U n d ía en que los campamentos estaban am e ­
nazados por el enemigo, los oficiales superiores pro­ das trazarte un plan, sea el que sea, de suerte que te
pusieron que se alejase del lu g a r de la acción, en com­ proporcione contento y tra n q u ilid a d , hasta cierto
p a ñ ía de sus valientes compañeras: «No, replicó el punto por lo menos. Me apenaría mucho ver que te
general en jefe, nos batiremos m ejor en presencia de afligieras y te quejases de u n a determ inación que no
nuestras mujeres.* podía menos de tom ar. Como la vida es siempre in ­
W ashington no era de los que descuidan, como de­ cierta... adjunto un testamento á esta carta. Las ven­
masiado monótonos, los deberes naturales y corrien­ tajas que este acto te asegura, en el caso de que lle­
tes de la vida, para buscar esos deberes excepcionales gara á m orir, espero que te sean agradables.»
y difíciles que no tienen aplicación sino en los momen­ P or horror de la exageración y por respeto á sí
tos de crisis. Ja m á s sacó pretextos de su patriotism o mismo, W ashington expresaba á menudo sus senti­
p a ra olvidar á su m ujer. E n medio de los desórdenes mientos más profundos con u n a sobriedad de lenguaje
revolucionarios, permaneció como marido fiel y cari­ que pudiera tomarse por sequedad de corazón. Esto
ñoso, tal vez más atento que tierno, porque su n a tu ­ sería injusto, y si no encontró siempre acentos bas­
raleza era poco expansiva, pero amable y confiado. tante patéticos para llorar á los individuos de su fa ­
D e su correspondencia con su m ujer no se h a encon­ m ilia arrebatados por la m ano de Dios, no olvidó á
trado m ás que una carta, en la que se despide de ella los muertos, y transm itió á sus hijos, con u n a bondad
para ir á tom ar el m ando supremo del ejército am eri­ llena de recuerdos, los afectos y solicitudes que tuvo
cano. Por más de que se muestra en ella contrariado para sus padres. Nadie comprendió n i practicó mejor
ante la idea de la pena de su mujer m ás bien que con­ que él los deberes de jefe de familia- M arta W ash ing ­
tristado él mismo por la perspectiva de semjante se­ ton no le dió hijos: los de su mujer, los del hijo de su
paración, respira un afecto grave y profundo: «Un mujer, los de sus propios hermanos, después los de
mes que pasara á su lado me proporcionaría m ayor sus sobrinos pasaron sucesivamente á serlo suyos:
cantidad de dicha que la que puedo esperar lejos de •Venid á estableceros en Mount-Vernon, les decía sen­
nuestro home, aunque m i ausencia hubiera de prolon­ cillamente; en n ing u n a parte viviréis tan tranquilos
garse siete veces siete años. Pero como hasta cierto n i á tan poco coste; en ninguna parte seréis tan bien­
punto quien me im pone ta l carga es la voluntad de venidos.» Y no se contentaba con recogerlos bajo su
Dios, espero que me destina á hacer un poco de bien... techo; les educaba y los atendía en la vida con perse­
No me imponen nada los trabajos y los peügros de la verante benevolencia.
cam paña: m i único sentimiento será pensar en la con­ E n medio de los suyos, y cuando no estaba distraído
trariedad que experimentarás, lo sé, al quedarte sola. Por la presencia de a lg ú n extraño, permanecía de or­
Te ruego que te revistas de todo tu valor, y pases el dinario grave, pensativo y preocupado, pero sin ha-
tiempo lo m ás agradablemente posible. N ada me pro­ k lar n i entristecer la alegría y la anim ación de su
porcionará m ayor satisfacción que saber que es así, joven fam ilia. No tenía nada de m al hum or. «M uy á
y saberlo por t i misma. M i deseo ardiente es que pue­ m enudo, refiere la nieta de la m ujer de W ashington,
le he visto reír y divertirse con todo corazón a l ruido ner siempre, p a ra ir á la iglesia y p a ra las grandes
de mis juegos y travesuras.» Cierto es que no veía ocasiones, un traje lim pio que no se vista á diario. Esto
con tan ta paciencia las escapatorias de sus sobrinos: no constituye u n gasto superfluo. Cuando se tiene ne­
pero su m ism a severidad era menos ru d a que la dis­ cesidad de un nuevo traje, se usa á diario el que se
ciplina, á la que por lo general estaba som etida en reservaba para las grandes ocasiones, á meno^, sin
aquella época la ju v en tu d am ericana; y si se muestra embargo, que no sea de calidad superior al nuevo...
un d ía dispuesto á corregir por su m ano a l jovencillo Que vuestro corazón esté abierto á las desgracias y á
Law rence, que se habla escapado del colegio por los sufrimientos de todos. Que vuestra mano dé en
miedo de que le pegaran, prohibió, en la mism a carta, Proporción de vuestra bolsa. N o todos los que piden
el empleo de los castigos corporales contra Jorge, que Merecen la caridad: pero todos son dignos por lo m e­
dejaba de ser un nitío: «H oy está en edad de atender nos de una inform ación ante el tem or de que sufra el
m ás á las razones que á los golpes.» Por lo demás, las bueno.»
razones de W ashing to n eran bastante perentorias Esto era precisamente lo que él mismo practicaba,
p a ra ser comprendidas, pues en atenderlas iba nada y sobre todo en Mount-Vemon, donde m ás se co m pla­
menos que el ser desheredado. «Si vuelvo á oir que se cía en re partir limosnas, porque era donde mejor co­
quejan de ti, puedes contar con que perderás todo lu ­ nocía las miserias para aliviarlas; ejercía en todos los
g a r en m i corazón, y todas las esperanzas que pudie­ alrededores un patronato prudente y generoso. Asi era
ras c ifra re n m í p a ra el porvenir.» ^ue siempre le veían regresar con alegría; y su vuel­
Poco literato él mismo, W ashington no concedía ta constituía u n a doble fiesta p a ra sus vecinos, porque
g ra n im portancia á los estudios de lujo destinados es­ les anunciaba á la vez que sus males iban á tener re ­
pecialm ente pa ra adorno de la inteligencia. A ju zga r medio y que la patria no estaba y a en peligro.
por las instrucciones que da acerca de la educación de Cansado de la vida errante que hasta entonces h a ­
sus sobrinos, encontraba que la que él había recibido bía llevado, y decidido á com partir en adelante su
en su infancia er* buena y suficiente. «Es preciso que atención entre los trabajos de la agricultura y sus de­
se les encam ine «obre todo hacia los estudios que pue­ beres de representante, W ashington fué á establecer­
dan servirles para los asuntos usuales de la vida. I n ­ se, después de su m atrim onio, en aquella tierra de
sisto, entre otros muchos, en u n a buena letra, en la Mount-Vemon que le había legado Lawrence, su a m a ­
aritm ética y elementos de matemáticas.» do hermano.
Lo mismo bajo la tienda que en el palacio de la Pre­ L a vida de u n plantador virginiano estaba lejos de
sidencia, halla b a tiempo p a ra escribir á aquellos jó ­ ser ociosa.
venes, y darles consejos á su entrada en el m undo. En V irgin ia está cortada, en toda su longitud, por n u ­
esas cartas, a l lado de las m áxim as más elevadas de merosos y profundos ríos que corren paralelam ente de
religión y m oral, se encuentran las reglas m ás m in u ­ Oeste á Este, fertilizan las comarcas que riegan, y for-
ciosas referentes a l aseo y urbanidad: «Es preciso te­ m an > sobre casi toda la extensión de su curso, un puer-
to n atu ral y continuo, en donde los barcos de Europa E l amor á la propiedad, y la pasión de extender y
pueden ir á echar el ancla, después de haber atravesa­ Mejorar sus dominios, es el sentimiento que le dom ina
do el Océano. Esta constitución física del país ejerció, entonces. L a caza de las tierras vírgenes (1), que per­
desde el principio, u n a gran influencia sobre el estado sigue hasta en la Florida, es una de sus especulaciones
social de V irg in ia y sobre la condición de los p la n ta ­ favoritas. Continuamente al acecho, espía con avidez
dores. Favoreció la dispersión de la población, detuvo toda ocasión de hacer en el desierto a lg u n a ú til usur­
por algún tiempo la form ación de ciudades, é im pidió pación; se asocia á los explotadores m ás atrevidos y
esa división del trabajo y de las funciones que se ope­ * á s inteligentes del Oeste; les costea las expediciones \
r a naturalm ente en todas partes donde los hombres se fija secretamente su elección sobre las comarcas más
aglomeran. Generalmente establecidos á orillas de los fértiles, mucho tiempo antes de poder ocuparlas; y
ríos, atraídos por la riqueza de las tierras de a lu vión y cuando la civilización com ienza á penetrar en ellas, es
la facilidad de comunicaciones con la m adre patria, y ^ primero en precipitarse sobre el lote que le pareció
aislados en el centro de la reducida esfera que a n im a ­ mejor. L a pasión de lle v ar á lo lejos sus conquistas so-
ban, los plantadores proveían ellos mismos á todas sus k*e la naturaleza salvaje no le absorbía hasta el pun-
necesidades, sin el interm ediario de hombres especia­ to de hacerle descuidar su antiguo patrimonio: consa­
les, y se dirigían directam ente á In g la te rra p a ra sub­ grando a l gobierno de su fortuna y de su casa la mis-
venir á las necesidades que sus propiedades é su in ­ ^ a actividad que había desplegado a l frente del ejér-
dustria no podían satisfacer. Los barcos ingleses re ­ cito, dirig ía por sí mismo el cultivo de su tierra de
m ontaban los ríos hasta las plantaciones, iban á bus­ ^ount-Vernon, seguía con curiosidad los progresos de
car los productos en bruto del suelo á la puerta de los la ciencia agrícola en E uropa y los introducía en V ir­
almacenes traían en cambio los productos industriales ginia. Sin ayuda de n in g ú n comisionado, se entendía
de la G ra n Bretaña, sus modas, sus gustos y sus cos­ c°n los agentes que tenía en Londres p a ra el comercio
tum bres. V irginia no contaba m ás que con Londres sus tabacos, y lle vab a sus diarios, su libro m ayor
como capital y como mercado. A llí m andaban los vir­ y sus copias de cartas con la regularidad del comer­
ginianos sus tabacos y sus granos, a llí estaban sus ciante más estricto y m ás celoso. Exacto hasta la mi-
hombres de negocios y sus proveedores, de a llí sacaban nuci°sidad en las relaciones comerciales, no se p e rm i­
todos lo agradable y todas las comodidades de la vida. t a ni perm itía á nadie la menor negligencia, la menor
A l establecerse en Mount-Vernon, W ashington reco­ Jaita de exactitud, defendía sus intereses con inflexi-
bró sus costumbres. Su v id a se convirtió en u n a sin­ didad contra los hombres de cuya buena fe sospecha-
g u la r m ezcla de las exploraciones y de los trabajos del a, pero confiaba sin reservas en las personas honra-
pionnier americano, de las ocupaciones sedentarias y as y hacía de su fortuna un uso am plio y generoso,
laboriosas del comerciante de la C ity, y de la existen­ crviciai y caritativo, ayudaba á sus amigos con su
cia á la vez opulenta y ru d a del getilhom bre de cam
po inglés. (1) «Ounting out good lands*.
gozaba como él de u n a calm a profunda y recogía en
bolsa, con sus luces y con su crédito, y era tal la con­
paz el fruto de los esfuerzos que había costado la gue­
fianza que inspiraban su bondad, su capacidad y su
rra de siete años, cuando, por u n a agresión arrogan­
probidad, que de todos los lugares de V irginia acudían
te, Inglaterra hizo que se alzasen contra ella todas las
p a ra solicitarle, y a como tutor de u n huérfano, ya como
fuerzas de la sociedad am ericana.
protector de una obra de caridad ó utilidad pública,
cargos que, á pesar de los cuidados y del trabajo que
le originaban, eran p a ra su corazón fuente de satisfac­
c ión dulce y pura.
E l fausto de la hospitalidad era el único que se co­
nocía en Mount-Vernon. W ashington gustaba de reunir
en su m orada lo selecto de la sociedad colonial; en
com pañía de sus amigos buscaba distracciones á sus
trabajos, entregándose á viriles ejercicios, cuya cos­
tum bre se había transm itido de la aristocracia ingle­
sa á la v irg iniana. E l lujo de la caza y de los caballos
era tan grande en V irg in ia como en In g late rra , y lo
que m ás divertía á W ashing to n era correr zorras y
perseguir á la caza que criaba con grandes gastos efl
sus tierras. N adie velaba con más celo por la conser­
vación de dicha caza, y él mismo ejercía, p a ra defen­
der sus derechos de propietario y sus placeres de afi­
cionado, una vigilancia activa y apasionada cerca de
sus vecinos.
U n día que se paseaba á caballo, sorprendió á un
cazador furtivo a l que acechaba hacía mucho tiempo,
y se puso á perseguirle: á punto de ser alcanzado el
cazador corre ha cia el Potom ac, se arroja á una la n ­
cha, se aleja rápidam ente de la orilla, y a p u n ta á
W ashington: pero éste lan za sin vacilar su caballo al
río, se dirige derechamente á la canoa, la coge por la
proa, la conduce á tierra y desarma á su antagonista-
Tales eran los incidentes que anim ab an la tranqui­
la existencia de W ashington.
V iv ía así en su retiro dichoso y satisfecho, y su país
unas medidas cuyo alcance nadie comprendía enton­
ces, y que prom etían u n a diminución del impuesto;
P itt las dejó pasar sin oposición, y solamente u n a voz,
la del general Conway, se elevó para protestar contra
ellas. Así fué como el gobierno de Jorge I I I , á caza de
C A P IT U L O IV Popularidad y de expedientes financieros, se m etió,
u^ás bien por ligereza que como consecuencia de un
Plan sistemático, por un camino peligroso, del que
1 7 0 3 -1 7 7 5 t ic a m e n t e el orgullo le im pidió salir á tiempo.
En cuanto el bilí fué conocido en A m érica se levantó
general clamoreo. El impuesto en sí mismo era
Ley de timbre.—Acta declaratoria.—Ley de aduana .—Ligas P°co im portante ; pero el principio del bilí hería los
patrióticas contra el uso de las mercancías inglesas.—Massa-
derechos tradicionales de las colonias y les proporcio­
chussets y Virginia á la cabeza de ia oposición —Papel de
Washington en las luchas que precedieron á la revolución — naba serias inquietudes p a ra el porvenir. Tales inquie
Reunión del primer Congreso general.—El pueblo se arma tl*des estuvieron harto justificadas.
y la resitencia se or*ani*a. -Batalla de Lexington. A l año siguiente, el Parlam ento votó un bilí para
°rdenar que todos los contratos y todas las actas que
A l gobierno enérgico y popular de Pitt había suce­ 86 hiciesen en las colonias estuvieran redactadas, bajo
dido, en Inglaterra, u n a adm inistración débil y poco Pena de n u lid a d , en papel tim brado. E ra una nueva
considerada. L a opinión pública la acusaba de com ­ la n e r a de im poner á las colonias sin su consentimien­
placencia con el rey Jorge I I I , y le reprochaba á la to: las quejas de A m érica se trocaron en m anifesta­
vez el tratado de París, que había detenido el curso de ciones turbulentas. En Boston se sublevó el pueblo, y
las victorias de la G ran Bretaña, y el déficit causado asaltó la casa de los distribuidores del papel tim brado;
por la guerra que con el tratado de París había term i­ l°s barcos que se encontraban en el puerto pusieron
nado. E n lucha con la violenta oposición de Pitt, m a l­ las banderas á media a sta, en señal de duelo, y las
tratado sin cesar por escritos que sembraban en todas caiüpanas de los edificios doblaron á muerto. E n Fila-
partes la agitación y el desorden, sin saber que hacer delfia, los habitantes clavaron los cañones en las m u­
p a ra calm ar la irritación creciente del pueblo, a bru ­ rallas. En W illiam sburg, la C ám a ra de los Burgueses
mado bajo el peso de u n a deuda de cien millones de de V irginia lan zó violentas amenazas, y, en medio de
libras esterlinas, el ministerio con el agua al cuello la discusión de la ley del tim bre, P atrick H enry , al
propuso al Parlam ento, por el órgano de Jorge Gren- ^ Ue después llam aron el Chatham de A m érica, pro­
ville, que recayera sobre las colonias una porción de nunció estas palabras : «César se encontró con Bruto,
las cargas que In g la te rra encontraba harto pesadas. arlos I Con o iiv ie r Cronw ell, y Jorge I I I . . . » (aquí es
E n In g la te rra fueron saludadas con general alegría m terrum p^Q pQr u n a voz que exclam a: ¡Traición!), y
«Jorge I I I , repuso el orador, se aprovechará sin duda
de tales ejemplos.» ¿Nuestra propiedad personal? No. Damos la propiedad
E l espíritu que resistía en A m érica á la ley del tim ­ de los Comunes de A m érica. Los términos son a b ­
bre, era el espíritu que en otro tiempo estableció esta surdos.»
m áx im a fundam ental de las libertades británicas, que El bilí sucumbió á estos ataques. Pero, como para
un súbdito inglés no debe ser tasado sin su consenti­ hacer constar que no había cedido sino á consideracio­
miento. Como los colonos no estaban representados en nes de oportunidad po lítica, y que no abandonaba en
el P arlam ento, no le reconocían el derecho de tasar­ nada su pretendido privilegio, el Parlam ento procla-
los. O pin ab an , adem ás, que Ing late rra no debía pre­ al mismo tiem po, en un Acta declaratoria (De-
tender sacar una renta de A m érica: la única compen­ zlaratory act), que sus decretos «ligaban á las colo­
sación que debía esperar, por la protección que les con­ c a s en todos los casos, cualesquiera que fuesen». E l
cedía , era el monopolio del comercio de las colonias; acta declaratoria era, en realidad, la negación form al
los únicos impuestos que podía establecer eran los des­ del derecho, del que no había sido más que u n a vio-
tinados á asegurar ese monopolio. De aquí la distin­ ación aislada la ley del timbre. Pero, en medio del
ción entre los impuestos exteriores , tales como las t a ­ Primer arrebato de alegría causado p * r la concesión
rifas aduaneras, que el Parlam ento podía establecer, hecho, pasó casi inadvertida la declaración de
y los impuestos interiores , que solamente las asam ­ Principios que la acom pañaba. Los americanos se en-
bleas provinciales tenían derecho de votar; distinción regaron a l entusiasmo y á la esperanza, y en todas
sutil que los colonos abandonaron cuando e l gobierno Partes se elevaron acentos para celebrar las alaban-
inglés sacó partido de ella en contra de los primeros. ^ gran atleta parlam entario que había triunfado
Todas estas quejas fueron expuestas a l rey en la r ­ el °rgullo de Jorge I I I : «¿Qué pensar de Pitt?», se
gas peticiones, de las que se apoderó la oposición. Preguntaba Jo h n A dam s en su diario íntim o; «¿qué
P itt pidió al Parlam ento la derogación de la ley del tim ­ *°mbre darle? ¿El de genio y ángel guardían de la
bre. «Los colonos, dijo, son súbditos de este reino, que f an Bretaña y de América?»
tie n e n , como vosotros m ism os, títulos p a ra los p riv i­ A todos estos títulos, P itt prefirió el de lord Cha-
legios particulares de los ingleses ; están ligados por am -A l cam biar de nombre, cam bió de papel, y lle­
las leyes inglesas, y en el mismo grado que nosotros, u d o á ser ministro de Jorge I I I , no hizo nada para
tienen derecho á las libertades de este país. Los am e­ oponerse á u n a nueva tentativa encam inada á sacar
ricanos son hijos y no bastardos de In g la te rra ... a renta de A m érica. E l gabinete de que formaba
Cuando en esta C ám ara concedemos subsidios á su e> niás h á b il, pero tan desafortunado como sus
majestad, disponemos de lo que nos pertenece en pro­ « « * 0re8, tra tó en vano de encubrirla con arre-
piedad ; pero cuando imponemos una contribución á fisco de form a‘ ^ nte *a Proposición del canciller del
los americanos, ¿qué es lo que hacemos? Nosotros, los cual* 01 I>ar^amento vot(^ una ley de aduana, por la
Comunes de In g la te rra , ¿qu é damos á su majestad? Pa e l* °8ta,blecían derechos sobre el te, el cristal, el
> etc-, etc., y se creaba u n a adm inistración per-
4
manente p a ra percibir los impuestos exteriores. E ra tan separadas y tan hostiles en otro tiempo, reunidas
tasar á los colonos con arreglo á sus m áxim as. Pero hoy bajo un a m ism a bandera por la com unidad de si­
las fórm ulas que em pleaban p a ra despojarlos les pare­ tuación y de necesidades, se preparaban, en las luchas
cieron irrisorias, y en vez de apaciguarlos, decidieron contra el despotismo de Inglaterra, á form ar u n a gran
salir definitivamente del círculo de las ficciones y su­ nación.
tilidades legales. Mientras los americanos conservaron la esperanza
A decir verdad, ha b ía ya, entre el gobierno de Jo r­ de ilustrar a l gobierno de Jo rg e I I I con sus peticiones,
ge I I I y las colonias, algo m ás que un a cuestión cons­ Permanecieron tranquilos y fieles, y si la im paciencia
titucional y financiera. Los americanos no eran ya Popular estalló á veces en amenazas y en sediciones,
simples súbditos de la metrópoli, que luchab an ún ic a ­ no hubo por lo menos nada sistemático en la resisten­
mente contra tal abuso de poder ó tal violación de de­ cia. Pero desde el día en que se convencieron de que
recho; eran un pueblo sublevado contra la opresión de k metrópoli no cedería sino ante la necesidad ó la
otro pueblo, cualquiera que fuera la form a ó el nom­ fuerza, se v ió avan zar la revolución y organizarse la
bre de esa opresión; una potencia enfrente de otra po­ guerra; guerra únicam ente comercial al principio, y
tencia, dispuesta au n á tra ta r bajo bases equitativas; ^ue no se transform ó en rebelión a rm a d a sino cuando
pero bien decidida á colocarse en un pie de igualdad los americanos se vieron obligados á defender, con la
con su r iv a l, y á no sacrificar a l deseo de mantener espada en la m ano, sus propiedades y sus personas.
la paz, n i su interés, n i su dignidad. De 1767 á 1774 se organizaron en todas partes ligas
Tradiciones antiguas y respetadas ligab an a ú n á los Patrióticas contra el consumo de las mercancías in ­
colonos con In g late rra , pero les dom inaba un senti­ glesas y la exportación de productos am ericanos; cesa
miento m ás poderoso que los recuerdos, el am o r á la todo cambio entre la m etrópoli y las colonias; para
p a tria am ericana. Afectos ante todo al suelo que ha­ 8ecar las fuentes de riqueza de Ing late rra en Améri-
bían conquistado y cultivado y á las instituciones que Ca>y obligarla á a brir los ojos y ver su locura, los co­
ga ran tizab an sus derechos, habían consagrado su vida lonos no retroceden ante ninguna privación n i ningún
desde hacía y a mucho tiempo á defender el territorio sacrificio; desaparece el lujo : ricos y pobres aceptan
americano contra los enemigos de fuera, las liberta­ la ru in a , antes que abandonar sus derechos políticos.
des y los intereses americanos contra la corona. En ag ita n , se reúnen, se excitan á la luchan; las pro­
las guerras de las fronteras aprendieron á pasar sin vincias se conciertan p a ra la resistencia; la cólera
la protección inglesa y á conocer sus fuerzas; por sus c°ntra Ing late rra crece y el abismo se ah o n d a ; pero
continuas molestias, la m etrópoli les había disgustado 8°n tales los hábitos de orden de ese pueblo, que en
de un gobierno á la vez incómodo ó in ú til. E l espíritu medio de la inm ensa efervescencia nacional, apenas
de independencia se había así desarrollado en el se­ ^e pueden señalar aquí y a llí algunos actos violentos,
creto de los corazones, sin que los mismos colonos so asta el día en que el levantam iento se hace general;
dieran cuenta de e llo , y aquellas diversas provincias; a Penas si, en los grandes centros de resistencia como
Boston, encuentra el gobierno de Jorge I I I pretextos
les promovedores de estas diversas medidas. Desde los
especiosos p a ra su pro p ia violencia.
primeros ataques contra el derecho de las colonias, se
E n las luchas que precedieron á la revolución, lo
había levantado con fuerza contra pretensiones que
m ismo que durante la revolución, dos colonias, Massa-
le parecían «odiosas y anticonstitucionales», y se h a ­
chussets y V irg in ia , estuvieron continuam ente á la
bla contado entre los defensores m ás resueltos y más
cabeza del m ovim iento. A pesar de las profundas dife­
Moderados de las libertades americanas.
rencias de organización y de origen que les habían
«Nadie, decía, debe v a c ila r un instante en emplear
dividido durante m ucho tiem po, no separaron jam ás
lító armas p a ra defender intereses tan preciosos y tan
su causa, mientras duró la guerra, y olvidaron sus a n ­
sagrados. Pero las armas deben ser nuestro últim o re­
tiguas antipatías p a ra no pensar sino en el interé-
curso.» Lleno de confianza en el buen éxito de una
general. L a democracia de Massachussets y la aristos
cracia v irg in ian a coligadas, los nietos de los regicidas causa que creía justa, no se dejó, sin em bargo, d om i­

y los descendientes de los caballeros confundidos en


nar por el ardor de sus convicciones y esperanzas
hasta el punto de que turbase su juicio y su equidad;
las mismas filas y combatiendo por la m ism a causa,
y se le vió luchar con la m ism a energía contra la im ­
he ahí lo que produjeron las injusticias y los rigores de
la G ra n Bretaña. paciencia y la debilidad, contra las inspiraciones de
una prudencia egoísta, y los arrebatos y las injusticias
Pero, no obstante com binar sus fuerzas, esas dos co­
lonias conservaron en la acción sus caracteres respec­ del espíritu de partido:
tivos. L a oposición, tum ultuosa y popular en el Norte, Nada espero y a de las peticiones a l rey, y las com ­
faé á la vez más parlam e n taria y mejor dirigida en el batiría si hubieran de suspender la ejecución del pacto
de no im portación. Tan cierto como yo existo, que no
Mediodía. E n Boston brotaron los primeros impulsos
hay que esperar alivio p a ra nosotros sino de los apu­
h a cia la independencia; los habitantes de Boston fue­
ros de la G ran Bretaña. Creo, ó por lo menos lo espe-
ron los que, sublevados y perseguidos prim eram ente,
r°> que nos queda bastante virtud pública para que
inflam aron el entusiasmo de los americanos con el es­
n°s neguemos todos, salvo lo necesario para la vid a, á
pectáculo de su v a lo r y de sus desgracias. Pero de
fin de obtener justicia. Tenemos derecho á hacerlo, y
V irg in ia partieron las medidas verdaderamente polí­
ningún poder de la tierra puede obligarnos á cambiar
ticas; las asambleas de V irg in ia fueron las que, al pro­
de conducta antes de habernos reducido á la m ás a b ­
poner a l principio la creación de comités de corres­
yecta esclavitud... E n cuanto a l pacto de no exporta­
pondencia entre las diversas provincias, la reunión
ción es diferente : confieso que tengo dudas acerca de
después de u n Cougreso general, luego la declaración
8U legitim idad. Debemos sumas considerables á la G ran
de la independencia de las colonias, y, por fin, la re­
Bretaña. No podemos pagarlas sino con nuestros pro­
visión de los artículos de la Confederación, sentaron
ductos. P ara tener e l derecho de acusar á los otros de
las bases de la nacionalidad americana.
injusticia, es preciso que seamos justos nosotros m is­
W ashington fué sucesivamente uno de los principa­
mos; y cómo podríamos serlo, negando á la G ra n B re­
ta ñ a el pago de nuestras deudas, es lo que no acierto respeta a l combatirles. Con el espíritu libre de toda
á comprender. preocupación exclusiva y personal, despliega u n a ac­

L a elevada posición que W ashington ocupaba en la tividad firme y digna p a ra hacer que prevalezcan las
sociedad colonial le daba g ran autoridad sobre el es­ ideas que le parecen útiles y verdaderas, sin moverse

p íritu de sus conciudadanos, y desde el principio de la jamás p a ra hacerse v a le r él m ismo, y no tiene nece­
sidad de ello; su autoridad es natural: crece con el pe-
revolución ejerció sobre los acontecimientos u n a in ­
Ügro y no ta rd a rá n los americanos en ofrecerle ese
fluencia considerable. Pero á pesar de la im portancia
de su papel en a q u e lla época, estaba aún m u y lejos de Poder que él no h a querido buscar.
ocupar en A m érica el puesto a l cual le había destinado Se aproxim aba, en efecto, el momento en que la
Dios. cuestión no podía ser decidida sino por las armas. Los
Mientras las colonias se encierran en una guerra de tedios legales y pacíficos estaban agotados. Los lla ­
oposición contra In g late rra , W ashington permanece mamientos á la corona y las observaciones a l P arla­
confundido en medio de aquellos á los que debía guiar mento no h ab ían surtido efecto alguno, el pacto de no
exportación había arruinado á Ing late rra sin conven­
en los combates y gobernar tras la victoria, entre los
cerla; los tum ultos de Boston, en vez de asustar a l go­
campeones de A m érica, es y a uno de los m ás em inen­
tes; todavía no es su jefe. Es que con todas las c u a li­ bierno de Jorge I I I , l e h ab ían impulsado á nuevos rigo-
dades que constituyen un g ran hom bre de guerra re8>y la antigua carta de Massachussets había sido ro­
y u n g ran hom bre Estado, carece de los talentos y ta. Diariam ente u n nuevo b ilí venía á agravar la situa-
las pasiones que form an un jefe de partido. No es oiónde las colonias, diariam ente u n nuevo ataque venía

n i elocuente n i ambicioso. Demasiado altivo para á enseñarlas el peligro del aislamiento, y la necesidad
solicitar u n a influencia, que no se adquiere por lo de dar á la resistencia una dirección com ún y un im ­
pulso enérgico. E l Congreso general, pedido por la Con-
general sino á fuerza de contemplaciones y conce­
vención de V irg in ia, se reunió por fin en Filadelfia el
siones sin lím ite, no gusta del poder sino cuando
4 de Setiembre de 1774. Todas las provincias, excepto
el poder es completo y reconocido. No tiene afición
Georgia, estuvieron representadas, y W ashington
á las luchas políticas, y no se m ezcla en ellas sino
acudió como diputado por V irg in ia. Poco tiempo an*
por necesidad y por deber, como u n simple intere­
sado, sin poner nunca en ello su vida entera. E n tes de dirigirse á su puesto, escribía á Bryan Fairfax,
u^o de sus am igos realistas: «No tengo la pretensión
medio de las mayores agitaciones continúa viviendo
como antes, sin descuidar n i sus asuntos particulares de indicar exactamente qué línea será preciso trazar

n i los intereses locales de V irgina, y conservando las entre la G ran Bretaña y las colonias, pero m i parecer
68 que hay que traza r a lgu n a y asegurar definitiva­
mejores relaciones con antiguos amigos convertidos en
adversarios políticos suyos. A veces les insta á que mente nuestros derechos.» T odavía no había penetra­
do en su a lm a la idea de u n a separación radical; pero
m uden de parecer; ha b la , escribe p a ra convencerles;
ataca sus opiniones con confianza y energía, pero les sus pensamientos estaban y a en la pendiente que ha-
b ia de llevarle á ello. Este era tam bién el estado de los
una Constitución antigua, no p a ra hacer un a nueva.
espíritus en el seno del Congreso.
Yo no puedo creer que h a y a concluido todo gobierno.
Patrick H enry únicam ente tuvo la audacia de opo­
Todavía no se h a llenado la medida del poder arb itra ­
nerse como revolucionario sistemático. E l Congreso
rio, y es preciso que rebose antes de que emprenda­
no podia evitar el abordar desde la prim era sesión una
mos la tarea de form ar una nueva constitución.» El
g rave cuestión que h a dividido durante mucho tiempo
Voto por colonia fué provisionalmente adoptado, y en
á A m érica, aun después de su em ancipación, y á la
todos sus actos públicos, el Congreso proclam ó m uy
cual estaba unida entonces la existencia del antiguo
alto el deseo de los colonos de permanecer unidos á
régim en colonial. ¿Cómo habla de votarse en la nueva
Inglaterra: «Nos han presentado á vuestra majestad,
asamblea, por provincia ó por cabeza? ¿Se concederla
se decía en una comunicación d irig id a a l rey, como
indistintam ente á todas las colonias, lo mism o á las
sediciosos que sacuden toda clase de freno y quieren la
pequeñas que á las grandes, la m ism a porción de in ­
independencia. Tened la seguridad deque no se tratado
fluencia sobre los asuntos comunes, ó se asignarla á
fechos, sino de calum nias.» Estas palabras eran sin­
cada u n a de ellas un número de sufragios proporcio­
ceras todavía. Pero a l pronunciarlas, los representan­
nados á su población? ¿Las considerarían como peque-
tes de las colonias conversaban secretamente de sus te­
fias sociedades políticas teniendo a ú n u n a existencia
mores y de la m a la voluntad de Inglate rra. Discutían
pro p ia y derechos iguales bajo un mismo am o, ó como
los hechos que hablan presenciado, las amenazas que
simples elementos de una sociedad nueva en la que ha
todos los días les dirig ían , y cada u n a de estas discu­
b la desaparecido todo antiguo derecho y en la que no
siones aum entaba la irritación contra la metrópoli,
quedaban m ás que ciudadanos? Patrick H ery tom ó la
h a b la b a n de las buenas disposiciones del pueblo, de
p a abra: «Y a no hay gobierno en A m érica, exclamó;
su amor á la libertad, y de estas comunicaciones dia-
las colonias se han fundido en un g ran todo. Y o no soy
rias nacía u n a confianza m utu a en su unión y en su
y a un virginiano, soy un am ericano. ¡Nos encontramos fuerza. Antes de separarse votaron la reunión de un
en el estado de naturaleza, sefior orador! E n el estado segundo Congreso p a ra el 16 de Mayo de 1775. Cada
de naturaleza, la base de la representación es la po- R u t a d o , a l regresar á su pro vicia, refirió las im pre­
blación.» *
siones que había recibido, y todo se preparó pronta­
L a idea de la república u n a é indivisible no h a sido
mente para la guerra.
jam ás popular en los Estados Unidos. En 1774 cho­
«Es preciso com batir, exclam aba seis .meses después
caba no solamente a l espíritu provincial de los m iem ­
^atrick-Henry, en la Convención de Virginia: Lo repi­
bros del Congreso, sino tam bién á sus sentimientos do to >es preciso com batir: u n llam am iento á la espada y
fidelidad á la corona y á 8U prudencia; . U na coIonja
^ Dios de los ejércitos, he aquí lo único que nos que-
pequefla arriesga su todo como una grande-, exclam ó
a#* Y la Asamblea, electrizada por tales palabras,
el m ayor S u lliv an , en respuesta al tribuno virginiano. votaba una serie de resoluciones encaminadas á poner
«Estamos a q u í, dijo Ja y , para corregir los defectos de
a Co*°nia en estado de defensa; W ashington aceptaba
u n puesto en el comité encargado de em itir un infor­ la revolución, la resistencia se encontró tam bién con
me respecto de este asunto; en toda V irgin ia se orga­ una organización dispuesta.
nizaron cuerpo francos. «Aceptaría con el m ayor gusto P ara com batir á F rancia, In g la te rra habia levan­
el honor de m andar la com pañía que has formado, si tado en las colonias ejércitos cuyos cuadros existían
se tiene necesidad de ella, escribía á su hermano Ju a n todavía. L a m ilicia estaba form ada por veteranos,
A gustín, porque estoy completamente decidido á con- quienes, a l volver á sus hogares, conservaron, respecto
sa^rr.r m i vida y m i fortuna á nuestra causa.» de los oficiales á cuyas órdenes se h ab ían batido, h á ­
L a m asa de la población am ericana no era n i tan bitos de respeto y confianza. E n las situaciones c rí­
decidida n i tan previsora como W ashington, y apenas ticas, dichos veteranos iban á agruparse en torno de
pensaba a ú n en una revolución. No era, sin embargo, esos oficiales; acudían á ellos p a ra recibir la consigna
indiferente ó inactiva, y a l rum or de la contienda po­ y cultivar su sentimiento patriótico, porque en cada
lítica, se a g itaba y se arm aba, ante el vago presenti­ uno de tales oficiales la causa do A m érica tenía un
miento de una guerra que la sorprendió cuando esta­ Partidario é In g la te rra un enemigo.
lló. L a m ultitud no sabe ja m á s n i lo que quiere n i lo Además de esa organización m ilitar que se extendía
que piensa; asiste á los acontecimientos y se apasiona, Por todo el país, había tam bién, sobre todo en las pro-
sin darse cuenta de sus instintos, y permanece in q u ie ­ vincias del Norte, una especie de organización política
ta ó indecisa, hasta el d ía en que, arrastrada por una que se produjo en medio de las agitaciones de la plaza
repentina inspiración, se lan za de repente á la arena Pública. E n las manifestaciones contra el despotismo,
política, p a ra mezclarse á los combatientes. E l senti­ en las tumultuosas discusiones de las asambleas y de
miento com ún que dom ina entonces á todo u n pueblo los meetings , el talento y el valor tuvieron ocasión de
puede, por un instante, servirle de dirección y hasta salir á luz, y cuando apareció el peligro, cada cual
hacerle capaz de las mayores cosas: pero si no es sos­ sintió la necesidad de reunirse en torno de esos g ra n ­
tenido y conducido en la lucha por las clases ilu stra ­ des ciudadanos que durante má9 de diez años, se
das ó independientes, ó por u n partido político, vuelve Mantuvieron en la brecha, p a ra defender las liberta­
á caer en seguida en el desorden y la impotencia, y sus des y el honor del país. E n todas partes m archaba el
esfuerzos quedan estériles. Pueblo en pos de patriotas inteligentes é intrépidos
P ara bien de A m érica, ja m á s carecieron de jefes los que le ilustraban con sus consejos y le anim ab an con
defensores de la causa de la independencia. E n las Su ejemplo. A su voz so reunían p a ra form ar compa­
provincias aristocráticas, como V irgin ia, no hubo ne ­ r a s de voluntarios y depósitos de arm as y m unicio­
cesidad de buscarlos; los grandes propietarios estaban nes; se concertaban p a ra observar los movimientos y
colocados á la cabeza de sus conciudadanos y la m a­ m anejos de los ingleses, y todos los americanos se con­
yor parte de ellos continuaron en dicho puesto. E n las vertían en espías y soldados.
provincias democráticas, gracias á la guerra de siete l'odo estaba, pues, dispuesto para una revolución, y
años y á la duración de las luchas que precedieron á de uno á otro extremo de A m érica los espíritus se re­
Pero y a ha b ía corrido por los campos el rum or de
cogían en espera del a lg ú n g ran acontecimiento, la salida de tropas de Boston. B rillaron algunas luces
cuando se supo que la sangre había corrido en Le­ en los cam panarios de la ciudad; era la señal con­
xington. venida p a ra prevenir á los patrio tas, y algunos h a ­
Desde ha cía varios meses, los habitantes de Boston bitantes de Boston, que burlaron la vigilancia del ge­
habían observado u n movimiento extraordinario en la neral G age, acudieron prontam ente á anunciar ta m ­
guarnición. Veíase á cada instante reunirse tropas, h a ­ bién la proxim idad de los ingleses. Lo que ignoraban
cer ejercicios y recorrer los campos. Circulaban con­ los soldados del coronel S m ith , lo sabían «los hijos de
tinuamente patrullas por las calles y se habían esta­ *a libertad (1)». E l coronel llevaba el encargo de pren­
blecido retenes en los barrios. Se despejaron los terre­ der á dos grandes agitadores, favoritos del pueblo:
nos que rodeaban la ciudad, y se derribaron los muros Samuel Adam a y John Hancock. Debía tam bién des­
que bordeaban los caminos. Boston presentaba el as­ truir el depósito de municiones establecido enConcord.
pecto de un campo en país enemigo. Pero tantos pre­ Ante esta noticia, las campanas tocan á rebato, suena
parativos y precauciones habían dado la alerta á los el cañón de ala rm a , y el país entero se subleva. Cada
patriotas, los cuales se m antenían tam bién en guardia. cual em puña las arm as, pone á su fam ilia en manos
E l 18 de A b ril de 1775, reinaba en el estado m ayor de Dios, y corre al puesto designado de antem ano. De
del general Gage, gobernador de Massachussets, una todas las aldeas, de todas las plantaciones salen, en
actividad inusitada y todo se agitaba en torno suyo, niedio de la noche, hombres que se reúnen y se excitan
sin que nadie, en el ejército inglés, conociera a ú n sus al combate. L a resolución de defenderse es espontá-
proyectos. Cuando llegó la noche se aseguró que todo nea y general. Antes de que los oficiales de la m ilicia
estaba dispuetos p a ra realizarlos, hizo que se rompie­ hayan tenido tiempo de concertarse p a ra la acción, se
ran las comunicaciones con el campo para encerrar forman por todas partes bandas irregulares que m a r­
en Boston el secreto del movimiento de sus tropas, y chan en desorden y sin dirección com ún; pero estos
aprovechó la noche para em barcar ochocientos ho m ­ soldado8 improvisados están llenos de ardor y fe, y
bres escogidos, al m ando del coronel S m ith, el cual no Mientras a v a n z a n , ruegan a l cielo por ellos en todos
recibió instrucciones sino en el últim o instante. Reco­ los hogares de Massachussets.
mendó el silencio á sus hombres, les hizo distribuir v í ­ El coronel S m ith había y a franqueado m ás de quince
veres y municiones para un día, atravesó el río Car­ b illa s sin encontrar n in g ú n obstáculo : sin em bargo,
los, y se lanzó á la orilla opuesta. E l destacamento estaba inquieto; ha b ía oído el estampido lejano del
a v an zó entonces en dirección de Lexington, y los sol­ cañón ; los espías esparcidos en los campos por el ge-
dados se preguntaban cuál pudiera ser el objeto de
aquella misteriosa expedición, la causa de aqu élla or­ W) Así so designaban en América los patriotas según una
oxpresión de que se sirvió el coronel Barré, en un discurso
den de partida tan repentina, de aquella consigna tan Pronunciado en la Cámara de los Comunes contra la ley del
severa, de aquel embarque y aquella m arch a de timbre.
noche.
neral Gage le dirigían informes alarm antes, y creyó te á tiempo, pa ra im pedir la com pleta destrucción de
necesario pedir refuerzos á Boston. A las cinco de la los derrotados. Algunas granadas lanzadas entonces en
m a ñ a n a se aproxim aba con precaución á Lexington, medio de los americanos les contienen por un m om en­
cuando su vanguardia tropezó con una com pañía de to. Lord Percy lo aprovecha para form ar á sus tropas
m ilicia reunida á orilla del camino. Sale un tiro, no se on cuadro y comenzar u n a retirada más regular; pero
sabe de qué fila s ; se entabla el combate por un ins­ trata en vano de am edrentar á los campesinos incen­
tante; después la com pañía am ericana se dispersa diando las aldeas, y es perseguido hasta bajo los fue­
p a ra ir á reunirse con las otras. L a guerra entre In ­ gos de Boston.
g late rra y A m érica ha comenzado. Ocho días después, ponían sitio á la ciudad 20.000
Después de esta escaramuza, el coronel S m ith hace americanos, y el coronel W a rd era nombrado, por el
que sus tropas redoblen el paso, y las conduce vigo­ Congreso provincial de Massachussets, general en jefe
rosamente sobre C o n c o rd , p a ra adelantarse á los de todas las fuerzas de la colonia.
americanos. Consigue apoderarse de los puentes que
conducen á la po b lación , se apodera del depósito de
municiones designado por el general, anega algunas
cajas de pólv o ra y cla v a algunos cañones; después,
asombrado de la resistencia que h a encontrado y del
núm ero de los que le a m e n a zan , ordena la retirada;
pero la sublevación se había realizado á su retaguar­
dia. Perseguidos por la m ilicia de Concord, atacados
de frente y de flanco por la población de los campos,
que se desborda por todas partes, los ingleses se re ti­
ran en desorden y no tardan en declararse en fuga.
E l cam ino está cortado por un fuego de mosquetería
sin interrupción. Cada m acizo de árboles, cada casa,
cada m uro sirve de abrigo á tiradores ejercitados que
hacen morder el polvo á los fugitivos; cada repliegue
del terreno oculta u n a br.nda am ericana. A quí los
hombres de Reading ; a llí la com pañía de Lexington
que se venga del fracaso de la m añan a. Los oficiales
tratan en vano de tran qu ilizar á los soldados; sus a r ­
mas son inútiles contra un enemigo a l que no pueden
alcanzar; las arrojan, abandonan á los heridos, y van á
ampararse en los refuerzos que lordPercy trae, bastan­
Los americanos no vacilaron. E n todas partes se de­
claró una guerra abierta á las autoridades inglesas. En
aquel prim er momento de efervescencia, quedó ahoga­
da la voz de los realistas: m ás adelante, cuando el en­
tusiasmo, agotado por los largos esfuerzos, cedió el pues­
to, por lo menos en las masas, a l descorazonamiento
C A P IT U L O V
y á la indiferencia, se descubrió el núm ero y la fuerza
de dichos realistas, ó sea de los fieles á Inglaterra,
^ero entonces todo parecía prom eter u n a fácil victo-
1 7 7 5 -1 7 7 « ria* Los ingleses no eran dueños m ás que de Boston, y
|ueron los únicos en obstinarse en no ver, en aquella
Utnensa sublevación, sino u n a ja ra n a . L a b atalla de
Resonancia de la batalla de Lexington.—Sublevación de los ^exington les enseñó la prudencia, sin hacerles o lvidar
americanos.—Los ingleses permanecen inactivos en Boston. Su tradicioual desprecio ha cia los americanos. Mejor
—Segunda reunión del Congreso.—Elige á Washington «para
que empeñarse en grandes contiendas, con riesgo de
general en jefe del ejército continental.—Estado en el cual
encuentra Washington al ejército reunido delante de Boston. derrotarlos, prefirieron dejar pasar la tempestad y
—Luchas que tuvo que sostener para organizarle.—Toma de a tempestad se amontonó cada vez más amenazadora
Boston.—Posición de los ingleses en América y su plan de s°bre sus cabezas. Esta filé la falta capital cometida
campaña.- Expedición americana contra el Canadá.—La los generales ingleses en la dirección de la guerra:
opinión pública se alarma en Inglaterra.—Envío de comisa­
0 dejaron a l tiempo. E i tiempo era el m ayor enemi-
rios reales á América.-Declaración de la independencia.—
Cada m inuto perdido era, p a ra los americanos, un
Reacción realista.-Energía de Washington en la represión.
Mnfo, para las naciones celosas de In g late rra , un
Motivo para interesarse por un pueblo capaz de hacer
L a noticia de la b atalla de Lexington fué recibida
ute á la prim era en u n a lucha tan prolongada, y
con g ran alegría por los impacientes y los violentos,
?^ara tos oradores de oposición, u n argum ento contra
con espanto por los tímidos, con desesperación y cóle­
a M ala política del gabinete.
ra por los realistas, con entusiasmo por las masas. E x ­
‘entras la guarnición inglesa perm anecía in activ a
citó en el a lm a de W ashington u n ardor lleno á la vez
Pil 0st°n, el Congreso se reunía por segunda vez en
de tristeza y de esperanza: «S in duda es doloroso el
re^ac*e^ a > tom aba la dirección de los asuntos m ilita ­
pensar, escribió á uno de sus amigos a l anunciarle la
se • ^ deliberaba acerca de la elección de u n general
b atalla de Lexington, que se ha y an acuchillado los Jefe para ej ¿ rcjto continental,
hermanos, y que los campos de A m érica, antes tan fe­
las ^ env^d*as locales y las antiguas rencillas entre
lices y apacibles, se vean en adelante ó inundados de
° n*a8 hacían difícil esa elección, y el Congreso se
sangre ó poblados por esclavos. ¡Tristísima alternati-
lera quizá dividido con m otivo de tal cuestión, si
tiv al ¿Pero puede vacilar un hom bre virtuoso?» 5
los delegados de la N ueva Inglaterra no hubiesen dado c a de un asunto que me llena de una indecible in q u ie ­
prueba, en semejante circunstancia, de una g ran a b ­ tud. E l Congreso ha decidido que todo el ejército le ­
negación y de un g ran espíritu político. Como la gue­ vantado p a ra la defensa de la causa am ericana se
rra contra la metrópoli ha b ía comenzado en Massa- Ponga bajo m is órdenes, y que me dirija inm e diata­
chussets, y las tropas reunidas delante de Boston per­ mente á Boston para tom ar el mando del mismo. Pue­
tenecían á las milicias de la Nueva Inglaterra, éstas des creer, querida P atry, que he hecho todo lo que he
podían pretender el honor de dar u n jefe a l ejército. Podido p a ra eludir tan honrosa distinción; no sola­
E staban mandadas por oficiales experimentados que, mente porque me costaba mucho separarme de ti y
como W ashington, se habían distinguido en la guerra de m i fam ilia, sino tam bién porque comprendía que
contra F rancia, y cuyos talentos militares no eran m e­ tal cargo era superior á mis fuerzas.» A hí está la h is ­
nos celebrados que los de aquél. Pero los talentos m i­ toria pa ra probar que W ashington se engañaba, y sin
litares no bastan para dirig ir los ejércitos continenta­ embargo, ¡cuántos motivos tenía para dudar de sí m is­
les. E n aquella posición elevada y difícil, se necesitaba mo! E l, cuyo espíritu político no se había ejercitado
u n hombre y a poderoso y considerado, cuya superio­ todavía sino en el gobierno de su provincia, ib a á po­
ridad fuese natural y reconocida por todos. Im portaba nerse a l frente de los asuntos de u n a gran nación; él,
tam bién m ucho a rrastrar y comprometer á la aristo­ <lue no ha b ía mandado aún sino á algunos milicianos
cracia v irg in ian a en la causa de la independencia* y Que no había visto nunca un verdadero ejército, ib a
Así lo comprendieron los representantes de la Nueva * formar y á dirigir todo u n pueblo de soldados. Mas
In g la te rra , y renunciando á toda pretensión y á todo Por temperamento, si no por afición, W ashing ton era
am or propio local, propusieron para general en jefe hombre de guerra y hombre de Estado.
del ejército americano á aquel cuyo nombre estaba No tardó en descubrir que su enemigo más peligro-
y a en todos los labios: W ashington fué nombrado p oí 80 era el espíritu dem agógico, ese espíritu desconfiado
unanim idad. y envidioso, que teme y rebaja todo lo que es grande
A l aceptar el m ando, rehusó el sueldo que le estaba» y Poderoso, y no eleva, p a ra transformarlos en ídolos,
asignado. S in ser ávido de gloria, W ashington era* 81110 la im potencia m ezquina y los vicios de la m u lti­
m u y celoso de su íam a. No buscaba efectos, pero n 0 tud. Apenas había salido W ashington de Filadelfia
podía privarse de la estimación desús conciudadanos» Para dirigirse á Boston, cuando su popularidad y su
y hubiera creído que merecía perderla, al darles lug»r poder comenzaron á disgustar á los descontentadizos
p a ra que pensaran que u n m otivo de interés personé
S.ualitarios a l am or de la lum bre, creían ser-
le hacía aceptar el peligroso honor de mandarlos. ^ lr bastante á su país con v ig ila r celosamente á los
E sta solicitud por su reputación, y el sentimiento do ^e ensores de A m érica y, como p a ra destruir el efecto
la inmensa responsabilidad que pesaba sobre él, le tur­ as aclamaciones populares, de las que ellos mismos
baban profundam ente cuando pensaba en las cuatf- Podían menos de ser los ecos, los patriotas de N ew .
dades de su misión: «Te escribo, dice á su m ujer, ace f' r le invitaro n brutalm ente, en u n a comunicación
á que no se olvidase de que su poder era temporal, y
que volvería á bajar a lg ú n d ía a l rango de simple ciu­ teras abandonaron el campo antes que someterse á
dadano. u n a disciplina y á nuevos reglamentos; entre los que
Llegado ante Boston, e l 8 de Ju lio , W ashington no se quedaron, unos se negaron á reconocer los oficiales
se encontró m ás que una m asa de insurrectos, ador­ designados por el Congreso p a ra m andarles, otros
n ad a con el nombre de ejército. No había n i org aniza­ abrum aron á W ashington con reclamaciones y am e­
ción com ún, ni disciplina, ni jerarquías. N i am bulan ­ nazas; los m ás prudentes m urm uraron contra nom ­
cias, n i caja m ilitar, n i intendencia, n i municiones, ni bramientos necesariamente precipitados y contra a n ­
artillería, n i ingenieros. Cuerpos aislados y poco n u ­ tiguos derechos desconocidos. Semejante estado de co­
merosos, sin otro lazo que las antipatías y el amor sas inspiraba el m ás profundo disgusto á los oficiales
propio locales; hombres medio desnudos, m a l a rm a ­ que tenían alguna experiencia del servicio m ilitar, y
dos, enfermos, sin querer seguir sino á los jefes de su W ashington, después de haber castigado á los revol-
elección y no obedecerles sino según su capricho; ofi­ toscs, deshecho las resistencias y escuchado las que­
ciales que, p a ra hacerse perdonar su grado, com par­ jas de los conscritos, se veía obligado todavía á reani­
tían su sueldo con sus hombres y les prestaban los mar el valor y apaciguar el descontento de los vete­
servicios m ás vergonzosos; en fin, todos los desórde­ ranos.
nes que entrañan la ausencia do reglas y el desenfre­ Y no era solamente en el seno del ejército donde
no del espíritu de licencia y de igualdad. Se necesita­ encontraba dificultades y obstáculos. Cada miembro
b a, con tales elementos, form ar soldados y un ejército del Congreso, cada asamblea provincial, cada bur­
en presencia del enemigo. «Verdaderamente, es una gués influyente era para él un impedimento, a l mismo
empresa bien arriesgada», exclam aba W ashington tiempo que un apoyo indispensable. Por confesión de
en u n momento de desaliento; y , en efecto, cuando no todos, W ashington era el alm a de todo lo que se hacía
se h a leído su correspondencia es difícil imaginarse á Para la defensa de Am érica, y apenas si le habían re­
costa de cuántos esfuerzos y cuántos tormentos consi­ vestido de poder para proveer á la subsistencia de su
guió introducir un poco de orden en medio de aquella9 ejército. P ara procurarse víveres y municiones, para
tropas improvisadas. Todo, hasta los menores detall®8 Completar los cuadros, para hacer ejecutar las meno­
de adm inistración m ilitar, se convertía p a ra él en un res órdenes, era preciso recurrir á la autoridad de
motivo de lucha. F ué necesario un alarde de autori­ éa*e, á la influencia de aquél, hablar bastante alto
dad p a ra obtener el relevo de los soldados que consi- Para ser oído y con bastantes precauciones para no
deraban como un atentado contra la libertad todos 1<>S herir las susceptibilidades democráticas. Tantas con­
medios p a ra im pedir la deserción. Peor fué cuando lo3 templaciones costaban mucho á la altivez de W a sh ­
antiguos cuerpos hubieron de ceder el puesto á una ington; pero se sometía á ellas por patriotismo, a u n ­
transform ación regular y cuando el ejército fué divi­ que nunca tanto como ciertos hombres desearan. Sin
dido en regimientos, brigadas y divisiones. Bandas en­ cesar recibía de sus amigos de Filadelfia advertencia»
sobre las quejas de la opinión pública. Y a era tal
asam blea, cu ya existencia ignoraba, que no se consi­ militares sin talento, y se dejaban sitiar por hambre
deraba tratada con bastantes m iram ientos; ta l m ujer y estrechar cada día m ás, sin hacer el menor esfuerzo
de pastor, á la que se había olvidado de in v ita r á su para rechazar á los americanos. Estos se habían fo rti­
mesa; tal abogado, que se asom braba de no ser toda­ ficado en posiciones bastante fuertes, pero demasiado
v ía coronel; en fin, todas las exigencias y chismogra­ extensas, y de las que hubiera sido fácil arrojarlos.
fías de una burguesía vanidosa, en medio de los peli­ E l temor de desalentar á sus soldados con u n a reti­
gros de la v id a de los campos y de los cuidados que rada al principio de la cam paña, era lo único que im ­
proporciona el gobierno de u n g ran Estado. pidió á W ashing ton abandonar aquellas fortificacio­

Apenas hubo logrado W ashington depurar el ejér­ nes en cuanto llegó ante Boston; y después halló su
cito é introducir en él las reformas necesarias, cuando situación tan peligrosa y desesperada, que por tres
llegó la época en que concluían los enganches de sus Veces se había decidido á dar el asalto á la ciudad y
soldados, y hubo que volver á empezar. F ué preciso jugarse todo*, como dijo el mismo, «á cara y cruz».
reform ar un nuevo ejército con la perspectiva de L a oposición de sus lugartenientes le hizo renunciar
verle disuelto otra vez a l cabo de u n a ñ o . E l Con­ á tal idea, y esperó á que el ejército se reconstituyera
greso no p e rm itía aún los enganches por m ás de un y se elevara á 20.000 hombres para ocupar las alturas
año. L a serenidad habitual de W ashington estuvo en­ de Dorchester, que dom inan á Boston. R ealizada esta
tonces á punto de abandonarle: «Cuando el cam p a­ operación con energía y coronada por el éxito, obligó
mento está entregado a l sueño, paso tristísimos m o­ á los ingleses á tom ar u n partido. E l general Howe,
mentos reflexionando acerca de nuestra difícil situa­ <iue desde el mes de O ctubre de 1775 había reem pla­
ción. Muchas veces me he representado que hubiera zado a l general Gage en el m ando de las tropas in ­
sido infinitamente m ás feliz, si echándome el fusil a l glesas, no queriendo comprometer á su ejército en
una acción general, evacuó la ciudad, y se dirigió por
hom bro, m e hubiese alistado en las filas, en vez de
aceptar el mando en semejantes circunstancias, ó *&ar sobre H alifax.
E l Congreso dió u n voto de gracia á W ashington é
bien si hubiera podido retirarm e a l interior del país
y v iv ir en un wigtoam, sin temer que la posterioridad
hizo grabar u n a m edalla de oro en conmemoración

y propia conciencia m e censurasen tal conducta. Si de la evacuación de Boston.


E l efecto m oral de este acontecimiento fué grande;
por fin consigo salir de esta situación, creeré firme­
mente que la m ano de la Providencia ha venido á sus consecuencias militares fueron menores de lo que
cegar á nuestros enemigos.» se hubiera podido esperar. A l salir de Boston, los in ­

E n efecto; los generales ingleses sitiados en Boston gleses no recobraron el tiempo que h a b ían perdido;
no parecían darse cuenta de la debilidad del ejército Pero si la libertad de acción que comprometieron a l
dejarse encerrar. Su ejército estaba intacto, la m ar
americano, reducido entonces á 11.000 hombres. H a ­
bían perdido en los percances de Lexington y de B u n ­ Hb*e, y podían dirigirse á su gusto y de im proviso

keres H ill esa confianza, que es la única fuerza de los sobre todos los puntos de la costa.
Mientras la guerra no estuvo declarada entre las co­ xim a cam paña, cuando W ashington estaba y a en
lonias y la metrópoli, Boston fué un punto de u n a im ­ m archa p a ra N ueva Y o rk con todo su ejército, sin
portancia capital, que los ingleses hubieron de ocupar dejar en Boston más que cinco regimientos.
á toda costa: era el principal foco de la revolución. No se llevaba un año de guerra, y y a no poseían
Pero desde el momento en que la insurrección fué los ingleses n i una pulgada de terreno en las colonias
franca y general, desde el momento en que se trataba, sublevadas. Los gobernadores reales de V irgin ia,
no y a solamente de localizar y extinguir el incendio Georgia y N ueva York habían sido expulsados, tras
revolucionario, sino de reconquistar á A m érica con la vanos esfuerzos de los mismos p a ra combatir el p a r ­
fuerza de las arm as, no era á Boston y á la N ueva I n ­ tido del m ovim iento, y a por la fuerza de las arm as,
glaterra á donde se debía lle v ar la guerra, sino á ya con secretas intrigas; por lo demás, de todas p a r­
N ueva Y o rk y á las colonias del Sur. Las provincias de tes habían huido vergonzosamente los representantes
la N ueva Ing late rra, situadas en el extremo septen­ del rey, desde el principio de las hostilidades, dejando
trional de los Estados Unidos, y habitadas por una * ios leales sin dirección y sin apoyo. L a política y las
población tan b ra v a como hostil a l gobierno del rey, armas inglesas no h a b ían sido afortunadas m ás que
eran á la vez el terreno m ás favorable á los america­ en un solo punto: en el Canadá.
nos, y aquel cuya ocupación tenía menos im portancia P ara im pedir u n a diversión de las tropas de dicha
p a ra los ingleses, desde el punto de vista m ilita r. Co­ Provincia en favor del general H ow e, encerrado en
locarse entre las colonias, en un punto central, para Boston, y con la quim érica esperanza de sublevar á la
dividir á los americanos y penetrar en las provincias Población francesa, á la vista de la bandera de las
leales p a ra reclutar soldados, tal debía ser el doble fin Colonias U nidas, el Congreso había aventurado un
de los generales de Jorge I I I . Ocupando N ueva York reducido cuerpo de dos m il hombres en el C anadá,
y el curso del Hudson, se cortaban en dos colo­ ^ a población francesa, lejos de dejarse seducir por
nias, y se conservaban fáciles comunicaciones entre el loa gritos de libertad y las promesas de los am erica­
cuerpo de ejército que defendía el C anadá y el que se nos, no vió en ellos m ás que enemigos im placables de
destinaba á obrar contra los Estados Unidos; ocupan­ su religión y de su raza, y se alzó p a ra defender á sus
do las colonias del S ur, se daba un punto de apoyo á nuevos conquistadores, por miedo de caer bajo el
la resistencia de leales numerosos y ardientes, que no yugo de los puritanos. E l gobierno inglés había respe-
esperaban m ás que la presencia del ejército real para tado las antiguas costumbres del C anadá, y protegido
sublevarse contra la opresión y las violencias de los al clero católico, sin dejar de h a te r destruido los in ­
republicanos. Este plan , que los generales ingleses veterados abusos de la adm inistración de Luis X V ; y,
hubieran debido seguir u n afio antes, Howe lo conci­ Merced á una política h á b il, enseñó á los franceses á
bió vagam ente, y W ashington lo adivin ó antes de que no echar de menos la dom inación de la madre patria.
hubiera comenzado á ejecutarse. N o había llegado Su corazón suspiraba a ú n a l pensar en Francia; pero,
Howe todavía á H alifax , p a ra prepararse p a ra la p ró ­ espués de la conquista, veían que sus intereses esta­
b an m ás protegidos y mejor comprendidos, en p ro ­ ron demasiado tarde á N ueva Y o rk , p a ra poder, con
greso la prosperidad pública y un gobierno menos a r ­ su diplom acia, entorpecer la m archa de la revolución.
bitrario y menos codicioso. Después de tantas g u e ­ E l Congreso acababa de declarar la independencia de
rras y tantos desórdenes, no pedían m ás que la esta­ las colonias.
b ilid a d y la paz, y tom aron las arm as, tanto por espí­ A esto tendían desde ha cía m ucho tiempo los p rin ­
ritu de conservación como por odio á sus antiguos ri­ cipales jefes del m ovim iento de A m érica, y si ta rd a ­
vales. ron tanto en proclam ar la revolución que h ab ían rea­
L a expedición am ericana fracasó, á pesar de ser lle ­ lz a d o , fué para preparar el espíritu del pueblo á una
vada con u n v a lo r y una habilidad admirables por el idea que hería las antiguas tradiciones, y p a ra con­
general Montgomery y el coronel A rnold; el prim ero, temporizar con las tinieblas de corazón ó de concien­
verdadero héroe, á quien se comparó con ra zón á cia de ciertos miembros del Congreso. Estas precau­
M ontcalm y á W olf; el segundo, que m ás adelante ciones han valido á los hombres de Estado americanos
hizo traic ió n á su país, uno de esos aventureros revo­ ia censura de u n a g ran doblez de lenguaje y de con­
lucionarios que, sin sus vicios, serían héroes. Tras su­ e c t a . Q u izá la merezcan algunos de ellos; pero no
frimientos y vicisitudes que podrían constituir el asun­ P^ede alcanzar á W ashington. W ashington no era de
to de una novela, se estrellaron ante Quebec; Montgo­ i°s que la v id a política corrompe. No tenía ni el ca­
m ery fué muerto, y A rnold, perseguido de posición rácter acomodaticio, n i la sutilidad de espíritu, n i las
en posición,[fué arrojado del Canadá por los generales Pasiones violentas y personales que apartan á menudo
Carleton y Burgoyne. del camino recto á los corazones naturalm ente ho n ra ­
Estos éxitos parciales no pudieron destruir en I n ­ o s . Demasiado sencillo y demasiado digno p a ra tener
g laterra el efecto producido por tantos reveses. La afición á la astucia y á los rodeos, era demasiado
opinión pública se alarm aba y la oposición triunfaba. faerte y demasiado confiado en el empleo de la fuerza
E l mismo lord N orth se h a lla b a secretamente abatido. Para creer en la eficacia de aquellos medios. Lejos de
Jorge I I I era el único en perm anecer impasible. La ocultar sus ideas acerca de la independencia, W a s h ­
lu c h a con A m érica era para él cuestión de honor, y ington fué siempre de parecer que lo político era
ponía su dignidad de rey en no ceder sino por la fuer­ Proclamar lo m ás pronto posible el fin que perseguía
za. P a r a adq uirir ésta, com pró 17.000 hombres & la Mayoría del Congreso. E ra , según él, la mejor m a ­
aquellos principillos alemanes que comerciaban en­ nera de quitar á sus conciudadanos todo pensamiento
tonces con la vida-de sus súbditos, ó hizo que se ele­ y todo medio de retroceder, y de cerrar la puerta á
vase además'1el ejército inglés á 55.000 hombres, de Negociaciones que, en el estado de incertidum bre en
los que destinaba 25.000 á A m érica. Con el fin de ga* ^ Ue 86 hallaban a ú n muchos espíritus, podían ser pe­
nar tiempo y sembrar la división entre los am erica­ trosas. «Si todo el m undo fuera de m i opinión, es­
nos, consintió, sin embargo, en enviar á las colonias cribía en el mes de Febrero de 1776, los ministros
comisarios encargados de exam inar las quejas. Llega* ingleses sabrían en pocas palabras lo que nos propo­
enemigo y entregarse á todos los manejos de u n a opo­
sición sorda y pérfida, preludiaban hostilidades abier­
nemos. P ro clam aría con v iril acento y sin rodeos,
nuestros agravios y nuestra resolución de obtener tas, formando compañías de voluntarios reales, y

justicia. Les diría que hemos soportado mucho, que amenazando la seguridad y la v id a del general en
jefe. Se hicieron necesarias las medidas de rigor, y
por m ucho tiempo y ardientemente hemos deseado
W ashington no vaciló en tomarlas. Se fusiló á un s o l­
u n a reconciliación digna, y que se nos ha negado.
A ña diría que nos hemos conducido como súbditos dado que se había dejado seducir; se echó mano á los
Principales jefes realistas, y se alejó de la ciudad á los
fieles, que el espíritu de libertad es demasiado vigo­
roso en nuestros corazones p a ra que nos sometamos sospechosos. Ja m ás invocó W ashington la razón de

nunca á la esclavitud, y que estamos completamente Estado para encubrir actos arbitrarios é injustos; n a ­
decididos á rom per todo lazo con un gobierno injusto die abusó menos que él del poder n i mostró mayor
y desnaturalizado, si nuestro servilismo ha de satis­ respeto por la libertad; pero en las situaciones c ríti­
facer únicamente á u n tirano y á su diabólico m inis­ cas y decisivas nadie ha subordinado con m ayor infle-

terio. Les diría todo esto, no en términos encubiertos, oibilidad los caprichos é intereses particulares al inte­
sino con expresiones tan claras como la lu z del medio rés general, n i se ha detenido menos ante escrúpulos
día.» Con arreglo á este plan , pero con mayores de form a y de legalidad.
pretensiones filosóficas y oratorias, redactó Jefferson No es que hiciera alarde de despreciar las cuestio­
la Declaración de la independencia. F ué adoptada por nes de forma; antes bien, tanto por hábito como por
el Congreso unánim em ente, unanim idad un poco ficti­ gusto, las concedía un a gran im portancia, y cuando
cia, desgraciadamente. P a ra obtenerla, fué preciso su dignidad ó la de su país estaba en juego, velaba,
vencer ó suavizar grandes resistencias, y el Estado de c°n la celosa susceptibilidad de un inglés y de un gen­
N ueva York, que fué el últim o ea enviar su adhesión, tilhombre, por la observancia de las m ás estrictas re­
lo hizo á disgusto, y con varias negativas sucesivas. glas de la cortesía y de la etiqueta. E n sus relaciones
c°n los generales de Jorge I I I , fué siempre en éste
Los realistas, pasado su prim er espanto, recobra­
ban la confianza. Se habían acostumbrado a l ruido í Respecto tan inflexible como exigente, y mientras
a<luéllos no quisieron reconocerle el rango y adoptar
a l peligro, y con el tiempo h a b ían aprendido á lucha*
contra el torrente revolucionario, que, con el tiemp0 eu sus cartas las fórm ulas usuales entre generales

tam bién, se ha b ía hecho menos irresistible. En Nueva enemigos, se negó á corresponder con ellos, aunque
Y o rk el ejército continental apenas era suficiente par* sufriera el servicio. L a necesidad de adoptar un con*
contenerlos, y la presencia del general H ow e, quien» v euio p a ra el cange de prisioneros obligó, por fin, al
desde el 29 de Ju nio , esperaba en ra d a u n a ocasión general Howe á ceder á tan justas pretensiones, y desde

favorable p a ra atacar á W ashington, alentaba sus m *- ent°nces W ashington fué tratado, no y a como el jefe
niobras y m aquinaciones. No contentos con sembrar de súbditos sublevados de la G ra n Bretaña, sino como

la agitación en el pueblo, entorpecer la leva de lftS general de una potencia independiente y enemiga.
milicias, acaparar los víveres, corresponder con e*-
peraba m ás que este refuerzo p a ra atacar á N ueva
Y ork . E l ejército real se com ponía entonces de 25.000
hom bres, formados por veteranos ingleses y alem a­
nes, apoyados por u n a flota considerable. W ashington
no podía oponer m ás que 20.000 hom bres, todavía
m al organizados, diezmados por las enfermedades,
C A P IT U L O V I divididos por vivas antipatías, y cuyo m ayor núm ero
lo constituían milicianos súbitam ente arrancados á
sus hogares y poco entusiastas por la causa que de­
1 7 7 0 -1 7 7 8 fendían. Con semejantes tropas, se atrevió á ocupar y
defender, en medio de u n a población h o s til, y sin la
ayuda de n ing u n a fuerza n a v a l, toda la isla de N ue­
Campaña de 1776.—Washington evacna Long-Island y Nueva va Y o rk y Long-Island, que la protege y dom ina. E ra
York.—Su movimiento de retirada al través de Nueva Jersey.
quizá demasiado a ven tu rad o , como se h a sostenido
—Vuelve á tomar la ofensiva y derrota á los ingleses en Tren-
ton y Princeton.—Necesidad de reformar la organización después. Pero, á pesar de la poca estima que le in sp i­
militar.—El Congreso confía á Washington poderes dictato­ raban sus soldados, W ashington no había aprendido
riales.—Prejuicios del general contra Francia.—El marqués aún á reconocer la superioridad de las tropas inglesas
de Lafayette.—Campaña de 1777.—Planes de los generales
ingleses.—Batalla de Brandy-wine. —Los ingleses se apode­ sobre las suyas. Tenía u n a fe profunda en el triunfo
ran de Filadelfia.—Batalla de Germantown.—Campo de Val- de su causa y la confianza que da la victoria. Por lo
ley-Jorge.—Capitulación de Saratoga. demás, su idea favorita desde hacía mucho tiem po era
aventurarse en u n a acción general y precipitar la
A l evacuar á Boston, el general Howe había form a­ guerra.
d o , como ya hemos dicho, un doble p lan : apoderarse U n a triste experiencia le hizo bien pronto cam biar
de N ueva Y o rk y sublevar las colonias del Sur contra de parecer. Las tropas am ericanas que defendían
los republicanos, mediante u n a vigorosa diversión. Long-i8ia n d, sorprendidas y envueltas, de repente,
Antes de dejar á H alifax p a ra dirigirse á Nueva York, P°r el grueso del ejército inglés, se dispersaron, h u­
envió á las Carolinas u n cuerpo de ejército considera­ y e ro n de apelar á la fu g a , y no se lib ra ro n de una
ble, á las órdenes del general Clinton. Pero los mo­ destrucción com pleta sino á favor de la noche, y de­
vim ientos de los realistas fueron m a l com binados, su jando en poder del enemigo m ás de m il prisioneros,
insurrección estalló demasiado pronto, y Clinton la entre los cuales había tres generales. Este desastre
encontró y a comprometida cuando desembarcó. Des­ desmoralizó a l ejército y fué la sefial de u n a larga se­
pués de haber sufrido u n gran descalabro ante Char- rle de desgracias: regimientos enteros se desbandaron;
leston, reconoció la imposibilidad de mantenerse en otros se negaron á m archar, y la confusión se apoderó
las Carolinas, y fué á juntarse con H ow e, que no es­ de todas las filas: «Nuestra situación es verdadera­
mente deplorable, escribía W ashington a l presidente ron ante 60 hombres. E n vano W ashington se lanzó
del Congreso; con el más profundo sentimiento me
en medio de sus tropas á sablazos y disparando
veo obligado á confesar la poca confianza que tengo
sobre ellas sus pistolas, arrojándose después sobre el
en la casi totalidad de m i ejército... Todo lo que m an ­
enemigo. N i la v o z , n i los golpes, n i el ejemplo del
damos lo hacemos con el tem or de que no toda3 nues­
general en jefe, detuvieron á las tropas am ericanas,
tras tropas cum plan con su deber. Tal idea es penosa,
y fué abandonado en u n a situación tan peligrosa, que
pero verdadera. L a historia, nuestra propia expe­
sus ayudantes no pudieron a rrancarle á la muerte que
riencia, el parecer de nuestros mejores amigos de
buscaba en su indignación, sino cogiendo á su caballo
Europa, los temores del enemigo y hasta las declara­
Por la brida y llevándoselo á la fuerza.
ciones del Congreso, demuestran que esta guerra
Contar con semejantes soldados e ra, como decía él
debe ser defensiva y que debemos evitar siempre una
mismo, «apoyarse en un bastón roto». No podía n i h a ­
acción gen ra l, cuidando de no aventurar nada, á
cerles a v a n za r sin espantarlos, n i hacerlos retroceder
menos que nos obligue á ello u n a im periosa necesi­
s*n desalentarlos, n i castigarles por miedo de que
dad.» Semejante sistema de guerra era antipático al
abandonasen el servicio; porque eran su único recur^
carácter de W ashington. No tenía am bición n i v a n i­
80 > y todo dependía del capricho de los mismos. Se
dad, pero sí una dignidad y una necesidad de obrar á
C e rcab a la época señalada p a ra la disolución del
las que repugnaba la idea de m archar de retirada en
ejército, y W ashing ton veía el momento en que aque­
retirada, y de reconocer á cada paso la superioridad
ja tropas tan m a la s, tan indisciplinatfas, pero que
del enemigo. Pero aunque le entristecían, supo confor­
Proporcionaban el medio de presentar algo ante el
marse á las circunstancias. W ashington subordinó
enemigo, y de conservar por lo menos el fantasm a de
siempre sus pasiones y sus gustos á su juicio y su p a ­
un ejército, iban á desbandarse legalm ente y á de­
triotismo.
jarle solo con su Estado M ayor en presencia de los in ­
D e conformidad con sus nuevos principios, hubo de
geses. No era esto todo. A l eco de los favorables éxi-
evacuar sucesivamente Long-Is!and, la ciudad de
tos del enemigo, los realistas levantaban la cabeza
N ueva Y o rk , la isla de este nom bre, retirarse des­
P°r todas partes y perdían v a lo r los amigos de la in ­
pués á las montañas de N ueva Jersey, para cubrir
dependencia. En medio de tantas angustias y fatigas,
Filadelfia y permanecer con el a rm a a l brazo, mien­
era preciso todavía v ig ilar é in tim id a r á los primeros,
tras el general Howe asolaba el país y se apoderaba
tranquUizar á los segundos, escribir a l Congreso para
de 8.000 hombres, dejados en la isla de N ueva Y ork
reanimar y a v iv a r su celo, á las asambleas provin-
p a ra defender el fuerte de W ashington. A cada ins­
^ ales P ara apresurar la leva de la9 tropas, apaciguar
tante la cobardía de sus soldados lle nab a de a m ar­
as ^visiones y los celos de sus generales y cerrar el
g u ra el a lm a del general en jefe, y le enseñaba un
corazón á las lamentaciones de las colonias asoladas
sentimiento que no conoció sino en aque lla cam paña:
Per los ingleses. E n los raros momentos en que su
la desesperación. E n K ip ’s B \y, dos brigadas h u y e ­
a íué entonces turbada por el cansancio y la tris-
6
teza, W ashington dudó qu izá algunos instantes acerca colocarse en orden de batalla ante las posiciones de
del éxito; pero no se dejó abatir por sus dudas, y se los americanos, como p a ra ofrecerles el combate; des­
m antuvo tan firme como si estuviera lleno de fe. A l pués, asustado de la fortaleza de dichas posiciones, se
mismo tiempo que escribía á su herm ano Ju a n A gus­ retiraba, dejando a l frío, a l ham bre y á la deserción
tín W ash ing to n : «Sea dicho entre nosotros, me temo el cuidado de destruir el ejército enemigo. Esto era
que no se tarde en perder la p a rtid a » , respondía sin más cómodo que sorprender á W ashington en su m a r­
vacilaciones á los que le preguntaban lo que ib a á cha ó atacarle en su campo. Este gran general sa­
hacer si era tom ada Filadelfia. «Nos retiraremos al bía, con hab ilid ad m aravillo sa, escoger sus posiciones
otro lado del río Susquehanna, después, si es necesa­ y ocultar sus m ovim ientos y su debilidad. H ubo un
rio , al otro lado de los montes A lleghanis.» W a s h ­ fo m e n to en que su ejército quedó reducido á menos
ington se dejaba lle v ar menos aún por el temor que de 3.000 hombres, sin que n i sus propios soldados ni
por la confianza, y los males que le perseguían no le el general Howe pudiesen sospecharlo. Continuó su
hacían olvidar las dificultades que encontraba el ene­ retirada con ta n ta lentitud como si estuviese a ú n a l
m igo. Mientras la bandera de la independencia per­ frente de fuerzas considerables, y se fortificó tan bien
maneciese enhiesta, aunque fuera en el desierto, J o r ­ detrás del D elaw are, que los ingleses no tuvieron ten-
ge I I I debía m antener u n ejército en A m érica en con­ ' taciones de perseguirle.
diciones ruinosas y ser vencido á la la rg a por la opo­ La prudencia y la circunspección recíprocas de
sición de los contribuyentes ingleses, cuando no por la ambos generales h ab ían quitado hasta entonces toda
espada de W ashington. anim ación y toda vivacidad á la lucha. E ra u n a guerra
Esto era lo que parecía ignorar Howe, el cual, cre­ de posiciones, fría como u n a partida de ajedrez: poca
yendo sin duda asegurar así la victoria, dejaba que sangre derram ada; pocos combates heroicos; pocas
continuase la guerra, y se contentaba con fatigar ¿ acciones de b r illo ; n ad a m ás que un solo gran espec­
W ashington cuando hubiera podido aniquilarlo. La íe n lo , la firmeza de W ashington en la m a la fortuna,
timidez y la lentitud de dicho jefe inglés salvaron 8U lucha sin descanso, con el desaliento, el temor, la
a l ejército americano durante esa c a m p añ a, la más traición de los suyos, y contra los esfuerzos victorio-
desastrosa de toda la g u e rra , y que hubiera podido 8os del enemigo.
ser la ú ltim a . Cuando conseguía a lg u n a v e n ta ja , en Las cosas cam biaron de aspecto repentinamente.
vez de perseguirla, se lanzaba á otro punto, sin pla° frlo m ás riguroso a ú n de lo acostumbrado por
n i método, y se em barcaba en u n a m ultitud de expe" f u e l l a época— corría el mes de D iciem bre— en el
diciones, bien dirigidas en ocasiones, pero nunca de' °rte de A m érica, acababa de obligar á los dos ejér-
cisivas. Así fué como reconquistó sucesivamente Nueva Cltos ^ establecer sus cuarteles de invierno, y los in-
Y o rk , Rhode-Island y N ueva Jersey, sin atreverse ¿ eses, creyendo que la c am p aña estaba term inada y
atacar a l cuerpo principal de W ashington, n i á aven­ Washington reducido á la im potencia, habían disemi-
turarse en u n a acción general. A menudo llegaba a 0 sus tropas p a ra alojarlas. L a guarnición de
Trenton, pueblecito situado á algunas millas del cam ­ rioridad del núm ero del enemigo y se decide á a b a n ­
po americano, y en la o rilla opuesta del Delaw are, se donar su posición. Hace que se conserven los fuegos
componía de tres regimientos, que form aban la v a n ­ y se levante u n a trinchera, á algunos pasos del ene­
g u a rd ia del ejército inglés. W ash ing to n tomó de re­ migo, p a ra engañarle, se lan za á retaguardia de éste,
pente la resolución de rom per la línea del enemigo, llega á Princeton antes de salir el sol, derrota á tres
po r medio de un vigoroso ataque. E n medio de una regimientos ingleses, y se retira antes de que lord
noche som bría, entre una espantosa tempestad, reunió Cornwallis hay a podido lanzarse en su persecución.
secretamente 2.500 hombres y veinte piezas de cam ­ Los ingleses, poco partidarios de continuar en in vier­
pa ña , pasó el D elaw are sobre el hielo, y dividió sus no u n a lucha semejante, retiraron sus tropas de N u e ­
tropas en dos destacamentos que lanzó sobre Trenton va Jersey, y W ashington estableció sus cuarteles de
por lados opuestos. E ntró en la población antes de que invierno en M orristown, á cuarenta millas m ás a llá
los enemigos hubieran podido despertarse, m ató á
del D elaw are.
cuantos opusieron la menor resistencia, cogió m ás de En ocho días h a b ía ganado dos batallas, obligado al
ochocientos prisioneros y seis cañones, y se fortificó enemigo á la retirada, y cambiado la faz de los asun­
p a ra esperar a l enemigo. tos. E l público, tanto en E uropa como en A m érica,
Pero el tiem po de servicio de sus soldados expiraba quedó durante todo el invierno bajo la impresión de
entonces, y rehusaban exponerse á nuevas fatigas y tales éxitos, y la b rillante expedición hizo olvidar, al
nuevos peligros; m ostraban sus heridas y recordaban
terminar, las desgracias de aquella c a m p añ a, levantó
la suerte de sus desgraciados compañeros, muertos
el crédito y el v a lo r de los campeones de la indepen­
unos y gimiendo otros en las prisiones inglesas. Sin
dencia, y facilitó la formación de u n nuevo ejército.
em bargo, en el últim o momento, no tienen valor para
Desde hacía tres meses, la reform a de la o rg a n iza ­
abandonar a l general que acaba de enseñarles á ven­ ción m ilita r era el prin c ip a l asunto, tanto de las pre-
cer, y por afección hacia W ashington, ceden á sus °cupaciones de W ashington, como de su corresponden­
ruegos y prometen permanecer otros quince días más. cia con el Congreso. L a reciente disolución de los cuer­
M ientras tanto, sir W illia m Howe descansaba á pos formados ante Boston y los reveses á que le h a ­
gusto en N ueva Y o rk , y se hacía adorar de su Es­ blan expuesto el desórden que reinaba aún en sus tro­
tado Mayor por la profusión de su mesa y la gaia- cas, le im ponían tales preocupaciones como u n a nece­
n u ra de su ingenio. No quiso, sin em bargo, dejar ¿ sidad y un deber. Le perseguían en todas partes: en
W ashington en la tran qu ila posesión de Trenton, 1 campos de b ata lla, en la mesa del consejo, en las
envió a l general Cornwallis p a ra desalojarle. E l 2 de veladas de la noche. Según todas las probabilidades,
Enero de 1777, los batallones de lord Cornw allis a van ­ la cuestión entre Ing late rra y A m érica había de deci­
za n con ardor sobre Trenton y a rro llan la vangu ar­ dirse en la cam paña de 1776; todo dependía, pues, del
dia am ericana. L a noche que les detiene favorece lo9 nuevo ejército, de su constitución y su disciplina, del
proyectos de W ashington, el cual reconoce la supe­ valor y del núm e ro de los reclutas.
L a corta duración de los enganches y el reducido de sus conciudadanos; fué casi duro á fuerza de buen
núm ero de tropas regulares, la carencia de sanciones sentido y de autoridad. Como el Congreso opusiera d i­
penales suficientes para reprim ir la licencia de los ficultades p a ra aum entar el sueldo de las tropas, y
soldados y la poca extensión de los poderes del general contase a ú n p a ra levantar u n ejército, con el celo y
en jefe, tales eran las principales causas de los últimos el ardor patriótico de que el pueblo había dado pruebas
desastres, tales fueron los puntos sobre los cuales W a sh ­ al principio de la revolución, exclam ó W ashington.
ington llam ó sucesivamente la atención del Congreso. «Creer que u n a vez pasado el prim er entusiasmo h a ­
Lo que se debía oponer á las tropas inglesas, bajo yan de escuchar tantos hombres otra voz que no sea
pena de perderlo todo, era u n ejército perm anente y la de su interés, es esperar lo que jam ás se h a visto
uniform e, organizado con arreglo a l modelo de las tro­ n i se verá. E l Congreso se engaña si cuenta con ello.
pas europeas, bien pagado, bien alim entado, severa­ El número de los que obran desinteresadamente es tan
m ente dirigido; en esto únicam ente estaba la salva­ Pequeño, que se le podría comparar á u n a gota de
ción. Desde el principio de la guerra lo venía repitien­ agua en el O céano... Por lo demás, mientras los ofi­
do W ashington incesantemente; pero las desconfian­ ciales tengan motivo p a ra pensar que prestan u n ser­
zas del Congreso y de la opinión pú b lic a contra el po­ vicio en vez de recibirlo, la disciplina estará comple­
der m ilita r, los prejuicios de m oda contra los ejércitos tamente relajada.»
permanentes, h a b ían triunfado de la previsión y la E l Congreso cedió por fin. Se aum entaron los suel­
prudencia; fué preciso esperar las lecciones de la ex­ dos; se prom etieron concesiones de tierras á los sol­
periencia. Cuando ésta hubo hablado, cuando el peli­ dados que se alistaran por todo el tiempo de la guerra;
gro llegó á ser inm inente, W ashington no quiso dete­ so fijó en tres años el m ínim u n del servicio y se elevó
nerse ni ante el descontento de las masas, n i ante la el número de batallones á ochenta y ocho. A unque
estrecha lógica de algunos teóricos políticos: « L a des­ todo esto era todavía insuficiente, era y a m ucho si se
confianza que inspira un ejército regular, y los males lograba realizarlo. Pero era ta l el caos revolucionario
que se pudieran temer, no deben asustarnos en la si­ en que A m érica estaba sum ida, que en la m ayoría de
tuación que nos encontramos*, escribía W ashington !os Estados, no se hizo caso de las decisiones del Con­
a l presidente del Congreso, y cada d ía sus cartas al deso. Así, pues, fué preciso continuar, como en el p a ­
Congreso fueron m ás apremiantes y m ás imperiosas. sado, viviendo de expedientes, acomodándose lo me­
H asta entonces se había contentado con exponer jor posible a l capricho y á las disposiciones particula­
respetuosamente su situación, quejarse de la insu­ res de cada Estado, y á contar con la m ilicia p a ra h a ­
ficiencia de los medios de que disponía, indicar el re~ cer número. E ra contar con el vacío é introducir el
medio á tantos males y tantos desórdenes; pero en­ desorden en el ejército: «Si yo fuese llam ado á respon­
tonces, su tono fué más breve, m ás m ilitar, m ás rudo, der bajo juram ento á estafcregunta: Las milicias, ¿son
no se cuidó del espíritu de ru tin a y de las ilusiones del útiles ó perjudiciales?, no vacilaría en manifestar lo úl-
Congreso, n i de las susceptibilidades del am or propio timo», decía Washington.
Y , en efecto, jam ás hizo u n llam am iento á la abne­ la guerra debían ser soportados en total por la Unión,
gación de esas m ilicias, sin que su contacto destruyese se gastaba de largo.
todo espíritu m ilitar en el a lm a de los soldados, y a tan Este ciego egoísmo local se m anifestaba en todas las
inexpertos y tan tímidos de por sí. Las tropas, desmo­ cosas. P a ra satisfacerle, fué preciso dejar á los diver­
ralizadas por el ejemplo, se convertían en cobardes, sos Estados el derecho de designar por sí mismos, hasta
feroces y ladronas, perdían toda vergüenza, huían ante el grado de coronel, todos los oficiales de sus contin­
el enem igo, y aprendían á no emplear su fuerza sino gentes en el ejército de la Unión; y hasta p a ra el n o m ­
entregándose á toda suerte de excesos con las propie­ bramiento de generales, que había sido reservado al
dades y las personas de los desgraciados realistas. Las Congreso, el origen era u n a consideración m ás im p o r­
costumbres y las pasiones de los meetings penetraban tante que el mérito. Esta lucha de vanidades é intere­
en el campo; revivían los odios provinciales y el espí­ ses produjo deplorables elecciones, y había llegado á
ritu de ig u ald ad ; las diferencias de sueldo y de disci­ ser tan necesario depurar el cuerpo de oficiales como
p lin a despertaban celos peligrosos entre los milicianos aumentar el número de soldados.
y los soldados : diariam ente estallaban riflas entre los Pero W ashington no tenía poderes para hacerlo. Las
hombres y rebeliones contra los oficiales que c u m ­ circunstancias h ab ían llegado á ser m ás críticas, las
plían con su deber. E l número de oficiales no era gran­ dificultades mayores todavía que en el pasado, y el
de : la m ayor parte de ellos encontraban m ás cómodo Congreso persistía en ejercer su tutela. E l ejército estaba
com partir las querellas y el botín de sus soldados que indignado, y el buen sentido de W ashington se rebe­
castigarlos; y además, ¿cómo castigarlos? «Un soldado, laba aún más que su altivez. Se decidió, por fin, á pe­
dice W ashington, no puede ser castigado por los crím e­ dir él mismo, en interés de su país, el poder que hasta
nes más atroces sino con treinta latigazos: este castigo entonces le regatearan tanto, y lo hizo con toda la a u ­
asusta tan poco á ciertos bribones endurecidos, que toridad que le daban su popularidad y sus servicios.
varios de ellos han declarado que sufrirían gustosos «Si los pocos instantes que nos quedan para tom ar
la m ism a corrección por u n a botella de ron.» y ejecutar medidas importantes, escribía el 20 de D i­
L a m ilicia no era solamente u n elemento de desor­ ciembre de 1776 a l presidente del Congreso, hablando
den en el ejército : era tam bién una causa de ruina la reorganización del ejército, se em plean en con­
p a ra los presupuestos de los Estados Unidos. Como no sultar al Congreso acerca de u n a oportunidad tan evi­
se las lla m ab a sino en los momentos difíciles, no se las dente para todos; si esperamos á recibir las decisiones
podía reunir sino con grandes gastos, y prometiendo ¿ ^el mismo á u n a distancia de ciento cuarenta m illas,
los hombres considerables primas. Cuanto m ayor era Perderemos u n tiempo precioso y no conseguiremos
el peligro, tanto más tard aban los milicianos en acu­ nuestro objeto. Se m e d irá que reclamo poderes que
dir al llam am iento, y tanto más era preciso elevar las es peligroso confiar; pero á grandes males, grandes
prim as. Cada Estado contribuía á ellas; cada pobla­ remedios... Nadie, estoy convencido de ello, ha encon­
ción tam bién; y como todos los gastos ocasionados por g ado en su camino tantos obstáculos como yo.»
A l acercarse á ellos, el peligro hizo olvidar á los 8e elevó el número de batallones ciento diez; se dió
miembros del Congreso sus precauciones y sus descon­ m ayor desarrollo á las arm as especiales; los oficiales
fianzas habituales. Filadelfia estaba am enazada por el indignos fueron destituidos y reemplazados por m ili­
enemigo: habían abandonado el lu g a r de sus delibera­ tares capaces y bien nacidos. L a experiencia había
ciones, y se habían retirado, llenos de desaliento, á confirmado los gustos aristocráticos de W ashington,
Baltim ore, á donde no había llegado todavía p a ra d a r­ y había aprendido á su costa lo peligrosa que es en un
les una fatal confianza la noticia de la b atalla de Tren- ejército la demasiada complacencia con el espíritu de­
ton. Tanto por sentimiento de su debilidad, como por mocrático. «Lo que es preciso cuidar ante todo en la
deferencia á la opinión de W ashington, decidieron in ­ le c c ió n de oficiales, decía, es que éstos y los solda­
vestirle por seis meses de la dictadura m ilitar. «Lejo3 dos no sean de condición demasiado parecida. L a ge-
de creerme desligado, por esa muestra de confianza, rarquía de las clases pasa á menudo de la v id a civil
de toda obligación civil , escribía al comité encargado ^ la v id a m ilitar. Cuando no entran en la cuenta a n ­
de notificarle la resolución del Congreso, m e acorda­ tiguos servicios, la regla debe ser m irar si el candida­
ré siempre de que la espada, á la que hemos apelado to puede pasar en justicia por un gentlam an , si tiene
en últim o extremo p a ra la defensa de nuestras liberta­ un verdadero sentimiento del honor y u n a reputa­
des, debe ser depuesta en cuanto tales libertades estén ción que jugarse.» Con semejantes principios fundó
sólidamente establecidas.* W ashington u n a república democrática.
¿H ay necesidad de decir que el general no abusó de Pero si supo hacer frente á los clamores de la opi­
la dictadura, que los asuntos de la U nión fueron me* nión p ú b lic a y las ambiciones bastardas, no pretendió
jo r, y que, sin embargo, los demagogos supieron descu­ buscar la im popularidad. N o se creía llam ado á ende-
brir, en todos los actos de W ashington, atentados con­ rezar todos los prejuicios y los malos instintos de sus
tra sus derechos, y pretextos p a ra declam ar contra c°mpatriotas; en caso de necesidad sabía tenerlos en
sus intenciones? Los que hasta entonces habían perse­ CUenta y dirigirlos.
guido con sus violencias á los realistas, se convirtie­ general Schuyler, comandante de la división del
ro n de repente en defensores de los mismos contra la orte, cuyas operaciones durante la c a m p a ñ a de 1776
pretendida tiran ía de W ashington, y le censuraron su 8e habían reducido á la evacuación del C anadá y a l­
energía, como habían censurado su moderación. Tan­ gunos intentos infructuosos del general A rnold sobre
tas y tan absurdas calum nias no despertaron en su e lago C ham plain, habiendo tenido que sufrir mucho
a lm a sino u n poco de am arg u ra, dom inada por mucbo °°n el carácter independiente de las tropas de la Nue-
desprecio; no pudieron alterar en n ad a su resolución Inglaterra, que constituían el núcleo de su ejérci-
de c u m p lir con su deber á toda costa. Los realistas k » Pidió á W ashington que las reem plazara, en par-
fueron obligados, ó á prestar juram ento de fidelidad > con tropas virginianas. E ran las mejores y las más
á la causa am ericana, ó á retirarse á las líneas ingl0' ®ciplinadas. A pesar de la im portancia del ejército
sas; se proveyó de depósitos abundantes a l ejército! e Norte y de las posiciones ocupadas por el general
jóvenes, cuyos celos y exigencias le im pacientaban
Schuyler, W ashing to n no quiso consentir n unca en
igualmente. Los tales eran p a ra él simples aventure­
ta l mezcla; conociendo la violencia de los odios y ri­
ros, simples mercenarios, de los cuales era peligroso
validades provinciales, sacrificó las necesidades del
fiarse. «No une á esos hombres con A m érica más lazo
servicio m ilitar a l temor de herir el am or propio de
que el del interés, decía, y en cuanto á F rancia, nos
los habitantes de la N ueva Ing late rra; y en la compo­
Provee de municiones n ad a m ás que por el beneficio
sición de sus ejércitos evitó cuidadosamente poner en
^ue reporta su comercio.* W ashington no creía en
oposición y en contacto los pueblos de las diversas
general en el desinterés de los hombres; apenas con­
partes del continente.
taba con el de algunos de los defensores americanos
No solamente sabía W ashington contemporizar con
de su causa, y era más que excéptico respecto de las
las pasiones de sus com patriotas, sino que á menudo
^negaciones extranjeras. H asta entonces poco a l co­
las com partía, aunque nunca hasta el punto de no po­
rriente de los asuntos y del m undo europeos, no sabía
der emanciparse de ellas. H a b ía conservado contra
n i todo el interés que F ra n c ia tenía por los éxitos
F ra n c ia y los franceses todos los prejuicios de su
de los Estados Unidos, n i todo el atractivo que tienen
raza, y le costó trabajo abandonarlos. Por mucho
Para los franceses las gloriosas aventuras, n i todo el
tiempo se negó á creer en aqu e lla in tervenciónde
Poder que la sim patía ejerce sobre los mismos. U n jo-
Francia, de la que tantos espíritus esperaban y a la
Ven noble que desembarcó en A m érica en el mes de
salvación de los Estados Unidos, y la c u al prometían
^ulio de 1777, el m arqués de Lafayette, enseñó á
secretamente los agentes diplomáticos del Congreso;
W ashington todo lo que pudiera ignorar tocante al
apenas la deseaba, y lejos de interesar á los franceses
^unto.
por su causa, tra ta b a con desdeñosa dureza á los ofi'
Una gran necesidad de m ovim iento y fam a, u n ge­
ciales jóvenes que, y a á espaldas, y a por tolerancia de1
neroso ardor por la causa de la libertad y cierta pers­
gobierno de Luis X V I, comenzaban á llegar de Europa-
picacia política que le hacía entrever las ventajas
E l Congreso, que, encariñado con ellos, se vanaglo*
Jlue pudiera sacar su país de la desmembración del
ria ba de ser m ás h áb il, les concedía cargos á menudo,
^ p e r io británico, he aquí lo que impuso á Lafayette
m uy por encim a de sus méritos, sin im portarle mucho
* abandonar á los diez y nueve, á su m ujer á punto de
el efecto que semejantes nombramientos podían pr°'
dar á luz, á incomodarse con su fa m ilia y con la corte
ducir en el ejército. Para la m ayoría de los oficial®5
^ * sacrificar un a porción considerable de su fortuna,
americanos, los voluntarios franceses no eran m ás que
Para ir & defender contra Ing late rra las libertades
intrusos que venían á quitarles los puestos, y á mani­
americanas. Cuando llegó á Filadelfia, el mismo Con-
festar ante el m undo la poca confianza del C o n g r í 0
eso empezaba á cansarse de los voluntarios euro-
en la capacidad y en la experiencia de los m ilita r#
|¡Q08>cuyas pretensiones é im pertinencias aum entaban
nacionales. W ashington com partía estos sentimientos»
'ariamente con la dificultad de emplearlos. Lafayette
y se m ostraba m ás cuidadoso de defender los der®'
u despedido cortésmente a l presentarse. Pero su
chos de los suyos que de obsequiar á los distinguid09
g r a n nombre, su fo rtun a, sus distinguidos modales y glés como en el am ericano, acerca de los proyectos de
arrogante presencia, y la v iv a recomendación de sir W illia m Howe. H abían pasado el fin del invierno
F r a n k lin , comisario entonces de los Estados Unidos y toda la prim avera en luchas de guerrillas sin resul­
en París, hicieron cam biar las disposiciones del Con­ tados im portantes, en disputarse depósitos, en inter­
greso, y la frialdad de la prim era acogida no tardó en ceptar convoyes, y se suponía generalmente en los dos
ceder el puesto á la solicitud y el entusiasmo. Lafa- campos, que el comandante inglés tardaba tanto en
yette se convirtió en objeto de la curiosidad pública. Ponerse en c am p aña de u n a m anera seria, porque es­
Ja m á s se había visto en F iladelfia á un gran señor de peraba unirse con el ejército reunido en el Canadá por
Versalles; la vanidad dem ocrática llegó a l colmo y se general Buorgoyne. M archar por los lagos del Hud-
creyeron obligados á hacerle de un salto m ayor gene­ s°n, sobre N ueva Y ork, barriendo á su paso la división
ra l. Tal vez era un favor demasiado excesivo; por lo a,*iericana del Norte, ta l era, en efecto, el p la n del ge­
menos así lo creyó W ashington, y trató a l principio neral Buorgoyne, hom bre de gran ingenio, m u y apre­
al joven m ayor general con u n a cortesía estudiada y ciado en la corte, m ilita r de salón, de mucho valor,
llena de prevención, que ocultaba el deseo de contem ­ Pero m ás temible por sus epigramas que por sus t a ­
porizar con el am o r propio del francés, pero sin con­ lentos m ilitares. Su plan , concebido con inteligencia,
fiarle nada de im portancia. Pero, poco á poco, el ca­ m al ejecutado. No supo n i estudiar el país que de-
rácter insinuante y sim pático de Lafayette, su valor ^ a atravesar, n i ponerse de acuerdo con el general
á toda prueba y su fidelidad hicieron olvidar á Wash* ° ^ e , y m ientras se internaba tem erariam ente con
inton la desconfianza que a l pronto le habían inspi­ *000 hombres en desiertos pantanosos y montañosos,
rado la edad y la raza del mismo, é impresionado por £uyos desfiladeros estaban custodiados por generales
la abnegación y la deferencia de aquel noble extran­ Mies, sir W illia m Ilo w e form aba secretamente por
jero, que lo había dejado todo p a ra ponerse á sus ó r ­ 8u Parte planes que alejaban el grueso del ejército in*
denes, le otorgó una afección que nunca se desmintió glés del teatro de la guerra en el Norte.
y de la que Lafayette se mostró digno. Su conducta» ^esde ha cía un año, el punto de m ira de todas sus
durante la guerra de la Independencia, fué siempr0 °Peraciones era Filadelfia, ciudad abierta y cu ya ocu­
laudable, á menudo heroica, á veces m u y juiciosa; 1° pación no ofrecía n ing u n a ventaja desde el punto de
que tenía de intempestivo en el carácter y de qui' Vl8ta m ilitar; pero como el Congreso se h a b ía reunido
m érico en el espíritu, fué tem plado en A m érica por al!í desde el principio de la revolución, el general in-
la atmósfera de buen sentido en la que v ivió, por lo9 8 esperaba con la ocupación de dicha ciudad todo el
consejos paternales y la suave ironía de Washington» deect° m oral que produce sobre un pueblo la pérdida
por el tem or de afligir á éste y el deseo de crecer & e su capital. Esto era no comprender n i la constitu-
su estimación. ^ n Política, n i el estado de los espíritus en los Esta-
Cuando Lafayette llegó á F iladelfia, reinaba toda' j ^ ^ d o s . Filadelfia no era capital sino de Pensilva-
vía gran incertidm bre, tanto en el Estado Mayor i0- >su im portancia era tan pasajera como la presen-
cia del Congreso, y debía desaparecer, p a ra trasladar­ citos se encontraron á orilla del río B randyw ine, á
se á otro punto, el día en que los ingleses entraran en
veinticinco m illas de Filadelfia. Los americanos fueron
ella y saliera el Congreso. Así fué como el general derrotados, pero no vergonzosamente como el año a n ­
H owe sacrificó los éxitos definitivos que debían prod u­
terior. E l efecto de las reformas de W ashington era ya
cir la cooperación de los dos ejércitos á una idea p u ­ visible. L a inexperiencia de las tropas era todavía la
ram ente quim érica. misma, pero su m oral se había elevado: sostuvieron
Tomó, p a ra dirigirse á Filadelfia, un camino tan ex­ el fuego con valor, no se desbandaron después de la
traño, que estuvo á punto de engañar á W ashington acción, y á pesar de su derrota adquirieron é inspira-
acerca de sus intenciones. Después de haber perdido r°n confianza en su fuerza. Mediante hábiles m anio­
todo el principio de la estación en m archas y co ntra ­
c a s , W ashing ton retrasó la entrada de los ingleses en
marchas inútiles, se dirigió por m a r hacia Chesapeake,
filad elfia hasta el 27 de Setiembre; después, como
en la estación en que los vientos del Sur soplan con
Para desafiarles, vino á situarse á algunas m illas de
m ás violencia, y cuando la travesía es más difícil*
8u campo. H ubo un momento en que concibió la espe-
No pudo comenzar su desembarco en el cabo de E lk
f anza de sorprender y destruir al ejército enemigo que,
sino el 28 de Agosto, después de haber fatigado á sus
vez de concentrase en Filadelfia, se había disemi­
hombres y sus caballos con el cansancio de dos meses
nado por los alrededores. Lanzándose de repente, con
de m ar. W ashington permaneció todo este tiempo en
^ grueso de sus fuerzas, sobre la v ang uardia inglesa
la m ayor perplejidad, sin saber lo que ha b ía sido del
e Germantown, la arrolló, y creía y a asegurada la
ejército y de la flota inglesas, cuáles eran los puntos
Jctoria, cuando sus soldados, sobrecogidos por el pá-
amenazados y á dónde era preciso lle v ar su ejército;
^ co, huyeron ante un destacamento am ericano, que,
pero se halla b a dispuesto p a ra todas las eventualida­
causa de u n a espesa niebla, tom aron por enemigos,
des, y no fué cogido de im proviso. E n cuanto la es­
^ transformaron su prim er triunfo en u n a sangrienta
cuadra inglesa fué señalada á la a ltu ra de los cabos errota. A pesar del desgraciado resultado de esta ex-
del D elaw are, se apresuró á cubrir Filadelfia, com­ j^dición, el atrevim iento y la confianza con que tomó
pletamente decidido á aventurarse en u n a batallé ofensiva, después de la b a ta lla de B randyw ine, hi-
cam p al antes que abandonar sin lucha la ciudad.
Cler°n tal im presión sobre el general Howe, que des-
E l general Howe lle vab a 18.000 hombres y Was&'
de haber sim ulado por u n instante u n ataque á
ington no contaba más que con 11.000. Su ejército esta­
ashington, le dejó dueño del país, sin volverle á in-
ba a ú n poco avezado á la cam p aña y era demasiado r0'
de8 ar* ^ n0 86 0CUP^ ra^8> hasta el invierno, que en
ducido para vencer a l ejército inglés; pero estaba bas­
ruir los caballos de frisa, los fuertes y los obstáculos
tante bien organizado para poder sufrir u n a derrota»
^ar ^ nero ^ ue obstruían la navegación del Dela-
y, adem ás, era preciso á toda costa despertar la aten"
Üot e> ^ enestahlecer comunicaciones directas entre su
ción y el entusiasmo de las masas, que hubiera l*n #
tal el^ 8U e^ rc*to‘ H a d a el 10 de Diciem bre llegó á ser
guidecido con u n a retirada sin incidentes. Los dos ejér "
6 frio, que ambos contrincantes hubieron de pensar
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en ponerseácubierto más bien que en com batir. Los in ­ neral Burgoyne, le impulsaron á internarse cada vez
gleses se encerraron en Filadelfia. E n cuanto á W a s h ­ más en u n país inextricable, confirmaron á W a s h in g ­
ington, tom ó la heroica resolución de in vernar en el ton en su idea. «Espero, escribía el 22 de Ju lio de 1777
campo. a l general Schuyler, que el ejército del general B ur­
Retirarse á las ciudades del interior, hubiera sido goyne experim entará m ás tarde ó más tem prano u n
abandonar al general Howe, un rico país, cuyos habi­ gran descalabro, y que esto precipitará su ru in a ...
tantes estaban harto dispuestos á fraternizar con el Según sus informes de usted, opera por destacamen­
enemigo. P a ra tenerle en jaque , ha b ía que acam par tos; si tuviéram os la suerte de copar uno, aunque no
en sus cercanías, y molestarle con continuos ataques. fuese m ás que de quinientos ó seiscientos hombres,
Esto fué lo que hizo W ash ing to n , fortificándose en la bastaría p a ra levantar el valor del pueblo y hacerle
posición de V alley Jorge, á veinte millas de F ilad e l­ acud ir á las arm as.»
fia, donde acam pó. Mas, p a ra resguardar á sus solda­ Como el general Schuyler no tardó en ser reempla*
dos, no tenía n i casas, n i tiendas. A fin de suplirlas, zado en el m ando por el general Gates, á éste cupo el
introdujo en su ejército las costumbres de aquellos honor de ejecutar las instrucciones de W ash ing ton , lo
intrépidos exploradores cuyos hábitos h a b ía estudiado que realizó con ra ra habilidad.
en V irg in ia, y haciendo que se desembarazase el te­ Burgoyne, que había experimentadQ grandes reve­
rreno de los bosques que le cubrían, enseñó á sus sol­ ses á principios de Setiembre, recibió a l mismo tiempo
dados á construirse chozas con la m adera que corta­ la noticia de que se preparaba á envolverle un ejér^
ban, y á soportar las fatigas y los sufrimientos que él cito de diez y seis rail hombres y la de que el general
h a b ía conocido en su juv en tud, cuando recorría 1°3 Howe ha b ía m archado á Filadelfia. Así, pues, el éxito
desiertos. E n pocos días se im provisó u n a ciudad <*e de su expedición se hacía cada vez m ás dudoso y su
cabañas en V alley Jorge; y tanto en E u ro p a como *dea principal caía por tierra, puesto que la reunión y
A m érica se adm iró el atrevido pensamiento de W * 8 cooperación de los dos ejércitos ingleses eran ya
ington. ^ p o s ib le s en la cam paña de 1777. A un suponiendo
Las operaciones de la guerra en Pensilvania no l0 <lue pudiese lle g ar á N ueva Y ork, las operaciones, de
h a b ían abstraído tanto que le hubieran hecho aparta** las que 8e ha b ía prometido tan buen resultado, que­
a m ira d a de lo que ocurría en las fronteras del Cana­ daban reducidas á un in ú til paseo m ilitar. Pero nada
dá. Desde el principio de la c am p aña había presentí Podía vencer su loca terquedad y su desprecio hacia
do instintivam ente que se preparaba en el Norte 110 las tropas americanas. A falta de buenas razones
acontecimiento capital, y que los generales Burgoy^® Para continuar su m archa, hizo u n chiste; llam ó i n ­
y Ilo w e pag arían a llí la la rg a serie de faltas q ue g e n te m e n te a l prudente Gates «comadrona», y, en
había seguido con tan ta emoción. L a tom a del íaeX ^ de aprovechar los pocos instantes que aún le que-
Ticonderoga y las primeras derrotas de los a m e ric ^ an para efectuar la retirada, atravesó el Hudson,
nos que, a l aum entar la presunción h a b itu a l del ge 8ln llev a r víveres ,m ás que p a ra treinta días, y fué á
buscar a l ejército enemigo en su propio terreno, se­
guro de abrirse paso, con ingleses y alemanes, á tra ­
vés de los americanos. U n a acción pa rc ial, pero san­
grienta, en la cual probó sus fuerzas, le hizo ver que
suj empresa era im practicable, y desde'el 20 de Se­
tiem bre hasta el 7 de Octubre permaneció en la in ac ­
C A P IT U L O V II
ción en presencia del enemigo, agotando los víveres y
á las tropas, en la v a n a espera de u n a ay u d a por
parte del general Clinton, com andante de la g u a rn i­ ■

ción de N ueva Y o rk . Gates se aprovechó de este des­
canso p a ra encerrar a l ejército inglés en u n a vasta
red de posiciones, atrincheramientos y emboscadas, Maquinación de Conway—Apatía del país.—Desaliento del
de la que Burgoyne trató inútilm ente de escapar. ejército.-Washington defiende los derechos de sus soldados
cerca del Congreso -Impresión producida en el gobierno
Después de esfuerzos desesperados y heroicos, se vió inglés por la capitulación de Saratoga. — Envía comisarios
obligado á capitu lar y á deponer las arm as en S a ra ­ regios para tratar con el Congreso.-El Congreso se n*ega á
toga. Gates era inglés y h a b ía servido en otro tiempo entrar con ellos en negociaciones.—Francia reconoce la in­
dependencia de los Estados Unidos.—Franklin en París.
en las mismas filas que Burgoyne. No supo olvidarlo
en aquella ocasión, n i quiso, como hubieran deseado
los americanos, gozar con la hum illación de sus a n ti­ L a capitulación de Saratoga fué, sin disputa, el
guos compatriotas. Les concedió u n a capitulación hon­ acontecimiento m ilitar más decisivo de toda la guerra
rosa, dejó á los soldados en libertad de regresar á E u ­ de la independencia, y á pesar de la moderación, tal
ropa, bajo condición de no volver á servir contra Vez excesiva, del general Gates, los americanos no
A m érica, y no se vengó de los desprecios del general Podrían, sin ser ingratos, negarle u n a gran parte del
Burgoyne sino con u n epigram a: «Debe usted confe­ reconocimiento que deben á sus libertadores, si no h u ­
sar que soy u n a com adrona excelente, le dijo; le h0 biese em pañado su gloria con u n a am bición desorde­
desembarazado de seis m il hombres.» nada, y hecho olvidar sus servicios, a l comprometer,
Por culpables intrigas contra W ashington, el éxito de
la causa que ambos habían tan hábilm ente sostenido.
W ashington fué el que había hecho que entrase en
el ejército el general Gates, así como la m ayoría de
otros oficiales ingleses a l servicio de A m érica, no
fiin encontrar gran oposición por parte del Congreso,
después de haber esperado mucho de la experiencia
de aquellos antiguos m ilitares, el comandante en jefe
no h a b ía encontrado en ellos sino detractores y e nv i­ sión de hacerse u n a reputación sin aum entar la de su
diosos. Convencidos plenamente de su propio mérito y riv a l. L a c ap itu lación de Saratoga colmó sus deseos.
de la superioridad que les daba á sus ojos, un largo W ashington había previsto, preparado y dirigido de
hábito del servicio, no podían comprender que un co­ lejos a qu e l g ra n triunfo, y le había hecho posible, en­
ronel de m ilicianos tuviese m ás derechos que ellos á treteniendo a l ejército de Ilowes en los alrededores de
los prim eros puestos; y profesaban respecto de W a s h ­ Filadelfia: todo esto era verdad; pero nada de ello era
ington el desprecio que afectan las gentes del oficio aparente, y la gloria de la c am p aña parecía pertene­
h a c ia u n aficionado ó un principiante. «U n marinero cer exclusivam ente á Gates. L a conjura creyó poder
viejo conoce m ejor un barco que los alm irantes que no aprovechar la circunstancia.
h a y a n navegado nunca», escribió u n d ía á W ash ing ­ A dem ás, el momento parecía estar bien escogido
ton el m ás im prudente de aquellos extranjeros: el ge­ para atacar á W ashington. Después de la b atalla de
neral Conw ay. W ashington sentía la necesidad de ser B randyw ine, el Congreso había prorrogado por seis
respetado y creía tener derecho á ello. H acía que le meses los poderes dictatoriales del general en jefe.
mostrasen la m ayor deferencia, no perdonaba á los Este, sirviéndose de ellos p a ra procurarse por fuerza
que faltaban á tal deber, y era im placable con las pre­ los aprovisionamientos que los campesinos realistas se

tensiones ridiculas. Esto bastaba p a ra que fuese más negaban á vender á los proveedores americanos, h a ­
v iv o el odio de los descontentos; y como profesaba h a ­ bía hecho que aumentase la irritación del pueblo y
cia los intrigantes en general u n a antipa tía m al disi­ dado pretexto á las declamaciones revolucionarias; al
m u lad a , que aquellos le devolvían con usura, se hizo, suprim ir las requisas, p a ra aca llar las desconfianzas
tanto en el Congreso como en el ejército, con u n n ú ­ contra el poder m ilita r, había aumentado los sufri­
mero considerable de enemigos influyentes, que, a g ru ­ mientos y excitado las m urm uraciones de sus solda­
pándose en torno de los descontentos extranjeros, for­ dos; a l re p rim ir los abusos, que eran la plaga de su

m aron una verdadera m a q u in a c ió n p a ra derribarle. ejército, había aumentado el núm ero de los desconten­
t a . Su ascendiente m oral y su popularidad parecían
Esto es lo que los historiadores americanos han lla ­
m ado la m aquinación de C o n w a y . quebrantados. Com enzaba á molestar el respeto de
Gates era á la vez el jefe y el p rin c ip a l instrumento ^ e le rodeaban, á pesar suyo; y como en Atenas, loa
de tales m aquinaciones. Contaban con su popularidad ociosos se cansaban de oir h a b la r siempre con elogio
y sus talentos p a ra eclipsar á W ashington y derribar­ de Arístides el Justo. E n ocasiones, hasta los m ás fie-
le; le p ro m etían la sucesión del general en jefe, tal vez l°s partidarios do W ashington en el Congreso se deja-
con intención do disponer del puesto en favor de otro ban invo luntariam e nte a rrastrar por la corriente.

oficial inglés, e l general Lee. Desde hacía y a mucho E l general C onw ay, irlandés fanfarrón, entrometido
tiempo Gates h a b ía conseguido, con sus intrigas, que y bullicioso, cuyo am or propio había sido varias veces
le destinasen lejos del m a n d o inm ediato de W ashing­ mortificado por W ashington, era el instigador más
ton; afectó in ic ia tiv a s independientes y buscó una oca­ h&bil de la oposición. Prometiendo] á éste honores, á
aquél dinero, explotando las envidias y susceptibilida­ Gates creyó poder, á fuerza de mentiras y de auda­
des democráticas de otro, daba á todos el ejemplo de cia, im poner á W ashington, y crecer en el espíritu
la rebelión y de la insolencia contra W ashington, y del Congreso. W ash ing to n le respondió con el sarcas­
sacaba partido de ello, tanto cuanto quedaba im pune, mo y el desdén; le probó su doblez con una cortesía
p a ra desafiarle, como cuando era castigado, pa ra que­ tan am arga como ingeniosa, se adelantó á las descon­
jarse de la arrogancia del general en jefe. Todos sus fianzas del Congreso, dijo á todo el m undo su parecer
manejos le salían demasiado bien, y en su fatuidad se acerca de Gates y de Conw ay, y todos le creyeron.
creía Conw ay completamente seguro de conseguir su Volvió á ser popular. Sus soldados se avergonzaron de
objeto y b u rla r á un hom bre tan honrado como W a sh ­ haber servido involuntariam ente, con sus m urm ura­
ington. E ra conocerle m al. ciones, á u n a causa tan detestable, y se agruparon en
A pesar de ser poco aficionado á sutilezas, W a s h ­ torno de él; aquellos amigos suyos que se habían de­
ington no carecía de ingenio. Sin que esto constituye­ jado arrastrar hasta denigrarle, reconocieron su ce­
se p a ra él u n a diversión, sabía desplegarlo perfecta­ guera y se hicieron m ás fieles; y los miembros del
mente en caso de necesidad. Con dem asiada rectitud Congreso que entraron en la in trig a se cuidaron tanto
p a ra que le agradara y practicase la astucia, tenía de hacer olvidar su conducta y de destruir las prue­
bastante penetración y sagacidad p a ra no ser engaña­ b a , que hoy sería difícil designarlos.
do, y era tan h áb il en descubrir y desbaratar u n a in ­ W ashington estaba harto necesitado de ese regreso
trig a como incapaz de urdir ninguna. Desde hacía de la opinión, del concurso de sus partidarios y de la
mucho tiempo estaba sobre el rastro de la de Conway, c°nfusión de sus adversarios, p a ra hacer frente á las
y no esperaba m ás que la ocasión de aventarla. A lg u­ dificultades de su tarea; pues, á m edida que se des­
nas líneas de Conw ay á Gates, caídas por casualidad c o l l a b a n los acontecimientos, surgían nuevas, sin
en manos de W a sh in g to n , y devueltas despreciativa­ ^Uo desaparecieran las antiguas. Continuaban los
mente á su autor, bastaron para desbaratar un com­ fa tu o s desórdenes y los mismos sufrimientos en el
plot tan bien urdido. Conw ay, demasiado aturdido etército, la m ism a desproporción entre las necesida-
para ser verdaderamente h áb il, y furioso a l verse des­ des y los recursos del servicio m ilita r , las mismas fic­
cubierto, lo confesó todo, y comprometió á Gates con h e s sobre el efectivo de las tropas, la m ism a impo-
su cólera y sus transportes. No se dió, sin embargo, te&cia del Congreso para vencer las resistencias loca­
por vencido; redobló su actividad; llegó hasta conse­ os, reformar los abusos y reunir los contingentes; to­
g u ir, pues de ta l m anera había penetrado su partido dos los males que W ashington había combatido y vis-
en el Congreso, que le nombrasen m ayor general; ®s' 0 ^n o v ars e incesantemente, desde el principio de la
parció sus denuncias contra W ashington, y trató, ^Uerra, aumentados y envenenados por el relajamien-
pero en v ano , de seducir á Lafayette; el objeto de su 0 casi general del celo y del patriotismo en la clase
intriga ha b ía sido descubierto a l público por los a m i­ 8uPerior. A l gran impulso de energía que provocó al
gos de W ashington, y desde entonces todo fué inútil- Pri^ P i o , el temor de volver á caer bajo el yugo in ­
glés, h a b ían sucedido en las almas u n profundo can­ el invierno de 1778; jam ás fueron ta n excesivas y tan
sancio y u n a confianza a p á tic a en el triunfo. Desde la ridiculas las exigencias y desconfianzas de los demó­
victoria de Saratoga parecía asegurado el triunfo de cratas. Con estos últimos, y no con sus oficiales, se in ­
la causa am ericana: y a no era cuestión, á los ojos de dignó W ashington; acusó al Congreso y no a l ejército.
los m ás prudentes, m ás que de algunos últimos esfuer­ Si los oficiales abandonaban el servicio, la culpa era
zos, y p a ra estos esfuerzos cada cual contaba con el de aquellos que, en vez de retenerlos con la esperanza
prójimo. Los m ás eminentes campeones civiles de de grandes recompensas nacionales, descuidaban hasta
A m érica, Jo h n H anw ek, Jo h n Adaras, Jefferson, P a ­ pago del sueldo de las tropas, y quienes, en vez de
trick H enry, h a b ían abandonado sus puestos en el elevar la condición del ejército, la rebajaban con tri­
Congreso p a ra consagrarse a l cuidado de sus intereses quiñuelas y calum nias continuas: «L a desconfianza,
domésticos ó provinciales, y todos los días, las dimisio­ respecto del ejército, exclam ó, es tan injusta como im ­
nes en m asa de oficiales am enazaban hasta la existen­ política; n in g u n a clase de hombres, en los trece Esta­
cia del ejército. E l Congreso, reducido á veintidós m iem ­ o s , ha mostrado m ás santo respeto por las delibera­
bros, perdía su autoridad y sus luces, y el ejército ciones del Congreso, y se puede a ña d ir sin arrogancia
sus jefes. Este doble hecho inquietaba vivamente á ^ e no existe, en la historia, ejem plo alguno de u n
W ashington, y empleó en com batirle la m ayor parte etército sometido á trabajos y sufrimientos ta n ex­
del tiempo que permaneció en V a lla y Jorge, durante traordinarios, y que los h a y a soportado con tanta p a ­
el invierno de 1778. No podía luchar contra el primer tencia y tanto v alor. Ver hombres que carecen de
m al sino con sus ruegos y sus consejos, los cuales fue­ trajes para cubrir su desnudez, de mantas para echar-
ron inútiles por el momento a l menos; pero podía Se>de víveres y á m enudo de calzado (pues se hubie-
atacar al segundo con m ay o r autoridad y eficacia. ían podido seguir sus huellas por la sangre que ma-
L a indiferencia y el desagrado de los oficiales por el ***ba de 8U8 pies), que a v a n za n á través de los hielos
servicio no asom braban á W ashington. Conocía de­ J ias nieves, y p lan tar sus cuarteles de invierno, en
masiado bien á los hombres p a ra pedirles nunca g ran­ Ñayidad, á menos de u n día de m arch a del enemigo,
des sacrificios sin compensación. No pudiendo prom e­ ^ un lugar en el que no hay casas n i m ás chozas que
ter á sus oficiales n i la gloria que acom paña á l* 3 as que ellos mismos se construyen; ver á tales hom-
acciones brillantes, ni los beneficios de u n g ra n suel­ res hacer todo eso sin m u rm urar, es un espectáculo
do, n i el reconocimiento de sus conciudadanos, nin­ 6 Paciencia y de obediencia que el m undo h a con
guna de las recompensas que despiertan el patriotismo Apiado raras veces. Cierto es que el ejército h a he
en el a lm a de los soldados, encontraba m uy natural 0 algunas observaciones a l Congreso y le ha diri
que estuvieran hartos de sufrir y de luchar por un* c° algunas quejas; pero seríamos verdaderos escla
m uchedum bre de ociosos y de envidiosos, que les lle­ 08 «i se nos negara ese derecho... Con pocas excep
naban de injurias y les regateaban el p a n . Ja m ás fuó 0ílos> nuestros oficiales se ven obligados á compro
tan espantoso el desamparo del ejército como d u ra n te eter su propia fortuna p a ra proveer á sus necesida
des, sin ninguna esperanza de ser sostenidos en el por­ Ajusticia y la in g ratitud. Com padecía, sobre todo, á
v e n ir... Pueden explanarse las m ás hermosas teorías los desgraciados soldados americanos que, después de
sobre el patriotismo; pero cualquiera que, p a ra con­ haber combatido fielmente á su lado, habían caído en
ducir u n a guerra larg a y sangrienta, pretenda no apo­ manos de los ingleses, y buscaba celosamente las oca-
yarse m ás que en aquel m ó v il, deberá reconocer un 8iones de aliviarlos, y a con protestas llenas de autori­
día su error... Tengo la profunda convicción de que la dad, dirigidas á los generales ingleses, y a con am ena­
salvación de nuestra causa depende de que se esta­ zas de represalias ó por medio de canjes. E l Congreso
blezca el retiro con la m itad del sueldo p a ra los ofi­ 86 apresuraba á no dejar escapar ningún pretexto
ciales después de la guerra.» Para ejecutar lo prim ero y no ratificar lo segundo.
Tres meses de continuos esfuerzos fueron nece­ Como los ingleses tenían mayores dificultades para
sarios p a ra triunfar de la indecisión y del m a l que­ ^e m p la za r á sus soldados que los americanos, éstos
rer del Congreso en esa cuestión: a un así adoptó, de fcltfan un interés palm ario en no hacer canjes de pri-
u n a m anera incom pleta, la medida propuesta p°r 8loneros; pero como no podían, sin herir el sentimien-
W ashington, y el retiro á m itad de sueldo no se conce­ to público, romper definitivamente las negociaciones
dió á los oficiales sino por siete años. E l resultado pr°' do ese género con el enemigo, el Congreso las llevaba
puesto fué, sin embargo, alcanzado, las dimisiones de c°n u n a doblez tan transparente, que se exponía á
oficiales dism inuyeron de día en día, y se salvó el * comprometer su honor y el del general en jefe, cosa
ejército. que W ashington encontraba tan inm oral como im po­
L a constante solicitud y la profunda afección de ética. E n u n a la rg a carta, que es u n modelo de discu-
W ashington ha cia sus tropas, son uno de los ras gos Slón de asuntos, defendió, con ra ra habilidad, la causa
m ás simpáticos y m ás característicos de su vida. do los prisioneros americanos, y sin falsa indignación
de esos que, bastándose á sí mismos, e x p e r i m e n t a n P°r la m a la fe del Congreso, como sin complacencia
^acia sus m ezquinas astucias, le probó lo peligrosas
poco la necesidad de exteriorizar su corazón, y cuy*
sensibilidad podría permanecer siempre dormida» 81 ^Ue eran. L a política que recomendó entonces a l Con­
no fuera a lg u n a vez vivam ente provocada. Su aim* deso es la que siempre profesó y practicó: «una po­
era más firme y más ru d a que tierna; pero se libraba ética franca y am plia, que evite cuidadosamente po­
de la dureza y del egoísmo por la elevación y la no­ derse en oposición con las ideas de justicia esparcidas
bleza de los sentimientos, y era capaz de caridad y el mundo, dism inuir el respeto que debe inspirar el
abnegación, por deber y por reconocimiento. k ° s Poder, y q Ue no sacrifique nunca los intereses genera-
sufrimientos inevitables que entraña la guerra, y *°s 68 y permanentes del Estado á intereses y considerá­
que los hombres atraen sobre sí mismos por sus faltas» ronos circunstanciales.» En la cuestión de los prisio-
le conm ovían poco; pero no sabía permanecer indif0 er°8, como en tantas otras, el Congreso concluyó por
ceder.
rente á los dolores inútiles y no merecidos, y se n aC
sensible, á fuerza de horror, ha cia la negligencia» cuidados que proporcionaban á W ashington el
gobierno del ejército y los asuntos interiores de los te todas las tropas inglesas de A m érica. Por fin, era
Estados Unidos, lejos de hacerle olvidar la im portan­ lord N orth quien, asustado ante la actitud am enaza­
cia de las relaciones exteriores, le hacían, por el con­ dora de F r a n c ia , obtenía del rey y del Parlam ento
trario , seguir con m ayor atención que n unca lo que su adhesión á dos bilis , mediante los cuales Ing late rra
ocurría en Europa. L a capitulación de Saratoga y 1® renunciaba a l derecho de poner contribuciones en las
actitud de W ashing to n durante la cam paña de 1777, colonias americanas, reconocía la existencia legal del
habían causado, en el antiguo m undo, u n a profunda Congreso y se enviaba tres comisarios p a ra tratar
im presión en los espíritus. E n Francia, la simpatía con él, bajo las bases que le convinieran, de la recon­
del público por los americanos se h a b ía convertido en ciliación de la m etrópoli con las colonias.
entusiasmo, y el gobierno, saliendo de la aparente Estas disposiciones pacíficas del gobierno inglés,
reserva que hasta entonces h a b ía m antenido, cesaba coincidiendo con la necesidad de reposo que se expe­
de disim ular sus relaciones con los agentes del Con' d ie n t a b a en A m éric a , eran u n a grave complicación
greso. E n In g late rra , en las masas, se había desper­ e& los asuntos de los Estados Unidos. W ashington te-
tado el am o r propio nacional a l sentirse herido, y se toió por u n instante ver á sus compatriotas dejarse
disponían á los mayores sacrificios p a ra b orrar la seducir por las promesas de la G ra n B re ta ña , aceptar
m ancha de Saratoga; pero en la esfera política, 1os las negociaciones que les ofrecían, renu n ciar á la in ­
mayores enemigos de A m érica, los provocadores m á9 dependa, y comprometer así el resultado de sus la r ­
gos y penosos trabajos, en el momento en que ib a n á
obstinados de la guerra, estaban desalentados. Jo f'
ge I I I , siempre en lucha en su Consejo con la secreta °btener el resultado apetecido. No esperó la llegada
m oderación de lord N orth, confesaba, sin embargo, de los comisarios ingleses p a ra com batir la influencia
«que era absurdo pensar en u n a sumisión incondicio' dQ los mismos. Desde que conoció los bilis presenta­
n a l por parte de los americanos*. L a idea de recono# dos en el Parlam ento por lord N o rth , escribió con el
cer la independencia de las colonias, considerada tono m ás aprem iante al presidente del Congreso, á los
hasta entonces como la quim era de algunos e sp irité gobernadores de los Estados, á los miembros de las
sombríos y m a l equilibrados, ganaba numerosos pa*" ^am bleas provinciales, á todos los que podían obrar
tidarios, y era precisa la elocuente voz de lord Cha' 8°bre la opinión pública, p a ra mostrarles la inminen-

ta m , m oribundo, para contener los progresos. I*9* Cla del peligro, despertar sus energías y conjurarles á
proposiciones m ás extrañas repercutían en el Parla' |*°chazar toda proposición que no tuviera por base la
m entó. U n dia era, Jam es L uttre l quien, en la CánVtf* ^dependencia definitiva de los Estados Unidos. «No
de los Comunes, proponía, como prelim inar de toda Reptemos n ad a que no sea la independencia, decía;
negociación con laa colonias, la promesa de sacrifica*' ^ ü á s podemos olvidar los ultrajes que hemos reci­
les los ministros que pudieran hacerles sombra. Otf* b o de la G ra n B retaña; u n a p a z en otras condicio-
vez era el duque de Richm ond quien, en la C á m a ^ sería fuente de continuas luchas. Si la G ran Bre-
de los Lores, pedía que se repatriasen inm ediata#1611- im pulsada por su am or á la tira n ía , tratase de
in clinar de nuevo nuestras frentes bajo su yugo de c ie n to un tanto inexperto de ciertos miembros del
hierro, y esto ha b ía de hacerlo, tened la evidencia de Congreso, quienes, en su afán de precipitarse ante no­
ello, porque su orgullo y su am bición son indomables, bles alianzas, lo hubieran dado todo p a ra ponerse
¿qué nación había de creer y a en nuestra profesión de bien con u n a m on arq u ía tan antigua como la france­
fe y había de prestarnos apoyo?... Es de tem er, sin sa, todo, hasta el monopolio del comercio am ericano
embargo, que las proposiciones de Inglaterra produz­ que negaban á In g late rra . S in em bargo, W ashington
can u n g ran efecto en este país. Los hombres son, na­ no tuvo n unca la loca arrogancia de rechazar de un
turalm ente, amigos de la p a z ; y m ás de un síntoma modo absoluto la idea de una intervención que podía
m e inclina á creer que el pueblo americano está gene­ hacerse necesaria, y de pretender que A m érica se
ralm ente cansado de la guerra. Si así es, lo más polí­ bastase siempre á sí m ism a. Con u n a g ra n confianza
tico es inspirar confianza a l país, presentando un ejér­ en el poder y en el éxito definivo de los Estados U n i­
cito im ponente é im prim iendo m ayor actividad á dos, tenía un sentimiento profundo de las dificultades
nuestras negociaciones con las potencias de Europa. que había que vencer, y no pensaba que, en una tan
Creo que F rancia debe haber reconocido y a nuestra S^ande empresa, pudiera haber nunca exceso de pre­
independencia, y se apresta á declarar inmediatamente visión y precauciones. Por esto es por lo que deseaba
la guerra á la G ran B retaña, a l ver que la ofrecemos ardientemente entonces la a lia n za francesa.
serias proposiciones de alianza. Pero si, guiada por Casi al mismo tiempo se disiparon los temores y se
u n a falsa política ó por una opinión exagerada de realizaron las esperanzas de W ashington. E l Congre-
nuestro poder, vacilase a ú n , será preciso enviar in ­ 80 «e negó á entrar en negociaciones con la G ran
m ediatam ente hábiles agentes, ó dar nuevas instruc­ Bretaña m ientras permaneciese un soldado inglés en
ciones á nuestros encargados de negocios, á fin de territorio americano; y pocos días después, con fiestas
obtener u n a determ inación definitiva.» y oraciones públicas, se celebraba en toda A m érica la
W ashington hubiera preferido, sin duda algun a, po­ leticia del reconocimiento de la independencia de los
der prescindir de todo apoyo extranjero, y no emplear Atados Unidos por Francia.
m ás que brazos americanos en la conquista de la in ­ Este gran resultado fué debido en parte á la hab ili­
dependencia am ericana; m ás que nadie velaba por la dad de F ra n k iin . F ra n k lin y W ashington: he a q u í, en
dignidad de su país, y se preocupaba de los intereses historia de la revo;ución am ericana, los dos nom­
futuros de aquel Estado apenas constituido; m ás que bres m ás conocidos en Europa y respetados en A m é­
nadie te m ía , al solicitar de F ra n c ia demasiados ser­ rica. Estos grandes hom bres h a n sido, en efecto, los
vicios, lig a r demasiado íntim am ente á los Estados verdaderos fundadores de la libertad y del poderío de
Unidos con la política francesa, comprometer la liber­ País; W ash ington , por la guerra y el gobierno;
tad de acción de aquéllos en el exterior, y mezclarlo9 r* n k lin f por la diplom acia; genios tan desemejantes
en todas las querellas de E uro pa. Así, pues, no había c°mo sus misiones. F ra n k lin tenía menos elevación,
compartido, a l principio de la guerra el apresura- fuerza y tranquilidad de a lm a , menos grandeza y
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sencillez de espíritu; pero tenía m ayo r vivacidad, in ­
tardó en ganar su causa ante la opinión, y p a ra arras­
genio, curiosidad y flexibilidad; menos altivez y m ás
trar á F ra n c ia á la guerra en favor de Jas colonias,
v anidad; menos afición a l mando y m ás am bición
tuvo m ás que vencer los escrúpulos monárquicos
y complacencia p a ra los hombres; u n a dignidad m e­
de Luis X V I y la prudente economía de Turgot.
nos natural y menos imponente, pero m ás seducción
L a situación de F ra n k lin en París e ra, sin em bar­
y sim patía.
co, difícil y delicada. Los delegados de los Estados
Llegó precedido á París por una inm ensa re puta­
Unidos no podían tener relaciones oficiales con la
ción, Antes de convertirse en u n a potencia, fué una
°orte de Versalles mientras no estuviese reconocida
curiosidad; antes de tener u n éxito político, tuvo un
la independencia de las colonias; y el pueblo america-
éxito de popularidad. E l gran m undo de París festejó
1X0, desconfiado respecto de F ra n c ia , dominado por
a l ilustre burgués patriota de Filadelfia, como los de­
temor de tenerla por vecina en el C anadá, no que-
mócratas de Pensilvania festejaron á Lafayette. To­
r*a la alianza francesa, sino á condición de ir á ganar
dos querían ver á aquel hom bre singular que, desde
todo y no perder en nada; así, pues, era preciso á
la clase de cajista y aventurero literario, sin otra
*a vez, ante el tem or de enojar á los ministros del rey,
ayuda que su inteligencia, sin otra educación que la
tratar con ellos sin comprometerlos públicam ente; y
que él mismo se diera, se había elevado, por grados,
ftnte el tem or de ser desautorizado por el Congreso,
á las m ás altas concepciones científicas y á las m ayo­
traérselos sin prometerles n ad a m ás que el placer de
res posiciones políticas. Todos se apresuraban á salu­
^ m il la r y la esperanza de debilitar á Inglaterra.
dar al inventor del pararrayos, a l espiritual moralista
**to fué lo que hizo F ra n k lin con tan ta discreción
del Bonliome R ichard , al fino y rústico diplomático
> o habilidad, sirviéndose do su situación u n tanto
que, desde el principio de la lucha entre Ing late rra y
^definida, pa ra d a r consejos oficiosos a l gobierno del
las colonias, h a b ía tan enérgicamente representado y
ilustrarle acerca del estado de los espíritus y de
defendido, en Londres, los derechos y los intereses
a susceptibilidad nacional de los Estados Unidos, y
americanos. Su carácter bondadoso, correcto ó insi­
Acomendarle m ucha prudencia y pocas exigencias,
nuante, sedujo tanto á los grandes como á los hom -
h ie n d o sacar partido de todo, tanto de los reveses
bres de letras. Supo continuar siendo original y am®'
de los triunfos de sus com patriotas; mostrándo­
ricano, sin herir las costumbres y la cortesía parisien­
os unas veces dispuestos á arrojarse en brazos de la
ses, y exponer con independencia sus ideas y sus doc­
. *dre pa tria y reconstituir el g ra n imperio británico,
trinas, sin hacer sombra á los cenáculos filosóficos*
a ta n te fuerte, otras, p a ra sacudir el yugo por sí
Bastante librepensador pa ra agradar á aquella socte'
8°*°s, sin deber su independencia á nadie.
dad escéptica y corrom pida, bastante grave, tanto
Asi fué como concluyó por obtener á la vez del go-
sus actos como en sus discursos, para ser respetado,
^ ° rno francés el reconocimiento de los Estados Uni-
se condujo siempre con u n a m aravillosa comprensión
8 y el compromiso de renunciar á toda pretensión
de los medios de efecto sobre el público francés. No
f e el C anadá, sin im poner á su propio país otras
obligaciones que las de no hacer separadamente la paz
con In g la te rra y la de g arantizar á F rancia la pose­
sión de sus colonias am ericanas, obligaciones de las
que los Estados Unidos supieron emanciparse sucesi­
vam ente con más hab ilid ad que rectitud.
Pocos meses después el alm irante Keppel atacaba C A P IT U L O V III
á la flota francesa de Brest, y se entablaba la lucha
entre F rancia é Ing late rra, sin previa declaración de
guerra. 1778-17*0

Cambio operado en la situación de los Estados Unidos por la


intervención francesa.—Campaña de 1778.— Evacuación de
Filadelfia por los ingleses.—Batalla de Monmnth.—E l conde
de Estaing aparece con una escuadra francesa ante Nueva
York.—Este socorro es inútil.—Movimiento de opinión con­
tra el almirante francés. — Esfuerzos de Washington para
calmar al conde de Estaing.—Negociaciones secretas entre el
Congreso y el marqués de La fayette, relativas á la conquista del
Canadá. -Descontento de Washington. —E l ejército establece
sus cuarteles de invierno.—Progresos de la indiferencia p ú ­
blica.— Estado financiero.— Reducción del ejército.—Cam­
paña de 1779.—Triunfos de los americanos en el Norte y de
ios ingleses ea el Sur. —El general Lincoln y el conde de
Estaing fracasan en su ataque contra Savannah. -Actitud de
Europa respeoto de Inglaterra.

Con la intervención de F rancia comenzó u n a nue-


va fase en la guerra de la Independencia. Desde tal
cesaron aquellas situaciones críticas y d ram á­
ticas, en las que la suerte de A m érica dependía de
Una acción, y en las que parecía inclinada ya so-
^re el abismo; cesaron aquellos momentos de inquie-
tud y de angustia en los que la bandera de la libertad,
abandonada por casi todos sus defensores, no estaba
A te n id a m ás que por un puñado de valientes, y en
0a <lue hasta la fe de W ashington parecía quebran­
tada. Y a no se discute la independencia: toda recon­ causas. Los espíritus más firmes y los corazones más
ciliación, toda conquista es imposible pa ra Inglaterra; elevados tienen que hacer esfuerzos para resistir á
se h a roto todo lazo entre la m etrópoli y las colonias las acometidas de ese desenfreno. Fatales p a ra las so­
con la alianza de los Estados Unidos, con el enemigo ciedades m ás fuertes y mejor constituidas, semejantes
tradicional de la G ran Bretaña, y tanto el honor de Pruebas son mortales á la larg a para las sociedades
los americanos como el de F rancia, queda p a ra siem­ nacientes. Los Estados Unidos de A m érica podían su­
pre comprometido en la lucha. In g la te rra no combate cumbir en ellas. Contra ese peligro debía defenderlas
sino p a ra salvar su gloria y perjudicar á sus ene­ W ashington entonces. Contener momentáneamente el
migos . desorden, y term inar lo más pronto posible con la
L a prolongación de la guerra, y , con ella, el de un guerra, para poder com batir el m a l en su causa, era
estado revolucionario y violento, tal era en adelante en adelante su objeto.
el m ayor peligro p a ra A m érica. L a independencia de E n la ejecución de tal proyecto encontró dificulta­
las colonias estaba y a conquistada, pero los Estados des innumerables; y la m ism a a lia n za francesa, des­
Unidos no estaban a ú n fundados, y p a ra constituirse, pués de haber hecho dar u n gran paso á la causa de
la sociedad am ericana tenía necesidad de c alm a y de la independencia, vino á crear u n a m ultitu d de nue­
paz. Entre todas las partes de aquel inmenso impe­ vos obstáculos. E l pueblo de los Estados Unidos, fa ti­
rio, no había lazo ninguno poderoso, ni organización gado de combatir y descansando en el apoyo de F ra n ­
com ún. A quel vasto conjunto, ta n prontam ente for­ c a , creyó que podía dejarlo todo á cargo de su gene­
m ado y tan poco compacto, am enazaba á cada ins­ rosa aliada, y con su indiferencia obligó á W a sh in g ­
tante descomponerse y disolverse; todas las malas pa­ ton á disminuir el núm ero de sus tropas en el mom en­
siones, todas las rivalidades provinciales, c o n te n ió 9 to en que, para term inar la guerra, se necesitaba un es­
u n momento por la inm inencia del peligro, reapare­ fuerzo supremo. Por mucho tiempo Europa, con la cual
cieron robustecidas por todo lo que la revolución sem­ contaban demasiado los Estados Unidos, no les envió más
bró de violencia y de desorden en las costumbres. Ro­ que socorros m arítim os y temporales, que no sirvie­
tas las tradiciones, extraviados los espíritus, reem­ ron m ás que p a ra adormecer el celo, tranquilizando
plazado en el público el sentimiento del derecho y del !os espíritus y las conciencias. W ashington quedó pues
bien por el culto de la fuerza y del éxito, desarrolla­ reducido, durante dos años, á u n a inacción casi com­
dos en los corazones el cansancio y la cobardía al pleta, por la molicie de sus conciudadanos y por la ne­
mismo tiempo que el fanatism o y el odio, abandona­ cesidad de com binar sus operaciones con las de una
das las prácticas regulares por los procedimientos flota cuyos movimientos estaban paralizados, y a por
violentos y expeditivos, turbadas todas las almas por el estado del m ar, y a por la superioridad n aval de los
la afición á las aventuras, tales son los deplorables ingleses, y la cual le abandonaba casi siempre, en el
efectos y el triste espectáculo producidos por los tras­ momento decisivo, para emprender a lg un a expedición
tornos revolucionarios, h asta cuando son justos en sus en beneficio de Francia.
En medio de estas pruebas, menos peligrosas, pero de actividad. M a l servido, el gobierno de Jorge I I I no
tan penosas como las precedentes, W ashington se sabía n i m andar bien, n i sum inistrar á sus agentes los
mostró siempre lleno de paciencia y de ardor, de recursos necesarios p a ra ejecutar sus órdenes. Las
prudencia y de audacia, de autoridad y de correc­ instrucciones que enviaba de Inglaterra eran contra­
ción, sin luchar jam ás contra los instintos de sus com­ dictorias, llenas de falsas informaciones y evaluacio­
patriotas sino hasta donde era posible, y sin acudir al nes ficticias, m uy propias pa ra engañar y confundir á
extranjero hasta ei últim o extremo. los generales. E l tratado entre F rancia y los Estados
.L os brillantes éxitos alcanzados a l principio de la Unidos se firm ó en París, el 6 de Febrero de 1778. En
cam paña de 1778 le hablan hecho entreveer u n por­ un despacho del 8 de Marzo, a l general Clinton, lord
venir mejor. Jorge G erm ain, secretario de Estado por las colonias,
«No es el general Ilow e quien h a tomado á Filadel­ parece aún ignorar el hecho; form a brillantes planes
fia; Filadelfia es la que h a cogido a l general Howe», de cam paña; está lleno de esperanzas. Todo esto apa­
decía F ra n k lin a l saber la entrada de los ingleses en rece cam biado en un despacho del 21 de Marzo: la no­
la cap ita l de Pensil vania. A l cabo de una estancia de ticia de la conclusión de u n tratado entre F rancia y
algunos meses en dicha ciudad, los ingleses eran de su los Estados Unidos, le hizo a l ministro el efecto de un
parecer y reconocían la necesidad de abandonar su rayo: ordenó evacuar inm ediatam ente á Filadelfia,
conquista, después de haberla sacrificado un ejército refugiarse en N ueva Y ork, enviar 5.000 hombres á las
y u n a c am p aña y haber sublevado la población y des­ A ntillas p a ra defenderlas, prepararse á abandonar
m oralizado las tropas con inútiles violencias. Sir W ü* los Estados Unidos p a ra cubrir el C anadá, abandonar
lia m Howe, intranquilo por la m archa de la guerra, en todas partes la ofensiva p a ra ponerse á la defen­
descontento de sí mismo, descontento de su gobierno, siva.
abandonó entonces á sir H enry Clinton el peligroso E l 17 de Ju n io , los ingleses, en número de 19.000,
honor de m andar el ejército inglés. E l nuevo general O lieron de Filadelfia en v irtu d de tales instrucciones,
en jefe, m ás m ilitar, m ás serio, m ás activo y m ás h á­ y se dirigieron por tierra á N ueva York. W ashington
bil que su predecesor, estuvo, sin em bargo,como aquel’ n° tenía m ás que 11.000 hombres en su campo de Val-
por bajo de su misión. E n m ayor ó menor grado, 1°9 % Jorge; pero, dispuesto siempre al ataque y bien
generales del ejército real no eran m ás que subalter­ ^c id id o , á pesar de la oposición de sus principales
nos; y hablando de ellos, lord N orth podía decir sin lugartenientes, á aventurarlo todo p a ra poner fin á la
injusticia: «Yo no sé si asustan a l enemigo, pero lo guerra, se lanzó atrevidam ente en persecución del
que si sé es que me hacen tem blar cada vez que piefl' enemig0> le alcanzó en M onm outh, alcanzó un b ri­
so en ellos.» Sin injusticia tam bién, el ejército podía llante triunfo, y no ganó u n a b atalla decisiva á causa
quejarse del ministerio y censurarle su indecisión, su la pérfida desobediencia del general Lee, quien, in ­
ignorancia de las disposiciones en que se encontraba glés de origen como el general Gates, y como el ce­
tanto E u ro pa como A m érica, su falta de previsión y loso de W ashington, supo, con menos gloria, vengarse
de una superioridad que h u m illab a su orgullo. E l ejér­ des navios del conde de Estaing no podían franquear
cito inglés detenido un instante por la acción de Mon- la barra p a ra entrar en Nueva York. Se adoptó por lo
m outh, continuó su retirada con precipitación, sem­ tanto la expedición de Rhode-Island, que tampoco dió
brando el camino de desertores y de enfermos y llegó resultados.
á mediados de Ju lio á N ueva Y o rk , abrum ado por el En el momento en que el general Sullivan, com an­
cansancio, el calor y el desaliento. W ashington, que dante del cuerpo expedicionario am ericano, y el con­
p a ra tom ar u n partido sobre las futuras operaciones de de Estaing se preparaban á d ar, de acuerdo, el
de la cam paña, esperaba la llegada de una escuadra asalto á New Port, p rin c ip a l p laza fuerte de Rhode-Is-
francesa que estaba señalada en el m a r desde hacía land, su ataque fué desbaratado por la repentina apa­
algunos días, dió descanso á sus tropas, las hizo cru­ rición de la escuadra inglesa en la entrada de la rada
zar lentamente el Hudson, y fué á acam par en W hite á cuyo abrigo estaban los barcos franceses. Antes que
P lains, á treinta m illas a l Norte de N ueva Y ork: «Tras exponerse á ser bloqueado, Estaing salió á buscar el
dos años de marchas y contram archas, escribía enton­ ©nemigo, para presentarle la b atalla en a lta mar. D is­
ces, después de vicisitudes tan extrañas como quizá no persadas las dos flotas por un horrible h uracán, se se­
se han presentado en n ing u n a guerra desde el princi­ pararon sin com batir, y E staing, justamente preocu­
pio del m undo, ¡qué m otivo de satisfacción y de asom­ pado por la salvación de la suya desaborlada por la
bro constituye p a ra nosotros el ver á los dos ejércitos tempestad, abandonó sus proyectos contra Rhode-Is-
de regreso á su punto de partida y reducidos los sitia ­ land, dejó al ejército am ericano entregado á sus p ro ­
dores, para defenderse, á recurrir al pico y á la azada!» pias fuerzas, y fué á reparar sus barcos á Boston. E ra
E l conde de Estaing, después de haber tocado en la Ia segunda tentativa com prom etida por la m a la suer­
desembocadura del Delaw are, en donde creía encon­ te de Estaing. L a cam paña estaba pérdida.
trar a ú n á W ashington, apareció, el 11 de Ju lio de Resonó un grito universal de indignación en los Es­
1778, delante de N ueva Y o rk, con u n a escuadra fran* tados Unidos contra el alm irante francés. Los genera-
cesa compuesta de doce navios de línea y cuatro fra­ les del ejército de Rhode-Island lanzaron contra él una
gatas. Los dos generales se apresuraron á ponerse en Protesta violenta, tan injusta como injuriosa. E n Bos-
comunicación, para preparar la cooperación activa del ton fué recibido tum ultosam ente; la palabra trai-
ejército y la arm ada. Se presentaron dos planes de Clón repercutió hasta en el seno del Congreso: todas
c a m p a ñ a : uno, p a ra un ataque inmediato y silmultá- ^as violencias revolucionarias, todas las desconfianzas
neo contra N ueva Y o rk , prin c ip a l punto de apoyo del c°ntra Francia se desencadenaron, y su nombre fué
enemigo; otro p a ra u n a expedición contra Rhode-Is- Maldecido como antes había sido venerado.
lan d , en donde 6.000 ingleses tenían en juego desde En ese m ovim iento desconsiderado de la opinión pú-
hacía dos años á los Estados del Norte. El primero de 1Ca, W ashington vió comprometidas la alianza fran-
estos planes, que era el favorito de W ashington, u y la dignidad am ericana. Se sintió igualm ente
desechado por im practicable á cau sa de q ue lo s gran Q u ie t o y hum illado. A paciguar la irritación de loa
franceses, y protestar contra la grosería de sus com­ Prudente siempre sin debilidad por sus mejores am i­
patriotas fué p a ra él u n a cuestión de honor y u n a ne­ gos, sin cegarse nunca, v ió con inquietud lanzarse al
cesidad política. Se nota en su correspondencia que se Congreso en negociaciones secretas con Lafayette,
habían rebelado sus instintos de getleman y su buen para preparar en com ún un plan de conquista del Ca­
sentido de hombre de Estado, y parece empeñado en nadá. L a conquista del C an ad á era, desde hacía m u­
probar que a ú n había gente bien educada en A m é ri­ cho tiempo, la idea favorita del Congreso. Obligado
ca. E l, habitualm ente tan lleno de sencillez y de reser­ por la escasez de sus recursos á abandonarla el año
v a , tom a con los franceses el tono de u n a cortesía anterior, la había recobrado, después de la conclusión
casi aduladora; ofrece su am itad á Estaing; recuerda del tratado del 6 de Febrero, y la perseguía con ar­
á Lafayette La a n tig u a amistad que les une, y le cura dor. Pero, á los ojos mismos de los espíritus más qui­
con algunas frases lisonjeras la herida hecha á su amor méricos, la ejecución de tal proyecto no era posible
propio. «Los recursos de u n espíritu tan elevado como sino con la ayuda de Francia. Quedó, pues, convenido
el de V . E . y las cualidades de un gran general, que Lafayette iría él mismo á Europa, p a ra im pulsar
se revelan con m ás brillantez a ú n en medio de los re­ al gobierno francés en aquella nuev* empresa, y traer
veses que en la victoria, escribió a l conde de Estaing; en el verano siguiente u n cuerpo de ejército conside­
los elementos conjurados han podido a rreb atar á rable destinado á operar en el C anadá, en unión de las
V . E. el triunfo; jam ás podrán despojaros de la gloria tropas americanas. Todo quedó decidido; se ultim aron
que á V . E . es debida.» Y á Lafayette: «Sufro, queri­ l°s menores detalles de la expedición, entre u n oficial
do m arqués, sufro por usted, por nuestros buenos S i°ven sin experiencia y algunos políticos infatuados, á
grandes aliados franceses; sufro por m i país. Pero, bajo eePaldas de la influencia y sin consultar siquiera la
u n gobierno libre y republicano, ¿cómo reprim ir la voz °Pinión de W ashington. E l Congreso no le consultó
de la m ultitud? Cada cu al quiere decir lo que piensa, s*no en el últim o momento, cuando comprendió la ne-
ó m ás bien sin pesar; cada cual quiere ju zg a r por 1°9 ^ s id a d de apoyar con el peso de su nombre el pro­
efectos sin considerar las causas. Las censuras que bafl vecto cerca de la corte de Versalles. Sin cuidarse de
dirigido á los oficiales de la escuadra francesa, hubi©' S im u la r su m al hum or, W ashington devolvió el pro­
ra n caído, sin duda alg un a, con m ayor fuerza sobro vecto al Congreso, negándose á aprobarlo. Convertido
u n a flota am ericana, en caso de haberla tenido. Suplí' en fervoroso partidario y leal defensor de la alianza
co á usted que trabaje en curar la herida causada si# francesa, no h a b ía llegado a ú n á despojarse de toda
intención. Yo, su amigo, no dudo en que em pleará us- Precaución contra F rancia; y, en su fría prudencia, se
ted todos sus esfuerzos en restablecer la armonía, legaba á adm itir el buen sentido de los nuevos aliados
bien de la gloria y de los mutuos intereses de las do9 e A m érica, como u n a g a ran tía suficiente contra su
naciones.* L a arm onía quedó restablecida, y qu izá d0 ^nbición. «¿Hemos de dejar, escribió a l presidente del
una m anera m ás completa aún de lo que hubiera de* E g re so , que entre en el C anadá un cuerpo conside-
seado W ashington, *able de tropas francesas, y tome posesión de la capi-
ta l de u n a provincia que está u n id a á F rancia p o r to­ Después de m uchas vacilaciones y discusiones, el
dos los vínculos de la sangre, de las costumbres y de Congreso concluyó por renunciar á su proyecto, y
la religión? Me temo que esto sea exponer á esa po­ Lafayette marchó á F rancia, sin otra misión que la de
tencia á u n a tentación demasiada poderosa p a r a todo Sozar de la popularidad que empezaba á obtener su
gobierno regido por las m áx im a s corrientes de la po­ hombre en Europa.
lítica ... Supongamos que u n a vez en Quebec esos En medio de las negociaciones sobre la conquista
cinco m il franceses (¿y no podrían, bajo ese preten­ del C anadá, y después de algunas escaramuzas sin
dido núm ero, intro ducir el doble?); supongamos que im portancia, el ejército p lan tó sus cuarteles de in vier­
declaren su intención de quedarse con el C anadá como no en los alrededores de N ueva York, y el conde de
g aran tía de las sumas que los Estados Unidos deben á ®staing marchó con su flota á las A ntillas, donde su
F rancia: ¿qué íbamos á hacer nosotros, no pudiendo Presencia era necesaria p a ra e l ataque de las colo •
disponer m ás que de cuatro ó cinco m il hombres para nias inglesas y la defensa de las francesas.
sostener nuestras pretensiones? Se d irá, sin duda, que Tras las fatigas de la guerra, los cuidados de la po­
F ra n c ia no trata rá de seguir u n a conducta que rom ­ ética; en verano, las operaciones militares; en in vier­
pería nuestras relaciones de am istad con ella, y nos no» la lucha contra el m al interior: tal era la v id a de
echaría en brazos de In g la te r r a ... E sta es, según W ashington. Ja m ás h ab ían sido tan grandes los ma-
m i parecer, u n a garan tía demasiado pobre p a ra que *ea interiores; jam ás fué tan aflictivo el estado político
podamos contar con ella. Si F rancia y España se unie­ la U nión como á principios del año 1779. E l re b a­
ra n , se a lia ra n y obtuvieran por m a r u n a superiori­ jamiento del Congreso era de d ía en d ía m ás ostensi-
dad palm aria, nuestra unión con Ing late rra no basta­ abandonado por sus principales miembros, desga­
ría p a ra salvarnos... Según la m anera con que el m ar­ ja d o por violentas facciones, había perdido la poca
qués de Lafayette presentaba su plan , m e pareció al j*utoridad que le quedara. L a anarquía dom inaba en
principio que él era ei autor; sin em bargo, no es im ­ a nación y en el Congreso; la desmoralización pene­
posible que esa proposición venga del gabinete fra n ­ c a , tanto en las clases superiores, como en las in ­
cés, y que la hayan dado esa form a p a ra que se acep­ o r e s ; la indiferencia hacia la causa de la indepen­
tase m ejor. Creo leer en el rostro de algunas personas d i a 8e esparcía, tanto en el ejército, como en las ma-
algo m ás que el celo desinteresado de simples aliados: ®aíí-Todas las fuerzas morales estaban agotadas; todos
deseo engañarm e; tal vez me encuentre demasiado ^ Poderes públicos debilitados. L a m ism a influencia
preocupado por el temor de a lg u n a desgracia; tal vez ^ W ashington estaba quebrantada por los ataques de
esa preocupación haya despertado en m í sentimientos ®Periódicos y las sordas maquinaciones de sus ene-
de desconfianza sin fundamento. Pero, sobre todo, se- te el mundo parecía creer que la lucha había
ñor, y prescindiendo de toda otra consideración, rae ^ a d o , que por fin había llegado el tiempo de go-
repugna aum entar el núm ero de nuestras obligaciones Osb ^ c*escan8° y de la victoria, de satisfacer pasio-
nacionales.* y caprichos, por mucho tiempo reprimidos. Los
sufrimientos y las privaciones habían producido una ción de éste era tan grande, que en las relaciones
violenta reacción, u n a afición desenfrenada por las Privadas, y p a ra el pago de deudas anteriores á la
especulaciones y los placeres. R einaba en toda A m é­ guerra, el m ismo W ashington se negaba á tom arle
ric a u n a poderosa corriente de m aterialism o. W a sh ­ Por su v a lo r n o m in al, porque, decía: «Esto no sería
ington estaba consternado: «Dios solo, decía, puede servir a l país, sino enriquecer á algunos individuos y
saber lo que será de nosotros por la extravagancia de asegurar el triunfo de la im probidad. U n hom bre hon­
los partidos y el relajam iento general de las virtudes rado no puede pretender el pagar veinte shillings con
públicas. Estoy cada vez más convencido de que uno solo, ó ta l vez con la m itad de uno.* E ra tan po­
nuestros asuntos se h a lla n en u n estado m ás precario deroso en él el sentimiento de la e quid ad , que le im ­
y deplorable que n unca... Por la salvación de la p a ­ pedía hacer á la razón de Estado sacrificios, á los cua­
tria , enviad a l Congreso los ciudadanos m ás virtuo­ jes le hubiera im pulsado su desinterés.
sos, de m ás talento. Hombres semejantes no deben La depreciación de los valores públicos pesaba, so-
permanecer en sus casas, adormecidos, en los mo­ kfe todo, sobre el ejército, aum entando su descontento
mentos de un peligro ta n inm inente... S i hubiera de y sus penalidades. «Apenas podría uno, con u n a carre­
p in ta r los tiempos y los hombres, por lo que veo y sé, a d a de papel m o n e da , procurarse u n a carretada de
d iría que están invadidos por la pereza, la disipación VIveres, decia W ashingto n... ¿Podemos continuar por
y la extravagancia; que la especulación, el fraude, ^ c h o m ás tiempo la guerra en tales condiciones?
u n a sed insaciable de riquezas, dom inan en todos los Yertamente que no, á menos de inventar algún pro­
pensamientos y en todas las clases; que las disputas cedimiento p a ra levantar nuestro crédito; sin esto,
de los partidos y las querellas particulares están ¿dónde encontrar fondos p a ra hacer frente á los actua-
á la orden del d ía , mientras que los intereses del 68 gastos del ejército?* L a cuestión no era saber cuál
im perio, u n a pesada deuda, siempre creciente, 1* e los dos Estados, si Ing late rra ó A m érica, vencería
ru in a de nuestra hacienda, la depreciación de nuestro ^°r fin en los campos de b a ta lla , sino c u ál de los dos
papel moneda, la falta de crédito, todas las cuestione9 a£°taría antes sus recursos.
vitales, apenas lla m an la atención, y se dejan de nn ^ ®n tan tristes circunstancias fué preciso resignarse
día p a ra otro, como si nuestros asuntos se encontré d im in u ir el número de las tropas, y á entregarse á
ra n en estado próspero.» ^ sistema de guerra agresiva. Reducir el ejército,
E l estado de la hacienda era, en efecto, lo m ásgt*' ndole aquella organización fuerte y permanente
ve de la situación. E n v irtu d de los artículos de W 0 se buscaba en vano desde h a c ía tres años, forti-
Confederación, los gastos de la guerra debían ser ^ ^ rse bien en las posiciones y esperar á que Ingla-
fragados por u n tesoro com ún; pero, gracias á la rra, a rru inad a y debilitada, renunciase por sí á la
potencia del Congreso, el tal tesoro com ún era tal fué la política que W ashing ton adoptó de
ficción. Por todo recurso, los Estados Unidos no con la \° '^ ^ S 11810» después de haber esperado term inar
taban m ás que con el papel m oneda, y la deprecó Ucha de u n a m anera más brillante y m ás pronta.
Desde el país de las m ontañas, que se extiende al mente vencidos y vencedores, los realistas y los re
Norte de N ueva Y o rk , W ashingto n vigiló durante publícanos rivalizaban en celo y en excesos.
todo el verano los movim ientos del ejército inglés, sin Los predecesores del general Clinton no h a b ían sa­
ceder a l deseo de presentarle la batalla. E l general bido sacar partido de aquellos odios. Por mucho tiem ­
C linton trató en vano de atraerle á la llanura, aso­ po las colonias del S ur habían permanecido entrega­
lando las colonias del Norte. W ash ing to n resistió á las das á sí mismas, y el ejército inglés, concentrado en
provocaciones de Clinton y á los ruegos de los desgra­ el Norte, no había prestado n in g ú n apoyo serio á los
ciados habitantes de Connecticut como había resistido realistas de las Carolinas y de Georgia. Sir H enry
á su propio ardor. N ad a logró que consintiera en ex­ Clinton cam bió radicalm ente de sistema. Sintiéndose
poner el grueso de su ejército. S in em bargo, p a ra demasiado débil p a ra perseguir a l ejército de W a s h ­
ejercitar á sus tropas, satisfacer la necesidad de emo­ ington, y descorazonado por la inutilidad de sus es­
ciones en las masas y reconciliar á los americanos con fuerzos á orillas del Hudson, renunció á toda tentati­
u n p la n de g u e rra que les repugnaba, aunque lo h a ­ va im portante por aquel lado. A bandonar todas las
b ía impuesto con su indiferencia, W ashington se Posiciones secundarias en las colonias septentrionales,
decidió á em prender dos expediciones parciales, hasta la de Rhode Island; no conservar m ás que á
cuyo resultado fué tan feliz como b r illa n te : una con­ Nueva Y o rk , la lla v e del H udson y del C anadá; e n­
tra los indios del Oeste, que se habían hecho peli­ tretener á W ashingto n con el sitio de aquella ciudad;
grosos por el apoyo que prestaban á Inglaterra; hacer que pidieran cuartel los habitantes de las pro­
otra contra el fuerte de Stony-Point, que hacía á l°s vincias que no se podían subyugar, aum entando sus
ingleses amos de la navegación del Hudson. Fue­ sufrimientos con crueles devastaciones, y lle v ar la
ron los únicos acontecimientos de la c a m p a ñ a en el guerra á las C arolinas, tal fué el p la n que el general
Norte. inglés concibió y ejecutó con ra ra habilidad. D urante
E n el S ur ocurrían hechos m ás im portantes y me­ °a8i dos años ese p la n le dió ta n buenos resultados,
nos felices. A llí era donde debía decidirse la querella ^ e se pudo creer que la suerte de las arm as había
entre In g la te rra y los Estados Unidos. eatnbiado y que las colonias meridionales estaban de­
Desde el principio, la lucha h a b ía revestido en el finitivamente reconquistadas, hasta que W ashington,
Sur un carácter p a rticu lar de encarnizam iento. $° ^ h a n d o en el Sur el peso de su presencia y ei de u n
era, como en el Norte, u n a guerra re g ular entre gene­ ejército francés, llegó á poner u n térm ino á los triun-
rales enemigos; era u n a serie de devastaciones y ma­ f°s de los ingleses y á la guerra.
tanzas, sin dirección y sin orden; u n a guerra de ex­ Desde fines del año 1778, Clinton había enviado á
term inio entre los habitantes del mismo suelo, en 1* Georgia un corto núm ero de tropas, las cuales, des­
c u al la intervención de los indios m ezclaba la cruel­ pués de haberse apoderado de S av a n n a h , habían ex­
d ad de las costumbres salvajes á la violencia de 1* pulsado á los republicanos de la provincia, y servido
sangre m eridional. Iguales en fuerza, a l t e r n a ti va- ^e núcleo á la form ación de u n ejército realista. E l
general am ericano L incoln había tratado en vano, rebeladas, h a b la unido su flota á la de Francia. Sesenta
durante el invierno y la prim avera, de reconquistar la y seis navios de linea enemigos surcaban la Mancha;
Georgia. Reducido á la inacción, durante el verano, cincuenta m il hombres, reunidos en N orm andia, se pre­
por la violencia del calor, esperó, para poner sitio á paraban á lanzarse sobre los condados del S ur. U n sim­
S avanuah, á que el conde de Estaing, de regreso de las ple corsario americano, Pablo Jones, asolaba im pune­
A ntillas, pudiera prestarle el apoyo de su ilota. Pero mente las costas de Escocia. R u sia y H olanda am ena­
como en Rhode-Island, su apoyo resultó infructuoso. zaban con sostener, con las arm as en la m ano, los de­
A prem iado p a ra volver á las A ntillas á ejecutar las rechos de los neutrales, desconocidos por los barcos
instrucciones de su gobierno, el alm irante francés negó ingleses. Irla n d a no esperaba m ás que u n a señal para
su concurso á las largas operaciones de un sitio en sublevarse; las querellas religiosas hacían estragos en
re g la, y no consintió en prestar sus tropas sino para Escocia y en In g la te rra ; la autoridad del gabinete de
un asalto. Rechazado con pérdida en su temerario ata­ lord N orth estaba tan quebrantada en el Parlamento
que, el ejército com binado se separó bruscamente: los como en el pais; las pasiones populares fermentaban
franceses volvieron á sus barcos; los americanos se en Londres, y pudo verse entregada esa g ra n ciudad,
desbandaron; y el general L incoln, abandonado por durante cerca de ocho dias, a l populacho, sin que nada
todos I ob suyos, y hostigado por el enemigo, se vió pudiera contener sus excesos m ás que el propio can­
obligado á ir á buscar u n refugio en la Carolina del sancio y la prop ia vergüenza.
Sur, en donde los ingleses, continuando sus conquis­ A l entretener á los ingleses en E u ro p a , a l apartar
tas, no tardaron en atacarle. bu atención y sus fuerzas del teatro de la lucha en
A pesar de la im portancia que pudieran tener en la A m érica, la a lia n za francesa habla y a prestado á los
lucha con los Estados U nidos, tan brillantes triunfos Estados Unidos u n eminente servicio. Este servicio no
apenas llam aron la atención en Inglaterra. Los espí­ era a ú n bastante grande p a ra satisfacer el celo de L a ­
ritus estaban a llí absortos en mayores intereses, y los fayette. Los socorros militares enviados por Francia
peligros á los cuales la G ra n B retaña estaba expuesta habían sido hasta entonces nulos ó ineficaces. L a fa ­
en el antiguo m undo le hacían casi olvidar sus relacio­ yette empleó su estancia en P aris en preparar una in ­
nes con el nuevo. tervención m ás directa y m ás im portante de su pais
Ja m á s , desde la dispersión de la g ran a rm a d a , se en la guerra de la Independencia. A pesar de la v iv a
había visto In g la te rra tan am enazada de u n a invasión repugnancia que W ashington habia manifestado, en
extranjera; jam ás, desde los días de la revolución, h a ­ W78, respecto de la introducción de tropas francesas
bían sido tan grandes en el interior la agitación y el en las colonias, á pesar de los antiguos odios que se­
desorden. paraban á las dos ra za s , Lafayette se empeñó en ha-
• * U n a nueva potencia se había declarado contra ella* aceptar á los americanos el socorro de un ejército,
E spaña, em peñada en la guerra, m ás bien por hostili" p or mucho tiem po, el gobierno francés se resistió á las
dad á la G re taña que por sim patía hacia las c o lo n ia sugestiones del entusiasta jov e n ; por m ucho tiempo
opusieron la experiencia á sus esp eran zas; pero im ­
presionado por la sinceridad de su fe, apremiado por
su a ctiv id ad , el ministerio concluyó por ceder, y á
principios de 1780 estuvo todo preparado p a ra el en­
vío de un cuerpo de ejército á los Estados Unidos.
C A P IT U L O I X

1 7 S O -1 7 $ l.

Llegada á A m é ric a ^c j> n d e de » d K


do ejercito franc • _ Reforma3 en la organización mili-

igSSH áSSg
S S ,« i “C

1781 -P illaje de Arnold en V irg in ia .-Lo rd Oornwa' 1*"


lortifica en Y o r k Town.—Sitio y toma de esta plaza por el
general Washington y el conde do Rochambeau.

L a pasión y la sim patía hablan hecho a d iv in a r á


Lafayotte las verdaderas disposiciones de W ashington
y d élos americanos. Tenian hartos motivos p a ra a c a ­
lla r su altivez y sus antipatías n a c í a l e s y volver
hacia F ra n c ia sus ojos y sus esperanzas -E ah 1780
había empezado bajo los más
de Nueva Y o rk , u n ejército de 10.000 hombres a j e n » ,
diezmado por el ham bre y por e l frío sin sud d o sin
víveres, sin calzado, harapiento, obbgado para ub
sistir a l despojo de ios pueblos, y & entregarse A la.re­
belión y a l pillaje ; en el Sur, los ingleses vengándose
de Saratoga; L in coln hecho prisionero en Gharlesto n
cou 5.000 hombres; las Carolinas invadidas por 12.000
ingleses á las órdenes de sir H enry Clinton. P ara re ­ mera división de su ejército, 5.000 hombres y seis n a ­
p a ra r tan grandes desastres, no se necesitaba menos vios. E l p la n de W ashington se encontró con obstácu­
que la llegada del ejército francés. los y dificultades insuperables. P a ra obrar de u n a m a ­
L a noticia que llevó Lafayette llenó á A m érica de nera eficaz contra N ueva Y o rk, se necesitaba ser due­
sorpresa y entusiasmo. Por lo dem ás, las instruccio­ ño del m ar, coger á los ingleses de sorpresa, hacer
nes dadas por el gobierno francés al teniente general ^ue el ejército am ericano realizase un esfuerzo pode­
conde de Rocham beau, com andante del cuerpo au x i­ roso, y la escuadra inglesa era superior á Ta francesa;
lia r estaban concebidas d¿ m anera que tranquiliza­ sir H enry Clinton acababa de regresar á N ueva York;
sen todas las susceptibilidades y disiparan todas las las tropas de W ashington, abatidas a ú n y desorgani­
sospechas. E l general ib a por completo á ponerse á las zadas por los sufrimientos del invierno, apenas se h a ­
órdenes y á la disposición de W ashington; las tropas llaban dispuestas á entrar en lid . E l general Rocham-
y los oficiales americanos debian m archar delante de heau, táctico h áb il, pero frío y circunspecto, encon­
los franceses; llevaban las órdenes m ás severas acerca g a b a que, en tales condiciones, la empresa era arries­
del m antenim iento de la disciplina; todas las causas gada. W ashington era tan arrojado, que qu izá se h u ­
de discusión estaban previstas; todo estaba arreglado l e r a lanzado á la aventura; qu izá hubiera tomado á
p a ra m antener la arm onia entre los soldados france­ cargo vencer las resistencias del conde de R ocham ­
ses y el pueblo de los Estados Unidos. E l gobierno de beau y darle u n a orden perentoria, pues no tem ía la
l.u is \ VI, que, en el curso de las negociaciones con Responsabilidad; pero el sentimiento do la inferioridad
A m érica, no habla sabido qu izá defender suficiente­ ^°1 ejército am ericano le hu m illó y le contuvo. «Nues-
m ente sus propios intereses n i sac ar todo el partido tra posición no es lo suficiente buena, escribía, m o rti­
posible de la situación de las colonias sublevadas, ficado. á Lafayette, p a ra justificar las órdenes que
obró en esta circunstancia con u n a prudencia y una ludiéram os dar al conde de Rocham beau. Continuaré,
sagacidad que denotaban un conocimiento profundo embargo, m is preparativos, en espera de circuns-
de los hechos y del carácter americano taucias m ás felices.» Esperó, en vano, hasta el invier-
L a tom a de N ueva York e ra, desde ha cia mucho n°; y, salvo en el Sur, donde el general Gates fué de­
tiempo el ob,eto principal de las operaciones m ilita­ notado, en Camden, por lord C ornw allis, la cam paña
res de W ashington. Creyó poderse aprovechar de la ^ 1780 fué tam bién u n a cam paña in activ a; in activa
ausencia de sir H e nry Clinton, ocupado en las C aroli­ ^ara los otros, no p a ra W ashington.
nas, y de los socorros que prom etía F rancia para apo­ Los momentos eran críticos p a ra A m érica. A pesar
derarse de dicha ciudad. Pero, como lo dijo él mismo, e tantas desgracias y decepciones, n unca le habían
a historia de la guerra de la Independencia es una 8i(3° tan favorables las apariencias. En ella tenía
historia de esperanzas defraudadas*. E l conde de Ro- tuesta la m ira d a toda Europa. H ab ía llegado el mo-
chumbeau, á quien se creía acom pañado de fuerzas *?°nto de hacer méritos, reunir las fuerzas, ahogar las
importantes, no llegó á Rhode-Island sino con la pri­ tensiones, mostrarse u n a verdadera nación, llena de
savia, de vig o r y de porvenir, ó pasar por uno de esos los jefes. Por prim era vez reinaron el orden y la eco­
Estados de creación ficticia, presa de los revoluciona­ nom ía en la adm inistración del ejército. Impotentes ó
rios y de los extranjeros, sin razón de ser y sin acción ineficaces por sí mismas, la m áq u in a gubernam ental
propia, que no viven m ás que por los esfuerzos y las y la m áq uina m ilita r no h a b ían podido funcionar,
necesidades de la diplom acia. W ashington lo com­ hasta entonces, sino merced a l celo y á la actividad
prendió. E n el año anterior había hecho grandes con' infatigable de W ashington, á su autoridad y á su in ­
cesiones a l cansancio público; con u n tacto admirable mensa fluencia sobre los gobiernos locales y sobre las
h a b ía obedecido á la irresistible necesidad de descanso tropas. Pero, á pesar de tantos y tan poderosos recursos
que experim entaban los am ericanos: había sabido es­ Personales, no podía por sí sólo atender á todo lo con­
perar. Pero, en presencia de una nueva situación, qu® cerniente a l gobierno central en A m érica y á la orga­
exigía y prom etía resultados decisivos, se hizo exi' nización del ejército. D e aquí las vicisitudes de la re­
gente; no prescindió de n in g ú n recurso, no contemp0' solución. D e lan te de Boston previó y predijo que la
rizó con n ing u n a de las debilidades de sus compatrio' guerra sería interm inable, que no se obtendría ningún
tas; quiso disponerlo todo para que la c am p aña de 17S1 ^ s u lta d o im portante m ientras el Congreso no usara
fuese la ú ltim a, y lo consiguió. sus poderes hasta el últim o lím ite, m ientras la sal­
Constituido en 1775 después de la b atalla de k 6' tación de A m érica se entregara á la complacencia de
xington, sumido en el m ás horrible caos hasta fin08 i°8 Estados y a l patriotism o de los voluntarios: en
de 1776, el ejército revolucionario americano no í'aé *nedio de las mayores desgracias afirm ó que los re­
reformado de u n a m anera im perfecta hasta despu^ a rao s del país serían suficientes para term inar la lu-
de la b atalla de Trenton, y no fué organizado de con tan ta prontitud como brillantez, en cuanto se
modo verdaderamente re g u lar hasta el otoño de 1 ^ 8 8uPiera dirigirlos y encauzarlos, y se atrevieran á im-
E n esta época, ios expedientes cedieron el puesto ¿ &°ner á los americanos las medidas cuya necesidad
u n sistema uniform e y arm ónico; las medidas de ^ b í a reconocido en su experiencia. Esta doble pre­
que W ashington no había obtenido hasta entouces si*10 s i ó n se realizó de m anera que justificase la confian-
la adopción parcial, fueron aceptadas sin reserV*9 z* que él mismo tenía en sus opiniones, y la que, so-
por el Congreso y ejecutadas sin g ra n resistencia 1 bre todo, á fines de la guerra, in s p ira b a á sus com pa­
no m u y m a la voluntad por los Estados: los alistam ie0- c ta s .
tos forzosos po r toda la duración de la guerra sustitu' Sin em bargo, no dejó de costar le su trab ajo á Wash-
yeron po r fin á los temporales y voluntarios; el no# ' iu£ton qi n e g a r á convencer a l Congreso, y á produ-
bram iento de oficial cesó de ser u n a carga por la Pr° Cir en las masas u n a reacción patriótic a. Es ig u al­
mesa del retiro con la m itad del sueldo por toda & a n t e difícil hacer que cese u n a rutina inveterada y
v id a, después del fin de la guerra; una legislación P0 j^ n im a r las pasiones agotadas. Es preciso haber leido
n a l rigurosa, pero protectora, restableció la discipÜ** 31c°rrespondencia de W a sh in g to n , haber asistido, d ía
entre los soldados y concluyó con la arbitrariedad P°r <*í a , á los combates tan m últiples y diversos que
hubo entonces de librar contra los prejuicios y el indi­ tenía razón, á justificar sus proyectos y sus actos, á
ferentismo de su país, p a ra comprender la resistencia Preparar ó ilustrar las inteligencia antes de im poner­
de Jos obstáculos y la energía de los esfuerzos. L a pu­ le; no usó sino en el úlim o extremo de toda la a u tori­
blicación de la correspondencia de W ashing ton es, siu dad que lo daban su experiencia y su cargo. Y no so­
duda alg u n a, el m ejor monumento que se h a y a levan­ lamente trató W ashington de obrar sobre el conjunto
tado en su honor. E n ella aparece verdaderamente la asamblea y con el poder de u n a argum entación
re tratad a esa gran figura tan original por su senci' oficial. Tuvo en cuenta todas las influencias; puso en
llez. Poco brillos, pocos rasgos de detalles y u n con­ toego todos los resortes de la táctica parlam entaria.
ju n to extraordinario. Poca fecundidad, con poca con' Estuvo en correspondencia particular con todos los
cisión, m onotonía en la form a y la potencia del genio; frfocipales miembros del Congreso, y por medio de
u n a penetración y u n a a m p litu d de m iras que llega*1 esas cartas confidenciales insinuaba lo que era peli-
hasta la elocuencia; u n a honradez sincera, pero sin £roso de declarar con demasiada brusquedad; e x pli­
arrebatos n i gazmoñerías; una pasión ardiente, pero c a á los m ás ilustrados y á los m ás seguros lo que
dom inada y contenida, contra las cuales jamás expe' 8° debe calla r a l público; halagaba á los vanidosos en
rim enta uno la tentación de ponerse en guardia, y q ue 8u afán de im portancia, y ganaba uno á uno patida-
conmueven y atraen á las almas m ás frías sin inqute' ^ á sus proyectos. E n todas partes tuvo amigos que
ta r á los espíritus m ás reflexivos. Repagaban sus ideas, que le tenían a l corriente de
W ash ing to n , á quien hemos visto al principio d0 °s Progresos que realizaban y de los obstáculos que
la revolución tan poco dispuesto á rebuscar influefl' eilcontraban. Tanto en la v id a m ilitar como en la vida
cias, tan lleno de repugnancia hacia las concesiones 1 ^°Utica de W ash ingto n , se manifiesta el ascendiente
los m iram ientos que impone la v id a política, se mos' ^ u r a l que ejercía sobre los hombres; sus relaciones
tró, cuando el deber le lla m ó á la acción, de u n a b*' C°n las personas desempeñaron un papel importantí-
b ilidad consumada en el arte de tra ta r con las as»111' 8líl10 y contribuyeron poderosamente á su triunfo.
bleas y los individuos; h a b ilid a d que se había ido ‘Cuántas veces se hubiera desbandado ó sublevado
arrollando, diariam ente, con el háb ito del poder, y ^ e ^ ejército, si el tem or de afligir á W ashington no hu-
la cual, en ninguna de las épocas de la guerra, ^ ieae contenido tanto á los oficiales como á los solda-
qu izá tan tas pruebas como cuando, de concierto . 081 ¡Cuántas veces, á dejarse llevar por su descon-
los poderes m ás diversos, el Congreso, los gobierfl°9 * ^°> hubieran roto sus espadas los mejores genera-
locales, los generales franceses, preparó la camp*®* ^ > los más firmes sostenes de la causa de la indepen­
de 1781. d i a , si W ash ing to n no les hubiese apaciguado su
E n sus relaciones con el Congreso; siempre ser®110' íei Con m uestras de confianza y de estimación! Las
ra ra vez imperioso é im paciente, evitó con el m tf° X acione.s del general en jefe con sus lugartenientes
cuidado deber n a d a á la violencia, lastim ar los inter0 an habitualmente amistosas, afectuosas casi; se in-
ses y el am or propio; se creyó obligado á probar 4ue reaaba en los sufrimientos do aquéllos, en sus asun^
tos, en sus fam ilias; no se esforzaba en m anera alguna V olvía de H artford, donde h a b ía celebrado u n a en­
por aislarse y envolverse en su grandeza; mas era in­ trevista con R ocham beau. E n vez de to m ar, p a ra re­
flexible y duro desde el punto en que se discutía su gresar á su cuartel general de W hite-Plains, el ca­
autoridad. «Perm ítam e que le declare, de u n a vez lin o que ha b ía seguido p a ra dirigirse á H artford,
p a ra siempre, escribía a l general H e a t h , el cu al se tuvo el capricho de dar u n ligero rodeo, ir á sorpren­
ha b ía permitido reclam ar contra ciertas promocio­ der, con su v is ita , á la guarnición de W est-Point, y
nes, que si los oficiales no se penetran siempre de los l a m in a r el estado de la p laza . E ra el fuerte p rin c i­
motivos políticos de m i conducta, es u n a desgracia-* pal de los am ericanos sobre el Hudson, la llave délas
E n sus relaciones con el conde de Rocham beau 1 Comunicaciones entre el C anadá y N ueva Y o r k , el
con los oficiales franceses, W a sh in g to n , á pesar de **Udo de la cadena de puestos establecidos alrededor
observar mayores deferencias y m iram ientos, no mos­ de esa c iuda d , e l depósito de todas las municiones de
tra b a m enor autoridad. Lleno de u n a confianza serené sitio de los americanos. E l general en jefe, concedien­
en su propio ju ic io , no parecía experim entar ningún do un a g ra n im portancia á dicha p la z a , ha b ía confia­
asombro, n in g ú n em barazo a l tenor bajo sus órdenes do el m ando á uno de los oficiales m ás brillantes del
á uno de los mejores tácticos formados por la guerra Ejército: a l general A rnold. Llegado á la casa del co­

de los siete años, á uno de los m ilitares m ás distingui­ mandante, W ashington se asom bró a l no encontrar-

dos del antiguo ejército francés. k* Le dijeron que por la m a ñ a n a , cuando estaba a l­
N ad a honra tanto á la inteligencia de W ashington corzando, h a b ía recibido u n a carta, y que inm ediata
y á la de los representantes de F ra n c ia en los Estados ^ente dejó á sus convidados, m ontó á caballo y par-
U nidos, como sus relaciones á pa rtir del momento en al galope, pretextando que u n asunto imprevisto
que el ejército francés desembarcó en Rhode-Island. k reclam aba en el fuerte. Desde entonces no le habían
D e una y de otra parte se hizo g a la de u n a dignidad» vuelt0 á ver. E l general en jefe se dirigió inm e diata­
u n a franqueza, u n a noble confianza en la buena vo­ mente á West-Point; A rnold no h a b ía aparecido por
lu n tad y en la sinceridad recíprocas, de u n a ausencia Regresaba W ashingto n con im p acien cia, cuando
de susceptibilidades y de rozamientos, como difícil venir á su encuentro á u n ayudante de confianza,
m ente se encontrarían en ta l grado en la historia de coronel H a m ilto n , con unos despachos en la mano
las relaciones entre los pueblos. W ashington inspiraba ^ue entregó con inquietud a l general. N ada en la fiso­
tan ta lealtad como respeto. Tenía tan ta penetración nomía de éste acusó su emoción; sin em bargo, pronto
y era á la vez tan recto, que quien le trata b a no e£ ^°rrió vagam e n te , entre los oficiales de su acompa-
perim entaba la necesidad de ser astuto, n i se sentía amiento, el rum or de que acababa de ser descu­

dispuesto á engañarle, n i á pasarse de listo. r t a un a conspiración m ilita r para entregar West-


U n a revelación espantosa ó inesperada turbó por °iut á los ingleses, que A rnold era el tra id o r, que
instante á W ash ing to n , en medio de las negociación j*b ia huido, y que se habían dado órdenes p a ra que
y los preparativos que llenaron el fin del año 1780. P e n d ie ran muerto ó vivo.
Pocos días después a traía la curiosidad de la guar­ ni la independencia de su carácter, pudieron eclipsar
nición de W est-Point un doloroso espectáculo. Se vió el brillo de su valor y de sus cualidades militares.
llegar al fuerte, como u n c rim in a l, custodiado por P ara la guerra de partidas no tenía riv a l en el e jér­
u n a fuerte escolta, la c u a l, aunque áv id a de vengan­ cito americano. Nadie, mejor que él, sabía organizar
z a , se m ostraba respetuosa y com pasiva, á un joven un golpe de m ano, y escapar á una situación deses­
oficial inglés, de v iril y sereno aspecto, de continente perada. W ashing ton medía el valor de los hombres por
altivo y elegante, conocido tanto por las tropas ame­ sus cualidades m ás bien que por sus defectos: perdo­
ricanas como por las b ritánicas, por su extraordina­ naba m ucho al arrojo y a l talento. Se aficionó á A r .
rio arrojo, y a l cual los republicanos le h ab ían encon­ Uold, le trató siempre con indulgencia y con d is tin ­
trado siempre en prim era fila en los campos de ba­ ción, y le ayudó varias veces á salir de los malos p a ­
talla. E ra el m ayor A ndró, ayudante general del ejér­ sos á que le llevaban sus desarreglos. Menos tolerante
cito inglés. Se le designaba como cóm plice del gene­ Para las faltas de los oficiales, el Congreso hizo que
r a l A rnold. A rnold ha b ía escapado y conseguido en­ Arnold compareciese ante un consejo de gu e rra, en el
tr a r en N ueva Y o rk . A ndró había sido preso en el a&o 1780, por m alversación y abuso de autoridad,
recinto de las líneas am ericanas. Vestía de paisano. ^ué condenado á ser reprendido por el general en
Le trataron como espía. Se constituyó p a ra juzgarlo tefe. Desde ese día resolvió vengarse. Después de ha-
un consejo de g u e rra, y en él se revelaron todos los tratado en vano de hacerse com prar por la em ­
misterios de aque lla extraña conspiración que había bajada de F rancia, se puso en relaciones secretas y
estado á punto de comprometer una vez más el éxito *uónimas con sir H e nry Clinton. Poco á poco, le re-
de la causa am ericana. Veló su nom bre y categoría, le inspiró confianza por
Desde la edad de diez años, A rnold fué conocido en *a im portancia de los informes que le sum inistró, pro-
su ciudad n a ta l por uno de esos niños precoces en el ^a tió prestar á In g la te rra servicios m ás decisivos, se
vicio, cuya m a la índole se adelanta á la edad de las *8eguró u n a fuerte recompensa, obtuvo de Washing-
pasiones. Vivo, audaz, astuto, cruel y m a l intencio­ tou el m ando de West-Point, y se comprometió á en-
nado, era á la vez el tirano de sus compañeros y tregar el fuerte á sir H eury Clinton. E l m ayo r A ndré
héroe de sus juegos y travesuras. Cuando estalló la había servido hasta entonces de interm ediario en la
revolución de las colonias, arrastró una m asa de in ­ °^respondencia entre A rnold y el general en jefe del
surrectos, se impuso como coronel á la provincia de ejército inglés. Recibió la misión delicada y peligrosa
Massachussets, y no tardó en adquirir, sobre los hom' ir á entenderse directam ente con A rnold p a ra la
bres groseros y feroces de que se h a b ía hecho je fe ,un ei°cución del plan . E l joven oficial no vaciló ni un
ascendiente que aumentó con el tiempo. L a expedi­ ***0lIiento en exponer su v id a y su honor p a ra servir
ción del C anadá le conquistó el grado de general. 8u País. Sir H enry C linton le recomendó la mayor
sus dilapidaciones, n i el desarreglo de sus costumbres» ^rudencia; le ordenó expresamente que no se quitase
n i la violencia y la irritabilidad de su temperamento, uniforme, n i abandonara el barco que había de
10
conducirle hasta el lím ite de las líneas am ericanas, y quier otro general, apenas se podría hallar u n acto de
que no penetrase á n in g ú n precio en el recinto. A r ­ rigor tan conforme con las leyes de la guerra. Consti­
nold, siempre dispuesto á sacrificar á los demás en pro­ tuye u n a m ancha en u n a carrera tan pura como la de
vecho propio, le atrajo, hizo que se disfrazase, le dió W ashington; y cuando se le oye hacer justicia a l joven
u n pase, le envió por tierra y le perdió. Detenido por oficial in g lé 3 ,y oponer la nobleza de su conducta á la
voluntarios am ericanos, en el momento en que ib a á cobardía del traid o r am ericano, se siente casi, que en
franquear las líneas inglesas, el m ayor A ndré no tuvo el momento en que hacia expiar a l m ayor A n d ró el
desde este instante m ás que dos preocupaciones: la exceso de confianza que él mismo tuvo en A rnold, no se
de no comprometer á A rnold y la de salvar su propio
encontrara m ás ciego y m ás apasionado en su dureza.
honor. E n u n a carta conmovedora, que escribió inme­
«André, dice, h a sufrido la pena con esa entereza de
diatam ente á W ashington, llena de nobleza y de inge­
alm a que era de esperar de u n hombre de ese mérito
nuidad, rechazó con indignación la cualidad de espía,
y de un oficial tan valiente. E n cuanto á A rn o ld , ca­
y justificó elocuentemente su conducta. Pero nad a pudo
lece do a lm a ... E l m undo está a ú n extrañado do no
salvarle. N i W ashington, n i el consejo de guerra se de­ verle en una horca.»
jaro n conmover: A ndré fué condenado á ser ahorca*
En medio de las m ás graves preocupaciones que lle­
do. «Señor, escribió entonces a l general en jefe, soste­
garon la v id a de W ashington, durante el fin de la gue-
nido contra el temor de la muerte por el sentimiento
rra, ese pensamiento de venganza se encuentra á m e­
de que n ing u n a acción indigna h a m ancillado una
nudo en sus actos. Hecho general inglés y comandante
v id a consagrada a l honor, tengo la confianza de qu0
^e un cuerpo de ejército enemigo, A rno ld fué m ás de
en esta ho ra suprem a, V. E. no rechazará un rueg°
Ur*a vez el m ó v il de las expediciones y persecuciones
cuyo cumplimiento puede endulzar mis últimos momen­
°rganizadas por sus antiguos compatriotas. Pero á pe-
tos. Por sim patía ha cia u n soldado, V. E. consen­
Sar de los mayores esfuerzos, no pudieron n i m atarle,
tirá , estoy seguro de ello, en adaptar la form a de m1
Prenderle, y m u rió , veinte años después de su trai-
suplicio á los sentimientos de u n hombre de honor. Per en las posesiones inglesas, rico y despreciado por
m ítam e V . E . esperar que, si m i carácter le h a insp*
b e l l o s á quienes se había vendido.
rado a lg u n a estim ación, si soy á sus ojos u n a victim*
E l ejército am ericano plantó, en el mes de Noviem-
de la política y no de la venganza, apreciaré el imp0*
sus cuarteles de invierno alrededor de Nueva
rio de esos sentimientos sobre su corazón, a l saber Qu0
orlí> y el ejército francés permaneció en Rhode-Is-
no he de m orir en la horca.* Aand.
L a merced fué negada al m ay or A ndró con una ^
Las reformas adoptadas por el Congreso no habían
gica im placable. Espía, debía m orir como espía. ^ url
lt*o hacer que desaparecieran de repente los males
como u n valiente.
® las hicieran necesarias; y estos males, y a tan pe-
Fué, ta l v e z, u n a satisfacción y un ejemplo neces*
Pre°S Para e^ rcit0 americaQo,se exacerbaban siem-
rios p a ra el ejército am ericano, y en la vida de cu
cuando llegaba-el invierno. Los sufrimientos cau­
W ashington en u n a larg a carta dirigida a l coronel
sados por el frío y la desmoralización producida por Jo h n Laurens, y destinada á que la vieran Franklin y
la ociosidad hacían del invierno la estación de las re­ Luis X V I: «Las fuerzas propias del país, dice, están
beliones, las cuales no alcanzaron nunca un carácter agotadas; solos, no podemos levantar el crédito p ú b li­
tan alarm ante como el que revistieron en el mes de co, y sum inistrar los fondos necesarios p a ra continuar
Enero de 1781. la guerra. L a paciencia del ejército h a llegado a l lí­
E l 1.° de Enero, las tropas de P ensilvania, acanto­ mite; el pueblo está descontento; sin dinero no hare­
nadas en Morristown, se sublevaron, m ataron á cuan­ mos m ás que un débil esfuerzo, probablemente el ú l­
tos les hicieron frente, y, con sus suboficiales á la ca­ timo.» L a autoridad del nombre de W ashingto n y la
beza, m archaron sobre Filadelfia, p a ra obtener del confianza que inspiraba era ta n grande en Francia,
Congreso, por la violencia, el atraso de sus sueldos y que el Congreso se creyó obligado, p a ra conseguir lo
el licénciamiento de los cuerpos cuyo compromiso hft' que deseaba, á que ratificase él las peticiones, y el go­
bía expirado. W ashington fué prevenido. Con su pers^ bierno francés no consintió en prestar dinero á los Es­
picacia ordinaria, comprendió que carecía de medios tados Unidos, barcos y soldados, sino con la promesa
pa ra reprim ir con la fuerza la insurrección, que er* de que serían puestos exclusivamente á disposición
preciso á toda costa contener á los soldados, antes de del general en jefe.
que emprendiesen sin remedio u n camino tan funesto- W ashington ib a á recoger el fruto de tantos esfuer­
No obstante su valor, jam ás intentó lo imposible. E» zos. Todo estaba dispuesto p a ra la cam paña de 1781.
vez de rom per contra las tropas, las calm ó y las vol' Pero las alm a s, aun las m ás enérgicas y equilibra­
vió a l deber mediante concesiones y dulzura. P 0r° das, no re alizan todos los días actos de autoridad y de
comprendió lo contagioso de su ejemplo y lo peligro**0 fuerza, sin dejarse acometer por u n sentimiento febril
de su im punidad; m ientras trataba con ellas, e lig^ de cansancio ó irritación. Las fatigas de la lucha y la
m il hombres entre sus cuerpos escogidos, formó uo* costumbre de ser obedecido habían quebrantado el ad­
colum na volante, pronta á lanzarse sobre todos 1°9 mirable imperio que W ashington había adquirido so-
puntos amenazados, y cuando las tropas de Nue^* b*e su corazón, y los oficiales de su estado m ayor, aun
Jersey se m ostraron dispuestas á im ita r el ejemplo d0 R u e llo s mismos cu ya altivez requería mayores m ira ­
las de Pensilvania, las cercó, las dió dos horas par* mientos, tenían que sufrir á veces con el hum or ir r i­
reflexionar acerca de su crim en, las obligó á rendir®0 table y susceptible de su jefe. E l coronel H am ilton era
sin condiciones y m andó fusilar á los más señalad09 aquellos á quienes n i la adm iración n i el respeto,
de los insubordinados. E l m ovim iento de in s u r r e c c
**i mucho menos la am bición, pueden hacer olvidar el
fué contenido. Pero cada vez era m ás evidente P*** <*lo de su prop ia dignidad, y cuyos servicios no pue­
W ash ing to n que no podía prolongarse un estado den pagarse sino con atenciones. Se sentía, y era en
cosas semejante, y que era imposible pedir nuevos
efecto, p a ra W ash ingto n , algo m ás que un buen a y u ­
orificios á los americanos. Los pidió á F ra n c ia . ^ dante. E ra , en medio de sus rudos compañeros, un es­
iD inero!, ¡hombres y dinero! T al es el grito
critor elegante y hábil, u n consejero ilustrado y de personal... No las acepté sino por entusiasmo hacia el
im aginación, u n hom bre de acción lleno á la vez de carácter del general y por ofrecimiento suyo...] pero,
atrevimiento y destreza, igualm ente apto para la po­ a l hacerlo, m e dije que si lle gara el caso de u n a ru p ­
lítica y pa ra la guerra. D e u n corazón noble y levan ­ tura entre nosotros, no consentiría en un a reconcilia­
tado, de u n espíritu cultivado, am plio y exuberante, ción. Tenía la convicción de que u n a vez derribada la
de u n trato am able, tenía las grandes cualidades que barrera que señalaba los límites de lo que nos debía­
h a b ían de ganarle la sim patía de su general, con al­ mos uno á otro, pod ría ser levantada por u n instante,
gunos de los talentos que podían suplir la falta de bri­ pero nunca sólidamente restablecida. E l general es un
llantez y de fecundidad del espíritu de W ashington: hombre honradísimo; sus rivales son de un a capacidad
«Y a no formo parte del cuarto m ilita r del general, es­ mediocre y de poca integridad. Su capacidad h a sido
cribía el 18 de Febrero de 1781 á su suegro, el gene­ á menudo esencial p a ra la salvación de A m érica, y
ra l Schuyler; le sorprenderá esta noticia; la m anera todavía es p a ra ella de u n gran v a lo r. Estas conside­
como la cosa h a ocurrido es mucho m ás sorprendente raciones han guiado m i conducta respecto de él, en el
to d a v ía .» Después refería que, a l ir á llevar u n a o r­ pasado; m e servirán tam bién de regla en el porvenir.
den, se encontró á W ashington en la escalera, el cual Creo que es necesario quesea sostenido.» W ashington
le dijo: «Tengo que decir á usted algo. Venga usted á no tuvo, en efecto, hasta su muerte, consejero y a lia ­
hablarm e.» U n a vez cum plido el encargo, Ham ilton do m ás fiel que H am ilton, y su am istad, lejos de enti­
se apresuró á subir á ver a l general, no se detuvo más biarse por su brusca separación, ganó en estimación
que un instante con el general Lafayette, y encontró y respeto.
á W ashington, no en su gabinete, según costumbre, Mientras que en torno de N ueva Y o rk quedaba sus­
sino en lo alto de la escalera, con aspecto irritado ó pendida la guerra durante el invierno, v o lv ía á em pe­
im paciente. «Coronel H am ilto n, aquí rae tiene usted zar con encarnizam iento en el Sur. A rno ld se había
esperando desde hace diez minutos. Me h a faltado us­ arrojado sobre V irgin ia como u n a presa; lord Corn-
ted al respeto, caballero.» — «No m e doy cuenta d® Wallis proseguía en las Carolinas las conquistas reali­
ello, señor; pero puesto que le h a parecido bien decír­ zadas el año anterior, por sir H enry Clinton; y á pesar
melo, nos separaremos.»— «M uy bien, caballero; como de su habilidad y su valor, el general Greene, el cual,
usted guste», y se separaron. No había pasado una después de la b atalla de Cam den, h a b ía sucedido al
hora, cuando el general en jefe hacía expresar á su general Gates en el m ando del ejército am ericano del
ayudante el deseo de tener una entrevista con él, para Sur, no podía, lo mismo que su antecesor, sustraer
explicarse ambos, con el corazón abierto, acerca d0 f u e lla s desgraciadas comarcas á los furores de los
u n altercado que no podía ser m ás que efecto de Realistas.
m ovim iento de viveza. Pero H am ilton fué inflexible Dueño de V irg in ia, A rnold la saqueaba furiosamen­
en su negativa. «Jam ás m e han gustado las f u n c io n e s te. P ara vengarse de haberles traicionado, pasaba á
de ayudante; imponen u n a especie de dependencia ^ cUchillo á los partidarios de la independencia, d ab a li­
bertad á sus esclavos, quem aba sus plantaciones y p a ­ V irginia, que había quedado desam parada con el mo­
recía querer que la colonia volviera á ser el desierto que vimiento de Greene. Esta brusca diversión era, á sus
fué conquistado. L a traición ó la cobardía eran, para ojos, el mejor medio de obligar a l enemigo á evacuar
los republicanos, los únicos medios de escapar á los las Carolinas; y por lo demás, la conquista de V irg i­
furores de A rnold. E n el curso de sus expediciones, los nia v a lía bien algunos riesgos. Todo pareció salirle
ingleses habían remontado el Potomac hasta Mount- bien al principio. Reforzado con tropas venidas de
V ernon. P ara salvar del pillaje y del incendio los do­ Nueva Y o rk y con el cuerpo de A rnold, se estableció
minios de W ashington, su intendente se sometió á las en V irgin ia, á pesar de los hábiles esfuerzos del m a r­
exigencias de los oficiales ingleses. W ashington lo sin­ qués de Lafayette, se fortificó en York-Town, en la
tió profundamente: «Me hubiera apenado menos el sa­ desembocadura del río de Y o rk, y esperó allí la o c a ­
ber, escribió á su intendente, que á consecuencia de la sión de expulsar á los americanos.
resistencia de usted, los ingleses hubiesen quemado W ashington recibió, a l mismo tiem po, la noticia
m i casa y destrozado completamente mis plantaciones. ^ que lord Cornw allis se fortificaba en York-Town, y
H ubiera usted debido considerarse como m i represen­ la de que el a lm iran te francés, conde de Grasse, se
tante, y reflexionar sobre el m al ejemplo que daba us­ Preparaba á abandonar Santo Dom ingo, con v e in ­
ted... N o tengo la m enor duda acerca de las intencio­ tiocho navios y tres m il hombres, p a ra dirigirse hacia
nes del enemigo; proseguirá en sus proyectos de p illa ­ la Chesapeake. E l general en jefe tom ó inm ediata­
je. No conservo la m enor ilusión sobre el resultado do mente la resolución de aprovecharse de aquellos re-
todo esto p a ra m í; se perderán mis negros, y queda­ berzos p a ra atacar el cuerpo de ejército de lord Corn-
rán destruidas mis propiedades. Pero estoy resignado *allis. L a utilidad y la posibilidad de dar un golpe
á ello.» Los ingleses no pudieron justificar esas heroi­ decisivo en el Sur se habían y a presentado á su pon­
cas previsiones. im ie n to , y había formado, desde ha cía varios meses,
Mientras el m arqués de Lafayette, que acudió con 61 secreto designio de la n za r todo el peso de la gue-
un cuerpo de ejército p a ra re p rim ir los estragos de íra , ya en V irg in ia, y a en las Carolinas. Mas para
A rnold, le contenía en V irg in ia, sin poder vencerle, p°uer á sir H enry Clinton en la im posibilidad de pe-
lord Cornwallis tom aba, en la Carolina del Norte, una ^ t r ar su plan , W ashing ton engañó á sus propios g o ­
determ inación que decidió de la suerte de la campafl* m a le s acerca de sus intenciones. «Porque he creído
y de la guerra. *ie*npre, dice, que cuando uno no hace que los suyos
Después de u n a larg a serie de operaciones y com­ Bean los primeros engañados respecto de un plan se­
bates, en los cuales los ingleses, vencedores siempre, re te , éste no sale bien en contra del enem igo.» E l
se habían ido debilitando, el general Greene consiguió eJ^rcito francés y el ejército am ericano reunidos en
ponerse entre el ejército de lord Cornw allis y la Caro­ torno de N ue v a Y o rk realizaban, desde hacía u n mes?
lin a del Sur. En vez de tratar de disputar esa colonia to^os los preparativos de un sitio en regla, y se creían
6 los americanos, el general inglés se precipitó sobre en vísperas de u n ataque vigoroso contra la ciudad,
cuando recibieron repentinam ente la orden de aban­ ington se encontrara ante Boston, se parecían, ante
donar sus trabajos y salir a l cam po. U n a división York-Town, por su buen aspecto, á las tropas vetera­
am ericana, á las órdenes del general Heath, fuó la nas de Europa. L a em ulación entre los soldados de los
ún ic a que se quedó ante N ueva Y o rk p a ra contener á dos ejércitos aliados les inspiraba u n a actividad y un
sir H e nry Clinton y ocultar el m ovim iento hacia e1 ardimiento maravillosos. H ab ía hombres que rechaza­
Sur; el ejército combinado se puso en m archa; embar­ ban voluntariam ente el descenso p a ra trab a ja r en las
có en el cabo de E lk en buques de transporte; efectuó finche ras. R einaba entre todos u n verdadero estímu­
su conjunción con las fuerzas del marqués de Lafa- lo para ver quién concluía antes su tarea. Montábanse
yette y del conde de Grasse, y el 30 de Septiembre los cañones, se alzaban las baterías como por encanto.
rodeó completamente á York-Town. El 10 de Octubre todo estuvo dispuesto, y la artillería
L a p la z a no podía resistir. Fortificaciones levanta- Comenzó á v o m itar m e tralla contra la ciudad. Pero
das deprisa apenas oponían resistencia á los efectos reductos entorpecen a ú n el aproximarse. E l 14,
del cañón. E l ejército de lord Cornw allis, agobiado W ashington lan za sobre ellos dos columnas, u n a f r a n ­
una larg a cam p aña, de los cuales 2.000 estaban en­ c a , m and ada por el barón de Viomesnil, otra ame*
fermos. E l de los sitiadores, compuesto de tropas de *feana, á las órdenes del m arqués de Lafayette. E l
refresco y escogidas, ascendía á 16.000 hombres, de fuego del enemigo es terrible; la m e tralla las barre;
los cuales m ás de 7.000 eran franceses. Bloqueado p °r J^ro todo el ejército las contem pla: representan á
todas partes, lord Cornw allis no esperaba su salvación R a n c ia y á A m érica, y a l precipitarse sobre las b a ­
sino de u n a tentativa rá p id a y atrevida del ejército í c í a s inglesas, el único tem or que dom ina á los sol­
de la flota de N ueva Y o rk p a ra libertarle. A pesar de dados es el verse adelantados por sus émulos. Las dos
esfuerzos heroicos, no pudo prolongar su defensa 1° Columnas no se detuvieron sino al estar dentro de las
suficiente. fortificaciones. A rrollados los ingleses, se retiraron
Por prim era vez parecía W ashington favorecido p °r u»°s al recinto de la plaza y otros cayeron prisione-
la suerte; por prim era vez se le presentaba el triunfo r°s-Este golpe hacía im posible la defensa. Después de
n atu ral y fácil. H asta entonces, su camino se había haW tratado en vano de escapar de la p laza , lord
visto lleno de trabas, y no había avanzado sino á tra­ Cornwallis hubo de resignarse á capitular, y el 17 de
vés de obstáculos y merced á u n a lucha in c e s a n te . & °tubre los ingleses depusieron las armas.
sitio de York-Town no fué notable sino por la rapidez Pocos días después fueron señalados en el horizonte
la regularidad y la suerte con que la plaza fué to m a 08 Cavíos que lle v ab an los socorros de sir H enry Clin-
da. L as operaciones de los sitiadores no fueron turba °n- No tardaron en v ira r, y desaparecieron en alta
das por n in g ú n contratiem po, por n in g ú n d e s o rd e n - ^ ap- Después de haber visto flotar la bandera de la
A nim ados por el ejemplo de los franceses, los am erita Qtón sobre las ruinas de York-Town, los ingleses re-
nos habían aprendido la exactitud y la obediencia; gre8aron á N ueva Y o r k .
aquellas bandas de insurrectos harapientos, que Was
ministros que consintiesen en defender su política ante
el Parlam ento. H acia y a mucho tiempo que lord North
habla perdido aquella confianza en el éxito que osten­
taba todavía ante la C ám ara de los Comunes, por
C A P IT U L O X fidelidad á su rey. Lo mismo que la nación, suspiraba
Por el descanso; le fatigaba u n a autoridad que se
arrastraba lánguidam ente, y no permanecía en su
1791-1783 Puesto, sino merced á las súplicas cotidianas de J o r ­
ge I I I , y á pesar de la progresiva dim inución de su
Mayoría en e l P arlam ento. E l 22 de Febrero de 1782,
Efecto que produjo en Inglaterra la capitulación de lord su complacencia tuvo por fin u n térm ino. A cerca de la
Cornwallis.- Caída del ministerio de lord N orth.- Negoci*'
cuestión de A m érica, la m ayoría del ministerio quedó
ciones para la paz.—Washington no cree en sus triunfo*-"'
Represalias contra los ingleses.—Condenación del capita »educida á u n voto en la C ám ara de los Comunes.
Asgill.—La reina María Antonieta obtiene el perdón.-—Fi*' &esde este momento, lord N orth no se ocupó m ás que
m a del tratado de paz en P arís—Injusticia de la nación 1 «a preparar el puesto á un nuevo gabinete. Este se
del Congreso respecto del ejército.—Indignación de las tr0'
pas.-W ashington logra calmarlas y so encarga de defendí formó bajo la bandera del reconocimiento de la inde­
los intereses de las mismas cerca del Congreso.—El OoD' pendencia de las colonias. Inm ediatam ense empeza-
greso cede. íon en París las negociaciones para la paz. L a guerra
A m érica tocaba á su fin.
L a noticia de la capitulación de lord Cornwall'3 Sin em bargo, W ashington no ju zg a b a asi de la si­
llegó el 25 de Noviem bre á Londres. «A lord N orth l0 tuación. Lejos de creer en la pró x im a estipulación de
hizo el efecto de u n escopetazo, refiere lord Jorge O01" la paz, realizaba los mayores esfuerzos para poner en
m ain; abrió los brazos sin poder exclam ar nada más Suardia á sus conciudadanos contra esperanzas que le
que: ¡Dios m ió, todo está perdido!» E n cuanto á J ° r Parecían ilusorias y peligrosas, y para obtener del
ge I I I , su firmeza perm aneció inquebrantable, y la des' C°ngreso y de F rancia que redoblasen la energía.
g racia no consiguió arrancarle sino palabras de pers®' L a c am p aña de 1781 no fué ta n decisiva como se lo
verancia. «Cuento, escribió inm ediatam ente al secf®' habla prometido. York-Town estaba en su poder; pero
tario de Estado do las colonias, con que ninguno de 1°9 108 ingleses continuaban siendo dueños del C anadá, de
m iem bros del gabinete supondrá que este acontecí' ^ueva Y o rk , de las Carolinas, de G eorgia, y sus fuer-
m iento pueda modificar en n ad a los principios que B>® 2as en el continente am ericano ascendían aún á más
han guiado hasta aqui, y los cuales continuarán inap1' 30.000 hombres. W ashington no podía creerlas dis­
rando m i conducta en la prosecución de esta lucha-’ puestas á abandonar una p artida que no la conside­
Pero el exhausto pals no com partía ni la ceguedad, r a completamente perdida; y cuando supo la calda
el temple del rey, y Jorge I I I do encontró n i Biqu¡erft ministerio de lord N orth, y el reemplazo de sir
H e nry Clinton, por u n general m ás conciliador y más término á toda costa, aunq ue fuese por medios in h u ­
pacífico, sir G u y Carleton, cuando vió que éste perma­ manos. A principios del año 1782, unos realistas en­
cargados de la custodia de u n prisionero, se habían
necía escrupulosamente á la defensiva, se encerraba
poco á poco en N ueva Y o rk , se preparaba á evacuar ^vertido en colgarle. Indignado W ashington, había

la ciudad y hacía tentativas p a ra entablar u n a nego­ A clam ado a l general Clinton prim ero, después a l ge­
ciación, continuó negándose á creer en la sinceridad neral Carleton, que le entregasen los culpables ó los
Castigaran. Pero, no obstante vituperar la conducta
de sus antiguos domiDadores. «El nuevo gobierno ha
hecho proposiciones de paz á las naciones beligeran- ^e los asesinos, los generales ingleses h a b ía n negado
tes, probablem ente con la intención de hacer que ^ W ashington la satisfacción pedida. E l único medio

a lg u n a de ellas se aparte de la coalición... L a invete­ ^e obtenerla eran las represalias. Pero esto repugnaba
ra d a fatuidad, la doblez y la perfidia política de Ifl- * su corazón. «No sé qué pensar del principio de las
glaterra, hacen que abrigue, lo confieso, m uchas sos- Represalias, escribía a l general Greene; estoy, sin em­

pechas y m uchas dudas. Sus disposiciones m e parecen bargo, convencido de esto: cuando no se tiene a l cri­
minal m ismo, es de todas las leyes la de m ás difícil
adm irablem ente resum idas en esta lacónica frase del
doctor F ra n k lin : «Están, dice, incapacitados p a ra con- ejecución; es im posible que la hum anidad no clame en

tin u a r la guerra, y son demasiado orgullosos para ha­ favor de u n inocente condenado por la falta de otro.»

cer la paz. Por lo demás, cualesquiera que sean las fc' embargo, el consejo de guerra convocado por
tenciones del enemigo, nuestra atención y nuestros Washington p a ra exam inar 1a cuestión la resolvió en
esfuerzos, lejos de languidecer, deben reanimarse sentido de las represalias, tíe dió orden p a ra sor-
que nunca. No están de m ás la desconfianza y la prfl" á los oficiales ingleses prisioneros, con objeto de

dencia. L a dem asiada confianza y el exceso de aban' c°lgar á uno de ellos. L a suerte designó á un joven de
c°stumbres apacibles y de una fa m ilia respetable: ol
dono perjudicarían,» Y no se contentaba con preveo#
á sus compatriotas en contra de sus esperanzas, 1 Capitán A rgill. H ubo u n instante en que W ashington,
p it a d o por las reiteradas negativas de los generales
preparar a l ejército p a ra nuevos combates, sino <lu0
mgleses, y comprendiendo la necesidad de satisfacer
tom aba severas medidas p a ra hacer menos desord®'
n ad a y menos feroz la guerra que preveía. grito de venganza de sus compatriotas, a l mismo

E n efecto; en la lucha entre In g la te rra y América» ^etnpo que la de producir una impresión duradera so-
^re el enemigo, pareció irrevocablemente decidido á
los odios nacionales estaban envenenados por odios d0
^üe se ejecutase la sentencia del consejo de guerra y
partido y de vecindad, y las atrocidades que ocasio'
* dominar su horror ante semejante iniquidad. «Mi
n an las discordias civiles se unían á los rigores que
^solución, dijo, como basada en un a larga reflexión,
son inseparables de las guerras, aun de las m ás regü'
inquebrantable... Cualesquiera que sean mis senti­
lares. L a crueldad de los voluntarios americanos, rea­
mientos de sim patía hacia la víctim a, únicam ente po-
listas ó republicanos, ha b ía llegado á sor in to le r a b le

E n nombre de la hum anidad, era preciso poner ** representar p a ra la m ism a un rayo de esperanza
la conducta satisfactoria del enemigo.» Pero este len­ le dejaba á él solo todo el peso de las dificultades pú­
guaje im placable encubría m al la turbación y las an­ blicas: «No puedo menos de quejarme, escribía á uno
gustias de aquella alm a, á la que no pudo conmover de los miembros de la asam blea, de la cruel situa­
la suerte del m ayor A ndró. Las diligencias y la lenti­ ción en que m e coloca el silencio del Congreso. Yo no
tud, poco conformes con sus costumbres, acusaban las 1© pido órdenes sino en los casos realmente dudosos y
vacilaciones de W ashington. Los opuestos procedi­ complicados. Sabido es que siempre estoy dispuesto á
mientos que empleó en el proceso del capitán A rgill J Uo eludir la parte de responsabilidad que m e corres­
en el del m ayor A ndró son sin duda alguna uno de los ponda. Pero yo esperaba el apoyo del Congreso en un
m ás curiosos indicios de su carácter conservados pof Asunto de esta im portancia... Sufro mucho con lo del
la historia; demuestran hasta dónde llegan los sacrifi­ capitán A rg ill...» Y como el Congreso persistiera en
cios que creía poder hacer á la razón de Estado 1 guardar silencio... «Si yo fuese llam ado, dijo por fin,
dónde se detienen; hasta dónde se atreve á hacera® * dar m i opinión, sería de parecer que se le in d u l­
tase..
responsable ante Dios y ante los hombres y en dóndfl
empieza á asustarse; hasta qué punto puede dorm ir su L a intervención de la reina de Francia, en favor del

responsabilidad y en qué m om ento la despiertan la8 Capitán Asgill, puso fin á las angustias de W a sh in g ­
nociones de justicia. A ndró se había expuesto volun- ton. A ruego de la madre del desgraciado jo v e n , Ma-

tariam ente; si hubiera salido bien en su empresa, bu' r*a Antonieta, siempre buena y com pasiva, solicitó el
biase recogido el provecho y la gloria; á los ojos d0 Perdón; y de Francia, después de la victoria, llegaron
W ashing to n era n atu ral que sufriese las consecuer los americanos consejos de moderación y de clemen-
cias de su desgracia. A rg ill era, no solamente inocente» la>como los socorros y el apoyo durante la lucha. E l
Origreso autorizó la libertad del capitán A rgill.
sino inofensivo. L a suerte le había designado ciega­
Pocos días después, los agentes diplomáticos del
mente. E l caso era contra naturaleza. De esta suerte
°ngreso firm aban furtivam ente en París los artículos
cuanto m ás corría el tiem po, cuanto m ás se aproxi­
^e lim inare s del tratado de paz entre Inglaterra y los
m a b a el momento de la ejecución, con m ayor empe**0
tados Unidos, abandonando á F rancia á los peligros
tra ta b a W ashington de apartar el c áliz de sus lab*0*
^ aislamiento en las negociaciones y en los comba-
y poner su conducta y su reputación a l abrigo de un*
s* E n ning u n a parte de la correspondencia de Wash-
decisión del Congreso.
& on se encuentra u n a censura explícita de esa polí-
Pero, no obstante proclam ar el principio de las r0'
^ a> tan in háb il como in g rata y desleal. Pero su con­
presalias, y desear en el fondo verle aplicado, los r0'
s t a la reprueba m ás elocuentemente que las pala-
presentantes de los Estados eludían, lo mismo au0
^ as* espíritu elevado y recto se resistía á la idea
W ashington, el decidir por sí mismos de la suerte d0
que su país pretendiera no permanecer fiel á com-
la persona víctim a de dicho principio. Por prim 01**1
cia°*i*°B sagrados, tanto por la generosidad de Fran-
vez quizá, el general en jefe censuró, con un t°n0 como por la fe ju rad a. E n su im aginación no se
am argo, a l poder soberano el egoísta cuidado con
11
presentaba ta l cosa como posible; y m ientras la paz dias y prejuicios injustificados; de otra suerte, no hay
no llegó á ser general, le pareció n atural no tener en necesidad de ser profeta pa ra prever que en manos de
cuenta el tratado: «Comparto com pletam ente la opi­
nuestros enemigos y de las potencias celosas de nues­
nión de vuecencia, escribía a l m inistro de la corte de
tra grandeza en la U nión, no seremos m ás que instru­
Versalles en F iladelfia, M. De Luzerne; los artícu­
mentos p a ra disolver la Confederación.»
los del tratado entre la G ran B retaña y A m érica son Y en efecto, cuanto más se alejaban los peligros ex­
tan poco concluyentes en lo que se refiere á u n a paci' teriores, tanto m ás parecían aproxim arse y aum entar
ficación general, que nos hace observar u n a actitud los interiores. Manifestábase vagam ente en los espíri­
hostil y permanecer dispuestos á todo evento, tanto tus un a tendencia funesta á no considerar la confede­
p a ra la guerra como p a ra la paz.»
ración sino como u n a coalición provisional dirigida
No era que W ashington desease la prolongación de
contra la G ran B retaña, y sin razón de ser después de
la guerra; su antipa tía hacia la G ran Bretaña no le
victoria. D urante la gue rra, el Congreso y el ejér­
cegaba ni sobre los recientes triunfos del enemigo en
cito continental fueron los únicos signos de la unión
las Indias occidentales y ante G ib raltar, n i sobre la entre los Estados, los únicos lazos de la Confedera­
reacción patriótica que produjeron en In g la te rra esas ción, lazos bien débiles, harto precarios, y que ape ­
victorias, n i acerca del agotamiento de F rancia, ni
nas h ab ían bastado para afianzar á A m érica y para
sobre la im potencia del Congreso para continuar la
salvarla, tanto del despotismo inglés como d é la a n a r­
guerra, n i sobre las exigencias y la im paciencia cada
quía revolucionaria. D om inaban aún los horizontes
vez m ás crecientes del ejército americano. Nublábase
im ita d o s , las am enazas de independencia local. Se
el horizonte, y tenía prisa por asegurar lo que había
Pensaba que la paz había de re lajar los vínculo s, dar
conquistado: «U rge y a hacer la paz», decía, desde el
^ cada Estado su soberanía, su acción aislada y pro
2 de O ctubre de 1782; y cuando supo por fin que se
p ia > el cuidado exclusivo de sus intereses partícula-
habían estipulado en París el cese de hostilidades 1 res; era preciso, pues, debilitar la autoridad central,
los prelim inares p a ra u n a paz general , dejó estallar tí' disolver el ejército, olvidar los compromisos comunes
bremente su alegría, alegría que no estaba exenta, si° los Estados con sus defensores y sus aliados, a p a r­
em bargo, de cuidados y de inquietudes p a ra el por^e' to* todo lo que pudiera recordar u n a unión demasiado
n ir. «G rande es m i contento, escribía a l coronel A*' absorbente y demasiado íntim a. Bajo pretexto de
m ilton, á la sazón m iem bro del Congreso, a l ver <lu0 ^ acer que cesara u n a d ictadura que siempre habían
se pone u n térm ino á nuestro estado de guerra, al ve* legado a l Congreso, los Estados pretendían arreba-
que se abre ante nosotros u n a senda que, si la recorre' *arle además el escaso poder de que le h ab ían norm­
mos con cordura, nos lle v ará á ser u n g ra n pueblo, a lm e n te revestido en los tiempos difíciles. En cuanto
tan feliz como respetable. Pero nos será preciso, Par* a^ ejército, in útil y a desde el momento en que había
a v an zar por tal senda, em plear otros medios dis ^°nquistado la independencia de su país, continuaba
tintos de los de una m ezquina política local, con enV»' a ciendo sombra a l público, pero sin inspirar las
m ism as esperanzas n i satisfacer las mismas necesida­ ■discutían en a lta voz, los generales se un ía n á los sol­
des que en el pasado. Cuanto m ás le envidiaban su dados. Hasta los m ás hábiles comenzaban á perder la
gloria y su fuerza, menos se creían en el deber de re ­ prudencia y á descuidar aquellos miramientos que no
compensarla. L a promesa del retiro á los oficiales, se abandonan sino en vísperas de lucha. No hacia fal­
que W ashington obtuvo por fin en 1780, después de ta m ás que u n grito p a ra resumir los sentimientos del
haberla reclamado en vano durante mucho tiempo, ejercito y dan la señal de la sublevación. Este grito
fué puesta en tela de juicio. E l Congreso no tenía ni lo dió un jo v e n , el m ayor A rm strong, ayudante del
poderes n i deseos para que se ejecutasen sus decisiones general Gates.
respecto de ese punto. E l contagio m oral que invadía «¡La paz renace!, exclam aba en un a proclam a a n ó ­
la opinión pública había atacado á los mismos m iem ­ n im a, que lanzó en medio de las tropas, y cuyo re­
bros de la asamblea, y se disponían á enviar las tro­ cuerdo se h a conservado popularm ente en A m érica,
pas á sus hogares, sin haber hecho n ad a por ellas, sin bajo el nom bre de mensaje de Newburg; ¡la paz re­
g arantizar siquiera el pago de los haberes a tra ­ nace!, ¿y quién se v a á aprovechar de sus bienes?
sados. ¿Acaso u n pueblo dispuesto á atender vuestras quejas,
L a desesperación se apoderó del ejército, y una por­ * reconoper vuestro valor, á recompensar vuestros
ción de agitadores, extraños en su m ay oría á ios inte­ servicios? ¿Acaso u n pueblo im paciente por com partir
reses y hostiles á las pretensiones de a q u é l, se encar­ con vosotros esa independencia que habéis conquista­
garon de excitar su cólera p a ra explotarla. U na in ­ do, esas riquezas que habéis defendido á costa de
finidad de rumores, falsos muchos de ellos, hábilm en­ vuestra sangre? No. ¡Es u n pueblo que pisotea vues­
te esparcidos por los campamentos, m antenían la in* tros derechos, que se hace el sordo á vuestros g ri­
quietud y sembraban el veneno en las almas. Los par­ tos, que in su lta vuestros sufrim ientos!... ¿Consenti­
tidos extremos hubieran visto con gusto la ruptura o s en ser los únicos m ártires de la revolución, en
entre el Congreso y el ejército. Im pulsar el ejército á retiraros de los campos p a ra envejecer en la pobre­
la revolución era, p a ra los unos, una m anera de h a ­ za , la miseria y el desprecio? Si consentís en ello,
cerle indigno del reconocimiento del país, un medio C archad perseguidos por las burlas de los torles y
p a ra em ancipar definitivamente á los Estados de una «1 desdén de los w higs, á mostrar hasta qué punto
deuda demasiado pesada; para los otros, un modo de sois dignos de esas cadenas que habéis roto. ¡Marchad,
comprometer á las tropas en la causa de los acreedo­ siendo la irrisión del m undo, á m orir de ham bre y en
res de la U nión, y hacer que consagraran toda la «1 olvido! Pero si vuestros corazones se rebolan ante
deuda pública. Unos y otros aviv ab an perfectamente tal idea... ¡despertad!... ¡sed enérgicos! Acudid, no á
el fuego. Como en los primeros días de la sublevación *a justicia, sino á los terrores del poder... P lantead al
contra la G ra n Bretaña, el cam pam ento establecido c °ngreso esta disyuntiva; decidle que si la paz se res­
entonces en New burg, revestía u n aspecto desordena­ tablece, únicamente la m uerte podrá separaros de
do y revolucionario. Se agitaban, form aban grupos» y uestras arm as; que si la guerra continúa, os re tira ­
réis a l desierto, bajo los auspicios y la dirección de ocasión de que deis á conocer vuestras quejas de una
vuestro ilustre jefe, p a ra reíros, á vuestra vez, cuan­ m anera conforme á vuestro honor y & vuestra digni­
do el terror cunda entre ellos.» dad... A m i, que he sido continuamente el compañero
L a proclam a produjo u n movimiento de indignación y el testigo de vuestros sentimientos; á m i, que he con­
contra el Congreso. Los oficiales se citaron p a ra po­ fundido m i reputación m ilitar con la del ejército, ¿po­
nerse de acuerdo acerca de los medios de ponerla en dríais creerme indiferente á vuestros intereses? ¿Qué
práctica, y a l día siguiente de la p a z con In g late rra , camino es preciso seguir para servirlos? Trazado está,
A m érica se v ió am enazada por la guerra civil. W a sh ­ dice e l autor anónim o de la proclam a; si la guerra
ington fué, u n a vez m á s , quien alejó semejante pe­ continúa, retiraos á las regiones inhabitadas, estable­
ligro. ceos en ellas, y abandonad u n a nación in grata á su
L a inercia del Congreso le ha b ía colocado en una propia defensa. Pero ¿á quién hemos de abandonar á
situación m u y difícil respecto de sus soldados. Su re­ su defensa? A nuestres mujeres, á nuestros hijos, á
conocida repugnancia ha cia los procedimientos violen­ nuestras haciendas, á todos los bienes que dejaríamos
tos ó ilegales; su inflexible firmeza en la represión de detrás de nosotros... Si la paz se restablece, continua
las revueltas; la reserva, u n poco a ltiv a , de su a c ti' diciendo, no envainéis vuestras espadas sino hasta
tu d, en medio de la emoción de sus compañeros de a r­ que hayáis obtenido plena y entera justicia... Dios
mas; la creciente irrita b ilid ad do su carácter, habían mío, ¿qué pretende ese escritor al recomendar seme­
quebrantado su popularidad en el ejército y se empe­ jantes medidas? ¿Q uién puede ser? ¿U n amigo del ejer­
zaba á descubrir los signos de u n a nueva conjura para cito? ¿Un am igo del país? ¿No será m ás bien algún
sustituirle por el general Gates en la afección de las Pérfido enemigo? ¿Tal vez u n emisario de N ueva
tropas y p a ra hacer del últim o el órgano menos es­ Y ork?... Y o no puedo, sin desconocer de intento las
crupuloso de las reclamaciones de aquéllas. Pero, ¿ intenciones que creo ver en el Congreso, term inar esta
pesar de esos sordos manejos y á pesar de todo, W ash­ alocución sin declarar que, en m i opinión, ese respe­
ington tenía aún plena confianza en el ascendiente que table cuerpo os h a r á ju sticia ... Y , en cuanto á m i, sin
ejercía sobre los oficiales. Les prohibió que celebrasen Pretender hacer méritos por u n a promesa que no es
más q u e justa, por agradecimiento á la confianza que
la reunión facciosa que proyectaban, los congregó y
les leyó, con su autoridad, u n largo discurso, para «a m í habéis depositado, por afección hacia este ej
ofrecerles su m ediación cerca del Congreso. cito que he tenido, durante tanto tiem po, el honor
«Se h a tratado, señores, de convocaros con in v ita ­ m andar, me creo obligado á declararos aquí solemne­
ciones anónim as, les dijo; hasta qué punto es esto in­ mente que, en la m edida de mis deberes h a cia m i país,
conveniente, a n tim ilita r y subversivo, lo apreciará el Podéis contar con toda la hab ilid ad de que soy capaz
buen sentido del ejército... Así, pues, señores, n° Para hacer triunfar vuestra causa. Pero, a l daros es­

creáis que a l pro h ib ir la reunión irregular ó intem ­ tas seguridades, perm itidm e suplicaros, señores, que
pestiva que os proponían, h a y a querido quitaros toda rechacéis procedimientos que comprometerían vuestra
dignidad, m a n cillarían la gloria que hasta aquí ha­
Sin embargo, para contem porizar con las inquietudes
béis conservado intacta, y ale jarían el fin oue perse­
que excitaba en ciertos espíritus atormentados por las
guís.»
ideas democráticas el establecimiento de pensiones
W ashington se levantó a l term inar su alocución, sa­
Militares, y p a ra quitar á los descontentos el derecho
lió de la sala y dejó á los oficiales que deliberasen. Su
decir que se creaba en el Estado u n a clase priv ile­
deliberación fué corta. Con absoluta confianza pusie-
giada , el retiro con la m itad del sueldo fué reem pla­
ron su causa en manos de su general, y esperaron p a ­
zado por u n a cosa equivalente. Se prom etió cinco
cientemente el resultado de sus esfuerzos en favo r de
años de sueldo entero á los oficiales; y gracias á la
ellos.
energía de W ashington, y las concesiones prudentes,
W ashington ha b la salido garante de las buenas in ­
Aunque tardías, del Congreso, se disipó la tempestad
tenciones del Congreso. Ajeno á todo pensamiento de
^Ue por un instante am enazó á América.
vanidad ó de am bición, se prestaba á ser órgano del
ejercito cerca del Congreso, únicam ente porque las
quejas eran justas y sensatas, y, lejos de servirse de
escalón del descontento de las tropas, pretendía dejar
a l poder civil la gloria de la satisfacción que habia
prometido á los suyos. Su responsabilidad respecto del
ejército y su propio desinterés le daban derecho á di­
rigirse a l Congreso con autoridad. Asi fué que habló
con un tono que apenas adm itía réplica, y unas vece»
por consideraciones politicos, otras por consideracio­
nes de equidad; y a insistiendo en el peligro de desper­
ar las iras de un ejército palpitante todavía, y el cual,
a pesar de su sumisión voluntaria, podía, en caso de
necesidad, tratar de potencia á potencia; y a abando­
nándose á los movimientos de su corazón, llegó á pro­
ducir v iv a im presión sobre los representantes de los
Estados: «Si este país, exclam aba a l final de u n a de
sus cartas oficiales a l presidente del Congreso, recha­
za el ruego de las tropas, entonces sabré lo que es la
ingratitud, asistiré á un espectáculo que llenará
vida de a m a rg u ra p a ra el resto de m is días.»
El Congreso fué tan prudente como el ejército. Re­
conoció y garantizó los derechos de sus defensores-
Asamblea; pero n ad a de rivalidades serias y prolon­
gadas que les hiciesen olvidar el gran fin que perse­
guían en común.
Este concierto entre dos poderes que tan poco he-
<*os parecían p a ra v iv ir juntos, es tal vez la mejor
C A P ÍT U L O X I Acción y el m ejor ejemplo políticos que hay a ofrecido
^ mundo la revolución am ericana.
El honor de esto pertenece sobre todo á Wash-
Esfuerzos de Washington para robustecer la autoridad del ington. E l Congreso ja m á s tuvo quejas del general.
Congreso. — Los artículos de Confederación. — Vicios d0 general hubo de quejarse á menudo del Congreso,
esta Constitución. — Reacción monárquica en los Estado*
U nidos—Ofrecimiento de la corona á Washington.—Su ° e'
^ sus lentitudes, de sus debilidades, de su tim idez
gativa.—Proclama en sus mensajes de despedida al pueblo 1 los Estados, de su tiesura en frente del ejército,
al ejército, la necesidad de reformar la Constitución. ^ pueril afán que m ostraba á veces de hacer alarde
^ su poder y de su im p o rtan cia, de mantener secre-
W ashington y el Congreso se encontraron á menudo *°s sus planes y negociaciones. U n espíritu menos
en oposición pasajera, pero siempre concluyeron P°r ó m ás absolto, un corazón menos dueño de sí
entenderse. E n medio de la confusión y de los desó*' ^ismo ó m ás ambicioso se hubiera rebelado contra
denes producidos por u n a crisis revolucionaria 4U0 H uella im potencia insolente é incóm oda, y no hubiese
duró m ás de ocho años, aquella asam blea so b e ran a 1 > en el Congreso sino u n obstáculo in útil. Wash-
perm anente, y aquel general popular y todopoderosa ington no cedió á esta tentación. Ja m ás puso los pro-
estuvieron continuam ente enju e go, sin rompernuno* c im ie n t o s revolucionarios a l servicio de la revolu­
sus buenas relaciones, sin separar nunca sus interesé t a qUe h iZ0 triunfar. Sabía que no podía realizar
y su causa. Las atribuciones de ambos poderes estaba11 nada duradero, en pro de A m é ric a , sin contar con el
m al definidas. E l Congreso intervenía en los asunto9 E g r e s o ; qué la prudencia u n tanto apocada de esa
militares; W ashington, en los asuntos políticos. $ n*re ^ m b l e a , sus tergiversaciones, su complacencia ex-
los dos poderes no había u n a regla invariable y Cesiva con las pasiones locales y democráticas, a l mis-
P ara no chocar, para no encontrarse con opuestas pr0 tiempo que enervaban los esfuerzos del ejército y
tensiones, era preciso usar continuam ente de miram*0^ A ja b a n el triunfo, hacían á ese poder m ás apropiado
tos y de prudencia; y, sin em bargo, durante aq1* ^ ning ún otro p a ra someter á u n a autoridad común
largo período, no se encuentran vestigios de sistem Estados celosos de su independencia. A pesar de su
tica hostilidad entre ellos. Puntos de vista diferen* ' el)iÜdad, y tam bién, hasta cierto punto, á causa de
rozam ientos; por parte del Congreso, im p e r tin e n t debilidad, el Congreso era el sostén, el único sos-
y envidias; á veces hasta m alas intrigas, m aq^ ^ j 11 de la U nió n. Decidido á soportar los defectos y los
ciones aisladas contra W ashingto n en el seno 0 in v e n ie n t e s de esa asam blea, por consideración á
los servicios que únicam ente ella podía prestar, W ash­ tacha para organizar la impotencia del gobierno fe­
ington no quiso poner remedio á u n a im potencia pe­ deral. Acerca de todas las cuestiones, salvo la de que
ligrosa sino trabajando por d is m in u irla , y en vez de un asunto quedase veinticuatro horas sobre la mesa,
rebajar la autoridad c iv il central en provecho de 1* votaba en el Congreso por Estados, y cada uno
autoridad m ilita r, trató siempre de robustecer am* ^ éstos, cualesquiera que fuesen su población, sus r i­
bas, á costa de los Estados particulares. Por bastan' quezas, su parte en las cargas públicas, tenía u n sufra­
te, por mucho tiempo, las luchas que él y sus amig°s go igual, y, por consiguiente, la m ism a influencia so­
sostuvieron con ta l objeto, fueron infructuosas. l l o s destinos del país. L a resolución de los grandes
E l Congreso, que antes de la ru ptura con la metró­ Juntos se hacía imposible, por la necesidad de contar
poli era una reunión de simples patriotas, cuyos acto9 ^ n nueve Estados de los trece p a ra tom ar u n a deci-
tenían u n carácter puramente consultivo, no fué, do­ y cuando, por una feliz casualidad, se obtenía
rante casi toda la g u e rra, más que un gobierno pr°' concurso, el Congreso no tenía medio alguno p a ra
visional y revolucionario, sin otro derecho á la obe­ ^ lig a r á los Estados opuestos á seguir sus órdenes,
diencia que la necesidad de reem plazar el poder» ^ fe tía , es cierto, en el centro de la Confederación la
cuyo yugo había sacudido A m érica. L a autoridad & 8°nibra de un poder legislativo, pero n ad a que se p a ­
que se había apoderado p a ra la salvación de la Vy c ie s e á un poder ejecutivo. Revestido de u n a autori-
tria, no había recibido del pueblo otra confirm aci^ puramente declarativa, el Congreso carecía de
que u n a adhesión tácita, ni otro lím ite que la libre Te' ^Ución directa sobre los Estados y los ciudadanos.
sistencia de cada colonia y de cada ciudadano. E n 1 ^ 0 Podía por sí mismo realizar le v a de tropas ni im-
se hizo u n serio esfuerzo p a ra salir de tal situación ^°ner impuestos. Su m isión se reducía á indicar las
Sometióse entonces á la ratificación de los divers°9 jocosidades del Tesoro y del ejército, no á satisfacer-
Estados, después de haber sido adoptada por el .**• Éste cuidado se dejaba á los Estados que podían
greso, una especie de Constitución ó de alianza Janemente eludirlo. Los vicios de semejante Consti-
ra tiv a , titulada Artículos de Confederación y * ción eran tan monstruosos, las consecuencias eran
perpetua. E n ellos se reglam entaban y se definían ^ aíl enormes, que los espíritus menos perspicaces
relaciones de los Estados entre sí, las condiciones & botaban; y los artículos de la Confederación, ata-
la Confederación y los poderes del Congreso. Suce9 U 08 por todos, perdían, por la desconsideración en
vam ente fueron llegando las ratificaciones. Varia3 ^ e ^ al)Ian caIdo desde el principio, la escasa eficacia
hicieron esperar mucho tiempo; no estuvieron coJji ® hubieran podido conservar.
pletas hasta el mes de Marzo de 1781. A u n estado t tic * ernbargo, los republicanos fanáticos y los polí-
volucionario sucedió entonces un estado m ás 10£ * fosS antimUn¿onÍ8tasf después de haber sido los prime-
m ás regular en apariencia. E n realidad, la conf«81^ Con 611 c*eni£ ra r u n a Constitución, que d ab a , en su
continuó siendo la m ism a. L a Constitución qu0 CePt°, demasiada fuerza al poder, se prendaron de
ha b ía dado A m érica, no parecía sino que est* eiite, interesadamente, de lo que tanto habían
délos ciudadanos. Con la república, A m érica no llega­
atacado, y se oponían á que se pusiera m ano en ello,
rá á ser jam ás u n a nación. L a experiencia nos enseña
por tem or de u n a reacción m onárquica ó u n itaria>
^ue la form a del gobierno inglés es la mejor. Los es­
m ientras que la masa flotante de los patriotas mode­
cuerzos del ejército han sido poderosos porque estaba
rados y sin partido determinado, alarm ada con exce­
8°toetido á u n solo jefe. En cuanto se ha y an demos­
so, después de haber sido indiferente durante mucho
trado a l pueblo las ventajas de u n gobierno m ixto, lo
tiempoj no retrocedía ante los remedios m ás excesi­
Adoptará y reconocerá que ese genio que nos h a he-
vos. Sinceramente afectos á la revolución, y asusta­
cho dom inar tan gloriosa y victoriosamente dificulta­
dos á la vez ante sus consecuencias, esos hombres co­
o s insuperables en la apariencia, que esas grandes
m enzaban á dudar de la eficacia del partido republi­
Cualidades que h an merecido y obtenido la estimación
cano, á preguntarse si, p a ra ponerse al abrigo de 1*
O todos y la veneración del ejército, están destinadas
revolución y de la contrarrevolución, no sería conve­
* guiarnos m ucho mejor aún por los senderos m ás fá-
niente levantar un trono, colocando en él u n rey na*
de la paz. Ciertas gentes han establecido u n lazo
cional, y sus m iradas se dirigían involuntariamente
íntim o entre la idea de la m onarquía y de la tira-
ha cia W ashington. Esas ideas, que no se agitaban
***> que parece d ifícil separarlas. T al vez sería nece-
a ú n sino vagamente en el seno del pueblo, hallaban
^ i o dar u n título m ás modesto en apariencia a l jefe
en el ejército un eco m ás preciso y más sonoro. S0
Constitución que yo propongo. S in em bargo, una
h ab laba libremente de ello, no de simples sueños d0
arreglado todo lo demás, podrían aducirse pode-
cam pam ento, sino seriamente, prácticam ente, con e*
Í0&Í8imas razones p a ra adm itir el título de re y .
pensamiento y el deseo de realizarlo; y no se trataba
W ashington le respondió: «Con m ezcla de sorpresa
solamente de algunos intrigantes, deseosos de satisfa­
^ de dolor he leído atentam ente las ideas que m e ha
cer sus ambiciones, de algunos aristócratas que sen­
M e tid o usted. Tenga usted la evidencia de que nin-
tía n im prudentemente la nostalgia del pasado, de al'
acontecimiento de la guerra m e h a afligido tanto
gunos jóvenes impetuosos é intempestivos; se tra ta b a
saber por usted, que ideas tales circulen en el
de los m ás antiguos, de los m ás prudentes, de los ofi'
l í c i t o . Yo debo considerarlas con horror y condenar-
cíales más dignos, de los que W ashington admit**
^v e ra m e n te . Por a h o ra , quedarán encerradas en
cotidianam ente en su intim idad. U no de ellos, el c°'
*** 8eno, á menos que nuevas manifestaciones no hagan
ronel Lewis Nicola, que frecuentemente ha b la servid0
^cesaría la revelación. E n v a n o busco lo que en m i
de intermediario entre el ejército y su jefe, y llevad0
^ d u c t a ha y a podido alentar un a proposición que me
á W ashing to n las quejas de sus compañeros de armas»
preñada de las mayores desgracias que pudie-
llegó hasta com unicarle los deseos y las e s p e r a n ^
an*enazar á m i país. Si no me engaño á m í mis-
generales.
m°> 1© digo que no podría usted encontrar á nadie á
«De todos los gobiernos, le escribía, el gobierno r0'
sus planes de usted fuesen m ás desagradables.»
publicano es el menos estable, el menos capaz de g*
La indignación de W ashingto n era tan sincera como
rantizar los derechos, la independencia y la propied
sencillamente expresada. Se hubiera asombrado de la
Uarlos, fué obra á la que se consagró W ashington, y
adm iración que nos inspira u n a negativa tan severa ®n vez de exponerse á comprometerla, tratando de
respecto de u n ofrecimiento tan halagador y tan bri­
conjurar con demasiada precipitación el peligro, supo
llante. P ara él no fué n i siquiera un acto de virtud.
d ig n a r s e á obrar lentamente y á esperar el efecto
W ashington respondió a l coronel Lew is Nicola instin­
las dolorosas lecciones de la experiencia sobre el
tivam ente, sin reflexionar y sin esfuerzo, como se res­
espíritu de sus conciudadanos: «Tal vez el m ayor de
ponde á un insulto. L a propocisión de hacerle rey ^dos los vicios del gobierno democrático, es que el
hería á la vez su honradez y su buen sentido.
Pueblo necesita siempre sentir antes de avenirse á
P ara A m érica no h a b ía término medio entre la mo­
Esta m áx im a de W ashington sirvió de norm a
narquía tradicional y la república federal. U na mo­
á su conducta: «Nadie, escribía a l coronel H am ilton,
n arq u ía revolucionaria, la centralización hereditaria
e3tá qu izá m ás profundam ente convencido que yo, de
del poder en manos de u n am ericano, hubieran que­
^ necesidad de reform ar la Confederación actual.
brado los débiles lazos que unían á las colonias. ©
^ 0l,que á sus defectos, á la carencia de poder en el
rey de In g la te rra no fué durante tanto tiempo el so­
E g r e s o se puede justam ente atrib uir la prolonga­
berano com ún de aquellos diversos Estados, sino por­
ban de la guerra y los gastos que ha ocasionado. H a
que no pertenecía á ninguno de ellos. Ajeno á sus lu­
^ la causa de todos los obstáculos que he encontra-
chas, á sus pasiones, á sus odios particulares, podía
ío>de todos los sufrimientos qua h a experimentado el
reprimirlos porque no los com partía. Lo que los $ s-
ejército. Estos sentimientos inform an mis cartas par-
tados tem ían especialmente, lo que les horrorizaba
l l a r e s ; cada vez que la conversación recae sobre
a ú n m ás que la dom inación inglesa, era el depender
asunto me esfuerzo en propagarlos, en hacer que
unos de otros. Esas desconfianzas tan sombrías q#0
^n etre n en los espíritus. Pero es difícil decidir si mis
hemos visto desarrollarse contra u n poder central
jjUevas tentativas puedan adelantar el resultado, ó
como el Congreso, en el que todos estaban represen­
por el contrario, den lu g a r á suponer que pre-
tados, en el que únicamente las minorías podían
arrogarm e derechos de que carezco. Esto de-
g a r á ser despóticas, hubieran sido dobles contra un do la opinión popular, del hum or y de las dis­
hom bre que, sin ofrecerles las mismas garantías, hu­
posiciones del pueblo.*
biese llevado todo el peso de la responsabilidad.
creyó, sin em bargo, que podía abandonar la
E l remedio propuesto po r el coronel Lewis Nicol*
^ Cena en la que desempeñó ta n gran papel, y sepa-
era m ás peligroso, m ás disolvente, m ás revoluciona­
^s® de sus conciudadanos como hombre público, sin
rio que el m a l que aquejaba á A m érica. Este m al no
ysrtirles de los peligros que les amenazaban; y en
era incurable. L a organización interna de los Estados
c A m e n to de volver a l retiro en el que tomaba el
Unidos, tan viciosa bajo tantos conceptos, no era, síu
^mpronaisQ solemne de term inar sus días, á pesar de
embargo, radicalmente m ala. Contenía los elemento»
escasa confianza en la eficacia de u n a advertencia
de u n a buena Constitución. Sacarlos á lu z y desarro* Ue no estaba aún suficientemente justificada por el
12
volver á sus hogares, llevaron á ellos el pensamiento
sufrim iento, dirigió á los diversos Estados de la
U nión estos consejos y este adiós supremo que, en su del general, y le hicieron poco á poco p o p u la r re pro ­
duciéndole. Pero esta buena sem illa, esparcida así
lenguaje patriarcal, calificó el mismo de «ú ltim a ben­
dición á su país». por todas partes, no germ inó por sí misma; no debía
desarrollarse sino bajo la acción de W ashington. Este
«De la política que adopten los Estados dependerá
su afianzamiento ó su caída. ¿Caerán? ¿Permanece- gran ciudadano se engañó, a l pensar que em ancipada
A m érica no necesitaba de él pa ra g u iarla y salvarla.
r á n en pie? Esto decidirá el que la revolución deba
Sus consejos no podían ser fecundados sino por sus
ser considerada, en definitiva, como u n a m aldición ¿
servicios; su influencia no podía triunfar m ás que con
como u n bien... Y o no tengo ta l vez derecho á exa-
m in a r en esta c arta si los Estados deben ó no conce' su gobierno.
der poderes más amplios a l Congreso... Que se m0
perm ita decir por lo menos que, si no dejan a l Con'
greso el libre ejercicio de las prerrogativas de que está
incontestablemente revestido por la Constitución, tod°
caerá sin tardanza en la confusión y en el desorden
Aprenderemos entonces que hay un encadenamiento
n atu ral y necesario entre los excesos de la anarqu^
y los excesos del despotismo, y que el poder arbití*'
rio se establece sin g ra n trabajo sobre las ruinas
una libertad que degenera en licencia.»
E n su despedida a l ejército, a l dirigirse á s o ld a d
á quienes el espíritu de cuerpo había hecho olvi**f
poco á poco el espíritu de localidad, y cuyos hábtt09
de respeto y obediencia dispensaban á su jefe de &0
reos oratorios; el lenguaje de W ash ing to n fué ^
explícito todavía y m ás im perativo. «E l honor, l a ® '
n idad, la justicia del país se perderán para siemPr0
si no se aum entan los poderes de la Unión. E l genef*
deja, pues, á cada oficial y á cada soldado, cov*0
últim a orden , Ja 8^
de a u n a r sus esfuerzos á los de
dignos conciudadanos p a ra alcanzar ese grande é ^
portante resultado, del que depende nuestra exist011
cia misma como nación.» ^
Los soldados fueron fieles á la ú ltim a consig11* ’
<losa prudencia no dejarse arrastrar por el torrente
que le am enazaba; en vano cuidó de no decir y no
hacer nada que pudiese mezclarse en el m ovim iento
político: por m ucho que procurase acomodar su con­
C A P IT U L O X I I ducta y su lenguaje á la situación de un simple p a r­
ticular, continuaba siendo p a ra sus conciudadanos
un hom bre público, á disposición del país. A un des­
■7S3 17S? pués de haberse resignado a l sacrificio que debía
imponerle un d ía la o p in ió n , W ashington continuó
haciendo esfuerzos para alejarle de sí. Tanto por p a ­
Preocupaciones de Washington en s uretiro de Mount-Vernon. triotismo como por satisfacer sus propios gustos, quiso
Su plan de nave-ación interior.-La Asamblea de Virginia
limitarse a l papel de espectador, m ientras no tuviera
le vota una recompensa nacional.-El general la rechaza,
despues la acepta condicionalmente.-Estado de América.- que cum plir una m isión evidente y excepcional. Su
Impotencia del Congreso para evitar la bancarrota y la des- Primer deber, así como su principal preocupación,
membracion déla Unión.-Desconsideración de los Estados fué entonces el permanecer de reserva hasta el mo­
Unidos en Europa.—Violaciones del Tratado de 1783.- G u e ­
rra a los acreedores ingleses - G uerra á los ricos.-Insu- mento crítico en que los Estados Unidos se v ie ran en
rrección de Ma-sachussets.-Movimiento de opinión en favor Peligros que él únicam ente pudiera conjurar; el no
de una revisión de los artículos de Confederación.-Esfuer-
gastar su autoridad y sus fuerzas en estériles debates
zos de los amigos de Washington para lograr la reunión de
una Convención. —Su triunfo.-W ashington consiente en y en vanas tentativas de salvación. Se daba cuenta
tomar parte en los trabajos de la Convención. con com pleta clarividencia de su gran posición, de la
Responsabilidad que le im p o n ía, de la necesidad y los
tedios de usar de ella. E ra ta l la im portancia que
D e regreso á Mount-Vernon, en cuanto se despejó
de ese aturdim iento lleno de d u lzu ra que producen en c°ncedía entonces á sus menores actos, que no se li­
el a lm a el silencio tras el ruido y la paz tras la lucha, c itó 4 dejarse guiar por su propio criterio. Jam ás se

W ashington previó instintivam ente, pero sin resig­ le vió tan solícito en consultar sus ideas con sus ami-
narse á ello, que le serla imposible aislarse, en medio S°s, en recoger y pesar las opiniones contrarias, y,
del creciente tum ulto que repercutía en torno de él. mismo tiem po, más independiente y m ás prudente
E l am or al retiro, el respeto a l compromiso que había sus determinaciones.
tomado de no volver á salir de él, el celo por su fama, De 1783 á 1789, durante el tiempo que permaneció
que tem ía comprometer en nuevas empresas, todos a )eno a l gobierno de los Estados Unidos, no aceptó
los sentimientos m ás profundos de un corazón se veían que en dos ocasiones un papel activo en los
dolorosamente combatidos por las perspectivas que asuntos públicos, y no lo hizo sino después de largas
ante él se presentaban. E n vano procuró con cuida* Jubilaciones y en pro de la gran idea que dejó como
Andera á sus soldados.
W ashington á ponerla en p rác tica , cuando las colo­
E n 1784 presentó a l gobierno de V irgin ia el pro­
nias se sublevaron y se unieron en defensa de sus de­
yecto de un vasto sistema de comunicaciones interio­
rechos. Su espíritu se había agrandado alm ism o tiempo
res, que, mediante u n a ingeniosa com binación de ca­
que los destinos del país; sus horizontes se h a b ían en­
minos y canales, debía u n ir las aguas del Potomac y
sanchado, como su esfera de acción y su patriotismo,
las del Jam es con las del Ohío, las del Mississipí y las
cuando volvió á pensar, después de la gu e rra, en el
de los grandes lagos; y en 1787 fué á presidir en F i­
proyecto que había interrum pido. Descubrió en él en­
ladelfia la Convención reunida p a ra dar u n a nueva
tonces u n alcance mucho m ayor del que entreviera al
constitución á A m érica.
principio. Antes de la revolución había obrado por
Desde mucho antes de la revolución fué para W ash­
consideraciones económicas y por intereses provin­
ington u n asunto predilecto de sus meditaciones y sus
ciales ó privados; en 1784 obró principalm ente por mo­
estudios el buscar los medios adecuados p a ra asegu­
tivos políticos y en interés nacional.
r a r la dom inación de V irg in ia sobre las vastas lla n u ­
Im p e d ir la desmembración de los Estados Unidos,
ras que sus exploradores h ab ían invadido poco á poco,
combatir tanto las causas físicas como las causas m o­
aventurándose a l otro lado de los montes Alleghanis,
rales que les am enazaban con la disolución, todo pa­
y á unir todo aquel pueblo que se form aba en el Oeste
recía á W ashington secundario a l lado de aquel gran
con la colonia de que había salido. Por un recuerdo
Proyecto; y al mismo tiempo que trataba de consolidar
afectuoso del escenario de sus primeros trabajos, y
*a Confederación con u n a distribución mejor de los po­
por un cuidado legítim o de su fo rtuna, W ashington
deres, veía, en el desarrollo de la navegación interior,
ha b ía seguido siempre con particu lar interés los asun­
un medio de retener, por lazos materiales, en el círculo
tos de aquel territorio, del que fué, desde su infancia,
de atracción de A m érica, á las comarcas m ás dispues­
uno de los primeros exploradores; a l que defendió con­
tas á separarse.
tra las invasiones de los franceses; y en el que había
«Los Estados del O este están colocados, por decirlo así,
concluido por ocupar inmensos dominios. A l facilitar,
«obre u n eje, escribía á Benjam ín H arrison, goberna­
por medio de canales, las comunicaciones entre los es­
dor de V irg in ia , basta el menor m ovim iento p a ra que
tablecimientos del Este y V irg in ia, se acercaban dos
giren á uno ú otro lado; y si los españoles, por su de-
poblaciones que no estaban separadas m ás que por las
recha, ó los ingleses por su izquierda, llegasen á bus­
m ontaüas, se las unía por intereses comunes, se hacía
car su comercio y su alia n za , podríamos exponernosá
penetrar el m a r en el interior del pa ís, se ponía á las
u“ a separación completa. H asta el d ia en que España
comarcas m ás lejanas en comunicación directa con
puso torpemente obstáculos en su camino, los ha­
E u ro pa y su comercio, y se aum entaba así á la vez el
d a n te s del Oeste se dirigieron hacia el Mississipí. No
poderío de la colonia madre, y el va lo r de las propie'
ten ian m ás que hacer sino dejarse deslizar suavemente
dades en el territorio occidental. Provisto de tantas
Por el rio, m ientras que p a ra llegar hasta nosotros,
razones como las que se presentaban en apoyo de una
Necesitaban transportar lentam ente sus mercancías
idea que acariciaba hacía mucho tiempo, se disponía
por tierra por malos caminos. Pero facilitadles las co­ Aceptar u n salario, es darse un am o; y «yo quiero,
municaciones y su comercio vendrá á nosotros... Para decía, que mis acciones, que son el resultado de la re­
mantener la unión entre los Estados del Oeste y los flexión, perm anezcan libres como el aire. Cualquiera
del Centro, no hay m ás lazo posible que el de los inte­ ^ue sea el pretexto de ese don gratuito, ¿no estaré, si
reses.» acepto, considerado en lo futuro como u n depen­
Estas elevadas consideraciones iban acompañadas dente? Pensarlo por u n solo instante me disgustaría
de u n a exposición completa de los métodos de ejecu- ^ á s que lo que pudiera alegrarm e el producto de todos
ción. Todo esto era el fruto de los trabajos que W ash­ dividendos; y, sin embargo, creo que es uno de los
ington había realizado sobre el terreno. L a dirección valores m ás seguros y m ás susceptibles de aumento
de los cursos de agua, la inclinación de su cauce, la este país. Me encuentro verdaderamente molesto,
a ltu ra de los saltos, todo lo ha b ía estudiado tan cui­ ^o estoy dispuesto á beneficiarme de la generosidad de
dadosamente como u n campo de batalla. Los corazo­ los legisladores, y comprendo que se me acusara, si lo
nes americanos se conmovieron profundamente á la íehuso, de un vano alarde de desinterés, ó de una falta
vista de aquel g ran hombre que, después de haber te­ ^ consideración y aprecio hacia los favores de m i pa-
nido en sus manos los destinos de todo u n continente, tlia*.
v olvía á emprender los modestos y penosos trabajos W ashington rehusó al principio; pero la insistencia
que abandonara á la edad de diez y nueve añcs, y se ^ reiterada, como delicada, de la Asamblea, conclu-
internaba de nuevo en el desierto para someter á la ^ Por hacerle ceder, y consintió en un a transacción,
grandeza de un país las fuerzas de la naturaleza. p0r la cual recibió en depósito, p a ra aplica rla á obje-
Los legisladores de V irg in ia no creyeron hacer nada s de utilidad pública, la sum a que había rechazado
de más por el libertador del Nuevo Mundo, al apresu­ Co* o remuneración personal.
rarse á complacerle: decretaron que «esos grandes tra ­ ^ a le ja n te s recompensas, concedidas y recibidas de
bajos de navegación interior, monumentos futuros de la a la n e r a , ofrecían un espectáculo tranquilizador y
gloria de W ashington, serían tam bién monumentos del Colador, en medio de los tristes síntomas de díso-
reconocimiento del país». A l au to rizar la formación de ueión y decadencia que, desde la cuna, se manifes-
dos compañías que debían ejecutar el proyecto de W a sh ­ en la sociedad am ericana. U n pueblo capaz de
ington, los representantes votaron en favor de aquél ^ ° d u c ir un hom bre tal y de rodearle de tal respeto,
cien acciones de la explotadora del río Jam es y cin­ muc^ a savia Para desmoronarse antes de llegar
cuenta de la del Potom ac. E ra un don nacional de cer­ mayoría de edad y p a ra m enguar antes de haber
ca de doscientos m il francos. A W ashington le em ba­ ^ C^°- Sin em bargo, su despertar se hizo esperar
razó tanto como le conmovió esa prueba de afección taut0 ttem P°> (l ue 9e PU(*0 creer, por un ins-
de su colonia n atal. Ja m á s había consentido en con­ e>que dorm ía con el sueño de la muerte.
vertirse en u n servidor á sueldo. No lo hacía solam en­ 80(.ja bancarrota, la miseria, el comunismo, la guerra
te por desinterés, sino por am or á la independencia. a en el seno de los Estados, la guerra civil entre
ellos, el desprecio y los insultos del extranjero, todas bastó p a ra hacer fracasar la nueva combinación finan­
estas vergüenzas y todos estos males eran inminentes ciera; hubo necesidad de contentarse con el antiguo
cuando no presentes ya. sistema. U n a resistencia inerte y silenciosa fué la ú n i­
E l interés de la deuda p ú b lic a se fijó, en 1783, por ca respuesta de la m ayoría de los Estados a l llama-
el Congreso, en dos millones quinientos m il dollars* ^ e n to del poder central. E l Estado de N ueva Jersey
No se pudo reunir anualm ente esa suma, n i con em­ opinó que a u n esto era m ostrar demasiado respeto y
préstitos, n i con impuestos. E n E uropa, el crédito do demasiada dependencia: su asam blea votó u n a ley ne­
los Estados Unidos estaba agotado; en el interior, «las gándose term inantem ente á lo que pedía el Congreso.
requisiciones del poder central no eran m ás que una Rechazar así a l poder central toda medida fiscal, y
va na palabra y un asunto de burlas». Desde el 1.° do ^Servar de u n a m anera absoluta el derecho de tasa­
Noviembre de 1784 hasta el 1.° de Enero de 1786, no jó n á las asambleas, no era solamente hacer inevita­
entró en el tesoro de la U nión m ás suma que cuatro­ ble la bancarrota; era hacer imposible tam bién todo
cientos ochenta m il dollars. Los artículos de la Confe­ Eterna general de aduanas, toda protección eficaz á
deración que concedían a l Congreso el derecho de vo­ ** agricultura, á la industria y á la m a rin a america-
ta r los gastos, reservaban expresamente á los legislé ?as> todo tratado de comercio con las naciones extrañ­
dores de los diversos Estados el de votar los ingresos» a s ; era á la vez an iq u ila r las riquezas y tu rb a r la
y determ inar el objeto y n aturaleza de los impuesto^ ^az de la U nión. Cada Estado tenía tesoro que llenar,
Todas las previsiones financieras podían ser echad#* C u e t o s que defender, vecinos á quienes explotar;
por tierra, todos los servicios públicos desorganizad*^ cM a Estado tuvo sus aduanas; y no tardó en estable­
por la incapacidad, la debilidad ó la m a la v o lu n té r o entre las partes del mismo imperio u n a guerra
de u n a sola asamblea: el honor y los compromisos d0 Grifas, que podía á cada instante degenerar en
la U nión se encontraban periódicamente á merced d0 guerra á m ano arm ada. Las disputas se agriaron; el
algunos obscuros representantes de un pequeño Est* espíritu de separación y rivalidad se desarrolló: no
do desconocido y sin responsabilidad ante el mund0. tardó en hablarse de d ividir A m érica en varias confe­
E l prim er esfuerzo del Congreso para librarse de 1** c c i o n e s , y hasta en trece repúblicas independien-
funestas consecuencias de los artículos de la Confed0 Ya algunos Estados limítrofes h a b ía n estipulado,
ración fué u n acto de impotencia. E n vano represen ^ a la defensa de sus intereses comunes, tratados
á los Estados la necesidad de crear recursos perU1^ se negaban com unicar a l Congreso; Georgia ha-
nentes y asegurados p a ra satisfacer necesidades Pe* ^ a A c la ra d o la guerra á los indios por su propia
manentes y sagradas; en vano solicitó extensión ^ enta; y ias leyes de navegación de N ueva Y o rk, de
poderes, y permiso p a ra establecer, por v e in t ic i^ fo?eVa Jersey, de Pensilvania y de M aryland, asimi-
años, u n impuesto general sobre las importaciones» G an * los ciudadanos de los demás Estados con los
fin de poner el servicio de la deuda a l abrigo de t0 ^ Zanjeros.
capricho fraudulento. L a oposición de N ueva í ° destruida en el interior, la autoridad federal no
abía em ancipado á los comerciantes americanos del
representaba ya nada en Europa. L a revolución ame-
^ugo de la m adre patria, no de las reglas de equidad
ricana estaba juzgada: todo el m undo la consideraba
^ del deber de pagar sus deudas; el tratado lo reco­
como un aborto, salvo tal vez Lafayette, que, con
c í a así, garantizando los derechos de los acreedo-
cierto am or propio de autor, creía en el éxito de la
íes ingleses contra sus deudores americanos. Pero la
obra á la cual había concurrido. Inglaterra abruma»'
j'kse de los deudores era numerosa y violenta. P ara
ba á hum illaciones á los Estados Unidos, y especulaba
leerse clientes y e vitar el crearse enemigos, se com­
con la debilidad de los mismos, acechando la ocasión
padecieron de la suerte de aquellas víctimas de una
de lanzarse sobre sus despojos. Se negaba á ejecutar
8ticia demasiado estricta y demasiado favorable a l
el tratado de 1783, y á evacuar los puestos militare*
^tranjero; se inventaron teorías acomodadas á sus
de los grandes lagos, que eran la lla v e de los Estados
efeses, y los tribunales permanecieron cerrados á
Unidos; cerraba sus puertas á los buques americanos;
d ab a largas sistemáticamente a l establecimiento & reclamaciones de los acreedores ingleses.
e^ ada hay más contagioso que la m a la fe: protegida
relaciones diplom áticas con sus antiguos súb dito s;?
^ hombre de un sentimiento nacional se desarrolló y
cuando el Congreso envió á Londres á un embajador,
John Adam s, p a ra protestar contra esos signos & la form a del m ás cínico socialismo. Lo que al
8q ciPio no había sido m ás que guerra á los ingleses
m a la voluntad y entablar u n a negociación, fué acO'
Convirtió bien pronto en guerra á los ricos, guerra
gido con u n a rigidez aristocrática, contra la cual
rebelaba en vano, con Ja vanidosa torpeza de un a¿' ai Gral y sistemática, en la que la codicia no se cuidó
venedizo. Realmente, A m érica carecía de derecho par» ■ o j* * de Pedir un vel° á ia filantropía ó á la filo-
indignarse contra tantas insolencias; puesto que 80
t^b esPectáculo de la a na rqu ía á la que A m érica es
m ostraba tan desleal como impotente, y a l dejar que
se desgarrase en su casa el tratado cuya ejecución r0' Me abandonada desde hacía tanto, había turbado las

c la m ab a en Londres, se prestaba perfectamente á qu0 y . laS costumbres- Todos los negocios estaban
la hiriesen con las mismas arm as. «Parece como 91 ^ {endidos P °r la inquietud y el malestar general. Se
h °^a Perdido la confianza en el porvenir y entre los
hubiéramos olvidado, ó como si nunca la hubiéram 0*
sabido, la política de q u itar la razón á nuestro ene#»' reS’ *a desesPerac^ 11 y e* ham bre ponían en mo-
go, decía W ashington; las recriminaciones sienta11 $8peent° brazos y espíritus ociosos. L a m anía de las

m a l en aquellos que son los primeros agresores.» ^a8 O - 0-68 arriesgadas, esa p lag a de los tiempos
violaciones del tratado que Inglaterra censuraba * bliCa °s y a rro m p id o s , había lanzado á la plaza pú-

los Estados Unidos eran tanto m ás vergonzosas ó i* ' ^ C a m u ltitu d dea£i°tistasarruinados,hom bres sin
procedentes, cuanto que se referían á cuestiones *ti2ai^ Cla> codiciosos, audaces y charlatanes que,

buena fe en las relaciones privadas, y afectaban ta° ^ c r ia ^ exP^otando k*8 pasiones populares que la
directam ente al pueblo de la G ran Bretaña corno^ *011 airT ^ ^ acía moraentáneamente compartir, llega-
su gobierno. L a proclam ación de la in d e p e n d e n ^ e8fuerzo á dom inar é im tim id ar á los gobier
nos que se habían debilitado a l aislarse. Decretar el to. Irritados por los obstáculos que encontraban, obli­
curso forzoso de u n p ape l m oneda que perdía el 30 gados p a ra vencer á organizarse y entenderse, los in ­
por 100 de su v a lo r nom inal, cerrar los tribunales» surrectos de todos los puntos del territorio se reunieron
suspender los procesos, tales fueron los medios pr°- Y declararon u n a guerra abierta á la sociedad y al
puestos p a ra em ancipar á los deudores, y el programé gobierno. No tardaron en organizar un ejército en es­
adoptado por el partido demagogo p a ra aum entar ej tado de mantenerse en el campo; aum entaba diaria­
núm ero de sus adeptos. Triunfó sin esfuerzo en casi mente con la hez de las ciudades, alentado por la es­
todo el Norte de la U nió n. A l menor signo de resisten- p e r a n z a del botín y con los depravados de todos los
cia por parte del poder, el pueblo acudía á las arma9 Partidos que soñaban con la destrucción de la U nión.
á los gritos de: « iN o m ás deudas! ¡no m ás ^ Niveladores y realistas acudían, con igual ardor, á
puestos! ¡papel m oneda! ¡reparto ig u al de los bí6" Mezclarse en las filas; el reparto de bienes y la unión
n e s !» Turbas cubiertas de harapos se en seño reaban á Inglaterra constituían el lem a de su bandera, Hubo
de las calles; la consternación cundía en las clases stf Un instante en que llegaron á quince m il, y pudieron
periores y en el gobierno, y los defensores natural09 lee rse los amos del continente. Las poblaciones, ate­
del orden público, aceptando la derrota antes de lü^ morizadas ó seducidas, se apresuraban á abrirles paso;
char, inclinaban la frente bajo el yugo de la mucbe los pobres hacían votos por que triunfasen, y los ricos
dum bre. E l juez b ajab a del estrado, los representan ^Uían ante ellos. E l incendio, que estalló en N ueva I n ­
votaban la ley que debía ser el precio de su reelecC1 glaterra, am enazaba propagarse por toda A m érica.
ó de su seguridad, y cuando el populacho, caim* **ero la m a g nitu d del peligro sacó a l país de su a m o ­
con el alarde de su fuerza, y satisfecho del terror <1 dorramiento, y volvió á encontrar, contra los demole­
había producido, volvía á sus casas sin haber con*e^ dores, la energía que desplegó contra la G ran Breta-
tido desórdenes mayores, los revoltosos se vanag **a-Todas las m iradas se dirigieron con indignación
ban de su generosa m oderación y los vencidos se ^acia Massachussets, y el Congreso se preparó á sos-
citaban de su prudente cobardía. ^ ^ner a l gobierno de aquel Estado si sucumbía. Se or­
E n medio del rebajamiento general de la auton ganizó un cuerpo de tropas continentales p a ra m a r­
únicam ente el gobierno de Massachussets mostró a c a r contra los revoltosos; pero la m ilicia de Massa-
vigor; él sólo sostuvo la lucha, la c u al fué seria chussets bastó p a ra dispersarlos. Los más atrevidos no
grienta. E n todas las otras partes, el poder y lft 1 8aben hasta qué punto es fácil la represión del desor-
rrección perm anecían frente á frente, sin des ^ por u n gobierno que usa de toda su fuerza.
casi sin molestarse, y la m u ltitud , obedecida 810 ^ E n el rigor del invierno, en medio de las nieves, con
no se había tomado el trabajo de derribar las que contaban los insurrectos p a ra ponerse al abri-
modificar u n estado social que no podían op°ner’ de todo peligro, los generales Lincoln y Shepard
g u n a resistencia á sus caprichos. E n M a s s a c *anzarón en persecución de los rebeldes, á la ca-
m ovim iento, m ás reprim ido, fué m ás radical y v eza de cuatro m il hombres. L a insurrección no pudo
resistir en n in g ú n punto ante ese brusco ataque; á los
gobernantes. Así, pues, no tenía las mismas razones
primeros disparos los niveladores se desbandaron, y
que Jefferson p a ra opinar que todo ib a bien. Por lo
no quedó de aquella form idable explosión del socia­
demás, estaba lejos de ser lo que se llam a un optimis­
lismo en los Estados Unidos, sino la lu z que se hizo
ta. E n la acción desplegaba un a energía confiada, que
en los ojos de la m asa sensata de la nación, y el des­
Uo podían abatir los mayores infortunios; pero, en el
orden que produjo en ciertos cerebros m al organiza­
silencio del recogimiento, sus previsiones eran h a b i­
dos, demasiado influyentes por desgracia. L a alegría
tualmente tristes. «Si alguno m e hubiera dicho, hace
razonada y reflexiva que experim entaba el embajador
tres años, que una revolución tan form idable lle garía
del Congreso en París, Jefferson, al tener noticia de
á am enazar las leyes y la Constitución que nos hemos
las revueltas de Massachussets, era, sin duda alguna,
dado, hubiera tomado al tal por u n loco digno de
u n síntom a m ás inquietante para el porvenir de los
^©dlam ... Después de lo que he visto, no me serpren-
Estados Unidos, que los acontecimientos que la pro­
^erá nada. H a y en todos los Estados materias infla­
vocaban. «Dios nos guarde, exclam aba dicho emba­
mables á las que u n a chispa puede prender fuego...
jador, de que n unca permanezcamos veinte años se­
de aquí á la prim avera no se despliega la mayor
guidos sin u n a insurrección semejante... Estoy con­
prudencia, asistiremos á escenas espantosas.»
vencido de que, de cuando en cuando, u n a revuelta
Este era tam bién el sentimiento público. E l salúda­
es conveniente y tan necesaria en el m undo político,
lo terror que habían provocado las revueltas de Mas-
como las tempestades en el mundo físico... E l árbol
8achusset, sobrevivió á la represión, como la causa
de la libertad necesita ser regado, algunas veces, con
las produjo. Se declaró en todos los Estados una
la sangre de los tiranos y de los patriotas... Es 1«
í,°derosa reacción contra el espíritu que había infer­
cierto que al fracasar las rebeliones, confirman gene­
id o los artículos de Confederación. Los intereses
ralm ente los defectos de derecho que les dieron nací'
^rívados se coligaron contra los intereses locales, y
m iento. L a observación de esta verdad debe hacer qn0
°dos los que tenían bienes ó u n a fam ilia que defen-
un honrado gobierno republicano use de bastante mo­
^ r ’ desearon la reforma de la Constitución. Des-
deración en la represión de las revueltas, p a ra Q° e hacía y a mucho tiempo, los am igos de Washin-
desalentar a l pueblo dem asiado... Si descuidase p°r
Preparaban el instrum ento que había de re ali­
u n instante su atención, usted y yo, el Congreso y la9 zarla.
asambleas, los jueces y los gobernadores, nos conver­
No podía ser el Congreso. E ra objeto á la vez de
tiríam os todos en lobos.*
tal aSÍat*a desconfianza y poca consideración. E ra
W ashing to n estim aba absurdo el suponer «que al
lle g ar al poder un hombre cambiase súbitamente d0 que°l CÍescrédito en <*ue había caído aquella asamblea,
^ el momento en que los partidarios de la refor-
naturaleza y no conservara otra condición sino la de
dajj *)° nían en j ueg°> Para hacer que se aceptara, to-
oprim ir». Lo que le parecía temible para su país, era
más bien el despotismo de los gobernados que el de 1 os aUte^8 *ní*ueric*as d0 ^ ue P°día disponer, vacilab an
8 que el Congreso la recom endara á los Estados,
13
pues tem ían comprometer su causa con la intervención
1786, por la asam blea de V irginia, tenia, en aparien­
del poder central en favor suyo.
cia, por único objeto poner en relación á los comisa­
E l medio p a ra salvar á A m érica lo esperaban de
rios de las diversas asambleas, para entenderse acer­
un m ovim iento espontáneo y simultáneo de las diver­
ca de los medios de establecer un a unión aduanera.
sas asambleas locales; de u n a Convención im provi­
L a Convención se reunió, en el mes de Setiembre, en
sada por el sentimiento público, como lo fué el Con­
A nnapolis. Solamente cinco Estados respondieron al
greso de 1775, y encargada, como aquél, de proveer
llam am iento de V irginia; pero el movimiento estaba
á necesidades no previstas por la Constitución del país.
dado; se había llam ado la atención del pueblo sobre el
Desde principios de 1786 se habían hecho serios es­
astado de A m érica; se h ab ían puesto de manifiesto las
fuerzos p a ra im pulsar á los espíritus por ese camino.
lagunas de la Constitución, y su existencia en tela de
W ashing to n los había aprobado y dirigido desde lejos,
inicio; nadie se atre vía y a á tom ar la defensa de u n a
pero sin prestar públicam ente su concurso, porque no
la n e r a absoluta. E ran tales los progresos de la opi­
esperaba un resultado inmendiato.
nión por ese camino que, no obstante su reducido n ú ­
En sí mismo, el desorden no hiere más que á los ce­
mero, los miembros de la asamblea de Annapolis no
rebros y á los corazones escogidos; no afecta á las al­
v*cilaron en rechazar su m isión como demasiado l i ­
mas vulgares si no por sus consecuencias materiales.
s t a d a , y en recomendar á los Estados la reunión de
P ara reaccionar á la m asa del pueblo en contra de la
una convención revestida de plenos poderes para r e ­
a n a rq u ía, es necesario poner en juego los intereses
a rm a r la Constitución.
privados amenazados. E l número de los que sentían 1*
. Las asambleas discutieron esta proposición bajo la
necesidad m o ral, y comprendían la urgencia política-
^P re s ió n de las revueltas de Massachussets. V irginia
de robustecer el poder centralizándole, era sumamen­
ué el prim er Estado en adherirse; los demás fueron
te reducido; pero los espectadores m ás indiferentes y
R itien d o el ejemplo, poco á poco, excepto Rhode-Is-
menos perpicaces de la disolución nacional, los más
que hasta 1790 prefirió permanecer aislado en
egoístas y los m ás sombríos defensores de los gobier
^ d i o de los Estados Unidos antes que renunciar á la
nos pequeños, de las influencias menudas, de los mez­
renta que sacaba con sus aduanas, de los Estados á los
quinos abusos locales, sufrían con la guerra de tarifa9
proveía con sus puertos.
á que se entregaban los Estados, y estaban dominados
Los partidarios de la Convención creían tener de-
por la necesidad de derribar las barreras aduanera*
* * o á disponer del nombre de W a s h in g to n , aun
que entre ellos se a lza b a n . Esta necesidad, que 1°9
^ 11 ra la voluntad de éste, en beneficio de sus id e a s .
artículos de Confederación no sum inistraban ning^0
^ PQ8ar de su resistenciá á las solicitudes, fué puesto
medio de satisfacer, fué la palan ca de la que supieron
a cabeza de la diputación de V irginia; á pesar de
servirse los detractores de la Constitución p a ra subí®'
Petición de ser reem plazado por otro delegado, le
v a r la opinión pública, y provocar la reunión de un*
servaron provisionalmente en la lis ta , y le supli-
Convención. L a que fué propuesta, el 21 de Enero d0
°n que aplazase su negativa hasta el m om ento de
la reunión de la Asam blea. W ashington se alegró que abogaban desde hacía tanto tiempo los america­
probablemente, en secreto, de conservar así su li­ nos ilustrados. No se podía pretender rem over los es­
bertad de acción, y no verse obligado á tom ar inme­ píritus de u n a m anera m ás seria y m ás profunda; no
diatam ente un partido. Su perplejidad era grande. se podía esperar que se presentase una ocasión más
Sus consejeros m ás inteligentes y m ás leales estaban propicia p a ra obrar. E l permanecer todavía en la re­
divididos acerca de la conducta que debía seguir. serva, ¿no era exponerse á dejar que se escapase la
Muchos de ellos dudaban, igualm ente, de la legalidad mejor coyuntura de salvación que pudiera presentarse
y la eficacia de la Convención. Este llam am iento á la paralos Estados Unidos? ¿No era hacer como si sedeses-
opinión les parecía prem aturo en el fondo y revolu­ perase de la cosa pública y se favorecieran las ideas
cionario en la form a. Podía convenir á las medianías monárquicas? U n a circunstancia fué á aum entar en el
comprometerse en una tentativa tan aventurada; tal espíritu de W ashing ton el peso de estas últimas razones
vez era conveniente que lo hiciesen: pero W ashington y á hacer que la balanza se in clinara en favor de las
debía hacer algo más por su país. Todas estas obser­ mismas. E l Congreso recomendó á los Estados que en­
vaciones eran d en atu rale zatal, que le impresionaban y viasen delegados á la Convención. Después de un m a­
estaban de acuerdo con sus secretos instintos; hubo un duro exam en, se había reconocido que el apoyo del
momento en que pareció decidido á no ir á la Conven­ Congreso sería en definitiva m ás ú til que perjudicial.
ción y así lo anunció á sus m ás íntimos confidentes. La presión de la opinión contra los artículos de Con­
U n a porción de razones fundadas en su situación per­ federación se h a b ía hecho m ás fuerte que la descon­
sonal se presentaban á su espíritu para explicar su fianza de las Asambleas locales en contra del poder
ausencia al público, sin desacreditar á la Convención* central. L a recomendación de éste no podía, por lo
Los compromisos de su despedida y la inconveniencia tanto, hacer m ás que destruir los escrúpulos de lega­
de ir á Filadelfia en los momentos en que se reunía Ia j a d que detenían aún á ciertos espíritus prudentes,
A sam blea general de los C in cinn ati, cuya presidencia y dar á la Convención u n carácter m ás regular y más
acababa de rehusar, por miram ientos con los prejui- solemne. W ashington se decidió por fin á prestarle el
cios populares; el embarazo de su consecuencia y l*3 aPoyo de su popularidad y á tom ar pa rtee n sus tra-
consideraciones que debía á fieles compañeros de &r'
mas le parecían otros tantos motivos serios y atendí'
bles pretextos p a ra permanecer en Mount*'Vernon-
Pero, en el momento en que preparaba así su neg*tt'
v a, trata b a de in q u irir con inquietud el efecto que t*1
n eg ativ a produciría sobre el espíritu de sus comp*-
triotas, y de sondear la opinión para descubrir lo <lu0
esperaban de él. Por fin se había producido aquel mo­
vimiento del pueblo en favor de la reform a, p °r e
intereses, hasta rivales en am bición. Todavía no se
había presenciado nada semejante; u n a asam blea
constituyente era u n a experiencia; y á ju zga r por el
fracaso de los imitadores europeos de la Convención
am ericana, es evidente que la experiencia era peli­
C A P IT U L O X I I I
grosa.
Cierto es que jam ás se h a intentado obra semejante

1797-1799 on condiciones tan favorables.


L a revolución am ericana, em prendida para defen­
der, no para destruir la Constitución tradicional de
Por qué logró su objeto la Convención de Filadelfia.—Cómo las colonias, produjo u n simple cambio de soberanía,
podía salir de ella la guerra civil.—Lncha entre los Estados Uo un completo trastorno del estado social. Y no es
mayores y menores.—Cuestiones que la motivan y solucio­
sata la única ventaja que tuvo sobre las demás revo­
nes diversas que dan los tres principales proyectos de cons­
titución.—La ’ucha se encona sobre el modo y la base de la caciones. No debía su victoria á una guerra interior,
elección para el Senado.—Franklin propore oraciones en á una lucha intestina de clases ó partidos. E l enemigo
favor de los trabajos de la Convención.—Inutilidad de este ^ue tuvo enfrente podía ser arrojado fuera; desde el
esfuerzo para calmar los ánim os.-L a Convención dividida
en dos campos de fuerzas iguales.—Necesidad y votación de fo m e n to de ser vencido, A m érica no tenía y a que
un compromiso entre los Estados grandes y pequeños.— temerle n i combatirle, y la m ism a señal de su triunfo
Papel de Washington en la Convención.-8u influencia so­ fué convertir á su enemigo en un extraño.
bre Madison.—Madison. —Tanteos de la Convención sobre
las cuestiones extrañas á los intereses locales.—Votación do En todas partes, las Asambleas constituyentes de
a Constitución por la Convención federal y por las Conven­ Nuestros días se han reunido p a ra realizar ó sancio­
ciones locales.—Cómo es juzgada en Francia. nar revoluciones mucho m ás radicales é injustifica­
das, Así es que han obrado por odio ó temor a l pasa­
W ashing to n salió de Mount-Vernon con el espíritu do, más bien que teniendo presente el porvenir para
lleno de d u d a y de inquietud acerca de la gran em­ ^ in a r el antiguo régim en, todavía en pie, ó para
presa, en la cual iban envueltos el porvenir de su Mantener vencidos los antiguos poderes, y a derriba*
país y la autoridad de su propio nom bre. L a duda y ^°8> más bien que p a ra afianzar el orden y la liber­
la inquietud eran legítim as. Constituía un espectáculo a d . Los miembros de la Convención de Filadelfia no
nuevo el de u n a asam blea ejerciendo el oficio del a ta b a n dominados por n ing u n a preocupación de ese
tiempo; improvisando u n a constitución, casi u n pue­ Señero. Su misión era la de crear, no eran un instru­
blo; creando u n a m áq u in a política bastante fuerte y & mento de gue rra, sino de gobierno; no eran revolu-
la vez bastante elástica p a ra reunir en un cuerpo de ci°n a ri08j sino fundadores de Estado. O braban en in ­
nación á Estados diversos por su origen, religión» terés de todos, solamente por odio a l desorden, con
institucipRes? costumbres, opuestos á menudo en sus UQa adm iración siempre respetuosa y benévola, á
veces hasta demasiado tím ida, hacia aquellas a n ti­ periencia me h a enseñado los peligros del espíritu n i­
guas instituciones, de las que habían tomado sus p rin ­ velador.»— «He aquí los progresos del espíritu público,
cipios y sus hábitos de independencia. ^ c la m a b a H am ilton: los miembros m ás tenaces en su
«Comprendo perfectamente, exclam aba H am ilton adhesión á la república declam an más que nadie con­
descorazonado, que sería insensato proponer hoy otra tra los vicios de la democracia.»
form a de gobierno que no sea la república. Pero sos­ No se trataba de una de esas ciegas y estériles reac­
tenido como estoy por la opinión de tantos hombres ciones—qu izá la m ás vergonzosa de todas las plagas
honrados y prudentes, no vacilo en declarar que el revolucionarias— que arrastran á un pueblo contra el
gobierno inglés es el m ejor de todos, y dudo mucho curso n a tu ra l de sus ideas y su destino, á renegar de
que n ada, fuera de esa constitución, pueda convenir á fe y á despojarse de sus esperanzas. E l río desbor­
A m érica.»
dado no se re tirab a sino p a ra volver á su cauce. Las
«Si estuviéramos en condiciones de copiar el plano Verdades que exam inaban los miembros de la Conven-
de ese excelente edificio, no sería yo quien se opusiera cÜn no les eran tan extrañas ni tan nuevas que les h i­
á ello», decía Edm undo R andolph, uno de los espíritus cieran perder el tacto y la libertad de espíritu. L a m a ­
m ás imbuidos de ideas radicales en la Convención. lcría no hacía m ás que volver á sus opiniones natu-
Este sentimiento era entonces com ún á todos los ral*s, después de haber visto el peligro de apartarse
hombres de Estado americanos. H am ilton no asom­ ellas, y á pesar de su regreso á los sentimientos
brab a ni molestaba á nadie, a l proclam arlo de una Conservadores, sus ideas continuaban siendo m ás de­
m anera tan abierta, y R andolph sentía la n e c e s id a d
mocráticas que su condición. Casi todos pertenecían á
de ofrecerlo, como pasaporte, p a ra sus proyectos de­ las clases superiores; casi todos habían tomado parte
mocráticos. Es indudable que en los primeros arreba­ la gobernación del país; los m ás humildes eran je-
tos de la revolución no se hubieran encontrado espín* k® en sus Estados.
tus tan dispuestos á oir celebrar las ventajas de la mo­ Ja más hubo A sam blea poli tica lla m ad a á deliberar
narquía. Pero precisamente el que su constitución se s°bre tan grandes intereses, que fuese á la vez tan lu-
proclame bastante tiempo después de haber concluido cida Por su ilustración y tan lim itada por el número:
la guerra fué u n a suerte p a ra los Estados Unidos, Jar&ás resonó tan alta la voz de los sabios n i tuvo me-
porque así los ánim os estaban ya calm ados, y á los que luchar contra e l ruido de la muchedumbre.
primeros desarreglos de la ju v en tu d habían s u c e d id o 08 miembros de la Convención no eran m ás que cin-
las desgracias y los sufrimientos que enseñan á que se ¡Janta y cinco, y entre ellos W ashington, F ra n k lin ,
abomine y se h u y a de los excesos. Cuando la Conven­ ^ amilton, Madison, Harria, D ickinson y tantos otros,
ción se reunió, el 14 de M ayo de 1787, en F ila d e lfia ,
merio8 conocidos en E uro pa, pero cuyos nombres ejer-
las malas pasiones estaban acallada« y e x p e r im e n ta ­
^ todavía autoridad en A m érica,
das las malas teorías: «He sido demasiado r e p u b lic a n o ,
kesde el principio dieron la m ay or prueba que po-
Confesaba Elbridge Gerry; todavía lo soy; pero la ex­ Ia darse de la firmeza de su buen sentido y de su des­
interés, e n m edio de u n p ue blo h a b itu a d o á servirse * á pesar de la moderación y la calm a habituales
si m ism o y á o to rg a r la g lo r ia y e l poder á los que se Vie los caracterizan, p a ra convencerse de que, si los
la p ro m e tía n . D espués de h a b e r elegido á W ashington clamores de los partidos hubieran llegado á encender
p a r a q u e p re sidiera sus debates, su p rim e r acto fué *®¿s aún la anim osidad de la lucha, la Convención se
declararlos secretos. N a d a q u iz á c o n trib u y ó ta n to al hubiera disuelto sin haber producido más que la gue-
b u e n resultado de la C onvención. D e a q u í la posibili- rta civil.
dad de d iscutir con entera b u e n a fe, p a r a ilustrarse, Los delegados de las asambleas h a b lan ido á F ila­
no p a r a lu c ir; la necesidad d e h a b la r seriam ente, b a , con las intenciones más conciliadoras, sin par-
cu a n d o no sensatam ente, p a r a hacerse escuchar; no ‘tio preconcebido, sin espíritu sistem ático; y aún
h a b ía q ue g u a rd a r m ira m ie n to s con los oídos de l p ú ­ b e l l o s que, á ejemplo de W ashington, se habían pre­
blico; n o h a b ía puesto p a ra las declam aciones y v u l­ c ia d o con gran anticipación, y mediante profundas
g arid ad e s revolucionarias; no se ejercía presión desde r6flexiones, p a ra la obra que les estaba encomendada,
fuera; n o ex istían pensam ientos am biciosos n i m ira 8 d i e r a n podido repetir, con sinceridad, aquella her­
cobardes e n la in vestigación de l a verdad. bosa declaración que hizo, en u n a de las primeras se­
Los autores de tan cuerdo proceder no sabían ello9 in e s , uno de 8Us hum ildes colegas. «No tengo aún
mismos hasta qué punto habían los hechos de darle» °Pinión formada; m i inteligencia está abierta á la luz
la razón, hasta qué punto necesitaba la asamblea de la discusión arroje sobre este asunto.» Pero, no
que form aban parte sustraerse á las excitaciones 1 “Atante su buena voluntad y su libertad de espíritu,
tentaciones de la publicidad, y , si lo hubieran sabido, n° Podían por menos de representar tendencias é in-
se hubiesen entristecido, pues los gérmenes de discor­ teres^s opuestos. Pertenecían, unos á grandes Esta-
dia que entre ellos aparecieron llegaron á ser amena­ 8>deseosos de innovar, p a ra tom ar en la goberna-
zadores p a ra la paz de los Estados Unidos. Basta v°l* CiÔQ de la U nión un a parte de influencia proporciona-
v er los ojos á aquellos debates (1), tan candentes á ve- ^ 4 sus fuerzas, é inclinados á exagerar la centrali­
s a porque ésta les prom etía la preponderancia;
(1) Los miembros de la Convención fueron tan fieles al c°0 ' °tr°s á reducidas comunidades, siempre dispuestas á
promiao de mantener secretos sus actos .que, durante mucho’
años, el público no pudo tener más qne una idea vaga éinoo®'
^ ^ P o r el gtatú quo, pa ra conservar la soberanía en
P de a f e lio s importantes debates: «Como so ha convenido
que no se debe traslucir nada, no se insertará aquí ningo»* 5°la> on claro. Este trabajo fné terminado durante las sesiones
nota acerca de las deliberaciones de la Asamblea», esorib'9 ene # d,as después, bajo la forma y la extensión que se en-
W .shm eton en nn diario Intimo en el qne tenía la eostumW0 to * en ,as actas escritas por m i propia mano.» A la muer
de anotar sus menores actos. Madison fné ó menos eacrupo'0' ç . 6 E d iso n , en 1836, y conforme á sus propios deseos, el
so o más celoso do satisfacer la curiosidad de los historiadora»' do| ? 080 compró esas actas por treinta m il dollars 4 la viuda
«Elegí, dice, un puesto en frente del presidente, en medio ¿6 Mre Presidente. Se han publicado bajo el nombre de
la asambloa, y desdo donde podía oirlo todo. Anotaba las Pr°' p “Pe™, con la parte de la correspondencia de ese
posiciones y los discursos, por medio de abreviaturas q«e tUci6^ e de Estado que se refiere á la formación de la Consti-
conocía; despnes, en el intervalo de las sosiones, ponía ®lJ
el interior y la igualdad en el Congreso, siempre diS' Convención, sin poder vencerse, llegaron á ese a d ­
puestas á m erm ar fuerzas al poder central, porque s® mirable compromiso que, desde hace m ás de sesenta
sentían débiles, y á rechazar u n a unión demasiado ta' afio8, regula los destinos de América.
tim a , por temor de encontrarse como perdidas en me­ El prim er proyecto de constitución fué el de E d ­
dio de un g ran pueblo. Cierto es que estaban de acuer­ mundo R andolph, el cual, en calidad de gobernador de
do p a ra tom ar a lg u n a m edida con que librarse de 1» A g in ia , era el indicado á tom ar la iniciativa; como
anarquía; las órdenes del Congreso no podían contó' A g in ia habia provocado la reunión de la Conven­

n u ar siendo letra m uerta; era preciso darlas cierW g a , correspondía á sus delegados dar m ateria á los

sanción, instituir con este objeto u n poder ejecutivo 1 Abates. Por su posición, Randolph era defensor de

u n tribunal de justicia: esta convicción era común ^ 108 grandes Estados; por naturaleza, era radical. Su
todos los espíritus; pero, desde el momento en que sa­ **°yecto se resentía de esto. L a idea fundam ental era
lía n de estas vagas generalidades, para pasar & li sencilla: la unidad en el poder como en la nación;
práctica, los intereses entraban en lucha. ¿Se tratab» ^ poder soberano y sin apelación de la m ayoría. El

de una simple revisión de los artículos de Confedera'


*m o nom braba la C ám ara de Representantes, fuente
ción ó de una reforma radical de la Constitución? & de la que em anaban todos los otros grandes

gobierno ¿iba á ser federal ó nacional; en otros téroñ' °rganismos del Estado; el Senado, la comisión ejecu-
nos, ejercería su acción sobre repúblicas ó sobre o*9' la m agistratura nacional. Los actos de las asam ­
dadanos? ¿Conservarían los Estados u n a compl0Í* o s locales pudieran ser anulados por el Congreso,
igualdad de sufragios, ó no estarían y a representad»8 ^ o s poderes estaban m al definidos, y en el que cada
sino en proporción de su población y de sus riquezas* Vado no estaba representado sino en proporción del
¿Si se adoptaba este últim o principio, h a b ría de <*e‘ * % e r0 de sus habitantes. A l fin de disim ular un tanto

ducirse á los esclavos de la cifra total de población -1 * ^usencia de g aran tía para la independencia de los
no contar más que á los hombres libres? Estas era” ^tados y de contrapeso contra la voluntad del pue-
otras tantas cuestiones que, a l sublevar el patriota10® lo>Randolph concedía á las asambleas locales el de-
local, debían dividir la A sam blea en dos campos 6°6' de presentar á la C ám ara de los Representantes

migos, sin contar todas aqueUas que, según la vaHr 1411cierto número de candidatos p a ra el Senado; y á

dad de las inclinaciones individuales, debían a c a r r é ^ consejo de revisión, formado por los miembros del

divergencias m ás desinteresadas y m ás teóricas, Peí° °der ejecutivo y del T ribunal Supremo, el derecho
no menos importantes. e veto sobre los actos del Congreso. E ra , en el fondo,
Los tres proyectos principales que fueron sucesí^ u república u n a ó indivisible y el despotismo demo-
mente sometidos á la Asam blea constituida en cot^ ^ t ic o .

p a ra elaborar las bases de la Constitución, señal»" resistencia que los principios de los grandes Es-
bastante bien las opuestas tendencias que, despu^8 d® 0s sobre la representación encontraron en el co*

haber combatido durante m ucho tiempo en el sen® té>Por parte de Connecticut, N ueva Y o rk , Nueva
Jersey, Delaw are y M aryland, dió origen a l contra­ Estado, u n gobernador, nombrado por él poder cen -
proyecto presentado por W illia m Patterson, y con o- fraZ, con derecho de veto sobre los actos de las asam-
cido con el nombre de proyecto de N ueva Jersey. Meaa. E r a la destrucción brusca y revolucionaria de
sentido contrario era tan exclusivo y tan absoluto las pequeñas agrupaciones formadas por el tiempo,
como el anterior: un gobierno puram ente federal; Io3 ^Ue tenían su razón de ser en la historia, y á las que
artículos de Confederación reformados en dos puntos se podrá m edir con un mismo rasero sin violentar

solamente. Se concedía al Congreso el derecho de es- A diciones y costumbres; era la m onarquía, con todo
tablecer los impuestos y hacer los tratados de comer­ lo que repugnaba á los gustos y prejuicios america­
cio; se creaban u n Directorio ejecutivo y un T r ib u n a l
n a , excepto su p rin c ip a l m érito: la herencia.
Supremo de justicia, encargados de velar y proveer á Ninguno de estos proyectos era aceptable en con­
la ejecución de los decretos. Todo lo demás qu e d ad junto. H am ilton n i siquiera propuso que se sometiera
como en el pasado: el Congreso compuesto de u n a soW 61suyo á votación. E l de N ueva Jersey fué rechazado
C ám ara, elegida p o r las asambleas; votación por ^°r siete Estados contra tres, y la comisión presentó
tados; necesidad de un número de sufragios superW * Convención un inform e que, aun cuando procedía
á la simple mayoría p a ra tom ar u n a decisión; el des­ Proyecto virgin ian o, cuyo sello conservaba a ú n , se
potismo de las minorías. ^ferian lo suficiente p a ra trastornar la obra de Ran-

H am ilton combatió esos proyectos, el prim ero c o&° 0lPh. N ada de consejo de revisión; un presidente en
demasiado republicano, el segundo como demasiado u&ar de u n a Comisión ejecutiva; la m agistratura n óm ­
federal, ambos como poco conformes á su tipo ideal do a d a , no por la C ám ara de Representantes, sino por
gobierno: la Constitución británica. No pedía aún 1* e Senado; el Senado nombrado á su vez, no por la Cá-
m onarquía, pero sí u n gobierno que pudiese conducid ^ r a de Representantes, sino por las asambleas locales.
á ella y preparar poco á poco los espíritus. Nacido & ®sta ú ltim a cláusula ha quedado en la Constitución,
las A n tilla s, ajeno á las pasiones locales como á 1°9 9 que form a uno de los rasgos m ás originales y ca-
instintos democráticos de sus nuevos compatriotas , 80 cterísticos, colocando á la vez en el seno del poder
inclinab a á no tener en cuenta tales datos en su Pr°- ^ t r a l u n a garan tía contra sus usurpaciones, y en el
yecto de Constitución. H am ilton proponía dos Cáma­ n° de la democracia u n dique contra sus desborda-
ras; u n a que representaba los intereses populares» ^ lentos. Su adopción por el comité fué una concesión
e^ha á los Estados menores, concesión incompleta
nom brada por tres años por sufragio directo y U0Í-
versal; la otra representante de la propiedad, co&' ^ v*a > y con la que estaban decididos á no conten-
puestas de miembros nombrados vitaliciamente , Vot 86 > pero que debía más adelante entrañar otra
electores elegidos á su vez por el cuerpo de terrat0' cho más im portante: la igualdad de representación
nientes. U n presidente vitalicio, elegido con arreglo *1
* Senado.

procedimiento que prevaleció en la Constitución, Primera ventaja se la debían especialmente á


derecho de veto sobre los actos del Congreso. E n cada Dickinson, su defensor m ás distinguido y más
prudente. E ra un espíritu lleno de sagacidad y de tac­ lo8... H ay que dejar que los Estados intervengan en
to, que había comprendido admirablemente el carác­ e* gobierno central, para aportar esa división y esa
ter complejo de la situación que la guerra de la Inde- lucha de poderes mediante las cuales se contienen re-
pendencia había creado en los Estados Unidos, y de 1* clprocamente... Que el pueblo nombre directamente
Constitución que convenía á tal situación y descu­ una de las dos ram as del poder legislativo; que las
bierto los excelentes medios de gobierno que se podíafl a8ambleas locales nombren la otra. M ezclar así los
sacar de esa misma complejidad. Apasionadamente gobiernos particulares al gobierno general, es u n a
afecto á las ideas de orden y conservación, supo há- ^°nxbinación tan política como inevitable ... E l Senado
bilm ente servirse de ellas en pro de los intereses qu0 ebe parecerse todo lo posible á la C ám ara de los lo-
defendía. «L a m onarquía lim itad a es una de las mejo­ *es*.. Debe componerse de personas distinguidas, dis-
res formas de gobierno, decía; no es seguro que 00 Uguidas por su rango en el m undo y por su fortuna.
puedan obtener los mismos beneficios con otro régi­ ales personajes llegarán m ás seguramente por el c a ­
m en , y sí lo es que la república jam ás los h a dado ta& l in o de las asambleas locales que por cualquier otro
grandes. Pero la m onarquía lim itad a está fuera de dis­ °do de elección.»
cusión... y no hay que entregarse á la desesperación lo *>r° meter al com ité un Senado que se pareciese, todo
porque sea imposible la Constitución más perfecta qui­ * ^ i b l e , á la C ám ara de los Lores, era. responder
z á en sí m ism a... Es necesario que busquemos aig° ^ ám ente a l voto instintivo de casi toda la Asamblea.
que la sustituya. Por de pronto encontraremos el0' ^ que Madison mismo pedía al Senado, era que fuese
mentos de estabilidad en la división del poder legislé ^presentante de la gran propiedad, y «su defensor
tivo en dos ram as, después, y sobre todo, en la d le ­ ^ ra las tentativas de aquellos que, inclinados bajo
sión del país en Estados distintos... Me parece ud* to 680 de las miserias de esta v id a, suspiran en secre-
g ran cosa esta división del país en Estados distintos- ^°r u n a distribución m ás ig u al de la felicidad*.
Se habla de destruirla... y ella es la que me tr a n q u é « T * iba aún más lejos, y proclam aba sus tenden-
za en medio de mis inquietudes respecto del porve i# Par aristocráticas con aquel lenguaje contundente,
de m i patria. F u n did todos los Estados en una lfceat^J*C0 ^ m o rt^ cante ^ ue Quim ba desgraciada-
república sola, y podréis leer la suerte de ella en ** 4 0 dQniasiada autoridad á observaciones que eran
historia de las pequeñas... A rrebatad á los Estado* U w tan Pr °fundas como sensatas: «No h a habido,
toda participación en la gobernación de la nación, jj* jam ás sociedad civilizada sin a risto crác ia ...
ced que todos los poderes emanen del pueblo enteré atfetQ60*80 qUe el Senado 8ea rico5 que teng a espíritu
y veréis al gobierno nacional precipitarse por la s00* qUe ° cr,^tico; que haga alarde de orgullo... Es preciso
da que siguen hoy los gobiernos locales, y caer en y
V*taUcj* ^Dde*)endiente> no Puede serlo sino siendo
mismos excesos. L a reform a no h a b rá servido más qu0 <*6o ,0’“ I>ero entonces> se dirá, h a rá el m al; así lo
p a ra reunir los trece arroyuelos en un solo torren*0' tofca aSÍ l° k ° s ricos se esforzarán siempre
arrastrados por la pendiente, sin encontrar obstóc^ establecer su dom inio, pa ra someter á su yugo al
14
resto de la nación. Lo han hecho siempre, y siempre presente en ese debate? Estaban en libertad de desarro­
lo h a rán . L a verdadera g aran tía contra ellos, es hacer lla r un m apa de los Estados Unidos, borrar todos los
de los mismos u n a clase aparente, con intereses sepa­ im ite s y dividir el territorio eu trece partes iguales,
rados. Las dos fuerzas pueden así equilibrarse.* k a igualdad de la representación dejaría de ser injus­
Los adversarios de Dickinson, lejos de com batir sus ta, cuando hubiera desaparecido la desigualdad del po-
principios en nombre de la dem ocracia, afectaban y de la riqueza. Antes rom per así completamente
atacarlas sobre todo en nombre de las clases superio­ °°n el pasado; antes la guerra c iv il, que exponerse á
res, cuyos intereses no habían sabido am parar las ser devorados.
asambleas locales, demasiado expuestas á la presión A pesar del íntim o lazo que lig a b a á las dos medi-
popular. Pero en realidad, lo que tenían presente era» defendidas por Dickinson, se adoptó la prim era
los intereses de sus Estados. E l método de elección y s& rechazó la segunda. L a acción de los hombres
propuesto por D ickinson conducía necesariamente á Moderados quedó desde entonces p a ralizada en la co­
atacar los principios de los grandes Estados acerca de p i ó n ; los Estados pequeños se lanzaron con todas sus
la representación. Si todas las asambleas debían estar Excesivas pretensiones; se atrincheraron en los A r-
representadas en el Senado, ¿cómo asignar á los gran­ utos de Confederación , verdadero lazo de unión del
des Estados u n a parte de influencia proporcionada ¿ no se podían cam biar las bases, decían ellos, sino
su población, sin hacer del Senado u n cuerpo dema­ el consentimiento unánim e de las partes contra­
siado numeroso, demasiado tumultuoso para desempe' s t e s , y presentaron el proyecto de N ueva Jersey,
fiar su papel de poder moderador? ¿Cómo evitar esto ^ Ue ya hemos analizado.
m al sin caer en la igualdad de los sufragios, sin crear *He aquí lo que es llevar las cosas demasiado lejos,
u n a m ayoría ficticia en provecho de la m inoría de a D ickinson á Madison, en u n a conversación p a r ­
pueblo, sin poner la propiedad p riv a d a y la riqueza a la r ; varios representantes de los Estados peque-
pública á merced de los miembros m ás pobres de 03 son partidarios de dos Cám aras y de un buen go-
Confederación? L a igualdad de los sufragios en el dei**10 nac*ona*> Pero antes nos someteríamos a l yugo
nado, tal era, en efecto, el fin á que tendía Dickinson» extranjero que á ser despojados de u n sufragio
ta l era el segundo elemento del compromiso, media^ Ual eQ las dos Cám aras del Congreso, y á caer así
el cual trataba de evitar u n a lucha encarnizada en aJ° el dominio de los grandes Estados.*
sus amigos y sus adversarios, tal era la ú ltim a pa e ° S de^ ates acerca del informe de la comisión, se
de los Estados menores. ^ fué** }*Ton en me(H° de la m ayor exasperación. Todo
Por lo menos en una de las dos Cám ara querían *trá 1SCUt^ ° * L ° s grandes Estados querían volverse
servar sus antiguos privilegios. ¿Encontraban Uq0 3 6n 8U coaces^ n > 1°3 menores introducir uno á
mente sus poderosos enemigos que tales p riv i e ^ ^u e y 11 ^ ^ onst*'uc^ 11 l° s artículos del proyecto de
eran amenazadores para su bolsa y para su in e _ en Va Jersey> que no pudieron hacer que se aceptase
dencia? ¿E ra la libertad y no el poder lo que e OI'Junto. Las proposiciones se sucedían sin orden
alguno. Se presentaban, se retiraban, v o lvían á pre­
sentarse. No parecía sino que no ib a á quedar zanjada y abandonará ese cuidado a l azar, á la guerra y á la
n ing u n a cuestión, n i á tomarse n in g ú n acuerdo. Los conquista.»
más moderados y los más prudentes estaban de m al Este llam am iento á los sentimientos más elevados
hum or y turbados. Los m ás confiados empezaban á <lel corazón hum ano, que fué á caer en medio de las
desesperar. L a Convención lle vab a y a reunida cerca *nás egoístas preocupaciones y á suspender por un ins­
de u n mes, y todavía no había hecho m ás que agra­ tante la lucha, molestó á todos: «Salvo dos ó tres per­
v a r el m al, p a ra cuya curación había sido llam ada. donas, refiere F ra n k lin con am argura, la Convención
A caba de volverse á entrar en la candente cuestión juzgó que eran inútiles las oraciones.» En presencia
de la representación, cuando F ra n k lin , á quien su del Altísimo, se hubieran sentido menos libres para ce­
a v a n z a d a edad había tenido hasta entonces clavado rrar los ojos á la luz, y subordinar la paz del Nuevo
en su sillón, se levantó y dijo dirigiéndose á W ashing ' ^Undo á miserables y menudos intereses locales. L a in ­
ton: «Señor presidente, ¿cómo pued« ser que, en me­ quietud era grande, sin em bargo, y generalmente re­
dio de esta Asamblea que anda á tientas en las tinie­ c o c i d a la necesidad de la conciliación. Pero cada
blas, en busca de la verdad política, apenas capaz de Cual no quería predicarla sino á sus adversarios, y las
cogerla aunque se la presenten, no hayamos pensado Palabras de paz concluían con recriminaciones y am e­
todavía en invocar hum ildemente a 1 Padre de la nazas. «Los grandes Estados no se atreverán á disol-
p a ra que ilum ine nuestras inteligencias? He vivido Ver la Confederación, decía G uunin y Bedford. Si se
muchos años, y cuanto m ás v iv o m ás convencido eB" atrevieran, los pequeños encontrarían a lg ú n aliado
toy de que Dios es quien dirige los asuntos de los hom­ e*tranjero con m ás honor y m ejor buena íe, que les
bres. S i no se mueve una hoja del árbol sin su Per- c°gería de la mano y les haría ju sticia.»— «Es preciso
miso, ¿cómo podría levantarse un im perio sin su apo^ este país se una, respondía Morris: si no se logra
yo? Las Sagradas Escrituras nos enseñan que, 91 esto con la persuasión, la espada se encargará de
Eterno no construye u n a casa, los que la edifican tra^ Silo.»
bajan en vano. Así lo creo firmemente, y creo tam En efecto; parecía que únicamente la espada podía
bién que, sin su div ina ayu d a, no adelantaremos m ^ eciüir el asunto. E n el momento de votarse la cues-
en esta construcción política que los constructores ^ de la igualdad de sufragios en el Senado, resulta-
la torre de Babel. Nos dividiremos por nuestros mlS® n cinco Estados contra cinco.
rabies y menudos intereses locales; nuestros pr°5' ®e hacía evidente que era preciso, ó disolver la Con­
tos quedarán confundidos; nuestras personas se cu c ó n , ó recurrir á un compromiso. L a Asamblea
r á n de vergüenza y de ridículo. Y , lo qu« PS P ^ po ^ Una com*s^ n > compuesta de un miembro
a ún , después de esta deplorable experiencia, la . r Astado, que buscase y propusiera una combina-
cidad podrá desesperar, en adelante, de esta ^ Par* ^ Ue ^uese a cePtada por todos. F ra n k lin formaba
gobiernos sobre los principios de la cordura hum tiifit0 CÍ0 la C0mi8ión , el cual resumió perfectamente la
U taci: «Si se adopta el principio de la proporcio­
que en si mismo. E l 16 de J u lio la totalidad del infor­
nalidad, decía, los Estado* pequeños sostienen que pe­
me fué aprobada por cinco votos contra cuatro.
lig ran sus libertades; si se le reem plaza por el de la-
Randolph pidió inm ediatam ente á la Convención
igualdad, los grandes Estados dicen que peligra su di'
que suspendiese la sesión p a ra dejar que los represen­
ñero.» E ra preciso, por lo tanto, dar á los unos garan ­
tantes de los grandes Estados deliberasen acerca de la
tías de libertad, sin que los otros tuvieran ra zón para
conducta que habían de seguir; pero dió que pensar el
inquietarse por su dinero. L a solución que Franklin
malicioso apresuramiento con que Patterson apoyó la
hizo que la comisión adoptase propusiera, respondía á
proposición, diciendo que la consideraba como los pre­
esa doble exigencia, de m anera más ingeniosa que se­
liminares de u n a disolución definitiva. No se levantó
r ia , y no tenía otro m érito, á los mismos ojos de su es­
la sesión. Se comprendía que se estaba m uy a l borde
p iritu a l inventor, que proporcionar u n a retirada hon­
de un precipicio, para que se tuviesen tentaciones de
rosa á los grandes Estados. El inform e de la comisión
Volver á empezar la lucha. E n vano trataron los más
consagraba el principio de la igualdad de representa­
exaltados, en u n a reunión que a l día siguiente cele­
ción en el Senado; pero reservando la iniciativa de la»
braron los grandes Estados, de im pulsar á éstos á los
leyes económicas á la C ám ara de representantes, cuya
Procedimientos extremos. E ra tal el general cansan­
elección tenía por base la población, determinándose
cio, que n i siquiera pudieron provocar u n a delibera­
cifra legal de aquélla, añadiendo á la totalidad de los
hombres libres los cinco sextos de los esclavos. E l in ­
ción regular. Su voz se perdió enmedio de las conver­
saciones. Los grupos no discutían y a m ás que sobre
forme no concluyó inm ediatam ente con la discusión*
las consecuencias de u u a votación que todas las per­
La concesión que hacía á los grandes Estados no era
sonas sensatas consideraban como definitiva.
bastante importante p a ra que desapareciera, como por
L a Constitución no estaba aún hecha; pero y a se te-
encanto, la oposición de sus delegados; pero el mez­
*ia la evidencia de que saldría de los debates de la
clarse la cuestión de la representación á la de la eS-
Convención: no estaba más que esbozada; pero lo que
c lavitud, hizo que la atención se fijase en otro a s u n to
todavía hoy constituye su carácter distintivo estaba
y se dividieran las fuerzas de las dos coaliciones, k*
lucha entre I 03 Estados mayores y menores se com pli­ ^ te rm in a d o . Desde entonces podía decirse de la Cons­

có con la lucha entre el Norte y el Sur, entre los abo­


titución am ericana, con E l F ederal: « No es, prop ia
mente hablando, n i u n a Constitución nacional, n i u n a
licionistas y los propietarios de esclavos. Dejó de in­
Constitución federal, es de una naturaleza compleja, á
teresar exclusivamente la cuestión que hasta entonces
h a b ía dividido la Convención; se despertaron otras la vez nacional y federal.»
Pocos días-antes de la votación, W ashington escn-
m uchas rivalidades, cuando llegó el caso de determi­
bía á H am ilton, con esa singular m ezcla de tristeza y
n a r con precisión el núm ero de representantes que ^
b ía de asignarse provisionalm ente á los diversos Esta ardimiento que tan á menudo se encuentra en él en los

dos; mientras que el censo pudiese ofrecer u n a base fo m e nto s de crisis: «Desespero c*si de ver u n a salida

cierta para la repartición, cada Estado no pensó m favorable á los debates de nuestra Convención; siento,
pues, haber tomado parte en e lla... L a crisis es igual­ E n la correspondencia de W ashing ton es donde hay
mente importante y a la rm a n te , y en semejantes cir­ que buscar su opinión acerca de los asuntos que se
cunstancias, ninguna oposición debe desalentar nues­ E n tila b a n en la Convención. E n v a n o se buscaría
tros esfuerzos hasta el d ía de la firm a.» en las actas de aqu e lla Asamblea. Obligado á una gran
Los esfuerzos de W ashington, como los de Madison, reserva, en su calidad de presidente, no podía obrar
H am ilton, Morris y Randolph, iban contra las tenden­ indirectam ente, y por su influencia sobre las per­
cias federales de los Estados pequeños ; pero su m óvil sonas; pero á ju zg a r por el resultado que obtuvo la
era m ás elevado y más sencillo que el de sus amigos tortea vez que hizo uso de ella, su influencia llegaba
políticos. L ibre de toda pasión local y de toda preten­ tasta la autoridad. E ra en la ú ltim a sesión. Varios de­
sión teórica, no perseguía más que un g ran fin. « Un lg ad o s se disponían á v o tar en contra de la Consti­
gobierno bastante fuerte y bastante permanente para pación si se au m en tab a el núm ero de miembros en la
asegurar á cuantos v iv a n bajo su imperio la vid a, la tá m a ra de los Representantes. En el momento de vo-
libertad y la propiedad.* W ashington no era ni autor ni tar>y p a ra apartar todo pretexto de oposición, se pre­
patrocinador de n in g ú n plan detallado de Constitu­ s t ó u n a enm ienda en este sentido: y a había sido re ­
ción , y si le hubieran preguntado qué poderes era pre­ c a d a varias veces. «Sería para m í u n a gran satis­
ciso d a r a l gobierno de la U nió n, indudablemente se facción que se adoptase», dijo W ashington, a l po­
hubiera lim itado á responder, como J a y : « Cuantos derla á votación. L a enmienda fué aprobada por una-
m ás, m ejor.» Sabía que por m ucho que hiciese la Con­ m*idad.
vención en favor del poder, n unca sería excesivo. La En ninguna ocasión fué más señalada la acción de
pendiente no conducía a ú n a l despotismo ; la opinión Washington que sobre la conducta de Madison, en nin-
pu b lica servía perfectamente p a ra defender á los Es­ ocasión fué qu izá más ú til. Madison quien, bajo
tados Unidos contra ese peligro. « Opino de un modo ^ A flu e n c ia de Jefferson, llegó á ser un d ía el adver­
absoluto, escribía W ashington, que los hombres que se s o más peligroso de los hombres de Estado que do-
inclinan ha cia la m onarquía no h a n consultado á la eQdían la causa del poder central, fué, en la Conveu-
opinión p ú b lic a ... Es evidente p a ra m í que a un admi­ ^ y bajo la influencia de W ashington, el m ás á r ­
tiendo la utilidad ó la necesidad de esa form a de go­ ente y el mág h á b ü en prepararios arm as. No tenía
bierno, no h a llegado a ú n la época en que pudiera 1 la pasión n i el instinto de buen gobierno que mos-
adoptarse sin conmover á este país hasta en sus ci­ a^a Ham ilton, n i la penetración b rillante y fácil de
mientos... H a y que reform ar el sistema a ctu al... Y si, °rris, n i la finura insinuante y fácil de F ra n k lin :
después de la reform a, se ve que todavía es ineficaz, er° Sus ideas eran más am ericanas y menos absoluias
cundirá por todas las clases del pueblo la convicción yUe ^ am ilton, su conducta y su lenguaje menos gra-
de que es necesario un cam bio. Entonces, y solamente 08 que Morris, el criterio más firme contra las seduc-
entonces, se po d rá pensar en la m o n arq uía sin desen­ ^°nes de la fantasía que F ra n k lin . De un espíritu li-
cadenar la guerra c iv il.* 6 y reflexivo, lógico y metódico, de un carácter tran ­
quilo, ig u al y discreto, era naturalm ente refractario tores ig u al a l de los senadores y representantes que
a l desorden y la opresión, sin experimentar n i por 1» tuviese derecho á enviar a l Congreso, que esos electo­
causa del poder, n i por la de la libertad, ese celo firm® res se reunirían en sus Estados respectivos y votarían
y generoso que im pone la fidelidad política: m uy ca­ en escrutinio secreto a l presidente y vicepresidente.
paz, sin embargo, de apasionarse en la discusión por La duración del cargo de presidente se fijó primero
su tesis, y de ap o rta r á su defensa esa tenacidad que en siete años, después en seis, luego otra vez en siete,
se quisiera encontrar en sus opiniones. U na argumeD' hasta quedar reducido á cuatro; y la reelección se con­
tación sólida y lle n a de recursos, ua lenguaje claro» cedió y negó dos veces antes de ser definitivamente
sencillo y mesurado, que no tendía más que á la eñe*' concedida.
cia, una actividad infatigable, tales eran las cualid*' «Si ao sale n ad a de todo esto, no se podrá a trib u ir
des que hicieron de Madison el orador m ás ú til de 1* con justicia á la precipitación con que se h a llevado
Convención. E l fué quien verdaderamente llevó 0* asunto», escribía á W ashington, á mediados de
peso de la discusión en aquella asam blea, en la qu0' Agosto. Hubo de esperar todavía un mes antes de que
sobre todas las cuestiones ajenas á los intereses lo0*' la obra de la Convención se revistiese de u n a form a
les, las opiniones nacían verdaderamente de la disc#' definitiva. E l 17 de Setiembre de 1787, íué por fin,
sión. aProbada la Constitución con el unánim e consenti­
Así era que las opiniones cam biaban á menudo 1 miento de todos los Estados presentes. Tres miembros
sería un estudio curioso el de esas fluctuaciones del solamente, R andolph, Masón y G erry, se negaron á
píritu, de donde salió una Constitución tan bien poir E scribirla, bajo pretexto de ciertas criticas de detalle
derada. E l asunto de la organización del poder ejecü' y de redacción, cuya oportunidad é im portancia ape­
tivo proporcionó el ejemplo m ás singular de esos con gas se comprenden, cuando se piensa en el estado de
cienzudos y largos tanteos, los cuales, á pesar de W disolución en que hubiera caído A m érica si no hubiese
ber perjudicado á la grandeza de los debates y de b* E lido un gobierno de la Convención. Se separaba la
ber impacientado frecuentemente á W ashington, &0 “sarablea; todavía algunos miembros rezagados se
dejan de honrar el patriotismo de aquellos estadista9' aPresuraban á firm ar, cuando F ra n k lin , indicando un
siempre dispuestos á sacrificar todo am or propio d0 cuadro bastante m alo que representaba un efecto de
autor y de pensador en aras del bien público. L a 0<,r 801 y que adornaba por casualidad el puesto del pre­
vención decidió sucesivamente que el jefe del p°d0* sidente, dijo: «En el transcurso de estas sesiones y en
ejecutivo sería nom brado por la Asamblea nació0* ’ medio de m is alternativas de tem or y de esperanza,
después por electores votados por las asambleas I16 contemplado ese cuadro frecuentemente, sin llegar
les; luego volvió al principio de la elección p °r jatnfts á descubrir si se trataba de un sol que nace ó de
asam blea nacional; y concluyó, por fin, por ded*r ^ Un sol que muere. Por fin veo, gracias á Dios, que es
que cada Estado nom braría, según el método que ^ ün sol que n a c e .»
cada asam blea conviniera adoptar, un núm ero de oi0C E n virtud del articulo V I I , la Constitución no podia
Investido p a ra im poner lím ites á su propio poder.»
ponerse en vigor sino después de haber sido ratificada A W ashington no le llam aba la atención n i lo gran­
por las Convenciones de nueve Estados. D urante un de del m al n i la necesidad del remedio, y se hubiera
a ño , estuvo expuesta públicam ente á los ataques más seguramente sonreído ante la extraña m isión que le
violentos; resistió á tan ruda prueba. L a m ay oría del reservaban sus admiradores europeos. De todas las
pueblo americano com partía la impresión de W ash ing ­ Partes de la Constitución, las que atacaban le pare ­
ton acerca de la Constitución. «Quisiera que fuese más a n tal vez las m ás acertadas, y defendía, en contra
perfecta; pero creo sinceramente que es la m ejor que del m arqués de Lafayette, el principio de la reelección
se pueda hoy obtener.» del presidente, con una firmeza de buen sentido que es
E l 13 de Setiembre de 1788, el Congreso daba una Ca8i heroica, si se tiene en cuenta su am or a l retiro.
orden p a ra poner en vigor el nuevo régimen y fijaba *No acierto á comprender qué v entaja podría reportar
un d ía pa ra la elección del Presidente. el que nos priváram os de los servicios de un hombre,
Las quim éricas inquietudes y los deseos insensatos *Wien, en a lg u n a profunda crisis hubiera sido univer
que este triunfo de la Constitución hizo nacer, en ge- ^U ñente considerado como el m ás apto para servir a l
neral, entre los amigos de la causa am ericana en ^ b lic o ... No h a y , en m i concepto, el menor peligro
F rancia, hubieran podido ser suficientes pa ra alarm ar ^ que el presidente pueda n u n c a, mediante un a intri-
á los amigos de la revolución francesa en América. 8a p ráctica, mantenerse en sus funciones, y mucho
«Es de esperar, escribía Condorcet á F ra n k lin , que la ^enos perpetuarse en ellas, á menos que no se llegase
oposición lle g a rá á ser bastante fuerte p a ra exigir, de al último grado de la corrupción m oral y de la depra­
aquí á pocos años, la reunión de u n a nueva Conven­ vación política. Y , en este caso, cualquier otra clase
ción. Veo con sentimiento que el espíritu aristocrático ^e dominación tendría iguales probabilidades de triun-
se introduce entre vosotros á pesar de tantas pruden­ Cuando u n pueblo llega á ser incapaz de gobernar-
tes precauciones.» Y el duque de la Rochefoucauld-' 8e y á estar en condiciones de tener u n am o, nada im-
«H ay un punto sobre el que no he oído que se haga **°rta la procedencia del amo.»
n ing u n a objeción, y sobre él, m e parece, sin embar­
go, que pueden hacerse muchas. Me refiero á la ex­
tensión de los poderes concedidos a l presidente, y
de la posibilidad en que se le deja de ocupar su puesto
indefinidamente. Me complazco en creer que cuando
W ashington, el digno compañero de vuestros trabajos
en la g ran revolución am ericana, sea llam ado á ocu­
p a r el más alto cargo del Estado, les m ostrará los p0'
ligros de u n a confianza demasiado ciega, y q u e , par*
preparar un freno á los excesos de sus sucesores, 30
servirá noblemente de la autoridad de que se hall0
Pre la de cum plir fielmente con todo cargo que yo
Acepte, sean las que sean las consecuencias.» No era
solamente enfrente de la muerte ó en presencia de uno
de esos deberes excepcionales que elevan el alm a,
Cuando W ashington se sentía anim ado por tal espíritu.
C A P IT U L O X IV ®1 olvido de sí mismo, la preocupación exclusiva del
bien público se encuentra en los menores detalles de
8u conducta. Todo le parecía im portante en su nueva
1789-1797 d a c i ó n , y se h a lla b a verdaderamente conmovido
a&te el pensamiento de la responsabilidad que atribuía
^ sus menores actos. « Cam ino, si puedo expresarme
Washington presidente.— Gotierno interior de Washington*
a&i» por un terreno que a ú n no h a sido ho llad o... Ape-
Sus relaciones con la opinión, con los particulares, con lo3
hombres públicos.— Cuestión de la esclavitud.— Formación ***8 hay nada en m i conducta que no deba ser invoca-
y distribución geográfica de los partidos.—Ejemplos de divi­ *lgún d ía como precedente. Esta idea me inspira á
siones geográficas en el seno del Congreso. - Origen de 1* ^a vez u n a g ran desconfianza de m í mismo y u n gran
lucha entre Hamilton y Jefferson.- Lo que Hamilton quería
para su país — Jefftrson, miembro del gabinete y jefe de 1* ^eseo de que todas las nuevas medidas sean lo pertec-
oposición.—Miramientos de ésta con la personado Watbing' laa Posibles.» Así es que todas las veces que se le pre­
ton.— Jefferson le insta para que acepte por segunda vez s t a , a l principio de su gestión, u n punto dudoso, se
presidencia.— Repugnancia de Washington.— Concluye P°f
ceder.— Desencadenamiento de la oposición contra él.— J 0*' le ye, no contento con consultar á sus consejeros ofi­
ferson presenta su dim isión.-Su conducta en el retiro.-*0' c ie s , pedir el parecer por escrito á Ja y , á Madison,
surrección en Pensilvania.- Sociedades democráticas.- * todos aquellos amigos suyos cuyo criterio estima
opinión abandona la oposición.-Jefferson y John Adam*
candidatos á la presidencia. acertado. Después, cuando ha acabado, interroga el
8e^timiento público por conducto de otros amigos que
E l 30 de A b ril de 1789 prestaba W ashington, eU han Permanecido alejados de los asuntos ; les explica
presencia del pueblo de N ueva Y o rk, el juramento Con cuidado lo que no h a sido comprendido ; rectifica
que la Constitución impone al presidente. No sin n0 a* O presiones falsas que corren acerca de la m arch a
profundo sentimiento de dolor sacrificaba á su país 1* ^ gobierno; justifica, con u n a condescendencia digna
p a z de su ancianidad. Pareció a l principio que su s*' y reauelta, lo que h a sido atacado; y permanece así en
lud no ib a á poder soportar la c arg a, y su vida insp*’ c°*&unicación constante con la opinión.
ró serias inquietudes: «L a falta de ejercicio regular J los momentos en que todas las m iradas de Amé-
los cuidados de los negocios ade lan ta rán , no lo dudo, r¡Ca) quizá las del m undo entero, se dirigen hacia
m i partida á la región de donde no vuelve ningún vi* e&te gobierno, y en los que tantas gentes expían los
jero, escribió entonces á su am igo el doctor CraiK» C im ie n t o s de los miembros de la administración,
pero la prim era regla de m i v id a ha sido y será A le b ra ría mucho hallarm e a i corriente, por conducto
de u n intermediario tan bueno como usted, del estado Los solicitantes se rebelaban contra otra costumbre:
de la opinión en lo tocante á los hombres y á los ne­ W ashington dejaba sin respuesta las peticiones de
gocios, especialmente en lo que se refiere á mí mismo* empleos. «U na respuesta cortés podría ser tom ada por
Más que lo que se aprueba, m e interesa saber lo que una promesa, y desde m i advenimiento al poder he
se censura en m i conducta... A cierta distancia del resuelto que nadie pueda acusarme justamente de una
lue:ar de la acción la verdad llega siempre embellecí-
decepción. Cada día me felicito m ás de haber tomado
d a ; algunas veces llega completamente desnaturali­ e8e partido. E n este asunto he experimentado á menu-
zada por ignorancia de los verdaderos motivos que la necesidad de renunciar á mis primeros impul-
provocaron las medidas censuradas. Asi, por ejemplo, s°s, y de endurecer m i corazón para no dejarme arras-
la costumbre de consagrar u n día á las recepciones
trar por m is m ás vivas afecciones.»
oficiales h a levantado am argas críticas... Pero, antes
presidente hizo, sin embargo, u n a excepción en
d ° haberla establecido, m e era imposible ocuparm e de favor de su sobrino Bushrad W ashington. Le respon-
los asuntos. U n a p o rc ió n ‘de gentes, que atendían á «No dudes de la satisfacción que hubiera tenido
sus conveniencias m ás bien que á las mías, me abru­ darte en el nuevo gobierno cualquier destino hon-
m aban con sus visitas, desde que concluía de almor­ r°8o ó provechoso que estuvieras en condiciones de
z a r hasta la hora de comer... Recibo todos los martes ^ e m p e ñ a r . Pero cualesquiera que sean tus aptitudes
de tres á cuatro. Vienen m uchas personas que entran, ^ara el puesto de que me hablas, tu posición en la cu-
salen, hablan entre sí y hacen lo que quieren. Las i° '
Fla no justifica tu elección de procurador en el tribu-
troduce un ujier y se retiran cuando mejor les parece,
federal de distrito, con preferencia á los abogados
sin cumplidos. Me saludan al entrar; les contesto 1 antiguos y m ás estimados de tu Estado.»
hablo con cuantos puedo. Me es imposible descubrir
W ashington sabía alia r de u n a m anera m aravillosa
la m enor pom pa en todo esto. Tal vez consista en q°e 8 cálculos y las combinaciones de la política á los
nadie se sienta. Esto obedece á dos razones: primera», l ú p u l o s de u n corazón recto. N adie usó más ha b il­
que es la costumbre; segunda, que en mi salón no ha­ i t e , en provecho del poder, del derecho de dispo-
b ría sitio p a ra las sillas... Es m u y de lam entar qu0 Üer de las funciones públicas. Los primeros títulos á
m is reverencias no sean del agrado del pobre coro- 8 favores eran, sin duda alguna, las buenas cualida-
n el B ... (creo, dicho sea entre paréntesis, que jam ¿s 68 personales y los largos servicios prestados a l Es-
h a tenido ocasión de vérm elas hacer), que las distri­
tai ° ’ *)e^0, Por sí s° i° s> le parecían insuficientes los
b u y a sin distinción de personas y como m ejor pueda* 68 títulos, y tenía por principio no lla m a r á los
¿No hubiera sido m ás caritativo echar u n velo sobre ^Uest°s elevados sino á hombres considerados en sus
m is saludos, y atrib uir su sequedad á mis años ó á
sin aProbados por el pueblo, y decididos á poner,
poca hab ilid ad de m i maestro de baile , antes que * ulteriores m ir a s , el peso de su influencia y de su
orgullo por m i puesto?, y Dios sabe qué pocos ene entela en servicio del gobierno. Semejantes hombres
tos tiene ta l puesto para m í.» an raros, y estaban poco dispuestos á abandonar el
15
cuidado de sus negocios privados y alejarse del centro criterio. A un suponiendo que tengan a lg ú n fundamento
ha b itu a l de su actividad p a ra ir á desempeñar en Nueva tales suposiciones, el conocimiento de lo que le perju­
Y o rk ó en Filadelfia funciones temporales ó poco lu­ dica y la idea de que ha llegado usted á ser el repre-
crativas. W ashington recibía muchas negativas por 8cntante de este país, h a rán , estoy seguro de ello, que
parte de los más dignos; pero empleaba u n a insisten­ sea fácil un cam bio de conducta.»
cia ta n halagadora y tan delicada en solicitar el con­ Si Morris se dejaba lle v ar demasiado por sus opinio-
curso de aquéllos, que concluía casi siempre por triun­ Uesen su conductadiplom ática,en cambio W ashington,
f a r de su repugnancia, ó cuando menos ganaba par* c°n gran satisfacción de muchos admiradores suyos, no
la adm inistración u n celoso defensor, a llí donde no 1°' ^ j a b a que sus ideas y tendencias personales influye*
g raba lle v ar u n funcionario útil. Cuidaba tanto de con* ía u apenas nada en la dirección del gobierno. E n el
servar como de adquirir, y sus miramientos con l^8 ^°udo de su corazón, era enemigo de la esclavitud, por
personas no tenían m ás lím ite que el bien del serví' 8lft*patía h a cia la raza oprim ida (1), como por convic-
ció. A un entonces, tenía el arte de decir la verdad sin
herir. (*) El testamento de Washington acusa una solicitud ver-
meramente conmovedora hacia sus esclavos:
«No tengo necesidad de decirle, escribía á Morr*8»
«Mi voluntad y m i deseo son que al fallecimiento de m i mu-
que a l nom brar á usted m inistro en F ra n c ia lo he b0 ^ r reciban la libertad todos los esclavos que me pertenezcan.
cho con el m ayor gusto. Q uerría poder a ña d ir que 0 1olla quiere concedérsela en vida, realizará uno de mis más
consentimiento del Senado h a tenido un carácter dientes votos; perú, previendo dificultades insuperables á
^secuencia de los matrimonios que existen entre mis negros
espontáneo. Pero no puede ser así, en honor de la ver‘
08 que dependen de la parte de herencia de m i mujer,
d a d , y la am istad exige que le comunique las obJ0 «Ha qu0 ia emancipación de los unos produjese á los otros
ciones hechas en contra de usted, tal como me las b*0 impresión ti istísima y trajora penosas consecuencias á los
* ® continuaran siendo esclavos, puesto que yo no tengo el
presentado. Dicen que la prontitud con que se man1
Oder d0 emancipar á los que m i mujer me ha traído en dote,
fiesta su v iv a brillante im aginación le deja á uS entre los que reciban la libertad por efecto de esta cláusula,
demasiado poco tiempo p a ra reflexionar acerca de s ^ y Acianos y enfermos y otros que no se encuentren toda-
. °n edad de proveer á sus necesidades, deseo que los que so
ideas y m edir sus expresiones ; que de este modo
,en comprendidos en la primera y segunda situación sean
como indudablemente deben explicarse esas salí tenientemente vestidos y alimentados mentras vivan, por
ofensivas y ese lenguaje satírico, fuente de enemíS^ j 8 herederos, y que los mencionados en la última condición y
des difíciles de calm ar, pero fáciles de evitar con tierl°S padres no vivan, ó bien no puedan ó no quieran áten­
poco m ás de contención y de prudencia; en una ^ los ° S’ permanozcan en posesión de mistress Washington, que
* * * * en oficio hasta que cumplan veinticinco años; en el
b r a : que nuestros representantes en el extranjero ^ ble 0a <!Ue no hubiera documentos justificativos para esta-
ben conducirse con una circunspección m ayor de SU °dad-el criterio del tribunal la fijará. Estos últimos
§ e^r°? deben (á cargo de sus amos y amas) aprender á leer y
que le creen á usted dispuesto á mostrar. Aquí ^
usted el pro y el contra. A l referirle todo esto ^
do de v ' ? algún of,cio ú t il* con arre^ l ° á ,as leyos del Esta'
>pr } ^ 1' ia ila tiv a s á los huérfanos.
pruebas de a m is ta d , cuando no de habilidad y r° ‘ ibo expresamente que se venda ó transporte fuera del
ción de los funestos efectos económicos de tal institu­ * ruegos de M . D a lb y d ’Alexandrie. H a sido llam ado
ción: pero había recibido de sus conciudadanos la m i­ * Filadelfia, p a ra un proceso que considera como ve­
sión de gobernar los Estados Unidos, no la de hacer jatorio respecto á uno de sus esclavos, á quien una
triunfar las ideas abolicionistas, y estaba decidido ¿ 8°ciedad de cuáqueros, instituida en aque lla ciudad
no servirlas sino hasta donde pudieran conciliarse con eon tal objeto, h a tratado de poner en libe rtad ... Pue-
la paz interior del país y con la Constitución que *o decir que nadie en el m undo desea con más since­
A m érica acababa de darse. r a d que yo la abolición de la esclavitud; mas para
A un antes de volver á la v id a pública, y cuando el ^egar á ella, no h a y más que un medio de acción con­
celo im paciente é in h á b il de los abolicionistas no era f u ie n t e y eficaz: la autoridad legislativa, y si ésta
todavía fuente de conflictos para su gobierno, no podía dependiera de m í, no dejaría de hacerse. Pero cuando
ocultar su enojo contra las injustas violencias con la9 8e seduce á esclavos que se encuentran felices y con­
cuales com prom etían la m ás noble de las causas. a t o s con sus amos; cuando los amos se ven sorpren­
desprecio del derecho le sublevaba siempre, sobre todo deos por tales prácticas; cuando semejantes procedi­
por parte de las personas honradas: «Escribo á usted, mientos engendran, de un lado, el descontento, y de
otr°, el resentimiento; cuando atacan á u n hombre
dicho Estado, bajo ningúa pretexto, á tinguno de los esclavo* Cuya bolsa no puede luchar con la de la sociedad, y
que deje á m i muerte. Recomiendo de u&a macera especial 1 Merde su propiedad por no poderla defender, digo
solemne á mis ejecutores testame -tarios aquí nombrados, ó *
sus supervivientes, que veleu por que la cláusula relativa á lo* esto es u n atropello, no hum anidad, porque de
esclavos y á lo que á sus intereses se refiere sea religiosam®0' ^ a suerte se ocasionan m ás males de los que se pue*
te cumplida, sin subterfugios, negligencias, ni demoras, 00 eii curar.»
cuanto los trigos que entonces crezcan estén segados; sobf0
Cuando W ashington in dicaba la autoridad legislati-
todo en lo que respecta á los esc'avos, ancianos y enfermo®»
que se tenga cuidado de tener fondos regulares y permanente Como el único instrumento posible de la em ancipá­
para asegurar la subsistencia de aquellos por todo el tiempo i s ) se refería, no a l Congreso, sino á las asambleas
que la necesiten, que no se les abandone A cuidados merC0.^ l °cale8; pretendía u n a ley de sacrificio por el libre con­
rios. En cuanto á m i mulato W illiam , que se llama
o c im ie n to de los Estados que tenían esclavos, no que
Lee, le doy inmediatamente libertad. Si prefiriese permaná
en su condición presente, es dueño do hacerlo, pues diver®0 O ^ s impusiera por rivales á quienes no había de cos-
accidentes le han puesto ea la imposibilidad de andar ó trab® Uada el sacrificio. Hacer que el Congreso resolvie-
jar activamente: en uno ó en otro caso, sin embargo, 1©
* el problema era transform ar u n a cuestión de hu-
una pensión vitalicia de treinta dollars, que será indepe di®0
del alimento y de los trajes que está habituado á recibir*' d* ^ Cuidad y de utilidad social en u n a cuestión de pre-
frutará do estas ventajas si oligo la última de dichas condio*^ °uderancia; era despertar la lucha entre el Norte y
nes; pero so le entregará el total con la libertad si prefiero vi*
^ Ur> y hacer que todos los Estados con esclavos se
libre. --
»Dispongo esto en su favor para recompensar su fidelid8 % /^v irtie s e n en enemigos interesados del poder cén­
los señalados servicios que me ha prestado durante la gfl0r ese k °S c u áqueros cometieron esa falta y trajeron
de la Independencia.»
m al en 1789. L a m em oria que enviaron a l Con­
greso p a ra pedir la supresión de la trata, produjo una de la Carolina del Sur: «Debo decir que deploro la de­
v iv a emoción en el Sur, sobre todo en V irgin ia, y D a­ cisión de esa asam blea acerca del asunto de la im por­
v id Stuard escribió á W ashinton: «El coronel Lee afir­ tación de esclavos. Yo esperaba que siempre que se
m a que, entre los más ardientes defensores del gobier­ hubiera tratado de esto, se hubiera llegado por altas
no, h a y muchos cuyos sentimientos están en camino consideraciones políticas y por el espectáculo de los
de cam biar, convencidos de que la U nión, con Estados terribles efectos de la esclavitud, á una prohibición
cuyos intereses difieren tanto de los de V irg in ia, es absoluta.» Y m ás adelante, deseando explicar á sir

im practicable. Las últim as gestiones hechas cerca del John Sinclair las razones por las cuales tenia más
Congreso relativas á la esclavitud, tienden sin dud» valor la tierra en Pensilvania que en M aryland y en
a lg u n a á desarrollar esa idea... H a nacido de la in­ V irginia, decia: «Consiste en que en el prim ero de esos
tervención del Congreso en este asunto, la sospeché Estados existen leyes p a ra la abolición progresiva de
de que las extralimitaciones del poder central no con­ *a esclavitud, cosa que no hay en los dos últim os, pero
c luy an, como tantas veces se ha predicho, por am p*' ^ cual h a b rá de introducirse, no tardando mucho.»
rarse en ciertas torcidas interpretaciones de la Consti- Los deseos de W ashington no se realizaron, y del p ri­
tución. Pero h a y que notar que, en este punto, el len­ mer puesto que ocupaba en la U nión, V irg in ia descen­
guaje de la Constitución es tan claro, que no se prest# dió al cuarto.
á que tergiversen su verdadero sentido aquellos que La cuestión de la esclavitud es una de las que ejer­
se precian de tom arla por regla y norm a de su con­ cieron m ás influencia en la form ación y distribución
ducta. geográfica de los partidos. Cuando uno pasa de los de-
» L a m em oria do los cuáqueros (y lo cierto es que W e s que dieron origen á la Coostitución, á las luchas
llegaba m uy inoportunamente) acaba por fin de ser en­ que agitaron la presidencia de W ashington, se descu­
terrada «para no resucitar antes de 1808», respondí* b e una g ra n revolución, tanto en la política de los
pocos dias después W ashington con satisfacción- A tados del S ur como en los de los radicales. A l p rin ­
efecto, el Congreso declaró, después de largos deba' cipio de la Convención, esas dos políticas se hablan
tes: «Que la inm igración ó im portación de los escl** Asumido en un mismo pro g ram a, á la vez unitario y
vos no pueden prohibirse por el Congreso, según e* democrático, conocido bajo el nombre de proyecto de
parecer de todos los Estados, antes de 1808; que cota0 Virgiuia. Lo que el autor de ese proyecto se proponía
el Congreso no tiene autoridad para intervenir en Ia instintivamente, a l im pulsar á la centralización, era
em ancipación de los esclavos, ó en el trato que p lld¡0‘ establecer la preponderancia de su Estado y el impe-
ra n sufrir en los diferentes Estados, incum bía á éstos Ho del número en el seno del poder central. L a Cons­
proveer, con sabios reglamentos, á lo que pudiesen r0‘ titución no se hizo en beneficio de n ing un a de las dos
clam ar la justicia y la política.» te&dencias. Asi fué, que a un antes de empezar á re-
Lo que reclam aban la justicia y la política, no te“1* 8ir> el poder central fué considerado como u n enemi-
proclam arlo el presidente en u n a carta a l gobern® 0 80 Por aquellos que no h a b ian logrado hacer de él un
instrumento en servicio de sus intereses y sus ideas. Los sacrificios hechos á la causa común por los d i­
Inm ediatam ente se desarrollaron y propagaron con ferentes Estados, la sum a de las deudas contraídas
ardim iento dos motivos de oposición sistemática, uno por los mismos durante la guerra, sus esfuerzos des­
peculiar de los Estados del Sur, otro común á todos pués de la paz p a ra am ortizarlas, todo esto era muy
los demócratas. Se dijo á los primeros: L a Constitu­ desigual. E l Massachussets, el más pródigo de sus re­
ción no os da m ay o ría en el Congreso; os oprim irán, cursos era el que m ayor deuda tenía; V irgin ia y Pen-
porque vuestra condición social y económica no está silvania, á la vez m ás prudentes en sus gastos y más
en arm onía con la de los demás Estados. Vuestros es­ deseosos de librarse de sus compromisos, lo habían
clavos serán emancipados, las leyes de navegación y conseguido y a en gran parte, imponiéndose fuertes
comercio ir á n en contra vuestra. Oponeos á los pode­ ^apuestos. Por lo tanto, la concentración de deudas
res del Congreso, defendeos dellazo fed e rale s el único Parecía beneficiar al Norte y perjudicar al Sur. ¡Es
medio de libraros de la ruina. Se dijo á los segundos.' Ajusta, «exclam aban en la últim a parte; y D avid
L a Constitución contiene en germen la aristocracia y Stuart se hizo e l eco de sus clamores cerca de W a s h ­
la m onarquía; si no combatís a l gobierno, será arras­ ington. «Es justa, respondía W ashington; la causa de
trado fatalm ente por la pendiente y os a rrastrará ¿ los gastos de la guerra es la causa común. Los Esta-
vosotros á toda la corrupción del m undo antiguo. dos, reunidos en Congreso, lo han declarado así desde
D u ra n te toda la presidencia de W ashington, el Sur el principio y se han comprometido á ayudarse unos
fué el foco de una oposición que en todos los Estados 4 otros. Así pues, si algunos Estados, m ás apremiados
encontraba un punto de apoyo en las desconfianzas de <lUe los demás á causa de su situación, han contraído
los demagogos hacia todo poder, cualesquiera q ue Mayores deudas, es de justicia tenérselo en cuenta
sean su form a y su nombre, y en la am bición y la Cl*ando el hecho esté claram ente reconocido. S i los
nidad de ciertas notabilidades locales, cuya im portan­ A tado s invadidos y apurados hubieran podido supo-
cia habia disminuido, desde que los principales atri­ que se ib a á proceder de otra suerte, su resisten-
butos de la soberanía pasaron de los Estados particu­ cia no hubiese tardado en transformarse en sumisión,
lares a l gobierno nacional. Así fué como se reclutó ese ^ la guerra hubiera tenido otro fin.»
partido democrático, «formado, dice W ashington, en En lo más recio de la querella fué cuando Jefferson,
nombre de diversos principios, mas p a ra servir á in­ á s e n te hasta entonces de N ueva Y ork, fué á ocupar
tereses locales.» Un Puesto en el gabinete. De qué m anera fué llevado
Desde la segunda sesión, las divisiones tom aron en 4 contribuir a l triunfo del biU, lo refiere él m ismo, con
el Congreso u n carácter geográfico. L a lucha se enta­ Un despecho que indica bastante el origen de su odio
bló sobre dos cuestiones principales: la c o n c e n t r a c i ó n Contra el secretario del Tesoro, H am ilton. «H a hecho
á cargo de la U nión, de las deudas contraídas por l°s n ii 8U instrum ento. Se h a aprovechado de m i ig no ­
Estados particulares durante la revolución y la elec rancia y m i candidez p a ra que contribuya á ese enre­
ción de residencia p a ra el Congreso y el gobierno. do*» Este fué siempre el motivo del resentimiento per­
sonal de Jefferson contra su espiritual colega. «E l pun­ una desgracia, ante la que no representarían n ad a los
to capital del sistema acababa de ser perdido, dijo, en inconvenientes parciales y pasajeros. Le propuse que
la C ám ara de Representantes. L a lucha había sido tan viniese á comer conmigo a l día siguiente; le presenta­
encarnizada, que después de la votación se suspendió ría á dos ó tres de mis amigos, y m e parecía im posi­
inm ediatam ente el despacho de los asuntos. E l Con­ ble que personas sensatas, discutiendo con calm a, no
greso se reunía y se disolvía diariamente, sin que p u­ pudiesen llegar á u n acuerdo p a ra salvar la U nión. Se
diera discutir absolutamente n ada. Los partidos esta­ Verificó la entrevista... Quedó decidido que la vo ta ­
ban demasiado exasperados p a ra viv ir y deliberar en ción sería anulada, p a ra lo cual m udarían de opinión
común. Los miembros del Este hablaban de separación determinados miembros. Pero entonces se hizo obser­
y disolución. H am ilton estaba desesperado. Me lo en­ var que la píldora sería demasiado am arga para los
contré un día en la calle, a l ir á casa del presidente* Estados meridionales, y que, con objeto de endulzarla,
Se paseó u n a hora conmigo, á lo largo de la calle, de­ sería preciso que fuese acom pañada de a lg un a con­
lante de la puerta, describiéndome con un tono paté­ cesión. Habíanse presentado y a varias proposiciones
tico la irritabilidad de la Asamblea, los disgustos de los Para fijar la residencia del Congreso, y a en Filadelfia,
que lla m ab a n Estados acreedores, los peligros con que ya en George-Town sobre Potomac. A l fijarla primero
nos am enazaban los representantes de aquellos con sü en Filadelfia por diez años, después en George-Town
retirada y separación.— Los miembros de la adminis- definitivamente, se creyó calm ar la excitación que
tración debían proceder de acuerdo; la cuestión no hubiera producido la otra medida, de ser la ún ic a pre­
afectaba sin duda á m i departamento, pero deberes co­ sentada al público. Dos de los miembros del Potomac
munes hacían de la misma un asunto común; el presí' (W hite y Lee, pero W h ite con u n a repugnancia casi
dente era, en definitiva, el eje de todas las cuestiones c°nvulsiva) se comprometieron á cam biar su voto, y
adm inistrativas; debíamos ponernos á su lado y ap°' H am ilton tom ó á su cargo realizar la otra parte del
y ar con todas nuestras fuerzas las medidas que aprO' c°mpromiso. L a influencia que había adquirido por sí
base. E l asunto no se había perdido m ás que por un# mismo sobre los miembros del Este, y por mediación
escasa m ayoría. U n llam am iento que yo hiciera al buen Roberto Morris, sobre los de los Estados del Centro,
juicio y á la discreción de algunos amigos cambiar!# proporcionó los medios de ejecutar su parte de com ­
probablemente el voto, y la m áq u in a del gobierno, de' promiso. Así fué cómo pasó el bilí, y cómo se repatie-
tenida por u n momento, volvería á emprender su m*T' más de veinte millones de valores entre los Esta­
c ha.— E n cuanto á m í, m e declaré completamente #i0' dos favorecidos, y fueron arrojados como pasto a l re-
no á la cuestión; no había a ú n estudiado el sistem* b*fio de agiotistas. Esto hizo aum entar el núm ero de
financiero que se acababa de adoptar, y no sabía hast# lcs sectarios de la Tesorería, y convirtió ai jefe de ese
qué punto podía ser aquella m edida un c o m p le m e n to
departamento en am o de la asamblea, siempre que se
necesario; pero si el rechazarla debía e ntrañar, eIJ d a ta b a de lan zar al gobierno por u n a senda conforme
efecto, la disolución de nuestra U nión naciente, serí#
c°& sus ideas políticas.
fuese demasiado accesible á las influencias guberna­
«Unicam ente aum entado el núm ero de representan­
mentales ; el segundo, m ás afecto á las ideas de orden
tes se podrá evitar la corrupción de los miembros de
y conservación, tem ía que, a l ceder á aquellas descon­
esta C ám ara», exclam aba, un año después, en el Con­
fianzas, se viese expuesta la C ám ara á las influencias
greso, W illia n B. Giles, uno de los amigos de Jeffer­
democráticas. Después de m uchas discusiones é inci­
son y de los órganos del partido democrático. L a cues­
dentes , las dos asambleas concluyeron, sin embargo,
tión de la representación, que tanto dió que hacer á la
por ponerse de acuerdo respecto de u n a combinación
Convención, acababa de estallar en el Congreso. Tanto
bastante equitativa de hecho, pero poco conforme a l
p a ra los Estados como p a ra los partidos era una cues­
sentido hasta entonces atribuido á la Constitución. E l
tión de preponderancia. L a Constitución se había lim i­
tado á declarar, de u n a m anera general, que la re­
bilí adoptaba por base la cifra de treinta m il; pero en
Ingar de aplica rla directamente á la población de los
presentación tendría por base la población ; que no
diversos Estados, como parecía prescribirlo la Consti­
h a b ría m ás de un representante por m il habitantes, y
tución, los legisladores la aplicaron al total de la po­
que por lo menos hubiera uno por E s ta d o ; después
blación de los Estados U nidos, á fin de determ inar el
h a b ía fijado provisionalm ente el número de represen­
húmero de representantes de que había de componerse
tante que debía señalarse á los diversos Estados, en
1* Cám ara; después procedieron, con arreglo al mismo
espera de que el censo diese mayores datos acerca de
Principio, á la repartición por Estado; pero como esta
la población, y de que una ley orgánica determinase
Segunda operación, al hacerles despreciar u n a serie de
la cifra que había de servir de base á la repartición.
E l censo se llevó á cabo en 1790; quedaba por hacer ^acciones cu ya suma había figurado en la prim era,
arrojaba un núm ero total de representantes inferior al
la ley orgánica. Cualquiera que fuese la base que se
que previam ente habían señalado, dividieron lo exce­
a d o p ta ra , habían de quedar fracciones de población
dente entre los Estados cuyas fracciones no repre-
no representadas, y cada Estado trataba naturalmente
8entadas eran más numerosas. Esta repartición, bas­
de favorecer la com binación que dejara sin represen­
ó t e favorable á los Estados del Norte, pareció anti-
tación al menor número posible de sus ciudadanos y
c°nstitucional á los representantes del Sur y á los a lia ­
a l m ay o r núm ero posible de sus rivales. D urante más
de cuatro meses, esas diversas pretensiones locales,
dos que tenían en el partido democrático. E l bilí no tuvo
* * 8 que dos votos de m ayoría en la C ám ara de Repre­
agriadas por las opuestas exigencias del espíritu con­
servador y del espíritu democrático, se mantuvieron s a n t e s y uno en el Senado. Jefferson y Randolph
Consejaron á W ashington que hiciera uso del derecho
en lucha, en el seno del Congreso, sin poder ponerse de
^ veto que le daba la Constitución. H am ilton y Knox,
acuerdo n i vencerse. L a Cám ara de los Representantes
*°s dos miembros del gabinete, fueron de parecer que
y el Senado tomaron parte en el combate. L a primer»;
110 interviniese en aquel asunto y dejara toda la res­
menos preocupada de los ínteres del poder, estaba do­
ponsabilidad a l poder legislativo. W ashington se encon­
m in ad a por el temor de que u n a representación poco
g a b a en el m ayor embarazo, sin opinión bien definida
numerosa hiciese que la ra m a popular de la asam blea
sobre el fondo del asunto, inclinándose m ás bien del asambleas votaban un bilí por el que se concedía á
lado de la m inoría, pero dudando mucho de la oportu­ los diferentes Estados u n representante por tre in ta y
n idad política del veto. H acía diez días que le habían tres m il habitantes. De esta suerte se elevaba el n ú ­
presentado el bilí; en v irtu d de la Constitución, su si­ mero de representantes, de 65, cifra señalada provi­
lencio debía ser considerado, a l día siguiente, como sionalmente por la Constitución, á 105; y los Estados
u n a tácita aprobación. F ué á casa de Jefferson é hizo del Sur ganaban 16 representantes, mientras que los
recaer la conversación sobre el bilí. «Convengo, dijo, del Norte no ganaban m ás que 12, y 12 los del Cen­
en que no es así como la opinión corriente entiende la tro. Los dem ócratas tenían derecho á mostrarse sa­
Constitución; no es así como la entendían sus autores; tisfechos. H abían preparado la derrota del «escuadrón
sin em bargo, puede prestarse á tal interpretación. La corrompido de que pretendía servirse el secretario del
votación h a ofrecido un carácter perfectamente geo­ Tesoro, según Jefferson, p a ra trae r un rey, lores y
gráfico : un voto del Norte contra u n voto del Sur; comunes.» Lo que H am ilton quería p a ra su país, se
podría creerse que me inclino en favor del S u r.»— había encargado él mismo de manifestárselo á su ri-
«Comprendo ese escrúpulo; pero no debe impulsar á v*l, con u n a franqueza que hubiera debido ponerle al
usted á obrar m al. Los Estados se arran carán los m iem ­ ^ r ig o de toda pérfida sospecha. «No creo, lo confie-
bros fraccionarios: reflexione usted en los peligros que 8°> por más de que no lo proclame á los cuatro vien­
nacerán de esto.»— «Sí, m e temo mucho que la Unión e s , que la constitución del gobierno a ctual pueda
se deshaga antes de m ucho : se tiende á una separa­ responder á las necesidades de la sociedad, ofreciendo
ción.» estabilidad y protección á todos los derechos. Proba­
W ashington volvió á su casa, hizo lla m a r a l procu­ blemente será necesario im p lantar el régimen inglés.
rado r general E dm undo Randolph, y le dijo: «Le ruego ^ br°, ya que hemos emprendido la experiencia, m i
busque á M. Madison, v a y a usted con él á casa de °Pinión es hacerla completa y lealm ente, cualesquiera
M . Jefferson, y si los tres están ustedes de acuerdo en ^ue sean m is pronósticos. Y , verdaderamente, hasta
que se rechace el bilí, que no se m e vuelva á hablar aclui el éxito h a sido m ayor del que me esperaba; así,
del asunto y se m e prepare el acta p a ra firmarla.» pues, el éxito definitivo parece m ás posible que antes.
«Nuestra opinión estaba y a form ada desde hacía mu­ ^ ° r lo demás, si lo que existe hoy no sale bien, pue­
cho tiempo, dice Jefferson. Redactamos el acta. Ran" den y deben hacerse muchos ensayos, recorrer mu*
dolph se la llevó al presidente y le dijo que la apro­ chas fases progresivas, antes de abandonar el régi­
bábam os todos. Y ¿afirma usted que esta es su opí' men republicano. Porque se necesitaría ser de u n es-
nión personal?, preguntó W ashington a l despedir a1 ^fritu m u y depravado, p a ra no preferir la igualdad
procurador general, y como si hubiera deseado toda­ ^e los derechos políticos, que es la base del republi­
v ía volverse atrás. «Si, señor, bajo m i pa la b ra de ho­ canismo puro, cuando esa igualdad es com patible con
nor.» A quel mismo d ía se envió el acta á la Cám ar* el orden.»
de Representantes, y poco tiempo después, las dos Nada había en esto de amenazador para la repúbli-
ca. Pero el verdadero delito de H am ilton á los ojos de exclusivo del partido que sostenía á la adm inistración.
Jefferson, era su influencia a ú n preponderante en el Así fué que, cuando se acercó el térm ino de la presi­
Congreso y en el gobierno. N ada dejó de ponerse en dencia de W ashington, el jefe del partido democrático
práctica para destruir ta l influencia, n i las denuncias le escribió una la rg a carta, p a ra suplicarle que no
cerca del presidente, n i las calum nias de la prensa, Pensara todavía en depositar en otras manos los des­
n i las acusaciones en el seno de la C ám ara de Repre­ tinos de la p a tria . A pesar de toda su inteligencia, en
sentantes. Sin dejar de apoyar, con rara habilidad, l£ J efferson, bajo la modesta deferencia del lenguaje y
política exterior del gabinete, hasta cuando no la k finura del halago, se vislum bra demasiado el egoís­
aprobaba, el secretario de Estado se hizo, en el inte­ mo del cálculo. «Cuando me comunicó usted la inten ­
rior, el jefe y el m aquinador secreto de un a oposición, ción de retirarse del poder, por más de comprender la
de la cual Madison, el m ás íntim o de sus confidentes, im portancia del acontecimiento, creí deber guardar
era su principal órgano en el Congreso. P ara justi­ casi un silencio absoluto. Sabía que a l dirigirse á un
ficar su conducta, Jefferson tuvo cuidado de anotar espíritu como el de usted, la persuasión es impertinente
en sus memorias el objeto de ta l oposición. «Tenía y v ana... Sabía que un día ú otro necesitaríamos tratar
por objeto, dice, colocar la pureza y la independen­ de cam inar solos, y que si este ensayo se hacía m ien­
cia de la asamblea al abrigo de todo atentado por t a s usted vivie ra y bajo sus m iradas, esto nos daría
parte del poder ejecutivo, conservar la adm inistra­ confianza y nos aseguraría un apoyo en caso de fra*
ción afecta á las formas y á los principios republica­ Casar... Y , adem ás, el espíritu público estaba entonces
nos, im pedir que no se sacase por interpretaciones Perfectamente tranquilo y en u n a disposición que con-
u n a m onarquía de la Constitución, y no se la hiciese yenía á la experiencia... L a tranquilidad h a desapare­
caer en los principios y m ancillas del modelo favorito ado, y usted no tiene ninguna culpa de tal cambio.»
inglés. No era un a oposición dirigida contra el gene- ^ después de u n a larg a enum eración de las quejas de
r a l W ashington; él era fiel a l m andato republicano la oposición dem ocrática y de los peligros con que el
que le habían confiado. En nuestras conversaciones» Partido federal am enazaba, á sus ojos, á la Constitución,
h a protestado ante m í, repetidas veces y con solemni­ a fiadia: «Nuestra única esperanza estriba en tener ma-
dad, que para cum plirlo derram aría hasta la última y°r representación en el año próxim o... Todo hace
gota de su sangre, y lo repetía con tan ta m ayor in­ Creer que ia gran maSa de los nuevos miembros ven­
sistencia, cuanto que conocía mis sospechas contra drá á aum entar el partido republicano... Pero si la
los deseos antirrepublicanos do H am ilto n , y deseaba *meva m ay oría m antuviera los mismos principios que
disiparlas.» a mayoría actual y nos amenazase con los mismos pro-
E l procedimiento y la táctica de la oposición fueron ^d im ientos, no es difícil prever cu ál sería la violencia
por m ucho tiempo el no atacar á W ashington, aun<Ju0 del remedio á que recurriría el país, pues sabido es el
combatiendo con encarnizam iento su política, y consí' ^ r á c te r geográfico que tienen las divisiones de interés
derarle como la mejor salvaguardia contra el triunfo y de sentimiento... Temo que se llegase á una desniem-
1(S
bración de los Estados Unidos. Usted sólo está en con­ Say otros muchos que pueden hacer lo que yo hago,
diciones de prevenir esa desgracia. E n usted está co­ tar* bien y mejor que yo... En cuanto a l descontento
locada la confianza de la U nión entera... E l Norte y el de que se ha b la , se han llevado demasiado lejos las
Sur permanecerán unidos si les sirve usted de lazo. E*1 s°spechas contra un partido determ inado... No hay
el caso en que u n a representación más numerosa n° todas los Estados Unidos diez hombres de alguna
fuese un eficaz remedio, la presencia de usted darí* yalía, que piensen en transform ar el gobierno en mo-
lu g a r á que se ensayaran otros que fuesen com patible **arquía... Mis inquietudes tienen otro origen. E l ve r­
con la U nión y la paz de los Estados... Si, por el con- b e r o peligro que nos am enaza, es la a n a rqu ía... Las
trario, saliese u n a m ayoría honrada de u n a represen' ¡^lic a c io n e s recientes, sobre todo el periódico de
tación m ayor y renovada, podría usted, con menos re&eau, parecen hechas p a ra excitar á la oposición
peligro, satisfacer sus deseos de retiro antes de qu0 contra del gobierno. Según los informes que me en-
expirase el segundo período de cuatro años; y no pue­ a ®1 general H and, lo han conseguido perfectamente
do menos de esperar que consentirá en a ñ a d ir uno ¿ * ^ensilvania, contra la ley sobre contribuciones in-
dos años m ás á los que y a ha sacrificado usted en bie# ^ etas. T rabajan para llegar á u n a ru ptu ra de la
de la hum anidad.» la m ás espantosa de todas las calam idades. Que
W ashington no se engañaba, n i respeto de la i#' 0 ®e olvide esto; todo lo que tiende á producir la
tran qu ilid ad sistemática de Jefferson, n i respecto arquía tiendo á llevarnos hacia el gobierno monár-
las afectadas atenciones de la oposición. Dom inado p°r co. Considero los ataques de esos periódicos como
su am o r a l reposo, trataba de persuadirse de que sU Sidos contra m i persona; porque se necesitaría ser
país no le necesitaba ya, y wde que él había deja*10 ^ y cándido, p a ra tragarse la m iel con que de cuando
de estar en condiciones de servirle. E n sus conversé ‘ ^ n d o m e obsequian. A i condenar la administra-
ciones con Jefferson, desarrollaba sus ideas en es*0 del gobierno, se me condena: porque, si se cree
ifi
asunto con una verbosidad y un abandono que n° CQf 86 puedai1 adoptar medidas en contra de m i pare-
eran habituales: «Me siento envejecer, m i salud es&0 > hay que 8Uponer que yo soy, -ó demasiado negli-
nos sólida, m i memoria, que siempre h a sido mala, 00 e Para fijarme en ellas ó demasiado necio pa ra no
debilita, y tal vez los que m e rodean observan en ^ p e n d e ría s.»
demás facultades u n a decadencia de la que yo raista° • k*an Pasa^ ° seis meses desde el segundo ad-
no me doy cuenta. Este tem or me atorm enta; le9 110 ^ i e n t o de W ashington á la presidencia, cuando
gocios han llegado á ser para m í una carga, la tars °Posición se creyó en condiciones de poder qui-
qu ilid ad y el retiro u n a pasión... A nadie le agrftd^ jUj e careta. Dos sentimientos que jam ás se hieren
menos que á m í las ceremonias de m i cargo; no Uílemente, y á los cuales vacilan en atacar los
placer alguno en el ejercicio de m is funciones; y° jja^ a£ 0&°s, el respeto y el buen sentido del público,
puedo ser feliz sino en m i casa, y á ella me ^ an puesfco hasta entonces á W ashington por en-
mis asuntos. Y a no es aquí necesaria m i presen a de los ataques. Pero ese respeto y ese buen sen­
tido público que habían sabido imponerse a l partido ^d ig nación de un hom bre de bien. «Creí ver, decía,
dem ocrático, no supieron ellos mismos resistir al es* la intención del presidente era hacerme interve­
pectáculo de la revolución francesa. E l triste privile' nir cerca de Freneau, q u izá hasta la de quitarle su
gio de las revoluciones es el de corromper con su vis** e*npleo de traductor en mis oficinas. Pero yo no haré
á aquellos á los que no pueden llegar sus golpes: ^ d a de esto. Su periódico h a salvado la Consti­
h a y aire, dice Montaigne, que se aspire con tan ta avi' tución.»
dez, que se esparza y penetre como la licencia.» El éxito de la oposición dem ocrática llegó á ser tal
A medida que se viciaba el espíritu público, el p**' °a las masas, que la presencia de Jefferson en el ga­
tido democrático redoblaba sus esfuerzos pa ra perveí' binete se convirtió en m ás peligrosa, por su populari­
tirle, y dirig ía los ultrajes m ás odiosos á aquel que z a , que ú til á su política. Presentó ia dim isión, y fué
recía haberse convertido en el único obstáculo * * A perar, en el seno de su fam ilia, en las soledades
triunfo de los primeros. A ejemplo de F rancia, y ^ los A lleghanis, que la m area popular ascendente
instigación de su ministro en Filadelfia, Genet, los Es' *uese á buscarle. W ashington había puesto de moda
tados Unidos se llenaron de sociedades democrática8» la afición a l retiro. Ese g ra n hom bre virtuoso había
i* g
deseosas de propagar los preceptos jacobinos y habituado á sus compatriotas a l desinterés y á la mo-
innobles crudezas de lenguaje de los clubs de Parí9, *®*tia. P a ra lle gar a l poder se necesitaba entonces
E n uno de los libelos impresos contra W ashington ^ uno apareciese como temeroso de la carga. Jeffer-
titu lad o : «Los funerales de Jorge W ......n , y s°n tenía, como actor político en un Estado democrá-
Jam es W ......n, rey y juez*, el presidente estaba & ^ c°, las cualidades m ás eminentes. Sabía servirse ad­
presentado sobre u n a guillo tina. Knox, secretario
orablem ente de lo que naturalm ente había de falso y
la Guerra, denunció al Consejo a q u e lla infam e pu fantástico en su espíritu p a ra seducir ó inflam ar la
cación. W ashington, tan dueño de sí m ismo habitUbl0 irilaginación popular; tenía u n instinto m aravilloso
mente, no pudo contenerse. Su cólera era terfl ^ 1 Papel que convenía en tal situación determ inada,
cuando se desencadenaba con todo el poder de a q ^ * Se Penetraba de él tan completamente, que él m ismo
lia enérgica naturaleza. «¡Por Dios, que quisiera v e8aba á ser el prim er engañado. No por pura hipo-
m e en m i tum ba!, exclamó; no cam biaría m i ^ Cre*ía escribía desde Monticello a l presidente: «Amo
por el título de emperador del m undo, y me acu ^ n demasiada pasión la tranquilidad para perm itir
de querer ser R ey. Ese bribón de Freneau me en ^ ^ e afecten á m i espíritu las preocupaciones politi-
todos los días tres números de su periódico. ¿Cree» ^ Catu A l secretario de Estado, Randolph: «N inguna
v e n tu ra , que voy á convertirm e en su rePa r tlví0. Circunstancia podrá jam ás arrastrarm e á mezclarme
IVerdaderamente es un insulto sin nombre!» Este ^ ^ nada que se refiera á la vida pública.» A sus más
lento arranque turbó tanto á los asistentes, qü^ 0Í, étimos confidentes: «El escaso soplo de am bición que
Consejo tardó bastante en seguir la deliberación- anim aba en m i ju v e n tu d , se ha disipado desde
camente Jefferson no se dejó conmover por la J ftce mucho tiem po... Flum ina amo sylvasque in glo -
rius .» Y , a l mismo tiempo, dirigía y atizaba de lejos ryland aparecían síntomas de levantam iento; entre
la oposición; alentaba los odios de Madison, tentaba las personas de bien cundieron la indignación y el
su am bición; le sum inistraba arm as cuando sus recur­ espanto. W ashington quiso aprovecharse de esto para
sos parecían agotados, y se burlaba de él, cuando este dar á la a na rqu ía u n golpe decisivo y ejem plar. E ra
se abandonaba demasiado á la suave pendiente de su preciso infundir á los buenos ciudadanos confianza en
espíritu. «Me parecéis arrastrados todos por el torren' su fuerza; era necesario desplegar, á los ojos de los
te de las opiniones gubernamentales.» demagogos, todos los recursos que el gobierno podía
Jefferson empleaba este lenguaje en los momentos sacar del país mismo, en defensa del orden am enaza­
en que las excitaciones licenciosas del periódico d0 do. E l aparato de la represión fué formidable. E n una
Freneau y de las sociedades democráticas acababa# nueva proclam a, el presidente exigió á los sediciosos
de dar sus frutos. Trece m il insurrectos se habían d©' <lue se sometieran en u n plazo de tres semanas, pasa­
clarado en guerra abierta contra el gobierno, en el do el cu al serían dispersados por la fuerza. T erm ina­
mismo Estado en que había establecido su residencié do el plazo, fueron convocadas las m ilicias de V irg i­
el poder central. «Bajo pretexto de oposición c o n ^ nia, M aryland, N ueva Jersey y Pensilvania. A m e­
u n a ley particular, pero en realidad con u n e sp iré diados de Octubre se apresuraron á acudir a l lla m a ­
enemigo de todo orden», los condados occidentales d0 miento quince m il hombres, y fueron á form ar á las
Pensilvania se h ab ían coligado, desde el año 1791# Edenes de W ashington.
p a ra im pedir la percepción del impuesto sobre ^ Las clases superiores dieron el ejemplo: «Se h a vis-
bebidas. E n vano el Congreso, á instigación de Was&' to>escribía el Presidente á Jo h n Ja y , se ha visto á ge­
ington, h a b ía reformado la ley de contribuciones W nerales ponerse á la cabeza de u n solo pelotón ; á ofi­
directas p a ra hacerla m ás aceptable; en vano el Pr0' c i e s superiores que, a l lle g ar á los puntos de cita, no
sidente, en u n a solemne proclam a, refrendada por encontraban m ando correspondiente á su grado, fo r­
mismo Jefferson, había amenazado á los rebeldes ^ j a r en filas y servir como simples soldados á las ór­
entregarlos á los tribunales. Los agentes encargad0* denes de los capitanes; avenir á los hombres m ás im ­
de perseguir á los delincuentes, fueron amenazad05 portantes del país á mezclarse con la tropa y em pren­
de muerte, atacados á m ano arm ada y se vieron der, un día y otro, largas m archas, con su m ochila á
gados á huir para no ser quemados por la muchedu01' la espalda, durmiendo sobre la pa ja con u n a simple
bre. Los sacos de la correspondencia de Filad0*®* manta, bajo u n a tienda de soldado, durante las hela­
fueron desvalijados, abiertas las cartas y convertid** das noche» que hemos tenido que sufrir. Y lo que es
en piezas de convicción contra los ciudadanos que ^ más de a d m irar todavía : muchos jóvenes cuáqueros,
se m ostraban bastante condescendientes con el ^ Pertenecientes á las fam ilias m ás distinguidas, más
orden; los sospechosos fueron proscritos, y los p°d0' re8petables y m ás ricas, se han alistado, con permiso
res públicos entregados á una Convención. Estos de sus padres, y m arch an con los soldados.» L a pre-
cesovs am enazaban ser contagiosos; en V irg in ia y W 8*ncia de W ashington en medio de semejantes soldados
no fué por mucho tiempo necesaria p a ra asegurarles Pero, en medio de su alegría, W ashington no olvida­
el triunfo, y pudo, después de haberles revistado, re- ba de dónde había venido el verdadero peligro, y en
gresar á Filadelfia para evacuar otros asuntos de Es­ dónde era preciso herir p a ra im pedir que renaciera.
tado, mientras que el ejército, a l m ando del general •Las sociedades democráticas son las que han fomen-
H enry Lee, gobernador de V irg in ia, franqueaba los nientado las revueltas del O este; esto no ofrece duda
Alleghanis y se esparcía por los condados insurrec­ alguna p a ra quien h a examinado la conducta de aqué­
cionados. Recorrieron todo el país columnas volantes: llas; pero, felizmente, han precipitado u n a crisis para
en ninguna parte les opuso resistencia la insurrección. la que no estaban preparadas, y han descubierto in ­
«H ay, aquí y a llí, algunas bandas errantes, pero nada tenciones que a ca rre arán , así lo espero confiadamen­
que presente un punto de ataque », escribía a l presi­ te, su ru in a antes de lo que se hubiera podido espe-
dente el secretario del Tesoro, H a m ilto n , que seguía rar... Desde el principio he dicho m i opinión acerca de
los movimientos del ejército. No se disparó n i un esas sociedades á los hombres de confianza que me ro ­
tiro, y el 20 de Noviembre las milicias estaban en dean; he previsto que conm overían a i gobierno hasta
m archa para regresar á sus hogares, no dejando, en sus cimientos si no se com batía su a c c ió n , no con
en medio de aquella población sediciosa, cuyo orgullo Persecuciones judiciales (este sería el mejor medio para
había sido dominado con la sola presencia de las fuer­ darles fuerza...) sino con la reprobación de los amigos
zas, m ás que un reducido destacamento, destinado & del orden y del buen gobierno.»
secundar la acción de la justicia. Fueron presos ciento W ashington no abandonó á los «amigos del orden y
cincuenta de los revoltosos: dos de éstos, convictos de del buen gobierno* el peligroso deber de dar el ejem­
a lta traición, fueron condenados á muerte. E l presi­ plo de reprobación. Cuanto menor es la violencia del
dente les indultó. Podía, sin peligro, hacer uso del P°der en la represión del m al, tanto m ás obligado está
perdón. Los Estados Unidos acababan de ser el teatro á denunciarlo valientemente á la conciencia pública.
de uno de esos irresistibles movimientos de opinión, en ®l Presidente proclam ó lo que pensaba acerca de las
beneficio del buen sentido y de la buena política, qne P ie d a d e s revolucionarias en su discurso de apertura
hacen á los pueblos dignos de la libertad, y á los cua­ del Congreso, con ese lenguaje enérgico y tranquilo
les los amantes de ella no pueden asistir sin profunda ^ e conviene a l jefe de un pueblo libre. E l golpe fué
emoción. «¿Qué d irán ahora los hombres que preten­ decisiVOi Puede juzgarse de él por la cólera de Jeffer-
dían que no estábamos en condiciones de gobernarnos 8°n. «La denuncia de las sociedades dem ocráticas es
á nosotros mismos?, exclam aba W ashington. Verán Uno de esos prodigiosos rasgos de audacia á los cuales
que la república no es el fantasm a de u n a imagina- n°8 tiene acostumbrados el partido de los monócra-
ción enferm a. A l contrario, bajo n ing u n a otra forma tas, escribía á Madison; es extraño, en verdad, que el
de gobierno se encuentran las leyes mejor garantida», Presidente se hay a permitido ser el órgano de un ata-
m ás aseguradas la libertad y la propiedad, y m ás fel«z semejante contra la libertad de discutir, la liber­
1& hum anidad.» a d de escribir, de im p rim ir, de pu b lica r... L a ley de
contribuciones indirectas es u n a ley in fe rn al... Nues­ haría ilusiones acerca de la proposición. Se contentó,
tras m ilicias, de regreso del Oeste, traen todas la im ­ pues, con renovarla por segunda vez, después cesó de
presión de que, a u n cuando el pueblo las h a dejado p a ­ insistir, y por'fin se puso á calcular francam ente con
sar en paz, han sido objeto de irrisión, no de espanto; su am igo sus propias probabilidades de éxito. L a pri­
que m il hombres hubieran podido destrozar á todo el m era explosión de cólera que estalló en los Estados
ejército, en m il diferentes pasos de los Alleghanis; Unidos a l conocer el tratado estipulado con In g la te rra
que el odio contra la ley de contribuciones indirectas por J a y , y la violencia de la lucha que tuvo que sos­
es universal y se com plica hoy con un odio igualmente tener respecto de este asunto contra la C ám ara de los
vivo contra el gobierno; que la separación, que hasta Representantes, dieron lu g a r á que los demócratas p u ­
aquí no era m ás que u n acontecimiento lejano y pro­ dieran pensar por u n instante que con la presidencia
blemático, es hoy cierta, próxim a, y todo el mundo de W ashington term inaría el triunfo de la política
cree en ella. Esperaba h a lla r en el discurso del presi­ federal. Pero la C ám ara no pudo sostener la lucha por
dente a lg ú n ditiram bo por haber declarado la guerra mucho tiempo. A bandonada por la opinión p úb lica, á
c ivil antes de la reunión del único cuerpo que tiene el la que h a b ía irritado a l tra ta r de a rrastrarla á u n a
derecho de declarar la guerra; por haberse dejado za­ oposición sin límites, se vió obligada á inclinarse ante
randear pacientemente por nuestros enemigos, y haber la autoridad del nombre de W ashington, y el pueblo
acometido a l m enor pretexto contra nuestros anii- am ericano se preparó p a ra las elecciones presidencia­
gos... Pero lle g ará el tiempo en que se cambien Ia5 les bajo la impresión del merecido fracaso que el p a r­
tornas. Los cambios efectuados en la C ám ara son mu? tido democrático acababa de experimentar. «E l Con­
satisfactorios, y el mismo rebaño de Augías (el Se- greso acaba de separarse*, escribía Jefferson. Por los
nado) que se encuentra por encim a de vosotros, se Pu' actos de aquél podréis ver la verdad de lo que siem­
rifica paulatinam ente de sus im purezas. M a n té n g a s e pre os he dicho: u n hom bre ha tenido m ás influencia
usted firme, m i querido am igo, no vayam os á naufra- ^ue todos en el espíritu de las masas: le han defendido
g a r mientras esperamos. E l tem or de que se retir0 contra el propio criterio de ellas y el de sus represen­
usted es el m ayor m otivo de aflicción por parte d0 tantes... Dios quiera que su honradez y sus faltas po­
aquellos con quienes habló de nuestras ideas. Pero éticas no den lugar á que se exclame por segunda vez:
se re tirará usted, á menos que no sea p a ra ocupar '»Malditas sean sus virtudes, han perdido á su país!*
u n a posición m ás brillante y m ás eficaz. E a ella & A m arg a confesión de impotencia; grito de cólera y
donde m e alegraría verle.* de despecho, cuyo eco repercurtía aún , veintidós años
Jefferson podía sin peligro ofrecer la presidencia ¿ después, en e l corazón de Jefferson, cuando, a l escri­
su lugarteniente. Sabía perfectamente que él m is#0 bir sus memorias, trataba de insinuar que W ashington
era, desde hacía varios años, el único candidato en e no había desplegado al final de su presidencia tanta
que pensaba seriamente el partido democrático, y c°' energía en la conducta, sino que no tenía y a suficiente
nocía bastante á Madison p a ra saber que éste no 90 firm eza de espíritu para resistir á los consejos de un
servido de lazo. Las rivalidades personales y locales
partido que ha b ía jugado con la av anzada edad del se habían acallado, en el seno del partido, en presen­
prim ero. Mientras W ashington v iv ió , nadie, am igo ó cia de aquel hom bre eminente que ofrecía iguales g a ­
enemigo, se atrevió jam ás á tratarle como hombre rantías á los opuestos intereses de las diversas faccio­
cuya inteligencia se v a debilitando, y Jefferson menos nes de los Estados Unidos, y cuya autoridad nadie
que nadie. Experimentaba involuntariam ente, en p re ­ pensaba en poner en duda. Reaparecieron cuando
sencia de W ashington, un respeto algo temeroso y e m ­ anunció, en su mensaje de despedida a l pueblo am eri­
barazado, que no era enteramente ajeno á la doblez cano, su intención de abandonar definitivamente el
de su lenguaje. E l 19 de Ju n io de 1796, el jefe de la poder. Desde entonces dejó de haber u n jefe reconoci­
oposición escribía a l jefe del gobierno: «Sé que tratan do por todos; desapareció toda superioridad indiscuti­
de sembrar la discordia entre usted y yo, represen­ ble; aparecieron p a ra el partido federal tres grandes
tándome como mezclado todavía á la agitación pú b li­ influencias: la de Jo h n Adms, en la N ueva Inglaterra;
ca y metido en intrigas turbulentas contra el gobierno. la de H am ilton, en N ueva Y o rk y los Estados del cen­
No he creído, ni por un instante, que eso pueda im pre­ tro, y la de los hermanos Pinckney, en el Sur. Fuera
sionarle, y que las calum nias de u n intrigante puedan por prudencia ó por cansancio, H am ilton, el m ás dis­
pesar m ás que el conocimiento que de m í tiene usted.» tinguido de ellos, no aspiraba á ia presidencia; pero, aun
«H asta aquí, escribía un año después á Madison, no queriendo permanecer ajeno al gobierno, deseaba con­
ha habido ninguna diferencia personal entre W a s h ­ servar sobre los asuntos públicos la acción á que tenía
ington y yo. No deseo ponerme m al con los que toda­ derecho por su gran inteligencia y su elevada posición,
v ía son partidarios suyos, ó sea con las nueve décimas cuando sus amigos políticos estaban en el poder, y esta­
partes de la población de los Estados Unidos.» ba dispuesto á favorecer á aquel candidato cuyos p rin ­
Las relaciones personales con W ashington no eran cipios y carácter le prometiesen más influencia á sus
en esa época tan buenas como tenía interés en hacerlo consejos. Este era ta l vez el secreto de sus preferen­
creer. Confiesa él mismo, en sus Memorias, que des­ cias por Thomas Pickney, antiguo ministro de los Es­
pués de la lucha re la tiv a ai tratado de paz, el presi­ tados Unidos en Londres, y de las sim patías de los fe­
dente se había alejado de él; y , en una carta en que derales m ás templados hacia Jo h n Adarns, cuyo ca­
alude á su antiguo secretario de Estado, W ashington rácter celoso y susceptible les ofrecía suficiente g a ra n ­
declara con tristeza «que eran precisos los hechos de tía contra el triunfo comprometedor de la influencia
que tenía prueba, p a ra hacerle dudar de u n a amistad de H am ilton. P ara no d a r dem asiada publicidad á las
de la que se ha b ía creído seguro». divisiones del partido, trataron de entenderse, y por fin
A l separar demasiado abiertam ente su causa de 1* convinieron en llevar á Jo h n A dam s á la presidencia
de W ashington, el partido democrático h a b ía hecho y á Thomas Pickney á la vicepresidencia. Pero, en
que la opinión se pusiera a l lado de sus adversarios» virtud de u n a disposición de la Constitución que des-
al dividirse, los federales estuvieron á punto de per­ pués h a sido reformada, no había entonces m ás que
der esa ventaja. W ashington, hasta entonces, les había
u n solo escrutinio p a ra las dos elecciones: cada elector Este se resignó de buen grado á no ser m ás que el se­
se lim itab a á escribir dos nombres en su papeleta, sin gundo personaje del Estado. E n el fondo de su cora­
indicaciones especiales. E ra presidente el que obtu­ zón se alegraba de ver su triunfo aplazado. Parecía
v ie ra m ayor núm ero de sufragios. inm inente u n a guerra con F rancia, y no le a g rad ab a
Así, siempre se estaba expuesto á que una m ayoría arrostrar las responsabilidades. «N unca h a n presen­
accidental diese el prim er puesto á quien todos sus tado nuestros asuntos u n aspecto m ás sombrío des­
electores reservaban el segundo. P ara evitar esto no de 1783... No es tan avasalladora m i pasión p a ra que
h a b ía otro remedio que el de b orrar sistemáticamente me agrade navegar en medio de la tempestad... Cui­
el nombre del candidato á la presidencia de algunas daré de mis naranjos, mientras nuestro am igo del
de las papeletas. Así se hizo sin inconvenientes en las Este luche en medio de la torm enta que se am ontona
dos prim eras elecciones, y hasta se asegura que esta sobre nuestras cabezas, y la c u al puede derribarle.
combinación mortificó el am or propio de Jo h n Adam s, Ciertamente que no son estos momentos propicios
pues le quitaba toda probabilidad de lle g ar á ser el Para desear el tim ón.*
superior de W ashington. Pero en 1797, la situación «Nuestros jacobinos dicen que están satisfechísi­
era m uy distinta; y a no estaba en todos los labios el mos, y que el león y el cordero son hechos p a ra v iv ir
mismo nombre; se pre p araba u n a lucha electoral, y iuntos, escribía H am ilton á K ing; los amigos persona -
ninguno de los dos partidos podía perder votos sin tra ­ fe* de A dam s em plean poco más ó menos el mismo len­
bajar p a ra sus adversarios. E l fin principal de los fe­ guaje; Jefferson no es, si se quiere, dicen, u n hom bre
derales era excluir á Jefferson tanto de la vicepresi­ tan m alo como se supone. Tenemos necesidad de u n a
dencia como de la presidencia. Que ocupase el primer adm inistración unida y vigorosa. Los escépticos como
puesto Jh o n Adam s ó Tomás Pickney, era, á los ojos yo, m iran hacia adelante, deseosos de esperar, pero
de las personas sensatas, u n a cuestión secundaria; ©1 Poco dispuestos á creer. Si Adams tiene vanidad , es
punto capital era el triunfo simultáneo de los dos can­ evidente que han formado un com plot p a ra explo­
didatos. Se pusieron pues, de acuerdo sus partidarios tarla. *
p a ra apoyarlos por ig u al, dejando que los accidentes En efecto; el pensamiento de Jefferson era captar-
del escrutinio decidieran el asunto. Pero los acciden­ 86 la confianza de Jo h n Adams y hacer de éste un
tes del escrutinio parecían presentarse menos favora­ instrumento de disolución del partido federal. A u n
bles á A dam s que á Pickney, á quien su popularidad antes de que conociese de u n a m anera positiva el re­
en el Sur aseguraba un cierto número de votos radica­ sultado de la elección, escribía á Madison con inten-
les. Los amigos de Jo h n A dam s en la N ueva Inglate­ °ión de que sus palabras fuesen repetidas: «Si se pue­
rra, no querían resignarse á tal idea y le dieron algu­ de hacer que Adams gobierne con arreglo á los bue­
nos votos más que á Tomas Pickney. Lo que ocasionó nos principios y abandone sus aficiones á la Constitu­
el triunfo parcial del partido democrático. Jo h n Adams ción inglesa, sería cosa de pensar si no convendría
íuó elegido presidente, y Jefferson vicepresidente. Para el bien público entenderse con aquél p a ra las
futuros elecciones. Es la única barrera sólida contra
diferencia de opinión no es u n a diferencia de princi­
eJ triunfo de H am ilton.» Y , a l mismo tiem po, escribía
pios, decía en su mensaje inaugural de la presidencia;
al m ismo Jo h n Adam s, con un tono irónico y halaga­
hemos llam ado con nombres diferentes á hermanos
dor á la vez: «Jam ás he dudado de su elección, y a un ­
bijos del mismo principio. Todos somos republicanos;
que tal vez no se m e crea, no es menos cierto que nun­
todos somos federales.»
ca deseé otro resultado... Posible es, sin embargo, que
sea usted despojado de la sucesión por su g ran amigo
de N ueva Y o rk , quien h a logrado hacer de los verda­
deros amigos de usted instrumentos que perjudiquen
á usted y se perjudiquen á sí mismos. S in embargo,
es probable que se engañe respecto de lo que á usted
atañe, y mis gustos me ponen fuera de su alcance.
Dejo á otros el sublime placer de navegar en medio
de la tempestad; prefiero un buen sueño y u n a cama
bien caliente, y prefiero la sociedad de m is vecino»,
de mis amigos y de m is compañeros de trabajo, á la
de los espías y sicofantes... Que su adm inistración de
usted le proporcione m ucha gloria y venturas, y q u6
p a ra nosotros sea fecunda en bienes, es la plegari*
sincera de un hombre que, á pesar de las insignifican­
tes diferencias que h a n surgido naturalm ente ó que se
las han compuesto p a ra que surjan entre nosotros,efl
el curso de nuestra carrera, h a conservado hacia uS'
ted la sólida estimación que le profesaba cuando tra­
bajábam os juntos po r nuestra independencia.»
A pesar de estas fervientes plegarias dirigidas al
cielo, el vicepresidente continuó m inando el terreo0
en su oposición, y el presidente no se mostró ni eoér'
gico n i h á b il en su gobierno. L a presidencia de J°btl
A dam s dió el golpe de g racia á su partido; y en 18°®'
Jefferson, dueño al fin del poder, se encontró en pr0
s e n d a de enemigos de ta l m anera divididos, que Pu(1°
intentar afiliarlos á su bandera, fundiendo hábiln*011'
los colores de aquéllos con los suyos propios: «Tod*
geográficos, las obligaciones morales y los obstáculos
materiales. Sin tacto en sus sentimientos y sin escrú­
pulos de conducta, los tales no pueden comprender ni
las simpatías nacionales, cuando no llegan hasta el
C A P IT U L O X V olvido de los intereses nacionales, n i la habilidad d i­
plom ática, cuando no tom a caracteres de perfidia, ni
la dignidad, cuando no reviste los arrebatos de la vio­
17991797. lencia. Por su política exterior ha sido W ashington
más directam ente atacado por el partido republicano
y más umversalmente alabado por la historia. D e jus­
Washington presidente.—Dirección de las relaciones exterio­ ticia es que provengan de ello su responsabilidad y su
res.—Simpatías y principios diplomáticos de Washington.-^ gloria. L a política le pertenece exclusivamente en la
Estado de los asuntos en el momento de sn advenimiento: en
gran obra de su presidencia. E n los asuntos exteriores
el Sur de la Unión, la libre navegación del Mississipí negada
por España; en el Norte, las posiciones americanas de lo8 es donde su autoridad se desarrolló con m ayor inde­
grandes lagos ocupados por el ejército inglés.—-Querella efl' pendencia del Congreso; en ellos fué su opinión más
tre Inglaterra y España —Cómo trata Washington de apro-
decisiva y personal.
vecharse de ella para triunfar de la mala voluntad de las dos
potencias —Esfuerzos para establecer entre las potencia® Se h a acusado mucho á W ashington de ingratitud
marítimas un acuerdo contra Inglaterra.—Esfuerzos para Especio de Francia: mientras las relaciones del go­
obtener de Francia el libre comercio con sus colonias.—R0'
b e rn ó francés con los Estados Unidos se llevaron con
laciones del gobierno americano con los indios.—Sentimi®0'
tos de Washington respecto de la revolución francesa*^ k°nradez y benevolencia, y hasta el momento en que
Cree que los grandes trastornos de Europa redundarán 011 los excesos de los jacobinos despertaron en W a sh in g ­
beneficio de su país.—Relaciones de Washington con el g°' ton sus antiguos sentimientos respecto del enemigo
bierno revolucionario de Francia. - Guerra general en
tradicional de su ra za, conservó hacia la nación fra n ­
ropa.—Proclamación de neutralidad. - Misión del «dudada*
no» Genet en los Estados Unidos.—Misión de Jhon Jay en cesa una buena voluntad, llena á la vez de reconoci­
Londres.—Tratado con Inglaterra.—Tratado con España-'' miento por sus servicios, de inteligencia respecto de
Conflicto entre los Estados Unidos y Francia.—Mensaje do
los intereses de su país y de irritación contra la con­
despedida de Washington.
ducta arrogante de Inglaterra. Cuando todavía no era
e*jefe del Estado, podía, sin menoscabo d élos asun-
De todas las funciones del poder, la que mcfl°9
t0B Públicos, abandonarse á los impulsos de su cora-
comprenden los partidos revolucionarios es la dir0C"
Zón y á las libres especulaciones de su espíritu, y es­
ción de las relaciones exteriores. Habituados á Q°
cribía desde Mount-Vernon á sus amigos de Francia:
preocuparse m ás que de las fantásticas quimeras
fidelidad, el honor y la b rav u ra de vuestras tro-
su im aginación ó de los desordenados arrebatos de suS
P8,8» de lo q ue he sido testigo, el entusiasta patriotis-
deseos, desconocen el derecho de gentes y los hecb°9
m ° y los sentimientos de delicada sim patía que ani-
cia; no era tampoco un a promesa de intervención en
m aban á tantos compatriotas vuestros, con los que favor de F ra n c ia en los asuntos de Europa. L a buena
puedo enorgullecerme de estar íntim am ente unido, y, Voluntad de W ashington era sincera, y era posible
sobre todo, el vivo interés con que vuestro ilustre mo­ hacerla eficaz, pero á condición de no abusar de ella
n arca y sus fieles súbditos han seguido los éxitos de y dejar á los Estados Unidos con su política natural.
los ejércitos americanos y el afianzam iento de nues­ Al mismo tiempo que dirigía á los diplomáticos fra n ­
tra independencia, m e han hecho querida vuestra na­ ceses esas protestas de am istad y esos ofrecimientos
ción, y han form ado lazos de afección y dejado im- de buenos oficios, escribía W ashington, á propósito de
presiones que n i el tiempo ni los acontecimientos po­ las revueltas de H olanda y de la guerra que am ena­
d rán destruir... Me complazco en creer que se puede zaba brotar de ellas entre Francia é Inglaterra: «Cua­
establecer, entre F ra n c ia y los Estados Unidos, un lesquiera que sean sus puntos de m ira y sus intereses
cambio de buenos oficios y favores que no puede me­ Políticos, espero que tendremos la suficiente pruden­
nos de producir óptimos resultados. Las naciones no cia para no tom ar parte en sus disputas... Espero que
están, como pueden estarlo los individuos, dirigidas los Estados Unidos sabrán permanecer apartados del
por amistades desinteresadas; pero, cuando tienen in- laberinto de la política y de las guerras europeas, y
terés en v iv ir en buena inteligencia, hay pocos m oti­ <We antes de mucho, la adopción de un buen gobierno
vos p a ra temer u n a ruptura. Este principio de unión Nacional les habrá hecho bastante respetables á los
no puede existir de una m anera m ás ostensible que °jos del m undo p a ra que ninguna de las potencias m a­
entre F ra n c ia y los Estados U nidos... E n varios pun- rítimas, y sobre todo n ing u n a de aquellas que tienen
tos, sus intereses comerciales se confunden y están en Posesiones en el Nuevo Mundo, se atreva á insultarles
oposición con los de la G ra n B retaña... á tratarlos con desprecio. L a política de los Estados
»Entre ésta y nosotros, las causas de irritación son Unidos debería ser la de proveer á las necesidades de
numerosas, y no es imposible que su m a la política i«1' f u e lla s naciones, sin tom ar parte en sus querellas.
pulse á ¡nuestro comercio por nuevos derroteros.*' Siempre que estalle u n conflicto im portante entre
M ientras aquélla aleja incesantemente á nuestros bu­ el!as, si sabemos prudentemente sacar partido de las
ques de sus puertos con prohibiciones y derechos ab­ Vpntajas que nos da la naturaleza, podremos aprove-
surdos, F ra n c ia , con sus invitaciones, parece tender­ d a r n o s de sus locuras.»
nos u n a m ano a m ig a para que vayam os á comerciar p cro lo que sobre todo recomendaba W ashington á
con ella... Las prevenciones de este país contra las re­ la dipiorailcia am ericana era que procediese con infi­
laciones comerciales con In g la te rra aum entan de día n t a prudencia y mucho tacto con las susceptibilida­
en día. L a afición á los productos franceses se des­ des. Lo que deseaba para su país era un engrandeci­
a rro lla, y h a y que atrib uir en g ran parte este cambio miento regular, continuo y sin sacudidas. No quería
a l afecto y a l reconocimiento que se experimenta aun para los Estados Unidos esos triunfos diplomáticos
por vuestra generosa intervención en nuestro favor .* ^ Ue dejan profundos rencores y entrañan el desquite.
No era ciertamente éste el lenguaje de la indiferen­
«Si en el estado a c tu a l de los asuntos tuviéramos qu© algunas modificaciones de tarifas bastante ventajosas,
establecer nuevas relaciones con alguna de las poten­ y en Berlín, donde se h a b ía firmado un tratado de
cias europeas, nos sería preciso tener en cuenta á la amistad con el rey de Prusia, los esfuerzos de la diplo­
vez nuestra im portancia creciente como nación, y usar macia am ericana habían sido estériles, desde 1783
de delicadeza con aquellas que pudieran encontrarse hasta 1789. E n In g la te rra y en España es en donde
momentáneamente comprometidas ; nos sería preciso había tenido que tratar los asuntos m ás im portantes,
dem ostrar que no deseábamos sacar de tal circunstan­ y defender los mayores intereses; a llí tam bién era
cia ninguna ventaja injusta. Porque, á menos que no donde las representaciones de los Estados Unidos h a ­
sean recíprocamente beneficiosos á las partes contra­ bían sido tom adas menos en serio; y las dos potencias
tantes, los tratados no pueden durar m ás a llá del d ía vecinas de aquéllos, las que parecían más accesibles á
en que la que se siente vejada se halle en condiciones sus ataques, habían creído que podían m antener sin pe­
de rom per todo lazo. Y creo qu e , lo mismo p a ra las ligro los obstáculos que se oponían a l desarrollo de la
naciones como p a ra los individuos, el que se aprove­ Prosperidad del aquel naciente im perio.
cha del apuro de otro pierde infinitam ente m ás en la E spaña, dueña de las bocas del Mississipí, rechazaba
opinión de los hombres y para el porvenir que lo que de ellas al pabellón americano, y cerraba la gran ar­
pueda g a n a r en el momento.» teria que únicamente podía anim ar las llanu ras desier­
H a y concepciones políticas que n i las lecciones de la tas todavía que se extendían al otro lado de los m on­
experiencia n i las inspiraciones del genio bastan para tes Alleghanis, y hacer que circulase por ella la vida
que se produzcan, cuando la grandeza de a lm a no está y la riqueza. D e esta suerte quedaba un inmenso es­
a l n ivel de la grandeza de la inteligencia. Si su cora­ pacio perdido p a ra los Estados Unidos, que no podían
zón hubiera sido menos recto y menos elevado, extenderse por su propio territorio sin form ar en el
W ashington hubiese sido menos hábil. °este un pueblo de descontentos, impaciente por rom-
A su advenimiento á la presidencia, los Estados * * los obstáculos que detenían su vuelo, y dispuesto
Unidos com enzaban á levantarse, ante el público eu­ ^ m p r e á entregarse á España ó á hacerla desconsi­
ropeo, de la desconsideración en que les había hecho deradamente la guerra, a u n á despecho del resto de la
caer la prolongada impotencia de la autoridad federal ÜQión, p a ra obtener la libre navegación de Mississipí.
y la a n a rq u ía que fué su consecuencia. Pero los g0- ®1 hermoso proyecto de navegación interior que
biernos, menos prontos siempre en sus movimiento» W ashington concibiera no estaba todavía ejecuta o.
que la opinión, perm anecían bajo la impresión de lo* Entre los Estados marítimos y los atrevidos explora­
síntomas de caducidad precoz que se habían manifes* r e s del Oeste, no había aún n i comunicaciones bas­
tado en el seno de aque lla nueva sociedad; con el j u** a n t e frecuentes y bastante fáciles, n i lazos de interés
ció aún en suspenso, no se apresuraban á recibirla o11 bastante sólidos para hacer que f u e r a imposible u n a se­
la fam ilia de los Estados. Salvo en París, donde Jeffer­ paración. E l gobierno debía, ó triunfar de la m a la vo-
son había obtenido un convenio consular seguido lurxtad de E spaña, ó atenerse á u n a desmembración.
In g late rra , llena todavía de un rencor desdeñoso ción del tratado de Versalles, á la conclusión de un
hacia sus antiguos súbditos, continuaba, á despecho tratado de comercio y á un cambio de representantes.
del tratado de 1783, manteniendo los puestos militares Las secretas indicaciones de Morris fueron recibidas
de los grandes lagos, como g aran tía de créditos que con alegría, aunque acogidas sin apresuramientos.
ciertos tribunales americanos se habían negado á re­ Acababa de estallar un grave conflicto entre la corte
conocer anteriormente, pero cuyo cobro había asegu­ de Londres y la de M adrid, á causa de la ocupación por
rado la nu ev a organización judicial; y permanecía así la m arina española del puerto de Nootka, cu ya sobe­
dueña de hacer en el Norte lo que España hacía en el ranía reivindicaba la G ran Bretaña. D e u n a y otra
Sur, aislar el territorio occidental cortando las comu­ Parte su hacían serios preparativos para u n a guerra,
nicaciones por los grandes lagos, excitar y proteger, á la que pudieran ser arrastradas todas las potencias
en el m ismo seno de los Estados Unidos las subleva­ occidentales de E uropa (1), y cuyo teatro debia pro­
ciones de los indios, y mantener el malestar de la po- bablemente llegar hasta Am érica; se hacia un lla m a ­
blación con sordas hostilidades, que am enazaban á miento á los antiguos aliados; se procuraba captarse
cada instante con degenerar en guerra abierta los bar­ huevos. Las disposiciones de los Estados Unidos no
cos americanos, que desde la separación de las colo­ Podían ser indiferentes á la G ran Bretaña. Pero la
nias, estaban excluidos de las A ntillas inglesas por guerra no era todavía tan segura para que P itt se re­
asim ilación á los barcos extranjeros; los marineros i n a s e á hacer serios sacrificios p a ra granjearse la
americanos estaban sujetos á la presa, por asimilación buena voluntad de aquéllos, ó p a ra que pudiera h a ­
á los subditos ingleses; los esclavos americanos que se z l o s sin herir el orgullo nacional. Tras muchos apla-
llevó el ejército británico, no fueron devueltos á sus s&mientos y lentitudes, se mostró dispuesto á entrar
amos, después de la conclusión de la paz y en contra en negociaciones para u n cam bio de ministros y para
del tratado, n i se les abonó á los últim os ninguna in # uu tratado; pero se negó terminantemente á la eva­
dem nización; In g la te rra no había enviado todavía un cuación de los puestos militares. G anar tiem po, dejar
representante cerca del gobierno am e rica n o , y ol Una puerta abierta á la negociación, sin comprometer
Congreso, celoso justam ente de su dignidad, llam ó á demasiado el orgullo inglés y sin dejar de la m ano &
su ministro en Londres. No existían relaciones dipl°' 1qs Estados Unidos, y m antener en la reserva .as con-
m áticas de n ing u n a clase entre los dos paises; tal fué °esiones importantes p a ra el momento en que fuera
como W ashigton encontró la situación de su país res­ Necesario com prar su a lia n za activa contra E spaña,
pecto de Inglaterra, era lo que queria el gabinete inglés.
Antes de haber constituido su gabinete, el presiden­
te escribió, de su puño y letra, u n a carta á Morris des­ U) En virtud del pacto de familia, cuya A s a m b le a Constitu
y e »t0 acababa de co n H rm ar las o b lig a c io n e s . F r a n c a d eb fa ha-
tinada á servirle de credencial cerca de los ministros
causa común con Espada. En v.rtud del tratado de La
de Jorge I I I , y en la cual le encargaba que sondease (1788), la Gran Bretafia tenia el derecho de reclamar la

las intenciones de aquéllos en lo referente á la ejecU­ ynda de Holanda.


en ese caso únicam ente y no antes de que se rom pan
«Si la guerra estalla, escribía Morris á W ashington,
el mismo partido antiam ericano pasará por lo que las hostilidades.*
A l adoptar por base de su política exterior, y como
queramos; pues lo que Je repugna es más bien el sa­
necesaria p a ra la prosperidad interior del país, el
bor de la m edicina que la fuerza de la dosis.» También
principio de la neutralidad de A m érica, W ashington
W ashington esperaba la explosión de la guerra para
no renunció á pedir á los beligerantes el precio de una
dar á conocer sus verdaderas intenciones: «Además
actitud que aquéllos podían siempre temer que aban ­
de lo que le dicen, nos hablan por Quebec, escribía el
donase en provecho del enemigo. Tanto en España
secretario de Estado, Jefferson, á Morris, pero de una
como en In g late rra , ponía condiciones á su neutrali­
m anera tan poco form al, que quedan en libertad de
dad. «L a perspectiva de u n a guerra entre Ing late rra
desdecirse cuando quieran. Esto les obligaría ún ic a ­
y E spaña atrae, naturalm ente, toda nuestra atención,
mente á hacer la fortuna del pobre m ayor, á quien
escribía Jefferson á W illia m Carmichael, encargado
sacrificarían. Por conducto de su interm ediario, h a ­
de negocios de los Estados Unidos en Madrid; nuestra
blan de u n ministro, de un tratado de comercio y de
alianza. S i se entiende por esto una alianza honrada,
conducta no está a ú n determinada y será difícil. Nues­
tra cuestión con España podrá hacer que tome u n
el tratado es inútil; si es u n a alianza vergonzosa, el
8esgo contrario á nuestros deseos... Demuestre usted
tratado es inadmisible. Todas estas gestiones prueban
bien a l m inistro la necesidad del arreglo inmediato
que consideran posible la guerra. Algunos síntomas
parecen indicar designios hostiles contra las posesio­ del asunto del Mississipí. Será necesario hacerle en­
nes españolas que nos lim itan por el S ur... Deseamos tender, con m iram ientos sin duda, pero de u n a m a ­
que les dé usted á entender que no podemos ser indi­ cera no equívoca, que no deseamos, por nuestra p a r­
ferentes á semejantes empresas, que veríamos con te, volver á emprender las negociaciones, si no puede
decidirse á concedernos previam ente el goce com ple­
extraordinario disgusto u n cam bio de vecinos, y que
te é inm ediato de aquel río ... Pero, se d irá, ¿para qué
concedemos tan ta im portancia a l m antenim iento de
negociar si se ha de conceder á todo evento la li-
un justo equilibrio sobre nuestras fronteras, como la
b**e navegación? Y a sabe usted que no hay navega-
que siempre han concedido ellos a l m antenim iento del
ción posible, sin un puerto en el c u al los barcos de
equilibrio europeo. Deseamos permanecer y permane­
ceremos neutrales, si se comprometen á ejecutar leed- m ar y de río puedan encontrarse y cam biar sus car­

mente el tratado y á no emprender ninguna conquista gamentos, y en donde los hombres encargados de es-

en nuestra vecindad... A cambio de sus seguridades en tof* trabajos estén puestos al abrigo de toda molestia...
Elegir u n puerto conveniente y reglam entar el grado
este asunto no deben contar m ás que con u n a honra"
de libertad de que ha de gozar, es cosa que exige una
da neutralidad por nuestra parte. Es preciso comuni­
carles estas ideas en términos delicados y amistosos; Negociación, y esto debe depender de los aconteci­
mientos. Es de temer que el inevitable retraso ocasio­
pero es necesario comunicárselas si estalla la guerra,
porque deseamos que conozcan nuestras intencioné nado por el envío de un agente no le haga llegar
demasiado tarde p a ra la conservación de la paz. No
siente en reconocer nuestro derecho a l uso común del
podemos responder de la paciencia de nuestros ciuda­
Mississipí y á los medios de asegurarlo. Observe usted
danos del Oeste... Le rogam os observe que si insisti­
bien que insistimos en general en la necesidad, no so­
mos tanto en este asunto es en el supuesto de que la lamente de tener un puerto en la desembocadura de
guerra entre España y la G ran Bretaña h a y a estalla­
ese río, sino de separarle bastante del territorio y de
do y a cuando reciba usted estas instrucciones; es una
la jurisdicción española p a ra no tener cuestiones y
ocasión que no h a y que dejar escapar. Si hubiera un
disputas diarias... L a naturaleza h a decidido lo que
arreglo, perseguiríamos, sin duda, invariablem ente el
será en definitiva la geografía de este país, cualquiera
m ismo fin, y conservaríamos las mismas intenciones;
que hay a podido ser su p rin c ip io , separando por ca­
pero la sagacidad de usted le h a rá comprender que
nales la la rg a lengua de tierra que se lla m a isla de
ha b ía que proceder con m ayor d u lzu ra , y emplear
Nueva Orleans, de los territorios adyacentes de la
la paciencia y la persuasión, hasta haber triunfado ó
F lorida y de la L u isian a... En caso de guerra, queda
hasta que se presentara alguna nueva circunstancia
& su discreción de usted y á la del marqués de L a fa ­
que nos permitiese recurrir á otros medios para lle­
yette decidir hasta qué punto se deben desarrollar
g a r á un fin que en definitiva estamos decididos á al­
estas ideas a l conde de M ontm orin y hacerlas des­
canzar á toda costa.*
arrollar ante la corte de España.*
E l presidente no se lim ita b a á hacer que procediese
No estalló la guerra. E l tratado de E l Escorial, al
directam ente su encargado de negocios en España-
restablecer la arm onía entre Ing late rra y E spaña,
H ab ía aprendido á conocer los resortes secretos de 1*
v ino á q u itar á la diplom acia am ericana su principal
política europea; sabía que había que h a b la r en París
Riedio de acción sobre la conducta de aquellas poten­
p a ra que le oyeran en M a d rid , q u e , p a ra asustar se­
cias y á detener los progresos de aquella doble nego­
riamente a l gobierno español y a rrancarle concesio­
ciación, que no debia m ás delante lle gar á buen tér­
nes importantes, era necesario a la rm a r a l gobierno
mino sino en medio de las tempestades de la revolu­
francés y hacerle que aceptase y sirviera la política
ción francesa, y merced á la turbación en que sumió
am ericana. En las instrucciones enviadas á W iU i*01
á toda Europa. W ashington conservó, sin em bargo,
Short, encargado de los negocios de los Estados Uní'
Ul>a actitud enérgica. Puso fin á la misión conciliadora
dos en París, se manifiestan claram ente las intencio*
Morris en Londres, continuó amenazando á la corte
nes del gobierno am ericano sobre una parte de la L uí'
de Madrid con el carácter irritable y conquistador de
siana: «F rancia será arrastrada á esa guerra, en
1qs ciudadanos del Oeste, y, p a ra demostrar á la G ran
calidad de a lia d a de España, no en ¡calidad de parte
d e t a lla que los Estados Unidos estaban en condicio-
interesada en la cuestión. Está, pues, en el caso de
nes de devolverla las molestias que les ocasionaba,
exigir que la segunda h a g a toda clase de esfuerzo0
hizo que se comunicase sim ultáneam ente un proyecto
p a ra dism inuir el número de sus enemigos. Nosotros
de navegación á los gobiernos de Francia, España y
iríamos á aum entarle, no hay duda de ello, si no con­
Portugal, cuyo carácter y tendencias com unicaba el
benévola y a m p lia , no preocupándose m ucho de los
secretario de Estado al encargado de negocios de los
detalles menudos, de los intereses pequeños, pero tan ­
Estados Unidos eu París, en los siguientes términos:
to m ás activa y más tenaz en la defensa de los g ran­
«H a sido propuesto en el Congreso un p la n de nave­
des intereses americanos.
gación que ha de perjudicar grandemente á la Gran
L a m a ta n za de los blancos en Santo Dom ingo y la
B retaña... L a medida es ju sta y perfectamente inofen­
guerra encarnizada que siguió, no tardaron en propor­
siva, en lo que se refiere á las demás naciones; pero
cionar á W ashington la ocasión de testim oniar su
confinará el poder m arítim o de la G ran Bretaña en
sim patía á la población francesa de las A ntillas, p a ­
límites m ás ajustados á la libertad del O céano... Se
gando, al mismo tiempo, u n a porción de la deuda ex­
envió una copia... ¿No convendría q u izá im p rim irla y
tranjera de una m anera ventajosa para los producto­
distribuirla entre los miembros de la Asam blea nació*
res americanos. E n medio de sus desgracias y en pre­
n al?... Tal vez le conviniese adoptar u n a m edida se­
sencia de la 4* luchas civiles que absorbían la atención
m e ja n te ... L a he enviado á M adrid y á Lisboa para
de la m adre p a tria, los criollos volvieron sus ojos y
ver si se les ocurre ponerla tam bién en práctica.* Y
sus esperanzas hacia los Estados Unidos. U n a diputa­
a l encargado de Negocios en España: «Cuanto más
ción de la asam bleade Santo Domingo fué á Filadelfia á
general sea la medida, tanto m ás irresistible serán
Manifestar su angustia y á pedir socorro. E l gobierno
sus efectos. No quisiéramos aparecer como los insti'
americano les proveyó de arm as, víveres y municiones á
gadores de semejante acuerdo; pero hemos pensado
cargo de la deuda francesa. Pero lejos de aprovecharse
que era conveniente dar á conocer indirectamente
de las circunstancias pa ra establecer entre los Estados
nuestras intenciones á las cortes de Francia, España
Unidos y las colonias francesas esa comunidad do ac-
y Portugal, y dejar que decidan por sí mismas con
ctón cuya posibilidad quiso hacer entrever a l gobierno
arreglo á sus propios intereses hasta qué punto puede
francés, el secretario de Estado se dedicó á com batir
convenirlas el imitarnos. Su concurso h aría mucho
los delegados todo sentimiento de desafección res­
m ás segura la realización de nuestros designios. Dejo pecto de la m etrópoli. Esto era á la vez probidad y
á usted, pues, el cuidado de insinuar todo esto de la
habilidad política. «He manifestado claram ente m i
m anera m ás discreta y más eficaz ai mismo tiempo-*
opinión á los diputados de Santo Dom ingo, acerca de
E n el tono u n tanto m aquiavélico de estas instruC'
la cuestión de su independencia, escribía Jefferson á
ciones, se reconocía la p lu m a de Jefferson. No por eso
W illia m Short; les he dicho que para ellos no era ape­
dejaban de ser en el fondo la expresión de la politicé
tecible ni posible; que para nosotros se convertiría en
personal del presidente. L a diplom acia de W ashing'
1X11 motivo de inquietud, por si pudiera exponerles á
ton fué infinitamente m ás activ a, m ás fina, más fe­
paer en poder de cualquiera otra potencia; que nos
cunda en expedientes, m ás ardiente en la prosecución
k^eresaba el que conservasen su unión con la madre
del engrandecimiento del poder nacional que lo q u0
Patria; que sin duda sería ventajoso para ellos y p a ra
generalmente se h a pensado; nada susceptible, nada
E sotros el cambio de nuestros productos, pero que
m ezquina, nada quisquillosa, habitualm ente cortés,
contábamos con la justicia de la m adre p a tria para una noble aversión, y el valor coa que los com batía
que obtuvieran ese privilegio. E n resumen: he procu­ es uno de los ejemplos m ás hermosos de su respeto
rado demostrarles que no podía haber n in g ú n trato sincero y desinteresado a l derecho y la libertad. Pro­
entre nosotros sin el consentimiento del ministro de testaba de los Estados demasiado complacientes con
Francia. M i convicción es que sus ideas y sus gestio­ las violencias del pueblo de las fronteras; am enazaba
nes respecto de nosotros son perfectamente inocentes. £ los usurpadores y á los asesinos con las penas más
S in embargo, han molestado á M. de Ternaut.» severas; alentaba á los quo trata b a n de que penetra­
Ing late rra y E spaña no im ita b a n tan prudente con­ sen en las alm as de aquellos desgraciados salvajes la
d ucta. Asombradas é inquietas ante la actitud firme, toz del Evangelio. «No podremos v iv ir en paz con
confiada y enérgica que ha b ía adoptado el gobierno eUos, mientras los habitantes de las fronteras tengan
am ericano desde el advenim iento de W ashington, tra­ la idea de que no es tan crim inal m atar á un indio
taban de ponerse oficialmente con él en las mejores re­ como m atar á un blanco... E l único medio de a tra ér­
laciones, y suscitarles enemigos en secreto. A l mismo noslos es el de ser justos... Mientras tenga a lg u n a re­
tiem po que la corte de Londres e nviaba á Filadelfia lación con el gobierno del pais, la justicia será Ja base
un ministro plenipotenciario encargado de negociar un de nuestras relaciones con ellos... Tanto por h u m a ­
tratado de comercio, y que la corte de M adrid hacía nidad como por buena política, todos ios buenos ciu­
esperar una pronta solución en el asunto del Mississí" dadanos de los Estados Unidos deben desear que la
pí, los agentes ingleses y españoles, establecidos en Clvilización penetre entre los indios... En cuanto hay a
medio de los indios, redoblaban la actividad en sus °casión, no dudo que se adoptarán las medidas más
intrigas, apartaban á las tribus de toda a lia n za y d 6 Adecuadas p a ra com unicar á esos espíritus incultos
todo comercio con los am ericanos, distribuyéndole3 los bienes de la instrucción y de la sociedad.»
arm as y municiones, y les alentaban á la m atanza de ^ero, ante todo, era preciso someterlos y proteger
los plantadores. Los salvajes óstaban harto inclinados ^°ntra sus invasiones á los ciudadanos de los Estados
á escuchar esas feroces excitaciones. Expuestos s111 nidos. Unicam ente en el territorio de K entucky h a ­
cesar á las usurpaciones de los especuladores de lft lan caído bajo el escalpelo de los salvajes, desde 1783
tierra, expulsados de los territorios cuya posesión l®8 1790, más de m il quinientas personas, entre hom-
estaba garantizada por los tratados, considerados p °r res, mujeres y niños. D ando u n gran golpe, se po-
la m ayoría de los plantadores como u n a raza perver­ a impresionarles de u n a m anera duradera. Pero la
sa, á la que los cristianos tenían derecho de extern*1- ^ n fia n z a del pueblo am ericano en la eficacia del en-
nar; acosados como bestias feroces, no se sentían e& 0 de las milicias y sus inveteradas desconfianzas
seguridad sino cuando habían hecho el desierto en 1°8 ejércitos permanentes, im pidieron por mu-
torno de sus aldeas. W ashington experim entaba h a ^ a
sar'tÍetnP° á W a sh in Ston obrar con la energía nece-
las desgracias de aquellos u n a profunda s im patía ^ j la ' ^ or dos veces los indios del nordeste desafiaron
ha cia los prejuicios sanguinarios de sus compatriota9 tropas enviadas para someterles; la guerra se
18
prolongó durante cerca de cinco años, merced á la m ismo á com unicársela a l salón. Ja m ás le v i tan a b a ­
ceguera del Congreso y á las intrigas de los agentes tido.»
europeos; y las protestas de los Estados Unidos con­ P ara a liv ia r aquella generosa tristeza, W ashington
tr a la perfidia de sus vecinos, se perdieron en medio experim entaba la necesidad de dirigir sus m iradas á
del ruido de la revolución francesa. esas regiones elevadas de donde proceden los grandes
Desdft el principio, W a sh ing to n ha b ía seguido el des­ pensamientos y las grandes esperanzas. « Estoy m uy
arrollo de la Revolución francesa con sim pática ansie' intranquilo por usted, m i querido am igo, escribía a l
dad, deseoso de esperar, pero inclinándose á dudar de general Lafayette, y n ad a ha venido todavía á cal­
que pudiera salir del tum ulto de aquellas conmociones m ar m i a nsied ad ; pero tengo el coosuelo de pensar
populares un gobierno regular y libre. L a Constitución que, si sucumbe usted, será en defensa de una causa
de 1790 justificó y confirmó todas sus inquietudes. En que estimó usted justa; y pongo á usted tran quilam en ­
respuesta á Ja notificación de haber aceptado el rey te, así como á vuestra n ac ión , en manos de ese Dios
aque lla Constitución, el presidente de los Estados U ní' euya intervención y protección hemos experimentado
dos m andó escribir u n a carta llena de reservas. D í8' tan á menudo, esperando que h a rá salir de la confu­
poníase á env iarla el secretario de Estado, cuando sión el orden, y concluirá porque todas las cosas vuel­
acometió á W ashington el escrúpulo acerca de a l£u# c a á su estado norm al.*
nas expresiones de cuyo alcance no se acordaba bien* Enmedio de las inquietudes que le inspiró y de los
«Hoy, 12 de Marzo de 1792, el presidente mo h a en# compromisos que le originó la Revolución francesa,
viado á lla m ar, rogáodome que le lle vara la cart* W ashington descubrió, con una libertad de espíritu y
p a ra el rey de F rancia que ha b ía y a firmado, refiere una penetración m aravillosa, los progresos, aún leja-
Jefferson. Acudí á su llam am iento... y le recordé **0iS que podía aportar á la condición de la hum an idad
que había evitado rn la carta insinuar ninguna apr°' ^ las ventajas particulares que debían resultar p a ra
b ación de la Constitución, por no saber pí, en su cor* *°s Estados Unidos. « Por simpatía hacia nuestros se­
zón, la aprobaba el rey.— Verdaderam ente, me di)°> mejantes, deploramos, sin duda, los desórdeuea, la
comienzo á dudar mucho de los asuntos de Francia* °Presión y la penosa incertidum bre que acom pañan
Tenemos periódicos de Londres hasta el 10 de Enero» á menudo á los grandes acontecimientos nacioaa-
que indican toda la confusión que reina.— E l presiden^ ^**5 sin embargo, no podemos meaos de esperar que,
te releyó la carta que había firmado ; no encontró e^ definitiva, todo eso redundará en beneficio de los
ella n ad a que pudiera acusar su criterio respecto derechos del hom bre. No dudo tampoco de que nos
la Constitución, y m e la devolvió. Es un a de las c°uvenga un cambio en Europa. Bajo el régim en p ré ­
rosas pruebas que m e dió de su falta de confianza n de n te , el m undo no nos v ió m ás que sumidos en las
el éxito de la Revolución francesa... Creo, sin Gta^ ^ ^ g r a c i a s de la guerra ó caídos en el desorden y en el
go, que deseaba saliese bien. Cuando supe la no ^ ^ c ré d ito después de la paz. E n n ing u n a de esas dos
de la fuga de Varennes y de la prisión del rey, 11 Püc*s hemos podido ber considerados como haciendo
u n a gran figura entre las naciones. Y si los asuntos de espíritu y de principios entre nuestros dos países
continuasen en E uropa en el mismo estado en que se como un lazo que estrecha a ú n más nuestra am istad y
encontraban cuando producíamos tales impresiones, «•cerca nuestros intereses.» Y pocos días después, al
no hubiera sido fácil destruir los prejuicios concebidos enviar á Morris la autorización para continuar el pago
en contra nuestra. U n nuevo régim en a b rirá nuevos de la deuda á Francia, interrum pido por un instante
horizontes, y apareceremos entonces m ás ventajosa­ á causa de la suspensión de todo poder reconocido por
mente... Puedo, sin e m barg o , afirm ar sinceramente, elpueblo, a ña día Jefferson: «Hemos continuado el pago
que m i país no está guiado por esa política mezquina de los cuatro millones de libras destinadas por e l ú lt i­
y falaz que hace desear la destrucción de a lg u n a na­ mo gobierno á socorrer á Santo Dom ingo. Antes de
c ió n , pensando que la im portancia de un pueblo aU' ^ne estuviese terminado, el ministro de F ra n c ia se ha
m enta en razón del decrecimiento de los demás Esta­ dirigido á nosotros p a ra obtener tres millones de li­
dos. Veríamos gozosos que todas las naciones disfruta­ bras p a ra com pra de provisiones. Inspirados en nues­
sen de todas las ventajas que pueden sacar de su posi­ tro g ra n afecto á ese país, y pencando que entraba en
ción y de su naturaleza, sin atacar á la libertad ci^ü *as disposiciones de la Providencia que pudiéramos
y á los derechos de los otros pueblos. Sobre tales fun­ devolver, en circunstancias análogas, sumas presta­
damentos, la prosperidad de este país se desarrollará das á nuestra nación en momentos de angustia, no
de d ía en día. y de día en día crecerá en importancia hemos vacilado en acceder á la petición... L a recip ro ­
política.» cidad de favores y afecciones y la semejanza de los
Mientras las violencias de los jacobinos no atacaro# Principios de gobierno parecen destinar á las dos n a ­
á los derechos de los Estados Unidos, W ashington ciones á la m ás íntim a unión. Excuso decir á usted
conservó, respecto del gobierno revolucionario ^ ue aproveche, á m edida que se presenten, todas las
F ra n c ia , una actitud benévola, celoso de asegurar a °casiones de poner á nuestro comercio con esa na-
comercio am ericano el favor de la Convención, y Cl<^n y sus colonias en el pie m ás libre y favorable
conservar p a ra su país la am istad del único puehl° Posible.»
que pudiera servirle de ay u d a contra España é In ?!* Morris no había esperado estas instrucciones p a ra
térra, en el caso en que la tenaz hostilidad do es**9 ° brar cerca del gobierno, n i la Convención tan lison­
dos potencias hiciera inevitable la ruptura. E n res jeras frases para ceder á los deseos de los Estados
i
puesta á la notificación de la proclamación de la 1^ Unidos. El 19 de Febrero de 1793, tres semanas des-
pública en París, el secretario de Estado escribía Pués de su declaración de guerra á Inglaterra y Ho-
^ la
T ernant, ministro de F ra n c ia en Filadelfia: «Teñe1 *anda, y pocos días antes de su declaración de guerra
seguridad de que el gobierno y los ciudadanos de ^ España, la Convención decretaba que todos los puer-
Estados Unidos ven con sincera satisfacción cada p *°s de los colonias francesas quedaban abiertos á los
que da vuestra nación hacia la felicidad, que tan uní arcos americanos, asimilados desde entonces á los
está con la libertad, y que considerarán la comuni ' U(lues nacionales. E l consejo ejecutivo se mostraba a l
mismo tiem po dispuesto á consagrar con un tratado Bretaña, que en este caso nos hubiera bloqueado com ­
de comercio las ventajas concedidas á los Estados U ni­ pletamente con sus colonias y su arm ada. E l acuerdo
dos, cuya oposición hubiera podido hacer imposible la entre la G ra n B retaña y España h a alejado hoy ese
ejecución de los proyectos que h a b ía formado contra peligro, y el tiempo se encargará de d a r la indepen­
las colonias españolas situadas en la desembocadura dencia á uuestros vecinos, y, por consiguiente, la li­
del Mississipí. W ashington no estaba dispuesto á po­ bertad com ercial, sin que nos expongamos á ser arras­
ner ningún obstáculo á conquistas que no podrán ser trados á u n a guerra por causa suya.
definitivas, y que no parecían que habían de arrancar »De ustedes, etc.
la L uisian* de las posesiones españolas sino para apre­ Th. Je lfe rso n .
surar su anexión á la U nión am ericana. E l 23 de V .° B .°
M arzo de 1793, m andaba dirigir la siguiente carta á J o rg e W a s h in g t o n .»

W illia m Carm ichael y W illia m Short, enviados pleni- '


potencíanos de los Estados Unidos en M adrid p a ra la E l presidente no podía extrem ar m ás sus atenciones
negociación de un tratado con España: con la república francesa, sin hacer acto de hostilidad
contra los demás beligerantes, y entrar en la lucha
«Señores: que destrozaba á Europa. Fiel á la política que había
concebido, desde el día en que A m érica, em ancipada,
»Se nos ha hecho saber, de m anera que llamemos la se convirtió en un a nación, W ashington estaba m ás
atención de ustedes, que F ra n c ia tiene el proyecto de decidido que nunca á no lan zar á su país en semejan­
enviar, en la prim av e ra, fuerzas considerables para tes aventuras. Así fué que, cuando el sucesor de Ter-
ofrecer la independencia á las colonias españolas de üant, «el ciudadano Genet*, enviado por F ra n c ia á los
A m érica, comenzando por las que b añ a el Mississipí; í Estados Unidos para arrancarlos de la neutralidad,
se añade que no pondría obstáculos para que acogie- ^ i s o aprovecharse de la irritación de los pueblos del
ram os en nuestra confederación á las que están situa­ Oeste contra. España p a ra organizar en su seno expe­
das en la m areen occidental de ese río. Consideracio­ diciones contra la Luisiana y las Floridas, y del entu­
nes im portantes exigen que estemos en libertad de siasmo con que fueron acogidas por las masas sus ex­
obrar según las circunstancias. Cuiden ustedes, pue9 citaciones contra la G ran Bretaña, p a ra arm ar corsa­
de no comprometernos, por n ing u n a cláusula del tra­ rios en los puertos de la U nión, W ashington ordenó la
tado, á garan tizar ninguna de las colonias española3 disolución de los cuerpos francos, prohibió ei a rm a ­
contra su propia independencia ó contra la conquista mento de corsarios, y negó á los barcos arm ados en
de a lg u n a otra nacióu. Pensamos, en otro tiem po, P°" corso en los puertos americanos el derecho de buscar
der g a ran tizar á E spaña la L u isian a, á cam bio de 1* E fu g io en éstos, después de haber declarado en una
cesión de las Floridas; pero nos dom inaba entonces el solemne proclam a, «que el deber y el iuterés de los
tem or de que esa posesión cayese en poder de la G ra° Estados Unidos era mantener hacia los beligerantes
u n a actitud amistosa é im parcial, y que los ciudada­ bulosidades de la rutina diplom ática, de abordar de
nos americanos que se hicieran, con actos de hostili­ frente las dificultades y los peligros; y el único medio
dad respecto de aquéllos, culpables de violación del de no verse arrastrado en contra de sus designios, es
derecho de gentes, perderían todo derecho á la pro­ el de proclam ar resueltamente y en voz a lta lo que se
tección de su gobierno y se expondrían á su persecu­ piensa y lo que se quiere. W ashington lo comprendió
ción.» Los miembros del gabinete reconocieron unáni- así, y se operó u n gran cam bio en el carácter y en los
m am ente !a urgencia de esta proclam a, sin haber po­ procedimientos de su diplom acia, cambio que la reti­
dido entenderse acerca de su verdadero carácter. rada del secretario de Estado h»zo a ú n m ás sensible.
¿H abrá que considerarla como una simple advertencia Menos manejos ocultos, menos designios secretos,
dirigida á los ciudadanos de los Estados Unidos, sin menos insinuaciones amenazadoras ó halagadoras, m e­
otro m ó v il que el de im pedir que algunos aventureros nos precipitación, pero gran perseverancia en la pro­
comprometiesen, con sus fantasías belicosas, la liber­ secución de los proyectos de engrandecimiento del go­
tad de acción del gobierno, ó bien deberla tomarse por bierno am ericano, esto es lo que se observa r n la lec­
u n a verdadera declaración de neutralidad hecha ante tura de sus instrucciones. D eclarar sus intenciones y
Europa? «Por m i parte, no era el sentido que yo que­ su resolución <?e hacerlas respetar, retirarse de toda
ría d a rla , dice Jefferson; a l contrario, yo creía prefe­ in trig a en Europa, lim ita r su acción á la defensa de
rible dejar á las naciones extranjeras en la incertidum- sus derechos, concentrarse en sí mismo esperando la
bre acerca de nuestras intenciones, y hacer que vinie­ ocasión de «lan zarle con nuevas ventajas» sobre el
r a n á pedirnos la neutralidad.» Tal fué la política °bjeto propuesto, tal es el plan de conducta de W a s h ­
adoptada por W ashington, en 1790, cuando el conflic­ ington. «Tener confianza en nuestra fuerza sin hacer
to entre la G ran B retaña y E spaña. Su gloria consis­ alardes, respetar la de los otros sin tem erla», tales son
te en haber reconocido que era im practicable, en 1793, ios aforismos de su nueva diplom acia, cuya alocución
en medio del h u ra c án que se desencadenaba sobre el <*el 22 de A bril de 1793 fué el prim er acto.
m undo. En presencia de esos trastornos universal?3 Sin embargo, Genet conservó una confianza im pe­
de que los tiempos modernos ofrecen tantos ejemplos» tuosa y atrevida en el éxito de su misión. Engañado
que confunden el espíritu del hombre y echan por tie­ P °r la resignación con que sufría Francia el régimen
r ra sus cálculos y previsiones, la más sencilla es gene­ terror, y por la im potencia de Europa p a ra conte-
ralmente la más h áb il de todas las conductas; la ne** Ja ola que la envolvía, el representante de la Con-
clara es la m ás prudente de todas las actitudes; el v ención creía a l impulso revolucionario dotado de una
franco es el m ás político de todos los lenguajes. Exis­ fuerza, ante la cual debía inclinarse todo valor y toda
te casi siempre, en semejantes crisis, la necesidad 1 dignidad. Pensó impresionar el espíritu de W ashington,
la conveniencia de olvidarse de todas las combina­ haciéndole u n a descripción fantástica de las orgías po­
ciones sabias y complicadas concebidas en los tieiu- éticas de que París era entonces teatro; y cuando en
pos de calm a, de rechazar los subterfugios y las ne­ 3°s clubs por él organizados repercutieron furibundas
aclamaciones en honor de la revolución francesa, nosotros no es de la competencia del Congreso, y no
cuando las cabezas exaltadas por sus arengas se en­ podría ocuparse de ella aun cuando estuviese reunido.
casquetaron el gorro frigio, y sus am igos americanos - ¡C ó m o ! ¿No es él el soberano?— No; el Congreso es
abandonaron el título de señor
por el de ciudadano, se soberano p a ra hacer las leyes, el poder ejecutivo para
creyó en vísperas del triunfo. ejecutarlas, y el poder ju d ic ial p a ra in te rp re ta rla s .-
W a sh in g to n , llam ado por sus asuntos á Mount- Por lo menos el Congreso e*tá obligado á velar por la
Vernon, se encontraba ausente do F ilad e lfia, desde observancia de los tratados... Si el presidente los v io ­
hacia ocho dias, cuando supo el gabinete que el minis­ la , ¿ante quién ha de reclam ar la nación?— Ante el
tro de la república francesa hacia a rm ar en corso, bajo presidente solo. E n semejantes asuntos, la Constitu
el nom bre de Petit-Démocrate, a! navio inglés Petite- ción le hace juez en ú ltim a instancia.» Genet manifes­
Sarah conducido triunfalm ente á Filadelfia por m ari­ tó inaudito asombro, y haciendo á Jefferson un pro-
nos franceses.‘E! buque se disponía á hacerse á la m ar. tundo saludo, dijo: «No puedo felicitar á usted por tal
Las instrucciones del presidente á los gobernadores de Constitución.» E l secretario de Estado le llevó, por fin,
los Estados eran terminantes; debían oponerse, por no sin trabajo, al asunto del Petit-Démocrate. -Si sale,
todos los medios de que dispusieran, á la salida de el gobierno se dará por m uy ofendido. Tiene tom ada
barcos arm ados en corso en los puertos de la U nión. su resolución. Le advierto á usted que lle v a rá las co­
E l general Mífflin, gobernador de Ponsilvania, rogó á sas adelante.— Le ruego que no ponga usted guardia
Genet que prohibiese él mismo la calida del P nt.it Dé- á bordo. E l barco está tripulado por patriotas e xalta­
mocrate, á fin de evitar un conflicto que podía ser san­ dos, y resistirían, esté usted seguro. Por lo demás, no
griento á la menor resistencia. A esta petición Genet hay p a ra qué apresurarse. Afirmo que el barco no está
respondió indignado con u n a negativa, y declaró su en disposición de salir.— Está bien; doy por hecho que
i’:tención de reclam ar a l pueblo en contra del presi­ ao saldrá antes del regreso del presidente.»
dente. Jefferson fué en seguida á verle, y fué acogido Tres días después de esta conversación, el presiden-
con un raudal de palabras y recriminaciones que ú n i­ te estaba de regreso en Filadelfia, y el P etit Démo-
camente pudo detener la im pasible actitud de aquél, y trate habla abandonado el puerto. W ashington se

cuando Genet comprendió por fin la necesidad de ba­ apresuró á ponerse a l corriente de los hechos. En un
ja r de tono, lo hizo para e ntablar con el secretario de Primer arran que de indignación escribió á Jefferson:
Estado u n a discusión, que demuestra hasta qué punto *¿Qué conducta hemos de observar en el asunto de la
puedes perturbar la inteligencia de todo gobierno re­ p etite Sarah, en la actualidad en Chester? ¿Dejaremos
g u la r, la pasión dem ocrática y los hábitos revolucio­ que el ministro de la república francesa desafie im p u ­
narios. «H ay que consultar a l Congreso, exclam aba el nemente los actos del gobierno? ¿Que amenace con el
m inistro de Francia; en cuanto el presidente esté de Pueblo al poder ejecutivo? ¿Qué pensará el m undo de
v u e lta, le aprem iaré p a ra que convoque a l Congreso. la l conducta y del gobierno de los Estados U nidos, si
Pero la cuestión que se h a suscitado entre usted S la tolera?»
Morris quedó encargado de pedir en Paria la desti­ sar del cuidado que tuvo siempre el presidente en dis-
tución de Genet. Pero la respuesta de la Convención tieguir, en sus quejas oficiales, al ministro de F ra n ­
se hizo esperar mucho tiempo, y, durante cinco m e­ cia del país que representaba, ese esfuerzo p a ra su­
se?, el m inistro de F rancia, exasperado por la m edida b le v ar A m érica le inspiró u n a profunda desconfianza
de que era objeto, redobló su indolencia. Se desenca­ contra la república francesa y contra el partido que
denó en invectivas contra el presidente, llenó los pe ­ se ha b ía hecho en los Estados Unidos, dió m ayor fuer­
riódicos de protestas, am otinó á la m u ltitu d con sus za en su a lm a á su secreto horror por los crímenes de
declamaciones, excitó á los agentes consulares de su los revolucionarios y m ayor peso á las opiniones de
país á que se opusieran á la acción de la justicia a m e ­ aquellos miembros del gabinete que, compartiendo su
ricana, dió á la escuadra francesa, que cruzaba por indignación, m ezclaban á su célera contra F rancia
las costas de A m érica, la orden de apoyar las tentati­ una preferencia sistemática hacia la G ra n Bretaña.
vas de rebelión, se obstinó en no reconocer m ás auto­ Pero, aunque se inclinaba cada vez más á la re p ú ­
ridad que la del Congreso, y se negó á e nviar a l pre­ b lica federal, W ashington se negaba á pasar por sus
sidente los nombramientos de los cónsules, que ú n ic a ­ extremas consecuencias; halla b a exagerados los m i­
mente podían ser refrendados, según sus teorías cons­ ramientos que sus am igos estaban dispuestos á tener
titucionales, por los representantes del pueblo sobera­ con Inglate rra. A los motivos de queja que los Estados
no. W ashington preguntó, por fin, á su gabinete si no Unidos tenían contra Inglaterra se habían añadido
se estaba en el caso de expulsar á semejante pe rtur­ otros. En virtud de u n a orden del Consejo del 8 de J u ­
bador de la tranquilidad pública. H am ilton y K n o x le nio de 1793, y en oposición á las reglas del derecho de
aconsejaron la expulsión sin vacilaciones; Jefferson y gentes, los buques de guerra ingleses detenían á los
R andolph combatieron tal medida con ig u al vehemen­ barcos neutrales cargados de granos y harinas para
cia. L a discusión se prolongó durante dos dias sin que F rancia y los obligaban á que fuesen á vender sus
se modificasen los pareceres. E l presidente la dió fin mercancías en los puertos ingleses ó aliados. E l pre­
diciendo con m al hum or: «Su falta de unanim id ad me sidente ordenó á Thomas P inckney, ministro de los
h a dejado exactamente tal como estaba antes.» Estados Unidos en Londres, que protestara contra
Genet pudo permanecer en A m érica: pero se retiró u n a medida que afectaba tan gravem ente á la liber­
el exequátur á uno de los cónsules, culpable de rebe­ tad del comercio americano. A fines de Noviembre de
lión, y se le negó á todos aquellos cuyos nom bram ien­ 1793 no h a b ía llegado aún á Filadelfia n ing u n a res
tos no fueran redactados en la form a usual. Puesta satisfactoria acerca de las reclamaciones de los
L a llegada de Fauchet á Filadelfia, en calidad de Estados Unidos. L a apertura del Congreso estaba
ministro de Francia, vino á poner un término á aque­ próxim a. ¿En qué términos ib a á hablar el presidente
lla o riginal lucha. Pero la destitución de Genet uo á los representantes del país de las relaciones con la
pudo borrar en el a lm a de W ashington la impresión G ran Bretaña? E l gabinete estudió el asunto. Las ne ­
producida por Jas violencias de aquel agente, y á pe­ gociaciones estaban a ú n pendientes, la irritación pú-
blica era y a m uy grande. H am ilto n, Knox y Randolph F ra n c ia bastaba para absorber las fuerzas de la G ran
fueron de parecer que era inconveniente y peligroso B retaña, y el país no hubiera perdonado á su gobierno
llevar la cuestión a i Congreso. Unicam ente Jefferson el crearse gratuitam ente un enemigo más. E n los m o­
sostuvo la necesidad de emplear un lenguaje enérgico mentos mismos en que la situación parecía desespera­
y preciso: era necesario dar cierta satisfacción ai d a, W ashington supo, por diversos conductos, que el
am or propio nacional herido, ó insp irar inquietud al gobierno inglés, en vista del peligro, se m ostraba de­
gobierno inglés, cegado por su desdén: todos estaban seoso de poner fin al estado de sorda hostilidad que,
unánim es en entregar ai Congreso los documentos desde hacía diez años, turbaba las relaciones de los
relativos á la conducta de Genet; ¿por qué no había dos pueblos. E l presidente tom ó inm ediatam ente su
de tratarse k In g la te rra como se trata b a á Francia? partido. «E vitar la gue rra, si se puede, por medio de

E l presidente apoyó la opinión do Jefferson con u u a enérgicas protestas for m uladas por un enviado especial;
«vehemencia desacostumbrada»: «Fué, dice el ú ltim o , obtener reparación de los males y ultrajes que la Gran
la prim era vez que le veía ponerse al lado de un solo Bretaña h a ocasionado de diversas m aneras á este

miembro del gabinete en contra de los otros tres. Esto país; ponerse completamente en estado de defensa ; y
demuestra la firmeza de sus convicciones.» si, en un plazo razonable, no se consigue n ad a de las

«No puedo, dijo W ashington en su discurso a¡ Con­ negociaciones,proveer provisionalmente á las medidas
greso, lla m a r vuestra atención hacia el cum plim iento de ejecución que parecen están actualm ente pendien­
de nuestros deberes con el m undo, sin insistir en la tes ante el Congreso; tal es m i fin, escribía W ashington á
necesidad de ponernos en g u ardia y en condiciones de su nuevo secretario de Estado, Edm undo Randolph. A l
obligar á los demás pueblos a l cum plim iento de sus día siguiente proponía al Senado que se nombrase en­
deberes p a ra con nosotros .» Dos días después, el pre­ riado extraordinario en Londres á Jo h n J a y , presi­
sidente dió cuenta al Congreso, en un mensaje espe­ dente del T ribunal Supremo, uno de los más altos fun­
cial, de las relaciones con F ra n c ia ó Inglate rra. cionarios de los Estados Unidos, y uno délos prin c ip á­
No tardó en saberse, en los Estados Unidos, que en i s jefes del partido federal. Después de u n a violenta

virtud de u n a nueva orden del Consejo, todos los bu' discusión, el nom bram iento fué aprobado por diez y
buques que lle varan socorros á las colonias francesas, ocho votos contra ocho. Las instrucciones del enviado

ó fuesen cargados con sus productos, serían apresados extraordinario abarcaban tres puntos: obtener un a in ­
por los cruceros de su majestad, enviados á Inglaterra demnización por las pérdidas ocasionadas a l comercio
y vendidos en pública subasta. L a indignación pública am ericano por los actos de la m arina inglesa, asegurar
no tuvo límites, la exaltación de los espíritus llegó la ejecución del tratado de 1783, y estipular u n tr a ­
hasta locura en el seno mismo del Congreso. tado de comercio.
Ja y estaba á la a ltu ra de su misión. E ra un a lm a ín ­
Pero á pesar de sus im prudentes provocaciones, 1*
perspectiva de una guerra con A m érica ala rm a b a se­ tegra, estoica y piadosa, a n im ad a de un patriotismo
riam ente á los ministros de Jo rg e I I I . L a lucha con vigoroso y desinteresado. Comedido, claro y tenaz en
sus opiniones y designios ; prudente y resuelto en su
íntim a s y sencillas, en las que exponían extensamente
conducta; am igo rudo y fiel; adversario duro y perse­
y sin prejuicios las exigencias de su situación, las
verante; enemigo, tanto por instinto, como por p rin ­
susceptibilidades populares que habla que respetar,
cipios, de la violencia, del engaño y de la injusticia, y
los intereses que proteger, las concesiones que necesi­
partidario de la rectitud; leal y equitativo, cuando se
taban obtener, las que podían hacer, buscando, de
v eía en presencia de gentes de buena fe y buen crite­
buena fe, las bases de una transacción honrosa p a ra
rio; pero arrogante, sombrío, parcial y sin escrúpulos,
las dos partes contratantes. J a y manifestaba en estos
cuando, con razón ó sin ella, se ju zg a b a engañado.
térm inos á Randolph sus impresiones acerca de la ne -
D urante dos años fué comisario del Congreso en París,
gociación: «Deseo adquirir la confianza y la estima­
en unión de F ra n k lin y John A iarns. J a y descendía de
ción de este gobierno, no por u n a complacencia exa­
una v íctim a de la revocación del edicto de Nantes.
gerada, sino por esa sinceridad, esa ingenuidad, esa
F iancés y protestante de r a z a , experim entaba instin­
veracidad y esa prudencia que son siempre, en m i
tivam ente, contra el país de sus padres, el rencor de
concepto, más cuerdas y m ás eficaces que la astucia
un hijo de proscripto; contra la m oral acomodaticia y
y el engaño. Las discusiones oficiales deben quedar
los recursos de ingenio de sus antiguos compatriotas,
Para Jas situaciones desesperadas; por ahora m i ob­
la desconfianza severa de un magistrado puritano.
jeto es conciliar más bien que convertir ó convencer.»
Celoso cam peón de la independencia mientras duró la
E l 19 de Noviembre 1794, Jo h n J a y y lord Grenville
lu c h a , ha b ía vuelto á experim entar por In g late rra ,
después de la victoria, el respeto que inspira una gran Ponían sus firmas al pie de un tratado de am istad, de
potencia, temible todavía aunque vencida, y la esti­ navegación y comercio , entre los Estados Unidos y la
m ación de u n am igo de la libertad ordenada. Q**an Bretaña, el cual era bastante eq u itativ o : In g la
terra se comprometía á indem nizar plenamente á los
Tal era el diplom ático que W ashington había ele­
ciudadanos americanos que hubieran experimentado
gido p a ra arreglar las diferencias entre los Estados
Unidos y la G ran Bretaña. Pérdidas á causa de la presa de sus barcos, á evacuar
l°s fuertes de los grandes lagos, antes del 1.° de Junio
E n cuanto llegó á Londres se puso en relación con
1796, y á adm itir á los buques americanos cuyo
lord G renville, ministro de Estado, y desde la prim e­
Porte no excediera de 70 toneladas en el comercio en-
r a conversación descubrió en aquel hom bre público
las disposiciones m ás equitativas y conciliadoras. In ­ tre los Estados Unidos y las A ntillas inglesas. Queda­

mediatam ente se estableció entre ambos u n a sim patía ba establecida entre los Estados Unidos y el territorio
0ur°Pco de la G ran Bretaña, u n a recíproca libertad
llena de estimación. E v itar todas las causas de irri­
tación, a lla n a r todos los obstáculos que se op :n ía n & 6 comercio y navegación. Estas eran las ventajas es­

la aproxim ación de los dos pueblos, fué desde luego el q u ia d a s en favor de A m érica, la cu al, por su parte,
fin común de sus esfuerzos y trataron las importantes 8e comprometía á indem nizar á los súbditos ingleses
cuestiones que habían de v e n tila r, en conversaciones ^ Ue hubieran sufrido con el retraso en el p jg o de sus
créditos, á adm itir, en sus relaciones con la G ran Brc •
19
tañ a, que las mercancías enemigas pueden ser apre ­ tad está comprometida.» Con semejantes argumentos
sadas á bordo de los barcos neutrales y á prohibir la los periódicos democráticos consiguieron excitar la
exportación por barcos americanos de ciertos produc­ im aginación popular. E n W ashington no causaban
tos del suelo, entre otros el algodón. Estos barcos que­ impresión algun a. Firmemente resuelto á defender la
daban excluidos en absoluto del comercio entre las obra de J a y , á pesar de su imperfección inevitable,
posesiones inglesas de las Ind ias orientales y occiden­ sometió el tratado á la aprobación del Senado. Este
tales y E uropa; n ad a im plicaba por parte del gobier­ cuerpo dió su consentimiento á condición de que se
no inglés el abandono del derecho de tom ar m arine­ anu lara el a rt. 12, relativo a l comercio con las colo­
ros á bordo de buques americanos. Estas eran las con­ nias inglesas. W ashington se encontró m u y perplejo.
cesiones que se hacían á la G ran Bretaña. «Los que ¿Estaba autorizado por aquella votación á ratificar
han nivelado u n terreno accidentado, escribía J a y á inm ediatam ente el tratado, ó bien debía esperar las
R andolph, a l enviarle el tratado, saben las pocas hue­ Codificaciones pedidas? L a renovación inesperada ó
llas que deja su trabajo; u n a vez que el edificio está inexplicable de la orden del Consejo de 8 de Junio
term inado, es superfluo describir el andam iaje y en­ de 1793, uno de los actos del gobierno británico que
trar en detalles de la negociación, lie firmado el tra- provocaron la misión de Ja y , vino á em barazar m ás
tado. Con eso está dicha la opinión que me merece.» cuestión. D e todos modos, mientras no se verificase
Desde que en los Estados Unidos cundió el rum or
el cam bio de ratificaciones, el tratado debía perm ane­
de que acababa de ser estipulado un tratado con In g la ­
cer secreto. E l secreto molestaba á la oposición. U n
terra, y antes de que hubiera 11?gado el texto a l gobier-
8enador del partido republicano entregó el tratado á
no, la oposición se puso en c am p aña p a ra hacer impo- los periódicos. Esta fué, en casi todas las poblaciones
sible la ratificación y que fracasaran las negociaciones. la U nió n, la señal de la sublevación del populacho.
«¡Americanos, despertad! Acordaos de lo que hemos ®n Filadelfia, u n a m ultitud harapienta recorrió las
sufrido en una lucha de siete años contra los satéli­ c^lles arrastrando u n a estampa que representaba á
tes de Jorge I I I , y , así lo esperamos, últim o de ese J a y con u n a b alanza en la mano; en uno de los plati­
nombre... Los Estados Unidos son u n a república; nos se leía esta inscripción: «L a libertad y la indepen­
¿puede u n a república aliarse ventajosamente con ^ dencia de A m érica»; en este otro, vencido por un pe-
monarca? Los tratados engendran la guerra, y la gue' 8a4o saco: «El oro inglés.» De la boca de J a y salían
r r a es la ru in a de los gobiernos republicanos... Acor­ estas palabras: «Llegad á m i precio y os venderé m i
daos de los servicios de esos franceses, aliados núes* País.» Ei grabado fué entregado á las llam as y se que-
tros, que hoy luchan por su libertad... Se h a tratad0 ^ el tratado delante de la casa del ministro y del
con u n a indiferencia que ra y a en desprecio á la cónsul de Inglate rra. H am ilton, que quiso defender el
ción de la cual depende nuestra existencia polítfc*' ado en u n meeting en N ueva York, fué apedreado.
¡Ciudadanos! F ra n c ia sola puede asegurar n ue stra 11 8 n el Sur, un periódico propuso á los virginianos que
bertad. Con la conducta de nuestro gobiernd esa liber e separaran de la U nión, y abrió u n a lista destinada
blo enloquecido disiparon los escrúpulos de legalidad
á recibir los nombres de los Estados que quisieran for­ que por un instante tuvo W ashington; si no ponía
m ar la nueva confederación. E l presidente fué a b ru ­ atrevidam ente fin á la crisis, el gobierno podía ser
mado de ultrajes: «¿Se cree el gran Lam a de este país, derribado; era necesario impresionar los espíritus con
á quien no debemos acercarnos sino con un respeto u n acto de autoridad y poner á la opinión enfrente de
supersticioso y u n religioso terror?... H arto tiempo los hechos consumados. E l presidente firm ó el tra ­
hemos sido culpables de idolatría. Por eso nos vemos tado.
castigados. E l hom bre que ju eg a con la libertad de su Edm undo R andolph que, desde la re tirad a de Jef­
país es m ás inicuo que el que fuerza con llaves falsas ferson era el único representante del partido demo •
la puerta de su vecino y le despoja de sus riquezas.» crático en el gabinete, fué tam bién el único que com ­
Estos violentos ataques inquietaban á W ashington batió la ratificación. Su oposición no pareció com ple­
sin intim idarle: «Considero gravísim a la oposición que tamente desinteresada. Corrían graves sospechas
encuentra el tratado en los meetings. No porque las acerca de su probidad. Sus colegas le acusaban de
objeciones tengan m ás valor del que habíam os pre­ pertenecer a l ministro de F rancia y de haber sido fa ­
visto: unas no son serias, otras tienen por base la vorable á la insurrección de los condados occidentales
m entira; tampoco me preocupo de los ataques contra de Pensilvania, lo que parecía resultar de u n a carta
m i persona. Pero estoy alarm ado ante la idea del interceptada de Fauchet, que estaba en poder de
efecto que pueda producir esta oposición en el go­ W ashington. E l presidente reunió el consejo, y allí,
bierno francés, y del partido que pueda sacar de lo en presencia de todos los miembros, presentó esa pie­
que por a q u í se pro p ala respecto de que el tratado za de convicción á Randolph, y le invitó á explicarse.
favorece á Ing late rra á costa de F ra n c ia ... L a ra ti­ E l secretario de Estado se turbó, balbuceó algunas
ficación puede llegar á ser en verdad un asunto muy palabras de justificación, y se lam entó am argam ente
serio... Estamos entre Caribdis y Scila. Si se ratificó de la sorpresa de que era objeto. Le rogaron que
el tratado, los partidarios de F rancia, ó por mejor se retirase p a ra dejar deliberar a l gabinete. Pre­
decir, los partidarios de la guerra y del desorden, 1* sentó entonces su dimisión, y en u n a la rg a serie de
ex citarán á medidas hostiles, por lo menos á sentí" cartas a l presidente que éste podía leer á veces en los
mientos de m a la voluntad. Si no se ratifica, es im p 0' Periódicos antes de recibirlas, se presentó como una
sible c alcu lar todos los peligros que nos am enazarán víctim a del espíritu de partido; protestó de que «ja-
por parte de In g late rra . No hay que inferir, sin em­ ttiás había pedido dinero»; se indignó de verse p riv a ­
bargo, de todo esto que m e halle dispuesto á aband0 do, por la m alicia de sus enemigos, de todos los
n a r el terreno en que me he colocado, á menos te d io s de defensa, y am enazó referir, p a ra su jus­
circunstancias m ás imperiosas no m e obligaran tificación, cuanto había visto y oído á su paso por
ello.» *os negocios públicos: «Si encuentra usted en ello
Lejos de hacerle «abandonar el terreno en q ue alguna ventaja personal, queda usted en com ple­
había colocado», las violentas aberraciones de un p u0
ta libertad de pu b licar sin reservas todas las cartas fectamente im política... Si lord Grenville cree que los
particulares y confidenciales que le hay a podido es­ Estados Unidos están m a l dispuestos hacia la G ran
cribir; más a ún , todas las palabras que hay a pronun­ Bretaña, y si desea buscar las causas de ese senti­
ciado en presencia de usted, le respondió W ashington; miento, lle gará á com partir m i convicción; adoptará
el sentimiento de m i rectitud y de mis constantes afa ­ u n a política contraria al mantenimiento ó á la reno­
nes en bien de m i país me deja tranquilo acerca de vación de las medidas que nos han irritado. A unque
sus revelaciones... Pero cuando el público lea la de­ m i afirmación, por venir de m í, no tenga grandes pro­
fensa de usted, ju z g a rá si es leal publicar com unica­ babilidades de lle v ar la certeza a l espíritu de un m iem ­
ciones confidenciales, escritas á menudo, aprisa y á bro de la adm inistración británica, puede tener la se­
escape; y, a l censurar quizá m i im prudencia, apre­ guridad de que u n a política libe ral será el medio más
ciará los motivos que m e im pulsan p a ra conceder á eficaz p a ra beneficiar tanto a l comercio y á los pro­
usted semejante perm iso... Como no está usted y a al ductores de In g la te rra como á los am ericanos... H u ­
servicio del gobierno, y como se propone usted some­ biéramos podido desear u n tratado m ás favorable, y
ter a l público su defensa, no deseo n i quiero conocer­ quizá hubiese sido de u n a buena política el concederlo
la sino por m ediación de la prensa.» por parte de In g late rra .»
E n los momentos en que, con la esperanza de echar Antes de haber podido recibir com unicación de esta
por tierra el crédito de W ashington y obligarle á ab a n ­ carta, caída, no se sabe cómo, en poder del Directorio
donar el tratado, arrojaba sobre él el partido demo­ francés, el gobierno británico consintió en la revoca­
crático los epítetos de inglés, de corruptor y de la ­ ción de la orden del 8 de Junio y en la supresión del
drón, uno de los miembros de dicho partido era acu­ art. X I I . E l tratado, así modificado y ratificado, llegó
sado seriamente de haber sido francés por dinero. á A m érica en el mes de Febrero de 1796. W ashington
Después de haber sufrido, en interés de la p a z con mandó que se publicase en seguida, proclam ándolo
Ing late rra, semejantes injurias y rechazado tales a ta ­ como ley del país. E r a la derrota de la oposición, derro­
ques, W ashington estaba en el caso de esperar que el ta prevista, pero no aceptada por aquélla. Quedaba por
gobierno británico le diese facilidades p a ra cum plir su A tentar u n últim o esfuerzo. E l camino que había de
tarea. Morris, á quien el cuidado de sus asuntos y Ia seguirse estaba trazado desde hacía mucho tiempo.
afición á las diversiones retenían en Londres por en­ •Espero confiadamente, escribía Jefferson desde su re­
tonces, v iv ía en la intim idad de la corte. W ashington tiro, el 80 de Noviembre de 1795, que el brazo popular
le escribió u n a la rg a carta destinada á que la leyes© ^e nuestra asam blea desaprobará la obra de Ja y , y
lord Grenville. Después de pasar revista á los justos n°s desem barazará de ese p la n infame, que no es más
motivos de queja que Ing late rra había dado a l pueblo ^ e u n tratado de a lia n za entre In g la te rra y los a n ­
am ericano, añadía: «Que se rae perm ita decir que, sí í m a n o s de este país, en contra de la asamblea y el
la G ran B retaña h a tenido por m ó v il la paz y las bue­ Pueblo de los Estados Unidos.» E n efecto; el partido
nas relaciones con este país, su conducta ha sido per ­ democrático tenía m ayoría en la C ám ara de Represen­
tan tes. Sostuvo que la Constitución no había investido zados. «Toda A m érica, decía Jefferson, está anhelante
a l presidente del derecho de estipular un tratado de en espera de la decisión de la C ám ara.* No era po r cu­
comercio sin el concurso de las dos ram as del Con­ riosidad. L a masa sensata y honrada de la nación es­
greso, y que W ashing to n había faltado a l respeto al taba profundamente in q u ie ta ; el comercio se a larm a­
pueblo, a l no consultar á sus representantes antes de ba. ¿Qué sería de las indemnizaciones estipuladas en
d a r a l tratado un carácter definitivo. Como p a ra afir­ favor de los comerciantes am ericanos, si el Congreso
m a r el derecho que se arrogaba, la C ám ara pidió la se negaba á ejecutar lo tratado? ¿Se estaba en el caso
comunicación de la correspondencia re lativa á la m i­ de protegerles contra las fuerzas navales de la G ran
sión de J a y en In g late rra . E n u n mensaje especial, Bretaña en el caso de que se llegase á u n a guerra por
W ashington sa negó á entregar los documentos que le una votación de pa rtid o ? ¿Q ué gobierno sería posible
pedían. «Como me parece de todo punto evidente que si se discutían así todos los derechos del poder ejecu­
el consentimiento de la C ám ara de Representantes no tivo, si se ponían constantemente trabas á su libertad
es necesario para la validez del tratado..., que el se­ de acción? E l presidente tenía razón a l querer apartar
creto es indispensable para las negociaciones diplom á­ de A m érica las calamidades de la guerra y defender la
ticas... y que es esencial mantener los lím ites estable­ Constitución contra las usurpaciones de la C ám ara.
cidos por la Constitución entre los diversos poderes Apremiantes memoriales p a ra suplicarla que no se
del Estado, m i respeto á la Constitución y á los debe­ turbara la paz sucedieron á los violentos mensajes de
res de m i cargo m i im pide acceder á vuestra de­ 1(>s agitadores de club. E l partido dem ocrático se dejó
m anda.» ganar, y el 29 de A b ril de 1796, en el momento deci­
Cuando recibió este mensaje, la asamblea declaró d o , trece de sus miembros se unieron á los federales
que, puesto que su concurso era necesario p a ra la eje­ Para reconocer la urgencia de v o tar las medidas de
cución de u n tra ta d o , tenía derecho á exam inar la ejecución.
oportunidad y el valor del m ismo. U na vez sentado Tanto en el exterior, como en el interior, triu nfaba
este principio, se entabló el debate sobre el fondo mis­ *a política de W ashington. E l año 1795 había sido para
mo de la negociación y sobre la conveniencia de votar él fecundo en éxitos diplomáticos. N o es aventurado
las medidas legislativas necesarias p a ra su ejecución* afirmar que íueron, en gran parte, consecuencia de la
D urante cerca de un mes se pudo creer que la C ám ara reconciliación de los Estados Unidos con Inglaterra.
se negaba á adoptarlas. Los afiliados á las sociedades viéndose ya sostenidos en su hostilidad contra
democráticas se agitaban con fu ror: las peticiones América, los débiles adversarios que tenían a ú n que
contra el tratado, las denuncias contra el presidente y e°m batir se resignaron á ceder; los indios del Nordes­
el Senado afluían á la C ám ara de Representantes, enar­ te se som etieron; el bey de A lge r se comprometió á
deciendo la discusión, turbando los espíritus, sosto* entregar los cautivos am ericanos cuya libertad venía
niendo lá oposición. L a atención del país se concentra­ reclamando W ashington, en vano, desde ha cía muchos
ba en aquel g ra n debate; los negocios estaban p a ra li­ años; España estipuló con los Estados Unidos u n tra­
tado que aseguraba á éstos la libre navegación del diarios. ¿Cómo intervenir en favor de u n ciudadano
Mississipí; les dab a el derecho de depósitos en N ueva americano, detenido en calidad de general francés?
Orleans y les hacía dar un paso ha cia la adquisición ¿Con qué derecho pedir su libertad á los aliados? P ara
de la Luisiana. H asta 1794 España había sabido eludir quien conozca bien la viveza del afecto de W a s h in g ­
la negociación sin romperla, creando dificultades, sus­ ton á Lafayette, su infiexibilidad en el cum plim iento
citando obstáculos, adoptando un lenguaje unas veces de los deberes de su cargo y la energía de su a lm a ,
belicoso, otras comedido, y presta siempre á juntarse es difícil qué adm irar m ás, si la prudente reserva que
con Ing late rra en sus proyectos hostiles contra los se impuso para no comprometer a l gobierno de su
Estados Unidos. Pero, abandonada á sí m ism a desde país, ó la insólita y casi indiscreta gestión que la
el feliz resultado de la m isión de J a y ; agotada, ade­ amistad les im pulsó á intentar cerca del emperador de
m ás, por la guerra que h a b ía sostenido con Francia; A lemania. E n vano se había dirigido indirectamente
previendo y a que se vería obligada a lg ú n d ía á ceder * la generosidad de aquel soberano; en vano trató de
la Luisiana, y concediendo desde entonces m ayor im ­ provocar la poderosa m ediación de la G ran Bretaña;
portancia al desarrollo del poderío am ericano sobre escribió directamente a l emperador: «Vuestra m ajes­
las orillas del Mississipí, España se decidió, por fin, á tad no ignora que h a y circunstancias en las que r a ­
conceder lo que rehusaba desde 1778 (1). zones oficiales im ponen el silencio y la inacción al
W ashington había vencido todas las grandes dificul- jefe de un pueblo, cuando sus sentimientos y sus de­
des diplom áticas que le había legado el débil gobierno beres como hombre le im pulsan á hablar; me encuen­
del Congreso: el pueblo americano se había em ancipa­ tro en esa situación; me tomo, pues, la libertad de dí-
do de las trabas que sus vecinos quisieron poner á su *% ir esta carta á vuestra majestad en calidad de sim­
vuelo; podía extenderse por su territorio, sin exponer­ ple particular.» Después de insistir acerca del recono­
se a l peligro de rom per la U nión. A W ashington deben cimiento que él y su país debían á Lafayette, y supli­
los Estados Unidos el desarrollo de su poder en el Oeste car a l em perador que pusiera fin á las penalidades
y en el Sur. del general, añadía: «Como tengo por m áx im a no pe-
E n m edio de ta n grandes preocupaciones, W a s h in g ­ jam ás sino lo que yo quisiera conceder en a n á lo ­
to n no o lv id a b a á su a m ig o L afaye tte , que e staba p r i­ gas circunstancias, vuestra majestad me h a rá la jus-
sionero e n O lm u tz . N o h a y n a d a m ás con m ovedor que ticia de creer que lo que le pido haga, me parece con­
l a em oción y la solicitud con q u e seguía desde lej<* forme á los grandes principios de m agnanim idad y
los sufrim ientos de su a n tig u o com pañero de armas* sabiduría, que son la base de u n a buena política y de
C o n s titu ían p a r a él u n a fuente de ansiedad, ta n to ma* «n a gloria duradera.»
y o r, cua uto c o m p re n d ía su im p o te n c ia p a r a rem e­ Jorge de Lafayette, hijo del general y ahijado de
W ashington, se h a b ia refugiado en los Estados Uni-
c í) El tratado con España, firmado en Madrid por Th. Pinck'
d°s. E l presidente vaciló mucho tiempo antes de de-
ney el 27 de Octubre de 1795, fué aprobado por el S e n a d o y
ratificado el S de Marzo de 1796. ^ar|e ir á su lado: «Ruego á usted asegure á ese joven,
que estoy resuelto á servirle de padre, de am igo, de
cés, el pretendido favor con el cual son acogidos, es
protector y de amparo, escribía á Jorge Cabot, a l sa­
alegado por el Directorio como un motivo de queja
ber la llegada del joven Lafayette; pero que vale más
contra los Estados U nidos... Nadie mejor que usted,
que mis sentimientos respecto de él no se h a g an p ú ­
señor, puede apreciar la justicia de esa acusación; y,
blicos. Opónense á ello la situación en que se encuen­
en cuanto á la censura opuesta, es usted demasiado
tran él, su madre y sus amigos, y m i carácter oficial.
inteligente y justo p a ra que no comprenda los m o ti­
No h a y que decir que no sería conveniente que el jo ­
vos que m e obligan á arrostrarla y á seguir u n a con­
ven viniese á la residencia del gobierno general antes
ducta contraria á su distinción de usted y á mis
de que hayamos podido ver el efecto que produzca su
deseos.»
llegada... He ordenado que se provea, á m is expen­
Existía, por parte del Directorio, la idea preconce­
sas, á todas sus necesidades y á las de su preceptor;
bida de encontrar m al todos los actos de u n gobierno
pero en cuanto su venida á Filadelfia, como en ella que se h a b ía permitido negociar con Inglate rra. Mien­
reside el m inistro de F rancia, podría ocasionar difi­ tras pareció posible hacer que fracasara la negocia­
cultades sin producir ning ún bien. Mientras tanto, y ción, el descontento de la república francesa no se
p a ra evitar los peligros de la ociosidad, propongo que manifestó sino por las quejas y maquinaciones do sus
se le adm ita en la universidad de Cam bridge.* H a­
agentes. Pero desde mediados del año 1796, síntomas
biendo declarado pocos meses después el Congreso la
más graves parecieron indicar en aquélla el deseo de
conveniencia de testimoniar a l hijo de Lafayette el
dar á los Estados Unidos señales m ás ostensibles de su
reconocimiento del país por los servicios de su padre»,
enfado. Por todas partes avisaban a l presidente que
W ashington pudo ceder al sentimiento de su corazón
los corsarios franceses atacab an á los barcos am erica­
y recoger bajo su techo al hijo proscripto de su amigo*
nos; que ib a á darse á los cruceros de la m a rin a n a ­
E l presidente tenía por principio no tener ninguna cional la orden de interceptar las comunicaciones en­
relación personal con los emigrados. «Recibirlos pú­ tre los Estados Unidos y la G ra n Bretaña; que agen­
blicam ente en mis salones, escribía á H am ilto n, sería tes sospechosos recorrían el territorio occidental,
alejar a l ministro de F r a n c ia ... Recibirlos en particular
observando los fuertes y excitando a l pueblo á sepa­
sería llam ar mucho m ás la atención... Quisiera poder
rarse de la U nión y unirse á la Luisiana, cuya adqui­
evitar la descortesía, sin traer compromisos polítí- sición m editaba Francia; circulaban en París rumores
eos... E n calidad de presidente de la República,
amenazadores; en sus informes, el coronel Monroe se
deber es no ofender á las potencias am igas, acogiendo
mostraba m u y intranquilo respecto de las disposicio-
demasiado bien á‘ sus proscriptos.» Y a l duque do
nes del Directorio.
L iancourt, p a ra excusarse de no haberle recibido-'
Sin em bargo, W ashington no estaba seriamente in ­
«A pesar do la extrema circunspección de m i conduc­
quieto. «De todo esto saldrá probablemente m ás hum o
ta respecto de los gentileshombres de su país de us­
fuego... E l asunto podría m uy bien no ser m ás que
ted, sospechosos por su em igración a l gobierno
Una gascuftada.» Pero así comienzan á m enudo las
guerras m ás terribles. Antes de resignarse á una ru p ­ minaciones contra el tratado de Inglate rra, y con la
tura, siquiera fuese pasajera, con los aliados m ás an­ esperanza de obrar sobre los espíritus en favor del
tiguos de su país, W ashington se creyó en el deber de partido democrático, ante la proxim idad de las elec­
hacer un llam am iento al buen sentido y á la equidad ciones presidenciales, hizo pública su respuesta, de­
de los revolucionarios imperiosos, imprevisores é im ­ claró en suspenso sus funciones, é insinuó que el en­
potentes, en cuyas manos estaba entonces la suerte de fado de F ra n c ia no era con el pueblo am ericano, sino
F rancia. N o podía contar, p a ra esta negociación difí­ con el partido que entonces ocupaba el poder. «Sus
cil, con el celo y la energía del coronel Monroe, el más fanáticos sectarios no vacilan en reconocer que
cual, en varias ocasiones, había dado pruebas de una en aquellas circunstancias obró con dem asiada preci­
complacencia exagerada con los jacobinos y de un pitación, y comprometió la causa que pretendía servir,
afecto indisciplinado á los principios del partido demo­ escribe W ashington.*
crático. A su llegada á París, se prestó á ovaciones E l Directorio había comprometido, en efecto, la
intempestivas y comprometedoras; m ás adelante, des­ causa que pretendía servir; Jo h n A dam s fué n o m b ra ­
cuidó hacer, acerca del tratado con Ing late rra, acla­ do presidente. W ashington ib a á dejar el poder. Sus
raciones que hubieran podido atenuar el m a l efecto sentimientos respecto de F rancia habían cam biado
que había producido en F ra n c ia; en fin, se halla b a en radicalm ente. «L a conducta de F ra n c ia respecto de
correspondencia confidencial con los principales ag i­ ®ste país m e parece insultante sobre toda pondera­
tadores de la oposición, aprobando la política de esta, ción. N ada la autoriza, n i su tratado con nosotros, ni
censurando la que tenía que defender, y tan conocido el derecho de gentes, n i los principios de equidad; n i
en F ra n c ia por su hostilidad á la G ran Bretaña, que, siquiera cubre las apariencias. E ra de esperar que la
en sus quejas contra la pretendida m a la voluntad de dación francesa tuviera en cuenta semejantes consi­
los Estados Unidos, el Directorio separaba a l ministro deraciones. E n cuanto á sus protestas de am istad y de
de su gobierno. E l coronel Monroe fuó destituido y tierna afección h a cia nosotros, no había fundado en
reemplazado por el general Carlos Coteswoth Pinck- ellas ninguna esperanza; sabía que nos las prodiga­
ney, personaje im portante en el Sur de la U nión, y b a n m ientras tuviesen interés en ello y que nos las
fielmente afecto á la política federal, sin estar compro­ retirarían en cuanto comprendieran que n ad a puede
metido a ú n en la lucha de los partidos. sacarnos de esta estricta neutralidad, que hemos
No había llegado a ú n á F rancia, cuando M r. Adet O p t a d o y m antenido con perseverancia... Es cosa
comunicó a l secretario de Estado, Timoteo Pickering, averiguada, y consta en la historia, que el carácter
u n decreto del Directorio del 2 de Ju lio de 1796, decla­ turbulento de los franceses y la política n a tu ra l de su
rando buena presa las mercancías enemigas cogidas á dación, les lle van á querer siempre dom inar sobre los
bordo de buques americanos. E n nombre del tratado gobiernos extranjeros, abierta ó escondidamente, con
de 1778, entre Francia y los Estados Unidos, Pickering a menazaa ó con halagos... En cuanto aparezcan los
protestó contra tal medida. A det respondió con recri­ documentos que voy á publicar, las personas honra
das, a u n aquellas cuyo espíritu está dominado por las practicar el arte de la seducción, pervertir la opinión,
ideas francesas, verán que F ra n c ia no tiene tantos de­ influenciar ó in tim idar á los organismos públicos!...
rechos á nue&tro agradecimiento como generalmente E l celo de un pueblo libre (os conjuro que me creáis,
se supone.» queridos conciudadanos) debe estar siempre alerta

F ra n c ia sufría las consecuencias de todas las faltas contra las astucias pérfidas de las influencias e x tran ­
y de todas las locuras cometidas por esa la rg a serie jeras. Son éstas, la experiencia y la historia nos lo
enseñan, los m ás mortales enemigos del gobierno re­
de déspotas incapaces, cuyo yugo había soportado pa­
cientemente. L a influencia legítim a que le h a b ía dado publicano.»
en A m érica la po lítica de Luis X V I, quedó compro­
m etida desde el día en que se puso a l servicio de las
pasiones revolucionarias. E n medio de los consejos de
justicia, de m oderación y de prudencia que W ashing­
ton dirig ía á sus conciudadanos en su carta de despe­
dida, como u n testamento político, repercutían pala­
bras de desconfianza respecto de la nación que más
contribuyó á la em ancipación de los Estados Unidos.
«Sed justos y leales con todos los pueblos; v iv id en paz
y en buena arm o nía con todos. L a religión y la moral
os lo ordenan, ¿no había de prescribirlo tam bién un»
buena política?... ¿H ubiera podido se rq u e la P rov i'
dencia no hubiese establecido lazo alguno entre la fe-
licidad de u n a nación y su virtud? H uid de esas antí'
patías inveteradas y de ese ciego afecto hacia deter­
m inadas naciones, que hacen á un pueblo esclavo de
bus pasiones... H uid de esos odios que lle v a n á los g0'
biernos á la guerra, en contra de los cálculos más
prudentes de la política, á m enudo á costa de la liber­
ta d ... No os dejéis arrastrar por esos afectos apasiona­
dos ha cia u n pueblo..., los cuales perm iten que ciuda-
danos ambiciosos, corrompidos ó ciegos, traicionen ^
sacrifiquen los intereses de su propio país sin hacerse
odiosos, á veces haciéndose tanto m ás populares. ••
¡Cuántas ocasiones se ofrecen así á las potencias ex­
tranjeras p a ra inmiscuirse en las disputas dom ésticas
c ir p a ra su instrucción ó recreo a l secretario de la
G u e rra en F ilad e lfia, es que me levanto con el sol,
que cuando á esa hora no encuentro á mis jornaleros
en su puesto, les envío un recado lam entando su indis­
posición; que cuando he puesto en movimiento todos
C A P IT U L O X V I
estos rodajes, continúo mi inspección general; y cuanto
m ás m iro, tanto m ás m e doy cuenta de lo que han
perjudicado á mis cosas u n a ausencia y u n a negligen­
4 Marzo 1707.— 14 Diciembre 1 7 9 9 .
cia de ocho años. L lega el almuerzo, á las siete, poco
m ás ó menos á la hora en que se despide usted de su
Washington en Mount Vernon.—Probabilidades de la guerra esposa; concluido el alm uerzo, monto á caballo y re­
entre Francia y los Estados Unidos.—Washington es nom­ corro mis haciendas, cosa que me ocupa hasta la hora
brado general en jefe de los ejércitos americanos.—Sus dife­ de vestirme para la comida. Raro es el d ía en que no
rencias con el presidente.—Muerte de Washington.
me encuentro con u n a cara extraña. Vienen, según
dicen, por respeto hacia m i persona; ¿no estaría más
N o habían pasado ties meses desde que W ashington
en su lu g a r seguramente la palabra curiosidad? ¡Qué
dejara Filadelfia y el poder, cuando escribía desde
Pcfco se parece esto á la reunión de un cierto número
Mount-Vernon á O liverio W olcott, secretario del T e­
de amigos, alegremente sentados alrededor de una
soro. «Son m uchas las conjeturas que se hacen acerca
buena mesa! Cuando no viene nadie, tomo la resolu­
de los motivos que han decidido ai presidente á con-
ción de encerrarme en m i gabinete, después de tomar
vocar el Congreso en esta época del a ñ o ; se pretende
el te de la noche, para contestar á las cartas recibi­
que se trata de realizar un embargo; usted sabrá m e­
das. Pero cuando m e pongo á ello, me encuentro tan
jor que nadie lo que hay a acerca de este asunto. En
cansado, tan poco dispuesto p a ra el trabajo, que lo
cuanto á m í, habiendo abandonado los caminos reales
dejo para el día siguiente, y así por el estilo todos los
de la v ía pública p a ra seguir las estrechas sendas de
días. Esto le e xplicará á usted la razón de que no le
la vida p riv a d a , dejo todas estas cuestiones a l exa­
hay a contestado antes. Tal vez le extrañe no ver en
m en de los que están a l frente de los intereses del Es­
distribución que hago de m i vida ningún instante
tado, y, con arreglo a l deber de tooo buen ciudadano,
c°n8agrado á la lectura. L a observación sería justa;
estoy dispuesto á acatar las decisiones de los poderes
,l° he abierto ningún libro desde que he vuelto á m i
públicos, cualesquiera que fuesen.* Y á H enry, secre­
casa, y no tendré tiempo de hacerlo mientras no des-
tario de la G uerra : «Debo á usted varias cartas. No
despida á mis operarios, lo que no sucederá probable­
im porta. Continúe usted escribiéndome como si le con­
mente hasta que las noches sean m ás largas, y enton-
testara. Usted está a l tanto de las noticias; tiene usted
ees tal vez esté en situación de leer el libro del juicio
mucho que contarme; pero yo lo único que puedo de­ final.»
miento de la responsabilidad le habían mantenido fue­
Entre los extranjeros á quienes la curiosidad ó el ra y por encim a de los partidos; pero, en los últimos
respeto hacían emprender la peregrinación á Mount- aüos de su gestión, la oposición había tomado u n ca ­
Vernon, se encontró u n príncipe joven de la casa de rácter U n sedicioso, había a ta ado tan directamente
Borbón, el duaue de Orleans, proscripto entonces, des­ á la base de todo gobierno y de toda sociedad, se ha­
pués rey de los franceses. W ashington le recibió con b ía mezclado tan abiertam ente á las intrigas extran­
todas las atenciones debidas al rango y las desgracias jeras, que hubo de elegir entre las dos políticas que se
de aquél, y con la tran q u ila dignidad de u n anciano habían disputado sus favores. Cuando volvió á esta­
que ha b ía em ancipado y gobernado el nuevo mundo* blecerse en Mount-Vernon, á pesar del deseo que ex­
L a visita del duque de Orleans no modificó en nada presaba á sus amigos de permanecer en adelante como
las costumbres del general, y el príncipe pudo asistir apacible espectador de los acontecimientos, se había
á las diarias ocupaciones de W ashington. A l am ane­ c o nve rtido realmente en un hombre de partido, y no
cer, el duque de Orleans le vió m archar á caballo, trataba de ocultarlo. H abía pagado su deuda con la
cuidadosamente arreglado. «¿Cómo puede usted levan­ patria, y no quería, ni desde lejos, continuar siendo el
tarse tan tem prano, general?, le preguntó á su v u e l­ jefe de sus amigos políticos; pero cuando veía decaer
ta.— Puedo levantarm e tan tem prano, porque duermo el ardor de aquéllos, v o lv ía á tom ar la p lu m a para
bien; y duermo bien, porque ja m á s he escrito un a lí­ reanim ar el celo de los mismos; les mostraba la bre­
nea sin figurarme que la veía impresa.» cha que había que defender y el enemigo que recha­
L a prudencia de W ashington no tenía nada que ver za r, atacando con especial rudeza á los adversarios
con esa circunspección g ratuita, egoísta y cobarde, el del poder y á los afiliados a i extranjero, y mezclando
lado flaco de tantas gentes honradas, que le« hace ver constantemente su desprecio hacia el directorio fra n ­
un peligro personal en toda libre expresión de su pen­ cés con sus invectivas contra el partido dem ocrático.
samiento, n i con esa circunspección obligada é inquie- A propósito del golpe de Estado de Fructidor, escri­
ta, que constituye el castigo de los políticos corrom pi­ bió á Jo h n M arshall, uno de los delegados de los Esta­
dos que tantos secretos tienen que guardar. E ra la dos Unidos en París: «Es m uy curioso ver á esos hom ­
prudencia tran qu ila y reflexiva de una gran alm a que bres que, entre nosotros, no cesaban de in juriar al po­
se respeta demasiado p a ra decir algo que no pueda der ejecutivo, y que tocaban á rebato á la menor
ser confesado y m antenido, y la de un hom bre de Es­ gestión que pudiera pasar por abuso de autoridad ó
tado patriota que comprende que a l comprometerse» acto de usurpación a los ojos de cualquier fanático,
comprometerla la. cosa pública. De aquí su prolonga­ convertidos de repente en entusiastas abogados de las
d a reserva en medio de las luchas intestinas que divi­ medidas arbitrarias adoptadas por el Directorio des-
dieron al pueblo am ericano durante su presidencia» Pués de las prisiones del 4 de Setiembre. N i siquiera
reserva que supo guardar mientras fué útil al buen g 0' tom an el trabajo de negar que ha sido violada la
bierno del país, pero que abandonó desde que se Constitución. ¡Pero sin duda, todo eso se h a realizado
incom patible con los deberes de su cargo. E l sentí-
por sentimientos misericordiosos y por repugnancia reses nacionales. Me hubiera alegrado poder correr
al derram am iento de sangre...!» u n velo sobre todos esos actos; pero han ocurrido en
A pesar de los esfuerzos del partido democrático, la gran escena del m undo á la faz de E uropa y Amé-
la m ayoría del pueblo am ericano com partió la im p re ­ rica. H a n herido profundamente los corazones am eri­
sión de W ashington. Nuevos actos de hostilidad por canos. Deseo ardientemente que puedan curarse; deseo
parte del Directorio habían provocado en las masas una v iv ir en paz y en buena arm onía con todos los pue­
señalada reacción contra el m ovim iento de sim patía blos; v no creo que n i el honor n i los intereses de los
que las arrastraba hacia F rancia. A l ser llam ado el Estados Unidos se opongan á que reiteremos nuestros
coronel Monroe, el gobierno francés declaró que se ofrecimientos & Francia. Si se han cometido errores
negaría á recibir á n in g ú n nuevo m inistro plenipoten­ los corregiremos. Si hemos cometido faltas las repa-
ciario de los Estados Unidos, mientras éstos no hubie­ rarem os.» , _ ,, t
sen satisfecho las reclamaciones de la república. En No era este el lenguaje oficial de W ashington. En
la audiencia de despedida de Monroe, B arras pronun­ semejante circunstancia, hubiera sido á la vez más
ció u n discurso injurioso p a ra el gobierno de los Esta­ altivo v menos arrebatado, y hubiera logrado más.
dos U nidos, halagador para el pueblo am ericano, adu ­ Los delegados enviados & F ra n c ia por John Adams,
lador p a ra el ministro destituido. Pocos días después, permanecieron seis meses en París, molestados por la
el general Carlos Cotesworth Pinckney recibió la or­ policía y asediados por las instancias oficiosas de los
den de abandonar el territorio de la república. Por agentes secretos de T alleyrand, sin lograr ser reci 1-
fin, u n decreto del 2 de Marzo de 1797, declaró aplica­ dos por el Directorio. P ara granjearse el favor del go­
bles á los barcos americanos las reglas concernientes bierno y calm ar el enfado del pa ís, era preciso, les
á la navegación de los barcos neutrales que suscribió decían, seguir el ejemplo que daban las potencias
W ashington en el tratado de 1794 ccn Inglate rra. Al europeas cuando querían volver á la gracia de F ra n ­
conocer estos hechos Jo h n A dam s, juzgó que estaba en cia, prometer una gratificación de un m illón á los d i­
el deber de convocar a l Congreso: «El discurso del rectores y u n préstamo de 25 millones & la república.
presidente del Directorio está lleno de indignidades Los delegados americanos se hicieron los sordos ante
contra nuestro gobierno, dijo al dirigirse á los repre­ estas insinuaciones. Dos de ellos, el general Carlos
sentantes del país; acusa la intención de separar al Cotesworth Pinckney y el general Jo h n M arshall, per­
pueblo de su gobierno... H ay que rechazar con ener­ tenecían a l partido federal. E l Directorio les hizo saber
g ía semejantes tentativas; h a y que probar á Francia que su presencia en Paris hacia imposible toda nego­
y a l m undo que no somos un pueblo degradado, domi­ ciación, y que no consentiría tra ta r sino con su cole­
nado por el espíritu colonial del miedo, hum illado por ga , Elbridge G e r r y , que pertenecía a l partido demo­
u n sentimiento de inferioridad, dispuesto á convertirse crático. Los primeros recibieron sus pasaportes, y Ger­
en miserable instrumento de la influencia extranjera ry consintió en quedarse en París. L a cólera de sus
y sin celo alguno de la fam a, del honor y de los inte­ conciudadanos no le perm itió prolongar mucho tiem ­
po su estancia. A l conocer las intrigas, los ultrajes y F ra n c ia esté en guerra con la G ra n B retaña, sus
la venalidad del D irectorio, el pueblo se estremeció puertos se encontrarán bloqueados, y no podrán trans­
de in d ig n a ció n ; ia opinión m ism a quedó quebrantada. portar tropas n i municiones de guerra... He aquí m i
«Por el momento, nuestra unanim idad está destruida, parecer acerca de esa form idable invasión .»
exclam ó Jefferson... Desde los días de nuestra inde­ E l 22 de Mayo de 1798 el Congreso votó una ley
pendencia, no h a experimentado el partido republi­ autorizando a l presidente p a ra poner en pie de gue­
cano semejante sacudida... E l soplo que inflam a a l rra, en caso de necesidad, un ejército de diez m il
pueblo de las ciudades es verdaderamente m a ra v illo ­ hombres. Todas las m iradas se dirigieron á W ash ing ­
so. H ay una llu v ia de mensajes en los que se ofrece la ton: solamente él podía tom ar el mando; solamente él
v id a y la fortuna... Las pasiones hierven y se desbor­ podía salvar el país. E l mismo John Adams, arrastra­
d a n , y los que conservan la sangre fría , exentos del do por un impulso de modestia tan sincero como pasa­
contagio, se ha lla n ta n por debajo del diapasón co» jero, y tanto m ás laudable cuanto que no era natural,
rriente de las conversaciones, que se encuentran ais­ escribió á su antiguo jefe: «No sirvo en m anera a lg u n a
lados en todos los círculos...» E n medio de aquella para la parte m ilita r de m i misión; ésta será proba­
efervescencia p o p u la r, en que el temor se m ezclaba blemente la m ás im portante. Si la Constitución y las
al entusiasmo, W ashington continuaba sin creer en el propias conveniencias de usted me perm itieran cam ­
peligro. «Cierto es que ias circunstancias actuales pre­ biar de puesto ó convertirm e en lugarteniente civil
sentan un aspecto m u y sombrío; se está en el caso de suyo, no tendría duda a lgu n a acerca de la prosperi­
pensar en lo peor; estoy perfectamente convencido de dad y de la gloria futuras de m i país... Necesitamos,
ello. No puedo, sin e m b a rg o , decidirme á considerar pues, el nom bre de usted; ¿no es cierto que nos perm i­
como probable una guerra abierta; en otros términos, tir á usted que nos sirvamos de él? Será m ás poderoso
u n a invasión formidable por parte de F rancia. A u n ­ que muchos ejércitos.» P ara Hervirse de aquel g ran
que supongo á esas gentes capaces de todo, no puedo nombre, John A dam s, casi siempre demasiado preci-
creer que v a y a n m ás a llá de lo que y a han hecho, J pitado a l obrar, uo esperó la autorización de W a s h ­
espero que cuando se convenzan de que no pueden ington. Antes de haber recibido re s p u e la de V irg in ia,
contar con las masas, y vean á este país dispuesto á propuso al Senado que se nombrase «á Jorge W ash­
la resistencia, cam h iarán de política... Sus partidarios ington, de Mount-Vernon, general en jefe de los e jér­
de aquí les habían hecho creer que éramos un pueblo citos de los Estados Unidos-. L a elección fué aprobada
d iv idido , y que la aparición de u n cuerpo de ejército p„r unanim idad, y el secretario de la G uerra se dirigió
francés sería la señal de la rebelión...; sin esto, el D i­ á Mount-Vernon p a ra entregar á W ashington el nom ­
rectorio se hubiera mostrado loco m ás que perverso... bram iento de general en jefe. A l principio se negó á
A pesar de toda su depravación y em briaguez, sus aceptarlo: uo le hablan dado tiempo para que m ani­
ataques contra nuestro territorio se reducirán á algu­ festara sus condiciones; qu izá uo convinieran a l jefe
nos actos do piratería en nuestras costas... Mientra* del Estado; debía, pues, devolver provisionalmente e l
nombram iento á Jo h n A dam s y dejarle en libertad de y ambiciosos, que habían crecido después en las lu ­
anularlo ó confirmarlo. E l secretario de la Guerra chas políticas, y eran los únicos en condiciones de lu ­
manifestó que tal cosa era in útil; si el presidente en­ char con los jóvenes y brillantes generales del ejército
contraba «inaceptables las condicionps, lo declara- francés. E ra un procedimiento tan cómodo para el go­
raría; en caso contrario, asentiría con su silencio». bierno y p a ra el general en jefe como peligroso para
A nte las apremiantes instancias de Henry, W ash ing ­ el país y el ejército; W ashington no vaciló en recha­
ton se resignó, por fin, á quedarse con el nom b ra­ zarle. «Como la m anera de llevar la guerra contra el
miento: «U oa vez más he consentido en em barcarm e enemigo que nos am enaza, será completamente dis­
en el océano sin límites de la responsabilidad y los tin ta de la que hemos seguido en la guerra de la Inde­
cuidados; con dos condiciones, sin embargo, escribía á pendencia, h a de ser difícil encontrar entre nuestros
H am ilton: la prim era, que los jefes eerán aquellos en antiguos generales hombres que unan á buenos p rin ­
los que yo tengo m ayor confianza; la segunda, que no cipios políticos una actividad, u n a energía y u n a sa­

se me llam e á entrar en cam paña hasta que la form a­ lu d capaces de ejercitar á las tropas en las largas y
rápidas m archas que h a b rá que hacer y los encarni­
ción del ejército no hag a necesaria m i presencia.
zados combates que habrá que sostener... Será nece­
Mientras tanto, consiento en prestar de lejos m i con­
curso á la buena organización del ejército; pero, hasta sario form ar un nuevo cuerpo de oficiales, sin tener
que no tenga que hacer gastos personales, me niego á en cuenta antiguos grados... E l ejército revolucionario
percibir ning ún sueldo.* está disuelto desde hace catorce años... Com ienza un
Los Estados Unidos carecían de organización m ili­ nuevo orden de cosas. E l presidente tiene el derecho
ta r permanente. H ab ía que crearlo todo: generales, de elevar, según le plazca, a l grado de oficial á sim­
oficiales y soldados. P ara form ar un ejército se nece­ ples soldados, hasta á ciudadanos sencillos, y clasifi­
sitaba, no solamente levantar tropas, sino im provisar carlos en el orden que le parezca más ventajoso para
cuadros y jerarquías. ¿Cómo procederían en la distri­ el bien público.»
bución de grados? ¿Cómo señalarían á cada cual su Siempre es u n a operación’delicada clasificar m éri­
puesto? ¿En nombre de qué principio dirían á tal ciu­ tos. A l reservarse el derecho de designar los oficiales
dadano usted será capitán, á tal otro usted será gene­ generales que habían de servir bajo sus órdenes,
ra l? Los hombres tímidos, los que se asustaban de las W ashington tomó á su cargo la responsabilidad de la
responsabilidades, querían que se resucitase el estado operación. H am ilton, Carlos Cotesworth Pinckney y
m ay o r del ejército revolucionario, que se diera á cada K nox le parecieron, desde el prim er momento, los
oficial la posición que ocupaba al final de la guerra de tres oficiales m ás dignos de su confianza y los más
la Independencia, que se pusiera en prim era fila á ge­ aptos para ser buenos jefes de cuerpo. Pero ¿en qué
nerales ancianos, gastados por la edad, y que se de­ orden inscribirlos en la lista de los mayores genera­
ja r a en los grados inferiores, que ocupaban catorce les? W ashington tuvo u n momento de vacilación. De
años antes, á m ilitares activos, inteligentes, audaces los tres, el coronel H am ilton era, á sus ojos, el más
distinguido, ei m ás emprendedor, el más experim en­
en favor de Knox, poniendo á su nom bram iento una
tado, el mejor dotado de las cualidades que form an ai
fecha anterior a l de H am ilton. E n vano le m ani­
guerrero. L a voz pública le designaba para el segun­
festó el secretario de la G uerra lo mortificante de tal
do, después de W ashington. Consideraciones im p or­
decisión p a ra W ashington; Jo h n Adams se obstinó:
tantes m ilitab an , sin embargo, en favor del general
«He dicho y lo repito, escribió a l secretario de la
Pickney; era el principal personaje de los Estados del
Guerra, que si pudiera despojarme de la presidencia
Sur; era indispensable asegurarse su concurso; en
en favor del general, lo haría en e l acto y con el m a ­
caso de invasión, los Estados del Sur serían probable­
yor gusto; pero nunca he dicho que consentiría en
mente el teatro de las hostilidades, pues el Directorio
ocupar el cargo y conservar su responsabilidad m ien­
estaba harto interesado en sublevar los esclavos, para
tras él ejerciera sus funciones... E l presidente es el
d irig ir sus golpes á otra parte; debía, pues, evitarse
que está revestido de la autoridad y del poder. Pre­
dar el m enor motivo de descontento á la parte de la
tendo ejercer hoy esa autoridad y ser responsable. Así
U nión que tendría que soportar el peso de la guerra;
desaparecerán todas las dificultades... H a habido de­
adem ás, el general Pickney pasaba por un h áb il tác ­
masiadas intrigas en este asunto entre el general
tico, á quien se podía confiar el m ando de un ejército.
W ashington y yo; y, ó me conozco m uy poco, ó no
E n cuanto a l general K no x , no había que dudar; go­
seré, en definitiva, víctim a de esos enredos.»
zaba, es cierto, de a lg u n a popularidad en los Estados
Si había habido a lgu n a in trig a en aquel asunto era
de la N ueva Inglaterra; pero, aun cuando el m ás a n ­
porque, en realidad, no había gobierno en Filadelfia.
tiguo de los tres, era el menos capaz.
No basta estar revestido de autoridad para podei ejer­
Después de m aduras reflexiones, el general en jefe
cerla. Jo h n Adams carecía de dos cualidades que no
creyó deber poner á H am ilton á la cabeza de la lista.
pueden suplirse con nada y sin las cuales no se puede
E n v iad a á Filadelfia, fué aprobada por el Senado, y
gobernar, sobre todo en los países libres: la lógica en
el secretario de la G uerra se apresuró á an u n cia r á
los deseos y el arte de tra ta r con los hombres. H onra­
los mayores generales que ocuparían sus puestos por
do, activo, inteligente, animoso, celoso por la causa
el orden de su inscripción en lista. K nox se enfureció,
del orden y del bien público, era, sin embargo, in ca ­
protestó, invocó antiguos reglamentos del Congreso,
paz de resistir á las intemperancias de u n a vanidad
sostuvo que el orden de inscripción no era nada, que
inquieta, ceñuda y torpe, que hacía perder toda a u ­
la antigüedad lo era todo, que ei segundo m ando le
toridad á su carácter, toda libertad á su espíritu, todo
pertenecía por derecho propio, y concluyó por declarar
tacto á su lenguaje y su conducta. Los mismos m inis­
que si se lo negaban, rehusaba servir. P a ra hacer a la r­
tros apenas tom aban en serio sus pretensiones, y tra ­
de de su autoridad y de su im portancia, Jo h n Adams;
bajaban sin escrúpulos en inclinarle, á pesar suyo,
celoso de H am ilto n, y descontento de la parte que co­
Por la v ía que le trazaban de lejos, unas veces W a s h ­
rrespondía á la N ueva In g la te rra en la distribución de
ington, otras y sobre todo H am ilíon, los jefes n a tu ra ­
empleos, manifestó la intención d^ resolver el asunto
les del partido federal. También de lejos tom aba y
que es debido á sus funciones, y con la estimación que
cam biaba sus determinaciones Jo h n Adam s. A m edia­
m e merece su carácter particular, someto lo siguiente
dos de Agosto, en los momentos en que la organiza­
á la consideración de usted: Si se me escapa a lg un a
ción del ejército reclam aba toda su atención, había
expresión que pareciese incompatible con aquellos
abandonado bruscamente á Filadelfia p a ra retirarse á
sentimientos, sírvanm e de excusa la pureza de mis
G u in a y , en Massachussets. Con los miembros del gabi­
intenciones, la ingenuidad de mis declaraciones y el
nete en Filadelfia, el presidente en G u in ay , el general
respeto que me debo á m í mismo.» Después de recor­
en jefe en Mount-Vernon, H am ilton en N ueva Y ork,
dar que no había aceptado el m ando sino condicional­
se entabló u n fuego cruzado de cartas, de negociacio­
mente, añadía: «¿Permite usted que pregunte respe­
nes y de malas inteligencias, de que se resentían los
tuosamente cómo se han atendido mis condiciones? E n
asuntos públicos. E l Congreso había declarado que los
lo dispuesto por m í, de acuerdo con el secretario de
Estados Unidos estaban emancipados, por la conducta
la G uerra, los mayores generales estaban inscritos en
del Directorio, de las obligaciones que les im ponía el
este orden: H am ilton, Pinckney, Knox. A usted le ha
tratado de 1778; se ha b ía retirado el exequátur á los
parecido bien ordenar que el últim o fuese el prim ero,
cónsules de Francia; se había votado la creación de
y el primero ol últim o... Se h a nom brado un ayudante
doce regimientos suplementarios de infantería, y dos
general sin m i consentimiento, á pesar de que en va
meses después, n i estaba un soldado en arm as, n i un
rias ocasiones he demostrado lo importante que es que
oficial de reclutam iento en funciones. En vano W a sh ­
ese oficial sea del agrado del general en jefe, y goce
ington aprem iaba a l secretario de la Guerra, en vano
le censuraba las lentitudes y la negligencia del go­ de toda su confianza. E n cuanto á la idea de aum entar
los poderes del general en jefe ó de dism inuir los del
bierno, en vano le ofrecía ir á Filadelfia p a ra acelerar
presidente, ruego á usted que crea no había nada más
la formación del ejército.
ajeuo á m i pensamiento; m i único m óvil ha sido ase­
El presidente perm anecía inactivo é indeciso, y
gurarm e hábiles cooperadores en la difícil empresa
cuando obraba era á pesar ó contra el parecer del ge­
Que ib a á acometer. Esto es lo que exigía el bien p ú ­
neral en jefe. T anta incapacidad y tan poca deferen*
blico, lo que ambos debíamos igualm ente desear. Yo,
cia irritaban á W ashington. H ab ía conservado todo el
que me ju g a b a en esta empresa todo lo que me es más
vig o r de su inteligencia, toda la altivez de su alma>
querido y preciado, debía tener cuidado en no dejar
y no podía sufrir que los asuntos en que se m ezclaba
nada al azar. No se puede creer que yo fuera indife­
fueran m al dirigidos, y que la autoridad de que esta­
rente a l riesgo que iba á correr; había para m í tan ­
b a revestido fuese desconocida ó discutida. L a edad
tas probabilidades de perder como de aum entar esa
le ha b ía hecho m ás exigente y m ás difícil en este con­
reputación, que la benevolencia del m undo m e ha
cepto. Las pretensiones y las intenciones que el presi­
concedido... Esta carta es y a demasiado larga: toda­
dente m anifestaba en su carta á H enry, hicieron qne
vía hay un punto sobre el que deseo llam ar su aten­
el m a l hum or de W ash ing to n llegase a l lím ite y 90
ción; porque es tan interesante p a ra el general en
decidiera á expresarlo él mismo: «Con todo el respeto
jefe de los ejércitos, cualquiera que sea, como im p o r­ se ha b ló entre éstos de llevar de nuevo á W ashington
tante para los Estados Unidos. Estamos á fines de Se­ á la presidencia. Pero el partido federal no estaba des­
tiem bre, y no hay, que yo sepa, ni un solo hom bre re­ tinado á salir de la confusión en que le h a b ía sumido
clutado, n i u n jefe de batallón nom brado. L a conse­ Jo h n Adams.
cuencia de semejante retraso es que el entusiasmo E l presidente creía más que nadie en los Estados
que reinaba hace uno ó dos meses, y que nos hubiera Unidos en el peligro de los ejérctos permanentes. Te­
permitido le v a n ta r en poco tiempo hombres de la me­ n ía hacia los militares u n a especie de horror, y , en
jo r especie, se ha enfriado. U no ó dos meses m ás, y h a ­ medio de sus inconsecuencias, á pesar de sus b ru ta li­
b r á desaparecido, y apenas encontraremos detesta­ dades de lenguaje contra los franceses, no quería, en
bles soldados... lie hablado á usted, sefior, con liber­ el fondo, la guerra, porque p a ra hacer la guerra se
tad, y creo que con respeto. L e ruego se s irv a decir­ necesitaban soldados. Como H enry le aprem iara para
me si su determinación de cam biar el orden en el que que se ocupase de los reclutam ientos, le respondió:
están inscritos los tres generales dichos es irrevoca­ «Lo que sé perfectamente es que los regimientos son
ble, y si persiste usted en querer nom brar u n a y u ­ en todas partes un artículo m u y caro, y en este país
dante general sin m i participación.» m ás que en ning ún otro bajo el sol... Por el momento,
Y al dia siguiente, a l e nv iar copia de esta carta a l tantas probabilidades hay de ver por aquí un ejército
secretario de la G uerra, decía: «Le ruego la conserve francés como en las nubes.»
secreta, á menos que me vea en la necesidad de dar Acerca de esto últim o, tam bién W ashington era del
el últim o paso. Mientras nuestras diferencias puedan mismo parecer: sin embargo, estaba tan convencido
arreglarse, el pimple rum or de u n a m a la inteligencia de la necesidad de organizar prontam ente el ejército,
entre el presidente y yo produciría los mayores incon­ que fué á Filadelfia, donde pasó un mes p a ra ponerse
venientes; pero si no quiere ceder, el público decidirá de acuerdo con los generales. Consignó el resultado
quién es el que tiene la razón.» de sus gestiones en u n a la rg a carta que dirigió a l se­
Jo h n A dam s hubo de resignarse á ceder. Los nom­ cretario de la Guerra: «C ultivar la p a z h a sido, con
bramientos de los tres generales fueron firmados el razón, la política del gobierno. Pero, como es posible
mismo día, en el orden indicado por W ashington. Knox que seamos arrastrados á la guerra, es conveniente
negó definitivamente sus servicios; Pickney aceptó de recordar que á veces la mejor m anera de defenderse
buen grado su puesto. De esta m anera se evitó una es atacar. Pueden presentarse circunstancias de la
ru p tu ra abierta entre el presidente y el general en m ayor im portancia p a ra los intereses permanentes del
jefe; pero sus caracteres eran m u y poco compatibles país, en las que nos será preciso poder disponer de un
p a ra que la reconciliación pudiera ser completa: con­ cuerpo bien disciplinado. Siempre h a de ser un asunto
tinuaron difiriendo en casi todas las cuestiones im por­ niuy largo el de le v a n ta r y preparar semejante ejér­
tantes m ilitares y diplom áticas; se entabló una lucha cito, y es necesario que se halle dispuesto p a ra cuan ­
sorda entre Jo h n A dam s y los amigos del general, S do esas circunstancias se presenten. E l no hallarnos
21
preparados para entonces, podría hacernos perder un a
niente completar y preparar las fuerzas de tierra que
ocasión que sería difícil se volviera á presentar.»
la ley pone á nuestra disposición. Adem ás de las pre-
¿Cuáles eran esas ocasiones que había que aprove.
char y esas circunstancias que h a b ía que prever?
Dejemos que H am ilto n responda á esa pregunta: «Si nias españolas de la América meridional, que el general Mi
nos vemos metidos en u n a guerra con F rancia, escri­ randa había comunicado sucesivamente á Pitt, en 1790; después
á Ja República francesa, en 1792; por último, al gobierno in ­
bía á Jam es Gunn, cuando W ash ing to n ha b ía salido
glés, en 1797. y del cual Rufus King, m in ’stro entonces de los
de Filadelfia p a ra dirigirse á Mount-Vemon, nuestro Estados Unidos en Londres hablaba en estos términos al secre­
juego será atacar donde podamos. N o se debe separar tario de Estado, Timoteo Pickering, en informe del 28 Febrero
á F ra n c ia de su aliada. Tendremos á la m ano muchos 1798: «En !a últim a quincena el gabinete inglés ha arreglado
dos puntos relativos á la América meridional. Si España está
objetos tentadores.» Y m ás adelante á H . G-. Otis: en condicionas de impedir la caída de su actual gobierno, y no
«Como es posible que Francia trate de poner en eje­ aceptar completamente el yugo de Francia, Inglaterra que, á
cución el proyecto, hace tiempo atribuido á su go­ pesar de la guerra, mantiene inteligencias con España, no se
empeñará, por el momento, en ninguna empresa qne tenga por
bierno, de tom ar posesión de la Luisiana y de las F lo ­ m óvil despojar á España de sus colonias de la América meri­
ridas, es m u y importante que el poder ejecutivo esté dional. Pero en el caso, n aia improbable, de que por medio
en condiciones de afrontar y desbaratar semejante del ejército destinado á obrar contra Portugal y que debe atra­
vesar físpaña, ó por cualquier otro derribase Francia al go­
empresa. Verdaderamente, si entra en la política de
bierno español y de esta suerte dispusiera de los recursos y de
F ra n c ia dejarnos en u n estado de semi-hostilidad, es las colonias do España. Inglaterra procedería inmediatamente
preferible poner fin á tal situación, apoderarnos de A la ejecución d? un plan meditado y preparado desdo hace ya
esas regiones, prevenir de esta m anera los peligros mucho tiempo, y destinado á producir la independencia com
pleta de la América meridional. Si Inglaterra emprende este
que nos am enazarían si cayesen en manos de u n a po­ asunto, propondrá á los Estados Unidos que cooperen á la ejecu­
tencia activa, y asegurar á los Estados Unidos la ven­ ción. A Miranda le retendrán aquí, bajo uno ú otro pretexto,
hasta que los acontecimientos hayan decidido la conducta de In ­
taja de tener la lla v e del territorio occidental. Hace
glaterra.» (Works of J . Adams, tomo V III, pág. 585.)El general
tiempo que considero la adquisición de esas colonias Miranda, que había vivido algún tiempo en los Estados Unidos,
tan esencial p a ra el m antenim iento perm anente de había quedado en correspondencia con John Adams, Knox y
la U nió n, que me parece indispensable para la pros­ Hamilton. Éste últim o le escribía el 22 Agosto 1798: «Hace
tiempo que lo son conocidos á usted mis sentimientos acerca
peridad de todos. Si F ra n c ia acaricia aún la idea del
de su plan; pero yo no debo tomar parte personalmente en su
imperio universal, n a d a puede haber m ás eficaz para ejecución si no con el beneplácito del gobierno de este pais...
desbaratar sus proyectos, que separar de España á la En m i concepto el plan debería ser éste: una escuadra inglesa,
Un ejército americano, un gobierno del territorio emancipado
A m érica m eridional. A qu élla no es más que el canal
agradable a los «ios cooperadores... Nosotros levantamos un
por el que pasan á F ra n c ia las riquezas de Méjico y ejército do 12.000 hombres.» (W orks of H am ilton, tomo VI,
el Perú (1).» Y a l secretario de la Guerra: «Es conve' Página 348.) A l mismo tiempo escribía á Rufus King: «En
cuanto á los asuntos en cuestión, deseo que se ejecuten; pero
(1) 26 Enero 1799.— Works of JTamilton, tomo V I, pág. 391- quisiera que los Estndos Unidos tuviesen la parte principal y
—Hamilton aludía á un proyecto de sublevación do las coló** suministraran todas las tropas de tierra necesarias. El mando
cauciones eventuales que hay que tom ar contra una E l 18 de Febrero de 1799, Jo h n A dam s a n u n c ió , de
invasión, deberíamos, ciertamente, pensar en tomar repente, ai Senado, que había recibido indirectam ente,
posesión de las Floridas y de la L u isia n a, y tener por conducto de W illia m Vans M urray, ministro de
puesta la m ira en la A m érica del Sur.» los Estados Unidos en L a H ay a, la seguridad de que
P or lo menos, en lo que se refería á las Luisianas y e l Directorio recibiría con respeto á nuevos delegados
á las Floridas, W ashing to n com partía la inquietud americanos: nom braba, pues, á W illia m Vans M urray
y los proyectos ambiciosos de su lugarteniente. D u ­ m inistro en París. E l gabinete no había sido consul­

rante su estancia en Filadelfia, había llam ado la aten­ tado; la sorpresa fué universal, las censuras generales
ción de los generales sobre los peligros que am enaza­ en el partido federal: «Si hubiéramos, escribía W a sh ­

ban por aquel lado á los Estados Unidos, y lam entaba ington a l secretario de E stado; si hubiéram os dicho á
m ucho que no los viesen todos. «No se d a rán cuenta T alleyrand, por el conducto que h a empleado: «Hemos
del daño que nos h a de ocasionar la ocupación, por estado siempre, estamos dispuestos todavía á a rreg la r

los franceses, de la Luisiana y de las Floridas, sino francam ente, por la vía diplom ática, y en condiciones
honrosas y equitativas, las diferencias entre los dos
cuando lo sufran: no hay, sin embargo, en Euclides
pueblos. S i el Directorio es igualm ente sincero, des­
proposición m ás evidente y m ás susceptible de una
demostración clara. No menos difícil es hacerles com ­ pués de la m anera indigna con que h a acogido núes -
prender que las operaciones ofensivas son á m enuda tros esfuerzos pacíficos, le corresponde ahora d a r un
las m ás seguras y á veces los únicos medios de defen­ paso hacia nosotros, y probar m i engaño con actos
sa.» T om ar la ofensiva contra F rancia y España era, sus buenas intenciones.»— Si le hubiéram os dicho todo
por lo tanto, en aquella época, la política de W a sh ­ esto, se hubiera demostrado, de u n a parte, nuestra
ington y sus amigos. L a guerra le parecía justa, pro­ buena voluntad, de otra, su sinceridad. Porque, hoy
vechosa y sin peligro; y no podía perdonar á Jo h n puedo ju zg a r de esto, esa es la conducta que yo h u­
A dam s la resistencia inerte que el gobierno oponía á biera seguido con el espíritu igualm ente preocupado
los esfuerzos activos de los generales, p a ra d a r á los por los horrores de la guerra y la dignidad del gobier­
Estados Unidos un ejército cuya form ación ordenaba no.» L a oposición que Jo h n A dam s encontró en el S e ­
la ley , y que n unca existió sino sobre el papel. Le nado, le obligó á unir á Vans M urray otros dos dele­
perdonó a ú n menos su apresuramiento en reanudar gados, y á suspender la m arch a de éstos hasta tener la
las negociaciones y su poco celo de la dignidad n a ­ certeza de que serian recibidos por el gobierno fr a n ­
cional. cés. T alleyrand se apresuró á d arla, y el gabinete se
ocupaba en redactar las instrucciones de los delegados,
me pertenecería naturalmente, y espero que no defraudaría cuando se supo en los Estados Unidos el golpe de
las esperanzas que pudieran cifrarse en m í » (W orks o f Ha- Estado del 30 P ra iria l y el cambio de gobierno que
m ilton tomo V I, p ág . 347.) El asunto no tuvo por entonces ocasionó. ¿Se consideraría el nuevo Directorio com ­
consecuencias. (Véase Edim burgh Review, tomo X III, páginas
285-292.) prometido por la declaración de T alleyrand? ¿Era.
prudente que marchasen los delegados antes de cono­ Después de cinco horas de paseo en medio de la llu v ia
cer las intenciones del nuevo Directorio? Los p rin c ip a ­ y de la nieve, volvió calado y transido; su esposa le
les miembros del partido federal parecían dudar r h a b ía esperado para comer; no quiso mudarse de ro­
F ra n c ia estaba sum ida en el desorden y la impoten* p a , y no tard ó en quejarse de u n fuerte dolor de g a r­
cía; sus fronteras estaban amenazadas; la caída de la g anta. A l d ía siguiente se levantó, sin em bargo, m u y
república parecía probable: no ha b ía que precipitar­ alegre y decidido, fué á señalar, p a ra que los derri­
se. S in consultar a l gabinete, Jo h n Adams dió orden basen, unos árboles que obstruían la vista de la casa
de em barcar á los delegados. sobre el río, y , por la tarde m andó que le trajeran
«L a medida en si m ism a m e h a sorprendido, escri­ los periódicos y los recorrió anim adam ente, leyendo
bió W ashing to n á H am ilton, a l saber la noticia; y m u ­ en a lta voz, á pesar de su ronquera, las noticias de
cho m ás la m anera de lle v a rla á cabo. Este asunto interés. Le aconsejaron que se cuidase. «No, dijo, y a
parece haber sido emprendido en u n día nefasto y saben ustedes que n unca m e cuido u n constipado. Se
bajo malos auspicios; deseo que el m a l no le acom pa­ v a como h a venido.» Por la noche, sintiéndose a g ita ­
ñe en todo su desarrollo y ocasione u n desastre.» Y al do y angustiado, despertó á su mujer. Esta quiso le­
secretario de la Guerra: «Desde hace a lg ú n tiempo vantarse p a ra llam ar á u n criado; el general se lo im ­
sigo intranquilo y triste los asuntos políticos de los pidió por tem or de que se enfriase. Cuando amaneció
Estados U nidos. Me parece que cam inan á grandes quiso que le sangraran, y en ausencia de su médico,
pasos hacia u n a crisis. ¿C uál será, en definitiva, el el doctor C ra ik , á quien h a b ían ido á lla m ar, dió or­
resultado? Unicam ente puede decirlo el que ve, pre­ den á R aulins, uno de sus intendentes, p a ra que le
vé y dirige todas las cosas. E l buque está á flote, 6 sangrara en un brazo. A l observar la emoción de
casi, casi, y como no me considero sino como un sim­ a que l fiel servidor, dijo: «No tenga usted miedo», y,
ple pasajero, pongo en manos de los marineros, cu ya u n a vez practicada la incisión, añadió: «L a herida no
deber es v ig ilar, el cuidado de conducirlo a l puerto.* es bastante am plia.» L a sangre corrió en abundancia.
Esta fué u n a de sus últim as cartas. Su salud no h a ­ M r. L ear, secretario del general, se adelantó p a ra ven­
b ía d,ado hasta entonces n in g ú n m otivo de inquietud* d a r el brazo: «jA ú n , a ún !», exclam ó W ashington, con
U n a sola vez, desde que había dejado la presidencia, Voz sofocada. D urante toda la m a ña n a, el doctor
se sintió gravem ente indispuesto, pero venció a l m al C raik, y después otros dos médicos de las cercanías
con su energía habitual. «La fiebre se apoderó de m í, llam ados á petición del prim ero, agotaron en vano
escribió en aquella ocasión a l secretario de la G uerra; cerca del general todos los recursos de su ciencia. E l
tra té de vencerla continuando con m is paseos á c ab a ­ ataque h a cía rápidos progresos; la respiración era
llo y m is ocupaciones d iarias...; me fué preciso, sin cada vez m ás penosa y entrecortada; la voz se altera
embargo, interrum pirlos durante algunos días.» ka; el general no podía tom ar n ada. Manifestó el deseo
E l 12 de Diciem bre de 1799, e l general salió á ca­ ^e que lla m a ra n á su esposa, hizo que le tragese ésta
ballo, como de costumbre, á visitar sus haciendas^ <*°s testamentos que estaban en su pupitre, ordenó que
quem aran el m ás antiguo y conservasen el moderno, Poco después respiró con libertad; se tomó el pulso.
fechado el 9 de Ju lio de 1799. U n a vez tom ada esta Lo vieron cam b iar de expresión. Su m ano se apartó
precaución, dijo á su secretario: «Siento que m e voy; de la m uñeca y cayó inerte: «¿H a marchado?» pre ­
m i respiración no puede prolongarse durante mucho gun tó la señora de W ashington con voz firme y solem­
tiempo. Desde luego comprendí que el ataque era ne. Los asistentes guardaron u n lúgubre silencio:
m ortal. Tenga usted cuidado de ordenar y anotar to­ «Está bien», añadió e lla, «todo ha concluido; no ta r­
das mis últim as cartas m ilitares, así como mis pape­ daré en se g u irle ; y a no tengo m ás pruebas que
les. A rregle usted mis cuentas y póngalas en orden; sufrir.»
usted conoce m is asuntos m ejor que nadie. Que Rau- E l 23 de Diciem bre de 1779, decretó el Congreso la
lins concluya la clasificación, que y a h a comenzado, erección de un monumento de m árm ol, por cuenta de
de m is otras cartas... ¿Recuerda usted a lg ú n otro los Estados Unidos, á la m em oria de W ashington, que
asunto esencial del que tenga que ocuparme? m e que­ los ciudadanos lle v ara n luto durante un mes, y que se
d a m u y poco tiempo de estar con usted.» N ad a, ge­ consagrase públicam ente un día a l recogimiento y á la
neral; pero no está usted tan cerca del fin.» «Se enga- • oración en todos los Estados de la U nión am ericana.
fia usted, respondió sonriendo; todos debemos pagar A l saber la muerte de W ashington, el comandante
esta deuda, y veo acercarse el acontecimiento con ab­ de la escuadra inglesa de la M ancha, lord Bridport,
soluta resignación.» Parecía sufrir mucho y se re vol­ que volvía de Brest, donde había acorralado á la es­
v ía frecuentemente en la cam a. P a ra a livia rle , Lear cuadra francesa, puso su pabellón á media asta, y , á
le ayudó á incorporarse. «Temo cansarle á usted de­ su ejemplo, los sesenta navios que m andada enarbola-
m asiado», repitió varias veces con acento afectuoso y ron esa señal de duelo.
agradecido. «General, yo no pienso m ás que en el E n F rancia, á pesar del estado de hostilidad que
bienestar de usted.» «E stá bien; es u n a deuda que nos existía a ú n entre las dos repúblicas, el prim er cónsul
debemos unos á otros, y espero que, cuando tenga decretó que el ejército francés lle v a ra luto en honor
usted necesidad de semejante ayuda, no le faltará.» de W ashington (1). E l busto de éste fué colocado en
Y como los médicos propusieran diversos remedios:
«Les agradezco sus cuidados, pero les ruego que n o
se ocupen y a de m í. Déjenm e m a rc h a r en p a z ; no m 0 (1) Orden del din p ara la guardia de los cónsules y para
todas las tropas de la República.
queda m ucho tiempo de v id a .» Permaneció asi hasta
la noche, sin hacer u n m ovim iento n i quejarse, y p r0'
«Washington ha muerto. Ese gran hombre se batió contra la
guntando á menudo la hora que era. H a c ia las diez» tiranía, y consolidó la libertad de su patria. Su memoria será
después de varios esfuerzos para h a b la r, dijo: «H a ll0' siempre grata al pueblo francés como á todos los hombres libres
do ambos mnndos, y especialmente á los soldados franceses,
gado el m om ento..., m e v o y ..., que m e entierren de-
los cuales como aquél y los soldados americanos, se baten por
centemente. Que no me sepulten hasta tres días des* la igualdad y la libertad.
pués de m i m uerte... ¿Me entienden?» S í. «E stá biefl** »En consecuencia, el primer cónsul ordena quo, durante diez
las Tullerías; en honor suyo pronunció solemnemente
u n a oración fúnebre M. de Fontanes en el tem plo de
M arte; y el ingenioso académico le propuso como
ejemplo a l general Bonaparte.

días, ostenten negros crespones todas las banderas y gallarde­


tes de la República.
»París, 18 Pluvioso año V III.»
(Jo un al des Débats et Loix da Corps législatif, et des Actes du
ÍNDICE
Gouvernement, n° du 20 pluviôse an V III.)

Págs.

Capítnlo primero................................................................ 1
Capítulo I I (1732-1759)...................................................«... 10
Capítulo I I I ......................................................................... 33
Capítulo IV (1763-1775)....................................................... 46
Capítulo V (1775-1776)........................................................ 64
Capítulo V I (1776 1778)...................................................... 78
Capítulo V II (1778)............................................................. 101
Capítulo V III (1778-1780)................................................... 117
Capítulo IX (1780-1781)...................................................... 135
Capítulo X (1781-1783)....................................................... 156
Capítulo X I ........................................................................ 170
Capítulo X II (1783 1787)...................................................... i 80
Capítulo X III (1787-1789)................................................... l98
Capítulo XIV (1789-1797.............................................. . 221
Capítulo XV (1789-1797)................................................... 258
Capítulo X V I (4 Marzo 1797-14 Diciembre 1799.............. 306
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